ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
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ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE
ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE SETIEMBRE 2011 1 José Gervasio Artigas 1811 - 2011 ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE 2 SETIEMBRE 2011 Eduardo Azcuy Ameghino es profesor de Historia Económica y Social Argentina en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde es director del Centro de Estudios Agrarios y de la Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios. Entre los libros que ha publicado destacamos: Artigas en la Historia Argentina (Corregidor, 1986), Tierra y ganado en la campaña de Buenos Aires según los censos de hacendados de 1789,(IHES, 1989), Historia de Artigas y de la Independencia Argentina (Ediciones de la Banda Oriental, 1993), El latifundio y la gran propiedad colonial rioplatense (García Cambeiro, 1995), Buenos Aires, Iowa y el desarrollo agropecuario en las pampas y las praderas (PIEA, 1998), La otra historia. Economía, estado y sociedad en el Río de la Plata colonial (Imago Mundi, 2002), Trincheras en la historia. Historiografía, marxismo y debates (Imago Mundi, 2004), La Carne Vacuna Argentina (Imago Mundi, 2007), Nuestra gloriosa insurrección. La revolución anticolonial de Mayo de 1810 (Imago Mundi, 2010). Es autor de numerosos trabajos académicos y de divulgación, como Artigas y la Revolución Rioplatense, escrito en el 2003, que en esta edición popular presentamos con su autorización. ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE SETIEMBRE 2011 3 ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE: INDAGACIONES, ARGUMENTOS Y POLÉMICAS AL CALOR DE LOS FUEGOS DEL SIGLO XXI por Eduardo Azcuy Ameghino. Este favor le debo a Doña Revolución; ¿y habrá alguno que no se horrorice hasta de su nombre? Julián Gregorio Espinosa (Vecino de Buenos Aires y latifundista en la Banda Oriental, cuyos campos fueron repartidos al amparo del Reglamento Provisorio) 1. Introducción a propósito de Argas y los fuegos del siglo XXI Cuando un historiador ha dedicado muchos años de su vida al estudio de un período del pasado y ha podido expresar los resultados y conclusiones fundamentales mediante la publicación de una obra que las sintetiza y cristaliza, (1) retomar luego de una década aquellos temas y problemas constituye sin duda un complejo desafío. Muchas cosas han pasado desde entonces, incluida la continuidad de las investigaciones académicas sobre la economía, la sociedad y la política del período abierto por el pronunciamiento revolucionario de 1810, con nuevos aportes asociados al replanteo de las preguntas y a la puesta a foco de objetos de estudio recortados y determinados a partir de las preocupaciones (y despreocupaciones) estimuladas por los humores intelectuales del fin del siglo XX y sus formas de manifestación en el plano historiográfico. Si bien eventualmente aludiremos a algunos de los trabajos más recientes, la agenda para estas notas se focaliza en revisitar algunos problemas, estrechamente asociados a la imagen y la interpretación del significado del artiguismo en la historia rioplatense, (2) que no han sido objeto de mayores debates ni replanteos durante los últimos veinte años, salvo algunas pocas excepciones. (3) Insisto, me refiero a algunos, no a todos los problemas. Especialmente a aquellos que por diversas razones han sido en diferentes me- didas excluidos, sino del interés de los jóvenes estudiantes, al menos de los programas, bibliografías e investigaciones, a lo que sin duda no resulta ajeno cierto rechazo, no necesariamente razonado, de los formadores de carreras académicas, jerarquizadores de temas y líneas de investigación, que han ocupado el 4 SETIEMBRE 2011 centro de los espacios historiográficos rioplatenses desde comienzos de los años 1980. En este caso nos referiremos puntualmente al contenido y los sentidos contradictorios de las políticas de tierras y arreglo de la campaña formuladas en 1815, a las relaciones de Artigas con la élite montevideana, y al que he denominado el ciclo social de Artigas, expresión del itinerario político-ideológico que probablemente lo condujo desde su cuna terrateniente al campo de batalla final, campesino y popular. Colateralmente, haremos también mención a la definición prácticodoctrinaria de Artigas frente a la organización política de los pueblos y provincias emergentes del dislocamiento del orden colonial, enfatizando el sentido de “historia argentina” que también revisten; aludiendo, por último, al punto que, siempre mediante escasas y escuetas alusiones, ha seguido siendo uno de los más controvertidos del accionar de Artigas: su intransigencia ideológica expresada en una supuesta falta de “flexibilidad” política en los momentos más apurados de la invasión portuguesa a la Banda Oriental y en sus relaciones con Francisco Ramírez luego de la firma del Tratado del Pilar. La selección de estos puntosproblemas se liga directamente con los que; denominamos, en esta coyuntura, los fuegos del siglo XXI, esencialmente concentrados en los efectos negativos de la globalización económica, política, ideológica, cultural y teórica que se ha impuesto, o se pretende imponer, desde los centros hegemónicos del quehacer humano a escala mundial. Y también, por qué no, con los contrafuegos necesarios. En general, los hombres comprometidos —o en alguna medida inclinados a estarlo— con una solución de cambio y transformación frente a los problemas históricos que afligen a las grandes mayorías sociales de la humanidad, suelen descubrir en el pasado los que Chesneaux denominó “fondeaderos para las luchas de ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE hoy”, (4) sintetizando seguramente un amplio y heterogéneo repertorio de sucesos unificados por la común condición de referencias positivas respecto de las rebeldías y preocupaciones del presente. Esta es la clave, la palabra que ordena y jerarquiza: el presente. ¿Cómo no encontrar en el pasado hechos, personas e ideas que expresen —simbólica, analógica o aproximadamente— lo que una parte de la sociedad (siempre es una parcialidad) actúa, personaliza y fundamenta en sus prácticas políticas cotidianas? Claro que hay presentes y presentes. Los vientos del 69 no son los fuegos del 2003. Correlación de fuerzas es la clave explicativa. La acción de los golpes de Estado represivos y fascistas, como no se conocían hasta entonces en Latinoamérica, impuso el cierre violento del ciclo de rebeldía política y lucha social abierto en los sesenta (y de las correspondientes preocupaciones historiográficas, ideológicas, teóricas). Estos efectos reaccionarios, inmediatos y mediatos, que condicionaron fuertemente las calidades y posibilidades de las posteriores transiciones democráticas, se articularon con la derrota de experiencias revolucionarias que involucraban a cientos de millones de personas, cuyo hito culminante fue la restau- ración del capitalismo en China en 1976. Luego, la caída del muro de Berlín y el triunfo de las fuerzas del capitalismo de mercado por sobre las del capitalismo de Estado, facilitaron la unificación del mercado mundial y la creación de un nuevo e inédito momento en las relaciones entre las grandes potencias, entre el Norte y el Sur y entre las diversas clases sociales. En este contexto surgieron distintas teorías y discursos apologéticos para dar cuenta del nuevo estado de cosas: el “pensamiento único”, el “fin de la historia”, el “fin de las ideologías” y, la más exitosa, la “globalización”. Correlación de fuerzas es la clave explicativa. También en relación con los problemas del trabajo historiográfico; porque si bien resulta académicamente razonable —y valorado— el esfuerzo por actualizar las agendas de investigación, replanteando problemas, interpretaciones y preguntas, no debería pasarse por alto la necesidad de realizar un implacable ejercicio intelectual orientado a comprender cómo el presente nos determina profesionalmente (o sea ideológica, política y teóricamente) como historiadores, al igual que como estudiantes, lectores y comentaristas, y de qué manera condiciona la “renovación” de las preguntas. ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE No se trata de problemas sencillos, ni que tornen agradable a quien los suscita, lamentablemente. El Che señalaba que “si se respetan las leyes del juego se consiguen todos los honores; los que podría tener un mono al inventar piruetas. La condición es no tratar de escapar de la jaula invisible”. De todos modos el problema es tan antiguo como las clases sociales, y no prestarle atención —dar “por superado” se dice a veces en nuestra disciplina respecto de los temas y problemas fuera de moda, incómodos— no garantiza de ninguna manera que ellos se hayan resuelto, o sí, pero no del modo y con el sentido que una parte de nosotros desea continuar expresando. Los revolucionarios orientales tenían razón en aceptar la lucha en dos frentes, porque la derrota prenunciada era el único camino para la victoria futura. ¿Relaciones activas entre el pasado y el presente, pensadas desde una perspectiva antiglobalizadora, por no decir otras cosas? O sea que, al volver sobre la figura de Artigas y su significado en la historia rioplatense, mi primera reflexión es para el lugar y las circunstancias que entornan el ejercicio. Es decir, el mundo del siglo XXI: el de la invasión imperialista en Irak, la masacre del pueblo checheno, el calvario palestino... El de la América latina de la deuda externa y la vida bajo la línea de pobreza. El del ALCA, el neoliberalismo y la “tercera vía” del usurpador de Malvinas. Según datos del Banco Mundial, la mitad de la humanidad vive con menos de dos dólares diarios; el ingreso promedio en los veinte países más ricos es 37 veces mayor que en las 20 naciones más pobres; 1.200 millones de personas subsisten con menos de un dólar diario; en los países pobres un 50% de los niños sufren de desnutrición y una quinta parte muere antes de los cinco años. Mientras tanto, algunos historiadores dan por “superados” problemas tales como feudalismo-capita- lismo, formas históricas de transición entre regímenes sociales y políticos, el Estado como clave de la dominación de los dominadores, la macrohistoria y los grandes relatos, el papel de los revolucionarios en cualquier época, las explicaciones totalizantes, las determinaciones estructurales, las luchas de clases, en fin, por alguna razón todos los problemas que se superan dibujan una trayectoria que va de izquierda a derecha. ¿Qué historia para qué presente? Afortunadamente cada vez son más los profesores e investigadores que, en las difíciles circunstancias actuales, resisten las perspectivas oficiales y las complicidades políticamente correctas. Éste es sin duda un campo fértil para reunir y articular las nuevas preguntas con las viejas evidencias y preocupaciones, con rigor académico y ratificando que transformar el mundo y cambiar la vida siguen siendo necesidades impostergables. 2. El reglamento de erras y las relaciones de Argas con la élite oriental La propiedad, la seguridad y los derechos más queridos del hombre en sociedad estaban a merced del despotismo y la anarquía. Fructuoso Rivera Si Artigas sólo hubiera sido el jefe del proyecto político más avan- SETIEMBRE 2011 5 zado con el que se encararon las tareas anticoloniales en la región, y el principal mentor del federalismo democrático rioplatense, su papel histórico sería sobradamente digno del recuerdo, aun cuando permanecería incompleta la caracterización de su actuación pública. ¿Fue Artigas un revolucionario social? Responder negativamente a este interrogante no debería ocultar que son varios los aspectos en que es posible captar su vocación como gestor de reformas más o menos radicales en las viejas estructuras coloniales. En este sentido la innovación más eficaz introducida por su aporte tal vez haya sido el ejercicio práctico —no coyuntural ni momentáneo— de un punto de vista novedoso, expresado en la perspectiva, en más de un aspecto democratizadora, con que abordó los problemas políticos y socioeconómicos más acuciantes. Un nivel de expresión de esta renovación conceptual, aplicada desde el ejercicio de un poder real diferente del colonial —”el pueblo reunido y armado”—, podría ser su actitud hacia los indios. Para ilustrarlo de manera breve no encuentro nada mejor que sus propias palabras al dar por ciertas las quejas de los naturales de Corrientes: “Yo no lo creí extraño por ser una conducta tan inveterada, y ya es preciso mudar esa conducta. Yo deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí, para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho y que sería una degradación vergonzosa para nosotros mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy han padecido por ser indianos”. (5) Es sólo un ejemplo entre muchos que testimonian este rasgo del accionar artiguista, que también puede observarse en la presencia irregular pero permanente de los charrúas y otros naturales entre sus tropas; en sus intentos de colonización organi- 6 SETIEMBRE 2011 ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE zados desde Purificación con el concurso de los guaicurúes y abipones» y también en su relación con el caudillo guaraní Andresito Artigas, uno de los hombres que contribuyeron a vehiculizar las adhesiones más populares que concitó el artiguismo. Contradictoriamente, el tema de la esclavitud no se encuentra entre los problemas sociales de la agenda artiguista, sin que se disponga de elementos de juicio suficientes que permitan inferir cómo habría abordado el asunto en caso de haber este pasado, por alguna razón, a transformarse en un problema prioritario para su gestión política. (6) Vale señalar, asociado a la observación anterior, el hecho de que partiendo de dos o tres objetivos básicos, la “doctrina” artiguista se construyó a través del repertorio de respuestas que a partir de aquellos logía en la que cree muy firmemente, y que es más consecuentemente democrática de lo que es entonces usual en la América española. No sólo una fe muy firme en el principio de soberanía popular, también un igualitarismo que no se reduce por entero al campo político son sus notas dominantes”. (8) Dentro de esta línea interpretativa, el “Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados” reviste sin duda una especial significación. —independencia del colonialismo, soberanía particular de los pueblos, liga ofensiva y defensiva—, Artigas produjo frente a los problemas y vicisitudes inherentes a la lucha por su consecución, acumulados durante una década de controvertido liderazgo político-militar. Durante este proceso, estructurándose, entre otras, sobre antiguas influencias provenientes de su experiencia compartida con Azara, (7) el jefe oriental “se fue forjando una ideo- recortado según nuestra estrategia de exposición, nos referiremos a tres líneas de abordaje de la política agraria artiguista que proporcionan un arco amplio de posibilidades analíticas. Al realizar su valoración de la ley agraria de 1815, Barrán y Nahum señalaron: “El reglamento tenía un primer objetivo político-social: crear una clase media de propietarios rurales comprometida con el resultado de la revolución. A él se La historiografía que se ha ocupado de su estudio, remisa en los últimos años a profundizar en el tema, produjo diversas interpretaciones sobre sus objetivos y características. Al respecto, a modo de un muestreo doblemente parcial, por limitado y vinculaba la necesidad de destruir en sus intereses al enemigo político (el gran latifundista ‘mal europeo y peor americano’). Poseía un segundo objetivo económico-social: proporcionar seguridad al hacendado y sedentarizar al gaucho, elementos ambos que coadyuvaban a restaurar la producción”. (9) Estos autores plantean asimismo que la relación del reglamento con los grandes hacendados patriotas era ambivalente, ya que si bien los protegía —al igual que a sus bienes—, también los intranquilizaba pues el ataque al derecho de propiedad, aunque fuera el de los “enemigos”, habría interrogantes de difícil respuesta. Habiendo llegado a conclusiones parecidas con respecto a esta ambigüedad constitutiva que signaba al Reglamento, el equipo de investigación encabezado por Lucía Sala desarrolló la que todavía continúa siendo la principal investigación realizada sobre el tema, (10) cuya síntesis se ofreció luego en un trabajo donde se afirmaba: “el campo uruguayo se parcelaba en pequeñas suertes [...] El sueño roussoniano de la igualdad de los hombres ante la ley se hacía realidad sin exégesis jurídicas ni comentarios mediocres. Lo que Lenin llamaba el ‘camino norteamericano’ se abría paso en el país en el curso de una revolución radical. La creación de la pequeña propiedad rural era sin duda el camino avanzado: [...] por él nacían relaciones sociales libres entre hombres libres. Artigas, al fin de cuentas, era —y debía serlo— el mejor defensor de la propiedad privada burguesa, y el peor enemigo de la propiedad señorial, simple hábitat de un mundo de subordinaciones personales”. (11) Más allá del debate que suscita la caracterización de “revolución radical”, burgués, adjudicada a la modulación de la revolución anticolonial dirigida por Artigas, es indudable que el abigarrado universo conceptual que se despliega en las líneas citadas contiene muchas de las claves que permiten comprender la economía y la sociedad que se había ido formando durante el período ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE colonial en las campañas rioplatenses. (12) Sin perjuicio de ello, la valoración del Reglamento, en este caso, probablemente cargue un excesivo contenido apologético, dado especialmente por la asociación con el “camino americano” del desarrollo del capitalismo en el agro, (13) toda vez que existen profundas diferencias entre ambas experiencias históricas. Pues aunque la esencia de este “camino” es la apropiación de tierra libre por parte de productores libres —donde cabría la analogía—, en un caso se trata de un país como Estados Unidos, donde hacia 1865 predominaba el capitalismo, con fuertes núcleos industriales, y se repartían tierras públicas de Homestead de 65 hectáreas; mientras que en el otro, una sociedad atrasadamente precapitalista, se ofrecían unas 8.000 hectáreas (3 leguas cuadradas), en medio de un tembladeral político militar que acortaría a unos pocos meses la aplicación efectiva del Reglamento. Un juicio más reciente, suma- mente crítico respecto de la valoración histórica del papel de Artigas, es el aportado por Vázquez Franco, que ha señalado que el Reglamento de tierras “puede tener otra lectura y verse como una maniobra, aunque algo tardía, para tratar de recomponer su ascendiente sobre el defraudado grupo latifundista, atendiendo a sus reclamos más perentorios; no porque sí está detrás de esa medida legislativa nada menos que la Junta de Hacendados, que concuerda en todos sus términos con el caudillo”. (14) Y, afinando su tendencia interpretativa, agrega: “como lo anticipa el título mismo de la ley, un implacable artículo 27 instituye la leva y promete embretar al gauchaje en el corral de las conveniencias de aquéllos, a despecho de las irrealizables concesiones populistas que el propio texto contiene. El reglamento, pues, sería como un cebo para recuperar una buena proporción de ese activo intangible que era la confianza que los grandes y medianos hacendados habían depositado en él cuando los SETIEMBRE 2011 7 convocó en Mercedes”. Como puede observarse, según la óptica de Vázquez la política agraria de Artigas no se alejaría del horizonte ideológico ni de los intereses rurales de la élite hacendada, con la cual sus relaciones se habían efectivamente deteriorado desde fines de 1813, problema que analizamos en otra parte de estas notas. Sin embargo, aun cuando existen evidencias para asociar a los terratenientes patriotas con la ley agraria, éstas tendrían una eficacia más discursiva que efectiva toda vez que el proceso real de la política oriental —y el caos rural, producto de la historia anterior, la revolución y las guerras— se hallaba fuera del control de la élite y, en cierta medida, también de Artigas. En este sentido, una diferencia no menor entre ellos sería la absoluta disfuncionalidad de dicha situación con el interés de los primeros, mientras que Artigas encuentra en parte de los actores sociales del desborde y el “desorden” social a muy firmes sostenedores de 8 SETIEMBRE 2011 su poder e influencia política. Si bien oportunamente hemos expuesto una perspectiva definida sobre el papel del Reglamento, (15) una revisión de algunos aspectos de su gestación y de las circunstancias a partir de las que fue concebido puede contribuir a esclarecer algunas de las líneas de controversia que han quedado planteadas. Partiendo de que su fecha de promulgación fue el 10 de septiembre de 1815, una corta retrospectiva permite establecer que el 4 de agosto, a través de una carta enviada al cabildo de Montevideo —que de hecho controlaba la política urbana__ Artigas exponía con claridad las medidas que creía apropiadas para comenzar a reorganizar la situación rural: sería convenientísimo antes de formar el plan y arreglo de la campaña, que VS. publicase un bando y lo transcribiese a todos los pueblos de la Provincia, relativo a que los hacendados poblasen y ordenasen sus estancias por sí, o por medio de sus capataces, reedificando sus posesiones, sujetando sus haciendas a rodeo, marcando y poniendo todo el orden debido para obrar la confusión que hoy se experimenta después de una mezcla general. Prefije VS. el término de dos meses para operación tan interesante, y el que hasta aquella fecha no haya cumplido esta determinación, ese M.I. cabildo Gobernador debe conminarlos con la pena de que sus terrenos serán depositados en brazos útiles, que con su labor fomenten la población, y con ella la prosperidad del país. (16) Esta nota se cruzó con otra, del mismo día, en la que el cuerpo capitular se manifestaba firmemente persuadido en que el arreglo de la campaña es uno de los puntos interesantísimos en que debe fijar la Provincia toda su felicidad. En este concepto habiendo formado acuerdo para determinar aquello más preciso a su fomento, conservación y orden, ha creído y resuelto por voto unánime ser indispensable que el Alcalde Provincial Don Juan ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE de León y el hacendado Don León Pérez se apersonen como delegados de este Cabildo Gobernador ante VE. con el objeto de acordar todas aquellas medidas que se creyesen más conformes al logro de tan importante y benéfico objeto. (17) Asimismo, para definir las propuestas que se llevarían a Purificación, se convocó a “una Junta de los Hacendados residentes en esta Capital y sus inmediaciones para que proponiendo cada uno cuanto fuese más conducente al objeto deseado se llevase a dicho Sr. General todo aquello que mereciese más atención”. (18) Pocos días después, el 8 de agosto, dirigiéndose nuevamente a los cabildantes Artigas describe la aguda crisis de la ganadería oriental y las medidas que considera necesa- rias para enfrentarla: vele VS. sobre la conservación de nuestra campaña según anuncié a VS. en mi última comunicación. De lo contrario nos exponemos a mendigar. Cada día me vienen partes de las tropas de ganado que indistintamente se llevan para adentro. Si VS. no obliga a los hacendados a poblar y fomentar sus estancias, si no se toman providencias sobre las estancias de los europeos fomentándolas aunque sea a costa del Estado, si no se pone una fuerte contribución en los ganados de marca extraña introducidos en las tropas dirigidas para el abasto de esa plaza y consumo de saladeros, todo será confusión. Las haciendas se acabarán totalmente y por premio de nuestros afanes veremos del todo disipado el más precioso tesoro de nuestro país. Todo lo pongo en el debido conocimiento de VS. para la mayor actividad en sus providencias. (19) A mediados de agosto volvía a insistir: “tenga VS. la bondad de proclamar en los pueblos la necesidad de poblar y fomentar la campaña, según mis últimas insinuaciones, mientras llega el Sr. Alcalde Provincial y podemos poner en ejecución aquellas medidas que se crean más eficaces para la realización de tan importante objeto”. (20) El contenido de la propuesta artiguista, que como puede observarse se hallaba claramente delineada antes de la promulgación formal del reglamento provisorio, al fijar estrictas obligaciones a los hacendados, enfatizando que en caso de no cumplirlas “sus terrenos serán depositados en brazos útiles”, resultaba en buena medida ajeno al espíritu predominante en la élite latifundista oriental, que había hecho de las estancias de alzados y de las vaquerías en los realengos la forma principal de obtención de cueros —incluidos los de “marcas extrañas”— para la exportación. En este sentido tanto las coincidencias como las profundas discrepancias de perspectivas existentes pudieron observarse en la reunión que, el 11 de agosto de 1815, congregó en el cabildo de Montevideo a los miembros del cuerpo de hacendados con el fin de analizar el estado de la campaña y sugerir las medidas que el alcalde provincial debería proponer en la comisión que se le encomendaba ante Artigas “para hacerle presente el desarreglo en la campaña”, según indican las actas de la sesión. El análisis de la composición social de los participantes permite afirmar que “los propietarios allí ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE representados eran el tronco del gran latifundio del partido patriota; sus propiedades iban desde las 25 leguas hasta las que sobrepasaban holgadamente las 200”. (21) Ellos eran los que el cabildo esperaba que “reuniendo sus conocimientos formen el plan de arreglo de la campaña, el que verificado pasará al gobierno para recibir el sello de su aprobación”. (22) Entre los testimonios de mayor interés, uno de los hacendados presentes en la junta —Fructuoso Rivera, futuro presidente del Uruguay— señaló “que era del parecer que ante todas las cosas se pusiese remedio a los continuos abusos que públicamente se observaban en los comandantes y tropa que guarnecen los pueblos y partidos de la campaña; que ellos, por sí, u ordenando a la fuerza a los vecinos, hacían extraer de las estancias partidas de ganado, y que la misma arbitrariedad las faenaban y recogían su producto; que estos robos eran, precisamente, unos motivos que arruinaban a todo hacendado”. (23) Si bien reordenar y revitalizar las fuentes de la producción ganadera de la provincia era un objetivo que se asociaba estrechamente a la necesidad de obtener los recursos que sostuvieran económicamente el proceso político en curso, no deja de llamar la atención que, al cargar la responsabilidad por los destrozos “obre la estructura militar instalada en la campaña, Rivera cuestionaba de hecho el accionar de los principales resortes —”comandantes y tropa”— del poder de Artigas. Afirmación que, al no ser acompañada por una crítica y/o autocrítica severa sobre la actitud de los grandes hacendados y sus modalidades tradicionales de explotación económica de la riqueza ganadera, no podía ocultar el sesgo sectorial que la condicionaba. Precisando su razonamiento, Rivera señalaba que “aun cuando dicho ganado lo extrajesen de algu- SETIEMBRE 2011 9 nas estancias que hay abandonadas, era un perjuicio que se infería a la provincia, como legítima dueña de ellas, por ser pertenencias europeas”, lo cual en algún punto impugnaba, de hecho, los mecanismos mediante los que Artigas obtenía los cueros que hacían a la caja básica de su gobierno, de los que aquellos militares cuestionados eran, en parte, agentes decisivos. O sea que enfrentando un problema que, para cada sector a su modo, les resultaba común, la primera opción de Artigas —como se desprende de los textos citados— hace recaer el peso de la solución sobre un cambio de actitud de los hacendados, mientras que el ocasional mentor de éstos elegía enfatizar “que ningún vecino podía contarse seguro, por hallarse indefenso contra tanto malévolo, pues si alguno intentase oponérsele, sería al momento víctima; y últimamente, que ninguna medida sería adoptiva ínterin no se cortasen estos abusos”. 10 SETIEMBRE 2011 En esta línea, la junta de hacendados resolvió “el pronto acudimiento de tan escandaloso desarreglo, como base fundamental de todos los demás males [...] disponiendo se reuniesen al cuartel general, o a otro punto que se determinase, todos los destacamentos, quedando los pueblos guarnecidos de la milicia que en cada uno debería formarse, y que aquellos a quienes se les encomendaba, fuesen bien prevenidos del cumplimiento de su deber, bajo las más severas penas”. (24) Lo que no se consideró en el curso de las deliberaciones, o al menos no se incluyó en las actas escritas, fue el hecho de que por lo menos dos meses antes de “acordar” el texto del Reglamento con los representantes del cabildo, Artigas ya había comenzado a poner en práctica en la región de Maldonado el que sería su componente más radical. Allí, el 19 de junio de 1815, Otorgués se había dirigido al cabildo y comandante militar: Debiendo por disposición de mi Sr. General repartir algunos terrenos de los pertenecientes a la Provincia o a Europeos entre aquellos individuos o familias pobres que quieran cultivarlos, dándoles al mismo tiempo la cantidad de ganados suficiente a servir de base a un buen establecimiento se ha de servir VS. hacerlo saber a esos habitantes para que ocurran a mi cuartel general. (25) El 12 de agosto, mientras todavía resonaban los ecos de la junta de hacendados del día anterior, el cabildo se dirigió a Artigas alarmado porque la reestructuración agraria comenzaba a ponerse en movimiento con independencia de las deliberaciones de la élite terrateniente montevideana: Con fecha 31 de julio dirigió a este gobierno el Jefe de la Vanguardia Don Fernando Otorgués el oficio del tenor siguiente: ‘Habiendo de repartir algunos terrenos de los pertenecientes a la Provincia o a europeos entre aquellos hombres laboriosos que quieran cultivarlos para sí, dándoles un número de ha- ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE ciendas capaz de formar un buen establecimiento tendrá VE la dignación, de hacerlo saber a esos habitantes, y circular este conocimiento a los Pueblos para que noticiosos los que gusten disfrutar este beneficio se dirijan al cuartel general que deberé fijar en el Fraile Muerto, y tengan de este modo efecto -las miras que mi Sr. General se propone en esta medida que me recomienda’. Este cabildo gobernador está persuadido que no puede allanarse a realizar las; medidas indicadas del dicho Jefe sin precedencia de orden de VE comunicada; al efecto, debiéndose crear el órgano inmediato por cuyo conducto giran las Supremas de VE respecto a haberse dignado depositar en él el Gobierno Intendencia de esta Provincia; de otro modo padecería la salud de ella funestos contrastes y entorpecimientos, y convencido además de esto que aquellas resoluciones no pueden tener el logro conveniente hasta el arreglo general de la campaña. (26) Qué otra cosa podían significar estas líneas sino recordarle a Artigas el virtual cogobierno que ejercía la elite montevideana, incluida la veladísima amenaza de los males que acaso sobrevendrían de su secundarización en asuntos tan sensibles a sus intereses como el destino de las tierras orientales. La respuesta de Artigas del 18 de agosto refleja con claridad dos de sus convicciones básicas de entonces: la necesidad de mantener la unidad con los terratenientes y mercaderes orientales que formalmente se acomodaban a su dirección, (27) y la urgencia de avanzar con independencia de criterios y decisiones en la solución del marasmo agrario: Pasé la orden al comandante de vanguardia para que pusiese el orden posible en la campaña y propendiese al fomento de las estancias [...] La importancia, de esta medida provisoria y la multitud de negocios que me rodean me privaron de impartirla por ese conducto. En lo sucesivo Don Fernando Torgués recabará la aprobación de VS. en la repartición de terrenos. Entretanto VS. tenga la bondad de proclamar en los Pueblos la necesidad de poblar y fomentar la campaña según mis últimas insinuaciones, mientras llega el Sr. Alcalde Provincial y podemos poner en ejecución aquellas medidas que se crean más eficaces para la realización de tan importante objeto. (28) El contrapunto, en ocasiones poco sutil, no se detenía: al día siguiente el cabildo informaba que para acordar las providencias conducentes a la organización de la campaña han marchado ya a la presencia de VE. el alcalde provincial asociado del ciudadano León Pérez. Ellos van a recibir instrucciones de VE. sobre el particular. El Bando para que los hacendados reedifiquen sus posesiones parecería inoficioso en la actualidad. Nadie emprenderá el restablecimiento de sus hogares hasta que no se oponga un dique a la rapacidad de los forajidos que inundan nuestros campos, habituados a arrebatar los mejores frutos del trabajo del tranquilo vecino. Luego que se provea el remedio a estos males podrá obligarse a los hacendados a poblar sus tierras. (29) Nótese cómo en la relación Artigas-elite era el general quien tenía la prelación, basada en una correlación de fuerzas militares que lo favorecía a partir de su relación directa con las masas armadas que dirigía, lo cual explica la fórmula “recibir instrucciones de VE.”; al mismo tiempo, y al igual que en Buenos Aires, la prioridad terrateniente apuntaba hacia una solución policial del desorden rural dirigida centralmente contra el pobrerío de la campaña. Evidentemente al escribir la nota anterior el cabildo todavía ignoraba la ratificación hecha por Artigas de lo actuado por Otorgués, ya que sólo el 26 de agosto se notifica de las órdenes que éste recibiera “para entablar el orden de la campaña y el fomento de las estancias, e igualmente de la condicional con que deben expedirse los seguros hasta el arreglo ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE general de la Provincia, como también de la intervención del cabildo en la distribución de terrenos”. Dicho esto, los capitulares informan a Artigas que “para el efecto, y dar principio a las medidas que deben obrar esta interesante organización, se ha acordado la publicación de un Bando en que se invitará a los hacendados a poblar sus respectivas estancias halagándolos con la protección que dispensará el gobierno al logro de sus afanes”. (30) Invitar, halagar, conceptos distintos y distantes del imperioso obligar que se ordenaba desde Purificación. El 28 de agosto Artigas manifestaba que el alcalde provincial “aún no ha llegado a este destino según VS. me anuncia. Luego que llegue le daré las instrucciones convenientes. Entretanto coopere VS. a que los hacendados pongan en planta sus estancias, de lo contrario poco habremos adelantado en el entable de nuestra felicidad”. (31) El 4 de septiembre volvía a reiterar que “no había llegado el Alcalde Provincial para ajustar las medidas precisas para el arreglo y fomento de la campaña. Entretanto celebro de que V.S. penetrado de la importancia de este objeto proclame a los hacendados y propenda a su fomento”. (32) Teniendo en cuenta la fecha an- terior, las deliberaciones de Artigas con los representantes del cabildo y la junta de hacendados no fueron demasiado prolongadas, ya que el 10 de septiembre el caudillo informaba al cuerpo capitular que el alcalde provincial y su asociado marchaban de regreso a Montevideo: “El resultado de su misión son las instrucciones que presentará a V.S. para el fomento de la campaña y tranquilidad de sus vecinos, de su ejecución depende la felicidad ulterior. Espero que VS. propenderá a que tengan exacto cumplimiento”. (33) El reglamento provisorio era una realidad. (34) Sus artículos recogían buena parte de las preocupaciones de los terratenientes orientales, y en ese sentido evidentemente no apuntaba, ni tiene sentido pensar que ésa haya sido la intención primaria de Artigas, a agudizar las fisuras que se venían observando entre éste y la elite montevideana. (35) Y sin embargo, las disputas entre ellos no quedaron al margen del Reglamento, que al decir de un testigo “el cabildo miró siempre con fría y afectada aprobación”, (36) sino que éste, de hecho, las estimuló, articulándose con otros problemas conflictivos que venían procesándose con anterioridad. (37) Un buen ejemplo son las diferencias acerca de quienes debían considerarse “malos SETIEMBRE 2011 11 europeos y peores americanos” (a quienes la ley agraria ordenaba expropiar y repartir sus tierras), toda vez que los integrantes del cabildo gobernador y su entorno más inmediato formaban parte de redes sociales, económicas y familiares que en más de un caso los ligaban con hacendados y mercaderes españoles de importante figuración durante el régimen colonial. Y el problema se agravaba porque, como señaló Larrañaga —calificado observador de los acontecimientos—, más allá de que se reconocía formalmente la responsabilidad del alcalde provincial en confiscaciones y mercedes, “lo adverso de este proyecto consiste en que casi se deja a discreción de los comandantes o alcaldes principales de cantón el repartimiento de las tierras, privando de sus antiguas posesiones a los propietarios sin ser oídos y por la sola cualidad de españoles o españolados”. (38) Estas circunstancias deben ser especialmente tenidas en cuenta pues remiten a una problemática única y más general, consistente en explicar qué significaba para los distintos actores políticos la revolución oriental, cuáles eran sus enemigos, cuáles las medidas adecuadas para eliminarlos o neutralizarlos; y cuáles los límites o condicionamientos que la naturaleza socioeconómica de las diferentes clases, fracciones y grupos sociales imponían al accionar de los dirigentes que en última instancia las iban expresando. Junto a la puesta en práctica del Reglamento, con la que se imbricaba estrechamente, otro hecho que se tornaría clave para el futuro de las relaciones de Artigas con la élite mercantil-terrateniente oriental fue su determinación de que los enemigos del sistema radicados en Montevideo fueran enviados al campamento de Purificación (sede del cuartel general de Artigas), para que allí, exentos de peligrosidad, se reeducaran a través del trabajo. Este tipo de iniciativas contribuyó a incrementar las contradicciones y la cada vez más inocultable 12 SETIEMBRE 2011 tensión que caracterizaba la relación entre los dos centros de poder principales que coexistían en la provincia, señalando la dicotomía irreductible del mundo rural insurreccionado bajo la conducción de Artigas —y otros caudillos y referentes de la campaña— y el centro político, administrativo y comercial montevideano, con sus tradicionales representantes, donde todavía conservaban influencia los antiguos integrantes del partido realista. En estas condiciones, la prelación de Artigas, su jefatura, debe entenderse como un estricto problema de correlación de fuerzas, especialmente militares, al que la elite social oriental debió acomodarse por cierto que a disgusto. En este contexto, el conflicto, aun cuando se procuraba por ambas partes mantenerlo en un segundo plano, resultaba inevitable, ya que las conexiones entre los contrarrevolucionarios que resultaban expropiados por el Reglamento de tierras y los españoles —y españolistas— enemigos del sistema cuya internación en Purificación se reclamaba, eran en numerosos casos sumamente estrechas; tanto como sus vínculos con muchos de los hombres que controlaban el gobierno montevideano. Al respecto hay que recordar que entre 1811 y 1814 la capital oriental se mantuvo bajo dominio español, y luego hasta febrero de 1815 fue ocupada por fuerzas directoriales de Buenos Aires, habiéndose elegido recién en marzo el primer cabildo autonómico, (39) emergente directo de “la parte principal y más sana del vecindario” aun cuando, es verdad que los electos formaban parte de la fracción que, en general, se hallaba más dispuesta a asociar sus intereses con el éxito de un proyecto político independiente, propuesto desde la Banda Oriental al conjunto de pueblos y provincias del viejo virreinato. Es la eficacia de dichas conexiones la que puede explicar plenamente, por ejemplo, el contenido de la carta dirigida por el cabildo a Artigas en agosto de 1815, en la que ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE entidad de unas consecuencias que pudieran disminuirse en la distancia. (40) A las presiones del cabildo para que se atemperaran las medidas contra los partidarios del régimen colonial, respondía Artigas transparentando la distancia política que separaba las posiciones en pugna: luego de señalar los logros alcanzados hasta poco antes —que atribuyen lisonjeramente al caudillo como “genio libertador de la banda oriental”—, pasan a lamentarse de que sea que la suerte haya querido arrebatarnos este lauro, o que en verdad nuestros conatos no merezcan la aprobación de VE., ellos (dichos logros) han sufrido un golpe capaz de anonadarlos con el extrañamiento de (32) europeos y americanos cuya marcha hacia esos destinos está fijada. El cabildo gobernador ha rendido a VE. en este paso el mayor homenaje de respeto y obediencia que pueda exigirse a un magistrado en que se reúnen el carácter de magistrado con el de jefe, y las funciones de padre con las de juez. Él ha violado la fe de su palabra, ha convertido contra sí mismo las armas que usó para restablecer la confianza pública y el decoro de las autoridades; pero VE. queda obedecido, y esto basta. Verdad es que la emigración, el llanto y la zozobra del vecindario convertirán otra vez este suelo envidiable en un desierto edificado. Verdad es que el temor de nuevas expulsiones arrojará a las costas de la potencia limítrofe los restos de nuestra población. Verdad es que la Provincia rival sacará partido de nuestra consternación protegiendo los tránsfugos. Verdad también que nuestros corazones palpitan al contemplarlo [...] No se crea que el representar a VE. nuestro dolor tiene otro fin que ilustrarle sobre la Es de necesidad salgan de esa plaza y sus extramuros todos aquellos europeos que en tiempo de nuestros afanes manifestaron dentro de ella su obstinada resistencia [...] no debe guardarse consideración alguna con aquellos que por su influjo y poder conservan cierto predominio en el pueblo. Absuelvan más bien de esta pena a los infelices artesanos y labradores que puedan fomentar el país y perjudicarnos muy poco. Igualmente remítame cualquier americano que por su comportación se haya hecho indigno de nuestra causa (que) acaso entonces más condolidos no amargaran nuestra época. (41) Los malos europeos y peores americanos, blancos de la revolución oriental y del Reglamento provisorio, seguían sin aparecer, mientras el cabildo salvaba las apariencias persiguiendo sospechosos de ninguna peligrosidad, situación, que no hacía más que estimular y radicalizar las exigencias de Artigas: No sé por qué fatal principio, siempre veo frustradas mis providencias sobre la seguridad de los españoles; ellos desaparecen de en medio de los pueblos en los momentos que debían ser aprehendidos por los patriotas. No sé si será desmayo en los ejecutores, condescendencias en los pueblos o inacción en los magistrados. Sea cual fuere el principio los resultados no son favorables. (42) En noviembre de 1815, meses después de dictados el Reglamento y la orden de confinamiento en Purificación, y en medio de la pulseada política por su efectivización, Artigas escribía a Rivera, entonces comandante de armas de Montevideo: ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE Dígame por Dios en qué consiste que los europeos no salen de ese pueblo y que hay tanta inacción en él que no advierto un sólo rasgo que me inspire confianza. El gobierno me muele con representaciones pretextando mil inconvenientes, los particulares lo mismo; de modo que me hacen creer que entrando en esa plaza todos se contaminan. De aquí nace la falta de uniformidad en la opinión, unos acriminan a los otros con sarracenismos y porteñismos, todo se entorpece y es la causa la que padece [...] Si no veo un pronto y eficaz remedio aguárdeme el día menos pensado en esa. Pienso ir sin ser sentido y verá Ud. si me arreo por delante al gobierno, a los sarracenos, a los porteños y a tanto malandrín que no sirve más que para entorpecer los negocios. (43) Nótese que estamos analizando testimonios de las relaciones entre los dos principales poderes de la provincia, que cogobernaban bajo la dirección en última instancia de Artigas. De modo que los documentos citados no por conocidos dejan de mostrar en toda su dimensión el distanciamiento creciente, sólo matizado por los influjos unitarios determinados por las necesidades que permanecían comunes, que teñía las relaciones entre la aristocracia montevideana y el líder político-militar de la revolución. El modo como Artigas iba conceptualizando los resultados de la experiencia práctica y cotidiana de la actividad política orientada a mantener unido el frente que compartía con la elite oriental, base de su proyecto estratégico, (44) no deja lugar a equívocos sobre las características de la coyuntura en la que se venía a insertar la nueva política de tierras: Yo bien advierto que el resultado es el mismo poniendo el gobierno en uno que en muchos —escribía Artigas a fines de diciembre de 1815—, pero siempre sería más difícil la complotación y como no es mayor la confianza que hasta el presente nos han inspirado, tampoco me atrevo a depositar la confianza en uno que al fin pudiera dejarnos desagra- SETIEMBRE 2011 13 dados... Sobre todo creo más fácil simplificar el gobierno en el mismo cabildo para los actos judiciales y de recursos, dejando aquí los de última apelación, antes que reducir el gobierno a uno siendo electo por ellos mismos [...] Quitar de un sólo golpe las pasiones de esos hombres es lo más difícil, nunca fueron virtuosos, y por lo mismo costará mucho el hacerlo. (45) Respecto del breve período durante el cual el Reglamento pudo ser aplicado sin otro contraste que la oposición interna que suscitaba, antes de que el centro de la política de Artigas en la órbita provincial debiera trasladarse a la lucha contra la invasión colonialista lanzada por el gobierno de Portugal en 1816, es necesario señalar que se trató de un proceso sumamente complejo y disputado, con fuerzas que aquí y allá se manifestaron en direcciones tenían un conocimiento acabado de sus contenidos esenciales. En este sentido conviene también matizar la idea de un proceso de reparto de tierras visualizable en todos los casos bajo un mismo aspecto, ya que resultaría inevitable que las diversas extracciones sociales de los “sujetos dignos de esta gracia” —como califica el reglamento a sus potenciales beneficiarios— determinaran tipo, grado y modalidad del acceso a las donaciones. Quizá podría señalarse como hipótesis organizadora de lo ocurrido, y como prospecto de futuras revisiones del tema, que se desplegaron al menos tres escenarios concurrentes y contradictorios en proporciones inciertas: a) Aquel en el que la acción de los cabildos —no sólo pero especialmente el de Montevideo— facilitó la solicitud de distintas personas y sentidos encontrados, acelerando, neutralizando o distorsionando el despliegue de las expropiaciones de campos y distribución de estancias. Así, los tiempos reales de aplicación del reglamento resultaron la síntesis de diversos factores concurrentes que le dieron características específicas en cada región de la Banda Oriental, pudiendo aceptarse que hacia fines de octubre de 1815 todos los niveles institucionales de poder vinculadas con las élites dominantes, al darles conocimiento rápido de la ley y el favor de sus influencias con las autoridades de aplicación, comenzando por el alcalde provincial (46) También pueden incluirse aquí diversas situaciones en las que el reglamento fue utilizado para dirimir antiguos litigios por tierras —e incluso para la atención de denuncias no sólo de estancias sino también de chacras, donde a las formas colonia- 14 SETIEMBRE 2011 les tradicionales se les superponía el nuevo instrumento legal—, como el protagonizado por Juan Uriarte (cabildante de Maldonado) y algunos vecinos encabezados por Leonardo Álvarez (rematador de los diezmos de San Carlos) que se arrastraba desde los tiempos del virrey Avilés. (47) b) El proceso más apegado al texto y al espíritu del reglamento, bajo la dirección y control de las autoridades que él establecía, (48) que concentra presumiblemente la mayor cantidad de donaciones y muestra una relativa heterogeneidad en cuanto a las características socioeconómicas de los agraciados. A diferencia del anterior, aquí suele resultar menor el peso del cabildo gobernador en la gestión del embargo y reparto (49) en muchos casos por las distancias y en otros por la presencia activa de otros factores de poder, como los comandantes militares al frente de porciones del “pueblo reunido y armado”, además de la mayor cercanía —en ocasiones más política que geográfica— del propio Artigas. Esta modalidad posee fuertes zonas grises en sus solapamientos con las otras dos que presentamos, relativamente volcadas hacia extremos opuestos. c) Las confiscaciones y repartos en los cuales jugaron un papel relevante las partidas armadas compuestas por diversas categorías de campesinos —los más infelices entre “los infelices” a los que aludía el reglamento— acaudillados generalmente por hacendados más o menos pequeños o caudillejos locales, que solían revestir diversos grados de comandancia militar. Estos hechos, que incluyen poblamientos espontáneos, generalmente de antiguos arrendatarios y agregados, en algunas estancias embargadas y en realengos, se produjeron relativamente fuera del encuadre institucional general, cabiéndoles la imagen de un cierto desborde social; fueron enfrentados por el cabildo gobernador y en algunos casos sostenidos por Artigas a quien recurrían, como lo ejemplifica el caso de Encarnación ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE Benítez, (50) en busca de la legalidad que no obtendrían por las vías institucionales más formales. Un buen ejemplo de cómo se cruzan algunas de las perspectivas e intereses en juego son los campos de la familia de Francisco Albín. (51) Presentado fragmentariamente, el asunto podría comenzar con la orden del cabildo gobernador —4 de noviembre de 1815— para que el alcalde de San Salvador impida las.; faenas que se efectuaban “escandalosamente en las estancias del Sr. Regidor Don Antolín Reyna, de los herederos de Albín, de (Miguel) Azcuénaga y otros, sujetos”. Dado que se trata de fundos de malos europeos como Albín y peores americanos como Azcuénaga, se podría suponer que el objetivo es preservar los ganados de la provincia en campos que seguramente han sido embargados V sin ser todavía repartidos. Pues no; el problema era evitar “la usurpación de las haciendas de los vecinos” y hacer cesar “toda tropa que no fuere hecha por los respectivos dueños de las haciendas, decomisando los cueros que se hallaren faenados y entregándolos a sus verdaderos dueños”. Posteriormente, el 14 de noviembre, el cabildo vuelve a dirigirse al mencionado alcalde ordenándole que entregue las estancias de Albín a la persona comisionada por sus hijos, ya que por las demoras habidas “han sufrido y sufren los interesados irreparables daños y perjuicios”. El 27 de noviembre el alcalde responde que se haya paralizado por órdenes contradictorias, pues según se le indica desde Colonia por orden de otro de los hijos de Albín se ha nombrado un comisionado diferente para recibirse de las estancias en cuestión. El 9 de diciembre los capitulares montevideanos reiteran la orden original, puntualizando que “si se presentaron dos órdenes inconciliables debió cumplirse la que emanaba de superior autoridad”. (52) Ahora bien, ¿cómo continuó esta historia? En un documento fechado el 3, de febrero de 1816, Artigas se dirige al cabildo gobernador mos- trando una realidad que —aplicación radical del reglamento provisorio mediante— aparece bien diferente, y muy a tono con la volatilidad que suele afectar las situaciones, a las personas y las cosas en épocas revolucionarias, cuando todo equilibrio se hace apenas relativo: Otros que hubieran sido menos declarados en contra del sistema que Albín y sus hijos, serían ciertamente más acreedores a nuestra benevolencia y respeto. Pero VS. no ignora que ellos hicieron su mérito dentro de Montevideo y escandalosamente llaman propias sus haciendas de campo después que con su influjo activaron la guerra que es el principio de nuestra ruina y la de los infelices vecinos. Por lo mismo he creído más justo acceder al clamor de éstos y ordenar como ordeno al Sr. alcalde provincial que aquellas estancias entren en el orden de las más agradables. (53) En suma, aunque asimétricamente, componentes de los tres escenarios presentados se muestran en este caso tanto en su especificidad como en su solapamiento e interrelación; ratificando que dada la situación y el instrumento —-el reglamento provisorio— sólo la acción social, incluida la forma política principal, iría dirimiendo el sentido orientador del movimiento, él mismo en parte producto y en parte productor de una determinada correlación de fuerzas que en más de un sentido se acompasaba a esos vaivenes. Retomando el planteo con que iniciamos nuestro análisis, unos pocos ejemplos más, focalizados en el papel específico de Artigas en la gestión de aplicar el Reglamento, entregan algunos elementos de juicio complementarios para su valoración. Así, en relación con los contenidos confiscatorios de la norma, la posición no dejó lugar a dudas: Adjunto a V.S. decretada la representación de Doña Martina Saravia. El señor alcalde provincial le hará poblar su estancia con las restricciones consiguientes al ningún servicio que tiene hecho a la patria ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE toda su familia. (54) En otra nota, de enero de 1816, aludiendo a la situación de un rico montevideano que durante el año anterior había formado parte del cabildo, Artigas les recordaba a sus antiguos colegas: “Espero igualmente la relación del embargo de la estancia del ‘Perdido’, de Antolín Reyna, para determinar lo conveniente sobre el inventario de sus intereses”. (55) Pocos días después, el 8 de febrero, el subteniente de provincia a cargo de los repartos de tierras informaba sobre la presentación de “varios americanos beneméritos solicitando suertes de campo como previene el reglamento provisorio sacadas éstas de las estancias del prófugo Don Antolín Reyna”. (56) Por diversas razones, entre ellas haber sido objeto de detallados estudios sobre su funcionamiento en tiempos coloniales, (57) la estancia de Las Vacas o de las Huérfanas, puede ser elegida como otro caso ejemplificador de la aplicación del reglamento. Este inmenso latifundio, que había pertenecido a los jesuitas y luego a la Hermandad de la Caridad y Congregación de Niñas Huérfanas de Buenos Aires, fue distribuido entre por lo menos 21 agraciados en virtud de la orden dirigida por Artigas al alcalde de Vívoras el 12 de febrero de 1816: igualmente, y no obstante el decreto del ministro de hacienda de Montevideo (?), oficiará Ud. al Sr. alcalde provincial comisionado para el reparto de terrenos; a fin de que según las instrucciones que tiene proceda al repartimiento de la estancia de las Huérfanas en el modo y forma en ellas indicadas. (58) Si bien el Reglamento introdujo por sí mismo un nuevo espacio de fricciones, no hacía más que abonar las dificultades de una relación política que, si acaso había sido más sólida en el pasado, desde fines de 1813 había comenzado a resquebrajarse, como se evidenció en las diferentes actitudes de unos y otros frente a los “enemigos del sistema”. De este modo, y al igual que en el caso del confinamiento de estos en Purificación, aplicar o no —o de qué modo hacerlo— el Reglamento, polarizó aún más las posiciones, como se observa en una nota firmada por Artigas el 9 de marzo de 1816: En las instrucciones dadas al señor alcalde provincial le fue prevenido diese parte a V.S. de los terrenos repartidos, y que VS. comisionase un regidor que ‘ llevase una razón de las gracias concedidas. En esta virtud quedaba al cuidado de V.S. pasarme una noticia de lo obrado para mi conocimiento. El SETIEMBRE 2011 15 término prefijado ya pasó e ignoro si es omisión del dicho alcalde provincial en no haber empezado aun a dicho reparto, o falta de prevención en V.S. Lo comunico para ‘ que ella tenga su más exacto cumplimiento. Así será más fácil concebir si se anhela por el fomento de la población de la campaña. (59) Y todavía, el 3 de abril de 1816, insistía: “VS. reconvenga al Sr. Alcalde Provincial para que con brevedad instruya a VS. de los terrenos repartidos en la , campaña por él y sus subalternos según se le tiene 16 SETIEMBRE 2011 prevenido”. (60) En esos días el silencio del cabildo contrastaba sonoramente con la amplitud y profundidad que iba adquiriendo, aunque de un modo geográficamente irregular, el movimiento de expropiación y reparto de muchos grandes latifundios coloniales. Por último, quiero señalar que la valoración del reglamento no debería soslayar la introducción de una perspectiva comparativa, en especial con lo que ocurría en la banda occidental del Río de la Plata, (61) la que puede contribuir a que el análisis dependa menos de la impronta ideológica del investigador, focalizándose en lo que efectivamente ocurría y podía ocurrir dentro del rango máximo de posibilidades reales, y no imaginarias, que ofrecía la situación del momento. Sin perder de vista que se trata de una alusión al problema más que de un análisis que requeriría otros medios y esfuerzos, vale recordar que el 30 de agosto de 1815 el gobierno de Buenos Aires decretó mediante un bando que “todo individuo de la campaña que no tenga propiedad legítima de que subsistir será reputado de la clase de sirviente”; (62) por esas casualidades de la historia, esto ocurría apenas diez días antes que Artigas dictara su reglamento para el arreglo de la campaña oriental, (63) cuyo núcleo duro ordenaba la expropiación de los campos pertenecientes a los terratenientes españolistas, porteños y orientales asociados a unos y otros (“los malos europeos y peores americanos”), mientras que habilitaba para instalarse en ellos a “los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres... con prevención que los más infelices serán los más privilegiados”. Como puede observarse, sin necesidad de ocultar que el reglamento mantenía la vigencia de mecanismos compulsivos sobre parte de la población rural (artículo 27) y sin necesidad de estirar su contenido al extremo de imaginar que el “camino americano” se habría paso en el país, el aspecto principal, dominan- ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE te de las dos normas citadas es diametralmente opuesto; tanto como lo fueron las perspectivas sociales directoriales y artiguistas. (64) Y no porque las elites terrateniente-mercantiles de Buenos Aires y Montevideo difirieran en esencia en su carácter socioeconómico y sus aspiraciones de acumulación de poder y riqueza, sino porque Artigas va introduciendo una perspectiva diferenciadora con respecto a ese horizonte mezquino. A esto se refería seguramente Real de Azúa cuando señalaba que proviniendo originalmente Artigas de los sectores propietarios y patricios, se caracterizaba sin embargo por ser quien “toma una coyuntura histórica —en su caso el levantamiento estanciero— y le da un contenido mucho más vasto, más profundo”. (65) El interés supremo de la Provincia, tal como lo iba expresando la doctrina artiguista, aparecía cada vez más desvinculado de todo compromiso sectorial que lo condicionara, siendo presentado como una tarea común y colectiva. Tarea a la que, sin embargo, unos estuvieron más dispuestos que otros, circunstancia que se profundizaba frente a empresas tan complejas y difíciles como resistir la invasión portuguesa o rechazar el hegemonismo directorial. En este caso, los hombres y mujeres que no tenían demasiado que perder y algo por ganar fueron, como en tantos otros momentos y lugares, los que tendieron a pagar históricamente los altos precios que rehusaron los ricos y poderosos. Por eso, de haber dispuesto de una correlación de fuerzas más favorable al interior del frente que por un período formaron junto a Artigas, es muy probable que la élite oriental autonomista (para no decir artiguista), el cabildo de Montevideo, hubiera impuesto un reglamento para la campaña mucho más parecido al bonaerense, orientado a la pura solución policial, latifundista, para el desarreglo social y productivo del medio rural. Estos problemas-clave del artiguismo, y del período del gobierno autónomo, constituyen un nudo interpretativo fundamental, pues las relaciones del líder y el patriciado encierran toda la complejidad de un todo en el cual coexistían la unidad y la contradicción, como había ocurrido desde el propio inicio de la insurrección oriental. Claro que al ir transitanto el camino, tan duro como costoso, de la rebelión bajo la conducción de Artigas —sostenida en el pueblo armado—, la unidad y la coincidencia se fueron haciendo más formales y ocasionales, y las contradicciones más profundas y al fin definitivas, hipótesis que retomaremos al referirnos al ciclo social del líder oriental. 3. El ciclo social de Argas Conocida la historia de la que Artigas resultara un protagonista relevante, aquellos que la han escrito de diferentes modos y con variadas interpretaciones, no han podido evitar realizar dos señalamientos puntuales —fuertemente sostenidos por las fuentes documentales disponibles—, y sin conexión aparente entre sí, que aquí reuniremos para su análisis conceptualizados como el problema del itinerario social de Artigas. Ellos son su condición de nieto de fundadores de Montevideo, surgido del seno de los sectores propietarios y convertido a comienzos de 1811 en la esperanza de los hacendados y terratenientes rebelados contra el poder español; y su estrecha relación con los más miserables y desheredados habitantes del medio rural, graficada durante los últimos combates contra los portugueses, contra Ramírez y en la marcha hacia el refugio paraguayo. La pregunta a responder, la historia a reescribir, el problema en fin, es en qué medida Artigas fue protagonista de un proceso de desclasamiento respecto de la élite oriental, en qué sentido se podría afirmar que la traicionó, y, simultáneamente, determinar hasta donde se puede afirmar su identificación con los campesinos (en toda su abigarrada heterogeneidad regional, racial y ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE productiva) y las castas oprimidas en el marco de las formas de economía y sociedad heredadas de la colonia. Entre las escasas aproximaciones que se han realizado a este problema, y que a nuestro juicio mantiene plena vigencia, Real de Azúa consideró apropiada la caracterización de “desclasado económicamente”, que podría caberle a Artigas como resultado de comparar sus medios, sus servicios y sus sueldos con las entradas y los méritos de los pudientes montevideanos. ¿Debe sumarse a esto la extrema y cabal experiencia de unos modos de vida radicalmente ajenos al ámbito de la ciudad? Todo debe quedar en hipótesis pero lo que no es hipotético es el antagonismo entre Artigas y la urbe patricia. [...] Tampoco cuesta mucho colegir que, desde 1816, todos sus planes estratégicos daban por descontada la actitud derro- tista, o redondamente traidora, de aquellos. (66) Retomando algunos apuntes anteriores, y haciéndonos cargo de la polifonía de nuestro discurso, que ha tomado aquí y allá observaciones que nutren el análisis propuesto, es posible afirmar que desde su juventud Artigas mostraba algunos rasgos y actitudes que pueden asociarse, anticipar, o descubrirse funcionales, con aspectos de su trayectoria posterior: sus años de “Pepe” Artigas, contrabandista y rebelde a las pautas del orden colonial; su intimidad con el gaucherío y los pobres de la campaña —que no se interrumpiría en los tiempos de blandengue—; su posición social subestimada por el patriciado oriental, como se encargó de señalarlo oportunamente Viana; y también, ciertos rasgos de su carácter, evidenciados en la firmeza inclaudicable con que defendió —incluso más allá de aciertos y SETIEMBRE 2011 17 errores— los objetivos que se trazó durante la década de su actuación revolucionaria. Si resulta posible aceptar un ciclo social tal, fue sin duda esta última cualidad la que resultaría la llave maestra de su tránsito desde una perspectiva terrateniente a otra más próxima a los sectores campesinos. Este cambio no fue, desde ningún punto de vista, algo premeditado, ni planificado, ni posiblemente siquiera imaginado por el Artigas de Las Piedras o, incluso, por el del Congreso de Abril, aun cuando probablemente ya comenzara a percibir quiénes serían soldados y patriotas más dispuestos a acompañarlo hasta el final. No sé si en pocas palabras lograré llamar suficientemente la atención sobre, proceso que detrás de su complejidad y densidad histórica parecería dotado de una simpleza tan extraordinaria como eficaz en términos explicativos: la apariencia 18 SETIEMBRE 2011 de que Artigas cambió encubre la esencia de su inmovilidad doctrinaria fijada quizás en las Instrucciones del año xiii—, y el movimiento de los diversos actores políticos y sociales confrontados con el saldo de pérdidas y ganancias que les acarreaba la adhesión a la causa -anticolonialismo, soberanía particular de los pueblos y liga ofensiva y defensiva- sostenida a rajatabla por el líder oriental. Identificar los momentos esenciales, los quiebres y repliegues de esta historia exige explorar simultáneamente los cambios que se van produciendo en la unidad original de la clase terrateniente oriental articulados con los capítulos más relevantes de la evolución política del frente único patriota que se plasmó a partir del Grito de Asencio. Durante los primeros cuatro años de revolución y guerras, desde el comienzo de la insurrección agraria de 1811 contra el poder español hasta la entrada de las tropas de Artigas en Montevideo en 1815, la élite de mercaderes, saladeristas, terratenientes y grandes hacendados, orientales, fue objeto de fuertes estremecimientos y cambios tanto en el plano más estructural de lo socioeconómico —incluidas las situaciones patrimoniales— como en el altamente volátil de las definiciones y adscripciones políticas, originados en los vaivenes de la, lucha anticolonial, las intervenciones militares portuguesa y porteña, y los conflictos internos de la dirigencia oriental autonomista. El pronunciamiento antiespañol en el Uruguay, motorizado por una rebelión agraria y bajo la forma de marcha del campo a la ciudad, que luego de la victoria patriota en la batalla de Las Piedras derivó en el asedio de Montevideo, generó un fuerte clivaje, una primera gran división que afectó especialmente a la cúpula terrateniente, ya que una parte considerable de los más grandes propietarios “ausentistas”, al igual que el grueso del gran comercio, se plegaron a las fuerzas de la reacción realista, siendo muchos de ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE ellos españoles de nacimiento. Esta fracción, varios de cuyos componentes eran también saladeristas, barraqueros y mercaderes intermediarios, perdió el control de sus vastas posesiones rurales, al tiempo que no formó parte del frente patriota, que de esta forma pudo evitar la influencia directa del grupo más retrógrado de los terratenientes latifundistas. Posteriormente, los hacendados que se plegaron inicialmente al movimiento revolucionario, hegemonizándolo, sufrieron una nueva fractura político-ideológica, de gran magnitud, al bifurcarse las posturas pro porteñas de las que optaron por la reafirmación de la soberanía particular de los pueblos orientales. Este proceso comenzó en forma larvada apenas el grupo encabezado por Artigas comenzó a manifestar que su conducta política no se conformaría con el rol que se le había reservado al ser nombrado teniente coronel a las órdenes del gobierno de Buenos Aires. (67) Posteriormente, luego de la firma del Tratado de Pacificación mediante el cual el Triunvirato negoció la retirada de las tropas, portuguesas del Uruguay a cambio de reconocer al gobierno español de Montevideo, en una significativa carta a la Junta del Paraguay del 7 de diciembre de ; 1811, Artigas manifestó que ello ocurrió a pesar de que los jefes orientales habían solicitado que “no se procediese a la conclusión de los tratados sin anuencia de los orientales, cuya suerte era la que se iba a decidir”. Me quiero detener; un momento en este documento, para señalar que allí, al dar cuenta de sus ideas y sentimientos frente a las consecuencias del levantamiento del sitio de , Montevideo, quedó retratado el momento inicial del quiebre político de Artigas, de su desengaño respecto ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE SETIEMBRE 2011 19 de lo que podía esperar de las autoridades de Buenos Aires: Yo entonces reconociendo la fuerza de su expresión y conciliando mi opinión política sobre el particular con mis deberes, respeté las decisiones de la superioridad sin olvidar el carácter de ciudadano; y sin desconocer el imperio de la subordinación recordé cuanto debía a mis compaisanos. (68) En estas circunstancias se produjeron las dos primeras asambleas de los patriotas orientales, una en la Panadería de Vidal y la siguiente en la quinta La Paraguaya, (69) donde Artigas fue erigido en cabeza militar por los vecinos y asistentes al even- visionista de Sarratea en 1812, (70) cuando logró la defección de notorios dirigentes orientales. ofreciéndoles oro, charreteras y galones, que Artigas no podía darles; y como no todos los hombres tienen la virtud suficiente para conformarse con la miseria y las privaciones, don Eusebio Baldenegro, don Ventura Vázquez, Baltar Bargas, Viera y otros, se dejaron seducir, y enseguida los pidió Sarratea con los cuerpos que cada uno mandaba para formar como contingente de la Provincia Oriental en el ejército nacional. Artigas los entregó sin decir una palabra, mas quedó resentido por la conducta de unos hombres la orientación y las resoluciones del Congreso de Abril, formalizadas en las instrucciones que se les dieran a los diputados a la Asamblea del año XIII. Durante el curso de las deliberaciones una parte significativa de la dirigencia provincial, estimulada, además de por la lesión militar de las fuerzas porteñas, por la promesa de algunas dádivas económicas, (72) desconoció la conducción de Artigas y revisó la orientación política que éste continuaba sosteniendo. De acuerdo con la crónica de los sucesos realizada por uno de los participantes que resistió sus conclusiones, “el objeto que principalmente se proponían el presidente to; poco después, ante la retirada de las fuerzas porteñas, se gestaría ese gran torbellino desestructurador de buena parte de las relaciones ; sociales tradicionales que fue el forzado éxodo de los habitantes de la campaña rebelada mediante el cual se evitó quedar nuevamente bajo el dominio español. Con estos antecedentes, el primer capítulo de la división —ya con cierto grado de formalización— de la dirigencia oriental en aporteñados y autonomistas se puede asociar con el resultado de la actividad di- en quienes había depositado su mayor confianza, y desde entonces, quizá, tuvo cierta predilección por los gauchos, pues, le he oído decir, que había encontrado más virtud o constancia en ellos, que entre los hombres de educación. (71) A fines de 1813, un nuevo suceso contribuyó a la formación del clivaje que analizamos: el Congreso de Capilla Maciel, reunido inicialmente con acuerdo de Artigas, se transformó, a instancias de la política directorial operada por Rondeau en una maniobra destinada a revisar como algunos de los vocales que tenían séquito en el Congreso, no era el bien de esta provincia sino el que ciegamente obedeciese y quedase sujeta al supremo gobierno”. (73) La crónica de Castellanos enfatiza que los representantes presentes carecían “de la libertad necesaria para tales cosas, y que sólo enmudecían de terror y espanto”. Sin embargo, a pesar de las fuertes presiones que efectivamente existieron, es innegable que en Capilla Maciel se manifestó una perspectiva política que expresaba las profundas dife- 20 SETIEMBRE 2011 rencias que tempranamente comenzaban a dividir las opiniones de la élite oriental. En este contexto deben entenderse las afirmaciones de uno de los electores, que expresando el pensamiento del grupo más aporteñado señaló: “¿Quién es don José Artigas para dar leyes y prescribir reglas a los representantes de los pueblos de esta Banda?”. (74) Sin duda, estos sucesos y la retirada posterior de Artigas del sitio a Montevideo —seguido por la mayoría de las tropas orientales—, abrieron un abismo entre los secto- ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE res de la élite mercantil-terrateniente que decidían asociar su suerte y fortunas al éxito de la política directorial y los que prefirieron apostar a las posibilidades que podría abrir la conquista de la autonomía —e incluso, para algunos, la independencia— por la que se acababa de jugar Artigas. Después de los sucesos ocurridos durante la emigración y en Capilla Maciel, el tercer hito de la ruptura del frente patriota oriental se produjo luego de la rendición de las fuerzas españolas sitiadas en Mon- tevideo, cuando las tropas de Buenos Aires al mando de Alvear instalaron allí el primer gobierno criollo. En estas circunstancias, y pese a su composición porteña, el nuevo poder fue apoyado por la fracción principal del gran comercio, buena parte del sector latifundista y otros dirigentes políticos referenciados en los anteriores, que compartiendo con Buenos Aires la orientación antiespañola de la hora, la hallaron más funcional —y sobre todo más concreta e inmediata— a la defensa de sus intereses económicos y comerciales que la línea de confrontación y soberanía particular que proponía Artigas. Estas variaciones en el panorama político explican la apariencia de mayor radicalización que van adoptando las posturas artiguistas (en realidad se trata de principios que permanecen inalterados frente a un entorno cambiante que les proyecta otras tonalidades) (75) así como la tendencia a apoyarse cada vez más en el campesinado de paisanos pobres, incluidos gauchos, indios y negros libertos, que comenzaban a sentirse representados, y aunque fuera en pequeña medida el hecho no dejaba de ser extraordinario, por un Artigas que continuaba expresando centralmente los intereses de los hacendados que se mantenían enemigos de España y Portugal, mientras simultáneamente resistían la dominación bonaerense-directorial. Luego de la derrota de las tropas invasoras bonaerenses en la batalla de Guayabos (enero de 1815), y de la posterior evacuación directorial de la Banda Oriental, la instalación de un gobierno capitular autónomo en Montevideo “ mostró el fenómeno político de la reunificación, a nivel de la élite socioeconómica, de los sectores más autonomistas con una parte de los aporteñados —excluida la fracción extrema que se replegó hacia Buenos Aires—, rápidamente reconvertidos al “artiguismo” luego de la retirada de Alvear. En este contexto, como se ha señalado en el apartado anterior, entre ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE marzo de 1815 y julio de 1816 se produjo la coexistencia de una suerte de doble poder político (Montevideo-Purificación), solapado con la dirección militar y la influencia de masas que daba prelación al grupo de Artigas, durante el cual la unidad y la lucha entre ambos tiñeron sus relaciones políticas, crispando socialmente el frente de clases, fracciones y grupos que sostenían el autonomismo oriental. Esta situación sería violentamente alterada por la invasión portuguesa de agosto de 1816, que impuso la tercera y definitiva gran división de los hacendados y comerciantes que permanecían dentro del cauce artiguista, concretada cuando la élite montevideana adoptó una posición conciliadora y colaboracionista con el invasor extranjero. El relato de Larrañaga sobre la caída, en 1817, de Montevideo en poder lusitano es elocuente al respecto: “entró en esta plaza solemnemente el general en jefe Barón de la Laguna, en medio de la municipalidad y bajo palio, dirigiéndose a la plaza mayor, y a la santa iglesia matriz, donde se cantó misa de gracias, finalizándose la función con un Te Deum en medio de las aclamaciones y universal regocijo”. (76) Esta descripción se corresponde con los dichos del síndico del cabildo cuando, ya instalados los portugueses en la capital oriental, afirmó que “sólo la violencia había sido el motivo de obedecer y tolerar a Artigas”, lo cual entrañaba el reconocimiento formal de las profundas diferencias económicas, políticas, ideológicas y diplomáticas a partir de las cuales el líder rural había ido construyendo una identidad oriental diferenciada cada vez más ajena a las necesidades de la cúpula mercantil-terrateniente regional. Tan diferenciada, que la ajenitud discursiva se hace absoluta, por ejemplo en las declaraciones favorables al colonialismo portugués —cualesquiera fueran las razones que las motorizan— que realiza el cabildo montevideano en 1817: “Atento a haber desaparecido el tiempo en que la representación del cabildo estaba ultrajada, sus votos despreciados, y estrechados a obrar de la manera que la fuerza armada disponía; vejados aun de la misma soldadesca, y precisados a dar algunos pasos que en otras circunstancias hubieran excusado, debían desplegar los verdaderos sentimientos de que estaban animados, pidiendo y admitiendo la protección de las armas de S.M.F. que marchaban hacia la Plaza”. (77) A partir de estos sucesos, la ruptura del frente social y político que lideraba, Artigas se profundizaría, debilitándolo cada vez más, con las defecciones de muchos de los jefes que habían contribuido a sostener el “sistema de los pueblos libres”. Algunos, comandantes militares como Rufino Bauza, Bonifacio Ramos, Manuel Oribe, etc., abandonaron la SETIEMBRE 2011 21 lucha a fines de 1817 y se refugiaron en Buenos Aires; mientras que otros dirigentes artiguistas, de la primera línea, traicionaron abiertamente su patria y se sumaron a los invasores, contándose entre ellos Juan José Durán, García de Zuñiga y Fructuoso Rivera. Para todos éstos, como antes para los mercaderes y latifundistas montevideanos, el futuro, si es que lo había, aparecía más asociado al Directorio o al Barón de la Laguna que a la hueste cada vez más tumultuaria, popular y, por qué no revolucionaria, que sostenía todavía al poder artiguista, empeñado en desarrollar la guerra de guerrillas contra la invasión portuguesa y en capitalizar la fuerte influencia que ejercía en los pueblos de Corrientes, Misiones, Entre Ríos y Santa Fe, expresada en las alianzas —algunas 22 SETIEMBRE 2011 extremadamente inestables— concertadas con los grupos y caudillos dirigentes en esas regiones. La otra cara de esta probable historia del tránsito social de Artigas, la opuesta al abismo que se fue construyendo entre los contenidos de su línea política y las necesidades más inmediatas de mercaderes y terratenientes, fue el puente que se fue tendiendo con las masas armadas que acaudilló desde el comienzo de la insurrección, respecto de las cuales había afirmado —y no hemos hallado ningún testimonio que lo desmienta— que “ninguno de mis soldados es forzado, todos son voluntarios y decididos por sostener su libertad y derechos”. (78) Todo fue fruto de la experiencia práctica, con conclusiones que difirieron según la modulación política que la leyera. De esta manera, el itinerario social que analizamos parece estar estrechamente asociado con las lecciones que Artigas fue extrayendo del balance de lo cotidiano, es decir de los vaivenes que el estado de guerra permanente, las durísimas condiciones de vida y las escasas oportunidades de conservar los patrimonios rurales (de los que eran propietarios de tierras y/o ganados), imponían en las conductas y actitudes de los diferentes integrantes del frente artiguista. Aunque apenas ilustrados en este trabajo, los resultados estaban a la vista, por lo que resulta lógico suponer que son ellos los que explican que Artigas fuera “separando de sí a muchos hombres decentes, de quienes había tocado el poco interés en arrostrar una guerra sin recursos”. (79) Y también que dirigiéndose a uno de sus colaboradores más cercanos —Miguel Barreiro, primo, secretario e integrante calificado de la dirección artiguista— ventilara sus sentimientos más íntimos, al reconocer: “Yo siento muy buenos los paisanos y este es mi mayor consuelo”. (80) Refiriéndose a la relación de Artigas tanto con la cúpula como con la base social del movimiento patriota —y a los niveles inferiores de liderazgo emergentes de ella—, un ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE testigo de los sucesos señaló que quizá Artigas ignoraba muchas cosas de las que hicieron éstos, y tal vez los toleraba por necesidad, pues precisaba de hombres que le habían dado tantas pruebas de adhesión, y que tenían algún partido entre el gauchaje del país. Muchas veces lo oí lamentarse de que pocos hijos de familias distinguidas del país quisiesen militar bajo sus órdenes, tal vez por no pasar trabajos y sufrir algunas privaciones; que esto le obligaba a valerse de los gauchos, en quienes encontraba más resignación, más constancia y consecuencia [...] Hablaba de este asunto muchas veces en presencia de extranjeros respetables, enviados de Norteamérica, etc. (81) El mismo memorialista ilustra sus comentarios anteriores —al tiempo que nos llama la atención sobre otro espacio de conflictividad— relatando que en alguna oportunidad Francisco Javier de Viana, integrante del patriciado oriental que se había pasado al bando directorial, le preguntó a su padre: “¿Cómo se figura que un Viana habría de aceptar las órdenes de un Artigas?”. Otra referencia consistente con las anteriores es el testimonio que Cáceres atribuye a Monterroso, (82) que probablemente sintetice la opinión de los dirigentes artiguistas del ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE SETIEMBRE 2011 23 último período, signado por la invasión portuguesa, cuando las contradicciones políticas y sociales habían alcanzado la máxima tensión: Desengáñense ustedes, en esta época se encuentra más virtud en la ignorancia que en la ilustración, echen una ojeada a los pueblos de Misiones y verán que aunque son los más ignorantes, son los que tienen verdadero amor al sistema, que han ido a Corrientes, a Entre Ríos, e irán donde quiera que los llame la necesidad de salvar a la patria. (83) Por último, quisiera cerrar esta pequeña serie de testimonios que presentamos en calidad de elementos de juicio esenciales para pensar el itinerario social de Artigas, transcribiendo el texto de una carta que le enviara en junio de 1815 al gobernador de Corrientes: “En tiempo que defendemos la justicia es preciso que ella resplandezca en todas sus atribuciones. El pobre no está excluido de ella y me es muy sensible verlos caminar inmensa distancia por una cortedad. Eso mismo manifiesta la justicia que expone Juan Ovelar contra el alcalde Cabral por no haber sido oído, ni menos a los testigos que acreditaban su propiedad. Esto no es regular, ni decente, ni justo. Oigale V. en caridad y practíquese esta conducta con todos los infelices. Borremos esa manía o bárbara costumbre de respetar la grandeza más que la justicia. Los jefes deben dar el ejemplo”. (84) 4. Epílogo prolongado para una experiencia histórica revulsiva Que vaya cayendo el crédito de ese demonio, pues como Ud. sabe, la mayor fuerza de este enemigo es la opinión, y ésta es la que debe minársele por todas partes. Sarratea a Ramírez, julio de 1820 Una de las principales conclusiones que se extraen luego de estudiar críticamente lo que suele denominarse “el artiguismo”, es que en una época en la cual los actuales países 24 SETIEMBRE 2011 de Sudamérica distaban todavía de existir como tales, y los pueblos y las provincias que habían permanecido subyugados por el colonialismo español comenzaban tortuosamente su organización política e institucional, Artigas fue el dirigente que mejor expresó la que podríamos denominar corriente más democrática —por decididamente anticolonial y moderadamente reformista del viejo orden socio económico— que emergiera en el Río de la Plata producto del pronunciamiento revolucionario de mayo de 1810. Esta relación es uno de los problemas más interesantes, y más ocultos, de la interpretación del papel del artiguismo en la historia rioplatense, probablemente debido a las dificultades que existen para reconocer el carácter común y compartido de este tramo de la historia de argentinos y uruguayos. Al respecto, se comprende que para las clases dirigentes de ambas bandas y sus respectivas historias oficiales resulte inconveniente otorgar centralidad a un proceso que, entre otros efectos, en un caso señala críticamente los aspectos más oscuros de los gobiernos instalados en Buenos Aires, y en el otro obstruye la construcción de la mitología nacional que sustenta el discurso dominante. Menos claras, sin embargo, están las razones por las que las corrientes políticas e intelectuales opositoras y críticas de los rumbos tradicionales no han profundizado en la imbricación de los significados revolucionarios de dirigentes como Moreno, Castelli y Artigas, especialmente pensando en aquellos “fondeaderos” que mencionamos al comienzo de estas notas. Esta hipótesis es exactamente la opuesta a la formulada por los fundadores de la historia tradicionalmente oficial de la Argentina: “los dos, usted y yo -escribió Bartolomé Mitre a Vicente Fidel López—, hemos tenido la misma predilección por las grandes figuras y las mismas repulsiones por los bárbaros desorganizadores como Artigas, a quien hemos enterrado histórica- ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE mente”. Esta condena se asocia estrechamente a lo actuado por la elite gobernante porteña de la década revolucionaria que, dada la intimidad entre las posturas de Artigas y las propuestas de unidad confederal de las provincias, relegó “la palabra federalismo al ámbito de lo demoníaco y, vinculándola a la también furiosa demonización de la figura del caudillo oriental, asoció federalismo con anarquía, desterrándola así, con transitorias excepciones, del escenario político bonaerense durante la mayor parte de la primera década revolucionaria”. 85 Y sin embargo, ese “bárbaro” fue, como hemos visto, tal vez el mayor reformador social que formó parte de la dirigencia criolla independentista entre 1810 y 1820, y también, seguramente, el principal promotor del federalismo revolucionario como forma de unir e integrar en y para la lucha a los pueblos del estallado virreinato. ¿Interesan estas cualidades, y la posibilidad de explorar en ellas, a la historiografía de la época de la globalización? En los últimos años, en la Argentina se han reactivado los estudios sobre el tema del origen de la nación argentina, el federalismo, los derechos de los pueblos, las formas de representación, etc.; (86) en los cuales es de esperar que Artigas vaya ocupando un lugar cada vez más central, que no debe quedar reservado exclusivamente a los historiadores uruguayos, en tanto siempre será más enriquecedor articular estos aportes con los provenientes de una perspectiva analítica “argentina” del asunto. Al respecto, es sabido que la doctrina artiguista en materia de organización política e institucional de los pueblos emergentes de la revolución anticolonial se asentó en unos pocos conceptos medulares: soberanía particular de los pueblos, vida política, gobierno inmediato, y liga ofensivo-defensiva, en la perspectiva de organizar el “sistema de la confederación para el pacto recíproco con las provincias que formen nuestro Estado”, como lo señala el artículo 2 de las Instrucciones del año XIII. Dichos principios organizativos se plasmaron en diferentes momentos y medidas, con matices y asimetrías, en las experiencias de los pueblos y provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Córdoba y la Banda Oriental, generalmente en conflicto con las orientaciones centralistas emanadas de los gobiernos de Buenos Aires. El “sistema” de organización institucional, o mejor dicho, las vías concretas de aproximación hacia ese objetivo que estableció el artiguismo, fueron, a diferencia de las dos modulaciones más habituales en la época —sesgadas respectivamente hacia el separatismo defensivo o la delegación centralizadora—, un instrumento que mantuvo hasta el final habilitados dos filos conceptuales y políticos, los dos núcleos de la propuesta organizativa: unidad y autonomía. Esto explica que Artigas y los directorios que se sucedieron no sólo confrontaran cuando se reclamaba el ejercicio autonómico de la soberanía particular de los pueblos, sino también cada vez que, confundiéndose en cuanto a sus aspiraciones, la aristocracia porteña, flaqueando en su ilusión de someterlo, le ofrecía —sorprendentemente sin éxito— la independencia absoluta de la Banda Oriental. En este sentido, la línea de Artigas, que podía reconocer un origen cercano al esquema de lucha de puertos por el dominio de vastos hinterlands productivos y comerciales, perduró mucho más allá de la disponibilidad de esos puertos y de la adhesión de sus principales operadores y beneficiarios, las élites tendero-pastoriles uruguayas, que prefirieron los negocios seguros a los grandes negocios, el continuismo a bajo costo y riesgos acotados a la inseguridad de construir renovados escenarios socioeconómicos. Para el artiguismo los pueblos forman la provincia y ella se constituye en un estado a partir de cuya existencia se plantea la unidad confederal; estos estados provincias son los sujetos, tal como se planteó ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE en las resoluciones del Congreso de Abril de 1813, que debían conformar las provincias unidas. En este sentido, las ambigüedades y la influencia de lo que Vilar aludiera como “la precocidad del patriotismo lingüístico”, (87) no hacen más que marcar las impotencias e imposibilidades inmediatas. Y sin embargo, aunque las provincias unidas no existían como tales en la materialidad estructural de las realidades políticas y jurídicas, de algún modo se hallan presentes en las ideas —por ejemplo de Artigas— que de terminaban y condicionaban acciones co- lectivas realmente existentes, (88) y de comprobada eficacia práctica más allá del signo de sus resultados inmediatos. En este sentido, como señaló Chiaramonte, “si existían factores de unión entre los pueblos rioplatenses que emergieron del desplome del imperio español, también es cierto que ellos no alcanzaban a conformar el fenómeno de una nación”; (89) afirmación válida siempre que se acompañe del reconocimiento de que la revolución anticolonial significó el inicio de su construcción, (90) hipótesis a partir de la cual se SETIEMBRE 2011 25 pueden interpretar cabalmente algunos episodios característicos del proceso artiguista en sus relaciones con el poder central. Apenas como una pequeña enunciación de ejemplos, dirigidos por otra parte a tomar distancia de las visiones economicistas de la formación de la nación, quiero recordar que en 1813, al fundamentar su propuesta acerca de que: los orientales reconocieran a la Asamblea Constituyente por pacto y no por obediencia, Artigas señaló que “esto, ni por asomos, se acerca a una separación nacional: garantir las consecuencias del reconocimiento no es negar el reconocimiento”. (91) Una segunda muestra del contenido del pensamiento de Artigas acerca de cómo concebía la organización política de los pueblos y provincias rebelados contra España, son las expresiones vertidas durante el diligenciamiento de la misión encomendada en 1814 por el Directorio a sus negociadores fray Mariano Amaro y Francisco Candioti, con el objetivo de alcanzar un entendimiento con el líder oriental. En el texto del tratado o plan consensuado con Artigas para el restablecimiento de “la buena armonía”, luego de reconocerse la independencia de los pueblos orientales y entrerrianos, en el artículo 42 se aclaraba expresamente: “Esta independencia no es una independencia nacional, por consecuencia ella no debe considerarse como bastante a separar de la gran masa a unos ni a otros pueblos, ni a mezclar diferencia alguna en los intereses generales de la revolución”. (92) Este acuerdo fue finalmente rechazado por Posadas que, estimulado por la toma de Montevideo por Alvear el 20 de junio, afirmó que la Banda Oriental debía “reconocer la unidad del gobierno de las demás, para lograr de su influencia lo que no puede por sí sola”. (93) La última referencia que deseo presentar alude a otro intento directorial de negociación con Artigas, estimulado por la necesidad de ganar tiempo luego de la caída de 26 SETIEMBRE 2011 Alvear, tramitado mediante el envío -en junio de 1815— de la misión Pico-Rivarola. Durante las negociaciones aparecerían claramente expresadas las ideas-fuerza principales del artiguismo, en especial la ratificación de que no debía confundirse soberanía particular con independencia absoluta, tal como surge del punto 12 de la propuesta de Tratado efectuada por Artigas: “La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el Estado denominado Provincias Unidas del Rio de la Plata. Su pacto con las demás provincias es el de una alianza ofensiva y defensiva. Toda provincia tiene igual dignidad, e iguales privilegios y derechos; y cada una renunciará al proyecto de subyugar a otra. (94) La Banda Oriental del Uruguay está en el pleno goce de su libertad y derechos; pero queda sujeta desde ahora a la constitución que organice el Congreso General del Estado legalmente reunido, teniendo por base la libertad”. (95) La distancia entre las dos posiciones, tanto como la incomprensión y/u oposición porteña de la verdadera naturaleza del reclamo artiguista, al que calificaban de “exótico”, (96) queda patentizada al contrastar la propuesta anterior con el primer punto del borrador directorial: “Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del Uruguay, renunciando a los derechos que por el antiguo régimen le pertenecían”. (97) Como puede observarse, y sin perjuicio de las necesarias revisiones del tema a la luz de nuevas preguntas y preocupaciones, la elaboración artiguista sobre las pautas más apropiadas para orientar la organización política y jurídica de los pueblos y provincias no deja lugar a dudas acerca de sus contenidos esenciales, inmodificados a pesar de formularse tanto en condiciones apuradas como las de 1814 o más favorables como las del año siguiente. En este sentido, siempre será de utilidad guiar las nuevas investigaciones! por la hipótesis formulada en su momento por Sala, De la To- ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE rre y Rodríguez, refrendada luego por Ansaldi, con respecto a que en 1820, con la derrota del artiguismo, “muere el ‘carácter revolucionario del federalismo’ y concluye la fase revolucionaria”. (98) Para finalizar nuestra revisión de algunos aspectos del artiguismo, quisiera entrar brevemente de lleno en el campo de las polémicas y las críticas más asociadas al escepticismo y el posibilismo disparados por los fuegos posmodernos y globalizantes, emergentes de los cambios en las relaciones de fuerzas internacionales y regionales que se han producido desde mediados de los setenta. En especial aquellas donde se han focalizado las impugnaciones recientes de la actuación histórica de Artigas, apuntadas a cuestionar su supuesta intransigencia dogmática, y, de fondo, a afirmar la inhabilidad del proyecto político que acaudilló. Si bien se contabilizan observaciones críticas puntuales que comienzan en la resistencia de Artigas a las resoluciones revocatorias adoptadas por el congreso aporteñado de Capilla Maciel en 1813, las más punzantes corresponden a. hechos correspondientes al período final, cuando los efectos de la pinza político-militar corporizada en la invasión portuguesa y las hostilidades directoríales —activando la guerra civil en el flanco oriental de los Pueblos Libres— exigían los máximos sacrificios y las mayores audacias políticas. Mencionaré sólo dos: la misión de los representantes orientales en diciembre de 1816 ante el director supremo de Buenos Aires y la ruptura con Ramírez. Al respecto se ha señalado que Artigas “nunca tuvo cabal idea de la correlación de fuerzas, rechazó airadamente los términos que Pueyrredón, con toda la ventaja a su favor, le impuso a Juan Francisco Giró y a Juan José Duran, que no tenían ningún margen de negociación; y tampoco se dio cuenta de que el invasor poseía una máquina de guerra obediente a un general que había combatido a Napoleón al lado de Wellington...”. (99) La primera observación, cuyo sentido el lector rápidamente comprenderá, es que los delegados eran integrantes de la élite oriental afincada en Montevideo y expresada políticamente mediante el cabildo de la ciudad; hombres de negocios que, a esa altura de los acontecimientos podían subordinarse a Buenos Aires o eventualmente, como terminaron haciéndolo, a los portugueses, antes que afrontar el peso de una nueva guerra anticolonial —tan legítima y necesaria como la antiespañola—, resistiendo las pretensiones hegemónicas de la ex capital virreinal y bajo las órdenes de Artigas. Era demasiado para su perspectiva y posibilidades de clase. Por eso, como producto de su misión diplomática que debía concentrarse en lograr apoyo para enfrentar la invasión extranjera, los diputados firmaron un tratado donde se estipuló: “El territorio de la Banda Oriental del Río de la Plata jurará obediencia al Soberano Congreso y al Supremo Director del Estado en la misma forma que las demás provincias... en consecuencia de esta estipulación el gobierno supremo por su parte queda en facilitarle todos los auxilios que le sean dables y necesite para su defensa”. ¿Qué podía decir Artigas al enterarse de este pacto? Supongo que no otra cosa que la filípica que dirigió a los negociadores al dar por concluida su misión: Es preciso o suponer a V.S. extranjero en la historia de nuestros sucesos, o creerlo menos interesado en conservar lo sagrado de nuestros derechos, para suscribirse a unos pactos que envilecen el mérito de nuestra justicia, y cubren de ignominia la sangre de sus defensores... El jefe de los orientales ha manifestado en todos los tiempos que ama demasiado a su patria para sacrificar este rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad. (100) Por otra parte las críticas a la “obstinación” e “intransigencia” de Artigas no son nuevas, ya que buena parte de la historiografía ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE tradicional argentina, y no sólo en sus modulaciones asociadas al pensamiento de la derecha ideológica, habían planteado que la política de Artigas en favor de la unidad confederal y la defensa de la soberanía particular de los pueblos contribuyó a dividir la unidad patriota contra el enemigo español. Pero, ¿y el colonialismo portugués?, ¿y la guerra civil desatada por Buenos Aires el día que decidió que sus tropas no serían auxiliadoras de los pueblos sino ejército principal en operaciones al que aquéllos deberían subordinarse? ¿Quién dividió? Daría la sensación, cuestión entendible en los tiempos que corren, que lo que para algunos resulta francamente inaceptable es que Artigas reafirmara, frente a todos los contrastes y peligros, la línea con que había convocado a los pueblos orientales a la lucha. ¿Será que hoy al no doblegarse ante las dificultades extremas se lo considera tomar una actitud soberbia e inviable? ¿Qué sólo se trata de lo posible y no de lo necesario, que debe ser hecho posible? El desencuentro con Francisco Ramírez es patéticamente sencillo y elocuente con respecto al tipo de problema que estamos considerando: marcha sobre el gobierno directorial al frente de un ejército federal, autoproclamado artiguista, con la misión de derrotarlo para imponer la declaración de guerra a Portugal y comenzar a organizar la confederación. Luego del triunfo, desconoce ambos mandatos, acuerda con Buenos Aires —de donde recibe cierta cantidad de armas— el pacto de Pilar, por el cual Artigas acaba transformado en “el capitán general de la Banda Oriental”, al que se le informará lo acordado por si quiere suscribirlo. Qué podía decir Artigas, más que señalar que los fines del Tratado celebrado “por V.S. sin mi autorización ni conocimiento no han sido otros que confabularse con los enemigos de los pueblos libres...”. Tal vez en este debate postrero entre el jefe oriental y su más inme- diato aliado en el litoral argentino se encuentre la esencia de aquella actitud que señalamos al comienzo, al sugerir que la clave de la aparente radicalización del accionar de Artigas se hallaba en la persistencia de los objetivos consagrados en abril de 1813, a pesar de la variación de las circunstancias. De aquí surge la falta de flexibilidad política que, a mi juicio equivocadamente, se atribuye a Artigas, al confundirse las tácticas SETIEMBRE 2011 27 —siempre movibles, de acuerdo con dichas circunstancias— con los principios, que en este y otros casos resultaron inamovibles. Eso es, por fin, lo que se explícita, cuando sin ningún lugar a réplica, el jefe oriental devela ante Ramírez la lógica que explica buena parte del ciclo artiguista: “Mi interés no es otro que el de la causa; si es injusta en sus principios no debió usted haberla adoptado”. (101) 28 SETIEMBRE 2011 ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE En este contexto, la inviabilidad histórica del artiguismo postulada por algunas voces dentro y fuera del ámbito académico, no resulta demasiado diferente de la atribuida a la posibilidad de transformar el mundo, eliminar el imperialismo, o construir una sociedad socialista. Un puro recurso en las luchas políticas e ideológicas contemporáneas, una expresión de deseos, y una simple contingencia momentánea, producto de una correlación de fuerzas adversa. Afortunadamente, las derrotas no significan más que el resultado de batallas puntuales dentro de una guerra que, con nuevos y renovados protagonistas, a todas luces continúa y continuará. Notas 1.-Azcuy Ameghino, Eduardo. Historia de Argas y la independencia argenna, Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo, 1991 Una versión preliminar de este trabajo fue publicada en Buenos Aires por Corregidor en 1986 bajo el tulo de Argas en la Historia Argenna. 2.-Recientemente Lucia Sala ha propuesto una interesante aproximación a la definición del concepto de arguismo, al denominar, así al movimiento que. si bien dio a José Argas en 1811 la condición de Jefe de los Orientales -civil y militar a la vez— incluyo además a un grupo de jefes de tropas, laicos y clérigos que desempeñaron diferentes cargos y que coincidieron o se opusieron a la orientación del propio Argas. El arguismo fue incluso más que eso, abarcó a gentes de diferentes clases v etnias provenientes de las pequeñas ciudades, villas y pueblos sobre todo de la campaña, aunque en la etapa final, después de la invasión portuguesa en 1816, sus fuerzas se fueron reduciendo en la Provincia Oriental a las gentes de condición más humilde. Entre quienes connuaron luchando hasta el final se contaron peones, anguos faeneros clandesnos negros que alcanzaron la libertad al huir de sus amos enemigos de la revolución e indios guaraníes y del complejo chaná-charrúa” Sala, Lucía “Democracia durante las guerras por la Independencia en Hispanoamérica”, en Frega, Ana e Islas. Ariadna (coord.). Nuevas miradas en torno al arguismo. Universidad de la República, Montevideo. 2002, p. 107. 3.-Frega. Ana: “La virtud y el poder. La soberanía parcular de los pueblos en Nelson; Rodríguez, Julio. A : . Arca, Montevideo, 1974. p 95-96. 12.-Azcuy Ameghino, Eduardo. La otra historia. Economía. E R P . Imago Mundi. Buenos Aires. 2002. 13.-Lenin, Vladimir. E E U de Norteamérica, en , Cartago, 1960, tomo XXII, p. 9 . 14.-Vázquez Franco, Guillermo. La historia y sus mitos, Cal y Canto, Montevideo, 1994. p. 58-59. 15.-Azcuy Ameghino, Eduardo. Historia de Argas . . . , capítulo 5. el proyecto arguista”, en Godman, N. y Salvatore, R. (compiladores), Caudillismo rioplatenses. Nuevas mirada a un vìejo problema. E E , Buenos Aire 1998. Frega, Ana e Islas, Ariadna (coordinadoras). Nuevas miradas en torno al arguismo, Ob. Cit. 4.-Chesneaux, Jean. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y los historiadores. Siglo X X I Editores. Buenos Aires, 1984. P. 45 5.-Gómez, Hernán F. El general Argas y los hombres de Corriente. Imprenta del Estado, Corrientes, 1929, p. 86. 6.-Diferentes atores han señalado empero la favorable acogida que Argas prestó a los esclavos que huían de sus amos realistas, a quienes reconoció su libertad. 7.-Dutrenit, Alberto. Influencia de Félix de Azara en el pensamiento arguista. Junta Departamental de Montevideo, Montevideo. 1967. 8.-Halperin Donghi, Tulio. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Paidós, Buenos Aires, 1980. p.71. 9.-Barrán, José P. y Nahum, Benjamín. B . Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1989, p. 131. 10.-La excelente obra del equipo que integraban Lucia Sala de Touron, Nelson de la Torre, y Julio Rodríguez está conformada por: Estructura económico-social de la colonia (1967); E e la B O (1967); La revolución agraria arguista (1969) Y D A ( 1 9 7 2 ), todas ellas publicadas en Montevideo por la editorial Pueblos Unidos. 11.-Sala de Touron, Lucía; De la Torre, 16.-Archivo General de la Nación. Correspondencia del General José Argas al cabildo de Montevideo (1814-1816). Montevideo, 1940.p 246. (En adelante AGN-U) 17.-Archivo Argas, Comisión Nacional Archivo Argas. Montevideo, 1987, tomo XXI, p. 59 (En adelante AA.) 18.-AA t. XXVI, p. 9. 19.-AA t. XXI, p. 65. 20.-AGN-U. Correspondencia..., p. 152. 21.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J. C.; De la Torre. N., La …, . 76. 22.-AA. t. X X V I . p . 1 1 . 23.-Pereda. Setembrino, A 1 7 8 4 - 1 8 5 0 , Montevideo, 1930, t IV, p. 515. 24.-AA-t. XXVI, p.12. En las actas de la Junta de Hacendados se consigna también que fueron aprobadas-”para elevar al discernimiento del Sr. General”-dos propuestas efectuadas por escrito por Manuel Pérez y Francisco Muñoz, la primera de las cuales constaba de diecinueve capítulos. 25.-AA. T. XXVI, p. 5. Existe evidencia documental de que Otorgués comenzó inmediatamente con los repartos; así, el 29 de julio, “en consideración a los buenos servicios de Don Manuel Núñez, vecino del pardo de Rocha, he venido en concederle interinamente una legua de terreno de los que corresponden a la Provincia”. Para ese entonces ya eran varias las estancias embargadas, como la del emigrado y militar español Manuel Rellano. AA. t. XXVI. p. 10. 26.-AA. t. XXI, p. 68. 27.-Vale resaltar el empeño puesto por Argas en sostener la unidad con la elite dirigente montevideana, sin cuyo concurso le resultó dicil pensar el éxito de la revolución oriental. Por esta razón, a pesar de los desencuentros crecientes y de la cada vez más áspera relación ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE que culvaron, la línea políca puesta en prácca por el caudillo procuró mantener la unidad para la lucha. Una entre tantas muestras de dicha orientación se puede observar en una nota dirigida al cabildo, a propósito de ciertas desinteligencias sobre la actuación del comandante de la guardia de Santa Teresa: “En este estado ignoro si yo o VS. somos los engañados, y si los sucesos van revesdos de toda veracidad. De cualquier modo es preciso velar por la conservación de la tranquilidad y cortar hasta los resabios de la maledicencia. Al efectos reitero al Z Don Femando Torgués las más fuertes reconvenciones avista del honorable de VS. y desearía que hallándose actualmente en esa inmediaciones lo llamase VS. amigablemente y le expusiese la gravedad de los males y se tratase del eficaz remedio. El bien interesa a todos, y no dudo que el igualmente que VS. propenderán, a realizar todas las medidas consecuentes a entablar el orden tan preciso para la tranquilidad de la ciudad y progreso de la provincia. Por mi parte no mirare con indiferencia cualquier incidente funesto y no dudo que VS. Cual diestro piloto me ayudara con sus esfuerzo, a conducir esta nave al puerto de su seguridad políca”. AA. t. XXI, p. 203. 28.-AA. t. XXI, p. 72. En relación con los repartos de erras realizados por Otorgues en cumplimiento de las instrucciones de Argas, “es difícil calibrar la extensión que pueda haber tenido este primer ensayo radical de la política agraria artiguista, dado que a los dos meses fue subrogado por el Reglamento Provisorio”. De todos modos vale destacar que el movimiento de confiscaciones y reparto que anticipo de manen práctica aquello que luego establecería su artículo se extendería crecientemente a toda la campaña oriental. Así en julio de 1815, el comandante militar de Colonia -Juan Antonio Lavalleja- entregaba un terreno expropiado al antiguo latifundio conocido como Estancia de las Vacas al negro liberto Lorenzo Ruiz Díaz, quien lo había solicitado en virtud de los beneficios de la Madre Patria ha ofrecido a los buenos hijo”. Sala de Touron, L.; Rodríguez, J.C.; De la Torre, N., La revolución agraria artiguista…, p. 71. 29.-AA. t. XXI, p. 74. 30.-AA. t. XXI, p. 80. El Bando mencionado fue finalmente publicado el 7 de sepembre. 31.-AA.t.XXI, p. 84. 32. -AGN-U. Correspondencia...., p. 256. 33.-AGN-U. Correspondencia...., p. 257. 34.-El texto completo del Reglamento provisorio fue publicado por diversos historiadores, hallándose firmado el original firmado por Argas y con letra de Monterroso en el Archivo General de la Nación del Uruguay, Fondo Archivos particulares caja 4, carpeta 4. Una síntesis de su contenido, y del modo como en alguna oportunidad fue difundido entre los pueblos es el texto del edicto promulgado por el alcalde provincial en enero de 1816: “Par cuanto me ene conferido por Reglamento Provino el Sr general don José Argas, las amplias facultades de distribuir y donar suerte de estancia a los que poco o mucho han contribuido a la defensa de esta provincias, del poder de los ranos que la Invadían; y siendo reparbles estas de las que poseían los que emigraron de esta Banda, malos SETIEMBRE 2011 29 europeos y peores americanos, y que hasta la fecha no se hallan indultados por el señor Jefe para poseer sus anguas propiedades. Por tanto, y a fin de cumplir exactamente con lo que se me ordena, dando gusto a los habitantes de esta campaña en las disposiciones que trato de tomar sobre este parcular, llamado a todo aquel benemérito americano, por infeliz que sea, negros libres, zambos de esta clase, indios y criollos pobres, y las viudas que tuvieren hijos, para que concurran dentro del término de 30 días, contados desde la publicación de este Edicto, tomar suerte de estancia con el número de ganados que se pueda recolectar, compuesta cada una de legua y media de frente y dos de fondo; ocurriendo al efecto donde exisera el terreno, bien sea ante mi o de los subtenientes de Provincia”. AA. t. XXVI, p. 82. 30 SETIEMBRE 2011 35.-Estas diferencias con la dirigencia montevideana probablemente registren diferentes, correlatos, más atemperadas o directamente soterradas, con otras autoridades Emergentes de los pueblos que componían la Provincia. En este sendo, el estudio de las relaciones de Argas con los restantes cabildos orientales y otras instancias de representación políca arrojará nuevos e importantes elementos de juicio para el análisis del Reglamento. 36.-Larrañaga Damaso Descubrimiento y población de esta banda oriental el rio de la plata,1494-1818. Selección de Escritos, Montevideo, 1965, p. 246 37.-Respecto de dicha conflicvidad se ha señalado acertadamente que “Las caracteríscas que el arguismo portaba: desorden inmediato, irrupción sica del campo en la ciudad, políca agraria, presencia de las clases desposeídas, alardes igualitarios, tuvo que distanciar al Patriciado montevideano del Jefe de los Orientales y preparar la hoslidad que siguió”. Real de Azua. Carlos. El patriciado uruguayo. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1981, p. 63. 38.-Larrañaga. Dámaso. Descubrimiento y población de esta Banda Oriental…, p. 247 39.-Reyes Abadie, Washington; Bruschera, O. Melogno, T. El ciclo arguista. Montevideo. 1978, t. II, p. 133 40.-AA.t. XXl, p. 86. 41.-AGN-U. Correspondencia..., p. 246. 42.-Maeso, Justo. Estudio sobre Argas y su época. Montevideo, 1885. tomo III, p. 337. 43.-De Vedia y Mitre, Mariano. El manuscrito de Mitre sobre Argas. Bernabé y Cía. Buenos Aires, 1937, p. 80. 44.-Sobre este punto Halperin ha afirmado que Argas otorgaba a la elite urbana “un papel que la efecva relación de fuerzas no le obligaba por cierto a concederle, y que con ello hizo posible la perpetuación de esa disidencia larvada, cuyas consecuencias negavas no harían sino agravarse a parr de la declinación de la fortuna políca del arguismo” Al proponer esta explicación es pueble que no haya tenido suficientemente en cuenta la importancia estratégica que Argas otorgaba-sin por ello renunciar a imponer su línea políca- a su alianza con los mercaderes y terratenientes afincados en Montevideo. Por otra parte, la disidencia larvada no era resultado del papel que le otorgaba Argas a la élite sino a las contradicciones que exisan entre sus intereses y los que el jefe oriental denominaba los de los pueblos y la provincia. Tulio Halperin Donghí. Revolución y Guerra..., p, 285. 45.-Rodrigue, Gregorio. Historia de Alvear. Mendesky. Bs. As., 1913, tomo ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE II, p 573. 46.-Un ejemplo ilustravo, representavo de varios similares, es el de Don Juan Pedro Aguirre-alcalde del pueblo de Santa Teresa con fuertes vínculos en el cabildo de Maldonado- que el 14 de octubre de 1815, otorga en Montevideo un poder ante escribano público a Don Prudencio Murguiondo —muy vinculado con la elite dirigente en la capital— “para que en mí nombre y en representación de todas mis acciones y derechos solicite una parte, de los terrenos solares que hay en la población de Santa Teresa […] como igualmente el de debérseme de comprender uno de los agraciados en el reparto de terrenos que se va a verificar [...] para cuyo logro comparecerá en juicio así judicial como extrajudicialmente y presente pedimento, presentaciones, informaciones, probanzas, cerficaciónes y todos cuantos papeles…”.AA. t, XXVI, p, 26. Otro caso de este po, alejado de la reivindicación de “los más infelices”, es el de Don Juan Pérez, vecino de Montevideo, comisionado de extramuros, tular de un matadero de consumo y comerciante en cueros, recaudador de diezmo, etc. quien “teniendo nocia que se reparten los campos de los enemigos de la patria entre los hijos beneméritos de ella pongo en consideración de VM. me asiste un derecho a entrar en el número de los agraciados, este es ser uno de la hijos pobladores de la ciudad de Montevideo y fundadores de Maldonado...” AA. t. XXVI, p.43. 47.-A A. t. XXVI, p. 157. Respecto de este caso el cabildo gobernador, con fecha 5 de agosto de 1816, declaraba: “se declarase nula, sin ningún valor ni efecto la vena hecha por el Gral. Vigodet Don Juan Uriarte, dejándole sin embargo la posesión y preferencia que le fue concedida de este terreno desde el año de 1801 por el virrey Avilés para que en su consecuencia reclame ante el Sr. alcalde provincial su tulo él como está dispuesto por el reglamento de campaña de 1815”. A pesar de esta resolución el conflicto con sus ex arrendatarios connuó, ya que estos fueron amparados en su posesión arguyéndose el carácter fiscal de los terrenos. 48.-Por ejemplo: “Don Raymundo González,. Subteniente de Provincia. Por haberme facultado el Sr. General de los orientales y Protector de los Pueblos Libres para el reparto de terrenos para estancia, concedo una al ciudadano José Luis Espinosa, en fondo de sur a norte de las averías chicas hasta las averías grandes, de frente desde el Sauce Solo hasta los Mananales, y para que nadie le estorbe su trabajo y que con más prontud lo edifique, doy este en que firmo en la Costa de Don Esteban, 3 de febrero de 1816”. AA. t. XXVI, p. 83. 49.- En rigor, cuando se señala que “en la aplicación de las normas sobre redistribución de erras el cabildo muestra también él que no ve en ella un peligro muy serio para el equilibrio social de la provincia. Sin duda la aplica siguiendo la misma tácca de obediencia selecva ya ulizada ante otras direcciones de Argas”, dicha afirmación debería restringirse al primero de los escenarios que presentamos, y sólo en pequeña medida al segundo Halperín Donghi, Tulio Revolución y Guerra. Formación de una elite dirigente en la Argenna criolla, Siglo XXI Editores, México, 1979, p, 295. 50.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J. C.; De la Torre, N., La revolución agraria arguista…p. 142-151. 51.-Sala de Touron, L.; Rodríguez, J. C.; De la Torre, N., La revolución agraria arguista..., p. 273-278. Sobre la confiscación de los campos de Miguel de Azcuénaga, miembro de la Primera Junta de 1810 y uno de los más grandes terrateniente de la Banda Oriental, ver p. 279-283. 52.-A A. t. XXVI. p 37, 47, 56 y 68. 53.-AGN-U. Correspondencia..., p. 7 4 Vale destacar que en 1821 Francisco Albin reinicio los trámites para lograr la expulsión de todos los vecinos que poblaban sus campos a los que consideraría intrusos. 54.-AGN-U. Correspondencia. .. p. 82. 55.- AGN-U. Correspondencia. ..p. 69. 56.-AA. t. XXI. p. 83. 57.-Entre otros: Gelman, Jorge. “Sobre esclavos, peones, gauchos y campesinos El trabajo y los trabajadores en una estancia colonial rioplatense”. En: Garavaglia, J. C. y Gelman, J. El mundo rural rioplatense a fines de la época colonial. Biblos, Buenos Aires, 199. 58.-A A. t. XXVI. p. 87. Simultáneamente Argas había autorizado el traslado del pueblo de Víboras al sio en que el arroyo las Vaca desemboca en el Plata, resolviendo un anguo pleito entre sus pobladores y el lafundista Melchor Albín, en cuyos expropiados terrenos-conguos a la estancia de 1as Huérfanasse instalaría el actual Carmelo. Como parte del proceso fundacional dichos vecinos también fueron agraciados con el usufructo de la calera perteneciente Hermandad de la Caridad. 59.-AGN-U-Correspondencia...,p. 87 60.-AA. t. XXI. p.217. 61.-En esta linea de trabajo, resulta de interés contrastar el Reglamento con otros proyectos de reparto de erras, como los de Pedro Andrés García en las fronteras de Buenos Aires: “Ahí se ve claro: la erra que se reparte gratuitamente es la que está en poder de los ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE indios o vacía, con clara connuación de los planes españoles. El arguismo, en cambio, reparte las mejores erras, puesto que esas eran las de los “malos europeos y peores americanos” Ana Frega, comunicación personal. 62.-Rodríguez Molas, Ricardo. Historia social del gaucho. Centro Editor de América Lana,. Buenos Aires, 1982. p. 134. 63.-Los objevos del reglamento aparecen con claridad en los arculos primero y sexto, donde se indica: “distribuir terrenos y velar sobre la tranquilidad del vecindario” y “fomentar con brazos úles la población de la campaña”. 64.-Para sostén y ampliación de estas afirmaciones remito al lector al capítulo II de la citada Historia de Argas y la independencia argenna. 65.-Real de Azúa. Carlos El patriciado uruguayo…,p. 61. 66.-Real de Azúa, Carlos. El patriciado uruguayo..., p. 62. 67.-Éste fue el cargo que recibiera de la Junta Grande en febrero de 1811, luego de marchar a la capital virreinal a ofrecer sus servicios y solicitar auxilios para la insurrección oriental. El año anterior, en su Plan de Operaciones, Moreno había señalado expresamente la importancia de ganar la adhesión de Argas al movimiento de Mayo. 68.-Fregeiro, Clemente. Argas. Estudio Histórico. Barreiro y Ramos. Montevideo, 1886, pp. 46-47. 69.-Anaya, Carlos. Apuntaciones Históricas sobre la revolución oriental (1811-1815), Montevideo. 1954, p. 58. 70.-Luego del éxodo, o la “redota”, la mayoría de la población rural oriental se trasladó hacia la costa occidental del río Uruguay, donde permaneció emigrada hasta que varios meses después se retomaron las acciones militares en la Banda Oriental. 71.-Memoria de don Ramón de Cáceres sobre hechos históricos en la republica oriental de! Uruguay. Contribución documental para la historia del Rio de la Plata. Museo Mitre. Buenos Aires. 1913, tomo V, p. 255. 72.-El Triunvirato ordenó a Rondeau “que reuniera a los hacendados propietarios para interesarlos en ventajas materiales, traducidas en compras de ganados para manutención del ejército y ulizar así la influencia de éstos en contra de la revolución”. Favaro, Edmundo. El congreso de las Tres Cruces. Montevideo. 1957. p. 108, 73.-Perez Castellano, José M. Selección de Escritos. Montevideo, 1968, p. 166. 74.-AA. t. XI, p. 266. 75.-En este sendo, cuando Vázquez Franco afirma -refiriéndose a su actud políca frente a la maniobra de Capilla Maciel- que Argas “ene tantos discurso como cambiantes situaciones polí- cas se le vayan presentando”, confunde sin duda la forma con el contenido, la tácca con los objevos estratégicos que determinan. Nótese que el supuesto doble discurso consisría en que, ante maniobra de Rondeau y un sector de los dirigentes orientales, “el caudillo al verse desplazado dispuso perentoriamente apelar a los pueblos”. Por otra parte la introducción en este caso de ejes de discusión como la dicotomía “prerrogavas de la corporación” (por la mayoría de representantes en la Asamblea de Capilla Maciel) versus el predominio del personalismo o “ensayo del caudillaje conduce al análisis histórico a las capas más externas y alejadas de la trama políca que va construyendo los sucesos que se venlan, produciéndose así explicaciones distorsionadas, cuyo sesgo las transforma en expresión postrera de quienes procuraron eliminar el SETIEMBRE 2011 31 concepto de “soberanía parcular de los pueblos” como piedra de toque del patriosmo oriental. Guillermo Vázquez Franco, La h istoria y sus mitos.... p. 56. 76.-Larrañaga, Dámaso. Selección de Escritos Montevideo, 1965. p. 252. 77.-Acevedo, Eduardo. José ArgasAlegato histórico. Barreiro y Ramos. Montevideo, 1933, p.826. 78.-Contribución documental para la historia del Rio de la Plata, Museo Mirre, t. IV. p. 74. 79.-« Anaya, Carlos. Apuntaciones históricas. Montevideo. 1954, p. 81. 80.-Rodríguez, Gregorio. Historia de Alvear.... p. 584. 81.-Caceres. Ramón de:”Memoria Póstuma”, en Revisa Histórica, t. XXIX. Montevideo, 1959, p. 578. 82.-José Monterroso fue miembro del núcleo dirigente del artiguismo, al que se integró en 1814 luego de 32 SETIEMBRE 2011 abandonar su condición de sacerdote franciscano en Córdoba. Sucedió a Miguel Barreiro en la secretaría de Artigas. A quien lo unía además cierto parentesco. 83.-Cáceres, Ramón de “Memoria Póstuma...”.p. 594. 84.-AA. t. XXIX, p.61. 85.-Chiaramonte, José Ciudades, provincias y Estados: Orígenes de la Nación Argenna..,pp.157-158. 86.-Entre otros: Chiaramonte, José. Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la nación Argentina (18001846). Ariel, Buenos Aires, 1997. Goldman, Noemí “Legalidad y legitimidad en el caudillismo, Juan Facundo Quiroga y la Rioja en el Interior rioplatense (1810-1835)”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y América Dr. Emilio Ravignani. N97, 1993, pp. 31-58. Goldman, Noemí y Tedeschi, Sonia, “Los tejidos formales del poder. Caudillos en el interior y el litoral rioplatenses durante la primera mirad del siglo XIX”, en Goldman y Salvatore (comp.). Caudillismos rioplatenses... Ob. Cit. Chiaramonte. José. “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”. en Carmagnani, M.(comp.) Federalismos latinoamericanos: México, Brasil y Argentina., Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Chiaramonte, J. C.; con la colaboración de Marcela Ternavasio y Fabián Herrero. “Vieja y nueva representación, los procesos electorales en Buenos Aires, 18101820”. En: Annino, A. (coord.) Historia de las elecciones y de la formación del espacio nacional en Iberoamérica. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. 1995. 87.- Vilar, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Crica, p. 160. 88.- Estas acciones podrían asociarse también con la idea de que “fueron las comunidades criollas las que concibieron en época tan temprana la idea de su nacionalidad” Anderson, Benedict. Comunidades Imaginadas., Fondo de Cultura Eco nómica, México. 1993, p. 81. 89.-Chiaramonre. José. Mercaderes del litoral, Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1991, p. 22. 90.-En mi libro Historia de Artigas y la independencia argentina señale que uno de los objetivos del proceso revolucionario abierto en 1810 era “el logro de la independencia nacional”. Indudablemente, más allá de que se puede comprender la referencia como una alusión a la independencia por la que lucharon los pueblos del viejo virreinato, incluidas todas las formas organizativas preexistentes y que se crearan en el ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE curso de la lucha, lo cierto es que, no existiendo aún la nación -como expresamente se afirmaba también en la página 104—, se trata de una formulación inapropiada. 91.-AA. t. XI, p. 72. Junto a las actas del Congreso de Abril de 1813 y las Instrucciones a los diputados, en dicho tomo pueden consultarse los tratados firmados por Artigas y Rondeau titulados “Pretensiones de la Provincia Oriental”. “Pretensiones de las tropas orientales” y “Convención de la Provincia Oriental”, documentos de suma importancia para el estudio del federalismo artiguista y, sobre todo, para comprender la dinámica política de aquel momento. 92.-AGNA. Sala X, 1-6-1. 93.-Archivo Histórico y Diplomáco del Uruguay. La diplomacia de la Patria Vieja. Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo, 1943, tomo III, p. 152. 94.-Respecto de este tipo de formulaciones artiguistas se ha señalado que “lo que sustancialmente era la creación de un Estado soberano e independiente se formulaba como la constitución de una provincia”, construcción inspirada en “en los artículos de confederación y perpetua unión de los estados norteamericanos”. Chiaramonte, José. “El federalismo argentino en la primero mitad del siglo XIX...”, p. 115. 95.-Archivo Histórico y Diplomáco del Uruguay.... p. 1 4 4 96.-AA.t.XXVIll.p.244. 97.-Archivo Histórico y Diplomáco del Uruguay..p. 144 98.-Ansaldi, Waldo. “Notas sobre la formación de la burguesía argenna, 1780-188º” en Florescano, Enrique (coord.). Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Lana. .1700-1955. Nueva Imagen. México, 1985, p. 543 99.-Guillermo Vázquez Franca. La historia y sus mitos..., p. 6l. 100.-Archivo Histórico y Diplomáco del Uruguay..., p.316. 101.-Gómez, Hernán. El general Argas y los hombres..., p. 317. ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE La Federación de Funcionarios de las Obras Sanitarias del Estado agradece al autor el poder publicar de manera totalmente solidaria, al cumplirse 200 años de la gesta artiguista, una edición Popular. En este caso dirigida a los trabajadores. SETIEMBRE 2011 33 34 SETIEMBRE 2011 ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN RIOPLATENSE