Comenzamos con el Papa un nuevo curso Con alegría nos

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Comenzamos con el Papa un nuevo curso Con alegría nos
Comenzamos con el Papa un nuevo curso
Con alegría nos disponemos a comenzar un nuevo curso que ha de ser para todos
nosotros un nuevo año de gracia del Señor. Este curso tiene una connotación muy
particular y excepcional que nos llena de alegría y de gratitud: la visita apostólica del
Papa Benedicto XVI a Barcelona los días 6 y 7 de noviembre para dedicar el templo
de la Sagrada Familia y estar al lado de familias con hijos con discapacidades en la
Obra del Nen Déu.
La preparación para acoger al Santo Padre nos pide a todos comenzar con ilusión y
esperanza este curso en las comunidades parroquiales, las comunidades religiosas,
los movimientos, las escuelas y las instituciones eclesiales. Esto es lo que el Papa
desea para nuestra Iglesia de Barcelona: que intensifiquemos el trabajo pastoral que
comienza de nuevo con el inicio de curso. La visita apostólica del Santo Padre la
enmarcamos en la vida eclesial diocesana, bien dispuestos a ser confirmados en la
fe por el sucesor de Pedro, a acoger su mensaje para llevarlo a la práctica y a crecer
en la catolicidad del que vive la solicitud por todas las Iglesias.
Un auténtico don de Dios
La visita apostólica de Benedicto XVI es un auténtico don de Dios y es necesario
que recitemos a menudo la oración preparada para esta visita, para que dé muchos
frutos espirituales y pastorales para nuestra Iglesia de Barcelona y para todas las
diócesis catalanas, con las cuales desde hace muchos años trabajamos de forma
conjunta. Durante estos meses es preciso que en las parroquias y comunidades
tengamos muy presente la visita del Papa en la oración, especialmente en las
eucaristías dominicales, para que intensifiquemos nuestra fidelidad a Dios y a la
Iglesia, conozcamos, valoremos y amemos más el ministerio del sucesor de Pedro,
crezcamos en el amor a Dios y al prójimo y trabajemos con generosidad en la
evangelización de nuestra sociedad. Hemos de trabajar en grupos o individualmente
el texto de las siete catequesis que ha preparado la archidiócesis, dedicadas al
ministerio de Pedro y de sus sucesores, al siervo de Dios, arquitecto genial y
cristiano ejemplar Antoni Gaudí y a la simbología del templo de la Sagrada Familia.
Juan Pablo II comentó las finalidades de los viajes apostólicos con estas palabras:
“Estos viajes son visitas realizadas a cada Iglesia local y sirven para mostrar el lugar
que ocupan en la constitución de la Iglesia. Como ya he dicho en otra ocasión, cada
viaje del Papa es una auténtica peregrinación al santuario viviente del Pueblo de
Dios. En esta óptica, el Papa viaja sostenido, como Pedro, por la oración de toda la
Iglesia (Hch 12, 5) para anunciar el Evangelio, para ‘confirmar a sus hermanos’ en la
fe, para consolar a la Iglesia, para encontrarse con el hombre. Son viajes de fe, de
oración…, ocasiones de catequesis, de anuncio evangélico…, viajes de amor, de
paz, de fraternidad universal” (Discurso a la Curia, 28-6-1980).
El ministerio de velar por la unidad, la comunión y la paz
Estas palabras, que son válidas para todos los viajes apostólicos del “dulce Cristo en
la tierra”, como santa Catalina de Siena llamaba al sucesor de Pedro, ponen de
relieve el auténtico don de Dios que será para nosotros esta visita apostólica de
Benedicto XVI.
Hemos de tomar conciencia, como primer fruto, de que la Iglesia de Roma es
importante y de que el Obispo de Roma tiene el ministerio de velar por la comunión y
la unidad de todas las Iglesias, un ministerio que traduce directamente la voluntad de
Cristo: “¡Que todos sean uno!” El Papa es la imagen de la unidad. En este sentido, el
padre Congar llamaba al Papa el icono de la unidad. Y es sin duda una expresión
feliz, porque es cierto que todo el Colegio Episcopal, con el Papa como cabeza,
tiene confiada por Cristo la misión de velar por la unidad de la Iglesia y por la
difusión universal del Evangelio, pero esta misión tiene siempre un punto de
referencia y de identificación en la persona del sucesor de Pedro, el Santo Padre. El
sentido del magisterio pontificio, y sobre todo la prerrogativa de la infalibilidad, son
entendidos debidamente como una de las tareas fundamentales del ministerio de
velar por la unidad.
La visita del Papa a las Iglesias particulares es un hecho importante para significar
experimentalmente estas realidades, tal como comenta Juan Pablo II: “El Concilio ha
mostrado que la misión de Pedro es una misión de primado en el marco de la
colegialidad… Pero ¿cómo olvidar estos momentos privilegiados y únicos de la
colegialidad episcopal – en el marco del primado- vivida junto a los obispos mismos
en su propio país y, por tanto, en contacto directo con sus problemas y sus
angustias pastorales?” (Discurso a la Curia, 28-6-1980).
Últimamente ha tomado mucho relieve un aspecto del ministerio del Papa: el de
defensor del hombre. El Papa de la más genuina tradición eclesial, y el de nuestros
días, es el promotor y defensor de la persona humana en medio de un mundo
inhumano, porque es un mundo sin Dios. La preocupación del sucesor de Pedro por
defender a la persona tiene sus raíces en el principio mismo de la creación y de la
redención, y de esta manera la persona permanece enraizada en aquello que en
definitiva la hace digna: la comunión con Dios.
Otro aspecto que en los últimos tiempos ha obtenido un especial relieve en el
ministerio de los sucesores de Pedro ha sido su aportación a la defensa de la paz en
el mundo. Son muchísimos los escritos de los Papas dedicados a este bien tan
necesario para la humanidad. Precisamente, los días del 3 al 5 de octubre
celebraremos en Barcelona el XXV Encuentro Internacional por la Paz, promovido
por la Comunidad de San Egidio, que año tras año mantiene el espíritu de Asís de
aquel encuentro de líderes religiosos de todo el mundo convocado por Juan Pablo II
el año 1986 en la ciudad de san Francisco.
Conciencia de ser Iglesia diocesana
Otro fruto de las visitas apostólicas consiste en darnos cuenta de que cada una de
las Iglesias locales merece ser destinataria del interés del Papa. Cada una de las
Iglesias diocesanas es un santuario viviente, una asamblea de personas que en la
confesión de la fe hacen visible la presencia de Cristo en medio de los hombres (cf.
Lumen gentium, 26). Esto pide que todos amemos y sirvamos con generosidad y
fidelidad a la Iglesia diocesana, en la cual está presente y operante toda la Iglesia de
Cristo, una, santa, católica y apostólica (cf. Lumen gentium, 23). El Papa Benedicto
XVI ama nuestra Iglesia de Barcelona, como lo manifiesta claramente el hecho de
que haya aceptado la invitación que como pastor de la diócesis le hice y el hecho de
que, a pesar de sus muchas responsabilidades y de otros viajes programados,
venga generosamente para estar con nosotros los días 6 y 7 de noviembre. Es un
nuevo motivo para agradecer y amar al Papa por este gesto de afecto y también es
una ocasión propicia para agradecer y amar la Iglesia diocesana de Barcelona, que
cuida y alimenta nuestra vida cristiana.
La visita del Papa a las Iglesias diocesanas se convierte en una toma de conciencia
de lo que la Iglesia diocesana es. Nuestra Iglesia de Barcelona es una Iglesia que
está en comunión con la Iglesia de Roma. La misma presencia del Papa nos
confirma como Iglesia. Su presencia, acompañado fraternalmente por el Obispo
diocesano, nos revela algo fundamental: nuestra Iglesia no es una Iglesia aislada,
solitaria, autosuficiente, y tampoco no es una Iglesia incompleta, subordinada. Es
una Iglesia en comunión católica y apostólica; el pastor diocesano es en verdad un
miembro del Colegio episcopal, en comunión jerárquica con su cabeza.
Dispongámonos a acoger al Santo Padre
Otro fruto que nos ofrece esta visita apostólica es el de aprender a acoger. La visita
del Papa es, sin duda, un fruto de su iniciativa. Es verdad que hay la invitación
previa, pero, en definitiva, el Papa visita una Iglesia porque quiere. De esta manera,
la visita se convierte en un examen sobre la calidad de nuestra vida cristiana, en una
experiencia de renovación pascual de nuestros mejores propósitos y deseos. Hemos
de acoger esta visita apostólica como una oportunidad magnífica de la gracia de
Dios, que quizá no volverá a vivir nuestra Iglesia durante muchos años; la anterior
visita apostólica la realizó Juan Pablo II hace ahora veintiocho años. Acojamos al
Santo Padre Benedicto XVI como el que viene en el nombre del Señor, lo acogemos
en su casa, porque el Papa tiene unas funciones episcopales muy importantes en
cada una de las Iglesias diocesanas del mundo.
El Santo Padre dejará el Vaticano para venir a visitarnos. Nosotros hemos de
acogerlo saliendo de nuestras casas, dejando nuestros pueblos y nuestras ciudades
de Cataluña y participando personalmente en la dedicación del templo de la Sagrada
Familia y saludándolo por las calles y plazas por las que pasará desde su llegada
hasta que deje Barcelona. Dentro del templo – y fuera de él, en lugares para
sentarse y seguir la ceremonia a través de pantallas- podremos formar la gran
asamblea litúrgica el domingo 7 de noviembre por la mañana, presidida por el
sucesor de Pedro que realizará –como soñaba y proyectaba Antoni Gaudí- que este
templo haga presente de alguna manera la Jerusalén celestial. Esta celebración
será, sin duda, un acontecimiento histórico y nuestra participación hará que sea
todavía más histórico.
Somos piedras vivas de la Iglesia
La dedicación del templo nos recuerda las palabras de san Pablo diciéndonos que
los bautizados somos piedras vivas de la Iglesia, construida sobre el fundamento de
los Apóstoles, con Cristo Jesús como piedra angular. Formamos parte de la Iglesia y
somos corresponsables de la realización de la única misión, que consiste en
evangelizar. Este es el gran objetivo pastoral que nos proponemos ir realizando en la
archidiócesis, como os pedía en mi carta pastoral Anunciad a todos el Evangelio, de
24 de septiembre de 2009.
El Papa dedicará esta bellísima iglesia que tiene la advocación de la Sagrada
Familia. Hemos de esforzarnos para que las familias de nuestra tierra –
fundamentadas en el matrimonio entre un hombre y una mujer, como íntima
comunidad de vida y de amor abierta a la fecundidad- imiten las virtudes de la Santa
Familia de Nazaret y den testimonio de cómo la familia cristiana contribuye a la
realización personal de sus miembros, es una auténtica célula de la sociedad,
constituye una iglesia doméstica y es solidaria con los pobres y necesitados. La
tarde del día 7 el Santo Padre visitará la sede de la Obra Benéfico Social del Niño
Dios, fundación diocesana de 1892, que ha confiado la tarea a las Franciscanas de
los Sagrados Corazones, para estar al lado de las familias con hijos con síndrome
de Down u otras discapacidades y para agradecer a ésta y a todas las instituciones
similares el buen trabajo que realizan en bien de las personas que sufren
disminuciones físicas o psíquicas y a sus familias. La Iglesia defiende y está al
servicio de la vida humana desde su inicio y también está al servicio de las familias.
El Santo Padre ha de encontrar en nosotros a unos cristianos que queremos
recordar y vivir aquello que el apóstol Pedro decía a sus destinatarios: “Dad culto al
Señor en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os
pida razón de vuestra esperanza” (1Pe 3,15). Queremos ser cristianos que viven con
gozo el don de la fe recibida y de la condición de ser hijos e hijas de Dios y
miembros de la Iglesia, gozosos de ser amigos del Señor, escogidos por Él y
enviados por Él a evangelizar. Y este gozo nos anima a entregarnos generosamente
y con radicalidad a propiciar a los hombres y mujeres, a los chicos y chicas, a los
niños y niñas de hoy un encuentro personal con Jesucristo, ya que, como dice
Benedicto XVI en su primera encíclica, “no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o por una gran idea, sino por un encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con esto, la dirección decisiva”
(Deus caritas est, 1).
Preparémonos con la plegaria
Nuestros corazones se elevan en actitud de plegaria y de nuestros labios salen
estas palabras de la oración para la visita apostólica:
“Con nuestro Santo Padre,
concédenos saborear la novedad constante del Evangelio.
Con él, amar a la santa Madre Iglesia,
hogar de comunión, de misericordia y de perdón.
Como él, haz que también nosotros reconozcamos la voz de Cristo
por encima de cualquier otra voz,
ya que sólo tu Hijo tiene palabras de vida eterna.”
Ponemos la visita apostólica de nuestro estimado Papa Benedicto XVI en las manos
de Nuestra Señora de Montserrat, patrona de Cataluña, para que interceda ante el
Hijo de sus entrañas virginales y obtengamos muchos frutos espirituales y pastorales
en nuestras estimadas Iglesias diocesanas.
Barcelona, 24 de septiembre de 2010, solemnidad de Nuestra Señora de la Merced
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona