Descargar/Download PDF - Instituto de Geografía
Transcrição
Descargar/Download PDF - Instituto de Geografía
Hernández Franyuti, R. (2008), El Distrito Federal: historia y vicisitudes de una invención. 1824-1994, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 298 p., ISBN 978-607-7613-13-8 La diversidad de enfoques y perspectivas aplicadas a los estudios sobre el Distrito Federal, sumada a la constante ambigüedad en su definición política como entidad, han remarcado un problema de corte temático y metodológico en las aproximaciones a la capital del país, especialmente en las de tipo histórico: la distinción entre la ciudad de México y el Distrito Federal.1 Si se observa detenidamente, la mayoría de los estudios que se enfocan en el Distrito Federal son en realidad investigaciones sobre la ciudad de México. Tal necesidad de diferenciar ambos términos, y en el mismo sentido, de “conocer y explicar la historia del Distrito Federal” (Hernández, 2008:11) de manera más específica como señala Hernández Franyuti, constituyen el punto de partida para la publicación aquí examinada.2 Tal diferencia señalada, sin embargo, no puede ser tan fácilmente resuelta. Ello se debe a que la Precisamente uno de los textos más significativos en los que se establece esta diferencia estuvo coordinado por Regina Hernández Franyuti e Hira de Gortari (Gortari y Hernández, 1998). 2 Este libro procede directamente de la tesis doctoral realizada por la autora en la Universidad del País Vasco en 2003, titulada “El Distrito Federal. Su definición políticoadministrativa y territorial. Una visión de conjunto”. Sobre este trabajo Horacio Capel, uno de los miembros del comité de tesis, realizó un informe del cual vale la pena destacar dos aspectos fundamentales: por una parte, resalta la importancia de investigaciones de este tipo en la medida en que generan muchas nuevas líneas de estudio; pero, por otra, cuestiona la “visión en conjunto propuesta” por Hernández, pues se centra demasiado en la esfera política del desarrollo del Distrito Federal, la cual “es insuficiente porque lo político no lo es todo, y porque la evolución no ha terminado” (Capel, 2004). Como muestra de ello es importante observar que el crecimiento urbano ha sobrepasado desde hace varios años la delimitación político-administrativa, nunca se ha restringido a ella y por el contrario se ha extendido hacia el Estado de México. 1 investigación está propuesta desde el enfoque de la “historia política social” (Ibid.:11), y por tanto, sus fuentes primarias son las actas y los documentos legislativos de los gobiernos distrital y federal, en donde son utilizados indistintamente −sobre todo a partir de la conurbación de las municipalidades del Distrito− los términos ‘ciudad de México’ y ‘Distrito Federal’. Igual sucede con otras referencias bastante recurrentes dentro de la argumentación, especialmente diarios de circulación nacional de la época de estudio, en donde tampoco se define la diferencia. La aproximación a esta distinción se establece, inicialmente, de manera terminológica. El concepto ‘invención’, que aparece desde el título de la obra, resulta sumamente relevante para entender las dimensiones administrativas e ideológicas que subyacen a la conformación política del lugar en donde se asientan los poderes de la Federación. Lo más importante de esta noción es que, a diferencia de la idea de ‘creación’, tiene una connotación mucho más marcada como establecimiento, y también como imposición, e incluso como engaño y ficción (RAE, 2010). En este sentido, y tal como señala la autora, el Distrito Federal debe ser entendido como “una delimitación político-administrativa no creada sino impuesta en un espacio claramente demarcado que conservaba sus formas y sus estructuras de gobierno” (Hernández, 2008:259, cursivas mías): la ciudad de México. Un hecho importante en el que se funda esta separación con la idea de “creación” es que a diferencia de Estados Unidos, país del cual se tomaron muchos lineamientos para la estructuración del Federalismo, la sede de los poderes legislativo y ejecutivo se instauró en donde ya habían existido, por más de 500 años, las condiciones básicas del poder político y económico. Este suceso condicionó las Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 139 Danilo Andrés Sosa Ruiz formas de gobierno y de organización territorial del Distrito Federal, al punto que “lo local, en todos sus niveles, se confundió con lo nacional” (Ibid.:12). Si bien de esta manera la capital adquirió una gran capacidad como polo de desarrollo frente a las demás entidades del país, la consecuencia fue su pérdida de autonomía. Esta dinámica, mediada por un proceso de centralización y posterior descentralización, es delineada temática y cronológicamente en el texto en cinco capítulos. El primero está dedicado ampliamente a la discusión política sobre el lugar en que debía constituirse el Distrito Federal y su forma de gobierno. Independientemente de la decisión adoptada −delimitar un área circular de dos leguas de radio a partir de la Plaza de la Constitución−, lo más interesante de este apartado es el recuento de los puntos de vista a favor y en contra en cuanto a la continuidad espacial entre la sede del poder virreinal y la de los Poderes de la Federación. Como resultado de esta disputa finalmente Querétaro perdió la oportunidad de ser la capital federal, y la ciudad de México, en cambio, perdió su participación como entidad local en la política nacional. Este resultado, analizado en el capítulo dos del libro, tiene que ver directamente con el fortalecimiento del Estado y del Distrito Federal como el lugar de su control. La disminución de la capacidad política y administrativa de los gobiernos locales de las municipalidades, es vista como el principio de una reorganización territorial y gubernamental que va de la mano con los intereses de los grupos que controlaban políticamente el país. En este sentido, a las fluctuaciones y variaciones por la disputa del poder corresponden las modificaciones en el régimen del Distrito Federal, pero que tienden en todo caso a una centralización de sus funciones y de sus rangos de acción, mucho más marcadamente con la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma. Así, con la victoria del partido liberal, tal como se analiza en el capítulo tres se da inicio a una mayor concentración de la administración y del dominio político por parte del Estado en el Distrito Federal. El resultado más visible de ello es la modificación en los límites administrativos de las municipalidades, debido a un aumento en el área bajo control de la 140 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ciudad de México. Política y territorialmente, el porfiriato consolida aún más este proceso con la introducción de diversas modificaciones legales en las que se sustentará finalmente la organización territorial del Distrito, tales como la primera Ley de Organización Política y Municipal del Distrito Federal de 1903. Desafortunadamente, vale la pena señalar en este punto que la edición cartográfica para exponer este proceso dentro del libro deja mucho que desear, puesto que sólo consiste en la digitalización de algunos mapas antiguos sobre los límites políticos del Distrito Federal, y no su representación en una cartografía temática de alta calidad y cuidado tanto por las fuentes incorporadas como por el diseño de conjunto para realizar una comparación espacial o bien un seguimiento temporal de estas transformaciones.3 En el cuarto capítulo se estudia la continuidad en la centralización de las funciones del Distrito Federal por parte de los gobiernos posrevolucionarios. La ley de la autonomía municipal de 1917, y la creación del Departamento del Distrito Federal en 1929 −por medio de la cual se suprimió la organización territorial en municipios−, son el resultado más importante en el plano político de este proceso. Un aspecto importante es que en el plano económico se consolidó asimismo un proyecto de industrialización hacia la década de 1940 con el modelo ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones), por el que se fortaleció el gobierno federal y con el que se incrementó el crecimiento demográfico (Garza, 2003: cap. 3). El desarrollo de la centralización y del fortalecimiento económico y político del Estado a través del La misma Hernández Franyuti hace una observación en relación con las carencias y la falta de calidad de la cartografía de su libro cuando agradece a Jaime González y a Celia López, quienes “en un acto de desesperación” (Hernández, 2008:15) colaboraron con ella para la digitalización de los mapas. Como evidencia de tal situación de urgencia y descuido están los mapas que aparecen en el texto, los cuales son ilegibles (consisten en la insólita sobreposición de información antigua en una imagen satelital actual). Como tal, es una actuación improvisada de la autora que deja ver la falta de atención hacia los mapas en un proyecto de investigación histórica y que margina, al mismo tiempo, el valor de la cartografía como lenguaje para el desarrollo y la exposición de los resultados finales de una investigación. 3 El Distrito Federal: historia y vicisitudes de una invención. 1824-1994 Distrito Federal, tuvo vigencia hasta 1970, tal como se expone en el capítulo cinco. En este año inicia un momento importante de la “democratización del Distrito Federal”, llamado así por Hernández Franyuti, basado principalmente en un programa de descentralización y desconcentración administrativa. A raíz del sismo de 1985: la población del Distrito Federal, que siempre había estado ajena y distante ante las soluciones a sus problemas abrió los ojos para convertirse en una sociedad civil que alzó la voz para demandar mayor participación (Hernández, 2008:242). La respuesta por parte del gobierno federal fue que, en 1987, se dio por primera vez la posibilidad para que los habitantes del Distrito Federal escogieran a sus representantes. Paralelamente a este proceso, dentro de la reorganización territorial y política, la ciudad de México finalmente desaparecía como un espacio particular, y se repartía entre cuatro delegaciones que reemplazarían al Departamento Central. A lo largo de esta reconstrucción históricopolítica, la autora muestra las particularidades más significativas de la entidad principal del país. La diferencia terminológica que aparece en la justificación del libro entre los términos “Distrito Federal” y “ciudad de México” encuentra jurídicamente una resolución parcial cuando, por disposición del presidente Luis Echeverría, “ambas se convierten en una misma unidad política” (Ibid.:261). Sin embargo, la ambigüedad permanece en el Estatuto de Gobierno actual, donde se señala que “el término ciudad de México sustituye al de Distrito Federal”, pero más adelante se dice que el Distrito Federal “es una entidad federativa con personalidad jurídica y patrimonio propio” (Ibid.:262). Una diferencia significativa y bien delimitada, sin embargo, resulta ser la apertura a la elección popular que sustituye la figura del Jefe de Servicio −designado por el presidente− por el de Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Esta modificación en el plano de la política de la capital, incierta en algún sentido con respecto al régimen de excepción en el que entró mediante su deslindamiento del gobierno federal, constituye la base a futuro del funcionamiento político-administrativo del Distrito Federal. Aunque Hernández Franyuti deja abierta la pregunta sobre cuál será la decisión que se aplicará sobre el Distrito Federal en cuanto a su organización y funcionamiento, es importante tener en cuenta las posibilidades que se avecinan en cuanto a su autonomía, tal vez, como una confederación de municipalidades.4 El sustento para comprender los cambios y continuidades que se dieron y los que vienen se basa en una aproximación multidisciplinar, de la que este libro aporta grandes ideas en cuanto a los fenómenos políticos en una larga escala temporal. REFERENCIAS Capel, H. (2004), “Raquel Hernández de Arce, Regina María. El Distrito Federal. Su definición políticoadministrativa y territorial. Una visión de conjunto”, Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. IX, núm. 489, 30 de enero [http://www.ub.es/geocrit/b3w-489.htm]. RAE (2010), Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Madrid [http://drae.rae.es]. Garza, G. (2003), La urbanización de México en el siglo XX, El Colegio de México, México. Gortari, H. de y F. R. Hernández (coords.; 1998), Memorias y encuentros de la ciudad de México y el Distrito Federal (1824-1928), 3 vols., Departamento del Distrito Federal / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México. Hernández, F. R. (2008), El Distrito Federal: historia y vicisitudes de una invención. 1824-1994, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México. Danilo Andrés Sosa Ruiz Posgrado de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México Solo hace algunos meses, en marzo de 2010, importantes dirigentes del Partido de Acción Nacional (PAN) y del Partido Revolucionario Institucional (PRI) propusieron modificar el régimen de gobierno del Distrito Federal hacia una “gran alcaldía”, en la que las delegaciones serían sustituidas por municipios. La razón de fondo en este proyecto podría ser recuperar el poder político en la capital del país, que desde hace varios años ostenta el partido de oposición, el Partido de la Revolución Democrática (PRD). 4 Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 141 Urquijo Torres, P. (2008), Humboldt y el Jorullo. Historia de una exploración, Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental e Instituto de Geografía de la UNAM / Instituto Nacional de Ecología-SEMARNAT / Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán, México, 103 p., ISBN 978-703-475-0 Con motivo del 250 aniversario de la emergencia del Jorullo en el paisaje michoacano, varias instituciones1 apoyaron la publicación del libro de Pedro S. Urquijo Torres: Humboldt y el Jorullo. Historia de una exploración, el cual forma parte de la serie “Fuentes para el estudio de la Geografía Contemporánea de Michoacán”. Como lo señala el coordinador editorial, Narciso Barrera, en la presentación de la obra, el Jorullo es un elemento intrínseco de la geografía michoacana. El que éste sea un evento natural transformador y alentador de percepciones contrastantes lo convierten en un geosímbolo. Y la presencia de geosímbolos en la vida cotidiana de los pueblos se evidencia arqueológica, pictográfica, textual y estéticamente, en conjunto: “[…] dan cuenta de la importancia de los volcanes como marcadores geosimbólicos, como referentes identitarios y como representaciones estéticas” (p. 14). La erupción del Jorullo en 1759 configuró el paisaje del centro del estado y fue un evento que marcó a los habitantes del área, quienes le otorgaron atribuciones sobrenaturales. Sin embargo, los tintes científicos de investigación y análisis entran en escena de la mano del barón de Humboldt, “[…] entramado de los avatares entre la ciencia y la creencia […]” (p. 17). Barrera retoma dos argumentos de la obra: por un lado, Urquijo presenta la narración del “viaje del viaje” (hallazgos, interpretaciones, observaciones … del personaje); por otro, hace el “viaje en el viaje” (que implica para el lector descubrir y vivir personalmente la experiencia). Entre las que se cuentan el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental y el Instituto de Geografía, ambas de la UNAM. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, El Colegio de Michoacán y el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En su prólogo, Urquijo menciona su propósito de adentrar al lector en el viaje de Humboldt. Para él: el libro pretende ser unan nueva guía, y es una invitación para quienes a través de la historia y la geografía tengan interés por visitar nuevamente el Jorullo y sus alrededores […] (p. 25). La idea del libro nació de una excursión científica al volcán y de un documental. ¿El propósito? Contar una historia con el fin de compartir: “abordar y transmitir momentos claves del pasado y las vidas de personajes extraordinarios al mayor público posible” (p. 28). La bibliografía y las referencias representan poca novedad para los especialistas ya que el autor recurrió a conocidos estudiosos de Humboldt, a testimonios que describen el fenómeno del Jorullo2 y a los escritos del propio científico (Humboldt, 1962, 1980, 1984, 2003 y 2005). En la introducción, Urquijo señala que el viaje de Humboldt al Jorullo representa un momento clave para conocer la relación entre el mundo natural y la sociedad, ya que su trabajo refleja cómo la sociedad y la naturaleza se definen mutuamente de forma armónica. […] no era concebible un medio físico […] sin una colectividad humana que dirigiera hacia esa geografía las manifestaciones de sus más profundos sentimientos (p. 33). 1 142 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Como el administrador de la hacienda de San Pedro de Jorullo, José Antonio Riaño, los minerólogos Franz Fisher y Samuel Schröeder; José Ma. Mociño, Francisco de Ajofrín, Rafael Landívar, entre otros. 2 Humboldt y el Jorullo. Historia de una exploración Después de dar una breve descripción de la metodología de Humboldt,3 el historiador apunta que el resultado del viaje fue aportar una visión nueva, fresca e incluso inédita en algunos aspectos; las impresiones del barón sobre el Jorullo atrajeron a exploradores nuevos y comenta: “Fue Humboldt quien dio a conocer el fenómeno geológico de forma global” (p. 38). De tal suerte, invita al lector a hacer un recorrido con la imaginación por las zonas que éste visitó, tratando de ver lo que él vio y observando cosas nuevas; verlo desde dos visiones: con los ojos del científico y con nuestros propios ojos. El libro, breve y escrito de manera amena, está estructurado en cuatro partes. El autor se preocupa mucho por dar a conocer el contexto en el que estaban insertos los dos actores principales de la obra, es decir, la vida de Humboldt y el contexto geográfico e histórico alrededor del Jorullo. Por ende, en el primer capítulo se da un esbozo de su vida, del “científico explorador”, en donde Urquijo habla de la personalidad, la formación, la trayectoria profesional, los viajes, las investigaciones y las publicaciones de Humboldt. Queda clara la imagen de un hombre que hasta el final de sus días invirtió su tiempo y dinero en la investigación y la difusión científica. En el segundo capítulo se parte de lo general a lo particular. El lector encuentra información acerca de la constitución actual de Michoacán y del municipio de la Huacana a partir de un marco geográfico en el que se resalta la diversidad biológica, cultural y geográfica; hay utilización de datos duros (latitudes, altitudes, ríos, arroyos, actividades económicas…). Después se acerca al objeto de estudio a través del conocimiento del contexto histórico del Jorullo. En este punto relata brevemente la hacienda de San Pedro Jorullo, lugar donde nació el volcán, para entender el efecto que causó su aparición dentro del tranquilo ritmo de la vida cotidiana. Reviven las impresiones y sentimientos de sus pobladores mediante algunos testimonios y textos de religiosos (en los que se dan explicaciones prodigiosas), y las Hace mención de sus ideas, forma de trabajar, fuentes, la ruta de su viaje, el uso de sus estudios en argumentos políticos y su influencia en el panorama científico decimonónico. 3 atribuciones que le otorgó el imaginario colectivo al fenómeno. Sin embargo, cabe destacar que el interés en el volcán fue algo propio de la época: el realce cientificista del siglo XVIII incitaba a recorrer y examinar geografías maravillosas, a penetrar en la atmósfera del estudio […] (p. 79). Prueba de ello son las visitas y observaciones hechas por personajes como Clavijero, José Antonio Riaño, Mociño, entre otros. “Sin embargo, fue Alexander Von Humboldt el primero en explicar al mundo el origen del volcán a través de sus escritos” (Urquijo, 2008). El tercer capítulo nos adentra en el viaje ya que Urquijo relata el recorrido de Humboldt hacia el volcán. El contacto con la naturaleza es una experiencia vivencial y sensorial, cuestión que el autor busca transmitir en la narración. Así, cuenta que Humboldt no sólo observó el volcán sino que realizó hipótesis, mediciones, inspecciones, análisis, establecimiento de coordenadas geográficas, recolecciones, anotaciones e hizo un inventario geobotánico: […] se da a la tarea de recopilar todo tipo de datos que los informantes puedan proporcionarle, de documentar todo aquello que se evidencie ante su entusiasta mirada, y de palpar a la naturaleza desde la naturaleza misma […] (p. 83). El cuarto y último apartado se centra en revisar las huellas del pensamiento humboldtiano vigentes en la Huacana. Según Pedro Urquijo, el mérito del reconocido personaje radica en la atención científica puesta al evento; en su divulgación e indica: Las noticias que Humboldt aportara sobre el volcán Jorullo, recibieron amplia difusión en el ámbito científico europeo. La joven cumbre se convirtió entonces en un fenómeno geofísico de fama internacional (p. 92). La huella de Humboldt sigue presente por la revaloración que se hace de sus ideas en las crisis ecológicas y ambientales del presente. La naturaleza no es sin el ser humano, y el hombre no es sin su medio; éste debe apropiarse de lo que le rodea: Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 143 Sofía González Díaz […] no tendría caso una naturaleza sin seres humanos que la clasifiquen, nombren o apropien, pues la naturaleza es, en la medida en que alguna sociedad la haga suya, que proyecte en ella sus nociones éticas y sus valoraciones estéticas (p. 96). Urquijo propone rescatar y explicar la parte del pensamiento que cuestiona la dicotomía naturaleza-cultura. La Huacana y el Jorullo en el trabajo humboldtiano representan esta dicotomía y son pauta de pensamiento científico. La unión entre naturaleza y sociedad, por ende, se manifiesta fielmente en la relación existente entre Alejandro de Humboldt y el Jorullo. El autor señala: El Jorullo es, pues, ejemplo de la relación armónica entre el paisaje y la colectividad humana, es un museo abierto y vivo que narra a unos y a otros su propia historia (Urquijo, 2008). Humboldt y el Jorullo es una obra que aporta datos valiosos e interesantes sobre la figura del célebre hombre de ciencia y su relación con un fenómeno regional mexicano. Incluye imágenes y mapas en blanco y negro que resultan útiles para ubicar espacial y temporalmente al lector, así como ilustraciones del volcán hechas por Humboldt y bocetos del paisaje dibujados por Francisco de Ajofrín. Estos elementos si bien no son discutidos dentro de la narración, contribuyen a enriquecer la imaginación y a hacer más vívida la travesía. Aunque el libro no es completamente descriptivo, creo que el autor logra dos puntos importantes: que el lector conozca y entienda la idea que tenía Humboldt sobre la relación entre la naturaleza y el hombre, a partir del viaje que éste realizó al volcán, o sea, mediante la propia experiencia de Humboldt. 144 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 En este sentido, el utilizar los escritos del viajero como fuente fue un recurso valioso para cumplir con el cometido de que el lector recreara el “viaje del viaje.” El otro punto es que el libro, en efecto, se constituye como una fuente para el estudio y acercamiento a la geografía de Michoacán. El lector se familiariza con la existencia del volcán y su presencia en el paisaje a partir de una historia original que lo fija en la mente y que despierta curiosidad por ir a conocerlo. REFERENCIAS Humboldt, A. de (1962), Del Orinoco al Amazonas, viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Editorial Labor, Barcelona. Humboldt, A. de (1980), Cartas americanas, compilación, prólogo y notas de Charles Minguet, Biblioteca Ayacucho, Caracas. Humboldt, A. de (1984), Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Porrúa (“Sepan Cuántos…” 39), México. Humboldt, A. de (2003), Atlas geográfico y físico del Reino de la Nueva España, introducción Elías Trabulse, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM, Siglo XXI Editores, México. Humboldt, A. de (2005), Tablas geográfico-políticas de la Nueva España, estudio introductorio Gerardo Sánchez Díaz, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Secretaría de Urbanismo y Medio Ambiente, Gobierno del Estado de Michoacán, Morelia. Sofía González Díaz Colegio de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México Aboites Aguilar, L. (2009), La decadencia del agua de la nación. Estudio sobre la desigualdad social y cambio político en México, segunda mitad del siglo XX, El Colegio de México, México, 145 p., ISBN 978-607-462-016-0 Luis Aboites Aguilar es un referente intelectual en los estudios de los usos del agua en México.1 Es doctor en historia por El Colegio de México, donde es profesor investigador del Centro de Estudios Históricos. Los temas que trabaja son la fiscalidad en el siglo XX y los usos del agua siglos XIX y XX, particularmente del norte de México (Aboites, 1988, 1998 y 2003). El libro que ahora examinamos, su más reciente publicación, marca una transición del autor entre sus trabajos previos2 y las ideas de este libro centrado en nuevos actores como son la sociedad y las oligarquías que determinan los usos y la administración del agua, así indica: “en diversos lugares la nación no sólo fue omitida o ignorada, sino también subordinada y maniatada” (p. 10). Lo complejo del argumento es que tales actores se encuentran en un escenario de transición entre dos modelos de usos del agua, que caracterizan la segunda mitad del siglo XX, y que Aboites sintetiza así: 1. El modelo del agua de la nación (19461976). Con la dirección de la Secretaría de RecurEn 1993 Luis Aboites, con un grupo de historiadores y antropólogos del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, impulsaron convenios tanto con el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, como con la Comisión Nacional del Agua. De tales acuerdos surgieron dos proyectos, la Biblioteca del Agua y el Archivo Histórico del Agua (AHA), los cuales dirigió en sus inicios. Cabe destacar que el AHA: 1 recupera, conserva y concentra la documentación en torno a la gestión del agua desde el periodo colonial hasta la década de los ochenta del siglo XIX en México y es uno de los pocos archivos de su género en el mundo (CNA, 2009:7). 2 Es decir, a la decidida confrontación interpretativa que mantiene Aboites con su anterior obra: El agua de la nación publicada en 1998. En esta investigación sostiene que el gobierno federal se erigió como la principal autoridad respecto al manejo del agua en México (Aboites, 1998:11). sos Hidráulicos (SRH) se comienza a incentivar el aumento, la diversificación y expansión de los usos del agua. Este periodo se caracteriza por la construcción de grandes obras de irrigación (la gran hidráulica), que requieren de un amplio intervencionismo estatal, fuertes inversiones y préstamos internacionales, así como de una administración centralizada y respaldada jurídicamente. Aquí también tienen su lugar dentro del análisis de Aboites la actuación de los ingenieros-políticos en la administración pública. 2. El modelo mercantil-ambiental se identifica formalmente a partir de 1985 y actualmente se encuentra vigente. Ahora como regulador, el Estado retira la inversión pública y con el pretexto de la idea del deterioro ambiental “valoriza” el agua al asignarle un precio. Así mismo, legisla para incentivar la inversión privada y con ello promueve la actuación de los empresarios en la gestión y privatización del recurso. La transición entre ambos modelos fue la respuesta a la profunda crisis económica que se legitimó con la ideología del neoliberalismo-ambiental. La transición tiene tres etapas diferenciadas por las decisiones gubernamentales: a) la desaparición de la SRH en 1976, b) la decisión de cobrar por el agua en 1985 y c) la expedición de la Ley de Aguas Nacionales en 1992, que hace del vital líquido un bien económico. En el primer capítulo, La expansión de los usos del agua, Aboites explica la característica de los inicios de la segunda mitad del siglo XX: el aumento y diversificación en el aprovechamiento y consumo del agua, debido al preponderante crecimiento demográfico en las ciudades, que finalmente deviene en crisis. El capítulo se divide en tres subtemas. Uno es: Aumento, el otro: Diversificación y finalmente: Contención. En resumen, la tecnología e infraesInvestigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 145 Mónica Olvera Molina tructuras, como presas más grandes y la perforación de pozos profundos, propiciaron la expansión y diversificación de los usos del agua. Aboites advierte que la fiebre de extracción de la nueva agua subterránea no tiene precedentes en la historia de México. Este modelo, encuentra su contención en la explotación y contaminación tanto del agua subterránea como del agua superficial. El autor nos brinda diversos ejemplos, como el caso emblemático del hundimiento de la ciudad de México. Sin embargo, en este balance, falta indicar por parte del autor las repercusiones ambientales estructurales que trae consigo la construcción de grandes presas,3 explicación fundamental de la contaminación del agua superficial en el país.4 Ahora bien, acerca de la contención hay un argumento contradictorio, puesto que en el “Epílogo” el autor señala: “en materia de medio ambiente [..] la sobreexplotación de acuíferos y la contaminación, distan de haberse reducido y ni siquiera moderado” (p. 100). Por tanto, habría que precisar que la contención estableció límites sólo en algunos lugares, pero que esto no evitó el avance expansivo de la sobreexplotación o la contaminación en otros sitios, a pesar de que se hayan creado instituciones para la atención al medio ambiente. En el capítulo 2, Sociedad poderosa, Estado débil, se argumenta que el control que tenía el gobierno federal sobre del agua, presentaba límites en cuanto a su efectividad, puesto que se mantuvieron y diversificaron privilegios otorgados a grupos oligárquicos y empresariales, mientras que otros sectores (ejidatarios, colonos, comuneros) lucharon por mantener su libre albedrío en el manejo del recurso. Autodevorarse ¿privilegio oligárquico?, es un apartado que aborda tres ejemplos que examinan diferentes actores del poder oligárquico vinculados 3 Dos publicaciones indispensables para comprender las estructurales y múltiples repercusiones socio-ambientales de la construcción de grandes presas son: a) Represas y Desarrollo: un nuevo marco para la toma de decisiones, documento avalado por el Banco Mundial que, como se sabe, es uno de los principales financiadores de la construcción de presas; y b) Ríos Silenciados de Patrick McCully presidente de la International Rivers Network. 4 De las 4 500 presas construidas en México, 80% padecen algún grado de contaminación (Arredondo et al., 2007). 146 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 a la explotación del agua subterránea: a) el privilegio de los industriales de Monterrey para explotar pozos a costa de la escasez de agua de la propia ciudad; b) la depredación del acuífero de la Costa de Hermosillo efectuada por los terratenientes,5 y c) la renuncia por parte de los agricultores más ricos para pagar por el agua. La intervención del Estado, en estos casos, según Aboites, puede interpretarse en dos sentidos, ya sea como la incapacidad para someter a las oligarquías o como franca complicidad con las mismas. El segundo apartado La Oposición Popular comprende, según el autor, un análisis mucho más complejo, porque adquiere diversas modalidades: Se trata de las aguas pueblerinas, el pequeño riego, los pozos someros, a veces ubicados en los solares o patios de las viviendas urbanas y rurales, así como los movimientos y las oposiciones de grupos de trabajadores y vecinos sin tierra, sin vivienda y sin acceso al agua ya para irrigación, ya para cubrir necesidades urbanas y domésticas (p. 55). El breve repaso de varios casos da cabida a la preocupación de Aboites por mostrar esta diversidad de actores y sus necesidades por el recurso. El capítulo 3, La muerte de la SRH, tiene como argumento central la incapacidad de esta institución ante la diversificación y expansión de los usos del agua. A finales de la década de los setenta disminuyó la inversión en irrigación, la población era capitalmente urbana y se aumentó la inversión para el abastecimiento de agua potable en el contexto de la Alianza para el Progreso impulsada por el gobierno estadounidense, y aunque la SRH amplió sus inversiones en este rubro, ya no estaba contemplada en el nuevo modelo. El capítulo se divide en dos subtítulos. ¿Esplendor Gubernamental? enmienda el poderío de la SRH (1946-1976) materializado en la inversión pública para las obras de riego, en la cantidad de hectáreas incorporadas; el control de los distritos y El análisis sobre el agua del geógrafo José Luis Moreno (2006) es para Aboites: “sugerente y crítico” (Aboites, 2007), porque permite reflexionar acerca de las relaciones entre la oligarquía y el Estado mexicano. 5 La decadencia del agua de la nación.... su aportación económica; la implementación de las comisiones de cuencas hidrográficas que restaban autoridad a los gobernadores de los estados; y la ley de aguas federales de 1971, que fortalecía los instrumentos gubernamentales para evitar la concentración del agua. Por eso, el subtítulo se presenta en forma de pregunta ante la ausencia de estudios acerca de los distritos de riego del país, que para Aboites son: “las criaturas predilectas de los ingenieros”. En Incapacidad Ingenieril. Incapacidad Federal, queda claro que la inversión gubernamental históricamente concentrada en el norte se desplazó hacia el sureste del país, con los proyectos hidroeléctricos que beneficiarían a las ciudades y a las industrias. Las responsabilidades de la extinta SRH a fines de 1976, se dispersaron entre diversas dependencias, algunas de ellas de reciente creación. Aboites explica otros cambios en la administración pública que apuntan a la disminución de la injerencia del gobierno federal en la inversión tanto en el manejo del agua en los estados como en los municipios. El capítulo 4, Estado pequeño pero (muy) ambientalista, explica cómo la transición hacia el cobro por los usos del agua se acompañó de un discurso ambientalista. En este contexto, dos acontecimientos son importantes: la creación de la Comisión Nacional del Agua en 1989 y la expedición de la Ley de Aguas Nacionales de 1992. El capítulo se divide en dos apartados. Volver a cobrar por el agua: las reformas de 19851986, muestra cómo México durante la década de 1980 adoptó el paradigma internacional de la liberalización económica, que promueve la inversión privada como su eje rector. En 1986 las reformas fiscales en el sector del agua asentaron el principio fundamental del “valor económico” del agua. En 1988 el gasto en infraestructura se redujo a una tercera parte del monto de 1983, mientras que la recaudación creció hasta lograr la autosuficiencia presupuestal. La “recaudación” se convirtió en el indicador para mostrar la eficiencia del sector del agua. La Creación de la CNA y la Nueva Ley de Aguas Nacionales, señala que las transformaciones que se hicieron en el sector del agua, fueron acorde a una estrategia que atendía a las “recomendaciones” internacionales. La Ley de Aguas Nacionales de 1992 explicita la función reguladora del Estado, a su vez que abre las puertas al capital privado. Aboites opina que el perfil de la CNA es un ejemplo de la política económica en curso: Se trata de una institución pequeña que quiere ser aún más pequeña y cuyo bajísimo presupuesto no hace más que añorar aquellos años en que el ramo del agua atraía más del 12.5% del presupuesto federal (...) El de la CNA no representa ni 1% (p. 93). El “Epílogo” del libro La suerte del Agua Mercantil – Ambiental, 1990-2002, es un balance “poco positivo” respecto a la condición ambiental del recurso y su “valorización” económica. Allí Aboites afirma que tanto la contaminación como la sobreexplotación en el país son persistentes, mientras que la inversión pública y privada, la recaudación federal y la cobranza local se encuentran estancadas. No obstante, es importante resaltar, como lo hace el autor, que la ineficacia para cobrar por el agua es parte de la histórica debilidad fiscal del Estado mexicano. Y concluye: Después de todo [...] entre el agua de la nación y el agua mercantil-ambiental no hay tantas diferencias. Si bien desaparecieron la inversión pública y el discurso y la legislación que buscaban la equidad, aspectos como la sobreexplotación de los acuíferos, los subsidios y los privilegios fiscales que apuntalan la desigualdad social continúan viento en popa (p. 113). Sin embargo, desde la economía política, se podría identificar cualitativamente diferencias notables entre el agua de la nación y la mercantil. La privatización implica que el agua sea considerada como una mercancía cualquiera, por tanto, la promoción de negocios lucrativos con base en su explotación se lleva a cabo de manera sistemática y deliberada. Así mismo, la pérdida de derechos sociales con el paso del neoliberalismo se traduce en el franco despojo del recurso de los pueblos por las empresas privadas auspiciadas por el Estado (Veraza, 2007:25). Aun así, no debemos perder de vista, que de acuerdo con el artículo 27 constitucional, el agua es de la nación y no del gobierno federal, Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 147 Mónica Olvera Molina y por ley la prioridad de uso busca el beneficio nacional y público. La bibliografía del libro está integrada por más de 150 referencias, de las cuales solo siete provienen del inglés. Esto es importante porque se consultan para detectar una tendencia mundial en el aumento drástico del volumen utilizado tanto de agua superficial como subterránea, que paradójicamente se ha acompañado de la “la inasible y vaga noción de desarrollo sustentable” (p. 20). La preeminencia de la bibliografía se encuentra en español y son estudios acerca de México realizados desde instituciones e investigadores del mismo país. Comprende programas, informes, discursos, memorias administrativas de las instituciones gubernamentales. Integra investigaciones técnicas como estudios geohidrológicos, análisis de desempeño ambiental, evaluaciones de transferencia de agua, etc. Y, por supuesto, una gran cantidad de estudios detallados sobre usos del agua, principalmente desde una perspectiva histórica, sin dejar de lado trabajos que se enfocan a lo político y lo jurídico. Cuando el libro pretende abarcar una escala nacional de análisis, una de las ausencias evidentes reconocida por Aboites son las pocas referencias que hay del tema acerca del sureste mexicano. El autor es reiterativo en apuntar la falta de estudios detallados de los ríos de esta región y de otros temas como son los distritos de riego y las aguas subterráneas. La falta de estudios empíricos y sobre todo la discusión de las interpretaciones de los mismos, demanda un debate amplio, constante e interdisciplinario que permita, con la debida atención, el análisis temporal y espacial del complejo tema de los usos del agua. REFERENCIAS Aboites Aguilar, L. (1988), La irrigación revolucionaria. Historia del Sistema Nacional de Riego del Río Conchos, Chihuahua 1927-1938, SEP/CIESAS, México. Aboites Aguilar, L. (1998), El agua de la Nación, Una historia política de México (1888-1946), CIESAS, México. Aboites Aguilar, L. (2003), Excepciones y privilegios. Modernización tributaria y centralización en México 1922-1972, El Colegio de México, México. Aboites Aguilar, L. (2007), “Por abajo del agua. Sobreexplotación y agotamiento del acuífero de la costa de Hermosillo”, Región y Sociedad, El Colegio de Sonora, Hermosillo, núm. 38, pp. 129-135. Arredondo Figueroa, J. L., G. Díaz Zavaleta y J. T. Ponce Palafox (comps.; 2007), Limnología de presas mexicanas: aspectos teóricos y prácticos, AGT Editor, México. CNA (2009), Semblanza histórica del Agua en México, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Comisión Nacional del Agua, México. Comisión Mundial de Represas (2000), Represas y Desarrollo: un nuevo marco para la toma de decisiones, International Union for Conservation of Nature/South American Technical Advisory Committee/Comité Asesor Técnico para América Central [disponible en: http://www.dams.org/: última consulta junio 2008]. McCully, P. (2004), Ríos silenciados: ecología y política de las grandes represas, Proteger Ediciones, Santa Fe. Moreno Vázquez, J. L. (2006), Por abajo del agua: sobreexplotación y agotamiento del acuífero de la costa de Hermosillo, 1945-2005, El Colegio de Sonora, Hermosillo. Veraza Urtuzuástegui, J. (2007), Economía y política del agua, El agua que te vendo primero te la robé, ITACA, México. Mónica Olvera Molina Posgrado de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México 148 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Chávez Torres, M., O. M. González Santana y M. del C. Ventura Patiño (eds.; 2009), Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada, El Colegio de Michoacán, México (Colección Debates), 480 p., ISBN 978-607-7764-11-3 Herodoto, además de ser considerado el padre de la historia, también se le puede considerar el padre de la geografía; para ser más precisos, Los nueve libros de la Historia no son ni historia, en el sentido moderno, ni geografía, son geografía histórica (Herodoto, 1998). Este origen ambivalente suele olvidarse cuando se discute la cientificidad de la geografía o la soberanía del relato histórico; también que la pretensión ideológica del relato griego era fomentar, en una época de fragmentación, el orgullo identitario de la Hélade, trayendo a la memoria los episodios heroicos de las Guerras Médicas. La ideología quedó en segundo plano al momento de ser considerado un texto fundador. Los textos que son un inicio, como el que se presenta aquí, son más preguntas que respuestas, como testimonios de una fundación, son fragmentarios, ideológicos, confusos, ambivalentes; son discursos que dejan de ser algo pero no son plenamente algo que ha terminado. En un plano filosófico, diría Paul Ricœur (2004), el pensamiento y su escritura es por necesidad un fenómeno inacabado. Este libro es la constatación de un comienzo: el del Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán (CEGH), creado en 2002.1 En lo particular, es el resultado del simposio “La Geografía Humana y su Reencuentro con las Ciencias Sociales: Intercambios Disciplinarios” que tuvo lugar en El Colegio de Michoacán, extensión La Piedad, en 2006. Ampliamente, este trabajo es un primer resultado del proceso de maduración del propio CEGH; a tan solo cuatro años de su apertura, y a dos años de haber inaugurado su posgrado a nivel El CEGH es creado en 2002 con una marcada vocación interdisciplinaria, su posgrado en Geografía humana, a nivel maestría, se inaugura en 2004 [http://www.colmich.edu.mx: 3 de junio de 2010]. 1 maestría, se organizó este simposio que, se infiere, tuvo como finalidad el esclarecimiento y la discusión de las posturas de investigación en las que se origina la misma institución. A tres años del simposio se publica este libro con un título diferente: Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada. La obra reúne varios ensayos, provenientes de diferentes campos del saber como la geografía, la antropología, la sociología, los estudios regionales y el urbanismo. A pesar de que los textos son heterogéneos, en la mayoría se admite implícita o explícitamente que, hoy en día, la geografía humana es una ciencia social que reclama legitimidad. Estos ensayos se adecuan a cuatro líneas de reflexión que corresponden con los cuatro apartados del libro. En primer lugar, se presenta la parte de fundamentación epistemológica de la geografía humana como ciencia social con el apartado: La geografía humana y sus intercambios disciplinarios. En la segunda parte de este libro: El estudio del espacio por las ciencias sociales, se presentan los ensayos que tienen que ver con la noción de espacio integrada en el seno de las disciplinas sociales, ya sea a partir de una fundamentación teórica o en la presentación de estudios de caso. En el tercer apartado, titulado: Cambios teórico-metodológicos de la geografía humana para el análisis de los problemas actuales, hay ensayos más dispersos y heterogéneos que, no obstante, pueden considerarse, en sentido lato, que están ubicados en un cambio operado al interior de la geografía. En el cuarto apartado de este libro, llamado: Encuentro de la geografía consigo misma, se agruparon los ensayos que hacen referencia casi exclusiva al desarrollo de la geografía y a la necesidad, ya sea de conformarse como una ciencia social, o de mantener relaciones recíprocas con las ciencias sociales. El panorama de los artículos es plural y heteróclito, aunque el libro, en términos generales, sostiene una actitud de Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 149 Omar Olivares Sandoval apertura de la geografía humana hacia las ciencias sociales; no se ocultan la multitud de contradicciones que cada una de las posturas individuales genera hacia los otros artículos en conjunto. El artículo que abre este libro, así como el primer apartado del mismo, pertenece a Gustavo Montañez Gomez, quien es director del programa de Geografía de la Universidad Externado de Colombia, y se titula Encuentros, desencuentros y reencuentros recientes de la Geografía, las Ciencas Sociales y las Humanidades. En él, Montañez busca resumir las tendencias de la geografía humana desde finales del siglo XIX hasta finales del XX, subsumiéndolas en un manojo de posturas epistemológicas que se desarrollan paralalelamente a la geografía. Es así que encuentra que las primeras posturas de la geografía humana en la modernidad son herederas de dos tradiciones filosóficas: el positivismo de Auguste Comte (1798-1857) y el idealismo de Hegel (1770-1831) y de Dilthey (1833-1911). Según el autor, tanto las posturas de Humboldt (1769-1859), Ratzel (1844-1904), Vidal de la Blache (1845-1918), de Martonne (1873-1955), Hettner (1859-1941), Demangeon (1872-1940) e incluso Sauer (1889-1975), abrevan de la tradición positivista, en la que domina un empirismo descriptivo en los primeros geógrafos, donde más tarde se introduce el problema de la geografía como ciencia ideográfica o corográfica, y en última instancia, los precedentes del análisis del paisaje en la geografía cultural con Sauer. Un segundo momento en el avance de la geografía humana es caracterizado por Montañez como un acercamiento al positivismo lógico en la Posguerra. Tal como el positivismo lógico concibe la generación de conocimiento a través de una atención minuciosa a sus condiciones de producción, los geógrafos, a partir de los años cincuenta del siglo XX, construyeron una noción más abstracta y más geométrica del espacio, ello se corrobora en los trabajos de W. Bunge (1928-), P. Haggett (1933-) y en última instancia D. Harvey (1935-). Siendo este último quien hiciera una revisión exhaustiva de los principios lógico-positivistas que lo llevaría a señalar, en su libro: Teorías, leyes y modelos en geografía, las enormes limitaciones de este enfoque. La época que se abre para la geografía a partir de los años sesenta está caracterizada por la frag150 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 mentación de las posturas teóricas y la variedad de fundamentaciones epistemológicas de la disciplina. Así, según Montañez, el mismo Harvey orienta sus investigaciones hacia una postura marxista, que concibe la interpretación del espacio como un subproducto social del modo de producción; aunque la problemática marxista había sido introducida por Henri Lefebvre (1901-1991), Manuel Castells (1942-), Milton Santos (1926-2001), Pierre George (1909-2006) y finalmente Yves Lacoste (1929-), su continuación contemporánea se verifica en los trabajos de Neil Smith (1954-), Edward Soja (1940-) y Doreen Massey (1944-). Montañez propone que en el ámbito contemporáneo coexisten varias geografías como la geografía feminista de Ana Sabaté Martínez; una geografía de tipo fenomenológica de David Lowenthal (1923-), Yi-Fu Tuan (1930-), Anne Buttimer y Edward Relph (1944-) caracterizada por la lectura de los filósofos E. Husserl (18591938) y M. Heidegger (1889-1976); también existe una geografía de tipo posmoderna representada por Linda McDowell, Marie Price y Martin Lewis, centrada en la deconstrucción de los discursos de la modernidad pero fallida en no poder dar cuenta de un anticapitalismo por ser un movimiento intelectual ideológico (p. 58). Finalmente existe una postura “de estructuración”, ésta se diferencia de la postura estructuralista en la medida en que concibe las relaciones funcionales que estructuran el espacio como movibles y sujetas a un tiempo, un ejemplo de esta geografía sería el trabajo de Paul Knox. Es así que los objetivos de Montañez se dirigen hacia la organización genealógica de los principales trabajos geográficos del siglo XX, inscribiendo a éstos en tres grandes etapas de conformación filosófica: la etapa positivista, la etapa lógico-positivista y la etapa de fragmentación y variedad epistemológica. El propósito de atender a las relaciones que ha tendido la geografía humana hacia las ciencias sociales se oculta ante una adscripción filosófica de las diferentes corrientes geográficas. Esta forma de reflexión y agrupación de los discursos geográficos supone que los conceptos de la geografía pueden ser un reflejo de aquéllos que se elaboran en el ámbito de la reflexión filosófica. Una ventaja de esta herramienta de análisis es poder hacer grandes agrupaciones de trabajos tan disímiles, como con- Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada secuencia de esto, la variedad de los conceptos de la geografía queda en un segundo plano. Por ejemplo, es cuestionable que el concepto de espacio abstracto o geométrico pueda subsumirse al desarrollo de la filosofía lógico-positivista, cuando esta última se preocupa restringidamente de lo epistemológico y se interesa por las condiciones de verdad del lenguaje (Ayer, 1971; Wittgenstein, 2002) o los procesos en los que se construye el conocimiento científico (Popper, 2002), en cambio, bien puede decirse que las preocupaciones teóricas de la geografía en esta época se encuentran en correspondencia con la noción de larga-duración de Fernand Braudel (2002); con las preguntas lanzadas desde la antropología estructuralista (Lévi-Strauss, 1987) y con la proliferación y creciente especialización de los trabajos de economía (Perroux, 1984). Más aún, en el caso francés, en un comienzo son las ciencias sociales las que toman la noción de espacio como paradigma de análisis en la planificación y ordenamiento del territorio, de lo que, solamente más tarde, se interesará la geografía (Orain, 2006). El segundo artículo de este apartado: La geografía humana como ciencia social y las ciencias sociales como ciencias “geografiables”, escrito por Gilberto Giménez, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, quien comienza por notar que el término geografía humana aparece por primera vez en el Traité de Géographie Humaine de Paul Vidal de la Blache,2 publicado originalmente en 1922, e inscrito en el paradigma posibilista de las relaciones hombrenaturaleza. No es sino hasta la década de los cincuenta del siglo XX que la geografía humana se acerca a la problemática de las ciencias sociales, a partir del trabajo de Edward Ullman (1912-1976), quien definió a la geografía como una ciencia de las interacciones sociales. Coincide con Montañez en que existe un momento en que el positivismo lógico entra al terreno de la geografía, considerando que ésta debe ser una ciencia nomotética, es decir, que a través de la comprobación empírica se demuestre la existencia Aunque el concepto humanidad en relación con la geografía ya estaba referido en el trabajo de Ratzel: Anthropogeographie - Die geographische Verbreitung des Menschen, que puede traducirse como: Antropogeografía, la distribución geográfica de los seres humanos. 2 de leyes generales. A esto se le designa el nombre de nueva geografía y se enmarca en el periodo que va de los años cincuenta a los ochenta. Nuevamente, se hace referencia al momento positivista-lógico de la geografía humana, bajo la suposición de que la entrada de modelos estadísticos en el análisis de las distancias y otras herramientas de análisis en la geografía de mediados de siglo pasado, pueden derivarse de las premisas lógico-positivistas, éstas dedicadas a la construcción de una teoría del conocimiento. Hacia los años ochenta comienza la fragmentación y pluralización de la geografía humana, que Giménez subdivide en: primeramente, geografía del comportamiento, que es aquella que bajo el precepto kantiano de que los fenómenos son una cualidad de la conciencia, se inspira de la psicología cognitiva y de la etología para mostrar que el espacio geográfico depende de la percepción social que se haga de él. De ahí la noción de mapamental. En segundo lugar se encuentra la geografía crítica, que revaloriza las condiciones políticas del espacio y se fundamenta en la filosofía marxista para dar cuenta de las desigualdades espaciales. En tercer lugar, hacia 1972, se inicia una geografía humanista, fundamentada en el análisis fenomenológico de las condiciones de experiencia de los lugares. En cuarto lugar, más recientemente, se logra ver el desarrollo de una geografía posmoderna que integra las reflexiones provenientes de la ecología, el análisis de género y los estudios pos-coloniales en el desarrollo del análisis y crítica espacial. Concluye Giménez que la geografía humana no constituye una única disciplina sino que abarca las más variadas interpretaciones, a lo que el mismo autor pregunta: ¿cuál es la identidad de la geografía ante esta multiplicidad de esfuerzos? Esta pregunta consta de dos respuestas diferentes, la primera es que la realidad de los estudios geográficos nos llevan a pensar que, en efecto, no hay una unicidad en la geografía sino una agrupación de “amalgamientos” (concepto que toma Giménez de los trabajos de Mattei Dogan y Robert Pahre) que conforman disciplinas que en los intersticios disciplinarios crean su identidad propia: como la geografía cultural (que sería la amalgama entre la geografía humana y la antropología cultural) o la geografía económica (amalgama o hibridación de la geografía humana y economía); por otra parte, al existir Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 151 Omar Olivares Sandoval una propiedad deíctica de los fenómenos sociales (es decir, que cada fenómeno social depende de un espacio y un tiempo) las ciencias sociales necesitan más a la reflexión de la geografía que la geografía a éstas, puesto que en realidad la geografía nunca ha dejado de absorber las metodologías de las ciencias sociales. Así como existe una totalidad social para las ciencias sociales, esta totalidad está atravesada por el espacio. La postura de Giménez está orientada en asumir la ficción de las barreras disciplinarias en pos de la resolución de problemas concretos desde un punto de vista de horizontalidad. La pregunta que expresa el autor es bastante importante, ante una pluralidad de metodologías e interpretaciones ¿en dónde se puede hablar de geografía como una disciplina que posee una identidad y una visión propias? Si se lleva más allá la suposición que construye la respuesta a esta pregunta: la totalidad social está constituida por tiempo y espacio, en la misma medida en que las barreras disciplinarias son ficciones de la modernidad; y si es así ¿no valdría la pena mejor constituir una macro-ciencia social que integrara a la historia y a la geografía? Esta otra pregunta descubre el carácter problemático de la situación disciplinaria contemporánea, puesto que no es verdad que la perseverancia de las identidades disciplinarias puedan explicarse desde una necesidad administrativa en la universidad. Esta es una pregunta que la historia de la ciencia está obligada a contestar.3 3 Es importante mencionar una respuesta, aunque tangente a los objetivos del tema que se discute aquí, adecuada en la puesta sobre la mesa de las condiciones que usa para contestarse. Es decir, al trabajo de Bruno Latour: Reensamblar lo social. Una teoría del actor-red. En este libro, Latour considera que se ha perdido toda dimensión de sentido en la pregunta sobre ¿qué es lo social?, en la medida en que lo social y la sociedad parecen sustancias específicas tanto como el acero o la madera, y se han convertido (engañosamente) por las ciencias sociales como el objeto al cual mirar sin que se note que lo social es un tipo de asociación específica que se presenta como un problema no como una respuesta. En sintonía con ello, pensar que geografía humana y ciencias sociales actúan sobre un mismo campo, ya después que una y otra aceptan que hay espacio en lo social y toda sociedad es espacial, es una artilugio intelectual que pone a ambos conceptos: espacio y sociedad, como el lugar de llegada de la pregunta que apenas se acaba de plantear. Desde esta perspectiva no habría una cosa como un espacio ni una sociedad (Latour, 2008). 152 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 El tercer artículo de este primer apartado está escrito por Ovidio Delgado, actualmente director del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, se titula igualmente que este libro: Geografía y Ciencias Sociales. Una relación reexaminada. En este texto se parte del reconocimiento de que la geografía moderna surge de las preocupaciones positivistas y es separada en geografía física, perteneciente al dominio de las ciencias naturales, y geografía humana, afín a la problemática de las ciencias sociales. Es decir, la geografía, a secas, fue el lugar de la síntesis entre procesos naturales y sociales. Desde la perspectiva vidaliana, la historia y las ciencias sociales fueron esenciales para comprender el hecho geográfico, sin embargo en esta situación, mientras la historia representó lo móvil, lo cambiante y lo activo, la geografía estuvo en el ámbito de lo inmóvil, de lo muerto y de lo pasivo. Las ciencias sociales de esta época ignoraron a la geografía y no integraron el espacio como una de sus categorías fundamentales. Hacia los años ochenta del siglo pasado esta situación se modificó dando lugar a la posmodernidad, que Delgado define como una fase actual del capitalismo y, en lo tocante a la geografía, como aquellas geografías que Edward W. Soja considera que buscan explicar la lógica espacial del capitalismo actual (p. 95). El autor argumenta que los discursos contemporáneos de la geografía son un intento por explicar esta nueva realidad histórica, sin que se trate de rechazar todo lo que lleve el rótulo de posmoderno, pero tampoco cayendo en las tentanciones posmodernas (p. 96). −¿Qué tentaciones son estas?− Citando a geógrafos como Hiernaux y Lindón, Delgado sostiene que las ciencias sociales, en los albores del siglo XXI, han sido atravesadas por un “giro espacial” integrando la reflexión sobre el espacio en el seno de la teoría social. Más adelante, Delgado hace hincapié en que la geografía debe adoptar una postura interdisciplinaria, en específico utiliza la noción de territorio para ejemplificar que “El Estado-nación territorial es una escala territorial que se refiere a un espacio geográfico apropiado, delimitado, controlado y usado por un Estado” (p. 101) que debe tomar en cuenta un sinnúmero de vectores sociales para dar cuenta de su realidad. Más tarde, Delgado insiste en que la geografía debe evitar una serie de “trampas”, encabezando la lista Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada el posmodernismo, que amenaza con devolver a la ciencia geográfica a un estado empirista, así como las “trampas” ambientalistas, economicistas y culturalistas. Dice el autor que la mejor geografía es la que hace el geógrafo, siempre y cuando sepa cuál es su verdadero aporte. Aunque bien, la misma noción de territorio que usa Delgado dista mucho de tener una elaboración teórica coherente. Federico Fernández Christlieb, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, escribe el cuarto y último artículo de este primer apartado, que se titula: ¿Quién estudia ese espacio? Una reflexión sobre la geografía y los intereses de las ciencias sociales. A la pregunta ¿quién estudia ese espacio? Se comienza por decir que un amplio espectro de saberes comparten la conciencia que el espacio es fundamental para elaborar sus razonamientos; por supuesto, el espacio no es una materia abstracta, el espacio depende de sus “nombres propios”, es decir, bajo la tesis de la geografía cultural, el espacio no precede a su apropiación humana, colectiva, el espacio se vuelve una materia inteligible en razón de su simbolización. El espacio consta de una realidad compleja, que intenta captar una mirada interdisciplinaria (en la medida en que esta interdisciplinariedad es la corrección de una mirada disgregada de la realidad), ésta es la que interesa tanto a la geografía como a las ciencias sociales. Si bien los artículos anteriores de este apartado buscan iluminar algunos aspectos históricos sobre la relación de la geografía con las ciencias sociales, en el artículo de Fernández Christlieb se intenta postular la existencia de un tipo de espacio que trasciende diversos ámbitos disciplinarios. “Espacio y sociedad se crean y se recrean continua y simultáneamente aunque el análisis tienda a separarlos” (p. 113); así, a pesar de que las posturas cientificistas tienden a parcializar la realidad, la geografía tiene una historia de integración, aun en sus momentos de mayor especialización. Desde esta perspectiva cultural, el tiempo de los territorios que estudia el geógrafo difiere de los tiempos de la historiografía política o de otras periodizaciones convenientes a otro tipo de procesos, Fernández Christlieb piensa que el tiempo adecuado para estudiar el espacio geográfico es la larga duración, noción sistematizada en la obra de Fernand Braudel (1902-1985). Aquello se complementa con una actividad de primera importancia como lo es el trabajo de campo, como observación participante, o sea, la inmiscusión del observador en las prácticas de su objeto de estudio, esto se apoya en una visión de la exploración como la lectura del paisaje por el cuerpo y en específico por los pies, sólo así el geógrafo puede dar cuenta de una realidad territorial concreta. Esta realidad se manifiesta en diversos tamaños, la experiencia del espacio vivido muestra que quien vive un espacio lo piensa en diferentes escalas, los geógrafos pueden aproximarse a estas escalas con los mapas, por un lado, y la modelización por el otro, sin cometer el error de tratar de predecir el futuro de lo que están modelizando, puesto que no hay que perder de vista que se trata de una esquematización de la realidad. Otro punto a destacar es el que se necesita la aplicación del conocimiento a la realidad social, que por diversas razones no suele hacerse, pero que en buena medida depende de una visión crítica del académico. Concluye Fernández Christlieb, que en la época contemporánea hay cada vez mayores coincidencias entre el geógrafo y el científico social, acercamientos que producen un mejor entendimiento de la realidad, en esta asociación la geografía ofrece sus particulares experiencias. La postulación subyacente a este tipo de espacio compartido proviene de la metodología de la geografía cultural, en específico de Paul Claval (1999). Es verdad que la geografía cultural comparte asociaciones específicas (tal como la articulación dialéctica del concepto espacio-cultura) con las ciencias sociales, particularmente con la antropología estructuralista de mediados del siglo XX. El estudio del espacio por las ciencias sociales constituye el segundo apartado del libro y aquí se muestran los ensayos que, proviniendo de las ciencias sociales, exponen tanto elaboraciones teóricas sobre el espacio como estudios sociales que incorporan la dimensión espacial en su análisis. El primero de ellos es de Carlos Herrejón Peredo, investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán, quien titula su aportación como: El espacio y otros actores de la Historia. Herrejón busca mostrar cómo desde un análisis de las distintas conformaciones teóricas que elaboran las escalas más usadas en la geografía: desde la región, el territorio, hasta el paisaje, hay un olvido sistemático de Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 153 Omar Olivares Sandoval las condiciones históricas que articulan el espacio, al igual que en la historia suele hacerse abstracción del espacio como un agente inmóvil, equivalente a un escenario. Así, Herrejón distingue que la crítica hacia la historia regional consiste en mostrar que es imposible conformar una disciplina de tipo regional, en cuanto la región es un tipo de espacialidad consecuente con sus condiciones históricas, es decir, la categoría región no puede ser la base metodológica de una disciplina específica sino más bien una herramienta entre otro tipo de escalas, como la del territorio y la del paisaje. Ahora bien, el autor nota que no se ha puesto suficiente atención en una reelaboración reciente del concepto región que es la región ambiental y que proviene de la historia ambiental, por distinguirla de la historia ecológica. Herrejón sostiene que es imprescindible entender que el espacio no es un escenario abstracto sino lo que puede llamarse ambiente: es la relación entre un nicho ambiental y los procesos humanos los que colocan a la región ambiental como un dispositivo innovador para superar los determinismos naturales, por una parte, e incluir la dimensión histórica en el análisis regional, por otra. Felipe Hernando Sanz es profesor del Departamento de Geografía Humana de la Universidad Complutense de Madrid y escribe el artículo: Geografía humana y sociología ¿una relación imposible? El autor se interesa por la relación olvidada entre sociología y geografía humana. El acercamiento a la sociología ha producido temor de perder la identidad de la geografía humana. Los sociólogos consideraron que el saber social sobre el espacio era un asunto que correspondía a ellos, mientras que a los geógrafos les correspondía el análisis de lo natural. Lucien Febvre da cuenta de las inconsistencias que la geografía humana tuvo respecto a la sociología y dirime la controversia, diciendo que morfología social y geografía humana no son equiparables. Max Sorre buscó reunificar geografía humana y sociología. El acercamiento “se hace tarde”, lo que conlleva grandes males para la geografía humana; diferente a lo que pasó en Holanda, que pese a tener menor influencia internacional, se reunificaron la tradición positivista y la tradición humanista. Hoy en día tanto sociología como geografía humana recurren a marcos más amplios de referencias teóricas. En el artículo de 154 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Hernando se hace hincapié en el proceso holandés a manera de distinción de los desarrollos franceses y británicos; con ello busca ejemplificarse que el tratamiento del espacio desde una óptica del cientificismo social tuvo éxito, al menos en este ámbito. Fernando I. Salmerón Castro, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), titula su artículo: Espacialización de relaciones sociales y administración urbana y poder. Esta aportación viene desde la antropología y se enfoca en el análisis de la migración mexicana hacia los Estados Unidos de América. Este tipo de movilidad social pone en cuestión el ejercicio de poder territorial que ejerce un Estado, además que irrumpe en órdenes espaciales establecidos. En la medida en que se hace una migración trasnacional de gran distancia se rompe la continuidad de la identidad nacional que sustentan los Estados. De esta forma, Salmerón presenta tres dimensiones diferentes de esta migración. En primer lugar describe la manera en que se conforma una comunidad trasnacional, es decir, una comunidad que se localiza geográficamente en dos lugares a la vez, pues si bien los migrantes mexicanos viven en un lugar específico de Estados Unidos, mantienen flujos de intercambio muy frecuentes con su lugar de origen. En segundo orden, a través de la propia experiencia del autor, al estar presente en una protesta de los migrantes en Santa Bárbara, California, da cuenta que esta migración requiere de servicios especiales, por ejemplo, religiosos, bilingües, etc., que presentan retos a la organización estatal. En tercer lugar, Salmerón analiza el caso de la ocupación espacial cotidiana de los migrantes, en específico, la manera en que organizan el espacio doméstico (que a diferencia del modelo anglosajón de casa suburbana, los migrantes varían el uso de los espacios tradicionalmente dedicados a funciones públicas o privadas) lo que resulta en una reconceptualización de los espacios públicos y privados; nuevamente, haciendo que el ordenamiento urbano estatal se rompa. Esto último constituye el aporte más interesante de este ensayo, pues pone de relieve un uso político del espacio cotidiano y muestra que las prácticas espaciales tienen una dimensión identitaria e ideológica; además de que, en el plano metodológico, escala cotidiana y escala estatal se reúnen por medio de prácticas espaciales Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada que reivindican reclamos identitarios. Aunque se aborda someramente en este artículo, es verdad que el aporte antropológico a la mirada del geógrafo está abierto a un sinnúmero de posibilidades interpretativas. Tal vez, lo más remarcable de esta mirada antropológica sea el poner en cuestión la estabilidad de las escalas con las que la geografía construye sus discursos. Este ensayo es un ejemplo de la puesta en cuestión de un ámbito territorial en la observación de un uso doméstico del espacio. Territorialidad Discuriva. Lenguaje, poder y geografía, es el artículo de Paul M. Liffman, investigador del Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio de Michoacán. Aquí se continúa con el vínculo entre geografía y antropología. En este ensayo Liffman trata un estudio de caso sobre la construcción territorial que hacen los huicholes mediante peregrinaciones y el uso de lugares sagrados. En un enfoque que construye el andamiaje teórico de una geografía cultural de corte semiótico, Liffman se propone exponer los elementos discursivos que conforman un tipo de territorialidad opuesta a la lógica estatal. Para ello, ve en las prácticas de peregrinación y de sacralización del paisaje una territorialización ejercida desde los tropos de la sinécdoque, metonimia e iconicidad. Es decir, mediante el cuerpo (la experiencia fenomenológica) se reconoce el lugar como una analogía del territorio. En esta acción performativa se enlazan diferentes ámbitos de la actividad simbólica como: la muerte (los actos rituales frente a los ancestros) la cosmovisión, en su sentido amplio y las reivindicaciones políticas; lo que da lugar a una “cartografía de la muerte”, en palabras de Liffman. Extrayendo numerosos ejemplos de los estudios antropológicos en México, en especial del trabajo de Claudio Lomnitz, Liffman argumenta que en la dimensión discursiva de esta producción territorial se comprueba que los discursos sobre la muerte y los ancestros son el lugar de batalla de una conformación territorial nacional (que tiene sus orígenes en la conquista española) en confrontación con una distinta apropiación territorial, como es la del pueblo huichol. El primer artículo del segundo apartado de este libro se titula: La geografía humana frente al análisis de los sistemas complejos, de Andrzej Zeromski Kaczmarek, del Departamento de Geografía y Ordenación Territorial de la Universidad de Guadalajara. En este artículo Zeromski detalla una propuesta metodológica para la geografía de acuerdo con el uso de los sistemas complejos. Esta propuesta tiene sus raíces en una percepción transdisciplinaria de la geografía y retoma los planteamientos de la termodinámica de Prigogine y Stengers, dentro de las ciencias exactas, y las reflexiones de Edgar Morin (1921-), dentro de las ciencias sociales. Esta visión postula que la realidad social es un sistema que se regula a sí mismo en búsqueda de su armonía. Zeromski traduce esta complejidad en términos geográficos al decir que la realidad geográfica se compone de tres ámbitos: el geosistema, el territorio y el paisaje, es decir el “sistema GTP”, que se relacionan en una “trialéctica”, en oposición a la dialéctica marxista y hegeliana. Se comprende que el sistema complejo es adecuado para dar cuenta de una realidad “socio-ambiental” en la geografía humana. Paisajes Cualitativos. Una reflexión desde la interdisciplina, de Camilo Contreras Delgado, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, retoma la premisa de Wallerstein según la cual tiempo y espacio deben ser reintegrados a las ciencias sociales no como meros marcos de análisis. Según Contreras, la geografía ha estado gobernada por dos actitudes respecto a su objeto de estudio: la filosofía positivista y la práctica de una geografía espontánea. Por una parte el positivismo generó la pretensión objetiva en el captamiento de la realidad y, por otra, la geografía espontánea buscó retribuir el sentido del espacio en términos de una explicación de la multitud de subjetividades que lo perciben. Frente a estas dos perspectivas se presenta una mediación en términos del estudio cualitativo del paisaje. A través de la definición de G. Bertrand (1932-) de la noción de paisaje como “una porción de espacio material” se intenta definir el paisaje tanto en su ámbito material y tangible como en su ámbito inmaterial e intangible. Bajo el reconocimiento de que “el paisaje” es a la vez lo material y lo “objetivizado”, es también una construcción de un objeto de estudio. En la perspectiva cualitativa (no en oposición a una perspectiva cuantitativa) se intenta acercarse a las representaciones que del espacio hacen quienes lo experimentan. En esto último tienen un papel determinante la construcción Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 155 Omar Olivares Sandoval de “ritmos temporales” y escalas respecto al objeto de estudio. Tomando el ejemplo de un puente que se construyó en la ciudad de Monterrey en 2001, el autor muestra cómo a partir de esta realidad material que supuso la construcción de un puente, las representaciones que se hicieron de éste mismo revelan que el objeto es la “punta del iceberg” de un proceso más amplio, que involucra tanto las acciones ideológicas del gobierno, como la resistencia de los habitantes hacia la ideología gubernamental, su reelaboración como un objeto icónico que se relaciona, ampliamente, con la idea misma de ciudad. En La geografía ambiental. Orígenes, ámbito de estudio y alcances, de Miguel Aguilar Robledo, coordinador de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y Carlos Contreras Servín, quien es investigador en el mismo lugar, se afirma que la geografía ambiental es heredera directa de la primer geografía moderna, en la que se problematizaba la relación naturaleza-sociedad o medio ambiente-acción humana, desde la geografía de Humboldt a la de Paul Vidal de la Blache. Hay un momento de ruptura en esta concepción con la aparición de la obra de Charles Darwin (18091882): El origen de las especies, el inicio del evolucionismo y las primeras bases de la ecología moderna. Con la creación del concepto ambiente se supera la dualidad hombre-naturaleza puesto que en este concepto se sintetizan las relaciones humanas como las no-humanas. El ambiente, según los autores, es una segunda naturaleza, es una construcción social. La geografía, por tratarse de una ciencia de síntesis, es el lugar idóneo para estudiar el ambiente; desde la geografía ambiental se rompe la dicotomía entre geografía humana y geografía física, ya que integra los ámbitos de estudio de una y otra con la elaboración de la noción ambiente. Los autores hacen hincapié en que aún faltan por integrarse a la geografía ambiental las metodologías de género y las escalas globales, pues la geografía ambiental es una ciencia con con-ciencia que busca alejarse de los paradigmas de las disciplinas tradicionales produciendo solución a un momento histórico concreto, caracterizado por la crisis ambiental. Aunque se deja de lado en el texto, se nota que el paradigma “ambiental” se fortalece como una respuesta a la crisis de los paradigmas de las ciencias sociales, notoriamente a la postulación 156 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 de la sociedad o lo social como elemento unificador de la capacidad explicativa de estas disciplinas. El concepto ambiente se solidifica como un concepto sintetizador y por consecuencia las disciplinas ambientales se asumen como las nuevas integradoras de amplios espectros del conocimiento. Octavio M. González Santana, investigador del Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán y uno de los coordinadores de este libro, escribe el artículo: Por una geografía de los actores sociales. Algunos referentes de la geografía humana en las ciencias sociales. González parte de la idea según la cual hoy en día existe un reconocimiento por parte de las ciencias sociales de la noción de espacio, así como en la geografía se constata que el espacio es un producto social. El artículo de González parte de una esquematización de la historia de la geografía, que señala tres puntos históricos, el de una geografía centrada en explicar lo natural, desde un enfoque descriptivo; más tarde, la elaboración de una perspectiva humana en la geografía, especialmente en la escuela francesa; y por último, la introducción de los métodos cuantitativos en la geografía, como resultado de la inclusión de metodologías de las ciencias sociales; que al mismo tiempo tomaron, en la década de los sesenta del siglo pasado, la noción de espacio como un agente explicativo de la realidad social. Lo interesante del artículo de González es que refiere esta problemática al ámbito mexicano. En palabras del autor, hay una falta enorme de trabajo geográfico en relación con otros países como Brasil y Argentina; dentro de estos trabajos el acercamiento a la teoría social es escaso. Desde su fundación, con Luis González y González (1925-2003), El Colegio de Michoacán se dirigió a estudiar los problemas regionales desde una perspectiva interdisciplinaria. Más adelante sobresalieron Ángel Palerm (19171980) y Brigitte Boehm, quienes incorporaron el espacio a sus respectivos enfoques disciplinarios. González refiere que desde los años ochenta con la participación de algunos investigadores geógrafos y afines a la disciplina como Claude Bataillon, Jean Becat, Thierry Linck, Eric Mollard, Eric Leonard, Hubert Cochet y Olivier Guegeon, así como en la atención prestada a los trabajos con enfoques antropológicos como los casos de G. de la Peña, J. Lameiras y C. Lomnitz, se fue construyendo una Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada atención espacial a los fenómenos sociales, lo que se imprimió en la creación del Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán (CEGH) en 2002. Así, González pugna abiertamente por una geografía interdisciplinaria que dé cuenta de los actores sociales (geografía social). Ludger Brenner, profesor-investigador del CEGH, y Helen Hüttl, investigadora del Instituto de Geografía Económica de la Universidad de Munich, escriben el trabajo académico titulado: Ecología Política. Un análisis geográfico de conflictos en un “medio ambiente politizado”. Presentado con base en el ejemplo de la reserva de la biosfera Sian Ka’an, Quintana Roo. Si bien en el artículo de Miguel Aguilar se había definido el propósito de la geografía ambiental en relación con la capacidad de síntesis del concepto ambiente y por ello podía trascender una polémica sobre el espacio físico y el espacio cultural en la geografía humana, del lado de la ecología política se reconoce con más énfasis que el ambiente es una construcción social subsumida al interés de los actores políticos (sujetos y colectividades), de acuerdo con una concepción de la acción social fundamentada, claramente, en una aproximación weberiana, es decir, como acción estratégica respecto a fines. Y si bien se reconoce que el ambiente es un producto de intereses colectivos, en términos metodológicos, la ecología política considera que el espacio geográfico es el marco preexistente a la acción social. De esta manera, en el análisis de la Reserva de la biosfera de Sian Ka’an (RBSK) se comienza por la descripción de ese espacio ecológico preexistente, se enumeran sus recursos naturales, sus actividades productivas y sus usos de suelo. En seguida se hace un esquema de los actores involucrados en los procesos de ordenamiento y gestión de la RBSK, se hace el análisis de sus intereses políticos y finalmente, una evaluación de sus márgenes de maniobrabilidad política. Si bien, a través de este enfoque de ecología política se esclarece una porción de las tensiones políticas sobre un espacio (porción en la medida en que estos intereses se muestran explícitamente), el mismo enfoque se muestra como mucho más restringido que el de la geografía ambiental para dar cuenta de la complejidad con la que se articula un nicho ecológico. El primer ensayo del cuarto apartado lo escribe María Teresa Ayllón Trujillo, investigadora de la Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y se titula: Nuevas tendencias en geografía: el giro de la modernidad a la posmodernidad. En este texto, Ayllón Trujillo distingue que la oposición de la geografía como ciencia descriptiva/ciencia nomotética no aparece en el siglo XX sino que hunde sus raíces en la oposición de la tradición naturalista aristotélica frente a la constitución de la ciencia como explicación causal que elaboró Galileo. La autora distingue que la tradición positivista influyó en la geografía no como sustento epistémico sino en relación con la inserción del concepto “progreso” civilizatorio. Argumenta que el posibilismo de Paul Vidal de la Blache introduce un tipo de relativismo frente a la concepción científica de la geografía, también coincide con la gestación de los relatos nacionales. La autora sostiene que el imaginario de la geografía como una ciencia, bien delimitada y con herramientas propias, proviene más de un imaginario elaborado por la modernidad que por la verificación de su historia. Pone el ejemplo de que varias contribuciones esenciales a la geografía han provenido fuera de la disciplina. De este modo, Ayllón revaloriza la noción de posmodernidad en el sentido en que se echa abajo el mito de la geografía como ciencia, a través de trabajos que muestran la dimensión ideológica de los discursos geográficos (como el nacionalismo de Paul Vidal de la Blache) y los mapas (como aquéllos que son el resultado de una intención de dominación, en la perspectiva de Yves Lacoste). En este sentido, la inclusión de análisis poscoloniales, feministas, de sistemas complejos y la movilidad de las escalas representan una ciencia geográfica más democrática, y bajo esta mirada, elabora discursos que corresponden a las necesidades sociales. Georgina Calderón Aragón, profesora del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, escribe un ensayo titulado: La geografía como ciencia social. Ella nos presenta la ambigüedad epistemológica de la geografía al hacer analogía con su organización académica: por una parte en el bachillerato la geografía pertenece al área económico-administrativa, a nivel universitario (en la UNAM) se ubica en la Facultad de Filosofía y Letras, pero a nivel de la investigación depende de Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 157 Omar Olivares Sandoval la Coordinación de la Investigación Científica. La autora sostiene, desde un principio, que hay dos tipos de geografía social, una que se considera subdisciplina de la geografía humana y otra que pone en cuestión tanto a la geografía física como a la humana y busca reemplazar a esta última. A esta geografía social transformadora se adscribe la autora. Calderón toma la reflexión de Wallerstein para explicar que la geografía no se formó al mismo tiempo que las ciencias sociales; de ahí su desventaja frente a éstas. Según ella, la geografía humana tiene tres raíces distintas: el positivismo, el idealismo y la escuela del paisaje. La autora argumenta que ninguna de ellas puede rebasar el dualismo hombre-naturaleza o sociedad-naturaleza; ni ninguna de ellas puede tampoco sobrepasar el dualismo nomotético/idiográfico que está en la base de la distinción de la geografía humana y física. Calderón relata cómo en los sesenta aparecen otras geografías como la humanista o posmoderna, la neopositivista, la subjetiva y la radical o crítica; que dentro de ellas, las subjetivas y posmodernas “tienen un carácter idealista y ven el espacio como subjetivo” (p. 389). Aboga por una geografía de inspiración marxista en la que las relaciones de producción, entendidas como producciones sociales, son el motor de la producción espacial. La autora recupera en particular los trabajos de Henri Lefebvre, Milton Santos y David Harvey, como sustento de una geografía social con responsabilidades políticas frente al capitalismo. Vânia Vlach, investigadora del Instituto de Geografía de la Universidade Federal de Uberlândia en Brasil, dedica su ensayo a La enseñanza de la geografía en el inicio del siglo XXI. Entre lo local y lo global. Vlach, parte del principio de que la educación sirve para la creación de ciudadanía, de acuerdo con el reconocimiento de un mundo que ha cambiado profundamente su estructura en la contemporaneidad; así la enseñanza de la geografía debe enfrentarse con la traducción de un mundo que se ha hecho más complejo. La autora explica que la historia de la enseñanza de la geografía tiene su raíz en los procesos de conformación de los Estados-nación, es decir, las herramientas tradicionales para fomentar la identidad fueron el aprendizaje de un lenguaje nacional único y regulado, la enseñanza de la historia, en términos de héroes y mitos de origen nacional, y la enseñanza 158 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 de la geografía, en cuanto a la pertenencia de una unidad política territorial. Por causa del proceso de ampliación de redes sociales que alimentó el mismo capitalismo, los estados nacionales se desdibujan en las dinámicas de la globalización. De esta manera, propone que en el ámbito contemporáneo, en el que se reconoce la diferencia del Otro, la enseñanzaaprendizaje (punto de vista freiriano) de la geografía debe enseñar el vínculo escala local-escala global, que proporciona una mirada crítica a este respecto. El apartado, y el libro mismo, finalizan con el ensayo de Blanca Rebeca Ramírez, profesora del Departamento de Teoría y Análisis de la División de Ciencias y Artes para el Diseño de la Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco. El artículo se titula: Retos de la geografía humana en los albores del siglo XXI. Aquí, Ramírez postula que existe un atraso, tanto teórico como metodológico, respecto de la geografía mexicana con la del resto del mundo. Esquematiza la historia de la geografía considerando que, en el tránsito de finales del siglo XIX a mediados del siglo XX, opera un cambio epistemológico en la geografía humana, sintetizado en el paso de una geografía descriptiva a una geografía analítica, más próxima de las ciencias sociales. La autora considera que hay cuatro retos para la geografía en la época contemporánea: el teórico, el metodológico, el de la representación y el del compromiso social. El primero de ellos pugna por la creación de modelos propios a la realidad mexicana frente a la importación de aquéllos; el segundo se dirige hacia el mismo objetivo, constituir un arsenal de conceptos acordes con un contexto propio; el tercero se muestra como la necesidad de generar una reflexión crítica sobre la representación que producen las tecnologías de información geográfica. Finalmente el compromiso social radica, según la autora, en retomar las alternativas políticas para América Latina, en recobrar la utopía como instrumento para imaginar un futuro diferente. Como se ha visto, uno de los déficits de este libro es que esquematiza demasiado la historia de la geografía. El libro es más bien un primer paso para la adscripción de una herencia teórica concreta por parte de un grupo de investigación. Es por ello que la reconstitución histórica de la geografía en tanto ciencia social carece de los procedimientos Geografía humana y ciencias sociales. Una relación reexaminada reflexivos capaces de generar una crítica del lugar de la geografía contemporánea. A pesar de que los ensayos son muy heterogéneos, este libro no se puede ubicar dentro de la bibliografía sobre historia de la ciencia −pues no conoce las metodologías de aquella− y en consecuencia, no puede hacer un aporte a la historia de la geografía. Como resultado de ello, se abusa en la reiteración de la categoría positivismo, como un agente de explicación capaz de dar cuenta de la totalidad del ámbito cientificista en la geografía, también se exagera el uso de la categoría posmodernismo como un concepto capaz de explicar desde una fase del capitalismo, o una crítica de los valores de la modernidad (como agente discursivo), hasta una moda filosófica. Ello hace notar la falta de un vocabulario conceptual más detallado (por ejemplo, la noción de post-estructuralismo, giro lingüístico, giro hermenéutico) para dar cuenta de la historia disciplinaria de la geografía.4 En segundo lugar se nota que el acercamiento a las ciencias sociales se concibe de muchos modos, no obstante, se reconocen dos lugares primordiales de proximidad: la necesidad de incluir el mayor número posible de escalas de análisis espacial y la necesidad de la teorización del espacio como un agente explicativo transdisciplinario. Es verdad que la geografía carece de una filosofía del espacio. François Hartog argumenta que en el ámbito contemporáneo ocurre la desestructuración de los regímenes temporales pasado-presente-futuro, dando lugar a una sociedad presentista, que representa el tiempo histórico más como un continuo indefinido que como un resultado de la acción del pasado con orientación a futuro. Esto ha dado lugar a la presencia del espacio como categoría explicativa de la contemporaneidad. En términos planos puede decirse que en la construcción de la temporalidad contemporánea se produce una espacialización del tiempo histórico (Hartog, 2007). Debe retomarse el planteamiento de Massey (2005) en el sentido de que el espacio es diferente del tiempo histórico en Es de especial importancia la ausencia en la bibliografía sobre historia de la ciencia e historia de la geografía, en específico es sensible la falta del trabajo de Marie-Claire Robic en relación con la escuela geográfica francesa (Robic et al., 2006). 4 que el primero es el lugar de la simultaneidad. Por esto, siguiendo la lógica de Bruno Latour respecto de la noción de sociedad: que lo social no puede presentarse (en las ciencias sociales) a la vez como un objeto de estudio y como condición del objeto de estudio, es decir, no puede presentarse a la vez como inicio (condición de la investigación) y resultado (Latour, 2008). Tampoco el espacio puede darse el lujo de ser un objeto preexistente a la acción y a la vez punto de llegada de la investigación científica; no puede ser condición y resultado. Una vez que se comienza a pensar el espacio, como categoría filosófica, se revela que la noción está lejos de ser tanto una categoría geométrica (o absoluta) estable, tanto un fenómeno de inmediatez a la conciencia (Lévy y Lussault, 2003). En este sentido vale la pena pensar que, análogamente a la construcción del espacio en términos de la geografía cultural (quienes viven un espacio), un tipo de espacialidad específica se construye con los discursos geográficos. A pesar de esto, en la identificación de un corpus bibliográfico esencial a los problemas epistemológicos de la geografía contemporánea, este libro genera una buena guía o textbook susceptible de ser utilizada por los estudiantes de posgrado con el fin de orientarse y tal vez profundizar en estos temas. Esto no debe dejar de lado la dimensión material de esta obra, que está dirigida a instalarse en las bibliotecas del resto de los espacios de investigación geográfica en el país,5 fortaleciendo el lugar que ocupa el CEGH de El Colegio de Michoacán como un lugar de investigación particular y legítimo en relación con otros lugares de investigación que poseen una trayectoria más larga. El mensaje material está destinado a producir la atención por parte de los investigadores en geografía, en términos de legitimación y fundamentación de las actividades inquisitivas que se están generando en Michoacán. En este sentido se puede pensar que el espacio de investigación más cercano y más cotidiano al CEGH es el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental en Morelia (CIGA) que, a pesar de ser creado en 2007 como una dependencia universitaria, se fundó desde una plataforma teórica Aunque pudiera ser por razones presupuestales, no se entiende bien porqué el tiraje es sólo de quinientos ejemplares, como se aprecia en el colofón. 5 Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 159 Omar Olivares Sandoval heredera del Instituto de Geografía de la UNAM, que se fundamentó en tres áreas de investigación bien esclarecidas.6 Por último, esto nos lleva a la dimensión ideológica de este texto. Se sabe que la explosión de discusiones teóricas, de reafirmaciones disciplinarias y de incertidumbres metodológicas conllevan la reorganización de la investigación científica en su dimensión estratégica, es decir, en la búsqueda de la conformación de un tipo de colectividad académica afín y, esto es lo importante, capaz de actuar, con cierta estabilidad, en una esfera discursiva amplia (Dosse, 2006). Por decirlo así, no existe ningún tipo de investigación que esté por fuera de la trama social, por ello cualquier conformación disciplinaria implica la dimensión política, en el sentido en que la polis es el lugar en donde se reconoce el lenguaje como acción. Siguiendo esta argumentación, se entiende que este texto busca ubicarse dentro de una producción bibliográfica que atraviesa el ámbito internacional, se coloca en los márgenes de la discusión sobre los ejes epistemológicos de la geografía; cada vez más frecuente en los ámbitos de investigación en diversas partes del mundo (Benko y Strohmayer, 1995; Massey, 2005). Si para la geografía francesa las ciencias sociales significaron el “otro mundo” al que debían mirar para salir del paradigma vidaliano y elaborar nociones más concretas y heterogéneas del espacio (ya que las ciencias sociales habían puesto en juego la exclusividad con que la geografía se enunciaba sobre éste; Allemand et al., 2005), para la geografía mexicana la mirada sobre las ciencias sociales se instaura como una posibilidad de entrar en un discurso académico de orden global. Como se dice al principio, los comienzos están atravesados por las complicaciones, más no por ello los comienzos pierden legitimidad o son menos valiosos que los esfuerzos intelectuales de largo plazo. Si se acepta que este proceso de reflexión y de edición es un acto fundacional, y como tal, está incompleto e inacabado, esto que parece un déficit constituye también la condición de posibilidad de hacer un camino. Finalmente hay que comenzar por algún lado. Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, UNAM [www.ciga.unam.mx : 3 de junio de 2010]. 6 160 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 REFERENCIAS Allemand, S., R.-E. Dagorn et O. Vilaça, O. (2005), La géographie contemporaine. Le Cavalier Bleu, Paris. Ayer, A. J. (1971), The problem of knowledge, Penguin, Harmondswort. Benko, G. and U. Strohmayer (1995), Geography, History and Social Sciences, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht. Braudel, F. (2002), Las ambiciones de la historia, Crítica, Barcelona. Claval, P. (1999), La geografía cultural, traducción de Lissandro A. de la Fuente, Eudeba, Buenos Aires. Dosse, F. (2006), La historia en migajas. De Annales a la “Nueva Historia”, Universidad Iberoamericana, México. Hartog, F. (2007), Regímenes de historicidad, Universidad Iberoamericana, México. Herodoto (1998), Los nueve libros de la Historia, EDAF, Madrid. Latour, B. (2008), Reensamblar lo social. Una introducción de la teoría del actor-red, Ediciones Manantial, Buenos Aires. Lévi-Strauss, C. (1987), Antropología estructural, Paidós, Barcelona. Lévy, J., et M. Lussault (2003), Dictionnaire de la géographie et de l’espace des societés, Belin, Paris. Massey, D. (2005), for space, SAGE, London. Orain, O. (2006), “La Géographie comme science”, en M.-C. Robic (coord.), Couvrir le monde. Un grand siècle de géographie française, Ministère des Affaires Étrangères, ADPF, Paris, pp. 90-122. Perroux, F. (1984), El desarrollo y la nueva concepción de la dinámica económica, Ediciones del Serbal, Barcelona. Popper, K. (2002), The logic of scientific discovery, Routledge, London. Ricœur, P. (2004), La memoria, la historia, el olvido, Fondo de Cultura Económica, México. Robic, M.-C. (coord.), D. Mendibil, C. Gosme, O. Orain et J.-L. Tissier (2006), Couvrir le monde. Un grand siècle de géographie française, Ministère des Affaires Étrangères, ADPF, Paris. Wittgenstein, L. (2002), Tractatus logico-philosophicus, Tecnos, Madrid. Omar Olivares Sandoval Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México Kinda, A. (ed.; 2010), A Landscape History of Japan, Kyoto University Press, Kyoto, 284 p., ISBN 978-4-87698-792-4 La geografía histórica de Japón ha experimentado un inusitado auge en los últimos cincuenta años. En esencia, su vitalidad se concentra en tres grandes áreas que son: el análisis integrado basado en una sólida base empírica, el análisis particular con apoyo tecnológico y procesamiento de datos, y un conjunto de perspectivas (de los contextos, de la percepción y del comportamiento humano). Los enfoques se han alimentado desde la historia y la arqueología hasta las técnicas geográficas para la identificación y reconstrucción de los antiguos paisajes de capitales regionales y provinciales (Senda, 1982; Kinda, 1997). A este ambiente que muestra una disciplina vibrante pertenece Akihiro Kinda, un profesor emérito de la Universidad de Kyoto y especialista en geografía histórica antigua, medieval y premoderna del paisaje urbano y rural de Japón. Su principal trabajo es la investigación empírica y la discusión teórica de la geografía histórica, mismo que está publicado principalmente en japonés y en menor medida en inglés. El profesor Kinda se interesa por el estudio de la más antigua morfología del arrozal (Jori sei) y de algunas ciudades cuadriculadas (Jobo sei) que forman el paisaje reticular de los países orientales y no solamente de Japón. El origen de estos paisajes se remonta a la cultura Ritsuryo1 del siglo VIII. Será hasta el siglo XVI, con la construcción de la Ciudad castillo al interior de Kyoto, que surge un nuevo paisaje. Por eso, Kyoto es un buen ejemplo de la existencia y la sobreposición de estos paisajes en la historia de Japón. Este libro, coordinado por Kinda, dedica cinco secciones a la ciudad, 1 Ritsuryo: literalmente es un código penal y administrativo de Japón del siglo VIII. Este sistema guarda una idea que procede del confucionismo donde el Rey iluminado puede dominar al pueblo y a la tierra. que son: a) objetivos y metodología de la geografía histórica, b) paisajes urbanos, c) paisajes rurales, d) paisajes, materiales y representación y e) paisajes culturales. En total doce capítulos con una larga temporalidad de estudios, desde la época antigua (siglo VII a 1185), la medieval (de 1185 a 1550) y la premoderna (de 1550 a 1868) de Japón. El primer capítulo presenta una síntesis del ambiente académico de la geografía histórica de Japón (Kinda, 1997, 2010). Kinda empieza con la descripción del peso de la tradición oriental, sobre todo de Japón y China, en la geografía histórica, al igual que la tradición de la unidad de la geografía y la historia al inicio del siglo XX. La geografía histórica de ese momento se especializaba en la búsqueda filológica de los documentos oficiales de la familia real de Japón: Nihon Shoki y Kojiki del siglo VIII y la ubicación de sus tumbas imperiales para legitimar su gobierno. El autor señala el cambio y la influencia europea dentro de la teoría japonesa de la geografía histórica, por ejemplo, de los autores clásicos como H. Mackinder, O. Schluter, S. Passarge y A. Hettner, para la consideración de la materia como ciencia del espacio y no del tiempo. La novedad de las metodologías de estos autores europeos se presentaron en la reunión de la Unión Geográfica Internacional, de Varsovia en 1936, por parte de S. Komaki como de J. Yonekura con lo que fijaron nuevas tradiciones académicas, sin descuidar las viejas trayectorias, los vínculos con la historia y la descripción de los lugares más antiguos a pesar de sus rasgos modernos. Más tarde, el giro teórico fue hacia la geografía histórica inglesa. La modernización, identificada por Kinda, radica en los cinco tomos de la geografía histórica de Japón publicada por Fujioka, en 1955, donde deja un amplio espacio a la idea de sección cruzada (Cross Section) de H. C. Darby (2002). Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 161 Masanori Murata La interpretación sobre la propuesta de Darby fue adaptada por Fujioka a las figuras narrativas como los poemas y las pinturas de la cultura japonesa. Kinda prefiere utilizar el concepto sección cruzada ampliada (thick cross section) como una manera distinta de incluir nuevos análisis, los avances técnicos y la recolección de datos en el campo (por métodos arqueológicos) que se suman a la aproximación contextual y la identificación de los rasgos geográficos de la poesía Haiku y Waka para investigar el paisaje. Kinda (1997), al igual que A. R. H. Baker (2003), señala la importancia de los ambientes culturales del paisaje histórico y, sin olvidar la metodología de Darby, examina la larga temporalidad del paisaje histórico japonés desde la época antigua hasta la premoderna con la aplicación de la teoría de la sección cruzada ampliada. En el segundo capítulo, Kinda introduce una breve historia de los cambios de los distritos administrativos de Japón, desde la época antigua hasta la época premoderna. En la primera hubo tres rasgos paisajísticos: la construcción de la capital cuadriculada imperial (Jobo sei), la definición del arrozal público (Jori sei) y la construcción de los cinco caminos imperiales que conectan a la capital imperial. En la ciudad imperial Heijo kyo (la actual Nara) fundada en el año 710 y Heian kyo (la actual Kyoto) en el año 794, subsiste la morfología cuadriculada (Jobo sei). En los caminos, las estaciones ofrecían el servicio de caballos y el correo cada 16 kilómetros. Estos tres sistemas tuvieron un impacto territorial a través del sistema Ritsuryo en el paisaje común de ciertos países asiáticos. Posteriormente la construcción de la Ciudad castillo en la segunda época tuvo un impacto morfológico en la ciudad con la innovación del foso de agua, el talud de piedra y el gran edificio o castillo; los callejones, las brechas, las encorvadas y las residencias de los carpinteros y los comerciantes estaban alrededor del castillo. Todavía hoy se pueden observar estos dos antiguos cambios paisajísticos en el análisis morfológico de Kyoto. El argumento del tercer capítulo son las ciudades capitales y provinciales de la época antigua de Japón, desarrollado a dos escalas: la morfología urbana y su red regional. En este nivel y a partir del desplazamiento de los poderes políticos durante 162 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 seis ocasiones, entre el 694 hasta el 794, asentados originalmente en Asuka (la primera capital japonesa), Kinda explica la secuencia del movimiento: Fujiwara, Heijo, Kuni, Nanba, Heijo, Nagaoka, Heian.2 Así, por ejemplo, la calle principal de la capital Heijo (actual ciudad de Nara) permite llegar al palacio imperial de la antigua capital Fujiwara ubicada a 20 kilómetros hacia el sur. Mientras que hacia el poniente se localizaba Nanba y al norte Kuni. Mientras, a la escala local, las ciudades capitales fueron construidas con la forma cuadriculada (Jobo sei) con 5.2 kilómetros de largo y 4.5 kilómetros de ancho. Al interior, los llamados Bo, eran cuadrados de 121 metros y dieciséis manzanas (cuatro por cada lado) y una calle larga (que actualmente reúne las calles principales). Esta es la división territorial actual de la ciudad Kyoto. La avenida central (Suzakuoji) tiene 84 metros de ancho y conecta el palacio imperial con la puerta principal de la ciudad, llamada Rasho ubicada en la parte sur. Kinda elaboró el mapa del uso de suelo de la ciudad Heian, del siglo IX al XII con la mayor parte de las edificaciones de las manzanas en la parte oriental, al lado del río Kamo. Es importante señalar que, en esa época, Heiankyo contaba con cien mil habitantes, un tamaño monumental parecido a lo que sucedía en Teotihuacan. Sigue el capítulo quinto sobre las capitales y los pueblos en la siguiente época o premoderna y moderna. Aquí destaca el análisis de la autora, A. Yamamura, de la sobreposición de la Ciudad castillo sobre los restos de la antigua capital cuadriculada construida ochocientos años atrás y su modernización. El estudio incorpora el análisis de Komaki, Azuchi, Osaka, Edo y Kyoto. La investigación se centra en la transformación de los primeros pueblos y su cambio sustancial e irreversible a partir de 1868, con la llegada del ferrocarril y la industrialización. El derrumbe de los antiguos castillos abrió nuevos espacios de diferentes tamaños y dio lugar a la construcción de oficinas públicas y escuelas, a la vez que parques e instalaciones militares, que luego de la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en Corresponden a las actuales ciudades de Asuka, Nara, Kizugawa, Osaka, Nara, Nagaoka y Kyoto. 2 A Landscape History of Japan edificios públicos. Otros espacios se convirtieron en residencias, en bosques, campos agrícolas o distritos comerciales. A pesar de la intensidad de esos cambios y el crecimiento de los pueblos más allá de sus límites, la división de los barrios, las antiguas calles y manzanas mantuvieron sus formas originales. En el capítulo sexto, Kinda examina el asentamiento rural de la época antigua y medieval, como otro de los ejes vertebrales de este libro. La forma cuadriculada de las localidades rurales (Jori) de la época antigua es otro de los giros del paisaje de Japón. Bajo la promulgación del código administrativo (Taiho Ritsuryo) en el año 701, las tierras del arrozal fueron administradas por el Estado, es decir, solamente la familia imperial, el gobierno central y local, y los grandes templos Budista y Sintoísta recibían los tributos, el trabajo como impuesto y una parte de los productos locales. Para esta recaudación se ordenaron los asentamientos rurales del arrozal dentro de tierras nacionales. El arrozal de la época Ritsuryo fue construido con dos dimensiones: uno de 10.9 x 109 metros y el otro de 21.8 x 55 metros, ambos de casi 0.12 hectáreas, que equivale a una unidad territorial japonesa, llamado tan. Después de la promulgación de este código administrativo y penal, según el autor de este capítulo, el tan fue medido y fijado en la práctica medio siglo después, a partir del cual se dio paso a un proceso de transformación del paisaje rural de larga duración dentro del territorio japonés. Los siguientes dos capítulos son del mismo autor, Taisaku Komeie, donde desarrolla la perspectiva del paisaje rural en la época premoderna y la modernización del campo rural. La población total de la época medieval (1185-1550) creció de siete a doce millones, mientras que en el periodo siguiente se triplica 12 a 34 millones en el plazo de cien años. A partir de 1868, la llamada época moderna, la población alcanzó los 38 millones. En la actualidad es de 128 millones de habitantes. El cambio al siglo XVII y el final del XIX, como se puede observar, marcan un crecimiento demográfico decisivo en la historia de Japón. Para responder al primer cambio se requirió la preparación de tierras para un nuevo arrozal de veinte mil kilómetros cuadrados en la época premoderna. Este auge estuvo acompañado de la introducción de sistemas de riego y el cambio del paisaje en el área de Musashino (la actual región central de Tokyo), que fue descrito en dos diarios de viajeros extranjeros. El primero, un misionero portugués llamado João Rodríguez, que vivió en Japón desde 1577 hasta 1610, escribió sobre esa región: Hay grandes tierras desocupadas y planas llamadas Musashino, […] este terreno está cubierto con heno y pasto sin contar las pequeñas arboledas… Hay muchos jabalíes salvajes de la montaña y cerdos machos en las áreas desocupadas así como para la caza incontables animales como patos salvajes, que llegan de Tartaria en el invierno, muchas garzas y cisnes, etc. (Kinda, 2010:144). El siguiente, de 1878, procede de la mirada de la viajera inglesa, Isabella Bird (1831-1904), que describió el paisaje de Musashino de una manera completamente diferente: Las planicies convertidas principalmente en terreno pantanoso y artificial donde los pájaros acuáticos yacen juntos y en donde cientos de hombres y mujeres se juntan también con las rodillas hundidas en el lodo; esta planicie de Edo es el principal gran campo de arroz y es la época más ardua para la plantación del arroz… Sobre la planicie de Edo, atrás de las cercanas villas y de los caminos, hay islas como ellos las llaman, son pueblos rodeados de árboles y cientos de placenteros oasis donde el trigo espera su corte y crecen las cebollas, follaje, frijoles y chícharos (Kinda, 2010:145-146). El capítulo enfatiza, al final, el enorme crecimiento de las nuevas tierras cultivables y el número de asentamientos, con el consecuente grave impacto sobre la naturaleza alrededor de Osaka, Kyoto, Nagoya y Edo. El siglo XVII, por tanto, fue uno de los grandes cambios del paisaje japonés, cuando esto sólo se piensa durante la modernización del siglo XX. Numerosos espacios naturales fueron domesticados y convertidos en paisajes. Una época de la historia cuando los japoneses descubrieron que las actividades humanas pueden alterar irreversible e inesperadamente a la naturaleza. Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 163 Masanori Murata En el capítulo octavo, el mismo autor analiza la modernización del espacio rural a partir del marcado crecimiento de la población. En el siglo XIX, Komeie identifica algunos elementos para el estudio del paisaje: la reforestación de la montaña y la construcción de la granja tipo occidental. Para el primer caso, el estudio describe las extensiones del bosque de moras que, con los años, ha sextuplicado su área, al igual que la del ganado vacuno casi duplicado al inicio de la Segunda Guerra Mundial. En el segundo caso, los alimentos largamente prohibidos por el Budismo, como los puercos, la carne de vaca y la leche, entraron en la dieta japonesa, con lo que se dio una industrialización en el norte de Japón. En el capítulo noveno Kinda y Kazuhiro Uesugi abren un tema novedoso para la geografía histórica de Japón. Se refiere a la relación de los antiguos paisajes y los mapas. Japón conserva mapas con remotas territorialidades que ahora son un desafío para los geógrafos e historiadores. En estas páginas muestran la visión del territorio, de la época antigua a la moderna, en Japón. Al inicio, el gobierno local necesitaba el control de la recaudación de los impuestos, bajo la orden del Ritsuryo, por lo que el emperador dispuso la invención de nuevos mapas. En este caso, los autores estudian el mapa de Takagushi diseñado en el templo Todaiji en 766 (y actualmente conservado en el “Nara National Museum”) y el mapa de Hineno de la provincia de Izumi, fechado en 1316 (y conservado en la “Imperial Household Agency”). Ambos documentos muestran la forma y extensión del arrozal, el nombre de los lugares, la construcción y la irrigación del paisaje rural de la época antigua y medieval.3 El capítulo sigue con el estudio de los mapas de la época Edo o premoderna. Se les conoce como Kuniezu, una imagen desarrollada como símbolo de la unificación del gobierno Tokugawa. Destaca la influencia de los pintores Ukiyoe en los mapas del paisaje urbano y rural bajo una estética especial, que se continúa en la época moderna en otros trabajos que permiten apreciar la cultural japonesa. A la escala local, por ejemplo, en el mapa Dainihon No se advierte una lectura sobre la naturaleza de los mapas japoneses, en el entorno académico del profesor Kinda, basada en las propuestas de John Brian Harley (Edney, 2005). 3 164 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Kairiku Meisyo Zue, de 1864, una vista oblicua de 45 grados dirige la mirada al conjunto del puerto. A la escala nacional, en el mapa de Kankyo Dainihon Shinshin Zenzu de 1871, resalta la combinación con las islas de Japón al centro y alrededor del mapa, a manera de marco, varias vistas oblicuas de puertos y lugares turísticos. En estos ejemplos lo que se privilegia son los paisajes pintorescos y el uso de la xilografía.4 El décimo capítulo es una propuesta de mirar las fuentes antiguas de la literatura y la pintura dentro del trabajo de la geografía histórica. Komeie elabora una reconstrucción del paisaje a partir de la rica tradición y el significado de la naturaleza entre los japoneses a través de una metodología particular. La poesía japonesa, llamada Waka, con remotos orígenes en el siglo VII, describe la viveza del paisaje japonés y particularmente de la montaña Fuji. El autor utiliza el libro clásico: Manyōshū del año 759, para su investigación y elige un poema de Akahito Yamabe para posicionar al lector desde un ángulo específico e imaginar con las palabras la silueta del volcán a lo lejos: Tagono no ura yu,chi’idete mireba, mashiro niso, Fuji no takane ni, yuki wa furikeru5 (Taki, 1965). En un intento de seguir el pensamiento del autor, se ha buscado el mismo ángulo para el lector, esta vez, en un grabado de Utagawa basado en la técnica Ukiyoe, del siglo XIX, para apreciar la lejanía y, al fondo, el volcán Fuji desde la Bahía de Tago (Figura 1). El siguiente capítulo se dedica al paisaje monumental. Uesugi analiza el proceso de la construcción de los monumentos que permiten pensar la cosmología de los japoneses de la época antigua. Los monumentos construidos antes del siglo IX Regularmente la polémica sobre el territorio nacional se concentra en los mapas Kaisei Nihon Yochi Rote Zenzu por Nagakubo de 1779 y en el mapa de Ino llamado: Dainihon Enkai Yochi Zenzu de 1821, debido a que su trazo se basa en las técnicas de la agrimensura japonesa. 5 Cuando estaba caminando, vi hacia lo lejos desde la bahía de Tago // ¡Qué blanco y brillante es // el majestuoso pico Fuji, // Coronado con las nieves! (traducción propia). 4 A Landscape History of Japan Figura 1. Bahía de Tago (actual ciudad de Kanbara). Fuente: Sholombs, 2007. se clasifican en tres grupos: para conmemorar a la nobleza, los eventos religiosos y la construcción de infraestructuras como el puente y el castillo, entre otras. El autor analiza el monumento de Taga, colocado en el castillo del mismo nombre, al norte de Japón. El monumento indica el año 724 de la construcción original y los nombres del dueño Ohno Azumahito y el responsable de la reconstrucción: Fujiwara Asakari en 762. El diseño se distingue porque marca la distancia con varias ciudades, por ejemplo, Nara entonces la capital a 1 500 ri,6 Ezo 120 ri, Hitachi 412 ri, Simotuke 274 ri, Mukkatsu 3 000 ri. Cada una de ellas eran antiguas provincias del territorio nacional, según el libro Shoku Nihon Gi de 797 y, por eso, el castillo de Taga actuaba como una base limítrofe que dividía el interior y el exterior del gobierno Ritsuryo. Los estudios de Uesugi sobre el paisaje indican la evolución en el uso de los monumentos, por ejemplo, a una escala urbana de estudio, los casos de Okinawa e Hiroshima sentidos como lugares negativos, debido a los dolorosos escenarios de la guerra, se han transformado en sitios de visita a través de peregrinaciones que, desde 1950, atraen cada vez más a los japoneses, de varias generaciones, en un viaje emocional y espiritual. 6 1 ri es equivalente a 640 metros. Finalmente, en el capítulo 12, Kinda resume la historia del paisaje japonés. El autor ofrece con este libro una visión amplia y puntual de la época antigua hasta la moderna. Del paisaje rural y urbano de Jori y Jobo a las ciudades medievales vinculadas con la construcción de los mercados, los puertos, los templos Budista y Sintoísta y la Ciudad castillo premoderna. Como se puede ver, una síntesis de la investigación actual de la geografía histórica de Japón. Lo que Kinda enseña con esta perspectiva es que los antiguos patrones territoriales, por ejemplo el campo rural Jori, aún mantienen su influencia en la división cuadriculada de las tierras. Kinda concentra sus últimas reflexiones en la continuidad del remoto paisaje japonés. Llama la atención que desde 1868 la construcción de edificios fue una mezcla de las tradiciones japonesa y occidental. El uso del ladrillo, en el siglo XIX, fue la imitación parcial de occidente ya que el material de los tableros y el concreto no armonizaba con la tradicional madera y arcilla. Además de esta “confusión” en el paisaje, como la llama Kinda, señala que la industrialización y la expansión urbana han provocado la destrucción de los espacios y la economía rural sustentada en una larga tradición. En este sentido, Kinda, termina su libro con el señalamiento de la concentración actual de Tokyo dentro de la organización global de la economía y de la cultura, y la transformación y pérdida de una tradicional Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 165 Masanori Murata estructura diversificada en el territorio, donde los polos gemelos de Osaka y Kyoto jugaban una presencia milenaria en el ámbito nacional. REFERENCIAS Baker, A. R. H. (2003), Geography and History: bridging the divide, Cambridge University Press, Cambridge (Cambridge Studies in Historical Geography: 36). Darby, H. C. (2002), The Relations of History and Geography: studies en England, France and the United States University of Exeter Press, Exeter. Edney, M. H. (2005), “The origins and development of J. B. Harley’s Cartographic Theories”, Cartographica, vol. 40, no. 1-2, University of Toronto Press, Toronto. 166 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Kinda A. (1997), “Some traditions and methodologies for Japanese historical geography”, Journal of Historical Geography, vol. 23, no. 1, pp. 62-75. Senda, M. (1982), “Progress in Japanese historical geography”, Journal of Historical Geography, vol. 8, no. 2, pp. 170-181. Sholombs, A. (2007), Hiroshige 1797-1858, Köln, Taschen, London. Taki, S. (ed.; 1965), The Manyōshū: the Nippon Gakujutasu Shinkōkai Translation of One Thousand Poems, Columbia University Press, New York. Masanori Murata Posgrado de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México Presentación y Mesa Redonda: Doreen Massey y las geometrías del poder, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco y Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2, 3 y 4 de marzo 2010 La presencia de Doreen Massey en México constituye todo un acontecimiento académico que es preciso documentar. Fue invitada por la UAMAzcapotzalco y la UNAM para exponer por primera vez en México su propuesta teórica sobre las geometrías del poder. Sus actividades se desarrollaron en tres sesiones: en la primera expuso los fundamentos teóricos y políticos sobre la dimensión del espacio en el momento contemporáneo; en la segunda aplicó estos conceptos en la política desarrollada en los últimos años en Venezuela, y en la última sesión se dio una interacción entre la autora con las contrapartes mexicanas, para aplicar estos conceptos a la realidad mexicana. Se abrirá esta aportación con una breve semblanza de la autora para continuar con la reseña de sus intercambios con la academia mexicana en su visita (Figura 1). Conocí a Doreen Massey en 1981, cuando llegó a la Universidad de Aberdeen en Escocia a impartir una conferencia para la Maestría en Planeación regional, Urbana-Rural en donde estaba inscrita. Me impactó la discusión que hacía sobre el espacio y su trabajo sobre el problema de la tierra, la propiedad y la renta dentro del capitalismo plasmada en su libro Capital and Land escrito con Catalano (1978). Como resultado de este encuentro, me invitó a un curso que daba en Londres y donde continuamos con la reflexión en el primer trimestre de 1982. Desde entonces su producción editorial ha sido amplia ya que escribe textos importantes para el debate regional entre los cuales se cuentan Anatomy of the job lost junto con Meegan en 1982; Spatial Divisions of Labour (1984, 1995) y Rethinking the Region con John Allen y Allan Cochrane en 1998. En 1989, tras algunas visitas personales que hace a México, Doreen Massey es invitada por la UAM-Xochimilco a un Seminario titulado Nuevas tendencias en el análisis regional, en el cual presenta la ponencia titulada “Las regiones y la Geografía” (1991), donde mostraba ya su postura frente a los cambios que se estaban dando ante una globalización incipiente que modificaron posteriormente, junto con la posmodernidad, las discusiones sobre la importancia del espacio y la política al interior de las ciencias sociales. Nos volvimos a encontrar en México en alguna de sus visitas, pero pasaron muchos años para volver a interactuar con ella académicamente. Es en 2000 cuando, en el encuentro anual de la Royal Geographical Society y el Instituto de Geógrafos Británicos, coincido con ella en donde su ponencia magistral empezaba ya a exponer su propuesta sobre las geometrías del poder, que llamaron mucho mi atención por el dinamismo que imprimía a la comprensión del espacio desde la geografía. Ésta queda plasmada en su libro for space publicado en 2008, una de las contribuciones epistemológicas más importantes para la reflexión sobre el espacio y la región, la cual desarrolla a partir de su propuesta sobre las geometrías del poder. De la riqueza de su contribución académica y política es que vino a México, esta vez, a presentarla con un español que facilitó el acercamiento con el público y la sencillez que no ha perdido desde los años en que la conocí. Así, nos adentramos a preguntar: ¿cuál es su contribución fundamental sobre las geometrías del poder? Y ¿de qué manera fue expuesto este planteamiento en México? En su primera conferencia, la autora argumentó que las geometrías del poder parten de la necesidad de hacer una reflexión profunda sobre el espacio para enfrentar los cambios que se presentaran en el siglo XXI, enfatizando el carácter social que éste tiene. Para ello, la vinculación entre espacio y poder es un instrumento indispensable que nació en ella desde que estuvo en Nicaragua en los años ochenta Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 167 Blanca Rebeca Ramírez Velázquez Figura 1. De izquierda a derecha: Blanca Rebeca Ramírez, Doreen Massey, Priscilla Connolly y Patricia Ramírez Kuri, 3 de marzo 2010 (Fotografía de Felipe Moreno Galván). y recientemente con las transformaciones que se están dando en Venezuela, con lo que se manifiesta el interés y amplio conocimiento que tiene de las revoluciones latinoamericanas del siglo XX. Esta concepción se basa en tres postulados fundamentales: primero, la vinculación entre el espacio y el poder; segundo, el espacio integrando la posibilidad de múltiples trayectorias, y tercero, el espacio como un sistema abierto en un continuo proceso de transformación, es decir, es un proceso en proceso. Para ella existe una diferencia entre espacio y región, ya que el primero lo considera como una dimensión de la existencia humana, es decir, es una categoría más abstracta e integradora que la última, que es considerada como el espacio particular de nuestra identidad, por lo tanto su concepto de región, a diferencia de lo que otras posturas teóricas argumentan, es relacional y siempre cambiante al igual que la de espacio. A los puntos antes mencionados agregó otros que surgen en su exposición: primero, en las geometrías del poder, en lugar de buscar la homogeneización del espacio, las diferencias son integradas al interior de las regiones, por lo tanto es preciso abrirse a la existencia de disputas locales que sólo se consensan y a veces se resuelven con la negociación. Segundo, la identidad permite analizar la complejidad interna que existe en las regiones. Sin embargo, en lugar de partir de una identidad estática, admite que su construcción es relacional y 168 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 se pueden generar a partir de relaciones existentes fuera del lugar; por lo tanto lo local es global pero también a la inversa, lo global es local. Tercero, en esa relación en donde se puede ir de un lugar local a uno global, existen responsabilidades de los agentes diversos que participan en ese vínculo que no sólo contribuyen en la construcción de la identidad, sino también de las consecuencias que la interacción produce. Basándose en la propuesta de Espinoza, la responsabilidad que se tiene en la construcción del espacio y las regiones también es relacional, pues es parte de la correspondencia de los agentes que se enlazan, y no se limita a lo inmediato y lo local, sino que se extiende y por lo tanto existe también una responsabilidad por el pasado, en un ejercicio que trae al presente el tiempo en el espacio. Este tema que, en mi opinión, fue de lo más novedoso y enriqueció algunos aspectos que antes ya había expuesto; con él, invitó al público a abrir la mente a la concepción que integra la configuración de espacios, en donde la responsabilidad es crucial para entender las direcciones, las co-presencias y las simultaneidades, entendidas como la integración de la multiplicidad de trayectorias en espacios determinados. Para comprender el dinamismo del espacio y de la región, la dimensión política juega un papel crucial, resaltando la política de las relaciones y no de las identidades reconstruidas y pre-definidas. Al final de la exposición surgieron algunas inquietudes entre las cuales destacan las siguientes: para poder adecuarse a su propuesta, ¿existe la necesidad de replantear la teoría social? La respuesta fue afirmativa ya que parte de asumir una vinculación estrecha entre la sociedad con el espacio, pero no como una totalidad estática que impide pensar la vinculación entre identidad y relación de manera cambiante y diferenciada. La segunda, refiere a las escalas a pesar de que no habla explícitamente de ellas, y más que identificarlas como jerarquías y niveles de entidades sociales, como el Estado, por ejemplo, las asume como cauces en donde la una está adscrita a la otra. Una tercera inquietud refirió a ¿cómo asumir y aceptar el conflicto?, a lo que respondió sobre la necesidad de negociar no para adoptar acuerdos absolutos, sino para establecer Doreen Massey y las geometrías del poder una hegemonía, que fuera diferente de la dominante, y que impusiera el sentido común. Este punto se cuestionó sobre la base de que en nuestra realidad no se puede hablar de un bien común que no existe. El Estado es un representante del interés común y el conflicto se resuelve con la gestión y pasa necesariamente por el Estado para implementarlo. Se agregaron otras que van desde ¿cómo se construye la identidad en la relación cuando se tiene un conflicto en contra? Lo que generó la afirmación sobre la necesidad de ser flexibles en el uso de la categoría de identidad, misma que en su opinión, y en la de Laclau, refiere siempre a identidades políticas, y si aceptamos que existe una responsabilidad sobre el pasado ¿existe también alguna sobre el futuro? Por último, se cuestionó el uso de la categoría espacio cuando en América Latina se cuenta ya con una larga tradición en el uso de la de territorio, entendida como el objeto de apropiación de recursos que se tienen en éste; a lo cual respondió que ella la usa en una connotación más general y que en la literatura anglosajona, el uso del territorio no tiene el mismo sentido que en castellano. A la propuesta teórica, que es amplia y bastante compleja, surgió la inquietud sobre la manera cómo estos fundamentos se aplican en la realidad contemporánea, para lo cual el caso de Venezuela le permitió dar una apreciación más clara sobre su propuesta. Entre los cinco motores que la revolución bolivariana ha escogido para su transitar al siglo XXI, la política de Venezuela ha seleccionado las geometrías del poder para establecer el vínculo entre el espacio y el poder, tanto económico como social, a partir de la inclusión de una multiplicidad de voces, en una democracia caracterizada como protagónica, comunal, popular y constituyente. El poder constituyente se transforma en constituido en un Estado elegido que genera sistemas de representación de carácter local. Las clases populares, quienes son las que amenazan al sistema prevaleciente, tienen la particularidad de que son más importantes que el interés económico o aun que la crisis petrolera, y son las voces que se manifiestan a través de los consejos comunales que se constituyen como la base geográfica del poder en lo local. Formados por unidades territoriales cuya extensión abarca las familias que habitan 400 casas tanto de barrios marginados como en otros que no lo son, se organizan en lo local a nivel nacional. El papel más importante de los consejos es la autogestión de los recursos provenientes del Estado, obtenidos por el petróleo fundamentalmente, que no se constituyen como un instrumento de desarrollo local, sino que incursionan en la posibilidad de conformar a los ciudadanos en nuevas maneras de ser sujetos democráticos. Con esta novedosa organización, se instaura una posible forma alterna de democracia revolucionaria, en un ensayo por cambiar la democracia directa participativa en una nueva, que a su vez es otra, que presenta aspectos positivos y negativos que es preciso evidenciar. Entre los positivos, subrayó los siguientes: con la existencia de las comunas socialistas se instala en el territorio la igualdad del lugar a partir de una nueva definición que es formal, pero también simbólica, ya que se establece para todos los habitantes del país y se pueden identificar con ella de manera diferente. Da importancia a los barrios pobres ya que les proporciona elementos que les permiten tener sentido del poder que se manifiesta dentro y fuera de los consejos municipales, pero también de arriba abajo, es decir, desde la alta jerarquía del Estado hacia lo local: es un poder político de hacer y no sólo de poder hablar. La instauración del poder colectivo no tiene un carácter individualista como el que proporciona el voto, sino que integra a los venezolanos a través del concepto de poder en los consejos y de las formas que éste proporciona. Con lo anterior, se presenta un cambio cultural, en toda la extensión de la palabra, ya que parte de reinventar la identidad de los sujetos con su entorno local y político, y de la forma como se reconocen los derechos organizados todos desde las comunas. Por último, enfatizó que este experimento tiene como base el lugar-local a partir de romper con el encierro de lo local, en donde participan territorios públicos y privados en una experiencia más democrática e igualitaria. Entre los negativos, identificó siete dificultades teóricas que en ocasiones generan tensiones en la instauración de los consejos comunales. Esta manera de vincular dificultad con tensión para hablar de los problemas es bastante innovadora Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 169 Blanca Rebeca Ramírez Velázquez y sugerente pues, a partir de ellas, se integra una buena parte del debate teórico existente en relación con la construcción social del espacio en la práctica. La primera refiere a la dificultad de participación popular en el ejercicio de la democracia ya que ésta implica un nivel de compromiso alto que requiere de interés, tiempo y participación entre otras cosas, que no siempre están dispuestos los agentes a proporcionar. Señala que el éxito dependerá de la gente y de las prácticas locales que logren imponer, ya que los consejos comunales están fuera del control del Estado. En ese sentido, se habla de una democracia desde la base no controlada desde arriba por el aparato institucional. Una segunda tensión se genera cuando los consejos tratan con el poder político, ya que se establecen en un nivel muy desigual tanto en la formación de los sujetos, los recursos con que cuentan y la capacidad que tienen para cambiar la diferencia. Si bien hay un motor de construcción de la sociedad más igualitaria y democrática, el desarrollo genera procesos lentos que pueden evidenciarse poco. Existe también una tercera tensión entre los supuestos que rigen a los consejos comunales y la realidad en la cual se desarrollan. La literatura oficial que los define tiene ambigüedades ya que supone siempre que al nivel de base en el que se desarrollan, es decir el lugar, hay cohesión de la gente, lo que no siempre es cierto. Es por eso que se percibe un romanticismo en la connotación de lugar ya que no tiene fronteras pero parecería que tampoco fracasos y lo que en realidad se percibe es que si hay diferencias y conflictos, y que el consenso difícilmente se alcanza. No existe un desarrollo de lo común y es un problema que no se reconoce, por lo que la autora sostiene que la negociación de la diferencia y de los conflictos puede ser otra forma de aprendizaje político, pero que sin duda es bastante peligroso. La cuarta dificultad se centra en el problema de la autogestión, ya que no hay claridad de su vinculación con la política nacional, de su deslinde de los Estados Unidos, ni de cómo la obtención o manejo de los recursos petroleros la posibilita. Se percibe entonces una concepción que no tiene clara la articulación entre el poder, el desarrollo local y otros agentes, instancias o niveles territoriales más 170 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 altos. En este aspecto hay un reduccionismo hacia lo local como si éste careciera de vinculación con otros niveles. La quinta tensión reconoce que los consejos comunales son una estructura que fomenta un nuevo sujeto político; sin embargo, al registrarse para tener una estructura oficial, quedan atados al Estado, perdiéndose con ello cierta autonomía del poder político. Si reciben recursos para la autogestión deben de tener una estructura relacionada con él, con lo cual se dificulta el cambio a pesar de que existe la tentativa de generar algo nuevo. Por último, la autora enfatizó la existencia de dificultades por la falta de definición clara de lo que son los consejos comunales, su vinculación con la política del partido oficial y la autogestión. Esta es una tensión entre lo local y los vínculos con el centro, ya que existe una geometría centralizada y populista en la figura del presidente Hugo Chávez. Al mismo tiempo, argumenta que hay poca definición en estos conceptos ya que él es un significante vacío pero que al mismo tiempo es un aglutinador de las heterogeneidades locales. Dos aspectos me impactaron de esta sesión: por un lado, fue su crítica del sistema venezolano a pesar de la utilización de su metodología para implementar la política en el lugar y, por el otro, la manera en que concluye esta parte de su diálogo con México. Y dice: pero como dije en la primera charla, la geometría del poder concibe al espacio en proceso, siempre cambiante y siempre en construcción, por lo tanto, de lo antes expuesto, que constituye un mapa estático de lo que la realidad bolivariana es en este momento, hay que transformarlo en un proceso, una geometría que tenga movimiento y múltiples temporalidades y dislocaciones. De esta manera, y abriéndose al futuro, es que el movimiento aparece en un mapa que estamos acostumbrados a dejar en el presente en el mejor de los casos, pero ese presente ya pasó y por lo tanto se ha quedado en el pasado. La última sesión se organizó de manera diferente en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Se seleccionaron algunos proyectos de investigación que tuvieran un referente territorial importante y se analizaron a partir de las geometrías del poder como referente para pensar el espacio para el cambio político en el siglo XXI. Se incluyeron Doreen Massey y las geometrías del poder comentarios sobre el proyecto de los pueblos que circundan a la ciudad de México y que se integran sin más a la vida urbana teniendo identidades rurales pero también urbanas; el de la creciente movilidad laboral en el centro del país que adopta características diversas de la que se presentan a nivel metropolitano; la dificultad de integrar la participación ciudadana en el Valle de México de cara a la muerte del Movimiento Urbano Popular desde hace algunos años. Por último, se expuso un tema crucial para el desarrollo de la investigación en América Latina denominado “las teorías que viajan”, afirmándose que si éstas son resultado de la investigación que explica los lugares, tienen valores y posiciones políticas que difícilmente evidenciamos y, por el contrario, las usamos como retórica académica que no favorece la desmistificación de ideas comunes y copia conceptos que tienen significados diferentes en cada lugar en donde se desarrollan. Cada uno puede conformarse en uno o varios temas independientes, sin embargo, el día había concluido, y el final del seminario nos había alcanzado, dejándonos con una gran esperanza para desarrollar la reflexión en el futuro. En realidad, lo que Doreen nos trajo en estos tres días fue una pequeña parte de lo amplio y complejo que es su trabajo sobre el conocimiento del espacio y la región. La verdad es que cada vez que he tenido la oportunidad de interactuar con ella, su dinamismo, que no se limita al trabajo con el espacio sino que incluye también la esperanza de vislumbrar un futuro diferente y co-construido en simultaneidad de intereses e imaginarios, invita a generar visiones que parten desde la transformación de la vida cotidiana y desde la identidad que cada uno tengamos de nuestra propia existencia, hasta la manera como nos vinculamos o identificamos con el exterior, lo global o con otras dimensiones. Esto sin duda, me ha permitido redefinir constantemente mi identidad como geógrafa ya que, a pesar de ser planificadora regional y urbanista, al final gracias a posturas como las que ella ha desarrollado, ésta regresa a mi origen en donde todo está en movimiento y puede ir a otras actividades; es parte de un proceso que está en continua transformación, pero al final vuelve a los orígenes que fueron los que me formaron en la geografía. Agradecimientos Agradezco los comentarios que al original del texto me dieron Priscilla Connolly y Héctor Mendoza Vargas, los cuales permitieron concluir con la versión que aquí se presenta cuya responsabilidad es exclusivamente mía. REFERENCIAS Massey, D. and A. Catalano (1978), Capital and land. Landownership by capital in Great Britain, Bath, Eduard Arnold. Massey, D. and R. Meegan (1982), The anatomy of job loss: the how why and where of employment decline, Mathuen, London. Massey, D., J. Allen and A. Cochrane (1998), Rethinking the Region, Routledge, London. Massey, D. (1984), Spatial divisions of labour: social structures and the Geography of production, Mcmillan, Basingtoke. Massey, D. (1991), “Las regiones y la Geografía”, en Ramírez Velázquez, B. R. (comp.), Nuevas tendencias en el análisis regional, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, pp. 23-31. Massey, D. (1994), Space, place and gender, The University of Minessota Press, Minneapolis. Massey, D. (2008), for space, SAGE, London. Blanca Rebeca Ramírez Velázquez Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 171 Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo, Programa de Pós-Graduação em Geografia, Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, 26 de março de 2010 A Mesa Redonda Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo foi organizada pelo Programa de Pós-Graduação em Geografia da Universidade do Estado do Rio de Janeiro (PPGEO-Uerj) e apoiada pelo Instituto de Geografia da Uerj e pelo GeoBrasil, Grupo de Pesquisa CNPq Geografia Brasileira: História e Política, em 26 de março de 2010.1 Compondo esta Mesa estavam os professores doutores Francisco Roque de Oliveira, da Universidade de Lisboa, que proferiu a palestra intitulada Jaime Cortesão no Itamaraty: os Cursos de História da Cartografia e da Formação Territorial do Brasil de 1944-1950; Cristina Pessanha Mary, da Universidade Federal do Fluminense, que discursou sobre O Brasil para a Sociedade de Geografia de Lisboa em fins do XIX; e Aniello Angelo Avella da Universidade de Roma Tor Vergata, que proferiu a palestra denominada Brasil e Itália: Momentos e figuras de uma nova geografia cultural. Este evento foi coordenado pela professora Mônica Sampaio Machado, também pesquisadora do GeoBrasil, coordenadora do Programa de Pós-Graduação em Geografia da Uerj. A idéia original desta Mesa era, antes de tudo, estabelecer uma reflexão sobre o Brasil dando particular acento à interpretação histórico-geográfica do Brasil no mundo. Assim, buscou-se oferecer à comunidade acadêmica interpretações do Brasil no Mundo realizadas por três pesquisadores, dois geógrafos, um português e uma brasileira, e um sociólogo italiano. O interesse internacional pelo Brasil não é novidade, mas paCris Philo (1996), no artigo História, Geografia e o mistério ainda maior da Geografia histórica, apresenta uma nova abordagem para estudos em Geografia e História. Defende a opção da História Geográfica em substituição à Geografia Histórica e destaca a importância da sensibilidade geográfica nas investigações. A organização desse Evento tem como eixo a sensibilidade geográfica nos estudos da história. 1 172 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 rece ter havido um aquecimento, uma nova onda, muito associada à expressão alcançada pelo país no cenário político, econômico e científico mundial na última década. O auditório do Evento com capacidade para 70 pessoas estava todo ocupado. Vale mencionar a presença do diretor do Instituto de Geografia da Uerj, Gláucio Marafon, que reforçou a importância da aproximação entre a graduação e a pós-graduação, assim como do diálogo entre pesquisadores brasileiros e estrangeiros no Programa de Pós-Graduação em Geografia, e dos professores de Geografia da Uerj, Susana Mara Miranda Pacheco, Hindenburgo Francisco Pires, Aureanice de Melo Correia e André Novaes. Cabe ainda destaque, a presença do diretor do Instituto Italiano de Cultura do Rio de Janeiro e adido cultural, Rubens Piovano, que gentilmente proferiu algumas palavras sobre a importância da aproximação cultural Brasil-Itália e a centralidade da Geografia nesse contexto, principalmente frente à comemoração do ano da Itália no Brasil, prevista para 2011, a primeira vez na história dos dois países que esta parceria acontece. Após a abertura da Mesa, o geógrafo português Francisco Roque de Oliveira iniciou sua palestra defendendo a existência do que denominou de “terceira missão”, mais informal, que se fala menos, a missão portuguesa no Brasil no século XX. Uma espécie de diáspora informal fruto da instauração da ditadura em Portugal que acabou levando ao exílio vários intelelectuais, muito diversa da formalidade e institucionalidade das missões francesas no Brasil, tanto a artística do século XIX quanto à universitária do século XX. Assim, Oliveira sustenta que houve uma atuação portuguesa no país no século XX, mas esta se processou informalmente, e não resultou de acordos estabelecidos entre as nações, como a foi à atuação francesa na formação da Geografia univer- Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo sitária em meados da década de 1930, conforme descrito por Mônica Machado (2009). Nesse sentido, essa missão foi caracterizada pela ação de indivíduos em lugares estratégicos de elaboração das políticas nacionais e internacionais, como é o caso do intelectual português Jaime Cortesão no Itamaraty, Ministério das Relações Exteriores do Brasil. A exposição de Oliveira foi desenvolvida em três partes. A primeira apresentou o percurso de Jaime Cortesão, sua biografia e proximidade com o Brasil. A segunda, suas principais obras e temas brasileiros estudados. A última, os cursos lecionados no Itamaraty, entre 1944-1950.2 Conforme Oliveira, Jaime Cortesão (Coimbra, 1884 – Lisboa, 1969) ingressou em vários cursos, como Grego, Direito, Belas Artes e Medicina, entre 1884 e 1910. Entretanto, concluiu apenas o de medicina, embora nunca tenha exercido a profissão. Freqüentou todas as universidades de Portugal, Coimbra, Porto e Lisboa. Em 1910 foi preso por participar do movimento estudantil contra a Monarquia e em seguida foi liberto pelo regime republicano. Como intelectual, destacou-se entre 1910 e 1927 e atuou como professor, publicista e político, entre 1910 e 1919. Participou da Primeira Guerra Mundial como voluntário, tendo sido um dos principais defensores da entrada de Portugal na Guerra, entendida por Cortesão como estratégica para a recuperação dos territórios em África. Dirigiiu a Biblioteca Nacional de Lisboa, entre 1919 e 1927, um espaço institucional muito importante, a partir do qual se aproximou do Brasil. Como intelectual e diretor da Biblioteca Nacional de Lisboa, Cortesão veio pela primeira vez ao país, ao Rio de Janeiro, em 1922, na comemoração do Centenário da Independência. Em 1926, com o fim da República portuguesa e instauração da ditadura, que permaneceu até 1974, Jaime Cortesão foi obrigado a deixar Portugal e se exilou na Espanha e A dedicação de Oliveira ao estudo da cartografia pode ser averiguada pela sua produção intelectual e pelos seus temas de investigação. Sugere-se consulta à página da Universidade de Lisboa, http://www.ceg.ul.pt/investigadores.asp?id=80 e ao artigo: “II Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografia. La cartografía y el conocimiento del territorio en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de abril de 2008” (Oliveira, 2008). 2 na França até 1940. Impedido de ficar em Portugal pelo Governo Salazar, Cortesão encontrou refúgio no Rio de Janeiro, ficando aqui até 1957, quando retornou a Portugual, sendo preso pela ditadura, morrendo três anos mais tarde, em 1960. Jaime Cortesão, segundo Oliveira, foi uma das figuras mais importantes da cultura portuguesa no início do século XX. Esteve exilado no Brasil, especificamente no Rio de Janeiro, então capital da Republica, durante 17 anos, construindo aqui a parte mais importante de sua obra histórica e geográfica. Cortesão lecionou no Rio de Janeiro cursos sobre história da cartografia e a formação territorial do Brasil, na então escola de diplomacia brasileira, depois denominada Instituto Rio Branco3, entre os anos 1944 e 1950. Oliveira descobre através da pesquisa documental centrada no espólio de Jaime Cortesão guardado na Biblioteca Nacional de Portugal, em Lisboa, que Cortesão havia lecionado quatro cursos de Historia da Cartografia completamente diferentes. Estes cursos originaram quatro obras principais que Cortesão escreveu no Brasil: Alexandre de Gusmão e o Tratado de Madrid (9 vols. Rio de Janeiro, 1952-1961); Raposo Tavares e a Formação Territorial do Brasil (Rio de Janeiro, 1958); Introdução à História das Bandeiras (2 vols., Lisboa, 1964); e, História do Brasil nos velhos mapas (Rio de Janeiro, 2 vols., 1957-1971).4 Guardando suas singularidades e contribuições, essas obras foram fundamentais para compreender a marcação dos limites e extensão do território brasileiro. A obra História do Brasil nos velhos mapas, primeira e última a ser editada no Brasil, sintetisa as aulas iniciais que lecionou no Rio e apresenta um estudo sobre a cartografia antiga do Brasil. Conforme Oliveira, Cortesão criou e lecionou o primeiro O Instituto Rio Branco é responsável pela seleção e treinamento dos diplomatas brasileiros. Pertencendo ao Ministério das Relações Exteriores, o Instituto foi fundado em 1945 e sua denominação é uma homenagem ao Barão do Rio Branco, responsável pela consolidação das atuais fronteiras do país, no período em que esteve à frente do Ministério das Relações Exteriores entre 1902-1912, e por importante modernização das ações da Chancelaria Brasileira. 4 A contribuição intelectual de Jaime Cortesão não se resume apenas as quatro obras mencionadas. Francisco de Oliveira lista e apresenta a ampla produção intelectual do autor estudado. 3 Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 173 Mônica Sampaio Machado curso de história da cartografia no país. Na realidade, segundo Oliveira, este foi o primeiro curso da história da cartografia dado em qualquer parte do mundo, fruto da percepção de Cortesão sobre a importância da sistematização do conhecimento cartográfico, principalmente por necessidades geopolíticas. Assim, não é demais destacar que o primeiro curso da história da cartografia sistemática foi dada aqui, no Rio de Janeiro. Oliveira apresentou também a importância dos trabalhos de Jaime Cortesão para o conhecimento do pensamento geográfico que sustentou a cartografia antiga. Nesse sentido, a contriuição de Cortesão à geoploítica brasileira foi especial e se efetivou, essencialmente, no Instituto Rio Branco. A parte mais significativa da obra de Cortesão foi elaborada com base nos cursos desenvolvidos no Ministério das Relações Exteriores e representou a defesa de uma teoria sobre a formação das fronteiras nacionais. Segundo essa interpretação, a cartografia portuguesa sobre o Brasil refletiu e difundiu a lenda de uma entidade territorial segregada, envolvida pela exuberância e características naturais próprias, que definiam e legitimavam sua configuração e extensão territorial. O sentido da obra de Cortesão sobre a investigação cartográfica realizada por Portugal da então Colônia, edificou uma plataforma de legitimação nacional para o Brasil, que em meados do século XX, quando Cortesão esteve por aqui, voltava com força no cenário político do país, frente à necessidade de consolidação da nação e da integração do território nacional daquele período.5 A segunda palestra foi proferida por Cristina Pessanha Mary, professora da Universidade Federal do Fluminense, sobre o debate do Brasil na então Seção da Sociedade de Geografia de Lisboa (SSGL), implantada na cidade do Rio de Janeiro, em fins do XIX, ainda no Brasil Imperial.6 Sua palestra foi Para o estudo da contribuição de Jaime Cortesão à Geografia Brasileira, sugere-se a leitura de Magnoli, 1997 e Moraes, 2000. 6 Cristina Pessanha Mary acaba de publicar o livro: Geografias Pátrias, Portugal e Brasil, 1975/1889, fruto de sua tese de doutorado defendida no Programa de Pós-Graduação em História Social da UFRJ, em 2006. A palestra por ela proferida desdobrou-se das pesquisas realizadas em seu doutoramento. 5 174 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 desenvolvida em quatro partes. Na primeira foram apresentadas considerações sobre a criação, características e objetivos da Seção. A segunda destacou os principais indivíduos da Sociedade e suas atuações, como Luciano Cordeiro e Visconde de São Januário. Em seguida, foram apresentadas as iniciativas da Seção e, por ultimo, com intuito de avaliar os estudos dedicados ao Brasil, foram expostos os temas que esta Sociedade então discutia. Conforme Cristina Mary, a Seção da Sociedade de Geografia de Lisboa no Brasil foi criada em 1878 e existiu até 1888, ano que marcou a passagem do Império para a República brasileira. Vale lembrar que o Rio de Janeiro naquele momento era o centro político e econômico da nação, portanto, o debate sobre o controle e a extensão territorial nacional ganhava grande expressão na cidade. Importantes instituições se destacavam na cidade carioca, dentre elas a Sociedade de Geografia e Instituto Histórico Geográfico Brasileiro, criado anteriormente, em 1838. Conforme menciona Mary, o interesse pela Geografia naquele período não era incomum no mundo ocidental. No último quartel do século XIX, inúmeras sociedades geográficas animavam as capitais européias e ganhavam força também na América Latina. As principais discussões desses institutos estavam associadas às ambições expansionistas dos Estados nacionais europeus. Esse foi o caso da própria matriz da Seção em Portugal, a Sociedade de Geografia de Lisboa, criada em 1875, por um grupo de intelectuais que buscava fortalecer o colonialismo português, principalmente a manutenção dos territórios africanos, percebidos como garantia para um futuro de grandeza de Portugal. Mary destacou que a conjuntura expansionista européia de finais do século XIX, promovia em Portugal uma vontade latente de voltar ao cenário das conquistas territoriais. Naquele período Portugal via-se deprimido econômica e cientificamente, abatido no plano internacional e na expansão colonial, perdendo territórios e primazia em África. Para refazer então a “nação abatida” e deixar para trás o sentimento de decadência e declínio, Portugal procurava resgatar seu papel pioneiro na ciência e na política internacional e trazia como emblema o Brasil, a “Colônia que deu certo”. Portugal passou, então, a construir o projeto de recuperação dos te- Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo rritórios africanos a partir do discurso e do exemplo brasileiro, fortalecendo a idéia de construção de “um novo Brasil na África”. A Seção da Sociedade de Geografia de Lisboa no Brasil surgiu, então, para buscar apoio da Colônia na reconquista africana. Com esses propósitos, um grupo de intelectuais portugueses de Lisboa elaborou e implantou a SSGL no Brasil. Luciano Cordeiro, que havia sido representante de Portugal na Conferência de Berlim, foi um de seus defensores e fundadores. Cordeiro era um estudioso em epigrafias e sua intenção era buscar perfilhar a história africana (sem escrita) à história portuguesa e demonstrar o pioneirismo e presença portuguesa em África. O primeiro presidente da SSGL, e também presidente honorário, foi Visconde de São Januário, ou Januário Correia de Almeida, que veio para o Brasil criar a Seção. Construiu uma carreira de sucesso em Portugal, tanto nas fileiras militares (pasta da Marinha e do Ultramar em 1880 e pasta da Guerra em 1886), quanto na administração de territórios coloniais. Segundo Mary, no discurso proferido durante a reunião de criação da Seção da Sociedade de Geografia de Lisboa no Brasil, o visconde de São Januário, em clara alusão às aflições acerca das disputas colonialistas no continente africano, afirmou o desejo de Portugal de não ficar atrás no grande movimento europeu para as grandes descobertas em África. O visconde anunciou ainda a criação, por Portugal, de um fundo africano destinado a promover explorações naquele continente. Assim, para fomentar tais iniciativas a Sociedade de Geografia de Lisboa resolve organizar seções nas localidades. Conforme procurou demonstrar Cristina Mary, as principais iniciativas da SSGL no Brasil estiverem voltadas para ações na África. O levantamento de fundos, o fundo Africano, possibilitaria realizar e patrocinar expedições científicas, cartografar o território africano e impulsionar a cartografia portuguesa. Na realidade tratava-se de ajudar exclusivamente à empreitada portuguesa em África. Estações civilizadoras, estações junto aos rios, escolas coloniais, travessias políticas, como a do Serpa Pinto, explorador português, são algumas iniciativas da Seção da Sociedade no Brasil. Todas voltadas não para o Brasil, mas para levantar apoios científico, intelectual e financeiro no país para o fortalecimento de Portugal na corrida expansionista em África. O Brasil, então, em finais do período Imperial, não constava como tema de estudo e reflexão portuguesa no que tange ao desenvolvimento do território brasileiro. A visão voltada ao Brasil só emerge com o fim da Seção e a criação da Sociedade de Geografia do Rio de Janeiro, que coincide com o início do período republicano. É nesse contexto que o sertão do Brasil passaria a ser objeto de estudo. Setores mais nacionalistas, ainda no Império, como a posição do Barão de Teffé, também um dos sócios fundadores da Seção, já defendiam estudos e ações para o Brasil. Segundo Teffé um país que desejasse figurar ao lado das nações mais adiantadas do globo, deveria antes de tudo conhecer o seu próprio território. Com a República e o rompimento diplomático com Portugal, a idéia de um Brasil como continuidade ibérica foi rompida e o projeto autônomo brasileiro impulsionado. A terceira palestra foi proferida por Aniello Angelo Avella da Universidade de Roma, atualmente professor visitante do Programa de Pós-Graduação em Geografia da Uerj (PPGEO-Uerj), sob a denominação Brasil e Itália: Momentos e figuras de uma nova geografia cultural.7 Avella iniciou sua apresentação buscando demonstrar as interconexões entre as culturas brasileira e italiana, através da atuação de intelectuais brasileiros naquele país. Destacou o historiador Sérgio Buarque de Holanda, que lá esteve entre 1952 e 1954, e o poeta Murilo Mendes, que o procedeu. Ambos lecionaram a disciplina Cultura Brasileira, na Universidade de Roma. Avella sustentou suas argumentações recuperando algumas idéias e iniciativas de Sérgio Buarque de Holanda no período em que esteve na Itália. Segundo Avella, em 1954, Sérgio Buarque organizou uma revista, que hoje não mais existe, dedicada totalmente ao Brasil. Reuniu nela ensaios diferenciados e, sobretudo, textos de autores como Sérgio Milliet, Machado de Assis, Manoel Bandeira, Cecília Meireles, Carlos Drummont de Duas publicações de Aniello Avella merecem aqui destaque, Avella et al., 2007; Avella, 2009. 7 Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 175 Mônica Sampaio Machado Andrade, Vinicius de Moraes e Murilo Mendes. No prefácio, Buarque de Holanda ressaltou que entre Brasil e Itália deveria existir uma afinidade essencial e inelutável, que mereceria estudos para o conhecimento recíproco entre os povos, duas culturas, tão distantes entre si no espaço, mas tão próximas nas suas raízes comuns e seculares. Sérgio Buarque fez ainda pesquisas nos arquivos de Roma, Veneza e Florença e reuniu extraordinário material que o levou a escrever não apenas o livro Visões do Paraíso, como vários ensaios publicados posteriormente no Brasil. Escreveu também outros textos que foram somente editados após sua morte, por iniciativa de Antonio Cândido, sob o título de Capítulos de Literatura Colonial. Candido destacou no prefácio desse livro, publicado em 1991, a importância dada por Sérgio Buarque para a realização de estudos sobre a influência multiforme das letras italianas no Brasil. Esses estudos eram considerados por Sérgio Buarque de Holanda, ainda muito incipientes e mal estudados. Segundo Avella, hoje, após vinte anos da publicação desse livro, a situação continuava a mesma. As influências da literatura e da cultura italianas no Brasil ainda precisam ser levantadas e melhor analisadas. Acompanhando a sugestão de Sérgio Buarque, Avella procurou delinear traços marcantes de uma possível geografia cultural das relações entre Brasil e Itália, desde o período colonial. Defendendo a existência de relações intensas entre ambos os países, Avella passou, então, a exemplificá-las através de nomes e atuações italianas no Brasil, como: Américo Vespúcio, em 1502, um dos primeiros europeus a descrever o Brasil e apresentar suas enormes potencialidades; Filippo Adorno, em São Vicente, então capitania de São Paulo, e Florentino Filippo Cavalvanti, em Pernambuco, nomes associados ao desenvolvimento da produção de cana agregada à importação do escravo. Com relação aos Cavalcantis, Avella mencionou que, no século XIX, continuavam como grandes plantadores e representantes da indústria do açúcar e, na atualidade, ainda uma das famílias mais antigas e importantes do Brasil. Avella deu continuidade a sua palestra buscando sustentar a triangulação entre italianos, portugueses e brasileiros, seus afastamentos e aproximações, e 176 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 a essencialidade do pensamento, da cultura e da atuação italiana, não apenas no Brasil, mas dentre os portugueses. Destacou como exemplo as ordens religiosas, e, especificamente, a Companhia Jesus, que possibilitou a formação de uma consciência local para uma maior receptividade entre os indígenas de certos valores universais, ou seja, católicos. Valores, que ressaltou, não serem apenas ibéricos ou portugueses. Apresentou exemplos de jesuítas italianos que estiveram no Brasil e escreveram sobre o país, como Giovanni Antonio Andreoni, Antonil, e seu livro Cultura e Opulência do Brasil por suas Drogas e Minas, publicado em 1711. No século XIX, principalmente após a Independência brasileira, segundo Avella houve um aumento do número de italianos originários da Toscana no Rio de Janeiro, núcleo que foi sendo consolidado após o casamento de Teresa Cristina de Bourbon, irmã do então rei de Nápoles, Fernando II, com D Pedro II. Recorrendo novamente a Antonio Candido, Avella assinalou que o segundo reinado foi o período decisivo na construção do sistema de relações sociais e culturais entre Brasil e Itália. Nesse sentido, Avella enxerga em Teresa Cristina outro exemplo de conexão entre Brasil e Itália. Os poucos estudos historiográficos realizados, tanto aqui quanto na Itália, sobre Teresa Cristina tem a reduzido a uma sombra de D. Pedro II, uma figura apagada, submissa, sem maiores encantos físicos, uma imperatriz silenciosa. Conforme Avella essa interpretação é uma forma de cegueira, que pode ser desvelada pela consulta das cartas e outros documentos da imperatriz guardados no Museu Imperial, em Petrópolis, Rio de Janeiro. Os documentos levantados por Avella indicam uma figura totalmente diversa, uma mulher muito culta e com amplo conhecimento em música, literatura e política. Sua dedicação à arqueologia tornou-a conhecida entre os arqueólogos italianos. Teresa Cristina patrocinou escavações na Itália e acabou estabelecendo um intercambio entre Brasil e Itália, trazendo para cá, objetos arqueológicos e enviando para lá, objetos de arte indígenas. Hoje existe o Museu Etnográfico na Itália, um dos maiores da Europa, com uma coleção brasileira vigorosa. Com a presença e da atuação da Imperatriz no Brasil, numerosas influências italianas deixaram de Mesa Redonda: Geografia e História: visões sobre o Brasil no Mundo ser episódicas e se tornaram sistêmicas. Italianos do Sul chegaram ao país e tornaram-se empresários, trabalhadores da citricultura, do carvão, da indústria, de serviços, em bancas de jornal, dentre outros. A influência italiana se projetou, assim, em todas as camadas sociais, diferentemente da influência francesa. Conforme já ressaltava Antonio Candido e Sérgio Buarque de Holanda, os estudos desenvolvidos sempre tenderam a dar maior relevo à cultura francesa em detrimento de outras. Embora ela não deva ser esquecida, a cultura francesa deve ser colocada em um plano mais discreto. Assim, Avella finalizou sua apresentação defendendo a necessidade de construção de uma renovada geografia das relações entre Brasil, Itália e Portugal, uma triangulação que não pode ser evitada de forma alguma, sobretudo, frente às características da cultura brasileira, que fundou suas raízes a partir das relações e do cruzamento de várias culturas. O evento foi encerrado pela coordenação da Mesa que apresentou considerações finais. Após o agradecimento aos palestrantes, foram ressaltadas a qualidade dos trabalhos e a relevância da temática discutida, não apenas por colocarem em foco estudos a partir da relação histórico-geográfica, buscando abordagens renovadoras, mas sobretudo, pela possibilidade de construção de uma reflexão “brasileira” de natureza política e democrática sobre o Brasil da atualidade no Mundo. Nesse sentido, as palestras trouxeram exemplos de visões do Brasil no plano mundial, e constituem, assim, objetos de estudos para a elaboração de uma interpretação do Brasil mais “indígena”, mais endógena, ou seja, uma interpretação partir de marcos e contribuições menos orientadas pela história e geografia européia. Para tanto, a continuidade do Evento é fundamental, uma vez que fomentaria a participação de intelectuais de origens diversas, interessados no Brasil, e chamaria a atenção dos pesquisadores da Geografia brasileira para a necessidade de construção de interpretações contemporâneas da cultura e ciência brasileiras. Na realidade, como já mencionou Milton Santos (2000 e 2001), a entrada do século XXI marcaria uma nova época para o Brasil, lhe exigindo repostas e posicionamentos originais. Um Brasil que foi sendo composto por uma sinfonia de influências culturais, talvez esta seja uma das suas principais singularidades, se comparado aos países latino-americanos. Para cá vieram não apenas franceses, que foram formalmente convidados pelo Governo brasileiro, italianos e portugueses, como também alemães, eslavos, turcos, árabes, espanhóis e japoneses. Caberia agora ao Brasil, “um país tropical abençoado por Deus e bonito por natureza”, orquestrar essa sinfonia de influências e fazer sua música.8 Para encerrar vale salientar que em comum às palestras está a centralidade do Rio de Janeiro. Todas as apresentações reafirmaram a importância do Rio não apenas pelas dádivas geográficas e pela cristalização histórico-cultural que a cidade desfruta, resultado de sua longa condição de capitalidade, mas sobretudo, por estarem aqui os arquivos nacionais, sede da memória do Brasil e registros do país no mundo e do mundo no pais. Referências Avella, A. A. (2009), El arquitecto de dos mundos. Lina Bo Bardi, una italiana constructora de Brasil, Taller de Letras, Santiago, v. 44, pp. 79-85. Avella, A. A., C. S. Weyrauch et M. A. R. Fontes (orgs.; 2007), Travessias Brasil-Itália, EDUER J, Rio de Janeiro. Geiger, P. (2003), As formas do espaço brasileiro, Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro. Machado, M. S. (2009), A construção da Geografia Universitária no Rio de Janeiro, Apicuri, Rio de Janeiro. Magnoli, D. (1997), O corpo da Pátria: imaginação geográfica e política externa no Brasil (1808-1912), Editora Moderna, Unesp, São Paulo. Mary, C. P. (2010), Geografias Pátrias, Portugal e Brasil, 1975/1889, Editora da Universidade Federal Fluminense, Rio de Janeiro. Moraes, A. C. R. (2000), Bases da formação territorial do Brasil: o território colonial brasileiro no “longo” século XVI, Hucitec, São Paulo. Sugere-se a leitura da obra, As formas do espaço brasileiro, de Pedro Geiger (2003), uma interpretação original e contemporânea do Brasil. As características geográficas do país são associadas às realidades culturais, políticas e econômicas da nação, como a tropicalidade e a exuberância da natureza. 8 Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 177 Mônica Sampaio Machado Oliveira, F. Roque de (2008), “II Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía. La cartografía y el conocimiento del territorio en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de abril de 2008”, en Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 66, Instituto de Geografía, UNAM, México, pp. 167-171. Philo, Ch. (1996), “História, Geografia e o “mistério ainda maior” da Geografia histórica. Geografia Humana: sociedade, espaço e ciência social”, en Gregory, D., R. Martin, G. Smith y J. Zahar (eds.), Rio de Janeiro, pp. 269-298. 178 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 Santos, M. (2000), Território e sociedade: entrevista com Milton Santos (entrevistadores, Odette Seabra, Mônica de Carvalho, José Corrêa Leite), Editora Fundação Perseu Abramo, São Paulo. Santos, M. (2001), O Brasil: território e sociedade no início do século XXI, Editora Record, São Paulo. Mônica Sampaio Machado Universidade do Estado do Rio de Janeiro e Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro [III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa] III Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografia: mundos ocultos dentro de un mapa São Paulo, 24-30 de abril de 2010 Entre os dias 24 e 30 de abril ocorreu o III Simpósio Iberoamericano de História da Cartografia na Universidade de São Paulo (USP). Ao contrário do que freqüentemente ocorre em eventos científicos, ou da geografia, esse evento mobilizou uma série de departamentos e faculdades para acontecer. Além do departamento de História e Geografia (sede física dos espaços utilizados pelo evento), o Simpósio acabou por mobilizar a Faculdade de Arquitetura e Urbanismo (FAU) e o Museu Paulista (MP), ambos ligados à USP. Já temos aí o indício da tônica interdisciplinar que o evento desdobrou em toda sua extensão. Apesar desse evento ter a denominação de Iberoamericano, sua terceira versão reuniu professores norte-americanos, de instituições ligadas à França e naturalmente dos países da península ibérica e da América latina como um todo. As sessões de trabalho se dividiram em mesas redondas, que geralmente envolviam três participantes, conferências com apenas um trabalho de exposição mais longa e as comunicações livres para aqueles que inscreveram suas pesquisas. O encontro foi completamente gratuito para a participação e os trabalhos foram disponibilizados na internet para que houvesse a possibilidade de leitura antes do evento. Entre todas as sessões tivemos um total da participação de 65 (62.5%) homens e 39 (37.5%) mulheres, de acordo com a programação geral. No tocante ao público da assistência, o número de participantes nas sessões principais de trabalho eram cerca de 60 a 90 pessoas em média. O site de divulgação do evento –mesma página em que estão armazenados os trabalhos apresentados– obteve cerca de 4 900 visitações.1 A maioria esmagadora das visitas –cerca de 4 000– são de brasileiros, porém as demai se distribuem entre vários países alguns fora do mundo da cultura ibérica. Isso pode denotar uma possibilidade de abertura para debate, com colegas de outros países que estejam interessados na constituição histórica do mundo Ibérico ou que estejam interessados nas metodologias de pesquisa sobre história da cartografia. Ao compararmos com a realização dos eventos anteriores (Oliveira, 2008 e Troncoso, 2006) cabe notar que há um crescimento, tanto do número de pesquisadores quanto das áreas do conhecimento envolvidas no debate acerca da história da cartografia. Alguns pesquisadores como Iris Kantor, Carla Lois e Omar Moncada2 para citar alguns, além de auxiliar na organização do simpósio, apresentaram seus trabalhos no evento demonstrando os avanços de suas pesquisas, seja no caso da reflexão sobre os mapas, seja na metodologia de seu arquivamento ou tratamento dos documentos. Sendo assim, o evento organizou os trabalhos recebidos de acordo com os seguintes eixos: 1. História da cartografia na América Latina; 2, Mapas, Expedições, Viagens e Etnocartografia; 3. Cartografias da Independência; 4. Representação do Território e Cartografia Urbana; 5. Acervos de Cartografia e Novas Tecnologias; e 6. Cartografia Histórica: ensino, técnicas e difusão. Todos os trabalhos enviados pelos participantes foram encaixados nesses eixos, que ao mesmo tempo conservam a agenda de pesquisa e inovam ao inserir novas perspectivas e abordagens de trabalho. Certamente, nesses eixos por um lado nós temos uma diminuição do enfoque em epistemologia –no segundo encontro o termo aparecia de maneira mais explícita nos eixos– e um maior Os dados da revista se refere a uma visitação feita no dia 15 de maio de 2010. Endereço do site: http://3siahc.wordpress.com/ 2 1 Autores inclusive que tiveram suas obras comentadas nas outras resenhas. Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 179 Breno Viotto Pedrosa enfoque na questão política e na especificidade da América Latina. Para encerrar essa primeira apresentação, cabe ressaltar que nas comunicações livres, nas conferências e nas mesas redondas, tivemos plenos e ricos debates. Na maioria dos casos o arranjo dos debates permitiu uma extensão do tempo de discussão sem que isso atrapalhasse ou desorganizasse o andamento do simpósio. Dito isso, partiremos para o debate do conteúdo do evento. Ao falarmos de história da cartografia logo vem à cabeça a lembrança de amplos compêndios que misturam material etnográfico –os mapas dos povos fora da Europa e suas técnicas diferenciadas– e os mapas ocidentais, antes e depois do Iluminismo. O que se tentava retratar, ao que parece, em diversos desses grandes livros era uma espécie de evolução do pensamento cartográfico. A história era centrada na evolução das técnicas e mais marginalmente nas idéias que auxiliavam na concepção dos mapas. Os documentos eram os focos. Mas, o que se viu durante todo o simpósio foi um debate completamente diferente. Como demonstra Gomes (2004:71) a obra de Harley se apresenta como uma ruptura dessa perspectiva. Harley inaugura uma nova agenda de pesquisa com novos referenciais metodológicos e com o objetivo de desconstruir os mapas que só podem ser socialmente concebidos e constituídos. De uma forma geral, a impressão é que a renovação introduzida por Harley foi fundamental, no entanto, talvez o seu esquema de análise não seja adotado por inteiro –até suas últimas conseqüências e em seus detalhes– por grande parte dos pesquisadores. Na abertura no Simpósio a exposição de Nestor Goulart Reis nos mostra o mundo escondido atrás dos mapas. Portanto, através dos documentos cartográficos Nestor busca reconstituir toda a rede de cidades brasileiras. A restituição não pára somente na sua distribuição espacial tout court, mas se encaminha para o estudo das concepções urbanísticas, bem como a concepção geopolítica da topologia das cidades. Em meio a esse quadro fascinante se evidencia uma pesquisa com um viés arqueológico que tenta explorar as atividades econômicas arcaicas e de populações como indígenas ou escravos alforriados. A estrutura social de 180 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 alguma forma se manifesta na estrutura urbana em suas diversas escalas. A conferência de abertura deu a tônica da interdisciplinaridade. O professor Nestor usou o documento cartográfico para transitar por várias áreas do conhecimento e para articular várias idéias de seu objeto de pesquisa inicial. Carla Lois se dedicou a compreender as representações acerca do desconhecido. Portanto, na época do descobrimento como o desconhecimento provoca a formação de representações e como estas se relacionam com o conhecimento. O desconhecido aparece então como o verossímil e é construído pelos homens, como continuidade do conhecido. Sendo assim, Carla retoma todos os debates acerca da forma e extensão dos continentes descobertos, o debate da Ilha mundo –a navegação pelo atlântico chegaria às Índias– e sobre a verdadeira forma da América. Se refere ao continente austral e demonstra a dificuldade de sua descoberta. As escrituras sobre os novos continentes e os mapas se apresentam então como um trabalho descontínuo, formando uma geografia imaginada e uma geografia do desconhecido. Curiosamente os cartógrafos da época tinham uma tese sobre a simetria dos continentes desconhecidos, e quando a Austrália é descoberta temos uma mudança no formato da América. Ao final da exposição e uma vez definido o debate sobre o formato dos continentes, cabe agora preencher com conhecimento o seu interior. Sendo assim, o branco no mapa aparece como um positivo plástico, ou áreas passíveis de exploração que apresentam uma possibilidade de crescimento colonial e econômico, ao mesmo tempo em que revelam um silêncio acerca do topos em questão. O sentido da ação do império é então o preenchimento dos vazios. A exposição de Carla chamou atenção para um fato que pensamos ser importante. Alguns geógrafos consideram a cartografia a linguagem própria da geografia. Tendo em vista esse panorama, porque a história da cartografia caminha de maneira distante da história do pensamento geográfico? Certamente a história da cartografia remete muito mais a uma geografia histórica, no sentido que ela fornece subsídios para a restituição de uma geografia do passado. Por que então, não existem trabalhos so- III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa bre uma história da cartografia moderna, utilizada pelos geógrafos mais contemporâneos e institucionalizados nas universidades? Talvez essa temática não abra uma agenda de pesquisa tão ampla quando os mapas muito antigos, mas sem sombra de dúvidas a cartografia dos geógrafos modernos pode nos revelar uma série de fatos interessantes, inclusive sob o ponto de vista de sua epistemologia e sociologia. Nesse sentido, observamos a influencia de Jacob que propõe uma história da cartografia que privilegie a história e não somente conteúdos estritamente geográficos. O predomínio da análise é a dimensão diacrônica (Ibid.:72). Aparentemente a idéia de representação é fundamental na história da cartografia. Não somente na representação isolada, mas a sua reverberação enquanto visão e apreensão de mundo como demonstra Carla Lois. O mapa, representação documental construída, descortina um mundo a ser explorado sobre vários aspectos e que freqüentemente é acompanhado de uma pesquisa histórica –ou mesmo sob uma visão antropológica. O mapa é sempre um documento histórico datado e é uma representação de uma realidade concreta aos olhos de uma determinada sociedade. Obviamente o mapa é sempre uma simplificação da realidade. No entanto, o congresso mostrou que as metodologias de ambas áreas possuem algumas similitudes. Na história do pensamento geográfico, o conhecimento muitas vezes não é visto como representação e alguns pesquisadores preferem ver o desenvolvimento epistemológico per se desligado dos contextos e das repercussões sociais. É exatamente como uma história da cartografia que observa apenas as renovações técnicas sem analisar as transformações sociais. A similitude das metodologias entre a história do pensamento geográfico e história da cartografia fica clara no trabalho apresentando por Rafael Moreira sobre os cartógrafos africanos na corte de Dom Manuel I de Portugal. Rafael se preocupou em delimitar todo um contexto da arte africana e a sua relação colonial com Portugal. Após isso, demonstrou como Pedro e Jorge Reinel, oriundos de Serra Leoa foram levados a Portugal e educados na arte da cartografia. Os dois africanos negros se tornaram fundamentais na corte trabalhando como cartógrafos e confeccionando mapas que teriam amplas repercussões. Rafael desvela a partir desses contextos uma corte portuguesa cosmopolita e relativamente livre de preconceitos. Outro fato importante é que os cartógrafos ao representarem os lugares se utilizaram da informação técnica, mas também se utilizaram dos relatos de viagem. É interessante notar que o mapa feito por Reinel compôs o Atlas Miller e apresenta cerca de 150 toponímias além de um rico conteúdo iconográfico. Sendo assim, o mapa delimita os lugares ao mesmo tempo em que a iconografia tenta trazer um conteúdo de síntese acerca de terras quase incógnitas. Nesse sentido, nos parece que a representação usa um recurso qualitativo para tentar se libertar de uma limitação quantitativa e técnica da cartografia do desconhecido. A iconografia demonstra como o mapa não pode estar descolado completamente de outros textos –ou de uma semiologia. Em um dos episódios dessa história dos cartógrafos, Jorge Reinel chega até mesmo a trabalhar como espião para a corte portuguesa. Em um dos seus serviços realiza a confecção de um mapa com localizações erradas. Denota-se aí a importância estratégica do conhecimento e a ligação íntima entre cartografia e geopolítica. Portanto, além da história da cartografia se remeter a uma geografia histórica, ela também na grande maioria dos casos se refere a uma geopolítica histórica que tem repercussões na ocupação e colonização dos territórios. É exatamente isso que se evidência no trabalho apresentado por Omar Moncada. Seu objeto de estudo são os engenheiros cartógrafos do exército espanhol. Portanto ele demonstra nas cartas produzidas a estratégia de ocupação e defesa do território colonial mexicano. Demonstra como no final das contas os colonizadores tinham um domínio muito frágil das terras conquistadas. A exemplo da colonização portuguesa, a preocupação maior era com as áreas de litorâneas. Destaca-se a presença de missões que de uma maneira mais ou menos isolada foram capazes de gerar núcleos ocupacionais. Paralelamente temos a formação dos Presidios em que muitos dos seus destinados chegam já mortos. A ocupação e o comando dos líderes locais tinham portando um caráter administrativo e militar. As condições ambientais eram dificílimas devido à Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 181 Breno Viotto Pedrosa morte de uma grande quantidade de colonizadores. Por fim devido à escassez de mão-de-obra os soldados acabavam trabalhando nas minas. A proposta de colonização das áreas mexicanas era ensinar as populações locais a trabalharem devido ao baixo número de espanhóis disponíveis para a colonização. E os engenheiros cartógrafos tinham um papel muito importante no manejo e nas representações desses territórios. Nos debates sobre esse trabalho, aparece a polêmica se a península da baixa Califórnia seria uma ilha ou uma península. Cabe ressaltar, portanto, que vários outros trabalhos apresentados tinham por tema as controvérsias acerca da forma e extensão territorial de conjuntos regionais. Alguns trabalhos sobre cartografia urbana também se debruçam sobre a forma e extensão da malha urbana. A dificuldade maior nesse caso é identificar a “verdade” da representação de cidades que foram quase inteiramente transformadas. A exemplo do trabalho de Moncada, a formação territorial também foi um outro tema muito comum, como por exemplo, a partir de quais caminhos ou marcos geográficos as regiões foram colonizadas. As controvérsias sobre os lugares, como havíamos ditos também foi um tema recorrente, sendo que vários autores buscaram explorar a relação entre as expedições e a confecção de mapas –seja para a feitura de marcos no território ou para a confirmação de fronteiras entre colônias. Um trabalho que nos pareceu inovador foi o de Jean-Marc Besse acerca da obra de Abraham Ortelius. Besse demonstrou como Ortelius, um importante colecionador de objetos da antiguidade de sua época –século XVI– tentou restituir as toponímias de várias obras e relatos da antiguidade. Através de viagens e de cadernos de campo, Ortelius tentou sobrepor mapas dos tempos antigos com os mapas de sua época, verificando as possibilidades de coincidência ou de discordância acerca dos lugares. Sua produção cartográfica também marca os lugares que não existem na realidade concreta ou lugares que possivelmente tiveram sua toponímia alterada. Outro aspecto de sua obra de comparação é a desmistificação da explicação acerca toponímia de alguns lugares a partir da verificação errônea de alguns relatos da antiguidade. 182 ][ Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 No mesmo sentido de desmistificação de certas idéias construídas, Dante Martins Teixeira partindo dos mapas produzidos por Marcgrave tenta lançar um outro olhar sobre o ecossistema brasileiro da mata atlântica. Marcgrave foi um dos cartógrafos oficiais do governo de Maurício de Nassau, na época em que os holandeses invadiram o Brasil e estabeleceram base na cidade de Olinda, no atual estado de Pernambuco. A mata atlântica é uma dos principais ecossistemas de florestas brasileiras que cobre quase toda a extensão de sua costa atlântica. Dante fez o trabalho de comparar os mapas de Marcgrave com as pinturas paisagísticas de artistas contratados por Nassau e demonstrou como a mata atlântica era intermeada por campos de áreas abertas com fauna e flora, em alguns casos, diferenciadas do que se encontra na floresta. Sua hipótese baseada nos mapas e nas imagens é que talvez a mata atlântica fosse naturalmente composta por zonas de mata fechada e zonas de campos abertos. O que certamente muda completamente a idéia acerca dessa formação florestal. Historicamente a floresta sempre foi vista como um contínuo de mata fechada e exuberante. Sua crítica vai no sentido de chamar atenção acerca do que vem sendo preservado até os dias de hoje, e sobre o fato de que as ciências biológicas têm dificuldade de ter um raciocínio histórico. No caso, falta explorar mais a história ambiental e suas transformações frente à ação do homem. Mais uma vez a floresta aparece como uma representação, ligada na atualidade à preservação ambiental e a conservação de uma biodiversidade que há muito pode estar perdida. Outro aspecto que pode cair por terra, é a idéia de equilíbrio do ecossistema: se os campos eram parte integrante da mata, como haveria equilíbrio ambiental sem essa parte do meio-ambiente? Finalmente, dois pesquisadores portugueses apresentaram um trabalho sobre a obra de Jaime Cortesão. Francisco Roque de Oliveira e João Carlos Garcia buscaram explorar aspectos biográficos de Jaime Cortesão, culminando suas exposições na organização de suas obras acerca do Brasil e dos mapas sobre o território brasileiro. Assim nos foi apresentando Jaime Cortesão que não era cartógrafo, mas tentou de uma maneira muito rigorosa reconstituir a história do território brasileiro através III Simposio Iberoamericano de História da Cartografia: mundos ocultos dentro de um mapa das cartas antigas. Seu trabalho foi desenvolvido dentro de um curso de formação de diplomatas, o que remonta a importância histórica e geopolítica da cartografia. A marca do simpósio foi o debate franco, detido e envolvendo intelectuais de várias áreas. Não podemos negar que em alguns momentos os debates se sobrepuseram e que a discussão entre especialistas nos encaminhou para sendas que reportavam a detalhes sobre documentos ou sobre controvérsias do passado. Isso não ofuscou em nenhum momento a importância dos temas e refletiu a discussão aprofundada. Lamentamos apenas o fato de uma baixa freqüência de participantes se compararmos a diversidade e importância dos temas. Ao final de tudo, o simpósio mostrou que há muito a fazer na área de história da cartografia, seja no desdobramento dos temas de pesquisa, seja na catalogação e disponibilidade de novos documentos. Frente todo esse panorama é interessante pensar como a história da cartografia se desprende da história da geografia a partir do momento que um mundo de temas de pesquisa se revela através dos mapas. A próxima edição do evento seguirá na Universidade de Lisboa, Portugal. REFERÊNCIAS Gomes, M. do C. A. (2004), “Velhos mapas, novas leituras: revistando a história da cartografia” em Geousp, no. 16, São Paulo, pp. 67-79. Oliveira, F. R. de (2008), “II Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía. La cartografía y el conocimiento del territorio en los países iberoamericanos, Ciudad de México, 21-25 de abril de 2008”, en Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 66, Instituto de Geografía, UNAM, México, pp. 167-171. Troncoso, C. A. (2006), “I Simposio Iberoamericano de Historia de la Cartografía. Imágenes y lenguajes cartográficos en las representaciones del espacio y del tiempo, Buenos Aires, 20, 21 y 22 de abril de 2006”, en Investigaciones Geográficas, Boletín, núm. 60, Instituto de Geografía, UNAM, México, pp. 171-174. Breno Viotto Pedrosa Departamento de Geografia, Universidade de São Paulo Investigaciones Geográficas, Boletín 72, 2010 ][ 183
Documentos relacionados
Under Three Flags: Anarchism and the Anti
de Roger Brunet, aunque integra elementos como “arte, técnica y ciencia”, siempre se esfuerza por representar lo más fielmente posible la realidad (Brunet, 1993:91). En este sentido, el rigor cient...
Leia maisDescargar/Download PDF - Instituto de Geografía
examinan las consecuencias y las transformaciones del paisaje y el territorio a partir de la colonización. Así, continuaremos con una semblanza de cada sección, de aquellos contenidos de los capítu...
Leia maisDescargar/Download PDF - Instituto de Geografía
Estado, y otros cuatro capítulos examinan temas de la cartografía iberoamericana en el siglo XIX, dos en relación con México, uno con Brasil y uno con la Patagonia. Los otros dos trabajos consisten...
Leia mais