PAPERS Editorial - VII Congrès de l`Association Mondiale de

Transcrição

PAPERS Editorial - VII Congrès de l`Association Mondiale de
Numero 4 - Octobre 2009 – Association Mondiale de Psychanalyse
PAPERS
Bulletin Electronique du Comité d'Action de l'École-Une
Version 2009-2010
Hebe Tizio
Editorial
Lucia D'Angelo
De máscaras, postizos y semblantes
Bernard Lecoeur
Masques du semblant
Ana Lucia Lutterbach Holck
A fantasia feminina e o semblante
Marie-Hélène Roch
Du littoral, en psychanalyse
^
Editorial
Litorales
El próximo Congreso de la AMP pone a trabajar el borde en el que se sostiene la
práctica analítica ya que "Semblantes y sinthome" dibuja el litoral de lo
heterogéneo, de la antinomia sentido/real y llama, de este modo, a dar cuenta del
tratamiento que hace el discurso analítico de lo real. Dificultad fructífera, sin
duda, pues son muchos los trabajos que jalonan el camino que van haciendo las
escuelas de la AMP con sus actividades y jornadas - vivificadas por Journales y
Vanguardias - , y la serie de Papers que llega con éste a su cuarto número.
La polifonía de esta entrega la componen Marie-Hélène Roch que hace una
lectura de Lituraterre para presentar un análisis del litoral en psicoanálisis; Ana
Lucia Lutterbach Holck explora, a partir de su experiencia del pase, femineidad
y semblante; Lucía D’Angelo aborda las máscaras, postizos y semblantes del
lado de la posición femenina, mientras que Bernard Lecoeur analiza las
máscaras del semblante trabajando la diferencia del discurso histérico y el
discurso de la ciencia.
Los cuatro textos se acercan de distinta manera a ese borde que marca una
relación de exclusión. Efectivamente, es lo que Lacan señala en el Seminario
sobre El sinthome cuando se refiere a un "goce opaco que excluye el sentido" lo
que implica llevar hasta sus últimas consecuencias la imposible escritura de la
relación sexual. De litorales a nudos, se trata de un real fuera de sentido.
El psicoanálisis desde esta perspectiva aparece, como lo ha señalado Miller,
como una práctica de la no relación que apunta a producir lo singular.
Experiencia en la que cada uno que se compromete se aproxima al tratamiento
fundacional que tuvo para él ese imposible. Se trata de un real que provoca su
propio desconocimiento por ello el análisis y el pase, la escuela, los textos… son
formas de operar que ponen de manifiesto el intento de hacer con ese
movimiento forclusivo, recursos que permiten producir un saber hacer de
aproximación, un borde de saber producido por la exploración de litorales...
Hebe Tizio
De máscaras, postizos y semblantes
Lucia D’Angelo
Es un hecho que toda investigación retroactiva en la enseñanza de Lacan sobre
el término de semblante remite a la definición del falo que lo hace el semblante
por excelencia en la comedia entre los sexos. Veamos los antecedentes de esta
formulación.
Según Lacan, en La significación del falo, el falo como significante da la razón
al deseo y ateniéndose a la función señala las estructuras a las que están
sometidas las relaciones entre los sexos: "esas relaciones girarán alrededor de un
ser y de un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto
contrariado de dar por una parte realidad al sujeto por ese significante y por otra
parte irrealizar las relaciones que han de significarse". (1)
Por el interés de nuestra reflexión, retenemos nuestra atención sobre el hecho de
que el término semblante en castellano, entre sus múltiples declinaciones, define
la apariencia, el parecer o el aspecto de las cosas sobre el cual nos formamos el
concepto de ellas. (2)
En su curso De la naturaleza de los semblantes (3) , J.-A. Miller subraya la
presencia de este término, parecer, en los Escritos de Lacan: "es por la
intervención de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado,
para enmascarar la falta en el otro, que tiene el efecto de proyectar enteramente
en la comedia las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada
uno de los sexos." (4)
Para Lacan, aunque la relación del sujeto con el falo se establece más allá de la
diferencia anatómica de los sexos, pone en una situación especialmente espinosa
a la mujer. Para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro, la mujer
debe rechazar una parte esencial de la femineidad, todos sus atributos, en la
mascarada.
La femineidad encuentra su refugio en esa máscara por el hecho de la
Verdrängung inherente de la marca fálica del deseo y que acarrea la curiosa
consecuencia de hacer que la ostentación viril parezca femenina. (5)
A partir de estas referencias de los Escritos de Lacan, J.A. Miller interpreta que
la intervención de un parecer que sustituye al tener, supone ya introducir el
semblante en la relación entre los sexos. Y propone que la distinción entre el
amor y el deseo, con la que prosigue la reflexión de Lacan, supone que el
parecer puede escribirse como el ser.
Dicha distinción se funda en el hecho de que el amor no pone en tela de juicio el
ser sino el tener. Y pone de relieve el amor como el don de lo que no se tiene.
En ese sentido, el amar pertenece a la posición femenina. (6)
Desde esta perspectiva de la significación del falo sobre el parecer que sustituye
al tener se reparten las posiciones del sujeto sobre la sexualidad en una
bipartición: en proteger el tener (hombres), o en enmascarar la falta del tener
(mujeres). En el horizonte de esta partición, el significante del falo, se erige
como único en la distribución entre los sexos en posteriores elaboraciones
lacanianas.
Pero en el interés de nuestra reflexión permite argumentar con J.-A. Miller, que
el parecer, que sustituye al tener, supone un antecedente del falo como
semblante.
Tomemos, por ejemplo, referencias en el Seminario XI,(7) donde Lacan se
confronta con toda la perspectiva de la Fenomenología de la percepción, entre
otras cuestiones.
Lacan toma como referencia el mimetismo y menciona el término de semblante,
para subrayar que este fenómeno interviene tanto en la unión sexual como en la
lucha a muerte: "Allí el ser se descompone, de manera sensacional, entre su ser
y su semblante, entre él mismo y ese tigre de papel que da a ver". (8)
Sin embargo, el sujeto humano, el sujeto del deseo que es la esencia del hombre,
a diferencia del animal, no queda enteramente atrapado en esa captura
imaginaria. Sabe orientarse en ella. En la medida en que aísla la función de la
pantalla y juega con ella.
Según Lacan, el hombre sabe jugar con la máscara, con el disfraz, con la
impostura, con el señuelo, y puede hacer la mediación del velo, de la pantalla,
agregamos – del semblante - para incluirse en el cuadro de la relación entre los
sexos.
En Los cuatro conceptos fundamentales… retenemos también otra referencia,
respecto del sujeto de la certeza entre Freud y Descartes, del que extraemos otra
fórmula lacaniana sobre el tema que nos interesa: "El algo que ha de preservarse
puede ser también el algo que ha de mostrarse porque, de todas maneras, lo que
se muestra lo hace sólo tras una Verkleidung, un disfraz y además postizo, que
está mal puesto". (9)
El falo sirve de velo a lo que se esconde detrás, la castración.
La máscara, también es un semblante, porque esconde la nada.
Según Miller, conviene seguir esta argumentación porque la función de la
máscara en la mujer es una interpretación más auténtica de la posición
femenina que la mujer con postizo.
El término postizo, es definido en castellano, como un añadido, una
falsificación, que remplaza artificialmente una cosa natural. Fingido o
sobrepuesto.
Lo interesante de este término es que para J.A. Miller, justifica una teoría de los
postizos en la enseñanza de Lacan y su relación con los semblantes. En la
medida en que el postizo como añadido de una parte del cuerpo, ocupa el lugar
de algo que no está, el postizo responde a la falta en tener. (10)
Para argumentar la teoría de los postizos, Miller parte de una referencia de
Lacan de los Escritos: "Tal es la mujer detrás de su velo: es la ausencia de pene
la que la hace falo, objeto del deseo. Evocad esa ausencia haciéndole llevar un
lindo postizo bajo un disfraz de baile y me diréis que tal, o más bien me lo dirá
ella: el efecto está garantizado el cien por ciento, queremos decir ante hombres
sin embagues".(11)
Para justificar la teoría del postizo, es preciso aclarar que es una categoría ligada
a la existencia del lugar. El objeto postizo reemplaza lo que falta allí donde falta.
Sin embargo, su importancia, a diferencia del objeto prótesis es que asegura la
imagen, cuya función es la de semblante.(12) En la medida que el postizo
designa un emblema más allá de la imagen. Mientras la máscara hace creer que
esconde la nada, el postizo no está hecho para hacer creer que se tiene.
Por tanto, Lacan indica en los Escritos que el deseo sexual se conjuga de manera
esencial con el tener, la amenaza o nostalgia de la falta en tener; la amenaza del
tener concierne fundamentalmente al hombre.(13) El hombre así, debe proteger
su tener.
Para la mujer sólo hay dos soluciones para el no tener: o bien adquirirlo o
hacerse ser. Ser el falo, hacerse deseable por su mascarada o tenerlo por la vía
del hombre.
La solución de la mujer con postizo, que se agrega lo que le falta, aunque
secretamente provenga del hombre desmiente la posición de ser la que no tiene
para hacer creer que el postizo es auténtico. El postizo que no se declara
máscara de la nada.
Máscara y postizo no son las dos caras de una misma moneda para la solución
de la femineidad.
La mujer lacaniana, es la que prestigia el uso de los semblantes para encontrar
la solución de la femineidad del lado de la castración. No es la mujer con
postizo que busca la solución por el lado del tener, y que teme la castración,
sobre todo la suya. (14)
De máscaras, postizos y semblantes los hombres no están excluidos en la
comedia de los sexos.
Pero esa es otra historia… que continuará.
Notes:
1. Lacan J., "La significación del falo", Escritos 2, Siglo XXI Editores, España, 1975, p. 672673.
.2 Bassols M., "Algunas observaciones acerca del semblante", Papers 2, Comité de Acción de la
Escuela Una.
3. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 674.
4. Lacan J., "La significación del falo", op. cit., p. 674.
5. Ibid.
6. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, op. cit., p. 158.
7. Lacan J., Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), El Seminario, Libro
11, Paidós, Argentina, 1987.
8. Ibid., p. 112.
9. Ibid., p. 43.
10. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, op. cit., p. 161.
11. Lacan J., "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", Escritos 2, op. cit., p. 805.
12. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, op. cit., p. 162.
13. Lacan J., "La significación del falo", op. cit., p. 673.
14. Miller J.-A., De la naturaleza de los semblantes, op. cit.
Masques du semblant
Bernard Lecoeur
Cherchant à préciser ce qu’il en est de la dimension de l’imaginaire, Lacan se
réfère souvent au semblant, pour ne pas les confondre. Du second il a donné
plusieurs exemples dont un lié au phénomène de perception. A la fin de son
Séminaire Les psychoses, il interroge la place à donner à l’illusion que produit
l’apparition d’un arc-en-ciel. Ce dernier, précise-t-il, comme tel n’est pas
imaginaire. C'est quelque chose issu du réel et qui n’advient au statut de
semblant que par la vertu du signifiant. Dans une période ultérieure de son
enseignement il avancera une formulation plus générale selon laquelle le
discours scientifique ne trouve le réel qu'à ce qu’il dépende de la fonction du
semblant (1).
Cette présentation de l’incidence du semblant pour la science n’est pas à
restreindre à une question de méthode. Un autre aspect l’accompagne, tout aussi
important, et qui touche aux rapports que le discours de la science instaure entre
le sujet et le semblant. C’est cet abord qui est ici examiné.
Fabriquer un sujet
La science fait porter le semblant sur le sujet, c’est là une condition de
production de son savoir (2), nous dit Lacan. Aussi paradoxal que cela puisse
paraître, le discours de la science doit lier ses avancées au sort d’un sujet.
Pourquoi s’embarrasser d’un tel fardeau si ce n’est pour se prémunir contre le
retour d’une présence divine, trop encombrante dans le champ de la cause ?
L’apparition de pareil fantôme amoindrirait tout effort de formalisation.
Par cette simple remarque une opposition se dégage, selon laquelle l’enjeu de la
science est de construire un semblant de sujet, en tant qu’opérateur de la
recherche, alors que la psychanalyse, elle, fonde son action sur un agent qui vise
à se faire semblant d’objet.
Dans Radiophonie Lacan reprend cette question du statut du sujet considéré à
partir du discours de la science. A quoi peut bien s’apparenter un tel discours ?
Il prend " ses élans du discours de l'hystérique ", nous dit-il, ce qui implique de
n’être pas complètement étranger à une certaine division, où confinent ses
origines.
Comment qualifier un tel sujet ? Contrairement aux idées reçues, son habit n’est
en rien celui de la certitude. Loin d’être ce monolithe maçonné dans le savoir, il
se rapproche plutôt de celui du doute, d’un sujet réduit à la pensée de son doute.
C’est par cette voie méthodique du semblant appliqué à la pensée, que s’obtient
le cogito adopté par la science.
Le discours de la science trouve à s’écrire d’une manière identique à celui de
l'hystérique. A un détail près, qui change tout. Si tous les termes du discours
peuvent être reportés à la même place, un sort particulier doit être réservé à
l’élément désigné comme plus-de-jouir. Dans la science, le plus-de-jouir (a) se
voit recouvert d’un masque très particulier, un masque de fer. (3)
Une compagnie lacanienne des masques
A de nombreuses reprises Lacan a eu recours au masque dont l’étymologie,
rappelons-le, renvoie à la sorcière voire au démon.(4)
Le masque est ce dont le partenaire de la mante religieuse est paré, dans un
apologue où le désir, en tant que question, fait du suspens la temporalité de
l’angoisse. Dans une dimension non moins tragique, le masque est aussi ce
devant quoi le jeune enfant reste interdit à l’instant où il découvre qu’un masque
peut en cacher un autre. A moins qu’il ne s’agisse de celui des amants de
l’Opéra, la déception est d’autant plus vive que l’agalma côtoie le déchet. Ne
pas oublier dans cette galerie le masque à volets, mis en avant par Lévi-Strauss,
et que Lacan dépliera comme un espace propre au moi et aux idéaux de la
personne. À cette collection il faut donc en ajouter un, le masque de fer.
L’une de ses fonctions essentielles pourrait être ainsi résumée : à l’inverse des
précédents, il ne peut donner lieu à aucun démasquage. Le masque de fer n’est
susceptible de ne rien livrer d’autre que ce qu’il donne à voir, laissant une
béance là où l’on attendait une vérité de la représentation. Ce qui, bien entendu,
n’a pas, pour autant, découragé certains de donner à la vérité un visage.
Combien d’hypothèses, des plus farfelues, n’ont-elles pas été émises pour
proclamer l’identité de celui dont le nom propre fut réduit au masque qu’il
portait ? D’un frère jumeau de Louis XIV au surintendant Fouquet, en passant
par d'Artagnan, ou encore un amant de la reine…, les divagations historiques les
plus extravagantes sont allées bon train. Sans doute parce que le masque de fer
n’est pas l’écran d’une vérité mais le carcan d’un vide. Rendre présent tout en
dissimulant est un franchissement qui lui reste étranger.
A la différence du discours de l’hystérique qui use de la jouissance du corps
comme matière à faire du vrai, le masque de fer, déposé par la science, empêche
le sujet de traiter le plus de jouir comme une vérité dont on peut soutirer une
satisfaction.
Larvatus prodeo
La référence au masque s'enrichit d’une recommandation que Descartes formule
devant l’émergence du cogito :
" Les comédiens, appelés sur la scène, pour ne pas laisser voir la rougeur sur
leur front, mettent un masque. Comme eux, au moment de monter sur ce théâtre
du monde où, jusqu'ici je n'ai été que spectateur, je m'avance masqué." (5)
Le Larvatus prodeo a rencontré d’incontestables succès auprès de
commentateurs nombreux, donnant lieu à de multiples interprétations, parmi
lesquelles figurent les arguments d’une philosophie du double jeu, voire d’un
Descartes libertin, amateur du jeu des masques. Évitant ce piège, Lacan souligne
combien la fonction du masque cartésien est déterminante dans l'avènement
d’un sujet par le discours de la science.
La pose d’un masque de fer sur le plus-de-jouir porte atteinte, de manière
rédhibitoire, à la mise en jeu de toute satisfaction. Ainsi, les signes qui
témoignent, ou trahissent, l’avènement d’une jouissance humaine, comme cette
rougeur qui gagne le front de l’acteur sitôt que l’intime entre en scène, se
trouvent-ils scellés. C’est à ce prix que la vérité peut être renvoyée au signifiant,
c'est-à-dire à un chiffrage excluant toute jouissance. L’efficacité du masque de
fer ne tient pas à ce qu’il cache mais au signe qu’il donne à lire, Larvatus pro
deo.
L’homologie entre le discours de l'hystérique et celui de la science étant acquise,
reste l’essentielle différence. Si le premier fait de l'objet a l'enjeu d'une quête
portant sur la vérité du désir, le second opère par une contention de l’objet, un "
cadenassage ", qui confine à assigner le plus-de-jouir à résidence. La
satisfaction qui s’attache ordinairement à la question de la vérité se trouve, dans
le cas présent, mise hors circuit par la voie du semblant. Ce procédé est
remarquable, il distingue la suppression du sujet par la science d’un processus
plus général de forclusion d’un signifiant.
Congé de jouissance
Afin d’apprécier de manière plus précise l’opération de mise à l’écart du plus de
jouir par le discours de la science aidons-nous d’un terme rencontré sous la
plume de Lacan, dans Lituraterre.
Ce texte, essentiellement consacré à la production et à la fonction de la lettre,
fait de celle-ci une rupture. De quoi ? Du signifiant, ou mieux une rupture du
signifiant en tant que semblant. Cela trouve à s’illustrer par l’effet qu’engendre
la lettre sur tout ce qui, dans notre monde, appartient au domaine de la forme
(morphe) ou à celui des phénomènes chers à Descartes, tels les météores. A cet
égard il existe une grande proximité de la science et de la lettre, Lacan reprenant
là une idée pour lui déjà ancienne. Toutes deux " opèrent " - voilà leur faire
commun - dans le sens d’une dissolution des formes perceptibles. Cependant
persiste une différence, non négligeable, à l’endroit de la jouissance. Dans la
science, nous dit Lacan, elle est " congédiée ".
" La lettre qui fait rature s'y distingue [de la dimension du signifiant] d'être
rupture, donc, du semblant, qui dissout ce qui faisait forme, phénomène,
météore. C'est ça, je vous l'ai déjà dit, que la science opère au départ, de la
façon la plus sensible, sur des formes perceptibles.
Mais, du même coup, ça doit être aussi d'en congédier ce qui, de cette rupture,
ferait jouissance... " (6)
Congédier. Ce verbe est l’occasion de rappeler combien l’étymologie est une
source de richesses, d’avantage par les opacités de sens qu’elle fait naître que
par l’exhumation d’hypothétiques significations oubliées. Si ‘donner son congé
à quelqu’un’ est bien en effet lui rendre sa disponibilité, ça n’en est pas moins
l'action par laquelle on dispose ce quelqu'un à un certain endroit en lui assignant
une place. Aussi le congé est-il l'action de se rendre à un endroit et de s'y tenir.
Poser un masque de fer sur le plus-de-jouir, ainsi que procède le discours de la
science, contribue à lui donner congé, ou encore à l’aliéner en un lieu indexé par
une signification univoque. Par exemple, la dimension de perte pure qui
s’attache à la notion freudienne de pulsion peut être convertie, par une économie
savante de plus et de moins, en une figure de la vie où le hors-sens de la
jouissance est reconduit au baquet des conceptions du monde, marqué de
l’estampille du sens commun.
L’homme masqué
Située sur le parcours qui, partant du symbolique s’oriente vers le réel, la lettre
tient une place un peu paradoxale par rapport au mur du semblant. Elle s’en
trouve si proche qu’elle en arrive à le rompre. Le domaine de la lettre est une
limite, un point de bascule, qui nous incite à ne pas céder à la tentation d’un "
tout est semblant ". Un tel énoncé, en effet, par la généralisation abusive qu’il
induit, dévalue la portée du semblant.
Cette bascule est à situer en un point où, passant d’une référence qui implique
l’autre signifiant (S1 / S2), le semblant pivote vers une auto-référence. Là encore
la compagnie des masques peut nous procurer une aide précieuse pour saisir ce
passage, en ayant toutefois, au préalable, ajouté un exemplaire nouveau à notre
collection.
C’est dans la pièce de Wedekind, L’Eveil du printemps, qu’il se rencontre. Celui
que revêt un personnage, précisément appelé ‘L’homme masqué’, auquel Lacan
accorde une fonction éminente, d’être celle du semblant par excellence.
Le projet de la pièce vise d’abord à montrer en quoi consiste l’affaire, pour les
garçons, de faire l'amour avec les filles. Le point de vue ainsi adopté ne cherche
pas à établir une symétrie sexuelle. Dans une telle affaire la tâche du garçon est
de rejoindre " son type ". Loin de chercher à faire l’un, ou pire l’unique, sa
position est celle de l’un entre autres. Pour faire l’homme il doit " s’entrer
entre les semblables ", ce qui peut entraîner quelques difficultés, comme c’est
le cas pour un certain Moritz de la pièce. S’exceptant et ne voulant rien entendre
de cette position il fait la fille, selon l’expression dont le gratifie son ami
Melchior. Pourquoi pareil destin ? Comment Moritz en vient-il à s'expatrier
dans un au-delà du réel du sexe qui le conduit droit au royaume des morts ? La
réponse que propose Lacan tient en peu de mots. L’errance du garçon résulte de
son refus de se faire la dupe d’un nom, d’un nom dont le modèle passe pour être
celui du père. C’est cette fonction que dit très bien ‘L’homme masqué’.
L'intérêt de ce personnage - ou plutôt celui même du masque qu’il porte - n'est
pas de ramener le père aux avant-postes mais plutôt de réfléchir au nom, à sa
valeur de nom propre comme excellence du semblant (7).
La préface à la pièce de Wedekind est d’ailleurs l’occasion, pour Lacan, de
reconsidérer son abord de la question du nom. Il ne cherche plus, comme par le
passé, à lui donner un statut à partir de la logique mais se tourne vers la théorie
des nombres. Le nom propre est un nom de nom de nom, l’introduction d’un
triple dans la nomination fondant ainsi une version nouvelle du masque. Ca n’est
donc plus à partir d’un emboîtement de signifiants que s’apprécie le statut du
nom mais à partir d’un lien avec l’impossible : celui qu’il y a à rejoindre le
deux (8). Le deux, pris tout seul, conduit à une impasse de caractère logique. Le
nom propre, nom de nom de nom, serait le semblant offrant, si ce n’est une
issue, du moins une voie de dégagement face à l’inaccessibilité dont se soutient
l’impossible rapport entre les sexes.
Considéré de la sorte, le nom propre comme masque du semblant n’engendre
pas de représentations et ne produit aucun effet de signifié. Encore moins
incarne-t-il une unité d’où se déduirait de l’être mais renvoie plutôt à une
existence, prise au sens fort. Le fait de se tenir à côté. " Le masque seul
existerait à la place vide où je mets la femme " (9), confie Lacan. C’est une
confidence, en effet, que celle de désigner le lieu où, pour un quelqu’un, fût-il
Lacan en personne, s’engendre le semblant. Ici, un vide où la femme repose.
Loin d’être oratoire, cette précision ne met en valeur nul trait particulier propre à
un sujet mais fait entendre l’accent d’une singularité qui est celle d’un parlêtre.
Cet accent a d’ailleurs déjà résonné par le passé, lors d’une séance du séminaire
portant sur le lien du nom propre avec cette catégorie, si problématique pour la
logique aristotélicienne qui est celle du singulier (10).
(1) Lacan J., Séminaire 18. Seuil. Leçon du 20 janvier 1971
(2) Lacan J., Note italienne. Autres Ecrits. Seuil. p. 308
(3) Lacan J., Radiophonie. Scilicet 2/3. p. 89
(4) Dictionnaire étymologique de la langue française. O. Bloch et W. Von Wartburg. PUF.
(5) Descartes R., Lettre à Beeckman. Cogitationes privatae (1619-1621)
(6) Lacan J., Séminaire XVIII. Seuil. p. 122
(7) Lacan J., Préface à L’Eveil du printemps. Autres Ecrits. Seuil. p. 563
(8) Lacan J., L’étourdit. Scilicet 4. Seuil. pp. 24,34,50.
(9) Lacan J., Préface à L’Eveil du printemps, op. cit., p. 563
(10) Lacan J., Séminaire XII. Inédit. Leçon du 5 mai 1965
A fantasia feminina e o semblante
Ana Lúcia Lutterbach Holck
Em um texto anterior (1) procurei estabelecer, a partir da experiência do passe,
alguns pontos sobre as relações entre a posição feminina no final de análise e a
posição do analista como semblante, instigada por um breve e preciso
comentário de Miller em sua conferência, Semblantes e Sintoma. Miller lembra
que, para Lacan, o analista ocupa a posição de semblante, a mesma posição que
uma mulher pode vir a ocupar no final de uma análise. Posição feminina que não
se confunde com a mulher, nem com o identificar-se com o objeto. E ele
conclui: "O analista não existe, assim como A mulher não existe, existem
analistas, como atesta a experiência do passe". Seguindo o que desenvolvi na
ocasião, procuro agora estabelecer a função da fantasia feminina, o final de
análise e o semblante.
O semblante e a transferência
Em francês, o termo "semblant" faz parte do discurso corrente. O próprio Lacan
vai elevá-lo à dignidade de conceito depois de pescá-lo na vida cotidiana, da
boca de sua neta quando esta tecia elucubrações sobre a diferença entre o que
"era de verdade e o que era de semblante" (2). Em português, semblante tem o
sentido de rosto, face; ou, menos usual, de aparência, fisionomia, aspecto. No
entanto, Miller, em La Naturaleza de los semblantes, nos diz que, em Lacan,
semblante tem relação com aparência mas não coincide com esta, também não é
simulacro, mentira ou falsidade, nem artefato, aproxima-se mais do parecer. "A
natureza está repleta de semblantes", nos ensina Lacan no Seminário 18, como
as aparições brilhantes e efêmeras do arco íris, gotículas de água suspensas e
coloridas com as cores do espectro solar que aparece no céu como um arco
multicor inapreensível.
O conceito de transferência, ao contrário do conceito de semblante, é tão antigo
quanto a psicanálise e Lacan, além de dedicar um ano de seminário ao tema, este
atravessa todo o seu ensino. A transferência, como nos assinala Laurent, "[...] é a
chave da relação com o saber em uma análise. [...] Trata-se à primeira vista, de
um conjunto de sentimentos, positivos e negativos, que correspondem aos
modos da relação fantasmática de cada analisante. Ela ultrapassa a pessoa do
analista."(3).
Só à primeira vista a transferência é o conjunto de sentimentos, o primordial são
"os modos da relação fantasmática" que se revelam na relação transferencial, ou
seja, a transferência é o uso que o analisante pode fazer do analista para deduzir
o objeto que, supostamente, foi para o Outro, âmago da fantasia. Sujeito suposto
saber e semblante de objeto seriam posições que um analista pode ocupar na
transferência.
Uma análise e o semblante
No testemunho do passe, apresento a análise em três tempos – biografia,
biografagem e biografema –, e três versões do objeto: as duas primeiras na via
da identificação e ao final como semblante do objeto causa.
Na primeira etapa, biografia ou vida descrita, mais uma vez devastada pelo
amor, tratava-se de uma narrativa prosaica predominada pelo amor e onde tudo
tomava sentido e muitos. Temendo a transferência erotizada, buscava um
analista que pudesse se colocar fora da série do amor. Busca ingênua e ao
mesmo tempo reveladora. Ingênua porque pretendia deixar fora o que seria a
própria mola da análise e reveladora porque, ao procurar fazer obstáculo ao
saber inconsciente, ficou patente a erotomania histérica, a identificação ao
objeto amável.
De uma proliferação de sentido na tentativa de recobrir o real, na segunda etapa,
biografagem ou vida de escrita, essa busca resulta num certo esgotamento e
descortinam-se brechas no saber, marcas de gozo sem sentido, que permitiram a
escrita da fantasia e suas consequências. Inicialmente, havia na transferência
uma preponderância do sujeito suposto saber, mas no salto do saber ao gozo, a
analisante lança mão do analista como objeto fora dele para deduzir sua própria
posição de objeto. Essa operação só é possível, quando o analista, suspenso de
seu ser, torna-se semblante de objeto e se oferece como lugar vazio. Como
resultado dessa operação, há redução do palavreado e o objeto ressalta, destacase. As duas posições do analista, semblante e intérprete, não são coincidentes
mas se enlaçam pois, no ato da interpretação o analista torna-se oráculo
inspirado em sua experiência como semblante de objeto.
Se na biografia prevaleceu a narrativa repleta de sentido, na biografagem a
escrita ficcional, no terceiro tempo, biografema ou escrita vida, houve um
privilégio da letra: "Entre centro e ausência, entre saber e gozo, há litoral, o
literal" (4). Biografemas (5), para Barthes, são alguns pormenores, gostos,
inflexões. No final de uma análise, prevalece o silêncio do analista que dá lugar
à invenção do analisante, ao que Lacan chamou, sinthome. Invenção com o que
resta de uma análise, peças soltas, retalhos de gozo sem sentido, cenas fulgor,
traços, uma escrita vida sobre algo que já desapareceu. Como a experiência de
análise resulta em um analista? Como o final de análise está associado à posição
de semblante?
O feminino e o semblanteDurante o dispositivo do passe recortei distintos
momentos em relação ao objeto (6). Primeiro, identificação ao objeto ideal,
inatingível, sustentado pelo amor cortês, aquele que deixa a dama no lugar da
Coisa, daquilo que não pode ser tocado sem horror. Depois, identificação
petrificante ao objeto da fantasia perversa, objeto dejeto, vítima submetida ao
gozo do Outro. A cada fracasso da precária identificação, tanto ao objeto ideal
como ao da fantasia masculina, resultava na queda em um abismo ilimitado,
puro vazio e desejo de morte.
A revelação da fantasia permitiu verificar que fazia-me um objeto para se ter,
fazer e acontecer, para um suposto gozo do Outro. Nomear o gozo teve como
efeito a extração do objeto que velava o furo e a fantasia perdeu sua consistência
imaginária, o eu se esvaziou. O objeto foi transposto em sua função de obstrução
para a de causa de desejo. O objeto como causa de desejo é efeito desta
separação, do descolamento da identificação, quando se crê ser o objeto para a
posição de causa, onde não se é, mas pode consentir em fazer-se semblante de
objeto causa de desejo para um outro. A experiência de análise, quando produz
um analista, produz essa espécie de milagre, é seu efeito, seu fim.
Como nos ensina a experiência mais comum, nas relações, as mulheres
privilegiam o amor e os homens o sexo. As mulheres amam o amor, amam
serem amadas. Daí as eternas queixas femininas: "sou apenas um objeto para
ele", numa depreciação do desejo masculino. Podemos considerar que, na
expectativa de se fazerem amadas, as mulheres se identificam ao objeto da
fantasia masculina, mas ao fazê-lo tornam-se objeto dejeto por isso a
depreciação do desejo masculino.
No Seminário 8 Lacan diz que no final da análise há uma transposição de amado
em amante. Nomear o objeto da fantasia, é justamente se dar conta que não
existe O objeto do desejo, a fantasia não passa de um artifício singular que torna
um objeto desejável, ou seja, é a maneira de cada um fazer existir a relação que
não há. Isso não é sem consequências também para o amor. A mulher sai da
posição de permanente expectativa de escutar palavras que a convençam de ser o
objeto de amor, para associar o amor ao sexo. É com um novo amor e contando
com o corpo que uma mulher, pode se fazer objeto sem sê-lo, momento raro,
fulgurante e efêmero, no qual ela torna-se semblante de um objeto que além de
não existir, ela o desconhece.
Essa experiência, de desidentificar-se do objeto e conceder em ocupar a posição
de semblante, está associada à posição de analista como semblante. Suspenso de
seu ser, o analista torna-se semblante de a, e, como as gotículas suspensas do
arco íris, é colorido pelo espectro, pelo fantasma do analisante e algo
inapreensível se realiza em ato. Na expressão "faire semblant", como em
"savoir-faire" o verbo fazer não indica uma ação do eu, mas uma posição. Para o
analista, fazer semblante é a única posição sustentável na transferência, como
observa Lacan no seminário "Ou pire...": "[...] o analista não faz semblante:
ocupa a posição de semblante. Ocupa-a legitimamente porque com relação ao
gozo, [...], não tem outra posição sustentável...". E mais adiante: [...] Quando o
ator usa sua máscara, seu rosto não gesticula, não é realista, o pathos está
reservado ao coro, por que? Para que o espectador, aquele da cena antiga,
encontre seu mais de gozar nele" (7)."Não há O psicanalista, como não existe A
mulher", existem psicanalistas um por um, a cada vez e de vez em quando. Isso
que resta de uma análise, exige um trabalho sem fim até o fim: "Cada um
responde como pode e como quer. A resposta de um não convém a nenhum
outro, ela é inconveniente, responde àquilo que necessariamente ignoramos e é
nesse sentido, indecifrável, jamais exemplar". [...] Longe de todas as injunções
do "Eu devo" e de todas as pretensões do "Eu quero". [...] A resposta "é
preciso", pode, de fato, ser ouvida, mas aquilo que no "é preciso" não se ouve é
resposta a uma pergunta que não se descobre".
Este último parágrafo é condensação da resposta de Blanchot (8) à pergunta: o
que é escrever? A posição do analista é a do leitor desinteressado mas que ao
interpretar, servindo-se de sua experiência como semblante de objeto, permite
ao analisante se deixar tomar pelo textual e fazer de sua falação uma escritura:
tudo que é escrito parte do fato de que será para sempre impossível escrever
como tal a relação sexual"(9). Uma escritura incomparável, resposta
inconveniente, isto é, que não convém a nenhum outro. E não o faz porque quer,
nem porque deve, trata-se de uma escolha forçada. Forçada mas sem nenhuma
injunção vinda do Outro, simplesmente porque "é preciso", resposta a uma
pergunta ignorada.
(1) "A mulher, o analista e o semblante", texto apresentado no VIII Congresso da EBP,
Florianópolis, abril/ 2009.
(2) De la naturaleza de los semblantes, p.10.
(3) Laurent, E. O real do sinthoma ou a inocência do sinthoma. Opção Lacaniana, nº 54, p.35.
(4) Lacan J., "Lituraterra". In Outros Escritos. JZE: Rio de Janeiro, 2003, p.21.
(5) Barthes R., Sade, Fourier, Loiola. Lisboa: Edições 70, 1979. p.14.
(6) Cf. Holck A.L., Patu. a mulher abismada. Subversos, Rio de Janeiro, 2008. p.106 a 116.
(7) Lacan, J. Seminário...Ou pire, lição de 10 de maio de 1972 (Inédito).
(8) Blanchot, M. O livro por vir. Ed. Martins Fontes, São Paulo, 2005. p. 39.
(9) Lacan J. O Seminário. Livro XX. Mais Ainda. Zahar, Rio de Janeiro, 1982. p.49.
Du littoral, en psychanalyse
Une lecture de Lituraterre
Marie-Hélène Roch
Ce titre est motivé par la question que pose Lacan dans son écrit intitulé
Lituraterre : "Est-il possible du littoral de constituer tel discours qui se
caractérise de ne pas s’émettre du semblant ? "(1)
Dans Le Séminaire, livre XVIII, Lacan s’avance, explique Jacques-Alain
Miller, vers une construction effective d’un discours qui ne serait pas du
semblant, ce qui revient à faire de la lettre un usage qui n’est pas un usage de
semblant, qui n’est pas un usage de signifiant, qui ramène le signifiant à la lettre
qui le borde.(2) Cette avancée entraîne cette question-clé : comment penser un
rapport de limite entre savoir et jouissance, entre deux écritures (l’une parle avec
le corps, l’autre ne veut rien dire), entre centre et absence, entre la psychanalyse
et les autres modes du discours.
L’image du littoral apparaît dans Lituraterre en donnant une ligne à ce clivage.
Le littoral est une ligne de partage entre la terre et la mer, deux domaines qui
n’ont pas la même structure, ni la même substance : " Ils n’ont rien en
commun, même pas une relation réciproque ". (3) Structure et substance sont
des termes hétérogènes l’un à l’autre, J.-A. Miller en donne une lecture inédite
dans son cours de cette année. Quand il annonce qu’il importe maintenant de
raisonner autrement, nous comprenons qu’il s’agit de raisonner du littoral, à
commencer par la différence qu’il y a entre lecture et écriture, entre sens sexuel
et jouissance, entre semblants et sinthome.
Rappelons que Lituraterre est placé en ouverture de l’édition des Autres écrits.
Il est présenté sous la forme d’une leçon ("Leçon sur Lituraterre "), chapitre
VI du Séminaire XVIII, D’un discours qui ne serait pas du semblant. Les deux
textes datent de 1971. Qu’est-ce qui est premier ? L’écrit, ou bien le discours
que Lacan prononce à son séminaire ?
La lettre ou la logique du signifiant ? Cette question était d’actualité dans les
années soixante-dix, dans un contexte de promotion de l’écrit, et Lacan en fera
la critique dans la leçon qu’il appelle " une démonstration littéraire ". La
lettre lacanienne s’écarte de la sublimation pour atteindre quelque chose de
particulier à la psychanalyse, quelque chose d’une nature radicale qui touche les
effets de son discours : la lettre " est l’effet radical du discours ". (4) Elle
ajoute quelque chose de plus, une marque spécifique à l’être parlant. Sa nature
en psychanalyse nous donne de quoi conférer au sinthome sa place exacte.
N’y a-t-il pas déjà dans cette leçon l’abord d’une clinique du singulier
?
Du littoral, entre lecture et écriture
" Ce que vous lui apprenez à lire (l’inconscient) n’a alors absolument rien à
faire, en aucun cas, avec ce que vous pouvez en écrire ". (5)
1. Ce que vous lui apprenez à lire (...)
Commençons par nous demander comment Lacan définit ses écrits : " Mes
écrits, un titre plus ironique qu’on ne croit : quand il s’agit soit de rapports,
fonction de Congrès, soit, disons de " lettres ouvertes " où je fais question
d’un pan de mon enseignement ".(6) Ce sont " lettres ouvertes ". Elles ne
sont pas lisibles immédiatement, mais font parler d’elles, nourrissent des
générations, sont en avance sur leur temps, leur destination est tardive, mais
elles trouvent toujours leur destinataire. Dès les premières pages de son écrit, la
lecture, celle de l’interprétation, vise le niveau de radicalité dont témoignent, par
exemple, des oeuvres exigeantes par la position de leurs auteurs, de ceux qui ont
compris que la lettre était palea. Beckett met en scène le couple (un couple de
vieux) dans la poubelle, Joyce montre ce qu’on peut attendre d’une
psychanalyse à sa fin. Ce sont des effets radicaux.
La lettre est primitive, elle n’est pas première, elle se distingue d’être d’un autre
usage que le signifiant.
Letter/litter, motérialité/matérialité, maniement
Quel est l’usage du signifiant ? C’est sa matérialité phonique, car le
signifiant ce n’est pas le signifié, " le signifiant c’est ce qu’on entend ". (7)
Quand J.-A. Miller nous dit qu’il s’agit maintenant de raisonner autrement, ce
qui s’entend, c’est que le signifiant résonne mieux avec un corps. Mais avec
quel corps ?
En 1959, Lacan soutenait une thèse sur l’interprète. En jouant de l’équivoque
sur le signifiant, il affirmait que conformément à l’acteur, l’inter-prête son
corps avec son inconscient bel et bien réel. Un corps imaginaire et pulsionnel,
du texte symbolique, un inconscient réel, cela formait alors un noeud borroméen
orienté selon SIR .
Maintenant, quel est l’usage de la lettre ? La lettre est plutôt aphonique sous
l’écriture joycienne qui la radicalise : letter, c’est litter (reste, déchet). Son
usage, c’est son maniement par Joyce, c’est " ce qui du signifiant est venu
truffer le signifié "(8), livrant une oeuvre qui ne tombe pas sous le sens et qui
accomplit lom Joyce comme sinthome. C’est une expérience de jouissance pure.
Le corps n’est plus imaginaire et symbolique, il se jouit, selon la dernière
définition de Lacan. Il se jouit de la lettre, c’est visible dans l’oeuvre de Joyce.
La différence que fait Lacan entre ce que l’on apprend et ce qui s’en écrit libère
un usage spécifique de la lettre dans lalangue. Plaçons-nous un peu en amont de
Lituraterre, dans Encore, où cette dimension est ouverte, par exemple dans
l’équivoque du mot motérialité. De quoi s’agit-il ? De ce qui s’ajoute à la
langue pour qu’elle puisse être parlée et donc être entendue. Ce qui s’ajoute,
c’est la matérialité de sa propre langue intime, non déjà accomplie. Quand du
signifiant s’injecte dans le signifié jusqu’à produire un mot d’esprit, par exemple
‘famillionnaire’, on voit que de la jouissance parasite s’est infiltrée.
Dans Encore, lalangue devient " notre affaire à chacun ". Le langage, "
ça n’existe pas, c’est ce que l’on essaye de savoir concernant la fonction de
lalangue ". Le savoir n’est qu’hypothétique au regard de lalangue " dont
les effets vont bien au-delà de tout ce que l’être qui parle est susceptible
d’énoncer ". Lire son inconscient, ce n’est pas uniquement recenser les usages
d’une langue comme le fait le dictionnaire, mais c’est laisser apparaître ce que la
lettre y recèle d’opacité, un dire hors du commun.
Si Lacan formule que le langage se perfectionne quand il sait jouer avec
l’écriture (9), c’est qu’il a le projet de renvoyer chacun au perfectionnement de
sa langue ; qu’elle puisse offrir davantage de silence pour soi-même et
d’opacité pour les autres. Car perfectionner sa langue, c’est le faire non pas dans
l’espoir qu’on finisse par se comprendre mieux, mais qu’il soit possible de vivre
avec un autre sexe, une autre langue, sans devoir absolument s’y adapter.
Du littoral, parce qu’il n’y a pas moyen de lire, d’apprendre de son inconscient
autrement sans verser dans le mensonge. Se tenir au bord du savoir pour pousser
plus loin sur la voie du réel, c’est-à-dire essayer de cerner ce dont il s’agit.
" Ce ne serait déjà pas mal que se lire s’entendît comme il convient, là où on a
le devoir d’interpréter ", précise Lacan (10). L’envoi est pour l’analyste. Son
interprétation n’est pas ouverte à tous les sens ; elle se ferme à son artifice
dans un moment qui sonne juste.
Ce qui se lit nécessite pour un être parlant une hypothèse sur l’inconscient
comme supposé savoir, un engagement de la psychanalyse vers une politique
que Lacan appelle dans son écrit " la politique du symptôme ".
Il
suffirait, dit-il, " que de l’écriture nous tirions un autre parti que de tribune ou
de tribunal, pour que s’y jouent d’autres paroles à nous en faire le tribut "(11).
Est-ce pour de vrai ou est-ce pour du semblant ? La politique du symptôme
cherche à inscrire des effets qui ne soient pas de tribune ou de diatribe mais des
effets qui nous concernent, des effets réels à
" ce que s’y changent nos
propos ". Il ne s’agit pas de tenir un discours, c’est le symptôme qui le tient,
qui vaille que vaille me tient. Enfin ce qui se lit se supporte aussi d’une théorie
de l’écriture psychanalytique où " l’écriture peut être dans le réel le
ravinement du signifié "(12).
2. (...) Avec ce que vous pouvez en écrire
À la page 64 de ce Séminaire, Lacan écrit au tableau un caractère chinois SZU,
regrettant que la craie l’empêche de mettre les accents que permet le pinceau. Ce
n’est pas le sens qui est important, (szu veut dire retors, veut dire aussi personnel
au sens de privé), mais c’est sa forme écrite qui est remarquable. Le caractère
chinois a la forme d’un graphe (d’une agrafe) servant à supporter les termes
autour desquels tourne le discours de Lacan. Il numérote les accents et inscrit
sur le trait du haut : 1) " les effets de langage ". Il donne à l’ordre
symbolique " sa demansion ", c’est-à-dire, ce qui est demeure, de la vérité
sachant que l’Autre c’est le corps. Et sur le trait horizontal, il inscrit en 3) "
fait de l’écrit ". En 2) il situe le croisement d’où les effets de langage prennent
leur principe. Ils prennent leurs principes du discours analytique. À ce
croisement, le discours analytique est révélateur de quelque chose, il est un pas.
Le graphe fait cas de la primauté du langage sur l’écrit. Le pas au croisement
vient marquer l’écart produit (c’est ce que nous voulons souligner en reprenant
le binaire donné par J.-A. Miller) entre ce qui se lit (l’inconscient transférentiel)
et ce qui s’écrit (de l’inconscient réel) comme pas-à-lire. Ce " pas-à-lire "
relève encore de la logique du signifiant mais à son joint avec le vivant.(13) Il
s’agit dans cette avancée d’une parole renouvelée de son lien à la jouissance.
Ce qui s’en écrit procède de la précipitation : ce qui a plu du semblant ; de
la rupture, de l’invocation. " Ce qui de jouissance s’évoque à ce que se rompe
un semblant ".(14)
Dans cette version de l’écriture, la lettre est objet a équivalent au sicut palea de
Saint-Thomas ; et aussi elle est trou, " godet à faire accueil à la jouissance
".
L’écart produit entre lecture et écriture introduit un écart entre le vrai et le réel,
et produit ce glissement dans la nature du signifiant qui passe au semblant. La
passe en donne témoignage ; elle se fait à partir des semblants dénudés, débris
où le dire trouve sa force d’invention et d’artifice.
Du littoral, entre savoir et jouissance
Au regard de la lettre, le semblant
Cette avancée vers l’écriture du sinthome conduit Lacan à l’invention d’une
nouvelle catégorie, le semblant. Car au regard du réel de la lettre, le signifiant
c’est du semblant.
Pour l’expliquer, Lacan part d’un phénomène de la nature. Les semblants sont
de la nature, les nuages sont des signifiants, la langue est matière en suspension
et à transformation. Les semblants comme les nuages se dissolvent et tombent
en pluie. Avant que ça se produise, il n’y a que brouillard. Si cet effet de rupture
et de ruissellement tombe des nuées, ça ne tombe pas des nues, ce n’est pas un
phénomène magique, ça peut se lire. De même, les phénomènes géologiques se
déchiffrent, puisque le semblant est une catégorie qui inclut le signifiant et ses
effets, une conjonction de métaphore et de métonymie où le désir se glisse, où la
jouissance s’invoque.
Comment la substitution du signifiant par le semblant s’est-elle faite
?
" Le semblant, c’est proprement le rapport du signifiant au signifié ", dit J-A
Miller.(15) La définition du semblant se déduit de l’écriture de l’algorithme S/s
que J-A Miller a transformé en un nouvel algorithme, qu’il écrit : Réel
//semblant, avec une double barre pour marquer " l’intersection vide entre le
réel et le sens ", " un rapport d’exclusion ". Par conséquent, il y n’y a du
semblant qu’au regard du réel, un réel équivalant à la jouissance qui habite
lalangue, ces trous dans la structure que Lacan évoque dans Lituraterre comme
les sillons du ravinement, la trace primitive du troumatisme de la langue..
Lituraterre se place sous cet algorithme réel // semblant, il répond à "
L’instance de la lettre dans l’inconscient ", et au " Séminaire sur La lettre
volée ". Lituraterre dérange l’automaton signifiant que met en scène le conte
d’Edgar Poe. C’est une logique où fondamentalement rien ne bouge, où la lettre
commande de sa place la compulsion de répétition ; son pouvoir d’illecture se
montre à l’œuvre dans ses péripéties. La lettre se tient en réserve dans le
discours du Maître ; quand on veut la maîtriser, elle se joue de nous ; le
ministre du conte d’Edgar Poe croit la tenir en son pouvoir, et se fait posséder
par elle jusqu’à risquer ses effets. Effets de féminisation, précise Lacan. De quoi
s’agissait-il alors ? De ce qui faisait obstacle à la logique du signifiant, c’est-àdire les effets de passivité et d’inertie de la jouissance imaginaire. Dans
Lituraterre, la lettre lacanienne sort de l’inertie du programme. L’écrit de Lacan
prend la temporalité de l’évènement, de l’instant de voir, de la contingence, de
l’imprévisible, de l’inédit : la lettre y est lettre de jouissance pure, elle rompt
avec les semblants. Elle est ruissellement, bouquet du trait premier, inédit : "
Rature d’aucune trace qui soit d’avant ". (16)
C’est une nouvelle écriture qui prend son départ de l’inconsistance, de l’absence
- de la trace de jouissance. La barre est placée sur A, le silence est S, la
parenthèse cerne le trou dans l’infini. Ce qui ne s’écrit pas, la jouissance qu’il
faut pas, Lacan dans la logique du pas-tout l’écrit S (A/).
Dans cette orientation, la lettre est un trou réel et elle prend un double aspect
selon les modes sexués du parlant. Dans la logique du pas-tout phallique, de
l’autre sexe féminin, elle traduit l’absence et le hors-sens sexuel. Dans la
logique du Un, universel masculin, elle marque le centre que Lacan écrit grand
phi, c’est-à-dire la castration, une modalité logique du fini, celle de l’impossible
à négativer. La lettre ne livre pas son contenu. C’est le message qu’a formé
Edgar Poe sur la lettre, nous dit Lacan : " Cette lettre, ajoute-t-il, qui est ce
dont je parle de cette page à cette page, vous verrez que je suis celui qui l’a
écrite. Est-ce que je savais ce que je faisais ? Eh bien, je ne vous le dirai pas.
Ce dont je parle, c’est du phallus ; et je dirai même plus, personne n’en a
jamais mieux parlé ".(17)
La lettre est littorale, elle est trou et elle est a, bord d’un trou, " godet toujours
prêt à faire accueil à la jouissance " (18). C’est une positivité (terme que J.A. Miller a promu dans son cours de cette année) : il annonce une version de
l’écriture, celle du noeud borroméen, qui donne à ladite écriture son autonomie
et son style.
La lettre n’est-elle pas proprement littorale ? Le bord du trou dans le savoir
que la psychanalyse désigne justement quand elle l’aborde, de la lettre, ne
voilà-t-il pas ce qu’elle dessine ? (cf. " Lituraterre ")
Elle dessine le bord entre centre et absence, entre sens sexuel et jouissance autre.
La lettre lacanienne a est la lunule de séparation entre les sexes, la condition
littorale du rapport entre les sexes.
La condition littorale des sexes
" Il était une fois deux sexes ". Tel était le titre du journal, Le Monde,
proposant à ses lecteurs la saga de l’été sur le thème masculin/féminin. Je cite
: " Des mythes originels aux dernières découvertes scientifiques, voici tout ce
que vous avez toujours voulu savoir sur la guerre des sexes : comment elle a
commencé, ce qu’elle a engendré, si elle peut s’achever. " Annonce alléchante,
s’il en est. Lacan nous conduit des mythes freudiens à la sexuation des êtres
parlants ; à la formalisation d’un rapport de limite entre jouissance sexuelle
(savoir qui touche à l’inconscient) et jouissance hors système.
" Là est la nouveauté de ce que j’introduis aujourd’hui (...) Ce n’est que de
l’écrit que se constitue la logique ", dit Lacan. (19)
Il montre en des schémas l’impasse des sexes. A la page 142, puis 144, il
dessine deux schémas intitulés : " La caractéristique du tiers terme ", puis "
Schéma de l’hommoinzin ". L’écrit fait usage de capiton et a valeur de
fonction. L’opérateur grand phi " fait de l’écrit ", fixe le rapport de l’homme
et de la femme sur la barre. L’absence de fermeture du triangle fondamental
(caractéristique du tiers terme) indique l’impossibilité d’écrire ce qu’il en est du
rapport sexuel, ce que nous trouvons sous forme d’impasse, d’obstacle, de
béance dans l’expérience analytique. La logique, dit Lacan, porte la marque de
l’impasse du sexuel, ce que le schéma laisse apercevoir. Dans la jouissance
sexuelle, il y a quelque chose qui est forclos et qui se satisfait sans but sexuel.
Nous l’apprenons d’une analyse. Contrairement à ce que l’on pourrait croire, ce
n’est pas tant la sexualité qui fait problème, chacun s’en arrange ; mais ce
qu’on apprend de source sûre (c’est du vécu), c’est qu’on ne s’arrange pas du
corps, de sa jouissance. C’est le corps qui fait énigme à l’être parlant car il est
une approche singulière qu’il nous faut en permanence aborder comme un
rivage. Nous apprenons du discours de Lacan, c’est-à-dire du discours
analytique qu’il formalise, que l’écrit c’est la jouissance.(20)
J.-A. Miller a fait remarquer que Lituraterre se situait entre le cinquième et le
sixième paradigme. Entre le cinquième où la jouissance est discursive, un noyau
chiffrable, et le sixième où il y a rupture : la jouissance est hors élaboration.
Dans cette configuration où les limites ne sont plus clairement situées, la lettre
littorale vient fixer le point d’insertion de la jouissance dans le semblant.
Lacan fait référence au lancement du premier spoutnik, un évènement qui fait
date. Il montre l’usage de la nature de semblant de l’objet a. De même que
l’homme dans l’espace a besoin de la navette pour survivre, de même on peut se
dire que la jouissance a besoin elle aussi pour survivre d’être encapsulée dans un
objet a. C’est un problème de survie de la jouissance et par conséquent, une
‘solution d’utilité clinique’.
Du littoral, entre semblant a et sinthome
J.-A. Miller précise, je le cite : " À la clinique de l’au moins un, de
l’universel (qui fait cas du particulier), il faut opposer la clinique du singulier
".(21)
La clinique de " l’au moins un " intéresse la clinique de la névrose ;
l’hystérique en a démontré les impasses. Lacan rend hommage à ses capacités de
logicienne, celles qui consistent à cerner la jouissance hors sexuel, qu’elle rend
absolue, comme un point à l’infini. Son orientation sur la jouissance se fait sous
l’égide du Nom-du-Père, ce qui a pour conséquence son impossibilité à
s’accomplir comme femme.
Produire le singulier, la lunule de séparation, le bord du savoir, la condition
littorale des sexes, c’est ce que peut faire la psychanalyse orientée par le réel de
la lettre.
Dans son commentaire de Lituraterre (cours 1998/99), Eric Laurent situait le
littoral sur les opérations d’aliénation/séparation, en montrant que Lituraterre
était une théorie de l’écriture psychanalytique permettant la production d’un trait
unique. La séparation inscrit le littoral, il passe à l’intérieur du chaos interne
d’un parlêtre. Il se dessine : $(a)S2. Le littoral s’inscrit comme bord de la
lunule, entre la jouissance et le savoir touchant à l’inconscient d’un sujet. Le
trait s’ajoute, il n’est pas unaire, il ne délimite pas une frontière où chacun se
retrouve du même côté, mais il est trait unique : un hétérogène interne et
constant.
Eric Laurent a extrait de son cours un écrit intitulé : " La lettre volée et le vol
sur la lettre "(22) qui donna lieu en son temps à une conversation passionnante
avec J.-A. Miller. Il fait référence à la théorie de l’unique trait de pinceau du
peintre et lettré Shitao que Lacan a étudié avec François Cheng.(23) Il nous
met en mesure de comprendre que pour la psychanalyse, la rature n’est pas
rature de l’être philosophique, mais se rapproche de l’exploit de la calligraphie
: " rature d’aucune trace qui vient d’avant ". Dans la calligraphie, la lettre
tient lieu d’un pari qui se gagne avec de l’encre et un pinceau, " ... où le
singulier de la main écrase l’universel ".(24) C’est un trait inédit. Encore fautil faire accepter son trait.
Produire le singulier, c’est ce que peut la psychanalyse, du littoral entre
semblant et sinthome : entre un " ce n’est pas ça - c’est ça .
À la fin de son écrit, à notre adresse on peut lire entre les lignes une alternative
qui pourrait se formuler ainsi : ou le mathème, ou l’empire des semblants. Y
aurait-il un autre choix
? un choix autre qu’exclusif
?
Qu’est-ce que veut faire passer la psychanalyse ? À quoi pourrait-elle
satisfaire ? " Le discours analytique passera s’il arrive à faire entendre sa
pratique du non-rapport sexuel, " notait récemment J.-A. Miller dans son
cours.(25)
L’analyste s’oriente d’une clinique du singulier. C’est une expérience de littoral,
celle que Lacan survolant la plaine sibérienne évoque par la métaphore des
sillons du ravinement. C’est voir - tout à coup, en un instant -, comme
l’émigrant voit à l’approche du rivage la terra incognita, le semblant dénudé,
l’inconscient depuis la jouissance : ce vaste trou de liberté qu’est sa langue.
1) Lacan J, " Lituraterre ", Autres écrits, Seuil, 2001, p. 18 et dans livre XVIII, " Leçon sur
Lituraterre " p. 124
2) Miller J.-A., La Cause freudienne n°62
3) Lacan J, opus cit, p. 14 et p. 117
4) Lacan J, Le Séminaire, livre XX, Encore, p. 36
5) ibid, p. 38.
6) Lacan J, op. cit,, Autres écrits, p. 12
7) Lacan J, op. cit,, Encore, p. 34
8) Ibid, p. 37
9) Ibid, p. 37
10) Lacan J, Autres écrits, " Postface au Séminaire XI ", p. 504
11) " Lituraterre ", p. 18
12) ibid p. 17
13) Opus cit, Autres écrits, cf. 4ème de couverture.
14) Lacan J, op. cit, p. 17
15) Miller J.-A., L’Orientation lacanienne, cours non publié, 1998/99
16) Lacan J, op. cit, p. 16
17) Lacan J, " D’un discours qui ne serait pas du semblant ", op. cit,, p. 94
18) Ibid..
19) Lacan J, livre XVIII, p 64
20) Ibid, p. 129
21) Miller J.-A., La Cause freudienne n°71, leçons 10 et 17 /12/ 2008, " Des Choses de finesse
en psychanalyse "
22) Laurent E, La Cause freudienne, n°43, " La lettre volée et le vol sur la lettre " ; les
cours des 10 /03/99 et 14/04/99 de l’Orientation lacanienne.
23) Nous avons les traces de ces échanges dans l’Ane n°25, février 86, et dans Lacan, l’écrit,
l’image, Paris, Flammarion, 2000.
24) " Lituraterre ", op. cit.
25) Miller J.-A., cf. cours " Des choses de finesse en psychanalyse "
Délégué général AMP
Éric Laurent
Comité d'action de l'Ecole-Une
Lizbeth Ahumada
Marie-Hélène Blancard
Luisella Brusa
Anne Lysy
Ana Lydia Santiago
Silvia Tendlarz
Hebe Tizio
Design
João Carlos Martins
Réalisation
Philippe Benichou