anuario americanista europeo

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anuario americanista europeo
ANUARIO
AMERICANISTA
EUROPEO
2003, n°1
El Anuario Americanista Europeo (ISSN 1729-9004), tiene el objetivo de ser
una plataforma para la difusión de la investigación científica sobre
América Latina que se desarrolla en Europa así como de todos aquellos
proyectos de investigación, productos de información y recursos que de
una u otra manera puedan interesar a la comunidad americanista europea
e internacional. Su periodicidad es anual.
CEISAL & REDIAL editores
Directores de la revista: Andrzej Dembicz (CEISAL),
Mona Huerta (REDIAL).
CONSEJO EDITORIAL
Klaus BODEMER (Institut für Iberoamerika-Kunde. Hamburgo-Alemania).
Romain GAIGNARD (GIS Amérique Latine. Tolosa-Francia), Isabel REAL
(Escuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC, Sevilla-España). Adelaida
ROMÁN (Centro de Información y Documentación. Área de América
Latina. CINDOC-CSIC, Madrid-España). Laurent VIDAL (Universidad de la
Rochelle. Espace Nouveaux Mondes-Francia).
Maquetación: Javier Escudero
Portada: Río de Janeiro. Pintura de Jerônimo Rios. Fotografía de Laurent Vidal
© Anuario Americanista Europeo y los autores, 2003
Anuario Americanista Europeo. REDIAL-CEISAL
IHEAL 28 rue Saint-Guillaume
75007 Paris. Francia
T. 33 1 44 39 86 51
F. 33 1 45 48 79 58
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ceisal@[email protected]
38 € el número, costes de envío incluidos.
2
Achevé d’imprimer Le Clavier – Dépôt légal n° 741
ANUARIO AMERICANISTA
EUROPEO
ISSN 1729-9004
2003, n°1
SUMARIO
Editorial
Andrzej Dembicz, Mona Huerta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5-6
ESCRIBIR LA CIUDAD LATINOAMERICANA.
MIRADAS CRUZADAS
Introducción. La ciudad latinoamericana bajo la mirada del investigador
Dominique Vidal & Laurent Vidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9-10
La ciudad en la historia, la ciudad ante la historia
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil
urbano. Elementos para un balance (1990-2003)
Laurent Vidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13-40
La ciudad y la guerra en la historiografía latino-americana (siglo XIX)
Véronique Hébrard . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41-58
On modernity in the streets of São Paulo c. 1900:
what can postcards express?
Fraya Frehse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59-85
O lado clandestino da cidade brasileira. Uma historiografia
reticente aos conflitos étnicos
Jorge P. Santiago . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87-105
Historia local y patrimonio mundial. Ciudad letrada, arcadia colonial
y el centro histórico de Lima
Maaria Seppänen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107-120
Las ciencias sociales ante la ciudad contemporánea
América Latina y la antropología de la ciudad.
Entrevista con Michel Agier
Dominique Vidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123-132
Los estados de la cuestión sobre la investigación urbana
en América Latina (1990-2000)
Arsenio González Reynoso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133-146
¿Qué permanece de los movimientos sociales urbanos en Brasil?
Reflexiones sobre el estudio del informe a la política de los medios
populares en América Latina
Dominique Vidal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Estranhos vizinhos. O lugar da favela na cidade brasileira
Paulo Cesar Gomes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Globalización urbana en Argentina. Formas de representación
de la dependencia en las ciudades pampeanas
Hugo Gaggiotti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La Nueva colonización urbana. El desplazamiento forzado (Colombia)
Rubén Darío Guevara Corral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
147-169
171-177
179-189
191-205
Miradas bibliográficas
Ciudad y ciencias sociales en Reino Unido.
Alan Biggins & Christine Anderson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209-269
Las ciudades iberoamericanas en la producción española.
Aproximación al Estudio sobre los congresos realizados (1984-2003)
María del Pilar Colchero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271-281
Aproximación a los estudios sobre la ciudad latinoamericana
en la literatura científica española durante el periodo 1985-2002
Luis Rodríguez Yunta & Adelaida Román Román . . . . . . . . . . . . . 283-295
4
Editorial
Mona Huerta & Andrzej Dembicz
Estimado Lector
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 5-6
P
ARA INICIAR ESTA NOTA EDITORIAL cabría, tal vez, una pregunta bastante fundamental sobre la tradición del movimiento latinoamericanista europeo. Probablemente llegaríamos a la conclusión de que esta, al no
contar iniciativas que no pasaron de la etapa de concepción, sin llegar, ni
siquiera al despunte (y ni hablar de frutos, y menos aún de cosechas), tiene
unos treinta ‘y pico’ de años de historia, y entre ellas la del CEISAL es la
única que logró sobrevivir y, después de años de una severa lucha contra las
debilidades propias y las contextuales, empezó a ir cosechando frutos.
No, esta presentación no busca ser una ‘apologética historia sumaria’ del
CEISAL. Al contrario. Lo que pretendemos decir ahora, es que CEISAL, a
pesar de ser una confederación de organizaciones e instituciones europeas,
muy serias y responsables, no supo hasta el año 2003 solucionar el problema de una plataforma común de expresión académica. Pero, igualmente, tuvimos en Europa muy serios problemas con la muy sencilla labor
de información latinoamericanista, los cuales empezaron a superarse apenas
a mediados de los años 1990. Así, durante algunos años existió una publicación periódica tipo boletín, casi-revista titulada Rumbos, pero que, a tres o
cuatro años de existencia, se desvaneció. En definitiva, como efecto de los
esfuerzos anteriores, existen desde hace algunos años el Boletín del CEISAL,
una publicación semestral informativa de la Presidencia, editada desde el
año 2000 (impresa y de distribución electrónica), como también una publicación electrónica Europa-América Latina. Puentes para un diálogo (Boletín
REDIAL/CEISAL) que se edita desde hace tres años también, sacada por la
presidencia de REDIAL. La revolución tecnológica en informática nos obligó
a todos, por suerte, a crear nuestras páginas Web y de cuidar de nuestras
imágenes creadas para los terceros. De que no todos queramos cumplir con
tales requisitos, esto ya es un asunto aparte.
¿Que pretende ser, entonces, el Anuario Americanista Europeo? ¿Una revista
académica más? Una revista académica, esto si, pero, no una más, ya que
quiere ser muy específica, porque muy en especial dedicada a presentar
resultados de esfuerzos intelectuales conjuntos intra y transeuropeos, realizados en efecto de cooperaciones interinstitucionales o grupales, preferentemente (pero no excluyentemente) en los marcos de los grupos de trabajo
del CEISAL, y entre ellos, el grupo de información científica animado por la
Red Europea de Información y Documentación sobre América Latina coeditor de esta revista. Con esto pretendemos ir promoviendo las buenas costumbres de cooperación y diálogo intraeuropeo más amplio posible. Existen
en estos momentos más de cinco grupos de trabajo del CEISAL, entre tan
experimentado y aguerrido como el de Jurisprudencia y otros que acaban
de surgir apenas hace dos o tres años y no lograron aún su compactación
orgánica y productiva. Esperamos que la nueva revista, facilite la integración
europea alrededor de las ideas americanistas y agilice la difusión de los
resultados de estudio.
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Mona Huerta & Andrzej Dembicz
Y, para finalizar, deseamos llamar la atención sobre el título de nuestra
revista. El Anuario Americanista Europeo. Es ‘americanista’ por dos razones.
Primero, porque la gran tradición de estudios sobre América Latina es precisamente americanista de nombre, de enfoque, de temáticas. Pero también
hay una ‘segunda’ razón, y esta es la más importante porque hoy en día,
como nunca antes, el único enfoque para estudiar, penetrar y comprender lo
latinoamericano es estudiar las Américas en su totalidad. Esto equivale, por
mucho que algunos se rebelen contra tal visión, a ir practicando un ‘latinoamericanismo interamericanista’, e ir dibujando las dimensiones de la actual y
la futura América Latina en los contextos interamericanos, europeos y asiáticos y, tal vez más adelante también, africanos. Es entonces el objetivo de
nuestro Anuario ir tirando puentes hacia adelante, hacia el futuro. Ya lo sabemos, esta es una meta algo audaz y, publicitariamente, poco modesta. Pero,
es precisamente nuestro objetivo promover nuevas visiones y ser vehículo de
ideas audaces y poco comunes.
Los que lo iniciamos ahora esta labor por mandato del CEISAL, lo hacemos
con una profunda fe, de que en pocos años vengan otros a continuar con
este trabajo, para que se pueda seguir con un latinoamericanismo europeo
solidario.
Muy esperanzados,
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 5-6
Varsovia/París, noviembre de 2003
6
Escribir la ciudad
latinoamericana.
Miradas cruzadas
Montevideo. En Onésime Reclus (dir). Grande géographie Bong illustrée. Tome 5, Paris, Bong et Cie, 1914.
Introducción
La ciudad latinoamericana
bajo la mirada del investigador
Dominique Vidal * & Laurent Vidal **
Los trabajos aquí reunidos son solamente una parte de los trabajos y
debates propuestos desde 1998, y se han favorecido en efecto dos perspectivas coincidentes en muchos aspectos. La primera propone medir las grandes
tendencias de la investigación europea y americana sobre las ciudades latinoamericanas desde el comienzo de los años 1990. Dos tendencias claras se destacan de esta producción contemporánea: la idea preconcebida por los “estudios de caso” – que se integran muy raramente en una investigación colectiva
** Universidad de Lille 3 Charles de Gaulle. Lille. Francia
** Universidad de La Rochelle. Espace Nouveaux Mondes.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
En Francia, este eje de investigación recibió el apoyo institucional y financiero del Grupo de Investigación científica (GIS Amérique Latine). Se realizó
una encuesta general, interrogando a centros y especialistas involucrados en
los estudios urbanos sobre Latinoamérica, que estuvo centrada en los temas
de estudio y en las herramientas de análisis utilizadas. Se organizó un nuevo
simposio, en el marco del 50° Congreso Internacional de los Americanistas
de Varsovia (2000), al cual acudieron investigadores europeos y latinoamericanos. A partir del 2002, el grupo se dio como objetivo constituir un grupo
europeo sobre estos temas en el seno del Consejo Europeo de
Investigaciones Sociales de América Latina (CEISAL). Comenzada en el seno
del REDIAL, para figurar en el del CEISAL, esta investigación, de la cual damos
aquí algunos de los principales resultados, ilustra las potencialidades que abre
hoy la presente revista, nacida de la iniciativa conjunta REDIAL-CEISAL, y
muestra la voluntad de superar la dispersión de las investigaciones americanistas en Europa y la posibilidad de coordinar los trabajos de investigadores
de distintos horizontes.
p. 9-10
Este número de la revista reúne las contribuciones de los investigadores
que participaron en las actividades del grupo de trabajo Escribir la ciudad latinoamericana. Este grupo, que abrió un diálogo entre investigadores y especialistas de la información científica preocupados por las modalidades de
escritura de las sociedades y los espacios urbanos de América Latina en las
ciencias sociales, tuvo en Sevilla, en abril de 1997, una primera estructuración en el marco de la Red Europea de Información y Documentación sobre
América Latina (REDIAL). Los primeros resultados de sus investigaciones,
intercambiando enfoques temáticos, disciplinarios y bibliográficos, se expusieron en un simposio europeo organizado en el seno del II° Congreso Ceisal
de Latinoamericanistas Europeos, en Hälle en septiembre de 1998. De estos
diálogos y de estas confrontaciones surgieron numerosas líneas de investigación y un proyecto más acabado para la continuación de esta encuesta, incitando a la vez a una forma de ‘vigilancia’ científica, en el campo de la investigación urbana, de la producción de los americanistas de varias disciplinas de
ciencias sociales interesados por este ámbito privilegiado de reflexión.
9
Dominique Vidal & Laurent Vidal
comparada –, que conduce a la pérdida de una visión global de la ciudad vista
a partir de “islas de teoría”, y la dispersión y la compartimentación temática
de los estudios, lo que contribuye también a que los contornos de la ciudad
dejan de ser claros y que ésta no sea vista, de más en más, como un conjunto.
Estas orientaciones temáticas y estas elecciones teóricas corresponden, en
parte, al actual contexto de desorganización social de la mayoría de las ciudades latinoamericanas. La importancia de un tema, como el de la fragmentación en la investigación urbana de las dos últimas décadas, traduce, en efecto,
el desgaste de una representación de la ciudad como lugar de la integración
social y política de poblaciones dispares. La segunda perspectiva se refiere a la
evaluación del impacto del diálogo historia/ciencias sociales en esta investigación. Si la historia fue durante mucho tiempo una ‘escuela de vida’ para los
especialistas de la ciudad latinoamericana contemporánea interesados por la
génesis de los procesos sociales o las formas espaciales, hoy se interesa más
directamente por las sociedades urbanas: enfermas a la vez de su memoria y
como solidificadas en un tiempo presente que desmultiplican a su voluntad
las cadenas de televisión e Internet. Estas sociedades, incapaces de proyectos
de futuro, dan a la historia una nueva tarea: recuperar su pasado para encontrar un futuro. La calidad sin precedentes de las investigaciones contemporáneas sobre la ciudad latinoamericana reside ampliamente en el hecho de que
el evolucionismo, que durante mucho tiempo las había dominado, parece
haber cedido el paso a una mayor preocupación por el aporte de la prueba y
por la meticulosa puesta en evidencia de la especificidad de los contextos
locales. El nuevo interés de las ciencias sociales por la dimensión histórica de lo
social recuerda también, diciéndolo con las palabras del sociólogo Robert
Castel, que “el presente no se reduce a lo contemporáneo”. Dicho de otra
manera: que es ilusorio entender la ciudad latinoamericana contemporánea
sin considerar los procesos históricos.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 9-10
NOTAS
10
1 La ciudad latinoamericana: una historia en construcción. Nuevas perspectivas, nuevos
objetos, Simposio coordinado por Mona Huerta & Laurent Vidal (Hälle, II° Congreso
Ceisal de Latinoamericanistas Europeos. 4-9 sept. 1998).
2 Grupo de trabajo coordinado por Mona Huerta, Dominique Vidal y Laurent Vidal.
3 Arsenio Gonzáles. Los estados de la cuestión sobre la investigación urbana en
América Latina (1990-2000), París, GIS Amérique Latine, 2000.
4 La ciudad latinoamericana: una historia reciente en construcción (1985-2000). Simposio
REG-7 coordinado por Mona Huerta & Laurent Vidal (Varsovia, 50° Congreso
Internacional de Americanistas, 10-14 de julio de 2000).
5 Propuesta presentada por Mona Huerta en el Comité ejecutivo de CEISAL de julio
en Viena 2002. Grupo provisorio coordinado por Mona Huerta, Dominique Vidal y
Laurent Vidal.
La ciudad
en la historia,
la ciudad
ante la historia
Buenos Aires. En Onésime Reclus (dir). Grande géographie Bong illustrée. Tome 5, Paris, Bong et Cie, 1914.
Fundación mítica de Buenos Aires
¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Jorge Luis Borges, 1929
Las recientes orientaciones
de la investigación sobre la historia
del Brasil urbano.
Elementos para un balance (1990-2003)
Résumé : Cet article entend dresser un
bilan des recherches entreprises depuis le
début des années 1990, au Brésil comme
en Europe et en Amérique du Nord, autour
de l’histoire du Brésil urbain. à partir d’un
corpus (non exhaustif) de 207 références
cette enquête souligne plusieurs aspects :
1. L’histoire du Brésil urbain est un champ
d’étude partagé entre diverses disciplines
(histoire, urbanisme, architecture, anthropologie et géographie). Elle concerne pour
l’essentiel le Brésil, les États-Unis, la France
et le Portugal. 2. Ce partage repose sur des
spécificités thématiques propres à chaque
pays. L’une des qualités de ce champ est
d’être fortement réceptif aux incitations
internationales, fruits de programmes de
recherche en coopération. 3. Ce champ
d’étude est marqué par un profond déséquilibre entre les travaux portant sur la
période coloniale et ceux portant sur la
période contemporaine. C’est la forme de
la ville industrielle qui est interrogée, de
même que les implications politiques,
sociales et culturelles de son émergence
(près du quart des travaux sont consacrés
à la période 1880-1930). 4. Ce champ
s’est initialement structuré comme une
“école de vie”, pour identifier des genèses
ou tirer des leçons du passé. L’étude du
corpus rassemblé depuis les années 1990
indique au contraire que s’est imposée une
pratique classique de l’histoire urbaine,
prenant soin de croiser dimensions spatiales et sociétales. C’est assurément ce qui
fait la spécificité de cette expérience.
Palabras-claves: Historia urbana. Investigación. Historiografía. Información científica.
Brasil.
* Historiador. Espacio Nuevos Mundos. Universidad de la Rochelle.
Agradezco a Claudia Damasceno DA Fonseca, Mauricio Abreu, Maria Stella Bresciani, Renata
Araujó y Guy Martinière por sus observaciones y sugerencias. Por supuesto, soy el único responsable de lo expuesto en este texto.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Resumen: Este artículo se propone hacer
un balance de las investigaciones emprendidas desde el principio de los años
noventa, en Brasil como en Europa y
Norteamérica, en torno a la historia del
Brasil urbano. A partir de una recopilación
(no exhaustiva) de 207 referencias, esta
investigación destaca varios aspectos: 1. la
historia del Brasil urbano es un campo de
estudio compartido entre varias disciplinas
(historia, urbanismo, arquitectura, antropología y geografía). Concierne esencialmente al Brasil, los Estados Unidos, Francia
y Portugal. 2. Esta división se basa en
especificidades temáticas consustánciales a
cada país. Una de las calidades de este
campo es que es muy receptivo a los incentivos internacionales que resultan de los
programas de investigación en cooperación. 3. Este campo de estudio se caracteriza por un profundo desequilibrio entre los
trabajos referentes al período colonial y los
del período contemporáneo. Trata tanto de
la forma de la ciudad industrial como de
las implicaciones políticas, sociales y culturales de su aparición (una cuarta parte de
los trabajos se refiere al período 18801930). 4. Este campo se estructuró inicialmente como una ‘escuela de vida’, para
definir génesis o sacar lecciones del
pasado. El estudio de la recopilación reunida desde los años noventa indica, al
contrario, que se impuso una práctica clásica de la historia urbana haciendo cuidado de cruzar las dimensiones espaciales
y societales. Es indudablemente lo que
hace la especificidad de esta experiencia.
p. 13-40
Laurent Vidal*
13
Laurent Vidal
Mots-clés : Histoire urbaine. Recherche. Historiographie. Information scientifique. Brésil.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
1. Durante muchos años, la historia del Brasil urbano no ha sido suficientemente valorada. Es necesario reconocer que las ciencias sociales brasileñas
(siguiendo los pasos de Gilberto Freyre1 y Sérgio Buarque de Hollanda2 en los
años 1930) eligieron muy pronto el mundo de la plantación y el de los bandeirantes como células de base de la sociedad brasileña. Freyre, por ejemplo,
insiste en diversas ocasiones sobre el carácter rural de la colonización brasileña: “La sociedad colonial brasileña, principalmente en Pernambouc y en la
de Bahía, se desarrolló bajo una forma patriarcal y aristocrática a la sombra
de las grandes plantaciones de caña de azúcar […]. Nuestra verdadera formación social comienza a partir de 1532, con la familia rural o semi rural3”.
Para Sergio Buarque de Holanda “el gusto de la aventura tuvo una influencia
decisiva (…) en nuestra vida nacional”. En Raizes do Brasil y su célebre capítulo ‘El sembrador y el azulejero’, este autor afirma que “habitar en las ciudades es esencialmente antinatural” en la época colonial. Opone así el
modelo de implantación español, de formas regulares y disciplinadas, y el
modelo portugués, marcado por la negligencia, “la fantasía con la que las
calles y las casas se distribuyen en nuestras ciudades4”. En estos modelos de
análisis, la ciudad colonial era presentada a menudo, como un mal necesario
para una sociedad esencialmente rural, estableciendo una relación rapaz y
puramente utilitarista con su medio ambiente.
Los trabajos innovadores del geógrafo Aroldo de Azevedo5 en 1956 y del
urbanista Nelson Goulart Reis Filho6 en 1968 (seguidos por Roberta Marx
Delson7 en 1979) incitaban a una reevaluación del papel de la ciudad en la
política colonial portuguesa y de la importancia de las sociedades urbanas
en el seno del mundo colonial. No obstante, y por lo menos hasta a la
mitad de los años 1980, es evidente el menor interés por la historia del
Brasil urbano en el seno de las ciencias sociales brasileñas8, europeas9 y
norte-americanas10. Es solamente al final de los años ochenta y a principios
de los años noventa que este campo de investigación recibe un fuerte
impulso, a la vez desde el Portugal y el Brasil.
14
2. Deseo describir aquí las grandes etapas de la estructuración de este
campo de estudio y presentar las principales orientaciones metodológicas y
temáticas; pero se impone, en primer lugar, una precisión: es la historia del
Brasil urbano y no la historia urbana de Brasil la que vamos a abordar. No
obstante, con esto no queremos decir que se trate de negar todo el esfuerzo
realizado por los historiadores norteamericanos y europeos, desde hace unos
treinta años, para que la ciudad sea objeto de estudio específico, y separarla
así de los trabajos en historia económica, social, cultural o política que utilizaban la ciudad como un simple marco de estudio (lo que permitía, en particular, disponer de fuentes más fácilmente accesibles y relativamente homogéneas)11. La ciudad como objeto de estudio del historiador es la posición más
aceptable desde el punto de vista historiográfico. Sin embargo, una tal orientación nos conduciría, en el caso brasileño, a minimizar la especificidad del
enfoque histórico de la ciudad en vigor desde el principio de los años 1990.
Prefiramos pues un punto de partida amplio y abierto, la historia del Brasil
urbano, aunque después lo estrechemos.
3. A la mitad de los años ochenta, la amplitud de la crisis económica y
social, asociada a índices de urbanización nunca experimentados hasta
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
entonces, condujo a diagnosticar una crisis urbana mayor. São Paulo figura
entre las tres primeras metrópolis del mundo, aunque no se sepa, con una
diferencia de dos o tres millones, el número exacto de sus habitantes. La ciudad extiende ahora su influencia sobre las campañas circundantes: primero,
influencia física con los fenómenos de suburbanización; a continuación,
influencia económica con una dependencia cada vez más mayor del mundo
rural frente a los bienes de consumo producidos por el mundo urbano y a las
necesidades generadas por el crecimiento urbano; finalmente, influencia cultural con el control urbano de los medios de comunicación (prensa, radio,
televisión y ya Internet). Esta ciudad, devoradora de hombres y de espacio,
sin límite físico que la distinga de su entorno, se descubre repentinamente
cortes y vacíos al interior de su espacio metropolitano. Es el nacimiento de la
ciudad fragmentada12. La crisis urbana se confunde entonces con la crisis de
Brasil. La fragmentación de las ciudades testimonia también de un país que
está perdiendo su proyecto coagulador de sociedad.
Es en este contexto de extrema inquietud, en relación con el devenir de
la ciudad brasileña, que Ana Fernandes y Marco Aurélio A. de Figueiras
Gomes, profesores de la facultad de arquitectura de Salvador, organizan,
bajo los auspicios de la Anpur (Associação Nacional de Pos-Graduação e
pesquisa em Planejamento Urbano e Regional), el primer seminario de historia de la ciudad y del urbanismo de Brasil ([5]). Conviene pues tener en
cuenta aquí que no se organizó este seminario, el primero de su género, por
iniciativa de historiadores, sino de urbanistas y arquitectos especialistas de la
ciudad contemporánea13. Esta necesidad de historia procede pues de los
retos planteados por la ciudad del final de los años 1980: una ciudad en crisis, una ciudad fragmentada y que parece haber perdido su rol de motor de
la integración social. Pero no es sólo la ciudad la que está en crisis, es el
conjunto de las ciencias sociales especializadas en la ciudad el que tiene dificultades para dar cuenta de los fenómenos en curso. El abuso de neologismos es un buen índice de esta ciencia urbana puesta en causa por las nuevas configuraciones de una ciudad que ahora es difícil calificar de moderna
o de industrial. Ante esta ciudad industrial que desaparece, los organizadores invitan a reflexionar sobre las condiciones de su génesis en Brasil, a las
formas específicas que pudo cubrir en el momento de su aparición, a las
actividades que pudo generar y al tipo de sociedad a la cual ha dado nacimiento (sobre todo esto volveremos más tarde). Sin olvidar que es en el
momento de la aparición de esta ciudad industrial, cuando las nacientes
ciencias sociales constituían sus principales paradigmas analíticos, que son
convidados historiadores, geógrafos, antropólogos, sociólogos, arquitectos y
urbanistas a este seminario.
Este campo de la historia del Brasil urbano se convierte a partir de
entonces en un lugar privilegiado de diálogo interdisciplinario. En las actas
de este primer seminario, los organizadores explican que, después de haber
tomado nota ‘del gran vacío’ bibliográfico sobre la historia de las ciudades
brasileñas, han querido “abrir un espacio privilegiado a las contribuciones de
la historia para la comprensión de la cuestión urbana” ([5]:9). Maria Stella
Bresciani, en un artículo que se volvió famoso, se proponía a continuación
describir siete puertas de entrada para el estudio histórico de las ciudades
contemporáneas: la ciudad moderna y la cuestión técnica; la era mecánica y
la cuestión social; la formación de las identidades sociales; la formación de la
sensibilidad burguesa; la ciudad como espacio y tema de la historia; culturas
populares; percepciones de la territorialidad ([4]). Antes de que no se abran
verdaderamente las cuatro partes de la obra, los organizadores habían
p. 13-40
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
15
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
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Laurent Vidal
16
puesto un artículo corto y contundente de Raquel Rolnik, que preparaba
entonces un doctorado en historia urbana en la Universidad de New York:
‘história urbana: ¿história na cidade?’. El autor se preguntaba sobre la especificidad de la historia urbana: “¿el investigador en historia urbana estudia la
ciudad o la civilización urbana, a los hombres organizados en el espacio
urbano?’. Basándose en la tradición de la historia urbana norteamericana,
Raquel Rolnik pretende ‘diferenciar la historia urbana de la historia social,
económica o política en contexto urbano’ ([5]:27), haciendo del espacio una
variable fundamental de los análisis: ‘La cuestión fundamental para los especialistas de la historia urbana, a partir de los ángulos los más variados, sería el
significado de los procesos de territorialización y reterritorialización en la historia y su relación con el proceso más global y genérico de transformación
que se desarrolla en el campo de la vida social, económica y política de los
pueblos’ ([5]:29). Estos dos artículos querían señalar, de una manera muy
precisa, los contornos del campo de la historia urbana. Su posicionamiento
divergente – la opción limitada de Raquel Rolnik y la opción más amplia de
Maria Stella Bresciani – prueba la dificultad de definir este campo.
El año siguiente, en 1991, el grupo de estudios regionales y urbanos
(Neru) de São Paulo consagra un número especial de su revista Espaço e
Debates al tema ‘ciudad e historia’. Como lo precisa el editorial: “la ciudad
se descubre a través la visión del historiador” ([1]:5). Es bajo el signo de la
crisis de los conocimientos sobre la ciudad (realizado por el sociólogo
Christian Topolov) que es puesto este llamado al pasado entre los especialistas de la ciudad: la redacción organiza así un debate, entre los historiadores
Maria Stella Bresciani, Edgar de Decca, Nicolau Sevcenko y el arquitecto
Nelson Goulart Reis Filho, alrededor de la especificidad del campo de la historia urbana. Los otros investigadores participantes en el expediente son
sociólogos, arquitectos, urbanistas y geógrafos.
Estos años 1990-1991 sacan definitivamente los trabajos de historia del Brasil
urbano del confinamiento en el cual se confinaban. Pero, al mismo tiempo que
este campo sale del anonimato es instrumentalizado, puesto al servicio de
preocupaciones contemporáneas. Ciertamente, el historiador sabe que su cuestionamiento se basa, en parte, en problemas que plantea la sociedad en la cual
él vive. Pero, ¿es necesario por tanto conectar la historia al presente, someterla
en cierta manera al imperativo de rendir cuentas sobre la situación que heredamos? Es en todo caso la actitud que se adoptó inicialmente en Brasil y en
América latina de manera general por las ciencias sociales, que fueron a buscar
en la historia ejemplos, precedentes, antecedentes, raíces y, resumiendo, todo
lo que podía servir para apoyar un caso, propuestas, una argumentación…
Como lo explican Diego Armus y John Lear: “la práctica de la historia urbana se
convirtió en una especie ‘de escuela de vida’, y, consecuentemente, una fuente
de validación de las políticas destinadas a orientar los cambios urbanos acelerados que transformaban las ciudades latinoamericanas” ([2]:293).
4. A este contexto brasileño de crisis de la ciudad y de las ciencias de la
ciudad – favorable al desarrollo de los trabajos sobre la historia del Brasil
urbano – se superpone el contexto de conmemoración de los grandes descubrimientos portugueses. Con la intención de establecer la coherencia de la
estrategia geopolítica portuguesa de conquista de las rutas marítimas comerciales entre Europa y los tres mundos (África, Asia, América), la Comissão
Nacional de Comemoração dos Descobrimentos Portugueses (CNCDP)
impulsó, a partir de 1988, numerosas investigaciones sobre las prácticas colo-
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
5. Los programas de investigación en cooperación sirvieron también de estimulantes para el desarrollo de los trabajos sobre la historia del Brasil urbano.
Para el caso francés16, citemos dos programas. Para comenzar, el dirigido por
Jean-Pierre Frey, profesor en el Instituto de urbanismo de París: “Análisis comparado de las condiciones económicas y sociales de emergencia del urbanismo
y enfoques interdisciplinarios del campo urbano” (1991-1995). Este programa
asocia equipos franceses, italianos y latinoamericanos (Argentina, Uruguay y
Brasil). Los equipos brasileños están coordenados por Luiz César de Queiroz
Ribeireo, profesor de sociología urbana en la Universidad Federal de Rió de
Janeiro. Varias universidades están representadas: Belo Horizonte (Regina
Helena da Silva), Campinas (Maria Stella Bresciani), Recife (Sonia Marques),
Porto Alegre (Sandra Pesavento), Rió de Janeiro (Lilian Fesler Vaz, Margareth da
Silva Pereira…), São Paulo (Nabil Bonduki, Cristina Leme, Heliani Angotti
Salgeiro). Los equipos brasileños han organizado un seminario internacional en
Río: “En los orígenes de las políticas modernas en América Latina, 1900-1950”.
Se trataba de abordar la cuestión bajo tres ángulos: situar el estudio del urbanismo y de las políticas de la vivienda en el marco más amplio de los proyectos
reformadores; estudiar los protagonistas de la reforma urbana, la emergencia
del urbanismo como disciplina y profesión; poner en relación los trabajos sobre
los países importadores y exportadores de conocimientos y técnicas. Las actas
fueron publicadas en Brasil ([161]).
p. 13-40
niales portuguesas. Entre ellas, las prácticas urbanísticas ocupan un lugar
principal14. El CNCDP constituye también en 1997 un Grupo de Trabajo
consagrado a la ciudad: “a cidade como civilização: universo urbanístico português, 1415-1822”. En su primera Newsletter precisa: “En Portugal, el largo
momento de las conmemoraciones de los Descubrimientos ha catalizado
innovaciones, actualizaciones y síntesis en el campo cultural al cual ha dado
nacimiento, pero nada se ha dicho sobre un dominio que reúne no obstante
las más grandes potencialidades: su espacio físico; es decir, el universo
urbanístico portugués. (…) Ya que, tanto como la lengua, son las matrices
del espacio urbano como la estructura de la red territorial construida que
perpetúan en el terreno la fase helenística de la historia portuguesa15”. Los
responsables del proyecto ‘a cidade como civilização’, Walter Rossa, Helder
Carita y Renata Araújo tienen una primera formación de arquitecto o de
urbanista. Su visión de historiador es pues antes que nada sensible a las formas y al trazado de las ciudades. Este grupo organiza reuniones, encuentros
y mesas redondas en las principales regiones concernidas por la intervención
urbanística de los portugueses (América-Brasil, Asia-India y África-Cabo
Verde): se trata entonces de hacer un balance de las investigaciones realizadas o en curso de realización, y de establecer una red de investigadores especialistas de la cuestión. Además, el grupo prepara una bibliografía iberoamericana sobre la historia del urbanismo ([10]), publica un Boletín informativo,
cuyo primer número sale en febrero 1997, organiza una exposición, antes de
realizar, del 2 al 6 de marzo de 1999, un coloquio internacional en Coïmbra
([134]; [147]). En 2000 coordinará también un número especial de la revista
oficial del CNCDP, Oceanos: “construindo o Brasil urbano” ([18]).
De hecho, el contexto de las conmemoraciones fue extremadamente favorable al desarrollo de investigaciones consagradas a la historia del Brasil, y más
específicamente del Brasil urbano. Los Estados Unidos, Francia, Italia, Inglaterra
e incluso Israel organizaron trabajos colectivos (obras, números de revistas, programas de investigación…). Todos estos países tienen fuertes especificidades
en sus enfoques: convendrá ponerlos al día en esta investigación bibliográfica.
17
Laurent Vidal
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
Entre 1995 y 1998, en el marco de los acuerdos de Capes-Cofecub, fue
organizado otro programa: “historia comparada de las sociedades urbanas:
políticas urbanas y dimensiones culturales de las ciudades brasileñas y francesas (1840-1945)”. En Francia, este programa funciona bajo la responsabilidad científica de Guy Martinière (Instituto del Alto Estudios de América
Latina-Universidad de París III) y en Brasil bajo la de Marta Rosseti Batista
(Instituto de Estudos Brasileiros-Universidade de São Paulo). Este proyecto
asoció investigadores franceses (Adeline Daumard, Yves Lequin, Jean-Luc
Pinol y Jean-Pierre Blay) y brasileños (Márcia Graf, Cecília Westphalen, Cleci
Favaro, Humberto Fernandes Machado, Maria Helena Ochi Flexor y Marcus
Joquim Maciel de Carvalho) procedentes de una decena de universidades
diferentes. Se organizaron grupos de trabajo en Porto Alegre, Curitiba, São
Paulo, Río de Janeiro, Salvador, Recife17. Como lo explica Márcia Graf en la
presentación de los primeros resultados de este programa, “este proyecto
tiene por primer objetivo reactivar el intercambio entre investigadores franceses y brasileños para desarrollar investigaciones relativas a la historia comparada de las sociedades occidentales. El segundo objetivo, más específico,
es la elaboración de una historia urbana de Brasil y de Francia mediante el
establecimiento de análisis comparados y la publicación de los resultados en
el marco de una política académica y cultural bilateral” ([205]:13).
Otro programa, con fuerte resonancia internacional, es el de las ‘palabras
de la ciudad’ auspiciado por la Unesco a partir de 1997 y bajo la responsabilidad de Christian Topalov y Jean-Charles Depaule. Este programa asoció a
numerosos especialistas brasileños de la historia urbana: Maria Stella
Bresciani ([11], [151]) y Sandra Pesavento ([160]), que enseñan respectivamente en la Universidad Federal de Río do Sul y en la Universidad de
Campinas, así como Claudia Damasceno, profesor en la Universidad de París
III. En algunos de sus trabajos, publicados en Francia y en Brasil, se analizaban los conceptos utilizados en el estudio histórico de las ciudades, así
como las dificultades de traducción (del portugués al francés) de los términos jurídico-administrativo utilizados en Brasil para dar cuenta de la realidad
urbana, de la jerarquía de las ciudades, de la estructura del territorio…
18
6. Para los años 1990-2003 constituí un corpus de 237 referencias relativas a la historia del Brasil urbano18. Este corpus no pretende ser exhaustivo,
sirve para dar indicaciones que más tarde deberán ser desarrolladas, comprobadas y comparadas. A pesar de las encuestas realizadas para el establecimiento de esta lista, soy perfectamente conciente de no haber tomado
suficientemente en consideración la producción bibliográfica norteamericana y portuguesa, y, en contrapartida, haber sobrestimado la parte francesa19. No obstante, estas reservas no deben obligarnos a una prudencia
demasiado excesiva al analizar los resultados. Este corpus es suficientemente
explícito para poner de relieve algunas fuertes tendencias.
Comencemos primero por la distribución de los trabajos en función del
país de edición (cuadro 1). Esta repartición nos parece más pertinente que
una clasificación por nacionalidad del investigador. Además, permite poner
de relieve la fluidez de los contactos interpersonales, la inserción de los
investigadores en redes internacionales y la participación en programas de
investigación comunes. Así, de los 237 trabajos, 133 fueron publicados en
Brasil, o sea alrededor del 56%. Estados Unidos y Francia participan en casi
el 15% cada uno; la parte de Portugal se sitúa alrededor del 10%. Estos
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
Cuadro 1
Publicaciones sobre la historia del Brasil urbano en función del país de edición
(1990-2003)
Brasil
Estados Unidos
Francia
Portugal
Inglaterra
España
Italia
Israel
TOTAL
133
36
33
20
5
6
3
2
237
resultados nos dan dos valiosas informaciones. Para comenzar, la producción brasileña sólo concierne a una gran mitad de los trabajos, lo que indica
que este campo es ampliamente compartido a nivel internacional. La
segunda información concierne precisamente a la participación internacional en este campo de estudio: cuatro países producen más de un 90% de la
bibliografía sobre el tema: Brasil, los Estados Unidos, Francia y Portugal. Si la
participación de Portugal encuentra su fundamento en su pasado de potencia colonizadora, la de Francia nos remite a otra dimensión: Brasil como
‘campo de estudio privilegiado’ (L. Febvre) para las ciencias sociales en
Francia20. En lo que se refiere a los Estados Unidos, estas cifras confirman la
tendencia observada por Roderick Barman respecto al nuevo interés manifestado por la historia de Brasil, en los años ochenta, en el seno de las universidades norteamericanas. Con un matiz: este aumento de la producción
doctoral no conduce inevitablemente a un refuerzo institucional de este
campo de estudio21. Para los otros países, notemos el lugar particular de
Inglaterra, Italia y España, la que, con motivo del quinto centenario del descubrimiento de América, favoreció una visión comparada entre la urbanización colonial española y portuguesa.
Períodos estudiados según los países de edición22
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
Cuadro 2
19
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
Laurent Vidal
20
Estas primeras tendencias deben ser completadas y afinadas; El Cuadro 2
nos da nuevas llaves de análisis. Si se consideran primero los períodos cronológicos privilegiados, se puede destacar que de 218 referencias23, 53 se
refieren al período colonial y 165 el período de los siglos XIX y XX. Para el
período colonial conviene destacar la preponderancia de los trabajos sobre
el siglo XVIII. Para el período 1822-2000 debemos tener en cuenta que el
tercio de los trabajos (57 referencias) se refiere al período 1880-1930, y más
de la cuarta parte (44 referencias) se refieren al siglo XX. Estos pronunciados
desequilibrios deben ser explicados.
Al cruzar períodos cronológicos y países de edición se pueden establecer
nuevas constataciones. Comencemos por la producción brasileña: sólo el
20% de los trabajos está consagrado al período colonial, con una notable
preferencia por los estudios que establecen un cuadro global del período
colonial – como si se tratase de establecer antecedentes para los estudios
consagrados al período posterior a la independencia. Hay que notar aquí que
el geógrafo Maurício Abreu (UFRJ) redactó varios de los trabajos consagrados
al contexto colonial (incluido el único estudio relativo al siglo XVI [125]); este
investigador prepara actualmente una geohistoria, en varios volúmenes, de la
ciudad de Río, desde sus orígenes hasta nuestros días24. Los trabajos consagrados al período contemporáneo corresponden al 80% de la producción
brasileña. Encontramos aquí – calculadas – las consecuencias del primer
seminario de historia urbana y de la reestructuración consecutiva de este
campo de estudio en el Brasil de los años noventa. Los trabajos sobre el
período contemporáneo se distribuyen entre 1880-1930 (un tercio) y el siglo
XX (20%): es realmente la génesis y el devenir de la ciudad industrial que
está al centro de sus preocupaciones. Por las producciones francesas y norteamericanas encontramos proporciones equivalentes: ¿se trata por tanto de
preocupaciones similares? El cuadro 3 nos aportará respuestas. Para los
Estados Unidos, podemos sin embargo constatar que estos resultados confirman los de Roderick Barman 25 para los doctorados sostenidos en
Norteamérica. Para el período 1980-1984, un 58% de los doctorados están
dedicados al período republicano (desde 1889) y 25% al Imperio; las cifras,
para el período 1985-1987, son del 77% y 8%. La producción bibliográfica
portuguesa, en cambio, indica una clara preponderancia para el período
colonial: la totalidad de las 20 referencias le son consagradas26. El siglo XVIII
se destaca ampliamente con nueve trabajos. Es el siglo del oro de Minas
Gerais, del cual Frédéric Mauro ha podido decir que las ciudades vinculadas a
su explotación y al control de su transporte formaban la primera verdadera
red urbana brasileña. Los trabajos de Claúdia Damasceno publicados en
Portugal ([136], [137], [285]) están precisamente consagrados al estudio de
la génesis de las formas urbanas y de las prácticas urbanísticas en esta región.
El siglo XVIII está también marcado por la urbanización de las fronteras
amazónicas al norte (Estado de Grão Pará y Maranhão) y al oeste (Matto
Grosso). Los trabajos de Renata Araújo ([107], [128]) están consagrados a
estos frágiles y codiciados márgenes de la colonia.
7. Hemos establecido que la historia del Brasil urbano es un campo de
estudio compartido, al nivel disciplinario27 y a escala internacional, y que los
países de edición se distinguen por fuertes preferencias cronológicas. Estos
primeros resultados plantean un determinado número de cuestiones a las
cuales debemos ahora responder. Para esto es necesario introducir una nueva
variable: las orientaciones temáticas. Los períodos cronológicos estudiados,
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
¿reflejan especificidades temáticas particulares? Los períodos cronológicos
compartidos, ¿cubren enfoques temáticos compartidos o distintos? ¿Se pueden establecer afinidades particulares entre países de edición y enfoques
temáticos?
Yo he clasificado el corpus alrededor de 16 temáticas28, haciendo mucho
cuidado de dedicar un lugar a los temas emergentes, aunque estén muy
poco representados en términos numéricos: 1) los poderes en la ciudad; 2)
reformas urbanas y control social; 3) la ciudad, desafío de la política; 4)
identidades sociales; 5) de la calle al trabajo: la vida cotidiana en las ciudades brasileñas; 6) solidaridades familiares, étnicas o profesionales; 7) hábitat, alojamiento; 8) el urbanismo colonial: el reto de la regularidad; 9) las
apuestas urbanísticas de la era industrial; 10) arquitectura y sociedad: del
espacio sagrado al espacio profano; 11) ciudad, intercambios y transportes;
12) redes de ciudades; 13) sensibilidades y sociabilidades; 14) prácticas culturales e identidades; 15) memorias de la ciudad, memorias en la ciudad;
16) imágenes e imaginarios de la ciudad.
2
3
4 5
6
7
8
9
10 11 12
13 14 15 16
XVI
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
XVII
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
2
-
-
-
-
XVIII
1
-
-
-
1
2
-
9
-
-
-
4
3
-
-
-
Colonia 2
1
-
-
-
3
-
13 -
1
1
2
2
-
-
-
XIX
5
3
-
3
10 2
-
-
-
1
-
1
1
2
2
-
1890
-1930
1
10 -
1
11 5
2
-
4
1
5
-
2
6
1
2
XX
2
1
4
3
3
-
7
-
7
1
-
-
1
7
7
2
XIX-XX -
-
1
2
2
2
-
-
6
1
-
-
1
4
1
2
1500
-2000
-
-
-
1
2
1
1
-
-
5
1
-
-
-
-
-
Total
11 15 5
7
9
10 19 11 6
10 29 15 10 24 17 10
Temáticas: 1) Los poderes en la ciudad; 2) Reformas urbanas y control
social; 3) La ciudad, desafío de la política; 4) Identidades sociales; 5) De la
calle al trabajo: la vida cotidiana en las ciudades brasileñas; 6) Solidaridades
familiares, étnicas o profesionales; 7) Hábitat, alojamiento; 8) El urbanismo
colonial: el reto de la regularidad; 9) Las apuestas urbanísticas de la era
industrial; 10) Arquitectura y sociedad: del espacio sagrado al espacio profano; 11) Ciudad, intercambios y transportes; 12) Redes de ciudades; 13)
Sensibilidades y sociabilidades; 14) Prácticas culturales e identidades; 15)
Memorias de la ciudad, memorias en la ciudad; 16) Imágenes e imaginarios
de la ciudad.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Temas 1
p. 13-40
Cuadro 3
Temas estudiadas según los períodos históricos
21
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
Laurent Vidal
22
El cuadro 3 permite, inicialmente, medir las preferencias temáticas dentro
de este campo de estudios. El tema 5 (“de la calle al trabajo: la vida cotidiana
en las ciudades brasileñas”) se destaca con 29 trabajos, seguido de cerca por
el tema 8: “El urbanismo colonial: el reto de la regularidad”. Vienen a continuación los temas 9 (“Las apuestas urbanísticas de la era industrial”) y 14
(“Prácticas culturales e identidades”). Estas orientaciones dibujan los contornos del campo de la historia del Brasil urbano: el estudio de las condiciones
de la vida social en ciudad (vida cotidiana, trabajo, identidades, prácticas culturales) se cruza con la del marco espacial por la atención dada al urbanismo
de la era colonial y de la era industrial. Se encuentra aquí la preocupación
clásica de los historiadores de ciudad que desean articular espacio y sociedad.
Tomemos en cuenta un tema emergente (n°15): “la memoria de la ciudad,
memorias en la ciudad”29, que testimonia de una reciente preocupación (la
mayoría de los trabajos han sido publicados a partir del final de los años
noventa) por la recuperación del pasado en un período de transición en el
que se trastornan las identidades y referencias tradicionales.
Pero este cuadro indica igualmente preferencias cronológicas marcadas
por cada una de las temáticas identificadas. Allí también pueden retenerse
algunas enseñanzas. Así el período colonial se aborda a partir de cuatro
puntos de vista distintos: las solidaridades familiares, étnicas o profesionales
(n°6), el modelo de urbanismo (n°8), las redes de ciudades (n°12) y las sensibilidades (n°13). La sociedad, su marco de vida y sus modos ser en el
mundo son así las principales preocupaciones de los colonialistas. Los otros
temas se abordan más bien a partir del contexto de la ciudad contemporánea (siglos XIX-XX). Los ‘poderes en la ciudad’ (n°1) abordan la instauración
en el seno de las ciudades de las nuevas instituciones políticas (incluidas las
instituciones municipales ([29], [34], [38]). Observemos la complementariedad con el tema: ‘la ciudad, desafío de la política’, del que las investigaciones son relativas a la construcción de nuevas capitales ([57], [58], [59]), a
la visión de la ciudad por el poder… Los trabajos sobre ‘la vida cotidiana’
(n°5) en el marco privado o en la calle, el mundo del trabajo, se basan también en el período del siglo XIX-XX: parece evidente aquí que estos trabajos
están a la búsqueda de la génesis del modo de vida urbano de la era industrial. Por otra parte, se pueden añadir a esto los trabajos sobre las ‘identidades sociales’ (n°4) y ‘prácticas culturales’ (n°14). Después del campo político y el campo social, los trabajos sobre la ciudad contemporánea abordan
un tercer ámbito: el campo espacial, con estudios que se refieren al control
del espacio (n°2), a la instauración de un nuevo urbanismo (n°9) y a las
redes de transporte (n°11).
Temáticas: 1) Los poderes en la ciudad; 2) Reformas urbanas y control
social; 3) La ciudad, desafío de la política; 4) Identidades sociales; 5) De la
calle al trabajo: la vida cotidiana en las ciudades brasileñas; 6) Solidaridades
familiares, étnicas o profesionales; 7) Hábitat, alojamiento; 8) El urbanismo
colonial: el reto de la regularidad; 9) Los retos urbanísticos de la era industrial; 10) Arquitectura y sociedad: del espacio sagrado al espacio profano;
11) Ciudad, intercambios y transportes; 12) Redes de ciudades; 13)
Sensibilidades y sociabilidades; 14) Prácticas culturales e identidades; 15)
Memorias de la ciudad, memorias en la ciudad; 16) Imágenes e imaginarios
de la ciudad.
El cuadro 3 nos ha permitido identificar fuertes especificidades cronológicas según las distintas temáticas. El cuadro 4 pone de relieve otra característica de los estudios sobre la historia del Brasil urbano: las temáticas no bene-
Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
Cuadro 4
Temas estudiados según los países de edición
Temas
1
2
3
4
5
7
8
9
10 11 12 13 14 15 16 Total
Brasil
9
7
3
4
22 11 4
6
8
9
2
2
5
11 8
6
116
EU
2
6
1
5
4
3
2
-
2
-
3
-
2
3
2
-
36
Francia
-
1
1
1
1
1
2
3
3
1
2
1
3
4
1
-
25
Portugal -
-
-
-
-
-
-
12 -
-
-
6
-
-
-
-
18
Otros
-
1
-
-
2
-
2
3
-
-
-
-
1
-
-
13
Total
11 15 5
7
9
10 19 11 6
10 29 15 10 24 17 10
208
fician del mismo interés según los países de edición. Es decir, es posible
establecer preferencias nacionales dentro de este campo de estudio. Así los
trabajos publicados en Brasil revelan un interés prioritario por la temática 5
(‘de la calle al trabajo: la vida cotidiana en las ciudades brasileñas’: 22 referencias), luego, fuertes preferencias por las temáticas 6 (‘solidaridades’), 14
(‘prácticas culturales e identidades’) y 1 (‘los poderes en la ciudad’). Estos
temas, como lo hemos visto, son abordados más bien a partir del contexto
de las ciudades contemporáneas: es pues la instauración de las sociedades
industriales complejas lo que atrae la atención, la aparición de nuevos grupos sociales y nuevas identidades, las relaciones entre sociedades y
poderes… Tomemos el caso de Walker y Barbosa ([39]), cuyo estudio muestra cómo la diversificación de las actividades en curso en la región de
Ribeirão Preto ha modificado los estilos políticos: coronelismo, populismo,
estilo dictatorial y democracia. Los trabajos publicados en los Estados Unidos
indican tres especificidades temáticas: ‘reformas urbanas y control social’
(n°2), ‘identidades sociales’ (n°4) y ‘de la calle al trabajo’ (n°5). Es la dimensión política de la ciudad, como lugar de conflictos sociales y también como
espacio a controlar, que se privilegia aquí siguiendo el ejemplo de los trabajos de Margareth Meade [46] y Thomas Holloway [43]. Las obras y artículos
publicadas en Francia se distribuyen alrededor de las temáticas 14 (‘prácticas culturales’), 13 (‘sensibilidades y sociabilidades’), 8 (‘urbanismo colonial’) y 9 (‘los retos urbanísticos de la era industrial’). Visto desde la visión
francesa, este Brasil urbano se presenta como si estuviese provisto de una
forma espacial original (siguiendo el ejemplo de los trabajos de Laurent
Vidal [59] y Claudia Damasceno [154]), y como un lugar de aprendizaje de
nuevas actitudes culturales (sociabilidades y sensibilidades abordadas por
Jean-Pierre Blay [204] y Jorge P. Santiago [201]). Por último, del lado portugués, son las temáticas 8 (‘urbanismo colonial’) y 11 (‘ciudades, intercambios y transportes’) las que son más especialmente apreciadas. Estas elecciones ilustran lo que ya destacamos antes: en el marco de las
conmemoraciones de los descubrimientos portugueses, Portugal ha querido
demostrar la racionalidad y la coherencia de la política de control territorial
establecida en Brasil, sobre todo durante el siglo XVIII, a partir de la creación
de nuevos núcleos urbanos y sólidas redes de comunicaciones (ver los trabajos de Renata Araújo [127], [128], [129], [134]).
Estas constataciones permiten ahora establecer los lugares del diálogo
que los Estados Unidos, Francia y Portugal mantienen respectivamente con
Brasil en relación con la historia del Brasil urbano. Para el caso de los Estados
Unidos, es indudablemente alrededor de la cuestión de lo que está en juego
p. 13-40
4
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
6
23
Laurent Vidal
a niveles políticos y sociales en las reformas urbanas del período 1880-1930
que se establece el diálogo. Para Francia, es más bien alrededor de la definición de las culturas urbanas en la ciudad contemporánea. Y para Portugal,
es obviamente en torno a la problemática del urbanismo colonial.
8. La definición operatoria, más bien amplia, que hemos retenido con el
fin de dar cuenta de la multiplicidad visiones sobre la historia del Brasil
urbano, así como de la originalidad de las experiencias científicas realizadas,
nos ha permitido establecer una serie de conclusiones:
1. La historia del Brasil urbano es un campo de estudio compartido entre
disciplinas (historia, urbanismo, arquitectura, antropología y geografía) y
países (Brasil, los Estados Unidos, Francia y Portugal).
2. Esta repartición se basa en especificidades temáticas consustanciales a
cada país. Una de las cualidades de este campo es ser muy receptivo a los
incentivos internacionales, resultado de programas de investigación en
cooperación.
3. Este campo de estudio se caracteriza por un profundo desequilibrio entre
los trabajos referentes al período colonial y los referentes al período
contemporáneo. Es la forma de la ciudad industrial la que es interrogada,
como también las implicaciones políticas, sociales y culturales de su aparición (cerca de la cuarta parte de los trabajos se consagran al período
1880-1930).
4. Este campo es inicialmente estructurado como una ‘escuela de vida’; para
retomar las palabras de Armus y Lear: el recurso a la historia servía para
identificar génesis, para aprender lecciones del pasado. Cerca de 15 años
más tarde, el estudio del corpus reunido indica, al contrario, que se
impuso una práctica clásica de la historia urbana, haciendo cuidado de
cruzar dimensiones espaciales y societales. Es indudablemente esto lo que
hace la especificidad de esta experiencia.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 13-40
NOTAS
24
1 Gilberto Freyre. Maîtres et esclaves : la formation de la société brésilienne. París,
Gallimard, 1978. (ed. original: 1933). Traducción de Roger Bastide, prólogo de
Lucien Febvre.
2 Sergio Buarque de Holanda. Racines du Brasil. París, Gallimard-Arcades, 1998 (ed.
original: 1936).
3 Gilberto Freyre, Maîtres et esclaves, p. 47 y 53.
4 Sergio Buarque de Holanda, Racines du Brésil, p. 63, p. 145 y p. 169. En 1978, prolongando las reflexiones de Buarque de Holanda, Frédéric Mauro comparaba la
superioridad urbana en América colonial española – en donde la ciudad es a la vez
un instrumento de conquista, de colonización, de prestigio social e incluso de
evangelización y desarrollo cultural – con el hecho urbano en América portuguesa
– en donde la ciudad es antes que nada una punto de articulación de los circuitos
de intercambios económicos (puertos, red urbana de Minas en el siglo XVIII). De
un lado, una decisión política inicial, del otro, una decisión económica más tardía
(Urban preeminence and the urban system in colonial America. Hardoy, Jorge,
Kinzel, Nora Scott e Schaedel, Richard P. Urbanization in the Americas, Chicago,
Oveja Publisher, 1978, p 249-267).
5 Aroldo de Azevedo. Vilas e cidades do Brasil colonial: ensaio de geografia urbana
retrospectiva. São Paulo, Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, 1956, 96 p. El
autor, geógrafo de formación, pone en evidencia las grandes etapas de la instaura-
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
ción de la red urbana brasileña en base a la articulación entre ‘cidades’ y ‘vilas’, a la
complementariedad de las competencias jurídicas y también al control de las vías de
comunicación.
6 Nelson Goulart Reis Filho. Contribuição ao estudo da evolução urbana do Brasil: 15001720, São Paulo, Liv. Pioneira, 1968, 235 p. En este estudio, el arquitecto Nelson
Goulart Reis Filho evoca el impacto de la llegada de los ingenieros portugueses en
Brasil a partir desde mediados del siglo XVII, tanto sobre el trazado de las ciudades
como sobre el control del espacio colonial. A tener en cuenta que un pequeño artículo del arquitecto portugués Mario T. Chico, publicado en 1956, tuvo un impacto
fundamental en la reorientación de los puntos de vista sobre las prácticas arquitectónicas de los portugueses: ‘A cidade ideal do renascimento e as cidades portuguesas
na India’. (García de Orta, 1956:319-328). Lejos de los tópicos de un urbanismo
negligente, ponía de relieve la influencia de los modelos de ciudades ideales del
renacimiento sobre las prácticas urbanísticas de los portugueses en sus contadores en
la India.
7 Roberta Marx Delson. New towns for Colonial Brazil: spatial and social planning of the
eighteen century, Ann Arbor, University Microfilms international, 1979, 212 p. Esta
historiadora del arte prolongaba los trabajos de Nelson Goulart Reis Filho, estudiando el urbanismo portugués en el Brasil del siglo XVIII. Se daba mucha importancia a las ciudades pombalieras y a las formas regulares y sabiamente dispuesta en
las zonas sensibles de la colonia (frontera occidental y litoral amazónico).
8 Ver por ejemplo el número especial que dedica en 1985 la revista del ANPUH
(Associação Nacional dos Professores Universitários de História) al tema: ‘cultura e
cidades’ (Revista Brasileira de História, vol. 5, n°8-9). No olvido el artículo que
Emília Viotti Da Costa dedicó a esta cuestión en 1970 (“Urbanização do Brasil no
século XIX”. Da Monarquia à República: momentos decisivos, São Paulo, Editora brasiliense, 1970, pp. 194-227 – 5a. ed.:1987). Este artículo se consideró durante
mucho tiempo como una referencia esencial para todos los investigadores que se
interesaran en la historia del Brasil urbano.
9 Los profesores de la misión universitaria francesa en Brasil (para la fundación de la
Universidad de São Paulo en 1934) quedaron marcados por la especificidad de la
cuestión urbana en Brasil (nacimientos de las ciudades, formación de las redes…) y
previeron una vuelta a la historia para comprender esta situación. Ver por ejemplo
la larga reseña que hizo Fernand Braudel de una obra de Marvin Harris (Town and
Country in Brazil, Columbia University Press, 1956, 303 p.) en Annales ESC en 1959.
En: El Brasil bahianais: el presente explica el pasado (en: Fernand Braudel: Écrits sur
l’histoire, París, Flammarion, 1984, p 239-254). Pierre Monbeig, en su tesis
(Pionniers et planteurs de São Paulo. París, Armand Colin, 1952, 376 p.), se interesa
por el nacimiento de las ciudades de la franja pionera. Claude Lévi-Strauss explica
en Tristes Trópiques (París, Plon, 1955) que “se podrían explorar las ciudades como
un botánico las plantas, reconociendo en el nombre, en el aspecto y en la estructura de cada una, su pertenencia a tal o cual gran familia añadida por el hombre a
la naturaleza: el reino urbano” p. 124). Ver también el estudio del geógrafo Pierre
Deffontaines (que estaba en la Universidad de Rio de Janeiro): Cómo se ha constituido la red de las ciudades en Brasil. Bulletin de la Société de Géographie de Lille,
1938, n°9, dic., p 321-348.
10 A resaltar como excepcionales los trabajos de Richard Morse (1922-2001), autor, en
particular, del clásico: Formação histórica de São Paulo (São Paulo, Difel, 1970, 449
p.), e incansable promotor de la historia urbana de América Latina en general y de
Brasil en particular. Ver sus dos artículos de síntesis: Brazil’s urban development:
colony and empire. Journal of Urban History, 1974, vol. 1, n°1, p. 39-72; Cities and
society in nineteenth century Latin America: the illustrative case of Brasil. Hardoy,
Jorge E.; Kinzer, Nora Scott; Schaedel, Richard P. (coord.). Urbanisation in the
Americas, Chicago, Oveja Publishers, 1978, p 283-302 (ed. original: 1969).
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Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
25
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
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11 Para una clarificación a partir del caso francés ver el artículo de Bernard Lepetit:
La ville: cadre, objet, sujet. Enquête, 1997, n°4, p. 11-34. Se podrá también añadir la lectura del texto de Jean-Luc Pinol: La ciudad de los historiadores. Thiery
Paquot, Michel Lussault; Sophie Body-Gendrot, La ville et l’urbain, l’état des
savoirs, París, La Découverte, 2000, p 36-44.
12 Ver a este respecto: Laurent Vidal. Les mots de la ville au Brésil: la notion de ‘fragmentation’. Cahiers des Amériques Latines, 1994, n°18, p 161 - 181
13 Después se organizaron seis otros seminarios: aún en Salvador en 1992, en São
Carlos en 1994, en Río de Janeiro en 1996, en Campinas en 1998, en Natal en
2000 y en Salvador en 2002. Los trabajos se publicaron en cédérom. Con motivo
del 7° seminario, de vuelta a Salvador, los organizadores indicaban, en su llamada
a comunicación, que “los seminarios de historia de la ciudad y del urbanismo se
constituyeron en uno de los más importantes foros de debate en el ámbito de la
arquitectura y del urbanismo, marcando, con las especificidades de la Historia, los
debates a lo largo de los años noventa. En el curso de las seis ediciones sucesivas
se presentaron y se discutieron cientos de trabajos, que constituyen ahora el más
importante conjunto de conocimientos jamás producido y sistematizado sobre el
pasado de nuestras ciudades y nuestra profesión, y sobre las profundas y complejas relaciones que unen el conocimiento de las lecciones del pasado a la construcción de la ciudad del presente y a las idealizaciones de la del futuro”. Esta observación ilustra perfectamente la especificidad de las relaciones entre las ciencias de
la ciudad y la historia en el Brasil de los años noventa.
14 Tengamos en cuenta, al margen de los trabajos de la CNCDP, la publicación en
cinco volúmenes de una historia de la expansión portuguesa (Francisco
Bethencourt; Kirti Chaudhuri, (dir.). História da expansão portuguesa. Lisboa,
Círculo de leitores, 1998) de la que varios capítulos están dedicados a la circulación de las formas arquitecturales y urbanísticas, a las ciudades de la periferia y
del centro…
15 A cidade como civilização: universo urbanístico portugués, 1415-1822.
Newsletter, n°1, febrero 1997.
16 A indicar que se estableció un nuevo programa de investigación en historia
urbana para el período 2002-2005: La ciudad en Brasil (siglos XVIII-XX): nacimientos, renacimientos (ACI jóvenes investidagores bajo la responsabilidad de Laurent
Vidal). Es aún demasiado pronto para comunicar los resultados, tanto de la parte
francesa como brasileña.
17 Para un balance de este programa, ver el artículo de Márcia Elisa de Campos
Graf, Resultados do projeto de cooperação Capes/Cofecub, História comparada
das sociedades urbanas: políticas urbanas e dimensão cultural das cidades brasileiras e francesas, 1840/1945. Revista do SBPH, 1999, n°16, p. 115-117.
18 He retenido el conjunto de las tesis cuyas referencias pude encontrar (la lista francesa es bastante exhaustiva, de la lista brasileña también, con algunas reservas sin
embargo; en cambio del lado norteamericano y portugués me falta indudablemente referencias). Para Brasil y Francia no retuve (salvo raras excepciones) los
mestrados ni las memorias de control y de DEA, sabiendo que no se trata más
que de una iniciación a la investigación, de la cual es difícil considerar a priori la
calidad.
19 En lo que se refiere a la importancia de los trabajos sobre la historia del Brasil
urbano en la producción doctoral francesa se debe ver el número fuera de serie
publicado por los Cahiers du Brésil contemporain: Catalogue général des thèses
soutenues en France sur le Brésil (1823-2000). París, EHESS, 2000.
20 Para las relaciones entre Francia y Brasil se deben ver los trabajos de Guy
Martinière, Aspects de la coopération franco-brésilienne. Transplantation culturelle et
stratégie de la modernité, París, éd. de la MSH, 1982, 224 p.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
21 Por lo que se refiere a los Estados Unidos, ver el artículo de Roderick Barman:
Brazil and its historians in North America. The last forty years. The Americas, 1990,
vol. 46, n°3, p. 373-399.
22 Para el establecimiento de los repartos cronológicos partimos de una primera
división por siglo. Como ésta no daba cuenta más que imperfectamente de los
campos cronológicos abordados, hemos añadido una división entre Brasil colonial y Brasil independiente, y una división relativa a los cinco siglos (1500-2000).
En último lugar hemos distinguido el período 1880-1930 dada la frecuencia en
que éste volvía en nuestro corpus.
23 El hecho de que el total no corresponde entre el cuadro 1 y el 2 es debido a que
ciertos trabajos, de orden puramente metodológico, no pudieron ser tomados en
cuenta en esta clasificación.
24 Publicó en 1988 un volumen consagrado a la evolución urbana de Río de Janeiro
del siglo XIX al siglo XX: Evolução urbana do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro,
Iplanrio, 1997 (3° edición).
25 Roderick Barman. Brazil and its historians in North America. The last forty years.
The Americas, 1990, vol. 46, n°3, p. 385. Por lo que se refiere al período colonial,
no representado en nuestro corpus, ver el artículo de Russel-Wood, A. J. R.,
Brazilian Archives and Recent Historiography on Colonial Brazil. Latin American
Research Review, 2001, vol. 36, n° 1, pp. 75-105.
26 No hay que descuidar aquí un efecto de distorsión debido a la ausencia de las
tesis sostenidas en Portugal y que pueden tratar de otros períodos. Pero estos
matices no ponen en entredicho el peso preponderante de los trabajos sobre el
mundo colonial. Ver el estudio de Francisco Roque de Oliveira. Estudos sobre o
urbanismo colonial português dos Séculos XV-XVII: estado da questão. García de
Orta, 2002, vol. 18 (1-2), p 1-20.
27 En el estado actual de las informaciones disponibles no me es posible (y esto es
obviamente deplorable) establecer la proporción de cada una de las disciplinas
en esta producción. A título indicativo podemos simplemente destacar la importancia de los arquitectos y urbanistas.
28 Isabelle Backouche estableció una clasificación temática de los trabajos en historia
urbana (L’histoire urbaine en France (Moyen-Âge-XXe siècle). Guide bibliographique,
1965-1996, París, L’Harmattan, 1998, 190 p.). Se puede encontrar otra clasificación temática en la revista Urban History para la presentación de las novedades
bibliográficas. Más bien que adoptar uno u otro de estos criterios de clasificación,
he preferido optar por una clasificación que tenía en cuenta la especificidad de
los enfoques sobre la historia del Brasil urbano. No tomé en cuenta los trabajos
clasificados bajo la rúbrica ‘Generalidades’ (véase la bibliografía en anexo).
29 A título comparativo, ver nuestro artículo consagrado a los recientes trabajos
sobre las ciudades francesas de las Américas y que indica ya la aparición de esta
temática: Mickaël Augeron & Laurent Vidal. Du comptoir à la ville coloniale: la
France et ses Nouveaux Mondes américains. Bilan historiographique et perspectives de recherche (c. 1990-2001). Debates y perspectivas, Madrid, Fundación
Historica Tavera, avril 2002, n°2, p. 141-171.
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Las recientes orientaciones de la investigación sobre la historia del Brasil urbano
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Laurent Vidal
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
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40
La ciudad y la guerra en la historiografía
latinoamericana (siglo XIX)
Véronique Hébrard*
“Quoi de neuf sur la guerre ? En principe rien, puisqu’elle est finie […].
Dans l’atelier de M. Albert, on ne parle pas vraiment de la guerre.
On tourne seulement autour même si parfois, sans prévenir,
elle fait irruption.”1
Robert Bober, Quoi de neuf sur la guerre ? Paris, POL, 1993.
Palavras chaves: Cidade. Guerra Civil. Historiografia. Identidade. Independência.
Mots clés : Ville. Guerre civile. Historiographie. Identité. Indépendance.
E
STE ARTICULO TIENE POR OBJETO examinar la manera en que la historiografía
latinoamericana abordó la guerra en su relación con la ciudad, en tanto
que objeto y sujeto de la historia, y en tanto que actor y receptor del
conflicto.
En mi análisis privilegio los conflictos civiles, las guerras de independencia,
en los cuales la ciudad desempeña un papel esencial: como ‘gestor’ o sede
principal de la guerra y de su desarrollo. De ahí reflexioné a partir de la producción historiográfica sobre este tema, confrontándola con mis propias
investigaciones sobre el caso venezolano; investigaciones en las cuales planteo, en relación con la ciudad, esta hipótesis: pensar el conflicto en la ciudad
significa preguntarse cómo la ciudad, el espacio urbano, influye sobre los
conflictos y su solución, y su desarrollo en sus diferentes espacios. Pero también como la ciudad y sus habitantes viven y administran la guerra. En este
* Université de Paris I/ALEPH
p. 41-58
Résumé : Cet article propose un bilan critique de la production historiographique
sur la guerre (civile en particulier) dans sa
relation à la ville dans l’Amérique ibérique
du XIXe siècle. Il s’agit dans ce cadre de
considérer la ville à la fois en tant qu’objet
et sujet de l’histoire, et comme acteur et
récepteur du conflit.
Dès lors, penser le conflit dans la ville signifie s’interroger sur la façon dont l’espace
urbain influe sur le conflit mais aussi sur la
manière dont les populations vivent et
administrent la guerre au niveau individuel
et collectif.
La ville comme espace physique et symbolique semble constituer une échelle d’analyse pertinente en tant qu’observatoire de
la guerre et de la redéfinition des liens
sociaux et identitaires générée dans le
temps même de la guerre, mais aussi dans
la longue durée.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Resumo : Este artigo propõe um balanço
crítico da produção historiográfica sobre a
guerra (civil em particular) em sua relação
com a cidade na América ibérica do século
XIX. Trata-se neste quadro de considerar a
cidade por sua vez como objeto e sujeto da
história, e como ator e receptor do conflito.
Isto na medida em que pensar o conflito
na cidade significa se interrogar sobre o
modo pelo qual o espaço urbano influi
sobre o conflito, mais também questionar
como as populações vivem e administram
a guerra a nivel individual e coletivo.
A cidade como espaço fisico e simbólico,
parece, de fato, constituir uma escala de
análise pertinente enquanto observatório
da guerra e da redefinição dos laços sociais
e identitarios que se produz no própio
tempo da guerra, mas tambêm na longa
duração.
41
Véronique Hébrard
sentido, la ciudad, como espacio físico y simbólico, me parece constituir un
instrumento privilegiado en tanto que observatorio de la guerra y de la redefinición de los vínculos sociales e identitarios a nivel colectivo e individual.
Quiero, por consiguiente, evaluar en qué medida los libros y artículos
encontrados analizaron verdaderamente los desafíos societales vinculados a la
guerra. Una evaluación que trata de ir más allá de la simple relación de los
acontecimientos, de los puntos de vista partidarios o de la historia militar, para
examinar si, en nombre del sueño de una cité no dividida, estos estudios integraron la guerra en el funcionamiento de lo político y no a su margen.
Trabajé a partir de los bancos de datos sobre la ciudad del IHEAL
(Universidad de París III), de l’IPEALT (Universidad de Toulouse-Le Mirail), del
fondo del Centre de recherches d’histoire de l’Amérique latine et du monde
ibérique (Universidad de París I), de los tres CD-Rom de Francis2 (usando las
palabras claves ciudad/urbano/historia, urbana/guerra/conflicto) y de mis propias investigaciones sobre el tema guerra civil que me permitieron disponer de
datos importantes.
Pero, para tener una idea más amplia, tuve que extender la investigación
cronológicamente dado que casi no existe la producción historiográfica
sobre la problemática ciudad/guerra para el siglo XIX, sobre todo en la perspectiva que es la mía. Es así que sólo pude obtener alrededor de treinta títulos a partir del banco del IHEAL “Villes et problèmes urbains”, que contiene
más o menos 3150 reseñas, y de una investigación a partir de las palabras
claves “guerra”, “guerrilla”, “conflicto”. Frente a este resultado poco fructuoso decidí ampliar mi campo de exploración, buscando trabajos sobre la
guerra o la ciudad que abordan el problema, y es así que pude encontrar
algunos libros que no figuraban en los bancos de datos mencionados, registrados desde la palabra clave “independencia”3. Seleccioné los trabajos más
representativos así encontrados e intenté hacer una primera evaluación crítica. Para eso elaboré un análisis en forma de embudo, desde los ejércitos
del período colonial y su vínculo con la ciudad hasta la vida cotidiana en
una ciudad en guerra, para terminar con una reflexión sobre las vivencias
del conflicto a nivel de la ciudad como espacio de la identidad colectiva.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 41-58
LA CIUDAD, EL EJÉRCITO Y LA GUERRA: BALANCE DE UNA HERENCIA
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En primer lugar, considerando el sujeto guerra aquí estudiado (las guerras
civiles de independencia) y los múltiples escenarios en las cuales han sucedido, me parece importante preguntarse ¿qué entendemos por ciudad en los
comienzos del siglo XIX? ¿Ciudad, cité, villa, pueblo? En efecto, en razón de la
importancia de la ciudad en América Latina desde los comienzos de la colonización y de su fuerza como espacio de identidad, tal como se manifiesta en el
siglo XIX, debemos integrar en el estudio, además de la ciudad, el centro
urbano como tal, pues existe una imbricación de los diferentes niveles.
Además, en razón de la fisonomía del conflicto (en el cual se mezclan ejércitos regulares, milicias, guerrillas urbanas y rurales, grupos más borrosos de
hombres a caballos), ¿podemos realmente separar lo rural de lo urbano
cuando se trata de estas guerras de independencia y su relación con la ciudad?
En efecto, si por razones históricas existe una red importante de ciudades,
es verdad que existe también un amplio conjunto de muy pequeñas comunidades que están en la frontera entre los dos universos y que también serán
el blanco de los asaltos armados. Comunidades que, dotadas de las instituciones características de la ciudad (en particular el cabildo), participaran
también (y no solamente sufrirán) al conflicto.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Si no es lo urbano, ya es ciudad… Este es el caso de las pequeñas ciudades y de los pueblos de indios del mundo rural, el cual participa de
manera específica en las guerras civiles con sus llaneros, montoneros y bandas rurales que, al mismo tiempo, saquean las ciudades. Un mundo urbano
que servirá de refugio para las poblaciones de los campos e inversamente.
Encontramos también esta configuración y poder de la ciudad a nivel
judicial, en la medida en que en ella hay espacio judicial en varios niveles.
En primer lugar, existe un espacio judicial en razón del restablecimiento
de la Audiencia por las autoridades de la Pacificación y a causa de la instalación, en un número importante de ciudades y pueblos, de una instancia de
justicia encargada de juzgar los delitos y pacificar el territorio. Pero la ciudad
se convierte también en un verdadero espacio judicial en razón del funcionamiento mismo de la justicia. Quiero decir que la población misma está llamada, oficialmente, a participar directamente en la obra de “pacificación”.
Ahora bien, este poder tiene repercusiones en el mundo rural, como está
bien estudiado en varios artículos sobre el Río de la Plata en un número
reciente de Études rurales, coordinado por Juan Carlos Garavaglia, sobre justicia y sociedades rurales (Garavaglia, 1999; Gelman, 1999; Fradkin, 1999).
Además, me parece importante evocar aquí la organización militar heredada
de la colonia, ya que nos permite comprender esta fuerte correlación
ciudad/guerra, puesto que muchas fundaciones de ciudades estuvieron vinculada a la idea de defensa: tanto exterior como interior. Esta correlación es frecuentemente evocada en la historiografía sobre la ciudad (y no solamente en
los estudios de historia militar). Esto es importante para comprender cómo y
por qué las poblaciones serán rápidamente implicadas en la guerra civil, lo que
supone el compromiso (deseado o sufrido); pero también la debilidad de los
ejércitos permanentes que contribuirá al proceso de militarización de las sociedades, tal como lo analicé para Venezuela (Hébrard, 1997; Hébrard, 2002).
Esto se menciona en ciertas monografías o estudios regionales sobre el
conflicto4. Juan Marchena Fernández sintetiza de manera esclarecedora esta
relación en uno de los capítulos del libro colectivo titulado Historia urbana
de Ibero América (Marchena Fernández, 1992), en el cual estudia las reformas borbónicas para crear ejércitos regulares afín de suprimir las milicias
mayoritariamente municipales. En este sentido, afirma que “la ciudad americana era el marco de desarrollo de la actividad del Ejército de América” y
que “su carácter defensivo, centrado en la protección de los puertos y centros administrativos más importantes del sistema colonial hizo de la ciudad
su ámbito propio, modificándolo y actuando sobre su paisaje físico, social y
económico; y a la vez siendo determinado por ella […]” (Marchena
Fernández, 1992: 77). Estas reformas, que pretendían vanamente una racionalización y mejor eficacia de la defensa, provocarán, entre otras consecuencias, que “a lo largo de la segunda mitad del siglo 18, las principales ciudades de la costa, pero también del interior, (tengan) algún tipo de
guarnición, con tropas procedentes del ejército veterano o con las Milicias”
(Marchena Fernández, 1992: 80).
A esto se añade la necesidad urgente de reorganizar la defensa frente al
peligro interior; en particular después de las revueltas antifiscales (indianas y
criollas) de la segunda mitad del siglo 18, en las que se comenzó a utilizar el
aparato militar como apoyo y sostén de la autoridad y de la política reales.
Pero, por razones económicas, esta reforma se hará a través de la reorganización del sistema de milicias urbanas que incorporan “a las élites locales en sus
cuadros de oficiales y animando a los sectores populares a integrar los distintos batallones y regimientos” (p. 83). Esta reforma provoca la organización
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La ciudad y la guerra en la historiografía latinoamericana
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Véronique Hébrard
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de la mayor parte de la población urbana y rural en una multitud de unidades de milicias repartidas en función de la demografía local y de las diferentes étnias: blancos, pardos, morenos, cuarterones, zambos, etc. “Esta
situación, por una parte, originó que las milicias se transformaran en un fabuloso instrumento de control social y político de las élites hacia los sectores
populares (tanto urbanos como campesinos) encuadrados en las unidades a
su mando generando unas fuertes relaciones de clientelismo político”. Esta
lógica permanecerá durante y después de las guerras de independencia.
La sociedad tuvo pues un importante reflejo en la estructura militar,
puesto que esta última se encontraba íntimamente imbricada en la primera.
Esta simbiosis entre elemento armado y ciudad se acompaña de un imaginario patricio que permite explicar la preferencia por las milicias y en virtud del cual el patricio es el que debe tomar las armas para defender a su
ciudad. Este “ideal del ciudadano-soldado” se percibe a través del carácter
urbano de los primeros movimientos de juntas de 1808, así como del apego
a la polis “como la forma más acabada de la naturaleza social del hombre”
(Guerra, 1996). De ahí que los primeros planos de organización militar, en
vísperas de las guerras de independencia, se enraízan en este cuadro administrativo y cultural. Sobre este punto también el libro sobre la Historia
urbana es rico en informaciones para hacer una evaluación crítica.
En su artículo, sobre los ejércitos en el período de las independencias, J.
Marchena Fernández describe la fisonomía de estos “ejércitos” patriotas y
realistas de manera muy apropiada para nuestro propósito (Marchena
Fernández, 1992: 223-229). En primer lugar señala que no se puede estudiar a estos ejércitos, o más exactamente los hombres en armas preparados
para el combate, sin tomar en cuenta su fisonomía durante el período colonial5. Y dice que “los Ejércitos de la Independencia, más allá de los cantos
epopéyicos compuestos por alguna historiografía, fueron, por una parte,
herederos directos de la estructura miliar colonial, fundamentalmente en lo
referente a las Milicias” (Marchena Fernández, 1992:223). De ahí la reacción, entre otros, de Bolívar después de la Restauración de Fernando VII y la
llegada de las tropas de Morillo, en 1815, para transformarlas en ejército
regular y profesional, y así disciplinarlas y controlarlas más fácilmente. Pero
los imperativos de la guerra rompieron el ideal patricio al proceder a la leva
en masa. Estas milicias fueron pues el reflejo de lo que Marchena Fernández
llama “la fracturada sociedad americana: un universo de campesinos indígenas, mestizos y mulatos, arrastrados a la guerra por sus patrones; un mundo
de humildes vecinos reclutados a sueldo en el lumpen urbano por los
Cabildos, los gremios de comerciantes o los burgueses más poderosos”.
Queda claro que la ciudad está en el corazón de la guerra a varios niveles:
como actor y receptor.
LA CIUDAD COMO ACTOR Y RECEPTOR DE LA GUERRA
Hay que notar en primer lugar que la función de lo local, de la ciudad
(con sus instituciones propias), en el desencadenamiento de los procesos de
independencia fue bien estudiada. Recientemente, varios trabajos (en particular tesis) analizaron, en el marco de problemáticas sobre el advenimiento
de la nación, de qué modo este nivel fue determinante para la realización de
este proyecto (Verdo, 1998; Hébrard, 1996)6. Se puede explicar esta lógica
por la concepción pactista de la monarquía en virtud de la cual cada ciudad
(cada miembro del cuerpo político) podía legítimamente recuperar la soberanía en nombre del principio de retrocesión.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Examinemos ahora más detalladamente el corazón de la guerra en la ciudad (cronológicamente y conceptualmente), después de analizar la organización de los ejércitos y milicias y la función de la ciudad en esta gestión de
lo militar, para entrar en el torbellino de las guerras civiles y aprehender así
de que manera fue analizado el conflicto en la ciudad.
En primer lugar, hay que señalar que las historias generales que tienen
una problemática vinculada a la ciudad, tratan de manera superficial el
período de las guerras de independencia, puesto que se “olvidan” de las
ciudades en guerra en su dimensión de comunidad de vida, silenciando la
guerra.
En lo que concierne al segundo volumen del tomo III de la Historia urbana
de Ibero América, que presenta estudios regionales, también realicé un sondeo para ver cómo era abordada esta correlación ciudad/guerra.
En el capítulo cuatro sobre Nueva Granada, Colombia y Quito, escrito por
Manuel Lucena Salmoral (1992: 481-515), la guerra es únicamente evocada
en pocas líneas en la introducción y después en un párrafo sobre Santa Fe
de Bogotá titulado “emigración a las ciudades y desarraigo rural”. Es de
señalar el carácter significativo del título, puesto que ratifica la correlación
fuerte entre lo rural y lo urbano. A este respecto, Lucena precisa que “la
guerra había originado además una enorme inseguridad rural, con levas forzosas y confiscaciones, que produjo la emigración a las ciudades y el consiguiente desarraigo del campo” (p. 505). Sin embargo, su estudio trata principalmente de las modificaciones demográficas (cuantitativas y geográficas).
Es así que, después de señalar que según el primer censo realizado en
Colombia, en 1823, el territorio que correspondía a la Nueva Granada tenía
1 129 174 habitantes, Lucena concluye que: “La población había aumentado mucho, pese a la guerra, lo que verifica la tesis de que no siempre los
períodos bélicos restringen la demografía. Más interesante era el fenómeno
del decaimiento de la costa y del crecimiento demográfico del interior”.
(p. 504); pero este autor deja sin analizar las múltiples consecuencias de
estos fenómenos demográficos. Además, en apenas diez líneas, Lucena
aborda a continuación y sin transición el período de la República y de las
reformas urbanas en la posguerra.
Manuel Lucena Giraldo estudia el caso de Venezuela, dedicando dos subcapítulos al período de la guerra civil de independencia (Lucena Giraldo,
1992:519-537).
En el primero, titulado “Una libertad ganada a costa de todo los demás. El
colapso de la ciudad (1810-1821)”, su análisis, aunque rápido y poco problematizado, hace una buena síntesis de los daños provocados por el conflicto
sobre la red urbana y sus habitantes. Menciona también las “destrucciones
indiscriminadas y ‘estratégicas’, los asesinatos masivos, la pérdida de infraestructuras y extensión de las guerrillas, que crearon multitud de frentes de
combate por todo el territorio, con dramáticas consecuencias demográficas:
si Venezuela contaba a principios de siglo con unos 800 000 habitantes, en
1823 ha retrocedido a 785 000. Para el período comprendido entre 1810 y
1816, sabemos que de 79 centros poblados de la provincia de Caracas se
perdió población en 64”7.
Giraldo hace mención a los saqueos en 1813 y 1814: incendios, ruina de
las propiedades, ya que cuando un bando entraba en una ciudad confiscaba,
secuestraba y vendía en almoneda las posesiones del oponente. Lo que se
expresa muy bien, a nivel individual, en las Causas de Infidencias y Civile, en
las que las mujeres, en particular, evocan el estado de miseria en el cual se
encuentran en razón del secuestro de sus bienes. También evoca, a través de
p. 41-58
La ciudad y la guerra en la historiografía latinoamericana
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Véronique Hébrard
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varios ejemplos significativos, las emigraciones masivas que desorganizaron y
colapsaron el sistema urbano: de patriotas en 1814 (los restos del ejército y
población blanca, un contingente cercano a 20 000 personas); de los realistas de Angostura en 1817 (unas 4 000 personas entre soldados y emigrados,
dejando una ciudad casi desierta). Menciona en adelante los casos, mucho
menos conocidos pero igualmente destructivos, de huidas individuales o de
la despoblación de pequeños pueblos, que no analiza como tales.
Finalmente, Giraldo habla de una dimensión poco evocada entre estas
consecuencias de la guerra sobre el espacio urbano: la creación de nuevos centros de “origen bélico, como el del Paso del Caujal por los realistas, localidad
levantada en un lugar de importancia militar como pueblo atrinchera”.
Estas “descripciones” confirman que Venezuela fue una de las zonas más
afectadas por la guerra civil (a lo que se añade las consecuencias del terremoto de 1812, cuya relación oculta en muchas ocasiones las otras causas de
los daños sufridos por las ciudades y pueblos venezolanos).
El segundo capítulo trata únicamente del proceso de reconstrucción de la
red urbana y de reploblación (particularmente a través de la inmigración
europea) entre 1821 y 1850 (Lucena Giraldo, 1992). Y sale pues de mi problemática, aunque sea también un tema importante dentro del estudio de la
correlación ciudad/guerra (Saturno, 1996).
El artículo sobre Chile, escrito por Gabriel Guarda (Guarda, 1992:647-672)
no deja de tener interés, pues no elude estos efectos de la guerra sobre el
espacio urbano, aunque sólo sea en su dimensión material: cuando dice que,
por efecto de la guerra, no sólo se detiene el crecimiento urbano, sino que se
destruye gran parte de su patrimonio mobiliario e inmobiliario. También
menciona los daños padecidos por las poblaciones civiles en un subcapítulo
consagrado al Chile independiente8, pero de manera muy descriptiva.
Al contrario, el caso de Quito, estudiado por Alfonso Ortiz Crespo (Ortiz
Crespo, 1992:543-572), constituye un ejemplo de la poca atención dada
por los historiadores a esta problemática. En este caso, casi se puede hablar
del rechazo a estudiar los efectos de la guerra sobre la ciudad y sus habitantes (en todos los niveles de las interrelaciones ya mencionadas), y de lo
vivido durante el conflicto en el universo urbano. En efecto, después de indicar las diferentes revueltas urbanas de los años 1760 en un corto subcapítulo, titulado “Ciudad y desorganización urbana (violencia, revueltas, desordenes). La carcel”, Ortiz concluye, sobre la situación de Quito entre 1808 y
1812, diciendo: “Por último se debe mencionar que los movimientos libertarios de Quito del 10 de agosto de 1809, así como las guerras que se sucedieron desde 1810 hasta 1812 y la revolución del 9 de octubre de 1820 no
se analizan por tener un sentido político mucho más amplio y no son meras
revueltas urbanas” (Ortiz Crespo, 1992:543-572) …
El capítulo sobre Perú (Bernales Ballesteros, 1992:575-611) trata esencialmente de la evolución urbanística y arquitectónica de las principales ciudades,
así como de las artes en general, aunque la cotidianidad de las poblaciones es
silenciada, sino negada.
Finalmente, encontramos el mismo tono a propósito de Bolivia en un
capítulo llamado “La independencia: arquitectura y desarrollo de las ciudades”: primero, no hay casi nada hasta los años 1825, pues vamos del fin
del período colonial hasta la proclamación de la independencia; segundo,
antes de tratar de los diferentes movimientos de las tropas, se dice únicamente que “la lucha por la independencia significó para la Audiencia de
Charcas dieciséis años de guerra, con todas sus consecuencias” (p. 639), sin
La ciudad y la guerra en la historiografía latinoamericana
mencionar los efectos de esos 16 años de guerra, y todo ello en pocas líneas
antes de llegar al año 1840…
Ahora bien, para estos tres últimos países existen trabajos que estudian el
impacto de la guerra en el conjunto del territorio y también en el universo
de las ciudades y pueblos (de indios en particular). Este impacto confirma
además las correlaciones complejas entre lo rural y lo urbano, en particular
en el mundo andino (Demélas, 1992; 1994:301-327; Chassin, 1996:815855; 1998:105-122). En este sentido, a propósito de los tres grandes movimientos que sacudieron esta región durante el período, Marie-Danielle
Demélas señala que “recientes descubrimientos nos demuestran la composición abigarrada de estos movimientos. Considerados hasta hace poco
tiempo como sublevaciones compuestas casi exclusivamente por indios, las
rebeliones andinas reunían igualmente habitantes de las ciudades y del
campo, criollos y mestizos” (Demélas, 1994:304). Y en su análisis de la
revuelta de Huanuco en 1812, muy estudiada por Joëlle Chassin en una
perspectiva histórica y antropológica, se ve muy bien este enredo del
conjunto de los actores, sobre todo porque se cuida muy bien de distinguir
los diferentes niveles de población (cuidad, pueblo, comunidad, campo), lo
que no es siempre el caso, así como el compromiso de los actores, aunque
no analiza las consecuencias físicas y emocionales de un tal compromiso.
Finalmente, con todos estos trabajos que no están directamente vinculados a la problemática, vemos que, más allá de la descripción de las ciudades
en guerra y la enumeración / descripción de los daños de todo tipo, lo
vivido individual y colectivamente del momento traumático que representa
una guerra civil no es nunca el centro del cuestionamiento. Sin embargo,
estas descripciones ofrecen muchas pistas de trabajo, tanto más que las
fuentes existen. ¿Qué hay pues, en los estudios regionales o de caso, de este
análisis de la vida cotidiana en una ciudad en guerra?
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
En primer lugar hay que decir que el análisis de los raros estudios consagrados al tema confirma, más o menos, el resultado del sondeo.
Comenzando precisamente por un país andino, Bolivia, pues es sobre él
que encontré el único libro cuyo título evoca explícitamente la correlación ciudad/guerra. Se trata de un libro publicado hace más de veinte años, sobre la
vida cotidiana en La Paz durante la guerra de la Independencia, publicado en
1975 por jóvenes historiadores (Crespo, Arze-Aguirre, Romero, Money, 1975).
La presentación de este trabajo nos da informaciones sobre los cuestionamientos al origen de la investigación que auguran un análisis interesante,
pues las preguntas eran del tipo de: “¿Qué ocurría en La Paz en las tertulias
familiares, en las salas de los hospitales, en los barrios en los que se aglutinaba la población mestiza, en los lugares en los que se distribuía la correspondencia traída de las provincias interiores, (…)?”; “¿Cómo se vestían,
cómo se divertían, cómo adornaban sus casas los miembros de las diferentes
clases sociales?”. Y esto en un momento durante el cual la ciudad vive las
idas y vueltas de las tropas realistas y patriotas.
Después de señalar que la bibliografía sobre los aspectos cotidianos es
casi inexistente, estos autores afirman que “los personajes son el pueblo y la
ciudad en todos sus niveles, con sus afanes y preocupaciones, sus intereses y
sus necesidades, su empeño de cada momento por vencer problemas y dificultades en medio de una tierra sacudida por las peleas entre los ejércitos
españoles y patriotas” (Crespo, Arze-Aguirre, Romero, Money, 1975:18).
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LA VIDA COTIDIANA EN UNA CIUDAD EN GUERRA
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Sin embargo, si la propuesta (además del título) hacia esperar un análisis
innovador de lo cotidiano de una ciudad en guerra, el contenido mismo
deja mucho a desear.
En relación con su definición del concepto de lo cotidiano tomada de
Heller (Heller, 1972) ya existían ciertos indicios en la introducción, pues afirman que “el tiempo corto de la independencia altera un cuadro que dura
siglos, pero no llega a destruirlo porque las formas cotidianas de la sociedad
paceña o de cualquier otra colectividad tienen una fuerza de pervivencia
que permanece casi intacta frente al cambio político violento” (p. 21) y que
“las antiguas formas de vida cotidiana, con su formidable poder de permanencia, continuaron prevaleciendo en lo esencial” (p. 22). Además, aunque
su objetivo sea “recoger un instante de la vida de la ciudad tipificado por el
acontecimiento de la independencia”, afirman que “no se piensa que, a
pesar del hecho diario de la guerra, este período constituya un tiempo
aparte en la historia” (p. 22).
Ahora bien, postular que lo cotidiano se inscribe en la larga duración no
debería impedir el considerar que los acontecimientos, tales como una
guerra civil, tengan efectos profundos sobre la vida cotidiana de una población; no sólo en el momento mismo del conflicto, sino también después, a
través de la cultura de guerra que se construye durante y, precisamente,
después de la guerra, y que deja necesariamente huellas en las prácticas
cotidianas y socioculturales.
Lo esencial del texto es el reflejo de esta observación, y la mayoría de los
capítulos tratan, finalmente, de aspectos muy generales de la vida cotidiana
en esta ciudad andina, casi atemporales. Y cuando se hace mención a la
coyuntura de la guerra no se evalúan las consecuencias que los cambios
políticos y los asaltos sufridos tienen sobre este cotidiano.
Sin embargo, a través de estos indicios es posible detectar lo que pudo
afectar el cotidiano inmediato de sus habitantes, pero también su vivido en
la larga duración: tanto a nivel de los vínculos interpersonales que de la relación con un espacio destruido o cuyo uso se encuentra desde ahora cargado
de una memoria indisociable de la guerra y de la coyuntura revolucionaria.
Pero en ningún momento encontramos un análisis de estos indicios, ellos
sirven únicamente como testimonio de un momento particular o como
prueba de la brutalidad de los actores, sin que se aborde la significación
profunda de estas prácticas.
Sin embargo, dentro de esta relación bibliografiíta encontré algunos estudios de interés: los del chileno Sergio Grez Toso (Grez Toso, 1997) y del mexicano J. Ortiz Escamilla (Ortiz Escamilla, 1997). No obstante, aunque el trabajo
de Grez Toso trata en primer lugar de las clases populares urbanas en el siglo
XIX, su libro pone de manifiesto en varios momentos las fuertes correlaciones
entre ciudad y guerra à través de la participación de los actores urbanos en las
guerras civiles que sacudieron a Chile en 1830, 1851, 1859 y 1891.
Así, para el período de la independencia, además de un amplio análisis
del compromiso diferenciado de las clases populares en función de su
condición social, económica, étnica, cultural y regional, Grez Toso muestra
como los desórdenes que afectan a las ciudades y autoridades públicas fueron finalmente aprovechados por la “turba urbana” para hacer su entrada
en la escena, participar en el proceso y hacer su primera experiencia pre
política (en el sentido que no estaba organizada).
Los trabajos de Juan Ortiz Escamilla sobre México constituyen una de la
raras contribuciones innovadoras sobre el impacto de la guerra civil de
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
independencia sobre la ciudad y al mismo tiempo confirman la fluidez de
la frontera rural/urbano.
En efecto, su libro trata específicamente del papel de los pueblos en esta
guerra; pueblos que define como “una población generalmente rural habitada principalmente por indios, pero que en algunos casos incluye a otras
razas, como peninsulares, criollos, mestizos y mulatos. En la mayoría de los
casos el ‘pueblo’, si es indígena, tiene su gobierno o ‘república’ que implica
la presencia de un gobernador, alcaldes, regidores y escribanos indios encargados de la administración del lugar. En otros casos, el término ‘pueblo’ también se usa para definir a una ‘villa’, pequeña población de peninsulares
gobernada por un ayuntamiento. Entre sus habitantes solían encontrarse
todas las razas” (Ortiz Escamilla, 1997:15 n. 1).
Universo rural, dotado de las instancias administrativas y jurídicas encargadas de administrar el conflicto, pero blanco de las ataques de las guerrillas
rurales. Mundo organizado, actor de la guerra como entidad colectiva con
sus propios conflictos internos y una memoria específica.
Además, al contrario de los autores del libro sobre La Paz, considera que
“la guerra transformó a la sociedad novo hispana y creó una cultura ligada
al uso de las armas y nuevas formas de participación política” (Ortiz
Escamilla, 1997:15). Volvemos a encontrar aquí dos datos que me parecen
fundamentales para comprender los mecanismos profundos que afectaron a
las poblaciones urbanas. Por una parte, el principio de cultura de guerra que
se forjó durante estas guerras civiles, incluso en las regiones menos afectadas, así como lo indica muy claramente Jacques Rossignol para Chile, en
donde la duración de estas “luchas intestinas [...] hizo de la guerra un dato
esencial de la historia de este país y concedió a los elementos militares un
papel importante” (Rossignol, 1977:3). Por otra parte, la función de la
guerra como iniciación a nuevas formas de participación política, así como a
nuevas prácticas de sociabilidad9.
El sostén de estos pueblos se traduce, entre otras, por la rápida formación
de milicias en la mayoría de los pueblos (pero también en las ciudades,
incluso para protegerse de las incursiones de las milicias de los pueblos).
Ahora bien, esta incorporación “de gente apta para el servicio de las armas
sin importar su condición social fue otro de los cambios significativos en la
nueva estructura militar”. Se trata de milicias “que se organizaron en medio
de la guerra para frenarla [o de] las que se formaron en los pueblos no insurrectos para evitarla” (Ortiz Escamilla, 1997:70). En este sentido muestra de
que manera las poblaciones se van a encontrar entre dos fuegos y se van ver
obligadas a “convivir con una y otra fuerza y a negociar” (p. 111) con todas
las consecuencias: amenazas, violencias, impuestos forzosos, alimentación
de los ejércitos y milicias etc.; pero también destrucciones e incendio de las
casas, en la medida en que ciertos comandantes piensan que es únicamente
con el terror y los castigos ejemplares que se puede acabar con la rebelión.
El análisis de estos dos autores sugiere dos observaciones: primero, el
papel determinante del conflicto para la entrada en política de las clases
populares (urbanas y semi urbanas)10 y de las ciudades (en particular de los
pueblos)11. Es así como Grez Toso concluye su análisis del período de la independencia considerando que: “En el plano más propiamente político, la
subordinación a alguna fracción partidaria de las clases dominantes fue la
tónica general. Pero, incluso en dicho terreno, algunas de estas experiencias
pioneras lograrían sentar bases para el ulterior desarrollo de la conciencia y
la organización popular” (Grez Toso, 1997:218). Y muestra el fortalecimiento de esta dinámica, durante las décadas posteriores, con la formación
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de sociedades de la Igualdad, a fuerte participación popular, cuyo papel fue
determinante para el desencadenamiento y desarrollo de la guerra civil de
1851, y en la coyuntura de 1858 que desembocó, un año después, en una
nueva guerra civil. Podemos observar también este proceso de advenimiento a la política en el caso mexicano; pues si en los pequeños centros
urbanos fueron las élites locales las que ocuparon la mayoría de los puestos,
la guerra permitió la participación política del llamado ‘pueblo bajo’ o
‘plebe’ que se involucró en todos los sectores sociales. Y “los mismos gobernantes insurgentes no tuvieron otra alternativa que reconocer la presencia
política de estos grupos cada vez más desafiantes y demandantes de sus
derechos como miembros de la sociedad” (Ortiz Escamilla, 1992:101).
En los dos casos vemos también como la experiencia de la guerra civil y la
necesaria mobilización/manipulación de las clases populares urbanas se
acompañan de un proceso de encuadramiento y disciplinarización (por la
violencia o la puesta en práctica de nuevas formas, oficiales, de sociabilidad)
de estas clases populares urbanas (Hébrard, 1998:123-148). En la experiencia efectiva de la guerra, la dinámica observada por Marchena Fernández a
nivel continental, a través del reclutamiento en las milicias de los miembros
de estas sociedades fracturadas, adquiere toda su fuerza; sobre todo que en
la época colonial ya existía esta tendencia. Grez Toso lo muestra muy bien
para Chile cuando indica que, en 1817, “los comerciantes, inquietos por sus
propiedades, reactivaron un cuerpo de milicias urbanas que habían formado
hacía algunos años para protegerse contra los ladrones y contra los desórdenes de la plebe” (Grez Toso, 1997:189). Pasa igual durante la guerra civil
de 1829-1830, cuando se formó el 29 de noviembre de 1829, en Santiago,
un cuerpo paramilitar destinado a velar por la seguridad de la ciudad.
Juan Ortiz Escamilla analiza también esta problemática en un artículo
sobre la ciudad de México durante la guerra de independencia (Ortiz
Escamilla, 2000:13-58)12. La ciudad, en su conjunto opuesta a la violencia de
las tropas de Hidalgo, se ve pues en la obligación de entrar en una lógica de
guerra y militarización a fin de asegurar su defensa. Ahora bien, ésta se
acompaña de una lógica de control social, con la elaboración de un censo
general de la población, haciendo “más fácil aplicar el nuevo reglamento de
seguridad al identificar con mayor destreza a los transgresores, expedir los
pasaportes para los viajeros y mantener vigilados a los visitantes”.
Esta dinámica se refuerza a partir de 1811 al descubrirse dos conspiraciones en la ciudad, lo que demuestra la ineficacia del sistema de milicias
para mantener el orden, y por “la creación de una junta de policía y seguridad para castigar, amedrentar y persuadir a la población ante cualquier
intento de sedición. El nuevo plan de seguridad consistía en el establecimiento de la policía de barrios, en el bloqueo de la mayor parte de los accesos, en la construcción de la zanja cuadrada y en el incremento de los
contingentes militares. También se estableció el sistema de pasaportes y se
incrementó la limpia de vagabundos y mendigos” (Ortiz Escamilla, 2000).
Estas disposiciones tienen por objetivo defenderse tanto de los enemigos
exteriores/políticos como de los enemigos interiores/sociales a través del
espionaje legal de los lugares públicos y privados y la práctica de la delación; las mismas prácticas que pude también observar y analizar en el caso
venezolano.
Por consiguiente fueron las clases populares urbanas las primeras que
padecieron las consecuencias de las necesidades de defensa, aunque este
período fuese también el de sus primeras experiencias políticas.
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Estos trabajos constituyen una renovación historiográfica relevante: tanto
para la aprehensión de la participación de las poblaciones urbanas que
sobre la correlación ciudad/guerra y sus implicaciones en la estructuración
socio-política de estas sociedades después de las independencias. Pero, hace
falta todavía un verdadero análisis de lo vivido durante el conflicto: permitiría ir más allá del estudio de las manifestaciones sistémicas, organizacionales de estos procesos, sin que el aspecto humano esté verdaderamente
puesto en el primer plano, con sus dolencias, emociones…
Ahora bien, si no se puede verdaderamente echarle en cara a las grandes
síntesis, esta ausencia plantea en cambio un problema de fondo en el caso
de los estudios de caso, cuando éstos tienen por objetivo estudiar la participación de los pueblos, de una ciudad y sus habitantes o de las clases populares urbanas en una guerra civil. Puesto que incluso cuando evocan los
saqueos, destrucciones y matanzas de individuos, no existe ningún cuestionamiento en cuanto a las “experiencias de la vida cotidiana” de estas poblaciones (individual y colectivamente) en el momento mismo del conflicto y
posteriormente a través de su memoria.
Desgraciadamente, las fuentes citadas, que podrían permitir este tipo de
estudios, no son explotadas. Es el caso cuando, a propósito de la guerra civil
de 1829 y de las sentencias en contra de la personas en Santiago, Grez Toso
dice, citando al historiador de la época D. Barros Arana, a propósito de la 25
personas batidas: “amarrados por secciones de a cinco en otras tantas escaleras apoyadas en las paredes del consulado de Francia, se aplicaron a cada
uno de ellos cien azotes, sin que valieran protestas ni excusas de inculpabilidad. Muchos años más tarde se recordaban todavía en todo aquel barrio los
detalles de aquella escena de horror, y los gritos de las víctimas” (Grez Toso,
1997:192)13. Ahora bien, el autor no hace mención de las consecuencias en
el corto y largo tiempo de la escena, las cuales podrían permitir, sin
embargo, analizar la función determinante de la cultura de guerra precisamente definida como “el campo de todas las representaciones de la guerra
forjada por los contemporáneos: de todas las representaciones que se dieron
de la inmensa adversidad, durante ésta en primer lugar, y después de ella en
segundo lugar” (Audoin-Rouzeau, Becker, 1997:266).
Pasa igual con las consecuencias de las migraciones y exilios (forzosos o
voluntarios) evocados sin cesar en los diferentes trabajos. Ahora bien, me
parece importante reflexionar sobre lo que significan estas migraciones
muertes en términos de lutos y vínculo a la muerte; ¿qué ocurre con los
huérfanos, las viudas y los viudos, con los que padecen trastornos psicológicas? ¿Y los heridos y mutilados de todas estas guerras? Pero también sobre
la casi ausencia de trabajos sobre la sociabilidad en una ciudad en guerra.
Ahora bien, ya mostré que, aunque sea difícil hablar de sociabilidad en un
país en guerra, lo que es sinónimo en primer lugar de dislocación del
cuerpo social y de producción de un discurso de odio hacia el Otro, es “útil
volver a recordar que la radicalización política, acompañada de brutalidad
en los vínculos sociales, no implica necesariamente ausencia de fuertes redes
de afinidad y alianzas, las cuales coexisten con la violencia.” y que “la civilidad, tanto como la brutalidad de las relaciones son maneras de ser
sociables, y formas de sociabilidad” (González Bernaldo, 1992:26).
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LAS CIUDADES ENEMIGAS:
LOS NUEVOS REPERTORIOS DE LA IDENTIDAD COLECTIVA
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Finalmente, existe un último aspecto que tampoco fue muy estudiado: las
repercusiones sobre las ciudades de la guerra en tanto que actores colectivos y sobre las ciudades enemigas o aliadas construyendo nuevos repertorios de identidad colectiva. Sin embargo, aunque no lo analiza en estos términos, el libro de Ortiz Escamilla permite verlo, y Manuel Lucena Salmoral
lo menciona, en su análisis sobre Nueva Granada (1992:504), cuando cita el
trastorno de la jerarquía urbana colonial como consecuencia de la guerra de
independencia (idem:505)14.
Ahora bien, Salmoral pudo ver en el caso de Venezuela que las comunidades “urbanas” se definen (incluso autodefinen) en función del “partido”
adoptado, confirmando que las guerras de independencia provocaron una
renegociación de las jerarquías urbanas, y que la recepción diferenciada del
conflicto determinó el compromiso de cada una de las ciudades en favor de
un partido u otro, contribuyendo a trazar “un repertorio de situaciones y de
conductas urbanas” (Nicolas, 1994:16).
Este papel de las ciudades y pueblos, así como esta dinámica, se deben
por parte a la jerarquía de los honores tal como se construye durante el
período colonial y lo subraya A. Musset en la introducción del número de
Villes en parallèle sobre América Latina que coordinó (Musset, 1997:24).
Para entender el sentido de este proceso hay que tomar también en cuenta
que la ciudad se puede considerar como motor de la constitución de un
sentimiento de pertenencia más amplia porque constituye, históricamente,
un importante espacio identitario. Es así que a causa de la guerra se modifican las reglas del ennoblecimiento y que ciertas distinciones honoríficas
serán debidas a la función de ciudad leal adoptada durante el conflicto, tal
como lo analizan M. D Demélas-Bohy et J. Montemayor en este mismo
número de Villes en parallèle (Demélas, Montemayor, 1997:90-91).
Del mismo modo, el impacto sobre la fisonomía y estatuario de las ciudades atestiguan de una relación con el espacio y de una memoria específica indisociable de estas guerras15. Es así que Gabriel Guarda, en el caso de
Chile, menciona que en Valdivia, en vísperas de 1820, por razones de seguridad “se traza una senda por el borde del río, origen de la actual avenida y
paseo de la Costanera. Desde su incorporación a Chile recibe una especie de
castigo por parte del gobierno central, que suprime recursos económicos,
hasta determinar la sublevación de las tropas con muerte de los oficiales, en
1821” (Guarda, 1992:667).
De mismo modo que sus habitantes, las ciudades hacen también la experiencia de lo político, lo cual da origen, tal como le demuestra J. Ortiz
Escamilla, a una cultura política específica en el México del siglo XIX; pues
“aun cuando el centralismo quiso limitar la presencia de milicias locales, y lo
hizo en teoría, la participación de estas fuerzas en las rebeliones federalistas
demuestra lo contrario y da testimonio de este recurso de los pueblos. La
experiencia política aprendida por los pueblos durante la guerra de independencia quedó plasmada en la conciencia de las generaciones que la sucedieron. Cada vez que fue necesario, tomaron las armas con fines políticos”
(Ortiz Escamilla, 2000:178).
Sin embargo, estas múltiples incidencias, tanto a nivel colectivo que individual, permanecen muy ausentes de casi todos los estudios, en particular sobre
este período; aunque los que tratan de la etapa contemporánea, en particular
los trabajos de sociólogos y antropólogos especialistas de las guerras civiles16,
Noviembre de 2003
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
subrayan las repercusiones de estos diferentes niveles de lo vivido, durante el
conflicto, para el porvenir de los espacios e individuos, así como la parte de historicidad y, por consiguiente de cultura de guerra, en el advenimiento de estos
nuevos conflictos (pidiéndonos, de alguna manera, ponerlos de relieve)17.
Una de las llaves de esta ausencia es que la guerra aparece en la mayoría
de los casos como una puesta entre paréntesis de lo político, como una suspensión del tiempo “civilizado”. Ahora bien, es preciso tomar en cuenta la
parte conflictiva de lo político y no contentarse con estudiar el conflicto
como una propuesta de su superación en el orden cívico. Cívico, y no solamente “civilizado”, en la medida en que el interesarse a la civilidad
“conduce a rechazar el conflicto en el no ser de la inhumanidad, lejos de la
vida en cité” (Frontisi-Ducroux, 1980:29-56; 1983:53-76), aunque las fuerzas que lo animan fundan lo político por lo menos tanto como lo destruyen.
Además, lo que hace falta en estos trabajos, que no dejan de ser innovadores, son los individuos y el análisis de su vivido (colectivo e individual), de
sus emociones y compromisos en un conflicto en el cual fueron actores a
parte entera; pues como lo dice muy explícitamente J.-C. Martin: en una
guerra civil no se puede ser neutro, sobre todo porque constituye “la suerte
de los aventureros, de los perdidos, la revancha de los excluidos, la única vía
de los más desprovistos y de los intelectuales radicales” (Martin, 1994:14).
Si, efectivamente, para el historiador es más difícil captar la expresión de
las emociones, en particular las de las clases populares, de los anónimos que
no dejaron muchas huellas, algunos trabajos muestran que esta posibilidad
existe adoptando una metodología apropiada y haciendo una nueva lectura
de las fuentes, tal como lo hizo Arlette Farge para las clases populares de
París durante el siglo XVIII (Farge, 1996; 1992).
Las fuentes existen y muchas de ellas son citadas en los libros analizados
aquí, lo que confirma que, más allá de la metodología, es el interés por este
tipo de problemáticas el que hace falta.
Así es posible hacer este tipo de análisis a partir de las fuentes judiciales
(tal como las Causas de Infidencias que utilicé par mis trabajos sobre
Venezuela). Por consiguiente, este tipo de fuentes “obliga”, de cierto modo,
a cuestionar una historia que frecuentemente se resiste a privilegiar al individuo en su relación con lo colectivo. Adoptando este tipo de análisis comparto una tendencia historiográfica actual que, precisamente, pone de
relieve el papel del individuo para pensar lo colectivo y cuestionar como se
construyen y producen, dentro del colectivo, las diferenciaciones, los cruceros sociales y étnicos, las connivencias y los conflictos, y como se organizan
las relaciones de poder y de sociabilidad. Lo cual permite aprehender las
dinámicas de los vínculos de los individuos con sus “grupos” de pertenencia, sus espacios y lo colectivo (Santiago, 1998). En un período de guerra
civil existen, dentro del espacio urbano, modos particulares de vínculos al
otro, incluso fundados sobre la violencia y la brutalidad, que son determinantes para aprehender lo vivido durante el conflicto y, por otra, la fisonomía y modalidades de construcción de un sentimiento de pertenencia
nacional (Hébrard, 1998:123-148; 2000:201-217).
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NOTAS
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1 Libro grave e irónico sobre la Segunda Guerra Mundial, desde el universo de un
taller de confección en el París de la posguerra.
2 Bancos de datos del Institut national de l’information scientifique et technique
(INIST) del CNRS (Nancy, Francia).
3 Es en particular el caso en Edgar A. Valda Martínez (1989). No aparece el libro si
seleccionamos la palabra clave “ciudad”, aunque algunos de los ocho estudios de
este libro tratan de la ciudad de Potosí durante la independencia.
4 Sobre estos temas, ver entre los trabajos más recientes: Juan Marchena Fernández,
(1983) que propone un análisis histórico y socio-cultural del ejército muy interesante (nivel de reclutamiento, enseñanza, higiene, etc., hasta 1800); Ver también
Juan Marchena Fernández (1986), Semprún & Bullón de Mendoza (1992), Albi
(1990) así como Bullón de Mendoza, (1995).
5 Es significativo que varios artículos de esta Historia urbana de Ibero América estén
consagrados a la organización de los ejércitos y hombres en armas.
6 Ver también los estudios de Antonio Annino sobre las municipalidades, entre otros:
Soberanías en lucha (Annino, 1994: 229-253 ; 1995 : 269-292).
7 Cifras que entrega para grandes unidades administrativas, para 1810 y 1838
(p. 530): Cumaná, 70 000/56 300; Guyana, 30 000/15 426; Caracas,
350 000/237 118; Margarita, 15 000/18 305 (cuya particularidad está vinculada al
hecho de que, como isla, sirvió de refugio a los patriotas y a la que fueron deportados indios de Guayana); Barinas, 130 000/109 497; Maracaibo, 48 700/33 832;
Mérida, 50 000/62 116. Además, se estima que Venezuela perdió, en quince años,
más del 20% de su población (pasando de 800 000 habitantes a 650 000); y
México 10% (con una pérdida de 600 000 personas).
8 Este subcapítulo se divide en dos partes: “Ámbitos territorios y núcleos urbanos”,
pp. 667-669; “Construcciones urbanas”, pp. 669-671.
9 Lo que fue analizado de manera pionera por Pilar González Bernaldo en su tesis
(González Bernaldo, 1992; 1999).
10 Cf. también Pilar González Bernaldo, una de las primeras en cuestionar, en particular para el caso de Buenos Aires, la correlación sociabilidad/violencia/guerra.
Sus trabajos permiten considerar que, aunque los sectores populares hayan sido
excluidos de ciertas formas de sociabilidad, estos fueron la principal base social
del ejército revolucionario, significando que “la plebe urbana no sólo no fue ajena
a la politización que toda situación de guerra y revolución conlleva sino que, por
sobre todo, su participación en la esfera pública se identificó con el triunfo de la
insurrección” (González Bernaldo, 1990:177).
11 Y las consecuencias de esta dinámica en la cultura política chilena y mexicana (e
incluso latinoamericana). Lo que plantea, en particular, la problemática del clientelismo y caudillismo articulado a vínculos socio-políticos de tipo antiguo. Para
una síntesis de las incidencias de las guerras en la estructura urbana y el control
del poder por hombres del campo, así como sobre la reorganización de los diferentes sectores en la ciudad, (Romero, 1992:15-27). Este número es titulado, de
manera significativa, La ciudad, los hombres y la política.
12 Hay que señalar que este libro (La ciudad y la Guerra, Relaciones. Estudios de historia
y sociedad) publica los resultados de un proyecto que es el único encontrado a la
fecha que plantea como problemática central esta correlación ciudad-guerra. Se
trata del seminario organizado por el Dr. Ariel Rodríguez Kuri de la Universidad
Autónoma Metropolitana en 1998 y 1999 afín de “relacionar a la ciudad de México
con la guerra. Contemplamos desde la guerra de independencia hasta la insurrección zapatista de 1994, pasando por la guerra con los EEUU, la guerra de reforma,
la guerra de intervención, la Revolución mexicana y la Segunda Guerra Mundial.”
Quiero agradecer aquí a Ariel Rodríguez Kuri y Juan Ortiz Escamilla que me entregaron sus artículos antes de su publicación, para la preparación de este trabajo.
La ciudad y la guerra en la historiografía latinoamericana
13 La cita de Barros Arana se encuentra en su libro titulado Historia Jeneral de Chile
publicado por varias editoriales a finales del siglo XIX.
14 El dice claramente que “Santa Marta y Pasto, con sus pasados realistas, quedaron
aún más opacadas. No pocas ciudades, como Vélez, Mompóx, Pasto, Santa Fe de
Antioquia, etc., empezaron una cuesta abajo hacia su conversión en viejas reliquias
coloniales”, pero no propone ningún análisis.
15 Aunque algunos estudios hayan sido realizados sobre la simbología de los espacios urbanos en relación con el período de las independencias, pocos son los que
tratan de esta incidencia de la guerra sobre los nombres de las calles o las placas
conmemorativas. Como ejemplo de las posibilidades de estudios, ver el trabajo
de Mariana Sauber sobre el París de la post segunda Guerra Mundial, en el cual
muestra como a través de las placas conmemorativas la ciudad es el receptáculo
de la conmemoración y recuerdo (Sauber, 1993: 715-727).
16 Para el período contemporáneo, ver el artículo de Jules Falquet, “Les
Salvadoriennes et la guerre civile révolutionnaire”, Clio. Histoire, Femmes et
Sociétés, n° 5/1997 Guerres civiles, Toulouse, PUM, 1997, pp. 117-131; artículo en
el que la correlación guerra/ciudad es tratada de manera indirecta a través de la
diferencia de compromiso entre las mujeres del campo y las de la ciudad.
17 Además, podemos percibir en estos trabajos los vínculos que se pueden establecer entre el pasado y el presente. Pienso en particular a las milicias urbanas que
han tenido un papel determinante en las guerras civiles latinoamericanas. Ver por
ejemplo Ana María Jaramillo, “Milicias populares en Medellín: entre lo privado y
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58
On modernity in the streets of São Paulo
c. 1900: what can postcards express?*
Fraya Frehse**
Abstract: This article aims at “writing the
Latin American city” from a particular temporal-spatial perspective. By concentrating
on everyday life in the streets of São Paulo
at the late 19th and early 20th centuries, it
makes use of contemporary photographic
view cards in order to draw attention to
specific sociocultural aspects of the
Brazilian city overwhelmed by 19th-century
urbanisation and modernisation amidst
the abolition of slavery. What do photographic postcards especially from the turn
of the 20th century express about modernity in the (officially post-slaveholding)
streets of São Paulo at that time? The
ways the images and written messages
address circulations and interactions of
passers-by contain clues to streets strongly
marked by an anthropologically very meaningful coexistence of modern ways of circulating and old ways of staying.
Resumo: Este artigo visa “escrever a cidade
brasileira” a partir de uma perspectiva temporal e espacial particular. Concentrando-se
na vida cotidiana nas ruas da cidade de São
Paulo entre finais do século XIX e o início do
XX, trata-se de utilizar cartões postais fotográficos de vistas urbanas para chamar a
atenção para aspectos socioculturais específicos da cidade brasileira engolfada pela
urbanização e modernização oitocentistas
em meio à abolição da escravidão. O que
cartões postais fotográficos especialmente
da virada do século XX expressam sobre a
modernidade nas ruas (oficialmente pósescravistas) de São Paulo naquele
momento? A maneira como as imagens e
mensagens escritas tematizam as circulações e interações dos transeuntes, carrega
indícios de que o circular moderno e o ficar
escravista coexistem de forma antropologicamente significativa, na cidade de então.
T
* This essay was originally written in Portuguese. I would like to thank Deborah Neale for assistance with the translation into English. I am also very grateful to the postcard collectors
Apparecido Salatini e Monsenhor Jamil Nassif Abib for having authorized me to work with their
documents and reproduce them for this text. Last but not least I should thank Silke Weber,
Étienne Samain and Leslie Bethell for their important comments on a first draft of this paper.
** PhD candidate in social anthropology at the University of São Paulo with scholarships by
FAPESP (in Brazil) and CAPES (while doing research at the Centre for Brazilian Studies,
University of Oxford, between September 2002 and April 2003); researcher of the Núcleo de
Antropologia Urbana, University of São Paulo.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
HIS ARTICLE AIMS AT “writing the Latin American city” from a particular
temporal-spatial perspective. By concentrating on everyday life in the
streets of São Paulo at the end of the 19th and beginning of the 20th
century, I intend to draw attention to specific sociocultural aspects of the
Brazilian city overwhelmed by 19th-century urbanisation and modernisation.
Of course the issue of modernisation and simultaneous urbanisation in a
mainly rural country at that period is a long-standing issue in the Brazilian
social sciences1. In the long run the many historical dilemmas it left as its
legacy to social life cannot be separated from the effects of the economic
and technological capitalist expansion which has its origins in the 18th-century Industrial Revolution (Montero, 1991). It is a process with different overcomes wherever it occurred, given the enormous regional and local varia-
p. 59-85
Keywords: São Paulo (city). Modernity. Street. Passer-by. Postcard.
Palavras-chave: São Paulo (cidade). Modernidade. Rua. Transeunte. Cartão postal.
59
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 59-85
Fraya Frehse
60
tions in a country as big and with inequalities as huge as Brazil, particularly in
its state capitals. Thus, for instance, in Rio de Janeiro, the political and administrative capital of the country since 1763, but also in Recife and Salvador,
the urbanising and modernising transformations took place over several
decades – consequently under much more stable conditions from the perspective of the major values of Luso-Brazilian culture (Fernandes, [1961]
1979:34). In São Paulo changes occurred in a more concentrated form during the second half of the 19th century. And it is this urban experience I wish
to focus on here.
In 1854 the São Paulo was an urban settlement of rural socioeconomic
dynamics and modest demographic dimensions (its population then estimated at 31,824 included that of its large rural area – Almeida, 1856). From
the 1850s, however, the city underwent intense socioeconomic, demographic, physical and urban-design changes against a background of economic prosperity based on coffee exports from its northwestern hinterlands,
and the final crisis of slavery in Brazil. As a railway crossroad for the transport of coffee to the port of the city of Santos, from 1867, São Paulo started
to attract new commercial and financial activities, but also new inhabitants
of national and foreign origin: poor slaves, freedmen and European immigrants; wealthy farmers and businessmen. Various cultural heritages flowed
together into the day-to-day life of people in the streets, heritages more or
less distanced from the rural references predominant in the city until then
(Fernandes, [1961] 1979:33-34). The anthropological approach I have been
working on and in which this text inserts itself attempts to reflect on the
rhythm of this more comprehensive process assuming the ways passers-by
circulate and interact in the São Paulo streets as a major methodological reference. If the larger dynamics has to do with the historical constitution of
modern metropolises in Brazil, what are the sociocultural characteristics of
the modern street created amidst this historical process?
The period my work focuses on is generally regarded as a turning point in
Brazil’s modernisation and urbanisation: the one beginning with the official
abolition of slavery (1888) and, later, the establishment of the republican
regime (1889). Growing rationalization, the programming of daily times and
spaces become effective historical possibilities, giving sociological meaning
everyday life as a category strongly linked to a way of living and an ethics
based on rationality, and to the social experience known as “modernity”2.
And this is true even though everyday life still is a time in which different historical temporalities coexist (Lefebvre, [1949, 1951] 1981). From the inauguration of São Paulo’s first mayor, the rich farmer, businessman and politician
Antônio da Silva Prado in 1899, urban space is overwhelmed by many policies in favour of rationalizing the streets’ social uses amidst remarkable demographic growth (from 64,934 to 239,820 inhabitants between 1890 and
1900 – IBGE, 1971:42). These policies follow patterns common in European
big cities at least since the mid-18th century3.
Thus the peculiarities of São Paulo’s experience of modernisation must be
sought for in other dimensions, sociocultural, historical ones4. In the wake of
centuries of slaveholding and patriarchal relationships, hierarchies reassert
themselves through mere gestures and postures, and through the (non)-use
of words or artifacts in the streets (Fernandes, 1955:104-05). In the few 19thcentury existing urban settlements, mainly slaves and poor freedmen walked
on the streets. And to walk in these spaces was an index of lack of distinction.
This applied to all those who were not supposed to simply pass through –
PASSERS-BY AND STREETS OF SÃO PAULO HISTORIOGRAPHY
Without claiming to consider all the reflections on the theme, I refer to
academic work as from the 1930s, which addresses, to a greater or lesser
extent, social relations in the 19th-century city streets by means of the theoretical and methodological tools of the social sciences 5. Two types of
approaches stand out within this context, approaches which have succeeded
each other chronologically over the last sixty years.
Inspired by the intriguing acceleration of the socioeconomic, demographic, physical and urban-design changes in São Paulo as from the late 19th
century, the earliest discussions on the causes and features of this urban phenomenon took place in the mid-1930s (Prado Jr., 1935; Paula, 1936).
Attention to the movements of people in the streets in the 1800s appears
only rarely and, even then, evasively addressed. Academic work on São Paulo
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
normally carried (by slaves, horses, mules or wheeled cars), except on occasions such as religious processions or public feasts. The contemporary doctor
Lima Santos sums up this worldview in his “Hygienic Advices” [Conselhos
Higiênicos], published in a major Recife newspaper in 1855: “The truth is
that the major luxury of the land – one of the signs of nobility, magnanimity
and of great distinction – is going out to the street as little as possible, be as
little seen as possible and mingle to the least possible degree with that part
of the population the great ones [grandes] call people, and whom they hate
so much” (Freyre, [1936] 2000:70; given emphasis).
For a social universe moulded on these representations, modernisation
challenges, on one hand, everyone to circulate together in the streets:
whether its old habitués or its new users (men and, increasingly, women of
the better-off social sectors who until then had rarely circulated). On the other
hand, there is the challenge of internalizing specific ways of circulating and
interacting in the streets. As space mediates social relations, the changes in it
imply peculiar spatial practices, which, on their turn, produce this space.
Hence specific human bodies, products of definite perceptions of the street
and social relations in this space: a precise use of the hands, limbs, of the sensorial organs; certain gestures for work and for extra-work activities (Lefebvre,
[1974] 2000:50). In my case, this body is the passer-by, the character corresponding to the spatial practices implicit to modernity in the streets (Lefebvre,
1970:99-100). It is the sign of a social relationship based mainly on individuals’ transient circulation on the streets, as from a historical moment at which
this space becomes a major reference for everyone’s day-to-day life.
This is a fundamental step for my discovering the sociocultural specificities
of São Paulo’s modernising streets of the 1900s. It is amidst diachronic interaction between the contingency of action and the constancy of convention
ongoing in a definite cultural universe that the local meanings of (modernizing) actions and ideas are socially defined (Sahlins, [1985] 1990:7). Thus,
addressing the specificities of the circulations and interactions of passers-by is
a major way of distinguishing originalities which emerge from inside a
process which forces street life to irreversibly homogenizing changes.
In order to reflect upon which modern streets “are written” in passers-by
day-to-day in São Paulo, let us first of all understand how passers-by and
streets have been addressed by a whole tradition of studies on the city
amidst 19th-century urban transformations. This will make it possible to
approach photographic postcards from the turn of the 20th century and ask
what they express about modernity in the streets of São Paulo at that time.
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On modernity in the streets of São Paulo c. 1900 : what can postcards express?
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Fraya Frehse
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written as from the 1950s reflects far greater sensitivity to social relations in
the streets, especially as to what regards the late 19th century. Although these
studies, like the previous ones, focus on the causality networks that explain
the transformations under way in the city as from the 1870s, they nevertheless take a less hasty view of what might have been “the life of law students”,
carnival, “evolution of the prostitute”, “night burials of the blacks”, the
alleged threat to the safety of houses (Morse, 1950); or even motions of the
“coffee traders” in downtown cafés, as well as the “engineers and municipal
personages in gala attire” conducting the first electric tram through the city
in May 1900 (Monbeig, 1953). This multifaceted view of the streets is also
encouraged by the characterisations of the city’s past en vogue upon the
occasion of the city’s 400th anniversary official festivities (Bruno, 1953; Morse,
[1954] 1970; Mattos, 1954).
Still, in the earliest pieces of sociological research on the city carried out at
the University of São Paulo, a second series of themes on people’s movements in the streets begins to emerge. This will have a long life in the city’s
historiography. Now, to address the interactions in the streets by definite
institutions or social groups targets mainly the understanding of social life
and of the economic survival of these groups and institutions in the city, and
not, as the preceding analyses, a historical characterisation of ongoing modernisation and urbanisation. Although this continues to be important, it is so
largely as background historical data. In an entirely pioneering fashion, children’s socialisation in São Paulo’s streets in the 1940s is analysed in the light
of folk traditions typical of the rural context the city actually had been in previous centuries (Fernandes, [1947] 1961). But studies of the 1950s and
1960s on race relations between whites and blacks in São Paulo (Bastide &
Fernandes, 1955; Fernandes, 1965) were, in a certain way, what consolidated the trend to focus on the life experience of groups socially and/or economically marginalised in the city during the 1800s. These studies show that
talking about “blacks” in the São Paulo society at that time automatically
leads the analysis, even if not exclusively, to the streets and to the interactions occurring there. The same applies to the early works, from the 1960s,
on immigration and the universe of work in São Paulo in the 1800s (Simão,
1964; Beiguelman, [1968] 1977; Carone, 1970; Martins, [1973] 1986).
As from the 1970s, a new research objective gains ground: the working
class and the contesting, strike-oriented movements taking place mainly in
factories and unions (Fausto, 1976; Pinheiro & Hall, 1979; Hartmann, 1983;
Paoli, 1991; Lopreato, 2000). As from the 1980s, reflecting Brazilian translations of the contemporary trends of American and European historiography,
studies about these same groups become frequent, but from the point of
view of theoretical parameters inspired by E.P. Thompson and Michel
Foucault (Rolnik, 1981; Rago, 1985). As from that time there also appear
studies whose methodological outlook is geared toward the “everyday” of
groups that, up to this point in time, were not really addressed: underprivileged women (Dias, 1984), elite women (Maluf, 1995; Besse, 1996; Schpun,
1997); children (Azevedo, 1995; Birolli, 2000). Furthermore, classical themes
were embraced once again, from the standpoint of other sources and theoretical orientations: prostitution (Rago, 1995); underprivileged men, women
and children, both local and foreign (Pinto, 1998), or only local (Santos,
1998); slaves and freedmen (Schwarcz, 1987; Machado, 1994; Wissenbach,
1998a e 1998b; Koguruma, 1998); “blacks” (Silva, 1990; Andrews, 1991);
the many immigrant groups (Fausto, 1991).
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Human movement in the streets of the 1800s was not addressed only
from the point of view of specific groups; institutions also played a role in
this area. In parallel with early studies on everyday life in the several social
sectors, carnival revelries as from the mid 19th century become a sociological
issue (Simson, 1984); not to mention criminality (Fausto, 1984), and the
police (Fernandes, 1974; Souza, 1992; Munhoz, 1997). More recently, institutions less conventional in São Paulo historiography have entered the
scene, often paired with the issue of people’s circulations in the streets: cityplanning legislation (Rolnik, 1997); music (Moraes, 1997); rótulas, wooden
trellis windows that for centuries were the mark of São Paulo housing
(Marins, 1999); architecture (Campos, 1998).
Last but not least I should point out two studies in which the São Paulo
street interactions are addressed from the viewpoint of the “crowd” – as a
subject historically constituted amidst 19th-century worldwide modernization
(Sevcenko, 1992; Schpun, 1997). Actually the authors’ major subjects are not
the street: the former focuses on the urban changes underpinning literary
modernism in the 1920s, the second the changing gender relations in public
spaces in the same period. Both of them nevertheless know that considering
the 1920s implies dwelling on crowds and the collective forms of sociability
they brings on.
Taken jointly, all of the analyses, even if not dedicated exclusively to the
social relations in the city streets at the turn of the century, offer a multifaceted picture of the matter. Indeed each social institution and group faces its
own dilemmas, be they economic, political or sociocultural, amidst a process
each one is, as it were, both a product and a producer of.
However, we know little about the sociocultural singularities involved in a
dimension overlapping the dilemmas each group mentioned above experiences separately in its everyday life. We know little about being a passer-by
in the modernizing city, i.e. about ways of circulating and interacting while
one is in transit between places, and this traffic is in itself fundamental. If the
approaches on the crowds of the 1920s address the theoretical relevance of
social interactions in public spaces, the sociocultural dynamics implicit to
other rather than crowd interactions in the streets remains to be analysed.
In this sense it is worth mentioning an American work on the patterns and
principles of interaction and relation between “strangers” in “public spaces”
in the “modern city” (particularly in the United States and Northern Europe)
(Lofland, [1973] 1985 and 1998). In the wake of Goffman’s phenomenological studies on individuals’ interactions in everyday life (1959 [1975], [1963]
1966, 1971), Lofland finds out interesting aspects on the social psychological
dynamics present in spaces of legally open access in largely modern social
contexts. Nevertheless it is difficult to figure out why the “stranger” – as a
character typical of public spaces in cities, and whose knowledge about the
others (also “strangers”) in these spaces is only based on information on their
roles and status, not on their biography (Lofland, [1973] 1985:16-17) –
could be considered the major character of every city with more than 8 000
inhabitants (ibidem:11). This assumption makes it difficult to address local,
sociocultural peculiarities of circulations and interactions in a context in
which the existing passers-by are a result of modernisation amidst slavery
decadence.
What does this type of social relation reveal about the pace of historical
change under way in the streets? I should here point out two Brazilian
anthropological studies which, even if not concentrated specifically on this
issue and on São Paulo, dwell on the street as a social space (Freyre, [1936]
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2000; DaMatta, 1978 and [1985] 1997). The former aims at understanding
the decadence of “rural patriarchy” and simultaneous “urban development”
in 19th-century Brazil, the second, Brazilian society “as something totaled”
[totalizado]. Irrespective of the very different approaches, for both authors an
important issue is the social dynamics which the pair of sociological categories “house-street” stands for in Brazil. Amidst increasing urbanisation during the 1800s, the street becomes for Freyre a “zone of confraternity” [confraternização] between the “social extremes” represented by the
sociologically fundamental relations in and between the “mansions” and the
“shanties”. These are relations more and more polarized amidst the decadence of rural patriarchy and simultaneous historical constitution of the
country’s major cities (Freyre, [1936] 2000:12-13). For the structuralist
DaMatta the street refers – beyond time and spatial variations – to a code
“based on universal laws, on a bureaucracy antique and deeply rooted
among us, and on a juridical-legal formalism which to a certain extent is
absurd”. It is thus a code opposed to the one existing in the house and
“founded on the family, on friendship, loyalty, on the person and patronage”
(DaMatta, [1985] 1995:24). By arguing in these terms both authors link
social relations in the streets to a definite historical development (and be it to
implicitly deny historical changes, as it occurs in DaMatta’s analysis, which
indistinctly depicts examples from the mid-19th century and the 1970s). In
this sense both approaches characterise the Brazilian modernizing streets in
ways which should be considered here.
Taking into account the existence of the investigative slants above, I, on
another occasion, looked into the sociocultural peculiarities in the way São
Paulo’s early kind of “public opinion” toward the end of the monarchy perceived the then ongoing historical process from the point of view of its daily
experiencing of the social activities in the streets (Frehse, 1999). However,
certain elements remain unanswered, namely how São Paulo society
inevitably adjusted itself in its everyday life to the new standards of street life
implicit to modernization amidst the demise of slavery.
Let us turn to the clues a precise set of São Paulo photographic postcards
from the turn of the century contains. It indicates that the postcards’
authors had common sense knowledge about the street in mind for producing them, i.e. knowledge of meanings socially shared amongst subjects in
everyday life. These meanings are negotiated, interpreted and deciphered
continuously in the course of interaction through simulation and dramatization, and governed by a complex method of meaning production (Martins,
[1998] 2000:59-61). As commonsensical knowledge indeed makes everyday
life possible (ibidem:62), there arises analytical room for reflecting upon the
rhythm of the history passers-by involved in the postcards’ production and
consumption (re)make daily on the streets.
IN SEARCH FOR COMMON SENSE, POSTCARDS
Photographic postcards have a characteristic which of major importance
to the analysis of commonsensical knowledge about the passers-by in São
Paulo’s streets. They are intrinsically “expressive” due to the fleeting nature
of the production mechanisms of the image. The way time and space come
together in the still inside the photograph’s frame lead us to the multiple
histories it contains. It expresses very specific experiences of the past
through the way it expresses these histories (Edwards, 2002:125-26 and
1999). Expressivity leads us to dramatization such as it is addressed by phe-
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nomenology towards this very common sense: in other words, the realm of
interaction mediated by the exercise of the subject experiencing himself as
another one (Martins, [1998] 2000:60). In the case of the documents to be
analysed herein, the social meaning of images and message rest upon the
fact that both publicly, due to the material’s nature, dramatize circulations
and interactions of passers-by: the postcard photos intend public consumption; the written messages presuppose their being offered to the post office,
to the postman and ultimately to the postcard’s addressee.
This all takes place despite the photographer’s and the sender’s intention,
and regardless of existing technical restrictions. Thereby the postcards eventually suggest how the parties (photographer, photographed subjects, and
sender) were inserted, as passers-by (since this is ultimately what they are),
into the social production of highly specific interactions and circulations – in
the production of uniquely modern São Paulo streets. And this even though
photographer and sender share, as common sense regarding the postcards,
the idea that the relation between the image and its source is analogical and
that, by extension, having the photograph (the postcard) authentically represents a supposedly objective experience: “it happened there, I was there”
(Sontag, 1979:9 apud Edwards, 1996:200).
The work on postcards that I was able to find to date focuses just on their
images (not on the senders’ messages), either to dwell on the history of this
means of communication and collection object (Staff, [1966] 1979; Klamkin,
1974; Miller, 1976; Ripert, 1983; Woody, 1998); to demonstrate how it documents urban history (Evans & Richards, 1980; Berger, 1983; Schapochnik,
1998; Gerodetti & Cornejo, 1999); to problematise the ideological purposes
of their urban representations (Deegan, 1989; Kossoy, [1992] 1999); or yet
to dissect the sociocultural peculiarities of the context of their production. In
this case, postcards of “natives” of the (former) colonies of the European
West are focused on (Edwards, 1996; Geary, 1998); I myself concentrated on
São Paulo postcard images (Frehse, 1997 and 2000). However, my purpose
here is specifically to decode these sources based on how, in the photographed spaces, indexical elements concerning the physical setting and
the passers-by relate to each other and to the postcard’s messages. These
relations express circulations and interactions that contain clues on specific
ways passers-by circulated and interacted in São Paulo in 19006. Indeed there
inevitably is a certain “anthropological intuition of the non-anthropologist
photographer, i.e. of the author of the artistic or documental photograph,
who incorporates into his photography aspects the social scientist can read
and interpret as decoders, as revealing elements of the ethnography found in
unintentionally ethnographic photography” (Martins, 2002:248).
Given the limits of this paper, the fronts of nine postcards used for personal reasons by Raul Pacheco e Chaves, a member of the city’s economic
and political elite, in São Paulo between March and September 1901 stand
out inside a more comprehensive set7:
In the first eight postcards Chaves corresponds with his cousin Sophia da
Silva Prado, who is in Paris by that time. She is another privileged scion of
the São Paulo elite and a relative of the city’s mayor. As to the ninth postcard, its back reveals that Chaves sent it to an unknown “Monsieur” in
Montevideo.
What interests me is that in the messages to Sophia the sender almost
always touches upon circulations and interactions in the city’s streets.
Thereby he attests to his own role as a passer-by in this space. The postcards
are based on photographs taken by the Swiss immigrant Guilherme Gaensly
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Postcard 1 (front): “Mercado Velho” [Old Market] (Collection Apparecido Salatini) – Message: “5-3-01
Dear Sophia. Here goes a view of the market. Do you remember when we have been standing near
the fish market in order to wait for the train to the Ypiranga [district]? A thousand greetings from
cousin Raul”
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Postcard 2 (front): “Viaduto do Chá” [Tea Viaduct] (Collection Apparecido Salatini) – Message:
“5-3-01. Dear Sophia. Here goes a view from the viaduct, or station of the other-world express
Greetings from Raul”
On modernity in the streets of São Paulo c. 1900 : what can postcards express?
Postcard 4 (front): “Ponte Grande” [Big Bridge] (Collection Apparecido Salatini) – Message: “11-3-01.
From this bridge a man threw himself, and died. At the background of the view you can see the
observatory of S. Paulo. Greetings. R. C.”
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Postcard 3 (front): “Largo do Palácio ” [Palace Square] (Collection Apparecido Salatini) – Message:
“11 March 1901 here go the views of the Government Palace, Central Police, Palace of Agriculture
and Palace of Treasury. Greetings. Luar”
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Postcard 5 (front): “Rua Direita” [Straight Street] (Collection Apparecido Salatini) – Message: “113-01-01. This street is called Direita [Straight] because it is distorted (it is not a tart to eat). Miss
you, R.C.”
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≤Postcard 6 (front): “Rua João Alfredo” [João Alfredo Street] (Collection Apparecido Salatini) –
Message: “11-3-01. Dear Sophia. Here goes a view of the João Alfredo Street, which is not very
nice, is it? What do you think? Greetings Raul”
On modernity in the streets of São Paulo c. 1900 : what can postcards express?
Postcard 8 (front): “Rua Florêncio de Abreu” [Florêncio de Abreu Street] (Collection Apparecido
Salatini) – Message: “21-5-01. Dear Sophia. I have received your cards, for which I thank you a
lot. Longing, Raul”
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Postcard 7 (front): “Largo de São Bento” [São Bento Square] (Collection Apparecido Salatini) –
Message: “São Paulo, March 21 1901. Dear Sophia. Here goes a view of the São Bento Square.
Greetings and miss you, R P C”
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Postcard 9 (front): “Largo da Sé” [Sé Square] (Collection Jamil Nassif Abib) – Message: “2
September 1901. Gentleman, It would be an enormous pleasure exchanging this card with you.
When responding please stamp the card on the seen side. Raul Chaves. Raul Pacheco e Chaves – 47,
Alameda Bambús –São Paulo – Brésil”
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(Wellhausen, 1843 – São Paulo, 1928) when postcards as such were a novelty in São Paulo (the first ones, by the German Victor Steidel, were traded
in 1898). The material analysed herein joins the first series of unnumbered
photogravures (the collector Jamil Abib knows 26 of them) produced in
Switzerland and traded by Gaensly in the first years he lived and worked in
São Paulo as a photographer, from 1894. Then he still was a partner of his
former assistant, the Parisian Rodolpho Lindemann, was in charge of the
company’s main atelier, in Salvador (Mendes, 2001:49, 59).
In this environment Gaensly’s São Paulo views quickly started to be reproduced in albums, travel guides and almanacs, so much so that the photographer came to be regarded as the person chiefly responsible for the image
one currently has of São Paulo around 1900 (Kossoy, 1988:18). After producing urban landscapes from 1894 to 1897, he introduced successive series of
images, interspersed by continuous updates, as albums and postcards
(Mendes, 2001:53, 66). As from 1899, he was also in charge of photographing for the Canadian concern São Paulo Tramway, Light & Power Company
Ltd. installation and maintenance of trams and electrical lighting in the city.
The postcards I am interested in were probably produced when Gaensly
started working for Light: the angles and themes dealt with over time are
very similar (Burgi & Dietrich, 2001:70). This turns postcard photographer
Gaensly into yet one more passer-by, albeit a very special one, as he bore a
rather bulky camera (the pictures’ original glass negatives were
18 cm X 23 cm and 24 cm X 30 cm large8) with which he focused on São
Paulo’s central hill and its borders:
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In line with a practice common throughout the world in the early days of
the picture postcard, in the 1890s (Staff, [1966] 1979:56), Gaensly’s set
includes the caption “Greetings of São Paulo” and a caption indicating the
name of the photographed site. And, following general postal regulations of
that time, the photograph only takes up part of the front of the postcard:
the other half is for the sender’s message, whereas all of the back is dedicated to the recipient’s address and the stamp:
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Postcard 1 (back): “Mercado Velho” [Old Market] (Collection Apparecido Salatini)
The sender’s age, the personal circumstances under which the messages
were produced? Until now it has been impossible to obtain any information
on this in studies on the Silva Prado and Pacheco e Chaves families (Levy,
1977; Catelli, 1997; Barata & Bueno, 1999:1685), although it certainly
would be fascinating to find this out, so as to understand the subjectivity
that these postcards end up by mediating – and help to develop
(Schapochnik, 1998:426). To go into these issues in greater depth here,
however, would drive me too far away from regarding how image and text
interrelate in the representation of ways passers-by circulate and interact in
São Paulo’s streets at the turn of the century.
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PASSERS-BY IN THE IMAGES’ STREETS
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In order to analyse Gaensly’s pictures one has to take into account the
importance in them of the streets’ physical setting and, within this, of elements related with modernisation: urban furnishings just installed or being
installed, the newly-built public buildings, the first viaduct (respectively
postcards 9, 4, 2). This element is stressed in three studies specifically on the
photographer’s work in São Paulo (Kossoy, 1988; Cavenaghi, 2000; Mendes
2001a and 2001b), and one that Gaensly’s very biography suggests: as a
view photographer at a time of abounding urban-design transformations
he, mainly after hired by Light, probably was not immune to the changes in
the city’s physical layout.
These aspects help to characterise the “informational context” that
involves the photographs studied herein, the “who, what, why and when”
linked to the effect of reality implicit to photography (Edwards, 2002:8).
Given that an important indicator of the rhythm of the historical process
consists of technological and urban-design changes, the images vigorously
announce temporalities connected with modernisation. Thus, Gaensly
inserts himself in a tradition of photographic representations under way at
least since Rio de Janeiro photographer Militão Augusto de Azevedo pub-
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lished, in a pioneering undertaking, his Comparative Album of the City of São
Paulo, 1862-1887. By using comparative pairs of photographs, taken from
similar angles first in 1862 and then in 1887, he highlighted physical
changes of the city’s buildings, streets, public squares and parks9.
However, it is important not to limit oneself to the “informational context”, which implies contemplating Gaensly’s images as merely documental
visual representations of how speedily the streets were physically transformed – and for different ideological purposes (Kossoy, 1988; Cavenaghi,
2000). The expressive nature of the photographs allow them not just “to
replicate the power relations of their production, but also to inscribe and
present multiple spaces and multiple histories that have the potential to
contest or subvert the ideological discourses of the image’s creation”
(Edwards, 2001:108).
In order to acknowledge this second context, it is fitting to consider how
space and time manifest themselves in the photographs (ibidem:109); in
Gaensly’s case, spaces and times other than those physically present in the
street that is becoming modern. As the photograph spatialises time through
the stilling of experience in the frame (ibidem:116), analysing the spatialities
suggested by the passers-by presence in the photographed streets will make
it possible to depict the different temporalities the images encompass
(ibidem:116), thus the histories on São Paulo’s passers-by they express.
Gaensly’s work for Light is associated with “little interest in the human
element, in the casual factors, in the recording of the interaction of the
inhabitant and the city” (Mendes, 2001b:94), except for the images of the
turn of the century (Kossoy, 1988). Indeed, if on one occasion (postcard 2)
the street is seen from afar, in the other cases one recognizes the presence
of people in the streets – and in the rivers (postcards 1 and 4).
But who are these passers-by? Given the images’ genre (i.e. “street photographs” because intentionally or not they focus on passers-by in this space
– Westerbeck & Meyerkowitz, 1994:34-35), the technical limitations of the
substratum (photogravures over a century old of photographs taken even
longer ago), and the present technical limitations of the observer (a magnifier with a magnifying factor of three), one can only discern in the images, by
the general features of garb, size, and occasional gestures and postures,
whether the photographed subjects are men, women or children; and, more
rarely, whether they are black or white (within a social context in which skin
colour contains clues on specific sociocultural dynamics in the street).
Notwithstanding these difficulties, which stand in the way of any categorical
statement as to the photographic composition as a whole (one can always
discern other elements and specify the elements already discerned), we shall
see the material’s ethnographic richness as to my questioning.
Therefore, a good starting point is the social activities respectively focused
on. Individuals’ recurring occupations in the São Paulo’s streets suggest specific sociocultural conceptions about space – and about historical time (Frehse,
1999). Thus, they enable one to think in a privileged fashion about how different temporalities, the old and the modern, meet in the social relations under
way in the streets, crystallizing a certain modernity in these spaces. Within this
context, a curious finding: in the photographs analysed here, social activities
that São Paulo historiography thematises as historically old (in relation to the
modernising present of the late 19th century) are focused in areas geographically situated on the borders of the central area. The washing of horse-driven
two-wheeled cabs, for instance, has its space assured in the Tamanduateí
river, right next to the “Mercado Velho” (postcard 1), on an unspecified
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morning – as the lights and shadows at play on the city’s geography allow
one to surmise. With its arched entryways and extending over the ground
floor on the right-hand half of the image, the so-called mercado caipira, peasant market, is the site to which, at least since its inauguration (1870), peasants
from the adjoining rural areas flow, to sell their agricultural, medicinal and
handcrafted goods, and wood (Santos, 1999:101). In Gaensly’s representation, the “Mercado Velho” is paired with the newly-built fish market, whose
walls alternate dark and pale horizontal stripes. And it is also paired with
another recently built public urinal, in the midpoint of the upper right hand
corner of the image. All of these buildings tell us of the modernising diligence
of the government in its intricate relations with private initiative (Silva, 1984;
Rolnik, 1997:chapter 3): it spatially tries to segregate socioeconomic activities
as well as the physical waste, in a world in which the street becomes a place
where one spends increasingly more time.
This physical scenario frames, in the image, activities usual in other, past
times. The river still is a place for washing horses and cars. And this even if
the cars become more modern: one of the main sites of the mule-driven
trams’ company lies fairly close to both markets.
Moreover, despite plentiful and old legislation forbidding it, the
Tamanduateí keeps on being a spot for youth and adult’s bathing. This is
what the presence of two individuals in the water, very close to each other
and holding a pale piece of cloth, suggests. Of course, they might also be a
pair of equally historical washerwomen, who used to engage in their daily
labor, since colonial times, precisely in this place, under the depreciative
and curious glances of men of the widest range of social backgrounds.
If one is not swimming and is not washing, why not merely stand by the
riverside, looking at the photographer, as do the two silhouettes in the
lower left-hand side of the picture? Washerwoman and boy? Old and young
boys? The photograph’s silence is harsh…
On another occasion Gaensly comes even closer to the market, which is
now on his left (postcard 6). On this morning, with the sun fairly high up in
the sky, many people go to-and-fro the steep street connecting the bank of
the Tamanduateí to the city’s most central historical, political and administrative point, then called Largo do Palácio, Government Palace Place, on the hill.
A man next to a stand holding a tray looks at the photographer from the lefthand side as he holds, with his right hand, one of the goods he appears to
be peddling. Behind him, another two simply dressed people also look at the
photographer in working garb. This is to be supposed as they are not wearing neckties, within a context in which the presence of a mere shirt without a
jacket, and particularly of a shirt outside trousers, indicate its owner’s poor
and rural social condition (Freyre, [1936] 2000:415).
Not to speak of shoes, in this society in which historically the asymmetries
between those who are served and those serve is expressed, among other
elements, by the ownership of shoes (Bastide, 1946:92-93). In the left corner one person conveys the idea that he may be a shoeshine boy, given his
posture and the rectangular box between his thighs. This was a recent profession in the city at that time, having appeared in the streets with the first
waves of Italian immigration in the 1870s (Martins, 1912:124). If this individual was indeed a shoeshine boy, these were barefoot, in “Rua João
Alfredo”…
Among the countless human beings and activities occupying this setting,
I would like to highlight the rare presence of a woman who, with her long
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skirt and a bundle (or might it be a tray of sweets or fruit?) on her head,
seems to walk up the city’s central hill in the background. If this is indeed
the indexical element, then it is a washerwoman insinuating herself, or a
fruit seller, two professions whereby women since colonial times earned
their livelihood, and whose haphazard presence in the streets was under the
scrutiny of the government at least as from the early 19th century (Dias,
1984:51ss, 176).
Another historically old activity in the city, another geographic fringe around
the centre: the photographer now transports us to the banks of the Tietê river
on an unspecified afternoon (postcard 4). Thus he reedits from a new angle a
scene already taken by Militão de Azevedo thirty years before. Differently from
the latter, however, Gaensly does not focus on the bridge, bringing instead to
the forefront another social activity historically rooted in the city: the boatman
in charge of transporting people and merchandise between one and the other
side of the river; in this case, two women, discernable as such, three men and
another two silhouettes that might be male or female.
The boatman, with his thick mustache, reminds one of other lands,
Mediterranean. His posture as he leans over the oars, and his jacket, whose
sleeves are too short to cover his pale shirt, suggest a modest socioeconomic position; in this, he does not seem to differ much from the woman
who, at the opposite end of the boat, shields herself from the sun with an
open parasol (or an umbrella?), despite the boat’s covering. The fact that
this person does not wear a hat, if contrasted with the plumed headgear of
the woman in the centre of the boat, lets one intuit a passenger of modest
financial situation. And this even though the women carries the parasol, a
“lord-like habit colored people also sought to imitate”, by 1860 (Freyre,
[1936] 2000:332)…
Very different is the appearance of two of the three male passengers.
Leaning his left arm on the boat’s cover, the individual reveals, through his
bowler hat, coat and tie, that he is a member of the better-off segments of
society; in front of him, yet another individual, sporting an eminently urban
fashion at that time, a Panama hat (ibidem:415).
The photographed old social activity, with its rich ethnographic details, is
in the foreground of a physical setting characterized by other, modernising
times. The background of the scene contains icons of ongoing modernisation: the bridge built in the 1850s, where two silhouettes appear to be
strolling, and the newly created observatory.
Certainly there would be more details to explore, especially with more
advanced technical means of observation. Anyway these faint indexical elements contribute to characterising the photographed borders of the central
hill as sites where historically old social activities abound amidst a changing
physical setting.
But how are passers-by represented in the city’s downtown area, the
main focus of modernisation? The six remaining images address the city’s
central hill (postcards 2, 3, 5, 7-9). Now other passers-by circulations, less
commonly addressed in the historiography, are heightened. There prevails
modern passer-by circulation in the streets. An icon of this is the moving of
people and vehicles on the Chá viaduct, even afar (postcard 2).
However, the photographed central hill of which the viaduct is a part
cannot be thought of as a space for modern (big) crowds. In this sense, it is
emblematic that the street adjoining the city’s most central point, where the
settlement historically arose, should be shown almost devoid of people
(postcard 3). A male figure can be seen in the middle of the street, holding
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his arm up, perhaps waving at someone (possibly standing in front of the
mansion located toward the horizon of the scene), or perhaps because he
carried something on his head. He is being encircled by recently constructed public buildings, all of them designed in a modern neo-classical
style to politically symbolise the power of the new republican regime: on
the right hand side, the Bureau of Agriculture and of the Treasury; on the
left hand side in the back, the central police station; on the left corner, the
Government Palace.
The apparently solitary passer-by becomes less solitary when one considers that he is being joined by a donkey-cart (a firewood vendor? –
Americano, 1957:115) parked at the crossroad on the right hand side, and
by the silhouette of a man on the left. This one is resting his right elbow on
the railing of the Palace’s sidewall and appears to be interacting with someone standing diagonally to his left, whereas in the pavement plunged into
the shade of a little house by the sidewall other silhouettes (of people?) can
be discerned.
If there was a larger number of people coming and going who were not
recorded on the negative, it would have been due to technical limitations,
which caused animated beings to be rendered only as blurs or traces. One
will also never know whether it was a Sunday or a holiday, with little social
movement in this area. What matters is that, among the many modern
ways of moving about downtown São Paulo around 1900, there are also
these two: to stay in the middle of the street or to walk there very slowly
(thereby being photographed by Gaensly); and to lean even on the railings
of the city’s most important political building. These types of movements
reappear in all the other downtown pictures.
This is the case, for instance, of “Rua Direita” (postcard 5), taken in one
of the socially and economically most prestigious points of the city at that
time due to its stores, teahouses and luxury hotels, as well as elite houses
(Bruno, 1953b: passim). In Gaensly’s image the street’s modern liveliness
and turbulence take on specific standards. The universe framed by the discernible buildings with their neo-classical façades is eminently masculine.
Two men are leaning fully on lamppost’s base, at the end of the Chá
viaduct, on the left; a third one leans on a flag post, indicating by his unassuming posture that he is a younger man. Next to these three individuals,
another man wearing a dark coat is in the actual street, standing near the
gutter of the pavement in front of a (telephone?) post. He looks at the
street, as does a boy (to judge from his smaller size), who might be interacting (talking?) either with this man or with a stouter gentleman also standing
in the street, wearing pale trousers and looking in the photographer’s direction. On the other side of the same street, other individuals appear to be
standing in the middle of the street, as they look precisely toward the left
hand side of the image, from where come the gazes of other passers-by: a
shoeshine boy apparently unaware that he is standing on the tram’s rail, as
he holds his shoeshine box on his left shoulder; diagonally across from this
boy and comparatively closer to the photographer, another man (or boy, to
judge by his size) who, with his left hand apparently in his trouser pocket
and his right arm raised, is also turned toward the opposite side of the
street. Everyone’s attention appears to have been drawn by some event
occurring in that spot, an event we will never learn about. And all of this as
other people stroll on the pavement, as trams go past in the background,
with cars or carts parked next to the pavement: the to-and-fro of a big city.
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The image allows one to heighten one more pattern of human movement in the photographed central streets: the infrequent appearance of
women. Only a few could be discerned, and on the opposite side of the hill:
an apparently poor one in the lower side of “Rua João Alfredo”, where primarily less affluent groups went about their business; and in the “Ponte
Grande” boat two women, but surrounded by well-dressed men, thus, as it
were, duly protected from the external world of the river, the bridge, the
riverbank. Although one cannot know whether Gaensly’s deliberately
excluded women from his pictures, in fact they do not stand out in this set.
In a certain way this is not surprising, in this society of strongly patriarchal
roots, in which the higher the social status, the greater the distance from
alien gaze – thus from the street (Dias, 1984:chapter 3).
Given the material’s nature, I am certainly not trying to achieve an
exhaustive analysis of the patterns of human circulation in São Paulo’s
streets. Nevertheless, one does perceive ways of circulating and interacting
constant throughout the photos of the central hill: they reappear when,
again in the middle of the street of crowded “Largo de São Bento” (postcard 7), one stares, next to a companion, at a cart for transporting merchandise (or a public cleaning truck?) which escapes from the scene at the
back, or when one observes, hands in pockets, the photographer in the
busy “Rua Florêncio de Abreu” (postcard 8).
Thus, in the streets that São Paulo historiography highlights as the most
thoroughly modern ones due to their political, administrative, socioeconomic and urban-design transformations, the passers-by movements
express streets of other, past, times. The street itself (as opposed to the
pavements) is not merely a place to be crossed speedily and hastily; it is a
place for staying at: where one arranges oneself to pose for the photographer or to wave to another pedestrian; where one stands, astounded by
some passing occurrence, where one chats as a cart disappears in the distance. In this sense, it is a street in which patterns of interactions whose
temporality (of the past) is usual in the borders of the hill reappear. And this
even though the physical space is another one, the social status, high, and
the social activities, diverse.
But the streets also encompass pavements that, far from being privileged
places for passers-by to pass through, are the stage for non-circulation. The
whole body adapts vertically to urban furnishings on the pavements (iron
railings; lamp, flag or telephone posts) in order to turn them into places of
staying. Taking into consideration postures like these at the then ongoing
(republican) times of ostensible repression of vagrancy, one is reminded of
the issue of work, so very fundamental to a society in which, for centuries,
manual work was associated with servitude and the symbol of non-distinguished status. And by the way it makes sense to inquire which of the
passers-by standing in the images, sometimes with hands in their pockets, a
contemporary sign of indolence (Cascudo, [1973] 1976:217), would have
been regarded as vagrants at their time. If we may never learn the answer
for obvious reasons, we should not overlook the fact that in this social context, in which hierarchies re-establish themselves through indicators as prosaic as apparel, a more precise analysis of fashion would bring instigating
elements to the issue at hand.
This element leads us to a last point concerning the slaveholding past
that Gaensly’s passers-by end up by incorporating into their to-and-fro in
these images. The hill and its borders merge into each other and are confounded in spatial terms when the issue is standards of dress. In “Rua João
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Alfredo” the barefoot people on the left hand corner of the picture coexist
with the elegantly attired gentleman attiring a jacket, a necktie and a tall
hat, standing by a cart of highly rustic appearance. In the Tietê-boat, the
coexistence in the same space of different social strata finds its chief icon in
the way in which the woman with an umbrella shares the boat’s narrow
space with another ornate feminine figure, complete with plumed headgear. It is inevitable that one should recall the complex patterns of segregation in force in Brazil’s slaveholding society for centuries, when the asymmetry of social standing coexisted with peculiar physical and affective
symmetries, relegating to scholars the complex debate on the “democratic”
character of the Brazilian slavery model.
We are thus conducted to yet another space: the patriarchal home. A
controversial space, a realm in which personal individuality and servitude
are reiterated subtly every day, dramatized as pure affectivity. Gaensly’s
street is also this, in particular in one of the most symbolically and historically important places in the city: the “Largo da Sé” (postcard 9), where
since colonial times the cathedral was situated, a mandatory point for all
religious processions and, as from the 1870s, a stop for donkey trams and
cabs, in addition to being the place chosen as the starting point for the
installation of almost all technical modernising innovations in the late
1800s. The cars and carts parked in front of the recent neoclassical façades
in the superior half of the picture surround a group of rather small barefoot
boys who gather around the newly-installed electric lamp post at the square
at noon. Nearby, another little news-vendor boy, black; a very short man
with a goatee sporting a jacket and bow-tie; and another black person, possibly far taller, leaning on the lamp post’s base. Meanwhile yet another
man, who appears to be older (to judge from his erect posture), hands resting on his waistcoat, complete with jacket, tie and hat (indications of a
higher social standing), is looking toward the photographer, fairly close to
the gathering; not to mention, for instance, the young black man who,
dressing jacket, waistcoat and hat, leans on his umbrella and poses, and the
waiter (or a cook or butcher?) in a pale apron who approaches the square
from the midpoint of the scene’s back.
Beyond the people who can be discerned, what one sees here are the different social levels that meet in this square and pose for Gaensly. And metaphorically this square could well be another space, a farmyard, a sugar-mill yard, a
backyard: sites of this curious segregation that allows those who are different to
congregate, making it clear, through what it hides, that they are all unequal.
MODERNITY IN THE POSTCARDS’ STREETS
Which histories do the human to-and-fros in the photographs tell about
modernity of São Paulo’s streets? By including times past, and thus as it
were the house, these spaces actually complement it, are a part of it. But a
minor part, an arena that enables dramatization of equality at a moment
and in a site where, notwithstanding the ongoing macro-historical
processes, each person (still) has a defined place in the social structure, even
though he(she) may be unaware of what this place actually is.
Is it a “zone of confraternity”, as Freyre pointed out? Only if one fraternizes inequality there. And what to say of DaMatta’s conception, of the
street as opposed to the house? The “dense context” involving Gaensly’s
streets abolishes dichotomies, dissolves oppositions, and difference, in
favour of congregated inequality, of non-polarized hierarchy.
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Now it is indeed possible to grasp all of the richness of common sense
knowledge of the messages by the rich Raul Pacheco e Chaves. They follow
three different patterns. Once Chaves inserts himself and his cousin into the
photographed site (postcard 1), but apart from that he alludes to commonsensical knowledge on the street (postcards 2-6) or, further on in 1901,
does not refer to the street at all (postcards 7-9).
Thus, the narration dramatizes various times: the time of Chaves’ and his
cousin’s relationship (in the postcards it appears to be more intimate on
5 March than on 21 May), but also the time of a certain relationship
between Chaves and the streets (he makes jokes on the Rua Direita which
seem to have been usual at that time – Moura, [1932] 1980; he comments
on the Rua João Alfredo in a way which cannot be separated from the space’s
ongoing social uses; he heightens the Largo do Palácio through captions
which supplement the own postcard’s ones and suggest a personal attachment to that monumental site; he addresses tragic uses of the Viaduto do
Chá and the Ponte Grande which frequently appear in contemporary newspaper faits divers). There is, last but not least, the time of Chaves’ relation
with the postcard as a means of communication and as a collection object.
As I am focusing on the passers-by to-and-fros on the streets, the first two
patterns are of special interest. On two specific days (5 and 11 March) the
sender ironically – and perhaps in love with the addressee - dramatizes ways
of being in the streets based on his very own experience of this space. While
addressing the “Mercado Velho” Chaves suggests a certain estrangement
towards this space. He refers to a casual waiting for a “train to the
Ypiranga” conjugating the verb in the present perfect tense: “we have
been”. Was it because Sophia had already left São Paulo? Or was it because
people like them were not used to go to the fish market surroundings?
While it is not the case to address such questions here, the moment seems
to have been special and unique, an issue to be remembered – what implies
being estranged in a certain way.
This estrangement coexists with other moments (postcards 2-5) in which
the rich sender addresses the street from the perspective of a common
sense that renews itself daily through, amongst others, newspapers, chronicles, memories. This is indeed a way of approaching the day-to-day of this
space; of going out to the street in imaginary terms. At the same time, the
estrangement keeps on being enormous: Chaves’ account suggests this
space is worth of mentioning because it is extraordinary, non-everyday-life.
Given the eminently casual feature of postal messages, these considerations are inevitably bound to be of a digressive nature. However that may
be, they bring about clues on more comprehensive social processes. Chaves’
texts express the controversial approaching and distancing vis-à-vis the
streets manifest by all the people who, due to their social condition, have
historically been afar from this space and who now slowly incorporate the
street into their imaginary through the mediation of a commonsensical
knowledge they may express, for instance, in postcard messages.
In the midst of these dynamics, Gaensly, Chaves and the photographed
passers-by, to the extent that they construct specific streets, also contribute,
regardless of whether they wish it or not, to the production of certain types
of modern São Paulo streets at the turn of the century. It is a space whose
original modernity is revealed mainly in the social setting, rather than in the
physical one. Transformations of the streets’ physical setting in favour of
modern aesthetics and functionality are an integral part of 19th-century
modernisation wherever it took place. But not a dynamics of sociability such
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as the one depicted in the postcards’ images and messages. This is where
original aspects emerge: modern ways of circulating and old ways of staying
coexist. All of this constitutes the street which began to be “written” in São
Paulo in the early Republican years.
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NOTES
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1 The first academic studies appear in the 1930s, like for instance Freyre ([1936]
2000), Holanda ([1936] 1984), Simonsen (1939) and Prado Jr. (1942).
2 In conceptual terms “modernity cannot be confounded with the objects and signs
of the modern, because it does not limit itself to them. It can neither be separated
from the rationality which created the ethics of multiplying capital; which introduced, even in ordinary man’s social life and morality, calculation, the social action
calculated through a relation between means and ends, the daily reconstitution
and comprehension of the sense of action as mediations of sociability” (Martins,
[2000] 2002:18).
3 Cf., amongst others, for London, Olsen (1979), Ogborn (1998); for Paris, Farge
([1979] 1992), Agulhon (1998); for Berlin, Matzerath (1985), Lindenberger
(1995). For a general overview on the processes in different cities cf. Sutcliffe
(1984), Girouard (1985), Zimmermann (1996).
4 Following Marshall Sahlins, I believe that “what anthropologists call ‘structure’ –
the symbolic relations of cultural order – is an historical object” (Sahlins, [1985]
1990:8-9).
5 São Paulo becomes an issue for the social sciences mainly as from the foundation
of the Escola Livre de Sociologia e Política (1934) and of the Faculdade de Filosofia,
Ciências e Letras of the University of São Paulo (1935) (Magnani, 1992:47-48).
6 One has to point out Carlo Ginzburg’s inspiring evidential method (Ginzburg,
[1986] 1991).
7 While selecting the postcards in the private collections I found many copies of the
same views; but in these cases there were, in general, no comments on São Paulo’s
streets.
8 This can be inferred from a study on the authorship of Gaensly’s photographs for
Light (Burgi & Dietrich, 2001:77).
9 There are many studies on Azevedo, and they pursue different objectives (Frehse,
2001).
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O lado clandestino da cidade brasileira.
Uma historiografia reticente
aos conflitos étnicos
Jorge P. Santiago*
Resumo: Trata-se de estudar neste artigo,
a partir do advento do urbano no Brasil, na
virada do século XIX para o século XX, as
tensões ligadas à presença e às práticas
dos atores populares e/ou à margem em
certos espaços e lugares da cidade. Isto
considerando a existência, ou ausência, de
olhares da historiografia sobre tais situações conflitivas e nas quais a dimensão
étnica é frequentemente presente; situações que são indissociáveis das incidências
deste advento do urbano. Entre estas, a
reveindicação de novos espaços de pertencimento, assim como os processos de desagregação e de recomposição dos laços
sociais e identitarios tal qual eles se manifestam no urbano.
Résumé : Il s’agit d’étudier dans cet
article, les tensions liées à la présence et
aux pratiques des acteurs populaires
(et/ou en marge) dans certains espaces et
lieux de la ville, à partir de l’avènement de
l’urbain au Brésil, survenu au tournant du
XIXe et du XXe siècle. Cette étude examine
l’existence ou l’absence des regards portés
par l’historiographie sur de telles situations
conflictuelles, qui sont indissociables des
incidences de cet avènement de l’urbain,
et dans lesquelles la dimension ethnique
est fréquemment présente. Parmi celles-ci,
on note la revendication de nouveaux
espaces d’appartenance ainsi que les processus de désagrégation et de recomposition des liens sociaux et identitaires tels
qu’ils se manifestent dans l’urbain.
Palavras chave: Cidade. Etnicidade. Conflito. Identidades. Brasil.
Mots clés : Ville. Ethnicité. Conflit. Identités. Brésil.
de reestruturações permanentes e de observação dos conflitos, das tensões sociais, das sociabilidades, dos processos de construção e reconstrução de identidades está na base da análise aqui proposta. Isso implica a apreensão de dynamiques que englobam
necessariamente conotações particulares ao se evocarem países escravistas e
de populações mestiças (Santiago, 1998b; Santiago, Hébrard, 1998c).
Populações, mas também diferentes categorias sociais e mesmo étnicas que,
precisamente, dentro do sistema de representação das elites então dirigentes, configuram a antítese do desejado modelo de modernidade e civilização urbana.
Para alguns pesquisadores a componente “étnica” nas relações sociais na
América Latina relevaria sobretudo a “influência”, sobre certos grupos ou
comunidades, do discurso elaborado na esfera erudita (Hoffmann, 2002), primeiramente aquela dos juristas e dos políticos, em seguida dos cientistas
(sociólogos, etnólogos, antropólogos). No entanto, no caso do Brasil, pode-se
constatar que certos conflitos, certas tensões pondo em relevo o racial ou o
étnico (e às vezes reveindicados como tais) são anteriores a tais influências.
Além disso, um dos recentes postulados das ciências humanas e sociais não
propõe que é preciso parar de considerar que as classes subalternas, as classes
operárias, os pobres, as camadas populares, os excluídos, necessitam do discurso erudito para construir suas representações e suas visões de mundo?
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Ao se trabalhar sobre a recepção do advento do urbano na cidade brasileira, constata-se efetivamente a existência de tensões ligadas à presença e
às práticas dos atores das camadas populares e/ou à margem de certos
espaços e lugares de sociabilidade. Tensões que, acumuladas, criam verdadeiras situações conflituosas nas quais a dimensão racial, mais tarde dita
étnica, está freqüentemente presente, sendo conveniente examinar tal
dimensão relacionando-a com certos incidentes do advento do urbano na
virada do século XIX para o século XX. Entre essas incidências, parece-me
importante privilegiar a reivindicação de novos espaços de pertencimento,
bem como os processos de desagregação e de recomposição dos laços
sociais e identitários tal como eles se manifestam nesse momento do
urbano. Além disso, o referido advento deve ser considerado como um processo não somente de ocupação e de uso do espaço, mas também de instalação de regras, de códigos e práticas sociais que se instauram com a nova
cultura urbana. Esta última é necessariamente detentora de conflitos, de violências concretas e simbólicas que, por sua vez, geram diferentes formas de
tensões, evidenciando jogos de relações sociais específicos (Roncayolo,
1990; Musset, 1997)1. Nesse sentido, a noção de cidade repousa, certo, em
um determinado número de elementos arquiteturais, políticos e culturais,
mas também em sua componente racial ou étnica.
Em apoio a essa reflexão estão as observações obtidas em meus próprios trabalhos. De uma parte, a pesquisa realizada em 1998, sobre a rua como espaço
de renegociação das hierarquias e dos conflitos presentes na cidade brasileira
(Santiago, 1998); de outra parte, um estudo em curso sobre as fronteiras
simbólicas da cidade do Rio de Janeiro no início do século XX, fundado na análise da obra do escritor brasileiro Lima Barreto2 articulada com uma busca de
traços e da memória dessas fronteiras no contemporâneo (nos arquivos e através do trabalho de campo). Em um e outro caso, privilegiei o estudo do cotidiano da vida sócio-cultural urbana, incluindo-se observações nas suas
dimensões mais ordinárias, às vezes nos espaços à margem dos quais certas
práticas são freqüentemente negligenciadas. Neste sentido, os etnotextos coletados, mais que fornecer algumas chaves e inícios de explicação, me permitiram apreender mais de perto como, nos processos de construção identitária, a
relação entre identidade e memória é imediata (Ricœur, 2000)3. Assim, note-se
que em diversas ocasiões, no curso dessas enquetes, a componente étnica
encontrou-se “evocada” pelos atores do passado, mas também por aqueles do
presente para lembrar ou explicar situações observadas ou experiências vividas
nos diferentes espaços da cidade.
OS HISTORIADORES E A CIDADE SEM CONFLITOS ÉTNICOS
O estudo da cidade no Brasil permite constatar que, mesmo sendo
apreensíveis, a noção de conflito ou as problemáticas concernentes à existência de conflitos na cidade, particulamente aqueles de ordem étnica, estão frequentemente ausentes das análises que tratam desse período de modernização técnica e de instalação efetiva da cultura urbana brasileira. Identificam-se
e caracterizam-se “problemas sociais”, todavia, dentre estes, alguns não são
problematizados enquanto conflitos, sendo as formas de exclusão e tensões
relevadas do inter-étnico correlacionadas com o contexto político no qual a
cidade está implicada. Em conseqüência, a dimensão étnica dos conflitos
urbanos do fim do século XIX, e igualmente das primeiras décadas do século
XX, é raramente considerada enquanto componente maior do viver na
cidade para uma grande parte da população, em particular, as antigas popu-
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lações rurais, os escravos libertos, os índios das periferias das cidades em
algumas regiões e, de maneira geral, as novas classes trabalhadoras urbanas.
Tal constatação pode ser relacionada com o fato de que estamos frente a
uma cultura política elaborada pelas elites desde a época colonial. Uma cultura política que valorizava a conciliação, a harmonia de classes e o respeito à
hierarquia. Do mesmo modo, a violência não devia manifestar-se na esfera
política, sobretudo num momento em que a poderosa instituição do patronato brasileiro difundia-se na sociedade, no seio de uma população heterogênea. Através do paternalismo e do clientelismo, tanto urbano quanto rural,
fortes laços verticais que ligavam pessoas de diferentes níveis sociais foram
estabelecidos, tendo como conseqüência um certo silêncio sobre diferentes
conflitos e o fato de que solidariedades horizontais, e mesmo as possibilidades de formação de organizações autônomas nas camadas populares,
foram restringidas e/ou postas numa certa clandestinidade (Leal, 1948;
Queiroz, 1969). Nesse sentido, o trabalho de J. E. Hahner sobre os pobres
urbanos no Brasil (Hahner, 1993) é bem esclarecedor. A partir da análise de
uma certa tradição historiográfica que dá à história do país uma aparência de
calma, ou mesmo de monotonia, “sem descrever o passado em termos de
guerras e de revoluções, de conflitos ideológicos ou de movimentos de massas”, Hahner mostra que o esquema é mais complexo e os eventos menos
pacíficos que parecem à primeira vista. Embora essa aparência de calma
contraponha-se o estudo, ainda que mais antigo (1976), de B. Fausto, que
relaciona o trabalho urbano e o conflito social (Fausto, 1976). Aliás, outros
trabalhos indicam que os protestos populares, como a violência individual e
não organizada, surgem nas cidades e não somente nos sertões do Brasil
(Chalhoub, 1986; Carvalho, 1991).
De fato, nesse momento do urbano brasileiro desenham-se exclusões
(individuais e coletivas), clivagens de caráter étnico, bem como novas
modalidades de relação ao Outro que participam da “construção” de espaços de indesejáveis no próprio interior da cidade e não forçosamente em
suas periferias. Espaços que vão de certo modo constituir uma cidade clandestina, na medida em que, em função do pertencimento étnico dos atores,
esta é habitada por uma população de não-cidadãos e/ou por cidadãos de
segunda categoria. Ora, conflitos concretos que implicam diretamente o
étnico são pouco evocados, não sendo, no entanto, um meio menor de
apreender essa redefinição da ocupação dos espaços da cidade e, assim, das
relações sociais que nela se tecem. Efetivamente, os conflitos de caráter
étnico (anteriormente ditos de caráter racial), bem como as circunstâncias
conflituosas vividas pelos atores para reabilitar as lógicas de situações nas
quais se inserem e para explicitar os diversos níveis de hierarquização que
caracterizam as relações sociais, não são postos em primeiro plano, a maior
parte dos estudos deixando tais questões em completo silêncio.
Todavia, para empreender um balanço preliminar, convém não negligenciar as condições em que o conceito d’ethnicity surge nas ciências sociais americanas durante os anos 1970. Convém também analisar como tal noção se
construiu no quadro dos debates mais antigos sobre a noção de etnia e suas
relações com as de raça e de nação. Isso pressupõe igualmente considerar
essas categorias a partir de um requestionamento da noção de grupo étnico,
tal qual esta era tradicionalmente empregada em sociologia, em antropologia,
mas também em história, a fim de melhor problematizar a noção de etnicidade a partir dos elementos fundadores da especificidade e emergência das
identidades étnicas. Ph. Poutignat e J. Streiff-Fenart acentuam assim que, salvo
raríssimas exceções, nota-se a voga passageira do termo “etnia” ao longo dos
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anos 1960, o termo etnicidade só realmente se impondo nas ciências sociais
americanas a partir dessa década, período no qual o termo conhece um
sucesso crescente, comprovado por uma bibliografia bastante expressiva
(Raveau, 1976; Michaud, 1978; Poutignat, Streiff-Fenart, 1995).
Observemos que a emergência desse conceito é correlativa à aparição, no
fim dos 1960, de conflitos, qualificados como “étnicos”, que surgem de
maneira simultânea nas sociedades industriais e nas sociedades do Terceiro
Mundo e se produzem tanto nas ditas nações pluri-étnicas quanto naquelas
supostas culturalmente homogêneas. E se o conceito de etnicidade se impõe
durante o período é precisamente porque ele permite mostrar o que têm em
comum os fenômenos nos quais os grupos se opõem em nome de seu pertencimento étnico. Trata-se então de levar em conta o fato de que um novo elemento aparece nos jogos de relações sociais e que faz do pertencimento étnico
“uma realidade onipresente” no mundo contemporâneo (Cohen, 1981). Aliás,
no início dos anos 1990, analisando os processos de advento da nação na
América Latina, François-Xavier Guerra confirma esse fenômeno. Constatando
que “a nação”, tendo justificado as independências, não é fundada sobre uma
nacionalidade entendida como “uma comunidade dotada de um particularismo lingüístico e cultural, religioso ou étnico”, ele afirma que, na verdade,
emprega o termo “étnico” como “designando um grupo humano que se
define por uma origem comum – racial? – real ou suposta” e observa que este
“está na moda e é ainda mais ambígüo que nação” (Guerra, 1994).
Ora, se no final dos anos 1970, no que concerne aos estudos em ciências
sociais sobre a América Latina e sobre o Brasil contemporâneos, multiplicam-se os questionamentos relacionados à posição do negro na sociedade,
em seguida as pesquisas se engajaram mais nas análises sobre a reconstituição dos processos históricos que deram origem aos Estados-nações e sobre
os paradoxos da construção da cidadania (Quijada, 1994)4, em cujo discurso a categoria étnica está quase totalmente ausente. Privilegiaram-se, de
fato, as noções de classe social ou de luta de classes, de nação e de nacional, então na moda. Entretanto, a partir do início dos anos 1970, os pesquisadores são incitados a considerar a etnicidade numa perspectiva mundial.
Ph. Poutignat e J. Streiff-Fenart lembram que, nesse momento, os editores
destacam que o novo interesse pela etnicidade se desenvolve paralelamente
nas diversas disciplinas das ciências sociais entre os pesquisadores que, na
época, trabalhavam nas diferentes regiões do mundo, inclusive nos países
então ditos em vias de desenvolvimento e nas sociedades pós-industriais,
ressaltando assim a semelhança entre as questões postas pela integração
nacional nas sociedades pós-coloniais e as reivindicações étnicas e “nacionalitárias” nas sociedades ocidentais. Nessa perspectiva, Rodolfo Stavenhagen
salienta que, na construção das etnias, intervêm fatores, internos e externos
aos povos, em complexa inter-relação (Stavenhagen, 1992).
Trata-se sobretudo de perceber como, desde sua invenção na aurora do
século XX, a noção de etnia se encontra misturada a outras noções conexas,
como a de povo, de raça, de comunidade ou de nação, com as quais ela
mantém relações ambígüas (Stavenhagen, 1992; Renan, 1997)5. Nesse sentido, R. Stavenhagen propõe que “o conceito de raça seja incluído no de
etnia”. Ele acrescenta que, em Ciências Sociais, bem como na linguagem
cotidiana, o termo raça remete a uma construção social e cultural das diferenças biológicas aparentes (Stavenhagen, 1992). Lembremos aliás que a
raça existe somente na medida em que as diferenças biológicas adquirem
um significado em termos de valores culturais e de ação social para uma
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dada sociedade. Os diferentes grupos raciais são considerados e tratados
como tais em função de critérios socialmente e historicamente construídos.
Para os grupos que se reivindicam étnicos, as formas de manifestação
empregam trajetórias bem variadas: passeatas, greves, formação de organizações e de partidos políticos e mesmo agressões ou violências em meio à
população civil, podendo também chegar à luta armada, ao terrorismo ou à
guerra civil. Todavia, tais reivindicações podem se exprimir através da defesa
de seus direitos humanos, culturais, econômicos ou políticos, mas igualmente pelo questionamento da legitimidade das instituições políticas dos
Estados nacionais ou das regiões administrativas das quais são dependentes,
constituindo-se, desse modo, particularidades das formas de expressão dos
conflitos étnicos.
No que concerne ao Brasil, é preciso considerar as formas pelas quais os
conflitos étnicos se manifestaram no passado e o modo como se manifestam
atualmente, sobretudo porque em diferentes circunstâncias a etnicidade
transformou-se em um importante símbolo de mobilização política. Além
disso, é preciso notar que os conflitos étnicos, em sua grande maioria, apresentam-se como expressão de lutas políticas (Margolis), mesmo que seja preciso igualmente levar em conta que a identidade étnica não implica necessariamente uma articulação com a afirmação política dos grupos étnicos
(Banuazi , Weiner , 1988).
Em vista da bibliografia existente sobre essa questão, no caso do Brasil,
estamos sobretudo perante a situações de conflitos latentes e de intolerâncias
étnicas. Ora, tal constatação nos envia ao mesmo tempo à problemática mais
geral da qualificação das situações de conflitos étnicos (Poutignat, StreiffFenart, 1995; Margolis)6. Na verdade, os critérios para a definição de conflitos étnicos mais comumente retidos remetem-se essencialmente a situações
de conflitos violentos. Tal constatação leva-nos igualmente a interrogar se
essa “visão exterior” está ligada ao fato de que a definição ou qualificação
dessas situações enquanto conflitos étnicos, bem como sua gestão, por parte
dos grupos e Estados implicados, pode obedecer a critérios específicos.
Evidentemente, não se trata aqui de negar que, no caso brasileiro, certas
situações passadas, e mesmo do presente, respondem a um ou outro desses
critérios (Holloway, 1997)7. Todavia, as situações de conflito latente, sem manifestação de agressão aparente, são bem mais recorrentes e numerosas que os
conflitos étnicos que implicam necessariamente a violência. A eclosão de violências, de agressões ou os afrontamentos diretos podem então acontecer a
partir de um incidente, às vezes trivial, às vezes significativo, que desencadeia
uma espiral de violência, às vezes aparentemente desorganizada, podendo
expandir-se aos espaços habitados pelos grupos étnicos em questão. Trata-se
então de eventos que constituem exemplos da forma trágica segundo a qual
um conflito pode se desenvolver e desencadear uma luta inter-étnica às vezes
de dimensões inesperadas. Nesse tipo de situação, os rumores, os diferentes
medias e as altercações verbais podem ter um papel determinante ao estimular
a violência, podendo gerar verdadeiras manifestações de intolerância étnica
(Agier, 2000)8.
Apesar da importância desses conflitos latentes e das situações de intolerências no Brasil, continua-se a manifestar interesse pelos conflitos étnicos
unicamente quando a violência é generalizada ou quando se produzem
eclosões de violência que tocam uma parte expressiva da população, muitas
vezes indo além dos grupos diretamente implicados. Em outras palavras,
considera-se que há conflito racial ou étnico somente quando as situações
de intolerância chegam ao seu ponto extremo. Nesse caso, não se conside-
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ram como conflituosas as relações de tensões intergrupos que ocorrem no
cotidiano e que se manifestam numa espécie de multitude de micro-eventos
sem aparentes ligações. Um quadro que, aliás, só se torna perceptível
mediante a um interesse particular pelo detalhe, pela valorização dos fatos
ordinários e dos raros traços existentes sobre as interações entre as “vidas
microscópicas” do contexto social. Desse modo, as diferentes manifestações
de intolerância permitem constatar que uma parte da população vivencia o
não funcionamento do modelo de democracia racial, ao mesmo tempo em
que as reivindicações e os conflitos nos quais parcelas dessa mesma população são os atores, de certa forma, representam a prova desse “fracasso”.
Nesse sentido pode-se igualmente interrogar sobre as “respostas” dadas,
pelo Estado brasileiro em ocorrência, a tais conflitos e reivindicações.
Isso não impede que atualmente, no Brasil, diferentes grupos de pesquisa,
trabalhando sobre o contemporâneo, analisando as múltiplas transformações
que provocaram uma redefinição tanto das fronteiras políticas quanto socioculturais que circunscrevem certos grupos e comunidades, constatem a existência de conflitos de ordem étnica e assinalem a importância de questionar
os enraizamentos históricos e memoriais dessas perturbações. Trabalhos que,
ao mesmo tempo, renovam os debates sobre a relação rural-urbano brasileira
bastante significativa para o século XIX, como também sobre o multi-étnico
bem sucedido e a democracia racial “à brasileira”9. Em alguns desses trabalhos, querelas judiciais em torno das áreas territoriais ocupadas por grupos
indígenas e negros, tendo em certos casos desencadeado êxodos em direção
às zonas marginais ou periféricas da cidade, estimularam um princípio de
cooperação entre antropólogos e advogados sobre a compreensão do sistema processual e da hermenêutica jurídica, sobretudo nos julgamentos de
conflitos nos quais estão em jogo a perenidade de grupos, de populações e
de sociedades (Leite, 1996). Essas observações implicam interrogações
específicas sobre o lugar do conflito étnico e quanto à sua relativa exclusão
das análises históricas sobre a cidade brasileira.
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A CIDADE: ESPAÇO DE GESTÃO DOS CONFLITOS
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Ao se esboçar um balanço das pesquisas sobre a cidade brasileira,
constata-se que a correlação cidade/conflito existe sobretudo para o
contemporâneo, para o presente, e que a história urbana, os processos de
urbanização, o território, os planos e os projetos de ocupação e de uso do
espaço (freqüentemente componentes maiores da história das cidades) são
as problemáticas mais recorrentes.
No que concerne ao século XIX, grande parte dos trabalhos tratam de
maneira geral do desenvolvimento desse urbano, mas tendem a negligenciar
as experiências vividas tanto em sua dimensão coletiva quanto individual e, em
conseqüência, não valorizam as situações conflituosas nas quais uma parte da
população encontra-se envolvida. Além disso, nota-se que a maior parte dos
estudos tratando da história da cidade na América Latina se interessa sobretudo
pelo fim do século XIX e/ou pelos movimentos populares organizados e ligados à emergência do mundo dos trabalhadores assalariados, como assinala o
historiador S. Grez Toso (Grez de Toso, 1997), ao analisar a gênese e a evolução do movimento popular no Chile. Isso permite pressupor que este seja mais
facilmente perceptível (em primeiro lugar nos arquivos), já que, como julga o
historiador, esse tipo de movimento deixa maior número de traços.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
Desse modo, a partir de sondagens nos três sistemas de informação,
Francis-Amérique latine, Ibiscus et Urbamet (Huerta, 2000), partindo-se das
palavras-chave conflito/etnia, conflito/étnico, conflito/urbano, a ausência de
referências sobre os conflitos étnicos na cidade na América Latina no século
XIX se confirma.
Operando-se uma interrogação no banco bibliográfico Francis, sobre os
anos 1984-1996, entre os 513 artigos, teses, trabalhos e comunicações de
colóquios e congressos concernentes à pesquisa urbana francesa aplicada à
América Latina, dos quais 134 sobre o Brasil, são encontradas essencialmente análises sobre o crescimento urbano, a reforma do espaço, o planejamento, a habitação, os serviços (transportes, gestão da água, coleta de lixo),
os bairros populares, o urbanismo e a urbanização, as estruturas e renovações urbanas, os sistemas, as cidades (pequenas, grandes ou médias), as
relações cidade-campo.
Interrogando-se igualmente o banco de dados Ibiscus sobre os temas
urbanos (no período de 1984-1997), em um total de 391 referências bibliográficas, das quais 93 sobre o Brasil, mesmo que a rede documental que alimenta tal banco de dados seja representada por revistas e documentos
oriundos de meios técnicos, os temas mais frequentemente tratados relevam, sobretudo, a geografia e o meio-ambiente (teledetecção, demografia,
população urbana, urbanização, riscos naturais, ecologia urbana, crescimento urbano, mobilidade espacial, território, organização do espaço, etc).
Mas eles concernem também ao urbanismo (construção, planificação
urbana, patrimônio, saneamento, novas cidades, bairros populares, habitação) e à sociedade (sociologia urbana, coletividades, pobreza, vida associativa, identidade cultural, marginalidade, mulheres, crianças, espaço social,
inserção urbana) (Huerta, 2000).
Enfim, nas 278 referências concernentes à América Latina que figuram em
Urbamet, dentre as quais 64 sobre o Brasil, a geografia, o meio-ambiente e o
urbanismo são os campos disciplinares mais recorrentes, seguidos de referências
em economia, gestão e sobre questões de sociedade.
Se consideramos o conjunto dessas referências, as problemáticas envolvendo conflitos étnicos não são assim identificáveis de imediato. Ainda que,
a partir do cruzamento temas-países realizado por Mona Huerta nas revistas
francofônicas (Huerta, 2000 : 2001), possamos constatar que na rubrica
“problemas sociais”, a temática “discriminação racial” figura entre as entradas “pobreza, droga, criminalidade, delinqüência, alcoolismo, marginalidade, favela, prostituição, proletariado, violência, desigualdade social, crise,
movimento social, segregação social”. Encontra-se então “o étnico”, mesmo
que se evocar a discriminação racial não signifique necessariamente que
tenham sido tratados os eventuais conflitos inerentes a essa discriminação.
A presença ou a ausência de correlação entre palavras-chave tais como
“conflito”, “étnico” e a cidade no século XIX, leva-nos a questionar sobre a
abordagem escolhida e sobre os objetos privilegiados pelos autores. O que
está subentendido nos títulos ou subtítulos? Da mesma forma, pode-se questionar sobre o procedimento do documentalista ao realizar a classificação
temática da obra.
Tais questões destacam uma problemática que, aparentemente, é sobretudo de ordem epistemológica. Ainda que existam trabalhos de historiadores sugerindo que não há suficientemente discussões sobre o caráter
étnico de certos conflitos presentes na cidade (Hahner, 1976; Carvalho,
1991; Holloway, 1997), a maior parte dos trabalhos freqüentemente tende
a reforçar essa ausência. Isso na medida em que os referidos estudos não os
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evidenciam imediatamente em sua abordagem e, quando assinalados, tais
conflitos permanecem diluídos na análise global, o que, de certa forma, ratifica a crítica de J. H. Hahner quanto à permanência da imagem do século
XIX brasileiro como um período pacífico.
Isso talvez explique que nos bancos de dados, quando se realiza uma pesquisa cruzada a partir das palavras-chaves “conflito/étnico/cidade”, sejam
encontradas poucas obras de história. Conseqüentemente, raramente
estarão correlacionados nas descrições dos referidos bancos de dados (e
logo nos trabalhos repertoriados) a cidade e os conflitos inter-étnicos, ou
cidades e violência inter-étnica para o Brasil do século XIX (e de maneira
mais geral para o conjunto da América Latina).
Tal constatação conduz a formular novas interrogações: trata-se de um
problema de fontes? Existem poucos traços (em termos de arquivos) desses
conflitos? Ou tais análises de uma certa maneira postulam a inexistência de
conflitos? Caso esta última questão tenha uma resposta afirmativa, isso equivaleria então a eliminar uma das primeiras funções da cidade: aquela de
espaço de gestão dos conflitos (Études rurales, 1999), incluindo-se, nesse
caso, os conflitos étnicos ou raciais, dadas as características e as condições
da composição da população.
Do mesmo modo, se postulamos que não há conflitos étnicos implicando
a ocupação e o uso do espaço, como explicar o que se diz estar na base da
formação dos “novos territórios étnicos” no Sul do Brasil (Leite, 2000)? Por
que então, por decisão da justiça, são objeto de perícias antropológicas as
violências continuamente exercidas nos Estados de São Paulo, Paraná, Santa
Catarina e Rio Grande do Sul contra os povos indígenas Kaingang (Jê
Meridional) e Guarani (Tupi Guarani), mas também contra os Guarani, nos
Estados do Rio de Janeiro e do Espírito Santo, em relação aos seus direitos de
ocupação e de uso dos espaços rurais e urbanos (Helm, 1996)10? Quais são os
resultados do processo de contato inter-étnico para os índios do grupo
Pataxós-Hãhãhãi (Martins, 1995)11 que, na Bahia, foram igualmente objeto
de uma perícia histórico-legal para validar reivindicações sempre rejeitadas
pela sociedade dominante (Sampaio, Carvalho, 1992; O’Dwyer, 1993)? O
que poderia justificar a criação e aplicação do artigo 68 do Ato de Disposições
Constitucionais Transitórias de 1988, implicando “a regulamentação das terras
de negros no Brasil”, notadamente as terras de descendentes dos quilombos,
a fim de lutar contra as expulsões e as expropriações (por vezes violentas)
(NUER, 1997, Leite, 1991; 1993)? Estas medidas não seriam, no entanto, formas particulares de atestar que “as reveindicações identitárias étnicas se
acompanham, frequentemente, de uma re-escrita da história a fim de encontrar (provar) a si mesmo e aos outros um lugar legítimo no seio de um
conjunto mais vasto, em geral a nação” (Hoffmann, 2002:62).
Lembremos que, como sublinham Michel Agier e Maria Rosário de
Carvalho sobre os movimentos negro e indígena durante os anos 19701980, nos termos do “racialismo” formado no Brasil na segunda metade do
século XIX, índios e negros não estão sujeitos à mesma discriminação. Os primeiros, marginalizados e deixados afastados da ordem nacional, encarnam
perfeitamente e precocemente a figura do outro étnico. Os negros, ao
contrário, “foram integrados e mantidos em uma posição inferior no interior
da ordem social nacional” (Agier, Carvalho, 1994). De fato, a partir de pesquisas de campo, certos estudiosos mostram que esses conflitos contemporâneos têm uma historicidade, a qual se inscreve, se enraíza, na história de uma
região, de um grupo, de uma etnia e mesmo de uma cidade. Daí o desejo de
O lado clandestino da cidade brasileira
que pesquisas históricas sejam realizadas a fim de demonstrar os mecanismos, mas também para contribuir ao reconhecimento de certos prejuízos.
Por sua vez, as populações em questão também sabem que esses conflitos
têm sua historicidade, e é a partir desta que exigem a elucidação de conflitos
nos processos em que estão implicadas (NUER, 1991; 1996; Almeida, 1998).
Contudo, independentemente dessas exigências, certas práticas sociais
urbanas contemporâneas ou práticas urbanas do passado são raramente
consideradas pelos historiadores enquanto expressões identitárias elaboradas em conseqüência de conflitos e exclusões inerentes ao viver na cidade
para certos grupos e parcelas da população (Leite, 1993). A título de exemplo de tais práticas, pode-se mencionar a análise de Thomas Holloways
sobre os capoeiras no Rio de Janeiro na segunda metade do século XIX
(Holloway, 1997:206-211; 243-247). Ou seja, mesmo que hoje se reencontrem evidências de uma componente étnica na origem de conflitos efetivos,
às vezes pondo em relevo a violência física e armada, estes continuam
pouco privilegiados enquanto tais pelos historiadores e, em consequência,
sua presença e implicação na vida da cidade permanecem ausentes da
maior parte dos estudos e dos bancos de dados.
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Evocar as questões raciais e interrogar sobre a existência de conflitos interétnicos no Brasil não é efetivamente uma tarefa confortável. Inicialmente,
porque com freqüência se adotam outras sociedades multiraciais como parâmetro, mas também porque têm-se dificuldades a admitir que as manifestações de tais conflitos possam ter, em outros lugares (em ocorrência no
Brasil), outras formas de expressão em função da história, das formas de
inserção e de participação dos grupos no quadro social local e nacional.
Todavia, trabalhos de pesquisas de campo (mais especificamente nas
regiões Norte, Sul e Sudeste) e uma bibliografia mais recente sobre as
questões raciais e étnicas no espaço urbano e rural brasileiro assinalam
expressivas mudanças nas abordagens do tema. Apesar disso, o enfoque historiográfico parece ainda ter dificuldade em considerar os enraizamentos
históricos nas problemáticas relativas à identidade brasileira enquanto uma
componente de jogos de relações sociais baseadas no étnico ou inter-racial.
Daí a dificuldade de reabrir o debate sobre essas questões no quadro de uma
historiografia que, no máximo, admite a existência de tensões nas relações
inter-raciais e inter-étnicas.
Com efeito, entre os anos 1930 e 1950, numerosos estudos cuja tese subjacente era a inexistência de conflito racial aberto no Brasil e, de maneira correlativa, a valorização das possibilidades de desenvolvimento da população mestiça desencadearam na afirmação da insignificância social das raças. Michel
Agier salienta que tal período pode dividir-se em três momentos diferentes
dos quais “as características permitem melhor compreender uma certa
cegueira dos pesquisadores, dos intelectuais e dos poderes face aos fenômenos de discriminação e dominação raciais no Brasil” (Agier, 2000). Lembrando
que os anos 1930 correspondem ao desenvolvimento do nacionalismo e do
Estado Novo sob Getúlio Vargas, o autor acentua que a nação deveria ser
então “supra-étnica e devia superar, pelo menos intelectualmente, as divisões
herdadas de seu passado escravista” (Agier, 2000). Sendo a abolição da escravidão ainda recente (1888), isso não estaria, na verdade, despido de sentido.
No entanto, não esqueçamos que esse período da “Era Vargas” (19301945) traz no seio de sua história momentos bastante peculiares no que
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concerne às questões relativas às relações raciais e étnicas. Quer isso se trate
propriamente de levar em consideração as experiências vividas no cotidiano
do espaço rural e urbano, quer se trate dos estudos produzidos sobre essas
questões. Lembremos que, por um lado, é nesse momento que Gilberto
Freyre publica Casa Grande e Senzala (Freyre, 1934; Pierson, 1971), obra que
simboliza o elogio da mistura, da mestiçagem e das contribuições culturais
das “raças” branca, ameríndia e negra, diluídas em uma mesma cultura tropical, vendo o Brasil como um verdadeiro “laboratório social” (Skidmore, 1976;
Leite Moreira, 1983; Silva, 1984; Schwarcz, 1993, Souza, 1997). Por outro
lado, é preciso igualmente considerar que se trata de um período ainda sob
forte influência dos postulados racistas de Nina Rodrigues e Sílvio Romero, os
quais estão, de certo modo, entre os fundadores da antropologia brasileira.
Nina Rodrigues, adepto das doutrinas de Gobineau e de Agassiz, dos ensinamentos da antropologia física de Broca ou ainda daqueles da Escola
Criminalista italiana de Cesare Lombroso, de Enrico Ferri e de Raffaele
Garofalo, está unicamente em desacordo com S. Romero quanto à “degeneração” provocada ou não pela mistura das raças (Lima, 1998). Ambos, no
entanto, se fundamentam no que Motta de Lima chama de um “étno-pessimismo de base” (Lima, 1998) e estão de acordo quanto à idéia de inferioridade e de desigualdade de raças, privilegiando o branco em detrimento dos
outros “complexos etnoculturais”. De fato, os dois se inspiram no princípio
em virtude do qual a mistura das diferentes raças acarretaria a “degeneração
de seu produto” (o Mestiço), comprometendo o futuro dos esforços civilizadores no país. Mas se, apesar de tudo, para Sílvio Romero a mestiçagem é
reconhecida sob a única condição de que o negro e seus descendentes
demonstrem “efetivamente sua capacidade de assimilar de mais a mais e de
melhor em melhor os valores da sociedade ocidental”, para N. Rodrigues, a
mestiçagem representava um mal. Ele acreditava, ao contrário de S. Romero,
que “o negro jamais assimilaria a cultura do Branco” e considerava, aliás, que
o negro tinha o poder de alterar a cultura dominante (Lima, 1998).
Encontramo-nos então face a uma espécie de dupla linguagem que, por
um lado, faz elogios à mestiçagem e, por outro, críticas às suas constribuições e nas quais só vê os aspectos negativos. Destaque-se ainda que, em um
e outro caso, não se fala de conflitos, mesmo que, certo, sejam admitidos de
forma implícita, notadamente no que concerne ao banditismo e à presença
de tensões de caráter racial (Grunspan-Jasmin, 2001). Traços das influências
dos dois autores estão no fato de que a maior parte dos trabalhos realizados
nos anos 1960/1970 sobre o cangaço assinalam a presença e a produção de
um discurso higienista bastante utilizado nos anos 1930/1940, notadamente
para “explicar” as causas do dito banditismo (Queiroz, 1968; Faco , 1972)12.
Um segundo momento desses estudos que postulam a ausência de conflitos raciais abertos são os anos 1940, marcados pela segunda Guerra
Mundial e o nazismo. No Brasil, parcelas da sociedade se exprimem contra
o governo de Getúlio Vargas, ao mesmo tempo em que se produzem manifestações pró-aliados. Estas são acompanhadas por um sentimento de malestar face ao fato de ver o país se engajar no combate às ideologias fascistas
e aos governos totalitários na Europa, enquanto o Brasil conhece uma fase
de autoritarismo e de discriminação de uma parte da população (Carone,
1973; Trindade, 1988; Pécaut, 1989), em que a conotação racista não está
ausente. Atestam-no particularmente as manifestações de hostilidade aos
judeus, a folclorização dos índios e o isolamento dos negros (Carneiro,
1988; Fernandes, 1978; Da Matta, 1978).
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Entretanto, nesse quadro, pesquisadores brasileiros e brasilianistas publicam numerosos trabalhos sobre as relações raciais nas diferentes regiões e
cidades do Brasil. Observemos que nestes se encontra “a vontade de mostrar a possibilidade de relações raciais harmoniosas, reconhecendo-se a existência de classificações e até mesmo de preconceitos raciais, assim como de
desigualdades sociais – atribuídas essencialmente à herança escravista”
(Agier, 2000)13. O que não está livre de repercussões, como, aliás, se pode
notar através do vasto programa de estudos sobre as relações raciais “com
fins explicitamente anti-racistas, em vários países multi-étnicos”, que a
UNESCO decide desenvolver no pós-guerra (Leiris, 1992; Agier, 2000)14.
O terceiro momento da produção intelectual sobre as questões raciais (os
anos 1950 e 1960) é marcado pela influência das teorias marxistas no pensamento sociológico brasileiro, as quais vão largamente contribuir para
minimizar o racismo, fazendo quase desaparecer essas questões dos debates
e da pesquisa. Assim, as classificações e as discriminações raciais são, a partir
de então, consideradas como heranças da escravidão e, em virtude dessa
lógica, sujeitas a desaparecer com o desenvolvimento da sociedade de
classes. Além disso, após o golpe militar de Estado de 1964, a questão do
racismo faz parte das discussões proibidas pelo Ato Institucional n° 5 (AI-5)
de 1969, o qual só será abolido em 1979. Não há dúvidas de que o quadro
não favorecia a evocação de conflitos dessa natureza que existiram no passado e ainda menos das questões raciais do momento. Contudo, apesar das
interdições, nos anos 1970 os debates e as pesquisas sobre as discriminações ou que tratassem de questões raciais, dos movimentos negros e da
posição do negro na sociedade brasileira estarão relativamente presentes
(Fernandes, Bastide, 1971; Fernandes, 1972; Fernandes, 1972; Nascimento,
1978). Do mesmo modo, dentre os estudos então em curso, emergem
debates similares concernentes às populações indígenas.
A nível internacional, o contexto é então marcado pelo crescimento e multiplicação dos movimentos sociais e, nesse quadro, pela emergência de movimentos negros nos países multiraciais tais como o Brasil e os Estados Unidos.
Aliás, é igualmente nos anos 1970 que se confirma a tendência dos antropólogos a orientar seus trabalhos em direção das cidades ou, pelo menos, a não
mais delas fugir. Ulf Hannerz lembra que se pode explicar essa mudança de
várias maneiras (Hannerz, 1983). Nas sociedades “exóticas” às quais os
antropólogos voltavam habitualmente o essencial de sua atenção e que a
posteriori eles descreverão como pertencentes ao terceiro mundo, as populações abandonavam cada vez mais seus vilarejos para se instalar em cidades
satélites ou em novos centros urbanos. Os pesquisadores que se interessavam
pelos modos de vida dessas populações poderiam dificilmente ignorar esse
dado. Tratando-se mais especificamente dos antropólogos norte-americanos,
estes receberam os contragolpes das mudanças em curso em seu próprio
país. De fato, enquanto nos anos 1950 o americano médio via-se ainda
vivendo em uma sociedade rica e homogênea e “os intelectuais se queixavam da escalada do conformismo e da mediocridade”, a década seguinte
será marcada por um retorno da pobreza e da etnicidade, tomados mais
comumente como “problemas urbanos” (Hannerz, 1983). Na mesma época,
na Europa, as migrações de mão-de-obra e, em menor escala, o afluxo de
refugiados políticos, modificam o aspecto de um certo número de cidades.
Uma vez tendo adquirido suas competências trabalhando sobre “culturas
diferentes” e indo procurá-las longe de seus universos, os antropólogos
tomam a partir de então como objeto não mais as tribos exóticas longínquas,
mas os espaços pertencentes ao mais ordinário da vida cotidiana, as condutas
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sociais mais comuns ou os imaginários simbólicos mais ocultos (Kilani, 1992).
Como diz U. Hannerz, eles os descobrem “do outro lado da estrada de ferro”,
no mesmo momento em que, “em um número cada vez mais elevado de
países desenvolvidos, os pesquisadores estrangeiros não eram mais particularmente bem-vindos” (Hannerz, 1983:17-18). Ao mesmo tempo, tornava-se
cada vez mais difícil de se financiarem as pesquisas de campo em países
estrangeiros, em particular para os jovens antropólogos. O desenvolvimento
da antropologia urbana, do meio urbano e industrial, e em seguida da antropologia da cidade, vai então lhes oferecer uma via de saída (Kilani, 1992: 7477). Isso, de certo modo, explica a maneira pela qual os antropólogos se
engajaram na cidade, às vezes, interrogando inclusive sua história como
conseqüência de seus interesses pelos conflitos raciais, pelas disfunções institucionais e pelo desenvolvimento das favelas e dos novos guetos urbanos. Às
noções de base da antropologia acrescentam-se então certas aquisições: uma
sensibilidade pela diversidade cultural; uma familiaridade com os eventos da
vida cotidiana conjugada com a primazia da observação participante como
método de pesquisa; uma pré-disposição a definir os problemas ampliando-se
o campo de investigação, agora de maneira mais totalizante que restritiva. É
assim que se verá em seguida a antropologia (social, urbana, da cidade) trabalhar em estreita colaboração com a pesquisa histórica, sobretudo no
momento em que ela se engaja de maneira mais sistemática no estudo comparativo dos fenômenos urbanos (Kilani, 1992:74-77).
Ora, ao mesmo tempo, no Brasil, diversos tipos de movimentos negros tentam emergir no espaço urbano. Essa busca de uma expressão política se
explica pelo fato de que o país conhece então um início, ainda que tímido, de
democratização política que, na segunda metade dos anos 1970, levaria ao
fim do período mais duro da ditadura. Além disso, alguns anos mais tarde,
surgem trabalhos que, mesmo privilegiando o quadro sócio-político, evocam
situações efetivamente conflituosas na história do país as quais tiveram como
origem as relações raciais.
Falar de movimentos sociais nos quais os protagonistas se consideram
implicados em conflitos abertos tendo uma conotação racial ou étnica não é
mais cômodo hoje do que no passado, por razões históricas e científicas das
quais a historiografia anterior é o reflexo e das quais os trabalhos contemporâneos têm dificuldade de liberar-se. Como se o que diferencia a identidade
étnica de outras formas de identidade coletiva, a saber, que ela é orientada
em direção ao passado, não fosse suficientemente importante para ser considerado. Ou seja, a pesquisa histórica, em particular para a análise da sociedade brasileira, tem dificuldade de reconhecer que a noção de etnicidade, tal
como ela foi forjada, não pela sociologia americana, mas de modo mais geral
pela comunidade científica de língua inglesa, consiste não em “largamente
atestar a existência dos grupos étnicos, mas em colocar como problemática a
consubstancialidade de uma entidade social e de uma cultura pela qual se
define habitualmente o grupo étnico” (Poutignat, Streiff-Fenart, 1995:17).
Assim, apesar da presença de um certo ideal de convivência harmônica
entre grupos raciais ou étnicos, comum aos brancos e não brancos, é importante considerar certas especificidades presentes no dia a dia do quadro brasileiro. Um quadro onde existe um sistema de classificação social largamente
e fortemente expresso na linguagem cotidiana da maioria da população. Um
sistema que gera escalas de valor, estabelecendo nuances e no qual termos
como preto, negro, negrinho, negão, escuro, mulato, mulatinho, pardo,
claro, amorenado, alvo, branquelo, mas também índio, além de exemplos de
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“termos resultantes de um critério de classificação de pessoas” (Maio, Santos,
1996), são reveladores de formas locais e nacionais de hierarquização.
Nessas, estão implicitas visões do mundo nas quais a cor da pele, em múltiplas e variáveis gradações, torna-se um critério de discriminação dos indivíduos e, em conseqüência, tais visões de mundo estão na base de diferentes
formas, às vezes conflituosas, de oposição ou de afrontamento. Contudo, a
historiografia tanto sobre as antigas quanto sobre as novas identidades no
Brasil tem reticências a incorporar a identidade étnica em suas análises, talvez
por não ter suficientemente considerado que teorizar a etnicidade não significa fundar o pluralismo étnico como modelo de organização sócio-política,
mas examinar as modalidades segundo as quais uma visão étnica do mundo
torna-se pertinente para os atores.
Enfim, é preciso considerar que a noção de conflito inter-étnico no Brasil
implica mais diretamente uma parte da população há longo tempo vista
como uma massa anônima. O que põe em relevo “o étnico” na cidade é de
fato a composição de uma população que, de modo geral, habita espaços à
margem da cidade oficial, da “cidade limpa”15. Lembremos que o fim do
século XIX no Brasil corresponde ao período das grandes mudanças ligadas
à abolição da escravidão, à instauração da República, à chegada à cidade de
diferentes populações rurais de forte conotação étnica e à redefinição das
relações de trabalho. Mas pode-se indagar em que medida houve interesse
pelas massas urbanas anônimas e não organizadas do século XIX e segundo
que perspectiva.
Se postulamos que estudar as experiências vividas supõe levar em conta a
relação entre o individual e o coletivo, assinalemos que novas abordagens
preconizam uma efetiva inserção do indivíduo na história, considerando-os
assim como sujeitos de suas ações. Nessa mesma ótica, certos enfoques historiográficos atuais rejeitam as oposições entre o coletivo e o individual, o
qualitativo e o quantitativo, adotanto então uma abordagem que opera
com essas duas duplas, renovando-as, na medida em que ela confere um
sentido teórico ao individual e à fertilidade metodológica do qualitativo. Um
trabalho que vise repensar os modelos macro-históricos para levar em conta
as experiências vividas pelos indivíduos em seu tempo e em seu lugar
parece-me fundamental para a apreensão dos processos sociais e implica
uma mudança de “foco de análise”. Nesse sentido, no quadro dos estudos
sobre a cidade brasileira, mesmo que essa mudança de foco tenha sido
posta em prática por certas abordagens, em particular através da utilização
de fontes privadas (Estudos Historicos, 1997; 1998)16, parece-me que as
experiências vividas por ocasião de conflitos étnicos são entretanto menos
perceptíveis nos trabalhos de historiadores. Por outro lado, podemos encontrá-los nos campos da sociologia e, às vezes, da antropologia ou da psicologia social; e sua proporção quando se realiza uma pesquisa nos bancos de
dados a partir das triagens cruzadas evocadas precedentemente, o atesta.
Nesse caso, estamos no campo do contemporâneo, ou mesmo do presente.
Ao mesmo tempo, entretanto, o papel desempenhado por uma parte das
camadas populares e por certos grupos étnicos nos diferentes processos de
construção de identidade em fins do século XIX e primeiras décadas do
século XX, de um certo modo, permanece na esfera do clandestino, tornando os atores do urbano e sua visão da cidade e dos jogos de relações
sociais que nela são construídos igualmente clandestinos. Clandestinos na
medida em que os habitantes desse espaço não são reconhecidos como verdadeiros atores e nem o sentido de sua visão étnica do mundo é levado em
consideração.
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Essas pistas de investigação se inscrevem em uma abordagem que postula levar igualmente em consideração as visões de certos atores do contemporâneo (os “invisíveis de hoje”) visando reencontrar a historicidade dos
conflitos (inclusive étnicos) de ontem, permitindo-nos ampliar o leque das
possibilidades em matéria de fontes e de traços. Busca-se assim, ao “ouvílos”, que eles não permaneçam como os esquecidos ou clandestinos da
cidade, da vida urbana e da historiografia que lhes concerne.
Noviembre de 2003
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NOTAS
100
1 Isso, de uma certa maneira, confirma as propostas de Marcel Roncayolo quando
este indica que “a cultura urbana é compreendida como o momento em que a
cidade aparece como lugar da cultura ‘elaborada’ e onde a composição da sociedade, os comportamentos, devem ser substituídos inicialmente no tecido social e
na rede de instituições, ao contrário de serem confrontadas aos simples efeitos
mecânicos do número de aglomerações”.
2 Ancorados na história, os escritos e “os papéis” de Afonso Henriques de Lima
Barreto (1881-1922) revelam ricas contribuições, a ponto de, em certos casos, permitir que sejam tomados enquanto fontes e exprimem uma impregnação e um
vivo interesse do autor pela cidade e pela história na qual ela se insere.
3 Sobre a relação identidade/memória ver em particular o capítulo “Mémoire personnelle,
mémoire collective”, p. 112-163.
4 Ver em particular o capítulo entitulado: “Nación cívica, nación civilizada, nación
homogénea”, p. 40-51.
5 Segundo E. Renan, a nação como entidade política constrói-se não a partir do
grupo racial ou étnico, mas freqüentemente contra ele.
6 Ana Margolis, não necessariamente em relação aos aspectos aqui privilegiados,
realizou um estudo detalhado dos diferentes critérios de definição dos conflitos
inter-étnicos.
7 Nesse sentido, ver as observações de Thomas Holloway concernentes à criação dos
organismos de repressão policial, à instauração dos juízes de paz e à ampliação de
suas funções no Rio de Janeiro a partir da primeira metade do século XIX. Isso na
medida em que existem, na origem da criação desses organismos, considerações
ligadas à intolerância nas relações inter-raciais.
8 Michel Agier fornece e analisa um testemunho bastante esclarecedor. Ver a altercação verbal entre garçons e clientes em um bar, sobre as maneiras de nomear as
diferentes misturas raciais no Brasil, “‘Little Brazil’ : une discussion tendue”.
9 Podem-se citar particularmente os trabalhos do NAEA, Núcleo de Estudos
Amazônicos da Universidade de Brasília, da Fundação Cultural Palmares, do
Programa de Pesquisas sobre os Povos Indígenas da Bahia, da Universidade Federal
da Bahia e do Núcleo de Estudos sobre Identidades e Relações Interétnicas, NUER, da
Universidade Federal de Santa Catarina.
10 Por decisão da Justiça Federal da Segunda Vara de Curitiba, Seção judiciária do
Paraná.
11 Etnômio que engloba grupos de raízes étnicas diferentes: Pataxós-Hãhãhãi,
Baenã, Sapuya-Kiriri, Gueren, Kamakã, Mongoyó e Tupinikim que foram reunidos
à força para a colonização do território dos primeiros.
12 Para uma análise renovada sobre estas questões, ver Patrícia Silva Sampaio (Silva,
1996; 2000).
O lado clandestino da cidade brasileira
13 M. Agier salienta que na região da Bahia, “essa pesquisa foi coordenada por
Thales de Azevedo (Azevedo, 1953) e por um grupo de pesquisadores americanos em contato com Pierre Verger e Alfred Métraux. (Wagley, 1952; Métraux,
Verger, 1994).
14 O autor menciona que Michel Leiris e Claude Levi-Strauss participaram desse projeto. Os resultados dessas pesquisas foram publicados pela Unesco na série Race
et société, “uma coleção de espírito anti-racista na qual Alfred Métraux teria estabelecido o programa”.
15 Retomando aqui uma expressão de Jaime Valenzuela (Valenzuela, 1990:255).
16 Aliás, é significativo que a revista Estudos Historicos (Rio de Janeiro, CPDOCFundação Getúlio Vargas) tenha recentemente consagrado dois números sobre
esta temática.
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Historia local y patrimonio mundial.
Ciudad letrada, arcadia colonial
y el centro histórico de Lima1
Maaria Seppänen*
Resumen: Este artículo aborda el tema de
la rehabilitación de los centros históricos
de las ciudades de América Latina a partir
del caso específico de Lima. Después de
haber presentado las condiciones administrativas de la rehabilitación del centro de
la capital peruana se mencionan los distintos conflictos de usos en este espacio. En
particular, el autor pone de manifiesto el
papel de los diferentes usos sociales de la
memoria para reivindicar la legitimidad de
residir en el centro histórico.
Résumé : Cet article aborde la question de
la réhabilitation des centres historiques des
villes d’Amérique latine, à partir du cas
spécifique de Lima. Après avoir présenté les
conditions administratives de la réhabilitation du centre de la capitale péruvienne,
sont évoqués les différents conflits
d’usages dans cet espace. L’auteur met
notamment en évidence le rôle des usages
sociaux de la mémoire dans la revendication de la légitimité à résider dans le centre
historique.
Palabras-claves : Centro histórico. Memoria. Rehabilitación. Lima.
Mots-clés : Centre historique. Mémoire. Réhabilitation. Lima.
* Institute of Development Studies. P. O. Box 59 (U38E). FIN-00014 University of Helsinki
[email protected]
p. 107-120
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
E
existe una cierta imagen de la vieja Lima. Esta
imagen idílica consiste de elementos pintorescos relacionados con el paisaje urbano y sus personajes. Las numerosas iglesias, plazuelas y jirones,
las casonas solariegas con sus jardines y gallinazos sobre los techos, perfumes
de rosas y jazmines y rincones románticos forman la geografía sensual de
Lima tal como es descrita en novelas, relatos de viajeros, en la pintura y en
libros de historia. Este paisaje es poblado por una serie de personajes. El
caballero monta su caballo de paso vistiendo poncho y sombrero; las bellas
jóvenes tapándose un ojo con velo – las famosas tapadas – se cobijan en la
penumbra de los balcones; la zamba vende tisana y chicha mientras pasa el
vendedor de “revolución caliente” y otros2. Esta imagen clasista y segregacionista es familiar para cualquiera que haya leído Tradiciones peruanas de
Ricardo Palma, conocido textos escritos por viajeros de diferentes épocas
(Mould de Pease:1997), provenientes desde países tan lejanos como los
países nórdicos (von Hellwald:1877), escuchado la música de Chabuca
Granda – o visitado selectos rincones de lo que ahora se acostumbra llamar el
“centro histórico de Lima”.
Hacia los mediados de los años 1990 todo hacía suponer que, debido a
los cambios económicos y socio-políticos de las últimas décadas, esta imagen de Lima ya era caduca y obsoleta, como sugería en la época Arroyo
(1994). En esta ponencia mi argumento es, sin embargo, que la designación
del viejo centro de Lima como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco3,
y la subsiguiente “reorganización” del mismo, resucitó desde el basurero de
la historia esta imagen arcaizante y contra moderna. Además, la creación del
concepto de “centro histórico” a través de la inclusión de Lima en una red
mundial de sitios “históricos” recicló para la praxis relaciones sociales seudo
N EL IMAGINARIO PERUANO
107
Maaria Seppänen
coloniales, segregacionistas y exclusivistas, en el marco físico de una ciudadmuseo. Una expresión de la mundialización (o globalización) (pos-)moderna
sirvió para actualizar ideas y prácticas sociales arcaicas y contra modernas.
Este aspecto clasista y exclusivista de la “recuperación”4 del centro histórico
de Lima ha sufrido a grosso modo de una negligencia de parte de los observadores académicos peruanos del proceso, quienes en general sin reserva alguna
han saludado con júbilo, alivio y satisfacción el cambio en el aspecto físico y el
papel urbano del viejo centro. En esta ponencia sugiero que en el Perú sigue
existiendo una casta social que Angel Rama llamara “ciudad letrada”, y que
esta casta, involuntariamente ayudada por un organismo internacional, ha
tenido en los años 1990 la fuerza política para proyectar a la práctica socioeconómica su idea sobre el centro de Lima “tal como debe ser”. Esto, a pesar
de las hiperinflaciones, una profunda informalización de la economía, revoluciones políticas, migraciones y grupos sociales emergentes, y los años fujimóricos tan duros para los patrimonialistas culturales y políticos.
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
p. 107-120
LIMA LA ETERNA DE SOLARI SWAYNE
108
En las numerosas páginas escritas sobre la vieja Lima en la prensa peruana
hay unos textos que sobresalen por su pasión por la ciudad “tal como ella
debe ser”. El autor de estas páginas fue el columnista de El Comercio,
Manuel Solari Swayne, cronista de la ciudad y crítico taurino quien muriera
en 1990 y quien en su vida periodística escribiera más de 5 000 columnas en
el periódico. Es en los textos de don Manuel donde encontramos la más fiel
expresión en la época contemporánea de la imagen de Lima la antigua, por
la cual luchó por más de 50 años bajo el seudónimo “Quijote de Lima”.
Para nuestro Quijote de Lima, la ciudad es “el más valioso legado que
podemos dejar a las futuras generaciones” (16.5.1984), es “la joya de
América” (14.1.1987) que tiene “valores morales” (12.12.1984), y “valores
profundos” (5.2.1986) que “nos enorgullecía y honraba” (21.8.1988) y “nos
daba categoría en el mundo” (16.5.1984). Lima tenía según don Manuel
“hermosura y altivez” (11.1.1983), “unidad y armonía arquitectónica, pulcritud, gracia, abolengo” (9.11.1983), plasticidad, originalidad, sugestividad
“con sus airosos campanarios, sus zaguanes apacibles, sus patios anchos y
luminosos, sus rejas nostálgicas de andalucismo, sus balcones misteriosos, sus
reminiscencias árabes y estallidos barrocos en sus religiosos altares”
(13.8.1986). Don Manuel se muestra emocionado y entusiasmado al describir
su ciudad amada; constantemente repite palabras tales como amor, cuidar,
emoción, íntimo. La ciudad adquiere personalidad y vida: uno puede “asesinar” una palmera. Quijote de Lima escribe cómo cantan los pájaros y florecen
las plantas – ¡como si el viejo centro de Lima de los últimos tiempos se hubiera
destacado por sus pájaros y flores! Al mismo tiempo parece que no vive en
Lima sino en los barrios del Cono Sur. El único contexto en que menciona
haber visitado el viejo centro es cuando va a “los toros” y cuando alguien lo
lleva a visitar un museo o una iglesia, y en numerosas ocasiones supone que
“algo aún está”. Pero, por dentro, Lima es “la Lima íntima, con sus esencias
plásticas e históricas abiertas a la luz para poder ser contempladas. Es el
corazón y la flor del alma palpitante y la volumetría musical” (5.9.1988).
Del otro lado, existe la ciudad de hoy (de los 1980 y 90), la “perla del
Pacífico” que se ha vuelto el muladar del continente, donde reinan la podredumbre, basura hedionda, fealdad, suciedad – él compara Lima a “un gran
zoológico urbano” (sic) (25.9.1985) que merece su repugnancia e indignación. Se queja de la ausencia de una planificación urbana y de los vendedores
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, 2003, N° 1,
ambulantes los cuales han invadido el centro y “ponen en peligro la normal e
higiénica presentación de Lima” (12.12.1984). Según él, el problema con los
vendedores, los cuales le causan “ansiedad y temor” (25.11.1987) es que no
se identifican con “los valores” de Lima; no tienen el mismo “amor” por los
monumentos históricos que tienen los que nacieron en la ciudad capital.
En realidad lo que pasa es que don Manuel está hablando de dos ciudades: una, la que Lima es “en realidad”, y la otra, lo que Lima está en los
momentos en que él está escribiendo. Lima ES una cosa, y su condición
actual – el objeto y la motivación de su denuncia, lo que Lima ESTÁ – es una
cosa totalmente diferente que no cambia la esencia de Lima. Lo que Lima es,
la imagen de la vieja Lima, es la realidad, el único tiempo activo, es la eternidad donde las cosas son y están comme il faut, como deben ser. Y la ciudad
de sus últimos tiempos es sólo una degradación de esta realidad. De esta
manera, las mejoras paulatinas son imposibles: todos los cambios en Lima
resultan “deplorables”. Medidas para preservar Lima son concebibles en el
pensamiento de Solari Swayne solamente cuando se trata de restaurar el
viejo orden (social) de cosas, y al revés: una restauración del viejo orden de
cosas automáticamente devolvería la ciudad a su debido estadov. Es por eso
que el estado del viejo centro adquiere dimensiones apocalípticas. El resultado es una comparación “del pasado de oro con el presente de bronce”
(Nugent, 1992:52) – la cual no es una distinción temporal sino social que
corresponde a diferentes realidades políticas y sociales (ibid.:53).
En Solari Swayne, Lima es el nexo entre tiempo y espacio. Lima es lo que
garantiza al Perú un lugar y un papel en la historia universal. Lo que hace
del Perú (y de los peruanos) una parte de la humanidad no es el Estadonación dentro de la hermandad mundial de estados-nación, tal como implicaría el poscolonial sistema de la ONU, sino el legado colonial urbano.
Toma su orgullo de un pasado colonial, de ser colonizado (“Lima, la
segunda ciudad de España”); los valores republicanos y la Independencia
son irrelevantes para él. Si se evalúa a Solari Swayne el periodista como
miembro de la sociedad, le caracteriza algo que es una cierta visión aristocrática. Hace hincapié en el castellano y el patrimonio hispánico, y sus amigos y colegas, algunos de ellos mencionados por nombre, pertenecen a la
clase alta tradicional o media alta limeñas, o bien son embajadores o historiadores de arte europeos. Se preocupa del “amor” por la ciudad, no por la
sobre vivencia o situación económica suya propia o de otros. Y, ya que no
quiere o puede reconocer la existencia de problemas económicos, su apreciación de la situación de los vendedores ambulantes e inmigrantes andinos
se vuelve arrogante y elitista: son animales en un gran zoológico.
Pero el enemigo principal son las autoridades. Don Manuel los acusa
constantemente de desamor, descuido y una idea mal concebida del progreso
y modernidad. En su calidad de representante fiel de las élites tradicionales
limeñas se refiere en este punto a la revolución de Velasco Alvarado – un traumatismo mucho más allá de las pérdidas económicas reales (Nugent,
1992:85). Pero su actitud no es una cuestión de ideología política: los países
socialistas, Cuba incluida, son salvados de condena por su “amor” por ciudades
antiguas y la protección que les ofrecen6.
Sus textos manifiestan una cierta tendencia hacia el autoritarismo. En su
discurso no hay espacio para diálogo y deliberación conjunta. Habla siempre
en la primera persona plural, al parecer en identificación con sus “coamantes” de Lima, se dirige a gente en tercera persona y le falta totalmente
la segunda persona, singular y plural. Por lo tanto, no habla a nadie en particular sino siembra sus palabras a los cuatro vientos desde una torre de
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marfil, y no se deja que nadie se dirija a él. Lo único que le interesa es restaurar el viejo orden de cosas, su amada Lima antigua, y la manera de
conseguirlo es dando órdenes – y haciendo que las obedezcan.
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LA ‘RECUPERACION’ DEL VIEJO CENTRO DE LIMA
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La ley que rige la preservación y conservación del centro histórico de Lima
se llama El Reglamento. Originalmente fue escrita por los arquitectos de
Patronato de Lima7 por encargo del Instituto Nacional de Cultura (INC), y
luego aprobada con ligeras pero importantes modificaciones como decreto
municipal por el Consejo de la Municipalidad Metropolitana en julio 1994. El
Reglamento adquirió el estatus de ley a través de su publicación en el diario
oficial El Peruano el 18 de agosto 1994. Por sus estipulaciones finales se
considera una “ley especial” que rige por encima de las leyes generales o
nacionales. Por lo tanto, toda la normatividad anterior concerniente el viejo
centro de Lima, incluyendo la ley nacional de construcción, quedó derogada
por la dación de El Reglamento, y ProLima, la autoridad autónoma creada
por la ley, devino la única instancia competente para administrar el viejo centro de la ciudad8. Vale la pena añadir que El Reglamento habla del centro
histórico en un sentido más amplio que la UNESCO: el centro histórico de
Lima como patrimonio de la humanidad es solamente la parte central del
CHL tal como delimitado en El Reglamento (Zona A).
El Reglamento es una ley amplia y detallada sobre el manejo y la administración del viejo centro de Lima. Incluye pautas para la “observación” del centro, presenta una división en zonas y micro-zonas según características funcionales y el nivel de monumentalidad, delimita responsabilidades entre distritos
municipales9, y establece normas para la conservación y el otorgamiento de
licencias, entre otros. A grosso modo, El Reglamento es compatible con la
legislación nacional sobre municipalidades (Ley orgánica de municipalidades
del 1984). Pero presenta un grave problema: no establece ningún tipo de
coordinación con la autoridad nacional en el campo de patrimonio cultural, el
Instituto Nacional de Cultura. Esta omisión del INC en El Reglamento fue una
decisión deliberada de la Municipalidad que obedece a una o dos de las
siguientes razones: el deseo de marginar al Presidente de la República y el
Gobierno central de las decisiones sobre el centro de la ciudad por motivos
electorales, o el resentimiento criollo-limeñista hacia autoridades tal como ya
fue expresado en Solari Swayne.
El Reglamento divide el centro histórico de Lima en tres zonas: A, B y C.
Zonas A y B corresponden al medio urbano construido y la zona C a zonas
verdes (las riberas del Rímac y laderas de los cerros al norte del centro histórico). La zona A es la parte central (la parte designada patrimonio mundial) y
la zona B forma un anillo alrededor de la zona A. Cada zona se divide a su vez
a micro-zonas I, II, III y IV. Mis observaciones en 1994 y 95 se limitaron a la
zona A, y aquí también me concentro a la parte designada como patrimonio
mundial.
La micro-zona A-I es la parte más antigua del viejo centro, la parte nuclear
del “damero de Pizarro”. Tiene una cantidad considerable de monumentos e
iglesias, y es donde más estrictamente se aplica El Reglamento. Según al artículo 56-a10, sólo se permiten usos gubernamentales, administrativos, financieros, culturales, religiosos, comerciales y de paseo. Destaca la falta de vivienda
como uso permitido, a pesar de la existencia de casonas intensamente tugurizadas – y el hecho de que el nuevo alcalde mismo se mudó con la familia al
centro histórico después de asumir cargo en 1996. En esta micro-zona se per-
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mite la fabricación de objetos menores tales como pelucas, redecillas, flores
artificiales, sellos de goma y textiles menudos; se permiten imprentas e editoriales, alquiler de autos, agencias de viajes y bancos, hoteles, hostales, restaurantes y bares – excepto cantinas. Los usos “incompatibles” a su vez son la
venta de abarrotes y pan, de leche, de embutidos, estacionamientos y buses
interprovinciales, agencias de seguridad, escuelas y universidades, artes marciales, salas de baile y billar y servicios funerarios, entre otros. Esta es la zona
aristocrática, monumental, donde la vida cotidiana se ha hecho imposible.
La micro-zona A-II pertenece al distrito municipal de Rímac, donde están
ubicados la plaza de toros de Acho, el Paseo de las Aguas y la Alameda, entre
otras zonas monumentales. Según El Reglamento, las actividades permitidas
son vivienda, comercio, turismo, paseo, administración y religión, con énfasis
especial sobre “actividades relacionadas con el turismo y recreación” (artículo
57-a). Esta es una nítida referencia al pasatiempo criollo tradicional con su
paseo, jarana, la lidia y la música criolla, tradicionales actividades del Rímac,
el antiguo barrio Abajo el Puente, una zona residencial de afro-peruanos, aún
identificados con la música criolla. En la micro-zona A-III se estipula que el
objetivo es recuperar el paisaje alterado por la ampliación de calles en los
años 1960 y 70, y preservar los volúmenes y las texturas de sus plazas. En
cambio, en la micro-zona A-IV se pueden considerar renovaciones estructurales por sustitución. Esta zona corresponde a Barrios Altos, el otrora “vivero
de indios” en palabras de Luis Alberto Sánchez, donde las edificaciones no
son monumentales en su mayoría – ergo sujetas a ser demolidas. El
Reglamento así reproduce “las categorías de una jerarquía perfectamente disciplinada” (Rama, 1996), la división en tres de la Lima colonial: la Lima
monumental, aristocrática (A-I, A-III), la Lima de paseos, jarana y toros en la
zona negra (A-II) y el pauperizado “vivero de indios” Barrios Altos (A-IV)
donde se puede proceder a demoliciones.
La política de los espacios públicos en el centro histórico merece una atención especial. El Reglamento propone recuperar la naturaleza, calidad y uso de
los espacios públicos a su forma original, de fomentar la preeminencia del
viejo centro sobre los elementos y actividades del resto de la metrópolis, de
recuperar las volumetrías y fachadas originales de las manzanas, monumentos
y calles (artículo 4, énfasis MS). Propone limitar el tránsito al mínimo en el
viejo centro y dedicar al uso peatonal todas las calles dispensables para el tránsito automotriz (artículos 122-129). Excluye la política de las calles: quedan
prohibidos los carteles, la propaganda, manifestaciones y concentraciones de
personas salvo en casos de eventos tradicionales (artículo 132-f)11. Resalta la
constancia con que se repite en la ley el objetivo de devolver tal y tal rasgo a
su estado “original” – no tradicional. Diría que este detalle terminológico es
harto significativo más allá de pura semántica.
Capítulo III de El Reglamento estipula las políticas acerca de la venta ambulatoria. El objetivo es la erradicación total de la venta callejera a través de una
paulatina reubicación de los vendedores (artículo 137). En la zona A la prohibición se propone absoluta tanto como en las zonas monumentales, parques
y plazas en todo el centro histórico. Se permite una excepción, sin embargo.
Se puede otorgar permisos temporales para la venta callejera “en casos donde
refuerza las funciones culturales y turísticas del [sitio], tales como monedas viejas, estampillas, objetos religiosos, artesanía artística, libros etc.” (artículo 139a). Aún en estos casos, la venta se permitirá solamente con la vestimenta y
muebles en el horario y el lugar aprobados para cada actividad por la
Municipalidad. La prohibición de venta callejera sería absoluta, sin embargo,
en caso de comidas preparadas (artículo 143), mientras quedó permitido para
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los restaurantes poner mesas en las aceras (artículo 159). Además se permiten
dos actividades callejeras, no consideradas comercio: lustrabotas y fotógrafos
ambulantes.
Además de implicar un cambio radical en la estructura económica del viejo
centro, si se aplica rigurosamente, El Reglamento vuelve la parte central de
Lima en un museo. Habrá una abundancia de servicios para turistas, nacionales e internacionales, y diversiones para las clases medias de los barrios del
Cono Sur. Pero todo lo que se refiere a la vida cotidiana de la mayoría de los
limeños queda excluido12. Sobre todo todos los símbolos y medios de progreso y modernidad de los usuarios habituales del centro – habitantes de los
pueblos jóvenes – o sea: institutos de educación, establecimientos de vida
nocturna, escuelas de artes marciales, venta ambulatoria, fueron echados
fuera de los confines del viejo centro. En cambio, se permite la fabricación de
pelucas y redecillas (sic) y la proliferación de hoteles y agencias de viaje.
Además de imponer usos de espacio segregados cultural y socialmente, El
Reglamento creó también relaciones verticales de poder. La autoridad autónoma, ProLima como el “organismo desconcentrado” de la Municipalidad,
es responsable ante el Alcalde, pero no tiene ningún mandato “desde abajo”,
y puede dictar medidas sin consultas con vecinos u otros usuarios.
El Reglamento empezó a ser puesta en vigor en una campaña municipal
llamada la “reorganización” en mayo 1995. La motivación e iniciativa inmediata para empezar la Reorganización enérgicamente sin previo aviso al
público fue el congreso de la Cotal (Corporación de Organizaciones
Turísticas de América Latina) organizado en Lima en junio del mismo año.
En la reorganización el “centro histórico” empezó a tomar forma tal como
fue prescrito por sus autores intelectuales, tradicionalistas y políticos municipales. Las calles fueron cerradas al tránsito, los vendedores ambulantes reubicados – primero temporalmente; ProLima consolidó su autoridad y operatividad, no solamente frente al público sino también frente a las otras
oficinas de la Municipalidad13.
Hoy el centro histórico de Lima es toda una otra ciudad de la de hace una
década. Aparte de remozamientos de las fachadas y de los espacios públicos,
ha habido un cambio profundo en la estructura económica. El mercado
inmobiliario se ha revitalizado, los rubros representados en los establecimientos son turísticos, se ha impuesto una prohibición absoluta de la venta callejera salvo en casos de vendedores uniformados de libros antiguos, santos,
monedas antiguas y souvenirs turísticos. Está en proceso una destugurización
de las casonas a través de mudanzas casi forzosas de personas a los pueblos
jóvenes. Contrariamente a lo que sucedía a principios de la década de los
90s, ahora el centro histórico es el lugar de pasatiempo de las clases medias
provenientes de los barrios del Cono Sur de Lima. Tal como la situación se
mostraba justo antes de las elecciones presidenciales del mayo 2000, el proceso de “patrimonialización” (Melé, 1998) del viejo centro de Lima había
sido un éxito rotundo14.
RESUMEN TENTATIVO: GENIUS LOCI EN LA LEGISLACION
A estas alturas es menester comparar El Reglamento y la reorganización
del viejo centro de Lima con las ideas y actitudes de Solari Swayne. Para don
Manuel, pienso, la inscripción del viejo centro en la lista del patrimonio mundial y la aprobación de El Reglamento hubieran sido en sus propias palabras
una “inmensa alegría” y “emoción”. Casi podemos escucharlo saludar la
Reorganización como “el rayo de luz” de la esperanza de poder devolver las
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cosas a su debido lugar otra vez. ¡Hasta las autoridades merecerían honores
por haber aprobado la medida! Don Manuel estaría contentísimo con el
objetivo de El Reglamento de “devolver al centro histórico la pre-eminencia
sobre los otros elementos de la metrópolis (artículo 4-b), de erradicar del paisaje las huellas del “progreso mal concebido” y devolver “las volumetrías originales” (artículo 4). Quijote de Lima saludaría con satisfacción la prohibición
absoluta de comercio callejero, y la consiguiente ausencia de “ambulantes”,
mientras aprobaría el permiso de venta ambulatoria en caso de vendedores
de dulces y pasteles tradicionales, santos, monedas viejas y souvenirs por vendedores uniformados, pues ¡eso sería casi como volver a sus anhelados tiempos pasados! Y si la mundialización (globalización) implicaba una disminución de la soberanía del estado-nación peruano, Solari Swayne consentiría de
todo el corazón. El Reglamento del Centro Histórico de Lima sería para él la
restauración del viejo orden de cosas, el restablecimiento del mundo tal
“como debe ser”15.
Quizá la mejor expresión del “genio de lugar” (genius loci) que se intentaba dar al sitio se dio en la feria turística COTAL’95. El congreso y la feria
turística adjunta culminaron en una “noche limeña”. Los participantes provenientes de todas partes del mundo fueron llevados al patio del palacio
presidencial donde el Presidente de la República les dio la bienvenida. La
Plaza de Armas fue cubierta de buses que transportaban a los participantes,
y de policías que mantenían a espectadores a una distancia de 50 metros.
Después caminaron al tradicional Bar Cordano donde se brindó con el tradicional Pisco Sour, después del cual se organizó una visita al convento de San
Francisco. La visita al convento fue acompañada por canto gregoriano y
bailes folclóricos andinos, bailados por indios, o por personas que se hacían
pasar por tales. La noche concluyó en una fiesta en el patio del convento.
Comidas “típicas” fueron ofrecidas por mulatas en faldas largas y con el
“típico” pañuelo blanco en la cabeza; hombres y mujeres apropiadamente
vestidos bailaron al son de músicas tradicionales de marineras y temas afroperuanos. Caballeros en poncho montaron sus caballos de paso, y la ocasión fue honrada por la grata presencia de unas cuantas tapadas. Y los vecinos del barrio y otros curiosos tuvimos que quedarnos a la distancia,
guardados por policías en motocicletas, y observar en silencio esta puesta
en escena de la Lima colonial en el corazón de la ciudad.
Es preciso subrayar que las convenciones y recomendaciones sobre la
protección del patrimonio cultural, aprobadas por diferentes Conferencias
Generales de la Unesco, y que forman el marco de protección de los sitios
designados como patrimonio mundial, no fomentan ni imponen una vuelta
al pasado. A lo contrario. La recomendación concerniente la belleza paisajística y las características de lugares, artículo 1, estipula que la protección de
lugares significa “preservar, y cuando posible, restituir la apariencia tradicional”. La recomendación sobre la conservación de patrimonio cultural en
peligro por obras (del 1968) introduce en su discurso un enfoque desarrollista, de identidad nacional y el bienestar de pueblos. La premisa es el patrimonio cultural como promotor de desarrollo económico y social, de dignidad y hermandad internacional. La recomendación sobre la protección
nacional de patrimonio cultural y natural, del 1972, introduce un otro elemento nuevo y potencialmente radical. En su artículo 26, estipula el papel
de la población local en la conservación del patrimonio, tomando como
punto de partida las “necesidades sociales y culturales” de los vecinos para
garantizar “una plena capacidad de trabajo y el desenvolvimiento total del
ser humano”. Entre otras cosas, recomienda subvenciones para contrarrestar
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los costos de restauración para no afectar a los grupos de escasos recursos.
(Convenciones y recomendaciones 1986).
El otro tipo de contacto que la Unesco tuvo con el proceso de designación
del viejo centro de Lima como patrimonio mundial, fueron las consultorías de
expertos organizadas por el Proyecto Regional de Patrimonio Cultural y
Desarrollo PNUD/UNESCO, otrora con sede en Lima. También el informe de
monitoreo sobre el proceso de preservación en el centro histórico (Systematic
Monitoring Exercise, 1994) tiene una actitud bastante diferente en relación al
viejo centro comparado con el material escrito por limeños. El informe incluye
un análisis sobre el estado de conservación del centro histórico y las causas de
su deterioro. Según el informe, el viejo centro sufría de una decadencia y degeneración de los espacios públicos, de contaminación y de tránsito excesivos. La
causa del deterioro fue que el viejo centro había dejado de ser una ”ciudad en
sí” en un proceso de círculo vicioso: cuanto más los residentes de clases acomodadas emigraban hacia los barrios del Cono Sur, tanto más avanzaba el
deterioro, lo cual a su vez aumentaba la emigración (Systematic Monitoring
Exercise, 32-34). La causa de la decadencia se veía de esta manera radicalmente diferente de los folletos de Patronato de Lima (por ejemplo: Jornadas de
Lima), en los cuales se echaba la culpa del deterioro a los “invasores” andinos
de la capital, no a los burgueses que ya habían abandonado el viejo centro16. El
informe sugería una recuperación paulatina partiendo de la toma de conciencia sobre los valores del viejo centro de la población residente y de los vendedores ambulantes, considerados en el informe interlocutores indispensables de
las autoridades para lograr soluciones pacíficas y consensuales al problema de
los espacios públicos (Systematic Monitoring Exercise, 50). El informe carece
además de cualquier nostalgia del pasado; Lima es solamente una ciudad entre
otras, sin dimensiones míticas en su grandeza ni en sus problemas.
En las convenciones y recomendaciones de la Unesco sobre el patrimonio
cultural, pues, no encontramos los rasgos característicos de El Reglamento.
Mientras éste promueve una vuelta a las formas originales y auténticas de
volumetrías y espacios urbanos y de sus “usos sociales”, margina a los vecinos hacia la periferia geográfica y simbólica de la ciudad y limita la actividad
económica a usos turísticos y financieros, aquéllas favorecen unas políticas
opuestas. Las convenciones internacionales reflejan ideales desarrollistas
poscoloniales en las cuales la restauración y la protección del patrimonio
cultural son inseparables de las preocupaciones socio-económicas de la
población local residente. Las convenciones agregan un rol económico a los
sitios designados de patrimonio mundial, los cuales deberían de desempeñar un papel de generador de ingresos y de progreso social de los vecinos. Estos a su vez, son los guardianes locales de un valor mundial que pertenece a la humanidad, y la protección del patrimonio se logra a través de la
formación de instituciones y la cooperación de la sociedad civil con las diferentes instancias del Estado y de un manejo tecnócratico profesionalizado.
EL CENTRO HISTORICO COMO ARCADIA COLONIAL
He demostrado arriba la existencia de similitudes y paralelos, aunque no
necesariamente una causalidad17, entre el universo ideológico de Manuel
Solari Swayne y las políticas y legislación municipales limeñas en relación al
centro histórico. El trabajo de J.G. Nugent (1992) llamado El laberinto de la
choledad ofrece la posibilidad de ver las conexiones de Lima como espacio
(social) imaginado con el proceso de preservación del viejo centro, aún sin
que él hable directamente del tema.
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Según Nugent, “Lima” es sobre todo una cultura; se trata de “formas de
conocimiento y estilos de acción”. Es una representación colectiva sobre el
“mundo tal como debe ser” que tiene sus raíces en el desarrollo de la ciudad
y las migraciones durante el fin del siglo XIX, no una ideología u opinión
política conservadora. Esta representación colectiva de la ciudad él la llama la
“arcadia colonial” (Nugent, 1992:45). Si Lima fue originalmente fundada por
Pizarro, según Porras Barrenechea (1935) fue Ricardo Palma quien fundara la
ciudad la segunda vez; fue Palma que creó la fantasía y las imágenes de la
Lima colonial en su Tradiciones peruanas (1872). La arcadia colonial como
representación fue hecha posible gracias a la inmigración europea de un
lado, y del otro, la migración desde los Andes. El flujo de europeos “blanqueó” las clases dominantes e hizo posible pensar y sentir que una vez más,
a pesar de la Independencia, se vivía como “peninsulares”. Del otro lado, la
inmigración andina hacia la capital – o sea, la indigenización de la Lima plebeya – reforzó la idea de la continuada existencia de la República de Indios,
como durante la Colonia (Nugent, 1992:45). “Como si” los unos fuesen
colonialistas, y “como si” los otros fuesen indios.
Según Nugent, la diferencia con las otras capitales sudamericanas era que
en Lima la inmigración europea no “europeizó” la ideología, el sentido
común y las costumbres de los grupos gobernantes. Al revés: permitió
construir la fantasía de la Lima señorial, con sus peninsulares incluidos
(Nugent 1992:43). Para Nugent, esta fantasía de la arcadia colonial es resultado de invención de la historia, “repetición del pasado, imágenes congeladas” (ibid.:114), es inmóvil, no permite cambios sin poner en peligro toda la
construcción simbólica. El mundo real (y la ciudad real) es solamente una
mera degradación de la fantasía colonial, la cual es separada de la experiencia cotidiana, mientras ésta última a su vez “es desplazada al terreno de lo
irrelevante” (ibid.:106). ¿Acaso no fue exactamente ésta la representación de
“Lima la eterna” en Solari Swayne?
Un otro aspecto en que el sistema de significación de Solari Swayne se
parece a la arcadia colonial cómo es descrita por Nugent, es en su contenido
estructural. Supone una sociedad segregada social y espacialmente por clase,
o casta, social. La ciudad en sí, y las casas y mansiones, fueron divididas en
zonas residenciales por clases sociales, y las profesiones y trabajos entre los
sexos. Detrás de esta imagen “idílica” de Lima con sus personajes pintorescos
existe un mundo donde cada persona y grupo social conoce y mantiene “su
lugar”. Es una sociedad estática y jerárquica en que el “lugar” (tanto en el
espacio como en lo social) de dónde uno viene es más importante de lo que
uno es como individuo. La arcadia colonial no es elitista en el sentido de que
tenga lugar solamente para los ricos, más bien al revés: las figuras plebeyas
son una parte integral de ella. Pero los plebeyos, se supone, tienen que permanecer en el sitio dónde les corresponde; tienen que “(re)conocer su lugar”
en el espacio y la jerarquía social, y comportarse apropiadamente. ¿Acaso no
fue El Reglamento un acto simbólico de restablecer esta estructura social en
el centro de la cuidad – y la Reorganización el acto de poner esta estructura
en práctica?
Un otro tema de Nugent tiene mucho que ver con el proceso de preservación del centro histórico. Se trata de un “dispositivo” de distinción social, la
variación peruana de la dicotomía universal puro-impuro: limpio-sucio.
Contrariamente a los españoles, quienes se preocuparon por la pureza de la
sangre como el principio regulador básico de la sociedad colonial, los neocriollos de Lima estaban (están) más interesados en definir la impureza
(Nugent, 1992:50). Ya que en la Lima de hace cien años, y hoy en día aún
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más, era imposible distinguir entre clases sociales por fenotipo físico, la suciedad se empleó para definir subordinación. En la sociedad colonial se trataba
de regular el ascenso social, pues importaba garantizar la pureza de la
cúpula. Según Nugent (1992:50-51, énfasis en inglés original) “en este siglo,
el esquema clasificatorio apuntó al revés, hacia abajo […] se establecieron
distinciones, no para regular el ascenso sino para definir quién está abajo […]
la legitimación de un orden social no dependió tanto de la delimitación de
círculo de la nice people como de establecer el cerco para contener a la nasty
people”. Más aún, “la suciedad se convirtió en un recurso para la delimitación
imaginaria de los espacios sociales y esto ha continuado hasta nuestros días”
(ibid.:54, énfasis MS).
Este tema tiene una validez y relevancia primordiales en la preservación del
viejo centro de Lima. En la ciudad de Lima no solamente personas sino
lugares, espacios ocupados por ciertas personas se consideran sucios.
Propongo la siguiente interpretación sobre la realidad peruana: el proceso de
la Reorganización del CHL ha sido una manera de delimitar espacios sociales
para poder contener a un grupo de la nasty people, a la gente intrínsecamente sucia – los vendedores ambulantes (¡y también los vecinos de las mansiones tugurizadas!). Independientemente si en realidad eran o no sucios, se
les veía tales porque era la gente “fuera de lugar”, los agentes “anárquicos”
que no formaban parte de la arcadia colonial y – ¡aún peor! – se autodefinían
como modernos. Y para ellos, la única manera de poder permanecer en el
centro histórico, hubiera sido el aceptar un auto-sometimiento: vestirse en
uniformes reminiscentes de tiempos coloniales y empezar a vender artículos
que se pueden considerar “tradicionales” (en vez de vender lo que quieran y
vestirse en el uniforme universal de la modernidad y emancipación: T-shirt y
blue jeans).
Ahora llegamos a una importantísima dinámica cultural señalada por
Nugent. Según él, la arcadia colonial dio lugar a la contramodernidad como
el rasgo cultural distintivo peruano. No se trata de la antimodernidad, la
cual consistiría de un rechazo de la modernidad y sus símbolos y de una
opción conciente por una forma de vida alternativa. La contramodernidad
es según él, el proceso en que los símbolos de la modernización y el discurso moderno son deliberadamente recibidos y puestos al servicio de una
arcaización cultural “prácticamente ilimitada” (Nugent, 1992:71). “En otras
palabras, se asimilan los elementos del mundo moderno en la medida que
resultan válidos como emblemas de poder pero son reconocidos como si
fueran una renovación o refuerzo de la fantasía colonial” (idem). Se adjudica
una identidad arcaica a los actores sociales, y se cuida por la continuidad del
discurso. El resultado ha sido la creación de una relación directa entre
modernización material y arcaización de las representaciones (ibid.:73-74).
Según Nugent, en el Perú subsisten los aristócratas, no los siervos
(1992:51): la fantasía de la arcadia colonial constituyó todo un universo
paralelo que ha sido duramente puesto en tela de juicio por la historia de la
últimas décadas. Por eso en los círculos tradicionales de Lima reina(ba) una
sensación de que las cosas no encajaban en el mundo18. Nugent (1992:82100) llama esta sensación “desgracia criolla”. Quizá el seudónimo de
Manuel Solari Swayne, Quijote de Lima, no fue irónico sino una expresión
del derrotismo criollo: la desgracia criolla.
Sostendría ahora que la patrimonialización del viejo centro de Lima ha
sido un intento (inconsciente, si se quiere) de reproducir y resucitar la fantasía de la arcadia colonial. Más aún, la forma concreta en que se llevó a
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cabo corresponde a la contramodernidad: algunas expresiones de la mundialización pos-moderna – entre otras: la red de patrimonio de la humanidad,
desarrollo urbano gentrificado y estructura de servicios de una ciudad mundial19 – se han puesto al servicio de una arcaización cultural y social. Yendo
aún más lejos, ¿sería posible que la “recuperación” del viejo centro de Lima
marcara el fin de una época de revoluciones y grupos emergentes y el
comienzo de una otra, la de un conservadurismo creciente de una sociedad
jerárquica y autoritaria en el Perú?20
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Si hablamos de continuidades y discontinuidades históricas en el espacio
local y mundial, tenemos todavía un nivel de interpretación concerniente el
centro histórico de Lima. En su obra póstuma Ciudad letrada (The Lettered
City)21, Angel Rama (1996) bosqueja una historia urbana de América Latina
que resulta extrañamente familiar a estas alturas de la ponencia. Según
Rama, en la fundación ibérica, sobre todo española, de ciudades en los nuevos territorios, antes de construir nada, la ciudad tenía que ser imaginada
para evitar circunstancias que podrían interferir en sus decretos sagrados
[…] Antes de la aparición como entidades materiales, las ciudades tenían
que ser construidas como representaciones simbólicas. Por este motivo la
permanencia de la totalidad dependía de la inmutabilidad de los signos mismos. La virtud peculiar de los signos es permanecer inalterables pese al
transcurrir del tiempo y, al menos hipotéticamente, contener la realidad
cambiante dentro de un marco racional inmutable. (p. 6)
La evolución del sistema simbólico no perdió fuerza con el tiempo, y parece
haber alcanzado su apoteosis en nuestra era. Los símbolos componentes en
cada uno de los sistemas respondían sólo vagamente a particularidades
concretas de la vida cotidiana. Su función – fundada sobre la razón e instituida
por mecanismos legales – es prescribir un orden al mundo real, físico,
construir normas para la vida social y limitar el desarrollo de innovaciones
sociales espontáneas y prevenir su penetración en el cuerpo político. (p. 25)
Si tomamos los signos de Rama como los elementos constitutivos del centro histórico de Lima, la patrimonialización del viejo centro corresponde a la
descripción sobre la fundación de las ciudades latinoamericanas. El viejo centro fue primero imaginado como un centro histórico por los arquitectos y
urbanistas de Patronato, por Solari Swayne y sus amigos, y institucionalizado
en El Reglamento y al final construido como entidad material. La construcción como entidad material se hizo a través de echar fuera del sitio los elementos no deseados, justamente las “innovaciones sociales espontáneas”
que no pertenecían a la arcadia colonial.
Según Rama, desde el comienzo en las ciudades imperiales de América –
sobre todo en las ciudades virreinales México, Lima y Río de Janeiro – tuvo
que llevarse una vida doble. De un lado “una vida material, inevitablemente
sujeta al vaivén de construcción y destrucción, y del otro, una vida simbólica,
sujeta solamente a las reglas y normas que gobernaban el orden de signos,
impermeables a los accidentes del mundo material” (Rama, 1996:8-14). Rama
tiene un nombre para las personas que se dedicaban a producir y reproducir
este orden de signos: ciudad letrada. La tarea de este grupo de personas fue
llevar adelante el proyecto sistemático de ordenamiento [de nuevos territorios
y sus habitantes] de las monarquías absolutas, facilitar la concentración y diferenciación jerárquica del poder, y llevar a cabo la misión civilizadora asignada
a ellos […] En su calidad de una casta eclesiástica, este grupo tuvo que tener
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CIUDAD LETRADA Y EL CENTRO HISTORICO DE LIMA
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conciencia de su sacerdocio. Si le faltó el acceso a los poderes metafísicos a la
par de las otras castas clericales, ésta gozaba del absoluto dominio sobre el
universo subsidiario de los signos, organizado al servicio de las monarquías de
ultramar. (Rama, 1996:16)
En el pensamiento de Solari Swayne con facilidad podemos observar la
naturaleza sacerdotal de la ciudad letrada. Habla en “nosotros” y la tercera
persona, y se deja interpelar solamente por personas de su propia casta,
diplomáticos, investigadores, arquitectos, historiadores. Además de denunciar, dicta soluciones. Su imagen de Lima “tal como debe ser” conlleva el
ideal de una sociedad jerárquica y la misión civilizadora de los poderes coloniales europeos, en América Latina constituida sobre la preeminencia de ciudades. Y “como la inmensa mayoría de intelectuales latinoamericanos”, Solari
Swayne “producía textos que servían de tácitos planes para el desarrollo
urbano, proponiendo el modelo de un orden que la ciudadanía debía de personificar” (Rama 1996:15). Mientras los poetas se inclinaban por el amor
“sagrado, pero impuro” por las ciudades, en Solari Swayne encontramos
solamente un amor sagrado por una ciudad “que había desplazado la ciudad
realmente existente totalmente fuera del cuadro” (ibid.:73). Junto con Rama
(ibid.:9), sólo podemos admirar “la capacidad que tiene el orden de signos
de reactivarse en momentos cuando sus fórmulas antiguas parecen agotarse,
mientras preserva, o incluso refuerza, el principio jerarquizante central, [y
esto] parece haber durado hasta finales del siglo XX” (énfasis MS). Y precisamente de eso el proceso de “recuperación” del viejo centro de Lima es una
buena muestra.
Ponencia presentada en el 50o Congreso Internacional de Americanistas.
Varsovia 10-14 Julio 2000. Simposio REG-7:”La ciudad latinoamericana: una
historia reciente en construcción” (actualizada en junio 2002).
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NOTAS
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1 La presente ponencia es una versión abreviada y elaborada del capítulo 4 de
Seppänen (1999).
2 Ver una descripción elocuente y viva de un día en este mundo de la vieja Lima en
Arroyo 1994, pp. 47-48.
3 El centro de Lima fue incluido en la Lista de Patrimonio Mundial (en Perú comúnmente llamado “patrimonio de la humanidad”) como extensión del convento de
San Francisco en diciembre 1991 (sitio N° 500bis). El organismo encargado de la
administración de la lista es el Centro de Patrimonio Mundial. Se trata de un programa de la UNESCO en París. Más detalles en http://www.unesco.org
4 Recuperar significa, además de “poner bien” como por ejemplo después de una
dolencia, también “volver a tener en posesión después de haber quitado algo a
otras personas”. Mi argumento es que en el caso del centro histórico de Lima, se
trataba no sólo de poner bien, o sea remozar, el viejo centro, sino recuperarlo de
los elementos no deseados: los vendedores callejeros e inquilinos pauperizados.
5 Entre otras medidas concretas, Solari Swayne propone devolver a todos los inmigrantes andinos a sus pueblos de origen (“pequeñas y cálidas poblaciones, nacidas
desde el fondo de sus grandiosas raíces”), y exigir a los que vienen un certificado
de puesto de trabajo.
6 Menciona en especial Praga, Leningrado (ahora San Petersburgo) y La Habana.
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7 Patronato es una asociación cívica en defensa del centro histórico de Lima. Fue
Patronato que tomó la iniciativa de postular la designación como Patrimonio
Mundial del centro de Lima en 1989. Sus miembros son personas particulares,
arquitectos e historiadores de arte en su mayoría, y empresas de turismo, restaurantes y hoteles, junto con algunas entidades públicas.
8 Con esta táctica legislativa la Municipalidad marginó el Estado central de los asuntos del viejo centro, dando lugar a posibles pugnas políticas y rivalidades electorales entre los alcaldes y el Presidente de la República.
9 El centro histórico tal como es delimitado en El Reglamento integra territorios en
los distritos municipales de Lima-Cercado y Rímac, y pequeñas partes de San Juán
de Lurigancho, El Agustino, La Victoria, Jesús María y Breña.
10 Todos los números de los capítulos y artículos se refieren a El Reglamento.
11 Es difícil de pensar en otro evento tradicional que no sea la procesión del Señor
de los Milagros en octubre junto con su feria de toros.
12 Hasta la reorganización en 1995 el viejo centro de Lima era una ciudad bazar,
uno de los centros principales de venta callejera a nivel continental con 20 000
vendedores en un espacio de 5 km2, y un lugar de paso de 2 millones de visitas
diarias. En cuanto a la calidad de las viviendas, el centro era tugurizado, hacinado, empobrecido, y en partes los inmuebles estaban irreparablemente deteriorados. Al mismo tiempo era el centro de la “modernidad alternativa” de los habitantes de los pueblos jóvenes, de sus aspiraciones de progreso y ascenso social
hacia una sociedad consumista sin los signos exteriores de las clases acomodadas
(“modernidad chicha”).
13 Aunque es mera especulación, el cambio hubiera podido truncarse sin la elección
en octubre 1995 de un nuevo alcalde metropolitano (Andrade) que luego hiciera
del centro histórico una prioridad de su gestión, y quien en el curso de los años
96 a 98 consolidó el estado del viejo centro como un centro histórico, siguiendo
El Reglamento a pie de letra.
14 Quedará por ver cómo afecta al centro histórico el hecho de que el Alcalde de
Lima Carlos Andrade, quien hiciera del centro de la ciudad un instrumento para
la campaña presidencial, haya perdido toda expectativa política del mandato
supremo en los comicios de mayo 2000. Otro factor que trasciende de los noticieros es el resucitado papel político del viejo centro de Lima en las manifestaciones organizados por Alfredo Toledo. Hay una continuidad, sin embargo: tanto
Andrade como Tolodeo hicieron del centro histórico la base de su campaña,
mientras Fujimori se apoyaba políticamente en el anillo urbano de barriadas.
Considero importante en lo simbólico esta oposición entre el centro y la periferia.
15 La restauración de Lima a su estado original tiene en Solari Swayne dimensiones
verdaderamente apocalípticas. En este contexto me resulta imposible dejar de ver
una profunda similitud de esta “desgracia criolla” de Solari Swayne (término de
Nugent) con otras visiones apocalípticas de un mundo “patas arriba” en la historia peruana, tales como el Taqui Onqoy y la crónica de Guaman Poma de Ayala.
Tampoco tengo reparos en postular una intrínseca complementaridad entre la
utopía de “Lima” de Solari Swayne y la utopía andina, estudiada por Flores
Galindo (1986). En ambos sobresale una profunda sensación de un mundo fuera
de lugar, de que nada “encaja” en el mundo actual, y la esperanza de un “pachacuti” (“apocalipsis” en quechua) que resuelva el problema de un golpe, y de
nuevo ponga las cosas a su sitio. Y quizá no es pura casualidad que el apodo del
nuevo presidente Toledo es “Pachacutec”, el nombre del Inca que comenzó la
expansión del Imperio en el siglo XV.
16 Degregori et al (1986, 267) subrayan este mismo hecho: los inmigrantes andinos
que llegaban a Lima encontraron un vacío simbólico de poder en el viejo centro
abandonado por sus dueños.
17 En este punto dejo abierta la cuestión de la causa última a nivel “real” ontológico.
Es indudable que intereses económicos y políticos jugaron un papel en las iniciativas de designación tanto como en la reorganización. Pero ellos no pueden dictar
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la forma concreta, específica – el significado que se da al lugar, la imagen de ciudad
que se quiere proyectar. Creo en una cierta autonomía de la esfera ideológica (superestructura) frente a la economía. En otras palabras, aún reconociendo que hubo intereses para activar el mercado inmobiliario en el centro viejo y fomentar el turismo,
éstos se hubieran podido lograr de mil maneras, no solamente haciendo del centro
histórico una ciudad museo con las características de una fingida ciudad colonial.
18 Ver nota 15 arriba. Diría que la famosa frase de Vargas Llosa – “¿En qué
momento se jodió el Perú? – se refiere a la misma sensación de un mundo fuera
de lugar.
19 Ver, por ejemplo, los trabajos de Sharon Zukin y Saskia Sassen sobre el desarrollo
urbano frente al nuevo milenio.
20 El grupo más afectado por la reorganización del centro histórico fueron los vendedores callejeros. Su reacción – o la falta de ella – a las medidas de preservación
es extensamente tratada en Seppänen 1999, 102-126.
21 Las partes citadas de Rama pueden no corresponder literalmente al original en
español, pues han sido traducidos “de vuelta” desde el inglés por la autora quien
no tenía acceso a la versión original en castellano.
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