Descargar PDF (16 páginas) - Presidencia de la República
Transcrição
Descargar PDF (16 páginas) - Presidencia de la República
01. Ubicación histórica Evolución de la configuración territorial del Área Metropolitana • El núcleo central y su vocación metropolitana • Los corredores metropolitanos • Núcleo central: mosaico de barrios en torno al centro • La Corona Metropolitana • Recomponiendo el palimpsesto 35 Una sucinta reconstrucción del proceso histórico que explica la estructura actual del territorio metropolitano. Un proceso cuya naturaleza sólo se descubre y comprende al levantar “capa por capa” del palimpsesto territorial, como proponen textualmente los autores. La actual configuración territorial del Área Metropolitana de Montevideo no es obra de plan o proyecto alguno –urbanístico, político, social, económico o de cualquier otra índole. Puede decirse, en cambio, que ha surgido en forma espontánea, a menudo caótica, de la acumulación histórica de sucesivas acciones y omisiones, públicas y privadas, sobre el territorio, a través de diversos momentos superpuestos como capas que aportan nuevos elementos pero exhiben el rastro de las anteriores. Al igual que en los palimpsestos –antiguos pergaminos donde inevitablemente sobrevivían las inscripciones previas, borradas a fin de realizar nuevos trazos– el territorio acumula las huellas de su pasado, que no son otra cosa que las huellas de las sociedades que lo construyeron. El propósito de este capítulo es deshacer ese camino: levantar capa por capa, operar una “arqueología” del territorio que permita rastrear sus orígenes y los procesos sobre los que se ha construido. Dicha operación se centrará en algunos elementos que se consideran fundamentales para explicar la evolución histórica de la configuración territorial del Área Metropolitana. Ensenada de Montevideo hacia 1730 Fuente: Travieso, Carlos (1937) Montevideo en la época colonial. Su evolución vista a través de mapas y planos españoles. s/e, Montevideo En términos generales, el Área Metropolitana puede definirse como un territorio fuertemente jerarquizado con un núcleo central claramente identificado: la ciudad de Montevideo (capital nacional), que concentra la mayor parte de la población, las actividades económicas y los servicios. Dicho núcleo aparece rodeado por una serie de ciudades medianas y pequeñas que presentan un alto grado de consolidación urbana, ubicadas sobre las principales rutas nacionales que parten desde la capital y vinculadas a aquella mediante relaciones de primer y de segundo nivel: estas ciudades conforman y estructuran la Corona Metropolitana, que se ubica fuera del departamento de Montevideo. Dentro de esta corona existen numerosos fraccionamientos suburbanos diseminados sobre la periferia de las ciudades metropolitanas y sobre las rutas nacionales. Un caso particular es el de los antiguos balnearios –ubicados tanto al este como al oeste de la capital–, incorporados al Área Metropolitana como sitios de residencia permanente y posteriormente ascendidos a la categoría de “ciudad”. Finalmente, en los intersticios de las periferias urbanas se aprecia un archipiélago de asentamientos irregulares: un universo particu- 36 larmente heterogéneo que obedece a complejos procesos de segregación social, descomposición social y precarización del hábitat humano al interior del conglomerado urbano. Quedan así definidos los cinco puntos en los que se centrará la búsqueda. Dicha selección no pretende agotar la totalidad del fenómeno en estudio: se basa en la asumida inutilidad de todo intento por ofrecer una lectura única y totalizadora de una realidad tan compleja como la que se analiza. • El núcleo central y su vocación metropolitana • Los corredores metropolitanos • El núcleo central: mosaico de barrios en torno al centro • La Corona Metropolitana • Metropolización, periferia y segregación socio-espacial El núcleo central y su vocación metropolitana La conformación del núcleo central del Área Metropolitana tiene orígenes tan antiguos como los de la propia ciudad, que remiten a la época colonial. Desde sus inicios, la ciudad de Montevideo tuvo vocación “anticipatoria” para convertirse en cabecera de lo que luego sería un área metropolitana. Su fundación se inscribe en la normativa española para la implantación de centros poblados, basada en el concepto de ciudad-territorio consignado en las Leyes de Indias. La ciudad colonial española se concibe como una unidad económica integrada por el casco urbano o conjunto de “solares del pueblo” y un territorio circundante que le sirve de sustento agrícola. Este modelo se completa con la determinación de su jurisdicción, límite territorial del alcance administrativo y de su base rural, que por ley se integraba con el ejido (espacio libre destinado a habilitar el tiro de cañón desde las murallas de la ciudad), las dehesas (tierras de pastoreo de uso comunitario), los propios (tierras pertenecientes al Cabildo, que podía obtener rentas de ellas), chacras y estancias (tierras cedidas a los pobladores para su laboreo y pastoreo). Así, el poblador no sólo tenía derecho a la adjudicación de un solar en el casco urbano: podía adquirir también suertes de chacras y estancias dentro de la jurisdicción de la ciudad. La jurisdicción de Montevideo, definida por Pedro Millán, estaba delimitada al sur por el Río de la Plata, al este por las sierras de Maldonado –teniendo como mojón al cerro 37 Pan de Azúcar, hasta las nacientes de los ríos Santa Lucía y San José–, al norte por el albardón de la Cuchilla Grande y al este por el arroyo Cufré. Abarcaba los actuales departamentos de Montevideo, Canelones y San José, y parte de los departamentos de Maldonado y Florida. El resto del territorio de lo que hoy es la República Oriental del Uruguay era administrado al sur del río Negro por la Gobernación de Buenos Aires y al norte de ese río por la llamada Gobernación de Yapeyú. El modelo indiano contemplaba, además, la posibilidad de establecer nuevas poblaciones dentro de la jurisdicción de una ciudad ya establecida. Estas nuevas ciudades eran denominadas sufragáneas, en tanto la ciudad dentro de cuya jurisdicción se instalaban era la ciudad primada, y reunían todos los ingredientes de la ciudad-territorio a excepción de las estancias, que pertenecían exclusivamente a la ciudad primada. Dentro de la jurisdicción de Montevideo se fundaron las ciudades de San José (1781), Santa Lucía (1781), Guadalupe, actual Canelones (1783), Minas (1783), Pando (1787), Las Piedras (1795) y Florida (1809). Esta relación de subordinación y dependencia se mantuvo durante todo el período colonial y dejó su huella en la conformación del Área Metropolitana: Montevideo ha conservado su rol protagónico y aquellas ciudades sufragáneas han incrementado su jerarquía territorial y se han constituido, durante los siglos XIX y XX, en capitales departamentales o en los principales centros urbanos articuladores de la Corona Metropolitana. Otro factor clave que marcará la posición dominante de Montevideo en el territorio nacional es el puerto. Negado inicialmente por la corona española, que pese a su carácter peninsular y a sus naturales condiciones portuarias funda Montevideo como ciudad “mediterránea”, éste poco a poco logra abrirse camino en el estricto régimen mercantilista y se convierte en rival del puerto de Buenos Aires. Jurisdicción de Montevideo en la época colonial Elaboración propia en base a datos IHA, FARQ /UdelaR Así pues, desde la época colonial el puerto montevideano constituye un nodo crucial para el comercio nacional. A través de él se exportan los principales productos, por él ingresa el grueso de las importaciones y hacia él se dirigen las principales rutas terrestres que acercan la producción (mayoritariamente agrícola) del interior del país. En sus alrededores se concentran numerosos establecimientos comerciales, administrativos, financieros e industriales, que refuerzan aún más la centralidad de Montevideo en el territorio nacional. 38 Los corredores metropolitanos Dentro de la actual configuración territorial del Área Metropolitana, las rutas nacionales que parten desde Montevideo hacia el interior del país cumplen un rol protagónico, dado que encauzan los procesos de fundación, crecimiento y expansión urbanos en la Corona Metropolitana. La ciudad de Montevideo y el Área Metropolitana han crecido en forma tentacular a lo largo de sus vías principales de acceso, absorbiendo en su expansión los distintos pueblos que se han establecido sobre éstas. Dichos poblados han quedado incorporados a su trama urbana como barrios con diversos grados de caracterización, entre ellos los de Colón, Peñarol, Nuevo París o Maroñas, por citar sólo algunos ejemplos. Algo similar ocurre en la Corona Metropolitana donde, en mayor o en menor medida, sobre las rutas de acceso a Montevideo se desarrollan procesos de expansión urbana y conurbación: La Paz-Las Piedras-Progreso sobre la ruta 5, Ciudad del Plata sobre la ruta 1, Barros Blancos-Pando sobre la ruta 8, Ciudad de la Costa sobre la avenida Giannattasio. Pero para entender la conformación de este sistema territorial debe indagarse una vez más en las capas más profundas del pergamino. La red colonial de caminos fue también anticipatoria de la estructura territorial del Área Metropolitana. Pero estas rutas coloniales no deben entenderse aún como caminos sino como simples directrices pautadas por algunos pocos puntos fijos como los pasos sobre los cursos de agua y, más adelante, los escasos poblados existentes. Así, son tres las rutas que se fijan en la Banda Oriental: el camino del Litoral, el de la Costa y el del Centro. Y los principales nodos de esta red son el Real de San Carlos o la ciudad de Colonia del Sacramento (cuando estaba en poder de España), la plaza-fuerte de Montevideo y la ciudad de Maldonado. En los puntos más destacados de estas rutas se establecen diversos centros poblados, dentro de la actual Área Metropolitana y fuera de ella. Ciudad Novísima y crecimientos externos Fuente: Archivo IHA, FARQ /UdelaR Siempre que era posible, estos caminos seguían el lomo de las cuchillas, más fácilmente transitables durante todo el año debido a la consistencia del terreno y al menor número de cursos de agua que era preciso cruzar. En el siglo pasado, con el advenimiento del automóvil, esa red de caminos sirvió de base para el actual sistema carretero que, con 39 leves modificaciones, mantiene el primitivo trazado topográfico. Diversos centros poblados fueron fundados sobre estas rutas coloniales primero y sobre los caminos nacionales después, en busca de las mejores conexiones terrestres con Montevideo. Algunos de ellos conforman actualmente el Área Metropolitana. Con el tiempo, las rutas coloniales se convierten en caminos dotados de mayor infraestructura y servicios. Canalizan los principales flujos de bienes y personas desde y hacia Montevideo –principal mercado consumidor y puerto exportador–, lo que supone una importante ventaja competitiva frente a otros caminos surgidos con posterioridad. De esta manera, en lugar de crecer en forma concéntrica (como las capas de una cebolla), Montevideo crece en forma radial, a lo largo de las rutas principales. Esto genera un territorio atravesado por ejes concentradores de flujos y servicios, que forman una malla en cuyos intersticios quedan “atrapadas” importantes porciones de suelo rural activo que es lentamente incorporado a la mancha urbana, a través del loteamiento formal o –ya en los últimas dos décadas del siglo XX– informal. Estas parcelas de uso rural, que perviven por décadas dentro de la mancha urbana (sobre las que solían figurar en los planos de la ciudad previsiones de calles a abrir, casi siempre marcadas con líneas punteadas), ocupan por lo general las áreas más apartadas de los ejes principales: las zonas bajas, atravesadas por arroyos o cañadas. Dicha localización, ventajosa para el ejercicio de la agricultura, se convierte en un serio problema residencial cuando estas áreas son urbanizadas, lo que resulta muy notorio en los asentamientos irregulares, que ocuparán las zonas más inconvenientes –e incluso inundables– con los consiguientes problemas ambientales. La concentración del crecimiento urbano a lo largo de las rutas de acceso a Montevideo –que dentro de la ciudad adquieren el carácter de avenidas, como 8 de Octubre o Garzón, por ejemplo– genera con el tiempo un continuo de lotes y construcciones que deriva en los llamados corredores metropolitanos. Se trata de un conjunto de urbanizaciones (ciudades, pueblos, fraccionamientos y villas) asociadas a las rutas de penetración a Montevideo, en cuyo interior se establecen relaciones funcionales, de proximidad y de conectividad interna respecto a la ciudad central y a los núcleos metropolitanos que las conforman. Ciudad Vieja, Ciudad Nueva, Cerro, Pueblo Victoria Fuente: Archivo IHA, FARQ /UdelaR Las conurbaciones se caracterizan por la existencia de una continuidad de localización –que puede tener la profundidad de la parcela– definible como urbana (tamaño y agre- 40 gación de los predios, usos del suelo, etcétera) y por la existencia de servicios y equipamientos de carácter urbano entre los cuales resulta determinante el transporte colectivo. La primera conurbación conformada en el Área Metropolitana de Montevideo es la de la ruta 5, que engloba a Montevideo, Colón, La Paz y Las Piedras. A ésta le siguen: la conurbación costera, que primero reúne los antiguos balnearios de la costa oriental montevideana –como el de Carrasco– para luego continuar en el departamento de Canelones bajo la forma de Ciudad de la Costa, la conurbación sobre la ruta 8, que abarca zonas de Montevideo como Villa García y localidades canarias como Barros Blancos y Pando, y la conurbación sobre la ruta 1, Rincón de la Bolsa. Núcleo central: mosaico de barrios en torno al centro El origen de la configuración territorial que hoy exhibe el núcleo central del Área Metropolitana debe rastrearse en todas las capas del pergamino. Pero el llamado período “de la expansión”, correspondiente al último tercio del siglo XIX y a las primeras décadas del siglo XX, resulta determinante, especialmente en relación a la conformación de los tradicionales barrios montevideanos. Ya en la época de la independencia, la fundación de nuevos poblados dentro del actual departamento de Montevideo genera un nuevo proceso de ocupación territorial en torno a la capital. Este proceso se desarrolla bajo la vigencia de la norma colonial referida específicamente al casco urbano, pero el abandono del concepto de ciudad-territorio provoca la ruptura del antiguo vínculo entre la propiedad urbana y la rural: el ejido y los propios pierden sus antiguas funciones para convertirse en tierras públicas enajenables. En el año 1834 se funda Villa Cosmópolis, actual Villa del Cerro, y pocos años más tarde, en 1842, Pueblo Victoria, actual barrio La Teja, así como el Pueblo Bella Vista. Surgen como pueblos obreros destinados a alojar la mano de obra –fundamentalmente inmigrante– que habría de trabajar en los saladeros instalados en las márgenes de la bahía de Montevideo. Pág. siguiente: Evolución de la mancha urbana de Montevideo y proceso de conurbación Elaboración propia en base a datos IHA, FARQ /UdelaR Pero el verdadero salto se produce hacia el último tercio del siglo XIX, por efecto de una serie de factores coincidentes: las primeras oleadas migratorias importantes del siglo XIX, el advenimiento de un prolongado período de paz interna, los primeros pasos hacia la mo- 41 dernización del Estado, el incipiente desarrollo de la industria y el fuerte desarrollo de la infraestructura y de los servicios urbanos, incluidos el tranvía (1868) y el ferrocarril (1869). Así pues, sobre fines del siglo XIX y principios del siglo XX se produce un importante proceso fundacional, dentro de los límites departamentales de Montevideo y en los departamentos limítrofes. Un proceso que da origen a las poblaciones de Pueblo Ferrocarril (1872), Abayubá (1873), Sayago (1873-1913), Pueblo Maroñas (1874), Ituzaingó (1874), Villa Colón (1878), Pueblo Conciliación (1890) y Pueblo Manga (1909), entre otros. La localización periférica de la industria –en los alrededores de la bahía, en la zona de Nuevo París, en La Unión y en Maroñas– y el desarrollo de la red tranviaria –que fundamentalmente unía la Ciudad Vieja con las áreas exteriores de la ciudad dentro del departamento de Montevideo–, estimulan la instalación de la población obrera en esas zonas, que registran los mayores aumentos demográficos. En este caso, la fundación de ciudades concebidas como unidades territoriales autónomas cede lugar a la promoción de fraccionamientos, es decir, de fragmentos urbanos aislados, carentes de autonomía y desprovistos de equipamientos colectivos, que sólo pueden entenderse en función de su proximidad a los centros de interés –un establecimiento industrial en el caso de los barrios obreros o la playa en el de los fraccionamientos balnearios. Ambas formas urbanas, la ciudad (pueblo o villa) y el fraccionamiento, coinciden en este lapso como modalidades fundacionales en el territorio que actualmente ocupa el Área Metropolitana. Una vez completado el proceso expansivo en el siglo XX, estos asentamientos –villas, pueblos y fraccionamientos– dan lugar a los barrios montevideanos –gran parte de los cuales se ubica sobre los principales caminos de salida de Montevideo: 8 de Octubre-ruta 8, Garzón-César Mayo Gutiérrez-ruta 5, Gral. Flores, la costa, etcétera– y se constituyen en nodos de una trama vial radial con vértice en el centro de la ciudad. Esta adición de fragmentos urbanos concebidos individualmente y en virtud de su proximidad a la red vial principal, este crecimiento urbano en archipiélago, deriva en la peculiar fisonomía que hoy exhibe Montevideo: una superposición de tramas (mayoritariamente dameros) de variada orientación, caprichosa forma y dudosa articulación con el resto de la ciudad. Es sobre esta base que se expande y posteriormente se consolida el núcleo central del Área Metropolitana. 42 La Corona Metropolitana Más allá de los límites departamentales de Montevideo aparece la llamada Corona Metropolitana, ya mencionada en forma parcial. Ésta constituye un subsistema territorial metropolitano internamente heterogéneo, en el que las partes establecen vínculos jerárquicos entre sí y con respecto al núcleo central. Las principales ciudades de este sistema son Las Piedras y Pando, que actúan como centralidades metropolitanas y prestan servicios al resto de la corona (urbana y rural). Les siguen, en orden jerárquico, el conjunto de poblaciones que prestan servicios de alcance local, la mayoría de ellas fundada durante el siglo XIX, y finalmente los fraccionamientos, en general carentes de servicios propios. Como caso particular puede señalarse el de Ciudad de la Costa, que si bien presenta gran variedad de servicios, éstos son de alcance local y no entablan fuertes relaciones con el territorio aledaño. Durante el proceso de expansión metropolitana, la corona adquiere un extraordinario dinamismo demográfico de carácter periférico y suburbano. La población desplazada de la ciudad central ocupa las zonas próximas a Montevideo y a las localidades con menor costo del suelo y adecuado servicio de transporte colectivo. Zonas como Barros Blancos, Toledo y las villas sobre las rutas 6 y 32, Rincón de la Bolsa o las villas próximas a la ruta 5 reciben importantes contingentes de población, en tanto las zonas centrales de las localidades metropolitanas más antiguas permanecen prácticamente estancadas. Fundado en factores socioeconómicos, el crecimiento demográfico se dirige hacia las zonas con menor equipamiento e infraestructura urbana. La configuración territorial de la Corona Metropolitana tiene su origen en diversos momentos. Durante la época colonial se fundan, como se dijo, las primeras ciudades en torno a Montevideo. Entre ellas destacan Las Piedras y Pando, hoy reconocidas como centralidades metropolitanas. A fines del siglo XIX, la fiebre fraccionadora que posteriormente dará origen a los barrios de Montevideo tiene su correlato fuera del límite departamental en la fundación de numerosos pueblos, muchos de los cuales ofrecen servicios que los califican como centralidades locales metropolitanas. En la década de 1860 se fundan los pueblos de Sauce, Tala y San Ramón, a los que se sumarán luego los de La Paz (1872), 25 de Agosto, Progreso (1911), Rodríguez, Suárez, Toledo y Empalme Olmos, vinculados al recorrido del ferrocarril y sus estaciones. 43 Ya en el siglo XX, a partir de los años treinta, se asiste a un nuevo proceso poblacional en las proximidades de Montevideo. Este proceso no responde ya al fenómeno inmigratorio sino a la búsqueda de una segunda residencia para la clase media, a la instalación de la vivienda obrera en torno a los incipientes polos industriales de la actual periferia metropolitana y a la recepción de migraciones provenientes del interior del país. La apertura del puente sobre la Barra del río Santa Lucía (inaugurado en el año 1925) y de la ruta 1 (1933) abre un nuevo proceso poblacional hacia el oeste de Montevideo, en el departamento de San José, como oferta de veraneo y segunda residencia, y da lugar a los fraccionamientos Autódromo Nacional (1930-1940), Playa Pascual (1944), Parque Postel, Villa Rives, Sofima, San Francisco Chico, San Fernando y Delta del Tigre. Dichos fraccionamientos no llegan a consolidarse como balnearios relevantes, en parte opacados por el desarrollo que poco después adquiere la costa canaria. Son ocupados por sectores de bajos ingresos y exhiben un nivel precario de calidad ambiental y urbana, en las proximidades de un área de gran valor ambiental como la de los humedales del río Santa Lucía. Actualmente integran la conurbación denominada Ciudad del Plata. Pero el auge de los fraccionamientos se da a partir del año 1945 y durante una década, con escenario principal en el departamento de Canelones. El negocio se ampara en la bonanza económica que Uruguay registra luego de la Segunda Guerra Mundial, la relativa estabilidad de los precios (imprescindible para la venta a plazos) y la sostenida migración del campo a la ciudad, que tiende a ocupar la periferia montevideana y la Corona Metropolitana, y para la cual la aún precaria infraestructura que ofrecen los nuevos fraccionamientos supone un importante aumento en la calidad de vida. Vacíos en la mancha urbana Fuente: TIUR (1986) Propuestas a la ciudad de Montevideo. Taller de Investigaciones Urbanas y Regionales, PNUD/CID. Montevideo. La aprobación de la Ley de Centros Poblados en el año 1946 impone a la fundación de nuevos asentamientos una serie de restricciones tendientes a asegurar condiciones básicas de salubridad y desarrollo social para sus futuros habitantes, lo que implica un elevado aumento de los costos para los fraccionadores y, por ende, un fuerte freno a su acción. Pero al mismo tiempo, traslada a los gobiernos departamentales la potestad de autorizar la creación de nuevos centros poblados, antes asignada al gobierno central. Esto provoca la desigual aplicación de la norma y su adscripción a la voluntad del gobierno municipal: en Montevideo se aplica estrictamente, pero en Canelones se desconoce a fin de atraer nuevos contingentes en busca de suelo barato donde habitar. La década del cincuenta registra, sólo en el departamento de Canelones y en el área 44 de influencia de la capital, más de doscientos fraccionamientos nuevos, sin contar los balnearios costeros; pero en el departamento de San José, en idénticas condiciones, la cifra es apenas mayor de veinte. El furor que éstos provocan se expresa en las frecuentes ofertas de predios “de descanso”, ubicados en las afueras de la localidad y preferentemente sobre la costa de algún arroyo. La Ley Serrato (1921) –destinada a promover el otorgamiento de préstamos para vivienda a obreros y empleados afiliados a las Cajas de Jubilaciones con más de diez años de antigüedad– tiene en este sentido un gran impacto, dado que estimula la construcción de viviendas en la ciudad central y en los fraccionamientos, aunque a menudo la norma es burlada en el caso de la segunda residencia. Si los nombres de los fraccionamientos decimonónicos aludían al origen geográfico de sus destinatarios (Nueva Roma, Víctor Manuel, Villa Española, etcétera), a mediados del siglo XX se proponen apelativos vinculados al buen pasar, con expresiones como Villa Felicidad, Villa Alegría, Vistalinda, El Dorado, etcétera. Tales denominaciones contrastan, sin embargo, con la situación real: los fraccionamientos carecen de la infraestructura urbana elemental, incluido el suministro de agua potable, y ofrecen condiciones de vida muy precarias. Ya en los primeros años registran un alto porcentaje de construcciones abandonadas y en general mantienen durante décadas un mínimo grado de ocupación. Esto se revierte hacia los años ochenta, cuando la crítica situación socioeconómica –en las antípodas de la prosperidad que les había dado origen– provoca la instalación allí de aquellos sectores más vulnerables que, provenientes de áreas urbanas más consolidadas, llegan en busca de suelo barato donde establecerse. En el extremo opuesto, los fraccionamientos balnearios, que habían surgido también tras la Segunda Guerra Mundial como lugar de segunda residencia, son a fines del siglo XX reapropiados por la clase media para su residencia permanente, lo que deriva en el nacimiento de Ciudad de la Costa. El antecedente más lejano de esta cadena balnearia es la fundación de Atlántida en el año 1925, a la que sigue la de La Floresta sobre la vía férrea. Entonces la Ruta Interbalnearia aún no había sido trazada, por lo que el acceso a la costa canaria era muy limitado: para llegar a Atlántida era preciso viajar por la ruta 8 hasta más allá de Empalme Olmos y desde allí bajar, o seguir hasta Soca para bajar a La Floresta. Tras la construcción de la Interbalnearia surgen diversos centros sobre la costa de Canelones, que en pocos años completan la faja costera hasta el arroyo Pando y son rápida- 45 mente apropiados por la población montevideana. En los años noventa se impone una nueva concepción del hábitat en los sectores medios, que abandonan la ciudad tradicional en busca de un “suburbio” con predios amplios y enjardinados: se trata del bosque urbanizado y del sueño uruguayo de “la casita con parrillero y en la playa”. El auge económico que viven los nuevos sectores medios-altos –vinculados al desarrollo de los servicios– y la abundancia de créditos accesibles para ellos habilitan la masiva reocupación de este tramo de la costa canaria, que pierde su condición estacional para convertirse en sede permanente de pobladores jóvenes de medianos y altos ingresos. Este crecimiento explosivo pone en crisis una estructura urbana muy frágil –entre otras cosas, por las condiciones del terreno sobre el que se asienta–, concebida para una intensidad de uso mucho más baja y carente del equipamiento básico que exige la residencia permanente. Recomponiendo el palimpsesto La metropolización supone, ante todo, una refuncionalización del territorio en la que las estructuras territoriales son reapropiadas por la ciudad central, desatando nuevos conflictos por el uso y la apropiación del suelo. Área Metropolitana hacia 1935 Fuente: Diario El Día, Suplemento dominical (1935), Montevideo. “Se trata de algo más que el aumento, en dimensión y densidad de las aglomeraciones urbanas existentes. [...] Lo que distingue esta nueva forma de las anteriores no es sólo su dimensión [...] sino la difusión de las actividades y funciones en el espacio y la interpenetración de dichas actividades según una dinámica independiente de la contigüidad geográfica. En dicha área espacial tiene lugar todo tipo de actividades básicas, ya sean de producción, de consumo, de intercambio y de gestión. Algunas de estas actividades se encuentran concentradas geográficamente en uno o varios puntos. Otras funciones, por el contrario, se reparten en el conjunto de la metrópoli con densidades variables. La organización interna de la zona implica una interdependencia jerarquizada de las distintas actividades. [...] Por último, las fluctuaciones del sistema circulatorio expresan los movimientos internos 46 determinados por la implantación diferencial de las actividades: éstas son como el espectro de la estructura metropolitana.” (Castells) El Área Metropolitana no es ajena a esto: como se ha visto, las antiguas piezas urbanas que la componen cambian sus funciones y sus roles dentro del espacio en función de la nueva realidad. En lo que respecta a la estructura jerárquica del territorio, los cambios más profundos se producen en el núcleo central, donde se completa el proceso de vaciamiento residencial. Las áreas centrales pasan así a ser ocupadas fundamentalmente por el sector comercial y administrativo, al tiempo que el surgimiento de centralidades ubicadas fuera del núcleo tradicional –e incluso periféricas– impone el paso de la clásica estructura centralizada a una disposición policéntrica. A nivel territorial, es en la donde se producen las mayores transformaciones. Si bien las periferias de Montevideo registran un elevado dinamismo demográfico, dado por la migración proveniente de las áreas consolidadas de la ciudad (del área central o intermedia) y la consiguiente expansión y saturación de la mancha, en el caso de la Corona Metropolitana los cambios son aun más radicales. Es allí donde se aprecia más claramente la refuncionalización del territorio y la difusión de actividades de la ciudad central hacia las periferias. La transformación radical que sufre la franja costera provoca la constitución en ciudad (al menos en su denominación) de las antiguas cadenas balnearias. Al este, en el departamento de Canelones, surge Ciudad de la Costa, habitada mayoritariamente por sectores medios y medios-altos provenientes de Montevideo. Al oeste, en el departamento de San José, nace Ciudad del Plata, habitada fundamentalmente por sectores de bajos ingresos que, en algunos casos, registran altos niveles de pobreza y vulnerabilidad social. Las principales ciudades de la Corona Metropolitana ven crecer sus periferias con nuevos habitantes provenientes de Montevideo. Generalmente de bajos recursos, éstos ocupan las áreas con menor costo del suelo y, por ende, con menor presencia de infraestructura y equipamiento urbano. Es el caso de los fraccionamientos creados a mediados del siglo pasado, con gran cantidad de suelo vacante precariamente urbanizado, como los ubicados en torno a las ciudades de Las Piedras, Pando, Toledo o Suárez, por citar algunos casos paradigmáticos. 47 Estas transformaciones territoriales, lejos de favorecer el reequilibrio sociourbano y promover mayores condiciones de equidad entre sus habitantes, han desencadenado fuertes procesos de segregación socioespacial y fragmentación urbana, diluyendo la mixtura que históricamente había caracterizado los barrios montevideanos. 48