Rostros de la modernidad caraqueña: política de masas y espacio

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Rostros de la modernidad caraqueña: política de masas y espacio
TERRITORIOS DE LA POLÍTICA EN CARACAS:
USOS Y REPRESENTACIONES DEL ESPACIO
PÚBLICO
Lorenzo González Cazas1
Las complejas relaciones que se tejen entre colectivos y lugares urbanos cada vez más
anónimos inducen a repensar el asunto de la modernidad en términos de la transformación de
los usos y configuraciones del espacio de la ciudad. Un problema básico al cual pudiera
reducirse el problema, en términos espaciales, es el de la representación en la arquitectura y
urbanismo metropolitanos. La creciente abstracción del espacio, para algunos génesis de
psicopatologías del lugar moderno,1 produce una interacción distanciada o distante entre el
medio edificado y el observador. Tal problema de abstracción ocurre en dos niveles: en el plan
urbano, donde se pierde la noción de totalidad,2 y en el alzado murario, premisa de la venustas
vitruviana.3 El asunto, como es de suponer, se magnifica en los espacios públicos de la
metrópoli, lugar por excelencia de la abstracción.
Por otra parte, la modernidad urbana y metropolitana supone la existencia tanto de
grandes masas humanas anónimas, a las que tanta referencia hizo la sociología alemana de
principios del siglo XX, y de intensos procesos de movilización política y concentración
urbana (los cuales se producen con bastante independencia del tipo de régimen; basta recordar
las concentraciones comunistas, fascistas y populistas de mediados de ese siglo). De hecho, la
1
PHD, Universidad Simón Bolívar, Departamento de Planificación Urbana, Edif. Mecánica y Urbanismo,
primer piso, Universidad Simón Bolívar, Baruta, Apartado postal 89000, Caracas 1080-A, Venezuela:
[email protected]
concentración y la movilización son fenómenos típicamente urbanos. Tal como afirma Hilda
Sabato, la ciudad no es solamente «el marco de la vida pública sino su condición de
posibilidad».4
Ahora bien, entre las necesidades y las posibilidades de representación se presenta un
dilema, o al menos una tensión: en primer lugar, la necesidad de apariencia requiere la
creación de un entorno cargado de connotaciones y dignidades de espacio público, de
metáforas de la estructura social donde «la espontaneidad de la acción política pueda surgir y
la gente pueda sentir su poder colectivo»,5 que realice las funciones de orgullo cívico,
memoria, participación política y re-presentación social. Ello ha tenido su lugar
históricamente en las tradicionales ágoras, stoas, foros, plazas y bulevares; espacios física y
socialmente determinados, espacios que contrastan con los no lugares de la llamada
«sobremodernidad».6 En segundo lugar, la arquitectura y urbanismo modernos enfrentan una
gran dificultad para incorporar las demandas de participación y simbolismo colectivos. En
otras palabras, a una mayor solicitud de contenidos simbólicos pareciera corresponder una
dificultad mayor para su provisión por parte del entorno metropolitano.
En este trabajo nos concentraremos en el caso caraqueño y en la compleja interacción
entre modernidad, urbanismo, arquitectura y movilización política. La historia se inicia en la
tercera década del siglo XX, una era de intensos cambios socioeconómicos, políticos y
culturales, con respuestas urbanísticas y arquitectónicas que afectaron radicalmente el rostro
de la ciudad. Tales cambios significaron el paso de una economía concreta a una abstracta
(derivada de la renta petrolera), el tránsito de una comunidad a una sociedad y, en lo político,
la tensión entre la fácil y directa autocracia del caudillo y la difícil democracia representativa,
sustentada en el equilibrio de poderes y los contratos sociales.
La modernización del país ha estado acompañada, por una parte, por un intenso proceso
de urbanización y transformación sustancial de la agenda de la arquitectura, vía un enorme
programa de obras públicas y, por la otra, por un alto grado de agitación política y
movilización de masas. Al tiempo que una proporción significativa de individuos y grupos
sociales se veían envueltos en el debate político, Caracas se convertía en el heraldo de la
modernidad y en el principal escenario de confrontación pública en el país.7 Las nuevas
relaciones de poder, de vuelta a la ciudad tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, y la
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creciente movilización política significaron una metamorfosis tanto del liderazgo como de los
espacios públicos. Se hace fundamental en esa Venezuela de principios de siglo la figura del
líder político «que habla en la plaza pública, forma opinión y dirige organizaciones»,8 y que, a
su vez, demanda lugares donde se pueda hablar de los asuntos públicos.9
MOVILIZACIONES Y PLANES URBANOS
Corre el año 1936, hace dos meses que falleció el dictador Juan Vicente Gómez, el
“Benemérito”, en un 17 de diciembre que emula el aniversario de la muerte de Simón Bolívar,
personaje fundamental de esta capital. La gente se ha reunido la mañana del 14 de febrero en
la plaza Bolívar para protestar la censura política, justo cuando Félix Galavís (1877-1941),
líder gomecista, se hace cargo de la Gobernación del Distrito Federal, estrenando un nuevo
edificio que se propone cambiar el espacio principal de la ciudad.10
Un incidente entre un policía y un civil inicia la represión sobre la muchedumbre, con un
saldo de varios muertos y heridos. Esa misma tarde, una multitud estimada entre 30.000 y
70.000 personas -en una ciudad con una población de menos de 250.000 personas- encabezada
por Francisco Antonio Rísquez (Rector de la Universidad) y el dirigente estudiantil Jóvito
Villalba va a Miraflores, para protestar ante el Jefe del Ejecutivo, Eleazar López Contreras,
quien sorprendido por esa multitud que preludia la muchedumbre metropolitana promete
reformas políticas inmediatas y asegura que los responsables por la masacre de la plaza
Bolívar serán castigados.11
Lo más relevante de esta movilización cívica es que, a pesar de sus rasgos anárquicos, la
misma evoca un sentimiento de fuerza revolucionaria, y hace a la población consciente del
poder de las demostraciones multitudinarias.12 Tan es así que, pocos días después, López
Contreras presenta el llamado «Programa de Febrero», como respuesta a las recientes
demandas de la población y como una manera metódica y racional de organizar las actividades
gubernamentales. Se inaugura, aunque todavía en forma de lista de mercado, un programa que
pretende abarcar totalidades.13 Son los prolegómenos de un plan de modernización de un país
y su capital. El programa, cuya meta última es, como Arturo Úslar Pietri declara, "sembrar el
petróleo", contiene una serie de iniciativas en campos tales como educación, inmigración,
3
modernización de las fuerzas armadas, vías de comunicación y obras públicas, agricultura y
reformas políticas.14
Pronto le llegará la oportunidad al plan urbano, articulador fundamental del programa
gubernamental en el medio construido. De hecho, la salida de Galavís de la gobernación abrirá
la compuerta a la planificación.15 En 1937 se crea la Comisión Municipal de Urbanismo con la
finalidad de regular el desarrollo urbano y «buscar soluciones lógicas» a los problemas
fundamentales de la ciudad.16 Poco después, el 6 de abril de 1938, la Gobernación del Distrito
Federal no se queda atrás pues crea una Dirección de Urbanismo. Su tarea es la de producir,
con la ayuda de un equipo de asesores franceses y la supervisión de la Comisión de
Urbanismo, el Plan Maestro de la ciudad, denominado también «Plan Monumental», o «Plan
Rotival».
En su intento por transformar la ciudad en un ambiente moderno y controlado, herencia
probable de las motivaciones estratégicas del programa parisino de Napoleón III y el barón
Haussmann –es un hacho conocido el valor de la reforma urbana parisina como mecanismo de
control de la agitación política- el Plan de 1939 marca la introducción a gran escala de
técnicas de planificación y guías de diseño europeas. Maurice Rotival (1892-1980), contratado
por el Gobernador Elbano Mibelli, sucesor de Galavís, llega a Caracas en 1937. Después de
varios meses de trabajo, el llamado Plan Monumental, elaborado con la contribución decisiva
de los asesores franceses Rotival y Lambert, es presentado al Concejo Municipal en 1939. El
esquema tiene un proceso figurativo claro, con la noción de centro único como valor de
imagen. La ciudad está dividida en dos partes: un centro monumental y un conjunto de
desarrollos residenciales periféricos, como en el modelo parisino. Así describe el Plan a la
ciudad: «La gran Ciudad, con su bellos bulevares, parques, teatros, jardines, clubs, etc. Las
afueras, con sus hermosas ciudades-jardín y sus clubs deportivos unidos a la urbe por medio
de cómodas y hermosas arterias de rápida circulación».17 Ninguna referencia a los espacios de
reunión multitudinaria.
El centro de Caracas es concebido como un núcleo multi-funcional desarrollado a lo largo
de un corredor monumental, que sigue el eje Este-Oeste del estrecho valle. El eje monumental
cuestiona el patrón concéntrico tradicional de la ciudad al imponer el bulevar francés sobre la
cuadrícula y sistema de plazas que el urbanismo español había institucionalizado en
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América.18 La columna vertebral de la propuesta es la vía central de 30 metros de ancho,
futura avenida Bolívar, que va desde la colina de El Calvario, al Oeste (donde una se propone
una plaza gigantesca, un monumento a Simón Bolívar y un nuevo centro cívico) hasta el
parque Los Caobos, al Este.
Una analogía orgánica es una razón de la inmensa intervención para Rotival: «se
necesitaba sacar de nuevo una espina dorsal, insertar allí los organismos esenciales, aislar y
airear las comunidades, modelar sobre tan bella naturaleza las arterias y las plazas o jardines:
hacer fluir, en fin, una sangre generosa y hacer palpitar con regularidad un corazón ya
hipertrofiado».19 No obstante, el Plan no se limita a lo vial o infraestructural, pues propone
una imagen arquitectónica específica. El gobernador Mibelli, en su introducción al Plan,
argumenta que «Dejar la ciudad en su estado actual es equivalente a abandonarla a su propia
decadencia» y que aunque la ciudad «ha conservado hasta estos últimos años la fisonomía que
tanto nos agrada. . . se tornará en una ciudad antigua e insalubre donde no podrán vivir sino
elementos infelices de la población. . . [a menos que se reconstruya, modificando su trazado y]
dándole un aspecto cónsono con las exigencias modernas».20
La búsqueda de una ciudad nueva y moderna es reforzada por una defensa taxativa de
aspectos funcionales, incluyendo la economía, la higiene, el interés público, el turismo, la
iluminación, el transporte y la seguridad. Estos elementos se oponen, en teoría, a las
tendencias decorativas tradicionales del urbanismo. El nuevo urbanismo es definido ahora
como una ciencia, equivalente a «un programa de organización y desarrollo...[versus] la idea
vulgar de que el urbanismo es un lujo, un arte ornamental que se preocupa, ante todo, por
levantar arcos de triunfo y edificar fuentes públicas».21 Es Adolf Loos en clave urbana.
A pesar de su retórica funcionalista, las imágenes arquitectónicas que acompañan al Plan
están más cerca a los postulados Beaux-Arts que a las tendencias del Estilo Internacional. Esto
resulta evidente en el proyecto de Lambert para el Centro Cívico, con su monumental edificio
del Congreso, la estatua de Bolívar y la pirámide, tipo Teotihuacan, que contendría la tumba
de Simón Bolívar. Lo simbólico prevalece, otra vez, sobre la posibilidad de albergar reuniones
multitudinarias pues siempre existe en ellas el peligro de la violencia, pasando de la ovación,
la exclamación y el aplauso a la agresión, en el momento en el que los asistentes desbordan a
5
la dirigencia y pasan de ser «distinguido público» o «pueblo», apelativos para convocar actos
y votaciones, a ser chusma, turba o populacho.
Ante tales riesgos, en relación con los espacios públicos y subordinado a la necesidad de
resolver problemas de tráfico, el Plan propone un conjunto de plazas donde «el movimiento
del público pueda ser ordenado durante las grandes festividades» y «crear paseos que en la
actualidad no existen».22 Es la ciudad de la circulación ordenada.
LA BÚSQUEDA DE UN ÁGORA MODERNA
En el proyecto de transformación urbana ha quedado una asignatura pendiente; proveer
lugares adecuados a las nuevas prácticas políticas, pues se evidencia que el carácter, tamaño,
trazado y mobiliario de la plaza Bolívar de Caracas –bien diferentes al de su homónima de
Bogotá- hacen muy difícil, prácticamente imposible, acomodar grandes muchedumbres.23 La
demanda de espacios de reunión, sin que aparezca algo semejante al Zócalo de México, la
plaza de Mayo de Buenos Aires o la plaza de la Revolución en La Habana, conduce a utilizar
otros espacios, tales como estadios y teatros, los cuales toman el papel de foros, reemplazando
a la plaza Bolívar y a la plaza de la Misericordia, donde se habían producido las primeras
aglomeraciones. Como Carlos Eduardo Misle ha notado, los nuevos escenarios ofrecían
mejores condiciones para la concentración de público -en términos de acústica, localización,
asientos, servicios y organización- y para el control por parte del gobierno del desarrollo de
los acontecimientos.24
Es de esta manera que en 1943 y 1944, la plaza de los Museos en Los Caobos, el
hipódromo del Paraíso y el Estadio Nacional, también en la urbanización El Paraíso, se
transforman en sedes de reuniones políticas. Asimismo, los cines y teatros serán empleados
frecuentemente a esos fines: el teatro Hollywood se usa en octubre de 1944 para una reunión
de miembros de la llamada «Generación del 28», quienes apoyan al gobierno de Medina, el
cine Rex ese mismo mes para concentrar a los partidarios de Acción Democrática y el teatro
Boyacá en octubre de 1945 será el escena de una convención de partidarios del ex-presidente
López Contreras.
Sin embargo, el Nuevo Circo, otro espacio en las inmediaciones de la avenida Bolívar, es
con mucho la sede favorita de las reuniones políticas hasta mediados de los cuarenta. Muchos
6
eventos transcendentales ocurren en ese coso taurino, el cual fue construido entre 1916 y
1919, entre otros, la proclamación por un grupo de independientes de la primera candidatura
presidencial de Rómulo Gallegos, el 5 de abril de 1941;25 la reunión inaugural del partido
Acción Democrática (AD), el 13 de septiembre de 1941; el lanzamiento de la candidatura
presidencial de Angel Biaggini, seleccionado por Medina Angarita como su sucesor, en 1945;
la reunión donde AD muestra su fuerza política un día antes de la llamada Revolución de
Octubre, el 17 de octubre de 1945 y las frecuentes reuniones del partido Unión Republicana
Democrática (URD), de Jóvito Villalba, en 1946.
Quizá lo más notable del momento es que la «cultura de la movilización» desborda las
previsiones de la planificación, cargando viejos espacios de nuevo simbolismo. Los actos de
masas pregonan la unidad de los asistentes, en afirmación de principios de libertad, igualdad y,
sobretodo, fraternidad, haciendo familia de los inmigrantes, nacionales y extranjeros, en una
ciudad nueva y cada vez más compleja y cargada de tensiones. En cada uno de los eventos de
masas se construyen lazos de identidad y pertenencia, actos de comunión entre los líderes y el
colectivo, reconociendo victorias en la capacidad de llenado de los espacios públicos, en el
espectáculo que las masas se dan a sí mismas, en el estruendo de la ovación y el aplauso en los
que el dirigente se valida una y otra vez entre una asistencia anónima que media entre la
sociedad y el poder político.
Esto lo advierte la dirigencia de la época. Como ha observado Manuel Caballero, López
Contreras fue el primer presidente que experimentó el contacto directo con las masas.26 Este
contacto ocurrió por dos medios de comunicación que lograrían papeles prominentes en la
vida nacional: la radio y los espacios públicos.27 No obstante, no fue López Contreras, sino su
sucesor, Isaías Medina Angarita, quien describió de forma más explícita cómo la figura
presidencial va dejando de ser autoritaria, distante y enigmática para convertirse en un jefe del
ejecutivo que representa un partido político y que está obligado «...a bajar en pie de igualdad a
la plaza, a luchar, ante el electorado, con los demás grupos, su aspiración a seguir
gobernando».28
Tres elementos de la descripción de Medina pintan el nuevo clima político y urbano del
país: en primer lugar el líder desciende, y al hacerlo, se deshacen muchas relaciones
jerárquicas tradicionales. Como ocurría a algunos autores del siglo XIX al contacto con las
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masas en la metrópolis, Medina parece disfrutar del baño de multitud. En segundo lugar, el
jefe ha de representar a un grupo organizado, en lugar de representar únicamente sus intereses
personales. Finalmente, el lugar localizado «abajo» es una plaza; un foro para la discusión
política. Obviamente, dentro de la nueva atmósfera discursiva, los líderes emergentes de la
política venezolana se benefician grandemente de sus habilidades retóricas; Rómulo
Betancourt, Rafael Caldera, Andrés Eloy Blanco, y sobre todo, Jóvito Villalba, vocal urbano
quintaesencial del período, son oradores de excepción.29
UNA PARADOJA: RUIDOS EN “EL SILENCIO”
La partida de Rotival hacia los Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial y algunos
eventos locales obligan a introducir importantes modificaciones al Plan de 1939, que, sin
embargo, continúa proveyendo una línea general para futuros desarrollos de la ciudad. La
modificación más importante es la creación de El Silencio (1941-44), un conjunto residencial
y comercial localizado donde Rotival y su grupo habían previsto el nuevo Centro Cívico. El
conjunto de El Silencio no sólo reemplaza la propuesta monumental de Rotival sino a un área
en donde, según la crónica de la época, abunda la prostitución y la delincuencia.30
El reemplazo de edificios y espacios monumentales por residencias destinadas a la clase
media no sólo llena mejor las condiciones financieras internacionales, sino también las nuevas
orientaciones políticas y sociales del gobierno venezolano. El Silencio, proyectado por Carlos
Raúl Villanueva, introduce también una escala urbana más humana, reemplazando «la
concepción quizás demasiado monumental del antiguo plan», como el mismo Rotival
advierte.31
No es casualidad que para fines de la década del cuarenta, la plaza O'Leary de El Silencio,
espacio central del conjunto, se transforme en la nueva ágora de la ciudad. Si bien el extenso
lugar no ha sido previsto para alojar reuniones públicas multitudinarias, sino para la
circulación del tráfico, localización de fuentes y esculturas y el desarrollo de actividades
comerciales, su localización, configuración y dimensiones lo hacen el más apropiado para
fines políticos. En particular, es el partido AD, opositor al régimen que ha inaugurado El
Silencio, quien reclama para tales fines el nuevo corazón de la ciudad y, después de alcanzar
el poder en 1945, continúa usándolo para apoyar su política gubernamental.
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La mutación del carácter del espacio ha sido advertida por el propio Rotival, quien
asegura que la avenida será el centro del «sistema nervado que armará de nuevo la ciudad, el
lugar donde vendrá a desarrollarse la historia del mañana, donde el canto de la 'urbs' se hará
oir, ya alegremente, ya trágicamente; pero con esa intensidad misteriosa del alma común que
caracteriza para nosotros la ciudad».32 Esta corta sentencia nos deja una serie de interrogantes
en relación con la naturaleza de los cantos urbanos a los cuales se refiere el conocido
urbanista.
DE LA MULTITUD QUE GRITA A LA MULTITUD QUE MARCHA:
DESFILES Y DÍAS PATRIOS
Después del hiato creado por la guerra, y con el advenimiento de la Junta Revolucionaria
de Gobierno encabezada por Rómulo Betancourt, se crea en 1946 la Comisión Nacional de
Urbanismo, ente nacional encargado de la planificación urbana. Como había ocurrido en la
década anterior, la Comisión y el gobierno venezolano requieren el servicio de asesores
extranjeros en urbanismo. En esta oportunidad se cuenta con la asesoría de Maurice Rotival,
Francis Violich, Joseph Lluis Sert y Robert Moses. El nuevo Plan Maestro (Plano Regulador),
destinado a una población de 1,7 millones, es preparado en 1951. Nuevamente los aspectos de
circulación privan en el Plan sobre la necesidad de creación de espacios colectivos. Se habla
fundamentalmente de áreas verdes y de recreación, más que de plazas y centros de
convención.
En términos de la articulación de espacios cívicos, y como parte distintiva de la agenda de
Rotival, el Plano Regulador reafirma la importancia de la avenida Bolívar.33 La empresa
edilicia más importante en ese momento es la creación de un remate a la avenida, separado de
El Silencio. Pareciera que ya no se desea resaltar ese espacio, sino transportar el centro de
interés, portátil a lo largo del eje, hacia el Este. Para ello se construye, repitiendo el nombre
del héroe, el Centro Simón Bolívar, el complejo multi-usos que reproduce al Rockefeller
Center (1930-40) y la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia (1956-60) en el centro de Caracas.
El costoso complejo de edificios gubernamentales y comerciales incluye, entre otras
cosas, un túnel vehicular que lleva el tráfico bajo el conjunto, una plataforma gigante, dos
torres gemelas de 30 pisos (que se convierten en los primeros rascacielos y símbolo de la
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ciudad), pasajes subterráneos en cuyo centro habita Amalivaca, el dios caribe (en forma de un
largo mural alusivo a mito indígena de la creación del mundo), con áreas comerciales y de
aparcamiento y una estación subterránea de autobuses que luego es abandonada. No obstante
sus enormes dimensiones y la complejidad del programa, no hay en el conjunto -salvo una
«Plaza Aérea» (plaza Diego Ibarra)- ni en el eje de la avenida, lugares para la concentración
masiva.
No es el momento de tales eventos. De hecho, la llegada al poder de una Junta Militar en
1948 impone un paréntesis de diez años al ritual populista de las reuniones políticas. Los
líderes de la Junta Militar persiguen un género diferente de contacto con las masas, que de
todas formas han llegado a ser un elemento político fundamental.34 Recepciones y desfiles
toman el lugar de los anteriores mítines. Durante la «Semana de la Patria» miles de estudiantes
y funcionarios públicos son movilizados a lo largo de avenidas de reciente data como la
Urdaneta, para marchar ante el Presidente en ejercicio. Combinando el folklore con el
simbolismo religioso y militar, esos desfiles buscan la identificación del pueblo con el
gobierno.
La transformación de la multitud gritando en una multitud marchando estimula la puesta
en escena de un nuevo sector urbano: La Nacionalidad, distante de la avenida Bolívar, la cual
se ha ido convirtiendo en vía expresa. Esa sección de la ciudad aparece inmediata a la Ciudad
Universitaria como una suerte nodo académico-militar y centro para desfiles y recreación,
influenciado por experiencias europeas como Les Invalides y Trocadero-Ecole y por los
proyectos de Albert Speer (1905-1981) en Alemania y Marcelo Piacentini (1881-1960) en
Italia. Para reforzar los sentimientos patrióticos y lo que Nietzsche llamó «historia
monumental»,35 el culto a Bolívar se va extendiendo a otros héroes, civiles y militares,
encontrando dicho culto un recinto ad hoc en el sector La Nacionalidad.
El cambio de carácter de las reuniones políticas y el uso de nuevos espacios en la ciudad
para albergarlas son explicados por Vallenilla Lanz, ideólogo del régimen militar, en términos
de la relación entre la aparición de un liderazgo ilustrado y la nueva configuración de los
espacios físicos: «El líder de la plaza aérea del Centro Bolívar, el conferencista del Aula
Magna no pueden ser los mismos de la plaza de Capuchinos, ni de El Silencio, ni del Teatro
Olimpia. El escenario y el decorado reclaman nuevos actores y el público también.».36
10
Es curioso que Vallenilla Lanz no haga referencia al complejo urbanístico de La
Nacionalidad, en desarrollo para el momento en que su artículo fue escrito, o a los desfiles de
la «Semana de la Patria», sino a la Plaza Aérea y al Aula Magna, dos lugares diseñados para
funciones distintas a los desfiles. Al parecer, como civil, no es tan entusiasta acerca de las
marchas como lo eran otros miembros del régimen. O quizá Vallenilla prevé que los mítines
políticos de la democracia podrían entrar de nuevo en vigencia, y que se requerirían espacios
para algún tipo de asamblea. De hecho, durante la campaña política de 1952, URD (uno de los
pocos partidos que no fueron suprimidos por el gobierno) había vuelto al Nuevo Circo en
marzo y noviembre.37 Más aún, en enero de 1958, al borde del derrocamiento de Pérez
Jiménez, una muchedumbre fue de nuevo a El Silencio a restaurar el espacio de reunión
multitudinaria. Pocos meses después, se produce allí una enorme concentración para recibir a
Fidel Castro, en los albores de su largo mandato en Cuba. El Silencio continuaría como el
centro preferido de las reuniones políticas, hasta que las multitudes, ahora contadas en cientos
de miles, comenzaron a reunirse en la avenida Bolívar entre los años sesenta y los ochenta.
FIN DE SIGLO: PROTESTAS, MÍTINES Y SACUDONES
En las últimas décadas del siglo XX, varios espacios urbanos fueron empleados como
centros de actividad política organizada. Es el caso de las plazas Altamira, Venezuela y El
Venezolano. Las dos primeras, distantes del centro tradicional de la ciudad, fueron utilizadas
por los partidos políticos AD y COPEI, respectivamente, para la realización de reuniones o
fiestas con motivo de eventos electorales. Por su parte, la llamada plaza El Venezolano, más
bien un espacio remanente que ha quedado de la antigua plaza de San Jacinto, se convirtió en
el destino de marchas de protesta que se originaban con frecuencia en la Universidad Central
de Venezuela y que al tratar de aproximarse a la sede del Congreso, a dos cuadras de allí, o de
otros poderes terminaban frecuentemente en represión y actos vandálicos, parte del cotidiano
citadino y de la anomia de quien carece o desconoce canales y lugares de participación.38
De mayor relevancia a los fines de la movilización política ha sido la llamada plaza
Caracas, un espacio situado frente a la sede de la autoridad comicial más importante del país,
el Consejo Electoral (anteriormente «Supremo» y actualmente «Nacional»). La plaza Caracas
surge de un proceso de reacondicionamiento de un estacionamiento y salida de vehículos del
Centro Simón Bolívar. El lugar es sitio de economías informales, mercados y reuniones
11
políticas, probablemente lo más parecido a un ágora que existe en la ciudad. Es de hacer notar
que este espacio se deriva, nuevamente y quizá sin quererlo, de la avenida Bolívar, el núcleo
de la ciudad inventada, o de sucesivos inventos de ciudad, el corredor que intentó abrir «en el
corazón de un país subdesarrollado, una perspectiva de todas las deslumbrantes promesas del
mundo moderno».39
Y decimos que sin quererlo, porque a lo largo del tiempo en la avenida se ha continuado
una acumulación interminable de objetos más que de espacios. Probablemente, de manera
similar a lo que percibe el ángel de Benjamin,40 han aparecido innumerables proyectos y se
han producido muchas intervenciones.41 Una lista incluiría otro proyecto de Rotival en los
cincuenta; la creación del parque de atracciones de El Conde y del Caracas Hilton, edificio
que quiso ser de vivienda y terminó siendo hotel (en los años sesenta); el Parque Central, que
a pesar de su nombre, es un enorme complejo multiuso construido en el extremo este de la
avenida (en los setenta y ochenta); la antes mencionada plaza Caracas (fines de los setenta); el
teatro Teresa Carreño, en el encuentro de la avenida con el parque Los Caobos (en los
ochenta); el Parque Vargas, una edición posmoderna del boulevard propuesto inicialmente en
el Plan Monumental de 1939 (en los ochenta y noventa), con un nuevo cambio de
nomenclatura que implica la presencia de un paseo y de un prócer civil (y médico como el
Presidente que patrocinó el proyecto); el recientemente inaugurado e inconcluso Palacio de
Justicia (1995) y el edificio de la Galería de Arte Nacional (por décadas ha permanecido en
construcción). Muchos objetos y pocos lugares.
EL NUEVO MILENIO: MARCHAS Y CONTRAMARCHAS
Los inicios del nuevo siglo han traído a la palestra, con inusual vigor, el tema del espacio
público en Venezuela. No se trata exclusivamente de la discusión en torno a la producción de
lugares para la flânerie o el ocio; o la privatización y homogeneización del espacio
residencial; o la ocupación de áreas públicas por desarrollos no controlados de vivienda o
actividades de la economía informal, aspectos éstos que nutren los debates sobre el espacio
público como discurso dominante del urbanismo contemporáneo y que en Caracas,
especialmente en su área central, se evidencia como una profunda hostilidad cotidiana al
viandante, por efecto de la inseguridad personal, preeminencia de automóviles y motocicletas
y la proliferación indiscriminada de ventorrillos y publicidad exterior. Sin embargo, lo que
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deseamos destacar -y en contraste con un largo periodo de disolución del espacio urbano con
fines políticos- es el retorno del uso de la calle como fuente de poder.
Las campañas electorales de los años 1998 y 2000 pusieron en vigor nuevamente las arengas
de oradores carismáticos ante concentraciones masivas. Posiblemente en conexión con ello, se
produjo la ventaja de la corriente liderada por Hugo Chávez, con un relanzamiento de la
simbología asociada al Libertador y una apuesta general por el cambio, en particular de la
toponimia urbana e institucional. La nueva Constitución, aprobada en el año 1999, propone una
democracia "participativa y protagónica", con un paso de las figuras tradicionales de la
representación y la delegación a las referendarias, asambleísticas y planificadoras locales; las
cuales demandarán campos específicos como espacios públicos y salas de convenciones para poder
desarrollarse.
Al propio tiempo, los debates se han intensificado de manera considerable, al punto de llegar a
ser hoy, como ha mencionado el dirigente Clemente Scotto "mucho más interesante hacer política
que, por ejemplo, en los años 70".42 Grandes multitudes han ocupado los espacios de Caracas y
otras ciudades del país a los fines de mostrar su adhesión o rechazo al régimen, proceso o
revolución en el poder. En los medios de comunicación debaten frecuentemente los
“marchólogos”, especialistas en el cálculo de asistencia a eventos, para confirmar o rechazar
hipótesis de magnitud de las manifestaciones populares, magnitud que varía según la fuente de
información. Los comunicadores sociales han desplegado su labor en movimiento y en medio de
multitudes alegres o enardecidas.
“Tomar la calle” o “ganar la calle”, son lemas vinculados con los derechos ciudadanos y
con la búsqueda de divulgar el mensaje de cada tolda política. Y ello ocurre con particular
intensidad en una capital que, por una parte, no incorporó a su centralidad la posibilidad de la
reunión colectiva, que se llenó de artefactos en vez de lugares, de autopistas en vez de
avenidas y que, por otra parte, recondujo la función de sus espacios tradicionales al uso
prestigioso del paseante y el visitante. La especialización de la ciudad del urbanismo de la
modernidad -y Caracas es una metrópoli moderna a horcajadas sobre un núcleo urbano
fundado hace más de cuatrocientos años- contemplaba la recreación en forma de prácticas
deportivas y contemplativas y la circulación con la única finalidad del desplazamiento. Como
se vio anteriormente, el ágora y el foro sólo aparecían en el discurso. Porque lo tumultuoso,
13
masivo, confrontacional quedaba fuera de las normas y formas de la modernidad. Sin
embargo, la realidad caraqueña muestra una resemantización de los sitios modernos y
tradicionales mucho más allá de las consideraciones funcionales del planning moderno.
La nueva carga simbólica de los sitios urbanos impulsada por motivaciones políticas, va
generando nuevas cartografías y nomenclaturas. Concentraciones de afectos al gobierno han
tomado lugar en el Centro y Oeste de la ciudad, donde residen sectores de ingresos medios y
bajos. Es el caso de la plaza Caracas del Centro Simón Bolívar y de las inmediaciones del
palacio de Miraflores, la sede del poder ejecutivo. En Miraflores, la consigna "no pasarán" que trae a colación otras experiencias históricas- ilustra lo estratégico del dominio territorial
para el ejercicio del poder. El sector de Los Próceres, creado en la década del cincuenta para
desfiles militares y celebraciones del "Día de la Patria" de la Junta Militar de mediados del
siglo XX, también ha sido empleado para concentraciones y relanzamiento de la deliberación
política de los uniformados.
Por su parte, los opositores quienes con frecuencia han pasado de la disidencia a la
resistencia,43 se concentran predominantemente en lugares del Este de la ciudad, en
concordancia con la cercanía a las urbanizaciones de clases medias y altas. Rebautizaron
"Plaza de la Libertad" a la plaza Francia de Altamira y "Plaza de la Meritocracia" a un espacio
frente a uno de los edificios de la petrolera estatal PDVSA en el sector de Chuao. Si bien en
menor medida que la restricción de manifestar la oposición en lugares ocupados por los
simpatizantes del gobierno, como sería el caso de Miraflores o la plaza Bolívar, el acceso a
estos espacios estaría garantizado solamente a los grupos de oposición.
Otros espacios, como la plaza Bolívar y el de acceso al Panteón Nacional, permanecen
como puntos de tensión -algunos los han denominado "zonas en reclamación"- entre distintas
fuerzas del gobierno y la oposición. Por ejemplo, la esquina de la Torre, frente a la catedral, ha
sido denominada "la esquina caliente" (así se conoce en el béisbol a la tercera base, rincón del
campo sujeto a "candentes" jugadas), por encontrarse allí permanentemente en actividad un
grupo de partidarios del gobierno. La materia de administración y gobierno de la plaza fue
sujeto de controversia entre las alcaldías Metropolitana y del municipio Libertador.
No obstante el uso frecuente de los espacios públicos para concentraciones o mítines,
quizá la forma más empleada para la manifestación ha sido la de la marcha, si bien en forma
14
diferente a los rallies tradicionales, en los cuales una ordenada multitud se desplazaba frente a
la autoridad civil o militar. Las marchas caraqueñas, con niveles variables de organización, se
trasladan por corredores urbanos voceando consignas y portando banderas, carteles y objetos
sonoros. Las grandes avenidas -Bolívar, Urdaneta, Sucre, Francisco de Miranda, Baralt,
Universidad- han sido el escenario de movilizaciones, de intentos de participación en
movimiento sin destino o encuentro final. Ello es especialmente manifiesto en el caso de la
oposición, carente de un líder único o principal que interprete o sintetice los deseos de esta
parcialidad.
A veces, las marchas del gobierno y la oposición han ocurrido al mismo tiempo, como el
23 de enero, aniversario de la caída de la dictadura y el 1 de mayo de 2002. Esas coincidencias
han sido denominadas marchas y contramarchas. Hasta el momento, con excepción de la
sangrienta experiencia del 11 de abril de 2002, las marchas y concentraciones no se han
encontrado, ya que han tomado lugar en avenidas diferentes o se han cruzado a desnivel, con
fuerzas del orden público en función de membrana no porosa.
Un hecho hace más notable la ruptura de los esquemas tradicionales de concentraciones y
marchas: algunas se han producido en sitios que con toda probabilidad serían calificados por
Marc Augé como "no lugares". La mencionada "Plaza de la Meritocracia", desde donde partió
la marcha del 11 de abril de 2002 y que condujo a la salida temporal del Presidente del poder,
es en esencia un espacio vial. Pero lo más curioso es que la mencionada marcha tomó ¡la
autopista del Este! para dirigirse al palacio de Miraflores, ubicado a unos diez kilómetros del
lugar, como se haría al circular en automóvil. Por su parte, los manifestantes gubernamentales
usaban horas más tarde la autopista de El Valle, frente a las instalaciones militares de Conejo
Blanco, para exigir el retorno del Presidente al poder. De manera similar, varios miles de
opositores decidieron celebrar el fin de año del 2002, improvisando una fiesta a lo Times
Square en la autopista del Este. En casi todas las oportunidades, tanto oficialismo como
oposición han empleado las autopistas para dirigirse al centro de la ciudad, reconociendo
muchos participantes la sensación de cambio en la percepción del espacio urbano mediante
rupturas en la relación espacio-temporal, similar a lo sugerido por Cortázar en el cuento “La
Autopista del Sur”.
15
El desarrollo urbano con base en periferias y autopistas –curiosas versiones del ágora- ha
condicionado las posibilidades de participación directa, dejando que anónimos espacios tomen
protagonismo, aun en contra de la anomia que supuestamente propulsarían y en contradicción
con los principios de Haussmann del ensanchamiento vial como forma de control de las
multitudes.
FINAL
La experiencia caraqueña plantea varias interrogantes para el desarrollo de prácticas
urbanísticas y ciudadanas. En primer lugar, sobre las posibilidades de participación en la gran
ciudad. La metrópoli, por sus dimensiones -ya lo advertían los griegos al limitar el tamaño
poblacional y de los escenarios de discusión política- hace virtualmente imposible el asamblea
y puede contribuir a transformar lo referendario en tumultuario. Al ampliar los márgenes de la
libertad individual, como advirtió Georg Simmel, la gran ciudad requiere de formas más
sofisticadas de agregación de intereses para el logro de valores de mutua cooperación y
solidaridad, como lo establece la Constitución venezolana de 1999, y una sociedad civil más
fuerte, pues "...sin ella no existe realmente el espacio público".44
En segundo lugar, se han puesto de relieve la notable carencia de espacios y canales
adecuados para la realización de manifestaciones de apoyo y protesta en la ciudad de Caracas
y los significativos costos asociados con esa carencia. Por ejemplo, el desprendimiento de una
baranda en la avenida Bolívar en un acto del oficialismo en agosto de 2003 produjo la caída al
vacío de un grupo de asistentes, con un saldo de una asistente fallecida y varios heridos.
Adicionalmente, la "adaptación" de lo urbano a la manifestación, mediante el cierre de
vías públicas o la toma de determinados lugares por una facción, conspira contra otras
operaciones cotidianas de la ciudad, cuando no contra derechos de libre tránsito, reunión,
expresión, seguridad y acceso a servicios públicos. En relación con estos aspectos, queda
pendiente de examen la eficacia de la manifestación en la calle en los procesos de
construcción de la democracia. Expresaba Lech Walesa, de visita en Venezuela, que "la
democracia no se hace en las calles, sino en los programas que la procuren y pongan en
práctica".45 El conocido líder polaco reaccionaba ante la tendencia a convertir manifestaciones
en disturbios por obra de heroísmos colectivos. La menor convocatoria de los últimos eventos
16
de calle -de gobierno y de oposición- pudiera significar dudas sobre esa eficacia y el inicio de
demandas de programas como los aludidos por Walesa.
En tercer lugar, se ha hecho evidente la dificultad de generar geografías e historias
comunes en sociedades heterogéneas y, sobretodo, polarizadas. Si bien la política ha pasado a
tener un lugar más relevante en la Venezuela de hoy, con todo lo positivo que ello significa en
términos del incremento del interés por los asuntos públicos, el reto está en crear los lugares
físicos y síquicos para el encuentro y para el disenso. Con el objeto de evitar que odios
enmascarados de ideología lleguen a escaladas de violencia de proporciones epidémicas y
conduzcan a guerras civiles "moleculares" urbanas, lamentablemente cada vez más frecuentes
a escala global.46 Es perentorio el desarrollo de esos espacios para que, contrario a
interpretaciones fundamentalistas de la física, varias opiniones puedan ocupar el mismo lugar
al mismo tiempo.
Para la aceptación de la alteridad en momentos y lugares diferentes a los eventos
vinculados al derecho del sufragio, cuando los simpatizantes de diferentes opciones comparten
en las mismas filas de votantes, surgen opciones como la avenida Bolívar, la cual, al cabo de
tantos años, continúa siendo un símbolo esencial de la modernidad caraqueña. Es algo
inacabado, fragmentario, un tanto intangible y en perpetua transformación. Pero es uno de los
pocos espacios que no se han territorializado de manera definitiva por parte de ninguna
parcialidad. Como un deseo que no termina de conseguir su objeto, la avenida ha presenciado
sesenta años de tabla rasa, de desnudez, de intentos de romper los lazos con el pasado y de
acelerar los procesos históricos. Sesenta años que han probado la futilidad de la empresa de
darle a este espacio urbano una forma o rostro, dirección y uso permanente.47 Su
indeterminación hace de la avenida un lugar eminentemente moderno; porque es
"intrínsecamente inestable, continuamente catastrófico".48 Como también parece serlo el
proyecto de sistema político moderno venezolano.
1 Anthony Vidler, «Bodies in Space/Subjects in the City: Psychopathologies of Modern Urbanism», Differences,
vol. 5, no. 3, 1993.
2 La metrópoli introduce un cambio perceptivo y de representación del espacio, el espacio metropolitano
modifica la noción de espacio por cuanto es una realidad impersonal que amplía el poder de abstracción. La
metrópoli no puede ser representada a través de los recursos tradicionales, es un plano enorme que no se capta
dentro del cono perspectivo.
3 No se trata aquí de re-descubrir una teoría, de por sí bastante en desuso, de la comunicación de valores de los
estados interiores o del alma a través de la fisonomía o de llegar a los excesos de la frenología. Nos limitaremos a
comentar, con las reservas del caso, el viejo adagio que decía que el rostro es el espejo del alma. Lo haremos en
17
el sentido de la necesidad del continente para la determinación del espacio y de la articulación parietal como
expresión fundamental de las relaciones entre la edificación y el espacio público.
4 Hilda Sabato, La política en las calles: Entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880, Buenos
Aires: Editorial Sudamericana, 1998, p. 191. El trabajo de Sabato es uno de los pocos estudios que vinculan la
movilización pública latinoamericana con los espacios en los cuales ésta se produce.
5 Charles Jencks, «Democracy: The Ideology and Ideal of the West», Architectural Design Profile, no. 69, 1987,
p. 7.
6 Marc Augé, Los "no lugares" Espacios del anonimato, Una antropologÌa de la sobremodernidad, Barcelona:
Gedisa, 1996.
7 Manuel Caballero, Gómez, el Tirano Liberal, Caracas: Monte Avila, 1994, p. 298.
8 Guillermo Meneses, Libro de Caracas, Caracas: Concejo Municipal del Distrito Federal, 1967, p. 295.
9 Importantes esfuerzos han sido realizados para analizar el «quién», «cómo», «qué» y «a quién» de los mensajes
y esfuerzos comunicativos de los líderes modernos en Venezuela. Un ejemplo resaltante es: Luis Britto García,
El Poder sin la Máscara, Caracas: Alfadil Ediciones, 1989. Sin embargo, poco se ha escrito sobre el problema
del «dónde», el lugar o escenario que acompaña el proceso de comunicación que estos autores han examinado.
10 Las primeras asambleas públicas se acomodaron dentro de la fábrica tradicional de la ciudad, tomando lugar
en espacios públicos tradicionales como la plaza Bolívar. De hecho, el 20 de diciembre de 1935, sólo tres días
después de la muerte de Gómez, López Contreras se dirigió una muchedumbre concentrada en la plaza Bolívar
desde el balcón de la Casa Amarilla, la antigua residencia presidencial. Tomás Polanco Alcántara, El General de
tres Soles: Biografía del General Eleazar López Contreras, Caracas: Editorial Arte, 1985, p. 134.
11 El Gobernador Galavís fue destituido y arrestado temporalmente. En relación con la trayectoria de este
personaje, ver: Nicolás Perazo, «Félix Galavís Figueroa», Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas:
Fundación Polar, 1985, tomo II, pp. 230-231.
12 Tratando de emular el éxito de la primera protesta masiva, nuevas concentraciones populares fueron
convocadas. El 3 de junio de 1936, otra manifestación gigantesca fue desde la Plaza Bolívar al Panteón Nacional
para exigir más reformas y anunciar una huelga general. El evento incluyó como oradores a Jóvito Villalba,
Rómulo Betancourt, Angel Corao y Miguel Acosta Saignes. Ver: Tomás Polanco Alcántara, op. cit., p. 173.
13 Este programa ha sido considerado «el primer programa de gobierno social y económico en la historia
venezolana». Daniel C. Hellinger, Venezuela: Tarnished Democracy, Boulder, Colorado: Westview Press, 1991,
p. 52. El Programa de Febrero fue también el primer discurso político nacional difundido a través de la radio.
14 Eleazar López Contreras, «Programa de Febrero», en Documentos que hicieron historia. Vida Republicana de
Venezuela, 1810-1989, tomo II, Caracas: Presidencia de la República, 1988, pp. 183-95.
15 Como se verá luego, Elbano Mibelli Lobo (1869-1946), antiguo líder antigomecista, es llamado por López
Contreras para asumir la Gobernación en reemplazo de Galavís. Desde esta posición Mibelli patrocinará la
realización del Plan de Caracas con la intervención de asesores franceses.
16 Carlos Raúl Villanueva, Caracas en Tres Tiempos, Caracas, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas, 1966,
primera edición 1950, p. 21.
17 Carlos Raúl Villanueva, op. cit., p. 23. Nótese el fuerte acento estetizante del párrafo citado.
18 Una crítica de las características axiales y simetrizantes del enfoque de Rotival se encuentra en: Leszek
Zawisza, «Rotival, Ayer y Hoy», Revista del Colegio de Ingenieros de Venezuela, no. 347, enero 1989, pp. 1431.
19 Maurice Rotival, «Caracas Marcha hacia Adelante», en Carlos Raúl Villanueva, op. cit., p. 181.
20 Concejo Municipal del Distrito Federal, Revista Municipal del Distrito Federal, no. 1, Caracas: 1985, primera
edición noviembre 1939), pp. 14-15.
21 Concejo Municipal del Distrito Federal, op. cit., p. 19.
22 Concejo Municipal del Distrito Federal, op. cit., p. 25.
23 En contraste con otras plazas centrales en Latinoamérica, las cuales permanecen estrechamente vinculadas a la
política de masas, la Plaza Bolívar de Caracas ha sido desde la época de Guzmán Blanco un centro social –se
pudiera decir un lugar distinguido- en exteriores, en el que se dan amenidades (como retretas y paseos)
patrocinadas por la Municipalidad y la Gobernación.
24 Carlos Eduardo Misle, Corazón, Pulso y Huella de Caracas, Caracas: Ediciones Cuatricentenario de Caracas,
1964, p. 93.
25 Tomás Polanco Alcántara, op. cit., p. 250.
26 Manuel Caballero, Las Venezuelas del Siglo Veinte, Caracas: Grijalbo, 1988, p. 53.
27 En 1936, López Contreras fue el primer presidente venezolano en dirigirse a la nación por radio. Ver: Judith
Ewell, Venezuela: A Century of Change, Stanford, California: Stanford University Press, 1984, p. 80. Los medios
18
de comunicación modernos permitieron hacer conocidos a los políticos hasta llegar a la variante de hacer
políticos a personajes conocidos.
28 Isaías Medina Angarita, Cuatro Años de Democracia, Caracas: Pensamiento Vivo, 1963, p. 28.
29 El populismo supone una identificación del líder con las masas hasta el punto de ser considerado aquel como
la encarnación de la voluntad popular. Para el historiador y ensayista Luis Britto García, tal identificación es sólo
una máscara retórica del líder en su búsqueda de legitimación, debido a que el contacto es unidireccional (del
líder hacia la gente), restringido a las campañas presidenciales y enraizado en formas más antiguas de
caudillismo. Ver: Luis Britto García, La Máscara del Poder, Caracas: Alfadil Ediciones, 1988.
30 Ese lugar era considerado una suerte de compendio de los males urbanos. Guillermo Meneses dice que "El
Silencio era visto como la síntesis de toda esa vida asquerosa, miserable, rebelde ante toda autoridad y sobre ese
barrio de escándalo y vicio, el gobierno decidió crear un barrio de apartamentos destinados a la clase media".
Guillermo Meneses, op. cit., p. 302.
31 Maurice Rotival, op. cit., p. 173.
32 Maurice Rotival, op. cit., p. 182.
33 Rotival continuó mostrando siempre su interés en el desarrollo de la Avenida Bolívar. Regresó a Caracas en
1959 contratado por el Centro Simón Bolívar para preparar un informe titulado «Tesis para el Centro de
Caracas» el cual fue presentado en noviembre de 1959. También realizó una breve asesoría en Caracas en el año
1975.
34 Es importante advertir que ni Carlos Delgado Chalbaud, primer Presidente de la Junta Militar de Gobierno
(1948-50), ni su sucesor, Marcos Pérez Jiménez (1950-58) fueron líderes carismáticos o destacados oradores.
35 Friedrich Nietzsche, «On the Uses and Disadvantages of History for Life», Untimely Meditations, Cambridge:
Cambridge University Press. 1990, p. 68.
36 Laureano Vallenilla Lanz. «Bajo el Signo del Bull dozer», Editoriales de «El Heraldo», Caracas: Ediciones El
Heraldo, 1955, p. 15.
37 El evento de noviembre ha sido considerado «la asamblea popular más gigantesca de la década de los
cincuenta.» Ramón J. Velásquez, «Evolución Política de Venezuela», Venezuela Moderna: Medio Siglo de
Historia, 1926-1975, Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1976, p. 126.
38 Varios eventos de finales de la década de los ochenta y principios de los noventa representaron formas
explosivas de la protesta colectiva en la ciudad, denunciando la crisis política profunda en que el país se
encontraba; los saqueos de febrero de 1989 y los intentos de golpe de Estado de febrero y noviembre de 1992.
39 Marshall Berman, All That Is Solid Melts into Air. The Experience of Modernity, New York: Penguin Books,
1988, p. 195.
40 Walter Benjamin, «Theses on the Philosophy of History», en Illuminations, New York: Schocken Books,
1969, pp. 257-258.
41 Quizá ningún otro lugar de la ciudad representa mejor lo «efímero perfecto», una situación que combina
duración con transitoriedad. Massimo Cacciari ha definido tal condición de la siguiente manera: "Lo efímero no
es el evento en cuya cadena nos encontramos -es más bien los eventos múltiples, la catástrofe que el Ángel ve y
busca arrastrar tras de sí en el futuro de donde viene". Ver: Massimo Cacciari, Architecture and Nihilism: On the
Philosophy of Modern Architecture, New Haven: Yale University Press, 1993, p. 147.
42 Entrevista de Albor Rodríguez a Clemente Scotto, El Nacional, Caracas, 18 de agosto de 2002, p. H-8.
43 Omar Hernández, “El espacio público como lugar político: ciudadanía, política y violencia en los nuevos
espacios de la ciudad, Boletín del Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar,
no. 11, 2003, pp. 4-5.
44 Enrique Oviedo y Ximena Abogabir, "Participación ciudadana y espacio público", en Olga Segovia y
Guillermo Dascal, Espacio Público, Participación y Ciudadanía, Santiago de Chile, Ediciones Sur, 2000, p. 33.
45 Entrevista de Milagros Socorro a Lech Walesa. En: El Nacional, Caracas, 18 de agosto de 2002, p. D-1.
46 Hans Magnus Enzenberger, Civil Wars: From L.A. to Bosnia, New York: The New Press, 1994.
47 Un conjunto de barreras (el Bloque 1 de El Silencio, el Centro Simón Bolívar y, más recientemente, el Teatro
Teresa Carreño y el Palacio de Justicia) se construyeron sobre el eje. Esas edificaciones interrumpieron la
transparencia del corredor y la conexión que se había propuesto y la transformación de la Avenida en vía
expresa; la misma se convirtió en una obstrucción física y visual entre los sectores norte y sur del casco central.
Además, las actividades y vida urbana han tomado lugar de manera tangente -y más bien elusiva- a la Avenida;
de hecho, las contiguas avenidas Universidad y Lecuna concentran y brindan accesibilidad a la mayor parte de
las actividades urbanas del sector, como son las estaciones del Metro, el Parque Central y Los Caobos.
48 Patrizia Lombardo, «Introduction», en Massimo Cacciari, op. cit., p. LVI. Mi traducción.
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