Rubem Fonseca y su detective-abogado1
Transcrição
Rubem Fonseca y su detective-abogado1
CTlemens A. FLranken Kurzen 115-127, 2009 aller de etras N° 44: Rubem Fonseca y su detective -abogado issn 0716-0798 Rubem Fonseca y su detective-abogado1 Rubem Fonseca and his Lawyer-Detective Clemens A. Franken Kurzen Pontificia Universidad Católica de Chile [email protected] El destacado escritor, profesor universitario, periodista y crítico de cine Rubem Fonseca suele reelaborar formas provenientes de la literatura popular como la novela negra, pero también las de la novela política, la social, la existencial y la erótica. Tanto en sus novelas policiales largas (El gran arte (1983), Bufo & Spalanzani (1986) y Agosto (1990)) como en las más cortas analizadas acá (Romance negro (1992), Y de este mundo prostituto y vano solo quise un cigarro entre mi mano (1997) y Mandrake, la Biblia y el bastón (2006)), Fonseca se revela como maestro de señalar el lado oscuro del ser humano y de sus instituciones (erotismo – hedonismo – violencia – corrupción en todas sus formas), es decir, un mundo totalmente podrido sin dios, ley y redención posible. Desde los noventa en adelante, Fonseca incorpora conscientemente aspectos metanarrativos e intertextuales en sus novelas, revelándose así como un autor cada vez más posmoderno que intenta unir en su obra literaria su ímpetu de desenmascarar la realidad brasileña al mismo tiempo de inventarla. En sus novelas policiales híbridas, el detective-abogado Mandrake se revela como mujeriego y éticamente ambiguo en la tradición del detective norteamericano Sam Spade y suele fracasar en su búsqueda de la verdad, ofreciendo al lector diferentes versiones de lo que sucedió en realidad. Palabras clave: novela policial brasileña, Rubem Fonseca, novela negra, Mandrake, búsqueda de la verdad. The distinguished writer, university professor, journalist and cinema critic Rubem Fonseca tends to recreate not only forms coming from popular literature such as the hard-boiled detective novel, but those coming from the political, social, existential and erotic novel as well. In his long detective novels (El gran arte (1983), Bufo & Spalanzani (1986) and Agosto (1990)) as well as in the shorter ones analyzed here (Romance negro (1992), Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano (1997) and Mandrake, la Biblia y el bastón (2006)), Fonseca reveals himself masterful in stressing the dark side of the human being and his institutions (eroticism, hedonism, violence, corruption in all its forms), that is to say, a completely decayed world without god, law and redemption. From the 90s onwards Fonseca consciously incorporates metanarrative and intertextual aspects in his novels, reveals himself thus as an author who is more and more postmodern who attempts to link in his literary work both his desire to unmask the Brazilian reality as well as to reinvent it. In his hybrid detective novels, the lawyer-detective Mandrake reveals himself as womanizer and ethically ambiguous (in the tradition of the American detective Sam Spade) who tends to fail in his search for the truth offering the reader different versions of what has really happened. Keywords: Brazilian Hard-Boiled Detective Novel, Rubem Fonseca, Detective Novel, Mandrake, Search for Truth. Fecha de recepción: 2 de marzo de 2009 Fecha de aprobación: 14 de abril de 2009 1 Este artículo es fruto del proyecto Fondecyt Regular Nº 1071100, “Hibridaciones, parodias y polémicas con el género policial en la narrativa latinoamericana”. 115 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 Dentro de los autores brasileños contemporáneos que utilizan el formato policial destaca, sin duda, Rubem Fonseca. Nacido en Juiz de Fora, estado de Mina Gerais en 1925, exhibe un amplio y diverso currículo como escritor, profesor universitario, periodista y crítico de cine. Luego de graduarse en 1948 como abogado en Río de Janeiro, donde vive desde los ocho años, comienza con veintisiete a trabajar como comisario de policía. Junto con otros policías escogidos obtiene en septiembre de 1953 la posibilidad de perfeccionarse por medio año en la Universidad de Nueva York en el área de administración de empresas. Una vez retirado de la policía se dedica enteramente a la literatura. Su primer tomo de cuentos, Los prisioneros, aparece en 1963, poco antes de que alcanzara cierto éxito de público con los siguientes tomos, El collar del perro (1965) y Lucía McCartney (1967). En 1973 publica su primera novela, El caso Morel. Su cuarto tomo de cuentos, Feliz año nuevo, publicado en 1975, fue prohibido por la dictadura militar que gobernó Brasil desde 1964 hasta 19852. En 1979 sí puede publicar su quinto tomo de cuentos, El cobrador. En la siguiente década publica tres novelas negras que lo consagran como destacado escritor brasileño y uno de los máximos representantes de la literatura portuguesa: El gran arte (1983), Bufo & Spalanzani (1986) y Agosto (1990). Especialmente en estas tres novelas, Fonseca “[i]ntroduce un modo de contar que aprovecha y reelabora formas provenientes de la literatura popular como la novela negra, pero también las de la novela política, la social, la existencial y la erótica” (López Aliaga 2). En la última década del siglo pasado Rubem Fonseca, como lo insinúa H. Pöppel, se torna más posmoderno al dar especial importancia a los aspectos de la intertextualidad y metanarratividad, es decir, tematizando el propio quehacer del escritor, la literatura y el lector en textos policiales más cortos como, por ejemplo, Romance negro y otras historias (1992) o Y de este mundo prostituto y vano solo quise un cigarro entre mi mano, de 1997. Otras obras literarias de esta década y de los primeros años del nuevo siglo son, entre otras, El salvaje de la ópera (1994), Historias de amor (1997), La cofradía de los espadas (1998), El enfermo Molière (2000), Pequeñas creaturas (2002), 64 Cuentos de Rubem Fonseca (2004) y las hasta ahora últimas dos novelas cortas con el abogado criminalista Mandrake como protagonista, Mandrake y la Biblia de Maguncia y Mandrake y el bastón Swaine, ambas publicadas en conjunto en un libro titulado Mandrake, la Biblia y el bastón (2006). “Rubem Fonseca es, sin duda, un verdadero maestro al momento de mostrar el lado oscuro del ser humano y sus instituciones” (López Aliaga 1). Efectivamente, la visión de mundo de Fonseca es tremendamente pesimista. Según la interpretación del crítico peruano José Miguel Oviedo, [l]as fuerzas que dominan este mundo (erotismo, violencia, hedonismo, corrupción en todas sus formas) lo convierten en un lugar peligroso, donde existe la posibilidad inminente de morir o tener que matar, de verse envuelto en vastas conspiraciones o en escándalos que implican tanto a sombríos personajes del hampa como a miembros de la alta burguesía y la política. […] todo es letal, implacable, desalmado. […] 2 Según Deonisio da Silva, durante el gobierno de E. Geisel, entre 1974 y 1978, se prohibieron en Brasil “mais de 500 libros” (8), películas, piezas de teatro, etc. ■ 116 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado Aquí no hay redención y todo –desde las míseras favelas hasta los lujosos departamentos donde se desarrollan orgías de alcohol, sexo y drogas– exhala un hedor de depravación, de podredumbre irremediable. La única cualidad que permite a algunos sobrevivir aquí es el cinismo: nadie quiere cambiar este mundo abyecto, sino sacar el mayor provecho de él. (1-2) Se trata, así, en la obra literaria de Rubem Fonseca, de un mundo totalmente podrido, un caos sin Dios, leyes ni normas. En esta visión de mundo, bastante nietzscheana, existencialista y atea, al hombre no le queda más que asumir una actitud desencantadora y cínica, dado que supuestamente no existe el más mínimo espacio para la esperanza y los ideales. ¿Qué función puede cumplir la literatura y el arte en general en un mundo tan degradado? En primer lugar, Fonseca “quiere aprovechar las virtudes de la ficción para desnudar el malestar de la realidad sin ambigüedades, atentar contra lo establecido desde el territorio imaginario de una novela que transforma la perspectiva de sus lectores” (Chaparro 5). En este sentido, Fonseca fue consecuente al defender, durante la dictadura de Ernesto Geisel, “la literatura [como] el único patrimonio que tiene” (Cabezas 1), rechazando valientemente el embate de la censura. La misma intransigencia revela en su consejo a los jóvenes de “ser transgresores y no conformarse con las reglas de la realidad que les toca vivir” (Cabezas 2). Según Fonseca, “la literatura exige coraje, valor y valentía de quienes se dedican a ella para decir aquello que no puede ser dicho o aquello que nadie quiere oír porque es incómodo o insolente” (Cabezas 3). Además de desenmascarar valientemente la realidad, el escritor tiene, en segundo lugar, la tarea de ofrecer una posible realidad imaginada. Según las reflexiones literarias de Peter Winner3, el escritor protagonista del relato Romance negro, las que reflejan, en cierta medida, la postura literaria del Rubem Fonseca de la última década del siglo pasado, hay que “descubrir la vida verdadera en la falsa y darle su voz” (Pöppel 240)4 y, siguiendo a E. A. Poe, postula como fin y tarea de la literatura el meterle miedo al lector; para este fin el autor y el lector deben abandonar la realidad estrecha y entrar en la realidad de la imaginación; sin embargo, esta siempre queda vinculada a la realidad de la vida: sea que la literatura reconoce la vida verdadera en la falsa o sea que se da la versión al fin angustiante de que la vida falsa es desenmascarada en lo que a primera vista parece ser vida verdadera. (Pöppel 242)5 3 El apellido Winner, es decir, ganador en inglés, insinúa, probablemente, que la visión imaginada de la realidad que elabora el escritor es la que, finalmente, se impone. 4 “das wahre Leben im falschen zu entdecken und ihm eine Stimme zu geben”. 5 “Im Leser Angst zu schüren ist Ziel und Aufgabe der Dichtung; zu diesem Zweck müssen Autor und Leser aus der engen Realität ausbrechen in die Realität der Imagination; doch diese bleibt immer zurückgebunden an die Wirklichkeit des Lebens: sei es, dass die Literatur wahres Leben im flaschen erkennt, sei es, die letztendlich angsterfüllende Version, dass das falsche Leben im auf den ersten Blick so wahren aufgedeckt wird”. 117 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 De esta forma, Fonseca intenta unir en su obra literaria su ímpetu de desenmascarar la realidad brasileña con el de inventarla. Según Oviedo, “la virtud fundamental de Fonseca es la de todo buen narrador: hacernos creer lo increíble, inventar un mundo que se parece al nuestro, pero que es, por alguna razón, del todo nuevo y fascinante” (1). Mientras que Fonseca confronta al lector, en sus cuentos de los setenta, con el miedo al otro, mostrando cómo el crimen y la violencia extrema de las favelas invaden el frágil orden de las clases media y alta, tematiza en las grandes novelas de los ochenta la posición del artista dentro de una sociedad violenta utilizando la intriga policial más conscientemente y sin dejar de describir detalladamente cualquier tipo de brutalidad. Sin embargo, en estas novelas negras, Fonseca sitúa lo otro, el animal salvaje, es decir, la tendencia hacia la violencia, a la manera de Freud, en el propio yo de los protagonistas que ya no pueden esconderse detrás de su rol de artista, literato, abogado o policía. El esquema básico que sigue la gran mayoría de sus novelas y cuentos es el de la investigación de un crimen o hecho delictivo. Como en todo relato policial, los culpables y sus móviles son ciertamente desconocidos y difíciles de descubrir, pero en las historias de Fonseca son, además, escandalosos, porque violan el principio clásico del género: a cambio de una investigación que restituye el orden moral roto, tenemos representantes de la ley que son tan corruptos y depravados como los malhechores. (Oviedo 2) Queda claro así que Fonseca proviene de la tradición negra del crimen literario a la manera de Dashiell Hammett y Raymond Chandler. “El Mandrake de A Grande Arte o Guedes de Bufo…, son prolongaciones de Philip Marlowe de Chandler o el Sam Spade de Hammett” (Chaparro 4). Como es sabido, el género policial negro disminuye los elementos del misterio y del análisis, característicos del género policial clásico o de enigma, e introduce los de la violencia, el sexo y la crítica social. Es bastante obvio que sobre todo la vertiente negra le sirve a Rubem Fonseca para desenmascarar el mundo de violencia desatada y sexo descontrolado bajo los veintiún años de dictadura brasileña. Al igual que los escritores de Argentina, Chile, España, etc., también los de Brasil vieron en la novela negra un género especialmente apto para tematizar los crímenes cometidos bajo sus respectivos gobiernos militares. Sin embargo, una vez que Fonseca mostró en sus grandes novelas negras de los ochenta que el mundo y, ante todo, las grandes ciudades brasileñas son un conglomerado de crímenes, en los noventa ya no necesita describirlo de nuevo, sino que puede dedicarse en sus textos policiales más cortos como, por ejemplo, Romance negro o Y de este mundo prostituto y vano solo quise un cigarro entre mi mano, más a las preguntas metanarrativas por el cómo de la descripción o del escribir mismo. “El crimen se convierte por eso en el pretexto de iniciar una investigación sobre el enigma del escribir sobre el crimen y los abismos de la naturaleza humana” (Pöppel 247)6. Según la 6 “Das Verbrechen wird dadurch zum Anlass, eine Untersuchung über das Enigma des Schreibens über das Verbrechen und die Abgründe der menschlichen Natur in Gang zu setzen”. Sostener, como lo hace Hubert Pöppel, que el Fonseca de los noventa se acerca más al modelo de la novela policial clásica inglesa porque las investigaciónes policiales parten de un mundo ■ 118 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado brasileña Vera L. Follain de Figueiredo, en esta temática metaliteraria de la investigación policial literaria, o que se questiona é a possibilidade do conhecimento objetivo do real, a existencia mesma de uma ralidade fora da linguagem, deixando-se aflorar o ceticismo difuso na cultura da modernidade tardia: o grande crime a que esta literatura se refere é o assasinato da realidade –daí que o outro, o crime em torno do qual gira o enredo, torna– se apenas un jogo. Se não existem fatos, só interpretações, como pensava Nietzsche, o gênero policial é ferido de norte em sua pretensão original de atingir a verdade. O crime cometido pelos personagens é, ao mesmo tempo, o pretexto (no sentido do que mascara, encobre o verdadeiro motivo) e o ‘pre-texto’ sobre o qual se dobra o texto que o interpreta –por isso, quando bem arquitetado, aproxima– se da obra de arte, como já antevira Thomas de Quincey. Conseqüentemente, o detetive, ou cualquier personagem envuelto com uma investigação, aproxima-se do crítico. (15) Antes de analizar más detalladamente el rol del crítico y lector de Mandrake en los textos con formato policial de Rubem Fonseca, parece conveniente conocerlo primero en su forma de vivir, pensar y amar. “Mi nombre es Mandrake, soy abogado criminalista” (Y de este mundo… 11), así se suele presentar el narrador y protagonista de las novelas negras de Fonseca. Su nombre propio ya es todo un misterio. Según Vera L. Follain de Figueiredo, el nombre Mandrake “nos remete para o mágico da história em quadrinhos, criado por Lee Falk e Phil Davis. O Mandrake dos quadrinhos era um mestre da prestidigitação, um hipnotizador e ilusionista. […] Trata-se de un mestre da persuasão, dos artifícios diabólicos” (46)7. Su capacidad de persuasión se puede ahora relacionar perfectamente con su profesión de abogado que consiste, en gran parte, en el uso de una retórica persuasiva para convencer al jurado de su versión e interpretación de los hechos, es decir, para los escépticos, en inventar y crear una historia de los hechos. Lo último lo relaciona directamente con su función de narrador que suele cumplir. Por tanto, la elección de este nombre parece muy acertada y lúcida y confirma lo expuesto por la crítica literaria brasileña. En el cuento “Día de los enamorados”, del tomo de cuentos Feliz año nuevo, Mandrake declara que al nacer le dieron el nombre de Paulo, que era el nombre de su padre, pero que él se convirtió en Mandrake, “uma pessoa que não reza, e fala pouco, mas faz os gestos necessários” (citado en Figueiredo 22), es decir, no acepta el nombre del representante de Dios en la tierra, sino prefiere ser reconocido como prestidigitador. más ordenado, no describen brutalidades y, además, utilizan un lenguaje más civilizado (246), me parece solamente parcialmente correcto, dado que igualmente nos encontramos con violencia y una sexualidad descontrolada que jamás se tematizaría en un relato policial clásico de enigma. Tal vez sería más adecuado justificar la creciente metanarratividad e intertextualidad con una más clara postura posmoderna de Fonseca. 7 El personaje de Mandrake aparece por primera vez en un cuento del libro El cobrador (1979) como “fascinante advogado, misto de detetive e policial” (Da Silva 56), antes de convertirse en el protagonista de la novela El gran arte (1983). La figura legendaria de Mandrake es tan interesante que HBO emitió una miniserie sobre este notable personaje. 119 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 Ahora bien, este detective-abogado vive en un departamento no muy grande que “se encontraba en el último de un pequeño edificio de cuatro pisos” (El gran arte 176) sin ascensor, donde una asistente de hogar (Josefina al comienzo y Vavá más adelante) le ayuda, y ejerce su profesión de abogado criminalista en una oficina céntrica de Río de Janeiro, donde el judío Wexler (en El gran arte) o Weksler (Y de este mundo…), depende de la traducción, es su socio. Mientras que, en la novela El gran arte, Mandrake suele apoyarse, ante todo, en su socio, llevando Wexler las causas civiles y él las criminales, y trabajando él mismo apenas unas cinco horas diarias, en las últimas dos novelas cortas llega ya a las ocho a la oficina, es decir, antes que su secretaria, y aparece todo el día ocupado en el ejercicio de su profesión. Mandrake suele despertar muy temprano en la mañana, a veces al lado de una de las muchas mujeres que son la principal debilidad de este don juan carioca, la cual se analizará más adelante. Los otros dos vicios son el vino tinto y el cigarro, en lo posible un habano. Hay pocas cosas que le gustan tanto a Mandrake como tomar en silencio y junto a su amigo Raúl una buena botella de vino tinto portugués, ojalá un Periquita. Mejor aún si al mismo tiempo fuman un cigarro cubano que debe ser fumado con el estómago lleno. Mientras que antes aceptaba también el “Panatela oscuro de Suerdieck” o el “Pimentel número 2, otro de [sus] favoritos” (El gran arte 15), en 2005 prefiere un “churchill” en homenaje a Winston que, al igual que Mandrake, “nunca se separó de un cigarro de este formato, ni siquiera en épocas de derramamiento de sangre, sudor y lágrimas” (Y de este mundo… 26). A diferencia del escritor Gustavo Flavio, personaje protagonista junto con Mandrake en la novela Y de este mundo…, quien considera como buen machista que las mujeres deberían fumar cigarros pequeños y cortos y los hombros grandes y largos que él personalmente fuma durante su trabajo, Mandrake fuma estos últimos solo cuando está con una mujer y los cortos en su trabajo. Tanto el título de esta novela como la alusión permanente a la práctica de fumar cigarros revelan la importancia que ocupa en ella. “Casi no hay página en que no aparece una alusión a este vicio que Gustavo Flavio y Mandrake comparten, de tal forma que su función de símbolo fálico es tan obvia que Fonseca puede darse, incluso, el lujo de un excurso sobre el fumador de cigarros Freud, quasi como una explicación banal”. El hecho de que el escritor G. Flavio fume cigarros largos en el trabajo lo justifica argumentando que los fenómenos de la aspiración e inspiración representan pues “el acto de la recepción y reflexión en la escritura, durante la cual las largas hojas del tabaco, metáfora para la literatura leída, deben ser transformadas en humo, en forma pareja y paciente, para poder desarrollar su plena eficacia”. En esta misma lógica, Mandrake fuma cigarros cortos durante el trabajo, indicando así indirectamente que no es un escritor inspirado sino “un abogado que ordena y a veces interpreta textos o, dicho de otra forma, ordena textos interpretándolos” (Pöppel 256-57)8. Al igual que E. A. Poe, 8 “Kaum eine Seite kommt ohne einen Hinweis auf dieses von Mandrake und Gustavo Flavio geteilte Laster aus, wobei ihre Funktion als Phallussymbol so offensichtlich ist, dass Fonseca sich sogar einen Exkurs zum zigarrenrauchenden Freud erlauben kann, quasi als banale Erklärung”. “[…] den Akt der Rezeption und Reflexion beim Schreiben, wobei die langen Blätter des Tabaks, Metapher für die gelesene Literatur, gleichmässig und geduldig in Rauch überführt werden müssen, solle sie ihre volle Wirkung entfalten”. ■ 120 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado que escondía sus principios estéticos en la corriente de sentido místico o subliminal (‘under-current of meaning’) de sus textos, Rubem Fonseca nos exige lecturas muy lúcidas como, por ejemplo, las de Hubert Pöppel, para descubrir sus alusiones metaliterarias o psicológicas. Desde el último punto de vista, Mandrake se torna melancólico cuando piensa en sus padres o en sus dos o tres amantes que de repente suelen abandonarlo al mismo tiempo, dejándolo en un estado depresivo que, sin embargo, no parece durar mucho. En su último relato policial, Mandrake y el bastón Swaine, luego de haber sido abandonado por sus tres amantes Karin, Mariza y Helena y de llamar desesperada y inútilmente a sus ex amantes Silvia y Angélica, habla con su socio Weksler y pide “unas vacaciones. Sentía deseos de estar solo, de entrar en un monasterio, el síndrome de prostituta arrepentida que encuentra a Jesús” (185). Sin embargo, apenas soporta el refugio unos diez días y se entrega nuevamente a los brazos de la gran ciudad. A la melancolía y depresión corresponde, en el nivel cognoscitivo, su escepticismo. Mandrake no confía en nadie, ni en sus clientes que vienen a buscar su asesoría y defensa legal. Ya sabemos que es un hombre que no reza e, incluso, ni sabe “el texto de ninguna oración” que podría rezar en una situación de emergencia. Cuando el padre de Karin le ofrece rezar una plegaria antes de intentar matarlo, Mandrake debe fingir rezar limitándose “a mover los labios” (…Biblia de Maguncia 117). Su concepción filosófica de la vida está, sin duda, “marcada pelo ceticismo e pela crítica da civilização cristà”. En la línea de la antropología nietzscheana, Mandrake es uno de los individuos creados por Fonseca con un “vazio existencial […] que, diante da imposibilidade de levar a fundo as virtudes que a moral tradicional apregoa, transformam-se em figuras errantes e descontrutoras ou em nostálgicos amargurados ou ainda em cínicos, que se movem, sem culpa, guiados pela moral mercantilista da troca” (Figueiredo 22 y 21). Tampoco cree en las utopías sociales y políticas que sustentan los sueños de transformación del mundo. Luego de haber sido “un niño y un adolescente callado e introvertido, pero feliz y seguro de sí mismo”, como estudiante universitario ya sabía lo que quería y “no iba a permitir que otros [le] dijesen lo que debía ser y hacer” (El gran arte 66 y 67). Por eso se ríe en el tren del predicador que lo invita a confesarse como pecador y creer en Jesús como Salvador. Ante todo, rechaza la moral sexual católica conservadora que recibió del padre Lepinski, quien, basándose en San Agustín, sostenía, por ejemplo, que “’incluso en el matrimonio la relación sexual es pecaminosa’” y que la “mujer llevaba al hombre al pecado”. Mandrake, sin embargo, como ya sabemos y él reconoce, lleva en la sangre el gusto por las mujeres y ya como universitario llega al extremo de mantener “alternativamente la cópula fornicatoria con ocho mujeres” (El gran arte 67). En su posterior tiempo como abogado criminalista suele tener una relación amorosa relativamente estable, algo así como una pareja o conviviente actual, pero, además, siempre mantiene dos o tres amantes, más las ex que de repente pueden aparecer en el horizonte “[…], sondern als Anwalt, der Texte odnet und bisweilen interpretiert bzw. interpretierend ordnet”. 121 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 del cielo libidinoso de Mandrake. En El gran arte, por ejemplo, su corazón está divido entre Ada –una mujer de provincia enamorado de él que quiere lo más pronto posible casarse y tener hijos–, con la cual mantiene una relación algo más estable, Lilibeth, casada con el homosexual Val, y la joven Bebel, hija de una clienta. Según revela Mandrake, duerme diariamente unas cinco horas, trabaja el mismo tiempo y dedica las restantes catorce horas a sus tres mujeres, durmiendo cada día con otra. Según Mandrake, él es uno de los hombres que aman a las mujeres ardientemente, sin embargo, reconoce también que a veces “[siente] la falta de una compañía femenina permanente” (47). Las mujeres, al contario de los hombres, siempre quieren casarse, según él, después de un cierto tiempo. Por eso, como ya lo mencionamos arriba respecto a la novela Mandrake y el bastón Swaine, también al final de esta novela, según el relato de Bebel, las tres mujeres se habían encontrado secretamente y […] después de vencidas las desconfianzas y celos recíprocos, [le] habían procesado, a [sus] espaldas, […]. El veredicto fue que [él] era insensible, enajenado, incomprensible (en dos sentidos, incapaz de comprender y ser comprendido) y que [le] darían un ultimátum: tendría que elegir entre una de ellas o no tendría a ninguna. (El gran arte 320) Sin embargo, al igual que en su última novela donde al final Mandrake espera recibir a Karin en sus brazos, también aquí aparece Bebel en la última página de la novela, es decir, el círculo vicioso de Mandrake rodeado de varias mujeres sigue vigente. Ahora bien, detrás de la buena dosis de humor con la cual Fonseca presenta los enredos amorosos de su protagonista con las mujeres, se esconden, sin embargo, serias inquietudes y convicciones de este escritor brasileño. En primer lugar, al igual que ya Boccaccio en la Edad Media tardía considera que el impulso sexual es prácticamente incontrolable. Por eso, los hombres, según su alter ego Mandrake, “tenemos que comernos a todas las mujeres que nos lo quieren dar, al menos una vez, una especie de deber moral” (… bastón Swaine 126). Mandrake ve en cada mujer bella una epifanía que lo atrae y sostiene que puede amar a varias mujeres al mismo tiempo, es decir, no solamente tener sexo con ellas sino establecer una relación personal con ellas en forma paralela. “Y no eran excitaciones coup de foudre, descargas eléctricas instantáneas, evanescentes, que apenas se impulsan al sujeto a llevarse la hembra a la cama. Era amor” (…Biblia de Maguncia 65). Es consecuente, por tanto, que Mandrake “nunca h[a] estado casado” (…bastón Swaine 167) y piensa que el matrimonio destruye el amor. Ante todo, defiende el derecho de la mujer a gozar sexualmente y celebra que las mujeres soberanas y liberadas de hoy se comporta[n] de acuerdo a su conciencia libre, que no se somete a las prohibiciones que las mujeres siempre han sufrido en lo que toca a poder usar todas las partes de su cuerpo como fuente de placer sexual, sin sentirse sucias, culpable por no limitarse a usar aquella vía que permite la entrada de espermatozoides en el útero, de preferencia sin sentir placer durante el acto, como exigen los oscurantistas. (…Biblia de Maguncia 31 y 30) ■ 122 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado En la figura femenina de Mariza de su última novela policial, Fonseca nos presenta un nítido ejemplo de mujer moderna y transgresora de la moral sexual tradicional: Mariza está casada con Helder Frota, quien tiene su propia amante y le da mucha libertad a su joven, bella y rica esposa, la que se droga y tiene como amantes tanto a Mandrake como a Bárbara, quien matará al final al marido para quedarse sola con Mariza. Cuando Mandrake quiere terminar con ella, se siente humillada, pero le pide poder seguir con él, diciéndole: “[N]o me importa si andas follando con otras, desde que no dejes de follarme a mí” (…bastón Swaine 141). Que ella busque ante todo el placer sexual queda claro también en el hecho de que muy pocos días después de la muerte de su marido visita nuevamente a Mandrake: “Después de un beso ardiente continuó, pero te amo, Mandrake, sería hipocresía esconder mis sentimientos, que nada tienen de pecaminoso, el amor redime, me siento pura” (…bastón Swaine 168). Otra epifanía de sexo libre y puro presenta Fonseca en su penúltima novela policial, donde “la inocencia de Karín encendía una llama” dentro de Mandrake, y ella luego de poner “su boca en [su] pene” lo mira “con sus ojos llenos de pureza” (…Biblia de Maguncia 91). De esta forma, Fonseca nos muestra, en forma algo blasfema, dos mujeres dignas de Mandrake que buscan su placer sexual sin escrúpulos y remordimientos de conciencia, sintiéndose libres de toda culpabilidad moral, liberándose, así, de una larga tradición de moral sexual cristiana que veía la pureza sola o, por lo menos principalmente, alcanzable mediante la renuncia al placer sexual. Con Nietzsche, Fonseca le reprocha al cristianismo haber ensuciado el cuerpo y percibe la necesidad de limpiarlo y purificarlo, mostrando la relación sexual, según él, como algo bueno, sano, inocente y puro. Bastante ambigua es también la postura ética de Mandrake en relación a la justicia y la verdad. De hecho, el problema de la justica no aparece en ninguno de los cuatro textos en los que se basa este análisis. ¡Y esto en novelas con un abogado criminalista como protagonista! Respecto a la verdad, la postura es sumamente ambigua. A pesar de que su socio Wexler sostiene que ellos no tienen “que hacer de detectives en los casos que [les] llegan al bufete. […] Somos abogados, nuestro objetivo no es heurístico, la verdad no nos interesa, lo que importa es defender al cliente”, Mandrake rechaza teóricamente esta postura supuestamente realista, diciendo que, para él, “esta palabra servía solamente para justificar el conformismo, las pequeñas acciones y omisiones indignas que los hombres cometían diariamente” (El gran arte 43-35). En la práctica, sin embargo, Mandrake induce abiertamente a sus clientes a mentir, como, por ejemplo, conseguir que una amante diga que estuvo con el acusado en determinado momento, etc., y él mismo miente a menudo o no dice toda la verdad y, casi siempre, exige a los clientes que sigan exactamente sus instrucciones sobre lo que deben y no deben declarar. Es decir, ser realista y ganar un juicio es lejos más importante que la verdad. Éticamente cuestionable es también su costumbre compartida con Wexler de aceptar cualquier nuevo cliente, aunque podría darse el caso de incompatibilidad. En Mandrake y la Biblia de Maguncia, por ejemplo, acepta tres clientes (Karin Altolaguirre, Carlos Waise y Ledoux) involucrados en el mismo caso, a pesar de que, como el mismo lo plantea a los nuevos clientes, el “código ético prohíbe la aceptación de un cliente cuyos intereses afecten a los de otro ya involucrado en un pleito judicial” (55). En varias ocasiones, Mandrake y Wexler se miran contentos cuando un nuevo cliente promete 123 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 buenas ganancias. Es decir, ambos asumen una postura ética algo ambigua tanto respecto a la verdad como al dinero. Otras facetas de su conducta ética muestran a Mandrake de forma más simpática. Curiosamente, a Mandrake como mujeriego le cuesta sospechar de una bella mujer, razón por la cual a veces no las investiga con la misma profundidad. Una clara excepción consiste en el duro interrogatorio al cual somete a la bella Karin, luego de que su amigo policía Raúl le abrió los ojos. Una actitud compasiva muestra también tanto con la ingenua Doña Neide, que no le puede pagar por sus servicios legales y la que no le hace caso a sus repetidas instrucciones que incluían varias mentiras, como con el enano Carlos Waise, para el cual pide un trato respetuoso de parte de su amigo policía por ser su cliente y porque no quiere que una persona tan perjudicada por la vida sufra violencia. Esta percibe a Mandrake en todas partes del mundo y en todos los tiempos. Por eso, no sorprende que él mismo tome la decisión de vengarse, instruirse en el arte del Percor (manejo del cuchillo) y perseguir al boliviano Camilo Fuentes, que casi lo asesinó junto con Rafael, para matarlo. Mandrake está firmemente decidido a no quedarse “sentado en un sillón intentando olvidar, leyendo periódicos y pagando los impuestos puntualmente. No pretendía olvidar, era bueno recordar y odiar” (El gran arte 106). Recién al final de la novela cambia de parecer y ya no quiere saber de venganzas. En las siguientes novelas, sin embargo, Fonseca nos presenta un Mandrake más reposado y menos proclive a la violencia, acercándolo, así, más a los patrones conductuales de los detectives clásicos. Algo ambigua es también su relación con sus amigos, el socio Wexler y el policía Raúl. El primero, al igual que sus dos socios anteriores L. Waismann y Figenbaum, es un judío de origen alemán, que está enamorado de Ada, la amante de Mandrake, con la cual se irá de vacaciones al final de la novela. Wexler lo critica en varias oportunidades por ser un hombre mujeriego, promiscuo y cómodo. Por otra parte, según Mandrake, los judíos son “una gente rara. Y [su] Dios también” (El gran arte 35). A menudo se pregunta por qué Wexler estaba casi siempre triste, ¿era por su edad avanzada o por ser judío y haber perdido a sus padres en el Campo de Concentración de Buchenwald? (ver …Biblia de Maguncia 14). A pesar de que Mandrake le da de repente una orden, el funcionamiento de su estudio jurídico descansa en gran parte en Wexler, quien se queja a veces de exceso de trabajo. Con razón Mandrake reconoce su valioso aporte profesional diciéndole: “‘Eres un gran amigo, un hermano. Llevas el bufete a tus espaldas, como un buen judío, trabajador y honesto” (El gran arte 68). Detrás de las palabras de Mandrake se esconde la frecuente actitud ambigua del latinoamericano respecto al alemán: por un lado, aprecia mucho su espíritu de trabajo, seriedad y honestidad, por otro lado, se cree más listo y vivo que el alemán, riéndose un poco de su incapacidad de ser feliz y gozar la vida. Diferente es la relación de Mandrake con Raúl, su amigo en la sección policial de Homicidios. Ambos eran compañeros de estudio en la Universidad y se confían mutuamente sus problemas profesionales y privados. Ante todo, sus problemas y experiencias con las mujeres. Les gusta de vez en cuando emborracharse tomando vino tinto portugués y fumando cigarros, Raúl sus bahianos y Mandrake, en lo posible, sus habanos. En general, colaboran muy ■ 124 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado bien y se apoyan mutuamente intercambiando informaciones, asumiendo Raúl más el trabajo investigativo y Mandrake el rol de defensor legal. Cuando se trata de sus clientes, Mandrake le pide a Raúl pequeños favores como, por ejemplo en El gran arte, transferir al boliviano Camilo Fuentes a Homicidios, consiguiendo, así, más tiempo para interrogarlo, etc. (107), o, en Mandrake y la Biblia de Maguncia, unas dos horas de gracia para preparar a su cliente y amante Karin para el interrogatorio del mismo Raúl. A pesar de su larga y profunda amistad, en este último caso, ambos chocan fuertemente por intereses opuestos: mientras que Mandrake confía casi ciegamente en Karin, lo que se refleja también en el hecho de que le pide a Raúl investigar todos “los socios del Club de Bibliomaníacos con excepción de Karin” (57), Raúl le hace este servicio pero, implacablemente, incluye también a Karin como sospechosa. Incluso, en varias novelas se atreve a incluir al mismo Mandrake en la lista de los sospechosos; especialmente en Mandrake y el bastón Swaine, donde es el amante de la esposa (Mariza) de la víctima (Helder Frota) y, además, dueño del arma del crimen. También en Y de este mundo…, Mandrake defiende a un cliente, el escritor Gustavo Flavio, y Raúl sospecha de él y quiere/debe interrogarlo. Mandrake está furioso, lo llama un “perro de caza” (27) y no le cuenta todo al comienzo porque desconfía del policía Raúl. Luego ambos se acusan mutuamente de tener un as bajo la manga. Más adelante, Mandrake lo descalifica como “gran hijo de puta” y “tira fanático” (55-6). Todas estas agresiones y acusaciones verbales, producto de momentáneos arrebatos rabiosos, sin embargo, no hacen tambalear los fundamentos sólidos de su amistad. Finalmente, la metodología investigadora de Mandrake se caracteriza, fuera del tradicional interrogar, observar, deducir y conjeturar, por ser él un lector. Esto está a la vista, ante todo, en la segunda parte de El gran arte. Según Vera L. Follain de Figueiredo, en esta primera novela policial larga de Rubem Fonseca, a figura de um detetive que persegue o profissional do crime, que sai em busca de um culpado, se revela obsoleta, já que existe toda uma engrenagem anônima a sustentar a violência nas grandes cidades que torna quixotesco o confronto individual com o mundo do crime. Por isso, na segunda parte do livro, o personagem abandona a investigação miúda e se dedica a compor, a partir de vestígios textuais, uma versão coerente dos fatos: caminha, assim, de uma visão parcial dos acontecimentos para a onisciência, já que é ele que seleciona e ordena os dados no interior do universo discursivo. (46) Había que recalcar de esta cita que Mandrake se apodera del universo discursivo de la familia Lima Prado a través de la lectura. De esta forma, el mundo se convierte, como en los cuentos de Jorge Luis Borges, en un libro que, ante todo, debe ser leído y descifrado. Al mismo tiempo, la búsqueda detectivesca consiste en una lectura lúcida y perspicaz que transforme al lector en un crítico literario, lo que resalta también Ricardo Piglia (48). En este sentido, Mandrake se parece, por ejemplo, al detective borgiano Erik Lönnrot que, en el cuento “La muerte y la brújula”, intenta descifrar los crímenes a base de textos hebraicos. También en Y de este mundo…, Mandrake insinúa ya en la primera página que la percepción del mundo se basa más 125 ■ Taller de Letras N° 44: 115-127, 2009 en palabras que en experiencias. En primer lugar graba las conversaciones que sostiene con los clientes, luego la secretaria las transcribe. “Con base en estas copias textuales [de la secretaria] elabor[a] resúmenes, para disminuir el papeleo”. A veces conserva, sin embargo, “ipsis verbis ciertos trechos” y agrega “pequeños párrafos. Ahora, cuando [se] ocup[a] de organizar este material”, se percata que “no fech[ó] ni numer[ó] las transcripciones, error que ya había cometido con las cintas grabadas, lo que perjudic[a] en cierta medida al hilo de la narrativa” (11). En consecuencia, su percepción de lo que pasó realmente se basa únicamente en palabras y textos no cronológicamente ordenados, es decir, en un caos lingüístico. Según Pöppel, ya en esta primera página, Fonseca pretende centrar la atención del lector en la función del narrador y en el funcionamiento de la narración, uniendo, en forma irónica, indicadores de veracidad y autenticidad que provocan una duda sistemática. De esta forma, esa primera página marcadamente metanarrativa cumple, finalmente, la función de recalcar la mediación textual de todos los datos, hechos e indicios para hacerle ver al lector el carácter mediato de todo conocimiento y, al mismo tiempo, la artificialidad de esta forma de escritura –es decir, de la novela policial–. (250-1)9 Consecuentemente, Mandrake basa su búsqueda de la realidad y verdad, ante todo, en las tres versiones orales que le entregan Luisa, Amanda y Gustavo Flavio, del cual, además, recibe algunos textos escritos. No sorprende, por tanto, que el resultado de esta investigación predominantemente literaria no sea una versión verdadera y unívoca, sino diferentes versiones de lo que ocurrió realmente. De hecho, no queda aclarado al final quién mató a las tres mujeres. Lo mismo sucede tanto en Mandrake y la Biblia de Maguncia, donde el lector al final no sabe si Karín o su padre cometieron los crímenes, como en Mandrake y el bastón Swaine, donde al final no sabemos si la idea de matar a Helder Frota partió de Mariza o de su amiga Bárbara. Estos desenlaces abiertos e indeterminados, pero aún más ambiguos y posmodernos, de Rubem Fonseca son comparables, por ejemplo, con el de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez o ¿Quién mató a Palomino Molero?, de Mario Vargas Llosa. Con estas dos novelas comparten los relatos policiales de Fonseca, además, su carácter híbrido. En El gran arte, por ejemplo, se fusionan la novela histórica con la novela policial y estamos ante una clara asimilación tanto del género policial de enigma como negro, predominando, ante todo en la primera parte de esta novela, lo último, dado que la lucha entre un detective urbano y una bandilla mafiosa es característica para muchas novelas negras norteamericanas. La comparación con El halcón maltés, una novela 9 “die Aufmerksamkeit auf die Funktion des Erzählers und das Funktionieren der Erzählung [zu richten], wobei sich Anzeiger für Wahrhaftigkeit und Authentizität ironisch die Hand geben mit solchen, die systematischen Zweifel schüren. Auf diese Weise erfüllt diese metanarrativ geprägte erste Seite schliesslich die Funktion, die textuelle Vermittlung aller Daten, Fakten und Indizien herauszustreichen, um dem Leser die Mittelbarkeit aller Erkenntnis und gleichzeitig die artifizialität dieser Art des Schreibens –also des Kriminalromans– vor Augen zu führen”. ■ 126 Clemens A. Franken Kurzen Rubem Fonseca y su detective-abogado negra clásica de Dashiell Hammett de los años treinta del siglo pasado, es casi inevitable. En sus novelas policiales posteriores, Fonseca tiende a interactuar menos con la tradición negra norteamericana y más con la tradición policial clásica inglesa. De esta forma, Fonseca asimila, en forma híbrida, las dos vertientes de la novela policial clásica, es decir, se sirve tanto del formato policial clásico de enigma como del negro, pero, al mismo tiempo, defiende sus propios intereses temáticos y lingüísticos al transgredir las reglas de estos modelos clásicos. Esas transgresiones e inversiones como, por ejemplo, los desenlaces abiertos o la incorporación de la dimensión de la metanarratividad, parodian también estos modelos clásicos y permiten considerar las novelas con formato policial de Rubem Fonseca como, ante todo, híbridas y posmodernas que son, al mismo tiempo, “una parodia del género policial […], una caricatura […] de sus excesos e irrealidades” (Vargas Llosa citado en Simpson 79)10. Bibliografía Cabezas, Alberto. “Rubem Fonseca maestro de la novela negra”. http://www. laprensa.com/ni/archivo/2004/enero/03/literaria/ensayos/de. 1-3. Chaparro Valderrama, Hugo. “Rubem Fonseca: la tradición reinventada”. http://www.elojoquepiensa.udg.mx/espanol/numero04/cinejournal/ fonseca.pdf. 1-14. Silva, Deonísio da. Rubem Fonseca: proibido e consagrado. Río de Janeiro: Relume-Dumará, 1996. Figueiredo, Vera L. Follain de. Os crimes do texto. Rubem Fonseca e a ficção contemporânea. Belo Horizonte: Editora UFMG, 2003. Fonseca, Rubem. El gran arte. Trad. Miriam Lopes Moura. Barcelona: Seix Barral, 1984. . Mandrake y el bastón Swaine. R. F., Mandrake. La Biblia y el bastón. Trad. Elkin Obregón S. Bogotá: Norma, 2007. 121-95. . Mandrake y la Biblia de Maguncia. R. F., Mandrake. La Biblia y el bastón. Trad. Elkin Obregón S. Bogotá: Norma, 2007. 11-120. . Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano. Trad. Elkin Obregón S. Bogotá: Norma, 1997. López Aliaga, Luis. “Se acordaron de Fonseca”. http://www.letras.s.5.com/ fonseca2308039.htm. 1-2. Oviedo, José Miguel. “Rubem Fonseca, premio Juan Rulfo: La fascinación del abismo”. http://www.letras.s5.com/fonseca230803.htm. 1-4. Pöppel, Hubert. Der brasilianische Kriminalroman. Kommunikation und Transkulturation. Mettingen: Brasilienkunde-Verlag, 2004. Simeão Pires, Clelia. “Violência, erotismo e transgressão: a grande arte, um romance policial de Rubem Fonseca”. Río de Janeiro: Universidade Federal do Río de Janeiro, 2006. [Tesis de magíster] 10 “a parody of detective fiction, a […] caricature of its excesses and unrealities”. 127 ■
Documentos relacionados
escritor - Xooimage
algún momento de mi juventud, bajo la influencia del voluntarismo de los existencialistas franceses —Sartre, sobre todo—, llegué a creer: que la vocación era también una elección, un movimiento lib...
Leia maisEdición en español en formato PDF - 34 páginas
a partir de enero, la revista cambiará su frecuencia de salida que será cada tres meses, es decir, cuatro números al año. ¡Que no cunda el pánico, lectores! En modo alguno, esto significa un decliv...
Leia mais