Paraguay 749 - VemK celebridades

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Paraguay 749 - VemK celebridades
Felix Fernando Fassone
Paraguay 749
•
Editora
La casa de madera
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1
Para Rosângela, Teresa
y Jumarana (Julieta, Marina y Ana)
Este texto fue posible gracias al apoyo
incansable de Rosangela Espinossi,
el entusiamo contagioso de Andres Bruzzone,
y la lectura inteligente de Andres Soto.
El moderno diseño grafico es de mi amigo
Manolo Pacheco, un artista.
Felix Fernando Fassone
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Paraguay 749
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Editora
La casa de madera
•
"La luz amarilla golpea
en el fresco rosa viejo
frente a la terraza.
Mil verdes.
Nubes grises,
tal vez preanuncien tormenta,
pero todo está teñido de rojo.
Rojos y naranjas con suaves verdes
transparentes por las lluvias.
Lentamente la luz se va apagando.
El verde se transforma en negro
y el cielo, neutro.
El silencio grita.
Atardecer, fin de un día,
metáfora de vida."
Felix
Pedro era hijo de Pedro y Helena. Nació en San
Isidro, capital nacional del rugby, provincia de
Buenos Aires en el año 51, bisnieto de Felix, nacido
en Asti en 1861, año en que Vittorio Emanuele
se proclamaba rey de Italia en Torino. Su padre
había sido herrero, entrenador de futbol amateur y
trabajaba en Obras Sanitarias en el departamento
de costos en la avenida Córdoba.
Helena tenía, con su hermana Adela, una casa
de moda de alta costura, fruto de una cruzada
emprendedora de la hermana Teresa ya fallecida.
Las luces de los aviones sobrevolando el cielo de la
calle Paraguay en la Revolución Libertadora tal vez
sean los primeros registros de su memoria. Pedro
padre estaba, aquella noche, exultante.
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Simpatizante de Alfredo Palacios y de un
socialismo, pero no mucho, Pedro padre festejaba la
definitiva caída y fuga de Juan Domingo Perón. Un
Pedro padre, con Helena junto
a su hermana Adela, de vacaciones
en Mar del Plata. Un trio desparejo.
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déspota, decía, un viejo reblandecido por el poder y
la obsecuencia de sus seguidores, que abusaba de las
chicas de la secundaria, además de haberse casado
con una ex puta del interior de la provincia de
Buenos Aires. Su fanatismo antiperonista no tenía
limites, pasaba las tardes de domingo comentando
con sus hermanos los actos injustos que Evita,
la mujer del presidente, que con el pretexto de
proteger a los pobres extorsionaba a los empresarios
para donaciones benéficas, y cuando estos no
accedían, jugaba pesado como en el caso de la
famosa fábrica de caramelos MuMu, que tuvo que
ser clausurada porque, casualmente, aparecieron
ratas en sus depósitos. Las leyes de los trabajadores
eran de Palacios, no de Perón rumiaba el padre.
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“...Influenciaba mi espíritu la idea de una posible
guerra civil... muchos me aconsejaron abrir los
arsenales y entregar las armas y municiones a los
obreros... pero eso hubiera resultado una masacre”
confesaría Perón.
Diseño de Teresa, inspirado en sus viajes por
Milan y Paris. Adela moldeaba en el cuerpo
de las clientas para ajustar los detalles
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“Ni vencedores ni vencidos” decía el nuevo
presidente y jefe del golpe militar, General Lonardi.
La vida para Pedro corría independiente de los
hechos. María, la gorda, se hacía cargo de sus
cuidados y de la casa. Helena, la madre, era la
responsable de las costureras del taller, mientras
que Adela se hacía cargo de los negocios y atendía a
las clientas ricas.
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Antonio, el hermano mayor, cursaba economía
en el colegio Carlos Pellegrini y era portavoz de la
modernidad en la familia. Su sueño era estudiar
en Estados Unidos, hablar perfectamente inglés y
ser un economista de éxito. Helena, su hermana,
iniciaba los estudios secundarios con vistas a ser
maestra o profesora de educación física, estudiaba
francés en la Alianza Francesa en la avenida
Córdoba y como no tenía espacio suficiente para
su intimidad femenina, vivía en un cuarto propio
en la casa de moda de la calle Esmerada 892, a 50
Esmeralda 892, esquina con Paraguay. En el primer
piso funcionaba la casa de moda, donde tambien vivia
la familia de Adela y Helena, la hermana.
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metros del departamento pequeño que la familia de
Pedro alquilaba. Su pieza tenía una ventana enorme
que daba a la calle Paraguay en el primer piso, justo
encima de la segunda entrada de la confitería Saint
Moritz recientemente inaugurada con fiesta regada
a champán Francés y bocaditos salados.
La casa de moda y de Helena la hermana, era el
escenario de todos los encuentros de la familia.
Casamientos de primos, recepciones, lugar de
estudio y naturalmente de peleas familiares
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El Austin y la damajuana
•
Una tarde, después del religioso almuerzo con sopa
de entrada y bife con ensalada, María, mientras
lavaba la ropa a mano sobre una tabla de madera,
de espaldas a las travesuras de Pedro, sintió un
grito agudo y muy alto. Al volver corriendo con
las manos llenas de jabón, su corazón se congeló,
Pedro estaba ensangrentado gritando sin parar con
la camiseta del color del amanecer.
Su padrino Hugo le había traído de Paris una
reproducción de un autito Austin con suspensión
en las cuatro ruedas que abría las puertas y el
capot. Al empujarlo, literalmente volaba por la
madera del piso, sólo que esta vez el impulso fue
más fuerte que el necesario y el bólido verde salto
el umbral e iniciaba una caída libre del sexto andar,
cuando Pedro en la desesperación por la pérdida
inminente, jugó su cuerpo como un arquero en un
penal, estiró el brazo en el instante justo, evitando
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la caída, con la desgracia de chocar su frente con
los barrotes metálicos del balcón. Un corte en
el arco superciliar izquierdo, cuatro puntos de
urgencia y un helado para calmarlo comprado por
Helena en el bar Tarzan fueron el fin de la tarde
agitada.
Se iniciaba así una larga historia de accidentes
imprevistos e historias en lo mínimo pintorescas.
María, la gorda, era de Vedia, un pueblo del interior. Alternándose con Mari, la flaca, cuidaba
de la familia, mientras Helena trabajaba. La
hija de María, la Biyo, vivía en la casa de una
señora llamada Doña Jova, que atendía a chicos
necesitados o huérfanos, con la ayuda de los
vecinos, en la calle Esmeralda al 900.
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María tenía un hermano que periódicamente
viajaba a Buenos Aires, se hospedaba en una
pensión y pasaba una semana pintando los carteles
gigantes con escenas de las películas que exhibían
los cines de la calle Lavalle: eran vaqueros con sus
revólveres y caballos, actrices en fiestas y todas las
síntesis que reflejaran el tipo de película expuesta.
Un verdadero artista del pincel que Pedro admiró
y trató de imitar toda la vida.
La otra hermana, Magda, trabajaba en la casa de
una vecina. María, Magda y Mari dormían en un
entrepiso de Esmeralda, la casa de moda, y eran
como una extensión de los brazos de Helena y
Adela para lo que ellas necesitaran.
Como Pedro padre compraba damajuanas de vino
para economizar un poco, cierta vez aprovechando
la distracción de María con las tareas de la casa,
Pedro inicio un pasatiempo que le costó una
deficiencia hepática para el resto de su vida.
Con su triciclo rojo, recorría un circuito circular
que iba de la cocina al balcón pasando por
un pasillo, sólo que en cada parada frente a la
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damajuana de vino, empinaba un ”traguito”...
Como no podía ser de otra forma, al cabo de varias
curvas, Pedro se desplomo del triciclo desmayado
para, otra vez, desesperar a María. Cuando el
temido Dr. Faverio llegó a la casa y sintió el
aliento del pequeño acostado en la cama, dio un
diagnostico fácil: “Pedrito no tiene nada, María,
simplemente estuvo robando vino y se intoxicó,
usted no vió?, tiene que tener más cuidado con las
cosas al alcance de los niños” sentencio, frente a
mirada avergonzada de María, casi “responsable”
por la borrachera precoz.
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Los Aberdeen Angus
•
Llegó el momento de las primeras enseñanzas
en la escuela French y Beruti de la calle Juncal.
Guardapolvos blancos, camisa con corbata y
pantalones cortos de franela a pesar del invierno.
Para recordar las vocales, la maestra de primer
grado tenía un secreto imbatible: "Imaginen una
serie de cumbres de montañas. Bien esas son la
U, ultima letra de las vocales a e i o u....". En el
pizarrón negro la serie de letras U diseñaban una
serie de picos. Era para nunca olvidar, las vocales y
las ingeniosas U con forma de montañas.
La primera lección.
Sentado al lado en el pupitre de madera de la
escuela mixta, Pedro conoció a Francisco. Un
nuevo amigo, con un largo flequillo rubio. Era
un tiempo donde los diferentes grupos sociales
se juntaban en las escuelas públicas con el
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preconcepto de clase o raza un poco disfrazado.
La enseñanza francófila era de buena calidad y los
profesores dedicados. El segundo recreo era muy
esperado porque servían un chocolate caliente con
un pancito miñón que en las mañanas heladas de
Buenos Aires cumplían la función de estufa.
Francisco Firpo era el segundo hijo varón heredero
de una fortuna inmensa nacida de la cría de
ganado Aberdeen Angus en una estancia llamada
La Danesa en la provincia de Santa Fé. Vivía en
un departamento enorme en calle Esmeralda con
vista a la Cancillería, el punto más impactante era
el salón comedor con una mesa central gigante
para atender a todos los miembros de la familia, y
una araña de cristal imponente. La serie de puertas
ventanas, con cortinas de voile, iluminaban la sala
de forma suave.
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En la misma línea se ubicaba la sala privada de
José, el padre, donde tenía su escritorio y un
El quinto piso de la casa de Francisco
Firpo era el escenario perfecto para
una temprana gran amistad
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televisor con control remoto. Las hermanas eran
mayores que Francisco y absolutamente rubias
y lindas, nunca paraban de conversar, algunas
casadas y otras con novios ricos. Todas las
habitaciones daban a un corredor que conducía
a la gran mesa.
A pesar de los dos mundos, Pedro practicaba
una amistad simple, y los dos se entregaban a
juegos divertidos, con trenes eléctricos traídos
de Estados Unidos, aviones de control remoto,
ejércitos de plomo, siempre sobre la mirada
atenta de María, una especie de generala de la
casa. La variedad de juguetes era infinita y las
tardes pasaban muy rápido.
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Pero a Pedro lo que más le gustaba era cuando
Pepe Bertolucci, el chofer particular de la madre
de Francisco, los llevaba en un Packard negro
a los bosques de Palermo a jugar a la pelota. O
mejor, todavía, cuando iban de visita al castillo
de la abuela materna en La Recoleta. Era un lugar
absolutamente encantado, y como la abuela había
muerto poco tiempo atrás, la casa-museo estaba
vacía, el piso de las personas que trabajaban vacío,
las caballerizas o cocheras vacías, las piezas vacías,
el patio de piedras blancas como las de Versalles,
vacío. Pedro y Francisco disfrutaban ese pedazo
de mundo antiguo, silencioso, misterioso, de
fantasmas, corriendo por los cuartos y bajando las
escaleras de mármol sin parar. Momentos únicos.
Francisco, mucho más informado en cosas
mundanas por influencia de las hermanas, inició
Pedro en dos “avivadas” importantes. Con una
regla comparaban la medida de sus “pitos”, donde
Francisco tenía algunas ventajas, y disputaban quién
hacia pis más lejos. Eran hombrecitos. Pero el mayor
descubrimiento fue la afirmación de la no existencia
de Papá Noel ni Reyes Magos, ni menos que menos
la cigüeña. Ese tal vez haya sido uno de los choques
de realidad más duros para Pedro. Su madre Helena
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no pudo desmentir las verdades del inteligente
Francisco.
Más conciencia.
Del otro descubrimiento fue responsable otra
Helena, se trataba de Helenita Uriburu que vivía en
el Palacio Estrugamou en la calle Juncal y Arroyo.
Una mañana, en el segundo recreo de la escuela,
Pedro recibió de las manos de una colega una carta
que decía: "Por qué nunca me mirás, soy tan fea?
Me llamo Helenita y te veo siempre en la plaza San
Martin cuando la señora me lleva."
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Pedro sintió vergüenza y orgullo. Después de
correr en el castillo de la abuela eso era lo mejor
que le estaba pasando, se sentía casi un pequeño
hombre a pesar de los pantalones cortos... Guardó
la carta y se la mostro a su hermana Helena
que festejo la noticia ayudándolo a escribir la
respuesta.
Nesta mole de cemento en la calle Juncal
esquina Esmeralda vivia Helenita Uriburu,
la primera" novia". De pantalon corto.
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Educadamente y con tacto escribió como pudo a
su compañerita de escuela invitando a encontrase
en la plaza por las tardes. Así lo hacían, bajo
la vigilante mirada de la regente de peinando
recogido y blanco. Jugaban a las escondidas atrás
de los árboles o en la barranca frente a la torre de
los ingleses donde rodaban como troncos.
Amor de 8 años: correr en la plaza y mirarse a los
ojos con un poco de vergüenza.
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Plaza San Martin. La barranca era uno de los lugares
predilectos de los amigos. Subir a los arboles para
fumar a escondidas de los guardianes.
Che
•
El primo Carlos, hijo de Adela, explicaba a Pedro,
por horas, la importancia del nuevo presidente
llamado Arturo Frondizi que estaba desarrollando
al país una vez que los militares de Aramburu no
estaban más en la casa rosada.
Le enseñaba que el presidente Kennedy, de Estados
Unidos, aprobaba las nuevas ideas y hasta el Che
Guevara se hizo presente en el café de Florida y
Paraguay cuando era ministro de industria de Cuba
después de ser recibido por el presidente argentino
en Olivos.
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El país estaba cambiando según el primo, los
peronistas votaban en blanco y eran mayoría.
Nuevos tiempos, petróleo, energía e industrias, los
militares estaban vigilantes y más o menos quietos.
Pedro padre no creía en nada porque Frondizi
había sido radical y era tolerante con los peronistas.
Se escudaba en los discursos floridos de Mario
Bravo con su socialismo democrático. Y a pesar de
su ateísmo tenía simpatías por Horacio Sueldo de
la Democracia Cristiana, y en el eterno Palacios, su
ídolo. El tango de Troilo era su refugio cuando se
cansaba de hablar de política.
“Un pueblo pobre y sin esperanzas no es un pueblo
libre...” proclamaba el nuevo presidente.
Evidente que las preocupaciones politizadas de
su primo, 10 años mayor, o de su padre, lo tenían
sin cuidado, mal entendía, o mejor, no entendía,
lo que significaban las palabras política, huelgas,
proscripción, imperialismo, nacionalismo,
desarrollismo, radicalismo, ni democracia.
El mundo de Pedro giraba entre sus amigos,
la plaza San Martin y la escuela. No tenía ni
presidente ni partidos.
Tenía deseos.
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El brujo
•
Había aprendido a jugar a las Damas y disputaban
junto con su primo Carlos, partidas relámpagos
con el mendigo con cara de Rasputín, que vivía
en la puerta de la escuela para mujeres María
Auxiliadora.
Nunca consiguieron vencer a aquel sujeto que
en su silencio perpetuo y escondiendo sus gestos
detrás de la barba negra, movía las piezas con sus
dedos largos de pianista, vencía todas las partidas.
Siempre encorvado y tranquilo, según Carlos, el
mendigo ganaba porque anticipaba las jugadas o
“adivinaba” lo que ellos pensaban.
“Es un brujo”, decía el primo.
Admiración
34
Tom
•
Cierta vez llegó a la casa de moda una encomienda
en un enorme cajón de madera. Una clienta,
dueña de una estancia bonaerense, mandaba un
obsequio muy especial para la familia. Una forma
de agradecer las peripecias que Adela sufría con las
telas, moldando sobre el cuerpo los vestidos para
las fiestas de las señoras, que naturalmente tenían
que resaltar sus virtudes y disimular los defectos,
principalmente los derivados de la gula.
Se trataba de dos cachorros Collie,
maravillosamente lindos y puros, un macho y una
hembra. Tom fue el elegido. Vivía en “Esmeralda”,
que era como se llamaba la casa de costura, con
todas las comodidades del mundo. Un príncipe.
Pedro era el encargado de pasearlo todos los días
por la plaza San Martin y jugar con la pelota de
goma en los pasillos. Eran días inolvidables de
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corridas y caminatas, después de cada salida tocaba
darle un baño en la bañadera de servicio, porque
Tom adoraba llenarse de barro con las mangueras
para riego de la plaza. Era tan inteligente y cariñoso
que hasta el malhumorado tío Carlos, padre
de Carlos, lo aceptaba en casa y le obsequiaba
pedacitos de pan con manteca que Tom devoraba
en segundos agradecido.
Una mañana de sábado Helena, la madre, y Pedro
tomaron el tren y se despidieron para siempre
de Tom en la casa de una amiga del Tigre. Pedro
sintió un dolor profundo y único cuando el latido
de su amigo sonaba frio al doblar la esquina para
nunca más verlo.
Sin llorar, sintió una tristeza enorme, como un
golpe en el estomago.
Adela preparaba los huesos de caracú sin cocinar
completamente, para que “el príncipe” de la casa
comiera y jugara con el hueso.
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Pedro nunca imaginó que de ese amor y
compañerismo nacería el primer gran desencanto y
tristeza de su vida.
Tom no soportaba el encierro y las alfombras,
su pelo y piel comenzaron a tener enfermedades
alérgicas constantemente. El veterinario
fue categórico. La casa de moda no era
un lugar para Tom...
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El padre Miguel
•
Tomada la comunión católica un 8 de diciembre,
acto al que Pedro padre no asistió por cuestiones
de principio, porque no aceptaba la religión y
menos que menos a los curas, Pedro inicio una
doble actividad, de tarde a veces en la plaza para
ver Helenita y otras, más deportivas, en el patio de
la iglesia del Santísimo Sacramento donde se reunía
con los amigos a jugar al futbol.
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Lógicamente la diversión no era gratis. El padre
Miguel, a cambio del uso del patio “solicitaba”
diplomáticamente, que los jugadores asumieran la
función de monaguillos en las misas de domingo y
que intregasen el ejército de Boys Scout, que la
iglesia de la calle Juncal y Suipacha organizaba.
Pero como el padre Miguel, cuando inclinaba la
cabeza para hablar en voz baja, era tan convincente
y delicado, no les era difícil participar ni rezar tres
Ave María y tres Padre Nuestro, después de
El Santissimo Sacramento. El reino del padre
Miguel, escenario de " padres nuestros", futbol
en el patio y monaguillos en los domingos.
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confesar las malas palabras dichas en la semana.
El catecismo, las historias de la Trinidad, Jesús,
Dios, María y la creación del mundo, las normas y
reglas a cumplir en la vida, iluminadas con luz baja
dictaban el momento. Pedro tenía pavor del castigo
de Dios si antes de comulgar en el domingo en la
misa de las nueve, pensase cosas feas, o robase las
monedas de la billetera de su madre.
El pecado y el castigo.
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Pedro padre
•
Era una costumbre constante del Pedro padre
tratar de dar consejos a Pedro. Pocas cosas lo
aburrían más que esos sermones, pero como
en todo, siempre hay excepciones. Un domingo
fueron juntos, padre e hijo, a la panadería El
Cañón de la calle Esmeralda y Lavalle. Mientras
hacían la cola, Pedro aprovechó la proximidad de
las galletitas dulces expuestas en unas canastas
enormes, agarró una y se la comió. Pedro padre
simuló no ver, llegó su turno, pidió los alfajores
de una masa blanca que adoraba y pan. Pagó la
cuenta en la caja y salieron caminando tranquilos.
“Pedro... ¿vos te imaginas que sería del mundo
si todos hicieran lo mismo que vos? Si todos se
comieran una galletita sin pagar? Hoy no voy a
hacer un discurso, sólo quiero que pienses”.
Un imperativo categórico.
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Mens sana in corpore sano
•
Helena, la madre, decidió que Pedro además de ir
a la escuela, la iglesia y la plaza, tenía que aprender
a nadar, entre otras cosas para evitar que Pedro,
para matar el tiempo en Esmeralda, ahora sin Tom,
dejase de romper vidrios de los vecinos con la
gomera activada con los plomitos circulares usados
para equilibrar los vestidos.
Así fue inscripto en la Asociación Cristiana de
Jóvenes de la calle Reconquista y Corrientes, un
edificio vertical en donde cada piso además de
granito impecable, tenía una frase de Cristo y
estaba súper organizado en turnos en turnos y
normas.
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Lunes, miércoles y viernes, masculino. Martes
jueves y sábados, femenino. Cada turno
reunía unos 40 alumnos, el tiempo distribuido
prusianamente, con 15 minutos para cambiarse,
La Asociación Cristiana de Jovenes en la calle Reconquista.
Fue la escuela donde Pedro aprendio y conoció natacion,
futbol, gimnasia sueca, y el cuerpo de la mujer desnuda.
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30 minutos de gimnasia sueca tradicional con un
piano que acompañaba los movimientos, tocado
por un viejito, 30 minutos de futbol sentado o
balón y 30 minutos de pileta. Una disciplina que
Pedro había aceptado con tranquilidad. Según
la dedicación, los alumnos iban ganando estatus
mediante una cinta de color que los diferenciaba
por aptitud. Después de cada entrenamiento, un
yogurt con un sándwich de jamón cocido y vuelta
caminando para casa. En este escenario púdico,
limpio y religioso, Pedro tuvo una revelación que
nunca más salió de su cabeza.
Elegido en una selección para aprender e integrar
el equipo de básquet del club que iba a disputar
contra los representantes del club de Brasil, tenía
que participar de unas aulas extras de sábado para
aprender detalles del juego.
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Sábado era día das mujeres, por lo tanto el club
había establecido limites en los vestuarios. Todo
estaba en orden. El entrenamiento se practicaba
con repeticiones interminables. Movimiento de
encestar, llevar la pelota sin arrastrar, los cambios
de mano, la marcación, salto para recuperar, en fin,
un compendio de trucos y técnicas que dejaban a
los alumnos sin aire y bañados en traspiración y
con la esperanza de ser titular frente los brasileros.
Ese sábado, Pedro volvió junto con sus colegas a
los vestuarios donde tenían los roperos metálicos
y bancos de madera verde, en el final estaban las
duchas, cruzando una puerta de vidrio. Como
todas las duchas estaban ocupadas por sus
compañeros, Pedro que odiaba esperar, resolvió
bajar un piso por las escaleras que daban a la pileta
y comunicaban con otros vestuarios y duchas, en
busca de un lugar tranquilo.
Al entrar en los baños, sintió el ruido fuerte del
agua golpeando en los cuerpos como en una
catarata. La respiración se detuvo un instante.
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El tiempo paró, sus ojos no creían lo que estaban
viendo, por primera vez en su vida.
Los espacios de las duchas estaban todos ocupados
por cuerpos desnudos y mojados o enjabonados de
las jugadores de vóley del club. Una imagen marrón
gigantesca, de piernas brillando, de pelos púbicos,
de espaldas curvas, de cabellos alisados por el agua.
Mujeres desnudas. Nada lo había impactado así en
la vida. Mujeres desnudas.
Fueron segundos antes de salir corriendo sin que
nadie lo descubriese.
Fueron años que las imágenes inundaron su
memoria.
Primera vez.
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Córdoba además
•
De la intensa vida de Teresa, hermana mayor de
Helena y Adela, nacieran varias historias.
La primera fue el casamiento de Helena con Pedro
padre, que era sobrino de Carlos, marido de Teresa,
que presentó a ambos en San Isidro donde la
familia de la viuda Rosa, madre de Teresa, vivía con
otros 11 hijos.
La segunda, no menos intensa, fue haber
conocido en uno de sus viajes a Europa de navío
para “inspirarse” en las colecciones de moda, a
Rina. Piamontesa.
Rina era enfermera. Durante la segunda guerra
mundial, Mussolini no tuvo mejor idea para
resolver la soledad de las tropas italianas que
habían invadido Etiopía, que mandar a las
enfermeras para atender los impulsos masculinos.
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De esta forma, los contagios serían mínimos.
Frente a la posibilidad nada gratificante de que
la enviaran a Etiopía, Rina decidió aceptar la
propuesta de casamiento “por poder” que Carlos,
un viudo italiano que vivía en Alta Córdoba, le
ofrecía por carta a la familia de Rina.
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Así, en el navío que partió de Génova, Rina y
Teresa se conocieron y fundaron una amistad que
le otorgó el pasaporte de nueva tía para toda la
familia. Los futuros hijos de Rina y Carlos serían
por lo tanto los nuevos primos que se incorporaban
a la familia de Pedro, en Cordoba, lamado de el
Fá. Rina, ahora rica, porque Carlos era propietario
de una fábrica de cristales, construyo una casa en
Icho Cruz en las sierras cordobesas para tener algo
parecido a su Piamonte querido: montañas, ríos,
nieve y calor. Nunca aprendió castellano y, a pesar
de su propia historia, se decía fanática defensora
del Duce mientras escuchaba operetas italianas.
"Italia nostra"
Pedro, su hermano Antonio y su hermana Helena
pasaban todas las vacaciones en las sierras
con Helena, Rina la tía y sus hijos. En la casa
piamontesa de las vacaciones cordobesas, Pedro
conoció a los italianos familiares de Rina que,
obsesionada con la comida y con la situación
de su familia, poco a poco fue importando
hermanos y parientes que trabajando en la
fábrica del marido, se convertían lentamente en
argentinos, o más o menos.
Todos mantenían sus costumbres piamontesas,
amaban la caza, las montañas, la música,
naturalmente las comidas y el vino Nebiolo o
Barbera. Se peleaban por política en un casi
castellano, y hablaban con las manos. Fue allí que
Pedro conoció las palabras comunista, capitalista.
Viajar a Córdoba era como conocer otro universo.
Siempre después de Navidad y Año Nuevo,
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tomaban el tren “Rayo de sol” que salía de Retiro
a las nueve de la noche y doce horas después
llegaban a Córdoba. En la estación los esperaba un
Rastrojero de la fábrica que los llevaba a la sierra
pasando por Carlos Paz y siguiendo 11 kilómetros
por un camino de tierra.
Rina, de sonrisa abierta y un delantal sobre la
pollera, los esperaba con los primeros fideos de la
temporada, pesto o tuco según la ocasión.
Vecino de “La Gringa” como cariñosamente fue
bautizada Rina, vivía Rebrej, un yugoslavo que mal
hablaba castellano y que plantaba maíz, cuidaba de
casas, criaba abejas para miel, tomaba abundantes
cantidades de ginebra Bols y alquilaba caballos para
los turistas.
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Pedro amaba ese lugar, los caballos, la mica de la
sierra que reflejaba el sol y los ríos transparentes.
El yugoslavo siempre reservaba “El Bayo” o “El
Pirincho” para los paseos de Pedro que en solitario
Icho Cruz. El amor de Pedro por los caballos nació
enfrente de la casa de la gringa. Montado con estribo
corto en el " el Pirincho", uno de sus amigos predilectos
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recorría los caminos de piedra de Icho Cruz. Helena,
la hermana, jugaba con Bea la hija de La Gringa y
Antonio iniciaba sus primeros amores verdaderos
con las turistas porteñas en sociedad con Juan
Carlos, hijo de Carlos, el fallecido esposo de Rina.
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El amor de Pedro por los caballos, seguramente
nació en la sierra. El chico de la ciudad grande llega
al campo y comienza a entender el lenguaje del
cuero crudo, de las palabras cortas, de los gestos
tranquilos con que los peones se relacionaban entre
ellos y con los animales. Atahualpa Yupanqui decía
que en la pampa las personas gritan porque a las
palabras se las lleva el viento por el llano, en cambio
en la montaña se habla despacio y suave por el eco
de las piedras. Las sierras cordobesas eran más
fáciles montado en el lomo de estos nuevos amigos,
todos los días a las cinco de la tarde Pedro estaba
con las manos en las riendas conociendo un mundo
diferente del cemento y el asfalto.
Sol, piedras y agua transparente .
Paraguay 749, sexto 21, tel 32-0193
•
En las horas en las que no estaba ni en la plaza, ni
en la iglesia, ni en el club, Pedro dividía su tiempo
dentro del edificio de su casa.
En el tercer piso contrafrente vivía Alejandro.
Héctor, el padre, dueño de la casa Mirror de ropa
femenina, en la calle Paraguay y Florida, se había
enamorado de la señora que trabajaba con él,
Magda, hermana de María, que cuidaba Pedro.
Vivian juntos en la calle Maipú y Viamonte en un
departamento luminoso y moderno. Héctor, de
bigotes finitos y pocos pelos engominados para
atrás, tenía el único Peugeot 403 convertible de
Buenos Aires, blanco e impecable. Absolutamente
espectacular. Algunos domingos, Héctor llevaba
a pasear a Alejandro y Pedro hasta las piletas
de Núñez o al hotel del aeropuerto de Ezeiza.
Comían sándwiches de jamón cocido y Coca Cola.
Momentos increíbles.
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Por su parte, la madre de Alejandro siempre
convidaba a tomar el té a Pedro para que jugase con
Alejandro, unos años menor e hijo único. El famoso
té de las 5 era muy atractivo porque siempre tenía
tostadas hechas en el horno, manteca fresca, Toddy
frio. Pero lo mejor del té era que la madre, que era
linda, castaña, de voz ronca, usaba unas camisas
blancas y sueltas sin corpiño que dejaban ver sus
senos cuando se inclinaba para servir.
Pedro estaba dejando de ser pequeño.
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55
Paraguay 749. Entre Maipú y Esmeralda,
enfrente del Círculo de la fuerza aérea y
en la misma manzana que vivía Borges
La terraza
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•
El otro lugar de encuentros era sin duda la
terraza del primer cuerpo del edificio. El punto
más importante. Bautista, el portero madrileño
que trabajaba como un animal limpiando todas
las veredas de la cuadra, había traído de España
a sus sobrinos sobrevivientes republicanos de la
Guerra Civil Española, Baltasar y Santiago que
junto con Cacho el hijo, formaban un trío de
contadores de historias sin fin.
Santiago había sido combatiente republicano
contra Franco, tenía marcas de balas en las
pantorrillas y, para demostrar que era posible
controlar el miedo caminaba descalzo por el borde
de la pared a unos 30 metros del asfalto. Tragaba
el humo de los cigarrillos y aguantaba el dolor sin
pestañear cuando se quemaba su propio brazo con
el cigarro. Si los ojos de Pedro no escaparon de la
órbita después de aquellas historias de locura y
muerte, nunca más escaparían. Cacho, Baltazar y
Santiago serían para siempre referencias únicas.
Santiago, blanco como el papel, hincha de River,
trabajaba de mozo en un bar de la calle Santa
Fé, donde invitaba a Pedro a tomar licuado
de banana con leche y sándwiches de miga
para convencerlo de que deje de ser de Boca
como Antonio y se transforme en riverplatense.
Tarea que, lógicamente, dio sus frutos. Pedro se
convirtió a la banda roja para siempre.
Licuado de banana con leche.
Bautista, el portero y fundador de la dinastía
española de la calle Paraguay, le proporcionaba a
Pedro otro lugar en la diversión o en la sorpresa.
Lo convidaba, a escondidas, a comer su almuerzo
particular a las diez y media de la mañana, mientras
su mujer lavaba ropa a domicilio. “Pedrito, ven
aquí y no le cuentes a tu madre coño”. Seis huevos
con panceta y cantimpalo, pan fresco y un café con
fernet de sobremesa. Maratón para el hígado.
57
Pero el primer castigo público fue también en el
edificio de Paraguay... y por Bautista. El lechero
pasaba todas las mañanas, subía en el ascensor los
siete pisos y, bajando por la escalera, depositaba
las botellas de leche llenas llevando las vacías y las
monedas que los inquilinos dejaban junto como
pagamento.
Una semana el lechero se quejó porque las
botellas vacías estaban, pero el dinero no. Fue
cuando Bautista preparó una trampa, se escondió
en la escalera detrás del ascensor y cuando vio
a Pedro robando las monedas de los vecinos lo
aseguró por las orejas y en un salto lo entregó a
la madre, que en la vergüenza no tuvo palabras.
Las monedas eran para comprar un mortero de
cristal para el Día de la Madre.
Decepción
58
Presidente Roca
•
La escuela mixta tenía un límite. Cuando Pedro
pasó a quinto grado tuvo que emigrar hacia
una exclusiva de varones. Fue allí, frente a los
Tribunales y al lado del teatro Colon, donde
conoció a su nuevo amigo, El Negro Ojeda.
Francisco Firpo se encaminó al colegio
Champagnat porque tenía más que ver con su
condición social. Era visto que escuela pública, un
hijo de una modista y de un empleado público
no era la mejor compañía para el heredero de los
grandes campeones de la raza negra. Francisco
terminó de adulto estudiando en Estados
Unidos y volviendo a la Argentina en calidad de
científico brillante del segmento agro ganadero.
Su inteligencia estaba marcada. Helenita Uriburo
seguía la misma doctrina y nunca más vió Pedro.
En compensación, El Negro le abriría las puertas
59
de un universo diferente. Era hijo adoptivo de un
matrimonio de ingleses, el viejo Redal, y su mujer
típicamente sajona. Impecables, educados y lógicos.
Vivian en la calle Carlos Pellegrini y Córdoba, en
un departamento discreto bien europeo, tenían
una quinta de 37 hectáreas, en Benavidez cerca
de Villa La Ñata. Allí el viejo Redal llevaba todos
los fines de semana a los dos amigos y los hacía
trabajar para aprender de la vida al tiempo que
reparaban la casa de fin de semana. Era cortar
caña, hacer zanjas, colocar alambres, arreglar el
tanque de agua, colocar piso de empedrado, pero
también era aprender a boxear, andar a caballo en
pelo, arrear las vacas y durante las tardes, libres
para jugar, ir al rio, o galopar. Cuando los padres
dormían la siesta religiosamente después de las
comidas típicamente inglesas, tortas de pescado
incomibles, pastel de papas y uvas de postre, Pedro
y El Negro se dedicaban a disfrutar lo prohibido.
60
Robaban cerveza de la heladera a kerosene y,
La escuela Roca donde Pedro conoció
su nuevo amigo y cultivó la pésima
costumbre de torturar al maestro
61
lo mejor de todo, empujaban el Ford 48 por tres o
cuatro cuadras para después dar partida sin que
nadie escuche y pasear clandestinamente por los
caminos de tierra antes que se despertaran los
dueños de casa.
El padre del Negro era presidente de una fábrica de
cerveza llamada Andes, lógicamente mendocina.
El dueño de la cervecería iba a veces a visitarlo con
su familia a la quinta que se llamaba “Vive como
quieras” en homenaje a los principios democráticos
del inglés. La familia del dueño era más o menos
común, más o menos linda y arreglada, con ropas
caras y claras. Menos la hija, que no era común: era
absolutamente linda, elegante, inteligente, con el
pelo claro hasta la cintura y unos años mayor que
los dos amigos de rodillas sucias.
62
De vez en cuando el dueño de la cervecería
invitaba a los amigos y a los padres a un paseo
por el Tigre a bordo de un crucero de madera de
20 metros llamado “Don Félix”. Tenía dos motores
diesel ruidosos. Y un lujo fantástico. El viejo Redal
como parte del aprendizaje mandaba a Pedro y
al Negro a limpiar las sentinas con un balde y un
trapo porque, como era de madera, el “Don Félix”
siempre hacía agua, para desespero de los amigos
que sólo deseaban estar en cubierta para ver a
la hija tomando sol mientras navegaban por los
canales marrones del delta del Paraná.
Pero no era solamente trabajo en la quinta,
Redal había comprado para el Negro un caballo
llamado “Malacara” indomable y rebelde de
cuatro patas blancas, y para Pedro sobraba “El
Mayo” un zaino manso con un hueso salido pero
muy bueno y obediente en los galopes diarios.
El casero Goyo poseía el arte del relato. Cuando
los amigos lo acompañaban al mercado de sulky,
el Goyo aprovechaba para contarle historias
extraordinarias de magias y apariciones, palabras y
mentiras que en los anocheceres se transformaban
63
en verdades peligrosas. Un quita-sueño.
La libertad de “Vive como quieras” tuvo un
episodio que cuestionó los principios y las
palabras.
64
“Aparecieron cuatro cantores ingleses, con voz
de mujer, pelos largos de flequillo y corbatita fina
que están teniendo un gran éxito en el mundo
entero, una vergüenza, espero que ustedes no los
escuchen”, dijo el viejo Redal. El negro fingió que
no los conocía, Pedro lo siguió en los argumentos y
por dentro de esa tarde de domingo de vuelta para
la capital cada uno de los dos tuvo la sensación
que el mundo tenía varios dueños. No solamente
diferentes verdades ni riquezas, sino, varias
maneras de ver, de leer al mundo que les tocaba
vivir. Era la primera vez que sentía los opuestos,
algo parecido a lo que los españoles contaban en la
terraza de Paraguay o los piamonteses en Córdoba.
Un mundo sin acuerdos. “Vive como quieras” era
una media verdad. Lo correcto hubiera sido “vive
como quieras... desde que te lo permita”.
El universo del negro Ojeda con caballos, campo,
trabajos manuales, intemperie, barcos, ríos,
cueros y vida rústica convertía a los amigos en
cómplices secretos. Se sentían diferentes, más
fuertes que sus colegas urbanos.
Durante todo el sexto grado Pedro y el negro
practicaban un pasatiempo infame que dejaba
loco al maestro Carbone y alegraba a todos los
compañeros.
Como Pedro tenía los dientes frontales separados,
había desarrollado una técnica de silbar sin abrir
la boca. El negro lo cubría con la espalda y cada vez
que Carbone se daba vuelta para escribir la lección
en el pizarrón, un agudo inundaba la sala del 6°
B. Carbone a veces fingía que no escuchaba y otras
se daba vuelta rápidamente sin suerte porque la
65
técnica de los amigos era muy depurada. Faltando
dos meses para terminar las clases, mientras hacían
la fila a las 12 tomando distancia del colega de
adelante con el brazo izquierdo, en un exceso de
confianza, Pedro inicio el odiado y festejado silbido
justo en el preciso momento en que Carbone
pasaba al lado. Previsible, el crimen no es perfecto.
Como un rayo de Mohamed Ali, un cachetazo
rápido cruzo la mejilla de Pedro que estalló en
llanto. Pedro padre, furioso con la inaceptable
venganza violenta del maestro, hizo un escándalo
cinematográfico en la dirección de la escuela, que
por su parte suspendió a Carbone hasta el próximo
año. Pedro, después de tomar clases particulares de
matemáticas, historia y geografía ganó la medalla
de mejor alumno del sexto grado de la Escuela
Nacional Roca entregada por el vice director que
había suspendido al injusticiado Carbone.
Premio inmerecido.
66
Sarmiento
•
Casi con los 13 cumplidos, Pedro ingresó en el Colegio
Nacional Sarmiento de la calle Libertad a media
cuadra de las cinco esquinas. El colegio, en el pasado,
había sido teatro de batallas campales entre facciones
estudiantiles “laica y libre” enfrentadas por el papel de
la religión en la educación. Inclusive, se decía que había
sido muerto o herido un alumno judío.
Carlos, el primo que había cursado hasta quinto
año en el Nacional, tenía guardado de recuerdo una
manguera con una cadena por dentro, que había
usado contra “los tacuaras” facción estudiantil de
corte fascista y antisemita partidarios de enseñanza
religiosa, que llamaban Libre.
Según su hermano Antonio, ¡otra vez política!,
el presidente Frondizi estaba en apuros,
por presiones de militares de radicales y de
nacionalistas que repudiaban el secuestro por
67
parte de Israel del criminal de guerra Adolf
Eichmann, practicado en secreto.
Los tiempos en el colegio estaban más calmos,
pero el choque de tener tantas materias
diferentes, y cada una con un profesor a
cargo, un grupo de celadores, ex alumnos que
vigilaban las conductas, era muy grande.
La vestimenta también había mudado
repentinamente, el delantal blanco de la escuela
primaria se había transformado en saco azul de tres
botones simples, pantalón gris de franela, camisa
celeste y corbata azul o roja. La valija era sustituida
por libros y cuadernos llevados en la mano, la tinta
tenía que ser azul y cada materia tenía un cuaderno
especial. En los recreos cada uno debía hacerse cargo
de los gastos. La vedete era la garrapiñada.
68
De los profesores, todos bastante adultos con
excepciones, Pedro tenía enorme respeto… menos
El patio del Colegio Sarmiento en
la calle Libertad. Escenario de los
primeros pasos adolescentes de Pedro
69
de uno, el de geografía. Se trataba de un personaje
que siempre tenía los cabellos grises y largos,
fumaba sin parar y tenía una narrativa con silencios
enormes. Al principio todos creían que el silencio
era para pedir silencio, pero no, era porque su
corriente cerebral tenía evidentes interrupciones,
lapsus entre frases y frases. Los colegas habían
descubierto que era perezoso y no leía las pruebas,
entonces la técnica era escribir con letra de médico,
ininteligible cualquier cosa que él no iba a leer,
cuanto más paginas mejor. Raúl, un colega, tenía el
arte de imitarlo cuando era llamado al frente.
70
Otros profesores despertaban sentimientos
diferentes. El viejo aristócrata de castellano
era absolutamente brillante y envolvente. Se
parecía físicamente a Churchill, elegante, con un
vocabulario súper culto, explicaba las normas y
reglas de un idioma imposible de difícil. Citaba a
Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Espronceda,
Victoria Ocampo, con una intimidad que parecían
sus hermanos. Los alumnos se sentían ignorantes
sin retorno. Pero con admiración. La profesora
de historia hablaba sin parar sobre Egipto y la
Mesopotamia, asirios y caldeos, el bronce y el hierro,
la escritura cuneiforme, con un detalle que dejaba
a la clase muda, más no de curiosidad. Cruzaba las
piernas de forma abusada provocando una guerra
interna para habitar las primeras filas. Pero de las
profesoras, la que más se destacaba era Nora, la
rubia de matemática. Discreta, elegante siempre
bien vestida con ojos marrones pequeños e intensos.
Linda! Las polleras que usaba no eran cortas como
la de historia, pero como eran justas, acompañaban
sus formas finas. Explicaba con cariño y paciencia
lo inexplicable, teoría de los conjuntos y un montón
de manías numéricas imposibles de entender porque
Pedro y sus colegas solo tenían ojos, orejas y corazón
para su belleza y sus movimientos
Pero el Sarmiento, como había sido antes el Roca,
o el propio French y Beruti, representó una nueva
71
etapa, tal vez pre-adulta o más o menos.
Pedro conoció en clase amigos, enemigos y
neutros. Los neutros eran los “tragas”, los que
tragaban libros. Siempre quietos, sin ruido,
tranquilos, educados, tímidos y un poco
temerosos. Eran dos mellizos de anteojos siempre
con nota 10, tres judíos uno más inteligente que
otro, dos católicos casi seminaristas, ricos de la elite
blanca, y otros que eran esforzados y mudos. Los
enemigos eran los que hacían ruido siempre, reían
de todo, no les gustaba nada ni nadie. El petizo
Bocadoro era el líder, aterrorizaba a todo el mundo
con sus groserías y amenazas. Los amigos de Pedro
sin querer fueron formando una minoría simple.
72
Daniel. De padres separados, músico autodidacta,
tocaba la guitarra de oído, había descubierto a
Tom Jobim y Baden Powel de Brasil, como Gerry
Mulligan y Oscar Peterson de Estados Unidos,
para transformarse en un seguidor compulsivo
de ellos. Usaba el reloj en la mano derecha porque
era zurdo, y su padre farmacéutico morocho
de pelo teñido, divorciado lo apoyaba en todo.
Su hermano estudiante de medicina tocaba el
bongó. Los dos fumaban y eran los “dueños” del
departamento donde vivían en la calle Moreno frente
al departamento central de policía. Los hermanos
administraban la casa como dos adultos.
Caruso. El más reservado, de una inmensa nariz,
tenía dos hermanos que estudiaban medicina,
era el único que usaba anteojos, sus padres eran
dueños de una casa de tapizados y muebles antiguos,
vivía enfrente del Cole en una especie de casas
comunitárias, o minibarrio, en el primer piso por
escalera. Pésimo en los deportes, extremamente
blanco de piel, Caruso no era muy aceptado por
los demás, pero Pedro sentía mucho cariño por él y
pasaban horas estudiando juntos.
Malbrán. Hijo de un científico famoso que creó
una fundación medica con su nombre. Era enorme,
73
rubio, con cara típica de judío, parecía un poco
tonto pero era de un corazón increíble, amigo
excelente. Cuando improvisaban partidas de rugby
en los momentos que faltaban a clase, previamente
programadas, las famosas “ratas”, Malbrán destruía
a sus oponentes con su potencia física. Ni Pedro,
entrenado en ese deporte, conseguía parar aquella
humanidad lanzada con las piernas que parecían de
un caballo desbocado.
Carlos Silveira. El estilo, lujoso en los modales, en el
estudio más o menos bien, jugaba rugby de medio
scrum, inteligente, el padre tenía un negocio de
moda, con novia declarada. Una chica linda del
equipo de hockey de Obras Sanitarias. Además
jugaba muy bien al futbol. Narigón, no era muy lindo
pero ni necesitaba, tenía ángel.
74
Raúl. El más bajo y fuerte de todos, el único que
no estudiaba de los libros porque memorizaba
de las clases teóricas, el mejor jugador de futbol,
Pintura de Raul. La vieja
estación de San Isidro,
hoy en el Tren de la Costa,.
75
disparado. La característica principal era su
observación, su ironía sobre todo, su mirada
profunda en cada momento de la vida. De una
risa tremendamente contagiosa. Su padre vendía
seguros, él vendía promesas.
76
Alejandro Petrone. Hijo de un artista de teatro
y televisión muy famoso, vivía en Colegiales en
una casa con pileta y cuadros donados al padre:
Castagnino, Carlos Alonso, Berni, todos amigos
comunistas del comunista Petrone padre. Había
en la entrada de la casa un cuero crudo abierto
en un bastidor de madera, con una pintura
de Martin Fierro hecha por Castagnino en
homenaje a la obra de teatro que Petrone había
presentado sobre el poema de José Hernandez.
Alejandro fumaba los famosos Jockey Club,
quería ser diseñador de autos de carrera, y
también tenía una novia. Cuando Petrone padre
murió después de una larga agonía, desfilaron
por la casa de Colegiales, además de los amigos,
centenas de celebridades de la época.
Pedro y Raúl estaban en la puerta cuando las
hermanas Legrand llegaron para la despedida
final.
Noche de gala, brillo y olor a flores de muerte.
77
El Bar
•
Daniel Santi, Carlos Silveira, Caruso, Malbran,
Raúl Silvestre, Alejandro Petrone y Pedro eran
los nuevos miembros de un pequeño ejército
particular. Pedro sentía que estaba creciendo.
Curioso.
Si el Negro Ojeda, que se había ido a un colegio
técnico, era el rey de las manualidades, llegó
a construir una guitarra eléctrica y un auto
impulsado con el motor de avión 049, la nueva
mafia de amigos eran completamente inútiles en
el aspecto manual, pero en compensación, muy
sensibles a los temas de la vida, sin leer un solo
libro. Siempre discutiendo.
78
Todas las tardes de los años siguientes, más o
menos a las seis, se encontraban en la heladería
Palomeque en la calle Cerrito, de la mano
izquierda cerca de la embajada de Francia,
En este jardin, hoy en la avenida 9 de julio cerca
de la embajada de Francia, se ubicaba
"Palomeque" la primera universidad de la vida.
79
donde después pasó la extensión de la 9 de Julio.
El dueño era un español que apostaba a los
caballos con los clientes y las carreras eran su
monotema, tenía una inmensa paciencia con los
adolescentes reunidos, que sin dinero pasaban
horas conversando con una Coca y dos helados,
sentados frente a frente en los sillones rojos. Eran
los tiempos del imbatible caballo de carrera Forlí
y de las chicas de la escuela de Bellas Artes que a
veces también iban al encuentro.
Palomeque.
80
Domingo en el puerto
•
En muchos domingos, a Pedro padre le gustaba llevar
Pedro a caminar por el puerto. A pesar de ser un
día no laborable, Pedro padre nunca desistía de su
corbata, traje gris o azul y sombrero de fieltro. A lo
sumo, como una excepción, usaba una campera de
cuero marrón, corbata y sombrero combinando color
natural o verde. En verano, manga corta y camisa
blanca. Los zapatos impecables siempre, marrón o
negro con cordones y medias blancas. Como caballo
de lechero, bajaban por la avenida Córdoba, cruzaban
Leandro Alem, y en ese punto Pedro padre contaba
siempre la misma historia. Señalando el edificio Atlas
o Alas, que era el más alto de Buenos Aires, explicaba
que Perón tenía un pasaje secreto que comunicaba
con la Casa Rosada para utilizar en caso de golpe de
estado o para atender a sus amantes. Pedro nunca
supo ni quiso saber si eso era verdad o mentira, pero
como lo había escuchado tantas veces lo tomo como
si fuese verdad, al final era una linda historia.
81
El paseo pasaba por los galpones de ladrillos rojos
y llenos de ratas, cruzaban el puente giratorio
que les permitía llegar a la Costanera y ver el
rio de la Plata entero. En las caminatas, muchas
veces hacían una pausa para saludar al tío Ñato,
hermano de Pedro padre, que era suboficial de
Prefectura, siempre impecable con su uniforme
marrón claro, camisa ajustada al cuerpo y una
gorra combinando. Entraban los Pedros en la
repartición para tomar un café y agua fresca. El
ambiente simple y limpio. Cuidaban del puerto.
Tal vez el primer contacto directo de Pedro con
la política fue en uno de esos domingos antes del
almuerzo de la familia, el único día que estaban
todos juntos.
82
Después de cruzar el puente, a la sombra de las
grúas negras que hoy están en exhibición, un
hombre flaco, de pelo gris, alto y ligeramente
encorvado, con un traje oscuro, discutía
En el hoy elegante Puerto Madero, discutieron
ayer los estibadores con el entonces presidente
Illia. Los depositos eran un criadero de ratas.
83
tranquilamente con unos estibadores corpulentos
que lo rodeaban con respeto. Era el presidente
Arturo Ilia, un médico radical que poco tiempo
después los militares encabezados por el ultra
católico Onganía derrocarían con la justificación
del peligro de la vuelta del demonio del peronismo
y su líder Juan Domingo.
Pedro tuvo ese recuerdo por muchos años, y
comenzó a entender el pensamiento de Pedro
padre: “Este hombre es muy bueno, demasiado
para pelear entre lobos”. Política no era para
médicos. Lobos eran los sindicalistas algunos
leales a Perón, otros que disimulaban y hacían
acuerdos corporativos con empresarios. Lobos
eran los militares y su cruzada anti-todo que no
fuese la familia argentina y la religión católica.
84
Una frase que comenzaba a escribirse en todas las
paredes, baños de bares, escuelas y hospitales.
Dos palabras. Perón Vuelve, o dos letras. P/V
Gonzalez, el médico
•
Pedro padre antes de su casamiento había
protagonizado un episodio, no mínimo, raro. De
repente, un día, no se despertó. Quedó inmóvil en
la cama. Rápidamente fue internado en el hospital
Rivadavia y después de varios intentos y pruebas
clínicas, el equipo médico decidió llamar al cura
que atendía el hospital para darle la extrema
unción. Esas palabras finales de despedida de la
Tierra. El problema era que Pedro escuchaba todo,
sin poder manifestarse.
Un joven médico llamado González pidió
permiso a la dirección para hacerse cargo del
misterioso caso. Por suerte y por una terapia que
el médico nunca quiso explicar para la familia,
Pedro comenzó a mover los pies hasta despertarse
definitivamente por los siguientes 47 años.Ese
Gracias a la Vida selló un pacto de amistad y
agradecimiento eterno.
85
González vivía con su hermana, tenía un hijo
adoptivo y en su consultorio de la calle Paraná
y Córdoba atendió a la familia durante toda su
vida. A los pacientes pobres no les cobraba, a
la familia de Pedro tampoco, pero con los ricos
compensaba los costos. Practicaba la profesión de
una manera casi religiosa, era especialista en vías
respiratorias, había creado una vacuna que evitaba
la gripe y fortalecía los bronquios y era aplicada a
todos sus pacientes.
86
Las consultas siempre eran largas, y como Helena
confiaba ciegamente en su ciencia, cada seis meses
la familia entera tenía consultas individuales.
Como González amaba el arte, y tenía la
particularidad de dibujar paisajes con birome
Bic negra, era esa una buena excusa para poder
comunicarse con Pedro hijo. En forma paciente
y con un poco de temor después de esperar en
silencio dos horas para la consulta marcada,
generalmente a la tarde, Pedro escuchaba los
diagnósticos de arte después de los médicos. “No
es posible que te guste la arquitectura moderna
con sus líneas rectas, no entiendo porque detestás
esos monumentos, casas y palacios, llenos de
curvas, columnas y detalles. Observa la vida, la
naturaleza, ni el mar en el horizonte tiene líneas
rectas, la vida es curva, la recta es una abstracción
del hombre”. Bien, para semejante afirmación
venida de un profesor de más de 60 años,
lógicamente Pedro no tenía respuestas.
Sólo sospechas.
En su rutina medica, González seguía un paso
a paso metódico, comenzaba por el peso, por la
altura, por la resistencia a la presión de los huesos,
por los reflejos, el color de las uñas y del fondo
de los ojos, el olor y color del orín y el estado de
la garganta, el aliento. Después con estetoscopio
escuchaba el corazón y los pulmones, con los
dedos presionando revisaba los órganos internos,
con pequeños golpes escuchaba el eco. Presionaba
87
las manos en todo el cuerpo. Una vez vestidos,
los pacientes cómodamente sentados y con una
luz filtrada y suave, contaban sus problemas
personales de cualquier índole. Celos, divorcios,
económicos, sexuales, profesionales, familiares,
escolares etc. Era muy difícil evitar las confesiones,
porque, mejor que cualquier cura, esa era parte
de su arte, extraer lo que estaba pasando, física
y psicológicamente. “Vos vas a tener más suerte
en la vida que tu hermano. Él, desgraciadamente,
esconde, encapsula todo lo que siente, vos al
contrario, tus ojos te delatan, tu personalidad es
más abierta, si conseguís protegerte tendrás un
buen futuro”. Pedro salía hasta con las piernas flojas
del consultorio con tanta información.
Para volver a la vida propia, precisaba de
sus amigos, de los chistes, peleas, mentiras y
tonterías de Palomeque.
88
La tribuna
•
En los hechos, la heladería era la segunda escuela,
o la primera universidad, y en ella se comenzaban
a escribir los primeros pasos da cada uno de los
amigos.
Raúl confesó una tarde que no seguía más en el
Nacional, no sólo porque odiaba historia y física,
sino porque quería ser pintor. La escuela de Bellas
Artes que estaba a la vuelta del Sarmiento sería su
nueva casa. La Negra Toledo, novia de Alejandro,
también estudiaba arte. Alejandro se afirmaba
cada día más en los proyectos de autos de carrera
comprando libros que explicaban las maravillas
que ofrecían las nuevas aleaciones metálicas, que
combinaban flexibilidad, rigidez y poco peso. El
cromodileno. Sus pelos eran cada vez más largos y
sus manos amarillas de tabaco.
Carlitos Olivera seguía rigurosamente los pasos
89
de su padre. El colegio era simplemente una
preparación para administrar el negocio, hacerse
hombre, ser más rico, comprar una casa en
Pinamar, casarse con Marcela y continuar el molde
trazado por los padres. De política no quería saber,
sólo miraba y escuchaba.
Malbrán tenía su futuro escrito en el apellido,
porque la clínica de la familia era muy exitosa,
pero fiel a su ser tranquilo acompañaba las
conversaciones multitemáticas con respeto. Nadie
conseguía apartarlo de su eje, solamente una vez
los amigos lo vieron fuera de sí. En respuesta a
una provocación absurda de Bocadoro en el tercer
recreo, Malbrán sacó un directo al mentón, en el
mejor estilo Monzón, dejando al petiso nocaut en
el medio del patio. Los celadores fingieron no ver,
los compañeros festejaban.
90
Daniel, tal vez por ser de una personalidad
absolutamente independiente, era el más rebelde
y cético. Las polémicas entre Pedro, Raúl y Daniel
eran interminables. A ninguno le gustaba perder
o reconocer. Ni empatar. Pedro era especialista en
buscar argumentos de cualquier lado, no aceptaba
los absolutos. Raúl, al contrario, siempre era
dueño de ideas simples y respuestas cortas. Los
blancos eran blancos y los negros, negros. No había
intermedios. Daniel, tal vez era una mezcla de
los dos. Caruso pensaba más por las ideas de los
hermanos que por él mismo.
En el único punto en que todos concordaban era
en el tema de las mujeres. Novias aparte, nadie
sabía cómo era eso de amar en serio, en la cama,
como en las películas francesas. El gordo Nuñez,
personaje siempre bien vestido que había repetido
el año por no estudiar y que no era de la barra,
tenía una serie de fotos de mujeres desnudas que,
decía, habían sido fotografiadas por él mismo.
La mentira era gigante, pero al mismo tiempo
despertaba la curiosidad en todos los amigos sobre
91
el verdadero origen de esas fotos reveladoras.
Nunca supieron. Mujer seguía siendo un misterio.
El presidente militar Juan Carlos Ongania,
después de nuevo golpe, esgrimía un montón
de palabras difíciles: “revolución argentina,
corporativismo, anticomunismo etc. etc.”
pero cuando prohibió la minifalda ganó
inmediatamente la enemistad de todos los jóvenes
varones, principalmente en edad de merecer.
Un dinosaurio de bigotes.
92
El DKW y Un hombre y una mujer
•
Entre los autos de moda estaban los novísimos
"milicento" de Fiat y el DKW. Ambos tenían un
atributo fundamental, abrían las puertas delanteras
para atrás. Eso convertía al momento en que las
mujeres entraban o salían con minifaldas en el
mejor espectáculo de la tierra. Minifalda y puerta
era una combinación imperdible. Uno de los
pasatiempos predilectos de los amigos era caminar
por las veredas de la calle Charcas en el sentido
contrario del flujo y por el lado que los autos
estacionaban para, discretamente, divertirse con
las escenas gratis de intimidad que ofrecían las
mujeres y las puertas abiertas de los DKW o Fiat.
De las películas italianas o francesas que eran
obligatoriamente discutidas en la heladería,
hubo una que fue la reina exclusiva, Un hombre
y una mujer, de Claude Lelouch, con Anouk
Aimée y Jean-Louis Trintignant. Una simple y
93
linda historia de amor que fue motivo de largas
polémicas. “La bossa nova no era original”, decía
Daniel. Raúl consideraba la historia simplemente
ridícula e imposible, principalmente la escena
del surtidor de gasolina en que el piloto entra
fumando. Para Pedro, la escena donde en el
restaurante del hotel, él solicita una cama en
lugar de comida, le parecía inteligente. Malbrán
sólo afirmaba y Carlitos era fanático por la
escena del encuentro en la playa, el famoso
beso. Pero había una curiosidad que la película
desafiaba. ¿Cómo seria amar en la vida real?
La intrusa
•
Gradualmente, una polémica señora entro en la
heladería corriendo el año 66: Miss Política.
Raúl, con su experiencia en las artes plásticas,
incorporó varios amigos al grupo, y con
sus silogismos lógicos declaraba que estaba
comprometido con la vuelta de Perón y con todas
las fracciones.
O se estaba con los gorilas de Ongania y los
mitristas del diario la Nación o se estaba con el
pueblo peronista.
Esas propuestas cayeron como un elefante en una
cristalería, una bomba en la heladería.
94
Carlitos Silveira definitivamente se declaraba
apolítico, y tenía muchas sospechas sobre los
movimientos populares “Esa gente no estudia, ¿qué
pueden aportar?”, defendía.
95
Daniel, escondido en el humo de un cigarro, decía
que lo importante era hacer cosas por uno mismo,
música, arquitectura, escribir, lo colectivo no lo
entusiasmaba mucho y no tenía paciencia para
discutir sobre eso.
Pedro era conectado con el mundo, sabía que la
sociedad, palabra de moda, tenía una dosis alta
de injusticia y a veces de absurdo, pero no conocía
los caminos. Retumbaban en su cabeza los
pensamientos del padre, de Antonio su hermano,
de Carlos el primo y las memorias de Santiago
y su España republicana o de los gritos italianos
de Córdoba. Nada era simplemente claro.
Alejandro, Malbrán y Caruso acompañaban las
discusiones como si viesen un partido de tenis.
Completamente neutros.
96
Fatalmente, el grupo comenzaba a tener divisorias
de aguas. Raúl, Pedro, Daniel y Alejandro
formaban la brigada de los contestatarios y rebeldes
y frente a las convenciones de las personas del
Barrio Norte, inventaban modos para provocar.
Caminaban descalzos, hablaban del Che Guevara
a los gritos en todo lugar. Raúl, cuando volvían
de Colegiales en tren, se ataba con las cadenas del
furgón de carga y gruñía como si fuera un león a
cada persona que pasaba.
Comenzaban, inducidos por Daniel,
a experimentar las primeras borracheras con
ginebra Bols.
Detestaban el tango de los mayores, porque era
cuadrado, triste y antiguo. El pensador Manrique
sintetizaba una frase que el ejército particular
odiaba: “todo tiempo pasado fue mejor”. El
tango Cambalache era la mejor expresión del
pesimismo, y ellos nunca aceptarían caer en
esa trampa depresiva. Piazzola sí representaba
lo nuevo y por eso era tan atacado por los
conservadores, en cambio “las tardecitas de
97
Buenos Aires tienen ese que se yo”, parafraseaba
Pedro lleno de entusiasmo.
Los artículos de la revista Primera Plana, que su
hermano leía, eran de corte económico y político
muy difíciles para Pedro. Alejandro leía filosofía
e ingeniería, Daniel con su guitarra improvisaba
música y Raúl polemizaba con el mundo,
inspirado en Picasso, Juan Gris y Van Gogh.
Rebeldes con causa.
98
15
•
El único espacio ajeno a las discusiones, para
Pedro, era el rugby. Como su padre era de la
comisión directiva del club Obras Sanitarias fue
fácil convencer a Pedro de integrar los equipos
de base. El entrenador Costa, todos los martes y
jueves, sometía a los jóvenes promisores a largas
jornadas de footing, trabajo de manos, carreras
con cambio de paso y repeticiones del scrum, line,
y formaciones móviles. Era famoso por su barriga
y por su infatigable presión sobre los jugadores en
acción.
Llamaba por el nombre de cada uno de los
jugadores en el medio del partido.
Apoyaba de afuera las jugadas y tácticas.
Corré!,
Pasala!
Tapá!
Takleá!
Poné bolas Pedro!
99
Al piso!
Hacé la francesa!
Quik!
En fin, eran las instrucciones a viva voz de una
persona aparentemente dura pero muy querida.
Los sábados eran los días de los partidos. Antes
de cada enfrentamiento, Costa repetía “ustedes
van a ser en la vida lo que demuestren en la
cancha en estos 80 minutos”. Después de un
accidente en la ciudad de La Plata, que representó
la pérdida de los dientes frontales y una seria
lesión en las rodillas, el rugby fue sustituido por
una nueva pasión, los veleros
Otra escuela.
100
Gómez
•
Antonio, su hermano mayor, que había comprado
un velero de madera, inscribió a Pedro en un curso
de navegación a vela. La teórica era dada por un
alemán llamado Shenkel, que con lógica y paciencia
explicaba el abc del arte de vela. La teoría de la
descomposición de la fuerza en vectores de diferentes
direcciones, resistencia de materiales, historia y
presente, hasta los enunciados de Arquímedes y
la teoria de los vasos comunicantes. Las prácticas
estaban a cargo de Gómez, un ebanista español
amante de la vela y los barcos. Eran sábados de curso
práctico en el club Barlovento con la sensibilidad de
Gómez en el timón, analizando los vientos, el cielo,
las nubes, las ondas y todos los modos de navegar
combinando la dirección del viento con el rumbo
deseado. Había sido grumete en veleros pescadores
en España. Era el rey de la previsibilidad. Tenía el
don de pensar antes todo lo que podía suceder. Tal
vez la mejor lección de vida y de vela.
101
Juncal
•
Antonio, como consecuencia de las eternas peleas
con su padre, cuando consiguió el primer trabajo
en el departamento de estadísticas y censos del
ministerio de Economía en función de sus notas
elevadas, alquiló un “bulín”, como él mismo decía,
en la calle Juncal y Alem.
Se trataba de un departamento hecho en forma
artesanal aprovechando espacios sobrantes en la
azotea de edificio, casi no tenía ventanas, paredes
inclinadas, 2 metros de altura hasta el cielo raso,
desniveles y paredes curvas. Una pieza y una
sala comedor y un estar con un ventanal fijo de
vidrio a ras del piso. Fue en ese departamento
que Pedro comenzó a fumar los Particulares sin
filtro y tener una vida más independiente de la
familia, padre y madre.
102
Antonio volvía solamente a la noche, porque
La puerta de servicio era la
entrada para una nueva vida.
Libros, cigarros y reuniones
103
después del trabajo daba clases de economía en el
colegio Carlos Pellegrini. Así, el departamento era
zona libre de Pedro y su petit comité. Fumaban,
conversaban, espiaban a la vecina cuando tomaba sol.
Un día, con la excusa de una supuesta fiesta,
Pedro llego a invitar a Mirta Moisesovich, amiga
de Carlos Silveira, a visitar el departamento. Visita
con segundas intenciones que naturalmente fracasó
cuando Mirta se encontró frente a frente con Pedro
y descubrió que no había ninguna fiesta.
Antonio a veces lo llevaba a cenar a los restaurantes
populares de la avenida del Libertador, donde
tomaban vino de la casa, o le enseñaba a comer
chucrut con cerveza en Adams, un lugar típico
frente al monumento a Leandro Alem en la plaza
San Martin. Otro punto preferido por Antonio era
el pasaje Tres Sargentos, cruzando la plaza.
104
La vida adolescente pasaba rápidamente y todos
los días nuevas revelaciones sorprendían a Pedro.
Graciela, que sería la futura esposa de Antonio y
madre de sus hijos, se instaló en el departamento
después de separarse de Luis, amigo de Antonio.
Su legado era una colección enorme de libros y
autores, fanática de Agatha Christie, seguidora de
Simone de Beauvoir, de Sartre, de Miguel Ángel
Asturias entre otros.
Rápidamente los estantes se transformaron en
una librería, con reproducciones del Greco,
apuntes de estadísticas y economía, libros, libros,
libros. Antonio y Graciela hacían reuniones con
amigos para conversar sobre temas, asuntos,
historias del momento que Pedro ignoraba
por completo. Polemizaban sin fin, sobre El
Desierto Rojo de Antonioni o de Rocco y sus
Hermanos, por sus implicancias sociopolíticas.
Era imperioso que Pedro tuviese que aprender
porque no entendía nada.
Los 11 años de diferencia parecían 30
105
Todos en la mesa
106
•
La muerte del Che en Bolivia mereció enormes
consideraciones por parte del grupo de los mayores.
Graciela, muy sentida con la noticia, decía que había
que entender como antes y después de Guevara. Que
una vida expuesta por los ideales no era algo común en
nadie. Pedro padre, para descomponer más las relaciones
ya comprometidas con el hijo mayor y nuera, afirmaba
que Guevara había sido muerto y traicionado por
Fidel, que como todo dictador no acepta otra opinión.
Helena suplicaba tranquilidad en casa. Pedro y Helena la
hermana, sólo escuchaban. En la mesa, esa noche estaba
Hugo, padrino de Pedro, de paso por Buenos Aires, que
compartía con Pedro padre la tesis de asesinato de Che
por Fidel y anunciaba que no quería polémicas, sólo
quería distraerse con una buena película en Buenos
Aires. “Distraerse?”, preguntaba Antonio, “el cine es
para pensar, si querés distraerte andá a un parque de
diversiones o a la cancha de futbol”. Evidente, eran
noches pesadas y llenas de palabras.
El turco
•
Momentos menos intelectuales e inteligentes
eran los paseos en el Herón, el velero de madera
recién comprado por Antonio. Pedro como
grumete, Graciela como cocinera y Antonio
como capitán, a los gritos, recorrían el rio Luján
hasta la desembocadura. Llegaban a veces hasta
Olivos en momentos de rara tranquilidad. Cuando
recibían amigos, los paseos eran más divertidos,
principalmente cuando el Turco Seragopián, ex
colega de Antonio en el colegio Pellegrini, llegaba
con Mariela, su novia colombiana. Antonio reía
mucho con ellos, se transformaba, era la compañía
que lo dejaba más tranquilo. El Turco, era y parece
que sigue igual, absolutamente atrevido y nada
le parecía imposible. El mundo del dinero y los
negocios convertía todo en algo próximo. Tenía
un Fiat 600 blanco que algunas veces prestaba
para que Pedro aprendiese a manejar o pasear con
Antonio.
107
Fin de curso
•
Por razones de conducta, Pedro se vió
provisoriamente alejado de sus cómplices porque
tuvo que terminar la secundaria en otro colegio, el
Bernardino Rivadavia. Fin de curso con una vivencia
muy especial, el año había sido contaminado por un
hecho singular, el Mayo Francés.
Agradable era saber que aquella ciudad venerada
por los adultos como la luz del mundo estaba
siendo contestada por millares de estudiantes en
las calles y trabajadores en las fábricas. Las frases
pintadas en las paredes de Paris eran reproducidas
en el boca a boca de las clases o en los recreos:
Prohibido...
Haga el amor...
Consiga lo imposible...
En fin, nuevas maneras de entender el mundo.
108
Beatles, Bossa Nova, los pintores de vanguardia,
el Institulo Di Tella, nuevas tendencias de la moda,
minifaldas, autos coloridos de traccion delantera
Pedro trataba de convencer a su padre, sin suerte,
que nuevos tiempos estaban llegando
Fue influenciado por el Mayo Francés cuando una
discusión con el director de la escuela casi le cuesta el
diploma. Pedro se negaba a cantar el Himno Nacional
Argentino porque lo consideraba innecesario e inútil,
decía que el mundo era mayor y más importante que
un país. Finalmente tuvo que ceder al director, frente
a la amenaza de repetir el año.
Experiencia.
109
Cordoba, otra vez
•
Después de fracasar en el examen de arquitectura
en Buenos Aires, el 20 de julio de 1969 Pedro
embarcó en el Peugeot 404 de Hugo, el padrino,
rumbo a Córdoba, su nueva futura ciudad. En la
ruta 9 escuchaban en la radio en tiempo real, otro
momento fenomenal.
Neil Armstrong saltaba a la superficie de la
luna. Hugo, como buen ingeniero, explicaba el
importante paso tecnológico. El hombre frente a
la naturaleza. Y el módulo era la nueva palabra
de orden.
110
Pedro, viviendo en la casa de La Gringa en el
cuarto de Juan Carlos, su primo, comenzó a
trabajar en el departamento de instalaciones de
cristales templados de la fábrica Cive del primo
y del padrino Hugo. Su jefe, el Negro Urquía
sería su guía profesional. Horas de tablero con
tecnígrafo, papel vegetal y lápices H4.
Córdoba era un polvorín. Una enorme rebelión
había derrocado al presidente Ongania y los
cordobeses eran extremamente orgullosos de ese
protagonismo. Cordobazo
A los 18 años, Pedro comenzaba todo de nuevo.
Los amigos habían quedado en Buenos Aires, la
“novia” Cristina Reinaldo que cumplía los años el
mismo día que él, los hermanos, los padres. En fin,
todo en el Rio de la Plata.
Con la tutoría del primo Juan Carlos, Pedro
fue conociendo nuevos personajes. Primero
fue la novia de Juan, Alicia Carriazo con la que
mantenía una amistad enorme, igual que con la
hermana Pucho. La casa donde vivía Alicia en el
Cerro de las Rosas era un punto de encuentros de
todas las formas étnicas y políticas.
Usos y abusos, todos mayores que Pedro con lo
111
cual lo transformaron en la mascota porteña.
Amigos de Juan y de su hermano Antonio como
Nachi, el negro Laje, el Toto, El negro Cara de
Molde, el novio de la otra hermana de Alicia,
la Baby, que era abogado de los sindicalistas,
el Nilo Silvestrone, fotógrafo espectacular
que había registrado las escenas de la policía
montada reprimiendo en el Cordobazo para la
revista Siete Días, entre otros.
La rutina diaria se dividía entre el trabajo en la
fábrica, los estudios para el próximo examen de
ingreso a arquitectura y las noches en la casa de
Alicia con Juan y las compañías presentes. Los días
de frio comían sopa de remolacha con pan francés.
Delicias
112
Una vez fueron todos de caravana para Villa María
para recibir al amigo intelectual recién formado
en máster de matemáticas, Ignacio Unzain. El
padre, Francisco, un vasco genial y gigante, tenía
una fábrica de pinturas de cal llamada Oñate, una
casa muy linda y grande donde se hospedaron
todos los amigos. Fueron días de asados y cuentos
cordobeses inolvidables. Ignacio, con el pasar de
los años, abandonó las matemáticas, se casó con
una porteña linda llamada Graciela, se dedicó a
la moda y hasta los días de hoy mantienen una
cariñosa amistad con Pedro el Fa, la mascota.
Los estudios de arquitectura llevaron a Pedro
a inscribirse en la facultad de Córdoba, donde
conoció a la secretaria que atendía los trámites
estudiantiles. Olga, separada, con 42 años,
tenía tres hijas y unos ojos negros enormes y
penetrantes. Manteniendo una conversación
fluida cada vez que Pedro llegaba a la secretaria,
un día Olga le pregunto si conocía la sierra
porque necesitaba planificar las vacaciones con
sus hijas. Pedro afirmó que conocía la región de
Icho Cruz como la palma de la mano desde la
113
infancia. El sábado siguiente Olga y Pedro estaban
en las ollas del rio San Antonio tomando sol en
las piedras. Como era invierno y la secretaria
no había llevado malla, se zambulló al rio en
bombacha y corpiño negros, al tiempo que Pedro
lo hacía en calzoncillos blancos... Fatalmente, la
dinámica del paseo termino como no podía ser de
otra forma y en una desaparición relámpago de
Pedro por una semana, para desesperación de su
tutor Juan Carlos. Los exámenes de arquitectura
fueron aprobados con excelentes notas.
Iniciación.
114
Vivorazo
•
Otra explosión social encontró a Pedro subido a
una camioneta Peugeot, acompañando al grupo
de la fábrica: El gordo Baez, El negro Urquia
y muchos más, gritando contra el gobernador,
pidiendo que renunciase el presidente y muchas
cosas más. Corrían en Córdoba nombres nuevos en
los sindicatos: Tosco, Atilio López, Salamanca, el
petiso Páez, que según explicaban eran diferentes a
los de Buenos Aires como Rucci o Lorenzo Miguel
y otros. Los diarios citaban organizaciones que
no figuraban en el diccionario político hasta el
momento. Montoneros, FAR, FAP, ERP, Socialismo
Nacional, Trotskismo y todos los ismos posibles.
El gobernador cayo, y después el presidente fue
reemplazado por otro militar, Agustín Lanusse,
que empezó a tirar la toalla frente a la presión
del “Luche y vuelve” escrita en las paredes de la
república.
115
La casa de Alicia a esas alturas se había convertido
en casi un parlamento donde se discutía de todo y
con todos. El viejo Carriazo actuaba de moderador
hasta que la paciencia se le terminaba. Para
Pedro todo era novedad. Los discursos, las peleas
políticas, o sindicales.
Los Gigantes. Con frío o con calor montaban las
carpas, tomaban vino en botas españolas, hacían
asado y caminaban bastante. A veces practicaban
tiro al blanco con una carabina 22. Los chistes
cordobeses era el asunto principal.
Naturaleza agreste con "Negrazón y Chaveta"
Una noche el primo Juan Carlos puso una pistola
32 en el cinto de Pedro para que lo acompañase
a la fábrica de madrugada porque los obreros
estaban amenazando parar los hornos que
moldeaban los cristales de parabrisas. Pedro, sin
mucha conciencia, actuaba como guarda espalda
de Juan, que gritando con “los compañeros” logró
convencer del error que significaría esa acción. Los
obreros querían aumento de salarios y co-dirigir la
fábrica. Tiempos difíciles.
116
Mucho más tranquilos eran los paseos por la
montaña . A Juan, Alicia y sus amigos les gustaba
hacer campamentos en las sierras, o escaladas a
117
Buenos Aires y arquitectura
•
Pedro recibió una propuesta de volver a trabajar
en la sucursal de Buenos Aires. Según su primo,
las personas en la Capital eran viejas y se
necesitaba sangre nueva. Para Pedro significaba
volver a los amigos, a la “novia” Cristina y a la
familia. Sólo que tendría que rendir de nuevo
el examen de arquitectura, el mismo que había
aprobado en Córdoba.
Arquitectura fue excelente, Cristina no.
118
El trabajo en la sucursal tampoco, porque no le
dejaba tiempo para estudiar. De nuevo en Paraguay
749, Pedro, por recomendación de su hermano, que
en ese tiempo trabajaba en la Patagonia, consiguió
un empleo como dibujante, cadete y “lo que se
necesite”, en el estudio de arquitectura de Celia
Ursini de la calle Esmeralda y Juncal, frente a donde
vivía Helena Uriburu.
Juncal y Esmeralda , en el quinto piso Pedro trabajaba de
dibujante-cadete en el estudio de Celia.
Cora le enseñaba los trucos del tablero y otros mas.
119
120
La rutina era estudiar de mañana, trabajar de tarde
hasta las seis para llegar a la Ciudad Universitaria
en tren a las siete. La primera arquitecta del estudio,
Cora, le enseñaba los trucos para diseñar en el papel
por horas, sin arrugar: colocar talco en las manos
y mantener el pulso firme, limpiar las puntas de
las lapiceras siempre y evitar que las cenizas de los
Particulares se desparramen en el plano. Celia, la jefa,
hacía unos trazos a mano alzada y Pedro lo pasaba
a limpio según la técnica de Cora. Pedro estaba
alucinado con Cora, principalmente por la manera
que cruzaba las piernas bajo el tablero y por sus ojos
color de miel escondidos atrás de los anteojos negros
y grandes. Pero como era casada, Pedro nunca tuvo
coraje de avanzar ni un centímetro. Por miedo.
Las tardes eran con música en la sala de arte
escuchando Vinicius, Geraldo Vandre o Simon &
Garfunkel, cuando no tenía que recorrer el centro
haciendo tramites o compras para el estudio. A las
cinco, sin falta, tomaban un té con limón y galletitas
Criollitas con manteca. Zelia, el marido, Cora y Pedro.
Daniel
•
Un amigo de Cora que colaboraba con el estudio
en las presentaciones, se acercó a Pedro por las
afinidades de gusto y de personalidad. Estudiante
de arquitectura más avanzado mantenía una
relación extraña con su novia Marecy, que termino
casada con su mejor amigo, Agustín. Posiblemente
Daniel fuese gay, lo cual en la época era difícil de
aceptar. Daniel y Marecy eran una pareja despareja,
menos en los trabajos prácticos. Tenían un estudio
en Parque Patricios donde se concentraban en los
tableros para los trabajos prácticos en arquitectura.
Daniel, de familia rica, era partidario de un tal
Posadas, locamente trotskista y Marecy lo apoyaba.
Agustín era seguidor de Abelardo Ramos, escritor
semiperonista-semisocialista. Lentamente Pedro,
por osmosis y por pasado, se fue interesando cada
vez más por la política, la sociedad y la historia.
Tiempo, espacio y arquitectura.
121
Conoció en la facultad a Marina, también de
familia rica, militante del Partido Socialista
de los Trabajadores. que como parte de la
simpatía le ofreció un empleo de fotógrafo
en el diario que su partido editaba, Avanzada
Socialista. Marina vivía con una amiga en la
calle Salguero y Las Heras, camino a la Facultad,
por lo cual muchas noches, en el regreso,
Pedro hacia una parada técnica en la casa
de la amiga militante, que lentamente se fue
transformando en un poquito más que amiga.
Asi, Pedro fue comprometiendose cada dia mas
con las historias obreras descubriendo lecturas
y personas diferentes al tiempo que Marina
conocia la vida a dos.
Poitica y amistad no eran enemigos.
122
1973
•
Pedro padre estaba bastante enfermo,
recuperándose de una operación de cáncer de
próstata, jubilado y secretamente deprimido. La
vida no era la que él hubiese preferido, tenía sueños
no realizados y si su relación con Helena hija, era
excelente y cariñosa, no sucedía lo mismo con
Antonio con quien tenía un diálogo no diálogo.
Con Pedro se daba bien a pesar de no aceptar
ese trabajo sin futuro, ni la posición política muy
juvenil para su gusto. Le gustaba mucho discursar
sobre las bondades de los tiempos idos como
cuando disfrutaba de la casa de fin de semana en
Don Torcuato, del Chevrolet 47, o del Ford 35
con motor V8, del equipo de fútbol que dirigía en
Obras Sanitarias, de los viajes a Córdoba. O de las
historias maravillosas que contaba Teresa cuando
volvía de Estados Unidos o Europa
Para peor de los males, para Pedro padre, Perón
123
amenazaba volver a la Casa Rosada. Helena la
madre, también jubilada por fuerza después de
perder judicialmente la casa de moda de la calle
Esmeralda, cuidaba de la familia, de su marido
y de su hermana Adela, recién separada y “sin
lugar donde caerse muerta”. Era un momento
melancólico después de tantas historias prósperas
vividas por la familia.
militares achicados estaban entregando el oro, y las
mayorías silenciadas mostraban su idioma.
El 6°21 de Paraguay 749 seguía siendo el centro de
la familia, ahora más pobre.
Pedro, ese día, antes de ir a votar, estaba con su
nueva amiga Nora, camarada de ruta y compañera,
disfrutando de unos fideos con tuco en un bodegón
de Villa del Parque, enfrente de la estación de tren.
Como parte del itinerario de un fotógrafo
profesional iniciante, Pedro conocía escenarios
nuevos. Eran reuniones partidarias, huelgas,
retratos, manifestaciones fotografiadas e
historias contadas que convivían con sus
estudios de arquitectura.
124
El “Perón Vuelve” se había transformado en
“Cámpora al gobierno Perón al Poder ”, los
El 11 de marzo de 1973 Argentina vuelve a votar.
Los radicales y los militares pierden ante Héctor
Cámpora que libera a los presos políticos y abre las
puertas a Perón, ex-prohibido.
125
Ezeiza
•
A pesar de que el periódico donde trabajaba no
compartía el entusiasmo de la vuelta, “a pata
o en camión, a Ezeiza con Perón”, no podían
desconocer el hecho.
Ni apoyo crítico ni enemigos. Opositores
El 20 de junio, Pedro se levantó rápido y después
del café con tostadas y manteca, consiguió llegar
hasta Liniers con el tren de Once. El y su máquina
fotográfica. Una Voigtländer simple y manual con
una lente de 50mm.
126
El acto dónde el mítico líder daría su discurso era
en el puente El Trébol, en el cruce de la autopista
Ricchieri y la ruta 205, a tres kilómetros del
aeropuerto. Fueron horas de caminata mezclado
con Banderas, gente con vinchas en la cabeza,
personas emocionadas en lágrimas caminando
Parado en el techo de la casilla de energia frente al palco,
Pedro intento hacer una foto panoramica.
El puente que era para Peron, termino siendo de Osinde.
127
sin parar. Voces al viento, música y gritos, sueños,
bronca, esperanza. No había ricos, eran los
descamisados de Perón en la superficie del asfalto
en un día de sol.
Cuando Pedro llegó frente al palco donde
Leonardo Favio hacía las veces de presentador,
subió a una casilla de cemento de unos tres
metros de altura para poder fotografiar aquellas
imágenes increíbles. Millones de personas por los
cuatro cantos, miles de banderas y estandartes,
gritos de emoción en un atardecer rosa. No
entraba en una cámara fotográfica semejante
espectáculo Popular.
esa imagen única. Sus retinas temblaban, las
manos también.
Fue en ese momento cuando sintió un silbido
continuo y una mano amiga y firme lo empujó
hacia el piso: “Cuidate hermano, nos están
cagando a balazos”. Hubo al menos 13 muertos y
360 heridos.
El general no habló.
¿Un millón? ¿Dos?
128
Colocó la camara en forma horizontal, respiró
hondo, y comenzó a disparar cliques girando el
cuerpo 360 grados en el sentido horario para
hacer una panorámica que más o menos reflejase
129
1o de julio
•
Después del acto fallido y trágico del puente
de Ezeiza, Perón, va a leer “Las 20 verdades
justicialistas” aclarando su posición sin dar lugar
dentro de su propuesta a muchos que lo seguían
con otros sueños.
El 23 de setiembre, Juan Domingo Perón gana la
tercera presidencia por demoledora mayoría y diez
meses después, el 1o de Julio de 1974, la muerte
interrumpe su mandato.
Pedro padre, que siempre soñaba con ver al líder
muerto, porque estaba convencido que era la única
salida para el país, no lo pudo ver. El cáncer se lo
llevo lentamente en su cama de la calle Paraguay,
días antes de ese 1o de Julio.
Pedro se mantuvo a su lado hasta el beso final.
130
El silencio grita
40 años despues…
•
Magda, la hermana de María, tuvo la suerte y el arte de casarse o de
heredar una parte de la fortuna de Héctor, el padre de Alejandro.
Viuda, falleció a los 80 años en Buenos Aires
Adela, la tía, murió de una infección generalizada como
consecuencia de picaduras de mosquitos "borrachudos" cuando
disfrutaba de vacaciones en el litoral norte de São Paulo, Brasil.
El doctor Faverio murió en su consultorio de la calle Arenales.
Corazón.
María, La Gorda, volvió a su tierra querida, Vedia. Vivió sus últimos
en la casa de su hermano.
Francisco Firpo tuvo seis hijos. Científico ligado a las semillas y
zootecnia. Murió en Estados Unidos en 2010. Una vida brillante.
Antonio, el hermano mayor, fue economista de varias provincias,
tuvo dos accidentes fatales que lo arrastraron al alcohol. Murió del
corazón en la sierra de Córdoba en los brazos de su enésima mujer.
Dejó cuatro hijos, Martin, Marcela, Mariana y Andrés, siete nietos
y miles de amigos, Pedro y Helena todavía lo lloran.
Pepe Bertolucci, jubilado y soltero, volvió a Mar del Plata para pasar
sus últimos años de vida junto a los hermanos, reyes del yeso en las
obras de la ciudad.
Helena, la hermana, se casó con un ingeniero automotor,
construyeron casas en Olivos y Cariló, un velero de competición,
un auto sport, viajaron mucho, jugaron tenis y hoy viven en la
montaña de Piamonte cerca de su hija Carolina y de los nietos
Hugo, el padrino de Pedro, dirigió el departamento de ingeniería
y altos hornos de la fábrica de cristales templados de Córdoba.
Casado, tuvo un hijo y sorpresivamente murió del corazón o de
disgusto al comprobar que su mujer era alcohólica.
132
Mari, La Flaca, se casó con un marinero negro en una comunidad de
Ensenada.
Helenita Uriburu, después de ser cantora de bossa nova con Agustín
Pereyra Lucena, se casó con Eduardo Escasany, tuvo dos hijos y se
dedica al negocio agropecuario.
Carlos, el primo, fue de todo un poco en la vida, extra de cine,
vendedor de seguros y ladrón. Murió de un ataque cardíaco a los
30 años.
Arturo Frondizi, después de crear una nueva corriente política,
murió en Buenos Aires a los 86 años de causas no declaradas.
Tuvo momentos brillantes y otros tremendos, como cuando
apoyó el golpe de Videla.
Anibal Trolio, tal vez el más emotivo de los tangueros del 40,
133
murió como vivió y tocó, en el límite.
Carlos, el padre de Carlos, marido de Adela. Trabajaba en "prensa"
en el departamento de mensajes, correos y servicios. Vivía de
noche y dormía de día. Una mañana no despertó.
El padre Miguel, figura singular del Santísimo Sacramento, terminó
su carrera en la curia romana. Su marca fue siempre la discreción
y paciencia.
Teresa, la hermana de Helena la madre. Después de bajar del
ascensor del Empire State en Nueva York, sintió falta de aire y
mareos. Los análisis del hospital norteamericano diagnosticaron
cáncer. Tuvo seis meses de vida. Murió en el año 1944. La casa de
moda fundada por ella sobrevivió unos años.
Carlos, marido de Teresa, tío de Pedro padre, era motorman de
tranvía en Buenos Aires donde conoció a los Bartolucci. Dejó viuda a
Teresa siendo muy joven.
Rosa, la abuela de Pedro. Murió a los 90 años. Después de vivir en la casa
de moda en el dormitorio que sería de Helena, la hermana. Siempre
vestida de negro. Amaba el mar.
derrame cerebral. La fábrica y los negocios pasaron a su mujer. Sus
perros también.
El yugoslavo Rebreg fue encontrado muerto en el rio San Antonio. La
creciente y el alcohol fueron más fuertes.
Bea, la hermana de Juan Carlos, se casó con un ingeniero de caminos
fanático del fútbol, Atilio, que nos años 70 deslumbrado con la potencia,
compró el pase de Mario Kempes en Bell Ville y después lo vendió al
club Instituto de Córdoba.
Juan Carlos. Tuvo una vida de rey al comando de la fábrica de cristales.
Viajes, mujeres, autos cero kilómetro y comidas riquísimas, se casó con
una abogada, tuvo dos hijas.
Alejandro, el vecino del " tercero", asumió el negocio del padre en la
calle Paraguay. Vive en el sexto piso al lado del ex departamento de
Pedro. Navega en el Río de la Plata y anda de moto.
Baltasar, administró el bar de la Avenida de Mayo que compró con
la ayuda de Santiago. Ambos murieron con una diferencia de
semanas. De pena. Solteros.
Bautista, el portero, no pudo con su corazón.
134
Rina. Delegó la dirección de la fábrica a su hijo mayor, Juan, y se dedicó a
la familia y los nietos. Un ACV apago su humanidad inquieta. Terminó
tranquila en un sofá con la cabeza en Piamonte.
Cacho, el hijo de Bautista, militó en política en Europa y falleció en
Buenos Aires.
Carlos, el marido de Rina. Estuvo en cama por años después de un
El negro Ojeda fundó una fábrica de muebles de cocina con la
135
herencia de los padres adoptivos. Casado, tuvo dos hijos y
recuperó la chacra "Vive como quieras". No anda más a caballo
por el ciático.
El viejo Redal murió el día en que Brasil fue campeón en Mexico, en
1970.
El maestro Carbone terminó siendo director de la escuela y participó
del movimiento Peronismo de Base.
Bocadoro, como más o menos estaba previsto, vende pizza a
domicilio en el barrio de La Paternal.
Daniel. Después de casado tuvo una recaída con el alcohol.
Recuperado en AA, administra la farmacia del padre. No hace más
música. Su hermano sigue firme en la medicina particular.
Caruso. Mantiene con sus hermanos el negocio de tapicería artística
en la calle Libertad.
Malbran abandonó la firma del padre y se dedica al negocio
inmobiliario en Barrio Norte.
Carlos Silveira vive en Miami. Dueño de casas de artículos
electrónicos, tiene hijos y mujer norteamericanos. Después de la
muerte de los padres no volvió a Buenos Aires.
136
Raúl. La política paso a la historia, sus principios no. Administra
una orquesta de tango y da clases de pintura digital. "Si Picasso
viviese, no usaría pinceles", afirma en su pedagogía.
Alejandro Petrone terminó jubilándose de profesor de ingeniería
automotor. Divorciado tres veces, prefiere el silencio del espejo al
ruido de la familia.
González. El médico de cabecera de la familia. Soltero, vivió
ejerciendo la medicina hasta meses antes de su muerte.
Inteligencia y talento.
Monzón, seguramente el mejor boxeador argentino de todos los
tiempos. Mató a su pareja y murió en accidente de auto en una
salida de la cárcel por buena conducta. Ídolo.
Claude Leluch, Anouk Aimé y Jean Luis Trintignac formaron
una trilogía inolvidable en la película un hombre y una mujer.
Romance en blanco y negro.
Jorge Manrique. Escritor español renacentista.
Alberto Costa. Entrenador de rugby
Alberto Gómez. Ebanist, natural de La Coruña, instructor de vela
y de vida. Un profesor inolvidable.
Mirta Moisesovich. Se casó un judío del once. Linda, esta más rica
que antes.
Graciela. Con Antonio tuvieron cuatro hijos maravillosos.
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El mayor, Alejandro, murió intoxicado en Mar del Plata,
ella en un accidente automovilístico camino al "Pajas Blancas" en
Córdoba. Economista, intelectual, bonita y curiosa.
Una vida malograda.
Luis, amigo de Antonio y ex de Graciela. Abandonó la economía por
la música de cámara. Soltero, pasa sus días en Córdoba.
Rocco y sus Hermanos, película que relata la posguerra en Milán.
Amor y lucha de clases. La preferida de Antonio.
Nilo Silverstone. Murió en la Patagonia.
Ignacio y Graciela. Empresarios en el ramo de vestimenta. Padres
de 4 hijos. Continuan siendo unos de los mas queridos amigos de
Pedro, o el Fa.
Olga. Sin rastro.
El turco Seragopian y Mariela se casaron en Roma, donde viven
hasta hoy en puente aéreo Fiumichino-Ezeiza.
Tosco, Atilio López, Salamanca, el petiso Páez. Líderes sindicales de
izquierda del cordobazo y viborazo.
El negro Urquia y el gordo Báez, sin rastro.
Rucci y Lorenzo Miguel. Dirigentes sindicales peronistas
Cristina Reinaldo. Arquitecta. Se casó con un arquitecto rico.
Dirige un estudio en Palermo Soho.
Celia Ursini y Cora, Arquitectas
Alicia Carriazo. Separada de Juan, vivió en España, donde estudió
dirección de cine. Se casó con el negro Cara de Molde. Vive en el
Cerro de las Rosas, en la misma casa de los encuentros. Felices.
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Del Toto y el negro Laje sin informaciones
La Baby, hermana de Alicia. Psicóloga jubilada. Abuela
Daniel. Profesor de arquitectura. Abandonó la política y con ayuda
del padre fundó un estudio de arquitectura avant garde en el
Barrio Norte.
Pucho. Bióloga profesora universitaria y científica prominente. Sigue
en la investigación. Inteligencia
Agustín abandonó la arquitectura y la politica, se dedica a la guitarra
flamenca y su mujer Marecy a la decoración de interiores. Viven en
Parque Patricios.
Nachi, uno de los mejor amigos de Antonio. Jubilado y siempre
calmo, como cuando era instructor de alpinismo.
Marina, después de ser candidata a diputada, se casó con un
dirigente bancario y abandonó la política.
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Nora. Ex-candidata a vicepresidenta de la formula encabezada por
Coral, se mantiene en la política, como puede.
Leonardo Favio. Actor, director, y cantautor. Murió.
Helena la madre vivio 97 años, sus últimos días en Córdoba,
anotando en su agenda mental todos los detalles de la familia,
nacimientos, muertes y enfermedades. En su último cumpleaños
declaró que la vida, sin poder caminar, sin poder ver nítidamente,
sin poder escuchar lo necesario, era fatalmente absurda.
Pedro. Cambió la arquitectura y la política por el periodismo de
celebridades. Se casó con una brasilera, tiene tres hijas, vive en
Brasil, tiene un velero en puerto seco, cuatro yeguas y su pasión
por el rugby la sigue… por internet
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Muito mais que 50 m2
Conheci o apartamento no sexto andar da rua Paraguay, 749, em julho de
1991. Era minha primeira vez em Buenos Aires. Chegamos à 1h da manhã,
com muito frio. Aquele pequeno espaço habitado por Helena me abrigou
com amor e carinho. Já sabia de algumas histórias ocorridas lá; outras,
fiquei sabendo lendo o livro que Pedro (ou El Fa, apelido carinhoso que o
pessoal de Córdoba deu a ele) escreveu em algumas poucas tardes na nossa
casa, que fica a quase 3 mil quilômetros de distância.
Neste momento, não é a geografia que importa, mas as lembranças que
se fixaram em alguma parte escondida da memória. Bastou remexer um
pouquinho, para que fragmentos desta vida, vivida desde sempre com
emoção, travessuras, medos e descobertas, viessem à tona. E é lindo
perceber que apesar dos anos que se passaram, Pedro (ou El Fa) continua
com a mesma energia de sempre para enfrentar desafios.
Um desses desafios está agora em suas mãos. Nunca foi escritor, mas
compôs estas linhas, que falam da vida de um garoto até a sua juventude,
pincelando momentos da história de uma Argentina que moldou mentes e
corações, que separou e uniu amigos. E, o melhor de tudo, sem censura para
revelar fatos que poderiam muito bem estar apenas em sua memória.
Hoje, o endereço do Paraguay, 749, sexto piso, 21, já não pertence à
família, mas está lá para provar que em 50 m2 muita coisa acontece. E se
um Pedro (ou El Fa) não coloca no papel, pode se perder para sempre em
meio ao turbilhão de fatos que povoam uma vida.
Assim como eu, espero que desfrutem dessas páginas com
muito prazer e alegria. E que cada palavra sirva para também nos
lembrarmos de nosso passado, com carinho e paixão. Afinal, é nossa
história, pessoal e intransferível.
Rosângela Espinossi

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