La edad ¿”media”? - Asociación Católica Latinoamericana y

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La edad ¿”media”? - Asociación Católica Latinoamericana y
LA EDAD... ¿«MEDIA»?
Un último ciclo de cien años se ha cerrado y, con él, el Segundo Milenio de la Era
Cristiana.
Si nos atuviésemos a un criterio estrictamente cronológico, somos ya hombres y
mujeres del siglo pasado. Sin embargo, el futuro pasó a formar parte de nuestro
presente, sobre todo, desde la segunda mitad y, de forma acelerada, desde el
último cuarto de la vigésima centuria. Nunca antes la humanidad había sido
afectada por tantas transformaciones y mutaciones, en cualquiera de los planos de
su quehacer, como en el siglo que despedimos.
No es de extrañarse, entonces, de las tan disímiles denominaciones que se la han
dado. Y de entre tantos apelativos, aquellos que lo relacionan con la evolución de
los medios e instrumentos de la Comunicación y la Información se renuevan: «age
of mass communication»1, «age of televison»2, «civilisation de l’imagen»3, «PC
age»4, «sociedad digital» o «neocultura ciber» 5... Y así, cada vez que algún
estudioso intentaba la comprensión de un nuevo «media» 6.
El surgimiento y la expansión de los Medios de Comunicación han cambiado
radicalmente las formas de relación del ser humano con su entorno natural, con
los otros hombres y consigo mismo. Han generado nuevos ámbitos sociales en los
cuales se despliegan nuevos procesos comunicacionales y, consecuentemente,
han constituido nuevos tipos de recepción.
Con el término «mediósfera»7 se ha querido caracterizar esa nueva dimensión de
la ecología humana, en la que los Medios de Comunicación desempeñan un papel
de primer orden. Desde Europa, los estudiosos agrupados para dar vida a una
nueva ciencia, la «filmología»8, acuñaron el término de «iconósfera»9, para dar
cuenta de esa esfera de la existencia, potenciada en el decimonónico siglo por el
invento de los hermanos Lumière.
Luego de no pocos avatares y de encontradas opiniones, el cinematógrafo fue
adoptado como el arte —«Séptimo Arte», «Décima Musa»—, distintivo del Siglo
XX.
Arte extraordinario, —lo proclamaría Louis Delluc—, de cuyo nacimiento se ha
sido testigo: hijo de la máquina y del hombre moderno10.
No hubo figura pública relevante que no hiciera alguna alusión, positiva o
negativa, respecto al cinematógrafo.
Se ha dicho que Lenin, en los albores mismos del desarrollo del cine, lo valoraba
como la más importante de las artes11. Tiempos estos en los que un estudiante de
psiconeurología, devenido en cineasta, me refiero a Dziga Verov, con el
apasionamiento poético que encerraba su conceptual juego de palabras cine – ojo;
cine – verdad, tributaba a la cámara cinematográfica facultades que rebasan la
mera extensión de nuestro órgano sensorial:
Yo soy el ojo cinematográfico. Yo soy el ojo mecánico. Yo soy la máquina
que os muestra al mundo como sólo yo puedo verlo. 12
Cuando, en 1933, Joseph Schenck y Darryl Francis Zanuck deciden nombrar su
empresa cinematográfica como la Twenty Century Prod. —luego conocida como
la Twenty Century Fox Corporation13—, no hacen más que compartir el
entusiasmo por lo que, a poco más de tres décadas de existencia, era ya una
pujante industria, generadora de un nuevo espectáculo, de un nuevo lenguaje, y,
por supuesto, de un nuevo y característico tipo de público.
Pío XI, en su Encíclica Divinis illius Magistri y en reuniones sostenidas con
representantes del sector (una, en agosto de 1934, con la Federación
Internacional de Editores Cinematográficos y otra, en abril del propio 1936, con los
delegados del Congreso Internacional de la Prensa Cinematográfica celebrado en
Roma), se había referido a la importancia que atribuía a la cinematografía.
Para la fecha, el húngaro Béla Balázs afirmaba:
No sólo se ha formado una arte nuevo, sino algo mucho más importante: se
ha creado una nueva aptitud humana que es la causa, la posibilidad de este
arte (...). Se trata pues, del desarrollo de un potencial psicológico, y tal vez
también fisiológico que, si bien hoy no se actualiza y documenta en obras
de genios, es propiedad de cualquier persona, precisamente porque es un
dato de civilización comúnmente adquirido.14
Un librito de vulgarización o, como su autor prefirió
«popularización», editado en Buenos Aires en 1940, suscribe:
designarlo,
de
El cine se ha convertido en el transcurso de cuarenta y cinco años en una
de las grandes fuerzas de nuestra época. Y cada día ha de serlo más.15
2
El ensayista y crítico español de la «generación del 98», José Martínez Ruíz,
«Azorín», declaraba con entusiasmo:
... yo soy un apasionado al cine16.
Visto desde una perspectiva amplia, el cine se nos presenta como un inevitable
punto de giro en la dramática cadena de «mediamorfosis» que ha alterado nuestra
cotidianidad, ora a golpe de manivelas de teléfonos, gramófonos aparatos «toma
vistas», ora por el tacto sutil de teclados que digitalizan imágenes o las instalan —
«vía satélite»—, rompiendo la intimidad de los hogares.
Los medios y los miedos
También desde la segunda mitad del Siglo XX, un nuevo medio audiovisual,
técnicamente más emparentado con la radio 17 que con el propio cinematógrafo,
iba abriéndose paso hasta instalarse en el centro de millones de hogares, a lo
largo y ancho de nuestro azul planeta: la televisión.
Los años 50 inician el período de difusión, expansión y auge de este medio, cuyas
bases teóricas y experimentales ya se conocían desde fines del siglo XIX 18. Para
1954, seis países latinoamericanos (Cuba, Venezuela, República Dominicana,
México, Argentina y Brasil), se ubicaban entre las diez primeras posiciones, a
escala mundial, en lo que a tenencia de aparatos de televisión por habitantes
respecta. Obviamente, Estados Unidos ocupaba el primer lugar19.
Y, a medida que se expandía por sobre los techos un bosque de antenas
televisivas, nacía toda una generación que comenzó a compartir, de manera
acelerada, un imaginario común20.
La hibridación de telefonía, televisión y computación, acelerada en el último cuarto
del pasado siglo, potenció, a límites inimaginables, la Comunicación en todas las
esferas de la actividad humana, con consecuencias apenas previsibles.
Desde el mismo acto de «nombrar las cosas 21», el uso de las palabras —nos lo
recuerdan Frazer22 y Freud23—, ¿no estaba cargado, para nuestros ancestros, de
un poder mágico, de una atribución de valor objetivo, que hacía de cada nombre
algo a la vez poderoso y temido?. ¿No generaban esa mezcla, inicialmente
indiferenciada, de veneración y execración, esa «ambivalencia de los
sentimientos», que aún encontramos en no pocos discursos sobre los Medios de
Comunicación?
3
Es ésta, al parecer, la presunción que yace, desde la Antigüedad griega, en las
palabras de Platón:
En primer lugar, por tanto, hemos de vigilar a los que inventan las fábulas,
aceptándoles sólo las que se estimen convenientes y rechazando las otras;
en segundo lugar, trataremos de convencer a las nodrizas y a las madres
para que lean a los niños fábulas escogidas y modelen sus almas con
mucho más cuidado que el que se pone para formar sus cuerpos. Desde
luego, despreciaremos la mayor parte de las fábulas de nuestros días. (...).
Porque el niño no es capaz de distinguir dónde se da o no la alegoría, y
todo lo que recibe en su alma a tal edad difícilmente se borra o cambia. Por
lo cual, seguramente convenga antes de todo que las primeras fábulas que
oiga el niño sean también las más adecuadas para conducirle a la virtud.24
En el Siglo IV, Juan de Antioquia, Patriarca de Constantinopla, conocido como
Juan Crisóstomo o Boca de Oro, advertía en su De la vanagloria y la educación
de los hijos:
Hay una puerta más hermosa (...) aunque más difícil de guardar; la puerta
de los ojos (...) Aquí hacen falta leyes muy enérgicas, y sea una de ellas la
primera, la de no enviar al niño al teatro, a fin de que no se le pegue una
pestilencia completa, que le entrará por los oídos y los ojos. 25
La invención de la imprenta y la popularización del libro, ¿no fueron motivos de
preocupación por sus posibles consecuencias?. ¿No fue, según satiriza Don
Miguel de Cervantes en 1605, desde el capítulo primero de su ejemplar novela, el
efecto de la lectura lo que eclipsó la mente de un ingenioso hidalgo manchego?
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se pasaba las noches
leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco
dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder
el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de
encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas,
requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal
modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de sonadas
soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta
en el mundo.26
Las inquietudes acerca de los efectos de las películas, en especial sobre los
sectores considerados más vulnerables de la sociedad: los niños y los jóvenes,
formuladas por periodistas, políticos, educadores, religiosos, padres de familia e
investigadores sociales, se han reiterado una y otra vez, desde que las «imágenes
en movimiento» pasaron a convertirse, de curiosidad de ferias en el
entretenimiento de las grandes masas.
4
Tan temprano como en 1924, el sacerdote y pedagogo Bernardo Gentillini
acusaba al cine de ser el corruptor mayor de la sociedad. Y, recordándonos las
admoniciones medievales, aseveraba:
El aire mefítico de las salas cinematográficas es enfermedad y corrupción. 27
El 29 de junio de 1936, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Pío
XI dio a conocer la Encíclica Vigilanti Cura28, dedicada al cine y a encomiar a la
Legión de la Decencia, fundada en Estados Unidos a inicios de los años 30s 29.
Una «aguja» en el pajar massmediático
Durante la Primera Guerra Mundial, y mientras en los mapas las fronteras
europeas tenían que ser delineadas casi a diario, muchos vieron en la propaganda
la «bala mágica» que actuaba sobre las conciencias ciudadanas. Nacían las
primeras formulaciones teóricas sobre el poder de los Medios de Comunicación 30,
que tenían como pilares de sustentación la consideración de los mecanismos
biológicos heredados, la esencia irracional o emocional de tales mecanismos, la
naturaleza humana como uniforme y básica y el individuo como un ente aislado y
carente de controles sociales informales. Sobre esta base se pensaba que cada
mensaje elaborado llegaría a todos los miembros de la sociedad a través de los
Medios de Comunicación y que cada persona los percibiría y reaccionaría ante
ellos de manera más o menos uniforme.
Es la época en que se cargaba a los medios con virtudes y culpas, muchas veces
ajenas. Estas teorizaciones del tipo «aguja hipodérmica» o «transmisión en
cadena», achacaban a la Comunicación masiva la causa de los grandes males de
la sociedad, desde la delincuencia juvenil hasta la falta de fe en los valores
tradicionales. Y, si en un inicio se veía con temor la posible influencia de la
propaganda impresa o del cine, la campaña presidencial de Roosevelt y el pánico
desatado por la versión de Orson Welles sobre La Guerra de los Mundos31,
hicieron pensar en el poder sin límites de la radio.
Durante la década del 40, y desde otros ámbitos de la mass communication
research, esto es, desde la investigación que sobre los medios se hacía en
Norteamérica, el esquema «hipodérmico» comenzó a ser cuestionado. A partir de
la evidencia empírica, ora sobre la base de la constatación de aquellas variables
que tienen que ver con las «diferencias Individuales»32, ora de «la interacción
social» de los miembros de la audiencia33, estos estudios ayudaron a establecer
5
que la relación entre los medios y sus públicos no era tan simple como se creía ni
los efectos atribuidos a sus mensajes, tan directos.
Para fines de la Segunda Guerra Mundial existía toda una serie de datos
acumulados sobre una diversidad de factores, tanto individuales como sociales,
que intervenían en el llamado proceso de Comunicación Masiva, pero como
ocurrió en la época de los grandes descubrimientos geográficos, más de uno
confundió una isla con un continente y absolutizaba la importancia de un factor
sobre los demás, sin establecer los nexos y relaciones recíprocas entre ellos.
Como en su momento apuntara Hovland34, cuatro grandes lagunas debían ser
llenadas por el estudio científico de la Comunicación de masas: la falta de un
adecuado marco teórico, capaz de integrar las diferentes evidencias empíricas
disponibles; la artificialidad con que, desde las prácticas de la experimentación de
laboratorio, se aislaba y simplificaba el número de variables que intervienen en los
procesos de Comunicación; la ausencia de estudios longitudinales, que
permitieran evidenciar los efectos a largo plazo; y la carencia de estudios
interdisciplinarios que dieran cuenta de la complejidad del fenómeno estudiado.
A la pregunta paradigmática de ¿quién, dice qué, en qué canal, a quién, con qué
efecto?, planteada por Laswell35, la respuesta más sensata fue la dada por
Berelson36: ciertos tipos de comunicaciones, sobre ciertas clases de problemas,
dirigidos a ciertas clases de personas, que se encuentran en ciertas condiciones,
producirán ciertas clases de efectos. Paso que adelantaría, aunque lentamente, la
investigación hacia el concepto de mediaciones en el proceso comunicacional.
La institución escolar ha sido tradicionalmente un sector conservador. No es de
extrañarse, por tanto, que el modelo «hipodérmico» sea el generalmente
admitido, explícita o implícitamente, en sus consideraciones sobre el papel de los
medios, y ello guarda una íntima relación con el modelo pedagógico imperante.
6
Citas y notas
1
Carl I. Hovland, «Effects of Mass Communications», en: G. Lindzey, ed.,
Handbook of Social Psychology, vol. 2, Reading, Mass., Adisson-Wesley, 1959:
1062.
2
Martin Esslin, The Age of Television, San Francisco, W. Freeman, 1982.
3
G. Gusdorf: «Réflexions sur la civilisation de l’image», en: AA.VV.: Civilisation
de l’image, París, 1960: 11-36.
4
Véase, por ejemplo, Rick Lehtinen, «Tower add muscle to Micro», en: AV Video,
mayo, 1994.
5
Diego Levis: La pantalla ubicua. Comunicación en la sociedad digital,
Buenos Aires, Ediciones CICCUS-La Crujía, 1999.
6
Marshall Mc Luhan: Understanding media, New York, Mc Graw-Hill Book
Company, 1964.
7
El vocablo fue introducido en la 24ª Conferencia General de la UNESCO, París,
1987, a partir de un proyecto presentado por la delegación austríaca. Véase Kurt
Blaukopf, «Man in a changing Mediasphere. Widespread acceptance of a
Mediacult proposal to UNESCO», en: Mediacult Newsletter, marzo, 1988: 3-6.
8
Este término describió las investigaciones acerca de las reacciones de los
públicos, individuales o colectivos, a partir de la experiencia fílmica, enfatizando en
el filme como objeto de estudio. Para Bianka Zazzo:
Dans la perspective filmologique ... le film n’est pas l’insturument, le moyen, comme il est
effectivement dans les laboratoires de psychologie oú il s’agit d’enrigistrer l’observation,
comme il l’est aussi en pédagogie; il est ici l’objet meme de la recherche. (...). Notre objet
est donc le film et nos moyens sont empruntés á la psychologie.
(Bianka Zazzo: «Analyse des difficultés d’une séquence cinématographique par la
conduite du récit chez l’enfant», Revue International de Folmilogie, París, Centre
de Recherches Filmologiques – Presse Universitaires de France, Tome III, No. 9,
Janviers – Mars, 1952 : 25).
9
Gilbert Cohen-Séat y Pierre Fougeyrollas: L’action sur l’homme cinéma et
télevision, París, Editions Denoël, 1967 (En español: La influencia del cine y la
televisión, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 2da. reimpresión).
10
Louis Delluc: Cinema et Cie, París, Grasset, 1919.
7
11
Sin embargo, salvo su firma en la ley que nacionalizó el cine en Rusia, no ha
quedado nada escrito por el líder bolchevique al respecto. Sus opiniones nos han
llegado por conversaciones referidas por el Comisario del Pueblo de Instrucción
Pública, Anatoli Vasílievich Lunacharski y por V.D. Bonch-Bruiéchiv, uno de los
principales colaboradores del radiolaboratorio de Nizhni-Nóvgorod. (Cf. Raúl
Rodríguez: El cine silente en Cuba, La Habana, Ciencias Sociales, 1992: 14-15).
En cambio, sí está documentada la preocupación de Lenin acerca de la
radiodifusión. Por ejemplo, en la carta fechada el 19 de mayo de 1922, dirigida al
«camarada» Joseph Stalin, propone se apruebe, por parte del Buró Político del
Comité Central, una asignación extraordinaria de hasta 100 mil rublos oro, con el
fin de acelerar la instalación de altoparlantes de alta calidad y muchos cientos de
receptores en toda la república, aptos para difundir entre las grandes masas los
discursos, informes y conferencias transmitidos desde Moscú u otros centros. (V.I.
Lenin: Sobre la agitación y la propaganda, La Habana, Editora Política, 1966:
540-2).
12
Citado por Guido Aristarco: Historia de las teorías cinematográficas,
Barcelona, Editorial Lumen, 1965:156.
13
Así nombrada al adquirir, en 1935, las acciones de la Fox Films, y pasar a ser
una de las «cinco grandes» de la industria fílmica de Hollywood.
14
Béla Balázs: La estética del filme, La Habana, Editorial Arte y Literatura,
1980:18.
15
M. Villegas-Lopes: El cine, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1940: 153.
16
Azorín: El cine y el momento, Madrid, Biblioteca Nueva, 1953:87.
17
Las transmisiones de radio comienzan a popularizarse a partir de la década del
20.
18
El alemán Heinrich Hertz construyó, en 1887, un aparato capaz de producir y
detectar ondas electromagnéticas capaces de propagarse por el aire. Este
principio técnico sería utilizado años después para transmitir sonidos e imágenes
de un continente a otro. (Cf. Diego Levis: Op. cit., 1999: 41-429).
19
Según datos de la UNESCO (Statistics on Radio and Television 1950-1960,
París, UNESCO, 1961:77-82), Cuba se situaba en el cuarto lugar, a nivel mundial,
en el número de equipos de televisión por cada 1000 habitantes; Venezuela en el
quinto; República Dominicana en el séptimo, junto a México; Argentina y Brasil se
ubicaban en la décima posición.
8
20
... los niños se embelesaban con... Broderick Crawford en Patrulla de Caminos,
Richard Boone en Revólver a la orden y Roger Moore en Ivanhoe; el oeste
imponía su mitología con Cisco Kid («Oh, Pancho. —Oh, Cisco»), El llanero
soliario, Hoppalong Cassidy, Rin Tin Tin (con la inexplicable presencia en la
caballería del cabo Rusty), Fuerte Apache... (Gustavo García: La década
perdida, México, D.F., Universidad Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco,
1986:16).
21
...Y cada ser viviente había de llamarse como el hombre lo había llamado.
Génesis, 2, 19.
22
Sir James G. Frazer: La rama dorada, La Habana, Ciencias Sociales, 1972.
23
Sigmund Freud: Totem y tabú, México, Alianza Editorial, 1986.
24
Platón: La República. La Habana, Ciencias Sociales, 1973: 72-74.
25
Luis Romero (antologador): La educación en la época medieval, México,
Consejo Nacional para el Fomento Educativo, Ediciones El Caballito, 1985:114.
26
Miguel de Cervantes Saavedra: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La
Mancha, Barcelona, CREDSA, 1970: 80.
27
Bernardo Gentillini: Op. cit.:124.
28
Pío XI: «Vigilanti Cura», en: Mundo Cinematográfico, Publicación del Centro
Católico de Orientación Cinematográfica, La Habana, 1955:5-18.
29
En opinión del historiador francés, George Sadoul, esta Legión de la Decencia
fue un refuerzo a los rigores del código de autocensura moral aprobado por los
productores norteamericanos en 1933 a iniciativa de Williams H. Hays, y aseguró
el éxito comercial de obras moralizadoras en las décadas del ‘30 y del ‘40. (Cf.,
George Sadoul: Historia del Cine, Vol. 2, Buenos Aires, Nueva Visión, 1960: 10).
30
El modelo conocido como Teoría de la aguja hipodérmica, tiene su génesis en
los estudios pioneros hechos desde las ciencias políticas por H. D. Laswell, y
arrastraba los temores suscitados en la opinión pública y en el mundo académico
ante las nuevas técnicas de propaganda estrenadas durante esta primera
conflagración mundial. (Cf., Harold D. Laswell: Propaganda Technique in the
World War; New York, Alfred A. Knopf, 1927).
31
Hadley Cantril, Hazel Gaudet and Herta Herzog: The invasion from Mars,
Princeton, Princeton University Press, 1940.
9
32
Paradigmáticos, en este sentido, son los estudios realizados bajo la dirección
de Carl Iver Hovland para el Research Branch, Information and Education Division,
War Department, durante la Segunda Guerra Mundial. (Cf., Carl I. Hovland, Arthur
A. Lumsdaine & Fred D. Sheffield: Experiments on Mass Communication,
Princeton, Princeton University Press, 1949). Como ha apuntado Wolf : La
«teoría» de los medias resultante de los estudios psicológicos experimentales
consiste, sobre todo, en la revisión del proceso comunicativo entendido como una
relación mecanicista e inmediata entre estímulo y respuesta: evidencia (por
primera vez en la investigación mediológica) la complejidad de los elementos que
entran en juego en la relación entre emisor, mensaje y destinatario (Mauro Wolf:
La investigación de la comunicación de masas, Barcelona, Ediciones Paidós
Ibérica, 1987).
Como ya hemos señalado, Wartella y Reeves reivindican un alejamiento del
modelo hipodérmico en las investigaciones en torno a los efectos de los medios
en la infancia, previas a la década del 40,: In short, the pre-1940 period included
study of cognitive concepts, attention to developmental differences in children’s
use of media, and a focus on children’s knowledge of the world, their attitudes and
values, and their own moral conduct. Although the commentators felt that media
effects could be powerful, they also recognized that others factors, such as the
child’s developmental level or social class, could modify the media’s impact. It is
difficult to find evidence of the “hypodermic needle” model of media effects in pre1940 studies of children and media (Ellen Wartella and Byron Reeves: Op. cit.:
164).
33
La pauta de este enfoque fue trazada por Lazarsfeld, Berelson y Gaudet al
estudiar el impacto de la radio en las elecciones presidenciales de los Estados
Unidos. Ellos encontraron que las referencias, por parte de los entrevistados,
sobre un intercambio informal de ideas con otras personas, rebasó la posible
influencia de los medios de comunicación. De esta forma se arribó a la conclusión
de que las relaciones sociales informales (familiares, amigos), constituyen una
variable importante a considerar en los estudios sobre los efectos de los medios.
(Paul F. Lazarsfeld, Bernard Berelson & Hazel Gaudet: The People’s Choice,
New York, Duel, Sloan and Pearce, 1944).
Posteriormente, y sobre esta base, Katz y Lazarsfeld plantearon la teoría del flujo
de la comunicación en dos etapas, (two steps flow): en primer lugar, la información
llega a aquellos individuos que se exponen con más frecuencia que otros
miembros de su comunidad a los mensajes de los medios. En segundo lugar,
estos individuos transmiten esa información a los otros miembros de la
comunidad, a través de la comunicación interpersonal. (Elihu Katz & Paul F.
Lazarsfeld, Personal Influence. The Part Played by People in the Flow of Mass
Communication, Glencoe, The Free Press, 1955).
10
34
Carl I. Hovland, «Effects of Mass Communications», en: G. Lindzey, ed.,
Handbook of Social Psychology, vol. 2, Reading, Mass., Adisson-Wesley,
1959:1099-1100.
35
Harold D. Laswell: «The Structure and Function of Communication in Society»,
in L. Bryson (Ed.), The Communication of Ideas, New York, Harper & Row, 1948.
36
Bernard Berelson: «Communication and Public Opinions», in Wilbur Schramm
(Comp.) , Mass Communications, Urbana, University of Illinois Press, 1949.
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