teología y genética: un diálogo plurifacético

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teología y genética: un diálogo plurifacético
CHARLES E. CURRAN
TEOLOGÍA Y GENÉTICA: UN DIÁLOGO
PLURIFACÉTICO
Los espectaculares avances logrados en el campo de la genética humana han
provocado, desde el punto de vista ético y teológico, el planteamiento de serios
problemas inherentes al mismo progreso científico. La reflexión teológica, en concreto,
debe tener en cuenta y, a su vez, incidir sobre las conclusiones actuales y previsibles
del desarrollo genético-evolutivo del hombre. Tras una sucinta exposición de los
hechos científicos --en los que se prevé la posibilidad de un control cada vez más
acentuado del hombre sobre su propia especie--, el autor del presente artículo advierte
el peligro de una aproximación teológica apriorística a los descubrimientos en el
ámbito genético- Esto, sin embargo, no significa que la teología tenga que renunciar a
su función crítica sino que debe ejercerla en abierto diálogo con la misma ciencia y con
las diversas comunidades de fe.
Theology and genetics: a multi-faceted dialogue, Journal of Ecumenical Studies, 7
(1970) 61-89
En el campo de la genética hay dos aspectos que hablan por sí solos del progreso
científico y técnico habido en la última década. En primer lugar, es muy posible que el
hombre llegue -si es que todavía no ha llegado- a poder eliminar los genes deletéreos
del genoma humano 1 . Además, puede llegar el momento en que el hombre haya de
intervenir en su futuro evolutivo con el fin de evitar una fatal degradación o, incluso,
extinción de la especie humana (la degradación, motivada por las condiciones de vida
de la civilización moderna: exposición a las radiaciones, etc ).
Ante la perspectiva de que el hombre intervenga en su propio desarrollo evolutivo,
surgen una serie de problemas de índole ético- moral. Ahora bien, es preciso dejar bien
en claro, desde el principio, que lo científico y lo ético- moral no se oponen ni se
excluyen mutuamente. La ciencia, sin salirse de su campo, está tomando constantemente
decisiones éticas: muchos científicos conscientes, ante el horrible uso de la energía
nuclear y sus consecuencias, se sienten obligados a darnos a conocer las posibilidades
que existen en la genética actual. De este modo, el hombre podrá ir formándose el
criterio acerca del control de la "energía genética" actualmente en nuestras manos, y de
la que podrá disponer en el futuro. La ética, por su parte, intenta estudiar el modo como
el hombre toma sus decisiones, y mostrar las opciones que le parecen rectas, buenas,
adecuadas. El moralista cristiano ve el problema a la luz de la concepción cristiana del
hombre y del mundo. Todo hombre se ve impelido a emitir juicios éticos, pero el
moralista profesional trata de analizar tales juicios. Así, pues, los papeles respectivos de
la ciencia y de la ética y moral deberían ser complementarios y no antagónicos.
Finalmente, este artículo no pretende exponer una visión exclusivamente católica de los
problemas suscitados por los avances en genética humana: no puede darse una respuesta
única, no existe una única postura católica, ya que la teología católica debe estar en
continuo diálogo con otras concepciones de la vida. Por nuestra parte, manifestamos
bastante acuerdo con Paul Ramsey, ya que nuestras discrepancias con su pensamiento
son de tipo metodológico y no conceptual. Así, pues, aunque este artículo es una
consideración teológica desde la perspectiva de fe católica romana, insistiremos en la
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necesidad de un diálogo plurifacético para bien de la misma teología y de las diferentes
comunidades de fe.
EXPOSICIÓN DE LOS HECHOS CIENTÍFICOS
Antes de discutir los problemas, examinemos los hechos y posibilidades que nos brinda
la ciencia. Desafortunadamente, muchos científicos discrepan respecto a las soluciones
posibles. Ante tales discrepancias, el teólogo ha de limitarse a constatarlas, ya que es
incompetente para emitir un juicio sobre las mismas.
En primer lugar, la pregunta clave: ¿está en peligro el futuro de la especie humana a
causa del lastre genética de la población? Hermann J. Muller -tardío premio Nobelse
muestra muy pesimista cuando afirma: "- ..La población humana bajo las condiciones
actuales-. tiene que hacerse cada vez más defectuosa en su constitución genética hasta el
punto en que... las más sofisticadas técnicas... no sean suficientes para salvar al hombre
de la corrupción biológica". Tal opinión es minoritaria. Theodosius Dobzhansky -y con
él muchos- no la comparte. Cree que los factores positivos, tanto biológicos como
culturales, pesan más que los negativos: "El hombre es el resultado tanto de su
desarrollo cultural como de su naturaleza biológica. La preponderancia de la evolución
cultural sobre la biológica continuará, o incluso se verá incrementada, en un futuro
previsible". Ahora bien: aunque en un futuro inmediato no hayamos de atajar tal
apocalipsis genético, permanecen en pie los problemas éticos suscitados por la
posibilidad de intervención, por parte del hombre, en la mejora de su propia especie.
Los métodos para controlar la evolución humana por medio de la genética -estén o no
disponibles actualmente- se reducen, fundamentalmente, a tres: eugenesia, ingeniería
genética y eufenesia.
Eugenesia
Consiste en la selección y combinación de genes ya existentes en el genoma humano.
La eugenesia negativa suprimirá los genes deletéreos. La positiva (o progresiva)
intentará mejorar los genes ya existentes en el genoma.
Todos los biólogos admiten que la eugenesia negativa produce un escaso o nulo efecto
en la eliminación de los genes deletéreos de la especie humana. Los defectos génicos
recesivos son generalmente portados por los heterozigotos 2 y, por tanto, casi siempre
indetectables. Aun en el caso de que sean detectables, el gran número de tales
individuos heterozigotos hace prácticamente imposible su extinción. Donde sí puede ser
útil la eugenesia negativa es a nivel meramente familiar: mediante una consulta genética
puede disuadirse a una pareja de su propósito de casarse o de tener hijos. Incluso
podrían elaborarse leyes que prohibieran tales matrimonios u obligasen a la
esterilización de tales individuos. Pero dejando al margen, ahora, la serie de problemas
morales que suscitaría una tal intervención por parte del estado en tales asuntos, lo que
resulta claro es la obligación que tienen las comunidades de fe de formar a los
individuos sobre su responsabilidad moral respecto a la procreación.
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La eugenesia positiva abarca un programa mucho más amplio. H. J. Muller y Julian
Huxley piensan que deben utilizarse los medios que están actualmente a nuestro
alcance. Muller propone la instalación de bancos de esperma procedente de hombres
dotados de características atractivas. Las mujeres podrían ser inseminadas
artificialmente, eligiendo el esperma adecuado según la información aportada por un
cerebro electrónico, y así mejoraría la especie humana. Muller otea un horizonte de
progreso utópico ilimitado, pero cree que serían muy pocos los individuos que se
prestasen para tales servicios y para ser utilizados como material de experimentación.
Un método más radical, y de momento imposible en el hombre, es el propuesto por
Joshua Lederberg y otros. Se trata de la "reproducción clonal " 3 . Hoy día se puede
extraer el núcleo de un óvulo de rana e implantar en éste el núcleo procedente de una
célula no diferenciada todavía de un embrión de rana. Así, ese óvulo se desarrolla dando
lugar a un individuo que será el gemelo genético del embrión del que se sustrajo el
núcleo. Este procedimiento, aplicado al hombre, sería más efectivo que la inseminación
artificial: posibilitaría la multiplicación, en gran cantidad, de los individuos bien
dotados genéticamente.
Ingeniería genética
El fin de la ingeniería genética -también llamada cirugía genética, euthenesia 4 o
eugenesia transformativa en oposición a la selectiva- es modificar los genes en su íntima
estructura molecular, va sea suprimiendo defectos (sentido negativo) o implantando
mejoras (sentido positivo). Por el momento, aún no se posee el grado de precisión
necesario para cambiar o modificar una molécula sin alterar a sus vecinas, pero en el
futuro se espera que el hombre sea capaz de dirigir las mutaciones genéticas.
La ingeniería genética abarca también los fenómenos de transformación y transducción,
actualmente en uso a nivel bacteriano. La transformación consiste en la inoculación de
una cualidad génica determinada, en una cepa bacteriana carente de la misma, mediante
ADN 5 extraído de otra cepa que posea tal cualidad. La transducción utiliza un virus
como vehículo para inocular la cualidad genética. Habrá que solucionar muchos
problemas antes de que estas técnicas sean aplicables al hombre. Acrecienta la
dificultad del problema el hecho de que muchos de los caracteres fenotípicos humanos
vengan regidos no por un solo gene, sino por un grupo de ellos (poligene). Muchos
científicos se muestran sumamente pesimistas, mientras otros creen que, tarde o
temprano, será posible aplicar la ingeniería genética al hombre.
Eufenesia
Es un término medio entre la eugenesia y la euthenesia. Se trata de influir en el
desarrollo humano mediante el control de las circunstancias ambientales que lo
acompañan. Lederberg ha propuesto la eufenesia como la parte de la euthenesia relativa
al medio ambiente. La eufenesia busca, por tanto, el control del fenotipo; intenta
controlar la manifestación de los genes sin modificar el genotipo 6 . Sirven como
ejemplos: uso de gafas para corregir una visión defectuosa; ingestión de insulina para
contrarrestar la diabetes, etc. Lederberg cree que ya se podría aplicar en una serie de
campos: fabricación de órganos artificiales, producción a escala industrial de proteínas
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específicas, etc. En 1962, Lederberg afirmaba que debería dársele la prioridad a la
eufenesia frente a la eugenesia. Existe la posibilidad de que en el futuro el hombre sepa
cómo "conectar y desconectar" diversos genes en períodos específicos del desarrollo y
así inducir grandes cambios en el individuo.
Estos tres son los principales métodos mediante los cuales sería posible científicamente
mejorar la especie humana. Por el momento, la eugenesia positiva propuesta por Muller
es el único medio disponible. De acuerdo con Paul Ramsey, muchos científicos creen
que los medios ahora posibles suscitan más problemas morales que las futuras
posibilidades de la ingeniería genética. La mayoría rehusa las proposiciones de Muller.
Si los científicos sacan a la luz pública tales cuestiones, es con el fin de que en el futuro
no nos veamos cogidos por sorpresa.
PARA UNA RECTA APROXIMACIÓN TEOLOGICA
Pasemos ahora al campo de la teología moral. La historia nos recuerda el peligro que
entraña un acercamiento teológico completamente apriorístico a cualquier
descubrimiento científico. La teología moral, en cuanto estudio de los actos humanos
del cristianismo, está en continuo diálogo con las ciencias empíricas y sociales con el
fin de comprender mejor el objeto de su estudio. En esta parte del artículo pondremos el
acento en tres momentos que deben ser tenidos en cuenta en cualquier aproximación
teológica a los problemas suscitados por los avances científicos.
Historicidad y conciencia histórica
La teología católica, siguiendo en muchos casos el norte de la teología protestante, ha
ido recuperando la perspectiva histórica. Comenzó con la renovación del estudio de la
escritura, como serie de documentos condicionados histórica y culturalmente. La noción
de historicidad ha sido utilizada, también, para mostrar la no contradicción entre la
doctrina de Gregorio XVI y Pío IX, y la del Vaticano II en materia de libertad religiosa.
John Courtney Murray vio que las diferencias existentes entre las diversas concepciones
de la libertad religiosa radicaban en las diversas maneras de entender el papel y función
del estado en los siglos XIX y XX. Así, pues, la teología católica ha tomado conciencia
de la necesidad de una mentalidad histórica en sus diversas aproximaciones.
El progreso de la civilización moderna en todos los campos: científico, técnico, político,
económico, sociológico, filosófico, no puede dejar de repercutir en la teología moral.
Como dice K. Rahner, la posibilidad de error de la teología tiene sus raíces últimas en
su carácter histórico. Dicho de otro modo: el mero hecho de que los actuales adelantos
en genética susciten problemas y peligros para la teología moral es un índice de la
historicidad de la teología misma.
Una teología con conciencia histórica tendrá un concepto diferente del hombre. El
hombre no está completamente determinado por una naturaleza fija e inamovible. El
hombre está abierto a una gran variedad de posibles opciones y, concretamente hoy día,
se le brinda la posibilidad de ser capaz de auto-creación y auto-dirección. Una teología
que tuviera una concepción fíxista de la naturaleza humana -considerándola como un
patrón fijo con el cual el hombre ha de hacer cuadrar sus acciones y su persona misma-
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estaría abocada a inexactitudes y a sacar conclusiones morales inaceptables. La
conciencia histórica, en cambio, alimenta a un tiempo la continuidad y la
discontinuidad, evitando el caer ya sea en el extremo de un clasicismo inamovible como
en el de la completa discontinuidad de un existencialismo radical. Y respecto a los
problemas que nos ocupan, será labor del teólogo evitar caer tanto en el fixismo como
en la aceptación acrítica de tales proposiciones.
La eugenesia progresiva, propuesta por Muller, nos llevaría a separar la procreación del
aspecto de unión afectiva que tiene la sexualidad. La ética cristiana, basándose en los
primeros capítulos del Génesis, ha mantenido generalmente que esos dos aspectos han
sido unidos por el creador y que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido. Pero
como la doctrina del Génesis está condicionada históricamente, ¿puede el teólogo
extrapolar de ella una ley universal?
Ramsey también arguye en contra del plan de Muller, pero basa sus argumentos en el
segundo artículo del credo, en cuanto es expresión del concepto cristiano de creación y
amor conyugal expuesto en el prólogo del evangelio de Juan y en Ef 5.
Creo que en los tiempos actuales, los aspectos procreativo y afectivo están unidos como
expresión integral de la sexualidad. Pero cabe pensar en un posible cambio futuro, de
suerte que tales valores se pusieran en tela de juicio. Por ejemplo: si todo el mundo
acepta las más terribles predicciones de Muller y la humanidad hace frente a un
apocalipsis genético, la situación cambiará por completo. En la escritura tenemos casos
en que, debido a las circunstancias, ha tenido que modificarse la concepción del
matrimonio (por ejemplo: la licitud de la poligamia). Ramsey mismo admite claramente
una posible relativización de sus afirmaciones, y ve que en las proposiciones de Muller
hay algo que puede salvarse, pero también dice que esto "salvable" no es "suficiente
como para decir que su práctica pueda ponerse en la lista de los actos moralmente
permitidos". Estoy de acuerdo con Ramsey en su modo de entender las cosas, mirando
al momento presente; pero, de cara al futuro, parece que sus argumentos no le conceden
a la historicidad el lugar que le corresponde.
Relación individuo-comunidad
El pensamiento cristiano siempre ha concedido un puesto relevante a la dignidad del
individuo, quien, en gran parte, es el fundamento de nuestra sociedad moderna. Hoy día,
sin embargo, el hombre es mucho más consciente de su naturaleza comunitaria y de su
relación con todo el mundo. La teología moral ha de tener en cuenta tanto las legítimas
exigencias del individuo como las de la sociedad (recordemos las nociones cristianas de
agape y koinonía) dejando de lado los modelos exclusivamente individualistas o, en el
mejor de los casos, interpersonales.
En el pasado, la teología moral ha resultado algo ambivalente respecto a la tensión
individuo-sociedad. En muchos casos ha sido excesivamente individualista. Tenemos
ejemplos de la ética social que quizás pueden explicarse como reacción frente al
comunismo y socialismo (hoy día, empero, muchos católicos se han escandalizado ante
varias encíclicas sociales). En moral médica también encontramos casos de
individualismo excesivo debidos a la aplicación estricta del principio de la totalidad.
Respecto a la amputación y trasplante de órganos, por ejemplo: una parte puede ser
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sacrificada "sólo cuando existe subordinación de la parte al todo, tal y como ocurre en el
cuerpo natural". Nótese que Pío XII escribía en el contexto de los gobiernos totalitarios,
y tuvo el cuidado de negar que, en virtud del principio de la totalidad, el gobierno
tuviera poder sobre la vida del individuo, ya que éste no es merame nte una parte de la
totalidad que es el estado. El debate más fuerte en moral médica ha sido en torno a los
órganos genitales. El principio de la totalidad no justificaría la directa supresión de tales
órganos y por tanto se condena la esterilización directa. Sin embargo, ampliando la
totalidad de la persona "a su relación con la familia, comunidad y sociedad", podríamos
justificar, a veces, la esterilización directa.
Encontramos también excesos en el sentido contrario: casos en que se puso demasiado
acento sobre el poder de la comunidad frente a los derechos del individuo. Se llegó a
afirmar que, en un juicio, el acusado debía admitir públicamente su culpabilidad, lo cual
niega el derecho de todo individuo a no incriminarse a sí mismo. Recordemos,
asimismo, tantos casos de rechazo de la libertad religiosa, lo cual muestra una actitud
negligente respecto a los derechos del individuo.
Los moralistas de hoy han de desarrollar una metodología que haga justicia a lo
comunitario y social, sin caer en un colectivismo. Precisamente en el campo de la
genética y herencia, el individuo tiene una serie de responsabilidades que limitan sus
propias opciones libres. Aunque la antigua teología católica ponía como fin primario del
matrimonio la procreación y la educación de los hijos, no podemos olvidar que la
paternidad responsable es un imperativo moral para los matrimonios. Razones de tipo
genético (por ejemplo: que exista gran probabilidad de tener hijos tarados o deficientes)
pueden hacer que una pareja renuncie a tener hijos o incluso a casarse.
¿Hasta qué punto la comunidad puede intervenir positivamente para prevenir y prohibir
tales matrimonios? Recordemos los Impedimentos para el matrimonio vigentes desde
antiguo en el código de derecho canónico, que se basan en cosas tales como la
consanguinidad: igualmente podrían haberse basado en razones eugenésicas.
El punto de la esterilización, impuesta a cierto tipo de gente, es más oscuro. Creo que
hoy no se exige tal tipo de intromisión en la persona individual, especialmente si no se
ha intentado primero una consulta genética. Muchos científicos están en contra de tales
medidas obligatorias y les preocupan los abusos de poder a que podrían conducir.
En cualquier campo de la vida humana, cuanto mayor es el de que goza un individuo
tanto mayor ha de ser la necesidad de control e intervención por parte de la comunidad.
Cosas tales como conducir, cazar, pescar, y asuntos cotidianos de economía, política,
educación, han requerido un control comunitario- Lo mismo ocurrirá, en un fut uro no
muy lejano, en el campo de la genética y herencia. Imaginemos que el hombre puede
llegar a determinar el sexo de sus hijos. Esto comportará repercusiones en otros muchos
campos de la existencia humana, y la sociedad tendrá que controlar, y quizás prohibir, el
uso de tal poder para evitar un fuerte desequilibrio en la población humana. Y, como
éste, otros muchos problemas ante los cuales no nos importa ahora qué postura habrá de
tomar la sociedad, sino el hecho de que habrá de tomar una postura.
El problema no puede esquivarse impidiendo la investigación que pudiera conducirnos a
tal poder. Sin ser optimistas respecto a la posibilidad de controlarlo, creo que ese
control es un reto al poder creador del hombre con vistas a usarlo para su mejora, a
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despecho de todas las limitaciones humanas inherentes. Mi argumento básico es que la
complejidad e interconexión de la existencia humana, sumadas al poder tremendo que la
ciencia puede poner en manos del hombre, están pidiendo una actitud más comunitaria y
social en las decisiones morales que atañan a nuestra sociedad.
El hombre como artífice de sí mismo
El tercer aspecto que queremos subrayar es el dominio y poder que el hombre tiene
sobre su propia vida- El pensamiento cristiano siempre ha insistido en que el hombre es
sólo el administrador del don de la vida recibido del creador. El destino del hombre
trasciende este mundo. El hombre, por último, es la gloria de la creación y el signo más
elocuente de la obra de Dios en el mundo.
Hoy día, el hombre es más consciente del poder que tiene sobre su vida y su futuro. Los
teólogos católicos no dudan en afirmar que el hombre es el creador de sí mismo, ya que,
en cierto sentido, el hombre está inacabado y es capaz de crearse a sí mismo: capacidad
que radica en el poder espiritual del hombre, como ya lo decía Tomás de Aquino:
"...réstanos tratar ahora... del hombre en cuanto éste es asimismo principio de sus obras,
puesto que posee libre albedrío y dominio de ellas". La ciencia ha venido a incrementar
el dominio del hombre sobre su existencia.
En la existencia humana, vista desde la perspectiva cristiana, encontramos dos aspectos
que se hallan en tensión dialéctica: el de grandeza -debida a su libre albedrío y dominio
de sí- y el de su condición de creatura pecadora. A estos dos aspectos corresponden los
tradicionalmente llamados pecados capitales de soberbia y pereza. Harvey Cox ha
insistido en que frecuentemente el pecado del hombre es la dejadez, la omisión, la falta
de tomar responsabilidades sobre un mundo que ha de ser obra suya. Cox tampoco
olvida la soberbia, que conduce al abuso de poder en todo campo: político, social,
religioso. Pero quien más ha insistido en este punto -particularmente en sus escritos
sobre genética- es Paul Ramsey: "...las transgresiones éticas que hemos constatado en
un plano horizontal (procreación o no procreación obligatoria, etc) están en función de
algo más fundamental, en la dimensión vertical, o sea, la hybris, y que atañe a Dios".
Estoy de acuerdo con muchas de las conclusiones de Rams ey en cuestiones genéticas,
pero creo que no sopesa suficientemente el aspecto histórico y el mayor dominio que el
hombre posee hoy día. Ramsey mira la escatología, primaria y -a vecesexclusivamente, en términos de apocalipsis: "el pueblo religioso no sólo no ha negado
nunca, sino que ha afirmado que el plan de Dios es matarnos a todos al final, y que, en
el fin, Él triunfará... Caminamos hacia la colisión de los planetas, el derrumbamiento de
los soles y existimos frente a un futuro -que puede encerrar un apocalipsis genético- con
los ojos fijos en otro éschaton". Ramsey insiste con todo derecho en la discontinuidad
entre este mundo y el futuro, frente a los ingenuos progresistas que los ven unidos en
perfecta continuidad. Ahora bien: la escatología cristiana incluye tres aspectos: el
teológico, el apocalíptico y el profético. Ramsey insiste en el segundo y no da la debida
importancia a la cooperación del hombre con Dios en la edificación del "nuevo cielo y
nueva tierra". Así, Ramsey basa la ética cristiana en la ética deontológica más que en la
teleología o responsabilidad.
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En resumen: el hombre de hoy tiene más dominio sobre su vida que en el pasado. El
hecho de que pueda intervenir sobre las leyes físicas y biológicas, hace que no
satisfagan los argumentos -por ejemplo: en contra de la contracepción artificial- basados
en algunas interpretaciones de la ley natural. Recordemos también el "derecho a morir"
reconocido incluso por varios teólogos católicos: esto suscita preguntas en torno a los
argumentos en contra de la eutanasia.
Todo esto nos dice la necesidad que tienen los teólogos actuales de ser cautos y precisos
a la hora de aplicar la noción de "dominio limitado del hombre sobre su vida" a las
preguntas suscitadas por los progresos obtenidos en el campo de la genética.
FUNCION CRÍTICA DE LA TEOLOGÍA MORAL
Pasemos ahora al análisis crítico, desde el punto de vista de la teología moral católica,
de algunas de las actitudes observadas en varios científicos que tratan del tema.
Un optimismo utópico
Muller, especialmente, propone una perspectiva utópica del futuro: "Mediante estos
medios puede quedar franco el camino para un progreso ilimitado en la constitución
genética del hombre que equipare y refuerce su progreso cultural y, recíprocamente, sea
reforzado por éste en una sucesión quizá sin fin". Aconseja, asimismo, la instalación de
bancos de esperma, inseminación artificial, etc, ya que la cirugía genética (que
conseguiría actuar mejor que la misma naturaleza) no está ni estará disponible hasta el
siglo XXI. Y si reconoce un elemento trágico en el hombre, lo estima superable
mediante la eugenesia progresiva.
La visión cristiana del hombre y del mundo no puede aceptar cualquier esquema
utópico. Por muy grandes que sean los progresos científicos, no pueden librar al hombre
de su condición de creatura pecadora. La teología católica ha escarmentado en cabeza
propia respecto a los peligros de un pensamiento ingenuamente utópico y optimista; se
ha llegado a pensar que el hombre puede llevar a cabo el reino de Dios en este mundo
mediante su propio trabajo y esfuerzo. H. Richard Niebuhr sale al paso de esta
pretensión utópica: "En esta unilateral visión, que se fija en el crecimiento del trigo pero
ignora el de la cizaña, que tiene en cuenta la recogida del grano pero no el quemar la
paja, este liberalismo ha sido, realmente, de un ingenuo optimismo. Un Dios sin ira
conduce a un hombre sin pecado hacia un reino sin juicio mediante un Cristo sin cruz".
Lederberg, por su parte, apunta hacia un sistema de clonalidad atenuada; según este
sistema unas personas se reproducirían sexualmente y otras clonalmente, favoreciéndose
de este modo tanto la adaptabilidad como la variabilidad, y el genoma humano iría
mejorando.
Ante las proposiciones de Muller y Lederberg se nos suscita una primera pregunta: ¿qué
criterio seguir a la hora de seleccionar los tipos ideales? Muller mismo cae en la cuenta
de la dificultad: en 1935, por ejemplo, ninguna mujer hubiera rechazado tener un hijo de
Lenin, pero en una lista posterior Lenin queda fuera de la nómina de padres
"aceptables".
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El abuso del poder
Otro problema surge de la tendencia que tiene el hombre a abusar del poder. La historia
ratifica la concepción cristiana del hombre como creatura limitada y pecadora:
recordemos los abusos cometidos con la energía nuclear; el terrible uso que se ha hecho
de la eugenesia por parte de regímenes totalitarios; la explotación de las clases humildes
debida a la industrialización de los países, etc. Incluso los aparentemente neutrales
logros de la técnica (tales como el automóvil, TV) han servido muchas veces para
destruir la belleza natural y desunir los hogares. Es decir: nos preguntamos hasta qué
punto los progresos técnicos han fomentado el bienestar común de la sociedad o más
bien han acentuado la diferencia de clases preexistente en la misma. Los teólogos
católicos admiten, generalmente, el axioma de que el abuso posible no debe impedir el
uso de una cosa. Una planificación y discusión preliminar ayudaría a eliminar ciertos
abusos pero no los exterminaría por completo.
Lo humano trasciende lo científico
Un segundo peligro encontrado en los escritos de algunos científicos es la identificación
de lo científico con lo humano, ya que lo humano abarca mucho más que lo meramente
científico y técnico. Con mayor razón, todavía es más amplia una visión cristiana del
hombre. De esa no total coincidencia entre lo científico y lo humano es de donde surge
la fuente de conflicto entre ambos campos. Pío XII, en su comunicación de 1953 al
primer simposio internacional de genética, ya constató tal dificultad. El mero hecho de
que el hombre sea científicamente capaz de hacer algo no significa que eso deba ser
hecho, puesto que el hombre debe controlar el desarrollo y evolución de la ciencia. Con
demasiada frecuencia, uno tiene la impresión de que son la ciencia y la técnica quienes
están llevando el control del hombre.
Tal estrechez de miras parece desprenderse de algunos escritos de Muller. Muller
desprecia los obstáculos encontrados en su programa de eugenesia progresiva como
dificultades meramente "de tipo psicológico, basadas en tradiciones anticuadas". Los
únicos obstáculos reales son aquellas cosas para las cuales la ciencia aún no ha
encontrado la respuesta adecuada. No obstante, existen importantes valores humanos
que no pueden olvidarse. Estoy seguro de que Muller mismo no permitiría que un
científico experimentase con un hombre del mismo modo que él lo hace con bacterias.
Valores tales como la paternidad y los lazos familiares son algo más que una simple
tradición anticuada.
Un sociólogo también tendría que añadir aspectos muy significativos al cuadro total
humano- El matrimonio y la familia desempeñan importantes papeles en nuestra
sociedad contemporánea. Si la conducta sexual se separa de la función procreativa, ¿qué
necesidad habría de regular la primera? Igualmente, el plan de Muller suscitaría también
graves problemas para un psicólogo, quien tendría que encontrar algún sustitutivo para
la estabilidad y las relaciones personales profundas que ahora están respaldadas y
alimentadas por el matrimonio y la familia.
Así, en la medida en que un científico deja de ver todos estos aspectos o los abandona
por considerarlos tradiciones anticuadas, muestra una gran estrechez de miras y una
carencia de humanismo en su propia visión.
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Un criterio falso: la utilidad
El tercer peligro brota de lo dicho acerca de la diferencia existente entre el horizonte
científico y el definitivamente humano. El mundo científico y técnico mira a la realidad,
primariamente, en términos de resultados obtenidos, de logros, de éxitos conseguidos.
En cambio, en una perspectiva cristiana, la dignidad de la persona humana no puede
medirse en términos de utilidad ni de maneras de actuar. La grandeza de la persona
humana radica en el don gratuito del amor de Dios, de la creación y redención. La razón
última por la que una persona es "objeto de amor" no radica en sus cualidades, u obras,
o en sus éxitos y fracasos. En una perspectiva cristiana, el valor del hombre no se basa,
no nace de sus obras -para sí o por los demás-, sino en la obra que Dios ha hecho
primero para él.
En orden a una teoría ética, poner un excesivo acento sobre la importancia de los efectos
conduce a una teoría del consecuencialismo. En esta teoría, el peligro fundamental
consiste en ver todos los valores morales como consecuencia, estableciendo como
norma central la relación de los medios al fin. Por ejemplo: reaccionamos en contra de
la gente que "usa a los amigos" o que "utiliza las vidas humanas de los demás". Por eso,
Ramsey ha insistido en la necesidad, especialmente en el campo de la genética, de una
ética tanto de los medios como de los fines, puesto que existen una serie de valores que
no pueden sacrificarse como medios para determinados fines. En la teología moral
católica ha habido una tendencia a mirar la relación medios- fin de un modo
excesivamente físico, olvidando que, a veces, el fin especifica verdaderamente los
medios. Científicos que experimentan con plantas o animales no lo harían con el
hombre. Lederberg mismo ha expuesto el problema que representaría el primer intento
de reproducción clonal aplicada al hombre.
El mismo problema tiene otra vertiente. No basta admitir la dignidad del hombre y
afirmar que nada puede hacerse con el hombre sin su previo consentimiento. Hay que ir
más lejos: el mero hecho de que un hombre dé su consentimiento para algo no implica
que ese "algo" sea, necesariamente, justo y recto. Nuestra jurisprudencia afirma que un
hombre no puede prescindir de sus inalienables derechos incluso aunque consienta en
que se le haga tal o cual cosa. El hombre es no sólo su libertad, sino también su
corporeidad: no hacer caso de la corporeidad humana va también contra la dignidad del
hombre, precisamente porque tal corporeidad es humana.
PARA UN DIÁLOGO FECUNDO
Este artículo se ha concentrado en torno a los problemas de índole ético- moral cristiana
suscitados por los avances en genética, ya que pienso -juntamente con muchos
científicos- que ahora es el momento para comenzar a discutir y planear soluciones para
los conflictos que se presenten en un futuro no muy lejano. Aunque, hoy por hoy,
parece que la eugenesia negativa voluntaria podría fomentarse mediante un más
extendido uso de la consulta genética, la mayoría de los científicos estiman como
irrealizable -incluso desde el limitado punto de vista biológico- el plan completo
propuesto por Muller. Desde el punto de vista moral, tampoco debería adoptarse tal plan
actualmente.
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El futuro, incluso en el mejor de los casos, no será nunca una utopía, y los progresos
científicos plantearán serios problemas sobre cómo controlar el poder que el hombre
vaya adquiriendo sobre su propio desarrollo evolutivo. Sin embargo, tales problemas no
son razón suficiente para detener toda experimentación. Lo que sí será enteramente
necesario es el respetar siempre la dignidad humana y no subordinar totalmente el
individuo a los objetivos del progreso científico.
Para proseguir acertadamente el diálogo, la aproximación teológica respecto a estos
problemas debe partir de un diálogo abierto que no excluya las opiniones de las
diferentes comunidades de fe o de otras mentalidades. Una aproximación a los
problemas morales que excluyera las consideraciones hechas por otros no estaría dentro
de la perspectiva católico-romana. La teología católico-romana se ha visto influida
ciertamente por el contacto con otras comunidades de fe, con las ciencias, con los
diferentes sistemas filosóficos, con el mundo. Ya no se puede hablar de la metodología
católico-romana o bien de la solución católico-romana ante una cuestión ética compleja
y específica. Es cierto que existe una perspectiva general católico-romana en el campo
de la ética, pero no lo es menos que hay un pluralismo de aproximaciones viables dentro
de esa perspectiva metodológica general. La historicidad misma de la teología exige
también ese diálogo.
Los antiguos conceptos, tales como el principio de la totalidad y la concepción de
dominio del hombre sobre su vida y muerte, han estado condicionados históricamente;
por lo tanto, si la teología de hoy los utiliza sin modificarlos corre el riesgo de
equivocarse. Por otra parte, tampoco la teología puede aceptar, incondicionalmente y a
ciegas, todo nuevo progreso técnico hecho posible por la ciencia, ya que una perspectiva
judeo-cristiana reclama tener en cuenta, constantemente, la limitación y pecabilidad del
hombre y la necesidad de un juicio profético del presente.
Hay mucho que decir hoy día acerca del ecumenismo y diálogo ecuménico, pero hemos
de tener en cuenta que, quizá, los mayores progresos en ecumenismo no han sido
hechos por los contactos oficiales entre las diferentes comunidades de fe: pueden
advertirse mayores progresos cuando protestantes, judíos y católicos se encuentran
juntos a menudo, trabajando en común por aquello que se ha llamado, impropiamente,
objetivos meramente seculares y políticos. Las comunidades de fe y diferentes iglesias
caen en la cuenta hoy día de que la fe les envuelve en los problemas de la vida y que la
fe tiene algo que decir sobre la existencia del hombre en el mundo.
No obstante, el formato ordinario de las discusiones ecuménicas sigue siendo
demasiado raquítico. Tales discusiones continúan siendo discusiones bilaterales,
conversaciones sobre temas doctrinales o meramente eclesiales, que están muy lejos de
alcanzar la plenitud propia de un diálogo ecuménico. El hecho de que, cuando la gente
trabaja unida por una causa común, tenga lugar, de manera informal, un diálogo
ecuménico más auténtico, debería recordar a las comunidades de fe la responsabilidad
que tienen de fomentar y avalar tales discusiones.
Desde mi punto de vista, una fuente muy posible de dificultades radica en el hecho de
que estas discusiones adoptan el esquema de "problema orientado". Muchas veces, el
único y principal objetivo consiste en llegar a una solución concreta para el problema
propuesto, ya que las diferentes comunidades de fe quieren destacar y ser competentes
CHARLES E. CURRAN
en resolver los problemas que acucian a nuestra sociedad actual. No hay nada de malo
en ello, pero fácilmente puede llevarnos a actitudes equivocadas.
La teología moral debe resistir a la tentación de triunfar, de ser brillante en aportar
soluciones concretas a problemas complejos. Cuando se discuten tales cuestiones
particulares, la teología tiene que ser consciente de sus propias limitaciones e
imperfecciones. Desafortunadamente, el deseo de relevancia nos lleva hoy, muy a
menudo, hacia un neo-puritanismo que exige conocer la voluntad de Dios sobre un
asunto concreto con un enorme grado de certeza. Cualquiera que haya experimentado la
desmesurada exigencia de certeza, acerca de cuestiones particulares, pretendida por la
"teología manualística" de otros tiempos, permanece muy suspicaz ante cualquier atisbo
de neo-puritanismo. La ciencia teológica se ha desarrollado cuando, al discutir sobre un
tema particular, se ha reflexionado también sobre la metodología y presupuestos
teológicos utilizados para llegar a las soluciones propuestas.
Tanto el ecumenismo como la teología moral podrían sacar provecho de un diálogo
adecuadamente estructurado por las comunidades de fe, acerca de los interrogantes que
hoy día suscita la genética y también sobre otros problemas de tipo ético que atañen a
nuestra sociedad.
Notas:
1
Homozigoto: es el individuo que, por contener factores homogéneos respecto de un
carácter, se puede cultivar puro. Heterozigoto: cuando no se da esa homogeneidad y, por
tanto, puede haber un desdoblamiento del carácter (N. del T.).
2
Reproducción clonal. en sentido estricto se aplica a la reproducción de los organismos
unicelulares por simple escisión o bipartición (N. del T.)
3
Euthenesia: el significado original griego no difiere mucho del de eugenesia, pero en
genética sí tiene una acepción específica, tal como aparece en el texto. Sobra decir que
no tiene nada que ver con eutanasia (N. del T.).
4
ADN: ácido desoxirribonucleico. Constituyente primordial de los cromosomas (N. del
T.).
5
Genotipo: conjunto de los genes existentes en los elementos primarios de los
individuos de cierta especie. Fenotipo. conjunto de caracteres hereditarios que de hecho
se manifiestan en un individuo. No siempre coincide con el genotipo, puesto que pueden
intervenir factores de tipo ambiental (N. del T.).
Tradujo y condensó: JUAN JESÚS BASTERO