ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE

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ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
SETIEMBRE 2011 1
José Gervasio Artigas
1811 - 2011
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
2 SETIEMBRE 2011
Eduardo Azcuy Ameghino
es profesor de Historia Económica
y Social Argentina en la Facultad
de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde
es director del Centro de Estudios
Agrarios y de la Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios.
Entre los libros que ha publicado destacamos: Artigas en la Historia Argentina (Corregidor, 1986),
Tierra y ganado en la campaña de
Buenos Aires según los censos de
hacendados de 1789,(IHES, 1989),
Historia de Artigas y de la Independencia Argentina (Ediciones de la
Banda Oriental, 1993), El latifundio
y la gran propiedad colonial rioplatense (García Cambeiro, 1995),
Buenos Aires, Iowa y el desarrollo
agropecuario en las pampas y las
praderas (PIEA, 1998), La otra historia. Economía, estado y sociedad
en el Río de la Plata colonial (Imago Mundi, 2002), Trincheras en la
historia. Historiografía, marxismo
y debates (Imago Mundi, 2004),
La Carne Vacuna Argentina (Imago Mundi, 2007), Nuestra gloriosa
insurrección. La revolución anticolonial de Mayo de 1810 (Imago
Mundi, 2010).
Es autor de numerosos trabajos
académicos y de divulgación, como
Artigas y la Revolución Rioplatense, escrito en el 2003, que en esta
edición popular presentamos con su
autorización.
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ARTIGAS
Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE:
INDAGACIONES, ARGUMENTOS Y POLÉMICAS
AL CALOR DE LOS FUEGOS DEL SIGLO XXI
por Eduardo Azcuy Ameghino.
Este favor le debo a Doña Revolución; ¿y habrá alguno que no
se horrorice hasta de su nombre?
Julián Gregorio Espinosa (Vecino
de Buenos Aires y latifundista en la
Banda Oriental, cuyos campos fueron repartidos al amparo del Reglamento Provisorio)
1.
Introducción a propósito
de Argas y los fuegos del siglo
XXI
Cuando un historiador ha dedicado muchos años de su vida al
estudio de un período del pasado y
ha podido expresar los resultados
y conclusiones fundamentales mediante la publicación de una obra
que las sintetiza y cristaliza, (1) retomar luego de una década aquellos
temas y problemas constituye sin
duda un complejo desafío.
Muchas cosas han pasado desde
entonces, incluida la continuidad
de las investigaciones académicas
sobre la economía, la sociedad y la
política del período abierto por el
pronunciamiento revolucionario de
1810, con nuevos aportes asociados
al replanteo de las preguntas y a la
puesta a foco de objetos de estudio
recortados y determinados a partir
de las preocupaciones (y despreocupaciones) estimuladas por los humores intelectuales del fin del siglo
XX y sus formas de manifestación
en el plano historiográfico.
Si bien eventualmente aludiremos a algunos de los trabajos más
recientes, la agenda para estas notas se focaliza en revisitar algunos
problemas, estrechamente asociados a la imagen y la interpretación
del significado del artiguismo en la
historia rioplatense, (2) que no han
sido objeto de mayores debates ni
replanteos durante los últimos veinte años, salvo algunas pocas excepciones. (3)
Insisto, me refiero a algunos, no
a todos los problemas. Especialmente a aquellos que por diversas
razones han sido en diferentes me-
didas excluidos, sino del interés de
los jóvenes estudiantes, al menos
de los programas, bibliografías e
investigaciones, a lo que sin duda
no resulta ajeno cierto rechazo, no
necesariamente razonado, de los
formadores de carreras académicas,
jerarquizadores de temas y líneas de
investigación, que han ocupado el
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centro de los espacios historiográficos rioplatenses desde comienzos
de los años 1980.
En este caso nos referiremos puntualmente al contenido y los sentidos contradictorios de las políticas
de tierras y arreglo de la campaña
formuladas en 1815, a las relaciones
de Artigas con la élite montevideana, y al que he denominado el ciclo social de Artigas, expresión del
itinerario político-ideológico que
probablemente lo condujo desde
su cuna terrateniente al campo de
batalla final, campesino y popular.
Colateralmente, haremos también
mención a la definición prácticodoctrinaria de Artigas frente a la
organización política de los pueblos y provincias emergentes del
dislocamiento del orden colonial,
enfatizando el sentido de “historia
argentina” que también revisten;
aludiendo, por último, al punto que,
siempre mediante escasas y escuetas
alusiones, ha seguido siendo uno de
los más controvertidos del accionar
de Artigas: su intransigencia ideológica expresada en una supuesta falta
de “flexibilidad” política en los momentos más apurados de la invasión
portuguesa a la Banda Oriental y en
sus relaciones con Francisco Ramírez luego de la firma del Tratado del
Pilar.
La selección de estos puntosproblemas se liga directamente con
los que; denominamos, en esta coyuntura, los fuegos del siglo XXI,
esencialmente concentrados en los
efectos negativos de la globalización económica, política, ideológica, cultural y teórica que se ha
impuesto, o se pretende imponer,
desde los centros hegemónicos del
quehacer humano a escala mundial.
Y también, por qué no, con los contrafuegos necesarios.
En general, los hombres comprometidos —o en alguna medida inclinados a estarlo— con una solución
de cambio y transformación frente a
los problemas históricos que afligen
a las grandes mayorías sociales de
la humanidad, suelen descubrir en el
pasado los que Chesneaux denominó “fondeaderos para las luchas de
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hoy”, (4) sintetizando seguramente
un amplio y heterogéneo repertorio
de sucesos unificados por la común
condición de referencias positivas
respecto de las rebeldías y preocupaciones del presente.
Esta es la clave, la palabra que
ordena y jerarquiza: el presente.
¿Cómo no encontrar en el pasado hechos, personas e ideas que
expresen —simbólica, analógica
o aproximadamente— lo que una
parte de la sociedad (siempre es una
parcialidad) actúa, personaliza y
fundamenta en sus prácticas políticas cotidianas?
Claro que hay presentes y presentes. Los vientos del 69 no son
los fuegos del 2003. Correlación
de fuerzas es la clave explicativa.
La acción de los golpes de Estado
represivos y fascistas, como no se
conocían hasta entonces en Latinoamérica, impuso el cierre violento
del ciclo de rebeldía política y lucha
social abierto en los sesenta (y de
las correspondientes preocupaciones historiográficas, ideológicas,
teóricas).
Estos efectos reaccionarios, inmediatos y mediatos, que condicionaron fuertemente las calidades
y posibilidades de las posteriores
transiciones democráticas, se articularon con la derrota de experiencias
revolucionarias que involucraban
a cientos de millones de personas,
cuyo hito culminante fue la restau-
ración del capitalismo en China en
1976.
Luego, la caída del muro de Berlín y el triunfo de las fuerzas del
capitalismo de mercado por sobre
las del capitalismo de Estado, facilitaron la unificación del mercado
mundial y la creación de un nuevo
e inédito momento en las relaciones
entre las grandes potencias, entre el
Norte y el Sur y entre las diversas
clases sociales.
En este contexto surgieron distintas teorías y discursos apologéticos para dar cuenta del nuevo
estado de cosas: el “pensamiento
único”, el “fin de la historia”, el “fin
de las ideologías” y, la más exitosa,
la “globalización”.
Correlación de fuerzas es la clave explicativa. También en relación
con los problemas del trabajo historiográfico; porque si bien resulta académicamente razonable —y
valorado— el esfuerzo por actualizar las agendas de investigación,
replanteando problemas, interpretaciones y preguntas, no debería pasarse por alto la necesidad de realizar un implacable ejercicio intelectual orientado a comprender cómo
el presente nos determina profesionalmente (o sea ideológica, política
y teóricamente) como historiadores,
al igual que como estudiantes, lectores y comentaristas, y de qué manera condiciona la “renovación” de
las preguntas.
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No se trata de problemas sencillos, ni que tornen agradable a quien
los suscita, lamentablemente. El
Che señalaba que “si se respetan las
leyes del juego se consiguen todos
los honores; los que podría tener un
mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la
jaula invisible”. De todos modos
el problema es tan antiguo como
las clases sociales, y no prestarle
atención —dar “por superado” se
dice a veces en nuestra disciplina
respecto de los temas y problemas
fuera de moda, incómodos— no garantiza de ninguna manera que ellos
se hayan resuelto, o sí, pero no del
modo y con el sentido que una parte
de nosotros desea continuar expresando. Los revolucionarios orientales tenían razón en aceptar la lucha
en dos frentes, porque la derrota
prenunciada era el único camino
para la victoria futura. ¿Relaciones
activas entre el pasado y el presente, pensadas desde una perspectiva
antiglobalizadora, por no decir otras
cosas?
O sea que, al volver sobre la figura de Artigas y su significado en
la historia rioplatense, mi primera
reflexión es para el lugar y las circunstancias que entornan el ejercicio. Es decir, el mundo del siglo
XXI: el de la invasión imperialista
en Irak, la masacre del pueblo checheno, el calvario palestino... El de
la América latina de la deuda externa y la vida bajo la línea de pobreza. El del ALCA, el neoliberalismo
y la “tercera vía” del usurpador de
Malvinas.
Según datos del Banco Mundial,
la mitad de la humanidad vive con
menos de dos dólares diarios; el ingreso promedio en los veinte países
más ricos es 37 veces mayor que en
las 20 naciones más pobres; 1.200
millones de personas subsisten con
menos de un dólar diario; en los
países pobres un 50% de los niños
sufren de desnutrición y una quinta parte muere antes de los cinco
años.
Mientras tanto, algunos historiadores dan por “superados” problemas tales como feudalismo-capita-
lismo, formas históricas de transición entre regímenes sociales y políticos, el Estado como clave de la
dominación de los dominadores, la
macrohistoria y los grandes relatos,
el papel de los revolucionarios en
cualquier época, las explicaciones
totalizantes, las determinaciones
estructurales, las luchas de clases,
en fin, por alguna razón todos los
problemas que se superan dibujan
una trayectoria que va de izquierda
a derecha. ¿Qué historia para qué
presente?
Afortunadamente cada vez son
más los profesores e investigadores
que, en las difíciles circunstancias
actuales, resisten las perspectivas
oficiales y las complicidades políticamente correctas. Éste es sin duda
un campo fértil para reunir y articular las nuevas preguntas con las
viejas evidencias y preocupaciones,
con rigor académico y ratificando
que transformar el mundo y cambiar la vida siguen siendo necesidades impostergables.
2.
El reglamento de erras y
las relaciones de Argas con la élite oriental
La propiedad, la seguridad y los
derechos más queridos del hombre
en sociedad estaban a merced del
despotismo y la anarquía.
Fructuoso Rivera
Si Artigas sólo hubiera sido el
jefe del proyecto político más avan-
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zado con el que se encararon las
tareas anticoloniales en la región, y
el principal mentor del federalismo
democrático rioplatense, su papel
histórico sería sobradamente digno
del recuerdo, aun cuando permanecería incompleta la caracterización
de su actuación pública.
¿Fue Artigas un revolucionario
social? Responder negativamente a
este interrogante no debería ocultar
que son varios los aspectos en que
es posible captar su vocación como
gestor de reformas más o menos
radicales en las viejas estructuras
coloniales. En este sentido la innovación más eficaz introducida por
su aporte tal vez haya sido el ejercicio práctico —no coyuntural ni
momentáneo— de un punto de vista
novedoso, expresado en la perspectiva, en más de un aspecto democratizadora, con que abordó los problemas políticos y socioeconómicos
más acuciantes.
Un nivel de expresión de esta
renovación conceptual, aplicada
desde el ejercicio de un poder real
diferente del colonial —”el pueblo
reunido y armado”—, podría ser su
actitud hacia los indios. Para ilustrarlo de manera breve no encuentro
nada mejor que sus propias palabras
al dar por ciertas las quejas de los
naturales de Corrientes: “Yo no lo
creí extraño por ser una conducta
tan inveterada, y ya es preciso mudar esa conducta. Yo deseo que los
indios en sus pueblos se gobiernen
por sí, para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así
experimentarán la felicidad práctica
y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que ellos tienen el
principal derecho y que sería una
degradación vergonzosa para nosotros mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy han padecido por
ser indianos”. (5)
Es sólo un ejemplo entre muchos
que testimonian este rasgo del accionar artiguista, que también puede
observarse en la presencia irregular
pero permanente de los charrúas y
otros naturales entre sus tropas; en
sus intentos de colonización organi-
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zados desde Purificación con el concurso de los guaicurúes y abipones»
y también en su relación con el caudillo guaraní Andresito Artigas, uno
de los hombres que contribuyeron a
vehiculizar las adhesiones más populares que concitó el artiguismo.
Contradictoriamente, el tema de
la esclavitud no se encuentra entre
los problemas sociales de la agenda artiguista, sin que se disponga de
elementos de juicio suficientes que
permitan inferir cómo habría abordado el asunto en caso de haber este
pasado, por alguna razón, a transformarse en un problema prioritario
para su gestión política. (6)
Vale señalar, asociado a la observación anterior, el hecho de que
partiendo de dos o tres objetivos
básicos, la “doctrina” artiguista se
construyó a través del repertorio de
respuestas que a partir de aquellos
logía en la que cree muy firmemente, y que es más consecuentemente
democrática de lo que es entonces
usual en la América española. No
sólo una fe muy firme en el principio de soberanía popular, también
un igualitarismo que no se reduce
por entero al campo político son sus
notas dominantes”. (8)
Dentro de esta línea interpretativa, el “Reglamento provisorio de la
Provincia Oriental para el fomento
de su campaña y seguridad de sus
hacendados” reviste sin duda una
especial significación.
—independencia del colonialismo,
soberanía particular de los pueblos,
liga ofensiva y defensiva—, Artigas produjo frente a los problemas
y vicisitudes inherentes a la lucha
por su consecución, acumulados
durante una década de controvertido liderazgo político-militar. Durante este proceso, estructurándose,
entre otras, sobre antiguas influencias provenientes de su experiencia
compartida con Azara, (7) el jefe
oriental “se fue forjando una ideo-
recortado según nuestra estrategia
de exposición, nos referiremos a
tres líneas de abordaje de la política
agraria artiguista que proporcionan
un arco amplio de posibilidades
analíticas.
Al realizar su valoración de la ley
agraria de 1815, Barrán y Nahum
señalaron: “El reglamento tenía
un primer objetivo político-social:
crear una clase media de propietarios rurales comprometida con el
resultado de la revolución. A él se
La historiografía que se ha ocupado de su estudio, remisa en los últimos años a profundizar en el tema,
produjo diversas interpretaciones
sobre sus objetivos y características.
Al respecto, a modo de un muestreo
doblemente parcial, por limitado y
vinculaba la necesidad de destruir
en sus intereses al enemigo político
(el gran latifundista ‘mal europeo y
peor americano’). Poseía un segundo objetivo económico-social: proporcionar seguridad al hacendado y
sedentarizar al gaucho, elementos
ambos que coadyuvaban a restaurar
la producción”. (9) Estos autores
plantean asimismo que la relación
del reglamento con los grandes hacendados patriotas era ambivalente, ya que si bien los protegía —al
igual que a sus bienes—, también
los intranquilizaba pues el ataque al
derecho de propiedad, aunque fuera
el de los “enemigos”, habría interrogantes de difícil respuesta.
Habiendo llegado a conclusiones
parecidas con respecto a esta ambigüedad constitutiva que signaba al
Reglamento, el equipo de investigación encabezado por Lucía Sala
desarrolló la que todavía continúa
siendo la principal investigación
realizada sobre el tema, (10) cuya
síntesis se ofreció luego en un trabajo donde se afirmaba: “el campo
uruguayo se parcelaba en pequeñas
suertes [...] El sueño roussoniano de
la igualdad de los hombres ante la
ley se hacía realidad sin exégesis
jurídicas ni comentarios mediocres.
Lo que Lenin llamaba el ‘camino
norteamericano’ se abría paso en el
país en el curso de una revolución
radical. La creación de la pequeña
propiedad rural era sin duda el camino avanzado: [...] por él nacían relaciones sociales libres entre hombres
libres. Artigas, al fin de cuentas, era
—y debía serlo— el mejor defensor
de la propiedad privada burguesa,
y el peor enemigo de la propiedad
señorial, simple hábitat de un mundo de subordinaciones personales”.
(11) Más allá del debate que suscita
la caracterización de “revolución
radical”, burgués, adjudicada a la
modulación de la revolución anticolonial dirigida por Artigas, es indudable que el abigarrado universo
conceptual que se despliega en las
líneas citadas contiene muchas de
las claves que permiten comprender
la economía y la sociedad que se había ido formando durante el período
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colonial en las campañas rioplatenses. (12) Sin perjuicio de ello, la
valoración del Reglamento, en este
caso, probablemente cargue un excesivo contenido apologético, dado
especialmente por la asociación con
el “camino americano” del desarrollo del capitalismo en el agro, (13)
toda vez que existen profundas diferencias entre ambas experiencias
históricas. Pues aunque la esencia
de este “camino” es la apropiación
de tierra libre por parte de productores libres —donde cabría la analogía—, en un caso se trata de un país
como Estados Unidos, donde hacia
1865 predominaba el capitalismo,
con fuertes núcleos industriales, y
se repartían tierras públicas de Homestead de 65 hectáreas; mientras
que en el otro, una sociedad atrasadamente precapitalista, se ofrecían
unas 8.000 hectáreas (3 leguas cuadradas), en medio de un tembladeral
político militar que acortaría a unos
pocos meses la aplicación efectiva
del Reglamento.
Un juicio más reciente, suma-
mente crítico respecto de la valoración histórica del papel de Artigas,
es el aportado por Vázquez Franco,
que ha señalado que el Reglamento
de tierras “puede tener otra lectura
y verse como una maniobra, aunque
algo tardía, para tratar de recomponer su ascendiente sobre el defraudado grupo latifundista, atendiendo
a sus reclamos más perentorios; no
porque sí está detrás de esa medida
legislativa nada menos que la Junta
de Hacendados, que concuerda en
todos sus términos con el caudillo”.
(14) Y, afinando su tendencia interpretativa, agrega: “como lo anticipa
el título mismo de la ley, un implacable artículo 27 instituye la leva y
promete embretar al gauchaje en el
corral de las conveniencias de aquéllos, a despecho de las irrealizables
concesiones populistas que el propio
texto contiene. El reglamento, pues,
sería como un cebo para recuperar
una buena proporción de ese activo
intangible que era la confianza que
los grandes y medianos hacendados
habían depositado en él cuando los
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convocó en Mercedes”.
Como puede observarse, según
la óptica de Vázquez la política
agraria de Artigas no se alejaría del
horizonte ideológico ni de los intereses rurales de la élite hacendada,
con la cual sus relaciones se habían
efectivamente deteriorado desde
fines de 1813, problema que analizamos en otra parte de estas notas.
Sin embargo, aun cuando existen
evidencias para asociar a los terratenientes patriotas con la ley agraria, éstas tendrían una eficacia más
discursiva que efectiva toda vez que
el proceso real de la política oriental —y el caos rural, producto de la
historia anterior, la revolución y las
guerras— se hallaba fuera del control de la élite y, en cierta medida,
también de Artigas. En este sentido,
una diferencia no menor entre ellos
sería la absoluta disfuncionalidad
de dicha situación con el interés de
los primeros, mientras que Artigas
encuentra en parte de los actores sociales del desborde y el “desorden”
social a muy firmes sostenedores de
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su poder e influencia política.
Si bien oportunamente hemos
expuesto una perspectiva definida
sobre el papel del Reglamento, (15)
una revisión de algunos aspectos de
su gestación y de las circunstancias
a partir de las que fue concebido
puede contribuir a esclarecer algunas de las líneas de controversia que
han quedado planteadas.
Partiendo de que su fecha de promulgación fue el 10 de septiembre
de 1815, una corta retrospectiva
permite establecer que el 4 de agosto, a través de una carta enviada al
cabildo de Montevideo —que de
hecho controlaba la política urbana__ Artigas exponía con claridad
las medidas que creía apropiadas
para comenzar a reorganizar la situación rural:
sería convenientísimo antes de
formar el plan y arreglo de la campaña, que VS. publicase un bando y
lo transcribiese a todos los pueblos
de la Provincia, relativo a que los
hacendados poblasen y ordenasen
sus estancias por sí, o por medio
de sus capataces, reedificando sus
posesiones, sujetando sus haciendas a rodeo, marcando y poniendo
todo el orden debido para obrar la
confusión que hoy se experimenta después de una mezcla general.
Prefije VS. el término de dos meses
para operación tan interesante, y
el que hasta aquella fecha no haya
cumplido esta determinación, ese
M.I. cabildo Gobernador debe conminarlos con la pena de que sus terrenos serán depositados en brazos
útiles, que con su labor fomenten la
población, y con ella la prosperidad
del país. (16)
Esta nota se cruzó con otra, del
mismo día, en la que el cuerpo capitular se manifestaba
firmemente persuadido en que el
arreglo de la campaña es uno de los
puntos interesantísimos en que debe
fijar la Provincia toda su felicidad.
En este concepto habiendo formado
acuerdo para determinar aquello
más preciso a su fomento, conservación y orden, ha creído y resuelto
por voto unánime ser indispensable
que el Alcalde Provincial Don Juan
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de León y el hacendado Don León
Pérez se apersonen como delegados
de este Cabildo Gobernador ante
VE. con el objeto de acordar todas
aquellas medidas que se creyesen
más conformes al logro de tan importante y benéfico objeto. (17)
Asimismo, para definir las propuestas que se llevarían a Purificación, se convocó a “una Junta de los
Hacendados residentes en esta Capital y sus inmediaciones para que
proponiendo cada uno cuanto fuese
más conducente al objeto deseado
se llevase a dicho Sr. General todo
aquello que mereciese más atención”. (18)
Pocos días después, el 8 de agosto, dirigiéndose nuevamente a los
cabildantes Artigas describe la aguda crisis de la ganadería oriental y
las medidas que considera necesa-
rias para enfrentarla:
vele VS. sobre la conservación de
nuestra campaña según anuncié a
VS. en mi última comunicación. De
lo contrario nos exponemos a mendigar. Cada día me vienen partes de
las tropas de ganado que indistintamente se llevan para adentro. Si VS.
no obliga a los hacendados a poblar
y fomentar sus estancias, si no se
toman providencias sobre las estancias de los europeos fomentándolas
aunque sea a costa del Estado, si no
se pone una fuerte contribución en
los ganados de marca extraña introducidos en las tropas dirigidas para
el abasto de esa plaza y consumo de
saladeros, todo será confusión. Las
haciendas se acabarán totalmente y
por premio de nuestros afanes veremos del todo disipado el más precioso tesoro de nuestro país. Todo
lo pongo en el debido conocimiento
de VS. para la mayor actividad en
sus providencias. (19)
A mediados de agosto volvía a
insistir: “tenga VS. la bondad de
proclamar en los pueblos la necesidad de poblar y fomentar la campaña, según mis últimas insinuaciones,
mientras llega el Sr. Alcalde Provincial y podemos poner en ejecución
aquellas medidas que se crean más
eficaces para la realización de tan
importante objeto”. (20)
El contenido de la propuesta artiguista, que como puede observarse se hallaba claramente delineada
antes de la promulgación formal del
reglamento provisorio, al fijar estrictas obligaciones a los hacendados, enfatizando que en caso de no
cumplirlas “sus terrenos serán depositados en brazos útiles”, resultaba en buena medida ajeno al espíritu
predominante en la élite latifundista
oriental, que había hecho de las estancias de alzados y de las vaquerías
en los realengos la forma principal
de obtención de cueros —incluidos
los de “marcas extrañas”— para la
exportación.
En este sentido tanto las coincidencias como las profundas discrepancias de perspectivas existentes
pudieron observarse en la reunión
que, el 11 de agosto de 1815, congregó en el cabildo de Montevideo
a los miembros del cuerpo de hacendados con el fin de analizar el
estado de la campaña y sugerir las
medidas que el alcalde provincial
debería proponer en la comisión
que se le encomendaba ante Artigas
“para hacerle presente el desarreglo
en la campaña”, según indican las
actas de la sesión.
El análisis de la composición
social de los participantes permite
afirmar que “los propietarios allí
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representados eran el tronco del
gran latifundio del partido patriota;
sus propiedades iban desde las 25
leguas hasta las que sobrepasaban
holgadamente las 200”. (21) Ellos
eran los que el cabildo esperaba
que “reuniendo sus conocimientos formen el plan de arreglo de la
campaña, el que verificado pasará al
gobierno para recibir el sello de su
aprobación”. (22)
Entre los testimonios de mayor interés, uno de los hacendados
presentes en la junta —Fructuoso
Rivera, futuro presidente del Uruguay— señaló “que era del parecer
que ante todas las cosas se pusiese
remedio a los continuos abusos que
públicamente se observaban en los
comandantes y tropa que guarnecen
los pueblos y partidos de la campaña; que ellos, por sí, u ordenando a
la fuerza a los vecinos, hacían extraer de las estancias partidas de ganado, y que la misma arbitrariedad
las faenaban y recogían su producto;
que estos robos eran, precisamente,
unos motivos que arruinaban a todo
hacendado”. (23)
Si bien reordenar y revitalizar
las fuentes de la producción ganadera de la provincia era un objetivo
que se asociaba estrechamente a la
necesidad de obtener los recursos
que sostuvieran económicamente el
proceso político en curso, no deja
de llamar la atención que, al cargar
la responsabilidad por los destrozos
“obre la estructura militar instalada
en la campaña, Rivera cuestionaba
de hecho el accionar de los principales resortes —”comandantes
y tropa”— del poder de Artigas.
Afirmación que, al no ser acompañada por una crítica y/o autocrítica
severa sobre la actitud de los grandes hacendados y sus modalidades
tradicionales de explotación económica de la riqueza ganadera, no
podía ocultar el sesgo sectorial que
la condicionaba.
Precisando su razonamiento,
Rivera señalaba que “aun cuando
dicho ganado lo extrajesen de algu-
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nas estancias que hay abandonadas,
era un perjuicio que se infería a la
provincia, como legítima dueña de
ellas, por ser pertenencias europeas”, lo cual en algún punto impugnaba, de hecho, los mecanismos
mediante los que Artigas obtenía los
cueros que hacían a la caja básica de
su gobierno, de los que aquellos militares cuestionados eran, en parte,
agentes decisivos.
O sea que enfrentando un problema que, para cada sector a su
modo, les resultaba común, la primera opción de Artigas —como se
desprende de los textos citados—
hace recaer el peso de la solución
sobre un cambio de actitud de los
hacendados, mientras que el ocasional mentor de éstos elegía enfatizar
“que ningún vecino podía contarse
seguro, por hallarse indefenso contra tanto malévolo, pues si alguno
intentase oponérsele, sería al momento víctima; y últimamente, que
ninguna medida sería adoptiva ínterin no se cortasen estos abusos”.
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En esta línea, la junta de hacendados resolvió “el pronto acudimiento de tan escandaloso desarreglo,
como base fundamental de todos
los demás males [...] disponiendo se
reuniesen al cuartel general, o a otro
punto que se determinase, todos los
destacamentos, quedando los pueblos guarnecidos de la milicia que
en cada uno debería formarse, y que
aquellos a quienes se les encomendaba, fuesen bien prevenidos del
cumplimiento de su deber, bajo las
más severas penas”. (24)
Lo que no se consideró en el curso de las deliberaciones, o al menos
no se incluyó en las actas escritas,
fue el hecho de que por lo menos
dos meses antes de “acordar” el texto del Reglamento con los representantes del cabildo, Artigas ya había
comenzado a poner en práctica en la
región de Maldonado el que sería su
componente más radical. Allí, el 19
de junio de 1815, Otorgués se había
dirigido al cabildo y comandante
militar:
Debiendo por disposición de mi
Sr. General repartir algunos terrenos de los pertenecientes a la Provincia o a Europeos entre aquellos
individuos o familias pobres que
quieran cultivarlos, dándoles al
mismo tiempo la cantidad de ganados suficiente a servir de base a un
buen establecimiento se ha de servir
VS. hacerlo saber a esos habitantes
para que ocurran a mi cuartel general. (25)
El 12 de agosto, mientras todavía resonaban los ecos de la junta de
hacendados del día anterior, el cabildo se dirigió a Artigas alarmado
porque la reestructuración agraria
comenzaba a ponerse en movimiento con independencia de las deliberaciones de la élite terrateniente
montevideana:
Con fecha 31 de julio dirigió a
este gobierno el Jefe de la Vanguardia Don Fernando Otorgués el oficio del tenor siguiente: ‘Habiendo
de repartir algunos terrenos de los
pertenecientes a la Provincia o a
europeos entre aquellos hombres
laboriosos que quieran cultivarlos
para sí, dándoles un número de ha-
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ciendas capaz de formar un buen
establecimiento tendrá VE la dignación, de hacerlo saber a esos habitantes, y circular este conocimiento
a los Pueblos para que noticiosos
los que gusten disfrutar este beneficio se dirijan al cuartel general que
deberé fijar en el Fraile Muerto, y
tengan de este modo efecto -las miras que mi Sr. General se propone
en esta medida que me recomienda’. Este cabildo gobernador está
persuadido que no puede allanarse
a realizar las; medidas indicadas
del dicho Jefe sin precedencia de
orden de VE comunicada; al efecto,
debiéndose crear el órgano inmediato por cuyo conducto giran las
Supremas de VE respecto a haberse
dignado depositar en él el Gobierno Intendencia de esta Provincia;
de otro modo padecería la salud de
ella funestos contrastes y entorpecimientos, y convencido además de
esto que aquellas resoluciones no
pueden tener el logro conveniente
hasta el arreglo general de la campaña. (26)
Qué otra cosa podían significar
estas líneas sino recordarle a Artigas
el virtual cogobierno que ejercía la
elite montevideana, incluida la veladísima amenaza de los males que
acaso sobrevendrían de su secundarización en asuntos tan sensibles a
sus intereses como el destino de las
tierras orientales.
La respuesta de Artigas del 18
de agosto refleja con claridad dos
de sus convicciones básicas de entonces: la necesidad de mantener la
unidad con los terratenientes y mercaderes orientales que formalmente
se acomodaban a su dirección, (27)
y la urgencia de avanzar con independencia de criterios y decisiones
en la solución del marasmo agrario:
Pasé la orden al comandante
de vanguardia para que pusiese el
orden posible en la campaña y propendiese al fomento de las estancias
[...] La importancia, de esta medida
provisoria y la multitud de negocios que me rodean me privaron de
impartirla por ese conducto. En lo
sucesivo Don Fernando Torgués recabará la aprobación de VS. en la
repartición de terrenos. Entretanto
VS. tenga la bondad de proclamar
en los Pueblos la necesidad de poblar y fomentar la campaña según
mis últimas insinuaciones, mientras
llega el Sr. Alcalde Provincial y podemos poner en ejecución aquellas
medidas que se crean más eficaces
para la realización de tan importante objeto. (28)
El contrapunto, en ocasiones poco
sutil, no se detenía: al día siguiente
el cabildo informaba que para acordar las providencias conducentes
a la organización de la campaña
han marchado ya a la presencia de
VE. el alcalde provincial asociado
del ciudadano León Pérez. Ellos
van a recibir instrucciones de VE.
sobre el particular. El Bando para
que los hacendados reedifiquen sus
posesiones parecería inoficioso en
la actualidad. Nadie emprenderá
el restablecimiento de sus hogares
hasta que no se oponga un dique a
la rapacidad de los forajidos que
inundan nuestros campos, habituados a arrebatar los mejores frutos
del trabajo del tranquilo vecino.
Luego que se provea el remedio a
estos males podrá obligarse a los
hacendados a poblar sus tierras.
(29)
Nótese cómo en la relación
Artigas-elite era el general quien
tenía la prelación, basada en una
correlación de fuerzas militares que
lo favorecía a partir de su relación
directa con las masas armadas que
dirigía, lo cual explica la fórmula
“recibir instrucciones de VE.”; al
mismo tiempo, y al igual que en
Buenos Aires, la prioridad terrateniente apuntaba hacia una solución
policial del desorden rural dirigida
centralmente contra el pobrerío de
la campaña.
Evidentemente al escribir la nota
anterior el cabildo todavía ignoraba
la ratificación hecha por Artigas de
lo actuado por Otorgués, ya que sólo
el 26 de agosto se notifica de las órdenes que éste recibiera “para entablar el orden de la campaña y el fomento de las estancias, e igualmente
de la condicional con que deben expedirse los seguros hasta el arreglo
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
general de la Provincia, como también de la intervención del cabildo
en la distribución de terrenos”. Dicho esto, los capitulares informan
a Artigas que “para el efecto, y dar
principio a las medidas que deben
obrar esta interesante organización,
se ha acordado la publicación de un
Bando en que se invitará a los hacendados a poblar sus respectivas
estancias halagándolos con la protección que dispensará el gobierno
al logro de sus afanes”. (30) Invitar,
halagar, conceptos distintos y distantes del imperioso obligar que se
ordenaba desde Purificación.
El 28 de agosto Artigas manifestaba que el alcalde provincial “aún
no ha llegado a este destino según
VS. me anuncia. Luego que llegue
le daré las instrucciones convenientes. Entretanto coopere VS. a que
los hacendados pongan en planta
sus estancias, de lo contrario poco
habremos adelantado en el entable
de nuestra felicidad”. (31)
El 4 de septiembre volvía a reiterar que “no había llegado el Alcalde
Provincial para ajustar las medidas
precisas para el arreglo y fomento
de la campaña. Entretanto celebro
de que V.S. penetrado de la importancia de este objeto proclame a los
hacendados y propenda a su fomento”. (32)
Teniendo en cuenta la fecha an-
terior, las deliberaciones de Artigas
con los representantes del cabildo y
la junta de hacendados no fueron demasiado prolongadas, ya que el 10
de septiembre el caudillo informaba
al cuerpo capitular que el alcalde
provincial y su asociado marchaban
de regreso a Montevideo: “El resultado de su misión son las instrucciones que presentará a V.S. para el
fomento de la campaña y tranquilidad de sus vecinos, de su ejecución
depende la felicidad ulterior. Espero
que VS. propenderá a que tengan
exacto cumplimiento”. (33)
El reglamento provisorio era una
realidad. (34) Sus artículos recogían
buena parte de las preocupaciones
de los terratenientes orientales, y en
ese sentido evidentemente no apuntaba, ni tiene sentido pensar que ésa
haya sido la intención primaria de
Artigas, a agudizar las fisuras que
se venían observando entre éste y la
elite montevideana. (35)
Y sin embargo, las disputas entre
ellos no quedaron al margen del Reglamento, que al decir de un testigo
“el cabildo miró siempre con fría y
afectada aprobación”, (36) sino que
éste, de hecho, las estimuló, articulándose con otros problemas conflictivos que venían procesándose con
anterioridad. (37) Un buen ejemplo
son las diferencias acerca de quienes debían considerarse “malos
SETIEMBRE 2011 11
europeos y peores americanos” (a
quienes la ley agraria ordenaba expropiar y repartir sus tierras), toda
vez que los integrantes del cabildo
gobernador y su entorno más inmediato formaban parte de redes sociales, económicas y familiares que
en más de un caso los ligaban con
hacendados y mercaderes españoles
de importante figuración durante el
régimen colonial.
Y el problema se agravaba porque, como señaló Larrañaga —calificado observador de los acontecimientos—, más allá de que se
reconocía formalmente la responsabilidad del alcalde provincial
en confiscaciones y mercedes, “lo
adverso de este proyecto consiste
en que casi se deja a discreción de
los comandantes o alcaldes principales de cantón el repartimiento de
las tierras, privando de sus antiguas
posesiones a los propietarios sin ser
oídos y por la sola cualidad de españoles o españolados”. (38)
Estas circunstancias deben ser
especialmente tenidas en cuenta
pues remiten a una problemática
única y más general, consistente en
explicar qué significaba para los distintos actores políticos la revolución
oriental, cuáles eran sus enemigos,
cuáles las medidas adecuadas para
eliminarlos o neutralizarlos; y cuáles los límites o condicionamientos
que la naturaleza socioeconómica
de las diferentes clases, fracciones y
grupos sociales imponían al accionar de los dirigentes que en última
instancia las iban expresando.
Junto a la puesta en práctica
del Reglamento, con la que se imbricaba estrechamente, otro hecho
que se tornaría clave para el futuro
de las relaciones de Artigas con la
élite mercantil-terrateniente oriental fue su determinación de que los
enemigos del sistema radicados
en Montevideo fueran enviados al
campamento de Purificación (sede
del cuartel general de Artigas), para
que allí, exentos de peligrosidad, se
reeducaran a través del trabajo.
Este tipo de iniciativas contribuyó a incrementar las contradicciones y la cada vez más inocultable
12 SETIEMBRE 2011
tensión que caracterizaba la relación entre los dos centros de poder
principales que coexistían en la
provincia, señalando la dicotomía
irreductible del mundo rural insurreccionado bajo la conducción de
Artigas —y otros caudillos y referentes de la campaña— y el centro
político, administrativo y comercial
montevideano, con sus tradicionales representantes, donde todavía
conservaban influencia los antiguos
integrantes del partido realista. En
estas condiciones, la prelación de
Artigas, su jefatura, debe entenderse como un estricto problema de correlación de fuerzas, especialmente
militares, al que la elite social oriental debió acomodarse por cierto que
a disgusto.
En este contexto, el conflicto, aun
cuando se procuraba por ambas partes mantenerlo en un segundo plano,
resultaba inevitable, ya que las conexiones entre los contrarrevolucionarios que resultaban expropiados
por el Reglamento de tierras y los
españoles —y españolistas— enemigos del sistema cuya internación
en Purificación se reclamaba, eran
en numerosos casos sumamente estrechas; tanto como sus vínculos con
muchos de los hombres que controlaban el gobierno montevideano. Al
respecto hay que recordar que entre 1811 y 1814 la capital oriental
se mantuvo bajo dominio español,
y luego hasta febrero de 1815 fue
ocupada por fuerzas directoriales de
Buenos Aires, habiéndose elegido
recién en marzo el primer cabildo
autonómico, (39) emergente directo
de “la parte principal y más sana del
vecindario” aun cuando, es verdad
que los electos formaban parte de
la fracción que, en general, se hallaba más dispuesta a asociar sus intereses con el éxito de un proyecto
político independiente, propuesto
desde la Banda Oriental al conjunto de pueblos y provincias del viejo
virreinato.
Es la eficacia de dichas conexiones la que puede explicar plenamente, por ejemplo, el contenido
de la carta dirigida por el cabildo a
Artigas en agosto de 1815, en la que
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
entidad de unas consecuencias que
pudieran disminuirse en la distancia. (40)
A las presiones del cabildo para
que se atemperaran las medidas
contra los partidarios del régimen
colonial, respondía Artigas transparentando la distancia política que
separaba las posiciones en pugna:
luego de señalar los logros alcanzados hasta poco antes —que atribuyen lisonjeramente al caudillo como
“genio libertador de la banda oriental”—, pasan a lamentarse de que
sea que la suerte haya querido
arrebatarnos este lauro, o que en
verdad nuestros conatos no merezcan la aprobación de VE., ellos
(dichos logros) han sufrido un golpe capaz de anonadarlos con el
extrañamiento de (32) europeos y
americanos cuya marcha hacia esos
destinos está fijada. El cabildo gobernador ha rendido a VE. en este
paso el mayor homenaje de respeto
y obediencia que pueda exigirse a
un magistrado en que se reúnen el
carácter de magistrado con el de
jefe, y las funciones de padre con
las de juez. Él ha violado la fe de
su palabra, ha convertido contra
sí mismo las armas que usó para
restablecer la confianza pública y
el decoro de las autoridades; pero
VE. queda obedecido, y esto basta. Verdad es que la emigración, el
llanto y la zozobra del vecindario
convertirán otra vez este suelo envidiable en un desierto edificado.
Verdad es que el temor de nuevas
expulsiones arrojará a las costas
de la potencia limítrofe los restos de
nuestra población. Verdad es que la
Provincia rival sacará partido de
nuestra consternación protegiendo los tránsfugos. Verdad también
que nuestros corazones palpitan al
contemplarlo [...] No se crea que
el representar a VE. nuestro dolor
tiene otro fin que ilustrarle sobre la
Es de necesidad salgan de esa
plaza y sus extramuros todos aquellos europeos que en tiempo de
nuestros afanes manifestaron dentro de ella su obstinada resistencia
[...] no debe guardarse consideración alguna con aquellos que por
su influjo y poder conservan cierto
predominio en el pueblo. Absuelvan
más bien de esta pena a los infelices
artesanos y labradores que puedan
fomentar el país y perjudicarnos
muy poco. Igualmente remítame
cualquier americano que por su
comportación se haya hecho indigno de nuestra causa (que) acaso
entonces más condolidos no amargaran nuestra época. (41)
Los malos europeos y peores
americanos, blancos de la revolución oriental y del Reglamento
provisorio, seguían sin aparecer,
mientras el cabildo salvaba las apariencias persiguiendo sospechosos
de ninguna peligrosidad, situación,
que no hacía más que estimular y
radicalizar las exigencias de Artigas:
No sé por qué fatal principio,
siempre veo frustradas mis providencias sobre la seguridad de los
españoles; ellos desaparecen de en
medio de los pueblos en los momentos que debían ser aprehendidos
por los patriotas. No sé si será desmayo en los ejecutores, condescendencias en los pueblos o inacción
en los magistrados. Sea cual fuere
el principio los resultados no son
favorables. (42)
En noviembre de 1815, meses
después de dictados el Reglamento
y la orden de confinamiento en Purificación, y en medio de la pulseada
política por su efectivización, Artigas escribía a Rivera, entonces comandante de armas de Montevideo:
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
Dígame por Dios en qué consiste que los europeos no salen de
ese pueblo y que hay tanta inacción
en él que no advierto un sólo rasgo
que me inspire confianza. El gobierno me muele con representaciones
pretextando mil inconvenientes, los
particulares lo mismo; de modo que
me hacen creer que entrando en esa
plaza todos se contaminan. De aquí
nace la falta de uniformidad en la
opinión, unos acriminan a los otros
con sarracenismos y porteñismos,
todo se entorpece y es la causa la
que padece [...] Si no veo un pronto y eficaz remedio aguárdeme el
día menos pensado en esa. Pienso
ir sin ser sentido y verá Ud. si me
arreo por delante al gobierno, a los
sarracenos, a los porteños y a tanto malandrín que no sirve más que
para entorpecer los negocios. (43)
Nótese que estamos analizando
testimonios de las relaciones entre
los dos principales poderes de la
provincia, que cogobernaban bajo
la dirección en última instancia de
Artigas. De modo que los documentos citados no por conocidos dejan
de mostrar en toda su dimensión el
distanciamiento creciente, sólo matizado por los influjos unitarios determinados por las necesidades que
permanecían comunes, que teñía las
relaciones entre la aristocracia montevideana y el líder político-militar
de la revolución. El modo como
Artigas iba conceptualizando los resultados de la experiencia práctica
y cotidiana de la actividad política
orientada a mantener unido el frente
que compartía con la elite oriental,
base de su proyecto estratégico, (44)
no deja lugar a equívocos sobre las
características de la coyuntura en la
que se venía a insertar la nueva política de tierras:
Yo bien advierto que el resultado
es el mismo poniendo el gobierno en
uno que en muchos —escribía Artigas a fines de diciembre de 1815—,
pero siempre sería más difícil la
complotación y como no es mayor la
confianza que hasta el presente nos
han inspirado, tampoco me atrevo
a depositar la confianza en uno que
al fin pudiera dejarnos desagra-
SETIEMBRE 2011 13
dados... Sobre todo creo más fácil
simplificar el gobierno en el mismo
cabildo para los actos judiciales
y de recursos, dejando aquí los de
última apelación, antes que reducir
el gobierno a uno siendo electo por
ellos mismos [...] Quitar de un sólo
golpe las pasiones de esos hombres
es lo más difícil, nunca fueron virtuosos, y por lo mismo costará mucho el hacerlo. (45)
Respecto del breve período durante el cual el Reglamento pudo
ser aplicado sin otro contraste que
la oposición interna que suscitaba,
antes de que el centro de la política de Artigas en la órbita provincial
debiera trasladarse a la lucha contra
la invasión colonialista lanzada por
el gobierno de Portugal en 1816,
es necesario señalar que se trató de
un proceso sumamente complejo y
disputado, con fuerzas que aquí y
allá se manifestaron en direcciones
tenían un conocimiento acabado de
sus contenidos esenciales. En este
sentido conviene también matizar
la idea de un proceso de reparto de
tierras visualizable en todos los casos bajo un mismo aspecto, ya que
resultaría inevitable que las diversas
extracciones sociales de los “sujetos
dignos de esta gracia” —como califica el reglamento a sus potenciales
beneficiarios— determinaran tipo,
grado y modalidad del acceso a las
donaciones.
Quizá podría señalarse como hipótesis organizadora de lo ocurrido,
y como prospecto de futuras revisiones del tema, que se desplegaron al
menos tres escenarios concurrentes
y contradictorios en proporciones
inciertas:
a) Aquel en el que la acción de
los cabildos —no sólo pero especialmente el de Montevideo— facilitó la solicitud de distintas personas
y sentidos encontrados, acelerando,
neutralizando o distorsionando el
despliegue de las expropiaciones de
campos y distribución de estancias.
Así, los tiempos reales de aplicación del reglamento resultaron la
síntesis de diversos factores concurrentes que le dieron características
específicas en cada región de la Banda Oriental, pudiendo aceptarse que
hacia fines de octubre de 1815 todos
los niveles institucionales de poder
vinculadas con las élites dominantes,
al darles conocimiento rápido de la
ley y el favor de sus influencias con
las autoridades de aplicación, comenzando por el alcalde provincial
(46) También pueden incluirse aquí
diversas situaciones en las que el reglamento fue utilizado para dirimir
antiguos litigios por tierras —e incluso para la atención de denuncias
no sólo de estancias sino también de
chacras, donde a las formas colonia-
14 SETIEMBRE 2011
les tradicionales se les superponía el
nuevo instrumento legal—, como el
protagonizado por Juan Uriarte (cabildante de Maldonado) y algunos
vecinos encabezados por Leonardo
Álvarez (rematador de los diezmos
de San Carlos) que se arrastraba
desde los tiempos del virrey Avilés.
(47)
b) El proceso más apegado al
texto y al espíritu del reglamento,
bajo la dirección y control de las
autoridades que él establecía, (48)
que concentra presumiblemente la
mayor cantidad de donaciones y
muestra una relativa heterogeneidad en cuanto a las características
socioeconómicas de los agraciados.
A diferencia del anterior, aquí suele
resultar menor el peso del cabildo
gobernador en la gestión del embargo y reparto (49) en muchos casos
por las distancias y en otros por la
presencia activa de otros factores
de poder, como los comandantes
militares al frente de porciones del
“pueblo reunido y armado”, además
de la mayor cercanía —en ocasiones más política que geográfica—
del propio Artigas. Esta modalidad
posee fuertes zonas grises en sus
solapamientos con las otras dos que
presentamos, relativamente volcadas hacia extremos opuestos.
c) Las confiscaciones y repartos
en los cuales jugaron un papel relevante las partidas armadas compuestas por diversas categorías de
campesinos —los más infelices entre “los infelices” a los que aludía el
reglamento— acaudillados generalmente por hacendados más o menos
pequeños o caudillejos locales, que
solían revestir diversos grados de
comandancia militar. Estos hechos,
que incluyen poblamientos espontáneos, generalmente de antiguos
arrendatarios y agregados, en algunas estancias embargadas y en realengos, se produjeron relativamente
fuera del encuadre institucional general, cabiéndoles la imagen de un
cierto desborde social; fueron enfrentados por el cabildo gobernador
y en algunos casos sostenidos por
Artigas a quien recurrían, como lo
ejemplifica el caso de Encarnación
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
Benítez, (50) en busca de la legalidad que no obtendrían por las vías
institucionales más formales.
Un buen ejemplo de cómo se
cruzan algunas de las perspectivas
e intereses en juego son los campos
de la familia de Francisco Albín.
(51) Presentado fragmentariamente,
el asunto podría comenzar con la
orden del cabildo gobernador —4
de noviembre de 1815— para que
el alcalde de San Salvador impida
las.; faenas que se efectuaban “escandalosamente en las estancias del
Sr. Regidor Don Antolín Reyna, de
los herederos de Albín, de (Miguel)
Azcuénaga y otros, sujetos”. Dado
que se trata de fundos de malos europeos como Albín y peores americanos como Azcuénaga, se podría
suponer que el objetivo es preservar los ganados de la provincia en
campos que seguramente han sido
embargados V sin ser todavía repartidos. Pues no; el problema era evitar “la usurpación de las haciendas
de los vecinos” y hacer cesar “toda
tropa que no fuere hecha por los
respectivos dueños de las haciendas, decomisando los cueros que se
hallaren faenados y entregándolos a
sus verdaderos dueños”. Posteriormente, el 14 de noviembre, el cabildo vuelve a dirigirse al mencionado
alcalde ordenándole que entregue
las estancias de Albín a la persona
comisionada por sus hijos, ya que
por las demoras habidas “han sufrido y sufren los interesados irreparables daños y perjuicios”. El 27 de
noviembre el alcalde responde que
se haya paralizado por órdenes contradictorias, pues según se le indica
desde Colonia por orden de otro de
los hijos de Albín se ha nombrado
un comisionado diferente para recibirse de las estancias en cuestión. El
9 de diciembre los capitulares montevideanos reiteran la orden original, puntualizando que “si se presentaron dos órdenes inconciliables
debió cumplirse la que emanaba de
superior autoridad”. (52)
Ahora bien, ¿cómo continuó esta
historia? En un documento fechado
el 3, de febrero de 1816, Artigas se
dirige al cabildo gobernador mos-
trando una realidad que —aplicación
radical del reglamento provisorio
mediante— aparece bien diferente,
y muy a tono con la volatilidad que
suele afectar las situaciones, a las
personas y las cosas en épocas revolucionarias, cuando todo equilibrio
se hace apenas relativo:
Otros que hubieran sido menos
declarados en contra del sistema
que Albín y sus hijos, serían ciertamente más acreedores a nuestra
benevolencia y respeto. Pero VS. no
ignora que ellos hicieron su mérito
dentro de Montevideo y escandalosamente llaman propias sus haciendas de campo después que con su
influjo activaron la guerra que es el
principio de nuestra ruina y la de los
infelices vecinos. Por lo mismo he
creído más justo acceder al clamor
de éstos y ordenar como ordeno al
Sr. alcalde provincial que aquellas
estancias entren en el orden de las
más agradables. (53)
En suma, aunque asimétricamente, componentes de los tres escenarios presentados se muestran en este
caso tanto en su especificidad como
en su solapamiento e interrelación;
ratificando que dada la situación y
el instrumento —-el reglamento
provisorio— sólo la acción social,
incluida la forma política principal,
iría dirimiendo el sentido orientador del movimiento, él mismo en
parte producto y en parte productor
de una determinada correlación de
fuerzas que en más de un sentido se
acompasaba a esos vaivenes.
Retomando el planteo con que
iniciamos nuestro análisis, unos pocos ejemplos más, focalizados en
el papel específico de Artigas en la
gestión de aplicar el Reglamento,
entregan algunos elementos de juicio complementarios para su valoración.
Así, en relación con los contenidos confiscatorios de la norma, la
posición no dejó lugar a dudas:
Adjunto a V.S. decretada la representación de Doña Martina Saravia. El señor alcalde provincial le
hará poblar su estancia con las restricciones consiguientes al ningún
servicio que tiene hecho a la patria
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
toda su familia. (54)
En otra nota, de enero de 1816,
aludiendo a la situación de un rico
montevideano que durante el año
anterior había formado parte del
cabildo, Artigas les recordaba a sus
antiguos colegas: “Espero igualmente la relación del embargo de la
estancia del ‘Perdido’, de Antolín
Reyna, para determinar lo conveniente sobre el inventario de sus intereses”. (55) Pocos días después, el
8 de febrero, el subteniente de provincia a cargo de los repartos de tierras informaba sobre la presentación
de “varios americanos beneméritos
solicitando suertes de campo como
previene el reglamento provisorio
sacadas éstas de las estancias del
prófugo Don Antolín Reyna”. (56)
Por diversas razones, entre ellas
haber sido objeto de detallados estudios sobre su funcionamiento en
tiempos coloniales, (57) la estancia
de Las Vacas o de las Huérfanas,
puede ser elegida como otro caso
ejemplificador de la aplicación del
reglamento. Este inmenso latifundio, que había pertenecido a los jesuitas y luego a la Hermandad de la
Caridad y Congregación de Niñas
Huérfanas de Buenos Aires, fue distribuido entre por lo menos 21 agraciados en virtud de la orden dirigida
por Artigas al alcalde de Vívoras el
12 de febrero de 1816:
igualmente, y no obstante el
decreto del ministro de hacienda
de Montevideo (?), oficiará Ud. al
Sr. alcalde provincial comisionado
para el reparto de terrenos; a fin
de que según las instrucciones que
tiene proceda al repartimiento de
la estancia de las Huérfanas en el
modo y forma en ellas indicadas.
(58)
Si bien el Reglamento introdujo
por sí mismo un nuevo espacio de
fricciones, no hacía más que abonar
las dificultades de una relación política que, si acaso había sido más
sólida en el pasado, desde fines de
1813 había comenzado a resquebrajarse, como se evidenció en las
diferentes actitudes de unos y otros
frente a los “enemigos del sistema”.
De este modo, y al igual que en el
caso del confinamiento de estos en
Purificación, aplicar o no —o de qué
modo hacerlo— el Reglamento, polarizó aún más las posiciones, como
se observa en una nota firmada por
Artigas el 9 de marzo de 1816:
En las instrucciones dadas al
señor alcalde provincial le fue prevenido diese parte a V.S. de los terrenos repartidos, y que VS. comisionase un regidor que ‘ llevase una
razón de las gracias concedidas.
En esta virtud quedaba al cuidado
de V.S. pasarme una noticia de lo
obrado para mi conocimiento. El
SETIEMBRE 2011 15
término prefijado ya pasó e ignoro
si es omisión del dicho alcalde provincial en no haber empezado aun a
dicho reparto, o falta de prevención
en V.S. Lo comunico para ‘ que ella
tenga su más exacto cumplimiento.
Así será más fácil concebir si se anhela por el fomento de la población
de la campaña. (59)
Y todavía, el 3 de abril de 1816,
insistía: “VS. reconvenga al Sr. Alcalde Provincial para que con brevedad instruya a VS. de los terrenos
repartidos en la , campaña por él
y sus subalternos según se le tiene
16 SETIEMBRE 2011
prevenido”. (60) En esos días el silencio del cabildo contrastaba sonoramente con la amplitud y profundidad que iba adquiriendo, aunque de
un modo geográficamente irregular,
el movimiento de expropiación y
reparto de muchos grandes latifundios coloniales.
Por último, quiero señalar que la
valoración del reglamento no debería soslayar la introducción de una
perspectiva comparativa, en especial con lo que ocurría en la banda
occidental del Río de la Plata, (61)
la que puede contribuir a que el análisis dependa menos de la impronta
ideológica del investigador, focalizándose en lo que efectivamente
ocurría y podía ocurrir dentro del
rango máximo de posibilidades reales, y no imaginarias, que ofrecía la
situación del momento.
Sin perder de vista que se trata de
una alusión al problema más que de
un análisis que requeriría otros medios y esfuerzos, vale recordar que
el 30 de agosto de 1815 el gobierno
de Buenos Aires decretó mediante
un bando que “todo individuo de
la campaña que no tenga propiedad
legítima de que subsistir será reputado de la clase de sirviente”; (62)
por esas casualidades de la historia,
esto ocurría apenas diez días antes
que Artigas dictara su reglamento
para el arreglo de la campaña oriental, (63) cuyo núcleo duro ordenaba la expropiación de los campos
pertenecientes a los terratenientes
españolistas, porteños y orientales
asociados a unos y otros (“los malos europeos y peores americanos”),
mientras que habilitaba para instalarse en ellos a “los negros libres,
los zambos de esta clase, los indios
y los criollos pobres... con prevención que los más infelices serán los
más privilegiados”.
Como puede observarse, sin necesidad de ocultar que el reglamento mantenía la vigencia de mecanismos compulsivos sobre parte de la
población rural (artículo 27) y sin
necesidad de estirar su contenido al
extremo de imaginar que el “camino americano” se habría paso en el
país, el aspecto principal, dominan-
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
te de las dos normas citadas es diametralmente opuesto; tanto como
lo fueron las perspectivas sociales
directoriales y artiguistas. (64) Y no
porque las elites terrateniente-mercantiles de Buenos Aires y Montevideo difirieran en esencia en su
carácter socioeconómico y sus aspiraciones de acumulación de poder
y riqueza, sino porque Artigas va
introduciendo una perspectiva diferenciadora con respecto a ese horizonte mezquino. A esto se refería
seguramente Real de Azúa cuando
señalaba que proviniendo originalmente Artigas de los sectores propietarios y patricios, se caracterizaba sin embargo por ser quien “toma
una coyuntura histórica —en su
caso el levantamiento estanciero—
y le da un contenido mucho más
vasto, más profundo”. (65)
El interés supremo de la Provincia, tal como lo iba expresando la
doctrina artiguista, aparecía cada
vez más desvinculado de todo compromiso sectorial que lo condicionara, siendo presentado como una
tarea común y colectiva. Tarea a la
que, sin embargo, unos estuvieron
más dispuestos que otros, circunstancia que se profundizaba frente a
empresas tan complejas y difíciles
como resistir la invasión portuguesa
o rechazar el hegemonismo directorial. En este caso, los hombres y
mujeres que no tenían demasiado
que perder y algo por ganar fueron,
como en tantos otros momentos y
lugares, los que tendieron a pagar
históricamente los altos precios que
rehusaron los ricos y poderosos.
Por eso, de haber dispuesto de
una correlación de fuerzas más favorable al interior del frente que por
un período formaron junto a Artigas,
es muy probable que la élite oriental
autonomista (para no decir artiguista), el cabildo de Montevideo, hubiera impuesto un reglamento para
la campaña mucho más parecido al
bonaerense, orientado a la pura solución policial, latifundista, para el
desarreglo social y productivo del
medio rural.
Estos problemas-clave del artiguismo, y del período del gobierno
autónomo, constituyen un nudo interpretativo fundamental, pues las
relaciones del líder y el patriciado
encierran toda la complejidad de
un todo en el cual coexistían la unidad y la contradicción, como había
ocurrido desde el propio inicio de
la insurrección oriental. Claro que
al ir transitanto el camino, tan duro
como costoso, de la rebelión bajo la
conducción de Artigas —sostenida
en el pueblo armado—, la unidad y
la coincidencia se fueron haciendo
más formales y ocasionales, y las
contradicciones más profundas y al
fin definitivas, hipótesis que retomaremos al referirnos al ciclo social
del líder oriental.
3.
El ciclo social de Argas
Conocida la historia de la que
Artigas resultara un protagonista relevante, aquellos que la han escrito
de diferentes modos y con variadas
interpretaciones, no han podido
evitar realizar dos señalamientos
puntuales —fuertemente sostenidos
por las fuentes documentales disponibles—, y sin conexión aparente
entre sí, que aquí reuniremos para
su análisis conceptualizados como
el problema del itinerario social de
Artigas. Ellos son su condición de
nieto de fundadores de Montevideo,
surgido del seno de los sectores propietarios y convertido a comienzos
de 1811 en la esperanza de los hacendados y terratenientes rebelados
contra el poder español; y su estrecha relación con los más miserables
y desheredados habitantes del medio rural, graficada durante los últimos combates contra los portugueses, contra Ramírez y en la marcha
hacia el refugio paraguayo.
La pregunta a responder, la historia a reescribir, el problema en fin,
es en qué medida Artigas fue protagonista de un proceso de desclasamiento respecto de la élite oriental,
en qué sentido se podría afirmar que
la traicionó, y, simultáneamente,
determinar hasta donde se puede
afirmar su identificación con los
campesinos (en toda su abigarrada
heterogeneidad regional, racial y
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
productiva) y las castas oprimidas
en el marco de las formas de economía y sociedad heredadas de la
colonia.
Entre las escasas aproximaciones
que se han realizado a este problema, y que a nuestro juicio mantiene
plena vigencia, Real de Azúa consideró apropiada la caracterización
de “desclasado económicamente”,
que podría caberle a Artigas como
resultado de comparar
sus medios, sus servicios y sus
sueldos con las entradas y los méritos de los pudientes montevideanos.
¿Debe sumarse a esto la extrema y
cabal experiencia de unos modos de
vida radicalmente ajenos al ámbito
de la ciudad? Todo debe quedar en
hipótesis pero lo que no es hipotético es el antagonismo entre Artigas y
la urbe patricia. [...] Tampoco cuesta mucho colegir que, desde 1816,
todos sus planes estratégicos daban
por descontada la actitud derro-
tista, o redondamente traidora, de
aquellos. (66)
Retomando algunos apuntes anteriores, y haciéndonos cargo de la
polifonía de nuestro discurso, que
ha tomado aquí y allá observaciones
que nutren el análisis propuesto, es
posible afirmar que desde su juventud Artigas mostraba algunos rasgos
y actitudes que pueden asociarse,
anticipar, o descubrirse funcionales,
con aspectos de su trayectoria posterior: sus años de “Pepe” Artigas,
contrabandista y rebelde a las pautas del orden colonial; su intimidad
con el gaucherío y los pobres de la
campaña —que no se interrumpiría
en los tiempos de blandengue—;
su posición social subestimada por
el patriciado oriental, como se encargó de señalarlo oportunamente
Viana; y también, ciertos rasgos de
su carácter, evidenciados en la firmeza inclaudicable con que defendió —incluso más allá de aciertos y
SETIEMBRE 2011 17
errores— los objetivos que se trazó
durante la década de su actuación
revolucionaria.
Si resulta posible aceptar un ciclo social tal, fue sin duda esta última cualidad la que resultaría la llave maestra de su tránsito desde una
perspectiva terrateniente a otra más
próxima a los sectores campesinos.
Este cambio no fue, desde ningún
punto de vista, algo premeditado,
ni planificado, ni posiblemente siquiera imaginado por el Artigas de
Las Piedras o, incluso, por el del
Congreso de Abril, aun cuando probablemente ya comenzara a percibir
quiénes serían soldados y patriotas
más dispuestos a acompañarlo hasta
el final.
No sé si en pocas palabras lograré llamar suficientemente la atención sobre, proceso que detrás de
su complejidad y densidad histórica
parecería dotado de una simpleza
tan extraordinaria como eficaz en
términos explicativos: la apariencia
18 SETIEMBRE 2011
de que Artigas cambió encubre la
esencia de su inmovilidad doctrinaria fijada quizás en las Instrucciones
del año xiii—, y el movimiento de
los diversos actores políticos y sociales confrontados con el saldo de
pérdidas y ganancias que les acarreaba la adhesión a la causa -anticolonialismo, soberanía particular
de los pueblos y liga ofensiva y defensiva- sostenida a rajatabla por el
líder oriental.
Identificar los momentos esenciales, los quiebres y repliegues de
esta historia exige explorar simultáneamente los cambios que se van
produciendo en la unidad original
de la clase terrateniente oriental articulados con los capítulos más relevantes de la evolución política del
frente único patriota que se plasmó
a partir del Grito de Asencio.
Durante los primeros cuatro
años de revolución y guerras, desde el comienzo de la insurrección
agraria de 1811 contra el poder español hasta la entrada de las tropas
de Artigas en Montevideo en 1815,
la élite de mercaderes, saladeristas,
terratenientes y grandes hacendados, orientales, fue objeto de fuertes
estremecimientos y cambios tanto
en el plano más estructural de lo
socioeconómico —incluidas las
situaciones patrimoniales— como
en el altamente volátil de las definiciones y adscripciones políticas,
originados en los vaivenes de la, lucha anticolonial, las intervenciones
militares portuguesa y porteña, y los
conflictos internos de la dirigencia
oriental autonomista.
El pronunciamiento antiespañol
en el Uruguay, motorizado por una
rebelión agraria y bajo la forma de
marcha del campo a la ciudad, que
luego de la victoria patriota en la
batalla de Las Piedras derivó en el
asedio de Montevideo, generó un
fuerte clivaje, una primera gran división que afectó especialmente a
la cúpula terrateniente, ya que una
parte considerable de los más grandes propietarios “ausentistas”, al
igual que el grueso del gran comercio, se plegaron a las fuerzas de la
reacción realista, siendo muchos de
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
ellos españoles de nacimiento.
Esta fracción, varios de cuyos
componentes eran también saladeristas, barraqueros y mercaderes
intermediarios, perdió el control
de sus vastas posesiones rurales, al
tiempo que no formó parte del frente patriota, que de esta forma pudo
evitar la influencia directa del grupo
más retrógrado de los terratenientes
latifundistas.
Posteriormente, los hacendados
que se plegaron inicialmente al
movimiento revolucionario, hegemonizándolo, sufrieron una nueva
fractura político-ideológica, de gran
magnitud, al bifurcarse las posturas
pro porteñas de las que optaron por
la reafirmación de la soberanía particular de los pueblos orientales.
Este proceso comenzó en forma
larvada apenas el grupo encabezado
por Artigas comenzó a manifestar
que su conducta política no se conformaría con el rol que se le había
reservado al ser nombrado teniente
coronel a las órdenes del gobierno
de Buenos Aires. (67) Posteriormente, luego de la firma del Tratado
de Pacificación mediante el cual el
Triunvirato negoció la retirada de
las tropas, portuguesas del Uruguay
a cambio de reconocer al gobierno
español de Montevideo, en una significativa carta a la Junta del Paraguay del 7 de diciembre de ; 1811,
Artigas manifestó que ello ocurrió
a pesar de que los jefes orientales
habían solicitado que “no se procediese a la conclusión de los tratados
sin anuencia de los orientales, cuya
suerte era la que se iba a decidir”.
Me quiero detener; un momento en
este documento, para señalar que
allí, al dar cuenta de sus ideas y
sentimientos frente a las consecuencias del levantamiento del sitio de ,
Montevideo, quedó retratado el momento inicial del quiebre político de
Artigas, de su desengaño respecto
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
SETIEMBRE 2011 19
de lo que podía esperar de las autoridades de Buenos Aires:
Yo entonces reconociendo la
fuerza de su expresión y conciliando mi opinión política sobre el particular con mis deberes, respeté las
decisiones de la superioridad sin
olvidar el carácter de ciudadano; y
sin desconocer el imperio de la subordinación recordé cuanto debía a
mis compaisanos. (68)
En estas circunstancias se produjeron las dos primeras asambleas
de los patriotas orientales, una en la
Panadería de Vidal y la siguiente en
la quinta La Paraguaya, (69) donde
Artigas fue erigido en cabeza militar
por los vecinos y asistentes al even-
visionista de Sarratea en 1812, (70)
cuando logró la defección de notorios dirigentes orientales.
ofreciéndoles oro, charreteras y
galones, que Artigas no podía darles; y como no todos los hombres tienen la virtud suficiente para conformarse con la miseria y las privaciones, don Eusebio Baldenegro, don
Ventura Vázquez, Baltar Bargas,
Viera y otros, se dejaron seducir, y
enseguida los pidió Sarratea con
los cuerpos que cada uno mandaba
para formar como contingente de la
Provincia Oriental en el ejército nacional. Artigas los entregó sin decir
una palabra, mas quedó resentido
por la conducta de unos hombres
la orientación y las resoluciones del
Congreso de Abril, formalizadas en
las instrucciones que se les dieran a
los diputados a la Asamblea del año
XIII. Durante el curso de las deliberaciones una parte significativa de
la dirigencia provincial, estimulada,
además de por la lesión militar de
las fuerzas porteñas, por la promesa de algunas dádivas económicas,
(72) desconoció la conducción de
Artigas y revisó la orientación política que éste continuaba sosteniendo. De acuerdo con la crónica
de los sucesos realizada por uno de
los participantes que resistió sus
conclusiones, “el objeto que principalmente se proponían el presidente
to; poco después, ante la retirada de
las fuerzas porteñas, se gestaría ese
gran torbellino desestructurador de
buena parte de las relaciones ; sociales tradicionales que fue el forzado éxodo de los habitantes de la
campaña rebelada mediante el cual
se evitó quedar nuevamente bajo el
dominio español.
Con estos antecedentes, el primer capítulo de la división —ya con
cierto grado de formalización— de
la dirigencia oriental en aporteñados y autonomistas se puede asociar
con el resultado de la actividad di-
en quienes había depositado su
mayor confianza, y desde entonces,
quizá, tuvo cierta predilección por
los gauchos, pues, le he oído decir,
que había encontrado más virtud o
constancia en ellos, que entre los
hombres de educación. (71)
A fines de 1813, un nuevo suceso
contribuyó a la formación del clivaje que analizamos: el Congreso
de Capilla Maciel, reunido inicialmente con acuerdo de Artigas, se
transformó, a instancias de la política directorial operada por Rondeau
en una maniobra destinada a revisar
como algunos de los vocales que tenían séquito en el Congreso, no era
el bien de esta provincia sino el que
ciegamente obedeciese y quedase
sujeta al supremo gobierno”. (73)
La crónica de Castellanos enfatiza que los representantes presentes
carecían “de la libertad necesaria
para tales cosas, y que sólo enmudecían de terror y espanto”. Sin embargo, a pesar de las fuertes presiones que efectivamente existieron, es
innegable que en Capilla Maciel se
manifestó una perspectiva política
que expresaba las profundas dife-
20 SETIEMBRE 2011
rencias que tempranamente comenzaban a dividir las opiniones de la
élite oriental. En este contexto deben entenderse las afirmaciones de
uno de los electores, que expresando el pensamiento del grupo más
aporteñado señaló: “¿Quién es don
José Artigas para dar leyes y prescribir reglas a los representantes de
los pueblos de esta Banda?”. (74)
Sin duda, estos sucesos y la retirada posterior de Artigas del sitio a Montevideo —seguido por la
mayoría de las tropas orientales—,
abrieron un abismo entre los secto-
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
res de la élite mercantil-terrateniente que decidían asociar su suerte y
fortunas al éxito de la política directorial y los que prefirieron apostar
a las posibilidades que podría abrir
la conquista de la autonomía —e incluso, para algunos, la independencia— por la que se acababa de jugar
Artigas.
Después de los sucesos ocurridos
durante la emigración y en Capilla
Maciel, el tercer hito de la ruptura
del frente patriota oriental se produjo luego de la rendición de las
fuerzas españolas sitiadas en Mon-
tevideo, cuando las tropas de Buenos Aires al mando de Alvear instalaron allí el primer gobierno criollo.
En estas circunstancias, y pese a
su composición porteña, el nuevo
poder fue apoyado por la fracción
principal del gran comercio, buena
parte del sector latifundista y otros
dirigentes políticos referenciados
en los anteriores, que compartiendo con Buenos Aires la orientación
antiespañola de la hora, la hallaron
más funcional —y sobre todo más
concreta e inmediata— a la defensa
de sus intereses económicos y comerciales que la línea de confrontación y soberanía particular que
proponía Artigas.
Estas variaciones en el panorama
político explican la apariencia de
mayor radicalización que van adoptando las posturas artiguistas (en
realidad se trata de principios que
permanecen inalterados frente a un
entorno cambiante que les proyecta
otras tonalidades) (75) así como la
tendencia a apoyarse cada vez más
en el campesinado de paisanos pobres, incluidos gauchos, indios y
negros libertos, que comenzaban
a sentirse representados, y aunque
fuera en pequeña medida el hecho
no dejaba de ser extraordinario, por
un Artigas que continuaba expresando centralmente los intereses de
los hacendados que se mantenían
enemigos de España y Portugal,
mientras simultáneamente resistían
la dominación bonaerense-directorial.
Luego de la derrota de las tropas
invasoras bonaerenses en la batalla
de Guayabos (enero de 1815), y de la
posterior evacuación directorial de
la Banda Oriental, la instalación de
un gobierno capitular autónomo en
Montevideo “ mostró el fenómeno
político de la reunificación, a nivel
de la élite socioeconómica, de los
sectores más autonomistas con una
parte de los aporteñados —excluida
la fracción extrema que se replegó
hacia Buenos Aires—, rápidamente
reconvertidos al “artiguismo” luego
de la retirada de Alvear.
En este contexto, como se ha señalado en el apartado anterior, entre
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
marzo de 1815 y julio de 1816 se
produjo la coexistencia de una suerte de doble poder político (Montevideo-Purificación), solapado con la
dirección militar y la influencia de
masas que daba prelación al grupo
de Artigas, durante el cual la unidad
y la lucha entre ambos tiñeron sus
relaciones políticas, crispando socialmente el frente de clases, fracciones y grupos que sostenían el
autonomismo oriental.
Esta situación sería violentamente alterada por la invasión portuguesa de agosto de 1816, que impuso la
tercera y definitiva gran división de
los hacendados y comerciantes que
permanecían dentro del cauce artiguista, concretada cuando la élite
montevideana adoptó una posición
conciliadora y colaboracionista con
el invasor extranjero.
El relato de Larrañaga sobre la
caída, en 1817, de Montevideo en
poder lusitano es elocuente al respecto: “entró en esta plaza solemnemente el general en jefe Barón de la
Laguna, en medio de la municipalidad y bajo palio, dirigiéndose a la
plaza mayor, y a la santa iglesia matriz, donde se cantó misa de gracias,
finalizándose la función con un Te
Deum en medio de las aclamaciones y universal regocijo”. (76)
Esta descripción se corresponde
con los dichos del síndico del cabildo cuando, ya instalados los portugueses en la capital oriental, afirmó
que “sólo la violencia había sido
el motivo de obedecer y tolerar a
Artigas”, lo cual entrañaba el reconocimiento formal de las profundas
diferencias económicas, políticas,
ideológicas y diplomáticas a partir
de las cuales el líder rural había ido
construyendo una identidad oriental
diferenciada cada vez más ajena a
las necesidades de la cúpula mercantil-terrateniente regional.
Tan diferenciada, que la ajenitud discursiva se hace absoluta, por
ejemplo en las declaraciones favorables al colonialismo portugués
—cualesquiera fueran las razones
que las motorizan— que realiza
el cabildo montevideano en 1817:
“Atento a haber desaparecido el
tiempo en que la representación del
cabildo estaba ultrajada, sus votos
despreciados, y estrechados a obrar
de la manera que la fuerza armada
disponía; vejados aun de la misma
soldadesca, y precisados a dar algunos pasos que en otras circunstancias hubieran excusado, debían desplegar los verdaderos sentimientos
de que estaban animados, pidiendo
y admitiendo la protección de las armas de S.M.F. que marchaban hacia
la Plaza”. (77)
A partir de estos sucesos, la ruptura del frente social y político que
lideraba, Artigas se profundizaría,
debilitándolo cada vez más, con las
defecciones de muchos de los jefes
que habían contribuido a sostener el
“sistema de los pueblos libres”. Algunos, comandantes militares como
Rufino Bauza, Bonifacio Ramos,
Manuel Oribe, etc., abandonaron la
SETIEMBRE 2011 21
lucha a fines de 1817 y se refugiaron en Buenos Aires; mientras que
otros dirigentes artiguistas, de la
primera línea, traicionaron abiertamente su patria y se sumaron a los
invasores, contándose entre ellos
Juan José Durán, García de Zuñiga
y Fructuoso Rivera.
Para todos éstos, como antes
para los mercaderes y latifundistas montevideanos, el futuro, si es
que lo había, aparecía más asociado
al Directorio o al Barón de la Laguna que a la hueste cada vez más
tumultuaria, popular y, por qué no
revolucionaria, que sostenía todavía
al poder artiguista, empeñado en
desarrollar la guerra de guerrillas
contra la invasión portuguesa y en
capitalizar la fuerte influencia que
ejercía en los pueblos de Corrientes,
Misiones, Entre Ríos y Santa Fe,
expresada en las alianzas —algunas
22 SETIEMBRE 2011
extremadamente inestables— concertadas con los grupos y caudillos
dirigentes en esas regiones.
La otra cara de esta probable historia del tránsito social de Artigas, la
opuesta al abismo que se fue construyendo entre los contenidos de su
línea política y las necesidades más
inmediatas de mercaderes y terratenientes, fue el puente que se fue
tendiendo con las masas armadas
que acaudilló desde el comienzo de
la insurrección, respecto de las cuales había afirmado —y no hemos
hallado ningún testimonio que lo
desmienta— que “ninguno de mis
soldados es forzado, todos son voluntarios y decididos por sostener
su libertad y derechos”. (78)
Todo fue fruto de la experiencia
práctica, con conclusiones que difirieron según la modulación política
que la leyera. De esta manera, el itinerario social que analizamos parece estar estrechamente asociado con
las lecciones que Artigas fue extrayendo del balance de lo cotidiano,
es decir de los vaivenes que el estado de guerra permanente, las durísimas condiciones de vida y las escasas oportunidades de conservar los
patrimonios rurales (de los que eran
propietarios de tierras y/o ganados),
imponían en las conductas y actitudes de los diferentes integrantes
del frente artiguista. Aunque apenas
ilustrados en este trabajo, los resultados estaban a la vista, por lo que
resulta lógico suponer que son ellos
los que explican que Artigas fuera
“separando de sí a muchos hombres
decentes, de quienes había tocado el
poco interés en arrostrar una guerra
sin recursos”. (79) Y también que
dirigiéndose a uno de sus colaboradores más cercanos —Miguel Barreiro, primo, secretario e integrante
calificado de la dirección artiguista— ventilara sus sentimientos más
íntimos, al reconocer: “Yo siento
muy buenos los paisanos y este es
mi mayor consuelo”. (80)
Refiriéndose a la relación de Artigas tanto con la cúpula como con
la base social del movimiento patriota —y a los niveles inferiores de
liderazgo emergentes de ella—, un
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
testigo de los sucesos señaló que
quizá Artigas ignoraba muchas
cosas de las que hicieron éstos, y
tal vez los toleraba por necesidad,
pues precisaba de hombres que le
habían dado tantas pruebas de adhesión, y que tenían algún partido
entre el gauchaje del país. Muchas
veces lo oí lamentarse de que pocos hijos de familias distinguidas
del país quisiesen militar bajo sus
órdenes, tal vez por no pasar trabajos y sufrir algunas privaciones;
que esto le obligaba a valerse de
los gauchos, en quienes encontraba
más resignación, más constancia y
consecuencia [...] Hablaba de este
asunto muchas veces en presencia
de extranjeros respetables, enviados de Norteamérica, etc. (81)
El mismo memorialista ilustra sus
comentarios anteriores —al tiempo
que nos llama la atención sobre otro
espacio de conflictividad— relatando que en alguna oportunidad Francisco Javier de Viana, integrante
del patriciado oriental que se había
pasado al bando directorial, le preguntó a su padre: “¿Cómo se figura
que un Viana habría de aceptar las
órdenes de un Artigas?”.
Otra referencia consistente con
las anteriores es el testimonio que
Cáceres atribuye a Monterroso, (82)
que probablemente sintetice la opinión de los dirigentes artiguistas del
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
SETIEMBRE 2011 23
último período, signado por la invasión portuguesa, cuando las contradicciones políticas y sociales habían
alcanzado la máxima tensión:
Desengáñense ustedes, en esta
época se encuentra más virtud en
la ignorancia que en la ilustración,
echen una ojeada a los pueblos de
Misiones y verán que aunque son
los más ignorantes, son los que tienen verdadero amor al sistema, que
han ido a Corrientes, a Entre Ríos,
e irán donde quiera que los llame
la necesidad de salvar a la patria.
(83)
Por último, quisiera cerrar esta
pequeña serie de testimonios que
presentamos en calidad de elementos de juicio esenciales para pensar
el itinerario social de Artigas, transcribiendo el texto de una carta que
le enviara en junio de 1815 al gobernador de Corrientes: “En tiempo
que defendemos la justicia es preciso que ella resplandezca en todas
sus atribuciones. El pobre no está
excluido de ella y me es muy sensible verlos caminar inmensa distancia por una cortedad. Eso mismo
manifiesta la justicia que expone
Juan Ovelar contra el alcalde Cabral
por no haber sido oído, ni menos a
los testigos que acreditaban su propiedad. Esto no es regular, ni decente, ni justo. Oigale V. en caridad y
practíquese esta conducta con todos
los infelices. Borremos esa manía
o bárbara costumbre de respetar la
grandeza más que la justicia. Los jefes deben dar el ejemplo”. (84)
4.
Epílogo prolongado para
una experiencia histórica revulsiva
Que vaya cayendo el crédito de
ese demonio, pues como Ud. sabe,
la mayor fuerza de este enemigo es
la opinión, y ésta es la que debe minársele por todas partes.
Sarratea a Ramírez,
julio de 1820
Una de las principales conclusiones que se extraen luego de estudiar
críticamente lo que suele denominarse “el artiguismo”, es que en una
época en la cual los actuales países
24 SETIEMBRE 2011
de Sudamérica distaban todavía de
existir como tales, y los pueblos y
las provincias que habían permanecido subyugados por el colonialismo
español comenzaban tortuosamente
su organización política e institucional, Artigas fue el dirigente que
mejor expresó la que podríamos denominar corriente más democrática
—por decididamente anticolonial y
moderadamente reformista del viejo
orden socio económico— que emergiera en el Río de la Plata producto
del pronunciamiento revolucionario
de mayo de 1810.
Esta relación es uno de los problemas más interesantes, y más
ocultos, de la interpretación del
papel del artiguismo en la historia
rioplatense, probablemente debido
a las dificultades que existen para
reconocer el carácter común y compartido de este tramo de la historia
de argentinos y uruguayos. Al respecto, se comprende que para las
clases dirigentes de ambas bandas
y sus respectivas historias oficiales resulte inconveniente otorgar
centralidad a un proceso que, entre
otros efectos, en un caso señala críticamente los aspectos más oscuros
de los gobiernos instalados en Buenos Aires, y en el otro obstruye la
construcción de la mitología nacional que sustenta el discurso dominante. Menos claras, sin embargo,
están las razones por las que las
corrientes políticas e intelectuales
opositoras y críticas de los rumbos
tradicionales no han profundizado
en la imbricación de los significados revolucionarios de dirigentes
como Moreno, Castelli y Artigas,
especialmente pensando en aquellos
“fondeaderos” que mencionamos al
comienzo de estas notas.
Esta hipótesis es exactamente la
opuesta a la formulada por los fundadores de la historia tradicionalmente oficial de la Argentina: “los
dos, usted y yo -escribió Bartolomé
Mitre a Vicente Fidel López—, hemos tenido la misma predilección
por las grandes figuras y las mismas repulsiones por los bárbaros
desorganizadores como Artigas, a
quien hemos enterrado histórica-
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
mente”. Esta condena se asocia estrechamente a lo actuado por la elite
gobernante porteña de la década
revolucionaria que, dada la intimidad entre las posturas de Artigas y
las propuestas de unidad confederal
de las provincias, relegó “la palabra
federalismo al ámbito de lo demoníaco y, vinculándola a la también
furiosa demonización de la figura
del caudillo oriental, asoció federalismo con anarquía, desterrándola
así, con transitorias excepciones,
del escenario político bonaerense
durante la mayor parte de la primera
década revolucionaria”. 85
Y sin embargo, ese “bárbaro”
fue, como hemos visto, tal vez el
mayor reformador social que formó
parte de la dirigencia criolla independentista entre 1810 y 1820, y
también, seguramente, el principal
promotor del federalismo revolucionario como forma de unir e integrar en y para la lucha a los pueblos
del estallado virreinato. ¿Interesan
estas cualidades, y la posibilidad de
explorar en ellas, a la historiografía
de la época de la globalización?
En los últimos años, en la Argentina se han reactivado los estudios
sobre el tema del origen de la nación argentina, el federalismo, los
derechos de los pueblos, las formas
de representación, etc.; (86) en los
cuales es de esperar que Artigas
vaya ocupando un lugar cada vez
más central, que no debe quedar reservado exclusivamente a los historiadores uruguayos, en tanto siempre será más enriquecedor articular
estos aportes con los provenientes
de una perspectiva analítica “argentina” del asunto.
Al respecto, es sabido que la
doctrina artiguista en materia de
organización política e institucional de los pueblos emergentes de la
revolución anticolonial se asentó en
unos pocos conceptos medulares:
soberanía particular de los pueblos,
vida política, gobierno inmediato, y
liga ofensivo-defensiva, en la perspectiva de organizar el “sistema de
la confederación para el pacto recíproco con las provincias que formen
nuestro Estado”, como lo señala el
artículo 2 de las Instrucciones del
año XIII. Dichos principios organizativos se plasmaron en diferentes
momentos y medidas, con matices
y asimetrías, en las experiencias de
los pueblos y provincias de Santa
Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Córdoba y la Banda Oriental,
generalmente en conflicto con las
orientaciones centralistas emanadas
de los gobiernos de Buenos Aires.
El “sistema” de organización
institucional, o mejor dicho, las vías
concretas de aproximación hacia
ese objetivo que estableció el artiguismo, fueron, a diferencia de las
dos modulaciones más habituales
en la época —sesgadas respectivamente hacia el separatismo defensivo o la delegación centralizadora—,
un instrumento que mantuvo hasta
el final habilitados dos filos conceptuales y políticos, los dos núcleos de
la propuesta organizativa: unidad y
autonomía. Esto explica que Artigas
y los directorios que se sucedieron
no sólo confrontaran cuando se reclamaba el ejercicio autonómico de
la soberanía particular de los pueblos, sino también cada vez que,
confundiéndose en cuanto a sus
aspiraciones, la aristocracia porteña, flaqueando en su ilusión de someterlo, le ofrecía —sorprendentemente sin éxito— la independencia
absoluta de la Banda Oriental. En
este sentido, la línea de Artigas, que
podía reconocer un origen cercano
al esquema de lucha de puertos por
el dominio de vastos hinterlands
productivos y comerciales, perduró
mucho más allá de la disponibilidad
de esos puertos y de la adhesión de
sus principales operadores y beneficiarios, las élites tendero-pastoriles
uruguayas, que prefirieron los negocios seguros a los grandes negocios, el continuismo a bajo costo y
riesgos acotados a la inseguridad de
construir renovados escenarios socioeconómicos.
Para el artiguismo los pueblos
forman la provincia y ella se constituye en un estado a partir de cuya
existencia se plantea la unidad confederal; estos estados provincias
son los sujetos, tal como se planteó
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
en las resoluciones del Congreso
de Abril de 1813, que debían conformar las provincias unidas. En
este sentido, las ambigüedades y la
influencia de lo que Vilar aludiera
como “la precocidad del patriotismo lingüístico”, (87) no hacen más
que marcar las impotencias e imposibilidades inmediatas. Y sin embargo, aunque las provincias unidas no
existían como tales en la materialidad estructural de las realidades políticas y jurídicas, de algún modo se
hallan presentes en las ideas —por
ejemplo de Artigas— que de terminaban y condicionaban acciones co-
lectivas realmente existentes, (88)
y de comprobada eficacia práctica
más allá del signo de sus resultados
inmediatos.
En este sentido, como señaló
Chiaramonte, “si existían factores
de unión entre los pueblos rioplatenses que emergieron del desplome del imperio español, también es
cierto que ellos no alcanzaban a conformar el fenómeno de una nación”;
(89) afirmación válida siempre que
se acompañe del reconocimiento de
que la revolución anticolonial significó el inicio de su construcción,
(90) hipótesis a partir de la cual se
SETIEMBRE 2011 25
pueden interpretar cabalmente algunos episodios característicos del
proceso artiguista en sus relaciones
con el poder central.
Apenas como una pequeña enunciación de ejemplos, dirigidos por
otra parte a tomar distancia de las
visiones economicistas de la formación de la nación, quiero recordar
que en 1813, al fundamentar su propuesta acerca de que: los orientales
reconocieran a la Asamblea Constituyente por pacto y no por obediencia, Artigas señaló que “esto, ni por
asomos, se acerca a una separación
nacional: garantir las consecuencias
del reconocimiento no es negar el
reconocimiento”. (91)
Una segunda muestra del contenido del pensamiento de Artigas
acerca de cómo concebía la organización política de los pueblos y
provincias rebelados contra España,
son las expresiones vertidas durante
el diligenciamiento de la misión encomendada en 1814 por el Directorio a sus negociadores fray Mariano
Amaro y Francisco Candioti, con
el objetivo de alcanzar un entendimiento con el líder oriental.
En el texto del tratado o plan
consensuado con Artigas para el
restablecimiento de “la buena armonía”, luego de reconocerse la independencia de los pueblos orientales
y entrerrianos, en el artículo 42 se
aclaraba expresamente: “Esta independencia no es una independencia
nacional, por consecuencia ella no
debe considerarse como bastante a
separar de la gran masa a unos ni a
otros pueblos, ni a mezclar diferencia alguna en los intereses generales
de la revolución”. (92) Este acuerdo
fue finalmente rechazado por Posadas que, estimulado por la toma
de Montevideo por Alvear el 20 de
junio, afirmó que la Banda Oriental
debía “reconocer la unidad del gobierno de las demás, para lograr de
su influencia lo que no puede por sí
sola”. (93)
La última referencia que deseo
presentar alude a otro intento directorial de negociación con Artigas, estimulado por la necesidad de
ganar tiempo luego de la caída de
26 SETIEMBRE 2011
Alvear, tramitado mediante el envío
-en junio de 1815— de la misión
Pico-Rivarola. Durante las negociaciones aparecerían claramente
expresadas las ideas-fuerza principales del artiguismo, en especial
la ratificación de que no debía confundirse soberanía particular con
independencia absoluta, tal como
surge del punto 12 de la propuesta
de Tratado efectuada por Artigas:
“La Banda Oriental del Uruguay
entra en el rol para formar el Estado
denominado Provincias Unidas del
Rio de la Plata. Su pacto con las demás provincias es el de una alianza
ofensiva y defensiva. Toda provincia tiene igual dignidad, e iguales
privilegios y derechos; y cada una
renunciará al proyecto de subyugar
a otra. (94) La Banda Oriental del
Uruguay está en el pleno goce de
su libertad y derechos; pero queda
sujeta desde ahora a la constitución
que organice el Congreso General
del Estado legalmente reunido, teniendo por base la libertad”. (95)
La distancia entre las dos posiciones, tanto como la incomprensión y/u oposición porteña de la
verdadera naturaleza del reclamo
artiguista, al que calificaban de
“exótico”, (96) queda patentizada al
contrastar la propuesta anterior con
el primer punto del borrador directorial: “Buenos Aires reconoce la
independencia de la Banda Oriental
del Uruguay, renunciando a los derechos que por el antiguo régimen le
pertenecían”. (97)
Como puede observarse, y sin
perjuicio de las necesarias revisiones
del tema a la luz de nuevas preguntas y preocupaciones, la elaboración
artiguista sobre las pautas más apropiadas para orientar la organización
política y jurídica de los pueblos
y provincias no deja lugar a dudas
acerca de sus contenidos esenciales,
inmodificados a pesar de formularse
tanto en condiciones apuradas como
las de 1814 o más favorables como
las del año siguiente.
En este sentido, siempre será de
utilidad guiar las nuevas investigaciones! por la hipótesis formulada
en su momento por Sala, De la To-
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
rre y Rodríguez, refrendada luego
por Ansaldi, con respecto a que en
1820, con la derrota del artiguismo,
“muere el ‘carácter revolucionario
del federalismo’ y concluye la fase
revolucionaria”. (98)
Para finalizar nuestra revisión
de algunos aspectos del artiguismo,
quisiera entrar brevemente de lleno
en el campo de las polémicas y las
críticas más asociadas al escepticismo y el posibilismo disparados por
los fuegos posmodernos y globalizantes, emergentes de los cambios
en las relaciones de fuerzas internacionales y regionales que se han
producido desde mediados de los
setenta. En especial aquellas donde
se han focalizado las impugnaciones
recientes de la actuación histórica de
Artigas, apuntadas a cuestionar su
supuesta intransigencia dogmática,
y, de fondo, a afirmar la inhabilidad
del proyecto político que acaudilló.
Si bien se contabilizan observaciones críticas puntuales que comienzan en la resistencia de Artigas a las resoluciones revocatorias
adoptadas por el congreso aporteñado de Capilla Maciel en 1813,
las más punzantes corresponden a.
hechos correspondientes al período
final, cuando los efectos de la pinza político-militar corporizada en
la invasión portuguesa y las hostilidades directoríales —activando
la guerra civil en el flanco oriental
de los Pueblos Libres— exigían los
máximos sacrificios y las mayores
audacias políticas. Mencionaré sólo
dos: la misión de los representantes orientales en diciembre de 1816
ante el director supremo de Buenos
Aires y la ruptura con Ramírez.
Al respecto se ha señalado que
Artigas “nunca tuvo cabal idea de la
correlación de fuerzas, rechazó airadamente los términos que Pueyrredón, con toda la ventaja a su favor,
le impuso a Juan Francisco Giró y
a Juan José Duran, que no tenían
ningún margen de negociación; y
tampoco se dio cuenta de que el invasor poseía una máquina de guerra
obediente a un general que había
combatido a Napoleón al lado de
Wellington...”. (99)
La primera observación, cuyo
sentido el lector rápidamente comprenderá, es que los delegados eran
integrantes de la élite oriental afincada en Montevideo y expresada políticamente mediante el cabildo de
la ciudad; hombres de negocios que,
a esa altura de los acontecimientos
podían subordinarse a Buenos Aires
o eventualmente, como terminaron
haciéndolo, a los portugueses, antes
que afrontar el peso de una nueva
guerra anticolonial —tan legítima y
necesaria como la antiespañola—,
resistiendo las pretensiones hegemónicas de la ex capital virreinal y
bajo las órdenes de Artigas. Era demasiado para su perspectiva y posibilidades de clase. Por eso, como
producto de su misión diplomática
que debía concentrarse en lograr
apoyo para enfrentar la invasión
extranjera, los diputados firmaron
un tratado donde se estipuló: “El
territorio de la Banda Oriental del
Río de la Plata jurará obediencia al
Soberano Congreso y al Supremo
Director del Estado en la misma forma que las demás provincias... en
consecuencia de esta estipulación el
gobierno supremo por su parte queda en facilitarle todos los auxilios
que le sean dables y necesite para
su defensa”.
¿Qué podía decir Artigas al enterarse de este pacto? Supongo que no
otra cosa que la filípica que dirigió a
los negociadores al dar por concluida su misión:
Es preciso o suponer a V.S. extranjero en la historia de nuestros
sucesos, o creerlo menos interesado
en conservar lo sagrado de nuestros
derechos, para suscribirse a unos
pactos que envilecen el mérito de
nuestra justicia, y cubren de ignominia la sangre de sus defensores...
El jefe de los orientales ha manifestado en todos los tiempos que
ama demasiado a su patria para
sacrificar este rico patrimonio de
los orientales al bajo precio de la
necesidad. (100)
Por otra parte las críticas a la
“obstinación” e “intransigencia”
de Artigas no son nuevas, ya que
buena parte de la historiografía
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
tradicional argentina, y no sólo en
sus modulaciones asociadas al pensamiento de la derecha ideológica,
habían planteado que la política de
Artigas en favor de la unidad confederal y la defensa de la soberanía
particular de los pueblos contribuyó
a dividir la unidad patriota contra el
enemigo español. Pero, ¿y el colonialismo portugués?, ¿y la guerra
civil desatada por Buenos Aires el
día que decidió que sus tropas no
serían auxiliadoras de los pueblos
sino ejército principal en operaciones al que aquéllos deberían subordinarse? ¿Quién dividió?
Daría la sensación, cuestión entendible en los tiempos que corren,
que lo que para algunos resulta
francamente inaceptable es que Artigas reafirmara, frente a todos los
contrastes y peligros, la línea con
que había convocado a los pueblos
orientales a la lucha. ¿Será que hoy
al no doblegarse ante las dificultades extremas se lo considera tomar
una actitud soberbia e inviable?
¿Qué sólo se trata de lo posible y no
de lo necesario, que debe ser hecho
posible?
El desencuentro con Francisco
Ramírez es patéticamente sencillo
y elocuente con respecto al tipo
de problema que estamos considerando: marcha sobre el gobierno
directorial al frente de un ejército
federal, autoproclamado artiguista, con la misión de derrotarlo para
imponer la declaración de guerra a
Portugal y comenzar a organizar la
confederación. Luego del triunfo,
desconoce ambos mandatos, acuerda con Buenos Aires —de donde
recibe cierta cantidad de armas— el
pacto de Pilar, por el cual Artigas
acaba transformado en “el capitán general de la Banda Oriental”,
al que se le informará lo acordado
por si quiere suscribirlo. Qué podía
decir Artigas, más que señalar que
los fines del Tratado celebrado “por
V.S. sin mi autorización ni conocimiento no han sido otros que confabularse con los enemigos de los
pueblos libres...”.
Tal vez en este debate postrero
entre el jefe oriental y su más inme-
diato aliado en el litoral argentino
se encuentre la esencia de aquella
actitud que señalamos al comienzo,
al sugerir que la clave de la aparente
radicalización del accionar de Artigas se hallaba en la persistencia de
los objetivos consagrados en abril de
1813, a pesar de la variación de las
circunstancias. De aquí surge la falta de flexibilidad política que, a mi
juicio equivocadamente, se atribuye
a Artigas, al confundirse las tácticas
SETIEMBRE 2011 27
—siempre movibles, de acuerdo
con dichas circunstancias— con los
principios, que en este y otros casos
resultaron inamovibles. Eso es, por
fin, lo que se explícita, cuando sin
ningún lugar a réplica, el jefe oriental devela ante Ramírez la lógica
que explica buena parte del ciclo artiguista: “Mi interés no es otro que
el de la causa; si es injusta en sus
principios no debió usted haberla
adoptado”. (101)
28 SETIEMBRE 2011
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
En este contexto, la inviabilidad
histórica del artiguismo postulada
por algunas voces dentro y fuera
del ámbito académico, no resulta
demasiado diferente de la atribuida
a la posibilidad de transformar el
mundo, eliminar el imperialismo,
o construir una sociedad socialista. Un puro recurso en las luchas
políticas e ideológicas contemporáneas, una expresión de deseos, y
una simple contingencia momentánea, producto de una correlación de
fuerzas adversa. Afortunadamente,
las derrotas no significan más que el
resultado de batallas puntuales dentro de una guerra que, con nuevos
y renovados protagonistas, a todas
luces continúa y continuará.
Notas
1.-Azcuy Ameghino, Eduardo. Historia
de Argas y la independencia argenna, Ediciones de la Banda Oriental.
Montevideo, 1991 Una versión preliminar de este trabajo fue publicada en
Buenos Aires por Corregidor en 1986
bajo el tulo de Argas en la Historia
Argenna.
2.-Recientemente Lucia Sala ha propuesto una interesante aproximación
a la definición del concepto de arguismo, al denominar, así al movimiento
que. si bien dio a José Argas en 1811
la condición de Jefe de los Orientales
-civil y militar a la vez— incluyo además
a un grupo de jefes de tropas, laicos y
clérigos que desempeñaron diferentes
cargos y que coincidieron o se opusieron a la orientación del propio Argas.
El arguismo fue incluso más que eso,
abarcó a gentes de diferentes clases v
etnias provenientes de las pequeñas
ciudades, villas y pueblos sobre todo de
la campaña, aunque en la etapa final,
después de la invasión portuguesa en
1816, sus fuerzas se fueron reduciendo
en la Provincia Oriental a las gentes de
condición más humilde. Entre quienes
connuaron luchando hasta el final se
contaron peones, anguos faeneros
clandesnos negros que alcanzaron la
libertad al huir de sus amos enemigos
de la revolución e indios guaraníes y del
complejo chaná-charrúa” Sala, Lucía
“Democracia durante las guerras por
la Independencia en Hispanoamérica”,
en Frega, Ana e Islas. Ariadna (coord.).
Nuevas miradas en torno al arguismo.
Universidad de la República, Montevideo. 2002, p. 107.
3.-Frega. Ana: “La virtud y el poder. La
soberanía parcular de los pueblos en
Nelson; Rodríguez, Julio. A :
. Arca,
Montevideo, 1974. p 95-96.
12.-Azcuy Ameghino, Eduardo. La otra
historia. Economía. E R P . Imago Mundi. Buenos Aires. 2002.
13.-Lenin, Vladimir. E E U de Norteamérica,
en , Cartago,
1960, tomo XXII, p. 9 .
14.-Vázquez Franco, Guillermo. La historia y sus mitos, Cal y Canto, Montevideo, 1994. p. 58-59.
15.-Azcuy Ameghino, Eduardo. Historia de Argas . . . ,
capítulo 5.
el proyecto arguista”, en Godman, N. y
Salvatore, R. (compiladores), Caudillismo rioplatenses. Nuevas mirada a un
vìejo problema. E E , Buenos Aire
1998. Frega, Ana e Islas, Ariadna (coordinadoras). Nuevas miradas en torno al
arguismo, Ob. Cit.
4.-Chesneaux, Jean. ¿Hacemos tabla
rasa del pasado? A propósito de la historia y los historiadores. Siglo X X I Editores. Buenos Aires, 1984. P. 45
5.-Gómez, Hernán F. El general Argas
y los hombres de Corriente. Imprenta
del Estado, Corrientes, 1929, p. 86.
6.-Diferentes atores han señalado empero la favorable acogida que Argas
prestó a los esclavos que huían de sus
amos realistas, a quienes reconoció su
libertad.
7.-Dutrenit, Alberto. Influencia de Félix
de Azara en el pensamiento arguista.
Junta Departamental de Montevideo,
Montevideo. 1967.
8.-Halperin Donghi, Tulio. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Paidós, Buenos Aires,
1980. p.71.
9.-Barrán, José P. y Nahum, Benjamín.
B . Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo,
1989, p. 131.
10.-La excelente obra del equipo que
integraban Lucia Sala de Touron, Nelson de la Torre, y Julio Rodríguez está
conformada por: Estructura económico-social de la colonia (1967); E e la B O (1967); La revolución
agraria arguista (1969) Y D A ( 1 9 7 2 ), todas ellas
publicadas en Montevideo por la editorial Pueblos Unidos.
11.-Sala de Touron, Lucía; De la Torre,
16.-Archivo General de la Nación. Correspondencia del General José Argas
al cabildo de Montevideo (1814-1816).
Montevideo, 1940.p 246. (En adelante
AGN-U)
17.-Archivo Argas, Comisión Nacional Archivo Argas. Montevideo, 1987,
tomo XXI, p. 59 (En adelante AA.)
18.-AA t. XXVI, p. 9.
19.-AA t. XXI, p. 65.
20.-AGN-U. Correspondencia..., p.
152.
21.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J.
C.; De la Torre. N., La …,
.
76.
22.-AA. t. X X V I . p . 1 1 .
23.-Pereda. Setembrino, A 1 7 8 4 - 1 8 5 0 , Montevideo, 1930, t
IV, p. 515.
24.-AA-t. XXVI, p.12.
En las actas de la Junta de Hacendados se consigna también que fueron
aprobadas-”para elevar al discernimiento del Sr. General”-dos propuestas efectuadas por escrito por Manuel
Pérez y Francisco Muñoz, la primera de
las cuales constaba de diecinueve capítulos.
25.-AA. T. XXVI, p. 5. Existe evidencia
documental de que Otorgués comenzó
inmediatamente con los repartos; así,
el 29 de julio, “en consideración a los
buenos servicios de Don Manuel Núñez,
vecino del pardo de Rocha, he venido
en concederle interinamente una legua
de terreno de los que corresponden a la
Provincia”. Para ese entonces ya eran
varias las estancias embargadas, como
la del emigrado y militar español Manuel Rellano. AA. t. XXVI. p. 10.
26.-AA. t. XXI, p. 68.
27.-Vale resaltar el empeño puesto
por Argas en sostener la unidad con la
elite dirigente montevideana, sin cuyo
concurso le resultó dicil pensar el éxito
de la revolución oriental. Por esta razón,
a pesar de los desencuentros crecientes
y de la cada vez más áspera relación
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
que culvaron, la línea políca puesta
en prácca por el caudillo procuró mantener la unidad para la lucha. Una entre
tantas muestras de dicha orientación se
puede observar en una nota dirigida al
cabildo, a propósito de ciertas desinteligencias sobre la actuación del comandante de la guardia de Santa Teresa:
“En este estado ignoro si yo o VS.
somos los engañados, y si los sucesos
van revesdos de toda veracidad. De
cualquier modo es preciso velar por la
conservación de la tranquilidad y cortar
hasta los resabios de la maledicencia.
Al efectos reitero al Z Don Femando
Torgués las más fuertes reconvenciones
avista del honorable de VS. y desearía
que hallándose actualmente en esa inmediaciones lo llamase VS. amigablemente y le expusiese la gravedad de los
males y se tratase del eficaz remedio. El
bien interesa a todos, y no dudo que el
igualmente que VS. propenderán, a realizar todas las medidas consecuentes a
entablar el orden tan preciso para la
tranquilidad de la ciudad y progreso de
la provincia. Por mi parte no mirare con
indiferencia cualquier incidente funesto
y no dudo que VS. Cual diestro piloto
me ayudara con sus esfuerzo, a conducir esta nave al puerto de su seguridad
políca”. AA. t. XXI, p. 203.
28.-AA. t. XXI, p. 72. En relación con los
repartos de erras realizados por Otorgues en cumplimiento de las instrucciones de Argas, “es difícil calibrar la
extensión que pueda haber tenido este primer ensayo radical
de la política agraria artiguista,
dado que a los dos meses fue subrogado por el Reglamento Provisorio”. De todos modos vale
destacar que el movimiento de
confiscaciones y reparto que anticipo de manen práctica aquello
que luego establecería su artículo se extendería crecientemente
a toda la campaña oriental. Así
en julio de 1815, el comandante
militar de Colonia -Juan Antonio
Lavalleja- entregaba un terreno
expropiado al antiguo latifundio
conocido como Estancia de las
Vacas al negro liberto Lorenzo
Ruiz Díaz, quien lo había solicitado en virtud de los beneficios de la
Madre Patria ha ofrecido a los buenos
hijo”. Sala de Touron, L.; Rodríguez,
J.C.; De la Torre, N., La revolución
agraria artiguista…, p. 71.
29.-AA. t. XXI, p. 74.
30.-AA. t. XXI, p. 80. El Bando mencionado fue finalmente publicado el 7 de
sepembre.
31.-AA.t.XXI, p. 84.
32. -AGN-U. Correspondencia...., p.
256.
33.-AGN-U. Correspondencia...., p.
257.
34.-El texto completo del Reglamento
provisorio fue publicado por diversos
historiadores, hallándose firmado el
original firmado por Argas y con letra
de Monterroso en el Archivo General de
la Nación del Uruguay, Fondo Archivos
particulares caja 4, carpeta 4. Una síntesis de su contenido, y del modo como
en alguna oportunidad fue difundido
entre los pueblos es el texto del edicto
promulgado por el alcalde provincial en
enero de 1816:
“Par cuanto me ene conferido por
Reglamento Provino el Sr general don
José Argas, las amplias facultades de
distribuir y donar suerte de estancia a
los que poco o mucho han contribuido a
la defensa de esta provincias, del poder
de los ranos que la Invadían; y siendo
reparbles estas de las que poseían los
que emigraron de esta Banda, malos
SETIEMBRE 2011 29
europeos y peores americanos, y que
hasta la fecha no se hallan indultados
por el señor Jefe para poseer sus anguas propiedades. Por tanto, y a fin de
cumplir exactamente con lo que se me
ordena, dando gusto a los habitantes de
esta campaña en las disposiciones que
trato de tomar sobre este parcular,
llamado a todo aquel benemérito americano, por infeliz que sea, negros libres,
zambos de esta clase, indios y criollos
pobres, y las viudas que tuvieren hijos,
para que concurran dentro del término
de 30 días, contados desde la publicación de este Edicto, tomar suerte de estancia con el número de ganados que
se pueda recolectar, compuesta cada
una de legua y media de frente y dos
de fondo; ocurriendo al efecto donde
exisera el terreno, bien sea ante mi o
de los subtenientes de Provincia”. AA. t.
XXVI, p. 82.
30 SETIEMBRE 2011
35.-Estas diferencias con la dirigencia
montevideana probablemente registren diferentes, correlatos, más atemperadas o directamente soterradas,
con otras autoridades Emergentes de
los pueblos que componían la Provincia. En este sendo, el estudio de las
relaciones de Argas con los restantes
cabildos orientales y otras instancias de
representación políca arrojará nuevos
e importantes elementos de juicio para
el análisis del Reglamento.
36.-Larrañaga Damaso Descubrimiento y población de esta banda oriental
el rio de la plata,1494-1818. Selección
de Escritos, Montevideo, 1965, p. 246
37.-Respecto de dicha conflicvidad
se ha señalado acertadamente que “Las
caracteríscas que el arguismo portaba: desorden inmediato, irrupción sica
del campo en la ciudad, políca agraria, presencia de las clases desposeídas,
alardes igualitarios, tuvo que distanciar
al Patriciado montevideano del Jefe de
los Orientales y preparar la hoslidad
que siguió”. Real de Azua. Carlos. El patriciado uruguayo. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1981, p. 63.
38.-Larrañaga. Dámaso. Descubrimiento y población de esta Banda
Oriental…, p. 247
39.-Reyes Abadie, Washington; Bruschera, O. Melogno, T. El ciclo arguista.
Montevideo. 1978, t. II, p. 133
40.-AA.t. XXl, p. 86.
41.-AGN-U. Correspondencia..., p.
246.
42.-Maeso, Justo. Estudio sobre Argas y su época. Montevideo, 1885.
tomo III, p. 337.
43.-De Vedia y Mitre, Mariano. El manuscrito de Mitre sobre Argas. Bernabé y Cía. Buenos Aires, 1937, p. 80.
44.-Sobre este punto Halperin ha afirmado que Argas otorgaba a la elite
urbana “un papel que la efecva relación de fuerzas no le obligaba por cierto
a concederle, y que con ello hizo posible
la perpetuación de esa disidencia larvada, cuyas consecuencias negavas
no harían sino agravarse a parr de la
declinación de la fortuna políca del arguismo” Al proponer esta explicación
es pueble que no haya tenido suficientemente en cuenta la importancia estratégica que Argas otorgaba-sin por
ello renunciar a imponer su línea políca- a su alianza con los mercaderes y terratenientes afincados en Montevideo.
Por otra parte, la disidencia larvada no
era resultado del papel que le otorgaba
Argas a la élite sino a las contradicciones que exisan entre sus intereses y los
que el jefe oriental denominaba los de
los pueblos y la provincia. Tulio Halperin
Donghí. Revolución y Guerra..., p, 285.
45.-Rodrigue, Gregorio. Historia de
Alvear. Mendesky. Bs. As., 1913, tomo
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
II, p 573.
46.-Un ejemplo ilustravo, representavo de varios similares, es el de Don
Juan Pedro Aguirre-alcalde del pueblo
de Santa Teresa con fuertes vínculos
en el cabildo de Maldonado- que el 14
de octubre de 1815, otorga en Montevideo un poder ante escribano público
a Don Prudencio Murguiondo —muy
vinculado con la elite dirigente en la
capital— “para que en mí nombre y en
representación de todas mis acciones y
derechos solicite una parte, de los terrenos solares que hay en la población de
Santa Teresa […] como igualmente el de
debérseme de comprender uno de los
agraciados en el reparto de terrenos
que se va a verificar [...] para cuyo logro
comparecerá en juicio así judicial como
extrajudicialmente y presente pedimento, presentaciones, informaciones, probanzas, cerficaciónes y todos cuantos
papeles…”.AA. t, XXVI, p, 26.
Otro caso de este po, alejado de la
reivindicación de “los más infelices”, es
el de Don Juan Pérez, vecino de Montevideo, comisionado de extramuros,
tular de un matadero de consumo y
comerciante en cueros, recaudador de
diezmo, etc. quien “teniendo nocia que
se reparten los campos de los enemigos
de la patria entre los hijos beneméritos
de ella pongo en consideración de VM.
me asiste un derecho a entrar en el número de los agraciados, este es ser uno
de la hijos pobladores de la ciudad de
Montevideo y fundadores de Maldonado...” AA. t. XXVI, p.43.
47.-A A. t. XXVI, p. 157. Respecto de
este caso el cabildo gobernador, con
fecha 5 de agosto de 1816, declaraba:
“se declarase nula, sin ningún valor ni
efecto la vena hecha por el Gral. Vigodet Don Juan Uriarte, dejándole sin
embargo la posesión y preferencia que
le fue concedida de este terreno desde el año de 1801 por el virrey Avilés
para que en su consecuencia reclame
ante el Sr. alcalde provincial su tulo él
como está dispuesto por el reglamento
de campaña de 1815”. A pesar de esta
resolución el conflicto con sus ex arrendatarios connuó, ya que estos fueron
amparados en su posesión arguyéndose el carácter fiscal de los terrenos.
48.-Por ejemplo: “Don Raymundo
González,. Subteniente de Provincia.
Por haberme facultado el Sr. General de
los orientales y Protector de los Pueblos
Libres para el reparto de terrenos para
estancia, concedo una al ciudadano José
Luis Espinosa, en fondo de sur a norte
de las averías chicas hasta las averías
grandes, de frente desde el Sauce Solo
hasta los Mananales, y para que nadie le estorbe su trabajo y que con más
prontud lo edifique, doy este en que
firmo en la Costa de Don Esteban, 3 de
febrero de 1816”. AA. t. XXVI, p. 83.
49.- En rigor, cuando se señala que “en
la aplicación de las normas sobre redistribución de erras el cabildo muestra
también él que no ve en ella un peligro
muy serio para el equilibrio social de la
provincia. Sin duda la aplica siguiendo
la misma tácca de obediencia selecva ya ulizada ante otras direcciones
de Argas”, dicha afirmación debería
restringirse al primero de los escenarios
que presentamos, y sólo en pequeña
medida al segundo Halperín Donghi,
Tulio Revolución y Guerra. Formación
de una elite dirigente en la Argenna
criolla, Siglo XXI Editores, México, 1979,
p, 295.
50.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J.
C.; De la Torre, N., La revolución agraria
arguista…p. 142-151.
51.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J.
C.; De la Torre, N., La revolución agraria arguista..., p. 273-278. Sobre la
confiscación de los campos de Miguel
de Azcuénaga, miembro de la Primera
Junta de 1810 y uno de los más grandes
terrateniente de la Banda Oriental, ver
p. 279-283.
52.-A A. t. XXVI. p 37, 47, 56 y 68.
53.-AGN-U. Correspondencia..., p. 7 4
Vale destacar que en 1821 Francisco
Albin reinicio los trámites para lograr
la expulsión de todos los vecinos que
poblaban sus campos a los que consideraría intrusos.
54.-AGN-U. Correspondencia. .. p. 82.
55.- AGN-U. Correspondencia. ..p. 69.
56.-AA. t. XXI. p. 83.
57.-Entre otros: Gelman, Jorge. “Sobre esclavos, peones, gauchos y campesinos El trabajo y los trabajadores en
una estancia colonial rioplatense”. En:
Garavaglia, J. C. y Gelman, J. El mundo
rural rioplatense a fines de la época colonial. Biblos, Buenos Aires, 199.
58.-A A. t. XXVI. p. 87. Simultáneamente Argas había autorizado el traslado
del pueblo de Víboras al sio en que el
arroyo las Vaca desemboca en el Plata,
resolviendo un anguo pleito entre sus
pobladores y el lafundista Melchor Albín, en cuyos expropiados terrenos-conguos a la estancia de 1as Huérfanasse instalaría el actual Carmelo. Como
parte del proceso fundacional dichos
vecinos también fueron agraciados con
el usufructo de la calera perteneciente
Hermandad de la Caridad.
59.-AGN-U-Correspondencia...,p. 87
60.-AA. t. XXI. p.217.
61.-En esta linea de trabajo, resulta
de interés contrastar el Reglamento con
otros proyectos de reparto de erras,
como los de Pedro Andrés García en
las fronteras de Buenos Aires: “Ahí se
ve claro: la erra que se reparte gratuitamente es la que está en poder de los
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
indios o vacía, con clara connuación
de los planes españoles. El arguismo,
en cambio, reparte las mejores erras,
puesto que esas eran las de los “malos
europeos y peores americanos” Ana
Frega, comunicación personal.
62.-Rodríguez Molas, Ricardo. Historia
social del gaucho. Centro Editor de América Lana,. Buenos Aires, 1982. p. 134.
63.-Los objevos del reglamento aparecen con claridad en los arculos primero y sexto, donde se indica: “distribuir
terrenos y velar sobre la tranquilidad
del vecindario” y “fomentar con brazos
úles la población de la campaña”.
64.-Para sostén y ampliación de estas
afirmaciones remito al lector al capítulo II de la citada Historia de Argas y la
independencia argenna.
65.-Real de Azúa. Carlos El patriciado
uruguayo…,p. 61.
66.-Real de Azúa, Carlos. El patriciado
uruguayo..., p. 62.
67.-Éste fue el cargo que recibiera de
la Junta Grande en febrero de 1811,
luego de marchar a la capital virreinal
a ofrecer sus servicios y solicitar auxilios para la insurrección oriental. El año
anterior, en su Plan de Operaciones,
Moreno había señalado expresamente
la importancia de ganar la adhesión de
Argas al movimiento de Mayo.
68.-Fregeiro, Clemente. Argas. Estudio Histórico. Barreiro y Ramos. Montevideo, 1886, pp. 46-47.
69.-Anaya, Carlos. Apuntaciones Históricas sobre la revolución oriental
(1811-1815), Montevideo. 1954, p. 58.
70.-Luego del éxodo, o la “redota”, la
mayoría de la población rural oriental
se trasladó hacia la costa occidental del
río Uruguay, donde permaneció emigrada hasta que varios meses después
se retomaron las acciones militares en
la Banda Oriental.
71.-Memoria de don Ramón de Cáceres sobre hechos históricos en la republica oriental de! Uruguay. Contribución documental para la historia del Rio
de la Plata. Museo Mitre. Buenos Aires.
1913, tomo V, p. 255.
72.-El Triunvirato ordenó a Rondeau
“que reuniera a los hacendados propietarios para interesarlos en ventajas
materiales, traducidas en compras de
ganados para manutención del ejército y ulizar así la influencia de éstos
en contra de la revolución”. Favaro, Edmundo. El congreso de las Tres Cruces.
Montevideo. 1957. p. 108,
73.-Perez Castellano, José M. Selección
de Escritos. Montevideo, 1968, p. 166.
74.-AA. t. XI, p. 266.
75.-En este sendo, cuando Vázquez
Franco afirma -refiriéndose a su actud
políca frente a la maniobra de Capilla
Maciel- que Argas “ene tantos discurso como cambiantes situaciones polí-
cas se le vayan presentando”, confunde
sin duda la forma con el contenido, la
tácca con los objevos estratégicos
que determinan. Nótese que el supuesto
doble discurso consisría en que, ante
maniobra de Rondeau y un sector de los
dirigentes orientales, “el caudillo al verse desplazado dispuso perentoriamente
apelar a los pueblos”. Por otra parte
la introducción en este caso de ejes de
discusión como la dicotomía “prerrogavas de la corporación” (por la mayoría
de representantes en la Asamblea de
Capilla Maciel) versus el predominio
del personalismo o “ensayo del caudillaje conduce al análisis histórico a las
capas más externas y alejadas de la
trama políca que va construyendo los
sucesos que se venlan, produciéndose
así explicaciones distorsionadas, cuyo
sesgo las transforma en expresión postrera de quienes procuraron eliminar el
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concepto de “soberanía parcular de
los pueblos” como piedra de toque del
patriosmo oriental. Guillermo Vázquez
Franco, La h istoria y sus mitos.... p. 56.
76.-Larrañaga, Dámaso. Selección de
Escritos Montevideo, 1965. p. 252.
77.-Acevedo, Eduardo. José ArgasAlegato histórico. Barreiro y Ramos.
Montevideo, 1933, p.826.
78.-Contribución documental para la
historia del Rio de la Plata, Museo Mirre, t. IV. p. 74.
79.-« Anaya, Carlos. Apuntaciones históricas. Montevideo. 1954, p. 81.
80.-Rodríguez, Gregorio. Historia de
Alvear.... p. 584.
81.-Caceres. Ramón de:”Memoria
Póstuma”, en Revisa Histórica, t. XXIX.
Montevideo, 1959, p. 578.
82.-José Monterroso fue miembro
del núcleo dirigente del artiguismo,
al que se integró en 1814 luego de
32 SETIEMBRE 2011
abandonar su condición de sacerdote franciscano en Córdoba. Sucedió
a Miguel Barreiro en la secretaría de
Artigas. A quien lo unía además cierto
parentesco.
83.-Cáceres, Ramón de “Memoria
Póstuma...”.p. 594.
84.-AA. t. XXIX, p.61.
85.-Chiaramonte, José Ciudades, provincias y Estados: Orígenes de la Nación
Argenna..,pp.157-158.
86.-Entre otros: Chiaramonte, José.
Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la nación Argentina (18001846). Ariel, Buenos Aires, 1997.
Goldman, Noemí “Legalidad y legitimidad en el caudillismo, Juan Facundo Quiroga y la Rioja en el Interior
rioplatense (1810-1835)”, en Boletín
del Instituto de Historia Argentina
y América Dr. Emilio Ravignani. N97,
1993, pp. 31-58. Goldman, Noemí y
Tedeschi, Sonia, “Los tejidos formales
del poder. Caudillos en el interior y el
litoral rioplatenses durante la primera mirad del siglo XIX”, en Goldman
y Salvatore (comp.). Caudillismos
rioplatenses... Ob. Cit. Chiaramonte.
José. “El federalismo argentino en la
primera mitad del siglo XIX”. en Carmagnani, M.(comp.) Federalismos
latinoamericanos: México, Brasil y
Argentina., Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Chiaramonte, J.
C.; con la colaboración de Marcela
Ternavasio y Fabián Herrero. “Vieja
y nueva representación, los procesos
electorales en Buenos Aires, 18101820”. En: Annino, A. (coord.) Historia
de las elecciones y de la formación del
espacio nacional en Iberoamérica.
Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires. 1995.
87.- Vilar, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Crica, p.
160.
88.- Estas acciones podrían asociarse
también con la idea de que “fueron las
comunidades criollas las que concibieron
en época tan temprana la idea de su nacionalidad” Anderson, Benedict. Comunidades Imaginadas., Fondo de Cultura Eco
nómica, México. 1993, p. 81.
89.-Chiaramonre. José. Mercaderes
del litoral, Fondo de Cultura Económica.
Buenos Aires, 1991, p. 22.
90.-En mi libro Historia de Artigas
y la independencia argentina señale
que uno de los objetivos del proceso
revolucionario abierto en 1810 era
“el logro de la independencia nacional”. Indudablemente, más allá de
que se puede comprender la referencia como una alusión a la independencia por la que lucharon los
pueblos del viejo virreinato, incluidas todas las formas organizativas
preexistentes y que se crearan en el
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
curso de la lucha, lo cierto es que,
no existiendo aún la nación -como
expresamente se afirmaba también
en la página 104—, se trata de una
formulación inapropiada.
91.-AA. t. XI, p. 72. Junto a las actas
del Congreso de Abril de 1813 y las
Instrucciones a los diputados, en dicho tomo pueden consultarse los tratados firmados por Artigas y Rondeau
titulados “Pretensiones de la Provincia Oriental”. “Pretensiones de las
tropas orientales” y “Convención de
la Provincia Oriental”, documentos de
suma importancia para el estudio del
federalismo artiguista y, sobre todo,
para comprender la dinámica política
de aquel momento.
92.-AGNA. Sala X, 1-6-1.
93.-Archivo Histórico y Diplomáco
del Uruguay. La diplomacia de la Patria
Vieja. Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo, 1943, tomo III, p. 152.
94.-Respecto de este tipo de formulaciones artiguistas se ha señalado
que “lo que sustancialmente era la
creación de un Estado soberano e
independiente se formulaba como la
constitución de una provincia”, construcción inspirada en “en los artículos
de confederación y perpetua unión de
los estados norteamericanos”. Chiaramonte, José. “El federalismo argentino en la primero mitad del siglo
XIX...”, p. 115.
95.-Archivo Histórico y Diplomáco del
Uruguay.... p. 1 4 4
96.-AA.t.XXVIll.p.244.
97.-Archivo Histórico y Diplomáco
del Uruguay..p. 144
98.-Ansaldi, Waldo. “Notas sobre la
formación de la burguesía argenna,
1780-188º” en Florescano, Enrique (coord.). Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Lana. .1700-1955.
Nueva Imagen. México, 1985, p. 543
99.-Guillermo Vázquez Franca. La historia y sus mitos..., p. 6l.
100.-Archivo Histórico y Diplomáco
del Uruguay..., p.316.
101.-Gómez, Hernán. El general Argas y los hombres..., p. 317.
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
La Federación de Funcionarios
de las Obras Sanitarias del Estado
agradece al autor el poder publicar
de manera totalmente solidaria, al
cumplirse 200 años de la gesta artiguista, una edición Popular. En este
caso dirigida a los trabajadores.
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