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Hernández Franyuti, R. (2008),
El Distrito Federal: historia y vicisitudes de una invención. 1824-1994,
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México,
298 p., ISBN 978-607-7613-13-8
La diversidad de enfoques y perspectivas aplicadas
a los estudios sobre el Distrito Federal, sumada a
la constante ambigüedad en su definición política
como entidad, han remarcado un problema de corte temático y metodológico en las aproximaciones
a la capital del país, especialmente en las de tipo
histórico: la distinción entre la ciudad de México
y el Distrito Federal.1 Si se observa detenidamente,
la mayoría de los estudios que se enfocan en el Distrito Federal son en realidad investigaciones sobre
la ciudad de México. Tal necesidad de diferenciar
ambos términos, y en el mismo sentido, de “conocer y explicar la historia del Distrito Federal” (Hernández, 2008:11) de manera más específica como
señala Hernández Franyuti, constituyen el punto
de partida para la publicación aquí examinada.2
Tal diferencia señalada, sin embargo, no puede
ser tan fácilmente resuelta. Ello se debe a que la
Precisamente uno de los textos más significativos en los
que se establece esta diferencia estuvo coordinado por
Regina Hernández Franyuti e Hira de Gortari (Gortari y
Hernández, 1998).
2
Este libro procede directamente de la tesis doctoral realizada por la autora en la Universidad del País Vasco en
2003, titulada “El Distrito Federal. Su definición políticoadministrativa y territorial. Una visión de conjunto”. Sobre
este trabajo Horacio Capel, uno de los miembros del comité
de tesis, realizó un informe del cual vale la pena destacar dos
aspectos fundamentales: por una parte, resalta la importancia
de investigaciones de este tipo en la medida en que generan
muchas nuevas líneas de estudio; pero, por otra, cuestiona
la “visión en conjunto propuesta” por Hernández, pues se
centra demasiado en la esfera política del desarrollo del
Distrito Federal, la cual “es insuficiente porque lo político no
lo es todo, y porque la evolución no ha terminado” (Capel,
2004). Como muestra de ello es importante observar que
el crecimiento urbano ha sobrepasado desde hace varios
años la delimitación político-administrativa, nunca se ha
restringido a ella y por el contrario se ha extendido hacia el
Estado de México.
1
investigación está propuesta desde el enfoque de
la “historia política social” (Ibid.:11), y por tanto,
sus fuentes primarias son las actas y los documentos
legislativos de los gobiernos distrital y federal, en
donde son utilizados indistintamente −sobre todo
a partir de la conurbación de las municipalidades
del Distrito− los términos ‘ciudad de México’ y
‘Distrito Federal’. Igual sucede con otras referencias
bastante recurrentes dentro de la argumentación,
especialmente diarios de circulación nacional de
la época de estudio, en donde tampoco se define
la diferencia.
La aproximación a esta distinción se establece,
inicialmente, de manera terminológica. El concepto ‘invención’, que aparece desde el título de la
obra, resulta sumamente relevante para entender
las dimensiones administrativas e ideológicas que
subyacen a la conformación política del lugar en
donde se asientan los poderes de la Federación. Lo
más importante de esta noción es que, a diferencia
de la idea de ‘creación’, tiene una connotación mucho más marcada como establecimiento, y también
como imposición, e incluso como engaño y ficción
(RAE, 2010). En este sentido, y tal como señala la
autora, el Distrito Federal debe ser entendido como
“una delimitación político-administrativa no creada
sino impuesta en un espacio claramente demarcado
que conservaba sus formas y sus estructuras de
gobierno” (Hernández, 2008:259, cursivas mías):
la ciudad de México.
Un hecho importante en el que se funda esta
separación con la idea de “creación” es que a diferencia de Estados Unidos, país del cual se tomaron
muchos lineamientos para la estructuración del
Federalismo, la sede de los poderes legislativo y ejecutivo se instauró en donde ya habían existido, por
más de 500 años, las condiciones básicas del poder
político y económico. Este suceso condicionó las
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 139
Danilo Andrés Sosa Ruiz
formas de gobierno y de organización territorial
del Distrito Federal, al punto que “lo local, en
todos sus niveles, se confundió con lo nacional”
(Ibid.:12). Si bien de esta manera la capital adquirió
una gran capacidad como polo de desarrollo frente
a las demás entidades del país, la consecuencia fue
su pérdida de autonomía.
Esta dinámica, mediada por un proceso de
centralización y posterior descentralización, es
delineada temática y cronológicamente en el texto en cinco capítulos. El primero está dedicado
ampliamente a la discusión política sobre el lugar
en que debía constituirse el Distrito Federal y su
forma de gobierno. Independientemente de la
decisión adoptada −delimitar un área circular de
dos leguas de radio a partir de la Plaza de la Constitución−, lo más interesante de este apartado es el
recuento de los puntos de vista a favor y en contra
en cuanto a la continuidad espacial entre la sede
del poder virreinal y la de los Poderes de la Federación. Como resultado de esta disputa finalmente
Querétaro perdió la oportunidad de ser la capital
federal, y la ciudad de México, en cambio, perdió
su participación como entidad local en la política
nacional.
Este resultado, analizado en el capítulo dos del
libro, tiene que ver directamente con el fortalecimiento del Estado y del Distrito Federal como el
lugar de su control. La disminución de la capacidad
política y administrativa de los gobiernos locales de
las municipalidades, es vista como el principio de una
reorganización territorial y gubernamental que va
de la mano con los intereses de los grupos que controlaban políticamente el país. En este sentido, a las
fluctuaciones y variaciones por la disputa del poder
corresponden las modificaciones en el régimen del
Distrito Federal, pero que tienden en todo caso a
una centralización de sus funciones y de sus rangos
de acción, mucho más marcadamente con la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma.
Así, con la victoria del partido liberal, tal como
se analiza en el capítulo tres se da inicio a una mayor
concentración de la administración y del dominio
político por parte del Estado en el Distrito Federal.
El resultado más visible de ello es la modificación en
los límites administrativos de las municipalidades,
debido a un aumento en el área bajo control de la
140 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
ciudad de México. Política y territorialmente, el
porfiriato consolida aún más este proceso con la
introducción de diversas modificaciones legales
en las que se sustentará finalmente la organización
territorial del Distrito, tales como la primera Ley
de Organización Política y Municipal del Distrito
Federal de 1903. Desafortunadamente, vale la pena
señalar en este punto que la edición cartográfica
para exponer este proceso dentro del libro deja
mucho que desear, puesto que sólo consiste en la
digitalización de algunos mapas antiguos sobre
los límites políticos del Distrito Federal, y no su
representación en una cartografía temática de alta
calidad y cuidado tanto por las fuentes incorporadas como por el diseño de conjunto para realizar
una comparación espacial o bien un seguimiento
temporal de estas transformaciones.3
En el cuarto capítulo se estudia la continuidad
en la centralización de las funciones del Distrito
Federal por parte de los gobiernos posrevolucionarios. La ley de la autonomía municipal de 1917, y
la creación del Departamento del Distrito Federal
en 1929 −por medio de la cual se suprimió la
organización territorial en municipios−, son el resultado más importante en el plano político de este
proceso. Un aspecto importante es que en el plano
económico se consolidó asimismo un proyecto de
industrialización hacia la década de 1940 con el
modelo ISI (Industrialización por Sustitución de
Importaciones), por el que se fortaleció el gobierno
federal y con el que se incrementó el crecimiento
demográfico (Garza, 2003: cap. 3).
El desarrollo de la centralización y del fortalecimiento económico y político del Estado a través del
La misma Hernández Franyuti hace una observación en
relación con las carencias y la falta de calidad de la cartografía de su libro cuando agradece a Jaime González y a Celia
López, quienes “en un acto de desesperación” (Hernández,
2008:15) colaboraron con ella para la digitalización de los
mapas. Como evidencia de tal situación de urgencia y descuido están los mapas que aparecen en el texto, los cuales
son ilegibles (consisten en la insólita sobreposición de información antigua en una imagen satelital actual). Como tal, es
una actuación improvisada de la autora que deja ver la falta
de atención hacia los mapas en un proyecto de investigación
histórica y que margina, al mismo tiempo, el valor de la
cartografía como lenguaje para el desarrollo y la exposición
de los resultados finales de una investigación.
3
El Distrito Federal: historia y vicisitudes de una invención. 1824-1994
Distrito Federal, tuvo vigencia hasta 1970, tal como
se expone en el capítulo cinco. En este año inicia
un momento importante de la “democratización
del Distrito Federal”, llamado así por Hernández
Franyuti, basado principalmente en un programa
de descentralización y desconcentración administrativa. A raíz del sismo de 1985:
la población del Distrito Federal, que siempre había
estado ajena y distante ante las soluciones a sus
problemas abrió los ojos para convertirse en una
sociedad civil que alzó la voz para demandar mayor
participación (Hernández, 2008:242).
La respuesta por parte del gobierno federal fue
que, en 1987, se dio por primera vez la posibilidad
para que los habitantes del Distrito Federal escogieran a sus representantes. Paralelamente a este proceso, dentro de la reorganización territorial y política,
la ciudad de México finalmente desaparecía como un
espacio particular, y se repartía entre cuatro delegaciones que reemplazarían al Departamento Central.
A lo largo de esta reconstrucción históricopolítica, la autora muestra las particularidades más
significativas de la entidad principal del país. La
diferencia terminológica que aparece en la justificación del libro entre los términos “Distrito Federal”
y “ciudad de México” encuentra jurídicamente
una resolución parcial cuando, por disposición del
presidente Luis Echeverría, “ambas se convierten en
una misma unidad política” (Ibid.:261). Sin embargo, la ambigüedad permanece en el Estatuto de
Gobierno actual, donde se señala que “el término
ciudad de México sustituye al de Distrito Federal”,
pero más adelante se dice que el Distrito Federal “es
una entidad federativa con personalidad jurídica y
patrimonio propio” (Ibid.:262).
Una diferencia significativa y bien delimitada,
sin embargo, resulta ser la apertura a la elección
popular que sustituye la figura del Jefe de Servicio
−designado por el presidente− por el de Jefe de
Gobierno del Distrito Federal. Esta modificación
en el plano de la política de la capital, incierta en
algún sentido con respecto al régimen de excepción en el que entró mediante su deslindamiento
del gobierno federal, constituye la base a futuro
del funcionamiento político-administrativo del
Distrito Federal. Aunque Hernández Franyuti deja
abierta la pregunta sobre cuál será la decisión que
se aplicará sobre el Distrito Federal en cuanto a
su organización y funcionamiento, es importante
tener en cuenta las posibilidades que se avecinan
en cuanto a su autonomía, tal vez, como una confederación de municipalidades.4 El sustento para
comprender los cambios y continuidades que se
dieron y los que vienen se basa en una aproximación multidisciplinar, de la que este libro aporta
grandes ideas en cuanto a los fenómenos políticos
en una larga escala temporal.
REFERENCIAS
Capel, H. (2004), “Raquel Hernández de Arce, Regina
María. El Distrito Federal. Su definición políticoadministrativa y territorial. Una visión de conjunto”,
Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias
Sociales, Universidad de Barcelona, vol. IX, núm. 489,
30 de enero [http://www.ub.es/geocrit/b3w-489.htm].
RAE (2010), Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española, Madrid [http://drae.rae.es].
Garza, G. (2003), La urbanización de México en el siglo
XX, El Colegio de México, México.
Gortari, H. de y F. R. Hernández (coords.; 1998), Memorias y encuentros de la ciudad de México y el Distrito
Federal (1824-1928), 3 vols., Departamento del Distrito Federal / Instituto de Investigaciones Dr. José
María Luis Mora, México.
Hernández, F. R. (2008), El Distrito Federal: historia y
vicisitudes de una invención. 1824-1994, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México.
Danilo Andrés Sosa Ruiz
Posgrado de Geografía,
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México
Solo hace algunos meses, en marzo de 2010, importantes
dirigentes del Partido de Acción Nacional (PAN) y del Partido Revolucionario Institucional (PRI) propusieron modificar
el régimen de gobierno del Distrito Federal hacia una “gran
alcaldía”, en la que las delegaciones serían sustituidas por
municipios. La razón de fondo en este proyecto podría ser
recuperar el poder político en la capital del país, que desde
hace varios años ostenta el partido de oposición, el Partido
de la Revolución Democrática (PRD).
4
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 141
Urquijo Torres, P. (2008),
Humboldt y el Jorullo. Historia de una exploración,
Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental e Instituto de Geografía de la UNAM / Instituto
Nacional de Ecología-SEMARNAT / Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán,
México, 103 p., ISBN 978-703-475-0
Con motivo del 250 aniversario de la emergencia
del Jorullo en el paisaje michoacano, varias instituciones1 apoyaron la publicación del libro de Pedro
S. Urquijo Torres: Humboldt y el Jorullo. Historia
de una exploración, el cual forma parte de la serie
“Fuentes para el estudio de la Geografía Contemporánea de Michoacán”. Como lo señala el coordinador editorial, Narciso Barrera, en la presentación
de la obra, el Jorullo es un elemento intrínseco de
la geografía michoacana. El que éste sea un evento
natural transformador y alentador de percepciones
contrastantes lo convierten en un geosímbolo. Y la
presencia de geosímbolos en la vida cotidiana de los
pueblos se evidencia arqueológica, pictográfica, textual y estéticamente, en conjunto: “[…] dan cuenta
de la importancia de los volcanes como marcadores
geosimbólicos, como referentes identitarios y como
representaciones estéticas” (p. 14). La erupción
del Jorullo en 1759 configuró el paisaje del centro
del estado y fue un evento que marcó a los habitantes del área, quienes le otorgaron atribuciones
sobrenaturales. Sin embargo, los tintes científicos
de investigación y análisis entran en escena de la
mano del barón de Humboldt, “[…] entramado
de los avatares entre la ciencia y la creencia […]”
(p. 17). Barrera retoma dos argumentos de la
obra: por un lado, Urquijo presenta la narración
del “viaje del viaje” (hallazgos, interpretaciones,
observaciones … del personaje); por otro, hace
el “viaje en el viaje” (que implica para el lector
descubrir y vivir personalmente la experiencia).
Entre las que se cuentan el Centro de Investigaciones en
Geografía Ambiental y el Instituto de Geografía, ambas
de la UNAM. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales, El Colegio de Michoacán y el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo.
En su prólogo, Urquijo menciona su propósito de adentrar al lector en el viaje de Humboldt.
Para él:
el libro pretende ser unan nueva guía, y es una
invitación para quienes a través de la historia y la
geografía tengan interés por visitar nuevamente el
Jorullo y sus alrededores […] (p. 25).
La idea del libro nació de una excursión científica al volcán y de un documental. ¿El propósito? Contar una historia con el fin de compartir:
“abordar y transmitir momentos claves del pasado
y las vidas de personajes extraordinarios al mayor
público posible” (p. 28). La bibliografía y las
referencias representan poca novedad para los
especialistas ya que el autor recurrió a conocidos
estudiosos de Humboldt, a testimonios que describen el fenómeno del Jorullo2 y a los escritos del
propio científico (Humboldt, 1962, 1980, 1984,
2003 y 2005).
En la introducción, Urquijo señala que el viaje
de Humboldt al Jorullo representa un momento
clave para conocer la relación entre el mundo natural y la sociedad, ya que su trabajo refleja cómo
la sociedad y la naturaleza se definen mutuamente
de forma armónica.
[…] no era concebible un medio físico […] sin
una colectividad humana que dirigiera hacia esa
geografía las manifestaciones de sus más profundos
sentimientos (p. 33).
1
142 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
Como el administrador de la hacienda de San Pedro de
Jorullo, José Antonio Riaño, los minerólogos Franz Fisher y
Samuel Schröeder; José Ma. Mociño, Francisco de Ajofrín,
Rafael Landívar, entre otros.
2
Humboldt y el Jorullo. Historia de una exploración
Después de dar una breve descripción de la
metodología de Humboldt,3 el historiador apunta
que el resultado del viaje fue aportar una visión
nueva, fresca e incluso inédita en algunos aspectos;
las impresiones del barón sobre el Jorullo atrajeron
a exploradores nuevos y comenta: “Fue Humboldt
quien dio a conocer el fenómeno geológico de forma global” (p. 38). De tal suerte, invita al lector a
hacer un recorrido con la imaginación por las zonas
que éste visitó, tratando de ver lo que él vio y observando cosas nuevas; verlo desde dos visiones: con
los ojos del científico y con nuestros propios ojos.
El libro, breve y escrito de manera amena, está
estructurado en cuatro partes. El autor se preocupa
mucho por dar a conocer el contexto en el que
estaban insertos los dos actores principales de la
obra, es decir, la vida de Humboldt y el contexto
geográfico e histórico alrededor del Jorullo. Por
ende, en el primer capítulo se da un esbozo de su
vida, del “científico explorador”, en donde Urquijo
habla de la personalidad, la formación, la trayectoria profesional, los viajes, las investigaciones y
las publicaciones de Humboldt. Queda clara la
imagen de un hombre que hasta el final de sus días
invirtió su tiempo y dinero en la investigación y la
difusión científica.
En el segundo capítulo se parte de lo general a lo
particular. El lector encuentra información acerca
de la constitución actual de Michoacán y del municipio de la Huacana a partir de un marco geográfico
en el que se resalta la diversidad biológica, cultural y
geográfica; hay utilización de datos duros (latitudes,
altitudes, ríos, arroyos, actividades económicas…).
Después se acerca al objeto de estudio a través del
conocimiento del contexto histórico del Jorullo. En
este punto relata brevemente la hacienda de San
Pedro Jorullo, lugar donde nació el volcán, para
entender el efecto que causó su aparición dentro
del tranquilo ritmo de la vida cotidiana. Reviven
las impresiones y sentimientos de sus pobladores
mediante algunos testimonios y textos de religiosos
(en los que se dan explicaciones prodigiosas), y las
Hace mención de sus ideas, forma de trabajar, fuentes,
la ruta de su viaje, el uso de sus estudios en argumentos
políticos y su influencia en el panorama científico decimonónico.
3
atribuciones que le otorgó el imaginario colectivo
al fenómeno. Sin embargo, cabe destacar que el
interés en el volcán fue algo propio de la época:
el realce cientificista del siglo XVIII incitaba a
recorrer y examinar geografías maravillosas, a penetrar en la atmósfera del estudio […] (p. 79).
Prueba de ello son las visitas y observaciones
hechas por personajes como Clavijero, José Antonio Riaño, Mociño, entre otros. “Sin embargo, fue
Alexander Von Humboldt el primero en explicar al
mundo el origen del volcán a través de sus escritos”
(Urquijo, 2008).
El tercer capítulo nos adentra en el viaje ya que
Urquijo relata el recorrido de Humboldt hacia el
volcán. El contacto con la naturaleza es una experiencia vivencial y sensorial, cuestión que el autor
busca transmitir en la narración. Así, cuenta que
Humboldt no sólo observó el volcán sino que realizó
hipótesis, mediciones, inspecciones, análisis, establecimiento de coordenadas geográficas, recolecciones, anotaciones e hizo un inventario geobotánico:
[…] se da a la tarea de recopilar todo tipo de datos
que los informantes puedan proporcionarle, de
documentar todo aquello que se evidencie ante su
entusiasta mirada, y de palpar a la naturaleza desde
la naturaleza misma […] (p. 83).
El cuarto y último apartado se centra en revisar
las huellas del pensamiento humboldtiano vigentes
en la Huacana. Según Pedro Urquijo, el mérito del
reconocido personaje radica en la atención científica puesta al evento; en su divulgación e indica:
Las noticias que Humboldt aportara sobre el volcán
Jorullo, recibieron amplia difusión en el ámbito
científico europeo. La joven cumbre se convirtió
entonces en un fenómeno geofísico de fama internacional (p. 92).
La huella de Humboldt sigue presente por la
revaloración que se hace de sus ideas en las crisis
ecológicas y ambientales del presente. La naturaleza
no es sin el ser humano, y el hombre no es sin su
medio; éste debe apropiarse de lo que le rodea:
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 143
Sofía González Díaz
[…] no tendría caso una naturaleza sin seres humanos que la clasifiquen, nombren o apropien, pues la
naturaleza es, en la medida en que alguna sociedad
la haga suya, que proyecte en ella sus nociones
éticas y sus valoraciones estéticas (p. 96).
Urquijo propone rescatar y explicar la parte del
pensamiento que cuestiona la dicotomía naturaleza-cultura. La Huacana y el Jorullo en el trabajo
humboldtiano representan esta dicotomía y son
pauta de pensamiento científico. La unión entre
naturaleza y sociedad, por ende, se manifiesta fielmente en la relación existente entre Alejandro de
Humboldt y el Jorullo. El autor señala:
El Jorullo es, pues, ejemplo de la relación armónica
entre el paisaje y la colectividad humana, es un
museo abierto y vivo que narra a unos y a otros su
propia historia (Urquijo, 2008).
Humboldt y el Jorullo es una obra que aporta
datos valiosos e interesantes sobre la figura del
célebre hombre de ciencia y su relación con un
fenómeno regional mexicano. Incluye imágenes y
mapas en blanco y negro que resultan útiles para
ubicar espacial y temporalmente al lector, así como
ilustraciones del volcán hechas por Humboldt y
bocetos del paisaje dibujados por Francisco de
Ajofrín. Estos elementos si bien no son discutidos
dentro de la narración, contribuyen a enriquecer
la imaginación y a hacer más vívida la travesía.
Aunque el libro no es completamente descriptivo,
creo que el autor logra dos puntos importantes:
que el lector conozca y entienda la idea que tenía
Humboldt sobre la relación entre la naturaleza y el
hombre, a partir del viaje que éste realizó al volcán,
o sea, mediante la propia experiencia de Humboldt.
144 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
En este sentido, el utilizar los escritos del viajero
como fuente fue un recurso valioso para cumplir
con el cometido de que el lector recreara el “viaje
del viaje.” El otro punto es que el libro, en efecto,
se constituye como una fuente para el estudio y
acercamiento a la geografía de Michoacán. El lector
se familiariza con la existencia del volcán y su presencia en el paisaje a partir de una historia original
que lo fija en la mente y que despierta curiosidad
por ir a conocerlo.
REFERENCIAS
Humboldt, A. de (1962), Del Orinoco al Amazonas,
viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente,
Editorial Labor, Barcelona.
Humboldt, A. de (1980), Cartas americanas, compilación, prólogo y notas de Charles Minguet, Biblioteca
Ayacucho, Caracas.
Humboldt, A. de (1984), Ensayo político sobre el reino
de la Nueva España, Porrúa (“Sepan Cuántos…”
39), México.
Humboldt, A. de (2003), Atlas geográfico y físico del Reino
de la Nueva España, introducción Elías Trabulse,
Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM,
Siglo XXI Editores, México.
Humboldt, A. de (2005), Tablas geográfico-políticas de la
Nueva España, estudio introductorio Gerardo Sánchez Díaz, Instituto de Investigaciones Históricas,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, Gobierno del Estado de Michoacán, Morelia.
Sofía González Díaz
Colegio de Historia,
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México
Aboites Aguilar, L. (2009),
La decadencia del agua de la nación. Estudio sobre la desigualdad social y cambio político en México,
segunda mitad del siglo XX, El Colegio de México, México,
145 p., ISBN 978-607-462-016-0
Luis Aboites Aguilar es un referente intelectual en
los estudios de los usos del agua en México.1 Es doctor en historia por El Colegio de México, donde es
profesor investigador del Centro de Estudios Históricos. Los temas que trabaja son la fiscalidad en
el siglo XX y los usos del agua siglos XIX y XX, particularmente del norte de México (Aboites, 1988,
1998 y 2003). El libro que ahora examinamos, su
más reciente publicación, marca una transición
del autor entre sus trabajos previos2 y las ideas de
este libro centrado en nuevos actores como son la
sociedad y las oligarquías que determinan los usos y
la administración del agua, así indica: “en diversos
lugares la nación no sólo fue omitida o ignorada,
sino también subordinada y maniatada” (p. 10).
Lo complejo del argumento es que tales actores se
encuentran en un escenario de transición entre dos
modelos de usos del agua, que caracterizan la segunda mitad del siglo XX, y que Aboites sintetiza así:
1. El modelo del agua de la nación (19461976). Con la dirección de la Secretaría de RecurEn 1993 Luis Aboites, con un grupo de historiadores
y antropólogos del Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social, impulsaron convenios
tanto con el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua,
como con la Comisión Nacional del Agua. De tales acuerdos
surgieron dos proyectos, la Biblioteca del Agua y el Archivo
Histórico del Agua (AHA), los cuales dirigió en sus inicios.
Cabe destacar que el AHA:
1
recupera, conserva y concentra la documentación en
torno a la gestión del agua desde el periodo colonial
hasta la década de los ochenta del siglo XIX en México
y es uno de los pocos archivos de su género en el mundo
(CNA, 2009:7).
2
Es decir, a la decidida confrontación interpretativa que
mantiene Aboites con su anterior obra: El agua de la nación
publicada en 1998. En esta investigación sostiene que el gobierno federal se erigió como la principal autoridad respecto
al manejo del agua en México (Aboites, 1998:11).
sos Hidráulicos (SRH) se comienza a incentivar
el aumento, la diversificación y expansión de los
usos del agua. Este periodo se caracteriza por la
construcción de grandes obras de irrigación (la gran
hidráulica), que requieren de un amplio intervencionismo estatal, fuertes inversiones y préstamos
internacionales, así como de una administración
centralizada y respaldada jurídicamente. Aquí
también tienen su lugar dentro del análisis de
Aboites la actuación de los ingenieros-políticos en
la administración pública.
2. El modelo mercantil-ambiental se identifica
formalmente a partir de 1985 y actualmente se
encuentra vigente. Ahora como regulador, el Estado
retira la inversión pública y con el pretexto de la
idea del deterioro ambiental “valoriza” el agua al
asignarle un precio. Así mismo, legisla para incentivar la inversión privada y con ello promueve la
actuación de los empresarios en la gestión y privatización del recurso.
La transición entre ambos modelos fue la respuesta a la profunda crisis económica que se legitimó con la ideología del neoliberalismo-ambiental.
La transición tiene tres etapas diferenciadas por
las decisiones gubernamentales: a) la desaparición
de la SRH en 1976, b) la decisión de cobrar por el
agua en 1985 y c) la expedición de la Ley de Aguas
Nacionales en 1992, que hace del vital líquido un
bien económico.
En el primer capítulo, La expansión de los usos del
agua, Aboites explica la característica de los inicios
de la segunda mitad del siglo XX: el aumento y
diversificación en el aprovechamiento y consumo
del agua, debido al preponderante crecimiento demográfico en las ciudades, que finalmente deviene
en crisis. El capítulo se divide en tres subtemas. Uno
es: Aumento, el otro: Diversificación y finalmente:
Contención. En resumen, la tecnología e infraesInvestigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 145
Mónica Olvera Molina
tructuras, como presas más grandes y la perforación
de pozos profundos, propiciaron la expansión y
diversificación de los usos del agua. Aboites advierte que la fiebre de extracción de la nueva agua
subterránea no tiene precedentes en la historia de
México. Este modelo, encuentra su contención en
la explotación y contaminación tanto del agua
subterránea como del agua superficial. El autor
nos brinda diversos ejemplos, como el caso emblemático del hundimiento de la ciudad de México.
Sin embargo, en este balance, falta indicar
por parte del autor las repercusiones ambientales
estructurales que trae consigo la construcción de
grandes presas,3 explicación fundamental de la contaminación del agua superficial en el país.4 Ahora
bien, acerca de la contención hay un argumento
contradictorio, puesto que en el “Epílogo” el autor señala: “en materia de medio ambiente [..] la
sobreexplotación de acuíferos y la contaminación,
distan de haberse reducido y ni siquiera moderado” (p. 100). Por tanto, habría que precisar que
la contención estableció límites sólo en algunos
lugares, pero que esto no evitó el avance expansivo
de la sobreexplotación o la contaminación en otros
sitios, a pesar de que se hayan creado instituciones
para la atención al medio ambiente.
En el capítulo 2, Sociedad poderosa, Estado débil,
se argumenta que el control que tenía el gobierno
federal sobre del agua, presentaba límites en cuanto
a su efectividad, puesto que se mantuvieron y diversificaron privilegios otorgados a grupos oligárquicos
y empresariales, mientras que otros sectores (ejidatarios, colonos, comuneros) lucharon por mantener
su libre albedrío en el manejo del recurso.
Autodevorarse ¿privilegio oligárquico?, es un
apartado que aborda tres ejemplos que examinan
diferentes actores del poder oligárquico vinculados
3
Dos publicaciones indispensables para comprender las
estructurales y múltiples repercusiones socio-ambientales de
la construcción de grandes presas son: a) Represas y Desarrollo: un nuevo marco para la toma de decisiones, documento
avalado por el Banco Mundial que, como se sabe, es uno de
los principales financiadores de la construcción de presas;
y b) Ríos Silenciados de Patrick McCully presidente de la
International Rivers Network.
4
De las 4 500 presas construidas en México, 80% padecen
algún grado de contaminación (Arredondo et al., 2007).
146 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
a la explotación del agua subterránea: a) el privilegio de los industriales de Monterrey para explotar
pozos a costa de la escasez de agua de la propia
ciudad; b) la depredación del acuífero de la Costa
de Hermosillo efectuada por los terratenientes,5 y
c) la renuncia por parte de los agricultores más ricos
para pagar por el agua. La intervención del Estado,
en estos casos, según Aboites, puede interpretarse
en dos sentidos, ya sea como la incapacidad para
someter a las oligarquías o como franca complicidad con las mismas.
El segundo apartado La Oposición Popular comprende, según el autor, un análisis mucho más
complejo, porque adquiere diversas modalidades:
Se trata de las aguas pueblerinas, el pequeño riego,
los pozos someros, a veces ubicados en los solares o
patios de las viviendas urbanas y rurales, así como
los movimientos y las oposiciones de grupos de
trabajadores y vecinos sin tierra, sin vivienda y sin
acceso al agua ya para irrigación, ya para cubrir
necesidades urbanas y domésticas (p. 55).
El breve repaso de varios casos da cabida a la preocupación de Aboites por mostrar esta diversidad de
actores y sus necesidades por el recurso.
El capítulo 3, La muerte de la SRH, tiene como
argumento central la incapacidad de esta institución ante la diversificación y expansión de los
usos del agua. A finales de la década de los setenta
disminuyó la inversión en irrigación, la población
era capitalmente urbana y se aumentó la inversión para el abastecimiento de agua potable en el
contexto de la Alianza para el Progreso impulsada
por el gobierno estadounidense, y aunque la SRH
amplió sus inversiones en este rubro, ya no estaba
contemplada en el nuevo modelo. El capítulo se
divide en dos subtítulos.
¿Esplendor Gubernamental? enmienda el poderío
de la SRH (1946-1976) materializado en la inversión
pública para las obras de riego, en la cantidad de
hectáreas incorporadas; el control de los distritos y
El análisis sobre el agua del geógrafo José Luis Moreno
(2006) es para Aboites: “sugerente y crítico” (Aboites, 2007),
porque permite reflexionar acerca de las relaciones entre la
oligarquía y el Estado mexicano.
5
La decadencia del agua de la nación....
su aportación económica; la implementación de las
comisiones de cuencas hidrográficas que restaban
autoridad a los gobernadores de los estados; y la ley
de aguas federales de 1971, que fortalecía los instrumentos gubernamentales para evitar la concentración del agua. Por eso, el subtítulo se presenta en
forma de pregunta ante la ausencia de estudios acerca de los distritos de riego del país, que para Aboites
son: “las criaturas predilectas de los ingenieros”.
En Incapacidad Ingenieril. Incapacidad Federal,
queda claro que la inversión gubernamental históricamente concentrada en el norte se desplazó hacia
el sureste del país, con los proyectos hidroeléctricos
que beneficiarían a las ciudades y a las industrias.
Las responsabilidades de la extinta SRH a fines de
1976, se dispersaron entre diversas dependencias,
algunas de ellas de reciente creación. Aboites explica otros cambios en la administración pública
que apuntan a la disminución de la injerencia del
gobierno federal en la inversión tanto en el manejo
del agua en los estados como en los municipios.
El capítulo 4, Estado pequeño pero (muy) ambientalista, explica cómo la transición hacia el cobro
por los usos del agua se acompañó de un discurso
ambientalista. En este contexto, dos acontecimientos son importantes: la creación de la Comisión
Nacional del Agua en 1989 y la expedición de la
Ley de Aguas Nacionales de 1992. El capítulo se
divide en dos apartados.
Volver a cobrar por el agua: las reformas de 19851986, muestra cómo México durante la década de
1980 adoptó el paradigma internacional de la liberalización económica, que promueve la inversión
privada como su eje rector. En 1986 las reformas
fiscales en el sector del agua asentaron el principio
fundamental del “valor económico” del agua. En
1988 el gasto en infraestructura se redujo a una
tercera parte del monto de 1983, mientras que la
recaudación creció hasta lograr la autosuficiencia
presupuestal. La “recaudación” se convirtió en el
indicador para mostrar la eficiencia del sector del
agua.
La Creación de la CNA y la Nueva Ley de Aguas
Nacionales, señala que las transformaciones que se
hicieron en el sector del agua, fueron acorde a una
estrategia que atendía a las “recomendaciones” internacionales. La Ley de Aguas Nacionales de 1992
explicita la función reguladora del Estado, a su
vez que abre las puertas al capital privado. Aboites
opina que el perfil de la CNA es un ejemplo de la
política económica en curso:
Se trata de una institución pequeña que quiere ser
aún más pequeña y cuyo bajísimo presupuesto no
hace más que añorar aquellos años en que el ramo
del agua atraía más del 12.5% del presupuesto federal (...) El de la CNA no representa ni 1% (p. 93).
El “Epílogo” del libro La suerte del Agua
Mercantil – Ambiental, 1990-2002, es un balance
“poco positivo” respecto a la condición ambiental
del recurso y su “valorización” económica. Allí
Aboites afirma que tanto la contaminación como
la sobreexplotación en el país son persistentes,
mientras que la inversión pública y privada, la recaudación federal y la cobranza local se encuentran
estancadas. No obstante, es importante resaltar,
como lo hace el autor, que la ineficacia para cobrar
por el agua es parte de la histórica debilidad fiscal
del Estado mexicano. Y concluye:
Después de todo [...] entre el agua de la nación y el
agua mercantil-ambiental no hay tantas diferencias.
Si bien desaparecieron la inversión pública y el
discurso y la legislación que buscaban la equidad,
aspectos como la sobreexplotación de los acuíferos,
los subsidios y los privilegios fiscales que apuntalan
la desigualdad social continúan viento en popa
(p. 113).
Sin embargo, desde la economía política, se
podría identificar cualitativamente diferencias
notables entre el agua de la nación y la mercantil.
La privatización implica que el agua sea considerada como una mercancía cualquiera, por tanto, la
promoción de negocios lucrativos con base en su
explotación se lleva a cabo de manera sistemática
y deliberada. Así mismo, la pérdida de derechos
sociales con el paso del neoliberalismo se traduce en
el franco despojo del recurso de los pueblos por las
empresas privadas auspiciadas por el Estado (Veraza, 2007:25). Aun así, no debemos perder de vista,
que de acuerdo con el artículo 27 constitucional,
el agua es de la nación y no del gobierno federal,
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 147
Mónica Olvera Molina
y por ley la prioridad de uso busca el beneficio
nacional y público.
La bibliografía del libro está integrada por más
de 150 referencias, de las cuales solo siete provienen
del inglés. Esto es importante porque se consultan
para detectar una tendencia mundial en el aumento
drástico del volumen utilizado tanto de agua superficial como subterránea, que paradójicamente
se ha acompañado de la “la inasible y vaga noción
de desarrollo sustentable” (p. 20). La preeminencia
de la bibliografía se encuentra en español y son
estudios acerca de México realizados desde instituciones e investigadores del mismo país. Comprende
programas, informes, discursos, memorias administrativas de las instituciones gubernamentales.
Integra investigaciones técnicas como estudios
geohidrológicos, análisis de desempeño ambiental,
evaluaciones de transferencia de agua, etc. Y, por
supuesto, una gran cantidad de estudios detallados
sobre usos del agua, principalmente desde una
perspectiva histórica, sin dejar de lado trabajos que
se enfocan a lo político y lo jurídico.
Cuando el libro pretende abarcar una escala
nacional de análisis, una de las ausencias evidentes
reconocida por Aboites son las pocas referencias
que hay del tema acerca del sureste mexicano. El
autor es reiterativo en apuntar la falta de estudios
detallados de los ríos de esta región y de otros temas
como son los distritos de riego y las aguas subterráneas. La falta de estudios empíricos y sobre todo
la discusión de las interpretaciones de los mismos,
demanda un debate amplio, constante e interdisciplinario que permita, con la debida atención, el
análisis temporal y espacial del complejo tema de
los usos del agua.
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agua, El agua que te vendo primero te la robé, ITACA,
México.
Mónica Olvera Molina
Posgrado de Geografía,
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México
148 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
Chávez Torres, M., O. M. González Santana y M. del C. Ventura Patiño (eds.; 2009),
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada,
El Colegio de Michoacán, México (Colección Debates),
480 p., ISBN 978-607-7764-11-3
Herodoto, además de ser considerado el padre de
la historia, también se le puede considerar el padre
de la geografía; para ser más precisos, Los nueve libros
de la Historia no son ni historia, en el sentido moderno, ni geografía, son geografía histórica (Herodoto,
1998). Este origen ambivalente suele olvidarse
cuando se discute la cientificidad de la geografía
o la soberanía del relato histórico; también que la
pretensión ideológica del relato griego era fomentar,
en una época de fragmentación, el orgullo identitario
de la Hélade, trayendo a la memoria los episodios
heroicos de las Guerras Médicas. La ideología quedó
en segundo plano al momento de ser considerado
un texto fundador.
Los textos que son un inicio, como el que se presenta aquí, son más preguntas que respuestas, como
testimonios de una fundación, son fragmentarios,
ideológicos, confusos, ambivalentes; son discursos
que dejan de ser algo pero no son plenamente algo
que ha terminado. En un plano filosófico, diría Paul
Ricœur (2004), el pensamiento y su escritura es por
necesidad un fenómeno inacabado.
Este libro es la constatación de un comienzo:
el del Centro de Estudios de Geografía Humana
de El Colegio de Michoacán (CEGH), creado en
2002.1 En lo particular, es el resultado del simposio
“La Geografía Humana y su Reencuentro con las
Ciencias Sociales: Intercambios Disciplinarios” que
tuvo lugar en El Colegio de Michoacán, extensión
La Piedad, en 2006. Ampliamente, este trabajo es
un primer resultado del proceso de maduración del
propio CEGH; a tan solo cuatro años de su apertura,
y a dos años de haber inaugurado su posgrado a nivel
El CEGH es creado en 2002 con una marcada vocación
interdisciplinaria, su posgrado en Geografía humana, a nivel
maestría, se inaugura en 2004 [http://www.colmich.edu.mx:
3 de junio de 2010].
1
maestría, se organizó este simposio que, se infiere,
tuvo como finalidad el esclarecimiento y la discusión
de las posturas de investigación en las que se origina
la misma institución. A tres años del simposio se
publica este libro con un título diferente: Geografía
humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada.
La obra reúne varios ensayos, provenientes de
diferentes campos del saber como la geografía, la
antropología, la sociología, los estudios regionales y el urbanismo. A pesar de que los textos son
heterogéneos, en la mayoría se admite implícita o
explícitamente que, hoy en día, la geografía humana
es una ciencia social que reclama legitimidad. Estos
ensayos se adecuan a cuatro líneas de reflexión que
corresponden con los cuatro apartados del libro. En
primer lugar, se presenta la parte de fundamentación epistemológica de la geografía humana como
ciencia social con el apartado: La geografía humana
y sus intercambios disciplinarios. En la segunda parte
de este libro: El estudio del espacio por las ciencias
sociales, se presentan los ensayos que tienen que ver
con la noción de espacio integrada en el seno de las
disciplinas sociales, ya sea a partir de una fundamentación teórica o en la presentación de estudios
de caso. En el tercer apartado, titulado: Cambios
teórico-metodológicos de la geografía humana para el
análisis de los problemas actuales, hay ensayos más
dispersos y heterogéneos que, no obstante, pueden
considerarse, en sentido lato, que están ubicados en
un cambio operado al interior de la geografía. En el
cuarto apartado de este libro, llamado: Encuentro de
la geografía consigo misma, se agruparon los ensayos
que hacen referencia casi exclusiva al desarrollo de
la geografía y a la necesidad, ya sea de conformarse
como una ciencia social, o de mantener relaciones
recíprocas con las ciencias sociales. El panorama
de los artículos es plural y heteróclito, aunque el
libro, en términos generales, sostiene una actitud de
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 149
Omar Olivares Sandoval
apertura de la geografía humana hacia las ciencias
sociales; no se ocultan la multitud de contradicciones
que cada una de las posturas individuales genera
hacia los otros artículos en conjunto.
El artículo que abre este libro, así como el primer
apartado del mismo, pertenece a Gustavo Montañez
Gomez, quien es director del programa de Geografía
de la Universidad Externado de Colombia, y se titula
Encuentros, desencuentros y reencuentros recientes de
la Geografía, las Ciencas Sociales y las Humanidades.
En él, Montañez busca resumir las tendencias de la
geografía humana desde finales del siglo XIX hasta
finales del XX, subsumiéndolas en un manojo de
posturas epistemológicas que se desarrollan paralalelamente a la geografía. Es así que encuentra que
las primeras posturas de la geografía humana en la
modernidad son herederas de dos tradiciones filosóficas: el positivismo de Auguste Comte (1798-1857)
y el idealismo de Hegel (1770-1831) y de Dilthey
(1833-1911). Según el autor, tanto las posturas
de Humboldt (1769-1859), Ratzel (1844-1904),
Vidal de la Blache (1845-1918), de Martonne
(1873-1955), Hettner (1859-1941), Demangeon
(1872-1940) e incluso Sauer (1889-1975), abrevan
de la tradición positivista, en la que domina un empirismo descriptivo en los primeros geógrafos, donde
más tarde se introduce el problema de la geografía
como ciencia ideográfica o corográfica, y en última
instancia, los precedentes del análisis del paisaje en la
geografía cultural con Sauer. Un segundo momento
en el avance de la geografía humana es caracterizado
por Montañez como un acercamiento al positivismo lógico en la Posguerra. Tal como el positivismo
lógico concibe la generación de conocimiento a
través de una atención minuciosa a sus condiciones
de producción, los geógrafos, a partir de los años
cincuenta del siglo XX, construyeron una noción
más abstracta y más geométrica del espacio, ello se
corrobora en los trabajos de W. Bunge (1928-), P.
Haggett (1933-) y en última instancia D. Harvey
(1935-). Siendo este último quien hiciera una revisión exhaustiva de los principios lógico-positivistas
que lo llevaría a señalar, en su libro: Teorías, leyes y
modelos en geografía, las enormes limitaciones de
este enfoque.
La época que se abre para la geografía a partir
de los años sesenta está caracterizada por la frag150 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
mentación de las posturas teóricas y la variedad de
fundamentaciones epistemológicas de la disciplina.
Así, según Montañez, el mismo Harvey orienta
sus investigaciones hacia una postura marxista,
que concibe la interpretación del espacio como un
subproducto social del modo de producción; aunque
la problemática marxista había sido introducida
por Henri Lefebvre (1901-1991), Manuel Castells
(1942-), Milton Santos (1926-2001), Pierre George
(1909-2006) y finalmente Yves Lacoste (1929-), su
continuación contemporánea se verifica en los trabajos de Neil Smith (1954-), Edward Soja (1940-)
y Doreen Massey (1944-). Montañez propone que
en el ámbito contemporáneo coexisten varias geografías como la geografía feminista de Ana Sabaté
Martínez; una geografía de tipo fenomenológica
de David Lowenthal (1923-), Yi-Fu Tuan (1930-),
Anne Buttimer y Edward Relph (1944-) caracterizada por la lectura de los filósofos E. Husserl (18591938) y M. Heidegger (1889-1976); también existe
una geografía de tipo posmoderna representada
por Linda McDowell, Marie Price y Martin Lewis,
centrada en la deconstrucción de los discursos de la
modernidad pero fallida en no poder dar cuenta de
un anticapitalismo por ser un movimiento intelectual ideológico (p. 58).
Finalmente existe una postura “de estructuración”, ésta se diferencia de la postura estructuralista
en la medida en que concibe las relaciones funcionales que estructuran el espacio como movibles y
sujetas a un tiempo, un ejemplo de esta geografía
sería el trabajo de Paul Knox. Es así que los objetivos
de Montañez se dirigen hacia la organización genealógica de los principales trabajos geográficos del
siglo XX, inscribiendo a éstos en tres grandes etapas
de conformación filosófica: la etapa positivista, la
etapa lógico-positivista y la etapa de fragmentación
y variedad epistemológica. El propósito de atender
a las relaciones que ha tendido la geografía humana
hacia las ciencias sociales se oculta ante una adscripción filosófica de las diferentes corrientes geográficas.
Esta forma de reflexión y agrupación de los discursos
geográficos supone que los conceptos de la geografía
pueden ser un reflejo de aquéllos que se elaboran en
el ámbito de la reflexión filosófica. Una ventaja de
esta herramienta de análisis es poder hacer grandes
agrupaciones de trabajos tan disímiles, como con-
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada
secuencia de esto, la variedad de los conceptos de la
geografía queda en un segundo plano. Por ejemplo,
es cuestionable que el concepto de espacio abstracto
o geométrico pueda subsumirse al desarrollo de la
filosofía lógico-positivista, cuando esta última se
preocupa restringidamente de lo epistemológico y
se interesa por las condiciones de verdad del lenguaje
(Ayer, 1971; Wittgenstein, 2002) o los procesos
en los que se construye el conocimiento científico
(Popper, 2002), en cambio, bien puede decirse que
las preocupaciones teóricas de la geografía en esta
época se encuentran en correspondencia con la noción de larga-duración de Fernand Braudel (2002);
con las preguntas lanzadas desde la antropología
estructuralista (Lévi-Strauss, 1987) y con la proliferación y creciente especialización de los trabajos
de economía (Perroux, 1984). Más aún, en el caso
francés, en un comienzo son las ciencias sociales las
que toman la noción de espacio como paradigma
de análisis en la planificación y ordenamiento del
territorio, de lo que, solamente más tarde, se interesará la geografía (Orain, 2006).
El segundo artículo de este apartado: La geografía
humana como ciencia social y las ciencias sociales como
ciencias “geografiables”, escrito por Gilberto Giménez,
investigador del Instituto de Investigaciones Sociales
de la UNAM, quien comienza por notar que el término geografía humana aparece por primera vez en
el Traité de Géographie Humaine de Paul Vidal de la
Blache,2 publicado originalmente en 1922, e inscrito
en el paradigma posibilista de las relaciones hombrenaturaleza. No es sino hasta la década de los cincuenta del siglo XX que la geografía humana se acerca a
la problemática de las ciencias sociales, a partir del
trabajo de Edward Ullman (1912-1976), quien definió a la geografía como una ciencia de las interacciones sociales. Coincide con Montañez en que existe
un momento en que el positivismo lógico entra al
terreno de la geografía, considerando que ésta debe
ser una ciencia nomotética, es decir, que a través de
la comprobación empírica se demuestre la existencia
Aunque el concepto humanidad en relación con la geografía ya estaba referido en el trabajo de Ratzel: Anthropogeographie - Die geographische Verbreitung des Menschen, que puede
traducirse como: Antropogeografía, la distribución geográfica
de los seres humanos.
2
de leyes generales. A esto se le designa el nombre de
nueva geografía y se enmarca en el periodo que va
de los años cincuenta a los ochenta. Nuevamente,
se hace referencia al momento positivista-lógico de
la geografía humana, bajo la suposición de que la
entrada de modelos estadísticos en el análisis de
las distancias y otras herramientas de análisis en la
geografía de mediados de siglo pasado, pueden
derivarse de las premisas lógico-positivistas, éstas
dedicadas a la construcción de una teoría del conocimiento. Hacia los años ochenta comienza la
fragmentación y pluralización de la geografía humana, que Giménez subdivide en: primeramente,
geografía del comportamiento, que es aquella que
bajo el precepto kantiano de que los fenómenos
son una cualidad de la conciencia, se inspira de la
psicología cognitiva y de la etología para mostrar
que el espacio geográfico depende de la percepción
social que se haga de él. De ahí la noción de mapamental. En segundo lugar se encuentra la geografía
crítica, que revaloriza las condiciones políticas del
espacio y se fundamenta en la filosofía marxista para
dar cuenta de las desigualdades espaciales. En tercer
lugar, hacia 1972, se inicia una geografía humanista,
fundamentada en el análisis fenomenológico de las
condiciones de experiencia de los lugares. En cuarto
lugar, más recientemente, se logra ver el desarrollo de
una geografía posmoderna que integra las reflexiones
provenientes de la ecología, el análisis de género y los
estudios pos-coloniales en el desarrollo del análisis y
crítica espacial. Concluye Giménez que la geografía
humana no constituye una única disciplina sino
que abarca las más variadas interpretaciones, a lo
que el mismo autor pregunta: ¿cuál es la identidad
de la geografía ante esta multiplicidad de esfuerzos?
Esta pregunta consta de dos respuestas diferentes,
la primera es que la realidad de los estudios geográficos nos llevan a pensar que, en efecto, no hay una
unicidad en la geografía sino una agrupación de
“amalgamientos” (concepto que toma Giménez
de los trabajos de Mattei Dogan y Robert Pahre) que
conforman disciplinas que en los intersticios disciplinarios crean su identidad propia: como la geografía
cultural (que sería la amalgama entre la geografía humana y la antropología cultural) o la geografía
económica (amalgama o hibridación de la geografía humana y economía); por otra parte, al existir
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 151
Omar Olivares Sandoval
una propiedad deíctica de los fenómenos sociales (es
decir, que cada fenómeno social depende de un espacio y un tiempo) las ciencias sociales necesitan más
a la reflexión de la geografía que la geografía a éstas,
puesto que en realidad la geografía nunca ha dejado
de absorber las metodologías de las ciencias sociales.
Así como existe una totalidad social para las ciencias
sociales, esta totalidad está atravesada por el espacio.
La postura de Giménez está orientada en asumir la ficción de las barreras disciplinarias en pos
de la resolución de problemas concretos desde
un punto de vista de horizontalidad. La pregunta
que expresa el autor es bastante importante, ante
una pluralidad de metodologías e interpretaciones
¿en dónde se puede hablar de geografía como una
disciplina que posee una identidad y una visión
propias? Si se lleva más allá la suposición que
construye la respuesta a esta pregunta: la totalidad
social está constituida por tiempo y espacio, en la
misma medida en que las barreras disciplinarias son
ficciones de la modernidad; y si es así ¿no valdría
la pena mejor constituir una macro-ciencia social
que integrara a la historia y a la geografía? Esta otra
pregunta descubre el carácter problemático de la
situación disciplinaria contemporánea, puesto que
no es verdad que la perseverancia de las identidades
disciplinarias puedan explicarse desde una necesidad administrativa en la universidad. Esta es una
pregunta que la historia de la ciencia está obligada
a contestar.3
3
Es importante mencionar una respuesta, aunque tangente
a los objetivos del tema que se discute aquí, adecuada en la
puesta sobre la mesa de las condiciones que usa para contestarse. Es decir, al trabajo de Bruno Latour: Reensamblar lo
social. Una teoría del actor-red. En este libro, Latour considera
que se ha perdido toda dimensión de sentido en la pregunta
sobre ¿qué es lo social?, en la medida en que lo social y la
sociedad parecen sustancias específicas tanto como el acero
o la madera, y se han convertido (engañosamente) por las
ciencias sociales como el objeto al cual mirar sin que se note
que lo social es un tipo de asociación específica que se presenta
como un problema no como una respuesta. En sintonía con
ello, pensar que geografía humana y ciencias sociales actúan
sobre un mismo campo, ya después que una y otra aceptan
que hay espacio en lo social y toda sociedad es espacial, es
una artilugio intelectual que pone a ambos conceptos: espacio y sociedad, como el lugar de llegada de la pregunta que
apenas se acaba de plantear. Desde esta perspectiva no habría
una cosa como un espacio ni una sociedad (Latour, 2008).
152 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
El tercer artículo de este primer apartado está
escrito por Ovidio Delgado, actualmente director
del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, se titula igualmente
que este libro: Geografía y Ciencias Sociales. Una
relación reexaminada. En este texto se parte del
reconocimiento de que la geografía moderna surge
de las preocupaciones positivistas y es separada en
geografía física, perteneciente al dominio de las
ciencias naturales, y geografía humana, afín a la
problemática de las ciencias sociales. Es decir, la geografía, a secas, fue el lugar de la síntesis entre procesos
naturales y sociales. Desde la perspectiva vidaliana,
la historia y las ciencias sociales fueron esenciales
para comprender el hecho geográfico, sin embargo
en esta situación, mientras la historia representó lo
móvil, lo cambiante y lo activo, la geografía estuvo
en el ámbito de lo inmóvil, de lo muerto y de lo
pasivo. Las ciencias sociales de esta época ignoraron
a la geografía y no integraron el espacio como una de
sus categorías fundamentales. Hacia los años ochenta
del siglo pasado esta situación se modificó dando
lugar a la posmodernidad, que Delgado define como
una fase actual del capitalismo y, en lo tocante a la
geografía, como aquellas geografías que Edward W.
Soja considera que buscan explicar la lógica espacial
del capitalismo actual (p. 95). El autor argumenta
que los discursos contemporáneos de la geografía son
un intento por explicar esta nueva realidad histórica,
sin que se trate de rechazar todo lo que lleve el rótulo
de posmoderno, pero tampoco cayendo en las tentanciones posmodernas (p. 96). −¿Qué tentaciones
son estas?− Citando a geógrafos como Hiernaux y
Lindón, Delgado sostiene que las ciencias sociales,
en los albores del siglo XXI, han sido atravesadas por
un “giro espacial” integrando la reflexión sobre el
espacio en el seno de la teoría social. Más adelante,
Delgado hace hincapié en que la geografía debe
adoptar una postura interdisciplinaria, en específico
utiliza la noción de territorio para ejemplificar que
“El Estado-nación territorial es una escala territorial
que se refiere a un espacio geográfico apropiado,
delimitado, controlado y usado por un Estado”
(p. 101) que debe tomar en cuenta un sinnúmero
de vectores sociales para dar cuenta de su realidad.
Más tarde, Delgado insiste en que la geografía debe
evitar una serie de “trampas”, encabezando la lista
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada
el posmodernismo, que amenaza con devolver a la
ciencia geográfica a un estado empirista, así como
las “trampas” ambientalistas, economicistas y culturalistas. Dice el autor que la mejor geografía es la
que hace el geógrafo, siempre y cuando sepa cuál es
su verdadero aporte. Aunque bien, la misma noción
de territorio que usa Delgado dista mucho de tener
una elaboración teórica coherente.
Federico Fernández Christlieb, investigador del
Instituto de Geografía de la UNAM, escribe el cuarto
y último artículo de este primer apartado, que se
titula: ¿Quién estudia ese espacio? Una reflexión sobre
la geografía y los intereses de las ciencias sociales. A la
pregunta ¿quién estudia ese espacio? Se comienza por
decir que un amplio espectro de saberes comparten
la conciencia que el espacio es fundamental para
elaborar sus razonamientos; por supuesto, el espacio
no es una materia abstracta, el espacio depende de
sus “nombres propios”, es decir, bajo la tesis de la
geografía cultural, el espacio no precede a su apropiación humana, colectiva, el espacio se vuelve una
materia inteligible en razón de su simbolización.
El espacio consta de una realidad compleja, que
intenta captar una mirada interdisciplinaria (en la
medida en que esta interdisciplinariedad es la corrección de una mirada disgregada de la realidad),
ésta es la que interesa tanto a la geografía como a
las ciencias sociales. Si bien los artículos anteriores
de este apartado buscan iluminar algunos aspectos
históricos sobre la relación de la geografía con las
ciencias sociales, en el artículo de Fernández Christlieb se intenta postular la existencia de un tipo de
espacio que trasciende diversos ámbitos disciplinarios. “Espacio y sociedad se crean y se recrean
continua y simultáneamente aunque el análisis
tienda a separarlos” (p. 113); así, a pesar de que las
posturas cientificistas tienden a parcializar la realidad, la geografía tiene una historia de integración,
aun en sus momentos de mayor especialización.
Desde esta perspectiva cultural, el tiempo de
los territorios que estudia el geógrafo difiere de los
tiempos de la historiografía política o de otras periodizaciones convenientes a otro tipo de procesos,
Fernández Christlieb piensa que el tiempo adecuado
para estudiar el espacio geográfico es la larga duración, noción sistematizada en la obra de Fernand
Braudel (1902-1985). Aquello se complementa con
una actividad de primera importancia como lo es el
trabajo de campo, como observación participante,
o sea, la inmiscusión del observador en las prácticas
de su objeto de estudio, esto se apoya en una visión
de la exploración como la lectura del paisaje por el
cuerpo y en específico por los pies, sólo así el geógrafo puede dar cuenta de una realidad territorial
concreta. Esta realidad se manifiesta en diversos
tamaños, la experiencia del espacio vivido muestra
que quien vive un espacio lo piensa en diferentes
escalas, los geógrafos pueden aproximarse a estas
escalas con los mapas, por un lado, y la modelización
por el otro, sin cometer el error de tratar de predecir
el futuro de lo que están modelizando, puesto que
no hay que perder de vista que se trata de una esquematización de la realidad. Otro punto a destacar es
el que se necesita la aplicación del conocimiento a
la realidad social, que por diversas razones no suele
hacerse, pero que en buena medida depende de una
visión crítica del académico. Concluye Fernández
Christlieb, que en la época contemporánea hay cada
vez mayores coincidencias entre el geógrafo y el científico social, acercamientos que producen un mejor
entendimiento de la realidad, en esta asociación la
geografía ofrece sus particulares experiencias. La
postulación subyacente a este tipo de espacio compartido proviene de la metodología de la geografía
cultural, en específico de Paul Claval (1999). Es verdad que la geografía cultural comparte asociaciones
específicas (tal como la articulación dialéctica del
concepto espacio-cultura) con las ciencias sociales,
particularmente con la antropología estructuralista
de mediados del siglo XX.
El estudio del espacio por las ciencias sociales constituye el segundo apartado del libro y aquí se muestran los ensayos que, proviniendo de las ciencias
sociales, exponen tanto elaboraciones teóricas sobre
el espacio como estudios sociales que incorporan
la dimensión espacial en su análisis. El primero de
ellos es de Carlos Herrejón Peredo, investigador del
Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio
de Michoacán, quien titula su aportación como: El
espacio y otros actores de la Historia. Herrejón busca
mostrar cómo desde un análisis de las distintas
conformaciones teóricas que elaboran las escalas
más usadas en la geografía: desde la región, el territorio, hasta el paisaje, hay un olvido sistemático de
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 153
Omar Olivares Sandoval
las condiciones históricas que articulan el espacio,
al igual que en la historia suele hacerse abstracción
del espacio como un agente inmóvil, equivalente a
un escenario. Así, Herrejón distingue que la crítica
hacia la historia regional consiste en mostrar que es
imposible conformar una disciplina de tipo regional, en cuanto la región es un tipo de espacialidad
consecuente con sus condiciones históricas, es decir,
la categoría región no puede ser la base metodológica de una disciplina específica sino más bien una
herramienta entre otro tipo de escalas, como la del
territorio y la del paisaje. Ahora bien, el autor nota
que no se ha puesto suficiente atención en una
reelaboración reciente del concepto región que es
la región ambiental y que proviene de la historia
ambiental, por distinguirla de la historia ecológica.
Herrejón sostiene que es imprescindible entender
que el espacio no es un escenario abstracto sino lo
que puede llamarse ambiente: es la relación entre
un nicho ambiental y los procesos humanos los que
colocan a la región ambiental como un dispositivo
innovador para superar los determinismos naturales,
por una parte, e incluir la dimensión histórica en el
análisis regional, por otra.
Felipe Hernando Sanz es profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad
Complutense de Madrid y escribe el artículo: Geografía humana y sociología ¿una relación imposible?
El autor se interesa por la relación olvidada entre
sociología y geografía humana. El acercamiento a la
sociología ha producido temor de perder la identidad
de la geografía humana. Los sociólogos consideraron
que el saber social sobre el espacio era un asunto que
correspondía a ellos, mientras que a los geógrafos les
correspondía el análisis de lo natural. Lucien Febvre
da cuenta de las inconsistencias que la geografía
humana tuvo respecto a la sociología y dirime la
controversia, diciendo que morfología social y
geografía humana no son equiparables. Max Sorre
buscó reunificar geografía humana y sociología. El
acercamiento “se hace tarde”, lo que conlleva grandes
males para la geografía humana; diferente a lo que
pasó en Holanda, que pese a tener menor influencia
internacional, se reunificaron la tradición positivista
y la tradición humanista. Hoy en día tanto sociología como geografía humana recurren a marcos más
amplios de referencias teóricas. En el artículo de
154 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
Hernando se hace hincapié en el proceso holandés
a manera de distinción de los desarrollos franceses
y británicos; con ello busca ejemplificarse que el
tratamiento del espacio desde una óptica del cientificismo social tuvo éxito, al menos en este ámbito.
Fernando I. Salmerón Castro, investigador del
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social (CIESAS), titula su artículo:
Espacialización de relaciones sociales y administración
urbana y poder. Esta aportación viene desde la antropología y se enfoca en el análisis de la migración
mexicana hacia los Estados Unidos de América. Este
tipo de movilidad social pone en cuestión el ejercicio
de poder territorial que ejerce un Estado, además
que irrumpe en órdenes espaciales establecidos. En
la medida en que se hace una migración trasnacional de gran distancia se rompe la continuidad de la
identidad nacional que sustentan los Estados. De
esta forma, Salmerón presenta tres dimensiones
diferentes de esta migración. En primer lugar describe la manera en que se conforma una comunidad
trasnacional, es decir, una comunidad que se localiza
geográficamente en dos lugares a la vez, pues si bien
los migrantes mexicanos viven en un lugar específico
de Estados Unidos, mantienen flujos de intercambio
muy frecuentes con su lugar de origen. En segundo
orden, a través de la propia experiencia del autor, al
estar presente en una protesta de los migrantes en
Santa Bárbara, California, da cuenta que esta migración requiere de servicios especiales, por ejemplo,
religiosos, bilingües, etc., que presentan retos a la
organización estatal. En tercer lugar, Salmerón analiza el caso de la ocupación espacial cotidiana de los
migrantes, en específico, la manera en que organizan
el espacio doméstico (que a diferencia del modelo
anglosajón de casa suburbana, los migrantes varían
el uso de los espacios tradicionalmente dedicados a
funciones públicas o privadas) lo que resulta en una
reconceptualización de los espacios públicos y privados; nuevamente, haciendo que el ordenamiento
urbano estatal se rompa. Esto último constituye el
aporte más interesante de este ensayo, pues pone
de relieve un uso político del espacio cotidiano
y muestra que las prácticas espaciales tienen una
dimensión identitaria e ideológica; además de que,
en el plano metodológico, escala cotidiana y escala
estatal se reúnen por medio de prácticas espaciales
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada
que reivindican reclamos identitarios. Aunque se
aborda someramente en este artículo, es verdad que
el aporte antropológico a la mirada del geógrafo está
abierto a un sinnúmero de posibilidades interpretativas. Tal vez, lo más remarcable de esta mirada
antropológica sea el poner en cuestión la estabilidad
de las escalas con las que la geografía construye sus
discursos. Este ensayo es un ejemplo de la puesta en
cuestión de un ámbito territorial en la observación
de un uso doméstico del espacio.
Territorialidad Discuriva. Lenguaje, poder y
geografía, es el artículo de Paul M. Liffman, investigador del Centro de Estudios Antropológicos de
El Colegio de Michoacán. Aquí se continúa con
el vínculo entre geografía y antropología. En este
ensayo Liffman trata un estudio de caso sobre la
construcción territorial que hacen los huicholes mediante peregrinaciones y el uso de lugares sagrados.
En un enfoque que construye el andamiaje teórico
de una geografía cultural de corte semiótico, Liffman
se propone exponer los elementos discursivos que
conforman un tipo de territorialidad opuesta a la
lógica estatal. Para ello, ve en las prácticas de peregrinación y de sacralización del paisaje una territorialización ejercida desde los tropos de la sinécdoque, metonimia e iconicidad. Es decir, mediante el
cuerpo (la experiencia fenomenológica) se reconoce
el lugar como una analogía del territorio. En esta
acción performativa se enlazan diferentes ámbitos
de la actividad simbólica como: la muerte (los actos
rituales frente a los ancestros) la cosmovisión, en su
sentido amplio y las reivindicaciones políticas; lo
que da lugar a una “cartografía de la muerte”, en
palabras de Liffman. Extrayendo numerosos ejemplos de los estudios antropológicos en México, en
especial del trabajo de Claudio Lomnitz, Liffman
argumenta que en la dimensión discursiva de esta
producción territorial se comprueba que los discursos sobre la muerte y los ancestros son el lugar
de batalla de una conformación territorial nacional
(que tiene sus orígenes en la conquista española)
en confrontación con una distinta apropiación
territorial, como es la del pueblo huichol.
El primer artículo del segundo apartado de este
libro se titula: La geografía humana frente al análisis de los sistemas complejos, de Andrzej Zeromski
Kaczmarek, del Departamento de Geografía y
Ordenación Territorial de la Universidad de Guadalajara. En este artículo Zeromski detalla una propuesta metodológica para la geografía de acuerdo
con el uso de los sistemas complejos. Esta propuesta
tiene sus raíces en una percepción transdisciplinaria
de la geografía y retoma los planteamientos de la
termodinámica de Prigogine y Stengers, dentro de
las ciencias exactas, y las reflexiones de Edgar Morin
(1921-), dentro de las ciencias sociales. Esta visión
postula que la realidad social es un sistema que se
regula a sí mismo en búsqueda de su armonía. Zeromski traduce esta complejidad en términos geográficos al decir que la realidad geográfica se compone de tres ámbitos: el geosistema, el territorio y el
paisaje, es decir el “sistema GTP”, que se relacionan
en una “trialéctica”, en oposición a la dialéctica
marxista y hegeliana. Se comprende que el sistema complejo es adecuado para dar cuenta de una
realidad “socio-ambiental” en la geografía humana.
Paisajes Cualitativos. Una reflexión desde la
interdisciplina, de Camilo Contreras Delgado,
investigador de El Colegio de la Frontera Norte,
retoma la premisa de Wallerstein según la cual
tiempo y espacio deben ser reintegrados a las ciencias sociales no como meros marcos de análisis.
Según Contreras, la geografía ha estado gobernada
por dos actitudes respecto a su objeto de estudio:
la filosofía positivista y la práctica de una geografía
espontánea. Por una parte el positivismo generó
la pretensión objetiva en el captamiento de la
realidad y, por otra, la geografía espontánea buscó
retribuir el sentido del espacio en términos de una
explicación de la multitud de subjetividades que lo
perciben. Frente a estas dos perspectivas se presenta
una mediación en términos del estudio cualitativo
del paisaje. A través de la definición de G. Bertrand
(1932-) de la noción de paisaje como “una porción
de espacio material” se intenta definir el paisaje
tanto en su ámbito material y tangible como en su
ámbito inmaterial e intangible. Bajo el reconocimiento de que “el paisaje” es a la vez lo material y
lo “objetivizado”, es también una construcción de
un objeto de estudio. En la perspectiva cualitativa
(no en oposición a una perspectiva cuantitativa)
se intenta acercarse a las representaciones que del
espacio hacen quienes lo experimentan. En esto
último tienen un papel determinante la construcción
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 155
Omar Olivares Sandoval
de “ritmos temporales” y escalas respecto al objeto
de estudio. Tomando el ejemplo de un puente que
se construyó en la ciudad de Monterrey en 2001,
el autor muestra cómo a partir de esta realidad
material que supuso la construcción de un puente,
las representaciones que se hicieron de éste mismo
revelan que el objeto es la “punta del iceberg” de un
proceso más amplio, que involucra tanto las acciones
ideológicas del gobierno, como la resistencia de los
habitantes hacia la ideología gubernamental, su
reelaboración como un objeto icónico que se relaciona, ampliamente, con la idea misma de ciudad.
En La geografía ambiental. Orígenes, ámbito de
estudio y alcances, de Miguel Aguilar Robledo, coordinador de Ciencias Sociales y Humanidades de la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí y Carlos
Contreras Servín, quien es investigador en el mismo
lugar, se afirma que la geografía ambiental es heredera directa de la primer geografía moderna, en la que
se problematizaba la relación naturaleza-sociedad o
medio ambiente-acción humana, desde la geografía
de Humboldt a la de Paul Vidal de la Blache. Hay
un momento de ruptura en esta concepción con
la aparición de la obra de Charles Darwin (18091882): El origen de las especies, el inicio del evolucionismo y las primeras bases de la ecología moderna.
Con la creación del concepto ambiente se supera
la dualidad hombre-naturaleza puesto que en este
concepto se sintetizan las relaciones humanas como
las no-humanas. El ambiente, según los autores, es
una segunda naturaleza, es una construcción social.
La geografía, por tratarse de una ciencia de síntesis,
es el lugar idóneo para estudiar el ambiente; desde
la geografía ambiental se rompe la dicotomía entre
geografía humana y geografía física, ya que integra
los ámbitos de estudio de una y otra con la elaboración de la noción ambiente. Los autores hacen hincapié en que aún faltan por integrarse a la geografía
ambiental las metodologías de género y las escalas
globales, pues la geografía ambiental es una ciencia
con con-ciencia que busca alejarse de los paradigmas
de las disciplinas tradicionales produciendo solución
a un momento histórico concreto, caracterizado por
la crisis ambiental. Aunque se deja de lado en el texto, se nota que el paradigma “ambiental” se fortalece
como una respuesta a la crisis de los paradigmas de
las ciencias sociales, notoriamente a la postulación
156 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
de la sociedad o lo social como elemento unificador
de la capacidad explicativa de estas disciplinas. El
concepto ambiente se solidifica como un concepto
sintetizador y por consecuencia las disciplinas ambientales se asumen como las nuevas integradoras
de amplios espectros del conocimiento.
Octavio M. González Santana, investigador del
Centro de Estudios de Geografía Humana de El
Colegio de Michoacán y uno de los coordinadores
de este libro, escribe el artículo: Por una geografía de
los actores sociales. Algunos referentes de la geografía
humana en las ciencias sociales. González parte de la
idea según la cual hoy en día existe un reconocimiento por parte de las ciencias sociales de la noción de
espacio, así como en la geografía se constata que el
espacio es un producto social. El artículo de González parte de una esquematización de la historia de la
geografía, que señala tres puntos históricos, el de una
geografía centrada en explicar lo natural, desde un
enfoque descriptivo; más tarde, la elaboración de una
perspectiva humana en la geografía, especialmente
en la escuela francesa; y por último, la introducción
de los métodos cuantitativos en la geografía, como
resultado de la inclusión de metodologías de las
ciencias sociales; que al mismo tiempo tomaron, en
la década de los sesenta del siglo pasado, la noción
de espacio como un agente explicativo de la realidad
social. Lo interesante del artículo de González es que
refiere esta problemática al ámbito mexicano. En
palabras del autor, hay una falta enorme de trabajo
geográfico en relación con otros países como Brasil
y Argentina; dentro de estos trabajos el acercamiento
a la teoría social es escaso. Desde su fundación, con
Luis González y González (1925-2003), El Colegio
de Michoacán se dirigió a estudiar los problemas
regionales desde una perspectiva interdisciplinaria.
Más adelante sobresalieron Ángel Palerm (19171980) y Brigitte Boehm, quienes incorporaron el
espacio a sus respectivos enfoques disciplinarios.
González refiere que desde los años ochenta con la
participación de algunos investigadores geógrafos y
afines a la disciplina como Claude Bataillon, Jean
Becat, Thierry Linck, Eric Mollard, Eric Leonard,
Hubert Cochet y Olivier Guegeon, así como en
la atención prestada a los trabajos con enfoques
antropológicos como los casos de G. de la Peña, J.
Lameiras y C. Lomnitz, se fue construyendo una
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada
atención espacial a los fenómenos sociales, lo que
se imprimió en la creación del Centro de Estudios
de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán
(CEGH) en 2002. Así, González pugna abiertamente
por una geografía interdisciplinaria que dé cuenta
de los actores sociales (geografía social).
Ludger Brenner, profesor-investigador del
CEGH, y Helen Hüttl, investigadora del Instituto de
Geografía Económica de la Universidad de Munich,
escriben el trabajo académico titulado: Ecología Política. Un análisis geográfico de conflictos en un “medio
ambiente politizado”. Presentado con base en el ejemplo
de la reserva de la biosfera Sian Ka’an, Quintana Roo.
Si bien en el artículo de Miguel Aguilar se había
definido el propósito de la geografía ambiental en
relación con la capacidad de síntesis del concepto
ambiente y por ello podía trascender una polémica
sobre el espacio físico y el espacio cultural en la
geografía humana, del lado de la ecología política
se reconoce con más énfasis que el ambiente es una
construcción social subsumida al interés de los actores políticos (sujetos y colectividades), de acuerdo
con una concepción de la acción social fundamentada, claramente, en una aproximación weberiana, es
decir, como acción estratégica respecto a fines. Y si
bien se reconoce que el ambiente es un producto de
intereses colectivos, en términos metodológicos, la
ecología política considera que el espacio geográfico
es el marco preexistente a la acción social. De esta
manera, en el análisis de la Reserva de la biosfera de
Sian Ka’an (RBSK) se comienza por la descripción
de ese espacio ecológico preexistente, se enumeran
sus recursos naturales, sus actividades productivas y
sus usos de suelo. En seguida se hace un esquema de
los actores involucrados en los procesos de ordenamiento y gestión de la RBSK, se hace el análisis de sus
intereses políticos y finalmente, una evaluación de
sus márgenes de maniobrabilidad política. Si bien,
a través de este enfoque de ecología política se esclarece una porción de las tensiones políticas sobre un
espacio (porción en la medida en que estos intereses
se muestran explícitamente), el mismo enfoque se
muestra como mucho más restringido que el de la
geografía ambiental para dar cuenta de la complejidad con la que se articula un nicho ecológico.
El primer ensayo del cuarto apartado lo escribe
María Teresa Ayllón Trujillo, investigadora de la
Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades
de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y
se titula: Nuevas tendencias en geografía: el giro de
la modernidad a la posmodernidad. En este texto,
Ayllón Trujillo distingue que la oposición de la
geografía como ciencia descriptiva/ciencia nomotética no aparece en el siglo XX sino que hunde sus
raíces en la oposición de la tradición naturalista
aristotélica frente a la constitución de la ciencia
como explicación causal que elaboró Galileo. La
autora distingue que la tradición positivista influyó
en la geografía no como sustento epistémico sino
en relación con la inserción del concepto “progreso”
civilizatorio. Argumenta que el posibilismo de Paul
Vidal de la Blache introduce un tipo de relativismo
frente a la concepción científica de la geografía,
también coincide con la gestación de los relatos
nacionales. La autora sostiene que el imaginario
de la geografía como una ciencia, bien delimitada
y con herramientas propias, proviene más de un
imaginario elaborado por la modernidad que por
la verificación de su historia. Pone el ejemplo de
que varias contribuciones esenciales a la geografía
han provenido fuera de la disciplina. De este modo,
Ayllón revaloriza la noción de posmodernidad en el
sentido en que se echa abajo el mito de la geografía
como ciencia, a través de trabajos que muestran la
dimensión ideológica de los discursos geográficos
(como el nacionalismo de Paul Vidal de la Blache)
y los mapas (como aquéllos que son el resultado de
una intención de dominación, en la perspectiva
de Yves Lacoste). En este sentido, la inclusión de
análisis poscoloniales, feministas, de sistemas
complejos y la movilidad de las escalas representan
una ciencia geográfica más democrática, y bajo esta
mirada, elabora discursos que corresponden a las
necesidades sociales.
Georgina Calderón Aragón, profesora del
Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía
y Letras de la UNAM, escribe un ensayo titulado:
La geografía como ciencia social. Ella nos presenta la
ambigüedad epistemológica de la geografía al hacer
analogía con su organización académica: por una
parte en el bachillerato la geografía pertenece al
área económico-administrativa, a nivel universitario
(en la UNAM) se ubica en la Facultad de Filosofía y
Letras, pero a nivel de la investigación depende de
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 157
Omar Olivares Sandoval
la Coordinación de la Investigación Científica. La
autora sostiene, desde un principio, que hay dos
tipos de geografía social, una que se considera subdisciplina de la geografía humana y otra que pone en
cuestión tanto a la geografía física como a la humana
y busca reemplazar a esta última. A esta geografía
social transformadora se adscribe la autora. Calderón
toma la reflexión de Wallerstein para explicar que
la geografía no se formó al mismo tiempo que las
ciencias sociales; de ahí su desventaja frente a éstas.
Según ella, la geografía humana tiene tres raíces
distintas: el positivismo, el idealismo y la escuela
del paisaje. La autora argumenta que ninguna de
ellas puede rebasar el dualismo hombre-naturaleza o
sociedad-naturaleza; ni ninguna de ellas puede tampoco sobrepasar el dualismo nomotético/idiográfico
que está en la base de la distinción de la geografía
humana y física. Calderón relata cómo en los sesenta
aparecen otras geografías como la humanista o posmoderna, la neopositivista, la subjetiva y la radical o
crítica; que dentro de ellas, las subjetivas y posmodernas “tienen un carácter idealista y ven el espacio
como subjetivo” (p. 389). Aboga por una geografía
de inspiración marxista en la que las relaciones de
producción, entendidas como producciones sociales,
son el motor de la producción espacial. La autora
recupera en particular los trabajos de Henri Lefebvre,
Milton Santos y David Harvey, como sustento de
una geografía social con responsabilidades políticas
frente al capitalismo.
Vânia Vlach, investigadora del Instituto de Geografía de la Universidade Federal de Uberlândia en
Brasil, dedica su ensayo a La enseñanza de la geografía
en el inicio del siglo XXI. Entre lo local y lo global.
Vlach, parte del principio de que la educación sirve
para la creación de ciudadanía, de acuerdo con el
reconocimiento de un mundo que ha cambiado profundamente su estructura en la contemporaneidad;
así la enseñanza de la geografía debe enfrentarse con
la traducción de un mundo que se ha hecho más
complejo. La autora explica que la historia de la enseñanza de la geografía tiene su raíz en los procesos de
conformación de los Estados-nación, es decir, las herramientas tradicionales para fomentar la identidad
fueron el aprendizaje de un lenguaje nacional único
y regulado, la enseñanza de la historia, en términos
de héroes y mitos de origen nacional, y la enseñanza
158 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
de la geografía, en cuanto a la pertenencia de una
unidad política territorial. Por causa del proceso de
ampliación de redes sociales que alimentó el mismo
capitalismo, los estados nacionales se desdibujan en
las dinámicas de la globalización. De esta manera,
propone que en el ámbito contemporáneo, en el
que se reconoce la diferencia del Otro, la enseñanzaaprendizaje (punto de vista freiriano) de la geografía
debe enseñar el vínculo escala local-escala global,
que proporciona una mirada crítica a este respecto.
El apartado, y el libro mismo, finalizan con el
ensayo de Blanca Rebeca Ramírez, profesora del
Departamento de Teoría y Análisis de la División
de Ciencias y Artes para el Diseño de la Universidad
Autónoma Metropolitana–Xochimilco. El artículo
se titula: Retos de la geografía humana en los albores
del siglo XXI. Aquí, Ramírez postula que existe un
atraso, tanto teórico como metodológico, respecto
de la geografía mexicana con la del resto del mundo.
Esquematiza la historia de la geografía considerando
que, en el tránsito de finales del siglo XIX a mediados
del siglo XX, opera un cambio epistemológico en
la geografía humana, sintetizado en el paso de una
geografía descriptiva a una geografía analítica, más
próxima de las ciencias sociales. La autora considera
que hay cuatro retos para la geografía en la época
contemporánea: el teórico, el metodológico, el de
la representación y el del compromiso social. El
primero de ellos pugna por la creación de modelos
propios a la realidad mexicana frente a la importación de aquéllos; el segundo se dirige hacia el mismo
objetivo, constituir un arsenal de conceptos acordes
con un contexto propio; el tercero se muestra como
la necesidad de generar una reflexión crítica sobre
la representación que producen las tecnologías de
información geográfica. Finalmente el compromiso
social radica, según la autora, en retomar las alternativas políticas para América Latina, en recobrar la
utopía como instrumento para imaginar un futuro
diferente.
Como se ha visto, uno de los déficits de este
libro es que esquematiza demasiado la historia de
la geografía. El libro es más bien un primer paso
para la adscripción de una herencia teórica concreta
por parte de un grupo de investigación. Es por ello
que la reconstitución histórica de la geografía en
tanto ciencia social carece de los procedimientos
Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada
reflexivos capaces de generar una crítica del lugar
de la geografía contemporánea. A pesar de que
los ensayos son muy heterogéneos, este libro no se
puede ubicar dentro de la bibliografía sobre historia de la ciencia −pues no conoce las metodologías
de aquella− y en consecuencia, no puede hacer un
aporte a la historia de la geografía. Como resultado
de ello, se abusa en la reiteración de la categoría
positivismo, como un agente de explicación capaz
de dar cuenta de la totalidad del ámbito cientificista en la geografía, también se exagera el uso de
la categoría posmodernismo como un concepto
capaz de explicar desde una fase del capitalismo, o
una crítica de los valores de la modernidad (como
agente discursivo), hasta una moda filosófica. Ello
hace notar la falta de un vocabulario conceptual más
detallado (por ejemplo, la noción de post-estructuralismo, giro lingüístico, giro hermenéutico) para dar
cuenta de la historia disciplinaria de la geografía.4
En segundo lugar se nota que el acercamiento a
las ciencias sociales se concibe de muchos modos,
no obstante, se reconocen dos lugares primordiales
de proximidad: la necesidad de incluir el mayor
número posible de escalas de análisis espacial y la
necesidad de la teorización del espacio como un
agente explicativo transdisciplinario.
Es verdad que la geografía carece de una filosofía
del espacio. François Hartog argumenta que en el
ámbito contemporáneo ocurre la desestructuración
de los regímenes temporales pasado-presente-futuro,
dando lugar a una sociedad presentista, que representa el tiempo histórico más como un continuo
indefinido que como un resultado de la acción del
pasado con orientación a futuro. Esto ha dado lugar
a la presencia del espacio como categoría explicativa
de la contemporaneidad. En términos planos puede
decirse que en la construcción de la temporalidad
contemporánea se produce una espacialización del
tiempo histórico (Hartog, 2007). Debe retomarse
el planteamiento de Massey (2005) en el sentido de
que el espacio es diferente del tiempo histórico en
Es de especial importancia la ausencia en la bibliografía
sobre historia de la ciencia e historia de la geografía, en
específico es sensible la falta del trabajo de Marie-Claire
Robic en relación con la escuela geográfica francesa (Robic
et al., 2006).
4
que el primero es el lugar de la simultaneidad. Por
esto, siguiendo la lógica de Bruno Latour respecto
de la noción de sociedad: que lo social no puede
presentarse (en las ciencias sociales) a la vez como
un objeto de estudio y como condición del objeto de
estudio, es decir, no puede presentarse a la vez como
inicio (condición de la investigación) y resultado
(Latour, 2008). Tampoco el espacio puede darse el
lujo de ser un objeto preexistente a la acción y a la
vez punto de llegada de la investigación científica;
no puede ser condición y resultado. Una vez que se
comienza a pensar el espacio, como categoría filosófica, se revela que la noción está lejos de ser tanto
una categoría geométrica (o absoluta) estable, tanto
un fenómeno de inmediatez a la conciencia (Lévy y
Lussault, 2003). En este sentido vale la pena pensar
que, análogamente a la construcción del espacio
en términos de la geografía cultural (quienes viven
un espacio), un tipo de espacialidad específica se
construye con los discursos geográficos.
A pesar de esto, en la identificación de un corpus
bibliográfico esencial a los problemas epistemológicos de la geografía contemporánea, este libro genera
una buena guía o textbook susceptible de ser utilizada por los estudiantes de posgrado con el fin de
orientarse y tal vez profundizar en estos temas. Esto
no debe dejar de lado la dimensión material de esta
obra, que está dirigida a instalarse en las bibliotecas
del resto de los espacios de investigación geográfica
en el país,5 fortaleciendo el lugar que ocupa el CEGH
de El Colegio de Michoacán como un lugar de investigación particular y legítimo en relación con otros
lugares de investigación que poseen una trayectoria
más larga. El mensaje material está destinado a
producir la atención por parte de los investigadores
en geografía, en términos de legitimación y fundamentación de las actividades inquisitivas que se están
generando en Michoacán. En este sentido se puede
pensar que el espacio de investigación más cercano y
más cotidiano al CEGH es el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental en Morelia (CIGA) que,
a pesar de ser creado en 2007 como una dependencia
universitaria, se fundó desde una plataforma teórica
Aunque pudiera ser por razones presupuestales, no se entiende bien porqué el tiraje es sólo de quinientos ejemplares,
como se aprecia en el colofón.
5
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 159
Omar Olivares Sandoval
heredera del Instituto de Geografía de la UNAM, que
se fundamentó en tres áreas de investigación bien esclarecidas.6 Por último, esto nos lleva a la dimensión
ideológica de este texto. Se sabe que la explosión de
discusiones teóricas, de reafirmaciones disciplinarias
y de incertidumbres metodológicas conllevan la
reorganización de la investigación científica en su
dimensión estratégica, es decir, en la búsqueda de la
conformación de un tipo de colectividad académica
afín y, esto es lo importante, capaz de actuar, con
cierta estabilidad, en una esfera discursiva amplia
(Dosse, 2006). Por decirlo así, no existe ningún
tipo de investigación que esté por fuera de la trama
social, por ello cualquier conformación disciplinaria
implica la dimensión política, en el sentido en que
la polis es el lugar en donde se reconoce el lenguaje
como acción. Siguiendo esta argumentación, se
entiende que este texto busca ubicarse dentro de una
producción bibliográfica que atraviesa el ámbito internacional, se coloca en los márgenes de la discusión
sobre los ejes epistemológicos de la geografía; cada
vez más frecuente en los ámbitos de investigación
en diversas partes del mundo (Benko y Strohmayer,
1995; Massey, 2005). Si para la geografía francesa
las ciencias sociales significaron el “otro mundo” al
que debían mirar para salir del paradigma vidaliano
y elaborar nociones más concretas y heterogéneas del
espacio (ya que las ciencias sociales habían puesto
en juego la exclusividad con que la geografía se
enunciaba sobre éste; Allemand et al., 2005), para
la geografía mexicana la mirada sobre las ciencias
sociales se instaura como una posibilidad de entrar
en un discurso académico de orden global.
Como se dice al principio, los comienzos están
atravesados por las complicaciones, más no por ello
los comienzos pierden legitimidad o son menos
valiosos que los esfuerzos intelectuales de largo
plazo. Si se acepta que este proceso de reflexión y
de edición es un acto fundacional, y como tal, está
incompleto e inacabado, esto que parece un déficit
constituye también la condición de posibilidad de
hacer un camino. Finalmente hay que comenzar
por algún lado.
Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, UNAM
[www.ciga.unam.mx : 3 de junio de 2010].
6
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Omar Olivares Sandoval
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México
Kinda, A. (ed.; 2010),
A Landscape History of Japan,
Kyoto University Press, Kyoto,
284 p., ISBN 978-4-87698-792-4
La geografía histórica de Japón ha experimentado
un inusitado auge en los últimos cincuenta años.
En esencia, su vitalidad se concentra en tres grandes áreas que son: el análisis integrado basado en
una sólida base empírica, el análisis particular con
apoyo tecnológico y procesamiento de datos, y un
conjunto de perspectivas (de los contextos, de la
percepción y del comportamiento humano). Los
enfoques se han alimentado desde la historia y la arqueología hasta las técnicas geográficas para la identificación y reconstrucción de los antiguos paisajes
de capitales regionales y provinciales (Senda, 1982;
Kinda, 1997).
A este ambiente que muestra una disciplina
vibrante pertenece Akihiro Kinda, un profesor
emérito de la Universidad de Kyoto y especialista en
geografía histórica antigua, medieval y premoderna
del paisaje urbano y rural de Japón. Su principal
trabajo es la investigación empírica y la discusión
teórica de la geografía histórica, mismo que está
publicado principalmente en japonés y en menor
medida en inglés. El profesor Kinda se interesa por
el estudio de la más antigua morfología del arrozal
(Jori sei) y de algunas ciudades cuadriculadas (Jobo
sei) que forman el paisaje reticular de los países
orientales y no solamente de Japón. El origen de
estos paisajes se remonta a la cultura Ritsuryo1 del
siglo VIII. Será hasta el siglo XVI, con la construcción de la Ciudad castillo al interior de Kyoto, que
surge un nuevo paisaje. Por eso, Kyoto es un buen
ejemplo de la existencia y la sobreposición de estos
paisajes en la historia de Japón. Este libro, coordinado por Kinda, dedica cinco secciones a la ciudad,
1
Ritsu­ryo: literalmente es un código penal y administrativo
de Japón del siglo VIII. Este sistema guarda una idea que
procede del confucionismo donde el Rey iluminado puede
dominar al pueblo y a la tierra.
que son: a) objetivos y metodología de la geografía
histórica, b) paisajes urbanos, c) paisajes rurales,
d) paisajes, materiales y representación y e) paisajes
culturales. En total doce capítulos con una larga
temporalidad de estudios, desde la época antigua
(siglo VII a 1185), la medieval (de 1185 a 1550) y
la premoderna (de 1550 a 1868) de Japón.
El primer capítulo presenta una síntesis del
ambiente académico de la geografía histórica de
Japón (Kinda, 1997, 2010). Kinda empieza con la
descripción del peso de la tradición oriental, sobre
todo de Japón y China, en la geografía histórica, al
igual que la tradición de la unidad de la geografía
y la historia al inicio del siglo XX. La geografía histórica de ese momento se especializaba en la búsqueda filológica de los documentos oficiales de la
familia real de Japón: Nihon Shoki y Kojiki del siglo
VIII y la ubicación de sus tumbas imperiales para
legitimar su gobierno. El autor señala el cambio y
la influencia europea dentro de la teoría japonesa
de la geografía histórica, por ejemplo, de los autores clásicos como H. Mackinder, O. Schluter, S.
Passarge y A. Hettner, para la consideración de la
materia como ciencia del espacio y no del tiempo.
La novedad de las metodologías de estos autores
europeos se presentaron en la reunión de la Unión
Geográfica Internacional, de Varsovia en 1936, por
parte de S. Komaki como de J. Yonekura con lo que
fijaron nuevas tradiciones académicas, sin descuidar
las viejas trayectorias, los vínculos con la historia y
la descripción de los lugares más antiguos a pesar
de sus rasgos modernos.
Más tarde, el giro teórico fue hacia la geografía
histórica inglesa. La modernización, identificada
por Kinda, radica en los cinco tomos de la geografía
histórica de Japón publicada por Fujioka, en 1955,
donde deja un amplio espacio a la idea de sección
cruzada (Cross Section) de H. C. Darby (2002).
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 161
Masanori Murata
La interpretación sobre la propuesta de Darby fue
adaptada por Fujioka a las figuras narrativas como
los poemas y las pinturas de la cultura japonesa.
Kinda prefiere utilizar el concepto sección cruzada
ampliada (thick cross section) como una manera distinta de incluir nuevos análisis, los avances técnicos
y la recolección de datos en el campo (por métodos
arqueológicos) que se suman a la aproximación
contextual y la identificación de los rasgos geográficos de la poesía Haiku y Waka para investigar el
paisaje. Kinda (1997), al igual que A. R. H. Baker
(2003), señala la importancia de los ambientes
culturales del paisaje histórico y, sin olvidar la metodología de Darby, examina la larga temporalidad
del paisaje histórico japonés desde la época antigua
hasta la premoderna con la aplicación de la teoría
de la sección cruzada ampliada.
En el segundo capítulo, Kinda introduce una
breve historia de los cambios de los distritos administrativos de Japón, desde la época antigua hasta
la época premoderna. En la primera hubo tres
rasgos paisajísticos: la construcción de la capital
cuadriculada imperial (Jobo sei), la definición del
arrozal público (Jori sei) y la construcción de los
cinco caminos imperiales que conectan a la capital
imperial. En la ciudad imperial Heijo kyo (la actual Nara) fundada en el año 710 y Heian kyo (la
actual Kyoto) en el año 794, subsiste la morfología
cuadriculada (Jobo sei). En los caminos, las estaciones ofrecían el servicio de caballos y el correo
cada 16 kilómetros. Estos tres sistemas tuvieron un
impacto territorial a través del sistema Ritsuryo en
el paisaje común de ciertos países asiáticos.
Posteriormente la construcción de la Ciudad
castillo en la segunda época tuvo un impacto morfológico en la ciudad con la innovación del foso de
agua, el talud de piedra y el gran edificio o castillo;
los callejones, las brechas, las encorvadas y las residencias de los carpinteros y los comerciantes estaban alrededor del castillo. Todavía hoy se pueden
observar estos dos antiguos cambios paisajísticos
en el análisis morfológico de Kyoto.
El argumento del tercer capítulo son las ciudades capitales y provinciales de la época antigua
de Japón, desarrollado a dos escalas: la morfología
urbana y su red regional. En este nivel y a partir
del desplazamiento de los poderes políticos durante
162 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
seis ocasiones, entre el 694 hasta el 794, asentados
originalmente en Asuka (la primera capital japonesa), Kinda explica la secuencia del movimiento:
Fujiwara, Heijo, Kuni, Nanba, Heijo, Nagaoka,
Heian.2 Así, por ejemplo, la calle principal de la
capital Heijo (actual ciudad de Nara) permite llegar
al palacio imperial de la antigua capital Fujiwara
ubicada a 20 kilómetros hacia el sur. Mientras que
hacia el poniente se localizaba Nanba y al norte
Kuni.
Mientras, a la escala local, las ciudades capitales
fueron construidas con la forma cuadriculada (Jobo
sei) con 5.2 kilómetros de largo y 4.5 kilómetros
de ancho. Al interior, los llamados Bo, eran cuadrados de 121 metros y dieciséis manzanas (cuatro
por cada lado) y una calle larga (que actualmente
reúne las calles principales). Esta es la división
territorial actual de la ciudad Kyoto. La avenida
central (Suzakuoji) tiene 84 metros de ancho y
conecta el palacio imperial con la puerta principal
de la ciudad, llamada Rasho ubicada en la parte sur.
Kinda elaboró el mapa del uso de suelo de la ciudad
Heian, del siglo IX al XII con la mayor parte de las
edificaciones de las manzanas en la parte oriental,
al lado del río Kamo. Es importante señalar que,
en esa época, Heiankyo contaba con cien mil habitantes, un tamaño monumental parecido a lo que
sucedía en Teotihuacan.
Sigue el capítulo quinto sobre las capitales y los
pueblos en la siguiente época o premoderna y moderna. Aquí destaca el análisis de la autora, A.
Yamamura, de la sobreposición de la Ciudad castillo
sobre los restos de la antigua capital cuadriculada
construida ochocientos años atrás y su modernización. El estudio incorpora el análisis de Komaki,
Azuchi, Osaka, Edo y Kyoto. La investigación se
centra en la transformación de los primeros pueblos
y su cambio sustancial e irreversible a partir de
1868, con la llegada del ferrocarril y la industrialización. El derrumbe de los antiguos castillos abrió
nuevos espacios de diferentes tamaños y dio lugar a
la construcción de oficinas públicas y escuelas, a la
vez que parques e instalaciones militares, que luego
de la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en
Corresponden a las actuales ciudades de Asuka, Nara,
Kizugawa, Osaka, Nara, Nagaoka y Kyoto.
2
A Landscape History of Japan
edificios públicos. Otros espacios se convirtieron
en residencias, en bosques, campos agrícolas o
distritos comerciales. A pesar de la intensidad de
esos cambios y el crecimiento de los pueblos más
allá de sus límites, la división de los barrios, las
antiguas calles y manzanas mantuvieron sus formas
originales.
En el capítulo sexto, Kinda examina el asentamiento rural de la época antigua y medieval, como
otro de los ejes vertebrales de este libro. La forma
cuadriculada de las localidades rurales (Jori) de la
época antigua es otro de los giros del paisaje de
Japón. Bajo la promulgación del código administrativo (Taiho Ritsuryo) en el año 701, las tierras del
arrozal fueron administradas por el Estado, es decir,
solamente la familia imperial, el gobierno central y
local, y los grandes templos Budista y Sintoísta recibían los tributos, el trabajo como impuesto y una
parte de los productos locales. Para esta recaudación
se ordenaron los asentamientos rurales del arrozal
dentro de tierras nacionales. El arrozal de la época
Ritsuryo fue construido con dos dimensiones: uno
de 10.9 x 109 metros y el otro de 21.8 x 55 metros,
ambos de casi 0.12 hectáreas, que equivale a una
unidad territorial japonesa, llamado tan. Después
de la promulgación de este código administrativo
y penal, según el autor de este capítulo, el tan fue
medido y fijado en la práctica medio siglo después, a partir del cual se dio paso a un proceso de
transformación del paisaje rural de larga duración
dentro del territorio japonés.
Los siguientes dos capítulos son del mismo
autor, Taisaku Komeie, donde desarrolla la perspectiva del paisaje rural en la época premoderna
y la modernización del campo rural. La población
total de la época medieval (1185-1550) creció de
siete a doce millones, mientras que en el periodo
siguiente se triplica 12 a 34 millones en el plazo
de cien años. A partir de 1868, la llamada época
moderna, la población alcanzó los 38 millones. En
la actualidad es de 128 millones de habitantes. El
cambio al siglo XVII y el final del XIX, como se puede observar, marcan un crecimiento demográfico
decisivo en la historia de Japón. Para responder al
primer cambio se requirió la preparación de tierras
para un nuevo arrozal de veinte mil kilómetros
cuadrados en la época premoderna. Este auge
estuvo acompañado de la introducción de sistemas de riego y el cambio del paisaje en el área de
Musashino (la actual región central de Tokyo), que
fue descrito en dos diarios de viajeros extranjeros.
El primero, un misionero portugués llamado João
Rodríguez, que vivió en Japón desde 1577 hasta
1610, escribió sobre esa región:
Hay grandes tierras desocupadas y planas llamadas
Musashino, […] este terreno está cubierto con
heno y pasto sin contar las pequeñas arboledas…
Hay muchos jabalíes salvajes de la montaña y cerdos machos en las áreas desocupadas así como para
la caza incontables animales como patos salvajes,
que llegan de Tartaria en el invierno, muchas garzas
y cisnes, etc. (Kinda, 2010:144).
El siguiente, de 1878, procede de la mirada de
la viajera inglesa, Isabella Bird (1831-1904), que
describió el paisaje de Musashino de una manera
completamente diferente:
Las planicies convertidas principalmente en terreno
pantanoso y artificial donde los pájaros acuáticos
yacen juntos y en donde cientos de hombres y
mujeres se juntan también con las rodillas hundidas en el lodo; esta planicie de Edo es el principal
gran campo de arroz y es la época más ardua para
la plantación del arroz… Sobre la planicie de Edo,
atrás de las cercanas villas y de los caminos, hay
islas como ellos las llaman, son pueblos rodeados
de árboles y cientos de placenteros oasis donde el
trigo espera su corte y crecen las cebollas, follaje,
frijoles y chícharos (Kinda, 2010:145-146).
El capítulo enfatiza, al final, el enorme crecimiento de las nuevas tierras cultivables y el número
de asentamientos, con el consecuente grave impacto sobre la naturaleza alrededor de Osaka, Kyoto,
Nagoya y Edo. El siglo XVII, por tanto, fue uno
de los grandes cambios del paisaje japonés, cuando
esto sólo se piensa durante la modernización del
siglo XX. Numerosos espacios naturales fueron domesticados y convertidos en paisajes. Una época de
la historia cuando los japoneses descubrieron que
las actividades humanas pueden alterar irreversible
e inesperadamente a la naturaleza.
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 163
Masanori Murata
En el capítulo octavo, el mismo autor analiza
la modernización del espacio rural a partir del
marcado crecimiento de la población. En el siglo
XIX, Komeie identifica algunos elementos para el
estudio del paisaje: la reforestación de la montaña y
la construcción de la granja tipo occidental. Para el
primer caso, el estudio describe las extensiones del
bosque de moras que, con los años, ha sextuplicado
su área, al igual que la del ganado vacuno casi duplicado al inicio de la Segunda Guerra Mundial. En el
segundo caso, los alimentos largamente prohibidos
por el Budismo, como los puercos, la carne de vaca
y la leche, entraron en la dieta japonesa, con lo que
se dio una industrialización en el norte de Japón.
En el capítulo noveno Kinda y Kazuhiro Uesugi
abren un tema novedoso para la geografía histórica
de Japón. Se refiere a la relación de los antiguos
paisajes y los mapas. Japón conserva mapas con
remotas territorialidades que ahora son un desafío
para los geógrafos e historiadores. En estas páginas
muestran la visión del territorio, de la época antigua a la moderna, en Japón. Al inicio, el gobierno
local necesitaba el control de la recaudación de
los impuestos, bajo la orden del Ritsuryo, por lo
que el emperador dispuso la invención de nuevos
mapas. En este caso, los autores estudian el mapa
de Takagushi diseñado en el templo Todaiji en 766
(y actualmente conservado en el “Nara National
Museum”) y el mapa de Hineno de la provincia de
Izumi, fechado en 1316 (y conservado en la “Imperial Household Agency”). Ambos documentos
muestran la forma y extensión del arrozal, el nombre de los lugares, la construcción y la irrigación
del paisaje rural de la época antigua y medieval.3
El capítulo sigue con el estudio de los mapas de
la época Edo o premoderna. Se les conoce como
Kuniezu, una imagen desarrollada como símbolo
de la unificación del gobierno Tokugawa. Destaca
la influencia de los pintores Ukiyoe en los mapas
del paisaje urbano y rural bajo una estética especial, que se continúa en la época moderna en otros
trabajos que permiten apreciar la cultural japonesa.
A la escala local, por ejemplo, en el mapa Dainihon
No se advierte una lectura sobre la naturaleza de los mapas
japoneses, en el entorno académico del profesor Kinda, basada en las propuestas de John Brian Harley (Edney, 2005).
3
164 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
Kairiku Meisyo Zue, de 1864, una vista oblicua de
45 grados dirige la mirada al conjunto del puerto. A
la escala nacional, en el mapa de Kankyo Dainihon
Shinshin Zenzu de 1871, resalta la combinación
con las islas de Japón al centro y alrededor del
mapa, a manera de marco, varias vistas oblicuas
de puertos y lugares turísticos. En estos ejemplos
lo que se privilegia son los paisajes pintorescos y el
uso de la xilografía.4
El décimo capítulo es una propuesta de mirar
las fuentes antiguas de la literatura y la pintura
dentro del trabajo de la geografía histórica. Komeie
elabora una reconstrucción del paisaje a partir de
la rica tradición y el significado de la naturaleza
entre los japoneses a través de una metodología
particular. La poesía japonesa, llamada Waka, con
remotos orígenes en el siglo VII, describe la viveza
del paisaje japonés y particularmente de la montaña
Fuji. El autor utiliza el libro clásico: Manyōshū del
año 759, para su investigación y elige un poema
de Akahito Yamabe para posicionar al lector desde
un ángulo específico e imaginar con las palabras la
silueta del volcán a lo lejos:
Tagono no ura yu,chi’idete mireba, mashiro niso,
Fuji no takane ni, yuki wa furikeru5
(Taki, 1965).
En un intento de seguir el pensamiento del
autor, se ha buscado el mismo ángulo para el
lector, esta vez, en un grabado de Utagawa basado
en la técnica Ukiyoe, del siglo XIX, para apreciar la
lejanía y, al fondo, el volcán Fuji desde la Bahía de
Tago (Figura 1).
El siguiente capítulo se dedica al paisaje monumental. Uesugi analiza el proceso de la construcción de los monumentos que permiten pensar la
cosmología de los japoneses de la época antigua.
Los monumentos construidos antes del siglo IX
Regularmente la polémica sobre el territorio nacional se
concentra en los mapas Kaisei Nihon Yochi Rote Zenzu por
Nagakubo de 1779 y en el mapa de Ino llamado: Dainihon
Enkai Yochi Zenzu de 1821, debido a que su trazo se basa
en las técnicas de la agrimensura japonesa.
5
Cuando estaba caminando, vi hacia lo lejos desde la bahía
de Tago // ¡Qué blanco y brillante es // el majestuoso pico Fuji,
// Coronado con las nieves! (traducción propia).
4
A Landscape History of Japan
Figura 1. Bahía de Tago (actual
ciudad de Kanbara). Fuente:
Sholombs, 2007.
se clasifican en tres grupos: para conmemorar a la
nobleza, los eventos religiosos y la construcción
de infraestructuras como el puente y el castillo,
entre otras. El autor analiza el monumento de
Taga, colocado en el castillo del mismo nombre,
al norte de Japón. El monumento indica el año
724 de la construcción original y los nombres del
dueño Ohno Azumahito y el responsable de la
reconstrucción: Fujiwara Asakari en 762. El diseño
se distingue porque marca la distancia con varias
ciudades, por ejemplo, Nara entonces la capital a
1 500 ri,6 Ezo 120 ri, Hitachi 412 ri, Simotuke
274 ri, Mukkatsu 3 000 ri. Cada una de ellas eran
antiguas provincias del territorio nacional, según el
libro Shoku Nihon Gi de 797 y, por eso, el castillo
de Taga actuaba como una base limítrofe que dividía el interior y el exterior del gobierno Ritsuryo.
Los estudios de Uesugi sobre el paisaje indican
la evolución en el uso de los monumentos, por
ejemplo, a una escala urbana de estudio, los casos
de Okinawa e Hiroshima sentidos como lugares
negativos, debido a los dolorosos escenarios de la
guerra, se han transformado en sitios de visita a
través de peregrinaciones que, desde 1950, atraen
cada vez más a los japoneses, de varias generaciones,
en un viaje emocional y espiritual.
6
1 ri es equivalente a 640 metros.
Finalmente, en el capítulo 12, Kinda resume la
historia del paisaje japonés. El autor ofrece con este
libro una visión amplia y puntual de la época antigua hasta la moderna. Del paisaje rural y urbano
de Jori y Jobo a las ciudades medievales vinculadas
con la construcción de los mercados, los puertos,
los templos Budista y Sintoísta y la Ciudad castillo
premoderna. Como se puede ver, una síntesis de la
investigación actual de la geografía histórica de Japón. Lo que Kinda enseña con esta perspectiva es
que los antiguos patrones territoriales, por ejemplo
el campo rural Jori, aún mantienen su influencia
en la división cuadriculada de las tierras. Kinda
concentra sus últimas reflexiones en la continuidad
del remoto paisaje japonés. Llama la atención que
desde 1868 la construcción de edificios fue una
mezcla de las tradiciones japonesa y occidental. El
uso del ladrillo, en el siglo XIX, fue la imitación
parcial de occidente ya que el material de los tableros y el concreto no armonizaba con la tradicional
madera y arcilla. Además de esta “confusión” en el
paisaje, como la llama Kinda, señala que la industrialización y la expansión urbana han provocado
la destrucción de los espacios y la economía rural
sustentada en una larga tradición. En este sentido, Kinda, termina su libro con el señalamiento
de la concentración actual de Tokyo dentro de la
organización global de la economía y de la cultura,
y la transformación y pérdida de una tradicional
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 165
Masanori Murata
estructura diversificada en el territorio, donde los
polos gemelos de Osaka y Kyoto jugaban una presencia milenaria en el ámbito nacional.
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Masanori Murata
Posgrado de Geografía,
Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México
Presentación y Mesa Redonda:
Doreen Massey y las geometrías del poder,
Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y
Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad de México, 2, 3 y 4 de marzo 2010
La presencia de Doreen Massey en México constituye todo un acontecimiento académico que es
preciso documentar. Fue invitada por la UAMAzcapotzalco y la UNAM para exponer por primera
vez en México su propuesta teórica sobre las geometrías del poder. Sus actividades se desarrollaron en
tres sesiones: en la primera expuso los fundamentos
teóricos y políticos sobre la dimensión del espacio
en el momento contemporáneo; en la segunda
aplicó estos conceptos en la política desarrollada en
los últimos años en Venezuela, y en la última sesión
se dio una interacción entre la autora con las contrapartes mexicanas, para aplicar estos conceptos a
la realidad mexicana. Se abrirá esta aportación con
una breve semblanza de la autora para continuar
con la reseña de sus intercambios con la academia
mexicana en su visita (Figura 1).
Conocí a Doreen Massey en 1981, cuando llegó
a la Universidad de Aberdeen en Escocia a impartir
una conferencia para la Maestría en Planeación regional, Urbana-Rural en donde estaba inscrita. Me
impactó la discusión que hacía sobre el espacio y su
trabajo sobre el problema de la tierra, la propiedad
y la renta dentro del capitalismo plasmada en su libro Capital and Land escrito con Catalano (1978).
Como resultado de este encuentro, me invitó a un
curso que daba en Londres y donde continuamos
con la reflexión en el primer trimestre de 1982.
Desde entonces su producción editorial ha sido
amplia ya que escribe textos importantes para el
debate regional entre los cuales se cuentan Anatomy
of the job lost junto con Meegan en 1982; Spatial
Divisions of Labour (1984, 1995) y Rethinking
the Region con John Allen y Allan Cochrane en
1998. En 1989, tras algunas visitas personales que
hace a México, Doreen Massey es invitada por la
UAM-Xochimilco a un Seminario titulado Nuevas
tendencias en el análisis regional, en el cual presenta
la ponencia titulada “Las regiones y la Geografía”
(1991), donde mostraba ya su postura frente a los
cambios que se estaban dando ante una globalización incipiente que modificaron posteriormente,
junto con la posmodernidad, las discusiones sobre
la importancia del espacio y la política al interior
de las ciencias sociales.
Nos volvimos a encontrar en México en alguna de sus visitas, pero pasaron muchos años para
volver a interactuar con ella académicamente. Es
en 2000 cuando, en el encuentro anual de la Royal
Geographical Society y el Instituto de Geógrafos
Británicos, coincido con ella en donde su ponencia magistral empezaba ya a exponer su propuesta
sobre las geometrías del poder, que llamaron mucho
mi atención por el dinamismo que imprimía a la
comprensión del espacio desde la geografía. Ésta
queda plasmada en su libro for space publicado en
2008, una de las contribuciones epistemológicas
más importantes para la reflexión sobre el espacio y
la región, la cual desarrolla a partir de su propuesta
sobre las geometrías del poder. De la riqueza de su
contribución académica y política es que vino a
México, esta vez, a presentarla con un español que
facilitó el acercamiento con el público y la sencillez
que no ha perdido desde los años en que la conocí.
Así, nos adentramos a preguntar: ¿cuál es su contribución fundamental sobre las geometrías del poder?
Y ¿de qué manera fue expuesto este planteamiento
en México?
En su primera conferencia, la autora argumentó
que las geometrías del poder parten de la necesidad
de hacer una reflexión profunda sobre el espacio
para enfrentar los cambios que se presentaran en
el siglo XXI, enfatizando el carácter social que éste
tiene. Para ello, la vinculación entre espacio y poder
es un instrumento indispensable que nació en ella
desde que estuvo en Nicaragua en los años ochenta
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 167
Blanca Rebeca Ramírez Velázquez
Figura 1. De izquierda a derecha: Blanca Rebeca Ramírez,
Doreen Massey, Priscilla Connolly y Patricia Ramírez Kuri,
3 de marzo 2010 (Fotografía de Felipe Moreno Galván).
y recientemente con las transformaciones que se
están dando en Venezuela, con lo que se manifiesta
el interés y amplio conocimiento que tiene de las
revoluciones latinoamericanas del siglo XX.
Esta concepción se basa en tres postulados
fundamentales: primero, la vinculación entre el
espacio y el poder; segundo, el espacio integrando
la posibilidad de múltiples trayectorias, y tercero,
el espacio como un sistema abierto en un continuo
proceso de transformación, es decir, es un proceso
en proceso. Para ella existe una diferencia entre
espacio y región, ya que el primero lo considera
como una dimensión de la existencia humana, es
decir, es una categoría más abstracta e integradora
que la última, que es considerada como el espacio
particular de nuestra identidad, por lo tanto su
concepto de región, a diferencia de lo que otras
posturas teóricas argumentan, es relacional y siempre cambiante al igual que la de espacio.
A los puntos antes mencionados agregó otros
que surgen en su exposición: primero, en las geometrías del poder, en lugar de buscar la homogeneización del espacio, las diferencias son integradas
al interior de las regiones, por lo tanto es preciso
abrirse a la existencia de disputas locales que sólo
se consensan y a veces se resuelven con la negociación. Segundo, la identidad permite analizar
la complejidad interna que existe en las regiones.
Sin embargo, en lugar de partir de una identidad
estática, admite que su construcción es relacional y
168 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
se pueden generar a partir de relaciones existentes
fuera del lugar; por lo tanto lo local es global pero
también a la inversa, lo global es local. Tercero,
en esa relación en donde se puede ir de un lugar
local a uno global, existen responsabilidades de
los agentes diversos que participan en ese vínculo
que no sólo contribuyen en la construcción de la
identidad, sino también de las consecuencias que
la interacción produce.
Basándose en la propuesta de Espinoza, la responsabilidad que se tiene en la construcción del
espacio y las regiones también es relacional, pues
es parte de la correspondencia de los agentes que
se enlazan, y no se limita a lo inmediato y lo local,
sino que se extiende y por lo tanto existe también
una responsabilidad por el pasado, en un ejercicio
que trae al presente el tiempo en el espacio. Este
tema que, en mi opinión, fue de lo más novedoso
y enriqueció algunos aspectos que antes ya había
expuesto; con él, invitó al público a abrir la mente
a la concepción que integra la configuración de
espacios, en donde la responsabilidad es crucial
para entender las direcciones, las co-presencias y
las simultaneidades, entendidas como la integración de la multiplicidad de trayectorias en espacios
determinados. Para comprender el dinamismo
del espacio y de la región, la dimensión política
juega un papel crucial, resaltando la política de las
relaciones y no de las identidades reconstruidas y
pre-definidas.
Al final de la exposición surgieron algunas inquietudes entre las cuales destacan las siguientes:
para poder adecuarse a su propuesta, ¿existe la necesidad de replantear la teoría social? La respuesta fue
afirmativa ya que parte de asumir una vinculación
estrecha entre la sociedad con el espacio, pero no
como una totalidad estática que impide pensar la
vinculación entre identidad y relación de manera
cambiante y diferenciada. La segunda, refiere a las
escalas a pesar de que no habla explícitamente de
ellas, y más que identificarlas como jerarquías y
niveles de entidades sociales, como el Estado, por
ejemplo, las asume como cauces en donde la una
está adscrita a la otra. Una tercera inquietud refirió
a ¿cómo asumir y aceptar el conflicto?, a lo que
respondió sobre la necesidad de negociar no para
adoptar acuerdos absolutos, sino para establecer
Doreen Massey y las geometrías del poder
una hegemonía, que fuera diferente de la dominante, y que impusiera el sentido común. Este punto se
cuestionó sobre la base de que en nuestra realidad
no se puede hablar de un bien común que no existe.
El Estado es un representante del interés común
y el conflicto se resuelve con la gestión y pasa necesariamente por el Estado para implementarlo.
Se agregaron otras que van desde ¿cómo se construye la identidad en la relación cuando se tiene un
conflicto en contra? Lo que generó la afirmación
sobre la necesidad de ser flexibles en el uso de la
categoría de identidad, misma que en su opinión,
y en la de Laclau, refiere siempre a identidades
políticas, y si aceptamos que existe una responsabilidad sobre el pasado ¿existe también alguna
sobre el futuro? Por último, se cuestionó el uso de
la categoría espacio cuando en América Latina se
cuenta ya con una larga tradición en el uso de la de
territorio, entendida como el objeto de apropiación
de recursos que se tienen en éste; a lo cual respondió
que ella la usa en una connotación más general y
que en la literatura anglosajona, el uso del territorio no tiene el mismo sentido que en castellano.
A la propuesta teórica, que es amplia y bastante compleja, surgió la inquietud sobre la manera
cómo estos fundamentos se aplican en la realidad
contemporánea, para lo cual el caso de Venezuela
le permitió dar una apreciación más clara sobre su
propuesta. Entre los cinco motores que la revolución bolivariana ha escogido para su transitar al
siglo XXI, la política de Venezuela ha seleccionado
las geometrías del poder para establecer el vínculo
entre el espacio y el poder, tanto económico como social, a partir de la inclusión de una multiplicidad de voces, en una democracia caracterizada
como protagónica, comunal, popular y constituyente. El poder constituyente se transforma
en constituido en un Estado elegido que genera
sistemas de representación de carácter local.
Las clases populares, quienes son las que amenazan al sistema prevaleciente, tienen la particularidad
de que son más importantes que el interés económico o aun que la crisis petrolera, y son las voces que se
manifiestan a través de los consejos comunales que
se constituyen como la base geográfica del poder en
lo local. Formados por unidades territoriales cuya
extensión abarca las familias que habitan 400 casas
tanto de barrios marginados como en otros que no
lo son, se organizan en lo local a nivel nacional.
El papel más importante de los consejos es la autogestión de los recursos provenientes del Estado,
obtenidos por el petróleo fundamentalmente, que
no se constituyen como un instrumento de desarrollo local, sino que incursionan en la posibilidad
de conformar a los ciudadanos en nuevas maneras
de ser sujetos democráticos.
Con esta novedosa organización, se instaura una
posible forma alterna de democracia revolucionaria,
en un ensayo por cambiar la democracia directa
participativa en una nueva, que a su vez es otra,
que presenta aspectos positivos y negativos que es
preciso evidenciar.
Entre los positivos, subrayó los siguientes: con la
existencia de las comunas socialistas se instala en el
territorio la igualdad del lugar a partir de una nueva
definición que es formal, pero también simbólica,
ya que se establece para todos los habitantes del
país y se pueden identificar con ella de manera
diferente. Da importancia a los barrios pobres ya
que les proporciona elementos que les permiten
tener sentido del poder que se manifiesta dentro
y fuera de los consejos municipales, pero también
de arriba abajo, es decir, desde la alta jerarquía del
Estado hacia lo local: es un poder político de hacer y no sólo de poder hablar. La instauración del
poder colectivo no tiene un carácter individualista
como el que proporciona el voto, sino que integra
a los venezolanos a través del concepto de poder en
los consejos y de las formas que éste proporciona.
Con lo anterior, se presenta un cambio cultural, en
toda la extensión de la palabra, ya que parte de reinventar la identidad de los sujetos con su entorno
local y político, y de la forma como se reconocen
los derechos organizados todos desde las comunas.
Por último, enfatizó que este experimento tiene
como base el lugar-local a partir de romper con el
encierro de lo local, en donde participan territorios
públicos y privados en una experiencia más democrática e igualitaria.
Entre los negativos, identificó siete dificultades
teóricas que en ocasiones generan tensiones en
la instauración de los consejos comunales. Esta
manera de vincular dificultad con tensión para
hablar de los problemas es bastante innovadora
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 169
Blanca Rebeca Ramírez Velázquez
y sugerente pues, a partir de ellas, se integra una
buena parte del debate teórico existente en relación
con la construcción social del espacio en la práctica.
La primera refiere a la dificultad de participación
popular en el ejercicio de la democracia ya que ésta
implica un nivel de compromiso alto que requiere
de interés, tiempo y participación entre otras cosas, que no siempre están dispuestos los agentes a
proporcionar. Señala que el éxito dependerá de la
gente y de las prácticas locales que logren imponer, ya que los consejos comunales están fuera del
control del Estado. En ese sentido, se habla de una
democracia desde la base no controlada desde arriba
por el aparato institucional.
Una segunda tensión se genera cuando los consejos tratan con el poder político, ya que se establecen en un nivel muy desigual tanto en la formación
de los sujetos, los recursos con que cuentan y la
capacidad que tienen para cambiar la diferencia.
Si bien hay un motor de construcción de la sociedad más igualitaria y democrática, el desarrollo
genera procesos lentos que pueden evidenciarse
poco. Existe también una tercera tensión entre
los supuestos que rigen a los consejos comunales
y la realidad en la cual se desarrollan. La literatura
oficial que los define tiene ambigüedades ya que
supone siempre que al nivel de base en el que se
desarrollan, es decir el lugar, hay cohesión de la
gente, lo que no siempre es cierto. Es por eso que
se percibe un romanticismo en la connotación de
lugar ya que no tiene fronteras pero parecería que
tampoco fracasos y lo que en realidad se percibe es
que si hay diferencias y conflictos, y que el consenso
difícilmente se alcanza. No existe un desarrollo de
lo común y es un problema que no se reconoce,
por lo que la autora sostiene que la negociación
de la diferencia y de los conflictos puede ser otra
forma de aprendizaje político, pero que sin duda
es bastante peligroso.
La cuarta dificultad se centra en el problema
de la autogestión, ya que no hay claridad de su
vinculación con la política nacional, de su deslinde
de los Estados Unidos, ni de cómo la obtención o
manejo de los recursos petroleros la posibilita. Se
percibe entonces una concepción que no tiene clara
la articulación entre el poder, el desarrollo local y
otros agentes, instancias o niveles territoriales más
170 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
altos. En este aspecto hay un reduccionismo hacia
lo local como si éste careciera de vinculación con
otros niveles. La quinta tensión reconoce que los
consejos comunales son una estructura que fomenta
un nuevo sujeto político; sin embargo, al registrarse
para tener una estructura oficial, quedan atados al
Estado, perdiéndose con ello cierta autonomía del
poder político. Si reciben recursos para la autogestión deben de tener una estructura relacionada con
él, con lo cual se dificulta el cambio a pesar de que
existe la tentativa de generar algo nuevo.
Por último, la autora enfatizó la existencia de
dificultades por la falta de definición clara de lo que
son los consejos comunales, su vinculación con la
política del partido oficial y la autogestión. Esta
es una tensión entre lo local y los vínculos con el
centro, ya que existe una geometría centralizada y
populista en la figura del presidente Hugo Chávez.
Al mismo tiempo, argumenta que hay poca definición en estos conceptos ya que él es un significante
vacío pero que al mismo tiempo es un aglutinador
de las heterogeneidades locales.
Dos aspectos me impactaron de esta sesión:
por un lado, fue su crítica del sistema venezolano a pesar de la utilización de su metodología
para implementar la política en el lugar y, por el
otro, la manera en que concluye esta parte de su
diálogo con México. Y dice: pero como dije en la
primera charla, la geometría del poder concibe al
espacio en proceso, siempre cambiante y siempre
en construcción, por lo tanto, de lo antes expuesto, que constituye un mapa estático de lo que la
realidad bolivariana es en este momento, hay que
transformarlo en un proceso, una geometría que
tenga movimiento y múltiples temporalidades y
dislocaciones. De esta manera, y abriéndose al
futuro, es que el movimiento aparece en un mapa
que estamos acostumbrados a dejar en el presente
en el mejor de los casos, pero ese presente ya pasó
y por lo tanto se ha quedado en el pasado.
La última sesión se organizó de manera diferente en el Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM. Se seleccionaron algunos proyectos de investigación que tuvieran un referente territorial
importante y se analizaron a partir de las geometrías
del poder como referente para pensar el espacio para
el cambio político en el siglo XXI. Se incluyeron
Doreen Massey y las geometrías del poder
comentarios sobre el proyecto de los pueblos que
circundan a la ciudad de México y que se integran
sin más a la vida urbana teniendo identidades
rurales pero también urbanas; el de la creciente
movilidad laboral en el centro del país que adopta
características diversas de la que se presentan a
nivel metropolitano; la dificultad de integrar la
participación ciudadana en el Valle de México de
cara a la muerte del Movimiento Urbano Popular
desde hace algunos años. Por último, se expuso un
tema crucial para el desarrollo de la investigación
en América Latina denominado “las teorías que
viajan”, afirmándose que si éstas son resultado de la
investigación que explica los lugares, tienen valores
y posiciones políticas que difícilmente evidenciamos y, por el contrario, las usamos como retórica
académica que no favorece la desmistificación
de ideas comunes y copia conceptos que tienen
significados diferentes en cada lugar en donde se
desarrollan. Cada uno puede conformarse en uno
o varios temas independientes, sin embargo, el día
había concluido, y el final del seminario nos había
alcanzado, dejándonos con una gran esperanza para
desarrollar la reflexión en el futuro.
En realidad, lo que Doreen nos trajo en estos
tres días fue una pequeña parte de lo amplio y complejo que es su trabajo sobre el conocimiento del
espacio y la región. La verdad es que cada vez que
he tenido la oportunidad de interactuar con ella,
su dinamismo, que no se limita al trabajo con el
espacio sino que incluye también la esperanza de
vislumbrar un futuro diferente y co-construido en
simultaneidad de intereses e imaginarios, invita a
generar visiones que parten desde la transformación
de la vida cotidiana y desde la identidad que cada
uno tengamos de nuestra propia existencia, hasta la
manera como nos vinculamos o identificamos con
el exterior, lo global o con otras dimensiones. Esto
sin duda, me ha permitido redefinir constantemente mi identidad como geógrafa ya que, a pesar de ser
planificadora regional y urbanista, al final gracias
a posturas como las que ella ha desarrollado, ésta
regresa a mi origen en donde todo está en movimiento y puede ir a otras actividades; es parte de
un proceso que está en continua transformación,
pero al final vuelve a los orígenes que fueron los
que me formaron en la geografía.
Agradecimientos
Agradezco los comentarios que al original del texto
me dieron Priscilla Connolly y Héctor Mendoza
Vargas, los cuales permitieron concluir con la versión que aquí se presenta cuya responsabilidad es
exclusivamente mía.
REFERENCIAS
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Landownership by capital in Great Britain, Bath,
Eduard Arnold.
Massey, D. and R. Meegan (1982), The anatomy of job
loss: the how why and where of employment decline,
Mathuen, London.
Massey, D., J. Allen and A. Cochrane (1998), Rethinking
the Region, Routledge, London.
Massey, D. (1984), Spatial divisions of labour: social
structures and the Geography of production, Mcmillan,
Basingtoke.
Massey, D. (1991), “Las regiones y la Geografía”, en
Ramírez Velázquez, B. R. (comp.), Nuevas tendencias
en el análisis regional, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, pp. 23-31.
Massey, D. (1994), Space, place and gender, The University of Minessota Press, Minneapolis.
Massey, D. (2008), for space, SAGE, London.
Blanca Rebeca Ramírez Velázquez
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 171
Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo,
Programa de Pós-Graduação em Geografia,
Universidade do Estado do Rio de Janeiro,
Rio de Janeiro, 26 de março de 2010
A Mesa Redonda Geografia e História: visões sobre
o Brasil no Mundo foi organizada pelo Programa
de Pós-Graduação em Geografia da Universidade do Estado do Rio de Janeiro (PPGEO-Uerj) e
apoiada pelo Instituto de Geografia da Uerj e pelo
GeoBrasil, Grupo de Pesquisa CNPq Geografia
Brasileira: História e Política, em 26 de março de
2010.1 Compondo esta Mesa estavam os professores doutores Francisco Roque de Oliveira, da
Universidade de Lisboa, que proferiu a palestra
intitulada Jaime Cortesão no Itamaraty: os Cursos de
História da Cartografia e da Formação Territorial do
Brasil de 1944-1950; Cristina Pessanha Mary, da
Universidade Federal do Fluminense, que discursou sobre O Brasil para a Sociedade de Geografia de
Lisboa em fins do XIX; e Aniello Angelo Avella da
Universidade de Roma Tor Vergata, que proferiu
a palestra denominada Brasil e Itália: Momentos e
figuras de uma nova geografia cultural. Este evento
foi coordenado pela professora Mônica Sampaio
Machado, também pesquisadora do GeoBrasil,
coordenadora do Programa de Pós-Graduação em
Geografia da Uerj. A idéia original desta Mesa
era, antes de tudo, estabelecer uma reflexão sobre
o Brasil dando particular acento à interpretação
histórico-geográfica do Brasil no mundo. Assim,
buscou-se oferecer à comunidade acadêmica interpretações do Brasil no Mundo realizadas por
três pesquisadores, dois geógrafos, um português e
uma brasileira, e um sociólogo italiano. O interesse
internacional pelo Brasil não é novidade, mas paCris Philo (1996), no artigo História, Geografia e o mistério ainda maior da Geografia histórica, apresenta uma nova
abordagem para estudos em Geografia e História. Defende
a opção da História Geográfica em substituição à Geografia
Histórica e destaca a importância da sensibilidade geográfica
nas investigações. A organização desse Evento tem como eixo
a sensibilidade geográfica nos estudos da história.
1
172 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
rece ter havido um aquecimento, uma nova onda,
muito associada à expressão alcançada pelo país no
cenário político, econômico e científico mundial
na última década.
O auditório do Evento com capacidade para 70
pessoas estava todo ocupado. Vale mencionar a presença do diretor do Instituto de Geografia da Uerj,
Gláucio Marafon, que reforçou a importância da
aproximação entre a graduação e a pós-graduação,
assim como do diálogo entre pesquisadores brasileiros e estrangeiros no Programa de Pós-Graduação
em Geografia, e dos professores de Geografia da
Uerj, Susana Mara Miranda Pacheco, Hindenburgo
Francisco Pires, Aureanice de Melo Correia e André
Novaes. Cabe ainda destaque, a presença do diretor
do Instituto Italiano de Cultura do Rio de Janeiro
e adido cultural, Rubens Piovano, que gentilmente
proferiu algumas palavras sobre a importância da
aproximação cultural Brasil-Itália e a centralidade
da Geografia nesse contexto, principalmente frente
à comemoração do ano da Itália no Brasil, prevista
para 2011, a primeira vez na história dos dois países
que esta parceria acontece.
Após a abertura da Mesa, o geógrafo português
Francisco Roque de Oliveira iniciou sua palestra
defendendo a existência do que denominou de
“terceira missão”, mais informal, que se fala menos,
a missão portuguesa no Brasil no século XX. Uma
espécie de diáspora informal fruto da instauração da
ditadura em Portugal que acabou levando ao exílio
vários intelelectuais, muito diversa da formalidade
e institucionalidade das missões francesas no Brasil,
tanto a artística do século XIX quanto à universitária
do século XX. Assim, Oliveira sustenta que houve
uma atuação portuguesa no país no século XX, mas
esta se processou informalmente, e não resultou de
acordos estabelecidos entre as nações, como a foi à
atuação francesa na formação da Geografia univer-
Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo
sitária em meados da década de 1930, conforme
descrito por Mônica Machado (2009). Nesse sentido, essa missão foi caracterizada pela ação de indivíduos em lugares estratégicos de elaboração das
políticas nacionais e internacionais, como é o caso
do intelectual português Jaime Cortesão no Itamaraty, Ministério das Relações Exteriores do Brasil.
A exposição de Oliveira foi desenvolvida em três
partes. A primeira apresentou o percurso de Jaime
Cortesão, sua biografia e proximidade com o Brasil.
A segunda, suas principais obras e temas brasileiros estudados. A última, os cursos lecionados no
Itamaraty, entre 1944-1950.2
Conforme Oliveira, Jaime Cortesão (Coimbra,
1884 – Lisboa, 1969) ingressou em vários cursos,
como Grego, Direito, Belas Artes e Medicina, entre
1884 e 1910. Entretanto, concluiu apenas o de
medicina, embora nunca tenha exercido a profissão.
Freqüentou todas as universidades de Portugal,
Coimbra, Porto e Lisboa. Em 1910 foi preso
por participar do movimento estudantil contra a
Monarquia e em seguida foi liberto pelo regime
republicano. Como intelectual, destacou-se entre
1910 e 1927 e atuou como professor, publicista e
político, entre 1910 e 1919. Participou da Primeira
Guerra Mundial como voluntário, tendo sido um
dos principais defensores da entrada de Portugal na
Guerra, entendida por Cortesão como estratégica
para a recuperação dos territórios em África. Dirigiiu a Biblioteca Nacional de Lisboa, entre 1919 e
1927, um espaço institucional muito importante,
a partir do qual se aproximou do Brasil. Como
intelectual e diretor da Biblioteca Nacional de
Lisboa, Cortesão veio pela primeira vez ao país,
ao Rio de Janeiro, em 1922, na comemoração do
Centenário da Independência. Em 1926, com o fim
da República portuguesa e instauração da ditadura, que permaneceu até 1974, Jaime Cortesão foi
obrigado a deixar Portugal e se exilou na Espanha e
A dedicação de Oliveira ao estudo da cartografia pode ser
averiguada pela sua produção intelectual e pelos seus temas
de investigação. Sugere-se consulta à página da Universidade
de Lisboa, http://www.ceg.ul.pt/investigadores.asp?id=80
e ao artigo: “II Simposio Iberoamericano de Historia de la
Cartografia. La cartografía y el conocimiento del territorio
en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de
abril de 2008” (Oliveira, 2008).
2
na França até 1940. Impedido de ficar em Portugal
pelo Governo Salazar, Cortesão encontrou refúgio
no Rio de Janeiro, ficando aqui até 1957, quando
retornou a Portugual, sendo preso pela ditadura,
morrendo três anos mais tarde, em 1960.
Jaime Cortesão, segundo Oliveira, foi uma das
figuras mais importantes da cultura portuguesa
no início do século XX. Esteve exilado no Brasil,
especificamente no Rio de Janeiro, então capital
da Republica, durante 17 anos, construindo aqui
a parte mais importante de sua obra histórica e
geográfica. Cortesão lecionou no Rio de Janeiro
cursos sobre história da cartografia e a formação
territorial do Brasil, na então escola de diplomacia
brasileira, depois denominada Instituto Rio Branco3, entre os anos 1944 e 1950. Oliveira descobre
através da pesquisa documental centrada no espólio
de Jaime Cortesão guardado na Biblioteca Nacional de Portugal, em Lisboa, que Cortesão havia
lecionado quatro cursos de Historia da Cartografia
completamente diferentes. Estes cursos originaram
quatro obras principais que Cortesão escreveu no
Brasil: Alexandre de Gusmão e o Tratado de Madrid
(9 vols. Rio de Janeiro, 1952-1961); Raposo Tavares
e a Formação Territorial do Brasil (Rio de Janeiro,
1958); Introdução à História das Bandeiras (2 vols.,
Lisboa, 1964); e, História do Brasil nos velhos mapas
(Rio de Janeiro, 2 vols., 1957-1971).4 Guardando
suas singularidades e contribuições, essas obras
foram fundamentais para compreender a marcação
dos limites e extensão do território brasileiro. A
obra História do Brasil nos velhos mapas, primeira
e última a ser editada no Brasil, sintetisa as aulas
iniciais que lecionou no Rio e apresenta um estudo sobre a cartografia antiga do Brasil. Conforme
Oliveira, Cortesão criou e lecionou o primeiro
O Instituto Rio Branco é responsável pela seleção e treinamento dos diplomatas brasileiros. Pertencendo ao Ministério
das Relações Exteriores, o Instituto foi fundado em 1945
e sua denominação é uma homenagem ao Barão do Rio
Branco, responsável pela consolidação das atuais fronteiras
do país, no período em que esteve à frente do Ministério
das Relações Exteriores entre 1902-1912, e por importante
modernização das ações da Chancelaria Brasileira.
4
A contribuição intelectual de Jaime Cortesão não se resume
apenas as quatro obras mencionadas. Francisco de Oliveira lista e apresenta a ampla produção intelectual do autor estudado.
3
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 173
Mônica Sampaio Machado
curso de história da cartografia no país. Na realidade, segundo Oliveira, este foi o primeiro curso
da história da cartografia dado em qualquer parte
do mundo, fruto da percepção de Cortesão sobre
a importância da sistematização do conhecimento
cartográfico, principalmente por necessidades
geopolíticas. Assim, não é demais destacar que o
primeiro curso da história da cartografia sistemática
foi dada aqui, no Rio de Janeiro.
Oliveira apresentou também a importância
dos trabalhos de Jaime Cortesão para o conhecimento do pensamento geográfico que sustentou a
cartografia antiga. Nesse sentido, a contriuição de
Cortesão à geoploítica brasileira foi especial e se
efetivou, essencialmente, no Instituto Rio Branco. A parte mais significativa da obra de Cortesão
foi elaborada com base nos cursos desenvolvidos
no Ministério das Relações Exteriores e representou a defesa de uma teoria sobre a formação das
fronteiras nacionais. Segundo essa interpretação,
a cartografia portuguesa sobre o Brasil refletiu e
difundiu a lenda de uma entidade territorial segregada, envolvida pela exuberância e características
naturais próprias, que definiam e legitimavam sua
configuração e extensão territorial. O sentido da
obra de Cortesão sobre a investigação cartográfica
realizada por Portugal da então Colônia, edificou
uma plataforma de legitimação nacional para
o Brasil, que em meados do século XX, quando
Cortesão esteve por aqui, voltava com força no
cenário político do país, frente à necessidade de
consolidação da nação e da integração do território
nacional daquele período.5
A segunda palestra foi proferida por Cristina
Pessanha Mary, professora da Universidade Federal
do Fluminense, sobre o debate do Brasil na então
Seção da Sociedade de Geografia de Lisboa (SSGL),
implantada na cidade do Rio de Janeiro, em fins
do XIX, ainda no Brasil Imperial.6 Sua palestra foi
Para o estudo da contribuição de Jaime Cortesão à Geografia Brasileira, sugere-se a leitura de Magnoli, 1997 e
Moraes, 2000.
6
Cristina Pessanha Mary acaba de publicar o livro: Geografias
Pátrias, Portugal e Brasil, 1975/1889, fruto de sua tese de
doutorado defendida no Programa de Pós-Graduação em
História Social da UFRJ, em 2006. A palestra por ela proferida
desdobrou-se das pesquisas realizadas em seu doutoramento.
5
174 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
desenvolvida em quatro partes. Na primeira foram
apresentadas considerações sobre a criação, características e objetivos da Seção. A segunda destacou os
principais indivíduos da Sociedade e suas atuações,
como Luciano Cordeiro e Visconde de São Januário. Em seguida, foram apresentadas as iniciativas
da Seção e, por ultimo, com intuito de avaliar os
estudos dedicados ao Brasil, foram expostos os
temas que esta Sociedade então discutia.
Conforme Cristina Mary, a Seção da Sociedade
de Geografia de Lisboa no Brasil foi criada em 1878
e existiu até 1888, ano que marcou a passagem do
Império para a República brasileira. Vale lembrar
que o Rio de Janeiro naquele momento era o centro
político e econômico da nação, portanto, o debate
sobre o controle e a extensão territorial nacional
ganhava grande expressão na cidade. Importantes
instituições se destacavam na cidade carioca, dentre
elas a Sociedade de Geografia e Instituto Histórico
Geográfico Brasileiro, criado anteriormente, em
1838. Conforme menciona Mary, o interesse pela
Geografia naquele período não era incomum no
mundo ocidental. No último quartel do século
XIX, inúmeras sociedades geográficas animavam
as capitais européias e ganhavam força também
na América Latina. As principais discussões desses
institutos estavam associadas às ambições expansionistas dos Estados nacionais europeus. Esse foi
o caso da própria matriz da Seção em Portugal, a
Sociedade de Geografia de Lisboa, criada em 1875,
por um grupo de intelectuais que buscava fortalecer
o colonialismo português, principalmente a manutenção dos territórios africanos, percebidos como
garantia para um futuro de grandeza de Portugal.
Mary destacou que a conjuntura expansionista
européia de finais do século XIX, promovia em
Portugal uma vontade latente de voltar ao cenário
das conquistas territoriais. Naquele período Portugal via-se deprimido econômica e cientificamente,
abatido no plano internacional e na expansão colonial, perdendo territórios e primazia em África.
Para refazer então a “nação abatida” e deixar para
trás o sentimento de decadência e declínio, Portugal
procurava resgatar seu papel pioneiro na ciência e
na política internacional e trazia como emblema o
Brasil, a “Colônia que deu certo”. Portugal passou,
então, a construir o projeto de recuperação dos te-
Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo
rritórios africanos a partir do discurso e do exemplo
brasileiro, fortalecendo a idéia de construção de “um
novo Brasil na África”. A Seção da Sociedade de
Geografia de Lisboa no Brasil surgiu, então, para
buscar apoio da Colônia na reconquista africana.
Com esses propósitos, um grupo de intelectuais portugueses de Lisboa elaborou e implantou
a SSGL no Brasil. Luciano Cordeiro, que havia
sido representante de Portugal na Conferência de
Berlim, foi um de seus defensores e fundadores.
Cordeiro era um estudioso em epigrafias e sua
intenção era buscar perfilhar a história africana
(sem escrita) à história portuguesa e demonstrar
o pioneirismo e presença portuguesa em África.
O primeiro presidente da SSGL, e também presidente honorário, foi Visconde de São Januário,
ou Januário Correia de Almeida, que veio para o
Brasil criar a Seção. Construiu uma carreira de
sucesso em Portugal, tanto nas fileiras militares
(pasta da Marinha e do Ultramar em 1880 e pasta
da Guerra em 1886), quanto na administração de
territórios coloniais.
Segundo Mary, no discurso proferido durante
a reunião de criação da Seção da Sociedade de
Geografia de Lisboa no Brasil, o visconde de São
Januário, em clara alusão às aflições acerca das disputas colonialistas no continente africano, afirmou
o desejo de Portugal de não ficar atrás no grande
movimento europeu para as grandes descobertas
em África. O visconde anunciou ainda a criação,
por Portugal, de um fundo africano destinado a
promover explorações naquele continente. Assim, para fomentar tais iniciativas a Sociedade de
Geografia de Lisboa resolve organizar seções nas
localidades.
Conforme procurou demonstrar Cristina Mary,
as principais iniciativas da SSGL no Brasil estiverem
voltadas para ações na África. O levantamento de
fundos, o fundo Africano, possibilitaria realizar
e patrocinar expedições científicas, cartografar
o território africano e impulsionar a cartografia
portuguesa. Na realidade tratava-se de ajudar exclusivamente à empreitada portuguesa em África.
Estações civilizadoras, estações junto aos rios,
escolas coloniais, travessias políticas, como a do
Serpa Pinto, explorador português, são algumas
iniciativas da Seção da Sociedade no Brasil. Todas
voltadas não para o Brasil, mas para levantar apoios
científico, intelectual e financeiro no país para o
fortalecimento de Portugal na corrida expansionista
em África. O Brasil, então, em finais do período
Imperial, não constava como tema de estudo e
reflexão portuguesa no que tange ao desenvolvimento do território brasileiro. A visão voltada ao
Brasil só emerge com o fim da Seção e a criação
da Sociedade de Geografia do Rio de Janeiro, que
coincide com o início do período republicano. É
nesse contexto que o sertão do Brasil passaria a ser
objeto de estudo. Setores mais nacionalistas, ainda
no Império, como a posição do Barão de Teffé,
também um dos sócios fundadores da Seção, já
defendiam estudos e ações para o Brasil. Segundo
Teffé um país que desejasse figurar ao lado das
nações mais adiantadas do globo, deveria antes
de tudo conhecer o seu próprio território. Com a
República e o rompimento diplomático com
Portugal, a idéia de um Brasil como continuidade
ibérica foi rompida e o projeto autônomo brasileiro
impulsionado.
A terceira palestra foi proferida por Aniello Angelo Avella da Universidade de Roma, atualmente
professor visitante do Programa de Pós-Graduação
em Geografia da Uerj (PPGEO-Uerj), sob a denominação Brasil e Itália: Momentos e figuras de uma
nova geografia cultural.7 Avella iniciou sua apresentação buscando demonstrar as interconexões entre
as culturas brasileira e italiana, através da atuação
de intelectuais brasileiros naquele país. Destacou
o historiador Sérgio Buarque de Holanda, que lá
esteve entre 1952 e 1954, e o poeta Murilo Mendes,
que o procedeu. Ambos lecionaram a disciplina
Cultura Brasileira, na Universidade de Roma.
Avella sustentou suas argumentações recuperando algumas idéias e iniciativas de Sérgio
Buarque de Holanda no período em que esteve na
Itália. Segundo Avella, em 1954, Sérgio Buarque
organizou uma revista, que hoje não mais existe,
dedicada totalmente ao Brasil. Reuniu nela ensaios diferenciados e, sobretudo, textos de autores
como Sérgio Milliet, Machado de Assis, Manoel
Bandeira, Cecília Meireles, Carlos Drummont de
Duas publicações de Aniello Avella merecem aqui destaque,
Avella et al., 2007; Avella, 2009.
7
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 175
Mônica Sampaio Machado
Andrade, Vinicius de Moraes e Murilo Mendes. No
prefácio, Buarque de Holanda ressaltou que entre
Brasil e Itália deveria existir uma afinidade essencial
e inelutável, que mereceria estudos para o conhecimento recíproco entre os povos, duas culturas,
tão distantes entre si no espaço, mas tão próximas
nas suas raízes comuns e seculares. Sérgio Buarque
fez ainda pesquisas nos arquivos de Roma, Veneza
e Florença e reuniu extraordinário material que o
levou a escrever não apenas o livro Visões do Paraíso,
como vários ensaios publicados posteriormente no
Brasil. Escreveu também outros textos que foram
somente editados após sua morte, por iniciativa
de Antonio Cândido, sob o título de Capítulos de
Literatura Colonial. Candido destacou no prefácio
desse livro, publicado em 1991, a importância dada
por Sérgio Buarque para a realização de estudos
sobre a influência multiforme das letras italianas no
Brasil. Esses estudos eram considerados por Sérgio
Buarque de Holanda, ainda muito incipientes e mal
estudados. Segundo Avella, hoje, após vinte anos
da publicação desse livro, a situação continuava a
mesma. As influências da literatura e da cultura
italianas no Brasil ainda precisam ser levantadas e
melhor analisadas.
Acompanhando a sugestão de Sérgio Buarque,
Avella procurou delinear traços marcantes de uma
possível geografia cultural das relações entre Brasil
e Itália, desde o período colonial. Defendendo
a existência de relações intensas entre ambos os
países, Avella passou, então, a exemplificá-las
através de nomes e atuações italianas no Brasil,
como: Américo Vespúcio, em 1502, um dos primeiros europeus a descrever o Brasil e apresentar
suas enormes potencialidades; Filippo Adorno,
em São Vicente, então capitania de São Paulo, e
Florentino Filippo Cavalvanti, em Pernambuco,
nomes associados ao desenvolvimento da produção
de cana agregada à importação do escravo. Com
relação aos Cavalcantis, Avella mencionou que, no
século XIX, continuavam como grandes plantadores e representantes da indústria do açúcar e, na
atualidade, ainda uma das famílias mais antigas e
importantes do Brasil.
Avella deu continuidade a sua palestra buscando
sustentar a triangulação entre italianos, portugueses
e brasileiros, seus afastamentos e aproximações, e
176 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
a essencialidade do pensamento, da cultura e da
atuação italiana, não apenas no Brasil, mas dentre
os portugueses. Destacou como exemplo as ordens
religiosas, e, especificamente, a Companhia Jesus,
que possibilitou a formação de uma consciência
local para uma maior receptividade entre os indígenas de certos valores universais, ou seja, católicos.
Valores, que ressaltou, não serem apenas ibéricos
ou portugueses. Apresentou exemplos de jesuítas
italianos que estiveram no Brasil e escreveram sobre
o país, como Giovanni Antonio Andreoni, Antonil,
e seu livro Cultura e Opulência do Brasil por suas
Drogas e Minas, publicado em 1711.
No século XIX, principalmente após a Independência brasileira, segundo Avella houve um aumento do número de italianos originários da Toscana no
Rio de Janeiro, núcleo que foi sendo consolidado
após o casamento de Teresa Cristina de Bourbon,
irmã do então rei de Nápoles, Fernando II, com
D Pedro II. Recorrendo novamente a Antonio
Candido, Avella assinalou que o segundo reinado
foi o período decisivo na construção do sistema de
relações sociais e culturais entre Brasil e Itália.
Nesse sentido, Avella enxerga em Teresa Cristina
outro exemplo de conexão entre Brasil e Itália. Os
poucos estudos historiográficos realizados, tanto
aqui quanto na Itália, sobre Teresa Cristina tem a
reduzido a uma sombra de D. Pedro II, uma figura
apagada, submissa, sem maiores encantos físicos,
uma imperatriz silenciosa. Conforme Avella essa
interpretação é uma forma de cegueira, que pode
ser desvelada pela consulta das cartas e outros
documentos da imperatriz guardados no Museu
Imperial, em Petrópolis, Rio de Janeiro. Os documentos levantados por Avella indicam uma figura
totalmente diversa, uma mulher muito culta e
com amplo conhecimento em música, literatura
e política. Sua dedicação à arqueologia tornou-a
conhecida entre os arqueólogos italianos. Teresa
Cristina patrocinou escavações na Itália e acabou
estabelecendo um intercambio entre Brasil e Itália,
trazendo para cá, objetos arqueológicos e enviando
para lá, objetos de arte indígenas. Hoje existe o
Museu Etnográfico na Itália, um dos maiores da
Europa, com uma coleção brasileira vigorosa.
Com a presença e da atuação da Imperatriz no
Brasil, numerosas influências italianas deixaram de
Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo
ser episódicas e se tornaram sistêmicas. Italianos
do Sul chegaram ao país e tornaram-se empresários, trabalhadores da citricultura, do carvão, da
indústria, de serviços, em bancas de jornal, dentre
outros. A influência italiana se projetou, assim,
em todas as camadas sociais, diferentemente da
influência francesa. Conforme já ressaltava Antonio Candido e Sérgio Buarque de Holanda,
os estudos desenvolvidos sempre tenderam a dar
maior relevo à cultura francesa em detrimento
de outras. Embora ela não deva ser esquecida, a
cultura francesa deve ser colocada em um plano
mais discreto. Assim, Avella finalizou sua apresentação defendendo a necessidade de construção de
uma renovada geografia das relações entre Brasil,
Itália e Portugal, uma triangulação que não pode
ser evitada de forma alguma, sobretudo, frente às
características da cultura brasileira, que fundou
suas raízes a partir das relações e do cruzamento
de várias culturas.
O evento foi encerrado pela coordenação da
Mesa que apresentou considerações finais. Após o
agradecimento aos palestrantes, foram ressaltadas
a qualidade dos trabalhos e a relevância da temática discutida, não apenas por colocarem em foco
estudos a partir da relação histórico-geográfica,
buscando abordagens renovadoras, mas sobretudo,
pela possibilidade de construção de uma reflexão
“brasileira” de natureza política e democrática sobre
o Brasil da atualidade no Mundo. Nesse sentido,
as palestras trouxeram exemplos de visões do Brasil
no plano mundial, e constituem, assim, objetos de
estudos para a elaboração de uma interpretação do
Brasil mais “indígena”, mais endógena, ou seja,
uma interpretação partir de marcos e contribuições
menos orientadas pela história e geografia européia.
Para tanto, a continuidade do Evento é fundamental, uma vez que fomentaria a participação
de intelectuais de origens diversas, interessados
no Brasil, e chamaria a atenção dos pesquisadores da Geografia brasileira para a necessidade de
construção de interpretações contemporâneas da
cultura e ciência brasileiras.
Na realidade, como já mencionou Milton
Santos (2000 e 2001), a entrada do século XXI
marcaria uma nova época para o Brasil, lhe exigindo repostas e posicionamentos originais. Um
Brasil que foi sendo composto por uma sinfonia
de influências culturais, talvez esta seja uma das
suas principais singularidades, se comparado aos
países latino-americanos. Para cá vieram não apenas franceses, que foram formalmente convidados
pelo Governo brasileiro, italianos e portugueses,
como também alemães, eslavos, turcos, árabes,
espanhóis e japoneses. Caberia agora ao Brasil,
“um país tropical abençoado por Deus e bonito por
natureza”, orquestrar essa sinfonia de influências
e fazer sua música.8
Para encerrar vale salientar que em comum
às palestras está a centralidade do Rio de Janeiro.
Todas as apresentações reafirmaram a importância
do Rio não apenas pelas dádivas geográficas e pela
cristalização histórico-cultural que a cidade desfruta, resultado de sua longa condição de capitalidade,
mas sobretudo, por estarem aqui os arquivos nacionais, sede da memória do Brasil e registros do
país no mundo e do mundo no pais.
Referências
Avella, A. A. (2009), El arquitecto de dos mundos. Lina
Bo Bardi, una italiana constructora de Brasil, Taller de
Letras, Santiago, v. 44, pp. 79-85.
Avella, A. A., C. S. Weyrauch et M. A. R. Fontes (orgs.;
2007), Travessias Brasil-Itália, EDUER J, Rio de
Janeiro.
Geiger, P. (2003), As formas do espaço brasileiro, Jorge
Zahar Editor, Rio de Janeiro.
Machado, M. S. (2009), A construção da Geografia Universitária no Rio de Janeiro, Apicuri, Rio de Janeiro.
Magnoli, D. (1997), O corpo da Pátria: imaginação
geográfica e política externa no Brasil (1808-1912),
Editora Moderna, Unesp, São Paulo.
Mary, C. P. (2010), Geografias Pátrias, Portugal e Brasil,
1975/1889, Editora da Universidade Federal Fluminense, Rio de Janeiro.
Moraes, A. C. R. (2000), Bases da formação territorial do
Brasil: o território colonial brasileiro no “longo” século
XVI, Hucitec, São Paulo.
Sugere-se a leitura da obra, As formas do espaço brasileiro, de
Pedro Geiger (2003), uma interpretação original e contemporânea do Brasil. As características geográficas do país são
associadas às realidades culturais, políticas e econômicas da
nação, como a tropicalidade e a exuberância da natureza.
8
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 177
Mônica Sampaio Machado
Oliveira, F. Roque de (2008), “II Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía. La cartografía y el
conocimiento del territorio en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de abril de 2008”, en
Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 66, Instituto
de Geografía, UNAM, México, pp. 167-171.
Philo, Ch. (1996), “História, Geografia e o “mistério
ainda maior” da Geografia histórica. Geografia Humana: sociedade, espaço e ciência social”, en Gregory,
D., R. Martin, G. Smith y J. Zahar (eds.), Rio de
Janeiro, pp. 269-298.
178 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
Santos, M. (2000), Território e sociedade: entrevista com
Milton Santos (entrevistadores, Odette Seabra, Mônica de Carvalho, José Corrêa Leite), Editora Fundação
Perseu Abramo, São Paulo.
Santos, M. (2001), O Brasil: território e sociedade no início
do século XXI, Editora Record, São Paulo.
Mônica Sampaio Machado
Universidade do Estado do Rio de Janeiro e
Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro
[III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa]
III Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografia: mundos ocultos dentro de un mapa
São Paulo, 24-30 de abril de 2010
Entre os dias 24 e 30 de abril ocorreu o III Simpósio Iberoamericano de História da Cartografia na
Universidade de São Paulo (USP). Ao contrário do
que freqüentemente ocorre em eventos científicos,
ou da geografia, esse evento mobilizou uma série
de departamentos e faculdades para acontecer.
Além do departamento de História e Geografia
(sede física dos espaços utilizados pelo evento),
o Simpósio acabou por mobilizar a Faculdade de
Arquitetura e Urbanismo (FAU) e o Museu Paulista
(MP), ambos ligados à USP. Já temos aí o indício
da tônica interdisciplinar que o evento desdobrou
em toda sua extensão.
Apesar desse evento ter a denominação de Iberoamericano, sua terceira versão reuniu professores
norte-americanos, de instituições ligadas à França
e naturalmente dos países da península ibérica e
da América latina como um todo. As sessões de
trabalho se dividiram em mesas redondas, que geralmente envolviam três participantes, conferências
com apenas um trabalho de exposição mais longa
e as comunicações livres para aqueles que inscreveram suas pesquisas. O encontro foi completamente
gratuito para a participação e os trabalhos foram
disponibilizados na internet para que houvesse
a possibilidade de leitura antes do evento. Entre
todas as sessões tivemos um total da participação
de 65 (62.5%) homens e 39 (37.5%) mulheres, de
acordo com a programação geral. No tocante ao
público da assistência, o número de participantes
nas sessões principais de trabalho eram cerca de
60 a 90 pessoas em média. O site de divulgação
do evento –mesma página em que estão armazenados os trabalhos apresentados– obteve cerca de
4 900 visitações.1 A maioria esmagadora das visitas
–cerca de 4 000– são de brasileiros, porém as demai se distribuem entre vários países alguns fora
do mundo da cultura ibérica. Isso pode denotar
uma possibilidade de abertura para debate, com
colegas de outros países que estejam interessados
na constituição histórica do mundo Ibérico ou que
estejam interessados nas metodologias de pesquisa
sobre história da cartografia.
Ao compararmos com a realização dos eventos
anteriores (Oliveira, 2008 e Troncoso, 2006) cabe
notar que há um crescimento, tanto do número de
pesquisadores quanto das áreas do conhecimento
envolvidas no debate acerca da história da cartografia. Alguns pesquisadores como Iris Kantor, Carla
Lois e Omar Moncada2 para citar alguns, além de
auxiliar na organização do simpósio, apresentaram
seus trabalhos no evento demonstrando os avanços
de suas pesquisas, seja no caso da reflexão sobre os
mapas, seja na metodologia de seu arquivamento
ou tratamento dos documentos. Sendo assim, o
evento organizou os trabalhos recebidos de acordo
com os seguintes eixos: 1. História da cartografia
na América Latina; 2, Mapas, Expedições, Viagens
e Etnocartografia; 3. Cartografias da Independência; 4. Representação do Território e Cartografia
Urbana; 5. Acervos de Cartografia e Novas Tecnologias; e 6. Cartografia Histórica: ensino, técnicas
e difusão. Todos os trabalhos enviados pelos participantes foram encaixados nesses eixos, que ao
mesmo tempo conservam a agenda de pesquisa e
inovam ao inserir novas perspectivas e abordagens
de trabalho. Certamente, nesses eixos por um lado
nós temos uma diminuição do enfoque em epistemologia –no segundo encontro o termo aparecia
de maneira mais explícita nos eixos– e um maior
Os dados da revista se refere a uma visitação feita no dia 15 de
maio de 2010. Endereço do site: http://3siahc.wordpress.com/
2
1
Autores inclusive que tiveram suas obras comentadas nas
outras resenhas.
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 179
Breno Viotto Pedrosa
enfoque na questão política e na especificidade da
América Latina.
Para encerrar essa primeira apresentação, cabe
ressaltar que nas comunicações livres, nas conferências e nas mesas redondas, tivemos plenos e
ricos debates. Na maioria dos casos o arranjo dos
debates permitiu uma extensão do tempo de discussão sem que isso atrapalhasse ou desorganizasse
o andamento do simpósio. Dito isso, partiremos
para o debate do conteúdo do evento.
Ao falarmos de história da cartografia logo vem
à cabeça a lembrança de amplos compêndios que
misturam material etnográfico –os mapas dos povos
fora da Europa e suas técnicas diferenciadas– e os
mapas ocidentais, antes e depois do Iluminismo. O
que se tentava retratar, ao que parece, em diversos
desses grandes livros era uma espécie de evolução
do pensamento cartográfico. A história era centrada
na evolução das técnicas e mais marginalmente nas
idéias que auxiliavam na concepção dos mapas. Os
documentos eram os focos. Mas, o que se viu durante todo o simpósio foi um debate completamente diferente. Como demonstra Gomes (2004:71)
a obra de Harley se apresenta como uma ruptura
dessa perspectiva. Harley inaugura uma nova
agenda de pesquisa com novos referenciais metodológicos e com o objetivo de desconstruir os
mapas que só podem ser socialmente concebidos
e constituídos. De uma forma geral, a impressão
é que a renovação introduzida por Harley foi
fundamental, no entanto, talvez o seu esquema
de análise não seja adotado por inteiro –até suas
últimas conseqüências e em seus detalhes– por
grande parte dos pesquisadores.
Na abertura no Simpósio a exposição de Nestor Goulart Reis nos mostra o mundo escondido
atrás dos mapas. Portanto, através dos documentos cartográficos Nestor busca reconstituir toda a
rede de cidades brasileiras. A restituição não pára
somente na sua distribuição espacial tout court,
mas se encaminha para o estudo das concepções
urbanísticas, bem como a concepção geopolítica
da topologia das cidades. Em meio a esse quadro
fascinante se evidencia uma pesquisa com um
viés arqueológico que tenta explorar as atividades
econômicas arcaicas e de populações como indígenas ou escravos alforriados. A estrutura social de
180 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
alguma forma se manifesta na estrutura urbana em
suas diversas escalas.
A conferência de abertura deu a tônica da
interdisciplinaridade. O professor Nestor usou o
documento cartográfico para transitar por várias
áreas do conhecimento e para articular várias idéias
de seu objeto de pesquisa inicial.
Carla Lois se dedicou a compreender as representações acerca do desconhecido. Portanto, na
época do descobrimento como o desconhecimento
provoca a formação de representações e como estas
se relacionam com o conhecimento. O desconhecido aparece então como o verossímil e é construído
pelos homens, como continuidade do conhecido.
Sendo assim, Carla retoma todos os debates acerca
da forma e extensão dos continentes descobertos, o debate da Ilha mundo –a navegação pelo
atlântico chegaria às Índias– e sobre a verdadeira
forma da América. Se refere ao continente austral
e demonstra a dificuldade de sua descoberta. As
escrituras sobre os novos continentes e os mapas se
apresentam então como um trabalho descontínuo,
formando uma geografia imaginada e uma geografia do desconhecido. Curiosamente os cartógrafos
da época tinham uma tese sobre a simetria dos
continentes desconhecidos, e quando a Austrália
é descoberta temos uma mudança no formato da
América. Ao final da exposição e uma vez definido
o debate sobre o formato dos continentes, cabe
agora preencher com conhecimento o seu interior.
Sendo assim, o branco no mapa aparece como um
positivo plástico, ou áreas passíveis de exploração
que apresentam uma possibilidade de crescimento
colonial e econômico, ao mesmo tempo em que
revelam um silêncio acerca do topos em questão.
O sentido da ação do império é então o preenchimento dos vazios.
A exposição de Carla chamou atenção para um
fato que pensamos ser importante. Alguns geógrafos consideram a cartografia a linguagem própria da
geografia. Tendo em vista esse panorama, porque a
história da cartografia caminha de maneira distante
da história do pensamento geográfico? Certamente
a história da cartografia remete muito mais a uma
geografia histórica, no sentido que ela fornece
subsídios para a restituição de uma geografia do
passado. Por que então, não existem trabalhos so-
III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa
bre uma história da cartografia moderna, utilizada
pelos geógrafos mais contemporâneos e institucionalizados nas universidades? Talvez essa temática não abra uma agenda de pesquisa tão ampla
quando os mapas muito antigos, mas sem sombra
de dúvidas a cartografia dos geógrafos modernos
pode nos revelar uma série de fatos interessantes,
inclusive sob o ponto de vista de sua epistemologia
e sociologia. Nesse sentido, observamos a influencia
de Jacob que propõe uma história da cartografia
que privilegie a história e não somente conteúdos
estritamente geográficos. O predomínio da análise
é a dimensão diacrônica (Ibid.:72). Aparentemente
a idéia de representação é fundamental na história
da cartografia. Não somente na representação
isolada, mas a sua reverberação enquanto visão e
apreensão de mundo como demonstra Carla Lois.
O mapa, representação documental construída,
descortina um mundo a ser explorado sobre vários
aspectos e que freqüentemente é acompanhado de
uma pesquisa histórica –ou mesmo sob uma visão
antropológica. O mapa é sempre um documento
histórico datado e é uma representação de uma
realidade concreta aos olhos de uma determinada
sociedade. Obviamente o mapa é sempre uma
simplificação da realidade.
No entanto, o congresso mostrou que as
metodologias de ambas áreas possuem algumas
similitudes. Na história do pensamento geográfico,
o conhecimento muitas vezes não é visto como
representação e alguns pesquisadores preferem
ver o desenvolvimento epistemológico per se desligado dos contextos e das repercussões sociais. É
exatamente como uma história da cartografia que
observa apenas as renovações técnicas sem analisar
as transformações sociais.
A similitude das metodologias entre a história
do pensamento geográfico e história da cartografia fica clara no trabalho apresentando por Rafael
Moreira sobre os cartógrafos africanos na corte de
Dom Manuel I de Portugal. Rafael se preocupou
em delimitar todo um contexto da arte africana
e a sua relação colonial com Portugal. Após isso,
demonstrou como Pedro e Jorge Reinel, oriundos
de Serra Leoa foram levados a Portugal e educados
na arte da cartografia. Os dois africanos negros se
tornaram fundamentais na corte trabalhando como
cartógrafos e confeccionando mapas que teriam
amplas repercussões. Rafael desvela a partir desses
contextos uma corte portuguesa cosmopolita e
relativamente livre de preconceitos. Outro fato
importante é que os cartógrafos ao representarem
os lugares se utilizaram da informação técnica,
mas também se utilizaram dos relatos de viagem.
É interessante notar que o mapa feito por Reinel
compôs o Atlas Miller e apresenta cerca de 150 toponímias além de um rico conteúdo iconográfico.
Sendo assim, o mapa delimita os lugares ao mesmo
tempo em que a iconografia tenta trazer um conteúdo de síntese acerca de terras quase incógnitas.
Nesse sentido, nos parece que a representação usa
um recurso qualitativo para tentar se libertar de
uma limitação quantitativa e técnica da cartografia
do desconhecido. A iconografia demonstra como
o mapa não pode estar descolado completamente
de outros textos –ou de uma semiologia.
Em um dos episódios dessa história dos cartógrafos, Jorge Reinel chega até mesmo a trabalhar
como espião para a corte portuguesa. Em um dos
seus serviços realiza a confecção de um mapa com
localizações erradas. Denota-se aí a importância estratégica do conhecimento e a ligação íntima entre
cartografia e geopolítica. Portanto, além da história
da cartografia se remeter a uma geografia histórica,
ela também na grande maioria dos casos se refere a
uma geopolítica histórica que tem repercussões na
ocupação e colonização dos territórios.
É exatamente isso que se evidência no trabalho
apresentado por Omar Moncada. Seu objeto de
estudo são os engenheiros cartógrafos do exército
espanhol. Portanto ele demonstra nas cartas produzidas a estratégia de ocupação e defesa do território colonial mexicano. Demonstra como no final
das contas os colonizadores tinham um domínio
muito frágil das terras conquistadas. A exemplo da
colonização portuguesa, a preocupação maior era
com as áreas de litorâneas. Destaca-se a presença de
missões que de uma maneira mais ou menos isolada foram capazes de gerar núcleos ocupacionais.
Paralelamente temos a formação dos Presidios em
que muitos dos seus destinados chegam já mortos.
A ocupação e o comando dos líderes locais tinham
portando um caráter administrativo e militar. As
condições ambientais eram dificílimas devido à
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 181
Breno Viotto Pedrosa
morte de uma grande quantidade de colonizadores. Por fim devido à escassez de mão-de-obra
os soldados acabavam trabalhando nas minas. A
proposta de colonização das áreas mexicanas era
ensinar as populações locais a trabalharem devido
ao baixo número de espanhóis disponíveis para a
colonização. E os engenheiros cartógrafos tinham
um papel muito importante no manejo e nas representações desses territórios. Nos debates sobre esse
trabalho, aparece a polêmica se a península da baixa
Califórnia seria uma ilha ou uma península.
Cabe ressaltar, portanto, que vários outros
trabalhos apresentados tinham por tema as controvérsias acerca da forma e extensão territorial
de conjuntos regionais. Alguns trabalhos sobre
cartografia urbana também se debruçam sobre a
forma e extensão da malha urbana. A dificuldade maior nesse caso é identificar a “verdade” da
representação de cidades que foram quase inteiramente transformadas. A exemplo do trabalho de
Moncada, a formação territorial também foi um
outro tema muito comum, como por exemplo, a
partir de quais caminhos ou marcos geográficos
as regiões foram colonizadas. As controvérsias
sobre os lugares, como havíamos ditos também
foi um tema recorrente, sendo que vários autores
buscaram explorar a relação entre as expedições e a
confecção de mapas –seja para a feitura de marcos
no território ou para a confirmação de fronteiras
entre colônias.
Um trabalho que nos pareceu inovador foi o
de Jean-Marc Besse acerca da obra de Abraham
Ortelius. Besse demonstrou como Ortelius, um
importante colecionador de objetos da antiguidade
de sua época –século XVI– tentou restituir as toponímias de várias obras e relatos da antiguidade.
Através de viagens e de cadernos de campo, Ortelius tentou sobrepor mapas dos tempos antigos com
os mapas de sua época, verificando as possibilidades
de coincidência ou de discordância acerca dos lugares. Sua produção cartográfica também marca os
lugares que não existem na realidade concreta ou
lugares que possivelmente tiveram sua toponímia
alterada. Outro aspecto de sua obra de comparação
é a desmistificação da explicação acerca toponímia
de alguns lugares a partir da verificação errônea de
alguns relatos da antiguidade.
182 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010
No mesmo sentido de desmistificação de certas
idéias construídas, Dante Martins Teixeira partindo
dos mapas produzidos por Marcgrave tenta lançar
um outro olhar sobre o ecossistema brasileiro da
mata atlântica. Marcgrave foi um dos cartógrafos
oficiais do governo de Maurício de Nassau, na
época em que os holandeses invadiram o Brasil e
estabeleceram base na cidade de Olinda, no atual
estado de Pernambuco. A mata atlântica é uma dos
principais ecossistemas de florestas brasileiras que
cobre quase toda a extensão de sua costa atlântica.
Dante fez o trabalho de comparar os mapas de
Marcgrave com as pinturas paisagísticas de artistas contratados por Nassau e demonstrou como a
mata atlântica era intermeada por campos de áreas
abertas com fauna e flora, em alguns casos, diferenciadas do que se encontra na floresta. Sua hipótese
baseada nos mapas e nas imagens é que talvez a
mata atlântica fosse naturalmente composta por
zonas de mata fechada e zonas de campos abertos.
O que certamente muda completamente a idéia
acerca dessa formação florestal. Historicamente
a floresta sempre foi vista como um contínuo de
mata fechada e exuberante. Sua crítica vai no sentido de chamar atenção acerca do que vem sendo
preservado até os dias de hoje, e sobre o fato de que
as ciências biológicas têm dificuldade de ter um
raciocínio histórico. No caso, falta explorar mais a
história ambiental e suas transformações frente à
ação do homem. Mais uma vez a floresta aparece
como uma representação, ligada na atualidade à
preservação ambiental e a conservação de uma
biodiversidade que há muito pode estar perdida.
Outro aspecto que pode cair por terra, é a idéia
de equilíbrio do ecossistema: se os campos eram
parte integrante da mata, como haveria equilíbrio
ambiental sem essa parte do meio-ambiente?
Finalmente, dois pesquisadores portugueses
apresentaram um trabalho sobre a obra de Jaime
Cortesão. Francisco Roque de Oliveira e João Carlos Garcia buscaram explorar aspectos biográficos
de Jaime Cortesão, culminando suas exposições na
organização de suas obras acerca do Brasil e dos
mapas sobre o território brasileiro. Assim nos foi
apresentando Jaime Cortesão que não era cartógrafo, mas tentou de uma maneira muito rigorosa
reconstituir a história do território brasileiro através
III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa
das cartas antigas. Seu trabalho foi desenvolvido
dentro de um curso de formação de diplomatas, o
que remonta a importância histórica e geopolítica
da cartografia.
A marca do simpósio foi o debate franco, detido
e envolvendo intelectuais de várias áreas. Não podemos negar que em alguns momentos os debates se
sobrepuseram e que a discussão entre especialistas
nos encaminhou para sendas que reportavam a
detalhes sobre documentos ou sobre controvérsias
do passado. Isso não ofuscou em nenhum momento a importância dos temas e refletiu a discussão
aprofundada. Lamentamos apenas o fato de uma
baixa freqüência de participantes se compararmos
a diversidade e importância dos temas. Ao final de
tudo, o simpósio mostrou que há muito a fazer na
área de história da cartografia, seja no desdobramento dos temas de pesquisa, seja na catalogação
e disponibilidade de novos documentos. Frente
todo esse panorama é interessante pensar como a
história da cartografia se desprende da história da
geografia a partir do momento que um mundo de
temas de pesquisa se revela através dos mapas. A
próxima edição do evento seguirá na Universidade
de Lisboa, Portugal.
REFERÊNCIAS
Gomes, M. do C. A. (2004), “Velhos mapas, novas leituras: revistando a história da cartografia” em Geousp,
no. 16, São Paulo, pp. 67-79.
Oliveira, F. R. de (2008), “II Simposio Iberoamericano
de Historia de la Cartografía. La cartografía y el conocimiento del territorio en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de abril de 2008”, en
Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 66, Instituto
de Geografía, UNAM, México, pp. 167-171.
Troncoso, C. A. (2006), “I Simposio Iberoamericano
de Historia de la Cartografía. Imágenes y lenguajes
cartográficos en las representaciones del espacio y del
tiempo, Buenos Aires, 20, 21 y 22 de abril de 2006”,
en Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 60, Instituto de Geografía, UNAM, México, pp. 171-174.
Breno Viotto Pedrosa
Departamento de Geografia,
Universidade de São Paulo
Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 183

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