Hojear libro

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Hojear libro
colección satura traducciones
“Obra publicada com o apoio do Ministério
da Cultura do Brasil / Fundação Biblioteca Nacional.”
Joaquim Machado de Assis
“Obra publicada con el apoyo del Ministerio
de Cultura de Brasil / Fundación Biblioteca Nacional.”
Machado de Assis, Joaquim Maria (1839)
Occidentales [texto impreso]
1a ed. – Santiago: Chancacazo Publicaciones, 2016.
96 p.: 11 x 16,5 cm.- (Colección Satura Traducciones)
ISBN: 978-956-8940-62-1
1. Literatura Brasilera
occidentales
2. Poesía
Occidentales
Joaquim Machado de Assis
©Ocidentais, Joaquim Machado de Assis
©Por la traducción: Ana María del Rosario Lea-Plaza Illanes
©Por el prólogo: Fernando Pérez Villalón
Registro de propiedad intelectual Nº: 199.402
©Chancacazo Publicaciones Ltda.
Santa Isabel 0545, Providencia, Santiago de Chile
[email protected]
www.chancacazo.cl
Editor de la colección Satura Traducciones: Tomás Browne
Diseño de la colección: Alejandro Palacios
Imagen de la portada: Retrato de Joaquim Machado de Assis en 1896.
Imagen del colofón: A Artur de Oliveira, enfermo, Ana Lea-Plaza, 2016.
Printed in chile /Impreso en Chile
I.S.B.N: 978-956-8940-62-1
La reproducción textual y digital de esta obra depende del previo consentimiento de su autor
o la editorial, conforme a las leyes 17.036 y 18.443 de Propiedad Intelectual.
Traducción de Ana Lea-Plaza
Machado de Assis trasplantado
Joaquim Maria Machado de Assis (Río de Janeiro,
1839-1908) tuvo una vida desprovista de grandes incidentes o sobresaltos, volcada sobre todo a la escritura de su obra, aunque le tocó una época marcada por
enormes cambios en la vida social y política de su país:
Brasil pasó de ser un imperio regido desde 1840 por
Don Pedro II a una república en 1889, un año después
de la abolición de la esclavitud. Son años de tensiones,
transiciones y transformaciones complejas, algunas de
ellas repentinas, otras más graduales, varias de ellas incompletas o solo aparentes, que su literatura recoge de
manera oblicua, con una ferocidad implacable oculta
bajo la apariencia de un alto grado de respeto por las
convenciones literarias y sociales. Sin ser un escritor
transgresor ni rupturista, sino que más bien todo lo
contrario, Machado de Assis fue capaz de captar mejor
que muchos de sus contemporáneos algunas de las contradicciones de la sociedad de la que le tocó ser parte.
Pero su obra no sólo permanece como un perspicaz y
lúcido testimonio de su época, sino que se ha mostrado
capaz de circular en contextos distantes del que la originó por su agudeza, ingenio y comprensión profunda de
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las ambigüedades y complicaciones de los seres humanos y sus relaciones.
Nacido en una familia pobre, en que el padre era
un mulato pintor de brocha gorda y la madre una inmigrante de las islas Azores que trabajaba como lavandera, y provisto de escasa educación formal, Machado de
Assis quedó temprano huérfano de padre y madre, y fue
criado por su madrastra. De joven trabajó como aprendiz de tipógrafo, corrector de imprenta y periodista en
diversos medios donde publicó sus primeras tentativas literarias (poemas, crónicas, folletines, y hasta un
libreto de ópera), luego fue ocupando cargos cada vez
más altos en el aparato burocrático del imperio (pasó
por diversos ministerios y llegó a ser director del Diario Oficial). En 1869 se casó con la portuguesa Carolina
Augusta Xavier de Novais, con quien no tuvo hijos. En
su madurez, contribuyó a fundar la Academia Brasileña
de Letras, que presidió hasta su muerte, acto que constituye una culminación de sus esfuerzos por constituir
y consolidar el campo literario brasileño.
Su obra es amplia, y abarca prácticamente todos
los géneros literarios, pero se lo ha reconocido sobre
todo como narrador. Sus cuentos y novelas superan con
creces la etiqueta de “realismo” que le corresponde según las categorías de la historia literaria, o son en todo
caso textos de un realismo sumamente particular, teñidos de ironía, con una capacidad de observación precisa
y sutil de las conductas y motivaciones de seres humanos que, de todos modos, permanecen como enigmas
memorables. Machado fue capaz en sus novelas y cuentos no sólo de revelar la dialéctica oculta de la sociedad
de su tiempo, sino de imaginar personajes inolvidables
y entrañables y de presentarlos en un estilo aparentemente simple, pero construido con cuidado extremo.
Tal vez es eso lo que le ha permitido sobrevivir varios
cambios de gusto, y continuar siendo leído como un
autor que anticipó algunas de las búsquedas más experimentales de escritores del siglo XX, y que se acomoda
fácilmente a nuestra sensibilidad contemporánea.
Ahora bien, si como narrador Machado de Assis
se ha vuelto internacionalmente famoso, ha sido traducido a numerosas lenguas y se lo considera hoy como
parte indiscutible del canon de la literatura universal,
su poesía es menos leída en la actualidad, y resulta por
ello una opción interesante para traducir y publicar.
Este libro, Occidentales, publicado por primera vez en
1901 como parte de sus Poesías completas, revela una
cara poco familiar del escritor a los lectores de su prosa.
Se trata de un libro que forma parte de la obra tardía de
su autor, y que pese a aparecer a inicios del siglo XX está
escrito en un lenguaje anterior, que poco o nada anun-
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cia de la revolución modernista que ya comenzaba de a
poco a gestarse, y que explotaría en la Semana de Arte
Moderno de 1922, con su rechazo a la métrica, a la literatura importada, al academicismo, su afirmación de la
oralidad y del interés literario de la lengua brasileña con
sus características locales, y su exaltación militante de
una ruptura con la tradición entonces imperante.
Vista desde la actualidad, con más de un siglo de
distancia, a primera vista la poesía de Machado aparece
como un repositorio de convenciones de la época, como
un conjunto de ejercicios y proezas estilísticos un tanto
pasados de moda. Una lectura más cuidadosa permite
ir distinguiendo las modulaciones de su voz entre los
abundantes recursos retóricos a los que recurre, y al
mismo tiempo darse cuenta de que justamente no son
accesorios separables de un estilo propio sino el mecanismo cuidadosamente calibrado que permite que este
aparezca (contra lo que solemos pensar, en línea con la
herencia del romanticismo, el estilo propio aquí no sería lo que queda si se saca toda la retórica, sino el uso
particular que se hace de sus recursos y convenciones).
El mismo pesimismo de fondo que permea su obra en
prosa atraviesa sus poemas, pero si en su narrativa son la
ironía y el humor los que temperan esa visión de mundo
de tinte trágico que de otro modo correría el riesgo de
hacerse pesada y fastidiosa, en la poesía es el cuidado
formal el que la compensa, le da un marco, la modera y
la matiza. Todo fatalismo consecuente llevado a un extremo desembocaría en el silencio, en la convicción de
la futilidad de la tarea de escribir. Quienes la practican
siempre muestran, de uno u otro modo, un goce en las
palabras y una destreza en el juego de combinarlas que
sirven de contraparte a la convicción de la inutilidad
final de ese empeño.
Como toda la de su época, la poesía de Machado
está fuertemente marcada por el influjo de la lírica francesa, desde el romanticismo exaltado de Victor Hugo, a
quien dedica un poema, hasta el refinamiento perverso
de Las flores del mal de Baudelaire, cuyo influjo se siente
por momentos en estos poemas aunque Machado fuera
crítico de quienes se dejaron seducir por lo que él consideraba los excesos de dicho autor. En este libro tardío
de Machado se mezclan elementos de lo que la crítica
literaria ha denominado romanticismo, parnasianismo
y simbolismo. Conviven en él momentos de exaltación
sentimental, aunque sin nunca entregarse irrestrictamente a ella, exploraciones preciosistas de los recursos
métricos y musicales de la lengua, y la búsqueda de imágenes cargadas de sentidos sutiles que tensionan hasta
el extremo el límite de lo convencional. El libro se abre
con la imagen de un Prometeo que, liberado por fin de
su condena, deja abruptamente de existir (“Se acabara
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el hombre con el fin del suplicio”), en una suerte de anticlímax que sugiere que lo que lo mantenía vivo era justamente el tormento que padecía. En “Círculo vicioso”, se
nos muestra un universo en el que cada criatura desearía
para sí la suerte de otra: la noctiluca se quiere estrella, la
estrella envidia a la luna, que a su vez quisiera ser el sol,
quien cierra el ciclo confesando que anhelaría en el fondo no ser más que una humilde noctiluca. “La criatura”
nos presenta a la savia vital como una fuerza corrosiva,
que persiste devorándose incesantemente a sí misma,
soberanamente indiferente al espectáculo del mundo
y que coincide con lo que algunos llamarían “muerte”
(“Tú dirás que es la Muerte; yo diré que es la Vida.”).
En “Mundo interior” la propia alma es contemplada
como un abismo más profundo e inquietante que el del
vasto universo exterior de la naturaleza. Y “Suave mari
magno” nos presenta de manera concisa y aguda una
reflexión sobre el carácter humano emparentada con la
exploración de la crueldad en su cuento “La causa secreta”. Todos estos textos exploran inquietudes semejantes
a la de la obra narrativa de Machado, pero ejercitan la
condensación allí donde su prosa explora la dispersión,
la divagación y el excurso aparentemente desordenado.
Otro grupo significativo lo constituyen los poemas a escritores de su tiempo o de épocas anteriores:
el libro contiene textos destinados a Artur de Oliveira,
Antonio José Da Silva, el filósofo Baruch Spinoza, António Cândido Gonçalves Crespo, José Martiniano de
Alencar, Víctor Hugo, Luís de Camões, José de Anchieta, João Felício dos Santos. Varios de estos poemas son
homenajes de tono más o menos convencional, pero del
conjunto se desprende, por una parte, la noción de pertenencia a una comunidad literaria que va más allá de
las fronteras de lo contemporáneo, y por otra parte la
vieja noción de que la escritura en cierto sentido desafía
a la muerte: de Camões se dice que “vive eterna vida”,
una vida más viva que la de quienes nos encaminamos
a la muerte, y de Hugo se afirma que al morir la historia
le confiere esa misma enternidad al inscribir su nombre en la serie de los grandes genios literarios que va del
profeta Isaías a Shakespeare. En el caso de Alencar, contrasta la tierra fría en la que yace el cuerpo del hombre
y la persistencia del ingenio, la flor y el encanto inmortales de su obra. Se trata, por cierto, de un tópico literario, pero su recurrencia en el libro sugiere que se trata
de una convicción profunda acerca de la persistencia y
trascendencia de lo escrito en contraste con lo efímero
de las preocupaciones humanas cotidianas. No se trata,
entonces, en estos poemas, de meros ejercicios formales, sino de un juego en que lo que se juega es la supervivencia, la transmutación de la existencia en un lenguaje
que le da al mismo tiempo la posibilidad de persistir y
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la certeza de que esa posibilidad implica una renuncia
al yo individual de quien escribe, que desaparece detrás
de su obra y se disuelve en ella.
Otro aspecto interesante de este libro, que por razones obvias no se recoge en esta versión al castellano,
son las traducciones que incluye de La Fontaine, Dante, Shakespeare y Poe, en un trabajo de trasposición de
los recursos de estos escritores a la lengua portuguesa
que implica la definición de un canon, pero también
su perpetua transformación y renovación, como en el
“Make it new” poundiano. Goethe dijo que una buena
traducción rejuvenece y vivifica al original como cuando se trasplanta un árbol a un terreno nuevo, que es el
de la lengua a la que llega. Me gusta pensar que el arduo
ejercicio de traspaso al castellano de estos poemas de
Machado de Assis, en una traducción que se hace cargo de imitar sus recursos formales (la métrica, rítmica
y rima) es un eco del esfuerzo de Machado por poner el
portugués de su tiempo en contacto con los que consideraba escritores clásicos, dignos de imitación.
Esta versión de Ana Lea-Plaza no solo pone los
poemas de Machado a disposición de quienes no conocen la lengua portuguesa y por tanto no podrían acceder a ellos en el original, sino que les comunica nueva
vida al darles un lugar en otra lengua, otro espacio y
otro tiempo. La inactualidad de estos poemas complejiza
nuestro presente, nos propone un ejercicio de extrañamiento respecto a nuestros hábitos de lectura y escritura, y nos invita a explorar otras lenguas posibles, otros
modos posibles de mirar el mundo a través de la lengua.
Este ejercicio es siempre también, en alguna medida, la
experiencia de una derrota: la traducción total es por
definición imposible, especialmente la traducción de
los aspectos musicales de una lengua. Pero en esa imposibilidad se nos revelan de manera especialmente nítida
tanto las propiedades del original, que aparece en una
nueva perspectiva, como las posibilidades y límites de
nuestra propia lengua, que se esfuerza por amoldarse a
otra y en ese esfuerzo se nos muestra desde un ángulo
desconocido. Esta versión de los poemas tardíos de Machado de Assis no nos da sólo la oportunidad de asomarnos a una faceta poco conocida de su obra, sino que
es ella misma una obra por derecho propio, una obra
que tal vez no aspira a la inmortalidad sino que, más
modestamente, contribuye a darle nueva vida a la obra
de otro y, por ese medio, le da nueva densidad y actualidad tanto a nuestro presente como a ese pasado del que
se hace cargo cuidadosa y delicadamente.
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Fernando Pérez Villalón
occidentales
o desfecho
el desenlace
Prometeu sacudiu os braços manietados
E súplice pediu a eterna compaixão,
Ao ver o desfilar dos séculos que vão
Pausadamente, como um dobre de finados.
Agitó Prometeo los brazos maniatados,
E implorante pidió la perenne compasión,
Al contemplar los siglos marchando en procesión
Pausadamente, como un redoble de finados.
Mais dez, mais cem, mais mil e mais um bilião,
Uns cingidos de luz, outros ensangüentados...
Súbito, sacudindo as asas de tufão,
Fita-lhe a água em cima os olhos espantados.
Van diez, van cientos, van miles, van más de un billón
Unos de luz cubiertos, otros ensangrentados...
De súbito azotando las alas de tifón,
Fija el águila en él sus dos ojos espantados.
Pela primeira vez a víscera do herói,
Que a imensa ave do céu perpetuamente rói,
Deixou de renascer às raivas que a consomem.
Por la primera vez la ajada entraña del héroe,
Que el pájaro del cielo perpetuamente hiere,
De renacer dejóse con ira al sacrificio.
Uma invisível mão as cadeias dilui;
Frio, inerte, ao abismo um corpo morto rui;
Acabara o suplício e acabara o homem.
Una invisible mano las cadenas diluye;
Frío, inerte, al abismo, un cuerpo se derruye;
Se acabara el hombre con el fin del suplicio.
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CÍRCULO VICIOSO
CÍRCULO VICIOSO
Bailando no ar, gemia inquieto vaga-lume:
“Quem me dera que fosse aquela loura estrela,
Que arde no eterno azul, como uma eterna vela!”
Mas a estrela, fitando a lua, com ciúme:
Bailando al viento gime una inquieta noctiluca:
«¡Ay, quién me diera ser como aquella rubia estrella.
que arde al azul eterno, como una eterna vela!»
Mas la estrella, celosa, mirando hacia la luna:
“Pudesse eu copiar o transparente lume
Que, da grega coluna à gótica janela,
Contemplou, suspirosa, a fronte amada e bela!”
Mas a lua, fitando o sol, com azedume:
«¡Si yo copiar pudiera la suave luz nocturna
Que, del griego pilar a la gótica vidriera,
contempló, suspirando, la frente amada y bella!»
Mas la luna, al fijarse en el sol con amargura:
“Mísera! tivesse eu aquela enorme, àquela
Claridade imortal, que toda a luz resume!”
Mas o sol, inclinando a rútila capela:
«¡Mísera!¡Si tuviese yo aquella enorme, aquella
claridad persistente, que en la luz se acumula!»
Mas el sol, inclinado por la rútila tienda:
“Pesa-me esta brilhante auréola de nume...
Enfara-me esta azul e desmedida umbela...
Por que não nasci eu um simples vaga-lume?”
«Esta aureola me pesa tan brillante y augusta...
Me molesta este azul, esta desmedida tela...
¿Por qué no nací yo simplemente noctiluca?»
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UMA CRIATURA
UNA CRIATURA
Sei de uma criatura antiga e formidável,
Que a si mesma devora os membros e as entranhas
Com a sofreguidão da fome insaciável.
Conozco una criatura remota y formidable,
Que a sí misma devora los miembros, las entrañas
Con el hambre voraz del apetito insaciable.
Habita juntamente os vales e as montanhas;
E no mar, que se rasga, à maneira de abismo,
Espreguiça-se toda em convulsões estranhas.
Habita juntamente los valles y montañas;
Y en el mar, que se rasga, como si fuera abismo,
Se despereza entera entre convulsiones raras.
Traz impresso na fronte o obscuro despotismo;
Cada olhar que despede, acerbo e mavioso,
Parece uma expansão de amor e de egoísmo.
Trae impreso en la frente un oscuro despotismo;
Cada mirar que arroja implacable y cariñoso,
Parece una explosión de pasión y de egoísmo.
Friamente contempla o desespero e o gozo,
Gosta do colibri, como gosta do verme,
E cinge ao coração o belo e o monstruoso.
Fríamente contempla el desaliento y el gozo,
Le gusta el colibrí, así tanto como el verme,
Y ciñe al corazón lo agradable y lo monstruoso.
Para ela o chacal é, como a rola, inerme;
E caminha na terra imperturbável, como
Pelo vasto areal um vasto paquiderme.
Para ella es el chacal como un polluelo, tierno;
Y camina en la tierra sin perturbarse, como
Por el vasto arenal un inmenso paquidermo.
Na árvore que rebenta o seu primeiro gomo
Vem a folha, que lento e lento se desdobra,
Depois a flor, depois o suspirado pomo.
El árbol del que nace del primer brote asomo
Y en que luego la hoja de a poco se desdobla,
Después la flor, después el tan anhelado pomo.
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Pois essa criatura está em toda a obra:
Cresta o seio da flor e corrompe-lhe o fruto;
E é nesse destruir que as suas forças dobra.
Pues esa gran criatura recorre toda su obra:
De la flor seca el seno y le corrompe su fruto;
Y es en tal destrucción que sus poderes redobla.
Ama de igual amor o poluto e o impoluto;
Começa e recomeça uma perpétua lida,
E sorrindo obedece ao divino estatuto.
Tu dirás que é a Morte; eu direi que é a Vida.
Ama de igual amor lo poluto o lo impoluto;
Comienza y recomienza su lid no interrumpida,
Y sonriendo obedece de Dios el estatuto.
Tú dirás que es la Muerte; yo diré que es la Vida.
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A ARTUR DE OLIVEIRA, ENFERMO
A Artur de Oliveira, enfermo
Sabes tu de um poeta enorme
Que andar não usa
No chão, e cuja estranha musa,
Que nunca dorme,
Sabes tú de un poeta enorme
Que pisar no osa
El suelo, y cuya extraña diosa,
Por siempre insomne,
Calça o pé, melindroso e leve,
Como uma pluma,
De folha e flor, de sol e neve,
Cristal e espuma;
Calza el pie, melindroso y leve,
Como una pluma,
De hoja y flor, de sol y nieve,
Cristal y espuma;
E mergulha, como Leandro,
A forma rara
No Pó, no Sena, em Guanabara
E no Escamandro;
Y sumerge, como Leandro,
La forma rara
En el Pó, el Sena, el Guanabara
Y el Escamandro;
Ouve a Tupã e escuta a Momo,
Sem controvérsia,
E tanto ama o trabalho, como
Adora a inércia;
Oye a Tupá y escucha a Momo,
Sin controversia,
Y tanto ama el trabajo, como
Honra la inercia;
Ora do fuste, ora da ogiva,
Sair parece;
Ora o Deus do ocidente esquece
Pelo deus Siva;
Ya del fuste, ya de la ojiva,
Salir parece;
Y al Dios de oeste desmerece
Por el dios Siva;
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Gosta do estrépito infinito,
Gosta das longas
Solidões em que se ouve o grito
Das arapongas;
Disfruta el estruendo infinito,
Y las remotas
Arenas en que se oye el grito
De las gaviotas;
E, se ama o lépido besouro,
Que zumbe, zumbe,
E a mariposa que sucumbe
Na flama de ouro,
Y, si ama al ligero gorgojo,
Que zumba y zumba,
Y a la polilla que se tumba
En flamas de oro,
Vaga-lumes e borboletas,
Da cor da chama,
Roxas, brancas, rajadas, prestas,
Não menos ama;
Noctilucas y mariposas,
Como las llamas,
Prestas, blancas, rayadas, rojas,
No menos ama;
Os hipopótamos tranqüilos,
E os elefantes,
E mais os búfalos nadantes
E os crocodilos,
Los hipopótamos tranquilos,
Los elefantes,
Y aún los búfalos fluctuantes,
Los cocodrilos,
Como as girafas e as panteras,
Onças, condores,
Toda a casta de bestas-feras
E voadores.
Como jirafas y panteras,
Onzas y cóndores,
Toda la casta de esas fieras
Y voladores.
Se não sabes quem ele seja
Trepa de um salto,
Azul acima, onde mais alto
A águia negreja;
Si no adivinas quién es él
Trepa de un salto,
Allá al azul, donde más alto
Al cóndor ves;
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Onde morre o clamor iníquo
Dos violentos,
Onde não chega o riso oblíquo
Dos fraudulentos;
Donde muere el clamor inicuo
De los violentos,
Donde no llega el gesto oblicuo
De fraudulentos;
Então, olha de cima posto
Para o oceano,
Verás num longo rosto humano
Teu próprio rosto.
Mira entonces desde la altura
Hacia el alto mar,
Esa figura que verás
Es tu figura.
E hás de rir, não do riso antigo,
Potente e largo,
Riso de eterno moço amigo,
Mas de outro amargo,
Reirás, no de risa antigua,
Potente y ancha,
Risa de eterna voz amiga,
Mas de otra amarga,
Como o riso de um deus enfermo
Que se aborrece
Da divindade, e que apetece
Também um termo...
Como risa de un dios enfermo
Que ya aburrido
De su destino haya querido
Decir “me duermo”...
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MUNDO INTERIOR
MUNDO INTERIOR
Ouço que a Natureza é uma lauda eterna
De pompa, de fulgor, de movimento e lida,
Uma escala de luz, uma escala de vida
De sol à ínfima luzerna.
Oigo que la existencia es una alabanza eterna
De ostentación, fulgor, de movimiento y de lidia,
Una escala de luz como una escala de vida
De sol a ínfima lucerna.
Ouço que a natureza, —a natureza externa—,
Tem o olhar que namora, e o gesto que intimida
Feiticeira que ceva uma hidra de Lerna
Entre as flores da bela Armida.
Oigo que la existencia, —que la existencia externa—,
Tiene ojos que enamoran, y gestos que intimidan
Hechicera que alimenta a una Hidra de Lerna
En los jardines de la Armida.
E contudo, se fecho os olhos, e mergulho
Dentro em mim, vejo à luz de outro sol, outro abismo
Em que um mundo mais vasto, armado de outro orgulho,
Y con todo, si cierro los ojos, y me hundo
Capto en mí el resplandor de otro sol, un nuevo abismo
En que un mundo más vasto, armado de otro orgullo,
Rola a vida imortal e o eterno cataclismo,
E, como o outro, guarda em seu âmbito enorme,
Um segredo que atrai, que desafia —e dorme.
La vida inmortal gira en eterno cataclismo,
Y, como el otro, guarda en su dimensión enorme,
Un secreto que atrae, que desafía —y duerme—.
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