violencia y poder en el pensamiento político de habermas y hannah
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VIOLENCIA Y PODER EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE HABERMAS Y HANNAH ARENDT Adilson Silva Ferraz1 RESUMEN: En la obra de Habermas hay solamente un ensayo (El Concepto de Poder en Hannah Arendt) dedicado específicamente a analizar la obra de Arendt. Como fue publicado en 1976, no hubo oportunidad de una respuesta de Arendt a las críticas presentadas, pues ella había fallecido un año antes. La controversia surgió porque Arendt denominó “política” la situación en la que están excluidas todas las formas de dominación, reservando a todo lo demás la denominación de “pre político”, un espacio marcado por el uso de la violencia. Concluimos que violencia y poder serían fenómenos que no podrían excluirse mutuamente de forma absoluta y que la deficiencia principal de las filosofías de Arendt y Habermas es, por lo tanto, excluir completamente la racionalidad instrumental en favor de una eticidad intersubjetiva ideal. Palabras Clave: Hannah Arendt, Habermas, Violencia, Poder, Política ABSTRACT: There is only one essay in the thought of Habermas (Hannah Arendt’s Communications Concept of Power) dedicated to analyze the work of Arendt. As it was published in 1976 there was not opportunity for a response of Arendt to the critics presented, because she had died a year earlier. The controversy arose because Arendt called "political" the situation in which is excluded all forms of domination, reserving everything else the term "prepolitical", an area marked by the use of violence. We conclude that violence and power phenomena could not exclude themselves absolutely and that the main foible in the philosophies of Arendt and Habermas is, therefore, exclude completely the instrumental rationality in favor of an ideal intersubjective ethics. Keywords: Hannah Arendt, Habermas, Violence, Power, Politics. . INTRODUCCIÓN En la obra de Habermas hay solamente un ensayo – El concepto de poder en Hannah Arendt – dedicado específicamente a analizar la obra de Doctorando en Filosofía en la Universidad Católica Argentina – UCA, Doctorando en Derecho en la Universidad de Buenos Aires – UBA, con Maestría en Filosofía en la Universidade Federal de Pernambuco – UFPE. [email protected] 1 174 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 Arendt. Como fue publicado en 1976, no hubo oportunidad de una respuesta de Arendt a las críticas presentadas, pues ella había fallecido un año antes.2 La controversia surgió porque Arendt denominó “política” la situación en la que están excluidas todas las formas de dominación, reservando a todo lo demás la denominación de “pre político”, un espacio marcado por el uso de la violencia. A pesar de los dos filósofos utilizaren el concepto de acción, difieren claramente porque Arendt no utiliza la idea kantiana de uso de procedimientos, no reconociendo un nivel de acción ideal (que asegura ser un parámetro regulador para los discursos) y otro factual. En el caso de Habermas, el nivel ideal corresponde a las reglas del lenguaje y al potencial desarrollo de la acción comunicativa, situada en lo que efectivamente ocurre en el mundo de la vida, con todas sus distorsiones, juegos de intereses y manipulaciones del poder. En otras palabras, para Habermas esa dualidad se sustentaría en la medida en que lo ideal estaría inevitablemente presupuesto en el lenguaje, mientras que Arendt sería excesivamente idealista y conservadora en su intento de importar de la Grecia clásica la distinción aristotélica entre teoría y praxis, y utilizar la tricotomía entre labor, trabajo y acción como un recurso aplicable al mundo contemporáneo, provocando una pérdida de la crítica. Habermas (1980: 110) afirma que Arendt formuló un concepto de esfera pública que excluiría las formas de dominación presentes en el mundo de la vida. La elección por el modelo de la polis por Arendt trajo a la crítica de Habermas algunos problemas apuntados por él como inherentes al concepto de lo político de Hannah Arendt: a) la exclusión de todos los elementos estratégicos de la esfera política, cuando los definió como violencia; b) el aislamiento de la política de los contextos económicos y sociales en la cual está 2 En toda la obra de Arendt encontramos solamente una referencia directa a Habermas, en los apéndices de Sobre la Violencia, en la que parece exaltar el filósofo y antever el camino que lo llevaría a alejarse de Marx: “Jürgen Habermas, um dos mais perspicazes e inteligentes cientistas sociais da Alemanha, é um bom exemplo a respeito das dificuldades que estes marxistas ou ex-marxistas encontram em desfazer-se de qualquer parte da obra do mestre. (ARENDT, 1994: 74) Em seu recente Technik und Wissenschaft als Ideologie, Habermas menciona inúmeras vezes que certas categorias-chave da teoria de Marx, tais como luta de classes e ideologia, “não mais podem ser aplicadas sem causar transtorno (Umstandslos)”. 175 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 inserta a través del sistema administrativo; c) la no comprensión de las manifestaciones de la violencia estructural. Poder y Violencia en el Pensamiento de Arendt A forma extrema de poder é o Todos contra Um, a forma extrema da violência é o Um contra Todos. (ARENDT, 1994: 35) En el comienzo del texto Sobre la Violencia, escrito entre los años 1968 y 1969, Arendt dice que sus reflexiones fueron motivadas por los eventos y debates en torno a las guerras y revoluciones del siglo XX – la revuelta estudiantil, las confrontaciones raciales en los Estados Unidos, el temor de una guerra nuclear, la guerra del Vietnam, etc. –, resaltando que el desarrollo técnico para el implemento de la violencia alcanzó un nivel tal que ningún objetivo político podría justificar su uso. Arendt parece sorpresa en constatar que la violencia raramente haya sido elegida como objeto de consideración especial en la historia del pensamiento y percibe un consenso entre los teóricos de la política, sea de ideologías izquierdistas o derechistas, tales como las de Marx, Weber, Mao Tsé-Tung, Bertrand de Jouvenel, en el sentido de considerar la violencia la flagrante manifestación del poder. La siguiente frase de Charles Wright Mills sintetiza el entendimiento que Arendt quiere rechazar: “Toda a política é uma luta pelo poder; a forma básica do poder é a violência.” (MILLS, 1956: 171) Habría confusión entre los términos violencia (violence) y poder (power), así como en relación a las palabras clave vigor (strenght), fuerza (force) y autoridad (authority), por ello ella afirma que es triste el estado de la ciencia política en su época. Arendt reconoce que estos conceptos no son aislados y que suelen encontrarse entrelazados en el mundo real. Distingue el vigor como la característica de lo individual, que se ligaría a un objeto o persona, y que 176 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 prueba a sí misma en la relación con otras cosas o personas: “Em seu uso corrente, quando falamos de um “homem poderoso” ou de uma “personalidade poderosa”, já estamos usando a palavra “poder” metaforicamente; aquilo a que nos referimos sem a metáfora é o “vigor” (strenght).” (ARENDT, 1994: 36) Asimismo el vigor del individuo más fuerte podría siempre ser sobrevalorado por los muchos que están en acuerdo con el propósito de arruinar su vigor. La fuerza todavía sería un medio de coerción y debería ser reservada a indicar las “fuerzas de la naturaleza” o a la “fuera de las circunstancias” (la force des choses). Poseería autoridad aquel que recibe reconocimiento incuestionable y obediencia por aquellos a quien se pide que le obedezcan, en una situación donde no son necesarias ni la coerción ni la persuasión (péithein). No había en la Grecia antigua tal concepto, que tiene origen romana, distinguiéndose de la auctoritas, que pertenecía al Senado, y de la potestas, que competía al pueblo (cumpotestas in populo, autorictas in Senatu sit). La palabra auctoritas deriva del verbo augere que significaba aumentar, desarrollar, hacer crecer, volver uno o cualquier cosa más fuerte, de lo cual viene el término auctor, aquel que no es el constructor (artifex), sino aquel que ha inspirado la obra. Así, la autoridad romana dependía de la vitalidad del espíritu de su fundación, en virtud de lo que era posible aumentar, desarrollar y ampliar las instituciones, tal como ellas habían sido fundadas por los antepasados. Para Arendt, la autoridad se había perdido con el fin de la tradición 3 y no se restableció ni a través de revoluciones – exceptuándose la americana de 1776, que logró fundar algo nuevo, todas fracasaron, terminando en restauración o tiranía porque fueron incapaces de instaurar la constitucio libertatis – ni por medio de las tendencias conservadoras que a veces hacen 3 En A Crise na Educação Arendt comenta sobre los posibles efectos indeseables de la ausencia de autoridad en el mundo contemporáneo: “Se nós removermos a autoridade da vida política e pública, isso pode significar que a partir de agora uma igual responsabilidade pelo rumo do mundo pode ser exigida de qualquer um. Mas isso pode também significar que as exigências do mundo e seus reivindicações de ordem estejam sendo consciente ou inconscientemente repudiados; toda responsabilidade pelo mundo está sendo rejeitada, a responsabilidade de dar ordens não menos do que para obedecê-las.” (ARENDT, 2005: 186) 177 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 uso de la opinión pública. (ARENDT, 2005: 91-141) Desde el seminario de Arendt, en 1967, intitulado The Legitimacy of Violence, podemos reconocer la distinción que quedaría clara en Sobre la Violencia, cuando ella dice que “Em geral, violência sempre surge da impotência. É a esperança daqueles que não têm poder (consentimento ou suporte das pessoas) de achar um substituto para ele – e essa esperança, penso eu, é em vã.” (YOUNG-BRUEHL, 2004: 413) La violencia y el poder serían opuestos, y a la vez excluyentes: pues donde uno está presente el otro está ausente. La violencia sería un fenómeno apolítico y se distinguiría por su carácter instrumental. Junto a otras herramientas sería el medio de ampliar el vigor natural. El poder, a su vez, según Arendt, “corresponde à habilidade humana não apenas para agir, mas para agir em concerto. O poder nunca é uma propriedade de um indivíduo; pertence a um grupo e permanece em existência apenas na medida em que o grupo conserva-se unido.” (ARENDT, 1994: 36) Por ello Arendt afirma que cuando un grupo político desaparece, se desvanece también el poder. Como señala Abreu, el poder deriva de la acción, que es una cosa imprevisible. Ninguna finalidad podría ser considerada como medida para evaluar el poder originado, pues eso significaría imponer fines a la acción, lo que quitaría su carácter. (ABREU, 2004: 39) La violencia siempre dependería de la orientación y del objetivo que la dirige, en cuanto que el poder superaría todas las metas y no necesitaría de justificación, siendo inherente a la propia existencia de las comunidades políticas. Asimismo considerados como fenómenos distintos en su estado puro, la violencia y el poder usualmente aparecerían juntos, sin embargo la violencia tendría siempre el potencial de destruir el poder. Por ello, Arendt dice que “do cano de uma arma emerge o comando mais efetivo, resultando na mais perfeita e instantânea obediência. O que nunca emergirá daí é o poder.” (ARENDT, 1994: 42) Un individuo que use de la violencia, un Estado que se utiliza de los medios tecnológicos de destrucción en masa o que implante la forma totalitaria de gobierno, estaría siempre 178 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 aumentando su vigor, y nunca su poder. Así que Arendt afirma que la forma extrema de poder es lo todos contra uno, y la forma extrema de violencia es lo uno contra todos. Observa aún que si la estrategia de la no violencia de Gandhi hubiera encontrado un enemigo diferente – la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler o el Japón del preguerra – el resultado no hubiera sido la descolonización sino el masacre y la sumisión. (ARENDT, 1994: 42) La violencia no tendría como causa la irracionalidad. Sería identificada con la acción instrumental, aquella en la que el individuo calcula su acción de modo a obtener el mejor resultado: “A violência, sendo instrumental por natureza, é racional à medida que é eficaz em alcançar o fim que deve justificála.” (ARENDT, 1994: 57) También son consideradas formas de violencia la mentira, el silencio, el tabú, que se ligan a la degeneración de la relación entre verdad y política, y podrían siempre impedir la formación de la política. En el totalitarismo habría una evidencia del potencial violento del silencio y del tabú. Esto es evidente cuando Arendt habla que “Mesmo na Alemanha de Hitler e na Rússia de Stálin, era mais perigoso falar sobre campos de concentração e extermínio, cuja existência não era segredo, do que emitir concepções “heréticas” acerca de anti-semitismo, racismo e comunismo.” (ARENDT, 1993: 232) El terror de la dominación totalitaria había traído la evidencia de la vitoria de la violencia sobre el poder cuando hay confronto entre los dos. En esa forma específica de gobierno basada en la violencia, el poder sería extinto por el control total ejercido por el Estado. En Verdad y Política Arendt comenta a cerca de la mentira en cuanto elemento inserto en la política: Ele é um ator por natureza; ele diz o que não é por que ele quer que as coisas sejam diferentes daquilo que são – isto é, ele quer mudar o mundo. Ele tira proveito da inegável afinidade de nossa capacidade de ação, de transformar a realidade, com esta misteriosa faculdade que nos capacita a dizer “O sol está brilhando”, quando está chovendo torrencialmente. [...] Em outras palavras, nossa habilidade para mentir – mas não necessariamente nossa habilidade para dizermos a verdade – é dos poucos dados óbvios e demonstráveis que confirmam a liberdade humana. Que nós podemos mudar as circunstâncias sob as quais vivemos se deve ao fato de sermos 179 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 relativamente livres delas, e é esta liberdade que sofre abuso e é pervertida através da mendacidade. (ARENDT, 1993: 246) En un primero sentido, el secreto y la falsificación deliberada estarían ligados a la acción, que es la capacidad de instaurarnos lo nuevo, para predisponernos a imaginar que las cosas pueden ser diferentes. No obstante, en el ensayo Mentira en la Política, Arendt denuncia cuanto la mentira deliberada está impregnada en la política citando el caso de los documentos del Pentágono, donde había una espantosa cantidad de informaciones mentirosas. Esa política mentirosa no era destinada al enemigo, pero sino que sería de uso interno, a fin de engañar al Congreso y persuadir la opinión pública. (COURTINE-DÉNAMY, 1994: 358) De ese modo, no niega que en la esfera pública los agentes oculten intenciones: Quaisquer que sejam as paixões e emoções que podem existir, e quaisquer que sejam suas conexões com pensamento e razão, certamente estão no coração humano. E o coração humano não é só um lugar de escuridão que, com certeza, nenhum olho humano pode penetrar; as qualidades do coração precisam de escuridão e proteção contra a luz do público para crescer e manter o que significam, que os mais profundos motivos não são para se mostrar no público. (ARENDT, 1990: 96) El discurso podría estar siempre ubicado en el ámbito de estos fenómenos, y ser incluso utilizado como una forma de violencia. André Duarte nos recuerda que no se trata de afirmar que la mentira y la manipulación constituyan la propia esencia del discurso político, sino de reconocer la imposibilidad de extirparlas de ese dominio e impedir que se vuelvan los elementos centrales en la esfera pública. (DUARTE, 2000: 185) De otro modo, el discurso no crearía lo nuevo, pero sino que escondería y destruiría las nuevas perspectivas. El concepto de poder en Arendt se distingue del de Weber, según el cual el sujeto usa de la coerción, de la amenaza de sanciones, o persuasión para alcanzar el éxito, en la forma de una acción racional con relación a un objetivo (Zweckrational). 180 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 El poder significaría la probabilidad de realizar la propia voluntad, en una relación social, aunque en cara a la resistencia.4 Arendt reserva al concepto de violencia lo que Weber llama de poder, o sea, la capacidad de imponer su voluntad al comportamiento ajeno utilizando de los medios disponibles. El poder sería identificado con la capacidad de actuar en concierto. Arendt no niega que la política posea sus objetivos, pero acredita que perdería su sentido se estuviera condicionada a metas, no distinguiéndose, de este modo, la guerra o la fabricación. En la esfera pública que se desenvolvería la acción, mientras que la oikia, la esfera privada, sería el lugar de la tiranía, de la jerarquía, de la desigualdad, del dominio de individuos unos sobre otros, o sea, de la violencia. Para la filósofa, el poder sería siempre originado por la acción, la capacidad del hombre de empezar algo nuevo -, expreso en la natalidad, principio de la política por excelencia. Política y Consenso Habermas así como Arendt reconocen que hay violencia en la esfera pública y que esta se disemina a través de la racionalidad instrumental, todavía sus formas de entender el modo de actuar de los sujetos y el consenso son distintas. Para Arendt, la acción ocurre cuando los sujetos actúan en concierto, Habermas, por otro lado, sitúa la acción comunicativa en un momento anterior, ligado a los supuestos del uso del lenguaje que se fundan en un objetivo común: el llegarse a un consenso. O sea, para Arendt la política representa lo nuevo, mientras que para Habermas el fin de la acción parece ser el propio consenso, habiendo, por lo tanto, un objetivo para la política, que podría ser alcanzado “instrumentalizándose” el lenguaje, haciendo de él procedimiento Weber (2004: 15-16) afirma en Política como Vocação: “Especificamente, no momento presente, o direito de usar a força física é atribuído a outras instituições ou pessoas apenas na medida em que o Estado o permite. O Estado é considerado como a única fonte do “direito” de usar a violência. Daí “política”, para nós, significar a participação no poder ou a luta para influir na distribuição do poder, seja entre Estados ou entre grupos dentro de um Estado.” (WEBER, 1974: 98.) 4 181 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 hacia el que los sujetos se deben adecuar deductivamente.5 Como explica Abreu, la tentativa de alejar la homogeneidad a través de la pluralidad tiene como consecuencia la imposibilidad de una unidad de discursos por medio de un consenso. (ABREU, 2004: 57) Aunque un entendimiento pueda ocurrir entre los agentes, su acción puede no ser direccionado hacia él. Arendt está contra cualquier tipo de masificación que pueda retirar de la política su espontaneidad, y aunque el sensus communis instaure alguna objetividad compartida, no habría recetas o fórmulas capaces de por sí hacer esa adecuación, una administración de esa realidad inestable: “A realidade da esfera pública conta com a presença simultânea de inúmeros aspectos e perspectivas nos quais o mundo comum se apresenta e para os quais nenhuma medida ou denominador comum pode jamais ser inventado.” (ARENDT, 1998: 57) Para Arendt hay también entendimiento en cuanto resultado del discurso, pero ese no es necesariamente su propósito inmediato sino una consecuencia que ocurriría concomitantemente a la propia acción, sin nada que garantice su existencia. Así ocurriría porque la propia razón de ser de la política sería la posibilidad de disenso. Como afirma Aguiar: “É em razão das diferenças que surgem as relações políticas, as promessas e os pactos originadores da esfera pública. Quando não existe diferença o espaço público torna-se supérfluo.” (AGUIAR, 2001: 77) Arendt busca demonstrar que la historia está marcada por presentar este ambiente pre político, de manipulación, dominación e instrumentalidad, y 5 Las análisis de Schmitt, en su ensayo A Situação Intelectual no Sistema Parlamentar Atual, revelan cuanto puede fallar la concepción de que una unión entre procedimentalismo y teoría del discurso podría dar cuenta de las contradicciones sociales. Sería una característica del liberalismo acreditar que la discussion substituée a la force, y que todo el progreso se concreta por medio de instituciones representativas, por la discusión y por la racionalidad. Sería resultado de la creencia en los derechos individuales – principalmente la libertad de expresión y de imprenta – y la tentativa de su adaptación al público. La idea de un government by discussion sólo se mantendría basada en esa creencia en la discusión y publicidad. La situación del sistema parlamentar en la época de Schmitt había vuelto crítica justamente porque la evolución de la moderna democracia de masas volvió la discusión pública una simples formalidad vacía. Deberíamos notar el hecho de que en la democracia las personas son políticamente determinadas e interesadas, como ciudadanos gobernados y gobernantes, en el poder o en la oposición, pero de cualquier modo, encuadrados en categorías políticas. En la esfera política, no se podría abstraer el hecho político. Lo que no excluiría el uso del discurso mientras “[...] um intercâmbio de opiniões com o objetivo de convencer o opositor de algo verdadeiro ou correto, por meio de argumentos racionais.” (SCHMITT, 1996: 8-12) 182 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 que el mundo hoy vive bajo el signo de la individualidad y no del público. Debido a eso, serían pocos los momentos en la historia en que habría una acción comunicativa libre de todas las formas de dominación y la política sería para ella el “tesoro perdido”: “Como tal, a coisa política existiu sempre e em toda parte tão pouco que, falando em termos históricos, apenas poucas grandes épocas a conheceram e realizaram.” (ARENDT, 2006: 50) La idea de que la política es marcada por el uso de la violencia sería en verdad un antiguo prejuicio: “A concepção segundo a qual a política existiu sempre e em toda a parte onde existiram e existem homens, é ela própria um preconceito: o extinguir-se da coisa política pertence a essas tendências objetivamente demonstráveis dos tempo modernos.” (ARENDT, 2006: 85) No sería posible equivaler el control de los sujetos al control del lenguaje, y eso por sí sería ya una forma de violencia. Establecer los límites del discurso apriorísticamente va en contra de la espontaneidad y de lo nuevo, pues sería propio de las relaciones entre los hombres la imposibilidad de mensurar tales fronteras. Los dos pensadores creen en la posibilidad de la existencia de una condición consensual que escapa al predominio de la instrumentalidad, en la que hay ausencia de violencia y coacción, ocurriendo cuando todos los participantes interactúan en situación de igualdad. El consenso constituiría el punto de partida para Arendt, mientras que para Habermas parece ubicarse como un estado final. Para este último, el consenso perfecto podría ser alcanzado solamente cuando las instituciones que canalizan y aseguran la comunicación estuvieran libres de su carácter represor. En las sociedades modernas, por el contrario, las instituciones impedirían la formación de un consenso, constituyendo barreras a la acción comunicativa. Al revés, para Arendt, las instituciones serían derivadas de un consenso original que posteriormente podría ser minado en el interés de grupos e individuos contrarios al consenso a través de la violencia. Las Críticas de Habermas a Arendt 183 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 De acuerdo con Habermas, sería imprescindible que una acción comunicativa, en su práctica, considerase los elementos económicos y propios de la administración estatal, porque significaría que la acción estratégica se había ampliado en las sociedades moderna: “[...] a violência sempre foi parte integrante dos meios para a aquisição e preservação do poder. Essa luta pelo poder político foi mesmo institucionaliza pelo Estado moderno, tornando-se, portanto, um elemento normal do sistema político.” (HABERMAS, 1980: 112) Añade que un Estado, exonerado de la elaboración administrativa de materias sociales; una política, depurada de las cuestiones relativas a la política social; una institucionalización de la libertad pública, que es independiente de la organización del bienestar; un proceso radical de formación democrática de la voluntad, que se abstiene en cara a la represión social. (HABERMAS, 1980: 110) Arendt subestimaría la influencia de la violencia estructural, que residiría en el hecho de que la distribución asimétrica de oportunidades de satisfacción de las necesidades estaría codificada en un sistema de normas que es respetado. Sin embargo, el predominio de lo instrumental sobre lo público ocurrió para Arendt en la modernidad, bajo el signo de lo social. La administración de la actividad económica, la política económica que emplea el gobierno, no serían en realidad actividades auténticamente políticas, de modo que los problemas de las relaciones entre los hombres podrían tener siempre la doble cara de lo social o de lo político. Es por esto que las revoluciones francesa y rusa fracasaron, porque habían sido revoluciones de lo social, y no de lo político. En el sentido arendtiano, la política, la condición humana de la acción humana como natalidad, ocurriría solamente fuera del ambiente burocrático. Aldea defiende que por esa posición crítica que Arendt asume con respeto a lo social moderno, podemos considerarla una “conservadora anarquista”. Para él, si apartásemos lo político de la preocupación por lo económico, y si el Estado abandonase los aspectos fundamentales de la vida social, se produciría gravísimas consecuencias para la propia subsistencia de los Estados. (ALDEA, 2006: 110-101) Siguiendo a Habermas, D’Entrevés 184 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 defiende que Arendt crea un concepto muy restrictivo de la político por aislar lo social como la esfera del trabajo, de las necesidades biológicas y de la reproducción de nuestra existencia. Existiría el riesgo de descuidar de la característica de las economías capitalistas, de generar excedentes más allá de las necesidades de reproducción material, olvidando que también constituyen estructuras de poder que destinan recursos y distribuyen responsabilidades y recompensas.6 Para Benhabib, la consecuencia de crear una concepción de política como la de Arendt sería la exclusión de los diversos grupos sociales y la dificultad principal estaría en viabilizar de un espacio público mediado por el lenguaje que incluyera toda la sociedad. (BENHABIB, 1996: 81-85) El ejemplo de la tradición de las virtudes cívicas y el modelo de ciudadanía griega de la polis no ofrecería respuestas para sociedades complejas contemporáneas, defendiendo que teorías críticas como la de Habermas proporcionarían mejores subsidios para esa cuestión, pues no establecería cualquier tema para el discurso, permitiendo la participación democrática de todos. Sin embargo, Adriano Correia considera que Benhabib forzó su interpretación, pues Arendt reconocería que en cada una de las cuestione sociales “hay una doble cara”. Lo que Arendt no aclara es por qué mecanismos o procedimientos las cuestiones sociales, que poseen relevancia para la colectividad y cuya solución es presupuesta en el pleno ejercicio de la ciudadanía, sean admitidas en el dominio político sin provocar su ruina o convertirse en una usurpación del espacio público por intereses privados. El concepto de política de Arendt presenta un potencial liberatorio significativo, autosuficiente en la explicitación exacta de los mecanismos que deberían ser utilizados. Por eso Correia opina que ese concepto proporciona una revalorización de la dignidad de la política, en la medida que dice que todos son capaces de la acción y ciudadanía. (CORREIA, 2008: 110) En cuanto a la crítica de Habermas a la distinción arendtiana entre violencia y política, debemos recordar aún que Habermas defiende, de modo 185 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 distinto a Marx, la diferencia entre trabajo, que ligaría el hombre a la naturaleza, e interacción, que ligaría los hombres entre sí. Tales categorías determinarían dos dimensiones de la evolución social (de la producción y de la individualización y socialización) que serían independientes unas de las otras, lo que traería la idea de que no hay una lógica en el desarrollo de las fuerzas productivas, por la cual todo estaría relacionado con el trabajo y a la producción. Inicialmente, podemos dudar de la propia interpretación que Habermas hace de los textos de Marx. Flickinger, por ejemplo, se pregunta sobre la posibilidad de tales esferas estar entrelazadas y afirma que la interpretación habermasiana presente en Técnica y Ciencia como Ideología, ligada a los primeros escritos marxistas, le impide de comprender el doble carácter de la producción moderna, en cuanto proceso simultáneo de reificación y emancipación, y concluye que: “Se conseguíssemos devolver ao homem-em-sociedade as qualidades revolucionárias, implícitas na tecnologia e na grande indústria, poderíamos ultrapassar definitivamente o mito do indivíduo burguês que se afirma como senhor de si mesmo e de sua história.” (FLICKINGER, 1992: 506-509) Percibimos también que Habermas hace uso del mismo proceso teórico de estabelecimiento de una dicotomía para separar elementos que presentarían características distintas entre sí, así como lo hizo Arendt. Según Ferry, esa distinción entre trabajo e interacción es contradictoria pues recupera justamente aquella entre poder y violencia de Arendt. (FERRY, 2003: 28) El trabajo correspondería a la esfera de la instrumentalidad, mientras que la interacción al poder. En principio, esta distinción parece convincente ya que la producción capitalista exige comportamientos distintos de aquellos del nivel de producción material y del nivel de formación del individuo. Esa distinción entre trabajo e interacción ya volvería la crítica de Habermas a Arendt contradictoria. Habermas sostiene que es una forma de reduccionismo pensar la política partiendo de la distinción entre praxis y technè, adoptando un modelo ideal de la tradición clásica con el fin de satisfacer la crítica - aunque afirme posteriormente que el concepto de praxis en cuanto “actividad crítico 186 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 revolucionaria” que ella utiliza es más marxista que aristotélico. (HABERMAS, 1980: 108) Ferry explica que desde el punto de vista de Habermas, si pensarnos la sociedad contemporánea a partir del modelo de esfera pública helénica y de las categorías aristotélicas, se deja de lado la vía de la teoría crítica que se dedica a mostrar la sistematicidad de una teoría del conocimiento y de las ciencias como teoría de la sociedad. (FERRY, 2003: 30) Arendt eliminaría los elementos estratégicos de la política cuando los aísla en la esfera de la fuerza, por lo tanto, sería incapaz de pensar la dominación en cuanto elemento esencialmente político. Para Habermas, la filósofa alemana se había vuelto víctima de un concepto de lo político inaplicable a las condiciones modernas, que no viene de “investigaciones equilibradas”, sino de un mero constructo filosófico. Solamente al usar la polis griega como una imagen de la política, fue que ella pudo construir dicotomías rígidas entre público y privado, Estado y economía, libertad y bienestar, actividad político práctica y producción, que no serían aplicables a la moderna sociedad burguesa y al Estado moderno. (HABERMAS, 1980: 109) Debemos recordar que Habermas no construyó su teoría de la acción comunicativa basándose en los rigurosos métodos de las ciencias sociales, como los adoptados hoy por la sociología y la ciencia política, pero se apropió de las contribuciones de diversas corrientes filosóficas, tales como la filosofía de Kant, el pragmatismo y la filosofía del lenguaje. Así, la crítica al “equilibrio” de las investigaciones de Arendt, que parece relacionarse con la falta de un método científico, se vuelve en contra del propio modo de construcción de la teoría de la acción comunicativa, que Habermas ubica de forma controvertida como una “ciencia reconstructiva”. Aldea (2006: 95) está de acuerdo con Habermas cuando afirma que la consecuencia más notable de la inaplicabilidad de la concepción arendtiana es que no posee ninguna referencia al Estado. En el nuestro mundo actual, lo político de Arendt sería una actividad excepcional, que raras veces se presenta, porque solamente en los márgenes de la democracia representativa podrían darse tales condiciones de acción: De fato, Arendt é criticada porque não há nenhum espaço atual para seu projeto; e ainda de pretender voltar a polis grega em que os 187 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 cidadãos podiam se dedicar à política porque havia escravos para atender a necessidade de subsistência. Não elabora propostas concretas de como gerir a democracia, o republicano, o pluralismo, e diz que não pode dar-lhe porque o futuro é imprevisível. Devido a essa falta de proposta é difícil ser arendtiano. Otra crítica de Habermas dirigida a la concepción arendtiana de la política como espacio de la apariencia y la dicotomización entre teoría y opinión, es que si la teoría, que es susceptible de establecer verdades, se contrapone a la praxis, que es la esfera de la opinión y de la política, no existirían criterios para juzgar la validad de los consensos factualmente logrados, de modo que los sujetos quedarían fácilmente impotentes delante de consensos no coercitivos, pero ilusorios, generando un poder que podría ser usado contra los mismos en el tiempo que se institucionaliza. Tendríamos que especificar un criterio crítico que nos permitiera distinguir lo que es ilusorio y lo que no es. Habermas (1980: 102) ubica ese criterio en el ámbito de las propias condiciones para que se logre una comunicación no violenta: “A efetividade de um consenso obtido numa comunicação livre de violência não se avalia pelo êxito, seja este qual for, mas na aspiração à validade razoável, imanente à fala.” Sin embargo, afirma Arendt: “Esperar de pessoas que não têm a menor noção acerca do que é uma res publica, a coisa pública, que se comportem de maneira não violenta e discutam racionalmente em questões de interesse não é realista nem razoável.” (ARENDT, 1994: 57) En un ambiente donde predomina la violencia, los individuos están preocupados en actuar según sus propios intereses, y discutir racionalmente constituye una amenaza a su pretensión de lograr sus objetivos inmediatos, por lo tanto, no sería realista apostarnos en la idea de que los individuos acepten libremente someterse a procedimientos racionales que regulen su discurso. Quizá en un nivel reducido de las relaciones sociales, en lo que los sujetos poseen una relativa fuerza de restricción en su relación, tales procedimientos funcionasen sin grandes problemas. Pero considerando los niveles políticos, tales como generalmente se presentan, donde los intereses y la hipocresía imperan sobre cualquier razón, es difícil creer en la efectividad del proyecto habermasiano. La preocupación por lo social, por las guerras, totalitarismo y la 188 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 banalización del mal son pruebas de que Arendt se ocupaba con los modos mediante los cuales el hombre se comprende en el mundo y actúa para transformarlo. El hecho de que ella no creyese en un modelo político basado en procedimientos no importa en el caso de una no preocupación por las ideologías que impiden la real formación de la política, como podemos constatar: [...] nas democracias de massa, sem nenhum terror e de modo quase espontâneo, por um lado toma vulto uma impotência do homem e por outro aparece um processo similar de consumir e esquecer, como que girando em torno de si mesmo de forma contínua, embora esses fenômenos continuem restritos, no mundo livre e não arbitrário, à coisa política em seu sentido mais literal e à coisa econômica. (ARENDT, 2006: 27) El propio Habermas, sin considerar directamente en sus textos las situaciones límite a ejemplo del totalitarismo como hizo Arendt, apunta que el Estado se volvió un óptimo mecanismo de perpetuación de la violencia: “Nesse sentido, a violência sempre foi parte integrante dos meios para aquisição e preservação do poder. Essa luta pelo poder político foi mesmo institucionalizada no Estado moderno, tornando-se elemento normal do sistema político.” (HABERMAS, 1980: 112) De un lado hay desconfianza de que la referencia normativa de una situación ideal de habla traicione la realidad de los discursos y sea utilizada para encubrir disimulos, además de inhibir justo aquello de más creativo y esencial que ellos puedan traer a luz, y de otro se indaga si el veredicto de que todo discurso se hace desde intereses y se sirve de disimulos no establecería una especie de ley de lo más creativo o del más elocuente. Debemos preguntarnos entonces como resguardar la emergencia de lo nuevo y de lo creativo de modo que tales creaciones no inviabilicen el propio futuro. (LIRA, 2004: 154) Ferry destaca bien los dos lados del problema: podríamos seguir a Arendt, y tener un concepto de política perfectamente homogéneo y rico de sentido, pero que no tiene más que corresponder a la realidad empírica, o entonces a Habermas, con lo que la política caería en el funcionalismo de un “subsistema político”, siendo un concepto vacío de sentido pues se reduciría a 189 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 un dominio de la pura technè. La teoría de Habermas no haría nada más que arreglar el momento en lo que atestiguaríamos el fin de la política. Por eso Ferry afirma que tomar el camino de un kantismo actualizado sería escoger una vía conservadora y no crítica. (FERRY, 2003: 44) De hecho, un modelo de acción comunicativa como la de Habermas, que intenta ofrecer un “juego de los juegos de lenguaje”, favorecería más la existencia de un subsistema político en el cual sólo participarían aquellos que pudiesen manejar ese tipo de racionalidad. En ese sentido, contra Habermas se levanta la misma crítica que él digirió al concepto de política de Arendt, la relativa al problema de la inclusión social. Es difícil pensar que el mundo todo es conflicto, que no hay alguna forma de interacción libre de las intemperies de las caóticas relaciones humanas, de otro modo no habría comunicación. Por otro lado, es complicado creer en una igualdad absoluta – sea en el ámbito del lenguaje o en la política – al igual que idealmente. Indubitablemente es el lenguaje el que posibilita la interacción entre los hombres y el mundo, pero es muy alto el precio de depositarnos en él toda nuestra confianza, como si fuera algo pasible efectivamente de control y administración, como si ese mundo estuviera completamente en nuestras manos. Debemos acordarnos del ejemplo de Eichmann para constatar cuánto un individuo puede tornarse impotente para pensar, juzgar e impedir la práctica del mal al resignarse acríticamente delante fenómenos como la burocracia y la ideología.7 Así, la idea de acción en cuanto natalidad de Arendt debe ser sometida a 7 Axel Honneth cree que la reconstrucción de la teoría democrática de John Dewey es una tercera vía alternativa al procedimentalismo de Habermas y al republicanismo de Arendt. La comprensión de la democracia en cuanto cooperación reflexiva traería la posibilidad de unir una comunidad democrática y la deliberación racional. Dewey había percibido una dimensión prepolítica de comunicación que no fue suficientemente considerada por Habermas y Arendt: “Ele percebe a existência de uma divisão social do trabalho como evidência do fato de o indivíduo dever sua liberdade pessoal somente à comunicação com os outros elementos da sociedade. Liberdade para Dewey é principalmente a experiência positiva de auto-realização ilimitada que ensina o indivíduo como descobrir seus talentos e suas capacidades por meio dos quais ele pode, no fim, contribuir, com base na divisão do trabalho, para a manutenção do todo social. Se esse processo natural de um emprego comunal de forças individuais por parte dos 190 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 las siguientes cuestiones: ¿Cómo mantener la constancia de la acción?, ¿Cómo evitar el predominio de la violencia? Estos puntos revelan el riesgo del uso de dicotomías como mecanismo de clasificación y análisis, lo de volver el propio pensamiento reduccionista, en la medida en hay una tendencia a excluir del análisis situaciones y elementos que no pertenecen a las esferas que fueron compartidas. Una de las consecuencias de la dicotomía entre poder y violencia es la exclusión de un gran número de relaciones sociales que habitarían el mundo político, que no están ni marcadas por la violencia ni por el consentimiento, sino por la lucha dinámica y episódica en torno a intereses opuestos. (PERISSINOTTO, 2004: 126) Estamos de acuerdo con Rorty cuando dice que es necesario un nuevo modos vivendi, que no sería el del racionalismo radical – aquel presente en el procedimentalismo, la validad libre de contexto en cuanto única fuerza realmente crítica emancipadora – ni el de la compartimentación de las relaciones humanas en esferas ‘incomunicables”, como si fuera posible una acción en concierto plena y sin cualquier forma de violencia: Preconizar as pessoas a ser racionais é, na perspectiva que ofereço, simplesmente sugerir que, em algum lugar em meio a crenças e desejos, pode haver recursos suficientes para permitir a concordância sobre como coexistir sem violência. Concluir que alguém é irremediavelmente irracional não é perceber que tal pessoa não está fazendo uso adequado de suas faculdades dadas por Deus. É, antes, perceber que tal pessoa não parece compartilhar crenças e desejos conosco de modo suficiente a tornar possível uma conversação frutífera sobre questões em disputa. Assim relutantemente concluímos que temos que abandonar a tentativa de ampliar sua identidade moral e colocar em funcionamento um modos vivendi – algo que possa envolver ameaça ou mesmo o uso da força. (RORTY, 2005: 119) Para que ese modos vivendi se concretice no necesitamos renunciar a la razón sino tener en cuenta que ella es solamente uno de los elementos en el complejo juego del vivir en sociedad, y que puede o no hacerse prevalecer con las ventajas que ofrece. Es, por ejemplo, vivir en un mundo en el que puede existir un Eichmann al nuestro lado diariamente, sabiendo que ese es el mundo integrantes de toda a sociedade é conscientizado e visto como um projeto cooperativo, então se evolui para o ideal de “democracia”.” (Cf. HONNETH, 2007: 74) 191 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 que tenemos que enfrentar, y que si el no pensar del otro puede generar violencia, el hecho de que yo no haga que mi pensamiento aparezca en el mundo – a través del discurso, de mi juicio y deseo – puede también ser pernicioso. Conclusión Proponer un rescate de la política envuelve una visión sobre cómo queremos que sea el mundo y la relación entre los hombres. Uno puede buscar apoyo en la antigüedad griega, como la única experiencia verdaderamente política en la historia, o remitirnos a la modernidad buscando sus elementos crítico emancipadores. De todos modos, esta busca nostálgica envuelve algo que aparentemente fue perdido, a lo que ya no tenemos acceso, pero que aún existiría potencialmente en la esfera de los asuntos humanos. En las filosofías de Arendt y Habermas, la instrumentalidad y la violencia impiden que la política resurja, y sus modelos de ética constituyen un intento de evitar el dominio del individual sobre el colectivo. Sin embargo, debemos comprender que no hay como extirpar el conflicto de la sociedad, y cuando uno propone el rescate del valor de la política debe llevarse en cuenta el disenso. Lo que falta en las dos teorías es un modos modelo de interacción política que no se condicione únicamente a una situación o reglamento especial, y que va más allá del consenso. Es problemático también creer que procedimientos formales son capaces de resolver las demandas de sociedades complejas, sin la formación de consensos institucionalizados para la legitimación de la instrumentalidad y la violencia. La crítica de Marcelo Neves, en consonancia con el diagnóstico de pulverización de la vida común en sociedades pluralistas es pertinente, indicando que lo que se hace en las democracias contemporáneas es neutralizar los disensos, pero no construir consensos. El derecho funciona de ese modo, llevando los sujetos a legitimar decisiones que no son construidas políticamente, pero que se imponen simplemente por agotar todos los 192 Contemporânea – Revista de Ética e Filosofia Política, Caruaru, v. 1, n. 1, p. 1-21, jul./dez. 2015. ISSN 2447-0961 procedimientos previstos que permitían la argumentación.8 En ese sentido, la retórica de una razón procedimental es extremamente eficaz debido al discurso de su utilidad en la resolución de conflictos sociales, posibilitando incluso decisiones injustas bajo el argumento de la validez de las normas. Es importante aún señalar que la distinción entre acción instrumental y acción comunicativa, o entre violencia y poder, es clasificatoria, y que no hay como distinguirnos entre el buen uso o mal uso de la razón, sino a posteriori, de acuerdo con los efectos que (nosotros creemos) que tales acciones producen en el mundo. Es probable que los elementos de las dicotomías “sistema X mundo de la vida”, de Habermas, y “poder X violencia”, de Arendt, no sean incomunicables, existiendo un sistema en el mundo de la vida y violencia donde hay poder, o al revés, en la medida que serían más que esferas incluidas simultáneamente, serían fenómenos que no podrían excluirse mutuamente de forma absoluta. La deficiencia principal de las filosofías de Arendt y Habermas es, por lo tanto, excluir completamente la racionalidad instrumental en favor de una eticidad intersubjetiva ideal. Referencias ABREU, Maria Aparecida. (2004). Hannah Arendt e os Limites do Novo. Rio de Janeiro: Azougue. 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