PDF - Grupo de Pesquisa Modernas Tendências do Sistema Criminal

Transcrição

PDF - Grupo de Pesquisa Modernas Tendências do Sistema Criminal
Revista Justiça e
Sistema Criminal
Modernas Tendências do Sistema Criminal
FAE Centro Universitário
Associação Franciscana de Ensino Senhor Bom Jesus
Presidente
Frei Guido Moacir Scheidt, ofm
Pesquisadores do Grupo de Estudos Modernas Tendências do
Sistema Criminal
Diretor Geral
Jorge Apóstolos Siarcos
Centro Universitário Franciscano do Paraná
Reitor da FAE Centro Universitário e Diretor Geral da FAE São José dos
Pinhais
Pró-Reitor Acadêmico
Frei Nelson José Hillesheim, ofm
Diretor Acadêmico
André Luis Gontijo Resende
Pró-Reitor Administrativo
Régis Ferreira Negrão
Diretor de Campus – FAE Centro Universitário, Campus Centro
Julio Kiyokatsu Inafuco
Diretor de Campus – FAE Centro Universitário, Campus Cristo Rei
Carlos Roberto de Oliveira Almeida Santos
Diretor Acadêmico da Faculdade FAE São José dos Pinhais
Wagner Rodrigo Weber
Coordenador dos Cursos de Pós-Graduação Lato Sensu
Gilberto Oliveira Souza
Coordenador dos Programas de Pós-Graduação Stricto Sensu
José Henrique de Faria
Secretário-Geral
Eros Pacheco Neto
Diretor do Instituto de Ciências Jurídicas
Sérgio Luiz da Rocha Pombo
Ouvidoria
Samar Merheb Jordão
Diretor de Relações Corporativas
Paulo Roberto Araújo Cruz
Editor
Paulo César Busato
Coordenação Editorial
Ana Maria Ovçar Alves Ferreira (coordenadora editorial)
Edith Dias (Normalização)
Zeni Fernandes (Revisão de Linguagem)
Ewerton Diego Oliveira da Silva (Editoração FAE Centro)
Bráulio Maia Junior (Editoração FAE Centro)
Capa Officio Design
Coordenadora do Curso de Direito
Coordenador do Grupo de Estudos Modernas Tendências do
Sistema Criminal
Paulo César Busato
Alessandro Bettega Almeida
Alexandre Ramalho de Farias
Alexey Choi Caruncho
Danyelle da Silva Galvão
Eduardo Sanz de Oliveira e Silva
Gabriela Xavier Pereira
Leandro França
Luiz Henrique Merlin
Marlus Heriberto Arns de Oliveira
Noeli Battistella
Paulo César Busato
Rodrigo Jacob Cavagnari
Rodrigo Régnier Chemim Guimarães
Sílvia de Freitas Mendes
Sílvio Couto Neto
Tatiana Sovek Oyarzabal
Conselho Editorial e Consultivo
Alfonso Galán Muñoz, Dr. (Universidad Pablo de Olavide)
Ana Cláudia Pinho, Msc (UFPA)
Carlos Roberto Bacila, Dr. (UFPR)
Carmen Gomez Rivero, Dra. (Universidad de Sevilla)
Cezar Roberto Bitencourt, Dr. (PUC - Porto Alegre)
Eduardo Sanz de Oliveira e Silva, Msc (FAE, Unicuritiba)
Elena Nuñez Castaño, Dra. (Universidad de Sevilla)
Fábio André Guaragni, Dr. (Unicuritiba)
Francisco Muñoz Conde, Dr. (Universidad Pablo de Olavide)
Geraldo Prado, Dr. (UERJ)
Gilberto Giacóia (Fundinopi)
Jacinto Nélson de Miranda Coutinho (UFPR)
Juarez Cirino dos Santos (UFPR)
Luiz Henrique Merlin, Msc (FAE)
Marcus Alan de Melo Gomes, Dr. (UFPA)
Mauricio Stegemann Dieter, Msc (FAMEC)
Paulo César Busato, Dr. (FAE, UFPR)
Rodrigo Régnier Chemim Guimarães, Msc (FAE, Unicuritiba)
Sérgio Cuarezma Terán, Dr. (INEJ)
Circulação
Indexação
Outubro de 2010
Distribuição
Comunidade científica: 300 exemplares
Aline Fernanda Pessoa Dias da Silva
Revista Justiça e Sistema Criminal. v. 1, n.1, jul./dez. 2009 Curitiba: FAE Centro Universitário, 2009 v. 28cm.
Semestral
ISSN 2177 - 4811
1. Direito penal - Periodicos. I. FAE Centro Universitário
CDD 341.5
Os artigos publicados na Revista Justiça e Sistema Criminal são de inteira responsabilidade de seus autores. As
opiniões neles emitidas não representam, necessariamente, pontos de vista da FAE Centro Universitário.
A Revista Justiça e Sistema Criminal tem periodicidade semestral e está disponível em www.sistemacriminal.org
Endereço para correspondência:
FAE Centro Universitário – Núcleo de Pesquisa Acadêmica
Rua 24 de Maio, 135 – 800230-080 – Curitiba.PR- Tel.: (41) 2105-4098.
A presentação
Paulo César Busato.
Revista justiça e Sistema Criminal, v.2, n. 3, jan./jun.2010
Índice
1. Doutrina Internacional:
La falsa informacion en la actividad de los auditores de cuentas
(Dra. Elena NUÑEZ CASTAÑO) _____________________________________________________________7
Causalidad, incertidumbre científica y resultados a largo plazo
(Mª del Carmen Gómez Rivero) _____________________________________________________________49
Hacia un enjuiciamiento penal civilizado
(Ignacio F. Tedesco) _______________________________________________________________________95
La Restricción Penal a la Manipulación Genética en el Ordenamiento Jurídico Colombiano:
Perspectivas de la Investigación Genética y la Protección del Bien Jurídico Tutelado.
(Edgar Hernán Fuentes Contreras) ___________________________________________________________131
2. Doutrina nacional:
A incidência da normativa internacional na delimitação do bem jurídico protegido nos
delitos relativos à pornografia infantil
(Alexandre Ramalho de Farias) ______________________________________________________________159
A prisão preventiva como ultima ratio das medidas processuais
(Andréia Soltoski) ________________________________________________________________________195
Os princípios penais constitucionais e o estado constitucional de direito
(Roberta Duboc Pedrinha) _________________________________________________________________211
O erro de proibição nos crimes contra o sistema financeiro nacional
(Luiz Gustavo Mantovani)__________________________________________________________________233
A FORMAÇÃO HISTÓRICA DO MINISTÉRIO PÚBLICO
Origens do Ministério Público na França, em Portugal e no Brasil
(Ana Maria Bourguignon de Lima
Paulo César Busato) ______________________________________________________________________245
A Identidade Entre Os Fins Do Direito Penal E Da Pena
(Gabriela Xavier Pereira) ___________________________________________________________________279
Revista justiça e Sistema Criminal, v.2, n. 3, jan./jun.2010
LA FALSA INFORMACION EN LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES
DE CUENTAS*
Dra. Elena NUÑEZ CASTAÑO**
RESUMO
ABSTRACT
* El presente trabajo tuvo su origen en la conferencia La Falsa Informazione nell’attività di revisione contabile,
pronunciada en el II Convegno Italo- Spagnolo sobre La Tutela penale dell’informazione societaria, celebrado
en Pavía (Italia), del 21 al 23 de Septiembre de 2000.
**Profesora Titular de Derecho Penal de la Universidad de Sevilla
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
7
I
INTRODUCCIÓN: LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES DE CUENTAS
Y EL SISTEMA ECONÓMICO.
La actividad de los auditores de Cuentas tiene, por definición, una conexión
directa e incuestionable con el funcionamiento de una empresa o sociedad mercantil y,
consecuentemente, con la intervención de las mismas en el sistema económico y financiero
del país en el que aquella radique. El sistema económico, o el orden económico, está
siendo, en la actualidad, objeto de una mayor protección jurídica que la que gozaba en
épocas pasadas; y de esta expansión proteccionista no podía sustraerse el Derecho penal,
que ha dedicado uno de sus sectores, precisamente, al estudio de la protección penal del
sistema y orden económico.
La importancia del Derecho penal económico es innegable hoy en día, y es necesario
reconocer que presenta una verdadera autonomía científica; autonomía que se encuentra
justificada por las especiales características que reúne la criminalidad económica. Así, lo
que define el fin del anterior y el comienzo del nuevo milenio es tanto el surgimiento de
fenómenos y conductas nuevas y distintas de las conocidas hasta el momento, como su
multidimensionalidad, fluidez e inseguridad; de tal modo que el delito ha dejado de ser un
subproducto de los negocios, para pasar a ser un negocio en sí mismo. Se ha empezado a
considerar que el delito es rentable, y, por tanto, digno de ser explotado, y, así, la economía
pasa de patología del poder a forma de ejercicio del poder1.
En realidad, las reacciones sociales ante la criminalidad económica son variadas: por
una parte, la admiración hacia los delincuentes a quienes se ve como gente con imaginación,
inteligencia, conocimientos técnicos y valor, lo que determina, consecuentemente,
el reconocimiento de la mayoría de los individuos de su incapacidad para colocarse
como autor de este tipo de conductas, de forma que se identifican más con el papel de
víctimas, directa o indirectamente afectadas por dichos comportamientos; y, por otro lado,
consecuencia de todo ello es la demanda social de una mayor y mejor protección del sistema
económico y de los bienes jurídicos afectados mediante la intervención del Derecho penal,
protección que permita hacer frente tanto a las nuevas formas de criminalidad como a los
nuevos sujetos que surgen en el ámbito económico2; conductas y sujetos que ponen en
jaque a las delimitadas y tradicionales instituciones jurídico-penales, las cuales se revelan
Cfrs. CUNHA RODRIGUEZ, Os senhores do crime, Revista portuguesa de Ciência Criminal, ano 9, fasc.
1, enero-marzo 1999, pág. 9.
2
Cfrs., ya previamente, NUÑEZ CASTAÑO, Responsabilidad penal en la empresa, Valencia 2000, pág. 16.
1
8
FAE Centro Universitário
incapaces de ofrecer soluciones adecuadas a este nuevo tipo de criminalidad sin renunciar
a las garantías y principios que informan todo el Derecho penal3.
Consecuente con ello se origina un incremento de la pretensión social de protección
penal que ponga fin, aunque sólo sea formalmente, a esa inseguridad creciente, aún a
costa de modificar las garantías básicas y clásicas del Estado de derecho4.
Se produce, de este modo, una primacía de la seguridad frente a la libertad,
debido principalmente a que el ciudadano medio ya no es el agente del Estado liberal
que reclamaba ámbitos de libertad, sino un sujeto paciente, dependiente directa o
indirectamente del Estado, en cuanto necesita ser protegido de riesgos que deben ser
controlados por terceros5.
En efecto, la criminalidad económica aparece en el primer plano de la discusión
social sobre lo delictivo. Y, en este contexto, una Política criminal intervencionista y
expansiva es bienvenida en amplios sectores sociales como reacción contra la criminalidad
de los poderosos6: dicha criminalidad es lo que preside la discusión doctrinal y la actividad
de los Tribunales, y, frente a ella, es lógico que el ciudadano se contemple a sí mismo más
como víctima potencial que como autor potencial.
En este sentido, se pronuncia muy acertadamente BUSATO, Vontade penal da pessoa jurídica. Um problema
prático de imputaçao de responsabilidade criminal, en Revista da Escola da magistratura do Estado
de Rondônia, Porto Velho-Rondônia, Brasil, nº 8, 2001, págs. 291-292 al afirmar que “...La economía
globalizada, la creación de una sociedad de riesgos, la velocidad de las informaciones por vía cibernética, las
intervenciones de los aparatos oficiales de poder y la conciencia de la necesidad de un desarrollo sustentable
son asuntos que no ocupaban de forma habitual al legislador o al jurista penal, autores de las primeras
construcciones dogmáticas. Por esa razón, es evidente que esa discusión sólo tiene lugar en términos de
modernidad y que ha de tenerse en cuenta que las dificultades dogmáticas para esa discusión son, más
que nada, fruto de la propia historia”.
4
Cfrs. SILVA SANCHEZ, La expansión del derecho penal. Aspectos de la política criminal de las sociedades
postindustriales, 2ª ed., revisada y ampliada, Madrid 2001, págs. 40 y 41.
5
Cfrs. SILVA SANHEZ, La expansión del derecho penal, cit., pág. 30.
6
El problema, sin embargo, no es nuevo; por el contrario, ya afirmó FERNÁNDEZ ALBOR, Estudios sobre
criminalidad económica, Barcelona 1978, págs. 90 y 91, citando a FIGUEIREDO DIAZ que “...la creciente
complejidad de las relaciones de la vida moderna muestra la tendencia del legislador- tanto más marcada
cuanto más viejo se revela el Código penal del respectivo país- a poner el aparato de las sanciones criminales
al servicio de los más diversos fines de la política social (económica, financiera, fiscal, sanitaria, educativa,
ecológica, etc.). De esta manera surge el moderno fenómeno de la sobrecriminalización, hipercriminalización
o inflación incriminatoria, Sin embargo, la experiencia demuestra que, al ceder a las tentaciones de la
criminalización, nuestras esperanzas de, por su mediación, controlar y dominar el aumento de la criminalidad,
quedan defraudadas; en realidad, tal proceso lanza el mayor descrédito sobre el Derecho penal y la función
que primariamente le incumbe de protección de los valores fundamentales de la comunidad, olvidando que
aquel sólo debe intervenir como ultima ratio de la política social”.
Palabras que resultaron premonitorias de la situación que se vive en la actualidad. Efectivamente, en un intento
de dar respuesta al “clamor social” se está produciendo una “huida hacia delante” del Derecho penal que
conlleva una expansión criminalizadora; expansión que, sólo aparentemente, consigue satisfacer las demandas
sociales. Ello no quiere decir, sin embargo, que deba negarse automáticamente cualquier intento de nueva
criminalización; sino, simplemente, que ésta sólo debe producirse cuando sea absolutamente necesario, siempre
desde el prisma del más escrupuloso respeto a los principios informadores del Derecho penal.
3
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
9
En este punto no puedo evitar mencionar unas ilustrativas palabras de un importante
penalista, el profesor JIMENEZ DE ASUA7,
quien, ya hace algún tiempo, afirmó que “hace años, el español de presa, ansioso de
despojar a otros de su fortuna o sus ahorros, se echaba al monte con clásico calañés y
trabuco naranjero, escapando de sus perseguidores a lomos de la jaca andaluza. Hoy
crea sociedades, desfigura balances, simula desembolsos y suscripciones y, montado en
la ignorancia de fiscales y magistrados, escapa sobre el cómodo asiento de su automóvil”.
Estas palabras no sólo no han perdido ni un ápice de su actualidad, sino que, por
el contrario, ponen de relieve la enorme importancia de los temas relativos al Derecho
penal económico. Así, a modo de ejemplo, pueden citarse, por un lado, la constatación
del importante papel que revisten las personas jurídicas en la delincuencia económica y,
por otro, la determinación de las nuevas conductas delictivas directamente relacionadas
con la actividad societaria como el falseamiento de balances y cuentas anuales, las falsas
informaciones sociales, la administración fraudulenta, el abuso de mayorías ficticias, etc.;
figuras delictivas surgidas al amparo del auge del sistema económico y de la actividad
mercantil, que difícilmente podrán encajarse en el ámbito de los tradicionales tipos
delictivos. Esta situación provoca el nacimiento de nuevas víctimas indefensas ante la
obsolescencia de un Derecho penal basado en el espíritu y la ideología del siglo XIX, e
incapaz de dar respuesta, con las tradicionales instituciones, a los distintos problemas que
estos comportamientos implican.
Efectivamente, tanto nuestra doctrina como los órganos judiciales habían llamado
la atención, en reiteradas ocasiones, sobre las deficiencias que el sistema legal presentaba
a la hora de enfrentarse a la delincuencia económica, y la consiguiente necesidad urgente
de subsanar esta laguna8.
En este clima de preocupación por los daños que la delincuencia económica puede
ocasionar en el sistema de economía nacional, resultaba especialmente lamentable la
inexistencia de regulación de las infracciones realizadas por las empresas y, particularmente,
por las sociedades mercantiles. Ámbito en el que destacan, entre otras conductas, los casos
de falsedad en los balances y en otros documentos que, de un modo u otro, reflejen la
Cfrs. JIMENEZ DE ASUA, Prólogo a Rodríguez Sánchez, El delito financiero. Su repercusión en el crédito y
en la economía, Madrid 1934, págs. 4 y 5, citado por RODRÍGUEZ MOURULLO, Aspectos penales de las
crisis bancarias, en Aspectos jurídicos de las crisis bancarias, Madrid 1988, pág. 284.
8
En este sentido, RODRIGUEZ MOURULLO, Algunas consideraciones político-criminales sobre los delitos
societarios, ADPCP 1984, pág. 682; MARTINEZ PEREZ/FERNANDEZ ALBOR, Delincuencia y economía,
Santiago de Compostela, 1983; también las Memorias de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1968, 1970 y
1971 se pronunciaron a favor de la necesidad de cobertura de estos supuestos; tesis que ya fue defendida
por el Tribunal Supremo en la Sentencia de 23 de junio de 1973.
7
10
FAE Centro Universitário
situación contable y económica de la sociedad. La razón de esta incriminación radica, entre
otras, en la importancia de reflejar una imagen fiel y verdadera de la situación económica y
patrimonial de la empresa, y en la trascendencia que esa información tiene para el sistema
económico desde la base de la confianza que estos datos y documentos originan en los
distintos sujetos implicados en la actividad económica.
No voy a entrar en un pormenorizado análisis de estos temas que exceden el ámbito
del presente estudio; sin embargo, sí quisiera hacer referencia a determinados aspectos
de las conductas de falsedad de informaciones y documentos sociales, ya que éste es el
ámbito en el que hemos de movernos al estudiar las conductas realizadas por los auditores
de cuentas en el ejercicio de su actividad.
El art. 34 del Código de Comercio junto, principalmente, con el art. 171 de la
Ley de Sociedades anónimas, establece la obligación de formular las cuentas anuales,
el informe de gestión y la propuesta de aplicación del resultado. Esta obligación se va a
concretar no sólo en que las mismas deben ser realizadas por unos sujetos determinados
(los administradores de la sociedad), sino en que deben tener una forma concreta para que
reflejen fiel y verazmente la situación patrimonial de la entidad, exigencia efectuada por la
legislación mercantil y el Derecho comunitario9; conducta y documentos que configuran
el tipo contenido en el art. 290 del Código penal español.
Por lo que se refiere a la primera de las cuestiones, esto es, los sujetos obligados a la
realización de las referidas cuentas anuales, hay que señalar que, en aplicación del art. 25.2
del Código de Comercio10, se trata de una obligación personal, aunque no personalísima,
de forma que puede ser delegada a otras personas. Hay que tener en cuenta que, en la
mayoría de los casos, los administradores de una sociedad carecen de los conocimientos
precisos para la elaboración de la contabilidad de su empresa y, consecuentemente, de
las cuentas anuales; así, lo habitual es que se encargue la realización de las mismas a otras
personas (contables, economistas, asesores, auditores), en suma, profesionales que sean
La expresión “imagen fiel” procede de las Directivas de la CEE, que la recogen de la expresión inglesa “true
and fair view” (imagen verdadera y fiel), cuyo significado es dispar para la doctrina. Así, los juristas italianos
mantienen que es una expresión actualizada del viejo principio de veracidad y exactitud, mientras que, para
la doctrina alemana, añade una mayor rigurosidad en la regulación de la contabilidad, vid., para un estudio
mas detallado, GARRETA SUCH, Introducción al Derecho contable, Madrid 1994, pág. 218; BISBAL, El
interés público protegido mediante la disciplina de la contabilidad (nota sobre la 4ª Directiva del Consejo
de la CEE, en RDM, nº 160, 1981, págs. 257 y ss. se une a la segunda interpretación, afirmando que esta
exigencia supone un plus. Para una exposición más detallada sobre este tema, cfrs. NUÑEZ CASTAÑO, La
estafa de crédito, Valencia 1998, pág. 406 y ss.
10
El número 2 del art. 25 del Código de Comercio determina que “la contabilidad será llevada directamente
por los empresarios o por otras personas debidamente autorizadas, sin perjuicio de la responsabilidad de
aquellos. Se presumirá concedida la autorización salvo prueba en contrario”.
9
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
11
capaces de realizarlas. Todo ello sin perder de vista que la validez de las cuentas anuales se
deriva de su formulación y firma por los administradores de la sociedad, y de su preceptiva
presentación ante el Registro Mercantil. Ahora bien, independientemente de quién realice
materialmente las mencionadas cuentas anuales, son los administradores de la sociedad
quienes deben firmarlas y formularlas, ya que de lo contrario no serían admitidas por el
Registrador11.
Es decir, la posibilidad de delegar la llevanza de la contabilidad, contemplada en
el art. 25.2 del Código de Comercio, no significa que la responsabilidad del administrador
se excluya, y ya no por culpa in vigilando o in eligendo, sino con un claro fundamento ex
lege12. Así, el art. 171.1 de la Ley de Sociedades Anónimas impone a los administradores
la obligación de su formulación; incluso el propio Código de Comercio, cuando en su
art. 25.2 establece la posibilidad de delegación en la formulación de las cuentas anuales,
lo hace con la salvedad de que, en todo caso, se mantenga la responsabilidad de los
administradores. Ello resulta aún más evidente, al establecer el segundo apartado del art.
171 de la Ley de Sociedades Anónimas la necesidad de que las cuentas anuales deban
ir firmadas por los administradores; necesidad de firma que queda establecida respecto
de los administradores con independencia de quienes hayan elaborado o formulado las
citadas cuentas.
En relación con la segunda de las cuestiones, la forma de las cuentas anuales,
resulta evidente que, desde nuestro ingreso en la Unión Europea, se han ido sucediendo
normativas, que determinan los principios y normas de desarrollo de las contabilidades de
las Sociedades. Como objetivo común a todos ellos, puede deducirse que la contabilidad
disponga la secuencia regular de la actividad profesional del empresario, de forma que
sea un medio idóneo para averiguar la realidad de su estado patrimonial, es decir, que los
documentos contables muestren con claridad “la imagen fiel del patrimonio, de la situación
Así, la Sentencia de la Audiencia Provincial de Soria de 10 de julio de 1998, afirma que “...Conforme a los
arts. 218 y 219 LSA en relación con el art. 330 del Regl. de Registro Mercantil las cuentas, previamente a su
presentación para el depósito, deben haber sido firmadas por todos los administradores de la sociedad y la falta
de la firma de uno o varios de los administradores en alguno o en todos los documentos presentados tiene que
ser indicada en el propio documento contable que carezca de la signatura con certificación de la causa de la
falta de la misma, siendo este uno de los extremos sobre el que ha de versar la calificación registral. No es, en
definitiva, indiferente ni intrascendente para la seguridad del tráfico mercantil que una sociedad aparezca en
el Registro Mercantil con cuentas aprobadas por todos los administradores a que figure con alguna incidencia
conflictiva como es la ausencia de la firma de uno de ellos expresando las causas de su negativa, y todo ello sin
olvidar las posibilidades de solicitar auditoría por la minoría ante el Registrador o el Juez”.
12
En este mismo sentido, la Sentencia del Tribunal Supremo de 10-7-1984 establecía: “… que son los administradores
de la sociedad quienes deben, por pertenecerles insustituiblemente a los órganos de administración de los arts.
71-84, según los respectivos estatutos, la formación de los cuestionados documentos…”.
11
12
FAE Centro Universitário
financiera y de los resultados de la empresa”13. Para cumplir con estas exigencias las cuentas
anuales deben revestir una determinada forma establecida por la correspondiente legislación
mercantil, entre cuyos requisitos se encuentran la legalización ante el Registro mercantil, y
la claridad, relevancia, razonabilidad, objetividad y verificabilidad de las mismas14, lo que
incrementa la confianza de los demás sujetos económicos respecto a la correspondencia
de las mismas con la imagen fiel de la empresa.
La exigencia de dotar de la máxima transparencia la información económicocontable de la empresa, cualquiera que sea el ámbito en el que realice su actividad, ha
determinado que existan a lo largo del tiempo diversas técnicas de revisión, mediante
las que se puede obtener una opinión cualificada sobre el grado de fidelidad con que la
documentación económico-contable representa la situación económica, patrimonial y
financiera de la empresa.
Por ello, la elaboración y perfección de unas cuentas anuales y de una contabilidad
social no termina, en la mayoría de los casos, con la presentación de las mismas por los
administradores de la sociedad. Por el contrario, tal como establece el art. 203 de la Ley de
Sociedades anónimas, salvo en los casos de sociedades que, por sus reducidas dimensiones,
puedan presentar balance abreviado, las cuentas anuales y el informe de gestión deberán
ser revisados por auditores de cuentas, comprobando que las cuentas anuales ofrezcan una
imagen fiel del patrimonio, de la situación financiera y de los resultados de la sociedad,
así como la concordancia del informe de gestión con las cuentas anuales del ejercicio15.
Para que la contabilidad de una sociedad responda a las expectativas que de la misma
se esperan, es necesaria la presencia de una presunción de veracidad, que sólo se logra
mediante determinados mecanismos de control externo, como es el caso de las auditorías16.
Es decir, los auditores son sujetos que desempeñan la misión de verificar formal y
materialmente, con arreglo a criterios contables y con exactitud y veracidad, las cuentas
de la sociedad, que previamente han sido formuladas por los administradores, y cuyo
funcionamiento está regulado y establecido por la Ley de Auditorías de cuentas de 1988
y su Reglamento de 20 de diciembre de 199017. Así, la auditoría de cuentas, según el
Cfrs. MORAN BOVIO, en Jiménez Sánchez y otros, Derecho mercantil, Barcelona, 1995, pág. 118.
Requisitos expuesto por RIVERO ROMERO, Contabilidad de Sociedades; problemática económicocontable, Madrid 1989, págs. 249-250.
15
Ello responde a lo establecido en el art. 208 de la Ley de Sociedades anónimas. Cfrs. MARTINEZ-BUJAN
PEREZ, Derecho penal económico, Parte especial, Valencia 1999, pág. 211.
16
En este mismo sentido, cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO, Los delitos societarios en el Código penal español,
Madrid 1998, pág. 168.
17
Cfrs. Ley 19/1988, de 12 de julio, de Auditoría de Cuentas y Real Decreto 1636/1990, de 20 de diciembre
por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley 19/1988.
13
14
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
13
Preámbulo de la Ley, tiene por objeto la emisión de informes sobre la fiabilidad de los
documentos contables auditados.
En esta línea, no considero correcto asumir las tesis de que el control realizado
por los auditores de Cuentas sea exclusivamente un control formal de la contabilidad,
limitándose, por tanto, a confirmar la apariencia de corrección de la misma, sino que
estimo que el Auditor debe entrar a verificar la realidad objetiva y la correspondencia de
esta realidad con la situación recogida en la contabilidad18.
La exigencia de dotar de la máxima transparencia la información económicocontable de la empresa es un elemento consustancial al sistema de economía de mercado
que se recoge en el art. 38 de la Constitución española, lo que implica que la auditoría de
cuentas es un servicio que se presta a la empresa revisada, y que afecta e interesa no sólo
a la propia empresa sino también a terceros implicados con su actividad19, por cuanto la
apariencia de corrección de dichas cuentas aumenta a medida que se incrementan los
controles de exactitud y corrección que se le realizan.
Por todo ello, la importancia de los auditores de cuentas en el correcto funcionamiento de las Sociedades es innegable; y ello porque se constituyen en verdaderos garantes
de la corrección y exactitud de la información societaria y, por tanto, quizás la más eficaz
barrera de contención de peligros que pudieran cernirse sobre el correcto funcionamiento
tanto de la sociedad como del sistema económico20. Asimismo, esta es la ratio criminis
en el Derecho penal italiano, en el que, junto a la tutela de la fe pública, que persigue la
veracidad y corrección de las manifestaciones de los administradores de la sociedad de
revisión contable, a causa del particular y trascendente valor probatorio que se le atribuye,
se protegen también otros intereses: los de la sociedad objeto de control, de sus socios y
de acreedores presentes o futuros, de la economía pública, etc.21
Así, la Ley de Auditorías en su Exposición de Motivos establece que: “La auditoría de cuentas se configura en
esta Ley como la actividad que, mediante la utilización de determinadas técnicas de revisión, tiene por objeto
la emisión de un informe acerca de la fiabilidad de los documentos contables auditados; no limitándose,
pues, a la mera comprobación de que los saldos que figuran en sus anotaciones contables concuerden con
los ofrecidos en el balance y en la cuenta de resultados, ya que las técnicas de revisión y verificación aplicadas
permiten, con un alto grado de certeza y sin la necesidad de rehacer el proceso contable en su totalidad,
dar una opinión responsable sobre la contabilidad en su conjunto y, además, sobre otras circunstancias que,
afectando la vida de la empresa, no estuvieren recogidas en dicho proceso”.
19
Cfrs. SERRANO GOMEZ, Responsabilidad penal de administradores de sociedades y auditores de
cuentas, Actualidad penal, nº 28, 12-18 de Julio de 1993, par. 399.
20
Cfrs. VALLE MUÑIZ, en Quintero Olivares y otros, Comentarios al nuevo Código penal, Pamplona 1996,
pág. 1312.
21
Cfrs. ANTOLISEI, Manuale di Diritto Penale, Leggi complementari, I. I Reati societari, bancari, di lavoro e
previdenza, 10ª ed., aggiornata e integrata da L. Conti, Milano 1997, pág. 158.
18
14
FAE Centro Universitário
Surge, por consiguiente, un nuevo problema que requiere solución. Así, al margen
de las falsedades que los administradores cometen en la realización del balance o cuentas
anuales de una sociedad y que pudieran constituir un delito de falseamiento de documentos
sociales recogido en el art. 290 Código penal, ¿qué ocurre cuando la falsedad se realiza
en el informe emitido por aquellos que tienen a su cargo la actividad de revisión
contable y que, consecuentemente, garantizan la veracidad y fidelidad de las cuentas
anuales?; es decir, ¿qué ocurre cuando los auditores de cuentas incumplen su deber de
veracidad al emitir el informe de auditoría?
II
LA FALSA INFORMACIÓN EN LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES DE
CUENTAS
Nos encontramos así, ante un grupo de casos en los que la falsedad se centra en el
informe emitido por los auditores en relación con las cuentas anuales presentadas por los
Administradores de la sociedad. Al amparo de otros Ordenamientos jurídicos distintos del
español, como por ejemplo, el italiano, el problema disminuye por cuanto en los delitos
relativos a la falsedad en la información social, se incluye en el círculo de sujetos activos,
junto a los administradores, también a los auditores de cuentas22. No sucede lo mismo en
el Derecho penal español, sino que las irregularidades e infracciones que se produzcan
en el ejercicio de la actividad de revisión contable (Auditoría) están sometidas al régimen
administrativo sancionador regulado por la Ley de Auditorías23.
El problema que surge en este punto es que la falsedad realizada por los auditores
no versa sobre la situación y los documentos jurídicos y/o contables de su propia empresa
de Auditorías, ya que en este supuesto se realizaría la conducta descrita en el art. 290
del Código penal, y la persona que formulase o firmase los documentos sería responsable
desde el prisma de su consideración como Administrador de la empresa o sociedad de
Auditorías; es decir, la conducta delictiva versaría sobre datos y documentos relativos a la
situación jurídica y económica de la propia empresa auditora.
El supuesto que estamos analizando es radicalmente distinto; aquí la conducta de los
auditores se refiere a la actividad de revisión y verificación de los datos y documentos contables
emitidos por otra sociedad; es decir, no se falsean datos y documentos propios, sino que la
conducta falsaria recae sobre datos y documentos ajenos, esto es, de la sociedad auditada.
Cfrs. ANTOLISEI, Manuale di diritto penale, cit., passim; MAZZACUVA, L’attività di revisione contabile e
la certificazione dei bilanci, in Atti del Convegno CEEP di Torino, 17-18 gennaio, 1983.
23
Cfrs. arts. 15 y ss. de la Ley 19/1988 de Auditorías.
22
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
15
El obstáculo aparece, entonces, derivado de la inexistencia en nuestro Ordenamiento jurídico-penal de una mención específica de los auditores y las Sociedades de
Auditoría como posibles sujetos activos de las conductas delictivas recogidas en el art. 290
del Código penal: las falsas informaciones sociales24.
De esta forma, ante la inexistencia de una mención específica de la figura de los
Auditores como posibles sujetos activos del delito de falsedad en la información social, se
hace necesaria una labor interpretativa que permita obtener una calificación jurídica de
este tipo de comportamientos.
Se abre en este punto una doble vía: la posibilidad de calificar el comportamiento
como un delito común de falsedad documental cometido por particulares y recogido en
los arts. 390 y 392 del Código penal; o bien, la posibilidad de aplicar el delito especial de
falsedad de informaciones y documentos sociales del art. 290 Código penal, opción ésta
última que pasa por la consideración de los auditores de cuentas como administradores
de la sociedad. Empecemos por la última de ellas.
1
LA FALSA INFORMACIÓN DE LOS AUDITORES DE CUENTAS COMO
DELITO DE FALSEDAD DE INFORMACIONES Y DOCUMENTOS
SOCIALES DEL ART. 290 DEL CÓDIGO PENAL.
Ya se ha establecido por un amplio sector doctrinal que el delito de falsedad de
documentos sociales se configura como un delito especial y, por tanto, el círculo de sujetos
activos se encuentra limitado a aquellos expresamente mencionados en el texto legal; es decir,
los administradores de hecho o de derecho25. Al no existir mención expresa de los Auditores
de cuentas como posibles sujetos activos de este tipo delictivo, la posibilidad de calificar su
conducta como falsedad social pasa por la interpretación de los conceptos de Auditor y de
administrador, a fin de determinar la posibilidad de incluir el primero en el segundo.
La existencia de este problema, y la necesidad de una tipificación expresa de los informes falsos de auditoría,
ya fue puesto de relieve por STAMPA BRAUM,J.M.; BACIGALUPO, E.La reforma del derecho penal
económico español., Madrid: Instituto de Estudios Económicos, 1980. p 68.
25
En este sentido, cfrs. MUÑOZ CONDE,F. Derecho penal: . parte especial, 13. ed., Valencia: Tirant lo Blanch,
2001. P. 503; ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el código penal de 1995, Valencia 1998.
p. 95; FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios: aspectos dogmáticos y jurisprudenciales, Valencia:
Tirant lo Blanch, 2000. p. 170; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Derecho penal económico: parte especial,
cit., p. 210; MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos: comentarios a los arts.
262, 270 a 310 del nuevo código penal (concordados y con jurisprudencia)., Zaragoza , 1996. p. 249;
NUÑEZ CASTAÑO, E. La estafa de crédito, cit., p. 353; TERRADILLOS BASOCO, J. Derecho penal de
la empresa. Valladolid: Akal, 1995. p. 80; VALLE MUÑIZ, J.M. (Coord.); QUINTERO OLIVARES, G.(Dir.)
Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1311.
24
16
FAE Centro Universitário
A.- EL AUDITOR COMO ADMINISTRADOR DE LA SOCIEDAD
Como se acaba de exponer, la inexistencia de una mención a los auditores de
cuentas como sujetos activos del delito recogido en el art. 290 del Código penal, hace
necesario otorgar un concepto de aquellos a fin de determinar su adecuación a círculo de
sujetos activos contenidos en el mencionado precepto. Sobre esta base, en aplicación de
la Ley de Auditoría de 1988, podemos afirmar que Auditor es aquella
persona externa a la empresa que verifica y dictamina si las cuentas anuales, presentadas
por los administradores, expresan la imagen fiel del patrimonio y de la situación financiera
de la empresa o entidad auditada, así como el resultado de sus operaciones y los recursos
obtenidos y aplicados en el período examinado, al tiempo que emite un informe en
relación con estos aspectos26.
Ante esta definición, algún sector mercantilista ha abogado por la naturaleza de
órgano social de los Auditores27, y su asimilación a los administradores, apoyándose también
en el hecho de que en Derecho Comparado se establezca su responsabilidad criminal en
solidaridad con la de los administradores28. Evidentemente, la solución positiva se basaría
en considerar decisiva la intervención de los Auditores en la verificación de las cuentas
que son aprobadas, depositadas y publicadas; más aún, cabe interpretar que, en su caso,
Cfrs. art. 1 de la Ley 19/1988, de 12 de julio, de Auditorías de Cuentas, y art. 1 del Real Decreto 1636/1990,
de 20 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley 19/1988.
27
Así, con la anterior LSA, GARRIGUES, J.; URIA, R. Comentario a la ley de sociedades anónimas. Madrid:
Samaran, 1976. v.2, p. 467; y con la LSA de 1989, SANCHEZ CALERO, F. Instituciones de derecho
mercantil. Madrid: Dersa, 1994. v.1, p. 419.
28
Así, por ejemplo, en Derecho penal italiano, el decreto Legislativo nº 58 de 24-2-1998, sobre el Testo
Unico delle disposizioni in materia di intermediazione finanziari, establece en el art. 176 la responsabilidad
de los auditores para los supuestos de falsedad en la actividad de revisión contable. De modo similar, en
la Proposta di legge delega per il reati societari de Marzo de 2000, en Diritto e Practica delle Società, nº
5, 20 de Marzo de 2000, establece en su art. 10 relativo a la Regulación penal de la sociedad mercantil,
lo siguiente: “1. La reforma de la regulación penal de la sociedad mercantil y de materias conexas está
inspirada en los siguientes principios y criterios reguladores: a) prevenir los siguientes delitos e ilícitos
administrativos:….3) falsedad en el informe o en comunicaciones de la sociedad de revisión, consistente en
el acto de los responsables de la revisión que, en el informe o en otras comunicaciones, atestigüen datos
falsos u oculten información concerniente a la situación contable, económica, patrimonial o financiera de la
sociedad, entidad o sujeto sometido a revisión; precisando que la conducta debe ser idónea para engañar
al destinatario sobre la mencionada situación; previéndose la pena de reclusión”. En Alemania, los §§ 399
y ss. de la AktG y el §82 GmbH-G persiguen las conductas de los administradores, Consejo de Vigilancia,
liquidadores, fundadores, presidentes, etc., sin hacer referencia de ningún tipo a los censores de cuentas o
auditores; sin embargo, el §332 del HGB, que tiene carácter general y común para todo tipo de sociedades,
hace referencia a los interventores de cuentas en relación con la infracción del deber de informar. En el
Derecho penal de sociedades francés, los arts. 425.3 y 437.2 de la Ley de Sociedades castigan al gerente
de una sociedad de responsabilidad limitada, o al presidente, los administradores o los directores generales
de una sociedad anónima que presenten o publiquen cuentas anuales inexactas con el fin de disimular la
verdadera situación de la sociedad.
26
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
17
es exigible una mayor responsabilidad que a los administradores, dado que la actividad
del Auditor añade un plus de apariencia de veracidad a lo que se publica, por lo que, en
los supuestos de mendacidad de cuentas, resulta innegable una singular responsabilidad
del censor en el resultado lesivo que se produzca29.
Si bien la argumentación es correcta, sin embargo, es necesario hacer matizaciones
que considero van a dar lugar a una solución radicalmente distinta. En primer lugar, la
trascendencia, innegable, de la actividad de los Auditores de cuentas puede justificar su
inclusión expresa dentro del círculo de sujeto activos del delito, de modo similar a como se
hace en Derecho comparado; pero lo que no puede justificar es que, ante la inexistencia de
una mención expresa, se sustituya ésta por una identificación automática con el concepto
de administrador de la sociedad.
En segundo lugar, esa imposibilidad de identificación automática entre administrador
y auditor hace necesario revisar ambos conceptos para poder afirmar o negar su posible
equiparación.
Al analizar el círculo de sujetos activos del delito de falsas informaciones sociales se
mencionan dos tipos de sujetos: administrador de hecho y de derecho. Resulta necesario,
por tanto, comenzar el análisis determinando qué debe entenderse por cada uno de ellos.
Así, considero que administrador de derecho es un concepto normativo jurídico que habrá
de ser interpretado a la luz de la legislación extrapenal correspondiente30; de tal modo
que sería aquel que pertenece al órgano de administración de la entidad en cuestión,
tiene facultades de gestión y representación y cuyo nombramiento debe provenir ex lege,
reuniendo todos los requisitos y formalidades exigidos por la legislación mercantil. Sobre
esta base, baste con señalar en este lugar, que pueden ser administradores de derecho los
órganos de administración de las diferentes clases de sociedades, siempre que reúnan todos
los requisitos y formalidades exigidos por la legislación mercantil y, en particular, siempre
que hayan formalizado su nombramiento y se hayan inscrito en el Registro Mercantil31.
Cfrs. MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO,F. Delitos socioeconómicos, cit. p. 255.
Cfrs. MARTINEZ-BUJAN PEREZ,C. Derecho penal económico: parte especial, cit., p. 177; BAJO
FERNANDEZ,M. Los delitos societarios en el nuevo código penal español de 1995. In: JORNADAS SOBRE
DERECHO PENAL ECONÓMICO, Oviedo 1997; ROSAL BLASCO, B. del Los delitos societarios…, cit., p.
59; FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit., p. 72; NUÑEZ CASTAÑO, H. La responsabilidad
penal en la empresa, cit., p. 68; BAJO FERNÁNDEZ, M.;BACIGALUPO, S. Derecho penal económico.
Madrid: Centro de Estudios Ramos Areces, 2000. p. 102.
31
Cfrs. MORENO CANOVES, A.;RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos, cit., p. 254; GARCIA DE
ENTERRIA,J. Los delitos societarios: un enfoque mercantil, Madrid: Civitas, 1996. p.45; GOMEZ BENITEZ,
J.M. Administradores de hecho y de derecho en el nuevo código penal: el nuevo código penal, delitos
societarios e insolvencias punibles. Madrid: Banco Central-Hispano, 1996. p. 144.
29
30
18
FAE Centro Universitário
Ante esta definición resulta evidente la imposibilidad de considerar a los Auditores
como Administradores de derecho de una sociedad por cuanto le falta ya el primero de
los requisitos: la pertenencia al órgano de administración.
Por el contrario, el art. 8 de la Ley de Auditorías establece como causa de incompatibilidad del Auditor en el ejercicio de sus funciones, la pertenencia al órgano de
administración de la sociedad que se audite. Lógica limitación, si lo que se pretende es
que la auditoría consista en una revisión externa de la actividad social. Por ello, también el
Reglamento que desarrolla la mencionada Ley de Auditorías, establece que los Auditores
deberán ser independientes, en el ejercicio de su función, de las empresas o entidades
auditadas32; entendiendo por “independencia” la ausencia de intereses o influencias que
puedan menoscabar la objetividad del auditor, para lo que se tomará en consideración,
entre otras circunstancias, la realización para la empresa o entidad auditada de otros trabajos que puedan limitar la imparcialidad de auditor33. Medidas todas ellas encaminadas
a asegurar la imparcialidad, corrección y exactitud de la actividad de revisión contable
que realiza el auditor.
Por lo que se refiere al concepto de administrador de hecho, considero que lo
relevante a efectos penales, no es la perfección formal de la relación interna entre el administrador y la sociedad34, sino que a lo que hay que atender es a las verdaderas relaciones
fácticas entre el sujeto activo y el bien jurídico penalmente protegido, así como que su
acceso al mismo sea a través del control de la estructura social35. Me inclino en este punto
por la teoría del dominio social, y considero que administrador de hecho es quien accede
al ejercicio del dominio sobre la estructura social en la que se protege el bien jurídico pe-
Cfrs. art. 36.1 del Real decreto 1636/1990 por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley
19/1988 de Auditoría de Cuentas.
33
Cfrs. art. 36.2 y 3 del Reglamento que desarrolla la Ley de Auditorías.
34
Por esta postura se inclinan los defensores de la concepción estricta de administrador de hecho, quienes
consideran que existe administración de hecho cuando se puede hablar de un nombramiento válido, pero
al cual le falta la inscripción o concurren vicios que pueden provocar la anulación; es decir, serían aquellos
cuyo nombramiento presenta alguna irregularidad de tipo formal; cfrs. GARCIA DE ENTERRIA, J.Los delitos
societarios… cit., p. 46, MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos, cit. p.
251. En realidad, esta interpretación es la que tradicionalmente se ha barajado en la doctrina mercantil,
que considera que serían administradores de hecho aquellos con nombramiento defectuoso, no inscrito, no
aceptado, caducado, nulo por concurrir una causa de inelegibilidad, renuncia, revocación expresa o cese.
35
Cfrs. FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit. p. 77; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Delitos
societarios: estudios sobre el código penal de 1995; parte especial, Madrid: CGPJ, 1996. v.2, p. 473;
NUÑEZ CASTAÑO, E. Responsabilidad penal en la empresa, cit., p.77; TERRADILLOS BASOCO,J. Los
delitos societarios: el derecho penal en las sociedades mercantiles a la luz de nuestra adhesión a la CEE.
Madrid: Akal, 1987. p. 57 y ss.; SANCHEZ ALVAREZ, M. Los delitos societarios. Pamplona: Aranzadi,
1996. p. 59 y ss.
32
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
19
nalmente tutelado, con el reconocimiento, por lo menos tácito, de la sociedad, aunque sin
ser necesaria ni su pertenencia a la sociedad ni al órgano de administración de la misma36.
De este modo, el administrador de hecho requiere una mínima apariencia formal
y la posibilidad de lesionar el bien jurídico porque son capaces, de manera eficaz, de
cometer la conducta típica, es decir, defraudar, contratar, liberar, disponer de los bienes
de la sociedad o de contraer obligaciones a su cargo. Administradores de hecho son, por
tanto, todos aquellos que están encargados de garantizar que el bien jurídico no va a
resultar lesionado37 y cuyo acceso al mismo se logra a través del dominio o control de la
estructura social. Es, por tanto, en la definición que mantengo, requisito imprescindible
el dominio o control de la estructura social, es decir, que el sujeto posea facultades de
gestión, decisión y mando en relación con la actividad societaria38.
Evidentemente, tampoco en esta definición podemos incluir a los Auditores de
cuentas, quienes poseen la facultad de analizar, verificar y dictaminar la corrección y
veracidad de las cuentas anuales presentadas por los administradores, pero, desde ningún
punto de vista, poseen facultades de gestión o administración que determine en los
mismos la existencia de un dominio sobre la estructura social. Es cierto que la función de
los auditores es enormemente trascendente, por cuanto no sólo verifican la exactitud de
las cuentas, sino que garantizan frente a terceros la veracidad de las mismas, pero esto no
implica que en ellos concurra facultad alguna que les permita tomar decisiones sobre el
funcionamiento de la sociedad.
Por todo ello, y a pesar de la relevante función asignada a los auditores de cuentas,
considero que hay que descartar la idoneidad de los mismos para ser sujetos activos del
delito del art. 290 del Código penal español, ya que no se encuentran expresamente
mencionados, ni pueden ser integrados en la noción de administrador de hecho o de
derecho, por muy amplios que sean los conceptos que de ambos se manejen39.
Esta es la posición adoptada en Italia y Alemania por la jurisprudencia y la doctrina; cfrs. BAJO FERNANDEZ,M.
Los delitos societarios en el nuevo código penal español de 1995, cit. p. 262; FARALDO CABANA, P.
Los delitos societarios, cit. p. 78; FERRE OLIVE,J.C. Sujetos responsables en los delitos societarios, Revista
Penal, n. 1, p. 24,1997; NUÑEZ CASTAÑO, E. Responsabilidad penal en la empresa, cit. p. 100.
37
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 103.
38
Así, afirman BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 103 que sería
“quien accede al ejercicio del dominio sobre la estructura social en la que se protege el bien jurídico, con el
reconocimiento, por lo menos tácito, de la entidad”.
39
En este mismo sentido excluyente se ha pronunciado un importante y numeroso sector doctrinal, así cfrs.
CONDE-PUMPIDO FERREIRO,C. Código penal: doctrina y jurisprudencia. Madrid: Trivium, 1997. p. 3009;
FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios, cit. p.172; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Derecho penal
económico: parte especial, cit. p. 211; MORENO CANOVES, A.;RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos,
cit. p. 255-256; SANCHEZ ALVAREZ, M. Los delitos societarios, cit. p. 103-104; VALLE MUÑIZ, J.M.
Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1312; BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho
penal económico, cit., p. 104 y 618.
36
20
FAE Centro Universitário
B. EL INFORME DE AUDITORÍA COMO OBJETO MATERIAL DEL ART. 290
Partiendo de la imposibilidad de considerar a los auditores como sujetos activos
del delito recogido en el art. 290 Código penal, hay que poner de relieve el hecho de
que los informes de los auditores no pueden, en ningún momento, entenderse incluidos
en el objeto material del delito de falseamiento de documentos sociales regulado en el
art. 290 del Código penal.
Efectivamente, el informe de auditoría no forma parte de las cuentas anuales de
una sociedad mercantil, sino que es un documento independiente de las mismas y que
sirve de control sobre la veracidad y corrección de aquellas. De hecho, la trascendencia
de los informes de auditorías es tal que acompañan a las cuentas anuales hasta el punto
de que son presentados a la Junta General por los administradores para su aprobación y
depositados en el Registro Mercantil junto a aquellas. No cabe duda, por consiguiente, que
refuerzan esencial y legalmente la idea de veracidad de las cuentas que, sin el preceptivo
informe de auditoría, no son legalmente consistentes40.
Es evidente, por tanto, que si el auditor, para cumplir su labor, está obligado a
elaborar un informe de verificación de la contabilidad, que innegablemente tiene gran
importancia al ratificar o no la información que los administradores han reflejado en los
documentos sociales41, y que la verificación de la contabilidad atribuye a ésta un mayor
grado de transparencia y de veracidad42, el informe de auditoría constituye claramente un
documento que debe reflejar la situación económica de la sociedad. Sin embargo, a pesar
de ello, este informe debe quedar excluido de la consideración como objeto material del
delito de falsas informaciones sociales recogido en el art. 290 Código penal, por cuanto los
documentos a los que se refiere el precepto penal, son aquellos que, de un modo u otro, se
encuentran dentro del ámbito competencial de los sujetos activos del mencionado delito,
a saber, los administradores de hecho o de derecho. Por consiguiente, y a pesar de que
el informe de auditoría es un documento de singular importancia, no puede considerarse
como objeto material porque el encargado de su elaboración (el auditor de cuentas) no
es sujeto típico del delito de falsas informaciones sociales43.
Otra interpretación, ampliando el concepto de administrador de una sociedad, a
fin de poder incluir en el mismo a los auditores de cuentas, implicaría una extralimitación
en la interpretación del tipo que vulneraría el principio de legalidad, pilar irrenunciable
del Derecho penal.
Cfrs. GOMEZ BENITEZ, J. M. Curso de derecho penal de los negocios a través de casos: reflexiones
sobre el desorden legal. Madrid: Colex, 2001. p. 198.
41
Cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO,J. G. Los delitos societarios en el código penal español, cit. P. 169.
42
Así, URIA, R.; MENÉNDEZ MENENDEZ, A.; MUNOZ La Junta general de Accionistas (Arts. 93 a 122 de
la LSA). In: URIA, R.;MENÉNDEZ MENENDEZ, A; OLIVENCIA, M. Comentario al régimen legal de las
sociedades mercantiles. Madrid: Civitas, 1991.v.5, p. 248.
43
Cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO, J.A. Los delitos societarios en el código penal español, cit. p. 202.
40
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
21
2
LA FALSA INFORMACIÓN DE LOS AUDITORES DE CUENTAS COMO
DELITO DE FALSEDAD DOCUMENTAL DE LOS ARTS. 390 Y 392 DEL
CÓDIGO PENAL
Al cerrarse el camino de calificación de la falsedad realizada por auditores como
delito de falsedad en documentos sociales del art. 290, queda por analizar la segunda de
las posibilidades expuestas, esto es, calificar la conducta del Auditor como un delito de
falsedad documental contenido en los arts. 390 y 392 del Código penal.
Al tratarse el art. 392 de un delito común por el que se castiga al particular que
cometiese alguna de las conductas falsarias descritas en el art. 390, no existe inconveniente
alguno para considerar a los auditores de cuentas como posibles sujetos activos de este
delito. Aquí los problemas vienen por un doble camino, distintos a su consideración como
sujetos activos: los derivados de la posibilidad de considerar el informe emitido por el
Auditor como documento mercantil, y los derivados de la inclusión del comportamiento
realizado dentro de alguna de las conductas típicas recogidas en el texto legal. Vayamos
por partes.
A. EL INFORME DE AUDITORÍA COMO DOCUMENTO MERCANTIL
Respecto a la primera de las cuestiones, considero que no existe inconveniente
alguno para incluir el informe emitido por el Auditor dentro del catálogo de documentos
que constituyen el objeto material del delito de falsedad documental y, más concretamente,
su consideración como documento mercantil. A este respecto, tanto la Ley de Auditorías
de 1988 como su Reglamento de 1990, establecen la naturaleza mercantil del documento
en el que se recoge el informe de la Auditoría de Cuentas44. Sin embargo, esta calificación
de documento mercantil que realizan las mencionadas normas no tiene por qué trasladarse
de forma automática al Derecho penal45, sobre todo porque cada sector del ordenamiento
define las figuras jurídicas atendiendo a sus propios objetivos y utiliza los conceptos jurídicos
con un alcance distinto.
No obstante, hay que admitir la existencia de una intensa discusión doctrinal en
este punto. Para unos, resulta evidente la necesidad de acomodarse, tanto en relación
Cfrs. art. 2 de la Ley de Auditorías y art. 4 de su Reglamento.
En este punto no puede olvidarse la independencia del Derecho penal en sus presupuesto, en relación con los
mantenidos por otras ramas del Ordenamiento jurídico; sin embargo, es evidente que no puede mantenerse
una independencia total, por cuanto el Ordenamiento jurídico no está compuesto de compartimentos
cerrados, estancos, sin comunicación entre sí, sino que existe una relación de interdependencia entre ellos,
sin que esto implique la subsidiariedad de ninguno, cfrs. MUÑOZ CONDE,F.; GARCIA ARAN, M. Derecho
penal: parte general. 4. ed. Valencia Tirant lo Blanch, 2000. p. 86.
44
45
22
FAE Centro Universitário
con la interpretación del concepto de documento mercantil, como en relación con otros
términos, como el de administrador de hecho, a la legislación y Derecho mercantil46. Para
otros, estos conceptos deben interpretarse “en función de los elementos hermenéuticos
que proporciona el propio Derecho penal”47, conforme a sus principios, fines y métodos48.
Así, en defensa de la primera de las posturas señaladas se argumenta que por encima
de la autonomía del Derecho penal, ha de situarse la “unidad interna, la coherencia de
todo el orden jurídico y la consiguiente articulación de sus sectores o disciplinas”49. En esta
línea, como apuntan BAJO/BACIGALUPO50, se considera un acierto las regulaciones de
otros países que incluyen estas infracciones en la propia Ley de Sociedades Anónimas o
de Responsabilidad Limitada (Alemania), en la Ley General de sociedades (Francia) o en
el Código civil (Italia).
Ahora bien, como continúan afirmando BAJO/BACIGALUPO51
“el hecho de que el legislador español haya optado por la regulación en el propio Código
penal, el hecho de que sólo atribuyendo un contenido distinto al mercantil puede
encontrarse coherencia y sentido a ciertas expresiones de la Ley (como socio o junta de
accionistas o sociedad o administrador de hecho) y el hecho de que el propio Código
defina las cosas, en ocasiones, de modo radicalmente distinto al mercantil (por ej. El
concepto de sociedad del art. 297), abonan la tesis de que el Derecho penal es libre a
la hora de proporcionar contenido a determinados conceptos”52.
Cfrs. TERRADILLOS BASOCO, J. Derecho penal de la empresa, cit. p. 49; AREAN LALIN, M. Conceptos
mercantiles tipificados en los delitos societarios. In: JORNADAS SOBRE EL NUEVO CODIGO PENAL Y LOS
DELITOS SOCIETARIOS, 1996. El nuevo código penal y los delitos societarios. La Corunã: Fundación
Caixa Galicia, 1998. p. 22 y ss.; GARCIA DE ENTERRRIA, J. Los delitos societarios: un enfoque mercantil,
cit., p. 47; GONZALEZ SUAREZ,J. en BAJO FERNÁNDEZ, M. (Dir.). Compendio de derecho penal: parte
especialII, Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces,1998. v.2, p. 575.
47
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ,M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 584.
48
Cfrs. BACIGALUPo, H. Curso de derecho penal económico. Madrid: Marcial Pons, 1998. p. 133,
RODRÍGUEZ MOURULLO, G. Algunas consideraciones político-criminales sobre los delitos societarios,
cit., pág. 684; ROSAL BLASCO, B. del . Los delitos societarios en el código penal de 1995, cit, p. 49 y
ss., 52 y ss.; VALLE MUÑIZ, J. M. en QUINTERO OLIVARES, G. (Dir.) . Comentarios al código penal, cit.
p. 1305-1306; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Delitos societarios, cit. p. 482.
49
Cfrs. AREAN LALIN. Conceptos mercantiles tipificados en los delitos societarios, cit., pág. 8.
50
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, MM.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico cit., p. 584.
51
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ/BACIGALUPO, S., ibidem.
52
Siempre se ha considerado así tanto en Derecho penal patrimonial como en el económico, existiendo varios
ejemplos a este respecto, como los conceptos de propiedad o posesión, el concepto de alzamiento de bienes,
que en el ámbito mercantil es una forma de quiebra, mientras que en Derecho penal es una figura autónoma,
etc., cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 584 y 585.
46
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
23
Por todo ello, en algunos de los términos mencionados, la solución no puede darse
con un criterio general apriorístico, más bien hay que estar al caso concreto. De este modo,
aunque como punto de partida se deban aceptar los conceptos elaborados en el Derecho
Privado, en el sentido que allí se les asigna, es necesario, que tales nociones sean después
examinadas a la luz de las normas del Derecho penal, para adaptarlas a sus necesidades y
fines, conservando, en tanto sea posible, sus características originales53; es decir, aceptar
la existencia de una relativa independencia del Derecho penal en sus presupuestos y
sanciones, ya que sólo desde los fines, principios y métodos propios del Derecho penal
puede darse contenido y sentido a los términos que constituyen el presupuesto normativo .
Y ello, entre otras razones, porque el Derecho Privado trata de resolver problemas
que le son propios: la validez y trascendencia jurídica de determinados documentos, o la
de los actos realizados por el administrador de la sociedad. Por su parte, el Derecho penal,
y concretamente el Código penal de 1995, trata de resolver sus propios problemas, por
ejemplo, evitar las lagunas de punibilidad que se pudieran derivar de una interpretación
excesivamente privatística de los conceptos penales54. Así, acertadamente en mi opinión,
afirma TERRADILLOS BASOCO55 que
“una cosa es afirmar su instrumentalidad (del Derecho penal societario) con respecto a los
objetivos económicos generales y, en consecuencia, su coordinación con el resto de las
ramas del Derecho comunitario, y otra cuestión muy diferente, que debe debatirse en el
plano técnico, es la de optar por un modelo de Derecho penal meramente sancionatorio
de ilícitos civiles (...)”, de tal modo que “afirmar su (limitada) autonomía es opción
impuesta, en primer lugar, por consideraciones político-criminales ya que es necesario
que la incriminación se extienda a acuerdos ilícitos que, sin responder a la definición
jurídico-mercantil de sociedad, pueden intervenir en el tráfico económico causando, por
razones obvias, daños o riesgos muy superiores a los generados por las que se atienen
estrictamente a esa legalidad”.
Se hace necesario, de este modo, analizar si desde el prisma del Derecho penal
es, efectivamente, posible otorgarle la naturaleza de documento mercantil a los informes
emitidos por las empresas de Auditorías.
Si documentos mercantiles son aquellos que encuentran predeterminada su validez
y eficacia por las prescripciones del Código de Comercio y leyes mercantiles, y que resulten
Cfrs. MUÑOZ CONDE, F.; GARCIA ARAN, M. Derecho penal: parte general, cit. p. 85-86.
Cfrs., en este mismo sentido, ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios, cit. p. 60.
55
Cfrs. TERRADILLOS BASOCO, J. Delitos societarios, cit. p. 49 y ss.
53
54
24
FAE Centro Universitário
imprescindibles para un correcto funcionamiento del tráfico mercantil56, es innegable la
consideración de mercantiles de los informes de los auditores. Así, la obligación y existencia
de estos informes se encuentra establecida por la Ley de Sociedades anónimas y la Ley
de Auditorías, ambas de naturaleza mercantil, y para que tengan validez y eficacia deben
realizarse siguiendo las prescripciones que las leyes mercantiles establecen para ello.
Además, los informes realizados por los auditores de cuentas cumplan también el
segundo de los requisitos, esto es, que resulten imprescindibles para un correcto funcionamiento del tráfico mercantil. E imprescindibles son, por cuanto la propia Ley de Sociedades Anónimas establece en su art. 203, la obligatoriedad de que las cuentas anuales y el
informe de gestión sean revisados por auditores, y tras esa verificación, las cuentas anuales
habrán de ser aprobadas por la Junta General de accionistas. Trámites todos ellos necesarios
para que las cuentas anuales cumplan las exigencias que, para su formación, establece la
legislación mercantil, y para su validez y eficacia frente al resto de los sujetos involucrados,
de un modo u otro, en el normal funcionamiento de la actividad mercantil y económica.
Es decir, en aquellos casos en los que por Ley se establece la obligatoriedad de
realizar una Auditoría, la Sociedad no podría seguir funcionando sin la realización de la
misma, por cuanto las cuentas anuales y el informe de gestión no podrán ser presentados
a la aprobación por la Junta General de accionistas, con lo que se bloquearía el correcto
desarrollo de la actividad social.
Podemos, por consiguiente, afirmar la adecuación de los informes realizados por los
auditores de cuentas en el ejercicio de su actividad al concepto de documento mercantil,
entendido como objeto material del delito de falsedad documental.
B. ADECUACIÓN DE LA CONDUCTA FALSARIA DE LOS AUDITORES CON LA
CONDUCTA TÍPICA DEL DELITO DE FALSEDAD DOCUMENTAL
Salvado el primero de los escollos, debemos ahora analizar la segunda de las
cuestiones planteadas en este punto, es decir, constatar si las conductas realizadas por
los auditores se adecúan o no a la conducta típica descrita en el delito de falsedad, a la
acción falsaria recogida en el tipo.
Tal como he dicho, las conductas que estamos analizando son aquellas que consisten
en informaciones falsas en la actividad de revisión contable, esto es, aquellos casos en los
que el Auditor en su informe refleja datos falsos o inexactos, en relación con la veracidad
Cfrs. BARQUERO CASAS, M.J. Reflexiones técnico-jurídicas sobre los delitos de falsedad del Tít. III, libro
II del Código penal. Documentación Jurídica, v.2, n.37-40, p.1064-1065,, 1983. MUÑOZ CONDE, F.
Derecho penal. parte especial, 13. ed. cit. p. 695; NUÑEZ CASTAÑO, E. , cit. p. 226; QUINTERO
OLIVARES (Dir.) Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1735.
56
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
25
y fidelidad de las cuentas anuales que han sido sometidas a su revisión57. Es decir, de lo
que se trata es de la existencia de una discrepancia entre lo que el Auditor recoge en su
informe y la realidad existente; nos encontraríamos, así, ante una conducta consistente
en faltar a la verdad en la narración de los hechos, recogida en el nº 4 del art. 390 del
Código penal.
Por lo que se refiere al análisis del tipo mencionado hay que señalar que la verdad
a la que se alude, supone la congruencia entre lo narrado y un cierto modelo, que determinarán en cada caso las normas reguladoras del documento de que se trate58. Consecuentemente, para la realización de la conducta típica del parr. 4º del art. 390 debe constatarse
la existencia de una incongruencia entre lo narrado en el documento de que se trate y lo
existente en la realidad exterior, de tal forma que se produzca una discrepancia de datos
que altere la verdadera situación. Ahora bien, esta incongruencia entre lo narrado y lo
realmente existente debe recaer sobre partes esenciales de la declaración efectuada, produciendo de ese modo la transformación del documento verdadero en falso, y susceptible
de afectar o causar trastornos al tráfico jurídico59. Esta modalidad falsaria en relación con los
comportamientos de los auditores podría cometerse, bien dando constancia de un hecho
no verídico, es decir, afirmando que las cuentas anuales que está revisando corresponden
con la imagen fiel y verdadera de la situación económico-patrimonial de la entidad cuando
no es así, o viceversa; o bien, omitiendo datos de relevancia jurídica y cuya manifestación
sea de obligado cumplimiento, es decir, no consignando irregularidades que se hubieran
descubierto en la revisión de las cuentas anuales.
Efectivamente, si la labor del Auditor consiste en revisar los datos y cuentas elaboradas por otros, y en dictaminar si los mismos son o no correctos, considero que no cabe
Así, ANTOLISEI, F. Manuale di diritto penale, cit., p. 162 afirma que la expresión atestigüen datos falsos
comprende:
1)afirmar, contrariamente a la verdad, la correspondencia entre los datos contables comprobados y aquellos
incluidos en el balance;
2)afirmar una conformidad inexistente entre las normas dictadas (tanto en el Código como en leyes
especiales) para la redacción y el contenido del balance y los criterios concretamente aplicados.
3)afirmar como exactamente relevantes los hechos de gestión sobre la base de los correctos principios
contables, sin que respondan a la verdad”.
58
Cfrs. CORDOBA RODA,J. et al. Comentarios al código penal. 1. ed. Barcelona: Ariel,1978. v.3, p. 889;
ORTS BERENGUER, E. en VIVES ANTON et al. Derecho penal: parte especial, 2. ed. Valencia 1996. p.
239; NUÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., pág. 258.
59
La inesencialidad del extremo sobre el que recaiga la falsedad puede provocar la irrelevancia o inidoneidad
de la misma. Así, la Sentencia del Tribunal Supremo de 15 de Julio de 1994 conecta esta esencialidad con
la triple función del documento, destacando en este caso la función probatoria que se ve quebrantada y
declara, por tanto, la existencia de falsedad. En el mismo sentido se pronuncian las SSTS 25 de enero y 15
de marzo de 1988, 21 de marzo de 1989 y 5 de marzo de 1992, entre otras.
57
26
FAE Centro Universitário
apreciar ninguna otra de las modalidades comisivas que contiene el art. 390 del Código
penal. Es manifiesto que no se trata de un supuesto de alteración de documento, por
cuanto no se modifica el contenido de ninguno, sino que, por el contrario, la acción que
realiza el Auditor consiste, precisamente, en dotar a éste de contenido, y crearlo ex novo60
; así, la esencia de la conducta recogida en los supuestos de alteración de documentos,
radica precisamente en una intervención material del sujeto activo sobre aquello que sea
objeto material del delito, intervención que consiste en una modificación o alteración de
lo que sea el contenido de dicho objeto61. Modificación que no se produce en el supuesto
que analizamos, por cuanto el objeto material del delito no existe todavía, sino que, por
la conducta del Auditor, surge al tráfico jurídico con un contenido que no se corresponde
con la realidad extradocumental.
Tampoco considero que pueda apreciarse un supuesto de simulación de
documento62, ya que la acción descrita en este párrafo consiste en simular, esto es,
representar una cosa fingiendo o imitando lo que no es; así, la cosa simulada es algo distinto
de lo que se simula y creado ex novo respecto a éste. De esta forma, la conducta descrita
en el párrafo 2º del art. 390 consistiría en la producción de un documento inauténtico,
es decir, la creación de una apariencia que induce a error a terceros respecto del valor
auténtico y verídico de la declaración materializada en el documento63, faltando toda
La alteración de documentos, recogida en el párrafo 1º del art. 390, es un supuesto de falsedad material
por excelencia que es evidenciable mediante la investigación de su apariencia externa; cfrs. GARCIA
CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales. Valencia: Tirant lo Blanch 1994. p. 315-319;
VILLACAMPA ESTIARTE. Sobre la tipificación de las falsedades documentales en el Código penal de 1995.
Actualidad penal, n. 4, p. 22-28 Enero 1996, p. 57. La descripción típica de la acción con el verbo “alterar”,
implica que es preciso que la acción realizada por el sujeto activo se traduzca en una modificación del
sentido del documento con relevancia jurídica, por consiguiente, la conducta recogida en este supuesto
debe interpretarse como una intervención y manipulación directa efectuada por el sujeto activo sobre un
documento ya existente, cfrs. NUÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., p. 243.
61
En este mismo sentido se ha pronunciado reiteradamente la jurisprudencia del Tribunal Supremo que
incluye como formas comisivas de esta conducta los casos de raspaduras, enmiendas, borraduras, escrituras
anómalas, sobreescrituras, destrucción parcial, sustitución de palabras, composición de documentos falsos
utilizando parcialmente otros verdaderos, etc., así SSTS de 10 de marzo y 24 de diciembre de 1963, 31 de
enero de 1969, 20 de enero de 1973, 22 de octubre de 1987, 14 de abril de 1992, entre otras.
62
La simulación de documentos está recogida en el párrafo 2º del art. 390, y se refiere a aquellos casos en los
que se produce una ruptura de la relación que une al autor aparente del documento con la declaración por
él emitida; por tanto, se está atentando contra la autenticidad del documento, desde el momento en que
falta toda conexión entre la declaración documental efectuada y el sujeto que se responsabiliza de la misma,
resultando indiferente que el sujeto al que se le adjudica la declaración exista o no, y que la declaración
documental refleje o no la realidad, cfrs. GARCIA CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales, cit.,
p. 315; VILLACAMPA ESTIARTE. Sobre la tipificación…, cit., p. 57; BENEYTEZ MERINO, en Beneytez
Merino/Martínez-Pereda Rodríguez/Luzón Cuesta/Soto Nieto/Vargas Cabrera, Las falsedades documentales,
Libro Homenaje a Enrique Ruiz Vadillo, Granada 1994, pág. 60.
63
Cfrs. GARCIA CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales, cit., p. 318; NUÑEZ CASTAÑO, La estafa
de crédito, cit., p. 247.
60
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
27
conexión entre el autor aparente del documento y la declaración contenida en el mismo.
Sobre esta base, aun siendo cierto el contenido de la declaración documental, y existiendo
el autor aparente del documento, al romperse la relación entre ambos elementos, estaríamos
ante un documento inauténtico al no haber sido realizada la declaración documental por
la persona que en el documento figura como autor del mismo. Nada de esto ocurre en
los supuestos de falsedad en los informes de los auditores, por cuanto en los mismos no se
imita nada, sino que el informe que emite el Auditor es originario y auténtico, pero con un
contenido falso. No se produce, por tanto, la desconexión entre el autor del documento
y el contenido del mismo, requisito indispensable para apreciar la concurrencia de este
supuesto; por el contrario, la persona consignada en el documento (informe) como autor
de la declaración en él contenida, es quien efectivamente la realizó (auditor), aunque
falseando la realidad contable existente.
Y, por último, tampoco consiste la acción realizada en suponer la intervención de
personas o la realización de manifestaciones que no se han hecho64; en ambos supuestos se
produce una discordancia entre el contenido del documento y la realidad extradocumental,
sin alteración material del soporte en que dicha declaración se ha materializado65. No es
esto lo que ocurre en el caso de los auditores de cuentas, ya que no hay esa discordancia
entre el contenido del documento y la realidad extradocumental que ha querido reflejar
el Auditor en el mismo, sino que lo que el Auditor quiere es, precisamente, hacer constar
en el documento una realidad falsa pero ideada y creada por él mismo; es decir, el Auditor
interviene en la creación del documento, y las manifestaciones que éste contiene son las
que aquel ha hecho constar, independientemente de que el contenido de las mismas se
corresponda o no con la realidad objetiva de la situación económica de la sociedad.
En relación con este extremo, BACIGALUPO ZAPATER ya había puesto de relieve66
que la acción falsaria descrita en el nº 3 del art. 390 tampoco es imaginable en el caso
de documentos mercantiles, pues la conducta de suponer en un acto la intervención de
personas que no la han tenido, o atribuyendo a los que han intervenido en él declaraciones
o manifestaciones diferentes de las que hubieren hecho “solo tiene una verdadera razón
de ser cuando el que emite el documento crea una prueba relativa a la participación de una
Supuestos que se encuentran regulados en el párrafo 3º del art. 390, y que recoge dos conductas diferentes:
en primer lugar, la suposición en un acto de la intervención de personas que realmente no la han tenido;
y, en segundo lugar, la atribución a las personas que han intervenido de declaraciones y manifestaciones
diferentes de las que efectivamente han realizado.
65
Cfrs. MUÑOZ CONDE,F. Derecho penal: parte especial, cit., p. 699 y ss.; BENEYTEZ MERINO, Las
falsedades documentales, cit., p. 52-53; GARCIA CANTIZANO,M. del C. Falsedades documentales, cit.,
p. 310-311; VILLACAMPA ESTIARTE, Sobre la tipificación de las falsedades…, cit., pág. 59.
66
Cfrs. BACIGALUPO, E. La reforma de las falsedades documentales. La Ley,v.17, n. 3966, p. 1, feb. 1996.
64
28
FAE Centro Universitário
persona o a las declaraciones formuladas ante él (por ejemplo, la constatación notarial)”67,
“pero respecto del particular que sólo puede crear un documento que prueba únicamente
entre los que lo hubieren suscrito (art. 1225 Código civil) tal precepto no tiene sentido”68
. Además, afirma DEL ROSAL BLASCO69 que dada la naturaleza de los documentos a
que se refiere el tipo del art. 290 (cuentas anuales, etc.) y la concreta función que éstos
desempeñan, que tiene mucho que ver con su capacidad de reflejar fielmente (art. 172.2
de la Ley de Sociedades Anónimas) la situación jurídica o económica de la entidad (lo que
nunca se podría lograr si la información y los datos contenidos en ellos no es completa,
clara, exacta y veraz), no parece que sea posible definir el ámbito de la falsedad típica del
art. 290 sobre la base de los dos primeros supuestos del art. 390.
En realidad, ateniéndonos a la descripción que de la conducta típica se realiza
en el art. 290 del Código penal (relativa a las falsedades de documentos sociales), es
evidente que la misma puede cometerse mediante cualquiera de las modalidades descritas
con anterioridad; sin embargo, la verdadera relevancia del delito de falseamiento de
documentos sociales radica en aquellas conductas que encajen en el nº 4 del art. 390 del
Código penal, esto es, faltar a la verdad en la narración de los hechos70.
De modo similar a lo establecido respecto a los administradores de la sociedad,
se puede afirmar que, el informe emitido por el Auditor es un documento auténtico y
original, sólo que su contenido no se corresponde con la realidad, esto es, la narración,
la consignación de datos y opiniones realizadas por el Auditor y recogidas en el informe
que emite no se corresponde con la realidad percibida y constatada por él mismo tras la
realización del correspondiente análisis de la contabilidad y los documentos que le han
sido aportados.
Cfrs. ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el Código penal de 1995, cit., p. 96.
Cfrs. ROSAL BLASCO, B. del. ibidem, y también nota 197.
69
Cfrs. ROSAL BLASCO,B. del. Los delitos societarios en el Código penal de 1995, cit., p. 96-97.
70
Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 453; en este misma línea se pronuncia ROSAL BLASCO,
B. del. Los delitos societarios en el código penal de 1995, cit., p. 97-98, notas 200 y 201 al afirmar que
“se podría decir que el art. 290 del Código penal de 1995 es un vestigio de la derogada falsedad ideológica
en documento mercantil, pero cuyo contenido de injusto precisa además, de la referencia a un perjuicio,
potencial o actual, al patrimonio de la sociedad , de los socios o de terceros de algún modo interesados”; en
este sentido, manteniendo una postura contraria a la sostenida por Gómez Benítez, afirma ROSAL BLASCO,
B. del que las certificaciones de acuerdos de la junta en las que se supone la intervención de personas que
no lo han hecho o certificando acuerdos que no han existido, no pueden incluirse dentro del ámbito del art.
290 “pues la certificación a la que se refiere Gómez Benítez no es un documento que, en sí, dé fe de los
aspectos esenciales de los que da fe un documento privado; es decir, ni da fe de declaraciones manifestadas
por personas que no sean el propio administrador que la confecciona ni el no participante en el acuerdo de
la junta ha intervenido en la confección del documento, asumiendo esas declaraciones mediante su firma. Lo
que, en este caso, hace el administrador es, simplemente, faltar a la verdad en la narración de unos hechos,
ya sea porque éstos no han tenido lugar, ya porque han tenido lugar de forma diferente a como se narran”.
67
68
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
29
No existe, pues, inconveniente alguno para encuadrar el comportamiento del
Auditor dentro del marco del art. 392 en relación en el art. 390. 4 del Código penal español,
esto es, una falsedad en documento mercantil cometido por particular, consistente en faltar
a la verdad en la narración de los hechos.
Y es aquí, precisamente, donde radica el problema a la hora de tratar de imputar
la falsedad realizada al Auditor de cuentas, ya que el art. 392 excluye expresamente del
ámbito de comisión de los particulares los supuestos de faltar a la verdad en la narración
de los hechos, lo que implica la atipicidad de los supuestos en los que se comete falsedad
en la actividad de revisión contable por los auditores.
C.EXCURSO: SOBRE LA POSIBILIDAD DE CONSIDERAR AL AUDITOR COMO
FUNCIONARIO PÚBLICO A LOS EFECTOS DEL ART. 390 DEL CÓDIGO PENAL.
Hay que señalar que, a pesar de la argumentación realizada hasta el momento, un
sector doctrinal abogó por la equiparación de los auditores con los funcionarios públicos
y, consecuentemente, por considerarlos aptos para ser sujetos activos del tipo delictivo
recogido en el art. 390.4º del Código penal71.
Afirman que, partiendo del concepto de funcionario otorgado por el art. 24 del
Código penal (art. 119 del anterior Código), la cuestión debe centrarse en la pregunta de
si el auditor “participa de funciones públicas” “por disposición inmediata de la ley”72. Por
consiguiente, basta que una disposición legal atribuya funciones públicas en el sentido que
afectan a intereses generales o colectivos y que el documento sea de los que se denominan
públicos u oficiales “por incorporación” a un expediente público u oficial.
En esta línea, afirman que
“existen disposiciones legales que atribuyen al auditor funciones cuyo interés legal es
indudable. Tal es el caso del Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre,
por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (...) (...) A
nuestro juicio, en todos estos casos se hace participar al auditor de funciones públicas
de indudable interés general, mediante aportación de documentos que, al menos «por
incorporación», se convierten en públicos u oficiales. En supuestos como estos parece
razonable que en aplicación del criterio jurisprudencial, consideremos al auditor como
funcionario público a efectos del delito de falsificación del art. 302 del Código penal
(art. 390 del nuevo Código)”73.
En este sentido, aunque refiriéndose al anterior Código penal, BAJO FERNÁNDEZ, M.; DIAZ-MAROTO Y
VILLAREJO,J. La responsabilidad penal de los auditores. Partida Doble, n. 2, p. 28-34, jun. 1990.
72
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.;DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO,J. ibidem. Ppp.(paginas)
73
Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.;DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO, J. La responsabilidad penal de los auditores,
cit., p. 28 y ss.
71
30
FAE Centro Universitário
No considero acertada la anterior afirmación, pese a que mantener la misma
implicaría automáticamente la posibilidad de exigir una responsabilidad criminal a los
auditores que diesen falsa información en el ejercicio de su actividad al amparo del art.
390 del Código penal, dado que el concepto de auditor no puede identificarse, a mi
entender, con el de funcionario público.
Es sabido que el Derecho penal ofrece un concepto de funcionario público propio y
no coincidente con otras ramas jurídicas como el Derecho administrativo74. Efectivamente,
como afirma QUINTERO OLIVARES75, “... El Código penal, según se ha aceptado siempre,
utiliza un concepto de funcionario más amplio o, mejor, diferente del que es válido para
el Derecho administrativo (...), y ello se aprecia desde el mismo uso de la expresión «se
considerará funcionario público» y no la de «son funcionarios públicos». Significa esto que
algunos de los sujetos que pueden cometer «delitos de funcionarios» no tienen la condición
de tales para el derecho de la función pública...”76.
Esta autonomía del concepto penal de funcionario público se fundamenta en que
al legislador no le interesa tanto la “calificación jurídica” que merezca el desempeño de un
trabajo o responsabilidad en la Administración, sino el hecho de que un sujeto interviene
en el funcionamiento de la Administración, dependiendo de él la corrección del servicio
público; ello implica que el concepto penal de funcionario público tendrá, por un lado,
una extensión mayor que la administrativa, pero, por otro, más restringida ya que “sólo si
se ejercita la función pública se será funcionario a efectos penales”77.
Ahora bien, para afirmar o negar la consideración de los auditores de cuentas como
funcionarios públicos se hace necesario determinar qué se entiende por éste a efectos
penales. No considero necesario extenderme demasiado en esta cuestión, dado que no
es el objeto del presente trabajo y que ya ha sido ampliamente tratada y debatida por la
doctrina 78. De este modo, y siguiendo a MUÑOZ CONDE79, el concepto de funcionario
público que aporta el art. 24.2 del Código penal se caracteriza por dos notas fundamentales:
1º, tiene que haberse dado una incorporación del sujeto a la actividad pública,
por disposición inmediata de la ley, por elección o por nombramiento de la
Cfrs. QUINTERO OLIVARES, G. et al. Comentarios al nuevo código penal, cit., p. 291; MUÑOZ CONDE,F.
Derecho penal: parte especial, cit., p. 923-924; OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público a
efectos penales. In: ASUA BATARRITA (Dir.). Delitos contra la Administración de justicia, Bilbao 1997, p.77-78.
75
Cfrs. QUINTERO OLIVARES, ibidem.
76
En este sentido, vid. Sentencias del Tribunal Supremo de 8 de octubre de 1990, y de 27 de septiembre de 1991.
77
Cfrs. OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit., pág. 78.
78
Sobre este tema, vid. COBO DEL ROSAL. Examen crítico del párrafo 3º del art. 119 del Código penal
español. Revista General de Legislación y jurisprudencia, n. 212, p. 213-255, 1962; DIAZ Y GARCIA
DE CONLLEDO. Autoridad y funcionario público a efectos penales. In: ENCICLOPEDIA jurídica básica.
Madrid 1995, v.1, p. 710-711; QUERALT JIMÉNEZ, El concepto penal de funcionario público. Cuadernos de
Política Criminal, n. 27, 1985; OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit.; FERNÁNDEZ
PANTOJA.Delito de falsedad en documento público, oficial y mercantil, Madrid 1996.
79
Cfrs. MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal: parte especial, cit., p. 923 y ss.
74
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
31
autoridad competente. De esta forma, todo el que realice funciones públicas
careciendo de este requisito no es funcionario80.
2º, en segundo lugar, es necesario que el sujeto en cuestión participe de las
funciones públicas.
Y es, precisamente, en este segundo requisito donde radica la esencia del problema
que estamos analizando. Efectivamente, la consideración de unos sujetos como auditores de
cuentas se deriva de la obtención de un título de habilitación establecido por la ley81, pero
La necesidad de poseer un título habilitador no bastando con el mero ejercicio de la función pública también
es exigida por OLAIZOLA FUENTES. Concepto de funcionario público, cit., p. 79.
81
Cfrs. Art. 7 de la Ley de Auditorías, que establece los siguiente:
“1. Para ser inscrito en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas se requerirá:
Ser mayor de edad.
Tener la nacionalidad española o la de alguno de los Estados miembros de la Comunidad Europea, sin perjuicio
de lo que disponga la normativa sobre el derecho de establecimiento.
Carecer de antecedentes penales por delitos dolosos.
Haber obtenido la correspondiente autorización del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas.
2.La autorización a que se refiere el número precedente se concederá a quienes reúnan las siguientes condiciones:
Haber obtenido una titulación universitaria.
Haber seguido programas de enseñanza teórica y adquirido una formación práctica.
Haber superado un examen de aptitud profesional organizado y reconocido por el Estado.
3.La formación práctica deberá extenderse por un período mínimo de tres años en trabajos realizados en el
ámbito financiero y contable, y se referirá especialmente a cuentas anuales, cuentas consolidadas o estados
financieros análogos.
4.El examen de aptitud profesional que estará encaminado a la comprobación rigurosa de la capacitación del
candidato para el ejercicio de la auditoría de cuentas deberá cumplir las condiciones y versar sobre las materias
a que se refieren los artículos 5 y 6 de la VIII Directiva del Consejo de las Comunidades Europeas de 10 de
abril de 1984, basada en la letra g) del apartado 3 del artículo 54 del Tratado CEE, relativa a la autorización
de las personas encargadas del control legal de documentos contables (84/253/CEE).
Quienes posean los títulos de licenciado, ingeniero, profesor mercantil, arquitecto o de diplomado universitario
quedarán dispensados en el examen de aptitud profesional de aquellas materias que hayan superado en los
estudios requeridos para la obtención de dichos títulos.
5.Los exámenes de aptitud profesional se realizarán por cada una de las corporaciones profesionales a que se
refiere el artículo 5 de la presente Ley, y subsidiariamente por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas,
previa aprobación en todo caso por este último de la respectiva convocatoria, que se publicará mediante Orden
del Ministerio de Economía y Hacienda. Reglamentariamente se establecerán las normas para la aprobación del
contenido de los programas, composición de los Tribunales y período de formación práctica.
6.Podrán ser inscritos en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas, quienes cumpliendo los requisitos
establecidos en este artículo, a excepción de lo dispuesto en la letra a) del número 2, hayan cursado los
estudios u obtenido los títulos que faculten para el ingreso en la Universidad y adquirido la formación práctica
señalada en el número 3 anterior, con un período mínimo de ocho años, en trabajos realizados en el ámbito
financiero y contable, especialmente referidos al control de cuentas anuales, cuentas consolidadas y estados
financieros análogos, de los cuales al menos cinco años hayan sido realizados con persona habilitada para
la auditoría de cuentas y en el ejercicio de esta actividad.
7.Para el cómputo del período de formación práctica adquirida con anterioridad a la entrada en vigor de esta
Ley y a efectos de lo dispuesto en el número 6 anterior, tendrán la consideración de personas habilitadas los
miembros en ejercicio del perteneciente al Consejo General de Colegios de Economistas de España y del Registro
General de perteneciente al Consejo Superior de Colegios Oficiales de Titulares Mercantiles de España”.
80
32
FAE Centro Universitário
la cuestión fundamental consiste en determinar si la actividad que realizan los auditores
puede considerarse equivalente a la “participación en funciones públicas”.
De este modo, el concepto de “función pública” se convierte en esencial a la hora
del presente análisis. Así, según MUÑOZ CONDE82“...Función pública es la proyectada al
interés colectivo o social, al bien común y realizada por órganos estatales o paraestatales.
Funciones públicas son las actividades económicas centrales, autonómicas, provinciales y
locales, las sanitarias, las comunicaciones, enseñanza, sindicales, etc...”. En esta misma línea,
pero concretando más el concepto de función pública, PORTILLA CONTRERAS83 mantiene
que el contenido de función pública vendrá dado por la concurrencia de tres elementos:
a) el elemento subjetivo, en cuanto que función pública es la actividad llevada a cabo
por un ente público; b) elemento objetivo, según el cual función pública es la realizada
mediante actos sometidos al Derecho público; y c) elemento teleológico, entendiendo
que función pública es aquella en la que se persiguen fines públicos84.
Sobre esta base, e incluso aceptando una concepción amplia de función pública,
se hace inevitable, a mi entender, negar el carácter de funcionario público de los auditores
de cuentas. En primer lugar porque, a pesar de la importancia de los informes de auditoría,
que suponen un mayor control de las actividades empresariales, y del consecuente interés
y servicio que este control implica para el correcto funcionamiento del sistema económico,
ello no deja de ser, tal como establece la Exposición de Motivos de la Ley de Auditoría
“un servicio que se presta a la empresa revisada, y que afecta e interesa no sólo a la propia
empresa sino también a terceros implicados con su actividad”; es decir, no se trata de un
interés colectivo o de un fin público, sino del interés privado, el de la sociedad, sus socios
y terceros implicados, de que los datos económicos que se les ofrecen respondan a la
realidad de la situación de la empresa. Es cierto que, de modo mediato, el control que
implica la realización de una auditoría puede repercutir en un mejor funcionamiento del
sistema económico de un país, pero ello no desvirtúa el hecho de que el fin primordial de
la actividad de los auditores sea proteger los intereses particulares de los distintos sujetos
involucrados en la actividad de una concreta sociedad mercantil.
Cfrs. MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal: parte especial, cit., pág. 925.
Cfrs. PORTILLA CONTRERAS. El delito de práctica ilegal de detención por funcionario público. Madrid
1990. p. 151.
84
En este mismo sentido, vid. OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit., p. 80, quien
además afirma que el tercer elemento sería esencial y su ausencia privaría, en todo caso, del carácter público
a la función y en consecuencia al funcionario, porque lo que convierte a un acto en relevante y público es
que dicho acto tienda a satisfacer las necesidades generales, que tienda a un fin colectivo.
82
83
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
33
Y, en segundo lugar, porque la relación entre la empresa auditada y los auditores
es estrictamente privada; es decir, “los auditores de cuentas ejercen su actividad de forma
independiente, contratando con la entidad auditada sus servicios mediante un contrato
de prestación de servicios profesionales”85. Efectivamente, como se puede apreciar, el
legislador ha configurado la actividad de auditoría como “una actividad privada, por más
que de interés general”86, y no como ejercicio privado de una función pública87. Por el
contrario, entre el auditor y la sociedad auditada existe un contrato, al que se refiere el
art. 14.2 de la Ley de Auditoría de Cuentas y, en su caso, responsabilidad contractual o
extracontractual conforme a las reglas contenidas en el Código civil.
Con base en todo ello, y a pesar de la irrebatible importancia e interés que para el
correcto funcionamiento del sistema económico de un determinado país pudieran implicar
los informes de los auditores, no puede afirmarse que estos trasciendan el ámbito privado
y pasen a formar parte del derecho público. Su interés y trascendencia pueden ser muy
elevados, pero no por ello dejan de ser entidades privadas que conciertan sus servicios con
otras entidades privadas y que realizan sus actividades profesionales para las mismas de
una forma independiente, pero dentro del ámbito empresarial privado. Consecuentemente,
considero que resulta insostenible la afirmación de que los auditores de cuentas deban
o puedan considerarse funcionarios públicos a los efectos de la emisión de sus informes.
III
¿RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS AUDITORES DE CUENTAS?
CONCLUSIONES DE LEGE DATA Y DE LEGE FERENDA
Así pues, si en los casos en los que un Auditor falsea la información acerca de las
cuentas anuales que han sido sometidas a su consideración, debemos afirmar que no
pueden incluirse ni en el ámbito del art. 290 de falsedad en documentos sociales, ni en
el del art. 392 de falsedad en documentos mercantiles, la pregunta es clara: ¿quedarían
absolutamente impunes estos comportamientos de los auditores?
Cfrs. BLASCO LANG, La responsabilidad civil de los auditores de cuentas. Partida Doble, n. 42, p. 39-47,
feb. 1994.
86
Cfrs. PANTALEÓN PRIETO. La responsabilidad civil de los auditores: extensión, limitación, prescripción,
Madrid 1996. p. 29.
87
Así, pone de relieve PANTALEÓN, F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 29, que a diferencia
de los Notarios o los Registradores, los auditores de cuentas no están obligados legalmente a ejercer su
actividad, ni la cuantía de sus honorarios viene fijada reglamentariamente.
85
34
FAE Centro Universitário
Aunque en principio pudiera parecer que es así, es necesario hacer algunas
matizaciones. En primer lugar, es cierto que, en relación con los tipos delictivos que
hemos analizado, los auditores de cuentas nunca podrán ser autores de los mismos; sin
embargo, no existe inconveniente alguno para que puedan incurrir en responsabilidad
penal a título de inductores, cooperadores necesarios o cómplices en el hecho delictivo
ejecutado por los administradores de la Sociedad; es decir, su castigo se alcanzará por la
vía de la participación88.
Incluso algún autor ha apuntado la posibilidad de que un auditor que, en su informe,
oculte delitos que se han cometido a través de la documentación estudiada y verificada
cometerá un delito de encubrimiento recogido en el art. 451 del Código penal español
89
. Es decir, incluso admitiendo esta posibilidad, lo que podría afirmarse es la imputación
al Auditor a título de autor de un delito de encubrimiento, pero nunca de un delito de
falsedad documental, sea o no de documentos sociales.
En este punto, sin embargo, hay que realizar algunas matizaciones. Como
acertadamente señala CONDE-PUMPIDO FERREIRO90 “la naturaleza de su responsabilidad
y su naturaleza participativa dependerá del momento consumativo del delito”. Si la conducta
recogida en el párrafo 1º del art. 290 se entiende que es un delito de mera actividad
y consumación anticipada, al producirse ésta en el momento del falseamiento de las
cuentas, la intervención de los auditores sería ex post facto, posterior a la consumación
y, por consiguiente, sólo podría valorarse la conducta del auditor como una forma de
encubrimiento del art. 45191.
Si, por el contrario, se considera, como es nuestro caso92, que el tipo recogido en
el art. 290 no puede interpretarse como aquella idoneidad dirigida a la producción de un
Cfrs. MARTINEZ-BUJAN PEREZ, Derecho penal económico:parte especial, cit., pág. 211; SANCHEZ
ALVAREZ. Los delitos societarios, cit., p. 104 quien señala que en la Jurisprudencia francesa se ha venido
considerando a los commissaires aux comptes como cómplices (Voir Crim., 3, janv., 1983, Bull., 2). En
este mismo sentido se pronuncia la Memoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1996 (pág. 353) al
afirmar que “en muchos casos para la realización de estas falsedades en las empresas obligadas a someter
sus cuentas a auditoría es necesaria la colaboración dolosa o meramente negligente de los auditores en la
medida que deben verificar la corrección contable de las cuentas anuales que se presentan”.
89
Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, tomo II, cit., p. 3009.
90
Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, ibidem.
91
Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, ibidem.
92
Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., p. 442 y ss.
88
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
35
error en el sujeto pasivo, sino que esta idoneidad debe referirse a la posible producción
de un resultado lesivo93, la situación es radicalmente distinta.
Declarada la necesidad de constatar la capacidad lesiva de la acción falsaria,
debemos señalar que ésta viene determinada principalmente por dos factores contenidos
en la propia descripción típica: en primer lugar, al exigir el art. 290 que los documentos
sobre los que recaiga la falsedad, deben ser documentos esenciales para la sociedad al
incorporar la información societaria imprescindible para reflejar la imagen fiel de la misma,
es perfectamente constatable la idoneidad que cualquier alteración de los mismos implica
para causar un perjuicio económico; en segundo lugar, igualmente implica la existencia
de idoneidad la exigencia de que la falsedad recaiga sobre partidas o aspectos nucleares
de los documentos.
La exigencia recogida en el tipo del art. 290 del Código penal relativa a que la conducta realizada por el
sujeto activo sea “idónea para causar un perjuicio económico”, ha dado lugar a discusiones doctrinales en
relación a la interpretación del alcance de esta idoneidad. Así, algunos autores identifican la idoneidad
exigida en el art. 290 del Código penal con la idoneidad para inducir a error al sujeto pasivo, al cual va
destinada la declaración documental falsa; de este modo, el grado de idoneidad debe fijarse con base en
los criterios de la imputación objetiva, tratándose de una conducta con la entidad suficiente para crear
un riesgo típicamente relevante de afección del bien jurídico penalmente protegido. Esta es la postura
mantenida por FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit., p. 133, quien se basa en que no toda
mentira constituye cumplimiento de este primer requisito de la falsedad societaria, sino sólo aquellas que
son objetivamente idóneas, ex ante consideradas, para inducir a error, debiendo efectuarse un juicio de
probabilidad, aunque reconoce que “afirmada la adecuación de la conducta engañosa para inducir a un
acto de disposición por error, todavía no se habrá demostrado que el engaño ha creado un riesgo típicamente
relevante si el riesgo es permitido o tolerado”, ult. op.cit., pág. 134. En el mismo sentido, MANTOVANI, Sul
diritto penale della información societaria e dell’impresa, Ind. Pen., 1987, p. 17.
No compartimos la postura reflejada, ya que aunque sea innegable que la falsedad debe ser idónea para
producir un error en otra persona, sin embargo no es suficiente, sino que se hace necesario añadir otro
requisito: la capacidad para producir un perjuicio patrimonial. Así, esta idoneidad lesiva debe interpretarse
como aptitud para producir un perjuicio económico, esto es, que sea apta para lesionar el patrimonio de
alguno de los sujetos implicados en la conducta. De este modo, es necesario que el juez deba constatar
la idoneidad de la referida acción falsaria mediante dos juicios: en primer lugar, un juicio de pronóstico,
ex ante, mediante el que se determine si la acción del agente es apta, generalmente, para producir un
peligro para el patrimonio de los sujetos pasivos; en segundo lugar, un juicio ex post sobre la posibilidad del
resultado de peligro, de modo que ha de verificarse si, en la situación concreta, ha sido posible un contacto
entre el falseamiento de los documentos y el patrimonio de las personas. En este sentido, MARTINEZBUJAN PEREZ. Delitos societarios, cit., p. 476, y también, Derecho penal económico: parte especial,
cit., p. 208; MORENO CANOVES; RUIZ MARCO, Delitos socioeconómicos, cit., p. 260; GARCIA ARAN,
Consideraciones sobre los delitos societarios en el nuevo Código penal. Economist & Jurist, p. 106,1996;
NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 443-444; VALLE MUÑIZ, In: QUINTERO OLIVARES et
al. Comentarios al código penal, cit., p. 1314-1315.
93
36
FAE Centro Universitário
Es decir, es evidente que la capacidad lesiva, en principio, sólo la poseen ex lege
determinados documentos, concretamente las cuentas anuales, entre otros. Con ello, una
falsedad que recaiga sobre partidas o aspectos nucleares de las mismas tiene, ab initio, la
aptitud lesiva requerida por el art. 29094.
Ahora bien, hay que pensar que las cuentas anuales que merecen la cualidad de
objeto material del delito contenido en el art. 290, son aquellas formuladas y/o formalizadas
por los Administradores de la sociedad, en base al deber legal que tienen de hacerlo; esto
es, aquellas que, una vez firmadas por los Administradores, se someten a la aprobación
de los socios para después depositarse ante el Registro Mercantil95.
La importancia de este aspecto radica, en los casos que estamos analizando, es
decir, aquellos en los que existe obligación de que las cuentas anuales sean revisadas por
auditores, antes de ser sometidas a la aprobación de la Junta General y remitidas al Registro
Mercantil96, en que éstos deberán redactar un informe sobre el resultado de su actuación97
que determinará la posibilidad de continuar o no con el procedimiento de aprobación
de las cuentas anuales. Si, como consecuencia de ese informe, los Administradores de
la sociedad se ven obligados a modificar las cuentas anuales, se suscita la cuestión de si
cabe interpretar que, en tal supuesto, ya se ha consumado el injusto, dado que las cuentas
anuales sometidas formalmente a la verificación de los auditores han resultado no veraces.
Partiendo de la conceptuación de los intereses protegidos por el art. 290 del Código
penal (intereses patrimoniales de los socios, de la sociedad o de terceros, por un lado;
y el correcto funcionamiento del orden económico, concretado en la confianza de que
Así afirma SUAREZ GONZALEZ, en BAJO FERNÁNDEZ et al. Compendio de derecho penal, cit., p. 578,
que “la exigencia de la idoneidad de la falsedad para causar un perjuicio permite establecer una doble
restricción en el ámbito típico. Por una parte, excluir aquellos comportamientos que a pesar de ser en sí
mismos falsos son irrelevantes por no afectar ni a la situación jurídica ni a la económica de la sociedad (vgr.
En la medida en que un Acta no se halle sometida a especiales requisitos de publicidad, la falsedad acerca
de la verdadera identidad del vendedor de un inmueble que adquiera la sociedad es irrelevante a los efectos
del art. 290). Por otra, convertir en atípicos aquellos comportamientos falsarios burdos que son perceptibles
por cualquiera”.
95
Así, no pueden considerarse como idóneas cualquier borrador o ejemplar más o menos definitivo que
carezca de los requisitos establecidos por la legislación mercantil para la validez de las cuentas anuales; vid.
En este sentido, MORENO CANOVES, A; RUIZ MARCO, F. Los delitos socioeconómicos, cit., p. 264.
96
Cfrs. Art. 203 de la LSA.
97
El art. 209 de la LSA establece que el informe emitido por los auditores de cuentas debe contener al
menos las menciones siguientes: a) observaciones sobre las eventuales infracciones de las normas legales o
estatutarias que hubieran comprobado en la contabilidad, en las cuentas anuales o en el informe de gestión;
b) las observaciones sobre cualquier hecho que hubieran comprobado, cuando éste suponga un riesgo para
la situación financiera de la sociedad.
94
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
37
las cuentas anuales reflejen correcta y verazmente la situación de la sociedad, por otro
lado)98, ambos tipos de intereses no pueden ser vulnerados hasta que se haya procedido
al sometimiento de las cuentas anuales a la aprobación por la Junta de accionistas, ya
que hasta ese momento estos documentos van a carecer de trascendencia jurídica para
los sujetos interesados en su contenido. Sólo cuando las cuentas anuales se someten a
la aprobación de la Junta General (y, consecuentemente, ya han sido revisadas por los
auditores) éstas se integran en el tráfico jurídico y conforman el objeto material del delito
contenido en el art. 290 del Código penal99.
Por consiguiente, la posible falsedad realizada por los auditores de cuentas al emitir
su informe es previa a la perfección del tipo, aunque su informe sea un acto necesario para
la consumación delictiva, ya que, sin el mismo, las cuentas anuales no podrán formalizarse
ante el Registro Mercantil.
Desde esta base, y sentada ya la imposibilidad de considerarlo autor de un delito
de falsedad documental o de falseamiento de documentos sociales, dado el momento del
iter criminis en el que realiza su aportación al hecho delictivo y dada la necesariedad de
su contribución, podrían ser considerados cooperadores necesarios del hecho realizado
por el administrador de hecho o de derecho de la sociedad100
Mayores dificultades de imputación de responsabilidad penal se plantean en
aquellos casos en los que el auditor actúa autónomamente; es decir, los supuestos en que
la falsedad cometida por el auditor es realizada totalmente al margen de la conducta del
administrador de hecho o derecho de la sociedad sometida a revisión y, por tanto, no
puede entenderse que exista cooperación alguna en un hecho delictivo ajeno, por cuanto
el “hecho ajeno” no existe. Son, fundamentalmente, un grupo de supuestos que consisten
en que el auditor emite un informe no verídico afirmando que las cuentas anuales y demás
documentos que está revisando no se corresponden con la imagen fiel y verdadera de la
situación económico-patrimonial de la entidad, cuando la situación real es que las cuentas
son veraces y exactas.
Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 329-352.
Cfrs. MORENO CANOVES; RUIZ MARCO, Los delitos socioeconómicos, cit., p. 264-265; NÚÑEZ
CASTAÑO, la estafa de crédito, cit., págs. 422-423.
100
Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, cit., pág. 3010; ya en este
sentido, la Memoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1996 (pág. 353) afirmaba que “... en muchos
casos para la realización de estas falsedades en las empresas obligadas a someter sus cuentas a auditoría es
necesaria la colaboración, dolosa o meramente negligente, de los auditores en la medida que deben verificar
la corrección contable de las cuentas anuales que se presentan”.
98
99
38
FAE Centro Universitário
Nuevamente nos encontramos ante un supuesto contenido en el nº 4 del art.
390 del Código penal (faltar a la verdad en la narración de los hechos) ya que, tal como
hemos afirmado, el informe emitido por el auditor es un documento auténtico y original,
pero cuyo contenido no se corresponde con la realidad extradocumental existente.
Consecuentemente, nuevamente ha de afirmarse la atipicidad de estos supuestos que se
deriva de la exclusión que en el art. 392 se hace del nº 4 del art. 390.
Ahora bien, las dificultades para la imputación de responsabilidad penal, no
impedirán, en su caso, la depuración de responsabilidad en el ámbito administrativo
sancionador en aplicación de los arts. 15 y ss. de la Ley de Auditoría de cuentas y, desde
luego, el ejercicio de las acciones civiles legalmente previstas101.
De este modo, al amparo del art. 11 de la Ley de Auditoría de Cuentas, los auditores
“responderán directa y solidariamente frente a las empresas o entidades auditadas y frente a
terceros, por los daños y perjuicios que se deriven del incumplimiento de sus obligaciones”,
quedando su régimen sancionador determinado por los mencionados arts. 15 y ss. de la
Ley de Auditorías de Cuentas.
Por lo que se refiere a la responsabilidad administrativa, la potestad sancionadora
corresponde al Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (I.C.A.C.), de conformidad
con lo establecido por el art. 15 de la Ley de Auditoría. El ejercicio de dicha potestad
debe ajustarse al procedimiento sancionador previsto en la Ley de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento administrativo común; en esta Ley se regula
la tramitación del expediente sancionador, bajo los principios de legalidad, irretroactividad,
tipicidad, responsabilidad, proporcionalidad, prescripción y concurrencia de sanciones102.
Este régimen administrativo sancionador puede iniciarse de oficio, aunque los
supuestos más frecuentes son consecuencia de la ejecución del control técnico reservado
al I.C.A.C. en el art. 22 de la Ley de Auditoría, y que tiene por objeto la revisión de los
trabajos de auditoría efectuados por los auditores de cuentas, para comprobar que se han
realizado de acuerdo con lo dispuesto en la normativa reguladora103.
Paralelamente a esta responsabilidad administrativa, los auditores de cuentas pueden
causar daño a los demás, y están sujetos a responsabilidad civil, que se traduce en la
obligación de indemnizar o reparar los perjuicios causados a la víctima.
Vid al respecto, ARANA GONDRA, Comentario al art. 11, Ley de Auditorías de Cuentas, Madrid 1995,
págs. 387 y ss.; PANTALEON,F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 130 y ss.
102
Cfrs. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores y la suspensión de pagos, Madrid, 1996, pág. 125.
103
Los arts. 64 a 73 del Reglamento de Auditoría desarrollan la materia del control técnico encomendado al
I.C.A.C.; cfrs. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores..., cit., p. 1225 y 126.
101
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
39
Ahora bien, tal como afirma PANTALEÓN PRIETO104 la determinación de la
concurrencia de responsabilidad civil de un auditor de cuentas exige necesariamente tres
requisitos:
a.-incumplimiento por parte del auditor de cualquiera de las obligaciones derivadas
de su contrato con la entidad; obligaciones que, según la Ley de Auditorías
de Cuentas, consisten en la revisión y verificación contable y en la emisión
del correspondiente informe. De este modo, si el informe que se emite no
corresponde con la realidad económica de la sociedad se están incumpliendo
las obligaciones contractuales contraídas por el auditor105.
b.-daños a la entidad, objetivamente imputables a la falta de cumplimiento en los
términos del art. 1107 del Código civil.
c.-imputabilidad de dicho incumplimiento al auditor; lo que como regla, exigirá
que sea atribuible a dolo o culpa propios o de sus dependientes o auxiliares en
el incumplimiento, por los que el auditor tiene que responder.
Sobre la base de la concurrencia de los tres requisitos anteriores, el art. 11 de la Ley
de Auditorías recoge, en su párrafo 1º, la responsabilidad de cada auditor individual, y, en
el párrafo 2º, contempla el supuesto de que la auditoría haya sido realizada por un auditor
que pertenezca a una sociedad de auditoría, en cuyo caso establece que “... responderá
tanto el auditor como la sociedad y ello en forma directa y solidaria, debiendo tenerse
presente que, según prescribe el art. 10.3 de la Ley de Auditorías, cuando la Auditoría se
lleve a cabo por una sociedad de este tipo, la dirección y firma de los trabajos de auditoría
corresponderá, en todo caso, a uno o varios de los socios auditores de cuentas...”106. A ello
se une la responsabilidad de los demás socios auditores de la sociedad de auditoría que no
hayan firmado el informe, aunque para éstos de forma subsidiaria y solidaria entre ellos107.
De todo esto, tal como afirma DIAZ MENDEZ108,
...se extrae la existencia de una responsabilidad del auditor individual y autónomo, una
responsabilidad solidaria de la sociedad de auditoría y el auditor a ella perteneciente
que ha realizado la auditoría de cuentas, y una responsabilidad subsidiaria de los demás
auditores pertenecientes a la sociedad que no hayan firmado el informe...
Cfrs. PANTALEÓN,F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 45.
De hecho, el Reglamento de Auditoría de cuentas, establece en su art. 48 que “se considerarán infracciones
graves: a.- el incumplimiento de la obligación de realizar una auditoría de cuentas contratada en firme; b.la emisión de informes de auditoría de cuentas cuyo contenido no fuese acorde con la evidencia obtenida
por el auditor en su trabajo (...)”.
106
Cfrs. DIAZ MENDEZ, Responsabilidad de los auditores de cuentas: cuestiones procesales. La Ley, n. 3491,
p. 1-3,apr. 1994.
107
Cfrs. Art. 11.2 de la Ley de Auditorías; vid. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores..., cit., p. 129.
108
Cfrs. DIAZ MENDEZ, Responsabilidad de los auditores de cuentas..., cit., p. 1-3.
104
105
40
FAE Centro Universitário
Al margen de la posible responsabilidad civil y administrativa de los auditores en el
caso de incumplimiento de las obligaciones contraídas con el contrato de auditoría, y, más
concretamente, en el caso de realizar un informe falso, es necesario señalar que tras todo
lo expuesto hasta el momento, es innegable, de lege data, la imposibilidad de imputación
a título de autor de alguno de los tipos falsarios contenidos en el Código penal español
de las conductas de falsedad realizadas por los auditores de cuentas en el ejercicio de su
actividad. Sin embargo, de lege ferenda, podría ser aconsejable introducir una disposición
similar a la contenida en el Derecho penal italiano que extienda la responsabilidad por las
falsas informaciones sociales no sólo a los administradores de la sociedad, sino también a
otros sujetos que puedan resultar igualmente trascendentes y relevantes para el correcto
funcionamiento de la actividad societaria y, consecuentemente, del sistema económico.
Si como he dicho, la actividad de revisión contable que llevan a cabo los auditores
es tan trascendente que, sin ella, no podrían aprobarse las cuentas anuales en aquellas
sociedades en que son obligatorias, es innegable que la realización de esta actividad otorga
un mayor grado de credibilidad en los terceros respecto de la veracidad y fidelidad de los
documentos auditados109.
De este modo, los auditores y su actividad no sólo se constituyen como una eficaz
barrera contra los ataques al bien jurídico protegido, sino que, en sentido inverso, su
actividad es perfectamente idónea para lesionar el referido bien que, además, podría
encontrarse más indefenso ante quien, en principio, tiene, por ley, el deber fundamental
de salvaguardarlo.
No podemos olvidar que la actividad de auditoría es, pese a su innegable y
trascendente interés público, una actividad privada; consecuentemente, los auditores
no son ejercientes privados de una función pública110, sino profesionales (privados e
independientes) que realizan una actividad de enorme interés y relevancia para la sociedad
y el correcto funcionamiento del sistema económico. Por ello, quizá pudiera resultar curioso
constatar que pudieran salir impunes de sus comportamientos, o, todo lo más responder
como partícipe de un hecho ajeno que lesione el mencionado bien.
Sin embargo, considero que no debemos caer en la demagogia y optar en este
momento por una absoluta incriminación de todas las conductas y sujetos que de un modo
u otro puedan atentar contra un bien jurídico digno de protección por el Derecho penal.
En este sentido, ya se habían pronunciado previamente STAMPA BRAUN, J.M.; BACIGALUPO, E. La reforma
del Derecho penal económico español, p. 67-68, quienes afirman que “...Creemos, por último, que también
debería incorporarse la hipótesis relativa a los informes falsos de auditoría o de la propia censura de cuentas,
tanto si esa falsedad es positiva, como si consiste en omitir circunstancias relevantes para el informe.”.
110
Cfrs. PANTALEÓN, F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 147.
109
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
41
Al enfrentarse a las tendencias derivadas del denominado “moderno” Derecho penal,
que consisten en un adelantamiento e incluso creación de nuevas barreras punitivas, es
necesario recordar uno de los principios sagrados del Derecho penal, el de intervención
mínima. Si el conflicto, por muy grave que sea la conducta y por muy importante que se
considere el bien jurídico lesionado, puede resolverse por otros cauces distintos al Derecho
penal, el recurso a éste debe evitarse111.
Efectivamente, poco a poco se ha ido extendiendo la idea de que los sectores
centrales del moderno Derecho penal, entre los que se encuentran la economía y la
actividad empresarial, padecen de un déficit crónico en su realización práctica. Así, se
sabe, por ejemplo, que la mayor parte de los procesos no pasan de la fase instructora, que
los jueces recorren a los marcos penales, los últimos responsables nunca caen en manos
de la justicia, etc.112 Para algunos, estos déficits se deben a que las leyes sólo se aplican
parcialmente, y exigen, por tanto, que se refuercen los instrumentos jurídico-penales y se
apliquen con mayor contundencia: more of the same.
Sin embargo, estos déficits son el resultado de problemas estructurales, que no sólo
no se solucionan con un empleo más enérgico de los instrumentos jurídicos-penales, sino
que se agudizan113. Desde este punto de vista, los déficits de realización demuestran hasta
qué punto el Derecho penal se utiliza en sectores que no son los suyos y haciéndole cumplir
unas funciones que le son extrañas, lo que produce su desnaturalización permanente y
no meramente transitoria.
Por ello, y dada la regulación de sanciones administrativas que prevé la Ley de
Auditorías para los casos de infracciones de las funciones de la actividad de revisión contable
por los auditores, deberá constatarse si estas son suficientes para resolver el conflicto, y
de no ser así, deberá modificarse la legislación mercantil para que ofrezca una solución
adecuada al problema que se ha planteado. Y sólo en el caso en que, de ningún modo
posible, la legislación extrapenal pudiese resolver el conflicto ocasionado por la lesión del
bien jurídico protegido, habría que cambiar el Código penal para que abarcase este tipo
de comportamientos.
Ya, en el comienzo del análisis doctrinal de la necesidad de regulación de unos delitos contra el orden
socioeconómico, pusieron de relieve STAMPA BRAUN, J.M.; BACIGALUPO, E. La reforma del Derecho
penal económico español, cit., p. 56, al analizar los denominados delitos financieros que “...En cualquier
caso, debe tenerse en cuenta que en esta materia la necesidad de medidas extrapenales no puede suplirse con
disposiciones de carácter penal exclusivamente (...) (...) ...lo que demuestra, una vez más, que la protección
de bienes jurídicos que interesan al Derecho penal económico no puede tener lugar sólo por medio de la
imposición de penas, y que también la reforma del Derecho mercantil debe orientarse hacia esa protección.
Ocurre, también en este caso, que el Derecho penal debe quedar reservado para aquéllos ilícitos que no
puedan impedirse mediante eficaces medidas del Derecho mercantil.”.
112
Cfrs. HASSEMER, Crisis y características del moderno Derecho penal. Actualidad penal,n.2, p. 642,1993.
113
Cfrs. HASSEMER, ibidem.
111
42
FAE Centro Universitário
Ahora bien, incluso desde una postura, como la que mantengo, de rechazo a las
tendencias expansivas del Derecho penal y de defensa de un Derecho penal garantista
que implique un absoluto respeto a los esenciales principios informadores del Derecho
penal, es evidente la incongruencia que puede implicar la situación descrita.
Efectivamente, si la razón de la incriminación de los administradores de la sociedad
radica en la posibilidad que los mismos ostentan de lesionar el bien jurídico protegido
con determinados comportamientos (en este caso, falsedades en documentos sociales),
la misma argumentación debería servir para incriminar las mismas conductas realizadas
por los auditores. Así, la auditoría otorga un mayor grado de credibilidad en los terceros
respecto a la veracidad y fidelidad de los documentos auditados, de tal modo que no sólo
constituye una eficaz barrera contra los ataques al bien jurídico, sino que, por el contrario,
puede resultar perfectamente idónea para lesionarlo.
Desde este prisma, resulta un contrasentido mantener la impunidad de quienes
desde el deber de salvaguardar un bien jurídico (los auditores) pueden más fácilmente
lesionarlo. Así pues, si mantenemos la necesidad de incriminación de los administradores
de la sociedad en aquellos supuestos en que realicen una falsedad en determinados
documentos sociales por cuanto este comportamiento determina o puede determina una
lesión del bien jurídico, con mayor razón deberían incriminarse los mismos comportamientos
realizados por los auditores que, tal como hemos visto, desde su posición de salvaguarda
y garantía del bien jurídico, pueden más fácilmente lesionarlo.
Pero todo ello, sin olvidar que no toda infracción del Ordenamiento que conlleve
la lesión de un interés o bien protegido implica de modo automático la intervención del
Derecho penal; por el contrario considero que debemos reducir el recurso al mismo a sus
mínimos indispensables. Y si esto es así respecto del Derecho penal tradicional, igualmente
es así respecto al Derecho penal económico y al societario.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
43
REFERÊNCIAS
ANTOLISEI, Francesco. Manuale di diritto penale: leggi complementari, I. I Reati societari,
bancari, di lavoro e previdenza, 10. ed., aggiornata e integrata da L. Conti. Milano: Dotti A.
Giuffré, 1997.
ARANA GONDRA, Francesci Javier. Comentario al art. 11. _____. Ley de auditorías de cuentas.
Madrid: Edersa, 1995.
AREAN LALIN, M. Conceptos mercantiles tipificados en los delitos societarios. In: JONADAS
SOBRE EL NUEVO CODIGO PENAL Y LOS DELITOS SOCIETARIOS, 1996. El nuevo código
penal y los delitos societarios. La Coruña: Fundación Caixa Galicia, 1998.
BACIGALUPO, E. (Dir.). Curso de derecho penal económico. Madrid. Marcial Pons, 1998.
______. La reforma de las falsedades documentales. La Ley. v.7, n. 3966, feb, 1996.
BAJO FERNANDEZ, M. Los delitos societarios en el nuevo código penal español de 1995. In:
JORNADAS SOBRE DERECHO PENAL ECONÓMICO, Oviedo, 1997.
BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico. Madrid: Centro de
Estudios Ramos Areces, 2000.
BAJO FERNÁNDEZ, M; DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO, J. Compendio de derecho penal (Parte
especial). Madrid : Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 1998-2003. v. 2.
BAJO FERNÁNDEZ, M; DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO, J. La responsabilidad penal de los
auditores. Partida Doble, n. 2, jun. 1990.
BARQUERO CASAS, M.J.Reflexiones técnico-jurídicas sobre los delitos de falsedad del tit.III,
libro II del código penal. Documentacion Juridica, v.1, n,37-40, p. 1064-1065, 1983.
BISBAL MENDEZ, J. El interés público protegido mediante la disciplina de la contabilidad (nota
sobre la 4ª Directiva del Consejo de la CEE. RDM, n. 160, 1981.
BLASCO LANG, J. M. La responsabilidad civil de los auditores de cuentas. Partida Doble, n. 42,
p. 39-47, feb.1994.
BUSATO, Paulo César. Vontade penal da pessoa jurídica:um problema prático de imputação de
responsabilidade criminal. Revista da Escola da Magistratura do Estado de Rondônia, Porto
Velho, RO, n. 8, 2001.
CASAS BARQUERO, H. Reflexiones técnico-jurídicas sobre los delitos de falsedad del Título III,
Libro II del Código penal. Documentación Jurídica, v.2, n. 37/40, 1983.
COBO DEL ROSAL, M. Examen crítico del párrafo 3º del art. 119 del código penal español.
Revista General de Legislación y Jurisprudencia, n. 212, 1962.
CONDE-PUMPIDO FERREIRO, C. Código penal: doctrina y jurisprudencia, Madrid: Trivium,
1997
CORDOBA RODA,J. et al. Comentarios al código penal.1.ed. Barcelona: Ariel, 1978. v. 3
CUNHA RODRIGUEZ. Os senhores do crime. Revista Portuguesa de Ciência Criminal, v . 9, n.
1, enero/mar. 1999.
44
FAE Centro Universitário
DIAZ MENDEZ, N. Responsabilidad de los auditores de cuentas: cuestiones procesales. La Ley,
v.. 3401, p. 1-3, abr. 1994.
DIAZ Y GARCIA DE CONLLEDO,M. Autoridad y funcionario público a efectos penales. In:
ENCICLOPEDIA jurídica básica. Madrid, 1995. v. 1
FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios: aspectos dogmáticos y jurisprudenciales.,
Valencia: Tirant lo Blanch, 2000.
FERNÁNDEZ ALBOR, A. Estudios sobre criminalidad económica. Barcelona: Bosch, 1978.
FERNÁNDEZ PANTOJA, P. Delito de falsedad en documento público, oficial y mercantil.
Madrid: Marcial Pons, 1996.
FERNÁNDEZ TERUELO, J. G. Los delitos societarios en el código penal español. Madrid:
Dykinson, 1998.
FERRE OLIVE, J. C. Sujetos responsables en los delitos societarios. Revista Penal, n. 1, 1997.
GARCIA ARAN, G. Consideraciones sobre los delitos societarios en el nuevo Código penal.
Economist & Jurist, 1996.
GARCIA CANTIZANO, M. Falsedades documentales. Valencia: Tirant lo Blanch, 1994.
GARCIA DE ENTERRRIA, J. Los delitos societarios: un enfoque mercantil. Madrid: Civitas, 1996.
GARRETA SUCH, J.M. Introducción al derecho contable. Madrid: Marcial Pons, 1994.
GARRIGUES, J.; URIA, R. Comentario a la ley de sociedades anónimas. Madrid: Samaran,
1976. v. 2.
GOMEZ BENITEZ, J.M. Administradores de hecho y de derecho en el nuevo código penal:
el nuevo código penal. delitos societarios e insolvencias punibles. Madrid: Banco CentralHispano, 1996.
_______. Curso de derecho penal de los negocios a través de casos: reflexiones sobre el
desorden legal. Madrid; Colex, 2001.
GOMEZ MARTÍN, F. Los Auditores y la suspensión de pagos. Madrid: Instituto de
Contabilidad y Auditoria de Cuentas, 1996.
HASSEMER, W. Crisis y características del moderno derecho penal. Actualidad penal, n.2, 1993.
JIMÉNEZ DE ASUA, L. Prólogo a Rodríguez Sánchez. In: RODRÍGUEZ SASTRE, Antonio. El
delito financiero: su repercusión en el crédito y en la economía. Madrid: [Imp. Patronato
Huérfanos de Intendencia] 1934.
MANTOVANI,F. Sul diritto penale della información societaria e dell’impresa, Ind. Pen., 1987
MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C; FERNÁNDEZ ALBOR, A. Delincuencia y economía, Santiago de
Compostela, 1983.
MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Delitos societarios: estudios sobre el código penal de 1995.
Madrid: CGPJ, 1996. v. 2 (Parte Especial)
________. Derecho penal económico: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 1999.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
45
MAZZACUVA, L’attività di revisione contabile e la certificazione dei bilanci. In: CONVEGNO
CEEP, Torino, 1983. Atti. Torino, 1983.
MORAM BOVIOJIMÉNEZ SÁNCHEZ y otros, Derecho Mercantil, Barcelona, 1995.
MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos: comentarios a los arts.
262, 270 a 310 del nuevo código penal (concordados y con jurisprudencia). [s.l.] : Edijus, 1996.
MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal: parte especial. 13. ed. Valencia: Tirant lo Blanch, 2001.
MUÑOZ CONDE, F.; GARCIA ARAN, M. Derecho penal: parte general, 4. ed. Valencia: Tirant
lo Blanch, 2000.
MUÑOZ CONDE, F.; GARCIA ARAN, M. Derecho penal: parte especial. 13. ed. Valencia:
Tirant lo Blanch, 2001.
NUÑEZ CASTAÑO, E. La estafa de crédito. Valencia: Tirant lo Blanch, 1998.
_______. Responsabilidad penal en la empresa. Valencia : Tirant lo Blanch, 2000.
OLAIZOLA FUENTES, I. Concepto de funcionario público a efectos penales. In: ASUA
BATARRITA (Dir.). Delitos contra la administración de justicia. Bilbao, 1997.
ORTS BERENGUER, E. et al. Derecho penal: parte especial. 2. ed. Valencia:Tirant lo Blanch, 1996.
PANTALEON PRIETO, F. La responsabilidad civil de los auditores: extensión, limitación,
prescripción, Madrid: Civitas, 1996.
PORTILLA CONTRERAS, G. El delito de práctica ilegal de detención por funcionario público.
Madrid: Edersa, 1990.
QUINTERO OLIVARES, G. (Dir.) ; VALLE MUÑIZ, J.M. (Coord.). Comentarios al nuevo código
penal. Pamplona: Aranzadi, 1996.
QUERALT JIMÉNEZ, J. J. El concepto penal de funcionario público. Cuadernos de Política
Criminal, n. 27, 1985.
RIVERO ROMERO,J. Contabilidad de sociedades: problemática económico-contable, Madrid:
Trivium, 1989.
RODRIGUEZ MOURULLO, G. Algunas consideraciones político-criminales sobre los delitos
societarios. ADPCP 1984.
_______. Aspectos penales de las crisis bancarias. In: CENTRO DE ESTUDIOS JUDICIALES.
Aspectos jurídicos de las crisis bancarias. Madrid: Banco de España, 1988.
ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el código penal de 1995. Valencia: Tirant lo
Blanch, 1998
SANCHEZ ALVAREZ, M. Los delitos societarios, Pamplona: Aranzadi, 1996.
SANCHEZ CALERO, F. Instituciones de derecho mercantil., Madrid; Dersa, 1994. v. 1.
SERRANO GOMEZ, A. Responsabilidad penal de administradores de sociedades y auditores de
cuentas. Actualidad PENAL, n. 28, jul. 1993.
SILVA , J. M. La expansión del derecho penal: aspectos de la política criminal de las sociedades
postindustriales, Madrid: Civitas, 1999.
46
FAE Centro Universitário
STAMPA BRAUM, J.M.; BACIGALUPO, E. La reforma del derecho penal económico español.
Madrid: Instituto de Estudios Económicos, 1980.
TERRADILLOS BASOCO, J. Los delitos societarios: el derecho penal en las sociedades
mercantiles a la luz de nuestra adhesión a la CEE. Madrid: Akal, 1987.
______. Derecho penal de la empresa. Valladolid: Akal, 1995.
URIA, R.; MENÉNDEZ MENENDEZ, A; MUÑOZ., A. La Junta general de accionistas (Arts. 93
a 122 de la LSA). In: MENÉNDEZ MENENDEZ, A; OLIVENCIA, M. ; URIA, R. Comentario al
régimen legal de las sociedades mercantiles Madrid: Civitas, 1991. v. 5
VILLACAMPA ESTIARTE, C. Sobre la tipificación de las falsedades documentales en el código
penal de 1995. Actualidad penal, n. 4, enero 1996.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011.
47
CAUSALIDAD, INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y RESULTADOS A LARGO
PLAZO
CAUSATION, SCIENTIFIC UNCERTAINTY AND LONG-TERM RESULTS
RESUMEN
Mª del Carmen Gómez Rivero*
El trabajo se ocupa de la compleja relación entre los estados de incertidumbre científica propios
de los nuevos ámbitos de desarrollo tecnológico y, por consiguiente, de desconocimiento de
los procesos causales a que pueden dar lugar el empleo de nuevos productos o servicios, y la
posibilidad de fundamentar un juicio de responsabilidad por los resultados que se causen a
consecuencia de los mismos. Esto plantea en Derecho penal no sólo la necesidad de articular
mecanismos con los que fundamentar en estos casos el desvalor de acción de la conducta
y, en especial, el valor que deba concederse en este orden al que se conoce como principio
de precaución, sino sobre todo la necesidad de trazar criterios con los que reconducir
explicativamente el resultado a la acción que indiciariamente lo provoca, así como de fijar
límites temporales a la posibilidad de reconducir los resultados que eventualmente se causen
transcurrido un largo período temporal desde el empleo de dichas tecnologías.
Palabras clave: Incertidumbre científica; estado de sospecha; principio de precaución; relación
causal; resultados tardíos; causalidad general;
ABSTRACT
The work deals with the complex relation between the conditions of scientific uncertainty with
the new areas of technological development and, consequently, with ignorance of the causal
processes to which they can give place the employment of new products or services, and the
possibility of basing a judgment of responsibility for the results that are caused as a result of the
same ones. This raises in Criminal law not only the need to articulate mechanisms with that to
devaluate the conduct and, especially, the value that should be granted in this order to which
it is known as principle of precaution, but especially the need to plan criteria with which to relead explanatorily the result to the action that provokes it, as well as of fixing temporary limits
to the possibility of re-leading the results that eventually are caused passed a long temporary
period from the employment of the above mentioned technologies.
Keywords: Scientific uncertainty; Condition of suspicion; Principle of precaution; Causal
relation; Late results; General causality;
* Catedrática de Derecho penal, Universidad de Sevilla
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
49
I
CONSIDERACIONES PREVIAS
El Derecho penal no solo elabora los presupuestos de su intervención sobre la base
de otras disciplinas, sino que necesita de su arsenal de conocimientos para fundamentar
sus propias soluciones. En efecto, por una parte, el Derecho penal, en cuanto última
instancia de control social, no formula de manera autónoma sus presupuestos, sino a
partir de las conductas previamente prohibidas por otras instancias formales de control.
Esto es especialmente visible en los ámbitos limítrofes de esta disciplina con el Derecho
administrativo. Sirvan de ejemplo los relacionados con el medio ambiente, la ordenación
del territorio, o en general los delitos relativos a la salud pública, donde lo normal es que
la configuración de los preceptos penales que castigan las respectivas conductas partan
de las previamente consideradas como ilícitas en aquel orden para, a partir de ellas,
introducir una serie de exigencias adicionales de peligro o lesividad que fundamenten el
injusto penal conforme el principio de intervención mínima. Es lo que sucede con los tipos
que se redactan conforme a la técnica de las leyes penales en blanco, que adoptan como
punto de partida de su supuesto de hecho, las conductas previamente definidas en el
ámbito administrativo con potencialidad lesiva conforme a los conocimientos que ofrecen
las ciencias de la naturaleza, y que se plasman en una serie de índices cuya superación
determina su ilicitud. Esas prohibiciones se incorporan posteriormente al Código penal por
la vía de remisión a las normas administrativas, si bien exigiendo normalmente requisitos
adicionales de peligrosidad.
Por otra parte, el Derecho penal no sólo parte de esas disciplinas a la hora de
configurar sus presupuestos, sino que también necesita de sus conocimientos en la
fundamentación de sus decisiones en el caso concreto. El juez no es ni tiene por qué
ser experto en todas las disciplinas que pueden ser relevantes en la fundamentación del
fallo, por lo que necesita recurrir a expertos que formulen sus pericias sobre la base de los
conocimientos de las respectivas ciencias. Pero no sólo eso. El juez también necesita, de
forma ordinaria, los conocimientos científicos en la tarea de relacionar explicativamente
un determinado resultado lesivo con la conducta que lo ocasiona, para así fundamentar
un juicio de causalidad entre ambos, presupuesto mínimo de la responsabilidad penal.
Para ello, reclama de nuevo los conocimientos que ofrecen otras disciplinas científicas
que, en este caso, ofrezcan las leyes causales con las que relacionar fenomenológicamente
acción y resultado.
A partir de la contemplación de los distintos momentos en que tiene lugar la
interrelación de la disciplina penal y las científicas, es fácil entender la variedad de frentes
desde los que, a su vez, se plantean serias dificultades a aquella rama del Derecho cuando
no son sólidos los conocimientos científicos sobre los que descansa.
50
FAE Centro Universitário
En efecto, en primer lugar, la situación de incertidumbre científica genera serios
problemas al orden penal en la tarea de delimitar, ex ante, el espectro de comportamientos
que está legitimado para prohibir conforme el principio penal básico de mínima
intervención. En la medida en que el Derecho penal formula, a menudo, la descripción
de las conductas punibles sobre la base de los saberes propios de otras disciplinas, cuando
las mismas no pueden ofrecer respuestas seguras surge la duda en torno a si puede, pese
a todo, prohibirlas sin violar su carácter de ultima ratio. La necesidad de respuesta a esta
cuestión se torna especialmente apremiante en el ámbito de la que se ha dado en llamar
sociedad de riesgo, que acuña la característica ambivalente de la sociedad actual: por un
lado, ofrece mayores cuotas de bienestar mediante los avances que proporciona el empleo
de nuevas tecnologías, y en general la puesta a disposición de nuevos productos; por otro,
sin embargo, genera una permanente sensación de inseguridad en torno a los posibles
efectos asociados a su empleo, a corto pero sobre todo a medio y largo plazo, ante la
inseguridad de los conocimientos científicos para identificarlos con cierta anticipación.
Esta incapacidad de la ciencia, que ha llevado incluso a proponer en determinados
sectores, la prohibición administrativa de ciertas conductas de forma genérica, abre
en Derecho penal el debate en torno a si esta rama del Ordenamiento jurídico puede
dar cabida a lo que se conoce como principio de precaución. Como recuerda ROMEO
CASABONA1, dicho principio, que se formuló por primera vez en los años setenta vinculado
a la legislación medioambiental, es aplicable con carácter general a las situaciones de
riesgo que presentan dos características básicas. La primera, que exista un contexto de
incertidumbre científica; la segunda, la eventualidad de que se produzcan daños graves e
irreversibles, soliéndose incluir entre ellos los daños colectivos que toman la dimensión de
catástrofes, como los asociados a los organismos genéticamente modificados o al cambio
climático. Como observa el mismo autor, el principio de precaución no parte de la absoluta
falta de previsión sobre el futuro, sino que se basa en la sospecha de los riesgos que puede
comportar una actividad determinada. Sin embargo, presupone el desconocimiento tanto
de la dimensión de ese riesgo como de sus posibles efectos perjudiciales, por lo que en aras
de la garantía de la seguridad, exige la adopción de determinadas medidas precautorias
e incluso, en casos extremos, la prohibición de la conducta.
Se trata, en definitiva, de lo que se ha dado en llamar la tarea de “administrar o
gestionar” los riesgos, cuya misión es buscar un punto de equilibrio entre el discurso en
defensa de los riesgos, como motor del desarrollo, y el discurso por la restricción de esos
Aportaciones del principio de precaución al Derecho penal. In: ROMEU CASABONA, Carlos María (Ed.)
Conducta peligrosa e imprudencia en la sociedad de riesgo. Granada: Comares, 2005. p. 93 ss. Publicado
también en : ROMEO CASABONA, Carlos María. Biotecnología y derecho: perspectivas en derecho
comparado. Granada: Comares, 2004. 385 ss.
1
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
51
mismos riesgos, como amenaza2. Todo ello sin olvidar que, en el fondo, es un pulso por la
búsqueda de un equilibrio entre las exigencias de seguridad social o minimización de riesgos
y su cuantificación económica; entre incolumidad y rentabilidad; entre progreso y costes.
Tal vez el ejemplo más antiguo del principio de precaución sea el recuerdo del hecho
contenido en el informe Late Lessons from Early Warnings (Harremoës y otros, 2001): en
1854 el Dr. John Snow recomendó retirar las manijas de las bombas de agua en Londres
para detener una epidemia de cólera. Durante un período de diez días en septiembre de
1854, en el que más de 500 londinenses murieron como consecuencia de la enfermedad,
Snow utilizó un mapa de la ciudad para ubicar cada hogar con un caso de cólera. Llegó
a la conclusión de que los londinenses que bebían de una determinada fuente de agua
corrían mayor riesgo de contraer la enfermedad y recomendó la remoción de la manija de
la bomba que suministraba agua potable de esa fuente. Ciertamente, las evidencias de la
relación causal entre la propagación del cólera y el contacto con las bombas de agua eran
débiles y de ninguna manera había una ‘prueba que no admitiera dudas razonables’. Sin
embargo, esa medida adoptada conforme la evidencia disponible en el momento, resultó
sumamente eficaz para impedir el contagio y las consiguientes muertes adicionales. Si las
autoridades del gobierno de Londres hubieran exigido una certeza absoluta, la epidemia
se habría prolongado otros 30 años hasta que se identificara la bacteria del cólera3.
En sentido inverso, fue precisamente la falta de adopción de medidas de precaución lo
que no ha impedido que se paralicen los daños a la salud relacionados con el uso del
amianto. Como recuerda el Informe del Grupo de Expertos sobre el principio precautorio
de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST),
actualmente se sabe que el amianto es la causa principal del mesotelioma, una enfermedad
con un período de incubación muy largo, pero que cuando se declara suele resultar
fatal en el plazo de un año. Los especialistas en salud estiman que en la Unión Europea
se producirán entre 250.000 a 400.000 muertes por mesotelioma, cáncer de pulmón y
amiantosis en los próximos 35 años, como consecuencia de una exposición al amianto
en el pasado. La extracción del mineral de amianto se inició en 1879, cuando la ciencia
no había advertido aún los peligros que entrañaba. La producción anual de amianto en
el mundo llegó a ser de 2 millones de toneladas en 1998. Las importaciones de la UE
alcanzaron su más alto nivel en los años setenta y fueron superiores a 800.000 toneladas
anuales hasta 1980, para disminuir a 100.000 toneladas en 1993. Según ese informe,
existe un plazo de 50 a 60 años entre el nivel más elevado de las importaciones de
amianto y la incidencia más alta del mesotelioma en un país. En concreto, en España,
el período de máxima utilización corresponde a los años de 1960 a 1984. Fue el Reino
Unido, en 1931, el primer país que tomó medidas reglamentarias para limitar la exposición
profesional al amianto y Francia el primero que, en 1945, reconoció la asbestosis como
enfermedad profesional. En España se reconoció en 19614. En España se prohibió su uso
CRUZ BOTINI, Pierpaolo. Principio de precaución, derecho penal y sociedad de riesgos. Revista General
de Derecho Penal, n. 7, mayo, 2007. Disponível em: < (http://www.iustel.com)>.
3
Véase el Informe del Grupo de Expertos sobre el principio precautorio de UNESCO conjuntamente con su
órgano consultivo, la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento científico y la Tecnología (COMEST), 2005.
4
Véase el informe: INSTITUTO D’ESTUDIOS DE LA SEGURETAT. Prospección sobre la presencia de amianto
o de materiales que lo contengan en edificios. Barcelona,2001. Estudios realizado para la Fundación
para la Prevención de Riesgos
2
52
FAE Centro Universitário
por la Orden Ministerial de 7 de diciembre de 2001, que recoge la Directiva 76/796/
CEE, que establece que la exposición al amianto, al liberar fibras, está asociada con la
asbestosis, mesotelioma y cáncer de pulmón.
Todo ello pese a que la alerta sobre su nocividad se remonta al año 1898, cuando en el
Reino Unido la inspectora industrial Lucy Deane advirtió acerca de los efectos nocivos
y ‘malignos’ del polvo de amianto. La ausencia de pruebas científicas concluyentes del
daño ocasionado contribuyó a la demora con que se adoptaron medidas y se dictó la
reglamentación sobre reducción de los riesgos. Las alertas iniciales de los años 1898 a
1906 no dieron lugar a ningún tipo de acciones de precaución para reducir el contacto
con el amianto, ni a estudios a largo plazo sobre aspectos médicos y sobre la exposición
de los trabajadores al polvo, que habrían sido posibles en esa época y contribuido para
justificar controles más estrictos de los niveles de polvo.
A nadie escapa, sin embargo, que adoptar como regla general la paralización de
todas esas actividades de riesgo en las situaciones de incertidumbre científica no sólo
impediría el desenvolvimiento normal de la vida ordinaria sino que también supondría una
importante rémora para la ciencia. De hecho son esperables los efectos adversos para la
salud de la exposición al plomo, mercurio, cloruro de vinilo, cromo, berilio, benceno y una
larga lista de pesticidas y otras sustancias químicas tóxicas, ¿significaría esto entonces, que
en todos esos casos las actividades que los emplearan habrían de prohibirse? Lógicamente,
la respuesta a esta pregunta requiere tener en cuenta el grado de temores en torno a
los potenciales efectos lesivos de un producto o actividad, lo que pasa por atender a las
peculiaridades del caso concreto conforme el estado de la ciencia en cada momento.
Así, por ejemplo, mientras las dudas en torno a los posibles efectos nocivos del uso de
la telefonía móvil no han alcanzado tal intensidad como para prohibir preventivamente
la conducta5, el principio de precaución impide en la actualidad el que se conoce como
el xenotrasplante, esto es, el trasplante de órganos de animales a los seres humanos, por
ejemplo el corazón de un cerdo. Sus principales riesgos consisten en el peligro eventual de
que se transmitan enfermedades infecciosas de un animal a un ser humano. Los científicos
Como recuerda Emilia Sánchez, de la Agencia de Evaluación de Tecnologías e Investigación médicas,
El principio de precaución: implicaciones para la salud pública (http://scielo.isciii.es), los estudios
experimentales, in vivo, in vitro y en voluntarios, han demostrado que el aumento de la temperatura tiene
efectos sobre el sistema nervioso que son difíciles de interpretar en términos de riesgo para la salud humana.
Se desconoce si la exposición es inocua o si pueden existir efectos no identificados todavía. Por otra parte,
los datos epidemiológicos disponibles indican que la exposición a radiaciones como las descritas no está
asociada a la aparición de cáncer ni tiene efectos sobre la reproducción. Estos estudios presentan limitaciones
para identificar efectos leves que podrían producirse con una exposición intensa y prolongada, o efectos
crónicos que pudieran aparecer varios años después de la exposición. En definitiva, con el conocimiento
actual no hay evidencia científica de que la exposición a la radiofrecuencia de la telefonía móvil cause
problemas de salud, pero no hay información suficiente para asegurar que no representa un riesgo.
5
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
53
han identificado el llamado ‘retrovirus endógeno porcino’ (PERV) como un posible agente
infeccioso que motiva especial preocupación. Hasta la fecha no se dispone de estudios que
hayan demostrado una transmisión directa del PERV, fuera del laboratorio, de las células
porcinas a las humanas. El hecho de que la posible existencia del riesgo sea incierta pero
científicamente plausible determina la aplicación a estos casos del principio de precaución6.
La Comunicación de la Comisión Europea sobre el recurso al principio de
precaución (2.2.2000 COM(2000) 1 final), ofreció algunas pautas que habrán de seguir
las decisiones políticas que se adopten por los gestores de esos riesgos. En concreto, en el
caso de que se considere necesario el recurso al principio de precaución, las medidas que
se pretendan adoptar basadas en él deberán ser, entre otros aspectos: proporcionales al
nivel de protección elegido; no discriminatorias en su aplicación; coherentes con medidas
similares ya adoptadas; basadas en el examen de los posibles beneficios y los costes de la
acción o de la falta de acción; sujetas a revisión, a la luz de los nuevos datos científicos, y
capaces de designar a quién incumbe aportar las pruebas científicas necesarias para una
evaluación del riesgo más completa.
En la actualidad, este principio está presente, por ejemplo, en el Reglamento (CE)
n.º 178/2002, de 28 de enero de 2002 (17), en materia de seguridad alimentaria, que
dispone en su art. 7 que: “En circunstancias específicas, cuando tras haber evaluado la
información disponible se observe la posibilidad de que haya efectos nocivos para la salud,
pero siga existiendo la incertidumbre científica, podrán adoptarse medidas provisionales
de gestión del riesgo para asegurar el nivel elevado de protección de la salud por el que
ha optado la comunidad”.
El principio de precaución ya fue aplicado en el ámbito comunitario por el Tribunal
de Justicia de las Comunidades Europeas, en su Sentencia sobre la validez de la Decisión de
la Comisión, por la que se prohibía la exportación de vacuno del Reino Unido para limitar
el riesgo de transmisión de la epidemia de Encefalopatía Espongiforme Bovina – EEB-. A
mediados de los años 80 comenzó a manifestarse la enfermedad en una cabaña de ganado
vacuno del Reino Unido. Una década después existía ya la sospecha acerca de que el
consumo de esos animales podría ser determinante de los casos registrados de una grave
enfermedad neurovegetativa: la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, lo que determinó que
la Comisión Europea prohibiera la exportación de ganado vacuno desde el Reino Unido.
El Tribunal, que se pronunció sobre dicha decisión, consideró que: «...ha de admitirse
Al respecto, por ejemplo, ROMEO CASABONA, Carlos Maria. (Coord..), Los xenotrasplantes: aspectos
científicos, éticos y jurídicos. Granada: Comares, 2002; TALLACHINI, Mariachiara. Principio de precaución
y bioseguridad: aplicación a la salud huana. In: : ROMEO CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de
precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 85 ss. (Colocar na página 4)
6
54
FAE Centro Universitário
que, cuando subsisten dudas sobre la existencia o alcance de riesgos para la salud de las
personas, las Instituciones pueden adoptar medidas de protección sin tener que esperar
a que se demuestre plenamente la realidad y gravedad de tales riesgos», (considerando
99)... Corrobora este punto de vista el apartado 1 del artículo 130 R del Tratado CE, según
el cual la protección de la salud de las personas forma parte de los objetivos de la política
de la Comunidad en el ámbito del medio ambiente. El apartado 2 de ese mismo artículo
prevé que dicha política, que tendrá como objetivo alcanzar un nivel de protección elevado,
se basará, entre otros, en los principios de precaución y de acción preventiva, y que las
exigencias de la protección del medio ambiente deberán integrarse en la definición y en la
realización de las demás políticas de la Comunidad» (considerando 100)7.
Sin poder entrar en la determinación de los casos concretos en que resulte aplicable
dicho principio, a este estudio interesan dos cuestiones fundamentales. La primera, las
repercusiones que el mismo tenga en el ámbito específicamente penal a la hora de definir
la conducta prohibida. La segunda, las peculiaridades que el estado de incertidumbre
científica sobre el que descansa el principio de precaución inyecta en la determinación del
juicio relacional entre la acción y el resultado como presupuesto mínimo e indispensable
del juicio de responsabilidad penal. Si bien, buena parte de las consideraciones son
trasladables a la generalidad de los casos, las reflexiones que hagamos se centran de forma
específica en la fenomenología de supuestos caracterizadas por la dilación temporal entre
la conducta y el resultado que a ella se asocia, en cuanto que, debido a su frecuencia y
complejidad, concentran la mayor parte de problemas.
II.
INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y FORMULACIÓN DE LA CONDUCTA
PROHIBIDA
Aun cuando ciertamente los casos de dilación temporal entre la realización de la
acción y la producción de un resultado representan tan solo un grupo especial dentro de
los que pueden plantearse en un contexto de incertidumbre científica, lo cierto es que
son el exponente paradigmático de su problemática. No es extraño que sea así teniendo
en cuenta que lo normal es que la situación de ignorancia científica se proyecte a las
consecuencias más inseguras, como son precisamente las que se asocian a la dilación
temporal. Ejemplos no faltan en este sentido. Además de casos como el de amianto, ya
mencionado, baste pensar en el ámbito de los medicamentos en el caso Contergan o en el
Sentencias de 5 de mayo de 1998, asuntos C-157/96 y C-180/96.
7
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
55
de algunos anticonceptivos suministrados en los años setenta y ochenta que posteriormente
se revelaron como posibles agentes causantes del cáncer de mama o de útero. Es más,
la inseguridad de esas consecuencias resulta comprensible teniendo en cuenta que se
plantean no sólo respecto al transcurso de la vida del sujeto que en concreto es objeto de
la conducta. También los riesgos alcanzan a las generaciones futuras. Baste pensar tanto
en los casos en que la enfermedad de que se trate pueda manifestarse a la descendencia
del sujeto, como en aquellos otros que, como sucede con la práctica del xenotrasplante,
plantean incluso el riesgo de contagio de la patología contraída por un individuo a terceras
personas por vía epidémica. No es por ello casual que el principio de precaución surgiera
justamente en un ámbito que se caracteriza por proyectar los resultados lesivos a lo largo
de un período dilatado de tiempo: el medio ambiente.
A la especificidad de la problemática de los daños aplazados en el tiempo se refirió
la Comunicación de la Comisión sobre el principio de precaución8 al afirmar que,
La medida de reducción de los riesgos no debe limitarse a los riesgos inmediatos, para los
que es más fácil evaluar la proporcionalidad de la acción. Las relaciones de causalidad
son las más difíciles de probar científicamente en los casos en que los efectos peligrosos
se dejan sentir mucho tiempo después de la exposición, y por este mismo motivo el
principio de precaución debe utilizarse a menudo. En este caso, los efectos potenciales
a largo plazo deben tenerse en cuenta para evaluar la proporcionalidad de las medidas,
las cuales deben establecer sin demora acciones que puedan limitar o suprimir un riesgo
cuyos efectos sólo serán aparentes al cabo de diez o veinte años o en las generaciones
futuras. Esto se aplica muy especialmente a los efectos sobre los ecosistemas. El riesgo
aplazado para el futuro sólo puede eliminarse o reducirse en el momento de la exposición
a dicho riesgo, es decir, inmediatamente.
Lógicamente, no es objeto del presente apartado determinar los presupuestos
o condiciones en que, en relación con los resultados dilatados en el tiempo, procede
incorporar a las normas administrativas prohibiciones inspiradas en el principio de
precaución. Lo único que nos interesa en él es el estudio de la proyección que, una vez
formulado, tenga aquel principio en el orden penal. A efectos expositivos, en lo que sigue
diferenciaremos los distintos grupos de casos imaginables.
Bruselas, 2.2.2000 COM(2000) 1 final, pág. 18
8
56
FAE Centro Universitário
1.- La incorporación del principio de precaución a normas administrativas y su
incidencia en el orden penal
En la tarea de precisar la concreta incidencia que pueda tener el principio de
precaución en la configuración de la conducta penalmente prohibida hay que reconocer
que existen determinados supuestos en que aquélla resulta más visible. Es lo que sucede
con las leyes penales en blanco. Como ya recordábamos, las mismas se caracterizan por
que el legislador penal redacta su supuesto de hecho a partir de las conductas previamente
prohibidas en el orden administrativo. Allí donde las normas administrativas hayan recogido
el principio de precaución para prevenir los resultados lesivos, entre ellos los que se
produzcan a largo plazo, dichas precauciones podrán tener traducción indirecta en el
orden penal mediante dicha técnica de remisión9.
Cuestión distinta de lo anterior es, lógicamente, las críticas de que pueda hacerse
merecedora el recurso a dicho tipo de normas, acentuadas precisamente en este ámbito.
Entre ellas baste con citar sólo dos. En primer lugar, que por esta vía pueden acabar
prohibiéndose en Derecho penal conductas cuya sanción, sin embargo, es más propia del
orden administrativo. Este riesgo se presenta especialmente evidente en los denominados
delitos de acumulación. Si ya de por sí los mismos resultan cuestionables en cuanto que
suponen hacer responder al autor por un contenido de injusto, que excede del propio
de su conducta para atender al resultado final fruto de la interacción de la actuación de
diversos agentes, esas críticas se acentúan en los contextos de incertidumbre científica. Baste
pensar que en ellos ni siquiera el posible resultado final puede atribuirse con certeza a la
acumulación de dichos comportamientos. La lejanía respecto a la efectiva posibilidad de
lesión del bien jurídico de la conducta en sí misma considerada resulta entonces evidente10.
En segundo lugar, debe llamarse la atención sobre el hecho de que la filtración más
clara del principio de precaución por esta vía tenga lugar precisamente mediante el recurso
a los delitos de peligro que más reparos despiertan desde el punto de vista del respeto
al principio de lesividad: los de peligro abstracto y, aun cuando merecedores de mayor
aprobación, los de peligro hipotético o abstracto-concreto. Es lógico que sea así, en cuanto
que dado que estos delitos se limitan a recoger conductas que se presumen ya peligrosas
sin comprobación adicional alguna, permiten dar cabida a las prohibiciones que se basan
ROMEO CASABONA, C. M.. Aportaciones del principio de precaución al derecho penal. In: ________ .
CONDUCTA peligrosa e imprudencia en la sociedad de riesgo. Granada:Comares, 2005. p. 103 ss.
10
Sobre este problema véase SCHROEDER, Fredrich-Christian, Principio de precaución, derecho penal y
riesgo. In: ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada:
Comares, 2004. p. 432 ss.
9
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
57
en una situación de peligro aún no comprobado. Como con acierto se ha destacado, el
efecto final es que se acaba castigando una actitud de simple desobediencia, ya que no
se protege el riesgo, sino que se prohíbe una conducta sobre la base de la sospecha de
que pudiera representar un peligro11.
Por el contrario, y por razones lógicas, la relevancia de dichas normas extrapenales
que recogen el principio de precaución va a ser prácticamente inexistente en el caso de
los delitos de peligro concreto, caracterizados por la necesidad de fundamentar un nexo
relacional entre la conducta que describe la norma penal y la situación de peligro que
contemplan. En ellos, esta última funciona al modo de un resultado del delito que, por
tanto, resiste toda la elaboración dogmática diseñada para los tipos de resultado, como
la comisión por omisión o, en lo que ahora nos interesa, la necesidad de establecer un
juicio no sólo de causalidad sino también de imputación objetiva entre uno y otro. Las
dificultades para dar cabida en ellos al principio de precaución resultan entonces evidentes,
lo que llevaría siempre a concluir afirmando la atipicidad de la conducta.
No obstante, este diseño teórico se empaña a menudo en la práctica. En este sentido
resulta criticable que a veces los delitos de potencialidad lesiva se conviertan en su
interpretación jurisprudencial en delitos de peligro abstracto. Es digna de mención la
cita de la STS 144/2000, de 14 de septiembre, en relación con la aplicación del art.
364.2.1, que incorpora la prohibición reglamentaria de administrar sustancias prohibidas
a los animales destinados al consumo humano, pero requiriendo el tipo que se trate de
agentes no autorizados susceptibles de causar daños a la salud de las personas: “En lo
concerniente a la falta de nocividad para la salud del olaquindox, se trata de una alegación
carente de eficacia defensiva, toda vez que el delito del art. 364.2º se comete infringiendo
la prohibición de utilizar determinados productos en la alimentación. Esta prohibición
surge de la Orden de 25 de septiembre de 1996, que el recurrente no ha impugnado”.
Ahora bien, no se afirma nada nuevo al recordar que aun cuando en el sector de
actividad de que se trate el Código penal contemplase dicho tipo de normas, dado sus
caracteres, con ellas tan sólo estaría atendiendo a la potencialidad lesiva de la conducta
respecto al riesgo que representa para bienes supraindividuales. Es lo que sucede por
ejemplo con el art. 363, que castiga a los productores, distribuidores o comerciantes que
pongan en peligro la salud de los consumidores “1. Ofreciendo en el mercado productos
alimentarios con omisión o alteración de los requisitos establecidos en las leyes o reglamentos
sobre caducidad o composición”. Si entre esas leyes o reglamentos se encontrasen algunos
que efectivamente contemplaran prohibiciones sobre la base del principio de precaución,
BAÑO LEÓN, José María. El principio de precaución en derecho público. In: BOIX Reig, J.; BERNARDI,
A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). Responsabilidad penal por defectos en productos destinados a
los consumidores. Madrid: Iustel, 2005. p. 39. Colocar p. 7
11
58
FAE Centro Universitário
dicho tipo de normas tendría efectivamente incidencia en el orden penal, pero limitada
en exclusiva a integrar parte del supuesto de hecho de un tipo que no protege de forma
directa la vida o la salud de los consumidores.
Lo anterior traslada precisamente el problema a los tipos delictivos que la mayoría
de las veces van a venir en consideración cuando se manifiestan, ya en concreto, resultados
lesivos tardíos en las personas: el homicidio o las lesiones: ¿hasta qué punto incide la
formulación de aquellas normas administrativas que recogen el principio de precaución
en la definición del desvalor de acción de tales delitos?
Para ilustrar la problemática de este grupo de casos podría servir el que saltaba
hace algunos años a la prensa relativo a la posible relación entre la exposición a campos
electromagnéticos procedentes, por ejemplo, de la instalación de antenas de telefonía
móvil, y la aparición de casos de leucemia en las personas que desenvolvían su vida en las
proximidades de los lugares en que estaban instaladas. Característico de estos casos es que la
dilación entre la aparición de estos resultados y la conducta de la instalación se desenvuelve
en un contexto de incertidumbre científica, de modo que sólo con la irrupción de tales
casos comenzó a sospecharse acerca del posible efecto lesivo que aquellas podrían tener.
Como recuerda el informe SESPAS 2002 (Sunyer, Kogevinas y Antó)12, en los últimos
20 años se han realizado multitud de estudios sobre CEM de muy baja frecuencia y su
asociación con diferentes enfermedades (leucemia, cáncer de cerebro, cáncer de mama,
cáncer de testículos, enfermedades neurológicas), en diferentes poblaciones (niños y
adultos), diferentes ambientes de exposición (residenciales y ocupacionales) y utilizando
diferentes diseños (estudios de correlación simple, estudios de registros de mortalidad
o de incidencia del cáncer, estudios de tipo caso-control y de cohorte). Según el mismo
informe, si bien en algunos estudios se detectó un aumento del riesgo, en pocas ocasiones
se evaluaron conjuntamente otros factores de riesgo conocidos que podían afectar los
resultados. Las evidencias más fundadas sobre los efectos nocivos de la exposición a dichos
campos se refieren a la aparición de casos de leucemia en niños, respecto a los que, si
bien la mayoría de los estudios no encontraron resultados estadísticamente significativos,
sin embargo sí reconocían la existencia de lo que se llaman riesgos incrementados (riesgo
relativo mayor que 1). Según un estudio de la International Agency for research of cancer
de junio de 2001, se reconoce una asociación relativamente consistente entre leucemia
en niños y exposición a CEM de muy baja frecuencia por encima de 0,4 microTesla con
un aumento del riesgo de 2.
Las sospechas en torno a tales riesgos13 conforme el estado actual de la ciencia
ha determinado que se contemplen normativamente determinadas prohibiciones que
Capítulo 10.6 del “INFORME SESPAS 2002: Invertir Para la salud. Prioridades en la salud pública.
En realidad, dichas sospechas se remontan a 1979, cuando Wertheimer y Leeper asociaron la misma con el
cáncer infantil .WERTHEIMER N; LEEPER E., Electric wiring configurations and childhood cancer. American
Journal of Epidemiology, Baltimore, Md., v.109, p. 273-849, 2001.
12
13
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
59
responden al principio de precaución. En concreto, la Recomendación del Consejo de
Ministros de Sanidad de la Unión Europea (RCMSUE) 1999/519/CE, de 12 de julio de 1999,
relativa a la exposición del público en general a campos electromagnéticos de 0Hz a 300
GHz se incorporó a nuestro ordenamiento por el RD 1066/2001, de 28 de septiembre, por
el que se aprobó el Reglamento que establece las condiciones de protección del dominio
público radioeléctrico, restricciones a las emisiones radioeléctricas y medidas de protección
sanitaria frente a emisiones radioeléctricas. En él se establecen una serie de límites de
exposición conforme a los conocimientos de la ciencia en el momento de aprobarse.
Ya en el orden específicamente penal, la pregunta que se plantea es la siguiente: si
dichas exposiciones se realizaran con la contravención de tales índices y llegara a producirse
un resultado lesivo o incluso la muerte de alguna o varias personas a largo plazo, ¿qué
incidencia tendrían en la determinación del desvalor de acción del correspondiente delito
de homicidio o de lesiones dichas normas administrativas que recogen aquel principio
de precaución?
A la vista del estado de la ciencia en el momento de realizar las conductas, la
primera conclusión parece que habría de ser la de reconocer la imposibilidad de exigir
responsabilidad penal a quienes procedieron o autorizaron, por ejemplo, la instalación
de antenas que emitían frecuencias por encima de los índices permitidos. La razón sería
que en tal contexto de incertidumbre científica se descarta la posibilidad de formular el
presupuesto básico del juicio de responsabilidad en aquel orden, a saber, la comprobación
de que en el momento de realizar la conducta podía apreciarse el componente subjetivo
mínimo de reproche: la previsibilidad del resultado. Si se parte, como suele reconocerse,
de que la previsibilidad presupone una situación de certidumbre respecto de los riesgos
que se pueden asociar a una conducta, habrá de concluirse excluyendo en estos casos
cualquier juicio de reproche penal.
Con todo, afirmado lo anterior, lo cierto es que prácticamente desde que se
comenzaron a estudiar las repercusiones del principio de precaución en el orden penal
la doctrina ha venido planteando la posibilidad de formular también el concepto penal
de imprudencia dando entrada a una versión de aquel principio que en determinadas
condiciones permitiera fundamentar un reproche por la infracción del deber de cuidado
representada por la realización de la conducta.
Ciertamente, como señala ROMEO CASABONA, utilizar el principio de precaución
como alternativa a la previsibilidad puede suponer un riesgo para los principios de ultima
ratio y de mínima intervención penal14. Sin embargo, teniendo en cuenta que con aquel
Véase por todos ROMEO CASABONA, Carlos. Aportaciones del principio de precaución al derecho penal,
ob. cit., págs. 109 ss.
14
60
FAE Centro Universitário
principio se trata de prevenir riesgos graves y catastróficos, esto es, los supuestos más
alarmantes que reclaman la intervención punitiva, resultaría justificada su relevancia en
el orden penal, máxime cuando dichos riesgos estuvieran recogidos normativamente en
una disposición legal o reglamentaria. En palabras del mismo autor, en tales casos, “las
pautas del cuidado objetivamente debido en el caso concreto se establecerían de acuerdo
con esa norma extrapenal, basada a su vez en el principio de precaución, bien por su
aplicación directa, bien mediante su ejecución o puesta en aplicación por la autoridad o
funcionario correspondiente, incluso cuando aquel cuidado exigible no se correspondiera
con los estándares aceptados en la actualidad”15.
Ni que decir tiene que en todos estos casos habrá de comprobarse si efectivamente el
sujeto actuó con una actitud imprudente e incluso de dolo eventual. Para ello habrán
de tenerse en cuenta criterios como la finalidad que pretendía conseguir el sujeto con la
realización de la conducta, e igualmente habrán de ponderarse todas las circunstancias
que en el caso concreto permitan inferir su actitud subjetiva al tiempo de realizar los
hechos. A este respecto debe observarse, además, que cuando el principio de precaución
se incorpora a normas administrativas que por la vía de integración de las leyes penales en
blanco pasan después a conformar el tipo penal de un delito de peligro, la infracción dolosa
de aquellas puede considerarse como un indicio para atribuir después, a título al menos
de imprudencia, las consecuencias lesivas – a bienes jurídicos individuales- que resulten
de su infracción16. Porque aun cuando en el momento de su realización resultara incierta
la producción de esos concretos resultados lesivos, la contravención intencional de las
normas puede reflejar, cuanto menos, una actitud negligente respecto a las consecuencias
asociadas a la misma17. Así, por ejemplo, el suministro doloso al ganado de una sustancia
de engorde prohibida con base en el principio de precaución, puede funcionar como un
indicio respecto a la imprudencia del autor, cuando no de su indiferencia, respecto a los
eventuales resultados lesivos para la vida o salud de los consumidores que finalmente se
relacionarán en términos causales con la acción.
También en el sentido de admitir el principio de precaución en la determinación del deber de cuidado,
MENDOZA, Blanca, Principio de precaución, derecho penal del riesgo y delitos de peligro. In: ROMEO
CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares,
2004. p. 452 ss.
16
Admitir el valor de este hecho como indicio no supone lógicamente la renuncia a comprobar la efectiva
concurrencia de la imprudencia. Desterrados definitivamente de nuestro Ordenamiento jurídico penal
los llamados delitos cualificados por el resultado, por su incompatibilidad con el respeto al principio de
culpabilidad, la imputación final del daño requerirá adicionalmente la efectiva comprobación de que
respecto al mismo el autor actuó, al menos, de modo imprudente.
17
En este sentido merecen reproducirse las observaciones de DE SOLA RECHE, Esteban. Principio de precaución
y tipicidad penal. .In: ROMEO CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y
derecho. Granada: Comares, 2004. p. 490: “la actividad realizada al margen de la preceptiva autorización
(por inexistencia o desatención de la existente), supondría también una infracción del deber de cuidado,
objetivado en el requisito de la autorización; y acarrearía la responsabilidad por resultados imprevisibles
hasta entonces”. Colocar na p. 10)
15
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
61
Cuestión distinta de lo anterior es que una vez admitida la incidencia de un estado
de sospecha acerca de los potenciales efectos del producto en la determinación del deber
de cuidado, la ausencia de un estado de conocimiento científico sólido puede plantear
problemas singulares que afectan precisamente a la mutabilidad de las condiciones que
fundamentan la precaución; esto es, puede presentarse dudoso el tratamiento de los
supuestos en que, si bien en el momento de realizar la conducta se había formulado el
principio de precaución, los conocimientos científicos posteriores determinen una alteración
en su plasmación o cuantificación del riesgo. Esto puede suceder en dos direcciones
distintas: la primera, la de aumentar los niveles de precaución respecto de los inicialmente
establecidos; la segunda, reducirlos e incluso hacer desaparecer la prohibición a la vista
de los nuevos conocimientos científicos.
De hecho, que la predisposición a la mutabilidad de sus presupuestos es algo
consustancial al principio de precaución lo pone de relieve, la existencia misma de
previsiones en este sentido en las normas administrativas que lo contemplan. No hay mejor
ejemplo que el artículo 7 del RD 1066/2001 antes citado, que dispone que el Ministerio
de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Sanidad y Consumo, en coordinación con las
Comunidades Autónomas, evaluará los riesgos sanitarios potenciales de la exposición
del público en general a las emisiones radioeléctricas. Precisamente por la necesidad
de atender a la posible evolución del estado de la ciencia, añade que “el Ministerio de
Sanidad y Consumo adaptará al progreso científico el anexo II, teniendo en cuenta el
principio de precaución y las evaluaciones realizadas por las organizaciones nacionales e
internacionales competentes”18.
Si, en la línea de lo que aquí se sostiene, efectivamente se acepta la incidencia de
dicho principio de precaución positivizado como elemento ponderativo en la determinación
de desvalor de acción de la conducta a efectos penales, ¿cómo habría de influir entonces
un cambio en la cuantificación de tales índices?, ¿habrían de verse los mismos, en realidad,
como un obstáculo más a su admisión en este orden?
Aun reconociendo que ciertamente este dato introduce un elemento adicional de
complejidad, entiendo que los problemas de dicha reformulación del principio podrían
solucionarse sin mayores dificultades teniendo presente las exigencias generales del orden
penal. Así, en primer lugar, cuando los conocimientos posteriores pongan de relieve que
no tiene sentido seguir manteniendo la prohibición recogida hasta entonces en las normas
Conforme con lo previsto en el mismo, el Ministerio de Sanidad y Consumo emitió a los tres años de su
entrada en vigor un Informe sobre la aplicación de dicho RD. En él concluía que, dada la ausencia de
novedades en relación con evidencias científicas desde la publicación del Real Decreto, no había razones
científicas o sanitarias que justificasen una modificación de los límites de exposición del Real Decreto.
18
62
FAE Centro Universitário
administrativas, o al menos no en los niveles en que inicialmente se contemplaba, decaerá
cualquier posibilidad de fundamentar un juicio reotroactivo de responsabilidad penal. La
solución no distaría en realidad de la que se mantiene en general cuando una conducta
inicialmente prohibida deja de serlo, con lo que bastaría trasladar a este ámbito aquellos
principios generales.
Inversos a los anteriores serían los casos en que la correspondiente normativa
recogiera inicialmente determinados índices de prohibición que después se elevan. En
tales supuestos se plantea si la conducta realizada bajo la vigencia de aquellos índices más
bajos podría considerarse infractora del deber de cuidado cuando, aun respetándolos, ya
en aquel momento existieran sospechas acerca de la peligrosidad de los niveles inferiores19
. La solución de este segundo grupo de casos tiene que ver precisamente con cuanto
sostenemos en el epígrafe que sigue, por lo que remitimos al mismo su tratamiento.
2
LA INCIDENCIA EN LAS NORMAS PENALES DE LAS SOSPECHAS
ACERCA DE LA POTENCIALIDAD LESIVA DE UNA CONDUCTA NO
PLASMADAS AÚN POSITIVAMENTE
Singulares problemas plantea la tarea de determinar la traducción que ya en el
orden penal deban tener las sospechas acerca de la potencialidad lesiva de una sustancia,
producto o una actuación en general, cuando la misma no se ha recogido aún formalmente
en leyes prohibitivas que consagren el principio de precaución.
Con todo, y por delimitar el núcleo problemático que aquí interesa, debe aclararse
desde el principio que el mismo se ciñe a los casos en que, pese a esa situación, exista al
menos un estado científico de sospecha en torno a los potenciales efectos nocivos de la
sustancia o del medicamento de que se trate. De otra forma, la producción de los daños
Puede ponerse como ejemplo el uso del amianto. En la actualidad está prohibido por la Orden Ministerial de
7 de diciembre de 2001, que recoge la Directiva 76/796/CEE, que reconoce que la exposición al amianto,
al liberar fibras, está asociada con la asbestosis, mesotelioma y cáncer de pulmón. Con anterioridad el uso
de este material se regulaba en el Real Decreto 1406/1989, de 10 de noviembre, que supuso una serie
de limitaciones a la comercialización y al uso de determinadas sustancias y preparados peligrosos, y fue
dictado en base a la normativa de la Unión Europea que regula esta materia, constituida por la Directiva
del Consejo 76/796, de 27 de julio, relativa a la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y
administrativas de los Estados miembros que limitan la comercialización y el uso de determinadas sustancias
y preparados peligrosos y sus posteriores modificaciones. Este Real Decreto sufrió varias modificaciones en
su Anexo I como consecuencia de la evolución de la normativa comunitaria en la materia y de la necesidad
de incrementar los niveles de protección de la salud. Una de esas últimas modificaciones vino de la mano
de la Orden de 6 de julio de 2000, por la que se incorporó a nuestro ordenamiento jurídico la Directiva
1999/43/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de mayo.
19
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
63
que eventualmente se produjeran podría cobrar interés en otros órdenes jurídicos, pero
no desde luego en el penal en el que, como es sabido, el juicio de responsabilidad se
excluye en las situaciones de absoluta imprevisibilidad. En efecto, dicho elemento de la
previsibilidad no sólo es relevante en dicho orden a la hora de identificar los riesgos que
objetivamente, en un plano normativo, puedan considerarse prohibidos. También es un
componente básico del juicio de atribución subjetiva a la hora de formular el juicio de
reproche por imprudencia20. En un Estado de Derecho sólo los resultados previsibles pueden
ser imputados al autor como garantía básica de que únicamente responderá por los actos
que le sean atribuibles. Así lo impone el respeto del principio de culpabilidad, en contraste
a lo que serían los presupuestos propios de un sistema de responsabilidad objetiva.
Valga de nuevo como ejemplo, cuanto sucedió con los efectos lesivos –cancerígenosasociados a las primeras conductas consistentes en el contacto de seres humanos con el
polvo de amianto. Como recuerda el informe de la Comisión Europea de 2002, Lecciones
tardías de alertas tempranas: el principio de cautela, 1896-2000, Algunos puntos a
modo de resumen, se trata de un caso que nos cogió “por sorpresa: los riesgos de estas
tecnologías valiosas no se «conocieron» hasta que fue demasiado tarde para impedir los
efectos irreversibles”. Por ello, en relación con esas primeras conductas realizadas en un
estado de desconocimiento absoluto de la nocividad del producto, no podría formularse
juicio alguno de responsabilidad penal.
Así delimitado, hay que reconocer que, en realidad, el problema no es nuevo para
la jurisprudencia. Si bien con la peculiaridad de que posteriormente pudo demostrase
una conexión causal certera, así lo entendió el Tribunal Supremo en el caso enjuiciado
por la conocida STS de 18 de noviembre de 1991, relativa a las transfusiones de sangre
contaminada practicadas en el Hospital “Príncipes de España” de Bellvitge, en Barcelona,
sin someterse a las pruebas de detección de anticuerpos del VIH. El Tribunal Supremo
apreció la imprudencia en la actuación del Director y de la doctora encargada del servicio
de hematología del hospital, no sólo respecto a las transfusiones practicadas sin someterse a
control con posterioridad a la Orden 10 de octubre de 1986 de la Generalitat de Cataluña
y que provocaron el contagio. También la apreció respecto al contagio de un paciente con
anterioridad a la entrada en vigor de aquélla, por entender que aun sin la existencia de
Cuestión distinta es que precisamente debido al doble momento en que cobra relevancia la previsibilidad
-comprensiva de los conocimientos especiales- como elemento genuino o propio del delito imprudente,
su necesidad haya sido puesta en entredicho por cierto sector doctrinal. Por todos, ROXIN, Claus. Derecho
penal: parte general. Tradução de Diergo Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Vicente
Remesal. Madrid: Civitas, 1997. p. 366 ss: en los casos en que “un resultado no era previsible, o bien falta
ya...la creación de un peligro jurídicamente relevante, o bien falta la realización del peligro creado”. Por
eso concluye afirmando que “para constatar la realización imprudente de un tipo no se precisa de criterios
que se extiendan más allá de la teoría de la imputación objetiva”. (Colocar na p. 12)
20
64
FAE Centro Universitário
dicha norma también se vulneraba la lex artis: “La Orden de la Generalitat no condiciona
necesariamente las conductas imprudentes acaecidas con anterioridad, ni es en ningún
caso constitutiva «per se» de la actividad culposa incardinada en el texto articulado del
565, vigente entonces, por hechos posteriores...la imprudencia temeraria no es infracción
en blanco, no depende de norma reglamentaria alguna, que puede existir pero que no es
de concurrencia inexcusable para el tipo. La valoración de la culpa está por encima del
cumplimiento o incumplimiento de la susodicha Orden, aunque, se repite, su contenido
en algún caso sirva para aseverar las características y requisitos del delito en sí”.
De hecho, también en el caso Lederspray, al que enseguida tendremos ocasión
de referirnos, el Tribunal admitió la responsabilidad penal por infracción de determinadas
normas de cuidado aun no positivizadas. Cuando comenzó la sospecha de que el posible
agente causante de las enfermedades que estaban padeciendo las personas en contacto
con el spray podría deberse al mismo, se celebró una Junta Extraordinaria de la cúpula de
dirección de la empresa matriz, en la que a la vista de las investigaciones realizadas hasta
entonces, el químico director informó que no podía determinarse que el agente causante
de aquellas fuera la toxicidad del spray, lo que justificaba no adoptar ninguna medida
limitadora de su comercialización o uso más allá de incluir una advertencia en el envase del
producto. Tanto el Tribunal de Instancia como el BGH condenaron a los administradores de
las empresas por lesiones en comisión por omisión respecto a las lesiones producidas por la
distribución de los productos con anterioridad a la celebración de la Junta Extraordinaria,
así como por lesiones por acción respecto a los productos puestos en circulación con
posterioridad a dicha Junta21.
Se parte, en definitiva, de que lo decisivo a la hora de fundamentar la imprudencia
es la contrariedad material a las exigencias del deber de cuidado por encima de que las
mismas se hayan positivizado formalmente. Específicamente en relación con los daños
por el producto KUHLEN afirma que el hecho de que “la investigación científica no haya
podido demostrar de manera suficiente que un producto supone un peligro para la salud
no tiene como consecuencia directa la autorización de su venta. Y al revés: para determinar
la admisibilidad de la comercialización de un producto no basta con que exista una
hipótesis que afirme su peligrosidad, aunque esta haya sido propuesta por algún científico.
Lo decisivo es antes bien la ‘sospecha seria de peligrosidad”22.
RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Teresa. En Incidencia dogmática de la jurisprudencia del caso de la colza y otros
casos en materia de productos defectuosos. In: BOIX REIG, J.; BERNARDI, A.; CAMPOS CRISTOBAL, R.
(Coord.). Responsabilidad penal por defectos en productos destinados a los consumidores. Madrid: Iustel,
2005. p. 118.
22
KUHLEN, Lothar, Necesidad y límites de la responsabilidad penal por el producto. ADPCP, v. 55, p. 79, 2002.
21
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
65
En el fondo, late el argumento que ya manejara ROXIN cuando afirmaba que,
quien se dispone a realizar una conducta cuyo riesgo para bienes jurídicopenalmente
protegidos no puede valorar, debe informarse; si no es posible o parece que no servirá
para nada informarse, se debe abstener de la conducta. Y quien pretende emprender
algo que probablemente ponga en peligro bienes jurídicos y no es capaz de hacer frente
a los peligros debido a insuficiencias físicas o por falta de práctica o habilidad, debe
omitir la conducta; en caso contrario existe ya en el emprendimiento o asunción de
la actividad una imprudencia (la llamada provocación culpable por emprendimiento o
asunción). Brevemente resumido: quien no sabe algo, debe informarse; quien no puede
hacer algo, debe dejarlo23.
Desde luego, a nadie escapa que de esta forma se produce una considerable
extensión del ámbito de la intervención penal respecto a lo que tradicionalmente han sido
los parámetros clásicos de la formulación del juicio de responsabilidad por la producción
de resultados lesivos. El debate que se abre entonces es precisamente el relativo a si esa
expansión de la intervención penal resulta justificada teniendo en cuenta los nuevos
riesgos que proceden de los avances científicos y la consiguiente necesidad de que los
presupuestos de la intervención del Derecho penal puedan alcanzar el equilibrio de, por un
lado, respetar los derechos de los ciudadanos y, por otro, no permanecer impasibles frente
a los nuevos riesgos que proceden de los avances de la ciencia. La discusión, desde luego,
adquiere peculiaridades propias, que en buena medida la apartan de las coordenadas del
debate que ya desde hace varios años se viene planteando en Derecho penal, relativo a su
expansión a nuevos ámbitos, terreno en el que, como es sabido, los partidarios de la llamada
Escuela de Frankfurt proponen, si no renunciar al Derecho penal, sí al menos elaborar lo
que se ha dado en llamar Derecho penal de dos velocidades. Por sus peculiaridades, el
problema que ahora se plantea se distancia en buena medida de aquella discusión. Baste
tener presente que mientras en la misma lo que se cuestiona básicamente es si el orden
penal debe intervenir para hacer frente a nuevos injustos, ahora lo que se plantea es si,
respecto a los bienes jurídicos que han representado tradicionalmente el núcleo básico
e indiscutido del Derecho penal (los protegidos en los delitos contra la vida e integridad
física), deben flexibilizarse los presupuestos del reproche punitivo para comprender los
nuevos factores de riesgo que acompañan a las tecnologías actuales.
Derecho penal: parte general, ob. cit., págs. 1009 ss. La concreción de este principio puede leerse en nuestra
doctrina, por ejemplo, en DE VEGA RUIZ, José Augusto: La imprudencia no es infracción en blanco que
depende de ninguna disposición legal. Se considera simplemente cada vez que se falta a reglas, de cualquier
tipo, de precaución y cautela.. In: TRATAMIENTO jurídico penal del S.I.D.A. Madrid, 1992. p.133.
23
66
FAE Centro Universitário
Según entiendo, no le falta razón a la doctrina que se ha pronunciado de forma
favorable a este proceder atendiendo a que, si bien supone a la postre, expandir el ámbito
de intervención penal, estamos ante conductas graves y referidas a daños con potencialidad
catastrófica, lo que justificaría la filtración de tales sospechas al juicio de responsabilidad
penal24. Con todo, de cara a garantizar que dicha expansión se limite a los casos más graves,
habrá de cuidarse que el órgano judicial llegue al convencimiento de que las circunstancias
del caso permitían fundamentar el deber del autor de abstenerse de realizar la conducta de
que se trate. Para ello habrá de considerarse decisiva la atención a determinados extremos,
entre los que a mi juicio resultan fundamentales los siguientes.
El primero, el más básico, la atención al grado de sospecha acerca de la hipotética
lesividad del producto. Se trata de un extremo que tendrá que cuantificarse en el caso
concreto a partir de un reparto entre los riesgos que debe asumir la sociedad y los que
corresponden al productor de los bienes o al prestador de los servicios en cuestión. Como
recuerda KUHLEN, en ese juicio habrán de ponderarse las circunstancias concurrentes en
cada supuesto, entre ellas, la entidad y número de las lesiones que puedan causarse y, por
supuesto, el estado de opinión científica respecto a dicha eventualidad; esto es, el grado
de uniformidad o discrepancia de pareceres en la comunidad científica. Cuando exista
una opinión claramente dominante, el productor que acomode su actuación a la misma
“no actúa de forma contraria a deber”25.
En los casos en que las opiniones científicas se encuentren divididas pero sea
conocido el estado de sospecha de los riesgos denunciados por una parte de los científicos,
habrá de atenderse a otros criterios, entre ellos, además de los ya señalados de valoración
de la entidad de los riesgos, al grado de utilidad social de la conducta. En efecto, no
puede ser idéntico el baremo cuando la realización de la misma pese a la sospecha de su
nocividad tiene como única finalidad la consecución de un interés económico particular,
que cuando con ella se persigue un fin de utilidad social. En estos casos, ciertamente podrá
Así lo considera ROMEO CASABONA Carlos, que destaca que si bien el principio de precaución cumpliría
sin dificultades las exigencias de seguridad jurídica cuando una disposición legal o reglamentaria estableciera
la observancia de ciertas cautelas y comportamientos en relación con determinada actividad respecto de
la que no es objetivamente previsible la producción de un resultado concreto ni es conocida la posible
conexión causal, añade que incluso sin ese soporte “el principio de precaución no supondría una quiebra
de la estructura del delito imprudente...se sigue asentando en la base de la conducta imprudente, y esta
se compara con la conducta diligente exigible en el caso concreto. Ocurre que la conducta diligente,
conforme al cuidado objetivamente debido, ya no se establece a partir de la idea de previsibilidad, ni
tampoco comporta que se prescinda de cualquier parámetro para determinar el cuidado debido. Éste toma
como premisa una actividad de la que se sospecha un cierto riesgo no determinable ni verificable ex ante,
debido a la incertidumbre científica sobre las leyes causales”, “Aportaciones del principio de precaución
al Derecho penal”, ob. cit., p. 112.
25
KUHLEN, Lothar, ADPCP 2002, op. cit., p. 79.
24
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
67
decirse que el agente tenía que sospechar de los efectos nocivos de su actuación, y en
este sentido su conducta infringe el deber de cuidado. Pero sin duda en la determinación
del mismo habrán de sopesarse las ventajas que con ello pretendía conseguir el autor. De
hecho, si bien con un alcance diferente, como es del graduar la imprudencia, dicho criterio
ha estado presente de forma tradicional en el razonamiento de nuestros Tribunales a la
hora de concretar la intensidad de la misma. Es interesante en este sentido la Sentencia
del Tribunal Supremo de 23 de abril de 1992, relativa al conocido caso de la Colza: “la
intensidad de los deberes de cuidado relativos a la vida y salud de las personas es alta, pues
tales bienes tienen una importancia superlativa. La utilidad social de los bienes perseguidos
por el recurrente es, por el contrario, bajísima, toda vez que consiste en obtener ventajas
económicas burlando la prohibición oficial de comercializar una especie determinada
de aceite...la desproporción entre la utilidad del fin perseguido y la magnitud del peligro
generado es, por tanto, de tal intensidad que no cabe discutir la temeridad”.
De hecho, no sólo a la hora de baremar la imprudencia adquiere relevancia este
dato. También puede repercutir en la valoración que efectúe el juzgador acerca del
concreto titulo subjetivo que se impute al autor. Así, mientras muchas veces será posible
descubrir una actitud propia del dolo eventual en quien actúa movido en exclusiva por la
búsqueda del lucro personal, aun siendo consciente de los riesgos que puede comportar su
conducta, será más fácil reconducir la actuación al ámbito de la imprudencia allí donde la
actividad en cuestión pretendiera la consecución de cierta utilidad social, si bien el agente
no indagara, o no suficientemente, sus efectos nocivos.
Pero sin desviarnos a estos aspectos subjetivos y centrándonos en el momento
previo que nos interesa en torno a la determinación del deber de actuar del fabricante
del producto o prestador del servicio, en la tarea de determinar los casos en que el estado
de sospecha pueda considerarse suficiente para integrar la infracción del deber objetivo
de cuidado, puede decirse que otro de los criterios que cobra singular protagonismo es
la atención al papel que haya tenido la propia Administración, esto es, si en el contexto
de incertidumbre científica de que se trate, aquella había autorizado la producción del
bien o la prestación del concreto servicio. Este criterio no ha pasado desapercibido a
KUHLEN, quien ejemplifica con el caso planteado a mediados de los años noventa, en
relación con la fabricación de productos técnico-dentales que contenían amalgamas,
respecto a los que se sospechaba su nocividad para la salud por comportar una exposición
al mercurio, aun de baja intensidad. En realidad, la comunidad científica llevaba muchos
años discutiendo acerca de sus potenciales efectos dañosos, sobre todo a largo plazo. En
esa situación, y en lo que se refiere en concreto a la responsabilidad del productor, era
decisivo determinar si estaba obligado a retirar las amalgamas, lo que a su vez sólo podría
fundamentarse si pudiera afirmarse que el mismo tenía que partir de una sospecha seria
68
FAE Centro Universitário
de su peligrosidad. Como advierte KUHLEN, en apoyo de la respuesta negativa debía
tener un peso específico el dato de que en dicho estado de incertidumbre científica el
uso de esos productos había sido aprobado por la autoridad competente a partir de un
examen material que se basó en la falta de su lesividad: “En estas circunstancias y en tanto
se trate de ‘largas exposiciones a pequeñas dosis’, se debe permitir de modo general que
el fabricante parta de la autorización estatal y de la subyacente evaluación de su producto
como inofensivo...La existencia de una opinión científica consolidada y la autorización
administrativa otorgada como resultado de un test de inocuidad suponen un importante
límite para la responsabilidad penal por el producto”26.
Es importante observar que para llegar a esta solución no es decisivo, de por sí, el
solo hecho de la existencia de una autorización administrativa, sino el dato de que la misma
descansa en una opinión científica mayoritaria. De distinto modo habrían de valorarse
los casos en que el productor pretendiera ampararse en una autorización administrativa,
pese a las fuertes sospechas científicas en torno a la lesividad de la sustancia. De esto
ya tuve ocasión de ocuparme en otro trabajo en relación con los casos de autorización
medioambiental27. Como allí sostenía, dicha autorización podrá tener eficacia excluyente
de la responsabilidad penal por los resultados que se causen al bien jurídico colectivo –
como el medio ambiente-, pero no respecto a las lesiones que sufrieran los bienes jurídicos
vida o salud, que por su importancia, en ningún caso podrían considerarse justificados al
amparo de una autorización emitida por los órganos administrativos.
En segundo lugar, y junto con la atención a los criterios anteriores para decidir
acerca de la existencia o no de un estado de sospecha que permitiera considerar infringido
el deber de cuidado, otro de los criterios que debe servir para modular el juicio en torno
a la procedencia o no de responsabilidad en tales casos habrá de ser la atención a la
concurrencia o no del consentimiento del afectado en la situación de riesgo. Como ejemplo
podría manejarse lo que sucedió hace décadas con la industria tabacalera. Lógicamente, el
problema no se plantearía en la actualidad en este ámbito, en el que son ya evidentes los
efectos de riesgo asociados al consumo de tabaco. La posible eficacia del consentimiento
del afectado tuvo sentido cuando dichos efectos se preveían tan sólo en términos de
sospecha. Lógicamente, el presupuesto para llegar a esta conclusión será, adicionalmente,
que los consumidores en general tengan un conocimiento real acerca de esas sospechas
y que la situación de peligro no se enmascare por informes contrarios respaldados por
KUHLEN, Lothar, ADPCP 2002, op. cit., p. 79 ss.
GÓMEZ RIVERO M. del Carmen. El régimen de autorizaciones en los delitos relativos a la protección
del medio ambiente y ordenación del territorio. Valencia: Tirant lo Blach, 2000. p. 53ss.
26
27
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
69
el interés empresarial en continuar con la comercialización del producto en cuestión. Es
lo que se ha dado en llamar la “ciencia basura”, que intenta influir en la opinión pública
ridiculizando a los científicos cuya investigación, por alertar de los peligros de técnicas
económicamente rentables, es una amenaza para intereses poderosos28.
Debe observarse, por otra parte, que para que se tenga en cuenta dicho extremo,
habrá de tratarse de riesgos en los que el sujeto pueda consentir plenamente por agotarse en
el mismo los posibles efectos nocivos. Ello excluye, por ejemplo, la validez del consentimiento
en casos como el del xenotrasplante, dado el riesgo de que las enfermedades que contraiga
el sujeto en cuestión puedan extenderse como una epidemia al resto de la población.
En resumen, pues, aun reconociendo, por todo lo anterior, la necesidad de operar
con especiales cautelas a la hora de fundamentar un juicio de responsabilidad penal en
el contexto de incertidumbre científica, entiendo que al menos en los casos extremos,
esto es, aquellos en los que la sospecha fuera más elevada y el sujeto obrase movido por
intereses particulares desligados de cualquier utilidad social de su comportamiento, no
habrían de ponerse obstáculos para fundamentar el desvalor de acción de la conducta.
Para concluir este apartado, tan solo restaría realizar una última consideración
relativa a los concretos sujetos contra los que podría formularse un juicio de responsabilidad
penal por estos cauces. En efecto, hasta ahora las consideraciones se han referido a quienes
ponen en práctica o comercializan los productos de que se trate y que, conforme a la
exigencia básica de respetar el principio de culpabilidad, tienen conocimiento de las
sospechas advertidas por la comunidad científica. Junto a ellos, habría que plantear la
responsabilidad en que puedan incurrir éstos e incluso las autoridades competentes en la
materia que, pese a tener razones fundadas para dichas sospechas, oculten la información,
la mayoría de las veces con la finalidad de no entorpecer los intereses económicos del sector
en cuestión. En tales casos, si realmente pudieran probarse esos extremos y se verificase
el daño, el título de responsabilidad por las posibles muertes o lesiones que llegaran a
producirse habría de ventilarse conforme a los expedientes propios de la comisión por
omisión, siempre lógicamente que en el caso concreto se dieran sus presupuestos29.
Véase al respecto, por ejemplo, el artículo de David Michaels: La fabricación de la incertidumbre científica.
Disponível em:< http://www.project-syndicate.org>, quien denuncia precisamente cómo el interés en
crear incertidumbre científica estuvo presente en relación con la industria tabacalera y actualmente lo está
respecto a la industria de los combustibles fósiles en un esfuerzo por impugnar el trabajo de los científicos
sobre cuestio vinculadas al cambio climático.
29
En relación con los encargados de la toma de decisiones, véase ROMEO CASABONA, Carlos. Aportaciones
al principio de precaución en derecho penal. In: _____: Principio de precaución, biotecnología y derecho.
Granada: Comares, 2004. p. 461.
28
70
FAE Centro Universitário
III.
INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y RELACIÓN CAUSAL ENTRE LA
ACCIÓN Y EL RESULTADO
En el apartado anterior nos hemos ocupado de identificar las coordenadas mínimas
dentro de las que sería posible tener en cuenta el principio de precaución a la hora de
formular el desvalor de acción de los correspondientes delitos contra bienes jurídicos
individuales. Sólo entonces tiene sentido comenzar siquiera a plantear la responsabilidad del
sujeto por la producción tardía de los resultados en un contexto de incertidumbre científica,
puesto que de otra forma los resultados que llegaran a producirse serían despreciables
desde el punto de vista de una rama del Ordenamiento jurídico, la penal, que desde hace
mucho desterró cualquier vestigio de responsabilidad objetiva.
En el presente apartado se tratan los presupuestos con que puede atribuirse a dicho
comportamiento previamente desvalorado el resultado lesivo que eventualmente provoque.
Como es sabido, esa tarea resulta fundamental en relación con los delitos imprudentes,
cuyo injusto determina que sólo resulten punibles allí donde, a consecuencia de la acción
descuidada, se verifique un resultado imputable a la misma, cuyo presupuesto lógico es
la comprobación de la relación de causalidad con aquel. Pero no sólo en ellos resulta
importante esa tarea. También cobra relevancia en relación con los delitos dolosos. Aun
cuando en ellos no se discute el castigo de su desvalor de acción conforme al esquema de
la tentativa, lo cierto es, que ésta se basa conceptualmente en un estado de conocimiento
científico en torno a la idoneidad de la acción para evolucionar hacia la producción de un
resultado lesivo, con independencia, lógicamente, que después el mismo no tenga lugar
por causas ajenas a la voluntad del autor. Sin embargo, allí donde se parta de una situación
de incertidumbre o de desconocimiento científico en torno a los posibles efectos causales,
habría que descartarse la posibilidad de responsabilizar al autor por un intento de causar
algo que, paradójicamente, se desconoce si es posible causar.
Sea como fuere, tanto en los delitos imprudentes como en los dolosos, conviene
tener presente que cuando se habla de incertidumbre científica y dilación en la relación
causal o procesos a largo plazo, debe diferenciarse el doble sentido o dualidad de realidades
a que puede hacerse referencia con esta expresión. En concreto, porque dependiendo
del estado de la ciencia en el momento de producirse el resultado dilatado en el tiempo
es posible identificar dos ámbitos problemáticos distintos.
El primero de ellos se plantea allí donde en el momento de verificarse el resultado no
haya quedado probada la relación causal entre la acción y éste, esto es, allí donde no puede
formularse ninguna ley causal, completa o incompleta, conforme a los correspondientes
procedimientos de prueba (1). El segundo correspondería a la fenomenología de supuestos
en que si bien al momento de realizar la conducta no pudiera formularse dicha ley causal, al
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
71
tiempo de producirse el resultado sí fuera posible dar por probada dicha relación (2). Dadas
las diversas peculiaridades que presentan cada uno de ellos conviene tratarlos por separado.
1.- Situación de incertidumbre científica y resultados tardíos
Dentro de este primer grupo de casos haremos referencia, en primer lugar, al
problema general que plantea la comprobación de la relación de causalidad en estos casos,
para tratar a continuación las cuestiones relacionadas con su prueba en los contextos de
incertidumbre científica.
a. El estado de incertidumbre científica
Con cierta frecuencia pueden encontrarse en los medios de comunicación noticias
que dan cuenta de la lesión de bienes jurídicos fundamentales potencialmente asociada
a determinadas conductas cuya relación causal, sin embargo, es imposible de formular en
términos científicos conforme a los conocimientos del momento. Así, cuando hace unos
años, leíamos en la prensa la noticia en torno a la posible relación entre la aparición de casos
de leucemia en niños y la colocación de antenas de telefonía móvil en lugares cercanos
a su domicilio o escuela, el contenido ya de por sí preocupante de esos datos, tenía para
los penalistas un significado adicional: planteaba nada menos que el reto de reconducir
explicativamente un resultado a una acción como presupuesto para formular, en su caso,
un juicio de reproche penal a los responsables de la instalación de dichas antenas.
En realidad, el problema no era distinto a otros casos que ya se habían planteado
años atrás tanto dentro como fuera de nuestro país. En lo que a lo primero se refiere,
baste con remontarnos a la España de los años 80 y al conocido caso de la colza, relativo
a la intoxicación masiva de miles de personas. Aunque la ciencia no era capaz de ofrecer
una explicación acabada de la causa determinante de la misma, todo parecía señalar a la
ingestión de aceite de colza desnaturalizado destinado al consumo humano.
Tras la celebración de un proceso que, por su complejidad, se prolongó casi diez
años, la Sentencia de la Audiencia Nacional de 20 de mayo de 1989 condenó a los acusados,
siendo posteriormente confirmado el fallo por el Tribunal Supremo en la sentencia de 23
de abril de 1992. La principal dificultad a la que se enfrentó el Tribunal fue precisamente
la de individualizar el juicio de responsabilidad penal por cada uno de los resultados de
muertes y lesiones producidos (lesión de los vasos sanguíneos, edema pulmonar y aumento
anormal de los eosinófilos, esclerodermatosis, afecciones al sistema nervioso, lesión de
los vasos arteriales pulmonares, y en general afectación de prácticamente la totalidad de
los órganos). Claro que esa dificultad no tenía que ver con la constatación de los mismos,
72
FAE Centro Universitário
cuya realidad era evidente, sino con la necesidad de fundamentar un juicio relacional
entre éstos y la adulteración del aceite conforme al presupuesto mínimo –aunque no
suficiente en Derecho penal- de la prueba de una relación de causa a efecto entre el agente
presumiblemente desencadenante de los daños y el resultado o resultados producidos.
Es más, en este caso no sólo se planteaba dicha dificultad, sino que también concurría un
problema adicional, que a menudo se convierte en uno de los mejores bancos de prueba
acerca de las posibilidades de atribuir un resultado a una acción: el de mantener el juicio
de responsabilidad por los resultados que se dilatan en el tiempo. Así lo planteaba el dato
de que después incluso de dictarse la sentencia, las víctimas siguieran aumentando y que
de los 300 muertos iniciales, en 1995 se hablara en los medios de comunicación de 70030.
Algo parecido se debatía en otros casos sucedidos en Europa31. Probablemente
el más conocido fue el de “talidomida” (caso Contergán), que en los años 60 planteó al
Tribunal de Aquisgrán la dificultad de comprobar la relación causal entre la ingestión de
este medicamento por parte de mujeres embarazadas y la producción de serias lesiones
en el feto e incluso de abortos32, así como daños en las propias embarazadas que lo habían
consumido. Si bien era realmente difícil identificar la causa en términos científicos, lo cierto
es que había un dato obvio: si antes de su comercialización los casos de focomelia eran
rarísimos (1 en 4 millones), en el lugar y período en que el fármaco se estuvo expendiendo
(entre 1958 y 1962), se detectaron al menos 845 casos. Aunque el Tribunal llegó a declarar
acreditado el nexo causal sobre una base epidemiológica, la causa fue sobreseída en virtud
de un acuerdo que incluía el pago de importantes indemnizaciones a las víctimas.
Véase al respecto: HASSEMER, W.; MUÑOZ CONDE, F., La responsabilidad por el producto en derecho
penal. Valencia: Tirant le Blanch, 1995. p. 49 ss.
31
Puede citarse fuera de Europa el caso expuesto por CHO, Byung-Sun. Cuestiones de causalidad y autoría
en el derecho penal del medio ambiente coreano y japonés desde la perspectiva del derecho comparado.
Trad. Díaz Pita, Mª del Mar. Revista Penal, n. 4,p. 43, enero 1999. En 1956 comenzaron a detectarse los
primeros síntomas de una enfermedad hasta entonces desconocida en Minamata, una ciudad portuaria
industrial. Aquellos consistían en calambres, molestias en oídos y garganta, y lesiones cerebrales. Si bien en
un primer momento se creyó que podía tratarse de una enfermedad contagiosa, pronto se pudo determinar
que los enfermos sufrían un envenenamiento por productos químicos que habían ingerido a través del
consumo de pescado contaminado a consecuencia del vertido de desechos, fundamentalmente mercurio,
que venía produciéndose desde la década de los treinta en la zona. Pero las investigaciones no podían
ofrecer pruebas concluyentes de la causa. Incluso durante ese período se siguió vertiendo mercurio, hasta
que en 1968 el Gobierno japonés declaró responsable a la empresa Chisso y detuvo el vertido. El juicio
civil se prolongó hasta 1969, y el penal hasta 1975. Los acusados fueron condenados en primera y segunda
instancia, en 1979 y 1982, respectivamente, decisión que fue confirmada por el Tribunal Supremo de Japón.
El nexo causal entre los vertidos y los efectos dañinos en las personas se dio por probado recurriendo a la
doctrina de la llamada causalidad epidemiológica.
32
El caso fue resuelto por la Sentencia de dicho Tribunal de 18 de diciembre de 1970.
30
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
73
No fue éste, sin embargo, el único caso que puso de relieve las dificultades para
fundamentar una condena penal en este tipo de supuestos. La prueba de la relación
causal entre la acción y el resultado estuvo presente en el supuesto de la fábrica de
alumnio Montecatini- Edison di Mori en Italia, e igualmente fue la principal dificultad
para dictar una sentencia condenatoria en los conocidos como casos del “Lederspray” o
del “Holzschutzmittel”, planteados en Alemania.
El primero de ellos, el de la fábrica de aluminio Montecatini - Edison di Mori, se
planteó en Italia en 1969. En él, el Tribunal tuvo que pronunciarse sobre la posibilidad
de imputar efectos dañinos a la emisión de humos de la referida fábrica. Ésta inició su
funcionamiento en 1928, y ya un año después, en 1929, comenzaron a producirse
daños en diversos cultivos cercanos a la misma. Pocos años después se registraron daños
en el ganado y enfermedades en las personas, especialmente manifestaciones cutáneas
morbosas de carácter epidémico. Si bien el problema cesó coincidiendo con períodos de
cierre y de adopción de algunas medidas, a partir de 1964, precisamente cuando entró
en funcionamiento una nueva sección de la fábrica, comenzaron a verificarse los mismos
efectos dañinos. En el proceso penal entablado por 836 casos de lesiones imprudentes,
el Tribunal de Rovereto dio por acreditado dicho nexo causal sin mayores dificultades
respecto a los daños en los cultivos. Mayores dudas albergaba el Tribunal respecto a las
alteraciones en la salud de los animales y de las personas, básicamente por la circunstancia
de no haberse apreciado efectos en los trabajadores de la fábrica. Pese a todo, consideró
que existían indicios suficientes para fundamentar la relación de causalidad y condenar
a los acusados.
Otro de los casos de mayor repercusión tuvo lugar en Alemania, el del “Lederspray”.
La cuestión central de la que dependía de nuevo la condena era precisamente la prueba
de la relación causal entre las graves enfermedades pulmonares referidas por algunas
personas y el uso de un producto de limpieza para los artículos de piel o de cuero que
contenían, junto con otros, dos productos nocivos para la salud: el PCP y el lindano. La
empresa fabricaba los productos protectores de la madera desde los años cincuenta.
Si bien prácticamente desde el principio se registraron casos de alteraciones a la salud,
básicamente de daños en la piel, fue en 1977 cuando se produjo la primera muerte:
una niña cuya habitación había sido tratada con el producto33. En un terreno ajeno a las
consideraciones estrictamente científicas, cualquier observador podría deducir dicho juicio
Véase la exposición detallada de los hechos en el comentario a la sentencia que realiza IÑIGO CORROZA,
Elena. El caso del producto protector de la madera (Holzschutzmittel). Síntesis y breve comentario de la
Sentencia del Tribunal Supremo alemán. Actualidad Penal, n. 20, p. 439- 460,1997.
33
74
FAE Centro Universitário
relacional a partir de la contemplación fenoménica entre, por un lado, el uso del referido
producto y, por otro, la producción de la enfermedad en las personas que lo manejaban.
Sin embargo, en términos estrictamente científicos la comprobación de dicha relación
reclamaba bases más sólidas que, sin embargo, la ciencia no era capaz ofrecer. Con todo,
el Tribunal Estadual de Mainz dio por acreditado el nexo causal y condenó a los acusados
en la sentencia de 6 de julio de 1990, decisión que fue luego confirmada por el Tribunal
Supremo Federal alemán. El razonamiento para llegar a esta conclusión era la suficiencia
de que el juez llegara a un convencimiento subjetivo de la relación causal sobre la base
de indicios y pruebas periciales, sin necesidad de que llegara a conocer cómo operaba
ese producto en el organismo34.
Idéntica dificultad tuvo un protagonismo indiscutido en el mismo país en 1995,
en el caso del “Holzshutzmittel”. De nuevo aquí estaba en juego el obstáculo que
representaba la imposibilidad de establecer una relación causal en términos científicos
entre los resultados lesivos que se habían producido y el uso de barnices protectores de
la madera que contenían pentaclorfenol y lindano. Aunque era realmente difícil formular
una ley científica, podía comprobarse que las personas que habían usado el producto
en el interior de sus viviendas comenzaron a sufrir casi simultáneamente una serie de
síntomas que se repetían (conjuntivitis, problemas otorrinolaringológicos, dificultades
de cicatrización, alteraciones cutáneas, diarrea, dolores de cabeza, daños en el sistema
inmunológico y endocrino así como de las funciones vegetativas). Se podía comprobar
igualmente que dichos síntomas tendían a desaparecer cuando interrumpían el contacto
con el producto. Este caso presentaba además una peculiaridad singular: a diferencia
de otros, en él se consideraron probados los efectos tóxicos generales de las sustancias
(pentaclorfenol y del lindano), discutiéndose tan solo si ese efecto podría también producirse
como consecuencia del contacto con dosis pequeñas. El Tribunal Estadual de Frankfurt a.
M. en la Sentencia de 25 de mayo de 1993 dio por acreditado el nexo causal y condenó
al directivo acusado. Si bien el Tribunal Supremo Federal casó dicha sentencia, admitió la
posibilidad de dar por acreditada judicialmente la relación de causalidad en un contexto
de relativa incertidumbre científica.
Común a todos estos supuestos era un curioso estado de cosas caracterizado porque,
de un lado, no había dificultad alguna para sustentar la evidencia de que el resultado lesivo
era atribuible a una causa determinada (la producción o comercialización de los productos
defectuosos) y no a otra, pero que, de otro, tropezaba con la dificultad de identificar las
Sobre estos argumentos véase la completa exposición de IÑIGO CORROZA, Elena. Actualidad Penal, op.
cit., 444 s.
34
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
75
leyes causales que regían ese fenómeno. Es, en definitiva, lo que gráficamente se ha dado
en llamar como la black box, esto es, una especie de caja negra en la que un prestidigitador
imaginario colocase un elemento en su boca de entrada que produjera en la de salida un
efecto, pero sin poder saber qué pasa realmente dentro de la misma.
La pregunta era entonces evidente: ¿hasta qué punto esa comprobación de lo que
hace nuestro prestidigitador es suficiente para fundamentar una condena penal?, ¿podría
relajarse con ella en Derecho penal la formulación de una estricta regla científica entre
la causa y el resultado? Ni qué decir tiene que los defensores de los imputados en los
respectivos juicios alegaron la vigencia de los principios de presunción de inocencia y del
in dubio pro reo, pilares como es sabido del Estado de Derecho en materia penal. Pero
las razones de los acusadores eran también evidentes: ¿tendrían que soportar entonces
los perjudicados que el propio Estado no los considerase víctimas de una conducta que,
sin embargo a todas luces, se presentaba como la causante de sus males? ¿hasta tales
extremos debía llegar la vinculación del Derecho penal a los postulados científicos que
específicamente formularan dichas leyes causales que, si aquellos no pudieran ofrecer una
explicación acabada del fenómeno, la consecuencia fuese nada menos que la imposibilidad
de hacer responder en términos penales a quienes se habían sentado en el banquillo por
fabricar o distribuir ese producto?
Lógicamente, en todos esos casos los Tribunales eran conscientes de las implicaciones
que tenía la discusión que, desde luego, distaba de ser meramente teórica. En ella estaba en
juego nada menos que la decisión de dejar impunes o por el contrario de castigar hechos
que, como los que enjuiciaban las respectivas sentencias, habían generado ante todo un
fuerte impacto social por la alarma y preocupación que la gravedad de los mismos generaban.
Es cierto que en estos y otros muchos casos siempre quedaría la opción de
fundamentar la condena conforme a los delitos de peligro y contra bienes jurídicos
colectivos que reconocen la mayoría de los Códigos penales y, entre ellos, el nuestro.
Esa posibilidad resultaría, en efecto, garantizada por la técnica de los llamados delitos de
peligro abstracto que, como es sabido, conforman su injusto con la comprobación de que el
comportamiento reúna una serie de características de peligrosidad descritas genéricamente
en el tipo. Es lo que sucede, por ejemplo, con el delito del art. 359 CP relativo a la
elaboración de sustancias nocivas para la salud o productos químicos que puedan causar
estragos así como el despacho, suministro o comercio de los mismos, conductas cuya
punibilidad no requiere ningún requisito adicional de resultado, siquiera en cuanto
verificación concreta de peligro. Pero sabido es también, no sólo que no son precisamente
estos tipos que se construyen sobre la técnica del peligro abstracto los que cuentan con
mayor reconocimiento en la doctrina, que a menudo denuncia su incompatibilidad con
el principio penal básico de intervención mínima, y que, por ello, ha propuesto incluso
76
FAE Centro Universitário
reformular el contenido de los llamados delitos de conducta peligrosa para entenderlos
igualmente como delitos de lesión, si bien referida la misma al bien jurídico colectivo que
protegen35. También resulta evidente que con ellos se atiende tan sólo al desvalor de la
situación de peligro, pero no permiten valorar los correspondientes resultados lesivos que
lleguen a producirse, básicamente lesiones u homicidio.
Y desde luego, para esquivar las dificultades relacionadas con la prueba de la relación
de causalidad respecto a aquellos resultados, tampoco parece más conveniente introducir en
la propia tipicidad de los delitos de peligro cláusulas que ayudaran a “presumir” la prueba
de aquella relación sobre la base de la constatación de determinados factores. De hecho,
los ordenamientos que han introducido esta suerte de presunciones, han sido objeto de
severas críticas, en cuanto que acaban a la postre en una suerte de presunción de la carga
de la prueba y, con ello, desconociendo alguna de las garantías básicas del proceso penal36.
A la vista de lo anterior la dificultad está servida. Si se tiene en cuenta, además, la
repercusión mediática de esos casos, no es de extrañar que en todos ellos los Tribunales
recurriesen a distintos expedientes para poder motivar una sentencia condenatoria.
Comencemos por el caso de la colza ocurrido en nuestro país. En él, la black box parecía
arrojar como resultado que la intoxicación masiva se había producido debido a la
adulteración del aceite de colza. Absolutamente todas las personas que padecían el daño lo
habían consumido, aunque también es cierto que, al contrario, no todas las que lo habían
ingerido presentaban los síntomas de la enfermedad, o al menos no en el momento de la
celebración del juicio, lo que probablemente podría explicarse por factores relacionados
con la predisposición orgánica de cada individuo. Sin embargo, pese a esa aparente
Por todos, GARCÍA RIVAS, Nicolás. Influencia del principio de precaución sobre los delitos contra la seguridad
alimentaria. Revista General de Derecho penal, v.1, quien denuncia que la incorporación a dichos delitos
del principio de precaución determina una comprensión de los mismos desvinculada por completo de
cualquier comprobación del resultado. Disponível em: <, http://www.iustel.com>.
36
Es el caso de la Ley japonesa sobre delitos contra el Medio Ambiente de 1971, cuyo parágrafo 5 dispone:
“Cuando alguien, en el ámbito de una actividad empresarial de una fábrica o de unas instalaciones, vierta
sustancias nocivas para la salud humana que sean adecuadas, sólo con su vertido, para poner en peligro la
vida o la salud pública, se presumirá, si en el territorio donde el vertido se ha producido resultan amenazadas
la vida o salud pública por este tipo de sustancias, que ese peligro ha sido provocado por las sustancias que
efectivamente se hayan vertido”.
En el mismo sentido, la Ley Coreana sobre delitos contra el medio ambiente, de 1996, dispone en su
parágrafo 6 que “En el caso de que alguien vierta sin autorización las sustancias previstas en el parágrafo
2.1, que son aptas para producir, con su sola emisión, un peligro...para la vida o la salud de las personas,
los recursos hidrológicos o cualquier ecosistema natural, se presumirá si en el territorio donde el vertido
se ha producido resultan amenazadas la vida o la salud por este tipo de sustancias, que ese peligro ha
sido provocado por las sustancias que efectivamente se hayan vertido, si de da una relación suficiente de
probabilidad entre el vertido no autorizado y el peligro mencionado”. Véase la referencia en BYUNG-SUN
CHO. Revista penal, p. 48, 1999, op. cit. Colocar na pagina 23.
35
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
77
evidencia, cuál fuera el concreto agente causal de la misma era una prueba diabólica, por
la imposibilidad de la ciencia para ofrecerla. El Tribunal Supremo, en la línea de lo fallado
ya antes por la Audiencia Nacional, consideró que a efectos de fundamentar una condena
penal no es necesario que “se haya podido conocer el mecanismo preciso de producción
del resultado”, por lo que entendía, en definitiva, que era posible dictar una sentencia
condenatoria sin violar los principios básicos garantistas del Derecho penal y procesal penal.
Claro que lo anterior no eximía de comprobar el mecanismo causal entre la acción
y el resultado conforme a cualquiera de las leyes científicas, incluida la estadística, lo que
también presentaba dificultades en este caso, puesto que por obvias razones éticas, no era
posible reproducir el fenómeno atendiendo a variables dependientes e independientes
y llegar de esta forma a formular reglas generales conforme a los procedimientos de
validación en uso. Esto nos introduciría en un segundo ámbito problemático del que nos
ocuparemos más adelante (b). De momento no perdamos de vista el que nos ocupa y,
para ello, nada mejor que centrar la atención en el razonamiento de los Tribunales en los
otros casos planteados, ahora en Alemania.
Una argumentación parecida a la de nuestro Tribunal Supremo en el caso de la Colza
siguió en el año 90 el Tribunal Supremo Federal en el caso del “Lederspray”. También en
él, el fundamento del Tribunal para dictar una sentencia condenatoria tomó por base una
evidencia empírica más que científica: todas las personas que habían sufrido los daños habían
utilizado ese producto. Cierto que era imposible identificar la sustancia o combinación de
ellas que le conferían su carácter tóxico. Pero sin embargo, era evidente que se descartaba
una causa distinta que pudiera haber determinado el resultado. Y eso, para el Tribunal
alemán, era una vez más, suficiente para sustentar el juicio de responsabilidad penal.
A la misma conclusión llegó el Tribunal Superior de Frankfurt al dictar su sentencia
condenatoria en el caso “Holzschutzmittel”, si bien su razonamiento resulta especialmente
ilustrativo, en cuanto que por primera vez trazó una diferencia explícita y clara entre las
exigencias de la comprobación de la causalidad a efectos científicos o penales sobre la
base de los conceptos de causalidad general y específica:
Mientras las Ciencias naturales se esfuerzan por explicar de manera concluyente los
mecanismos causales de las materias nocivas, y sólo están dispuestas a afirmar la causalidad
tras una explicación satisfactoria de estos mecanismos y de sus efectos, el Juez penal
puede llegar al convencimiento de una causalidad general, aunque no de la causalidad
específica de una materia por los efectos producidos.
En definitiva, pues, con esta argumentación se trazaban las diferencias para
fundamentar la distancia entre las exigencias científicas y las más limitadas del Derecho penal.
La pregunta que surge entonces resulta obvia: ¿es este razonamiento suficiente para
fundamentar el juicio de responsabilidad penal o estaremos, por el contrario, abriendo una
78
FAE Centro Universitário
peligrosa vía para relajar de manera incompatible con los principios garantistas básicos del
sistema penal las exigencias mínimas para la responsabilidad en este orden? Y es que, a la
vista de la situación y de la consiguiente necesidad de los Tribunales de buscar expedientes
para fundamentar el fallo condenatorio, pudiera darse la nefasta impresión de que cuando
aquellos han fundamentado la condena, lo han hecho más seguros del resultado al que
querían llegar que a la forma de fundamentarlo. ¿Debería entonces concluirse que sólo
algunos han sido justos o, más concretamente, respetuosos con los principios irrenunciables
del Derecho penal y procesal penal?
Desde luego, la respuesta reclama una solución diferenciada atendiendo,
básicamente, al mecanismo por el que se considere probada la relación entre la acción y
el resultado, de lo que nos ocupamos en el siguiente epígrafe. Por ahora baste sólo decir
que cuando conforme a aquellos procedimientos pueda formularse de forma científica,
al menos como una ley causal incompleta, el mecanismo relacional entre la acción y el
resultado, no existirán mermas de garantía alguna a la hora de fundamentar la condena.
Porque como escribe HASSEMER, “Las diferencias entre los conocimientos exigidos por
el Derecho (penal) y los conocimientos científicos (de las Ciencias de la naturaleza) (y sus
respectivas metodologías) se basan de hecho en sus diferentes finalidades: para el Derecho
penal lo que importa es la justicia de la decisión, mientras que para las Ciencias naturales
lo que importa es aumentar los conocimientos. Por eso, a diferencia de lo que ocurre en
las Ciencias naturales, para el Derecho penal carece de interés saber qué es lo que ocurre
dentro del black box, en la medida en que de todos modos, pueda asegurarse que al
responsable del producto no se le impute otra cosa que el producto mismo...Nadie puede
pretender, en el proceso penal, un conocimiento científico carente de funcionalidad para
el Derecho penal (por más que sea interesante y correcto en otros ámbitos)”37.
Es esto lo que sucedía, por ejemplo, en el caso de la colza. Nadie consideraría
mermadas las garantías procesales de quienes alteraron el aceite por el hecho de que fueran
condenados sin llegarse a conocer si el específico agente causal era la anilida o la anilina,
o cualquier otro. Ese detalle, en absoluto podría valorarse como un factor que quebrara
el principio básico penal de que una condena sólo procede cuando se demuestra que
el agente es el causante del daño. Y aquí lo es, con independencia, insistamos una vez
más, del concreto momento o fase en que se produce la condición decisiva. Otro tanto
habría que decir en relación con cualquier otro ámbito distinto al de la responsabilidad
por el producto. Así, por ejemplo, en relación con los delitos relacionados con el medio
Véase al respecto: HASSEMER, W.; MUÑOZ CONDE, F., La responsabilidad por el producto en derecho
penal. Valencia: Tirant le Blanch, 1995. p. 49 ss.
37
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
79
ambiente, si se llegase al convencimiento de que la emisión de determinados gases por una
empresa es la causa de la contaminación ambiental, ¿realmente importaría para el juicio
de responsabilidad penal que llegase o no a identificarse qué concreta sustancia química
es la causante del daño al medio ambiente? La respuesta negativa a esta cuestión, no sólo
no supone merma alguna de garantías para el imputado sino que puede decirse, incluso,
que es la única que evita situaciones absurdas, que de otra forma podrían producirse38.
No le falta razón a GONZÁLEZ CUELLAR cuando afirma que, el conocimiento de la razón
explicativa de la causación del resultado por la acción no es necesario para la validez
de la ley causal, ya que “si así fuera seguramente no existiría ninguna, pues en el fondo
carecemos de explicación para los más elementales cursos causales que suceden en la
naturaleza. Es significativo que no pueda ponerse como ejemplo de ley causal “completa”
la ley de la gravedad, al resultar desconocido el motivo por el cual los cuerpos se atraen”39.
En el fondo, que dicha regla deba admitirse en tales casos no es de extrañar
teniendo en cuenta que, si bien en ámbitos semejantes aunque ciertamente distintos, la
causalidad general se admite desde hace mucho tiempo en Derecho penal como forma
de fundamentar una condena en este orden sin merma alguna de garantías. Sirva de
ejemplo el caso en que un sujeto golpeara repetidas veces a su víctima con la intención de
causarle la muerte, y cuando creyese haberlo conseguido, la introdujera en una caja que
arroja por un precipicio, siendo en ese momento en el que pudiera haberse producido
el fallecimiento. ¿Es que alguien se atrevería a discutir la responsabilidad del autor por
el hecho de que surgieran dudas en torno a si la víctima falleció por los golpes o, por el
contrario, en el momento posterior de arrojarla al vacío?
Es más, la irrelevancia de la identificación del concreto procedimiento que
determina el resultado lesivo no sólo es exclusiva de la comprobación de la tipicidad
objetiva para determinar la relación de causalidad. Lo mismo sucede en el momento
posterior de imputación subjetiva, cuando se trata de atribuir subjetivamente el hecho al
autor. Nadie dudaría en estos casos, a la hora de fundamentar su responsabilidad por un
delito doloso por el hecho de que alegara que desconocía el concreto curso causal que
produciría el resultado. Volvamos, por ejemplo, al caso de desnaturalización del aceite
Cuestión distinta será la relativa a las posibilidades de identificar los concretos agentes que hubieran de
considerarse responsables. Así lo observaba acertadamente MUÑOZ CONDE, Francisco, cuando afirmaba
que “una cosa es que, de acuerdo con el método científico que sea, se de por probada una relación de
causalidad, y otra es que esa causalidad pueda conectarse con una determinada acción”, en HASSEMER,
W.; MUÑOZ CONDE, F. La responsabilidad por el producto en derecho penal, op. cit,, p. 93.
39
GÓNZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. La prueba en los delitos contra el medio ambiente. In: ________.
Investigación y prueba en el proceso penal. Madrid: Colex, 2006. p. 269 ss.
38
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
80
destinado al consumo humano. Sería absurdo que, una vez comprobado que el sujeto
conocía los efectos lesivos que tendría su consumo humano, no se apreciara su actuación
dolosa por que alegase el desconocimiento del concreto proceso que lo hacía nocivo.
Sobre lo improcedente de tal alegación no creo que haya necesidad de insistir.
Llegados a este punto, puede decirse que la necesidad de identificar la causa
última de un resultado se va a ceñir solo a determinados supuestos, en los que en el caso
concreto la responsabilidad del autor dependa directamente del concreto elemento causante
del resultado. Aun reconociendo que son muchos los casos imaginables, baste la cita de
aquellos en que el curso causal incide en un factor previo, por ejemplo en una debilidad
constitucional preexistente de la víctima que determinase que sólo un determinado agente
químico le produjera un resultado lesivo al incidir en dicha dolencia previa (por ejemplo, una
insuficiencia hepática). Otro tanto habría que decir en el mismo ejemplo para comprobar
si la sustancia tóxica tenía, de por sí, capacidad para evolucionar hasta el resultado lesivo
o si, por el contrario, no habría tenido intensidad por sí misma para ello, correspondiendo
una cuota decisiva en su producción a la previa debilidad orgánica del afectado.
De la misma forma, habría de considerarse insuficiente la constatación de la
causalidad general en los casos que referíamos más arriba en los que no pudiera descartarse
el peso determinante de otros factores. Así sucedería, por ejemplo, si llegara a afirmarse
que en la adquisición del carácter tóxico del producto no fueron decisivos los ingredientes
utilizados en su fabricación sino, por ejemplo, su exposición accidental a determinadas
condiciones medioambientales. De hecho, la posibilidad de la interferencia de esas otras
causas va a aumentar conforme lo haga el tiempo transcurrido entre la realización de la
acción y la verificación del resultado, aspecto éste del que tendremos ocasión de ocuparnos
más adelante.
Ahora bien, partiendo de lo anterior, interesa llamar la atención sobre el dato de
que también en relación con estos casos, se plantea una exigencia mínima de seguridad en
su comprobación por parte de los Tribunales de Justicia o, lo que es lo mismo, se plantea
la necesidad de que los jueces motiven las razones por las que consideren o no en el caso
concreto suficiente la prueba de esa causalidad general. La pregunta que surge entonces
es evidente, ¿cómo debe el juez en el caso concreto, fundamentar que, por ejemplo, la
debilidad orgánica de la víctima o las condiciones medioambientales determinaban la
relevancia del conocimiento de la sustancia concreta? Dar una respuesta general a todos
los supuestos resulta desde luego una tarea imposible, siendo necesario por el contrario
atender a las particularidades del caso concreto. Pese a ello, puede decirse como pauta
general que en todos estos supuestos el criterio del juez habrá de descansar sobre la base
de un juicio de probabilidad en torno al protagonismo de otras causas alternativas, e incluso
sobre la existencia o no de las mismas.
81
FAE Centro Universitário
Llegados a este punto, y reconociendo en estos términos la validez de las leyes
causales incompletas, queda aún por determinar la forma con la que en el caso concreto
pueda admitirse la prueba de la misma. Porque, desde luego, una cosa es reconocer un
margen de discrecionalidad al juez sobre la base de un juicio de probabilidad a la hora
de valorar hasta qué punto en el caso concreto es suficiente la prueba de la causalidad
general, y otro bien distinto que, a partir de ahí, se relegue además a su libre valoración
la prueba de la misma. De ello se ocupan las consideraciones que siguen.
b.- La prueba de la relación de causalidad general
Cuando se trata de dar por probada una determinada ley causal general, uno de
los principales medios para ello es el recurso a las leyes de la estadística. Como se ha
destacado en la doctrina, si bien a veces la validez de la misma se plantea en términos
alternativos al de la formulación de leyes científicas, la estadística debe considerarse
precisamente como una forma apta para construir leyes científicas; dicho de otro modo,
técnicamente la ley estadística puede considerarse como una máxima de la experiencia
de carácter científico apta para ser utilizada en la valoración probatoria40. En este sentido,
en el seno de las ciencias naturales se suelen emplear, sin que se ponga en duda su validez
científica, explicaciones de la realidad de tipo probabilístico, esto es, que dan cuenta del
hecho de que, bajo ciertas condiciones, un suceso tendrá lugar en un determinado (alto)
porcentaje de casos, en oposición a una explicación determinística, conforme a la cual se
puede afirmar que bajo ciertas circunstancias, el suceso se verificará en todos los casos41.
De hecho, se señala incluso que en gran parte de los fenómenos complejos la gran mayoría
de las explicaciones son probabilísticas, como sucede, por ejemplo, con la epidemiología,
en relación con la explicación causal de determinadas enfermedades42.
Sobre las máximas de experiencia véase STEIN, Friedrich, El conocimiento privado del juez: investigaciones
sobre el derecho probatorio en ambos procesos Traduccion de la Oliva Santos: Madrid, 1990.
41
HERNÁNDEZ, Héctor. “El problema de la “causalidad general” en el Derecho penal chileno (con ocasión
del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal)”. Política Criminal, n. 1, A7, p.1-33, 2006. Véase
la interesante exposición que realiza ROMEO CASABONA, Carlos, sobre las aportaciones de la física para
la comprensión de los procesos causales en: Causalidad, determinismo e incertidumbre científica”. Revista
General de Derecho penal, n. 8, nov. 2007. Este trabajo reproduce, si bien ampliado, su discurso leído
en el acto de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de La Laguna. Véase también
al respecto HILGENDORF, Eric. Relación de causalidad e imputación objetiva a través del ejemplo de la
responsabilidad penal por el producto. ADPCP, 2002, p.. 96 ss.
42
HERNÁNDEZ, Héctor. “El problema de la “causalidad general” en el derecho penal chileno (con ocasión
del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal)”. Política Criminal, n. 1,A7, p. 1-33, 2006.
Disponible en< http://www.politicacriminal.cl/n_01/pdf_01/a_7.pdf>.. Como recuerda este autor, este
modelo explicativo fue desarrollado por la jurisprudencia japonesa, primero en sede civil y luego, desde
1963, también en sede penal, entre otros casos, en el citado proceso por la enfermedad de Minamata.
Conforme al mismo, para que un factor pueda ser considerado causal se requiere que: a) haya aparecido
con anterioridad a la enfermedad; b) que el número de enfermos aumente cuando la incidencia del factor
aumenta; c) que los afectados sólo aparezcan en el ámbito de incidencia del factor, y d) que las ciencias
naturales aporten una explicación sobre el mecanismo biológico desencadenado por los efectos del factor.
40
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
82
Mucho más complicadas se presentan las cosas, sin embargo, cuando no es posible
formular esa ley conforme a las exigencias de la estadística, de modo que lo único que
puede constatarse es lo que se conoce como datos de correlación, esto es, los que sólo
evidencian que una determinada conducta y un efecto aparecen fenomenológicamente
correlacionados con una determinada frecuencia, pero sin que la misma permita enunciar
ninguna ley científica de su interrelación. Por ello, la correlación no significa causalidad. Así,
por ejemplo, podría afirmarse que las personas con alto nivel de ingresos suelen mandar a
sus hijos a centros de formación privados, que los niños comen golosinas, o que cuando “A”
se levanta toma un café y sale a la calle. Sin embargo, no por ello es posible formular una
relación causal entre ninguno de esos hechos correlacionados. La dificultad para considerar
dichos datos de correlación como elementos suficientes de la prueba de la relación causal
se debe a que el fenómeno correlacionado podría ser el efecto de un tercero, previamente
no considerado, llamado variable confundida. Los datos de correlación, a diferencia de las
leyes científicas, sólo apuntan, como su propio nombre indica, a la observación fenoménica
de una correlación de factores. Pero nada más. La formulación de una ley causal entre
ambos requeriría su validación a la luz de variables dependientes e independientes para
cumplir con los requisitos de las leyes estadísticas. Sin embargo, la principal dificultad
con la que, a menudo se enfrenta este procedimiento tiene que ver con la imposibilidad
ética de repetir el fenómeno (baste pensar en lo improcedente de cualquier pretensión
de repetir, por ejemplo, el contacto humano con un producto tóxico)43.
Con todo, aun cuando la mera comprobación de aquellos datos no puede
considerarse por sí misma como medio de prueba, la doctrina procesalista que se ha
ocupado del tema se muestra partidaria de manejarlos como indicios, incluso en su
acepción de “hechos base”, siempre que cumplan una serie de presupuestos. Así, en
concreto, aplicando los requisitos generales de la teoría de la prueba indiciaria se exigen
los siguientes aspectos: en primer lugar, que existan varios indicios o, al menos, uno solo
pero de especial significación; en segundo lugar, que se den por probados los hechos
base en que consistan los indicios; en tercer lugar, que exista un enlace preciso y directo
entre el hecho presunto y el hecho base, es decir, que puedan enlazarse a través de un
razonamiento, que desde las reglas de la lógica y de experiencia lleve a la convicción del
acaecimiento del hecho base de cuya prueba se trate; en cuarto lugar, la inexistencia o
insuficiencia de contraindicios; en quinto lugar, la ausencia de explicaciones alternativas
razonables que, de esa forma, habría de llevar a la absolución sobre la base del principio
Por todos, por ejemplo, TORÍO LÓPEZ, Ángel. Cursos causales no verificables en Derecho penal.. ADPCP,
1983, p. 235 ss.
43
83
FAE Centro Universitário
in dubio pro reo; en sexto lugar, la exigencia de que la resolución se motive; por último,
en séptimo lugar, la debida aportación de los hechos al procedimiento44.
Concurriendo esos presupuestos, como sucedió en España, por ejemplo45, en el
caso de la colza, habría de entenderse que el fallo condenatorio respeta las exigencias
garantistas básicas del proceso penal. Obviamente, a nadie escapan las peculiaridades
que añade la dilación temporal, en cuanto que introduce dificultades adicionales de
cuya superación dependerán las posibilidades de formular el juicio de responsabilidad
penal. Baste pensar, por ejemplo, en que a medida que transcurre el tiempo resultará
más difícil fundamentar un enlace preciso y directo entre los indicios y el hecho presunto,
o incluso descartar la presencia de explicaciones alternativas, en cuanto que la dilación
temporal aumenta las posibilidades de que el resultado esté condicionado por otras causas
alternativas, dificultando así, en consecuencia, admitir dichos datos de correlación siquiera
como hechos indiciarios. Todo ello sin desconocer que cuando se habla de dilación temporal
de los resultados, no sólo se hace referencia a los que aparezcan dilatados en el tiempo
durante la vida de la persona afectada por la situación de riesgo. También es posible que los
mismos se manifiesten en sus descendientes, lo que complica sobremanera la formulación
del juicio en torno a la posible incidencia de otras causas determinantes del resultado.
Como sucede tantas veces en el orden penal, se tratará de una cuestión que habrá
de resolverse en cada caso por el juez atendiendo a las circunstancias concurrentes en el
mismo, y conforme a los criterios que le proporcionen los peritos. Pero por encima de las
peculiaridades de cada caso, conviene observar que, posiblemente, con este modo de
proceder se está produciendo un importante giro en torno al papel de los criterios naturales
de causalidad. Así lleva a pensarlo el hecho de que, el método para dar por probado un
GÓNZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Investigación y prueba en el proceso penal, ob. cit., p.. 271 ss.
De forma más reciente y en un ámbito distinto al de la responsabilidad por el producto, véase por ejemplo
la STS 2298/2001, de 4 de diciembre, dictada en relación con un delito contra el medio ambiente. El Alto
Tribunal, haciendo suyas las palabras de la Sentencia del mismo órgano de 12 de mayo de 1986, dio por
probada la relación entre la contaminación de un río y la mortandad de una serie de aves sobre la base
de que, «la demostración propia del Derecho» es «distinta de la científico-natural en tanto no supone una
certeza matemática y una verificabilidad excluyente de la posibilidad de lo contrario, sino simplemente
la obtención de una certidumbre subjetiva». Pero precisando este punto de vista sostuvo la Sala que «en
todo caso se requiere una actividad probatoria que conduzca racionalmente a dar por ciertos unos hechos
determinados que no sean simples sospechas o datos de los que no se desprenda otra cosa que vicios o
apariencias más o menos acusadoras de que una persona ha cometido un delito». Por tanto habrá que
admitir la prueba cuando se haya logrado «la obtención de la nota de probabilidad propia de las ciencias
del espíritu, con deducción que se muestre como la racional y las relaciones de causalidad de estructuras
sencillas y cotidianas respecto de las que existe un importante material empírico conocido por la generalidad
de las personas (por ejemplo, relación de causalidad entre el hematoma producido y la acción de golpear
a otro con los puños), constituyen una materia que los Tribunales pueden apreciar sobre la base de los
principios de la experiencia, según las reglas habituales en materia de prueba”.
44
45
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
84
juicio relacional estrictamente causal tenga lugar con ayuda de criterios normativos con cuyo
apoyo se presupone su concurrencia. De esta forma, los juicios de relación naturalística se
ven confirmados o no, con ayuda de criterios como la probabilidad de que si se continuara
realizando el fenómeno, se confirmaría la secuencia de correlación, la posibilidad de que el
fenómeno sea explicable de esa forma porque no existen otras posibles causas explicativas,
etc. Pero eso es una cuestión distinta, que nos desviaría la atención de lo que aquí interesa.
Nuestro siguiente punto de estudio parte de todo lo anterior y lleva a preguntarnos acerca
de qué peculiaridades adicionales se plantean allí donde finalmente, en el momento de
la producción del resultado, llegue a darse por probada la relación causal.
2
CONOCIMIENTO DE LAS CAUSALES Y RESULTADOS TARDÍOS
Se tratan en este apartado los casos en que, o bien al tiempo de la aparición
tardía de los resultados, los conocimientos de la ciencia permiten formular leyes causales
científicas, completas o incompletas, o bien sobre la base de indicios en los términos que
veíamos en el apartado anterior, los Tribunales llegan a dar como probada la relación de
causalidad, aun dilatada en el tiempo.
También aquí, y al igual que precisábamos en el apartado anterior, se parte de que
en aquél momento previo, si bien se desconocían con certeza las leyes causales, podía
formularse al agente un juicio de reproche, bien sea por conformarse su desvalor de
acción conforme a los delitos de peligro en los términos que vimos, o bien por concurrir
los presupuestos de dicho desvalor de acción en relación con un delito relativo a bienes
jurídicos individuales, especialmente lesiones u homicidio, también según los requisitos
que entonces tuvimos ocasión de formular.
Un ejemplo de los casos en que se da por probada la relación de causalidad, pese a que
inicialmente pudiera existir un cierto período de tiempo dominado por la incertidumbre
científica, lo proporciona el uso del amianto, al que ya nos referíamos al comienzo de
este trabajo. Así, en España se ha estado utilizando masivamente durante el s. XX, entre
otras cosas, en materiales de construcción. Como recuerda el Informe “Prospección
sobre la presencia de amianto materiales que lo contengan en edificios”, realizado
para la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales por el Institut d’Estudis de la
Seguretat, fundació privada, Barcelona, 2001, en 1906 se comunicó el fallecimiento de
50 trabajadores textiles en Francia y, en 1907 se objetivó por primera vez la alteración
del tejido pulmonar de la asbestosis pulmonar. La primera publicación científica de un
caso de asbestosis pulmonar data de 1924, y en la década de 1940-1950 se relacionó la
inhalación de amianto con el cáncer broncopulmonar. En 1960 se demostró la relación
entre el amianto con el mesotelioma maligno de la pleura y del peritoneo, y en 1982 con
el derrame pleural benigno. En la actualidad la nocividad de la sustancia está fuera de
85
FAE Centro Universitário
dudas, hasta el punto de haberse prohibido con carácter general por la Orden Ministerial
de 7 de diciembre de 2001, que recoge la Directiva 76/796/CEE, que establece que la
exposición al amianto, al liberar fibras, está asociada con la asbestosis, mesotelioma y
cáncer de pulmón. Dada la aparición tardía de las enfermedades (hasta treinta años),
todavía se siguen registrando casos en nuestro país. En concreto, en la actualidad aún
se siguen produciendo muertes por cáncer de pleura y de pulmón de empleados de
Unión Naval de Levante y Unión Naval de Valencia, relacionadas con el uso del amianto
durante las décadas de los años ochenta y noventa. Según diversos estudios, se calcula
que hasta el año 2030 en España puedan morir de cánceres provocados por la exposición
al amianto en las dos últimas décadas, entre 40.000 y 60.000 personas, sobre todo en
Galicia, Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana y Asturias.
Entre los distintos aspectos a que se proyecta la problemática de los resultados
tardíos, nos centraremos en lo que sigue en tres de ellos, que pueden considerarse los
respectivos exponentes más significativos de aquellas peculiaridades. En concreto, en
primer lugar, en la posibilidad de que intervengan factores causales posteriores (a); en
segundo lugar, en la eventualidad de que la ciencia sea capaz de desarrollar cursos causales
salvadores (b); por último, las peculiaridades que introduce o debiera introducir en el juicio
de responsabilidad la producción tardía del resultado (c).
a. La posible interrelación de otros factores causales
La dilación temporal propicia la posibilidad de que en el lapso temporal que media
entre la realización de la acción y la producción del resultado, intervengan otros factores
causales que cuestionen la procedencia de seguir manteniendo el enlace causal de este
con la primera conducta. A estos supuestos corresponden los que en la doctrina alemana,
se agrupan bajo la denominación de “daños sobrevenidos” (“Folgenverletzungen”). Por
retomar alguno de los ejemplos que antes citábamos, podría servir el caso de que, a
consecuencia de la inhalación o contacto con un spray tóxico el sujeto hubiera contraído
una enfermedad pulmonar cuyo proceso de evolución se dilata en el tiempo, pero en el
curso del mismo ese individuo contrajera una enfermedad, por ejemplo una neumonía,
que anticipara el resultado más grave, e incluso que desencadenara un proceso letal.
La solución de estos casos excede las posibilidades de solución que ofrece la
atención a los criterios de causalidad para enlazar con la óptica normativa propia de los
criterios de imputación. En concreto, la atribución de dicho resultado requeriría, comprobar
la existencia de un juicio normativo de atribución al autor de las consecuencias que resulten
de la conjugación del curso causal que directamente puso en marcha con la incidencia de
esas otras causas. Como ya sostuviera en otro lugar, en dicha tarea, más allá de la atención
al criterio de la previsibilidad en torno a su interferencia, resultará primordial comprobar
si el daño último puede reconducirse al desvalor de la conducta inicial en términos de lo
que pudiera denominarse una misma dimensión explicativa de imputación, entendiendo
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
86
por tal la exigencia de que las posteriores condiciones que confluyen y determinan el
resultado puedan contemplarse como una unidad de sentido respecto al injusto de la
primera conducta, tomando por base tanto las circunstancias objetivamente concurrentes
como los especiales conocimientos del autor46. Esto exigiría que, tratándose de condiciones
posteriores al riesgo contenido en la conducta inicial, el segundo curso causal que incide
decisivamente en el primero fuera imputable al agente inicial o, lo que es lo mismo, que
atendiendo a las circunstancias del caso y a los especiales conocimientos del autor en
el momento de actuar, pudiera pronosticarse la potencialidad del riesgo contenido en
su conducta para evolucionar hacia el segundo curso causal que al incidir en el primero
provoca el resultado.
Conforme a lo anterior, dicha exigencia eliminaría las posibilidades de imputación
de este tipo de casos, en cuanto que allí donde pudiera demostrarse la interferencia de
esos otros cursos causales, el resultado final excedería del injusto por el que tiene que
responder el autor, de tal modo que, si realmente pudiera probarse la incidencia de esas
causas posteriores, los Tribunales de Justicia habrían de dictar una sentencia absolutoria.
b. La posible incidencia de cursos causales salvadores
En un sentido diametralmente opuesto a los casos tratados en el apartado anterior,
se plantean aquellos otros en los que se baraja la posibilidad de que en ese lapso temporal
tengan lugar nuevos conocimientos científicos que desarrollen cursos salvadores con potencialidad, bien para evitar los efectos más graves a que de otra forma habría evolucionado,
bien para impedir la producción de un resultado cualitativamente distinto (muerte como
derivación de las lesiones).
De hecho, si bien en un contexto distinto al de incertidumbre científica, el mismo
problema se plantea en relación con los casos de contagio del virus del Sida47. Como es
sabido, el proceso de esta enfermedad se caracteriza porque los resultados más graves y,
entre ellos el desenlace fatal, se dilatan durante una serie de años. Los descubrimientos
científicos, que han tenido lugar en las últimas décadas determinan que en la actualidad
pueda considerarse controlado el riesgo de producción de esos otros efectos más graves.
La pregunta que se plantea es entonces evidente: la interferencia de esos otros cursos
causales, ¿debe incidir en la atribución de responsabilidad penal al agente inicial?
GÓMEZ RIVERO, Mª del Carmen. La imputación de los resultados producidos a largo plazo Valencia. 1998.
p. 45 ss. COLOCAR P. 31
47
Véase por todos ROMEO CASABONA, Carlos. S.I.D.A y derecho penal. In: Problemas del tratamiento
jurídico del S.I.D.A. Madrid: CDJ, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1985, p. 77.
46
87
FAE Centro Universitário
La respuesta afirmativa apenas plantea demasiadas dificultades, debiendo reconocerse dicha incidencia, si bien con distinto alcance, tanto allí donde el sujeto actúe en
una situación de incertidumbre científica, como cuando en el momento de su conducta
se pudieran conocer las leyes causales que rigen el proceso en cuestión.
En relación con los primeros casos, los de incertidumbre científica, porque debe
admitirse que quien actúa en tales circunstancias, no sólo debe responder por los efectos
asociados a su conducta que la conviertan en más grave desde el punto de vista valorativo.
También de forma paralela tiene que beneficiarse de las posibles interrupciones del curso
causal que el desarrollo posterior de la ciencia pueda poner en práctica. Es más, en ellos
decaerían no sólo los presupuestos objetivos para fundamentar la condena por un delito
consumado, sino también el presupuesto subjetivo para admitir una tentativa respecto a
esos resultados ulteriores que no llegan a producirse por causas ajenas a la voluntad del
autor (descubrimientos científicos). En efecto, aun cuando pudiera afirmarse que aquel
obró con una actitud de indiferencia respecto a la producción de dichos resultados no
conocidos en el momento de actuar, dicho estado de ignorancia respecto a su producción
impediría apreciar la estructura del delito intentado. Como recordábamos más arriba, la
misma se basa en un juicio de conocimiento científico en torno a los efectos asociados a
una determinada conducta, presupuesto que faltaría por definición cuando, en el momento
de ejecutarla, no se conocieran las leyes causales que rigen el fenómeno de que se trate.
A resultados parcialmente parecidos debe llegarse en los supuestos en que ya en el
momento de actuar fuera posible dar por probada la relación causal entre un determinado
resultado y la conducta que lo provoca. En ellos, resulta evidente que habrá de excluirse
también la condena por un delito consumado, puesto que por razones obvias al sujeto no
podría imputársele un resultado más grave que no se ha llegado a producir. En realidad,
en estos casos las posibilidades de exigir responsabilidad penal se ciñen a la procedencia
de una condena por tentativa, una calificación que a diferencia de lo que sostuvimos para
los casos de incertidumbre científica, no tendría ahora en principio razones para fracasar.
Ejemplo paradigmático vuelve a ser la fenomenología de casos del Sida. Si el sujeto
hubiera obrado con la intención de contagiar a la víctima, no habrían de verse obstáculos
para apreciar un delito intentado no sólo respecto al desarrollo de la enfermedad, sino
también incluso respecto a la muerte allí donde uno y otro no llegaran a producirse gracias
al descubrimientos de nuevos fármacos que paralizaran el proceso evolutivo del contagio.
Con todo, también en estos supuestos hay que reconocer la existencia de
determinados casos en que pudieran oponerse dificultades dogmáticas a tal construcción.
Es lo que sucederá en aquellos en los que llegara a darse por probado que la actitud
subjetiva del autor respecto a la producción de ese resultado más grave dilatado en el
tiempo correspondiera al que se conoce como dolo eventual. Como es sabido, con el
mismo se designan los supuestos en que, si bien el sujeto no quiere de forma directa la
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
88
producción del resultado, actúa con tal actitud de indiferencia hacia su producción, que en
términos penales se equipara valorativamente a aquellos otros en que el agente actúa con
la intención directa de producirlo. En ellos, las dificultades para hacer responder al autor
enlazan con un problema mucho más amplio y complejo, que excede de las posibilidades
de este estudio: la discusión en torno a la compatibilidad dogmática de la tentativa con
una actitud propia del dolo eventual48.
c. El factor de dilación temporal como posible elemento a tener en cuenta en la
determinación de la responsabilidad penal
Como ya recordábamos líneas más arriba, la fenomenología de casos caracterizada
por la dilación temporal entre la realización de la acción y la producción del resultado es
un rasgo propio de los procesos causales que tienen lugar en las modernas sociedades. En
efecto, una característica de los resultados lesivos que se producen a consecuencia de las
nuevas tecnologías es que los mismos no tienden a manifestarse hasta transcurrido un largo
período de tiempo, lo que contrasta claramente con los métodos clásicos o tradicionales
que en su origen inspiraron no sólo la configuración típica de delitos como el homicidio o
las lesiones, sino el diseño general de las causas de extinción de la responsabilidad penal
por el transcurso del tiempo.
Probablemente por ello, porque se trata de problemas propios de un paradigma
distinto al de la inmediación temporal que clásicamente ha estado en la base de los
procesos causales lesivos, el Código penal no conoce ningún mecanismo de limitación de
la posibilidad de hacer responder penalmente al autor en estos casos de dilación temporal
entre la realización de la acción y la producción del resultado. En ellos, además, resulta
evidente la incapacidad de los clásicos criterios de imputación para limitar la responsabilidad
penal, puesto que el dato del transcurso del tiempo en absoluto afecta, de por sí, los
criterios normativos en que se resume: creación de un riesgo no permitido, que aumenta
las posibilidades de producción del resultado, que éste es realización del peligro contenido
en la conducta y que el resultado final pertenece al ámbito de protección de la norma.
También, en efecto, cuando se produce un efecto nocivo muchos años después de la
acción, no existen razones dogmáticas ni para fundamentar la quiebra de la relación de
causalidad ni de imputación objetiva49. En realidad, la única previsión relativa al transcurso
del tiempo que puede descubrirse en el Código penal es la prescripción que, sin embargo,
como es sabido, comienza el cómputo de su plazo desde el momento en que se produce
el resultado.
GÓMEZ RIVERO, Mª del Carmen. La imputación de los resultados producidos a largo plazo, ob. cit., p.
116 ss.
49
Véase al respecto por todos ROMEO CASABONA, Carlos. Revista General de Derecho Penal, n. 8, nov.
2007. Disponível em: < http://iustel.com>, ob. cit., así como su trabajo previo El S.I.D.A. en las prisiones.
Transmisión del Sida entre reclusos, en “VII Jornadas Penitenciarias Andaluzas”, Sevilla, 1991, p.. 49 ss.
48
89
FAE Centro Universitário
Ante este estado de cosas, y teniendo en cuenta la ausencia de previsiones
sustantivas, la mirada se vuelve al orden procesal. En él, ciertamente es posible descubrir
ciertos límites a las posibilidades de entablar un proceso en relación con los resultados
tardíos que sean consecuencia de una lesión intermedia a los que la misma evoluciona.
En concreto, la LECr contempla una limitación procesal relativa al momento en que por
última vez puede modificarse la calificación de los hechos. En los casos de resultados
tardíos, lo anterior se traduce en un límite temporal al ejercicio de la acción penal cuando
previamente se ha entablado un proceso por hechos intermedios que evolucionan hasta
la producción de aquel. Por ejemplo, en relación con los casos relacionados con el uso
de amianto, baste pensar en aquellos en que se entable un proceso por una enfermedad
pulmonar, frecuentemente el cáncer, que posteriormente evolucione hasta la muerte.
Conforme dispone la LECr., dicho cambio de calificación jurídica, que podrá tener lugar
mediante un sumario de instrucción complementaria, sólo puede tener lugar antes de
dictarse sentencia, en el momento de presentación de las conclusiones definitivas50. Una
vez exista sentencia firme, por imperativo del principio de cosa juzgada, la celebración
de un nuevo juicio sólo sería posible, en su caso, con la interposición de un recurso de
revisión, que sólo procede en los estrictos motivos tasados que contempla el art. 954 LECr.
Es más, ya en concreto en relación específica con los casos en que la acción se
realizara en un contexto de incertidumbre científica, pero al tiempo de celebrarse el proceso
pudieran conocerse las leyes causales que lo explican, hay que tener en cuenta que entre
los motivos que permiten interponer este recurso menciona el art. 954.4, que “después
de pronunciarse la sentencia sobrevenga el conocimiento de nuevos hechos o de nuevos
elementos de prueba, de tal naturaleza que evidencien la inocencia del condenado”. Sin
embargo, cuando se trate de la fenomenología de casos que ahora nos ocupa, lo que
sucederá es precisamente lo contrario, a saber, que pueda ofrecerse una nueva prueba
que evidencia la culpabilidad del ya condenado.
Por ello, la específica problemática penal sustantiva en torno a las posibilidades
de imputar el resultado tardío al autor en estos supuestos se va a limitar, en la práctica, a
dos grupos de casos. El primero, a aquellos en que aun tratándose de un daño inicial que
evoluciona hacia una consecuencia lesiva ulterior, la acción penal, bien no se ejercita hasta
su verificación, bien se ejercita antes de dicho resultado tardío, pero en tal relación de
inmediatez temporal que éste sobreviene durante el curso del procedimiento. El segundo,
los casos en que el resultado tardío no es fruto del proceso evolutivo de una lesión previa,
sino que aparece ex novo dilatado en el tiempo.
Conforme al art. 788.4 LECr, en la redacción dada por la Ley 38/2002, de 24 de octubre, “Cuando en sus
conclusiones definitivas la acusación cambie la tipificación penal de los hechos se aprecie un mayor grado
de participación o ejecución o circunstancias de agravación de la penal, el juez o Tribunal podrá conceder
un aplazamiento de la sesión...Tras la práctica de una nueva prueba, que puede solicitar la defensa, las
partes acusadoras podrán, a su vez, modificar sus conclusiones definitivas”.
50
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
90
En todos estos supuestos, como decíamos, ante la ausencia de previsiones especiales
sustantivas en el Código penal que limitaran las posibilidades de exigir responsabilidad al
autor, cualquier intento de introducir límites en este sentido no habría de valorarse más que
como una propuesta de lege ferenda, sin traducción actual en el Derecho positivo 51. Esos
criterios deberían tener en cuenta no sólo las menores exigencias de prevención general que
suelen demandar este tipo de casos52, sino también el hecho de que la dilación del resultado
puede posibilitar la interferencia de los cursos causales salvadores que antes referíamos.
A la conveniencia de introducir este tipo de previsiones apuntan también razones
de seguridad jurídica, que aconsejan limitar el período de tiempo al que se extiende la
amenaza de que el autor resulte condenado. No es por ello de extrañar que en algunos
ordenamientos de Derecho, comparado los plazos de prescripción se computen desde el
momento de la realización de la acción, como es el caso del Código penal suizo, e incluso
que en otros, como el Código penal austriaco, si bien se parta como regla general del
cómputo de la prescripción desde el momento de la producción del resultado, sin embargo,
prevean determinadas excepciones precisamente para estos supuestos de dilación temporal
en el sentido de que, si bien con plazos más largos, el cómputo de aquella tenga lugar
desde el momento de la realización de la acción53. Sea como fuere, y aun reconociendo
la conveniencia de este tipo de propuestas, lo cierto es que, mientras no se incorporen al
Derecho positivo habrá que concluir que la pretensión de manejar, de lege lata, cualquiera
de dichos criterios habrá de considerarse contraria a Derecho.
En este sentido de introducir en el futuro restricciones me pronuncié en La imputación de los resultados
producidos a largo plazo, ob. cit., págs. 80 ss., donde proponía una serie de criterios tanto restrictivos como
excluyentes de responsabilidad penal.
52
No comparto por completo los argumentos de quienes proponen la atenuación de la pena en estos supuestos
argumentando que determinan un acortamiento de las expectativas de vida y no su eliminación. Porque
como sostenía en aquel trabajo, si bien es verdad que dicha consideración pudiera ser correcta en términos
exclusivamente de medición cuantitativa de la vida, esa valoración no resiste a menudo una contemplación
de los hechos desde el punto de vista cualitativo. Es más, en determinados supuestos nada se opondrá a
apreciar precisamente una circunstancia agravante, como pueda ser el ensañamiento respecto al medio
de conseguir el resultado letal cuando la prolongación del curso causal letal comporte sufrimientos para la
persona que han sido así buscados por el autor.
53
Sobre todos estos aspectos, véase GLESS, Sabine. Zeitliche Differenz zwischen Handlung und Erfolginsbesondere als Herausforderung für das Verjärungsrech, Goltdammer’s Archiv für Strafrecht, p. 689-707,
2006.
en GA, 10/2006, p. 689 ss. En relación con la responsabilidad por el producto, véase KUHLEN, Lothar,
ADPCP 2002, ob. cit., pág. 88, quien destaca la incoherencia de las posibilidades de exigir responsabilidad
en el ámbito penal frente a los límites que impondría la prescripción en el orden civil conforme al Derecho
alemán, ya que según el § 199,,2 BGH las acciones de indemnización por lesiones a la vida, integridad
corporal y salud o a la libertad, prescriben a los treinta años de la realización de la acción, sin tener en
cuenta el momento de su surgimiento.
51
91
FAE Centro Universitário
Resulta, por ello, criticable que algunas resoluciones judiciales hayan aplicado criterios que
no están en la letra de la ley para limitar la posibilidad de castigar los resultados tardíos.
En relación precisamente con los daños causados por el contacto con el amianto, puede
citarse un reciente Auto de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección quinta de 4
de septiembre de 2007, en relación con el Auto del mismo órgano de 30 de marzo. En
el mismo se enjuiciaban las cuotas de responsabilidad que tuvieran respectivamente la
Unión Naval de Levante y la Unión Naval de Valencia, que se subrogó en un determinado
momento en las actividades de la primera. La Audiencia Provincial entendió que el
plazo de prescripción de los delitos imputados a la Unión Naval de Levante comenzaba
a correr desde el momento en que la absorbió la Unión Naval de Valencia: “...sostener
que pretendidas responsabilidades sobre el hecho de que el resultado final se produjese
en fecha muy posterior, es tanto como fingir que continuaron las acciones u omisiones
dolosos o imprudentes en tiempo en que dichos representados habían cesado por
completo en toda actividad relativa a tales acciones”.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
92
REFERÊNCIAS
BAÑO LEÓN, José María. El principio de precaución en derecho público. In: BOIX REIG, J.;
BERNARDI, A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). Responsabilidad penal por defectos en
productos destinados a los consumidores. Madrid: Iustel, 2005. BYUNG-SUN CHO. Revista
penal, p. 48, 1999.
CHO, Byung-Sun. Cuestiones de causalidad y autoría en el derecho penal del medio ambiente
coreano y japonés desde la perspectiva del derecho comparado. Trad. Díaz Pita, Maria del Mar.
Revista Penal, n. 4, p. 43, enero 1999.
CRUZ BOTINI, Pierpaolo. Principio de precaución, derecho penal y sociedad de riesgos. Revista
General de Derecho Penal, n. 7, mayo, 2007. Disponível em: <http://www.iustel.com>.
DE SOLA RECHE, Esteban. Principio de precaución y tipicidad penal. In: : ROMEO
CASABONA, Carlos María(Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada:
Comares, 2004 .
DE VEGA RUIZ, José Augusto. La imprudencia no es infracción en blanco que depende de
ninguna disposición legal. Se considera simplemente cada vez que se falta a reglas, de cualquier
tipo, de precaución y cautela. In: TRATAMIENTO jurídico penal del S.I.D.A. Madrid, 1992.
GARCIA RIVAS, Nicolás. Influencia del principio de precaución sobre los delitos contra la
seguridad alimentaria. Revista General de Derecho Penal, v.1 . Disponível em: < http://www.
iustel.com>.
GLESS, Sabine Zeitliche Differenz zwischen Handlung und Erfolg - insbesondere als
Herausforderung für das Verjährungsrecht, Goltdammer’s Archiv für Strafrecht, p. 689-707,
2006. Zeitliche Differenz zwischen Handlung und Erfolg - insbesondere als Herausforderung
für das Verjährungsrecht Gless, Sabine
GÓMEZ RIVERO, Maria del Carmen. El régimen de autorizaciones en los delitos relativo a la
protección del medio ambiente y ordenación del territorio. Valencia: Tirant lo Blanch, 2000.
GÓNZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. La prueba en los delitos contra el medio ambiente.
In: ________. Investigación y prueba en el proceso penal. Madrid: Colex, 2006.
HASSAMER, Winfried; MUÑOZ CONDE, Francisco. La responsabilidad por el producto en
derecho penal. Valencia: Tirant le Blanch, 1995.
HERNÁNDEZ, Héctor. El problema de la causalidad general en el derecho penal chileno (con
ocasión del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal). Política Criminal, n. 1,A7, p.
1-33, 2006. Disponíble en en:< http://www.politicacriminal.cl/n_01/pdf_01/a_7.pdf>.
HELGENDORF, Eric. Relación de causalidad e imputación objetiva a través del ejemplo de la
responsabilidad penal por el producto. ADPCP, 2002.
IÑIGO CORROZA, Elena. El caso del producto protector de la madera (Holzschutzmittel).
Síntesis y breve comentario de la Sentencia del Tribunal Supremo alemán. Actualidad Penal, n.
20, p. 439- 460, 1997.
INSTITUTO D’ESTUDIOS DE LA SEGURETAT. Prospección sobre la presencia de amianto
o de materiales que lo contengan en edificios. Barcelona,2001. Estudios realizado para la
Fundación para la Prevención de Riesgos .
93
FAE Centro Universitário
KUHLEN, Lothar, Necesidad y límites de la responsabilidad penal por el producto. ADPCP, v.
55, p. 79, 2002.
MENDOZA, Blanca. Principio de precaución, derecho penal del riesgo y delitos de peligro. In:
ROMEO CASABONA, Carlos María(Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho.
Granada: Comares, 2004.
RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Teresa. En Incidencia dogmática de la jurisprudencia del caso de
la colza y otros casos en materia de productos defectuosos. In: BOIX REIG, J.; BERNARDI,
A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). productos Responsabilidad penal por defectos en
destinados a los consumidores. Madrid: Iustel, 2005.
ROMEO CASABONA, Carlos María. Aportaciones al principio de precaución en derecho penal.
In: _______. Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004.
__________. Aportaciones del principio de precaución al derecho penal. In: ______ .
CONDUCTA peligrosa e imprudencia en la sociedad de riesgo. Granada: Comares, 2005.
__________ . Biotecnología y derecho: perspectivas en derecho comparado. Granada:
Comares, 2004.
_________ . Causalidad, determinismo e incertidumbre científica. Revista General de Derecho
penal, n. 8, nov. 2007.
_________ . S.I.D.A y derecho penal. In: PROBLEMAS del tratamiento jurídico del S.I.D.A.
Madrid: CDJ, Consejo General del Poder Judicial, 1985.
ROMEU CASABONA, Carlos María (Ed.) Conducta peligrosa e imprudencia en la sociedad de
riesgo. Granada: Comares, 2005.
ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho.
Granada: Comares, 2004.
ROMEO CASABONA, Carlos Maria. (Ed.). Los xenotrasplantes: aspectos científicos, éticos y
jurídicos. Granada: Comares, 2002.
ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego Manuel Luzón Peña, Miguel
Díaz y García Conlledo y Vicente Remesal. Madrid: Civitas, 1997.
SCHROEDER, Fredrich-Christian. Principio de precaución, derecho penal y riesgo. In:
ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho.
Granada: Comares, 2004.
STEIN, Friedrich, El conocimiento privado del juez. Traduccion de la Oliva Santos. Madrid, 1990.
TALLACHINI, Mariachiara. Principio de precaución y bioseguridad: aplicación a la salud
humana. In: : ROMEO CASABONA, Carlos María(Ed.). Principio de precaución, biotecnología
y derecho. Granada: Comares, 2004.
TORÍO LÓPEZ, Ángel. Cursos causales no verificables en derecho penal. ADPCP, 1983.
WERTHEIMER N; LEEPER E. Electric wiring configurations and childhood cancer. American
Journal of Epidemiology, Baltimore, Md., v.109, p. 273-849, 2001.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011.
94
HACIA UN ENJUICIAMIENTO PENAL CIVILIZADO
Ignacio F. Tedesco*
RESUMEN
Este artículo trata sobre qué características son propias de un enjuiciamiento penal
cuyo fin sea la reintegración comunitaria. Para ello, se analizan el proceso penal como
un complejo artefacto cultural y como un proceso civilizatorio. En función de estos
objetivos es que se rescatan dos valores: la tolerancia y la participación comunitaria.
Palabras claves: Proceso penal – Sociología jurídica – Civilización – Tolerancia –
Participación comunitaria.
ABSTRACT
This article study which are the characteristics that a criminal process must have if it’s purpose
is the reintegration of the community. In order to this purpose, there is a study of the criminal
process as a complex cultural artifact and as a civilization process. Also, recovers two values:
tolerance and community participation.
Keywords: Criminal process – sociology of law – Civilization – Tolerance – Community
participation.
* Doctor en Derecho (Universidad de Barcelona). Profesor adjunto regular (Universidad de Buenos Aires).
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
95
1
UNAS PRIMERAS PALABRAS
Si para representar el espacio donde resolvemos nuestros conflictos hemos
construido pesados y grandes edificios, pareciera que una de sus razones lo fue porque en
ellos, en su inconmensurable peso, siempre deseamos encontrar las fuentes de la Justicia.
Templos en cuyas rígidas columnas es en donde se apoya nuestra civilización, en donde
supuestamente la barbarie, la violencia injustificada, la arbitrariedad, no tienen cabida.
Templos en donde recopilamos, enseñamos, interpretamos y reproducimos el Derecho
de esa Justicia.
Y en esta búsqueda, más de dos siglos son los que se lleva luchando en pos del
reconocimiento y vigencia de una serie de resguardos (garantías y principios constitucionales,
derechos de carácter universal) que limiten al poder de su arbitrariedad y de forma tal que
el ideal civilizatorio sea palpable. No obstante, una primera observación se torna evidente:
la violencia del sistema represivo y su arbitrariedad se mantienen de tal manera que están
en permanente y constante observación.
Si la barbarie se mantiene presente, puede ser porque no está claro qué puede
significar el que nuestro derecho sea civilizado. Uno de los pocos, sino el único, que ha
intentado avanzar y explicar cuáles son las raíces y el significado de un derecho civilizatorio
ha sido Edmundo HENDLER. En una de sus tantas investigaciones sobre estas cuestiones,
él enseña que en los diccionarios de lengua francesa, civiliser significaba la conversión de
la acción penal en acción civil.
Es a partir de este punto que se presenta el objetivo de estas líneas: exponer cuáles
son los principales lineamientos de un derecho penal civilizatorio. Más precisamente, cuáles
son los elementos que permiten formar un enjuiciamiento penal que responda a ese viejo
espíritu de la voz civilizar. En otras palabras, de un derecho reductor de la violencia en el
proceso de redefinición de los conflictos.
2
EL DERECHO PENAL COMO UN ENJUICIAMIENTO PENAL
CIVILIZADO
Tal como lo recuerda HENDLER, la hipótesis central que Nils CHRISTIE desarrolla
en su libro Los límites del dolor1 es el resultado de su idea de que la participación en los
conflictos es más importante que las soluciones que éstos tengan. Por ende, “de la trilogía
CHRISTIE, Nils, Los límites del dolor. Trad. de M. Caro. México: Fondo de Cultura Económica, 1984 .
1
96
FAE Centro Universitário
que conforman delito, enjuiciamiento y castigo, no sólo lo segundo es más importante;
bien podría pensarse que el castigo sea sólo el pretexto para dar lugar al enjuiciamiento”2.
Esta idea no es porque sí. Surge de la observación de que mientras más conflictos
una sociedad deriva al sistema penal, mayor es el grado de desintegración comunitaria
que tiene lugar en esa sociedad. Es en función de ello que HENDLER sostiene que, en
consecuencia, el hecho del enjuiciamiento público, esto es, la forma que toma ese proceso
de derivación a un tercero para dar respuesta a un conflicto, resulta un indicativo del
grado de integración comunitaria. Desde esta perspectiva, lo que termina importando es
la actitud que la sociedad adopta frente al conflicto, especialmente, del modo como éste
es encarado3.
Castigo y conflicto se convierten así en los elementos que determinan cuál es, en
definitiva, la forma que termina adoptando el enjuiciamiento penal. Es por ello que se
torna necesario realizar algunas consideraciones previas sobre éstos antes de avanzar sobre
las formas que hacen que un enjuiciamiento sea penal civilizatorio.
2.1 El enjuiciamiento como castigo
Al hacer referencia al castigo no se trata de realizar un estudio sobre cuál es su fin
(si es que lo tuviere), ni una sociología sobre éste. De lo que se trata, es de señalar cuál es
su relación con el enjuiciamiento penal. Este último puede considerarse tanto como una
resolución, por parte de la autoridad, de una disputa, esto es, de un conflicto; o como la
búsqueda de una verdad4. Éstas son las dos interpretaciones principales sobre lo que es el
momento central del proceso penal: el juicio. Sea cual sea la interpretación que se tenga
en cuenta, lo cierto es que el enjuiciamiento penal que se moldeó hacia fines del siglo
XIX, y que corresponde con un modelo respetuoso de los resguardos constitucionales, el
juicio penal público5, no puede disociarse de la idea de castigo.
En este sentido, David GARLAND, al definir qué debe entenderse por los conceptos
de castigo o de penalidad, señala que éstos son el proceso normativo de sanción y condena
a los infractores del derecho sustantivo, de acuerdo con categorías y procedimientos legales
HENDLER, Edmundo S. Enjuiciamiento penal y conflictividad social. In: MAIER, Julio B. J.; BINDER, Alberto
M. (Comp.), El Derecho penal hoy. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1995. p. 378. Homenaje al Profesor
David Baigún,
3
Idem, pp. 375-377.
4
CAMMACK, Mark, Evidence rules and the ritual functions of trials: saying something of something, Loyola
of Los Angeles Law Review, v. 25, p. 784, Apr. 1992.
5
Cf. FERRAJOLI, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Traducción: P. Andrés Ibañez et al.
Madrid, Trotta, 1995 . cap. 9.
2
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
97
específicos. Para él, en este proceso, se involucran una serie de “marcos discursivos de
autoridad y condena, procesos rituales de imposición del castigo, (...) y una retórica de
símbolos, figuras e imágenes por medio de las cuales el proceso penal se representa ante
los diversos estratos de la sociedad”6.
De esta manera, el proceso penal, tal como lo sostiene Alberto BINDER, es uno
de los ejes estructuradores del sistema penal (al igual que lo es el plano sustantivo propio
del derecho penal) y es corresponsable en la configuración de la política criminal7. De allí
que no se pueda disociar el enjuiciamiento penal del castigo o de la penalidad.
La circunstancia de que en el proceso de formación del sistema penal moderno,
gracias al establecimiento de los Estados nacionales, tuviera lugar un desprendimiento de
las reglas procesales respecto de las normas del Derecho penal material, no quiere decir
que unas y otras estén irremediablemente vinculadas, en tanto ambas constituyen un
único fenómeno cultural.
Con ello se quiere significar algo que avanza mucho más allá de la constatación
que realizara Malcolm FEELEY, en su investigación, en cuanto que, para el individuo, la
realización del proceso penal en su contra puede constituir un castigo mucho mayor que
el de su propia condena. Esto es, que los mecanismos que importan en el enjuiciamiento
penal son el castigo mismo8. No se trata de señalar cómo el proceso de averiguación de la
verdad respecto a un conflicto de naturaleza penal puede implicar determinados costos a
una persona, sino que esos mecanismos que permiten la adjudicación de una pena están
absolutamente vinculados con ésta. De allí que, para visualizar esta relación importa saber
cuán civilizada o no es nuestra penalidad.
2.2 El conflicto y el enjuiciamiento
En su primera lección de Derecho Procesal Penal, BINDER recuerda que el Derecho
es un instrumento de la vida social que tiene como misión la redefinición de los conflictos.
Cualquier manifestación del Derecho va a repercutir en el conflicto en el que fue llamado
a intervenir, sea evitándolo, sea redefiniéndolo, sea generándolo9. Resulta evidente que
esta última consecuencia no puede tenerse en cuenta. Sólo aquellas consecuencias que
conducen a una mayor integración comunitaria son las que pueden tenerse en cuenta.
GARLAND, David, Castigo y sociedad moderna: un estudio de teoría social. Traducción de B. Ruiz de la
Conbcha.,México: Siglo XXI, 1999. p. 33.
7
BINDER, Alberto M., Introducción al derecho procesal penal, Buenos Aires Ad-Hoc, 1993. p. 37.
8
FEELEY, Malcolm M., The Process Is the punishment: handling cases in a Lower Criminal Court. New York:
Rusell Sage Foundation, 1979.p. 34, 199, 201 y 241.
9
BINDER, A., op. cit., p. 29.
6
98
FAE Centro Universitário
Está claro que si uno está haciendo referencia al papel que tiene el conflicto
para el sistema penal, la cita de la obra de CHRISTIE es obligatoria. Ya en uno de sus
primeros trabajos, Los conflictos como pertenencia, él señalaba que lo que caracterizó el
enjuiciamiento penal moderno fue la pérdida de la participación directa de los miembros
de la comunidad en el proceso de redefinición del conflicto: “en un moderno juicio penal
dos cosas importantes han sucedido. Primero, las partes están siendo representadas. En
segundo lugar, la parte representada por el Estado, denominada la víctima, es representada
de tal modo que, para la mayoría de los procedimientos, es empujada completamente
fuera del escenario, y reducida a ser la mera desencadenante del asunto”10.
Estas ideas en relación a la ocultación del conflicto como una variable a tenerse
en cuenta en la cuestión criminal, conjuntamente con la pérdida de la pertenencia de los
conflictos, son las que llevaron a que más tarde este criminólogo sostuviera que los valores
que terminaron siendo comunicados por el sistema penal no fueran otros que los que
importan una graduación del dolor: “el Estado establece su escala, el orden de valores,
mediante la variación en el número de golpes administrados al criminal, o por el número
de meses o años que se le quitan. El dolor es usado como comunicación, como lenguaje”11.
Por consiguiente, ese dolor no cumplía una función de redefinición del conflicto (en tanto
estaba oculto), sino que simplemente comunicaba un castigo.
Un sentido coincidente se puede hallar en el pensamiento de ZAFFARONI, ALAGIA
y SLOKAR. Ellos enseñan que fueron dos los modelos en los programas criminalizantes:
uno es el modelo de solución entre las partes; el otro es el modelo de decisión vertical o
punitivo. La línea divisoria pasa, pues, por la posición de la víctima, lo que necesariamente
asigna una función al procesado o penado (…). En el modelo de partes hay dos personas
que protagonizan un conflicto (el que lesiona y el que sufre la lesión), y se busca una
solución. En el modelo punitivo quien sufre la lesión queda de lado, es decir, que no es
considerado como persona lesionada, sino como un signo de la posibilidad de intervención
del poder de las agencias del sistema penal12.
En este marco, es que CHRISTIE sostiene la idea de que la participación en los
conflictos es más importante que las soluciones que éstos tengan. Es la forma como estos
conflictos vuelvan a la luz. La herramienta para ello es similar a la propuesta por HENDLER:
la civilización de los conflictos. En sus palabras: “si hay algo que esté claro, es que varios
CHRISTIE, Nils, Los conflictos como pertenencia. In: De los delitos y de las víctimas . Buenos Aires: AdHoc, 1992. p. 162.
11
CHRISTIE, N. Los límites…, op. cit., p. 114.
12
ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro; SLOKAR, Alejandro, Derecho penal: parte general. Buenos
Aires: Ediar, 2000. p. 219.
10
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
99
de los países menos industrializados han aplicado en gran parte el código civil en donde
nosotros aplicamos el código penal. Especialmente en las sociedades que carecen de
un fuerte poder central, donde el Estado es débil, o donde los representantes de éste se
encuentran lejos, la gente se ve obligada a no aplicar la fuerza”13. Es por ello que la respuesta
no sea más que una justicia participativa en tanto el mismo resultado (la aclaración de los
valores) que se obtiene con la distribución del dolor, se obtiene en el proceso mismo. La
atención pasa del resultado final al proceso14.
2.3 Edmundo HENDLER y los fundamentos de un enjuiciamiento penal
civilizado
Es en función de estas conceptualizaciones que HENDLER entiende que el modelo
de enjuiciamiento que permite cumplir aquello para lo cual el Derecho es llamado
(favorecer a la integración comunitaria), no es otro que el modelo de enjuiciamiento
público. Público, en el sentido de una participación ciudadana en la resolución de la
trama conflictiva. Esa participación, frente a la evidente teatralidad del juicio, no tiene
otra función más que la comunicativa. En sus palabras, “lo que interesa es la actitud que la
sociedad adopta frente al conflicto, no sólo en cuanto al castigo que finalmente establece
sino también respecto del modo de encarar, en sí mismo, el conflicto. (…) En el modelo
del enjuiciamiento público, la idea subyacente es ventilar el conflicto, hacerlo explícito y
dar así lugar a la catarsis de su verbalización”15.
Según él, la participación de la sociedad en el juicio, sea como espectadores o como
miembros del tribunal encargado de establecer un veredicto sobre el conflicto planteado,
provoca que su realización tenga rasgos evidentes de teatralidad: el enjuiciamiento penal
es una representación escénica que se desarrolla en el marco del sistema penal16.
Esta escenificación se constituye tanto en un símbolo, es decir, en un proceso
comunicativo que se dirige hacia la sociedad entera, como en una ficción: la construcción
de una verdad. El juicio en el que se resuelve el conflicto es el resultado de una cosmovisión,
de una “forma natural” de entender al mundo, la que le da un sentido y legitima su
Idem, p. 112.
Idem, pp. 114/115.
15
HENDLER, E., Enjuiciamiento penal…, op. cit., p. 377.
16
HENDLER, Edmundo S., Teatralidad y enjuiciamiento oral. La Ley –Argentina, 11 de mayo de 1989, p. 3
ss. Cf., asimismo, BALL, Milner S. All the law’s a stage. Cardozo Studies in Law and Literature, v. 11, n.
2, p.215-221, Winter 1999; SIMONETT, John E., The Trial as One of the Perfoming Arts. American Bar
Association Journal, v. 52,p.1145-1147, Dec.1966 y VISMANN, Cornelia, Rejouer les crimes – Theater
vs. Video. Cardozo Studies in Law and Literature, v. 11, n. 2, p.161-177, Winter 1999.
13
14
100
FAE Centro Universitário
resolución. Es un proceso en el que las imágenes culturales tienen un valor importante, en
tanto los símbolos que de ellas se desprenden facilitan la construcción de esta teatralización
del conflicto, al igual que la puesta en escena del juicio origina nuevas formulaciones en
las imágenes culturales de la sociedad17. Por otra parte, este enjuiciamiento que se lleva a
cabo es la materialización de una ficción18.
En este sentido, recuerda el pensamiento de Umberto ECO, al éste señalar que
el teatro es una forma de comunicación y que sólo es ficción en tanto signo, añadiendo
que no finge algo inexistente sino que sólo finge no ser signo, cosa que logra por tratarse,
precisamente, de algo natural y no artificial19.
Como también tiene presente para fundar su posición la obra de Winfried
HASSEMER, quien expresamente señala una cualidad institucional de la comunicación en
el proceso penal: “como institución social y, más específicamente jurídica”, el proceso penal
tiene funciones que ha de realizar a costa de elementos comunicativos y, de no realizarlas,
el sistema social corre el riesgo de que tales funciones no sean llevadas a cabo por nadie o
incluso, es más, de que, tratándose de necesidades fundamentales enraizadas en nuestro
ámbito de cultura jurídica, sean asumidas por otros (…) y resulten así graves trastornos”20.
Este marco teórico no sólo me influyó especialmente (entre otros trabajos, en
los fundamentos de mi tesis doctoral), sino que en un sentido coincidente, es uno de
los fundamentos de la tesis doctoral de Gabriel I. ANITUA. Él, al establecer el valor del
fenómeno comunicativo y el de la participación ciudadana como un vehículo de éste,
expresamente señala: “nos parece interesante la opinión de quienes sostienen que el coro
representa al público, que en principio no tendría voz (...). A través del coro, el público (los
no actores) tiene un papel protagónico en la misma trama de la tragedia. Algunos de los
filólogos que así piensan le otorgan al coro de las tragedias un valor político, consustanciado
en la democracia ateniense, de representación del pueblo (...). El coro es un compendio,
un extracto de todos los espectadores: un ‘espectador ideal’. Y ello también tiene un
profundo contenido político puesto que la diferencia entre actor y espectador no es menor
(...). De cualquiera de estas formas, como sabemos, el coro tenía voz en la tragedia. Tenía,
incluso si no se le considera propiamente un actor, un papel principal para entender qué
es lo que sucede en el escenario”21.
GONZÁLEZ, Carlos et al… Repensar las drogas. Barcelona: IGIA, 1989. p. 15.
MARÍ, Enrique E. Derecho y literatura. Algo de lo que sí se puede hablar pero en voz baja. DOXA Cuadernos de
Filosofía del Derecho, v.2, n. 21, p. 251-287,1998. Actas del XVIII Congreso Mundial de la I.V.R. (Bs As, 1997)
19
ECO, Umberto, El signo teatral. In: _____.De los espejos y otros ensayos. Barcelona: Lumen, 1988. p. 42-49.
20
HASSEMER, Winfried, Fundamentos de derecho penal. Traducción de F. Muñoz Conde, L. Arroyo Zapatero.
Barcelona: Bosch, 1984. p. 167.
21
ANITUA, Gabriel I. Justicia penal pública: un estudio a partir del principio de publicidad de los juicios
penales. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003. p. 3-4.
17
18
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
101
Esta referencia no es más que, un ejemplo de lo que HENDLER sostiene al señalar
que la participación ciudadana en el enjuiciamiento penal es un fenómeno social y cultural
de características universales: “todas las culturas, en todos los lugares y en todos los tiempos,
las de la historia más antigua, las relevadas etnográficamente o las de las sociedades
actuales, conocen alguna forma de participación popular en el enjuiciamiento criminal”.
Como él recuerda, “(l)La costumbre del juzgamiento por los jefes del grupo social o por
colegios de asesores o de ancianos, actuando en forma pública y rodeados por el conjunto
de la población en actitud de franca participación, (...) no es característica solamente
de organizaciones tribales: además de ser empleáda por los primitivos germanos, era la
modalidad adoptada por los tribunales de la China imperial doscientos años antes de la era
cristiana. La regla establecida para los jueces, en este último caso, era que debían prestar
atención a las manifestaciones del público”22.
El jurado, por ende, se presenta como una de las formas esenciales a través de
la cual el enjuiciamiento contempla la participación de sus miembros, y gracias a ello el
ritual judicial se constituye como tal. En otras palabras, en “aquella institución en la cual
pensaban los ilustrados para disponer de la escena en la que se produciría la discusión
pública que, con suertes imprevisibles (...) redefiniría las violencias”, en la expresión de la
participación directa de la comunidad en el acto de gobierno fundamental de la disposición
inmediata de la coacción estatal23.
ANITUA funda el valor de este tipo de participación comunitaria, al recordar
lo sostenido por LECLERQ cuando éste expresaba que “los jurados se encuentran
bruscamente en la situación de ciudadanos, y aquellos que en el bar del café de comercio
despotricaban contra el crecimiento de la delincuencia y exigían mano dura para acabar
con los malhechores, tratan de conocer el verdadero rostro de los hombres que les hablan,
se preguntan sobre lo justo y lo injusto, sobre la función de la pena. Hay pocos lugares
donde se vea tan abiertamente la evidencia de la democracia. Es la responsabilidad social
la que hace al ciudadano”24.
Lo cierto es que la participación de los ciudadanos en el ritual judicial, en su
calidad de jurados, tiene una función en particular. En palabras de HENDLER, “resguardar
la homogeneidad cultural de quienes imponen los castigos y quienes son castigados”. Al
desarrollar esta idea, él explica cómo el establecimiento del jurado tiene el sentido de
proteger a los más débiles frente al poder, permitiéndoles restringir sus atribuciones y
HENDLER, Edmundo S. El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas., Buenos Aires; Editores
del Puerto, 2006. p. 3-4.
23
ANITUA, G., Justicia…, op. cit., pp. 418-419.
24
Idem, p. 422.
22
102
FAE Centro Universitário
preservar las pautas de comportamiento del grupo comunitario. Con esta participación,
se asegura la integración del tribunal con quienes pertenecen al mismo entorno cultural
de quienes tienen que ser juzgados. De esta manera, se aseguran niveles de convivencia
entre los grupos dominantes y los dominados, entre cada una de sus pautas culturales25.
Este tipo de participación de los ciudadanos en la justicia puede canalizarse, de
una manera institucionalizada, de más de una manera: con jurados, con escabinos, con
asesores populares o con otras variantes de esa índole. Este tipo de distinción atañe a lo que
constituye el aspecto esencial del fenómeno participativo: la interacción entre quienes se
desempeñan como jueces profesionales y quienes, sin ostentar esa calidad, intervienen en
la decisión de los casos criminales. Tal como lo afirma HENDLER, en otro de sus estudios
sobre este tema, “para apreciar las distintas variantes que presenta el fenómeno cultural
de la participación ciudadana en el proceso penal, lo que interesa son las modalidades
que puede adoptar la vinculación entre jueces y ciudadanos. Es decir la manera como se
comunican unos y otros”26.
Esta comunicación representa una característica más propia de la participación
ciudadana en el ritual judicial: erigirse en un resguardo de la libertad de todo sujeto
acusado. La participación de los ciudadanos, en sus orígenes, sirvió para dar fundamento
a un derecho individual frente a la autoridad; a una prerrogativa de todos los “hombres
libres”. La significación cultural de la participación ciudadana “adquiere especial relevancia
en el juzgamiento de quienes pertenecen a sectores marginados o discriminados para
quienes el jurado resulta una fundamental garantía27.
Como se puede apreciar, la forma en que debe darse aquella derivación del conflicto
hacia un tercero, con el objeto de que se facilite con posterioridad una reintegración
comunitaria, no es otra que la de un modelo de enjuiciamiento público. Mas, público no
sólo en un sentido formal, sino material: que reconozca la participación ciudadana como
su vehículo de expresión.
3
EL PROCESO CIVILIZATORIO DEL ENJUICIAMIENTO PENAL. UN
COMPLEJO ARTEFACTO CULTURAL
Para estudiar cuál fue el proceso que tuvo lugar para la configuración de este
tipo de enjuiciamiento penal dentro de nuestra cultura jurídica occidental hay más de
un estudio posible para recurrir. No obstante, la mayoría de nuestras lecturas en ese
HENDLER, Edmundo S., El juicio…, op. cit., pp. 11-13.
HENDLER, Edmundo S., Jueces y jurados: ¿Una relación conflictiva?. In: MAIER, Julio B. J. et al... Juicio
por jurados en el proceso penal. Buenos Aires: Ad-Hoc, 2000. p. 18.
27
HENDLER, Edmundo S. El juicio…, op. cit., pp. 45-48.
25
26
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
103
sentido están orientadas a estudios que analizan este proceso histórico desde perspectivas
histórico-normativas o simplemente descriptivas. De allí que la intención de las palabras
que siguen es brindar los fundamentos sociojurídicos del proceso civilizatorio, esto es, un
enjuiciamiento de características más participativas.
Para ello, en primer lugar, como marco teórico, encuentro necesario recordar
el pensamiento de GARLAND en cuanto a que el castigo deba ser entendido como un
complejo artefacto cultural. Artefacto cultural que encarna y expresa las formas culturales
de la sociedad; de tal forma que las mentalidades y las sensibilidades culturales en las
instituciones penales influyen en el castigo tanto como éste lo hace con aquéllas. Según él,
para comprender la formación y el significado social de la penalidad es necesario construir
un análisis cultural en el que se señale cómo éste se expresa y actúa en el ámbito penal, en
tanto la cultura es la que determina los contornos y los límites externos de la penalidad28
. De esta manera, podremos comprender los fundamentos de un enjuiciamiento penal
civilizado. Especialmente, cómo se conformó éste. Ello, gracias a que se pasan a tener en
cuenta herramientas tales como las correspondientes al pensamiento de la estética.
3.1 La cuestión criminal como un complejo artefacto cultural
GARLAND sugiere que el castigo moderno es tanto una cuestión cultural como
estratégica; en otras palabras, que es un ámbito de expresión de los valores y de las
emociones, como también un proceso de control. El armazón a partir del que arma
su concepción sociológica del castigo está basado en la interpretación de los valores y
sentimientos del conflicto social que están expresados e invocados en el castigo, al igual
que en el diseño de las estrategias instrumentales del control penal29.
En su concepción, el castigo es, para cualquier sociedad, un tema simbólico, ya que
se vincula directamente con las raíces del orden social, que posee un lugar prominente en
la formación y desarrollo individual de las personas. El castigo opera como un signo de la
autoridad y es la materialización final de su fuerza, de naturaleza universal e indispensable30.
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 227-228 y 230.
GARLAND, D. Frameworks of Inquiry in the Sociology of Punishment. The British Journal of Sociology,
v. 41, n. 1,p. 1-15, Mar. 1990. Un extracto de este trabajo está publicado en THOMPSON, K. (Ed.) Key
Quotations in Sociology, Routledge, 1996. Publicado nuevamente, en SMART, Barry (Ed.). Michel Foucault:
critical assessments. Routledge, 1995.v. 4. Vuelto a publicar en MELOSSI, Dario (Ed.). The sociology of
punishment. Dartmouth, 1998, p. 4.
30
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna... op. cit., p. 11.
28
29
104
FAE Centro Universitário
Su semiología del castigo opera en dos niveles: en el mundano de los comportamientos
y de los efectos físicos, pero también, en el simbólico, al ser su trabajo un análisis sobre
el sistema de signos que están alrededor de él31. Lo que permite descubrir una dimensión
importante de los procesos sociales del castigo: esto es, trasladar la atención de los aspectos
administrativos y gerenciales del castigo hacia sus aspectos sociales y emotivos32. Este nivel
simbólico autorizará a GARLAND a establecer los límites de su teoría social del castigo y,
con ello, incorporar la variable cultural como un elemento indispensable en su análisis.
En razón de ello, un análisis general del castigo tiene que explorar el complejo mundo de
las sensibilidades culturales y de las mentalidade33.
GARLAND logra su propósito de construir su idea sobre el castigo, que sintetiza lo
simbólico y lo instrumental, gracias al rescate, en su análisis, de la dimensión cultural que
se encuentra presente en el fenómeno de la penalidad. En otras palabras, lleva adelante
su propósito al describir el castigo como un artefacto cultural, que encarna y expresa las
formas culturales de la sociedad34. El desarrollo de esta perspectiva es lo que le permitirá
señalar, finalmente, que el castigo es una compleja institución social.
En su definición de cultura, GARLAND parte del análisis efectuado por el estudio
antropológico de GEERTZ. Entiende por ella, una dimensión de la vida social, en un
contexto conformador de la acción social y penal. En su esquema analítico, la cultura
abarca tanto los fenómenos de conocimiento denominados por él “mentalidades”, como
aquellos relacionados con el afecto o la emoción: las “sensibilidades”. De esta manera,
en la cultura se distinguen dos aspectos: por un lado, el cognitivo, que se refiere a todos
aquellos conceptos y valores, categorías y distinciones, marcos de ideas y sistemas de
creencias (las mentalidades) que se usan para construir el mundo y su representación
ordenada y significativa; y, por el otro, el afectivo, esto es, las distintas formas de sentimientos
y sensibilidades. Unos y otros se vuelven inseparables35.
Estas sensibilidades y mentalidades (socialmente construidas) tienen implicaciones
importantes en las maneras de castigar a los delincuentes. Según GARLAND, “los patrones
culturales estructuran las formas en que concebimos a los criminales, proporcionando los
marcos intelectuales (científicos, religiosos o de sentido común) a través de los que vemos
a estos individuos, entendemos sus motivaciones y los clasificamos como casos. Dichos
GARLAND, D. Durkheim’s theory of punishment: a critique. In: GARLAND, David; YOUNG, Peter (Ed.)
The Power to punish: contemporary penality and social analysis. London: Heinemann, 1983. p. 59.
32
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 103.
33
GARLAND, D. Frameworks..., op. cit., pp. 3-4.
34
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 227.
35
Idem, p. 228-229.
31
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
105
patrones también estructuran nuestra forma de sentir a respecto de los delincuentes, no sólo
mediante los procesos evocadores rituales (...) sino también por medio de la conformación
de nuestras sensibilidades”36.
En este marco, GARLAND sostiene que el castigo se vuelve una encarnación
práctica de algunos de los temas simbólicos, significados y formas específicas de sentir que
constituyen la cultura. De esta manera, el castigo está conformado por amplios patrones
culturales originados fuera de él, a la vez que genera sus propios significados, valores y
sensibilidades que contribuyen, en cierta forma, a establecer el esquema de la cultura
dominante. La cultura es tanto “causa” como “efecto” de las instituciones penales37.
En función de todo ello, para GARLAND, el castigo es una institución comunicadora
y didáctica, dado que por medio de sus políticas y declaraciones pone en efecto algunas de
las categorías y distinciones con las cuales se da significado al mundo. La penalidad actúa
como un mecanismo regulador social en dos sentidos: regula la conducta directamente a
través del medio físico de la acción social, al igual que, regula la conducta con un método
diferente basado en la significación. Por lo que, la penalidad no sólo comunica significados
acerca del crimen y del castigo, sino también acerca del poder, la autoridad, la legitimidad,
la moralidad y muchas otras cuestiones38.
En definitiva, para GARLAND, el castigo es un complejo artefacto cultural que
codifica, en sus propias prácticas, signos y símbolos de una cultura más amplia. Entre otras
circunstancias, de todo ello lo que es importante tener en cuenta es que esta visión es una
propuesta metodológica: un modo de mirar que ayuda a tener acceso a los significados
sociales implícitos de la penalidad. Lo que no debe hacer olvidar el hecho de que el castigo
también es una red de prácticas materiales sociales y de formas simbólicas, de manera tal
que las instituciones penales son parte de una estructura de acción social y un sistema de
poder, al mismo tiempo que un elemento significante dentro de un ámbito simbólico39. Y
una de esas instituciones penales que conforman la penalidad para él, como ya se señalara,
no es otra que la del enjuiciamiento penal.
Idem, p. 230.
Idem, pp. 290-291.
38
Idem, p. 293-294.
39
Idem, p. 233-234.
36
37
106
FAE Centro Universitário
3.2 La penalidad, el enjuiciamiento y el proceso civilizatorio: las obras de
ELIAS y SPIERENBURG
El marco teórico de GARLAND se sustenta en los estudios Norbert ELIAS, al definir
éste último cómo se fue desarrollando el proceso de civilización, el que implicó –en la
cultura popular– un aumento y diferenciación de los controles impuestos por la sociedad
sobre los individuos, y un refinamiento de conducta y mayor nivel de inhibición psicológica,
en la medida en que las normas de conducta adecuadas se volvieron más exigentes.
Parámetro psicológico que toma de FREUD y que, según GARLAND, no se aleja de lo
estudiado por FOUCAULT sobre la disciplina y sus efectos40. De manera complementaria,
GARLAND, rescata el análisis llevado a cabo por SPIERENBURG, al señalar éste, cómo las
condiciones de seguridad y el uso instrumental del castigo siempre estuvieron en tensión
con las fuerzas culturales y psíquicas encargadas de poner límites claros en los tipos y
extensión del castigo que se consideraba aceptable, de manera que la sensibilidad influyó
claramente en la forma en que se adoptaron los castigos41.
En definitiva, GARLAND se centra en saber cómo se estructura la sensibilidad, y la
forma como ésta cambia con el transcurso del tiempo, en tanto ello guarda una relación
directa con el concepto de castigo. Esto es, en sus palabras, “el crimen y el castigo son
asuntos que provocan una respuesta emocional de parte del público y los involucrados. Los
sentimientos de temor, hostilidad, agresión y odio compiten con la piedad, la compasión
y el perdón, para definir la respuesta adecuada ante un trasgresor de la ley. Más aún, en
la medida en que el castigo implica el uso de la violencia o la imposición del dolor y el
sufrimiento, su disposición se ve afectada debido a las maneras en que la sensibilidad
prevaleciente diferencia entre las formas permitidas y no permitidas de violencia, y a las
actitudes culturales en presencia del dolor”42.
Para realizar un análisis como el semejante, se torna imprescindible pasar a
observar las distintas representaciones artísticas o literarias, tal como lo realiza ELIAS
en su investigación. Una de las razones de ello es lo que él entiende por cultura; esto
es, productos del hombre dotados de realidad, como pueden ser obras de arte, libros,
sistemas religiosos o filosóficos. Productos que poseen una particularidad mayor que lo
que se puede entender por civilización, ya que ésta puede referirse también a hechos
políticos y económicos, que no comprenden lo que debe entenderse por lo cultural. La
Idem, p. 254-257.
GARLAND, David, The punitive mentality: its socio-historic development and decline, contemporary crises,
10, 1986, p. 316.
42
GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna... op. cit., p. 250.
40
41
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
107
idea de cultura posee un carácter diferenciador y, por lo tanto, de trascendencia a la hora
de efectuar un análisis como el que se propusiera43.
De esta manera, por medio del análisis de manuales de etiqueta, textos pedagógicos,
novelas, pinturas, periódicos, demandas judiciales, bitácoras de viaje y otros documentos,
ELIAS reconstruye las expectativas sociales y las formas de conducta que prevalecieron. A
través de cada una de éstas se conformaron una serie de normas de lo que se consideró una
sociedad civilizada, en la que la violencia se convierte en monopolio de las autoridades,
reduciéndose los niveles de agresión y aumentando los niveles de paz y seguridad de la
vida social44. Normas que tuvieron su difusión cultural precisamente a través de cada una
esas fuentes que recién se mencionaron; de allí que su estudio sea por demás relevante. De
estas fuentes, el libro tuvo un papel primordial, en tanto que, el aumento de la demanda
de libros en una sociedad –tal como ocurriera– fue, en sí mismo, un signo seguro de un
movimiento civilizatorio más intenso. Según ELIAS, es notable la transformación y regulación
de los impulsos, que requiere tanto el hecho de escribir los libros como el de leerlos45.
Dentro de este marco, ELIAS desarrolla una de sus tesis: demostrar que las
transformaciones culturales y psíquicas, que originan las sensibilidades civilizadas
desempeñaron un papel importante en la configuración de las instituciones del castigo. Por
un lado, en la circunstancia de que el individuo tuvo que aprender a dominarse, a no ser
un prisionero de sus pasiones. Sus inclinaciones e impulsos que le pudieran proporcionar
placer pasaron a estar más limitados, de forma tal que se produjo un proceso de
“acortesanamiento” en el que la falta de realidad y la violencia se van a buscar en sustitutos
tales como los sueños, los libros o los cuadros46. Por otro lado, en el proceso de ocultamiento
al que se asiste, de traspaso en forma paulatina al espacio “detrás del escenario”, tras los
muros de las prisiones, de las penas capitales y corporales que se realizaban en público;
de manera que el ritual de la muerte judicial, como la demostración del sufrimiento del
trasgresor, se convirtieron en actos pocos refinados y de mal gusto (especialmente de la
élite social), que llevaron a su sustitución, principalmente, por el encarcelamiento. Es que,
en su concepción, tal como lo señala Jonathan FLETCHER, civilización y violencia no son
conceptos opuestos, sino que están íntimamente relacionados47.
ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México:
Fondo de Cultura Económica, 1989. p. 58.
44
Cfr. ELIAS, N., op. cit. capítulos I y II.
45
Idem, p. 486.
46
Idem, p. 459.
47
FLETCHER, Jonathan, Violence and civilization: an introduction to the work of Norbert Elias, Cambridge:
Polity, 1997. p. 54.
43
108
FAE Centro Universitário
Esta tesis es tomada y desarrollada por SPIERENBURG, quien analiza con mucho
más detalle cómo el fin de las ejecuciones públicas se relaciona con la transformación
a largo plazo de la sensibilidad social48. Al analizar ello, GARLAND sostiene que, pese a
que los cambios funcionales en la organización de la sociedad forman el telón de fondo y
establecen las condiciones básicas para el desarrollo penal, fue la evolución en la sensibilidad
lo que creó un contexto inmediato para las reformas penales y para un cambio penal49.
Uno de los métodos que utiliza SPIERENBURG para lograr analizar estas sensibilidades, es tener en cuenta los testimonios que se desprenden de las distintas pinturas de la
época. Encuentra que, inicialmente, la sociedad toleraba la imposición del dolor y poseía
una manifiesta actitud indiferente hacia el sufrimiento de los convictos50. Mas, con posterioridad (hacia la segunda mitad del siglo XVIII), la sensibilidad se verificó en expresiones
de repugnancia y ansiedad hacia estas formas de imposición del castigo, especialmente, a
la aplicación de la pena de muerte en tanto ésta implicaba crueldad y un trato inhumano
hacia el delincuente51. De esta forma, cambia el drama social que se intentaba reflejar a
través de la ceremonia de la ejecución de la pena52. Su ocultación, en consideración de
SPIERENBURG, fue producto del desarrollo de dos fases. La primera fue producto del surgimiento de una aversión a la visibilidad del castigo físico, lo que llevó a una segunda fase,
en la que dicha aversión se convirtió en una repugnancia que se propagó e intensificó de
manera que este tipo de ejecuciones públicas fueran definitivamente abolidas53.
Como se puede apreciar, SPIERENBURG estudia el tránsito en la supuesta
humanización de las penas, no tanto como una tecnología de saber-poder –en términos
foucaultianos–, sino como en la consideración de que la seguridad y el uso instrumental
del castigo siempre están en tensión con las fuerzas culturales encargadas de imponer
límites claros sobre los tipos y la extensión del castigo.
Tal vez, la razón de ello puede ser la afirmación que realiza GARLAND, en cuanto
que la conducta criminal puede provocar una reacción desmedida de resentimiento y
hostilidad, con respecto al peligro real que representa. En otras palabras, en el hecho de
que en los criminales hay oportunidades que actúan, deseos presentes en el inconsciente
de ciudadanos respetuosos de la ley, lo que puede explicar la profunda fascinación que
Cf. SPIERENBURG, Pieter. The spectacle of suffering. executions and the evolution of repression: from
a preindustrial metropolis to the European experience. Cambridge, Cambridge University, 1984.
49
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 263.
50
SPIERENBURG, P., op. cit., caps. 2 y 3, pp. 13 y siguientes.
51
Idem, p. 183 ss.
52
Idem, p. 43.
53
Idem, p. 204-205.
48
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
109
ejerce el crimen en muchos, manifestada, por ejemplo, en la atracción que tuvo la novela
negra, o las noticias de crímenes y personajes como Jack el Destripador54 y Charles Manson,
entre otros55.
De allí que la problemática en la que nos adentramos, no sólo reposa en un
ámbito cultural, sino que también, la explicación de naturaleza psicológica se debe tener
en consideración56. En palabras de GARLAND, “el castigo de otros proporciona cierta
medida de gratificación y placer secretos a individuos cuyos impulsos se encuentran
sometidos a la represión cultural, y para quienes el sistema penal representa una válvula
de escape socialmente sancionada para su agresión inconsciente”57. Es por todo ello que
GARLAND concluye en que “es en el ámbito de la literatura, el teatro y la fantasía donde
se encuentran, de la manera más gráfica y penetrante, los rastros del poder simbólico de
la prisión, aunque dichos efectos eludan, en general, las herramientas de medición de las
ciencias sociales”58. Claro que estas palabras están enfocadas a una institución por demás
particular de la cuestión criminal: la prisión. No obstante, está claro que ellas aluden en
general a toda la problemática de la penalidad y no sólo a un edificio en sí.
Justamente el espectáculo judicial, como fenómeno público en el que la participación
ciudadana empezó a tener un papel cierto, renació luego de que la publicidad del castigo
afectó las sensibilidades culturales que se terminaron de conformar hacia la segunda mitad
del siglo XIX. Con el tiempo, el espectáculo cambió de escenario. Fue el enjuiciamiento
penal el que cumplió estas funciones dramatúrgicas propias de la ejecución del castigo
impuesto. El papel que la tortura y la penal capital del Antiguo Régimen tenían dentro del
esquema de poder pasó a estar realizado por el ritual del juicio, el que se correspondía
con las nuevas sensibilidades y mentalidades culturales imperantes en el proceso de
civilización: el escepticismo en las ejecuciones públicas minaba el orden, en vez de reforzar
las normas sociales59.
Cf., entre otros estudios al respecto: BENAVIDES VANEGAS, Farid Samir, Narraciones y estructuras: relatos
sobre la construcción de la nación en el Londres Victoriano; DEL MÁSTER, Teresina. Sistema penal y
problemas sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1998. (Inédita). Asimismo, ver: WALKOWITZ,
Judith, La ciudad de las pasiones terribles. narraciones sobre el peligro sexual en el Londres victoriano.
Madrid: Universidad de Valencia, Ediciones Cátedra, 1992. Serie Feminismos, Instituto de la mujer
55
GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 280.
56
Ver, al respecto: GARCÍA-BORÉS, Pep; PUJOL, Joan. Los no-delincuentes: cómo los ciudadanos entienden
la criminalidad. Barcelona: Fundación “La Caixa”, 1994. p. 24-28.
57
GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 280.
58
Idem, p. 302.
59
Cf. SPIERENBURG, P., op. cit.; BEATTIE, J. M. Crime and the Courts in England:1660-1800, Clarendon,
Oxford, 1986; y ELIAS, N., op. cit.
54
110
FAE Centro Universitário
En términos de FOUCAULT, la “sombría fiesta punitiva” va extinguiéndose. Desaparece el “espectáculo punitivo”, el cual se convierte en un nuevo acto de administración.
Así, el “castigo ha cesado poco a poco de ser teatro. Y todo lo que podía llevar consigo
de espectáculo se encontrará en adelante afectado de un índice negativo. Como si las
funciones de la ceremonia penal fueran dejando, progresivamente, de ser comprendidas,
el rito que ‘cerraba’ el delito se hace sospechoso de mantener con él turbios parentescos”.
De esta manera, “el castigo tenderá, pues, a convertirse en la parte más oculta del proceso
penal”. De allí que será la “publicidad (…) de los debates y de la sentencia”, en donde
descansará la luz. Y, con ello, el sitio donde el espectáculo quedará radicado60.
La conformación del juicio penal público en los sistemas de enjuiciamiento penal
occidentales, entre fines del siglo XVIII y el siguiente, fue una oportunidad para reflejar,
de esta manera, la racionalidad imperante en el proceso de imposición del castigo estatal.
Las “ceremonias” penales pasaron a ser predecibles, eficaces e incruentas61. Los procesos
rituales del conflicto penal se confinaron al tribunal y a las instancias de condena y sentencia,
y no a su ejecución.
Tal como lo describe Douglas HAY, en la sala de audiencia, cada acción de los
jueces estaba dirigida por la importancia del espectáculo, en tanto había una conciencia
de que los tribunales eran plataformas que se dirigían a la multitud. En el procedimiento,
dos escenas eran pruebas del poder de los jueces. Por un lado, en el paternalismo en la
que dirigían sus instrucciones al jurado que representaba a toda la comunidad y, por el
otro, en el poder y la pasión de la venganza justa que implicaba la pena que imponían.
En este ritual, se evocaban los más poderosos componentes psíquicos de la religión62.
Con igual sentido, Jeremy BENTHAM llamaba a aquel lugar en que se desarrollaba
esta ceremonia, la sala de audiencia, “el principal teatro de la justicia”, y a la sala del juez,
un “pequeño teatro de justicia”63. Esta visión suya se correspondía con la idea de espectáculo
que consideraba que tenía que tener el castigo, al considerar a la prisión como un “teatro
moral”, cuyas representaciones imprimen el terror al delito64. Esta concepción dramatúrgica
la acentuaba al señalar que “(l) Las mismas ficciones teatrales, envueltas en todo aquello
FOUCAULT, M., Vigilar…, op. cit., pp. 16/17.
ANITUA, Gabriel Ignacio, “El principio de publicidad procesal penal: un análisis con base en la historia y el
derecho comparado”, en HENDLER, Edmundo S. (Comp.), Las garantías penales y procesales: enfoque
histórico-comparado. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2001. p. 73.
62
HAY, Douglas. Property, authority and the criminal law. In: HAY, Douglas et al…; Albion’s fatal tree: crime
and society in eighteenth-century England. Bristol: Allen Lane, 1975. p. 27-29.
63
BENTHAM, Jeremy, Rationale of judicial evidence In: en BENTHAM, Jeremy. VI Works or Jeremy Bentham.
London: Bowring, 1838-1848. p. 353-354. Citado por BALL, M. The Play’s..., op. cit., p. 86.
64
BENTHAM, Jeremy. El panóptico. Traduccion: M. J.Miranda. Madrid: La Piqueta, 1979 . p. 42.
60
61
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
111
que puede mantener la ilusión, son débiles y fugitivas como las sombras, en comparación
a esos dramas reales que muestran en su triste verdad los efectos del crimen, la humillación
de los culpables, la angustia de sus remordimientos y la catástrofe de su condenación”65.
Sin embargo, como bien advierte ANITUA, hay un supuesto peligro en que la
disposición escénica en sí misma sea una metáfora de la justicia (y de la política), por las
diferencias que existirían entre la ficción y la “realidad”. Ejemplifica ello con las palabras
de ROUSSEAU, cuando éste realiza una crítica tanto de la analogía del teatro con las
actividades sociales, como del teatro mismo, al decir que “¿En qué consiste el talento del
comediante? En el arte de fingir; de revestirse de un carácter distinto al suyo, de parecer
diferente a cómo se es, de apasionarse a sangre fría, de decir algo distinto de lo que se
piensa con tanta naturalidad como si se pensara de verdad y, en fin, a olvidar el propio
lugar a fuerza de ocupar el de otros”66. Peligro que se transformaría en una virtud si dicho
“espectáculo” se convierte en una “fiesta”: “convertid a los espectadores en espectáculo,
hacedlos actores, haced que cada cual se vea y se guste en los demás para que de ese
modo todos se encuentren más unidos”67. De allí que, para no caer en dicho peligro, el
objetivo a perseguir sea comprender al proceso penal como una profunda representación
dramática en el que el propio público forme parte también del espectáculo68.
3.3 El enjuiciamiento penal y la estética
Como se puede apreciar, en términos socio-jurídicos, la principal consecuencia que
se desprende de estos estudios es que uno de los elementos que especialmente influyó
en el proceso de conformación del enjuiciamiento penal moderno, como un espectáculo
público no fue otro que en lo que coinciden ELIAS y SPIERENBURG: esto es, en una
cuestión estética. De allí que corresponda realizar algunas consideraciones del valor que
la estética tiene en un análisis del sistema penal que no sea simplemente normativo.
BENTHAM, Jeremy, Tratado de las pruebas judiciales. Traducción M. Ossorio Florit. Buenos Aires: EJEA,
1959. v.1, t.1, p. 156.
66
ROUSSEAU, Jean Jacques. Carta a D’Alembert sobre los espectáculos. Traducción Q. Calle Carabias.
Madrid: Tecnosp.p. 99.
67
Idem, p. 156.
68
ANITUA, Gabriel Ignacio. Hacia una formalización de la “video-justicia: el problema de la televisación
de los juicios penales. DEL MÁSTER Tesina. Sistema penal y problemas sociales. Barcelona: Universidad
de Barcelona, 2000. p. 5.
65
112
FAE Centro Universitário
3.3.1 El valor de la estética para una sociología jurídica del proceso penal
Tal como lo sostiene Niklas LUHMANN, el arte debe estar relacionado con la
ciencia social. Tanto es así que su esquema teórico se asienta, entre otros pilares, en lo
que él llamó en su libro el Arte como un sistema social. Allí, él afirma que la ciencia (en
este caso la teoría sociológica), debe abrirse a la crítica a través del arte. La ciencia debe
ser capaz de observar qué es lo que se presenta como arte. Si bien, a su entender, la teoría
sociológica es una “teoría empírica”, lo cierto es que el trabajo de transformar el análisis
crítico que surge de la mirada del arte en información puede ser utilizada por la ciencia. En
sus palabras, “la asunción de la teoría social que reclama universalidad no puede ignorar
la existencia del arte”69. Como toda ciencia, la tarea propia del análisis jurídico no puede
desprenderse de esta afirmación.
En definitiva, se trata de una cuestión estética. Ésta, si bien disciplina propia de la
filosofía, se convierte en estética sociológica cuando la reflexión sobre el mundo de los
sentimientos, de la belleza y del arte se plantea a partir de su estrecha vinculación con las
condiciones histórico-sociales de cada momento histórico, esto es, con la realidad social.
En este marco, las relaciones entre el arte y la sociedad son recíprocas. Esto es, no sólo
cabe pensar en la influencia del contexto social en el arte, sino también en la influencia
del arte para con la sociedad. Esta incidencia de la obra artística es, precisamente, una
de sus funciones70.
Arte y literatura no son otra cosa que manifestaciones de la cultura71. Según
Arnold HAUSER, el arte es un vehículo de expresión al conseguir encerrar dentro de sí
la suma de experiencias derivada de la práctica existencial, e incorporarla a las formas
homogéneas de sus representaciones, gracias a la intuición del hombre. Como tal, refleja
la realidad del modo más perfecto, vivo y penetrante. En sus palabras, “(el arte es una
fuente de conocimiento y no sólo por cuanto prosigue directamente la obra de las ciencias,
completando sus descubrimientos, (...) sino por cuanto indica los límites ante los cuales
fracasa la ciencia, mientras que él penetra allí donde los ulteriores conocimientos sólo
pueden adquirirse por caminos que, fuera de él son intransitables”72.
LUHMANN, Niklas, Art as a social system. Stanford: Stanford University, 2000. p. 3.
FURIÓ GALI, Vicenç. Sociología del arte. Madrid: Cátedra, 2002. p. 20-22.
71
Cf. BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Traducción T. Kauf.
Barcelona: Anagrama, 1995); y JOFRÉ, Manuel. Teoría literaria y semiótica. Santiago del Chile: Universidad
de La Serena, 1990.
72
HAUSER, Arnold. Fundamentos de la sociología del arte. Traducción: R.G. Cotarelo, V. romano Villalba.
Madrid: Guadarrama, 1975.p. 14-16.
69
70
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
113
La literatura es una de sus expresiones. Según Jean-Paul SARTRE, la literatura es
el acto de escribir con la intención de revelar el mundo, y al hombre que habita en él73.
Entre sus géneros, la tragedia y la novela serán más que significativas. Al decir de Roger
CAILLOIS, respecto de esta última, “se apodera de la ciencia, desdeña limitarse a la ficción,
emprende la descripción de lo real, y pronto su explicación, o mejor dicho, su desarrollo;
(...) se esfuerza en representar lo real bajo todos los aspectos, poniendo de relieve su
arquitectura, sus conexiones, sus resortes. Con ese fin moviliza los diferentes aportes de las
diversas disciplinas (...). Se propone realmente escribir historia, hacer psicología, sociología
(...). (Sus obras) son lisa y llanamente obras de imaginación, compuestas no para agradar
o divertir, sino para enseñar, hacer comprender”74.
En definitiva, tal como lo señala HEIDEGGER, la obra artística hace conocer
abiertamente lo otro, revela lo otro; es alegoría. Y, como tal, es símbolo75. En función de
ello, las significaciones simbólicas que se pueden establecer son más que trascendentes
para el conocimiento de la sociología jurídico-penal y, a partir de ésta, para el derecho.
Un símbolo reenvía a dos realidades al mismo tiempo, las que son reunidas en un
solo plano y que provienen de órdenes diferentes. Su lógica es la de encontrar equivalencias
al establecer una correspondencia entre ellas76. El símbolo, como tal, es directo y no
requiere una mediación lingüística. Un objeto, o un edificio, se convierten en un símbolo
cuando su propia naturaleza es tan clara, y está tan profundamente expuesta que brinda
un conocimiento de algo mucho mayor ubicado por detrás. Por señalar un ejemplo, en
el mundo medieval, la cruz sugiere sufrimiento, expiación y salvación, mientras que la
catedral en su totalidad y en sus detalles, es un símbolo del paraíso77.
La idea de imagen, como imagen cultural, pasa a ser por ende importante en este
sentido. Idea distinta de la que se puede desprender del estudio de la iconología, que
como rama de la historia del arte, se ocupa del contenido temático y del significado de
las obras de arte en cuanto algo distinto a su forma. Una obra de arte posee una serie
de motivos artísticos (y combinaciones de éstos, es decir, composiciones). Esos motivos
son portadores de un significado secundario o convencional, los que se constituyen en
“imágenes”. Las combinaciones de estas “imágenes” son las que estamos acostumbrados
a llamar “alegorías”. La identificación de “imágenes” y “alegorías” son las que constituyen,
SARTRE, Jean-Paul, ¿Qué es la literatura? Traducción A. Bernárdez. Buenos Aires: Losada, p. 81 y 147.
CAILLOIS, Roger. Sociología de la novela. Buenos Aires : Sur, 1942.p. 15-16.
75
HEIDEGGER, Martín. Arte y poesía. Traducción S.Ramos. México: Fondo de Cultura Económica, 1997. p. 41.
76
GARAPON, Antoine. L´âne portant des reliques: essai sur le rituel judiciare. Paris : Le Centurion, 1985. p. 42.
77
TUAN, Yi-Fu. Space and place: the perspective of experience. London : Edward Arnold. p. 114.
73
74
114
FAE Centro Universitário
en su sentido estricto, el contenido de la iconología78. La comunicación es un efecto
que engloba cada uno de estos conceptos. Es cierto que se presenta cierta dificultad en
considerar el lenguaje de las imágenes como comunicativo. Esto es así, ya que mientras el
lenguaje sirve únicamente para comunicar, las imágenes cumplen también otras funciones.
Determinar cómo y qué es lo que comunican las imágenes sólo es posible gracias
a los instrumentos que brinda la semiótica (entendida ésta como aquellos metalenguajes
que intentan indicar y explicar la gran variedad de “lenguajes” a través de los cuales se
constituye la cultura79), ya que en ella se estudian los procesos culturales como procesos de
comunicación, y el sistema de significación que subyace por debajo de ellos. La significación,
desarrollada por la teoría de los códigos, y la comunicación, resultado de la teoría de la
producción de los signos, son algunos de sus elementos básicos80.
3.3.2 La penalidad y su representación artística y literaria
Si bien uno podría escribir largamente sobre la relación entre el arte y la literatura
con el derecho, lo cierto es que hay un par de obras que deben ser tenidas en cuenta a la
hora de analizar esta vinculación. Es que sirven de referencia para ejemplificar esto que
se viene sosteniendo a lo largo de estas líneas: que las mentalidades y las sensibilidades
culturales, que conformaron una determinada estética de la sociedad, fueron conformadores
de una reducción de la violencia pública en el proceso de conformación del enjuiciamiento
penal moderno.
Uno de estos trabajos es el de Victor BROMBERT. Massimo PAVARINI, en una
de sus reflexiones acerca del triunfo de la prisión como medio de castigo, señalaba que
para entender sobre ello, “la lectura más clara sea la de Victor Bombert en La prison
romantique, o sea, la cultura de los ochocientos, la del siglo de oro de la cárcel, entendida
la segregación carcelaria como una dimensión propia de la nueva sensibilidad romántica.
Aquello que en la literatura –de Stendhal a Hugo, de Nerval a Dostoiewski– fue entendido
como el lugar simbólico del sueño y de la poesía, y en la cultura más difusa fue apreciado
porque era adecuado a la nueva sensibilidad del espíritu: la pena segregadora se oponía
al inconveniente espectáculo del suplicio, a la luz del patíbulo en la plaza pública
PANOFSKY, Erwin. Estudios sobre iconología. Traducción : B. Fernández. Madrid: Alianza, 1985. p. 13 y 16.
ECO, Umberto. La estructura ausente: introducción a la semiótica. Traducción: F. Serra Cantarelli. 5. ed.
Barcelona: Lumen, 1999. p. 11.
80
ECO, Umberto. Tratado general de semiótica. Traducción de: E. Manzano. 2. ed. Barcelona: Lumen, 1981.
p. 26 y 34.
78
79
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
115
reaccionaba con la penumbra discreta de la celda casi monacal, y a los gritos desgarradores
del condenado le sustituía la melancolía del recluso (...). La cárcel triunfó sobre cualquier
otra penalidad no sólo por motivos de buena educación, sino también por razones que
hoy llamaríamos estéticas”81.
La obra de BROMBERT82 es, precisamente, el encuentro del romanticismo literario
con la imagen de lo carcelario, de la prisión, del castigo. Pocas obras, sino la única, han
abordado tan centralmente esta cuestión. Él parte de una idea, de la existencia de una
imagen sobre lo carcelario, la que implica “una dimensión mítica, la presencia de un umbral,
de la posibilidad de un pasaje, de una iniciación, de un pasaje desde el interior hacia el
exterior, desde el aislamiento a la comunión, del castigo al sufrimiento y redención, de la
tristeza al profundo y misterioso júbilo, tal como Hugo asoció con el secreto eterno del
cautiverio humano”83.
BROMBERT analiza la obra de distintos escritores románticos (entre otros, BOREL,
STENDHAL, HUGO, NERVAL, BAUDELAIRE y HUYSMANS) a respecto de la imagen de la
cárcel. Varios temas aparecían para ellos: la trágica belleza de la soledad, la glorificación
del individuo y el problema de la identidad, la angustia existencial, la exaltación de la
rebelión subversiva que acusa a la sociedad de ser una prisión y de él convirtiéndose en
un héroe con un drama doble de la caída y la redención84.
Para ello, parte de dos imágenes. Por un lado, la de la celda. Espacio que PASCAL
evocara como “aquella pequeña celda donde él está alojado, que entiendo como el
universo” y que terminaba siendo inseparable del castigo capital, inseparable de la esencia
de la angustia del hombre. Por el otro lado, la imagen de la prisión por excelencia para
el espíritu francés: la Bastilla. Varios factores sociales, políticos, y culturales, durante los
inicios del romanticismo, confirmaron el valor figurativo de la prisión como un fuerte, como
emblema de la tiranía del antiguo régimen. El mito de la Bastilla implicó una perspectiva
diferente y complementaria a la de la celda de detención. Según BROMBERT, ambas
imágenes, juntas, permitieron comprender de mejor manera la dialéctica romántica de la
prisión como tema85.
PAVARINI, Massimo. Prólogo.In: RIVERA BEIRAS, Iñaki, La cárcel en el sistema penal. Barcelona: M. J.
Bosch, 1996. p. 16.
82
BROMBERT, Victor, The Romantic Prison: the French tradition. Princeton: Princeton University. 1978.
Tradução de: La prison romantique. Paris: José Corti, 1975.
83
Idem, pp. 6/7.
84
Idem, p. 9.
85
Idem, pp. 19 y 29.
81
116
FAE Centro Universitário
A partir de estas imágenes realiza su estudio, que concluye con la idea de qué
es lo que significa para él el moderno concepto de la celda de la prisión. Por un lado,
la imagen del confinamiento, del aislamiento del individuo, desde una visión, como la
de DOSTOIEWSKI. La que debe complementarse con otro modelo, más enigmático y
ambivalente, el de KAFKA, que se puede expresar en la idea de que la condición humana
implica la interiorización de su propia celda de castigo86. La imagen de la prisión evoca a la
persona solitaria del escritor dando un vistazo a la luz de su calabozo estrecho, soñando el
mandato de su redención, que no le fue conferida. De esta manera, BROMBERT concluye
señalando que la conjugación de la idea de redención y del sentido de una soledad
inviolable, terminó por configurar la imagen de la prisión para la tradición occidental87.
Como se podrá apreciar, son oportunas las palabras de GARLAND, al decir que “es
en el ámbito de la literatura, el teatro y la fantasía donde se encuentran, de manera más
gráfica y penetrante, los rastros del poder simbólico de la prisión, aunque dichos efectos
eludan, en general, a las herramientas de las ciencias sociales. La proximidad durante
doscientos años a estos edificios sigilosos, aunque evocadores, propició que su imaginería
y la red de emociones que provocaban se incrustaran definitivamente en nuestra cultura.
Tan es así que ‘la prisión’ actual es una metáfora fundamental de nuestra imaginación
cultural y una característica de nuestras políticas penales”88.
El fundamento en el que se basa para señalar esto último es la investigación que
llevó adelante John BENDER, en su obra Imagining the Penitentiary89, la que profundiza y
analiza en mejor medida cómo, desde una perspectiva cultural, arte y literatura son medios
válidos para el conocimiento propio de la cuestión criminal.
El trabajo de BENDER, profesor de la Universidad de Stanford parte del presupuesto
de que el arte y la literatura reflejan instituciones y actitudes: arte, cultura y sociedad no
son separables ni se encuentran separadas. Él considera la literatura y las artes visuales
como formas avanzadas del conocimiento, como instrumentos cognoscitivos que anticipan
y contribuyen para la formación de las instituciones. Considera que las novelas son los
documentos históricos e ideológicos principales, esto es, los vehículos del cambio social.
En este contexto, su hipótesis de investigación parte de la consideración de que
las actitudes en torno de la prisión que se formularon entre 1719 y 1779 en la literatura
(especialmente en la ficción en prosa) y el arte sostuvieron y promovieron la concepción y
construcción, hacia finales del siglo XVIII de las actuales penitenciarias. En otras palabras,
Idem, pp. 201-202.
Idem, p. 207.
88
GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna..., op. cit. p. 302.
89
BENDER, John, Imaging the penintentiary: fiction and the architecture of mind in eightenth century England.
Chicago: The University of Chicago, 1987.
86
87
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
117
aquellos que narraron el poder del confinamiento para remodelar la personalidad
contribuyeron con el proceso de representación cultural, en el que las prisiones fueron
concebidas y reinventadas90.
Dos son los paradigmas que le permitieron a BENDER desarrollar esta idea. Por un
lado, un modelo descriptivo en el que se observan la novela y la prisión como textos sociales
autónomos pero comparables, ambos estructurados por un tipo de forma narrativa que
trata del mundo material, del carácter, conciencia, personalidad y autoridad de una manera
distintiva que él asocia con el realismo de la ficción novelada. Por el otro lado, a partir del
segundo paradigma, entiende la novela como una fuerza constructiva en el ascenso de la
penitenciaría. Arte y literatura, más que causas de las instituciones sociales, son usualmente
consideradas efectos. Es esto lo que precisamente él intenta objetar. Señala que, en un
sentido particular, la novela desarrolló la penitenciaría a través de la formulación de una idea
sobre ésta, la que estuvo compuesta por una estructura de sentimientos y de actitudes. Él
entiende por esta estructura de sentimientos y actitudes, las cualidades que identifica como
contenidas en una cultura en un momento determinado y que emergen en un proceso como
convenciones que se materializan en las distintas formas literarias y visuales91.
En este proceso de construcción ficcional de una realidad, BENDER sostiene que
la representación que surgió de la novela, la que reestructuró la experiencia caótica de las
antiguas prisiones, implicó un nuevo tipo de confinamiento concebido narrativamente a
partir del realismo literario: la penitenciaría. Para comprobar esta hipótesis, él analiza no
sólo lo escrito por autores como Daniel DEFOE, John GAY, William HOGARTH o Henry
FIELDING, sino también pensadores como Adam SMITH y Jeremy BENTHAM, o arquitectos,
como George DANCE Jr92.
4
HACIA UN ENJUICIAMIENTO PENAL CIVILIZADO. HACIA LA
INTEGRACIÓN DE LA COMUNIDAD EN EL MARCO DE EFECTIVA
TOLERANCIA
Visto todo ello, es que entonces podemos pasar a responder cuáles pueden ser los
caminos que conducen a la construcción de un enjuiciamiento penal civilizado. Si bien
pareciera ser que la participación comunitaria, en pos de la búsqueda de su integración, es
uno de los caminos principales, lo cierto es que éste no es el único. Para alcanzar el ideal
civilizatorio también tiene que tenerse especialmente en cuenta cuáles son los niveles de
tolerancia que el sistema penal ha logrado alcanzar.
Idem, p. 1.
Idem, pp. 4-7.
92
Idem, pp. 11 ss.
90
91
118
FAE Centro Universitário
4.1 La participación e integración comunitarias
En una de sus tantas investigaciones sobre estas cuestiones, HENDLER enseña que ya
la antigua ordenanza criminal francesa de 1539 distinguía entre los procesos “ordinarios” y
“extraordinarios”. Con el tiempo, la ordenanza criminal de 1670 perfeccionaría un sistema
en el que si se estimaba que el hecho no comportaba la imposición de penas corporales o
infamantes, se adoptaba la vía “ordinaria” poniendo en libertad bajo caución al acusado,
de forma tal que se seguía, por ende, el trámite de la vía civil. De no ser esto así, entonces
se avanzaba por el proceso “extraordinario”, característico de la vía penal93.
En sus palabras, “la naturaleza civil del proceso ‘ordinario’ era lo que daba nombre a
la opción. Se le conocía como la ‘civilización’ del proceso, un dato etimológico que no deja
de ser significativo ya que se trata de una expresión de raíz latina que tiene equivalentes
en todas las principales lenguas europeas. El francés civilisation se corresponde con el
inglés civilization, con el italiano civilizazione, con el alemán zivilisation o con el portugués
civilização. El origen del vocablo aparece señalado por un importante historiador de las
‘civilizaciones’, Fernand BRAUDEL, quien puntualiza que el surgimiento del significado
actual de la expresión “civilizar” data de 1752. Hasta entonces, advierte, tenía significación
estrictamente jurídica: la conversión de un proceso penal en otro de carácter civil. El dato
puede ser corroborado por una obra específica, el diccionario universal de las expresiones
francesas de Antoine FURETIÉRE de 1727, en el que se lee: civiliser: ‘Recibir un acusado
en proceso ordinario. Cambiar el procedimiento criminal en simple acción civil”94.
Estas dos vías de redefinición del conflicto tienen relación con los dos entornos en
los que se deslinda el sistema penal: el que lo separa de la venganza indiscriminada y, en
el extremo opuesto, el que lo distingue de los mecanismos compensatorios a favor de la
víctima. Tal como lo señala HENDLER, la reacción penal se encuentra bastante próxima a la
reacción indiscriminada de la guerra contra el enemigo. Se contrapone a ella en la medida
en que un castigo, por cruel o severo que sea, comporta un cierto grado de comprensión
hacia quien se condena a sufrirlo. Es en función de ello que él termina sosteniendo que
“el derecho penal es lo contrario de la venganza y supone un vínculo de solidaridad”,
tratándose, en todo caso, de “sanciones restitutivas inspiradas en la idea de reponer el
estado anterior al delito, propias del derecho privado. La historia de la cultura occidental
nos indica, en esa perspectiva, que el tronco jurídico común es, precisamente, el derecho
civil (…) Bien podría, entonces, describirse la ruta seguida por el derecho penal como un
HENDLER, Edmundo S. Los caminos del Derecho penal (entre la guerra y la civilización). El derecho penal
arcaico. Aproximación desde la Etnología”, NDP 2003-A. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003. p. 26.
94
Idem, pp. 26/27.
93
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
119
camino de retorno a la ‘civilización’, empleado el vocablo en el sentido etimológico referido
anteriormente y con el alcance de propiciar el estrechamiento del campo de aplicación
de las sanciones penales, ya hace tiempo denunciadas como herramientas crueles de
manipulación del poder en la sociedad95.
Como se puede apreciar, un sistema de enjuiciamiento que cumpla este vínculo
de solidaridad, no puede ser otro que aquél que importe un grado de participación de
los miembros de la comunidad. En palabras de HENDLER, “el establecimiento del jurado
tendría el sentido de proteger a las capas sociales más débiles frente al poder gobernante,
permitiéndoles restringir las atribuciones de este último y preservar sus propias pautas de
comportamiento”. Es decir, “asegurar la integración del tribunal con quienes pertenecen
al mismo entorno cultural que quienes tienen que ser juzgados”96.
Ahora bien, a los fines de alcanzar este ideal civilizatorio no basta simplemente
con reforzar la solidaridad y la participación comunitaria, o limitar lo más posible la
arbitrariedad. También hay que prestar atención a otro valor tan importante como los
anteriores: la tolerancia.
4.2 El papel de la intolerancia en el sistema penal
Pocos son los estudios que tuvieron en cuenta el valor de la tolerancia, especialmente,
en cuál es la relación de ésta para con el sistema penal. Luigi FERRAJOLI es uno de ellos.
Tal como nos enseñó, la tolerancia “consiste en el respeto de todas las posibles identidades
personales y de todos los correspondientes puntos de vista y de la cual es un corolario
nuestro principio de inadmisibilidad de las normas penales constitutivas. La tolerancia puede
ser definida como la atribución de idéntico valor a cada persona: mientras, la intolerancia
es el desvalor asociado a alguna persona por su particular identidad. A la inversa, la esfera
de lo intolerable es identificable, por oposición, con la de las violaciones de las personas
a través de las lesiones intolerables de sus personales identidades”97.
No se trata simplemente de reforzar el ideal igualitario, el que está detrás de estas
palabras, sino también el de respetar la propia identidad, la diversidad que la constituye.
Más allá de las múltiples lecturas posibles respecto a qué debe entenderse por lo que
importa la tolerancia, bien se puede afirmar que ésta consiste en soportar las actitudes
Idem, pp. 33/34.
HENDLER, Edmundo S., “El significado garantizador del juicio por jurados”, en AA.VV., Estudios sobre
Justicia Penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2005, pp. 340/341.
97
FERRAJOLI, L., op. cit., p. 906.
95
96
120
FAE Centro Universitário
y comportamientos de los demás, aunque vayan contra lo que consideramos correcto.
Implica la paciencia a respecto de las creencias y acciones que nos molestan o dañan, de
forma tal que se permite y respeta lo ajeno, las conductas distintas a las que uno seguiría
o que se pueden entender como erróneas98.
No se puede dejar de reconocer que el valor de la tolerancia tiene profundas raíces
sagradas. Sus primeras teorizaciones explícitas, en los albores del liberalismo, tuvieron una
relación profunda con la cuestión religiosa. No en vano, John LOCKE inicia su Carta de la
tolerancia señalando que ésta es “la característica principal de la verdadera Iglesia”99. Ha
sido la tolerancia religiosa antes que la política y la moral, de tal manera que el componente
religioso original no se ha desvanecido del todo. Hasta en nuestras sociedades secularizadas
de hoy en día, toda tolerancia sigue afirmándose contra creencias trascendentes que se
presentan con pretensión de verdad, como monopolios interpretativos de la realidad100.
Orígenes sagrados que se corresponden con la sacralidad propia del sistema penal,
la cual se expresa en su enjuiciamiento, el que se constituye en un claro ritual. En palabras
de GARAPON, “el ritual judicial, a través de su espectáculo y de la crueldad que en él se
representa, es la reafirmación de la preeminencia del orden sobre el desorden, del Derecho
sobre el caos, de la Justicia sobre la falta. Este ritual es entendido gracias al proceso de
simbolización que se realiza. Así, la mutación de los intereses de la sociedad, de la forma
brutal y psíquica del suplicio y de la muerte en la forma más intelectual y simbólica de la
pena, debe ser comprendida como un efecto de la cultura. El ritual judicial, por ende, no
es un hecho arcaico, sino todo lo contrario; es el resultado del esfuerzo, largo y frágil, de
distanciarse de la venganza primaria y de la violencia como respuesta a éstas”101. Es en
este ámbito en el que la tolerancia encuentra el espacio de su desarrollo.
La barbarie, y las conductas que la constituyen, van ligadas a la intolerancia. Es en
ésta dónde se podrán hallar las fuentes de nuestra incivilización. No se trata simplemente
de si el poder se expresa arbitrariamente, sino si la fuente de dicha arbitrariedad, los
fundamentos de ésta, residen en una actitud de intolerancia.
Esto nos lleva a un interrogante: la intolerancia, ¿es sólo una actitud, una conducta,
o la podemos hallar normativizada, formalizada en las normas y con ello autorizada a
ser parte de nuestro sistema penal? Si nuestro sistema penal (y bien se podría afirmar
que gran parte de todo el sistema penal latinoamericano) es profundamente autoritario,
GINER, Salvador, “Verdad, tolerancia y virtud republicana”, en CRUZ, Manuel (comp.), Tolerancia o barbarie,
Gedisa, Barcelona, 1998, p. 120.
99
LOCKE, John, Carta sobre la tolerancia, Tecnos, Madrid, 2008, p. 3.
100
GINER, S., Idem, p. 126.
101
GARAPON, A., op. cit, pp. 194/195.
98
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
121
constituyéndose en un sistema de presos sin condena o en sistemas de enjuiciamiento de
características inquisitivas, lo es porque la raíz de la intolerancia se encuentra normativizada
y en ninguna ocasión el pensamiento penal de nuestras latitudes la ha puesto de relevancia,
ha corrido el velo de su máscara. La intolerancia no es otra cosa más que la sospecha
en la cual basamos nuestros sistemas procesales. En palabras de quien escribiera uno de
los pocos estudios sobre la intolerancia, Italo MEREU, “la sospecha, que es el geniecillo
escondido en la realidad penal y procesal, y la intolerancia, que de forma manifiesta o
encubierta, declarada o sobreentendida, ha sido siempre la matriz de la cual la sospecha
deriva, adquiere fuerza y se nutre”102.
4.3 El secreto evidente: la sospecha
Es en la persistencia en creer que la sospecha es una fuente válida, en donde
encontraremos respuesta a las razones de por qué las formas autoritarias y arbitrarias de
nuestro sistema penal se mantienen inalterables. Sea el concepto de sospecha (tal como
ocurre en nuestro sistema procesal penal federal), sea a través de otros conceptos en los
que ésta se reformuló, como el concepto de indicio.
Sea cual fuere la forma como la llamemos, lo cierto es que ésta sólo puede ser
traducida como presunción de culpabilidad. Es la única manera de hacer inteligible, en
términos jurídicos, un concepto que encierra en su etiología un estado de ánimo irracional,
motivado por la prevención y que se termina de cristalizar con el castigo. De esta forma, lo
que ocurre es que se reconoce una validez jurídica a una distorsionada actitud intolerante,
frente a un conflicto al que la Justicia es llamada103.
Presunción de culpabilidad, que no tuvo otro origen que el derecho-deber de la
autoridad eclesiástica de sospechar por el bien de la fe. Y al hacerlo, la legitimación no
fue otra que hacerlo en nombre de la Justicia, con el fin de recuperar la libertad perdida
por las pesadas culpas que se cargaban. En palabras de quien instaurara normativamente
el principio de culpabilidad a través de la introducción del concepto de sospecha, el Papa
Alejandro III, “Los católicos y los fieles tienen que alzarse con valor y luchar contra los
herejes y cismáticos. Y para defender la justicia y la libertad de la Iglesia deben oponerse
formando un muro y un baluarte frente a los ataques de quienes se esfuerzan en desmembrar
la sacrosanta Iglesia”104.
MEREU, Italo, Historia de la intolerancia en Europa, Paidós, Barcelona, 2003, p. 22.
Idem, p. 27.
104
Idem, p. 127.
102
103
122
FAE Centro Universitário
Hacia fines del siglo XII, el Papa Alejandro III basó todo su reinado en un postulado
ideológico que él denominó: “justicia y libertad”. No sólo como el elemento central de su
acción política, sino también ideológicamente en su lucha contra la herejía. Contra ella era
necesaria erigir un muro contra los herejes. Para ello, un elemento se hizo necesario en
todo su pensamiento: la introducción de la sospecha. Y a partir de ello la verdad pasó a ser
una certeza construida ya no sólo desde la duda, sino a partir de una sospecha inicialmente
instalada. Así fue como en el Concilio ecuménico latarense de 1179, normativizó el valor
y la necesidad de que un proceso se funde en la existencia de una sospecha previa. En
sus palabras, “El acusado o el sospechoso de herejía, contra el cual había surgido una
gran y vehemente sospecha relacionada con este delito, si durante el proceso abjuró de la
herejía recayendo luego en la misma, debe ser juzgado como reincidente por una –por así
decirlo– ficción jurídica, incluso antes de su abjuración no se haya probado plenamente
en su contra el crimen de su herejía”. Palabras con las que se constituye su Decretal
Accusatus105 y con ella, la introducción normativa del principio de culpabilidad que se
mantiene hasta hoy en día.
Dos son las tensiones que desde entonces se enfrentan sin fin. Por un lado, la
contraposición de la sospecha frente a la verdad. Por el otro lado, el de la Justicia coartando
la libertad. Sospecha-verdad y Justicia-libertad que se constituyen en las disyuntivas que
nutren las formas en que el enjuiciamiento penal tomará lugar para dar respuesta a su
objetivo central: el conflicto.
La paradoja a la cual nos acercamos no es menor: los dos principales conceptos
que se normativizaron y que se constituyen en los pilares de la introducción del principio
de culpabilidad y con ello con la vigencia de sistemas penales inquisitivos no permanecen
en secreto, todo lo contrario. Están visibles, son evidentes, tan evidentes y visibles que
terminan por no ser vistos. Un ejemplo de ello bien puede ser que en ningún estudio uno
pueda leer sobre cuál es el valor de que en nuestras normas procesales estén normativizados
los conceptos de sospecha (fundamental para interrogar y necesario luego para privar de
la libertad antes de una condena) y de justicia (gracias al cual se construyó la idea de que
ésta puede ser eludida, y con ello terminar de confirmar la pérdida de libertad). Las ideas
de Alejandro III permanecen inalteradas.
Y una de las razones para que ello sea así es porque con posterioridad a la
introducción del concepto de sospecha, éste encontró varias formas de camuflarse. En
palabras de MEREU, “fue una gran operación de adaptación a la que se dedicaron de
inmediato los glosadores de los Decretales, partiendo a la caza de los signos jurídicos que
Idem, pp. 127/128.
105
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
123
tuvieran mayor posibilidad de ser ‘aprehendidos’ y adoptados transformando su estructura.
La sospecha tenía una imperiosa necesidad de camuflaje jurídico. Precisamente entonces,
cuando se publicó la Accusatus, comenzaba a difundirse el estudio del Digesto en las
universidades, y el hecho de presentar el principio de culpabilidad confiado exclusivamente
al arbitrio de la autoridad, debía parecer, incluso entonces y pese a la justificación ideológica
religiosa, algo anormal. Había que acompañar, pues, el término ‘sospecha’ de un nombre
jurídicamente menos explícito y comprometedor. Y he aquí que nuestros glosadores
adoptarán el signo praesumptio (presunción) (…) y afirmarán que su significado es idéntico
al de sospecha”106. Con posterioridad, otra variante fue formalizada: la del indicio. Cada
uno de estos conceptos inmediatamente fueron adjetivizados, como por ejemplo con la
adjetivización “vehemente”, con la sola intención de continuar con este proceso de que
lo evidente no fuera perceptible.
Si bien surge de manera palmaria que la normativización de los conceptos de
sospecha y Justicia lleva a que éstos sean pensados a respecto de cuál es el valor de la
verdad en el proceso penal o los alcances de la libertad durante el procedimiento, lo
cierto es que a partir de aquí surgió un sistema penal cuyo enjuiciamiento careció de los
elementos propios de la civilización. Por lo pronto, fue absolutamente intolerante.
4.4 El ritual de la intolerancia: confesión y culpabilidad
La introducción de este principio de culpabilidad se materializó en el ritual judicial.
La confesión era su acto central. No sólo por el interrogatorio que la antecedía, sino que
se terminaba constituyendo en la confirmación de la existencia de un delito y con ello,
del castigo. Hasta la contumacia toma su lugar en este escenario. En la Decretal se leía:
“Cuando la contumacia (…) añade a la sospecha la presunción vehemente (de culpa), si
la persona sospechosa de herejía, convocada por vosotros para testimoniar su fe, elude la
orden o se muestra contumaz, deberá ser castigada”107.
Un viejo proverbio francés señala que “quien se acusa, se excusa”. Es que el acto
de representación confesional a través del cual se reconoce la culpabilidad siempre se
caracteriza por un doble aspecto: por un lado, se reconoce la comisión de un “pecado”,
por el otro, ese reconocimiento implica otro sentido, el de solicitar la absolución de ese
“pecado”108. De manera paralela, es Paul DE MAN uno de los que recuerda que “quien
se excusa, se acusa”. Esto es, que el acto por el cual uno señala su inocencia sirve para
incriminarse a uno mismo. Ello es así, por los sentidos propios del lenguaje: no sólo por la
Idem, p. 142.
Idem, p. 252.
108
BROOKS, Peter, Troubling confessions. Speaking Guilt in Law & Literature, University of Chicago Press,
Chicago & London, 2000, p. 21.
106
107
124
FAE Centro Universitário
cognición que se desprende del contenido de sus palabras, sino también por el aspecto
performativo propio de todo acto del habla109.
Confesor y confesante, desde un plano religioso; sospechoso e interrogador, en
un plano judicial; y paciente y analista, desde un plano psicoanalítico, intervienen, todos
ellos, en un diálogo revelador en el que, al producirse la confesión, el confesante y a través
de él la sociedad toda, se reaseguran que pueden tener su conciencia tranquila con el
juzgamiento que realizaron. En definitiva, no importa en qué plano de la confesión uno
se encuentre, lo cierto es que ésta se constituye como un ritual cultural110.
A partir de esta necesidad de la confesión, y en su época de la tortura como método,
las prácticas judiciales tomaron nuevas formas a la hora de buscar el reconocimiento de
culpabilidad del sujeto acusado. Ya no necesariamente a través de formas violentas, sino
de mecanismos mucho más sutiles que pasaron a indagar más sobre la conciencia que
sobre el cuerpo.
En palabras de Michel FOUCAULT, el acto de confesar se constituyó en “un
ritual que se despliega en una relación de poder, pues no se confiesa sin la presencia
al menos virtual de otro, que no es simplemente el interlocutor sino la instancia que
requiere la confesión, la impone, la aprecia e interviene para juzgar, castigar, perdonar,
consolar, reconciliar; un ritual donde la verdad se autentifica gracias al obstáculo y las
resistencias que ha tenido que vencer para formularse; un ritual, finalmente, donde la sola
enunciación, independientemente de sus consecuencias externas, produce en el que la
articula modificaciones intrínsecas: lo torna inocente, lo redime, lo purifica, lo descarga
de sus faltas, lo libera, le promete la salvación”111.
El valor que este ritual tuvo y aún mantiene en nuestra cultura jurídica occidental
se encuentra, especialmente, en la vigencia de demandar u obtener, no importa de
qué manera, una confesión por parte del criminal convicto; quien será condenado con
o sin ella, de forma tal que se reconozca la necesidad de la sociedad en confirmar sus
asignaciones de culpas y castigos y, a través de ello, tal vez de un deseo generalizado de
transparencia. Mas, no una trasparencia que haga visible el espectáculo del ritual judicial,
sino una trasparencia que tiene como misión la abolición de todas las zonas de privacidad
alrededor del individuo. En otras palabras, del propósito de que su conciencia pueda ser
observada por todos, en las que no puede haber zonas de oscuridad112.
En este ritual, la verdad no está garantizada por la autoridad de la magistratura ni
por la tradición que se transmite, sino por el vínculo, la pertenencia esencial en el discurso
DE MAN, Paul, Allegories of Reading: Figural Language in Rousseau, Nietzsche, Rilke and Proust, New
Haven, Yale University Press, 1979, pp. 299/300.
110
BROOKS, P., op. cit., pp. 6 y 144.
111
FOUCAULT, Michel, Historia de la sexualidad, T.1 La voluntad de saber, Siglo XXI, México, 1999, p. 78.
112
BROOKS, P., op. cit., pp. 160 y 163.
109
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
125
entre quien habla y aquello de lo que habla. Por contrapartida, el espacio de dominación
no está del lado del que habla (en tanto es el sujeto coercionado), sino del que escucha y
se calla; no del lado del que sabe y formula una respuesta, sino del que interroga y no pasa
por saber. Con ello, en este discurso los efectos son sobre aquél a quien le es arrancada
la verdad oculta y no en quien la recibe113.
Al acontecer esto, una vez que se ha eliminado la posibilidad de estar frente a un
inocente, al descartar la idea de que sería injusto aplicar un castigo, uno puede avanzar
en la misión de juzgar con una sensación de alivio y placer. El problema en ser un juez
es que las sentencias que pronuncia en otros pueden volverse en contra de sí mismo,
puede provocar que se conviertan en objeto de su arrepentimiento. La forma de que ello
no ocurra es que primero el que juzga reúna los crímenes en su conciencia, de forma
tal que la asignación de responsabilidad no sea la destrucción de una inocencia, sino la
confirmación de una culpabilidad114.
Las necesidades tanto de establecer un valor positivo en el discurso confesional,
como la demanda de transparencia, esto es la búsqueda de observar más allá de cualquier
espacio de secreto, se constituyen en elementos necesarios para ponderar en cualquier
situación en la que alguien es sospechoso de ser culpable. Al ocurrir esto, el sospechoso
está llamado a confesar. Mantenerse en silencio es una circunstancia que requiere un
esfuerzo radical de la voluntad: toda la cultura presiona a hablar115. En definitiva, tal como lo
sostiene Peter BROOKS, tanto la confesión, como el medio a través del cual se llega a ella,
el interrogatorio, terminan constituyéndose en instancias igual de fascinantes y repulsivas
que el castigo capital, la tortura o la cárcel: si bien no podemos dejar de verlos, al hacerlo
somos profundamente perturbados116.
4.5 Reflexión final
Es por todo ello que si pretendemos ser civilizados reclamando la existencia de un
principio de inocencia, de tolerancia y de no arbitrariedad como pilares fundamentales
de nuestro enjuiciamiento penal y con ello, de nuestro sistema penal, es que tenemos
que recordar que mientras se mantengan inalteradas las formas en las que se expresa esta
sospecha constitutiva del principio de culpabilidad, estos valores sólo quedarán como
una declamación. Por lo pronto, no se podrá cumplir aquello a lo que está llamado todo
enjuiciamiento penal respetuoso de las garantías: ser una instancia de civilización y de
reintegración comunitaria frente a los conflictos en que las partes entre sí no pueden llegar
por sí solas a una respuesta que les permita superar dicho conflicto.
FOUCAULT, M., op. cit., p. 79.
BROOKS, P., op. cit., p. 164.
115
Idem, p. 168.
116
Idem, p. 171.
113
114
126
FAE Centro Universitário
REFERÊNCIAS
ANITUA, Gabriel Ignacio. Hacia una formalización de la “video-justicia: el problema de la
televisación de los juicios penales. Tesina (Master) - Universidad de Barcelona. Barcelona, 2000.
__________ . ANITUA, Gabriel Ignacio. Justicia penal pública: un estudio a partir del principio
de publicidad de los juicios penales. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003.
__________. El principio de publicidad procesal penal: un análisis con base en la historia y el
derecho comparado. In: HENDLER, Edmundo S. (Comp.) Las garantías penales y procesales:
enfoque histórico-comparado. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2001.
BALL, Milner S. All the law’s a stage. Cardozo Studies in Law and Literature, v. 11, n. 2, p.215221, Winter 1999.
BEATTIE, J.M. Crime and the courts in England:1660-1800. Oxford: Clarendon, 1986.
BENAVIDES VANEGAS, Farid Samir. Narraciones y estructuras: relatos sobre la construcción
de la nación en el Londres victoriano. Tesina (Máster) – Universidad de Barcelona. Barcelona,
1998. Inédita
BENDER, John, Imaging the penintentiary: fiction and the architecture of mind in eightenth
century England. Chicago: The University of Chicago, 1987.
BENTHAM, Jeremy. El panóptico. Traduccion: M. J.Miranda. Madrid: La Piqueta, 1979.
__________ . Rationale of judicial evidence In: _______. VI Works or Jeremy Bentham.
London: Bowring, 1838-1848.
__________. Tratado de las pruebas judiciales. Traducción M. Ossorio Florit. Buenos Aires:
EJEA, 1959. v.1, t.1.
BINDER, Alberto M. (Comp.), El Derecho penal hoy. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1995.
Homenaje al Profesor David Baigún..
__________. Alberto M. Introducción al derecho procesal penal, Buenos Aires Ad-Hoc, 1993.
BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte: genesis y estructura del campo literario. Traducción T.
Kauf. Barcelona: Anagrama, 1995.
BROMBERT, Victor, The Romantic prison: the French tradition. Princeton: Princeton University.
1978. Tradução de: La prison romantique. Paris : José Corti, 1975.
BROOKS, Peter. Troubling confessions: speaking guilt in law & literature. Chicago, London:
University of Chicago, 2000.
CAILLOIS, Roger. Sociología de la novela. Buenos Aires : Sur, 1942.
CAMMACK, Mark, Evidence rules and the ritual functions of trials: saying something of
something, Loyola of Los Angeles Law Review, v. 25, p. 784, Apr. 1992.
CHRISTIE, Nils. Los límites del dolor. Trad. de M. Caro. México: Fondo de Cultura Económica,
1984.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
127
__________ . Los conflictos como pertenencia. In: DE LOS delitos y de las víctimas . Buenos
Aires: Ad-Hoc, 1992. DE MAN, Paul. Allegories of reading: figural language in Rousseau,
Nietzsche, Rilke and Proust. New Haven: Yale University,1979.
DEL MÁSTER Tesina. Sistema penal y problemas sociales. Barcelona: Universidad de
Barcelona, 2000.
ECO, Umberto. La estructura ausente: introducción a la semiótica. Traducción : F. Serra
Cantarelli. 5. ed. Barcelona: Lumen, 1999.
__________ . El signo teatral. In: _____.De los espejos y otros ensayos. Barcelona: Lumen, 1988.
__________. Tratado general de semiótica. Traducción de: E. Manzano. 2. ed. Barcelona:
Lumen, 1981.
ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas,
México: Fondo de Cultura Económica, 1989.
FEELEY, Malcolm M., The Process Is the punishment: handling cases in a Lower Criminal Court.
New York: Rusell Sage Foundation, 1979.
FERRAJOLI, Luigi, Derecho y razón: Teoría del garantismo penal. Traducción: P. Andrés Ibañez
et al. Madrid, Trotta, 1995 .
FLETCHER, Jonathan, Violence and civilization: an introduction to the work of Norbert Elias,
Cambridge: Polity, 1997.
FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad: la voluntad de saber. México: Siglo XXI, 1999.
__________. Vigilar y castigar. Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.
FURIÓ GALI, Vicenç. Sociología del arte. Madrid: Cátedra, 2002.
GARAPON, Antoine. L´âne portant des reliques: essai sur le rituel judiciare. Paris : Le
Centurion, 1985.
GARCÍA-BORÉS, Pep; PUJOL, Joan. Los no-delincuentes: cómo los ciudadanos entienden la
criminalidad. Barcelona: Fundación “La Caixa”, 1994.
GARLAND, David. Castigo y sociedad moderna: un estudio de teoría social. Traducción de B.
Ruiz de la Concha. México: Siglo XXI, 1999.
__________ . Durkheim’s theory of punishment: a critique. In: GARLAND, David; YOUNG,
Peter (Ed.) The Power to punish: contemporary penality and social analysis. London:
Heinemann, 1983.
__________. Frameworks of Inquiry in the sociology of punishment. The British Journal of
Sociology, v. 41, n. 1, Mar. 1990
__________ . The punitive mentality: its socio-historic development and decline. Contemporary
crises, n.10, 1986.
GINER, Salvador, Verdad, tolerancia y virtud republicana. In: CRUZ, Manuel (Comp.), Tolerancia
o barbarie. Barcelona: Gedisa, 1998.
GONZÁLEZ, Carlos et al… Repensar las drogas. Barcelona:
128
IGIA, 1989.
FAE Centro Universitário
HASSEMER, Winfried, Fundamentos de derecho penal. Traducción de F. Muñoz Conde, L.
Arroyo Zapatero. Barcelona: Bosch, 1984.
HAUSER, Arnold. Fundamentos de la sociología del arte. Traducción: R.G. Cotarelo, V.
Romano Villalba. Madrid: Guadarrama, 1975.
HAY, Douglas. Property, authority and the criminal law. In: HAY, Douglas et al…; Albion’s fatal
tree: crime and society in eighteenth-century England. Bristol: Allen Lane, 1975.
HEIDEGGER, Martín. Arte y poesía. Traducción S.Ramos. México: Fondo de Cultura Económica,
1997.
HENDLER, Edmundo S. Los caminos del derecho penal (entre la guerra y la civilización). El
derecho penal arcaico. Aproximación desde la Etnología”, NDP 2003-A. Buenos Aires: Editores
del Puerto, 2003.
__________ . Enjuiciamiento penal y conflictividad social. In: MAIER, Julio B. J.; BINDER,
Albert . (Comp.) El derecho penal hoy. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1995. Homenage al
Professotr David Baiguín.
__________. (Comp.). Las garantías penales y procesales: enfoque histórico-comparado.
Buenos Aires: Editores del Puerto, 2001.
_________ . Jueces y jurados: ¿Una relación conflictiva?. In: MAIER, Julio B. J. et al... Juicio por
jurados en el proceso penal. Buenos Aires: Ad-Hoc, 2000.
__________. El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas., Buenos Aires; Editores
del Puerto, 2006.
__________. El significado garantizador del juicio por jurados. In: ESTUDIOS sobre Justicia
Penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2005.
__________ .Teatralidad y enjuiciamiento oral. La Ley –Argentina, 11 de mayo de 1989.
JOFRÉ, Manuel. Teoría literaria y semiótica. Santiago del Chile: Universidad de La Serena, 1990.
LOCKE, John, Carta sobre la tolerancia. Madrid: Tecnos, 2008.
LUHMANN, Niklas, Art as a social system. Stanford: Stanford University, 2000.
MARÍ, Enrique E. Derecho y literatura. Algo de lo que sí se puede hablar pero en voz baja.
DOXA Cuadernos de Filosofía del Derecho, v.2, n. 21, p. 251-287,1998. Actas del XVIII
Congreso Mundial de la I.V.R. (Bs As, 1997)
MEREU, Italo. Historia de la intolerancia en Europa. Barcelona: Paidós, 2003.
PANOFSKY, Erwin. Estudios sobre iconología. Traducción : B. Fernández. Madrid : Alianza, 1985.
PAVARINI, Massimo. Prólogo. In: RIVERA BEIRAS, Iñaki, La cárcel en el sistema penal.
Barcelona: M. J. Bosch, 1996.
ROUSSEAU, Jean Jacques. Carta a D’Alembert sobre los espectáculos. Traducción Quentín
Calle Carabias. Madrid: Tecnos, 1994.
SARTRE, Jean-Paul, ¿Qué es la literatura? Traducción A. Bernárdez. Buenos Aires: Losada, 1969.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011.
129
SIMONETT, John E. The Trial as One of the Perfoming Arts. American Bar Association Journal, v.
52,p.1145-1147
SPIERENBURG, Pin England:1660-1800, Clarendon, Oxford, 1986; y ELIAS, N., op. cit.
SPIERENBURG, Pieter. The spectacle of suffering. executions and the evolution of repression:
from a preindustrial metropolis to the European experience. Cambridge, Cambridge University, 1984.
TUAN, Yi-Fu. Space and place: the perspective of experience. London : E.Arnold, 1979.
VISMANN, Cornelia, Rejouer.Les crimes: theater vs. video. Cardozo Studies in Law and
Literature, v. 11, n. 2, p.161-177, Winter 1999.
WALKOWITZ, Judith, La ciudad de las pasiones terribles. narraciones sobre el peligro sexual
en el Londres victoriano. Madrid: Universidad de Valencia, Ediciones Cátedra, 1992. (Serie
Feminismos, Instituto de la mujer).
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; ALAGIA, Alejandro; SLOKAR, Alejandro, Derecho penal: parte
general. Buenos Aires: Ediar, 2000.
130
FAE Centro Universitário
LA RESTRICCIÓN PENAL A LA MANIPULACIÓN GENÉTICA EN EL
ORDENAMIENTO JURÍDICO COLOMBIANO*: PERSPECTIVAS DE LA
INVESTIGACIÓN GENÉTICA Y LA PROTECCIÓN DEL BIEN JURÍDICO
TUTELADO.
CRIMINAL RESTRICTION TO GENETIC MANIPULATION IN
COLOMBIAN LEGAL CODE: PERSPECTIVES OF GENETIC RESEARCH
AND PROTECTION OF A TENABLE LEGAL ASSET
Edgar Hernán Fuentes Contreras**
RESUMEN
La investigación genética avanza con pasos de gigante en los más diversos aspectos.
Circunstancias como estas, ocasionan que exista una preocupación eminente sobre los
parámetros normativos y cómo deben regularse distintas actividades vinculadas con la
manipulación e intervención genética. En este sentido, el presente artículo aborda la temática
de la regulación penal en el marco del ordenamiento jurídico colombiano, respecto a la
manipulación genética y haciendo un estudio crítico sobre su utilidad y efectividad, frente a la
protección del bien jurídico tutelable: el genoma humano como patrimonio de la humanidad.
Palabras Claves: Genoma Humano, Manipulación Genética, Derecho Penal Simbólico.
ABSTRACT
Genetic research moves ahead with huge steps in several and different aspects. Circumstances
like those provoke a remarkable concern respect to normative parameters and how different
activities related with genetic manipulation and intervention should be regulated. In that
sense, this article deals with the matter of criminal regulation within the framework of Legal
Code of Colombia, respect to genetic manipulation and, it makes a critical study about the
usefulness and effectiveness of the mentioned Code, the protection of a tenable legal asset:
Human Genome as Human Patrimony.
Keywords: Human Genome, Genetic Manipulation, Symbolic Criminal Law.
* Documento elaborado como parte del desarrollo del seminario denominado “DERECHO PENAL Y ACCIÓN
SIGNIFICATIVA”, dirigido por el Doctor Paulo Cesar Busato. El mencionado curso corresponde al desarrollo
del Doctorado en Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
** Abogado de la Universidad de Antioquia. Magíster en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia.
Especialista en Derecho Constitucional de la Universidad Externado de Colombia. En la actualidad, realiza
los cursos pertinentes para obtener el título de Doctor en Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Docente e investigador, de distintas universidades. Actualmente desempeñándose como Director del Área
de Derecho Público y profesor de tiempo completo de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Autor
de diversos artículos investigativos y del libro “Materialidad de la Constitución”, producto de la coedición
del Grupo Editorial Ibáñez y la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
131
INTRODUCCIÓN
Parece poco desafortunado decir que, tal como es citado por el profesor español
José Luís Velázquez Jordana, la historia de la biología molecular insista en recordarnos que
lo que es inimaginable, rápidamente se convierte en rutinario (Velázquez Jordana: 2007,
119). Aquello que se podía tildar, hace unos años, como incoherente, absurdo y propio de
la ciencia ficción, resulta estancarse en el marco de lo posible o ya existente. Los adelantos
conseguidos en el marco de la investigación científica, especialmente a nivel genético,
teniendo como referencia las últimas décadas del siglo veinte y las primeras del presente,
son prueba fehaciente de ello.
De cierta forma, los mencionados avances han conmocionado la percepción de
legitimidad de éstos, que ostenta diversos sectores de la población mundial: algunos que
observan los evidentes beneficios, mientras otra porción, percibe los riesgos eminentes
que se forjan con las nuevas producciones de biotecnologías y hallazgos científicos. Estos
asuntos han girado no sólo en torno de las vinculaciones con los diferentes pronunciamientos
religiosos1, sino, además, desde el ámbito de la ética, la moral, la política y, por supuesto,
una inclusión, no siempre afortunada, al perímetro de lo jurídico.
En este sentido, el presente artículo pretende desarrollar aspectos generales referidos
al fenómeno de la manipulación genética como experiencia científica y realidad práctica,
en relación a la consignación dentro de la regulación penal colombiana de la Ley 599 de
2000 «Por la cual se expide el Código Penal» por parte del Congreso de la República de
Colombia – en adelante CPC -.
De tal forma, contará con una breve exposición de carácter reflexivo que consta
de cuatro (04) acápites, desarrollando los temas propuestos, así: En primera instancia, se
acomete un panorama de los avances de la investigación científica en genética humana
que certifiquen la diversidad temática y pongan de manifiesto, en un segundo momento,
los desafíos de la intervención penal; seguidamente, se pretenden identificar, en términos
generales, los elementos de análisis de las disposiciones de la Ley 599 del 24 de julio de
2000; y por último, previo a las conclusiones, se hará alusión a la utilidad de la intervención
penal en los ámbitos de la manipulación genética.
Véase, por ejemplo: INSTRUCCIÓN sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la
procreación. Disponível em:<: http://multimedios.org/docs/d000454^>. Acesso em: 04 jul. 2010). Además:
ECCLESIA DIGITAL. Las nuevas formas del pecado social. Disponível em: <: http://www.revistaecclesia.
com/content/view/3263/75/>. Acesso em: 04 jul. 2010.
1
132
FAE Centro Universitário
1
PANORAMA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN GENÉTICA
HUMANA
La exhibición de los adelantos de los últimas décadas en materia de investigación
científica en genética humana debe partir, sin lugar a negativas, en la generación, hacia
1990, del Proyecto Genoma Humano – en adelante PGH – quien ostentaba como tarea,
en el marco de quince años, determinar las posiciones relativas de todos los nucleótidos (o
pares de bases) e identificar los 20.000 a 25.000 genes presentes en él. Para ello, el PGH
ostentaba tres objetivos básicos: (a) crear el mapa genético2, (b) elaborar el mapa físico
y (c) establecer la secuenciación del DNA. La consecución de dichos objetivos generaba
grandes adelantos científicos en el tratamiento de enfermedades o alteraciones genéticas,
dado que la determinación precisa de la ubicación de los genes daba luminiscencia frente
a la zona concreta del genoma que debería ser estudiado:
Es decir, si utilizamos como símil el mapa de una ciudad, el mapa genético indica en qué
“barrio” nos estamos moviendo, mientras que el mapa físico ya es capaz de localizar la
“calle” en la que se encuentra el gen en cuestión. […] [Por su parte,] la secuencia de
DNA encuentra la casa, y nos describe no sólo la fachada, sino incluso qué hay en su
interior. (Mangialardi: 2003, 80).3
Sin embargo, el PGH no es el único proyecto iniciado con el fin de secuenciar el
genoma humano. El PGH al cual se había hecho alusión, que había iniciado en Estados
Unidos, con respaldo económico y científico de varios países, como Reino Unido, Alemania,
entre otros, no era el único con los objetivos señalados. Era sólo la investigación con
carácter gubernamental.
Con los mismos objetivos, al tiempo, surgió la iniciativa privada representada por
Celera Genomics4 - en adelante CG –. El CG, compañía privada de Maryland (Estados
Conseguido hacia 1994.
“Para explicar lo de los mapas, se puede aseverar que los mapas simplemente nos orientan en la dirección
correcta cuando queremos buscar un gen. El mapa genético no es muy informativo, indica indirectamente
donde podría quedar un gen, pero no da información explícita acerca de la distancia de ese gen o la
localización precisa del gen en el genoma. Es decir, orienta en la dirección correcta, pero no da la localización.
Un mapa físico da más información, y hay varios tipos de mapa físico, de cualquier forma, éste debería
indicar la distancia por ejemplo entre 2 genes en una magnitud absoluta (e.g. 100 nucleótidos), en otros
términos, un mapa físico puede orientar y también dar una localización fija. El mejor tipo (o más informativo)
de mapa físico es la secuencia total de un genoma, ya q se puede, por ejemplo, identificar dos secuencias
en su totalidad, y además ver cuántos “base-pairs” o nucleótidos los separan”. Entrevista efectuada, el 20 de
mayo de 2008, en razón al presente trabajo de investigación (sin publicación) a BARBERINI J., Steven Roger.
Graduado en Genetics de Cardiff University, actualmente estudiante de PhD en “Wales Heart Research
Institute” - Instituto Gales de Investigación Cardíaca – de la Cardiff University.
4
Véase éste: http://www.celera.com/.
2
3
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
133
Unidos), desde el momento de su fundación, en mayo de 1998 por parte de Applera
Corporation y J. Craig Venter, dio la disputa al consorcio de universidades y laboratorios
estadounidenses y británicos financiados con dinero público, para descifrar la secuenciación
del DNA. Al momento de su fundación se plantearon como finalidades, secuenciar y
ensamblar el genoma humano en un plazo de tres años.
En 2001 los dos proyectos publicaron una versión preliminar de sus respectivas
secuenciaciones del genoma humano, versión ésta que se encontraba incompleta, dado
que se encontraba a un 80% del total. Entre 20035 y 2005, se fueron haciendo públicas
versiones más completas (superiores al 92 %).
Pese al trabajo adelantado, diversos científicos han puesto en entredicho la
culminación plena de las secuenciaciones propuestas, debido a la existencia de varias
“zonas” en el DNA que son difíciles de secuenciar y la carencia de tecnología para hacer
la mencionada tarea. Dichas zonas consisten, básicamente, en “DNA repetitivo”, es decir:
Como es de saberse, la secuencia del DNA consiste de los nucleótidos A, T, C, G. Por
su parte, los genes son secuencias específicas que resultan, relativamente, idénticas
en todo ser humano, en otros términos, existen diferencias pero la mayoría de las
secuencias es exacta en todos los seres humanos; por ejemplo, un gen puede ser:
ATTGACGTCGAAACTG (teniendo en cuenta que dicha extensión puede resultar corta
para algunos casos), sí uno da un paseo a lo largo de una cromosoma encontrará genes
o secuencias que codifican proteínas, pero, también, se encontrarán secuencias que no
codifican absolutamente nada. Dichas secuencias se han llamado “junk DNA” o en español
“DNA basura”; su nombre se debe a que pareciera que no tienen ninguna función, sin
embargo, dicha aseveración no ostenta una determinación con certeza. Esas zonas de “junk
DNA” consisten muchas veces, secuencias con un alto grado de repetición, por ejemplo,
una secuencia podría ser: ATATATATATATATATATATATGACGACGACGACGACGACGAC.
En la actualidad, las herramientas que se emplean para secuenciar el DNA no trabajan bien
con DNA repetitivo. Estas secuencias se encuentran entre genes pero son más localizadas
en dos lugares particulares de los cromosomas, el “centromere” - centrosoma - y a los
“telomeres”, los cuales serían las puntas de los cromosomas. Estas 2 zonas no han sido
secuenciadas, por tanto, no se puede decir que la secuenciación del genoma humano se
ha alcanzado al 100%. Empero, y dado que estas zonas no codifican proteínas y no son
consideradas como importantes para estudiar las funciones de los genes, se ha entendido
que las versiones publicadas ostentan un gran valor científico (Barberini J.: 2008).
Conjuntamente, se presentaba otro inconveniente en los proyectos señalados,
respecto a la metodología empleada: El genoma humano publicado hacia 2003, por parte
Tal fue el caso del PGH que hacia 2003, específicamente en el mes de abril, y dos años antes de lo previsto,
dio a conocer al mundo que el establecimiento de la secuenciación estaba listo.
5
134
FAE Centro Universitário
del PGH, no es el genoma de un solo individuo. Era una secuencia que tiene como fuente
a varias personas, es decir, cierta parte de la secuencia descrita pertenece a una persona
y otra parte del genoma secuenciado concierne a otra. Para solucionar la incongruencia,
Craig Venter, el líder de CG, después de haber publicado secuencias del genoma, secuenció
su propio genoma.
De tal forma, las publicaciones efectuadas de la secuenciación del genoma
implicaban un adelanto significativo pero no definitivo; dado que la secuenciada expuesta
no podía garantizar que fuera la de todos los seres humanos: existen muchas variaciones en
genes y también, en secuencias que no son genes. Las variaciones pueden ser responsables
por ciertas enfermedades.
Ajeno a lo anterior, los pasos efectuados en la investigación del genoma humano
han tenido grandes avances e importantes descubrimientos; por ejemplo, al iniciar el PGH
se había señalado que existían entre 30 y 40 mil genes, actualmente, se ha mencionado
que la probabilidad más alta es que sólo sean alrededor de los 20 mil genes, número que
puede seguir cayendo. Por otro lado, dichas investigaciones han puesto a la vista de la
comunidad científica, la relevancia que ostenta no sólo la identificación y localización de
los genes sino, además, la determinación de las funciones de aquellos genes tiene mucha
mayor importancia, circunstancia que ha desarrollado la rama del estudio genómico
denominada “Functional Genomics”, que se preocupa sobre qué función cumplen los genes.
Ello ha implicado que se busquen, asimismo, las variaciones que han sufrido las
secuencias y observar si ésta se correlaciona con la presentación de la enfermedad, y luego
mirar si hay algún otro gen que, igualmente, haya sufrido una “mutación” o cambio en su
secuencia, y observar si estos 2 genes correlacionan con la presentación de la enfermedad,
y así sucesivamente hasta identificar todos los genes posibles que tengan relación con la
enfermedad6.
La concentración que se ha efectuado en dichos aspectos ha generado dicientes
herramientas para la investigación en biomedicina, genética clínica, patogenia y el
tratamiento de las distintas enfermedades7. Adicionalmente, ha dado la posibilidad de que
se generen nuevos campos, inciertos para el ámbito jurídico, tales como:
Pese a ello debe aclararse que los cambios en la secuencia del genoma no siempre se asocian con una
enfermedad, dado que el mismo podría ser un cambio silencioso, ósea, no afecta al individuo en lo mínimo.
7
Cada vez más empresas (actualmente la mayoría en los EEUU) están haciendo uso de la información
proporcionada por la investigación sobre el genoma. Las aplicaciones comerciales incluyen: la producción
de diagnósticos; tratamientos para enfermedades con múltiples componentes genéticos y medioambientales,
tales como la osteoporosis y la artritis reumática; clonación y secuenciación de genes, por ejemplo, para
el cáncer de pecho y la provisión de servicios de asesoramiento genético e investigación de antecedentes.
(FEDERACIÓN EUROPEA DE BIOTECNOLOGÍA: 1997, 2).
6
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
135
• Reprogenética8: es considerada como la combinación de las técnicas de
ingeniería genética con las de reproducción asistida para la elección a priori de
características genéticas de los individuos de una descendencia.
Las técnicas de mejora genética se han empleado, desde hace mucho tiempo, en
animales y plantas, con la finalidad de generar nuevas variedades y razas. En este caso,
las técnicas clásicas estaban basadas en cruzamientos dirigidos y en procesos de selección
artificial, que son lentos, aunque efectivos a largo plazo.
En la especie humana se han planteado esporádicamente criterios de mejora
genética bajo el epígrafe general de la eugenesia. Sin embargo, dado los adelantos, las
técnicas reprogenéticas actuales o aplicables en un futuro próximo tienen dos diferencias
esenciales con las clásicas:
– Liberan los cruzamientos genéticos de la necesidad de relaciones entre individuos.
– Plantean la posibilidad de introducir cambios genéticos en uno o pocos pasos,
acelerando mucho el proceso.
La reprogenética humana nació, en un primer momento, como una ciencia que
buscaba alternativas a la reproducción humana natural, tratando, especialmente, de
superar la esterilidad de los varones (Carrillo Gil: 2002, 2). Pese a ello, las nuevos aportes
científicos y las herramientas tecnológicos han volcado la reprogenética hacia la práctica
de la eugenesia.
• Terapia Génica: se entiende como “la técnica de Ingeniería Genética mediante
la cual se introduce material genético exógeno en seres humanos, a fin de corregir
sus deficiencias y proporcionar alguna ventaja terapéutica” (Yunis: 2001), es decir,
consiste en la transferencia de material genético a las células de un individuo
determinado con la finalidad de corregir la enfermedad que padece o sufre
(Fillat: 2004).
La novedad que ostenta la terapia génica está referida básicamente al agente activo
que se emplea, en otros términos, aquel que va a actuar o va a ser introducido al individuo.
Anteriores investigaciones utilizaban proteínas o moléculas pequeñas, por la facilidad de
manipulación y de extracción. No obstante, los adelantos tecnológicos ocasionaron que se
viera viable, actualmente, emplear, como agente activo, un ácido nucleico (DNA o ARN)
en vez de la proteína.
EMBRIOGÉNESIS humana. Disponível em:< http://www.unavarra.es/genmic/expcia/desarrollo-embrion.
pdf>. Acesso em: 04 maio 2008.
8
136
FAE Centro Universitário
La terapia génica puede ser clasificada de distintas maneras9:
Adición Génica: es decir, la terapia que tiene como
objetivo la inserción de una copia en perfecto estado del
gen que ha desaparecido, o es defectuoso en el individuo.
En función a la labor
a ejecutarse
TERAPIA GÉNICA
En función del tipo celular
objeto de la técnica
Edición Génica: usa enzimas especiales para producir una
rotura en el DNA que hay cerca de donde está la mutación
genética, con el fin de que la rotura produzca la separación
de los genes defectuosos del DNA. Para solucionar la rotura
se usa un modelo de gen proporcionado durante la terapia
y los propios mecanismos de reparación de la célula. Esta
modalidad contiene dos métodos: el de corrección o el
de supresión génica.
Germinal: aquella dirigida a modificar la dotación genética
de las células implicadas en la formación de óvulos y
espermatozoides y, por tanto, transmisible a la descendencia.
Este tipo de terapia génica sería la indicada para corregir de
forma definitiva las enfermedades congénitas.
Somática: aquella dirigida a modificar la dotación genética
de células no germinales, es decir, de las células somáticas
o constituyentes del organismo. Por ello, la modificación
genética no puede transmitirse a la descendencia.
In vivo: la técnica , introduce directamente en las células
del organismo, sin que se produzca su extracción ni
manipulación in vitro. Es una técnica de mayor sencillez
pero con menores garantías.
En función de la
estrategia aplicada
Ex vivo: las células a tratar son extraídas del paciente,
aisladas, crecidas en cultivo y sometidas al proceso de
transferencia in vitro. Una vez que se han seleccionado las
células que serán objeto de la técnica, se expanden en el
cultivo y se introducen de nuevo en el paciente.
Figura No. 01
• Clonación: el término se ha empleado para “describir el proceso mediante el cual
una célula, o un grupo de células, de un organismo individual se utiliza para obtener
un organismo completamente nuevo, que es un clon del original [es decir,] el individuo
clonado es genéticamente idéntico a la célula u organismo ancestral del que se obtuvo,
así como a cualquier otro clon obtenido del mismo ancestro” (Carrillo Gil: 2002,
Véase entre otros: (FEDERACIÓN EUROPEA DE BIOTECNOLOGÍA: 1997), (CARRILLO GIL, 2002),
(DELGADO, 2007), (FILLAT: 2004) (RONCHERA Y GONZÁLEZ) (Granda: 1999), (GONZÁLEZ DE CANCINO:
2002, 249-271) y (GONZÁLEZ DE CANCINO: 1995, 49-93).
9
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
137
2). Dicho proceso parte de la misma filosofía de la reproducción asexual, debido a
que ella permite un proceso de “clonación natural” de los seres que la practican, o
en mejor término, están condicionados para ello.
En la actualidad se ha conseguido emplear la clonación en distintos mamíferos,
desde la famosa oveja Dolly, que el 23 de febrero de 1997 fue clonada tomando el tejido
de la ubre de otra oveja. La práctica ha sido llevada a vacas, cabras, conejos, ratones e
incluso a monos.
No obstante, la comunidad en general se ha resistido a la clonación en la especie
humana, mientras los científicos la observan como la posibilidad de:
– Curar determinadas enfermedades, tales como la leucemia nucleóide, la cual
sólo puede curarse eficazmente mediante el reemplazo de células sanguíneas
germinales cancerosas por otras sanas proporcionadas por un trasplante de
médula de una persona compatible, es decir un clon: la madre podría tener un
nuevo hijo clonado a partir de una célula adulta suya y este hermano pequeño
podría curar al mayor, enfermo.
– La clonación también podría satisfacer el deseo de tener hijos de parejas
homosexuales o personas solteras, bien sean de sexo masculino o femenino.
(Carrillo Gil: 2002, 3).
Pese a la resistencia de la sociedad y los gobiernos, que han implementado normas
en contra de la clonación de humanos, se han efectuado ciertos anuncios de clonación
en humanos, sin que aún hayan nacido los clones10.
2
LOS RIESGOS DE LOS AVANCES CIENTÍFICOS
La observación crítica de los acaecimientos recientes en materia de la investigación
genética, ha puesto presente la imposibilidad de paralizar totalmente los adelantos de los
estudios en genética humana, y más si se tiene en cuenta que prevalece una tendencia
de apoyo, por parte de los Países Industrializados, a dichos estudios. Estas circunstancias,
ponen en riesgo evidente el concepto mismo de ser humano: “Algunos de los resultados
nocivos de la ciencia y sus aplicaciones nacen del deseo de hacer el bien” (Jacob: 1998, 138).
Bien lo señala François Jacob, Premio Nobel de Medicina en 1965, por sus estudios
de investigación sobre los genes que trasmiten la información sobre la reproducción y el
funcionamiento celular:
Entre ellos se destaca el anuncio efectuado por ginecólogo italiano Severino Antinori hacia marzo de 2002
y el realizado por Científicos vinculados con la secta de los Raelianos, hacia abril del mismo año.
10
138
FAE Centro Universitário
El peligro, para el científico, está en no medir los límites de su ciencia y, por lo mismo,
de sus conocimientos. Está en mezclar lo que uno cree con lo que uno sabe. Y, sobre
todo, en la certeza de tener razón. […]
A veces se ha sugerido que no debe proseguirse más que la «buena» investigación
científica, aquella, se entiende, que no procura más que beneficios a la especie humana,
y que debe abandonarse la «mala», aquella en que hay riesgo de causarle daños. Es
necesario ignorar qué es la ciencia para hacer una sugerencia de este tipo. La investigación
es un proceso sin fin, cuya evolución nunca puede preverse. Lo imprevisible forma
parte de la naturaleza misma de la empresa científica. Si lo que se va a encontrar es
verdaderamente nuevo, entonces es por definición algo desconocido de antemano. No
hay medio alguno de prever a dónde va a llevarnos un campo de investigación concreto
ni, por consiguiente, cuáles van a ser sus posibilidades de aplicaciones. Esta es la razón
por la que no es posible escoger determinados aspectos de la investigación desechando
otros (Jacob: 1998, 155 -156).
La producción de las ciencias vinculadas con la investigación genética ha llevado
a casos que indagan sobre la conveniencia de libre generación de las mismas. Ejemplo
de ello es, sin lugar a negativas, el caso de John Moore, en 1976, quien se hizo famoso
porque su médico extrajo células, sin su consentimiento, de un órgano extirpado; de
ellas “descubrió que producían un extraño tipo de proteínas, y patentó la línea de células
obtenidas a partir de ese material” (Osset Hernández: 2000, 42).
La declaración de John Moore en la comparecencia ante el Comité sobre la Diversidad del
Genoma Humano de la National Academy of Sciences de Washington el 16 de septiembre
de 1996 resulta, en algunos momentos, conmovedora, y, en otros, digna de reflexión…:
Señoras y Señores: Posiblemente algunas de las personas presentes en esta habitación me
conocen como la Patente nº 4.438.032. Mi nombre real es John Moore. […].
Me preocupa que, a pesar de que en este país los derechos individuales son supuestamente
protegidos del abuso de las instituciones y de la codicia de las empresas e investigadores
privados, en realidad no lo son (Osset Hernández: 2000, 42-43).
Asimismo, los progresos han llevado a espacios tan problemáticos como la
diferenciación de los denominados pre-embriones. El vocablo apareció con el fin de
caracterizar un producto de una etapa del desarrollo embrionario11: la primera, de manera
más específica; la cual iría desde el momento de la fecundación hasta antes de que sea
completa la anidación, o, en otros términos, hasta cumplirse los primeros catorce (14) días,
contados desde el momento en que se produce la fecundación.
“En la especie humana se considera que la fase embrionaria dura desde la fecundación, hasta la seis semanas,
pasando a continuación a denominarse feto”. GAFO, Javier (Ed.). Nuevas técnicas de reproducción humana.
Madrid: Universidad Pontificia Comillas, 1986. p. 194-219 apud GONZÁLEZ DE CANCINO: 1995, p. 69.
11
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
139
El señalado concepto fue ganando adeptos con el pasar de los años de las prácticas
de reproducción asistida, o sí así se quiere, de las nominadas fecundaciones extracorpóreas,
productoras de embrión in vitro. Con la finalidad de aumentar la eficacia procreativa y
permitir la selección de aquellos embriones considerados como óptimos, de acuerdo con
su estado previsible de salud, o que garanticen el sexo deseado por los padres, se ha vuelto
una práctica común, la producción de número excesivo de embriones, en los centros de
reproducción asistida, para aquella pareja que se ha sometido al tratamiento. Bajo dichos
acaecimientos, es como, “aparecen así los adjetivos (con carga de eufemismo) de embriones
subóptimos, inviables, sobrantes, crioconservados” (López Moratalla: 2004, 8).
No obstante, las primeras prácticas de producción excesivas de embriones y
la posterior destrucción de aquellos que no eran seleccionados para el proceso de
reproducción asistida, no trajeron consigo los simples términos antes citados, sino que por
el contrario involucraron discusiones y debates fácticos sobre dos temáticas de relevancia:
por un lado, el asunto de si el embrión in vitro tiene o no la misma realidad que uno in
útero o producido naturalmente, y, por el otro, la existencia de una fase pre-humana
de la vida, la que coincide con los primeros catorce (14) días desde que se fecundan los
gametos hasta que el embrión queda totalmente implantado en el útero materno, es decir,
la etapa pre-embrionaria. Conjuntamente, al pasar de los años, esas primeras prácticas
tomaron rumbos o direcciones más novedosas:
Inicialmente se aceptó, como mal menor, transferir a la madre varios embriones de
manera simultánea, a fin de que entre los hermanos, unos facilitasen a otro anidar en
la madre. Esta medida fue contestada por los clínicos, dado que los posibles embarazos
múltiples no sólo son un peligro para la madre, sino que han resultado en un déficit para
los niños que nacen prematuros. El aborto selectivo de algunos de ellos (conocido con
el eufemismo de reducción embrionaria) no resuelve ningún problema, sino añade otro
nuevo, el aborto provocado.
Posteriormente se ha ido imponiendo –por imperativo económico de las clínicas de
reproducción humana asistida– el llamado “diagnóstico genético preimplantatorio”, a
fin de asegurar que sólo fueran gestados aquellos embriones que no presentaran taras
heredables. El deseo de un hijo se transformó en exigencia de un hijo sano. Y de aquí se ha
pasado, en breve espacio de tiempo, a que dichos centros sanitarios acojan como clientes
a padres fértiles, y les ofrezcan, como alternativa al diagnóstico prenatal, este diagnóstico
previo a la transferencia del embrión in vitro a la madre. Pueden así elegir muy pronto
(antes de alojarlo en el seno materno) a cuál de los hijos van a dar la oportunidad de vivir,
y a cuál no. Aparecen esos casos, que airean los medios de comunicación como progreso
médico, de parejas de sordomudos o enanos que reclaman elegir por tal método a un
hijo que también lo sea; o padres con un hijo enfermo, que reclaman que les seleccionen
un hijo compatible inmunológicamente con el hermano, a fin de que cuando nazca sea
donante de sangre o de los tuétanos de sus huesos.
140
FAE Centro Universitário
Al mismo tiempo, a esa realidad cotidiana de producir embriones en exceso se suma,
donde las leyes lo permiten, la potestad de disponer del destino de los embriones
excedentes, un fin diferente de aquel para el que fueron producidos; así, de procurar la
procreación de una pareja con algún problema de esterilidad, se ha pasado a arrogarse
el derecho a detener su vida por congelación, almacenarlos y que puedan ser utilizados
para investigar con ellos. (López Moratalla: 2004, 9).
Las anteriores circunstancias, han generado diversos interrogantes sobre la temática;
y quizás el principal surge de saber ¿en qué se basa la diferenciación entre el embrión in
vitro y el in útero? Para algunos científicos la distinción ostenta claras razones bioéticas y
biológicas, tales como:
– La inviabilidad natural del embrión extracorpóreo después del día catorce (14),
si no es anidado.
– La finalidad con la cual ha sido creado o engendrado el embrión in vitro.
– La ausencia de capacidad sensitiva, dada la ausencia de un sistema nervioso
diferenciado, el cual aparecerá después del día catorce (14), y que el mismo
no tiene posibilidad alguna de existir sin la presencia o manipulación externa
que implique la implantación en el útero materno.
Empero, según el doctor Justo Aznar, Jefe del Departamento de Biopatología Clínica
del Hospital La Fe de Valencia, “el término pre-embrión fue establecido por una Comisión del
Reino Unido, presidida por una economista, la señora Warnock, para facilitar la utilización
de los embriones. [Pero la misma], carece de toda base científica, pues la implantación es
una etapa más que no modifica el desarrollo biológico del embrión”12.
Por su parte, el Dr. Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho de la
Universidad de Valencia, España, puntualiza sobre el particular: “Me parece interesante
recordar que la opción por el día 14 fue resultado de un pacto para conciliar intereses
contrarios. Por un lado, existía una fuerte presión científica para que se permitiese la
investigación con embriones. Por otro lado, la conciencia ciudadana se resistía a reducir el
embrión a un objeto de manipulación. Con la propuesta del día 14 se satisfacía a ambas
partes: los ciudadanos encontraban un límite para distinguir entre lo moral y lo ilícito, que
tranquilizaba sus conciencias, y los científicos tenían vía libre para actuar sobre el embrión
hasta el día 14” (PEZZOTTI: 2001). De cualquier forma, la elección del día catorce (14) ha
conjugado argumentos que parecen sostenibles. Por ejemplo, es sólo hasta el día catorce
(14) que el embrión se consolida, dado que, incluso si hubiese sido generado de forma
Disponível em: <http://www.archimadrid.es/alfayome/menu/pasados/revistas/99/oct99/num183/espana/
espana1.htm>. Acceso em: 06 abr. 2008.
12
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
141
natural, no siempre éste llega a constituirse como tal, sino que, en ocasiones, da lugar a
un tumor que se hace necesario extirpar del seno materno, o bien a alguna clase de quiste
que es absorbido por la placenta (PEZZOTTI: 2001), y sólo hasta las dos semanas se tiene
certeza del mismo. Asimismo, se aduce que en las primeras dos semanas se obtienen
los más altos índices de mortalidad de los embriones, y sólo será reducido hasta que el
producto de la concepción sea implantado en el útero materno.
En este sentido, existen claras posiciones, las cuales aseveran que la realidad de
la distinción o de la categoría es contundente: ella implica la ausencia de vida humana,
y por ende, la posibilidad de investigación sin atentar contra los derechos humanos ni la
dignidad. Tal parece ser el caso de España, donde el Tribunal Constitucional Español se
ha encargado de reproducir la doctrina de que el pre-embrión no es titular del derecho
constitucional a la vida, y por tanto, el Estado no tiene obligación de proporcionar un marco
jurídico penal que lo proteja13. Con ello se ha garantizado la investigación genética sobre
los mismos, de cierta forma; pero al tiempo, parece haberse dejado de lado la importancia
que pueda existir, para el derecho, la destrucción de los pre-embriones que no han sido
empleados ni seleccionados para procesos de reproducción asistida, e incluso los abortos
inducidos, antes señalados.
Con el paso de los años, el término “pre-embrión” ha dejado de emplearse y de
reconocerse su valor, al considerarse, nuevamente, que no tiene ningún valor científico. En
materia legislativa, solamente se le encuentra en la ley española, que data originariamente
de 1988. Las leyes posteriores y las publicaciones sobre el tema hablan simplemente de
“embrión” (antes o después de los 14 días)14.
Pese a la eliminación del término, la dirección que ha tomado cada una de las
intervenciones, herramientas, avances y progresos de la investigación genética, puede ser
vista como una orientación a las denominadas prácticas eugenésicas, que son potenciadoras,
Sentencias de inconstitucionalidad: 212/1996 y 116/1999.
En el caso colombiano, se desconoce providencias proferidas por la Corte Constitucional, durante los
años de 1992 y 2010, que incluyan la expresión «pre-embrión ». Sin embargo, el término se presenta
en el ordenamiento jurídico colombiano no en el ámbito legal, sino mediante las reglamentaciones
administrativas; entre ellas se encuentran: (a) El Acuerdo 195 de 1998 del Instituto de Seguros Sociales,
donde se introduce la figura del preembrión como sinónimo de gameto; (b) El Decreto Número 1546 del
04 de agosto de 1998, por el cual se reglamentan parcialmente las Leyes 9a. de 1979, y 73 de 1988, en
cuanto a la obtención, donación, preservación, almacenamiento, transporte, destino y disposición final de
componentes anatómicos y los procedimientos para trasplante de los mismos en seres humanos, y se adoptan
las condiciones mínimas para el funcionamiento de las Unidades de Biomedicina Reproductiva, Centros o
similares; (c) La Resolución Número 3199 del 06 de agosto de 1998, expedida por el Ministerio de Salud,
donde se establecen las normas técnicas, científicas y administrativas para el funcionamiento de los Bancos
de Componentes Anatómicos, de las Unidades de Biomedicina Reproductiva. Centros o similares.
13
14
142
FAE Centro Universitário
en buena parte, de la construcción de una sociedad de exclusión, ya no desde los bienes
de consumo, sino desde el material genético del cual se es dueño15.
En 1883, Francis Galton, incluía como término, en el mundo científico, una
experiencia que habían desarrollado algunas civilizaciones de la antigüedad, y no parecía
descartada por la sociedad decimonónica de la que hacía parte Galton. Eugenics entendida
como “la ciencia que trata de todos los factores que mejoran las cualidades propias de la raza,
incluidas las que desarrollan de forma óptima”16, permitió a Galton, a través de estadísticas,
demostrar la importancia de selección de un prototipo para el desarrollo de la humanidad.
Basado en las manifestaciones de su familia, Charles Darwin sobre “selección
natural”, y bajo las construcciones teóricas manifestadas por Galton, sociedades del siglo XX
promovieron medidas eugenésicas; entre ellas, el régimen Nazi con la Ley de Esterilización
Obligatoria para la prevención de las enfermedades hereditarias de 193317, que condujo
a la esterilización de gran cantidad de mujeres en Alemania, ello, sin contar las medidas
de eliminación impuestas a partir del concepto de raza superior.
Si bien las circunstancias presentadas cayeron aparentemente, con el final de
la II Guerra Mundial, en la indignación general, la aparición de la ingeniería genética,
paralelamente, puso de presente los riesgos de nuevas intervenciones, que, sin duda,
debían ser limitadas.
3
LA MANIPULACIÓN GENÉTICA EN EL CONTEXTO COLOMBIANO
Las advertencias generadas por la academia, y la preocupación social, han llevado a
que las intervenciones que se han observado con posible carácter eugenésico, se encuentren
limitadas en los distintos ordenamientos internos. En el caso colombiano se cuenta con
tres (03) tipos penales18: (a) Manipulación Genética, (b) Repetibilidad del Ser Humano y
(c) Fecundación y Tráfico de Embriones Humanos.
Son diversos ejemplos los que se puede percibir, desde las prácticas eugenésicas en estricto sentido, como
la selección de características fenotípicas y genotípicas – principalmente para identificar enfermedades
potenciales – y aquellas, que se vinculan con la mera exclusión por la información genética, como la tan
discutida solicitud de exámenes o información propia del genoma para los contratos laborales y de seguro.
16
Citado en: OSSET HERNÁNDEZ, Miquel. Ingeniería genética y derechos humanos. Barcelona: Icaria,
2000. p. 119.
17
La mencionada ley se llevo a cabo pocos meses después de que Adolf Hitler asumiera como Canciller. En
el año de 1935, se produciría, además, la ley que prohibía los matrimonios entre “arios” y judíos.
18
Además, de los tipos penales consagrados en el Capítulo VIII del Título I – “ Delitos contra la vida y la integridad
personal” de la Ley 599 de 200 – Código Penal Colombiano-, también se pueden observar tipificaciones
que ostenta relación como las consagradas en el artículo 330. Manejo ilícito de microorganismos nocivos y
334. experimentación ilegal en especies animales o vegetales, ambos dentro del Título XI – “De los delitos
contra los recursos naturales y el medio ambiente”, en el Capítulo Único - Delitos Contra Los Recursos
Naturales Y Medio Ambiente.
15
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
143
Los cuales tuvieron como origen, según la exposición de motivos del proyecto de
ley presentado por la Fiscalía General de la Nación:
“Así mismo, la propuesta prohíbe la manipulación genética, poniéndose a tono con los
avances de la ciencia; se brinda especial protección al genoma humano que, de acuerdo
con la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, es
la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del
reconocimiento de su unidad y diversidad intrínsecas. En sentido simbólico, el genoma
humano es el patrimonio de la humanidad. Se busca también la protección del genotipo
entendido como conjunto de gentes que identifican al ser en su esencia natural; es por
ello que se prohíbe la manipulación genética con fines diferentes a la investigación
científica, siempre orientada a aliviar el sufrimiento o mejorar la salud de las personas
y de la humanidad; de esta forma se da el desarrollo legal a la referida Convención”
(Cancino Moreno: 2005; 189).
Sin embargo, el sustento ofrecido no deja plena claridad y certeza sobre el bien
jurídico objeto de protección y que se requiere preservar o salvaguardar.
Los citados tipos penales que se encuentran incluidos dentro del Título I del Libro
2º, nombrado como “Delitos contra la vida y la integridad personal”, no manifiestan una
aparente línea transversal con la ordenación generada, tal como lo exhibe la profesora
Emilssen González de Cancino:
Hemos estado en desacuerdo con esta clasificación pues, por las razones que expondremos
al tratar este delito en particular, entendemos que la clonación no es un delito contra
la vida o la integridad personal, que es el bien jurídico protegido en el título I, del cual
hace parte este capítulo. Es muy dudoso que lo sea el tráfico de cigotos o embriones y
no puede serlo el de gametos. (González De Cancino: 2003; 579).
La defensa que se ha efectuado sobre la pertenencia de su inclusión en el título
a referencia, se construye desde un presunto concepto dinámico del bien jurídico vida,
donde se vislumbra no sólo la del individuo concreto sino la de su propia especie19.
Con todo, más que un sentido dinámico del bien jurídico vida, parece existir un
bien jurídico frente a los tipos de la manipulación genética, que difiere con la consignación
realizada por el Legislador Colombiano. Las legislaciones internacionales y la doctrina,
aluden que los tipos penales relacionados con el fenómeno de modificación genética,
parecen ser integrados desde una perspectiva dual20, donde se garantiza la protección
En este sentido, parece diciente el argumento que presenta la Dra. González de Cancino, en el texto citado:
“En este orden de ideas, ¿deberían, clasificarse en este título los delitos contra los recursos naturales y el
medio ambiente, que en la actualidad se ubican en el capítulo único del título XI del mismo Código?”.
20
La estructura de protección que se presenta estos delitos, parece congruente con la consagración de las
aspiraciones de los denominados derechos colectivos o de Tercera Generación. Sin embargo, tal como se
exhibirá, posteriormente, parece estar vinculada con un derecho evidentemente de naturaleza distinta a los
derechos colectivos, y, conjuntamente, de las diferencias existentes con los derechos de cuarta generación
o Derechos de la Naturaleza, consagrados constitucionalmente, dentro del texto de 2008, de Ecuador, en
los artículo 71 al 74.
19
144
FAE Centro Universitário
no meramente individual, del contenido genotípico del sujeto, sino, adicionalmente, la
vulneración de un bien de carácter general o colectivo, relacionado con la inalterabilidad
o intangibilidad del patrimonio genético de la especie humana (Romeo Casabona: 2009;
122-123).
En esta medida, el bien jurídico parece ser realmente un derecho a la conservación
del material genético no manipulado de la especie humana, como patrimonio de la
humanidad21. Haciendo referencia, entonces, a la construcción de una nueva serie de
derechos humanos, a partir de éste, donde se vislumbra, por ejemplo:
1. Derecho al empleo de técnicas de reproducción asistida, con finalidad terapéutica,
2. Derecho a la no discriminación por el material genético,
3. Derecho a la individualidad y a la diferencia genética,
4. Prohibición de beneficios pecuniarios frente al genoma humano en su estado
natural,
5. Prohibición de la eliminación de la variedad genética de la humanidad,
6. Derecho a la emisión, valoración y vinculación del consentimiento informado 22.
Desde esta perspectiva, el reconocimiento de estos derechos permitiría no sólo
una congruencia real con la protección del bien jurídico sino además, una propensión a
evitar situaciones y/o formas de exclusión por razón del material genético, ocasionadas, en
primera medida, por la generación de medidas eugenésicas intolerables dentro del marco
de aquello que Jürgen Habermas, ha denominado el consenso producto de la acción
comunicativa (Habermas: 2001).
Asevera Habermas que “la manipulación de los genes afecta cuestiones de identidad
de la especie, y la autocomprensión del ser humano como pertenecientes a una especie”
(Habermas: 2001; 37); es, de esta manera, que esta actividad no sólo puede llegar a
postular un problema meramente genotipo y fenotipo, sino, además, de consenso social,
donde el concepto de inclusión y exclusión se remitiría al ideal que puede ser construido,
materializado artificialmente de ser humano.
Congruente de esta forma con la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos de la
Personar Humana, proferida por la UNESCO en el año de 1998. Véase, por ejemplo: <http://www.juridicas.
unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/45/pr/pr29.pdf> Acesso em: 06 jul. 2010.
22
Derechos en buena parte reconocidos por el llamado soft law.
21
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
145
No obstante, cercenar cualquier tipo de intervención o manipulación que pueda
ostentar un carácter de germinal, es decir, que la misma sea transmisible a las futuras
generaciones puede obedecer, igualmente, una política de Estado que limite de modo
innecesario el desarrollo de la persona, e incluso, vulnere la posibilidad de ofrecer
condiciones mínimas para el perfeccionamiento de un futuro plan de vida, que, en otros
términos, no es nada distinto a la transgresión de la dignidad humana. La negación absoluta
de la intervención genética, existiendo la posibilidad de ejercerla como medio terapéutico,
exhibe al ser humano como un medio para la conservación de la especie, y deniega al
individuo, particularmente considerado, como un fin en sí mismo.
Es bajo el parámetro anterior, que se justifica la intervención terapéutica, de carácter
somático y germinal, en el material genético de las personas en aquél tipo de enfermedades
o padecimientos considerados consensualmente como intolerables para el ser humano,
pese a que la eliminación de las mismas demande alteración trasmisible hereditariamente23.
Pero la alteración sin las justificaciones conducentes, pone en riesgo el genoma
humano como patrimonio de la humanidad. Por lo cual, es necesario establecer la viabilidad
sobre la intervención del derecho penal en el presente caso, con el fin de proteger y
garantizar los bienes jurídicos de mayor relevancia, de aquellas ofensas de mayor gravedad.
4
UTILIDAD DE LA INTERVENCIÓN PENAL, EN EL CONTEXTO
COLOMBIANO
El carácter fragmentario y subsidiario del ius puniendi, rememora que aquel control
social que se ejerce por medio de las normas sancionatorias de carácter penal, sólo puede
resultar como última ratio; dado que la pena, como sanción impuesta por el ordenamiento
jurídico penal, no puede ser una panacea para los males sociales, sino que debe representar
la existencia de un caso extremo, donde exista un verdadero estado de necesidad social,
que amerite la imposición del poder punitivo24.
Con todo, el riesgo que corre el Estado al avalar el fenómeno descrito está realmente referido a la garantía
del acceso de un servicio de interés general. La negación o la imposibilidad de una cobertura a la demanda
del mismo, genera, de tal forma, volver la intervención genética, incluso en casos necesarios, en un bien de
consumo, que a la postre pone barreras sociales discriminatorias de inclusión y exclusión: aquellos que se les
habilita, por condiciones especiales, a perfeccionar por razones terapéuticas su material genético y aquellos
que no pueden hacerlo pese a la existencia de circunstancias y condiciones de necesidad como los anteriores.
24
Hoy por hoy, la misión del derecho penal es mucho más modesta y terrenal a aquella que se pretendían en
épocas anteriores; es simplemente la de reforzar el control social de ciertas conductas externas reputadas
como lesivas, de modo intolerable, de los bienes jurídicos fundamentales o de las condiciones mínimas de
la existencia o persistencia del sistema social. (Fernández Carrasquilla: 1995; 85).
23
146
FAE Centro Universitário
Bien lo dice el profesor Fernández Carrasquilla:
Por consiguiente, antes de actuar la pena criminal debe el Estado agotar los demás
recursos políticos y socioeconómicos de que dispone para la solución de los conflictos
sociales y la estabilización de la Instituciones indispensables para la convivencia pacífica
(subsidiaridad material o socio-política).
Es claro: la pena criminal no es indispensable socialmente –ni desde el punto de vista
democrático está justificada- cuando el conflicto puede resolverse o la protección otorgarse
por medios menos drásticos, sean estos de índole jurídica o socio-política. Acudir al
derecho penal sin agotar los otros recursos estatales muestra una tendencia facilista
y simplista al exceso de derecho penal en una comunidad determinada. (Fernández
Carrasquilla: 1994; 47-48).
Las manifestaciones efectuadas al interior de la presente exposición indican, sin
lugar a dudas, la relevancia del bien jurídico que se procurar proteger: el genoma humano
como patrimonio de la humanidad25. Sin embargo, queda restando el cuestionamiento que
se involucra con la valoración, si aquellas conductas descritas en el tipo penal pueden ser
observadas como las más graves contra dichos bienes, y suponen que los restantes medios
o recursos jurídicos son insuficientes para la protección de éste.
Frente a la manifestación de la gravedad de las conductas tipificadas, se puede
asegurar que son equivalentes o equiparables a las consignaciones que realizan las
diferentes legislaciones penales26, y normas de índole internacional27. Todas y cada una
de ellas, afines con la intención de materializar una función de carácter preventivo del
poder sancionatorio a ejercer.
La satisfacción de la función preventiva que se le ha atribuido al derecho penal
y a la pena, se ha puesto entre dicho de manera constante, bajo el carácter meramente
reaccionario del Derecho Penal: Es un derecho que llega cuando el daño está hecho, y la
Sin que la determinación del bien jurídico tutelado termine siendo criticado, en ocasión que no es el mismo
que se declara en las legislaciones penales. Además, de su carácter difuso.
26
Ejemplo de tal afirmación se encuentra en el Código Penal Español, que consagra en su Libro II, Título V
los Delitos Relativos a la Manipulación Genética, artículo 159 y siguientes. Asimismo, puede observarse el
Código Penal Peruano, y las legislaciones especiales de Alemania, Italia, Canadá, entre otros.
27
Se encuentran, entre otras, con: Convenio para la protección de los Derechos Humanos y la dignidad del
ser humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina. Convenio relativo a los Derechos
Humanos y la Biomedicina. (4 de abril de 1997), Protocolo Adicional al Convenio para la Protección de
los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las Aplicaciones de la Biología y
la Medicina, por el que se Prohíbe la Clonación de Seres Humanos (7 de enero de 2000), Declaración
Universal de los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras (26 de febrero de 1994), Declaración
Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos de la Persona Humana (11 de noviembre de 1997) y
Declaración Bioética de Gijón (2000).
25
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
147
salvaguarda del bien jurídico no puede ser garantizada, sino que “legitima” el cumplimiento
de fenómenos de violencia del sistema sobre la porción de la sociedad que ha sido declarada
objeto de persecución del poder punitivo.
Con todo, personajes como el profesor Carlos Santiago Nino defiende esa función
preventiva del derecho penal, en los siguientes términos:
[..] creo que muchos de nosotros percibimos que la amenaza de pena es efectiva en
muchos casos para prevenir la comisión de actos dañosos (sin ir más lejos, pensemos,
por ejemplo, cómo se han limpiado últimamente las calles de Buenos Aires de autos mal
estacionados ante la amenaza combinada de la grúa y el “cepo”). Me parece que muchos
de nosotros no estaríamos muy tranquilos si se indultaran, por ejemplo, a todos quienes
cometieran homicidios, tormentos, secuestros, atentados, violaciones, y se anunciara que
en el futuro no se aplicará por esos hechos ninguna medida coercitiva y se permitirá que
sus autores sigan desarrollando su vida normal. Por cierto que puede discutirse qué clases
de actos las penas pueden y deben prevenir, pero parece no caber dudas que algunos
actos deben y pueden ser disuadidos mediante algún tipo de penas por actos similares.
Por ejemplo, no creo que el profesor Zaffaroni se oponga a que los responsables del
terrorismo de estado durante la última dictadura militar hayan sido objeto de sanciones
penales. Dado que coincidimos en los argumentos en contra del retributivismo, supongo
que si el autor avalara esa punición lo haría porque supone que ella tiene algún poder
preventivo de situaciones similares que podrían producirse en el futuro. Una vez que
se admite la eficacia del sistema penal para prevenir ciertos daños, debe extenderse la
misma conclusión a casos similares. Y una vez que se acepta que hay algunos efectos
socialmente beneficiosos de la existencia de un sistema penal, debe demostrarse que
esos efectos beneficiosos no permiten legitimar al sistema si es que sus consecuencias
deletéreas fueran contenidas o atenuadas28.
Pese a la consideración de la posibilidad de generar un carácter preventivo mediante
la formulación de tipos penales, la efectividad de dicho carácter se condiciona, realmente,
no sólo por la idoneidad del bien jurídico, sino por la técnica legislativa que se emplea para
la redacción de la conducta tipificada, con el fin de que sea verdaderamente aplicable.
En este sentido, el examen de las formulaciones legislativas contenidas en el acápite de
Manipulación Genética, dentro del CPC, arroja como resultado que las mismas figuran como
construcciones que padecen de una carencia estructuración de acuerdo con las exigencias
de la filosofía liberal del derecho penal, respecto al principio de legalidad y de lesividad.
NINO, Carlos. Debate entre Carlos Nino y Eugenio Zaffaroni: apertura de Carlos Nino. Disponível em:
< http://www.stafforini.com/nino/zaffaroni1.ht^> Acesso em: 08 jul. 2010. Parece congruente también,
poner de presente la respuesta del profesor Zaffaroni a Nino: En cuanto al genocidio, creo que nadie afirma
seriamente que si Europa no sigue hoy a otro Führer es debido al efecto preventivo general de Nürnberg. Me
parece que la cuestión es otra: cuando nos hallamos frente a conflictos tan aberrantes que por su magnitud
y brutalidad no tienen solución ¿quién puede reprochar que se inflija un dolor a los pocos causantes que se
ponen al alcance del reducido poder punitivo? ZAFFARONI, Eugenio. Debate entre Carlos Nino y Eugenio
Zaffaroni; réplica de Eugenio Zaffaroni. Disponível em: <: http://www.stafforini.com/nino/zaffaroni2.htm>
Acesso em: 08 jul. 2010.
28
148
FAE Centro Universitário
Se aprecian, de manera general, inconvenientes en aspectos como los siguientes:
1. Determinación del Bien Jurídico Tutelable: Tal como se afirmó con anterioridad,
existe una notoria carencia de congruencia con el bien jurídico presuntamente
protegido, y aquél que es determinable. Fenómenos, por ejemplo, como la
clonación realmente no atenta contra la vida humana sino la materializa en
el desarrollo de un ser con idéntico material genético, postula la ausencia de
correspondencia del bien jurídico que se protege y aquel predicado.
2. Titularidad del Bien Jurídico: implica la necesidad de formular con exactitud y
precisión la titularidad individual o colectiva del bien que está siendo protegido,
que dentro de las tipificaciones no parece claramente definido.
3. Univocidad de elementos descriptivos del tipo: hace relación a la necesidad
de minuciosidad en la redacción o determinación de elementos propios del
tipo, tal como el objeto material donde recae la acción y acciones formuladas.
En este sentido, las determinaciones que efectúan los tipos penales en el ámbito
colombiano emplean términos que pueden ser problemáticos y carentes de una univocidad;
ejemplo de ellos es el empleo del vocablo “embrión” que puede llevar a la exclusión de
las prácticas sobre preembriones – si es que se reconoce la pertinencia del término -, de
los productos de la clonación terapéutica - donde no se requiere la unión de los gametos
-, entre otras.
Indefiniciones que pueden ser solventadas con remisiones a normatividad especializada
que complete la vaguedad del tipo penal, y de tal forma no volver absolutamente casuística
la descripción típica. Con todo, en la actualidad no se da de presente.
Las anteriores falencias, se conjugan con la imposibilidad de generación de buena
parte de las conductas descritas en el tipo penal.
Las tipificaciones, si bien deben ser posibles de ser efectuadas, parece evidente
que en el contexto nacional se presentan impedimentos técnicos y tecnológicos para la
realización de los procesos o conductas formuladas, en los tipos estudiados. La imposición
de una sanción por la presencia de las conductas típicas, antijurídicas y culpables descritas,
es una mera utopía: A la fecha no existen registro de imposición de sanciones penales
frente a los tipos objeto de revisión.
En este sentido, la tipificación carece de nivel preventivo y no ostenta idoneidad,
al tiempo que el derecho penal pasa a tener una mera eficacia simbólica.
Que las leyes, especialmente las penales, están vinculadas de una u otra forma a efectos
simbólicos, no es en principio ningún reproche, sino que cuando menos de acuerdo
a la opinión contemporánea es una simple obviedad. Las justificaciones para ello son
múltiples y -cuando menos en una primera aproximación- ampliamente discutidas
(Hassemer: 1995).
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
149
Siguiendo a Hassemer, establece una clasificación de los efectos simbólicos del
derecho penal así:
En la literatura se puede encontrar ya una clasificación plausible de diversas formas
simbólicas de Derecho:
-Leyes de declaración de valores (Ejemplo: Aborto, entre la exigencia moral de la mujer
a su determinación y descendencia por un lado y la confirmación de la prohibición de
matar por otro lado);
-Leyes con carácter de apelación (moral) (Ejemplo: Derecho penal del medio ambiente
con el objeto de dotar de conciencia ecológica a las personas que ocupan posiciones
relevantes -StGB-);
-Respuestas sustitutorias del legislador: Leyes que sirven de coartada, leyes de crisis
(Ejemplo: Leyes en contra del terrorismo con el objeto de por lo menos tranquilizar el
miedo y las protestas públicas);
-Leyes de compromiso (Ejemplo: cláusulas penales generales, las que si bien son poco
decisorias siempre tiene un núcleo central para satisfacer la “necesidad de actuar”).
(Hassemer: 1995).
Desde la anterior perspectiva, se cuenta en el CPC una mera tipificación con carácter
de apelación moral, donde se pretende reproducir un consenso global sobre los peligros y
la resistencia a actividades que conlleven la manipulación genética, especialmente sobre
seres humanos.
Con todo, existe un convencimiento, de este modo, en que no es el Derecho
Penal, el propicio ni es útil para el establecimiento de dicho requerimiento, dado que
la pena criminal solo puede ser utilizada en subsidio de otros recursos jurídicos, o en
mejor término en ausencia de ellos, o cuando los medios de control existentes resulten
insuficientes. La implementación tal como se ha efectuado a administrativizado el derecho
penal, atribuyendo cargas no sostenibles ni justificables, ni siquiera con el presunto carácter
predictivo que se le puede imputar respecto a penalizar actividades que se podrían generar
en un futro mediato. No es trabajo del derecho penal jugar a la futurología, sino se debe
reducir a la protección de bienes jurídicos.
La no penalización de ciertas conductas, no niega la importancia del bien jurídico
ni tampoco la reprochabilidad consensual que se le puede ofrecer, pero cuando éstas no
conducen a una realidad fáctica y comprensible se cae nuevamente en la visualización
equivocada de un derecho penal salvador, que todo lo puede, y que no es una razón final,
sino la solución más sencilla a la imposibilidad del Estado de resolver por otros medios.
150
FAE Centro Universitário
Lamentablemente, el Derecho Penal nada resuelve y nada ha logrado:
¿Cómo voy a salvar la Amazonía? ¿Con el Código Penal? ¡No! Eso es absurdo. Con el
Código Penal no puedo resolver nada. ¿Qué resolvió el hombre en la historia con el
Código Penal? Emergencias. Las brujas, los herejes, la tuberculosis, la sífilis, la droga
¿Resolvió alguna cosa? No resolvió nada, absolutamente nada. Algunas se resolvieron por
sí mismas, el tiempo las disolvió. Otras fueron resueltas por otros medios, la tuberculosis
por la citomicina, la sífilis por la penicilina, los herejes ya no son problema, la droga no
la resolvió nadie. Pero el Código Penal, la ley penal, la Inquisición, no resolvieron nada29.
CONCLUSIÓN
El auge que ha sostenido la investigación genética en los últimos años, ha puesto
de presente la posibilidad que la determinación fenotípica y genotípica no sea una mera
cuestión de azar, entre las variables que limitaban dos entes que ofrecen los gametos. Hoy
por hoy, incluso, es verosímil omitir, en los casos que eran necesarios, el empleo de los
gametos para la reproducción y la generación de seres vivos.
La formación de dicientes herramientas para la investigación relacionada con la
biomedicina, genética clínica, patogenia y el diagnóstico, tratamiento de enfermedades
hereditarias, han puesto de presente nuevos campos científicos, que se encaminan a
cambiar la percepción que se había tenido de la especie humana: Existe un camino dirigido
hacia la viabilidad de intervenciones y manipulaciones en la información genética que
exhibe, claramente, la opción de un determinismo artificialmente generado por decisiones
autónomas que marcan el plan de vida de un tercero.
Además de ello, es posible avizorar el reconocimiento de riesgos como la creación
de nuevos parámetros de exclusión social, a través de la información genética: con quienes
contratar laboralmente, a quienes asegurar según su propensión a ciertas enfermedades
y capacidades, e incluso, quienes son aptos de acuerdo a la idoneidad construida por la
manipulación.
Sin embargo, se debe declarar que los riesgos ofrecidos por los nuevos hallazgos
y avances, distan de ser per se “malos”, sino es la ausencia de una regulación eficaz
la que puede ocasionar la apertura a potencializar los efectos nocivos socialmente.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. La Función reductora del derecho penal ante un estado de derecho
amenazado (O la lógica del carnicero responsable). Disponível em:< http://www.carlosparma.com.ar/
index.php?option=com_content&view=article&id=62:la-funcion-reductora-del-derecho-penal-ante-unestado-de-derecho-amenazado-&catid=39:parte-general&Itemid=27> Acesso em: 09 jul. 2010.
29
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
151
En consecuencia, se ha reconocido el requerimiento de establecer y postular nuevos
parámetros médicos no contingentes que deben ser tenidos en cuenta en la formulación
de políticas y normatividad regulante en el tema de la manipulación genética.
En el camino de ello, se empiezan a advertir las regulaciones internacionales y
nacionales sobre la temática, que en algunos casos exhiben la ausencia de experiencia
y de un marco interdisciplinar que consiga efectos reales en la protección del genoma
humano como patrimonio de la humanidad.
El presente artículo, ha expuesto cómo en el ámbito colombiano, de manera
coincidente que buena parte de las otras legislaciones nacionales, la protección ha caído
en el ámbito del Derecho Penal, como mecanismo de control social. Pero su efectividad,
irreal como puede catalogarse, no ha dado un estándar necesario y lejos está de hacerlo.
No es el fenómeno de la inclusión en un tipo de legislación especial lo que evitará las
conductas contrarias al derecho, sino la posibilidad de hacerse cumplir la misma, y de
ello dista totalmente la regulación penal colombiana, con lo cual pueden especificarse
tres conclusiones de relevancia:
1.La preeminencia del genoma humano como bien jurídico y su protección,
dentro del marco de ser el fundamento individual y colectivo del desarrollo de
los derechos humanos que han sido aceptados históricamente, y aquellos que
se han puesto de presente con los avances actuales.
2. El camino extenso, en términos discursivos y de construcción de consenso, que
resta para que se otorgue la aceptación a la intervención genética, sin que ello
pueda convertirse en una forma más de exclusión de los seres humanos, dentro
del conglomerado social.
3. Parafraseando al maestro Zaffaroni, sobre la utilidad del derecho penal, en lo que
se coincide en el caso expuesto, es tan insuficiente, como cuando un carnicero
habla de medicina, de viajes o asuntos tributarios.
152
FAE Centro Universitário
REFERÊNCIAS
BARBERINI J., Steven Roger Entrevista sobre actualidad de la investigación genética humana.
(Fecha de realización: 20, may 2008). Texto sin publicación.
CANCINO MORENO, Antonio José. Genética y derecho penal. Bogotá, D.C.: Universidad
Externado de Colombia y Academia Colombiana de la Abogacía, 2005.
CÓRDOBA TRIVIÑO, Jaime. La manipulación genética y las nuevas tecnologías de Investigación
Científicas. In: LÓPEZ DÍAZ, Claudia (Comp.). Comentarios a los códigos penal y de
procedimiento penal. Bogotá, D.C.: Universidad Externado de Colombia, 2002. p.179-200.
FERNÁNDEZ CARRASQUILLA, Juan Concepto y límite del derecho penal. 2. ed. Bogotá; D.C.:
Temis , 1994.
__________. Derecho penal fundamental: tomo II - teoría general del delito y punibilidad. 2.
ed. reimpr. Bogotá, D.C.: Temis, 1995.
GONZÁLEZ DE CANCINO, Emilssen. Los delitos de manipulación genética. In: LECCIONES de
derecho penal: parte especial. Bogotá, D.C.: Universidad Externado de Colombia, 2003. p.578-601.
GONZÁLEZ DE CANCINO, Emilssen. Los retos jurídicos de la genética. Bogotá, D.C.:
Universidad Externado de Colombia, 1995. p. 49-93.
GONZÁLEZ DE CANCINO, Emilssen. Terapia génica. In: FAMILIA, tecnología y derecho. Bogotá,
D.C.: Universidad Externado de Colombia, 2002. p. 249-271.
HABERMAS, Jürguen. El Futuro de la naturaleza humana. ¿hacia una eugenesia liberal?
Barcelona: Paidós, 2009.
IGUARÁN ARANA, Mario Germán. El genoma humano y los derechos constitucionales
fundamentales. In: FAMILIA, tecnología y derecho. Bogotá, D.C.: Universidad Externado de
Colombia, 2002. p. 273-284.
LÓPEZ MEDINA, Diego Eduardo; SÁNCHEZ MEJÍA, Astrid Liliana. La defensa de la libertad:
análisis de las relaciones entre ley y derechos fundamentales y derechos humanos en el sistema
penal colombiano. Bogotá, D.C.: Fiscalía General de la Nación; 2007.
OSSET HERNÁNDEZ, Miquel. Ingeniería genética y derechos humanos. Barcelona: Icaria , 2000.
ROMEO CASABONA, Carlos María. Genética, biotecnología y ciencias penales. Bogotá; D.C.:
Pontificia Universidad Javeriana, 2009.
YUNIS, Emilio. Las nuevas tecnologías de la biología y el derecho. In: Evolución, o creacióngenomas y clonación. Bogotá, D.C.: Planeta, 2001. p. 241-252.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
153
CIBERGRAFÍA
ARTIGAS, Carmen. El principio precautorio en el derecho y la política internacional.
Disponível em:<http://www.biotech.bioetica.org/docta43.pdf>. acesso em: 22 nov. 2009.
CARRILLO GIL, Francisco. Ingeniería genética, clonación y evolución humana. 2002.
Disponível em:< http://www.fcv.unlp.edu.ar/sitios-catedras/87/material/Ingenieria%20
genetica%20-%20clonacion.pdf>. Acesso em: 01 jun. 2008.
CARVAJAL, Angélica; MÉNDEZ, José Fernando. Algunos aspectos jurídicos del genoma
humano.1998. (Tesis de Grado) - Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad
Javeriana. Bogotá, D.C., 1998). Disponível em: http://www.javeriana.edu.co/biblos/tesis/derecho/
dere1/Tesis44.pdf>. Acesso em: 07 jun. 2008.
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. Asamblea Plenaria,86., 30 mar. 2006, Madrid .
Algunas orientaciones sobre la ilicitud de la reproducción humana artificial y sobre las prácticas
injustas autorizadas por la ley que la regulará en España. Disponível em: <http://www.
conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/Reproduccion.pdf>. Acesso em: 07 jun. 2008.
__________. Status jurídico del preembrión en la reproducción asistida. Disponível em:
<http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/jurid/cont/28/cnt/cnt11.pdf>. Acesso em: 22
nov. 2009.
ECO, Umberto. El comienzo de la vida. Traducido por Mirta Rosenberg.Disponível em:< http://
www.biotech.bioetica.org/docta59.htm>. Acesso em: 22 nov.2009.
EL EMBRIÓN humano en la fase de la preimplantación. Disponível em: <http://www.
academiavita.org/espanol/Documenti/testo/embrio/vol_embr_spa.pdf> Acesso em: 22 nov.
2009.
EMBRIOGÉNESIS humana. Disponível em: < http://www.unavarra.es/genmic/expcia/
desarrollo-embrion.pdf.>. Acesso em: 04 mayo 2008.
ENTIDAD del embrión humano. una explicación genética del desarrollo embrionario y la
macroevolución. Disponível em: <http://www.bioeticaweb.com/index2.php?option=com_
content&do_pdf=1&id=4515>. Acesso em: 22 nov. 2009.
FEDERACIÓN EUROPEA DE BIOTECNOLOGÍA. Grupo de Trabajo sobre las Percepciones
Públicas de la Biotecnología. La Aplicación de la investigación genética humana. Boletín, n. 3,
enero1995. Reimpresión en Marzo 1997. traducido de la versión original en inglés. Disponível
em: <http://files.efbpublic.org/downloads/The_Application_of_Human_Genetic_Research_
Spanish.pdf.> Acesso em: 04 mayo 2008.
FERRER, M.; PASTOR, L.M. Génesis y uso del término “pre-embrión” en la literatura
científica actual. Disponível em: <http://personaybioetica.unisabana.edu.co/index.php/
personaybioetica/article/view/600/686>. Acesso em: 22 nov. 2009.
FERREYRA, Eduardo. Principio precautorio. autodestrucción en cinco segundos. Disponível
em: < http://www.biotech.bioetica.org/docta16.htm>. Acesso em: 22 nov. 2009.
154
FAE Centro Universitário
FILLAT, C. Perspectivas actuales de la terapia gênica .Disponível em: < http://www.comtf.es/
pediatria/Bol-2004-2_3/TERAPIA%20GENICA_CFillat.pdf> Acesso em: 01 jun. 2008.
GONZÁLEZ DE CANCINO, Emilssen. Biotecnología y terapias. Boletín Derecho y Vida, Bogotá,
D.C., pt. 2, oct. 2005.
__________. Eugenesia y derecho: ¿hacia una eugenesia liberal? Trabajo de Posesión como
Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Bogotá, D.C. (18, ago. 2005). Versión
electrónica disponível em: <http://www.acj.org.co/activ_acad.php?mod=posesion%20
emilssen%20gonzalez>. Acesso em: 09 jun. 2008.
GRANDA, Hilda. ¿Qué es la terapia génica? Situación actual y perspectivas. Revista Cubana
de Genética Humana, v.1, n. 3. 1999. Disponível em: < http://www.sigemec.sld.cu/regh/esp/
revista_esp/V1n31999/tgenica.pdf>. Acesso em: 01 jun. 2008.
HASSEMER, Winfried. derecho penal simbólico y protección de bienes jurídicos. In: PENA y
estado. Santiago: Editorial Jurídica Conosur, 1995. p.23-36. Disponível em: <http://www.
juareztavares.com/textos/hassemer_bem_juridico.pdf>. Acesso em: 08 jul. 2010.
LACADENA CALERO, Juan Ramón. Vida, vida humana, vida artificial.Disponíverol em:<http://
www.biotech.bioetica.org/docta53.htm>. Acesso em: 22 nov. 2009.
LÓPEZ MORATALLA, Natalia ¿Clones humanos? Disponível em: <http://www.aebioetica.org/
rtf/01BIOETICA-55.pdf>. Acesso em: 22 nov. 2009.
__________. Natalia. La realidad del embrión humano en los primeros quince días de vida.
Persona y Bioética, v.8, n.20, 2004. Disponível em: http://personaybioetica.unisabana.edu.co/
index.php/personaybioetica/article/view/791/333. Acesso em: 07 jun. 2008.
__________. La realidad del embrión humano en los primeros quince días de vida.
Disponível em:<http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=83202102>. Acesso
em: 22 nov. 2009.
MANGIALARDI, Eduardo. El Proyecto genoma humano. su incidencia en las relaciones
laborales y asegurativas. Disponível em: <http://www.google.com.co/url?sa=t&source=web&ct
=res&cd=1&ved=0CAYQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.aida.org.uk%2Fnewsletter%2FAIDA
MailSept04%2FImages_Sept04%2FMangialardi.doc&rct=j&q=Mangialardi+Es+decir%2C+si+
utilizamos+como+s%C3%ADmil+el+mapa+de+una+ciudad%2C+el+mapa+gen%C3%A9tic
o+indica+en+qu%C3%A9+%E2%80%9Cbarrio%E2%80%9D+&ei=U3TPS6iwIcaqlAfpxtCfCw
&usg=AFQjCNEsCF9RVWgS8_UicHYgGuiiqnIupA>. Acesso em: 10 abr. 2010.
MAYORA ESCOBAR, Carlos. Sobre el embrión y el “pre embrión”. Disponível em: < http://
www.elsalvador.com/noticias/2005/06/05/editorial/edi5.asp>. Acesso em: 22 nov. 2009.
MORENO MUÑOZ, Miguel. El debate sobre las implicaciones científicas, éticas, sociales
y legales del Proyecto Genoma Humano: aportaciones epistemológicas. Tesis ( Doctorado).
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Granada. Granada, 1996. Dispónível em: http://
descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/23581735433458306865679/009502.pdf.
Acesso em: 22 may 2008.
MORENO MUÑOZ, Miguel. Determinismo genético .Disponível em: <http://www.biotech.
bioetica.org/docta36.htm>. Acesso em: 22 nov. 2009.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
155
NATURALEZA y el estatuto del embrión humano. Disponível em: <http://artemisa.
unbosque.edu.co/universidad/investigaciones/comiteetica/documentacion/
naturalezaestatutoembrionhumano.pdf>. Acesso em: 22 nov. 2009.
NEMOGÁ S., Gabriel. Marco jurídico de la Investigación científica y tecnológica sobre genoma
humano en Colombia. In: ALYA, Saada; VALADÉS Diego (Ed.). Panorama sobre la legislación
en materia de genoma humano en América Latina y el Caribe. México, D.F.: UNESCO, 2006.
p.183-230. Disponível em: http://portal.iner.gob.mx/bioetica/archivos/Genoma%20humano/9.
pdf>. Acesso em: 04 mayo 2008.
NINO, Carlos. Debate entre Carlos Nino y Eugenio Zaffaroni: apertura de Carlos Nino.
Disponível em: < http://www.stafforini.com/nino/zaffaroni1.htm>. Acesso em : 08 jul. 2010.
PARDO, Antonio. Embrión y “Preembrión”. Disponível em: <www.unav.es/humbiomedicas/
apardo/preembrion.pdf>. Acesso em: 22 nov. 2009.
PASCUAL, Fernando. El derecho a la vida de los “pre-embriones”. Disponível em: <http://www.
es.catholic.net/abogadoscatolicos/449/947/articulo.php?id=5305> . Acesso em : 22 nov. 2009.
PASTOR GARCÍA, Luis Miguel; FERRER COLOMER, Modesto. La actualidad del estatuto del
embrión humano: a propósito de las células madre y del concepto de suficiencia constitutiva.
Disponível em: <http://www.carmendenoriega.org/actividades/Curso%202008-09/200810-27%20Investigaci%F3n%20con%20c%E9lulas%20madre%20-%20una%20alternativa%20
terap%E9utica/resultados/C%E9lulas%20madre%20y%20suficiencia%20constitutiva.pdf>. Acesso
em: 22 nov. 2009.
PEZZOTTI, Mario. Preembrión: un concepto utilitario. La Prensa. Panamá, 28, mar.
2001. Disponível em: <http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2001/03/28/hoy/
opinion/79110.html>. Acesso em: 08 jun. 2008.
EL PRE-EMBRIÓN: un concepto absurdo para una triquiñuela legal. Disponível em: < http://
www.conoze.com/doc.php?doc=6326>. Acesso em: 22 nov. 2009.
ROMERO, Marysol C. Bioética de la clonación humana un punto de vista cristiano. Disponível
em: <http://www.obrerofiel.org/library/attachments/Clonacion%20humana.pdf>. Acesso em:
22 nov. 2009.
RONCHERA C. L.; GONZÁLEZ J. Mª. Terapia génica. Disponível em: <http://sefh.interguias.
com/libros/tomo2/Tomo2_Cap6.pdf>. Acesso em: 01 jun. 2008.
RUIZ, Alfredo. Diez razones biológicas por las que el embrión es un ser humano. Disponível
em: <http://www.cetelmon.tv/index.php?option=com_content&view=article&id=841%3A
diez-razones-biologicas-por-las-que-el-embrion-es-un-ser-humano&catid=8%3Anoticias-delmundo&Itemid=18&lang=es>. Acesso em: 22 nov. 2009.
SULSTON, John. El genoma humano: dominio público por excelencia. Disponível em: <
http://www.biotech.bioetica.org/docta60.htm>. Acesso em: 22 nov. 2009.
VELÁZQUEZ JORDANA, José Luis. ¿Qué hay de inmoral en modificar la naturaleza humana?.
Revista Latinoamericana de Bioética, v. 8, n.13, jul/ dic. 2007. Disponível em: <www.umng.
edu.co/docs/revbioetik/vol13/JLVelazquez.pdf>. Acesso em: 04, mayo, 2008.
156
FAE Centro Universitário
VIVANCO, Luis; BARTOLOMÉ, Blanca; MARTÍNEZ, Alfredo. Tendencia del uso del término
«preembrión» en la literatura científica: análisis comparado entre 1999 y 2008. Disponível
em:< http://www.aebioetica.org/rtf/40-BIOETICA-70.pdf>. Acesso em: 22 nov. 2009.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. La función reductora del derecho penal ante un estado de
derecho amenazado (O La Lógica Del Carnicero Responsable). Disponível em: <http://
www.carlosparma.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=62:la-funcionreductora-del-derecho-penal-ante-un-estado-de-derecho-amenazado-&catid=39:partegeneral&Itemid=27>. Acesso em: 09 jul. 2010.
ZURRIARÁIN, Germán. La dignidad del embrión humano congelado. Disponível em:< www.
unav.es/revistamedicina/51_1/.../6-LA%20DIGNIDAD.pdf>. Acesso em: 22 nov.2009.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011.
157
A INCIDÊNCIA DA NORMATIVA INTERNACIONAL NA DELIMITAÇÃO
DO BEM JURÍDICO PROTEGIDO NOS DELITOS RELATIVOS À
PORNOGRAFIA INFANTIL*.
THE IMPACT OF INTERNATIONAL NORMS CONCERNING THE DELIMITATION
OF THE LEGAL INTEREST PROTECTED IN CRIMES RELATED TO CHILD
PORNOGRAPHY.
Alexandre Ramalho de Farias**
RESUMO
O presente artigo parte do Direito penal na sociedade atual e analisa de forma crítica
alguns diplomas internacionais de proteção à infância e juventude, especialmente a
delimitação do bem jurídico tutelado em alguns delitos relativos à pornografia infantil.
Palavras-chave: Direito penal; sociedade pós-moderna; diplomas internacionais;
cibercrimes; pornografia infantil e bem jurídico.
ABSTRACT
This article concerns criminal law in modern society and critically analyzes some
international instruments of children and youth protection, especially the influence on
the delimitation of the legal interest in certain offenses related to child pornography.
Keywords: Criminal law; postmodern society, international instruments, cybercrime,
child pornography and legal interest.
* Trabalho apresentado parcialmente como requisito à obtenção do Título de Mestre em Criminologia e
Ciências Forenses da Universidade Pablo de Olavide, Sevilha, Espanha, em 2010.
**Alexandre Ramalho de Farias, Mestre em Direito Econômico e Social, do Programa de Pós-Graduação
em Direito, Setor de Ciências Jurídicas e Sociais da Pontifícia Universidade Católica do Paraná. Mestre em
Criminologia e Ciências Forenses pela Universidade Pablo de Olavide/ES, Promotor de Justiça do Estado
do Paraná e Professor da FEMPAR – Escola Superior do Ministério Público do Estado do Paraná.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
159
1INTRODUÇÃO
A sociedade atual está marcada pela transformação industrial, pelo comércio
mundial e ambos pela velocidade de suas mudanças motivados por uma busca incessante
de competitividade e de lucro. Diariamente há decisões de abertura e fechamento de
empresas que mudam de cidades e países, motivadas por razões de mercado; como
também aquisições e fusões de empresas; novos produtos que substituem outros que
haviam sido recém lançados.
Esta sociedade globalizada1 é marcada pela relativização das fronteiras espaçotemporais e pelo desenvolvimento de novas tecnologias, avanços científicos e tecnológicos
alcançados que a juízo de alguns vêm acompanhados de grandes riscos, como os que
derivam da energia nuclear ou das contaminações do meio ambiente, entre outras, e que
tem levado nossa sociedade a ser qualificada como uma sociedade de risco2.
Têm sido precisamente estas mudanças sociais e, sobretudo, os novos riscos
originados em decorrência que manifestam, segundo a opinião de alguns autores, a
necessidade de transição do Direito penal tradicional, com a clássica proteção de bens
jurídico-individuais há um ‘moderno Direito penal’, caracterizado pela proteção de bens
jurídicos coletivos3.
Mas o ‘moderno Direito penal’ também se caracteriza por sua expansão4, por uma
‘deliberada política de ‘criminalização’, com reflexos em frequentes e parciais reformas
na parte especial do Código Penal, que aumentam o marco penal nos delitos clássicos,
utilizando a técnica dos delitos de perigo abstrato, reconhecendo a responsabilidade da
BECK, Ulrich.¿Qué es la globalización? Barcelona: Paidós Ibérica, 2007. p. 17 y ss.
BECK, Ulrich. La sociedad del riesgo. Barcelona: Paidós Ibérica, 2002.
3
GRACIA MARTÍN, L. afirma que “O próprio surgimento da sociedade de risco não deixa de ser causa da
expansão do Direito penal, tanto pela evolução das atividades produtivas que acaba por marginalizar certa
parcela da população (criminalidade comum), quanto pelo progresso técnico que desenvolve novas formas de
criminalidade organizada (criminalidade econômica, ‘ciberdelinquência’, etc.). Ainda, também a complexidade
da sociedade com vários fatores de delinquência (desemprego crescente, correntes migratórias, etc.). Neste
contexto, a tipificação de condutas através de delitos de lesão se tornou insuficiente, exigindo o surgimento
de novos tipos penais, como os de perigo”. In: DIEZ RIPOLLÉS, José Luis et al. (Ed.) La ciencia del derecho
penal ante el nuevo siglo. Libro en homenaje al Profesor Doctor Don José Cerezo Mir. Madrid: Tecnos,
2002. p. 359. Vide também neste sentido MENDOZA BUERGO, Blanca. El Derecho penal en la sociedad
del riesgo. Madrid: Civitas, 2001. p. 68 y ss. E com uma postura crítica ao moderno Direito penal, vide
HASSEMER, Winfried.Persona, mundo y responsabilidad: bases para una teoría de la imputación en
derecho penal. Valencia Tiirant lo Blanch, 1999. p. 39-76.
4
Ainda que a doutrina de forma unânime faça a defesa do princípio da intervenção mínima do Direito
penal, como ultima ratio, na prática, o que se observa é uma expansão do Direito penal, agora um Direito
penal moderno, caracterizado pela “criação de novos bens jurídico-penais, ampliação dos espaços de risco
jurídico-penalmente relevantes, flexibilização das regras de imputação e relativização dos princípios políticocriminais de garantia...”, conforme SILVA SÁNCHEZ, J. M., La expansión del derecho penal: aspectos de
la política criminal en las sociedades postindustriales. 2. ed., rev. y ampl.. Madrid: Civitas, 2001. p. 20.
1
2
160
FAE Centro Universitário
pessoa jurídica, gerando profundas alterações no processo penal5 e agravando as condições
de execução penal6.
Dentro deste processo expansivo relacionado com as modernas tecnologias, que tem
dado lugar a muitos novos delitos, não tardaram em aparecer novas formas de criminalidade
e também modernizar antigas práticas delitivas, como os referidos delitos informáticos ou
cibercrimes7, destacando entre outras condutas, (a) os acessos não autorizados a bases de
dados ou sistema informáticos alheios (‘hacking’), com ações destrutivas (‘cyberpunk’) ou
intromissão branca; (b) a vulneração de software cometendo condutas de reprodução e
intercâmbio de obras de criação intelectual, com infrações aos direitos de autor – pirataria
informática (‘cracker’); (c) a invasão da vida privada de maneira insidiosa, por programas
rastreadores ou ‘sniffers’; (d) a possibilidade de introduzir informação (dados, imagens,
voz e sons), como na prática de delitos contra a honra e a intimidade8.
Agora, entre todos os delitos informáticos, é certo que os referentes à pornografia
infantil têm posição destacada, por sua habitualidade e também pela importância dos bens
jurídicos ameaçados9. Sem embargo, não é menos certo que o tema põe em relevo diversas
GOMES, L. F., Globalización y derecho penal. In: DIEZ RIPOLLÉS, José Luia et al. (Ed.) La ciencia del
derecho penal ante el nuevo siglo. Libro en homenaje al Profesor Doctor Don José Cerezo Mir. Madrid:
Tecnos, 2002. p. 331 sss.
6
Vide como posturas críticas e acertadas à posição de expansão do Direito penal e do Direito penal de duas
velocidades de SILVA SÁNCHEZ; GRÁCIA MARTÍN, Luis. Prolegómenos para la lucha por la modernización
y expansión del derecho penal y para la crítica del discurso de resistencia. Valencia: Tirant lo Blanch,
2003 e RAMOS VÁZQUEZ, José Antonio. Del otro lado del espejo: reflexiones desordenadas acerca del
derecho penal en la sociedad actual. In: FARALDO CABANA, Patricia (Dir.) Nuevos retos del d penal en
la era de la globalización. Valencia: Tirabt lo Blanch, 2004. p. 66 e ss.
7
ROMEO CASABONA, Carlos María (Coord.). El cibercrimen: nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas
político-criminales. Granada: Comares, 2006. Faz a diferenciação, sendo que “os primeiros estariam
caracterizados por ser perpetrados em torno de sistemas informáticos, nos quais a rede, ao ser utilizada, tem
em geral uma relevância limitada ou secundária para as características da conduta delitiva (é mais frequente
que se trate então de redes fechadas ou de acesso restrito). Enquanto que os segundos girariam em torno
a redes telemáticas (abertas, fechadas ou de acesso restrito), sendo nestes casos os sistemas informáticos
mais instrumentais ou secundários para a comissão do delito. (…) poderia sustentar-se que os ciberdelitos,
ainda que coexistam no tempo com os chamados delito informáticos, configuram uma geração posterior
(…)”. P. 09/10.
8
Vide MORÓN LERMA, E. Internet y derecho penal: ‘hacking’ y otras conductas ilícitas en la red. Pamplona:
Aranzadi, 2002. p. 32 e seguintes e também ROMEO CASABONA, Carlos María. Obra citada. p. 1-2.
9
MARCOS MARTÍN, Teresa, afirma que “O tráfico de crianças para a prostituição, pornografia e sua difusão
em Internet constitui, segundo estudos na matéria, o terceiro mercado ilegal mais importante do mundo,
precedido somente pelo tráfico de drogas e de armas”. Em: Pornografía infantil en Internet: los derechos
del niño y su protección internacional.In: VILLAGRASA ALCAIDE, Carlos; RAVETLLAT BALLESTÉ, Isaac
(Coord.). Los derechos de la infancia y de la adolescencia. 1. ed. Barcelona: Ariel, 2006, p 317-334.
5
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
161
questões de difícil enfrentamento e harmonização como o conceito de pornografia infantil,
a idade para considerar-se como vítima do delito ou a própria configuração típica dos
delitos que supostamente protegem os menores; temas que se buscará aclarar, partindo de
uma análise crítica das normativas internacionais que tem dado lugar as últimas reformas
relativas ao tema, até chegar ao estudo concreto de alguns sistemas como o Direito penal
espanhol, especialmente dos tipos penais referidos à pornografia infantil, o que servirá
para determinar os verdadeiros bens jurídicos protegidos.
2
NORMATIVAS INTERNACIONAIS
A seguir, serão analisadas as normativas internacionais relativas à pornografia infantil,
especialmente suas questões fundamentais.
2.1 Aproximação: as primeiras normas internacionais protetoras dos
direitos dos menores de idade
O caminho foi longo desde que Eglantyne Jebb, fundadora da Save the Children
Fund, 1919) e a União Internacional de Auxílio à Criança (Genebra, 1920), tiveram a
ideia de formular a Declaração dos Direitos da Criança, sendo que o desenvolvimento até
chegar ao estágio atual dos documentos internacionais relativos à proteção das crianças
merece registro.
Uma primeira versão da Declaração de Direitos da Criança, realizada em Genebra,
em 1924, ditou como princípios básicos a favor das crianças em desenvolvimento, atenção,
ajuda, formação e educação. Posteriormente, em 1959, acrescentaram os princípios da
proteção, tratamento e unidade familiar10.
A Declaração Universal de Direitos Humanos, de 10 de dezembro de 1948, ainda
que de forma bastante tímida, no artigo 25.2, dispõe que “a maternidade e a infância têm
direito a cuidados e assistências especiais. Todos as crianças, nascidas no matrimônio ou
fora do matrimônio, têm direito a cuidados e assistências especiais”11
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Análisis dogmático y criminológico de los delitos de pornografía
infantil: especial consideración de las modalidades comisivas relacionadas con internet. Madrid: Dykinson,
2005. p. 31.
11
Disponível em: <http://www.un.org/es/documents/udhr/ >. Acesso em 09 maio 2010.
10
162
FAE Centro Universitário
Conectado com os direitos das crianças, se encontra o tema da exploração sexual
infantil como complexo problema mundial, pois como destacou a Declaração do primeiro
Congresso Mundial sobre o tema, realizado em Estocolmo (1996), não tem somente como
causa a pobreza, senão questões sociais variadas e complexas como “disparidades econômicas,
as estruturas socioeconômicas injustas, a desintegração familiar, a carência de educação, o
crescente consumismo, a migração rural-urbana, a discriminação de gênero, a conduta sexual
masculina irresponsável e as práticas tradicionais nocivas e o tráfico de crianças”12.
Após o surgimento de alguns documentos importantes como o Pacto Internacional
de Direitos Civis e Políticos, de 1966, que alude ao tema, há que colocar de relevo como
documento geral de grande importância a Convenção dos Direitos das Crianças, de 20
de novembro de 198913, que outorga uma série de direitos como os de igualdade (art.
2), interesse superior (art. 3.1), bem-estar (art. 3.2), a vida (art. 6), nome e nacionalidade
(art. 7), unidade familiar (art. 9), liberdade física, de expressão, pensamento, consciência
e religião (art. 11 a 14), saúde (art. 24), educação (art. 28), proteção contra a exploração
laboral, sexual ou de qualquer outra forma (artigos 32 e seguintes) e, que, posteriormente,
serviu de texto base para a legislação de muitos países14.
2.2
A CONVENÇÃO SOBRE OS DIREITOS DAS CRIANÇAS
Ainda que no âmbito das Nações Unidas, merece especial atenção a aprovação
pela Assembleia Geral, dos protocolos facultativos da Convenção sobre Direitos das
Crianças, relativos à participação de crianças em conflitos armados e a venda de crianças,
a prostituição infantil e a utilização de crianças em pornografia (A/54/263), assim como o
Anexo II do citado protocolo, especialmente porque nele se encontra a primeira definição
normativa de pornografia infantil como “toda representação, por qualquer meio, de uma
criança dedicada a atividades sexuais explícitas, reais ou simuladas, ou toda representação
das partes genitais de uma criança com fins primordialmente sexuais”.
Disponível em: <http://www.iin.oea.org/iin/Pdf/exp_sexual/Declaracion%20Estocolmo96.pdf>. Acesso
em: 10 maio 2010.
13
Disponível em: <http://www.unicef.es/derechos/docs/CDN_06.pdf>. Acesso em 09 maio 2010. No I
Congresso Mundial contra a exploração comercial sexual de crianças, em Estocolmo, no ano de 1996, já
eram 187 os países signatários.
14
Como por exemplo a Lei Federal brasileira n. 8.069/90 – “Estatuto da Criança e do Adolescente”.
12
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
163
O conceito é amplo por compreender atividades sexuais explícitas de uma criança,
não somente reais, senão também simuladas, assim como toda representação das partes
genitais, ainda que esta modalidade seja limitada por uma exigência de natureza subjetiva,
ou seja, a finalidade primordialmente sexual, com o que se exclui aquelas de caráter
cultural, artístico ou técnico-informativas15.
Ademais, assinala o Anexo II que todo Estado parte deverá tipificar em sua legislação
penal “a proteção, distribuição, divulgação, importação, exportação, oferta, venda, ou
posse, com os fins antes assinalados de pornografia infantil, no sentido que define o artigo
2º”, como também a tentativa, cumplicidade ou participação naqueles atos, com penas
proporcionais a sua gravidade e a responsabilidade das pessoas jurídicas16.
O Anexo II do protocolo facultativo da Convenção sobre Direitos da Criança segue
buscando abarcar todas as possibilidades fáticas com uma pluralidade de condutas típicas
e, inclusive, a de mera possessão quando se realize com fins de distribuição, divulgação,
exportação, oferta ou venda.
A referida norma da Assembleia Geral das Nações Unidas (Resolução n. 44/25),
como também os dois primeiros congressos mundiais contra a exploração sexual comercial
de crianças, realizados, respectivamente, em Estocolmo17 (agosto de 1996) e Yokohama
(dezembro de 2001), parece que impulsionaram o Parlamento Europeu a desenvolver
uma série de documentos (resoluções, protocolos facultativos, propostas de Decisão
Marco, ditames e recomendações)18 que culminaram no Convênio Europeu sobre Delitos
Informáticos – Budapeste, 23 de novembro de 200119.
Vide neste sentido MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p7.
Disponível em:< http://ods-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N00/625/70/PDF/N0062570.
pdf?OpenElement>. Acesso em: 09 maio2010.
17
Os representantes de governo de 122 países declararam o compromisso em desenvolver, reforçar e aplicar
medidas legais nacionais para estabelecer a responsabilidade criminal dos provedores de serviço, clientes
e intermediários na prostituição, tráfico e pornografia infantil, incluía a posse de material pornográfico
infantil. Disponível em: <http://www.iin.oea.org/iin/Pdf/exp_sexual/Declaracion%20Estocolmo96.pdf>.
Acesso em:10 maio 2010.
18
Para uma análise bastante detalhada do histórico de diplomas europeu no tema, vide MORILLAS
FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op cit. p. 33 ss.
19
Disponível em:<http://www.coe.int/t/dghl/cooperation/economiccrime/cybercrime/Documents/
Convention%20and%20protocol/ETS_185_spanish.PDF>. Acesso em 09 maio 2010.
15
16
164
FAE Centro Universitário
2.3 Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos
E quanto aos objetivos do Convênio de Budapeste20, há que destacar... “Por outro
lado, consiste em estabelecer a cooperação internacional para a prevenção e persecução
dos delitos cometidos mediante ou através das redes e computadores. Por outro lado,
estabelece um mandato as partes signatárias para desenvolver uma legislação nacional
coerente entre todos eles e repressiva dos seguintes delitos: acesso ilegal, interpretação
ilegal, interferência de dados, interferência de sistemas, mau uso dos próprios aparatos,
modificação de dados, perda da propriedade por modificação ou interferência ilegítima
de dados, pornografia infantil e delitos contra a propriedade intelectual”21.
É de se destacar também que o Convênio tem mais força que uma simples
recomendação, sobretudo quando, como acontece neste caso, o mesmo concreta um
compromisso de harmonização das legislações de muitos países e não somente dos que
pertencem ao Conselho Europeu, pois sua assinatura e ratificação restou aberta a países
alheios ao bloco europeu, ainda que não estivessem inicialmente comprometidos com
a normativa22.
Especialmente com relação ao tema de pornografia infantil, o convênio estabelece
que os Estados signatários deveriam adotar como infrações penais, em seu artigo 9º, as
condutas de produção de pornografia infantil com a intenção de difundir-la através de
sistemas informáticos; o oferecimento, a colocação à disposição, a difusão, a transmissão
de pornografia infantil através de um sistema informático; o fato de procurar pornografia
infantil através de um sistema informático; e a posse de pornografia infantil em um sistema
informático ou em um meio de armazenamento de dados informáticos23.
O Convênio busca uma alternativa para potencializar o Direito penal, pois, como advertiu ALBIN ESER,
“o direito penal internacional de caráter tradicional não estava preparado para enfrentar os desafios que
estabelecia a Internet e a facilidade que esta tem de saltar fronteiras, assim como a universalidade de seu
alcance”. ESER, Albin. Hacia un derecho penal mundial. Granada: Comares, 2009.p. 74. También
sobre el tema: VOGE, Joachim R. La internacionalización del derecho penal. Revista Penal, n. 22, p.
161-167,2008.
21
RODRÍGUEZ GÓMEZ, Carmen. Criminalidad y sistemas informáticos. In: DIEGO DÍAZ-SANTOS, Maria
Rosario; FABIÁN CAPARRÓS, Eduardo (Coord.) El sistema penal frente a los retos de la nueva sociedad.
Madrid: Colex, , 2003, p.153.
22
Conforme destaca MORALES GARCIA, Óscar. Apuntes de política criminal en el contexto tecnológico: una
aproximación a la convención del Consejo de Europa sobre Cyber-crime.. Cuadernos de Derecho Judicial,
Madrid, p. 18, 2002. Inclusive participaram na elaboração Estados Unidos, Canadá, Austrália e Japão.
23
Artigo 9º. Infrações relativas à pornografia infantil 1. Os Estados signatários adotarão as medidas legislativas
ou de outro tipo que se estimem necessárias para prever como infração penal, conforme seu direito interno,
as seguintes condutas quando estas sejam cometidas dolosamente e sem autorização: a. a produção de
pornografia infantil com a intenção de difundi-la através de um sistema informático; b. o oferecimento
ou disposição de pornografia infantil através de um sistema informático; c. a difusão ou a transmissão de
pornografia infantil através de um sistema informático; o fato de procurar pornografia infantil através de
um sistema informático; e. a posse de pornografia infantil em um sistema informático ou em um meio de
armazenamento de dados informáticos.
20
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
165
O Convênio de Budapeste, em relação à tipificação de condutas de pornografia
infantil, seguiu o modelo amplo do protocolo das Nações Unidas, ainda que tenha adotado
termos mais relacionados aos sistemas informáticos24. Esta regulação, de forma questionável,
parece ter ido longe demais com a previsão do delito de mera procura e de posse de
pornografia infantil, porque resulta duvidosa que estas condutas demasiado adiantadas
afetem realmente a liberdade ou indenidade como bem jurídico protegido.
O Convênio continua ainda em sua parte inicial, estabelecendo um conceito de
pornografia infantil como qualquer “material pornográfico que apresente de maneira visual
a) um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; b) uma pessoa que pareça
com um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; ou c) umas imagens
reais que representem um menor adotando um comportamento sexualmente explícito”.
Ainda que o Convênio de Budapeste tenha apresentado uma concepção
de pornografia infantil – que era um dos objetivos mais importantes da pretendida
harmonização-, parece pecar pelo excesso ao incluir a necessidade de tipificação penal da
pornografia técnica (uma pessoa que parece com um menor, todavia, sem sê-lo, adotando
um comportamento sexualmente explícito) e a pseudopornografia (umas imagens reais
que representem um menor adotando um comportamento sexualmente explícito) porque
também duvidosa a afetação ao bem jurídico protegido.
Por outra parte, no item terceiro do mesmo artigo, o regulador europeu estabelece
o limite de idade para considerar como menor e, por consequência, como pornografia
infantil, até os dezoito anos, mas admite a controvérsia do tema ao permitir aos Estados
signatários adotar uma reserva a respeito desta questão, estabelecendo como possível o
limite alternativo de idade aos dezesseis anos25.
Finalmente no item quarto, o caráter controvertido de alguns delitos como o
de “procurar pornografia infantil através de um sistema informático”, da “possessão de
pornografia infantil em um sistema informático ou em um meio de armazenamento de
dados informáticos”, da “pornografia técnica” e da “pseudo-pornografia ou simulada”,
parece que foi o que levou a estabelecer a faculdade aos legisladores dos Estados
membros de que façam reserva, abrindo a possibilidade de não adoção total ou parcial
da incriminação dos mesmos.
Mudando por exemplo importação ou exportação por difusão ou a transmissão de pornografia infantil
através de um sistema informático.
25
Mas como se advertirá a seguir, a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu foi mais adiante, porque
estabelece a regra aos dezoito e apesar de não haver feito reserva aos dezesseis anos como o Convênio
de Budapeste, autoriza com menos si nos ordenamentos internos se permite manter relações sexuais em
idade inferior aos 16 anos.
24
166
FAE Centro Universitário
2.4 Decisão Marco do Conselho Europeu – 2004/68/JAI
Posteriormente, a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu, de 22 de
dezembro26, relativa à luta contra a exploração sexual de crianças e a pornografia infantil
dispõe como pressuposto lógico das condutas delitivas, de alguns conceitos, considerando
como criança a pessoa menor de dezoito anos, e pornografia infantil qualquer material
pornográfico que descreva ou represente de maneira visual a uma criança real ou uma
pessoa real que pareça ser uma criança, ou também imagens realistas de uma criança
inexistente praticando ou participando de uma conduta sexualmente explícita, incluída a
exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de uma criança27.
Este preceito define o menor de idade na mesma linha do Convênio de Budapeste,
como pessoa menor de dezoito anos, mas sem considerar a exceção até os dezesseis,
senão outra muito maior como se analisará a seguir e delimita também a pornografia
infantil, incluindo a pornografia técnica e a pseudopornografia. Também resulta
interessante que na dita Decisão Marco se faça alusão e defina de forma específica os
conceitos de sistema informático.
Por outro lado, no artigo 3º, dispõe as condutas que os Estados membros adotarão
como delitos relativos à pornografia infantil: “a) produção; b) distribuição, difusão ou
transmissão; c) oferecimento ou ministrar; d) aquisição ou possessão de pornografia infantil”28.
Se comparados os tipos penais previstos pelo Convênio de Budapeste, com
os previstos na Decisão Marco, percebe-se que nesta última foi suprimida a conduta
consistente em “procurar pornografia infantil através de um sistema informático”, porque,
como destacado, parecia que adiantava em demasia a intervenção penal em relação ao
bem jurídico ameaçado, uma vez que poderia castigar como delito de perigo também
D i s p o n í v e l e m < h t t p : / / e u r - e x . e u r o p a . e u / L e x U r i S e r v / L e x U r i S e r v. d o ? u r i = C E L E X
=CELEX:32004F0068:ES:HTML>. Acesso em 09 maio 2010
27
Artigo 1º. Definições: Para efeitos da presente Decisão marco, se entenderá por: a) criança, qualquer pessoa
menor de 18 anos; b) pornografia infantil, qualquer material pornográfico que descreva ou represente de
maneira visual: i) a uma criança real praticando ou participando em uma conduta sexualmente explícita,
incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de uma criança, ou ii) a uma pessoa real que
pareça ser uma criança praticando ou participando da conduta mencionada no inciso i) ou iii) imagens
realistas de uma criança inexistente praticando ou participando da conduta mencionada no inciso i); c)
sistema informático, qualquer dispositivo ou conjunto de dispositivos interconectados ou relacionados, um
ou mais dos quais realize, de acordo com um programa, um tratamento automático de dados; d) pessoa
jurídica,…”.
28
Artigo 3º. Infrações relacionadas com a pornografia infantil: 1. Cada Estado membro adotará as medidas
necessárias para garantir a punibilidade das seguintes condutas intencionais, se realizem mediante sistemas
informáticos ou não: a) produção de pornografia infantil; b) distribuição, difusão ou transmissão de pornografia
infantil; c) oferecimento ou ministro de pornografia infantil; d) aquisição ou posse de pornografia infantil.
26
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
167
quando a procura pela pornografia infantil restasse infrutífera29. Nada obstante, as exigências
incriminadoras seguem sendo muito amplas, já que o artigo 3º, parágrafo 1º, contempla
diversas condutas, alternativamente, com a intenção de tipificar todas as possíveis ações
relativas à pornografia infantil, inclusive as de mera posse.
No parágrafo 2º, do artigo 3º, o regulador europeu alude novamente à possibilidade
de estabelecer reserva por parte dos legisladores dos Estados membros, tornando facultativa a
adoção de algumas ações delitivas30, como ocorre quando se cria pornografia no caso de um
adulto que se faz passar por menor de idade; e a pseudopornografia ou pornografia simulada,
quando houver imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando de
conduta sexualmente explícita; ou ainda, quando se produz ou possui estritamente para uso
privado, o material e desde que não haja nenhum risco de difusão do material31.
A questão da idade para considerar-se como pornografia infantil volta a ter
importância porque o regulador da Decisão Marco, apesar de não fazer reserva aos
dezesseis anos como no Convênio de Budapeste, pode caracterizar um recorte muito maior
nos casos de produção ou posse em que se produzam imagens de crianças que tenham
alcançado a idade do consentimento sexual, contando com o consentimento “regular”
dos mesmos e exclusivamente para seu uso privado. Há que ressaltar a questão porque
inclusive se poderá rebaixar muito a idade para considerar-se como pornografia infantil,
pois, por exemplo, na Espanha, a exceção não estaria aos dezesseis anos como regulado
Não se esquece e tampouco se nega a possibilidade razoável da adoção de tipos de perigo concreto ou
abstrato para a proteção jurídico-penal de bens, especialmente quando supraindividuais. Neste sentido:
CORCOY BIDASOLO, Mirentxu. Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-penales supraindividuales.
Valencia: Tirant lo Blanch, 1999.
30
Artigo 3º, parágrafo 2º. Qualquer Estado membro poderá excluir de responsabilidade penal as condutas
relacionadas com a pornografia infantil: a) contempladas no inciso ii) da letra b) do artigo 1º, quando a
pessoa real que parecia ser uma criança tiver de fato ao menos 18 anos no momento da representação;
b) Contempladas nos incisos i) e ii) da letra b) do artigo 1º, quando nas condutas de produção e posse, se
produzam e possuam imagens de crianças que tenham alcançado a idade do consentimento sexual, com
o consentimento dos mesmos e exclusivamente para seu uso privado. Ainda no caso de que se demonstre
que tenha havido consentimento, este não se considerará válido se foi obtido valendo-se, por exemplo,
de uma maior idade, maturidade, posição, status, experiência ou relação de dependência da vítima com o
autor; c) contempladas no inciso iii) da letra b) do artigo 1º, quando tenha ficado acreditado que o produtor
produz o material pornográfico e está em posse do mesmo estritamente para seu uso privado, sempre que
para esta produção não se tenha utilizado o material pornográfico a que se referem os incisos i) y ii da letra
b) do artigo 1º e que o ato não apresente nenhum risco de difusão do material.
31
Conforme já expresso anteriormente o Convênio de Budapeste conceitua como pornografia técnica aquela
em que os atores da cena erótica apesar de adultos se fazem parecer menores de idade, p. ex. usando
roupas de colegiais. De outro lado, a pornografia simulada ou pseudopornografia caracteriza-se pelo fato
de que o menor ou incapaz não participa real e diretamente na conduta sexual, mas se faz uma inserção
de sua voz ou imagem. A diferenciação tem efeitos práticos na medida em que a primeira não é tipificada
penalmente pelo legislador espanhol, mas a segunda sim, no artigo 189.7 CP.
29
168
FAE Centro Universitário
pelo Convênio de Budapeste, senão aos treze anos como idade possível de considerar
o consentimento, analisados também outros elementos. Da mesma forma, no Brasil, aos
quatorze anos.
Nestes casos a regulação chama a atenção porque parece confrontar as diversas
condutas com os respectivos bens jurídicos que supostamente busca proteger, fazendo
uma espécie de graduação dos tipos penais a criar, ao expressar algumas hipóteses em que
a afetação ao bem jurídico estaria tão distante da conduta por castigar que permitiria que
os legisladores nacionais pudessem deixar de tipificar alguns casos de pornografia técnica,
produção ou posse de pornografia e pseudo-pornografia. Também resulta interessante esta
normativa porque aborda outros temas importantes como idade para consentir relações
sexuais e uso privado de pornografia simulada ou pseudopornografia.
No artigo 4º, segue buscando tipificar com amplitude todas as modalidades
comissivas, ao mencionar expressamente ações de participação e tentativa, que, muito
provavelmente já estavam contempladas na parte geral dos Códigos penais32. Apesar
de tudo, há que ressaltar que nem sempre seria proporcional equiparar estas condutas
delitivas, especialmente quanto à sanção penal, já que a atuação do partícipe pode ser
menos importante que a do autor, como também é, mutatis mutandis, distinta a afetação
do bem jurídico protegido no delito tentado com relação ao consumado.
O regulador europeu foi bastante minucioso na hora de estabelecer as sanções e
circunstâncias agravantes, estabelecendo parâmetros concretos de punição máxima para
algumas ações delitivas e também definir muitas novas condutas típicas agravadas33.
Em definitivo, como observado, as distintas normativas internacionais relativas à
exploração sexual de crianças e pornografia infantil, provenientes das Nações Unidas ou da
União Europeia, tem como objetivo reconhecer as especiais características das pessoas em
desenvolvimento, garantindo seus direitos através de uma harmonização internacional dos
ordenamentos, ainda que não alcancem efetividade até que não sejam implementadas nas
legislações dos distintos Estados signatários, porque não são fontes diretas de Direito penal34.
Artigo 4º. Indução, cumplicidade e tentativa. 1. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para
garantir a punibilidade da indução à comissão de qualquer das infrações mencionadas nos artigos 2º e 3º,
e da cumplicidade na comissão dos mesmos. 2. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para
garantir a punibilidade da tentativa de praticar qualquer das condutas a que se referem o artigo 2º e as
letras a) y b) do parágrafo 1º do artigo 3º.
33
Vide a este respeito o extenso artigo 5, que trata das sanções e circunstâncias agravantes.
34
Por conseguinte, afirma NAVARRO DOLMESTCH, Roberto: “se requer uma norma interna de
desenvolvimento do preceito externo, sem o qual o primeiro fica sem aplicação e a omissão do dito ato
estatal de desenvolvimento pode gerar responsabilidade internacional do Estado por descumprimento de
uma obrigação convencional Em: Reconfiguración’ del sistema de fuentes del Derecho penal y ‘amenaza de
crisis’ del principio de legalidad: la incorporación del derecho internacional convencional y del fenómeno
de la globalización. In: FARALDO CABANA, Patrica (Dir.).Nuevos retos del derecho penal en la era de la
globalización. Valencia; Tirant lo Blanch, 2004. p. 150 e ss.
32
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
169
Portanto, chegou o momento de analisar a concreta legislação espanhola referida
à pornografia infantil, construída a partir de diversas e numerosas reformas que parece,
todavia, não terminaram precisamente como consequência da necessidade de adaptá-la
a existência de exigências incriminadoras internacionais.
3
REFLEXO DAS NORMAS INTERNACIONAIS NA LEGISLAÇÃO ESPANHOLA
3.1 Considerações prévias
Antes de adentrar propriamente na análise específica dos instrumentos jurídicos
do Código penal espanhol afetos a matéria, deve-se enfrentar algumas questões prévias,
como a delimitação do conceito normativo de pornografia infantil, a fixação do critério
de idade para fins de pornografia infantil, como também uma aproximação as reformas
legislativas que resultaram na legislação penal espanhola atual:
a) O conceito de pornografia infantil.
No âmbito das Nações Unidas, como já observado, a pornografia infantil definese como “toda representação, por qualquer meio, de uma criança dedicada a atividades
sexuais explícitas, reais ou simuladas, ou toda representação das partes genitais de uma
criança com fins primordialmente sexuais”35.
De outro lado, para o Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste,
2001), a pornografia infantil compreende “a. um menor adotando um comportamento
sexualmente explícito; b. uma pessoa que parece com um menor adotando um
comportamento sexualmente explícito; c. imagens realistas que representem um menor
adotando um comportamento sexualmente explícito”.
Por sua vez, a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu define “pornografia
infantil, como a representação i) de uma criança real praticando ou participando de uma
conduta sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de
uma criança, ou ii) de uma pessoa real que pareça ser uma criança praticando ou participando
de uma conduta sexualmente explícita, conforme mencionada no inciso anterior, ou ainda
iii) imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando da referida
conduta sexualmente explícita”.
Conforme os Protocolos facultativos da Convenção sobre os Direitos da Criança relativos à participação de
crianças em conflitos armados e à venda de crianças, a prostituição infantil e a utilização de crianças na
pornografia, especialmente no Anexo II.
35
170
FAE Centro Universitário
Em resumo, das três normas poder-se-ia extrair um conceito comum e amplo
de pornografia infantil, como a representação de um menor de idade em uma conduta
sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica36, real
ou simulada, com fim primordialmente sexual.
Além do citado ‘conceito’, deve-se sublinhar especialmente a necessidade de que
a conduta esteja orientada pela finalidade sexual para não acabar perseguindo outras
representações de caráter científico, afetivo, cultural, etc., como nos exemplos de imagens
de corpos nus para fins de estudos científicos ou tratamento médico ou mesmo fotos tiradas
pelos pais durante o banho de seu filho, que nada tem de pornográficas37.
Deve-se destacar, neste sentido, que estas aproximações conceituais internacionais
podem resultar importantes para a interpretação da lei espanhola, pois o Código penal não
contém nenhuma definição expressa do conceito de pornografia infantil, senão menções
pontuais nos artigos 189, a e b e parágrafo 2º.
Precisamente esta orientação doutrinária que enfatiza a finalidade sexual nos
delitos de pornografia infantil parece haver sido acolhida pela jurisprudência espanhola,
pois o Tribunal Supremo busca concretizar o conceito de pornografia, conforme expresso
na STS de 2 de novembro de 2006, “… é aquele que desborda os limites do ético, do
erótico e do estético, com finalidade de provocação sexual, constituindo portanto imagens
obscenas ou situações sem pudor, tudo isso sem prejuízo de que, nesta matéria, como já
se apontou, as normas devem ser interpretadas de acordo com a realidade social, como
impõe o art. 3.1 do CC”38.
Portanto, a tendência jurisprudencial concorda com o entendimento mantido
nos distintos textos internacionais, concluindo que a definição de pornografia infantil na
Espanha também exclui as representações de menores, inclusive quando nus, desde que
se realizem sem finalidades ou pretensões lascivas ou sexuais.
Conforme destaca MORRILLAS FERNÁNDEZ, por condutas sexuais explícitas, segundo a Proposta de
Decisão marco do Conselho relativa à luta contra a exploração sexual de crianças e a pornografia infantil e o
“Informe Preparatório da Convenção sobre a delinquência na rede” do Conselho de Europa, compreenderá
as seguintes condutas: a) contato sexual, incluindo o genital-genital, oral-genital, anal-genital ou oral-anal;
entre menores, ou entre um adulto e um menor, do mesmo ou oposto sexo; b) brutalidade; c) masturbação;
d) desenvolvimento de condutas sádicas ou masoquistas; e) exibição lasciva dos genitais ou da área púbica
de um menor. Op. cit. p 75.
37
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo, desenvolve a finalidade sexual, fazendo a diferenciação da
pornografia e do erotismo infantil. Op. cit. p. 72.
38
Conforme destacado por ÚBEDA DE LOS COBOS, Julio José. La persecución de la pornografía infantil:
problemas relacionados con su distribución por Internet. La Ley: revista de derecho penal, procesal y
penitenciario, n. 37, p. 71, 2007.
36
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
171
b) O conceito de menor de idade.
O conceito de menor de idade é um pressuposto lógico para os delitos que se passará
a estudar, porque tem justamente a função de proteger diferentes aspectos relacionados
com a “sexualidade dos menores de idade”.
Neste sentido, as normativas internacionais fixam os dezoito anos como idade limite
para considerar a pornografia infantil39. Sem embargo, conforme destacado, o Convênio
Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste, 2001) também possibilita que os Estados
possam estabelecer o limite inferior até os dezesseis anos.
Entretanto, a fixação do limite de idade não é uniforme em todos os países signatários
das referidas normas internacionais. Assim, MORILLAS FERNÁNDEZ destaca os diversos
critérios de idade utilizados por alguns países, em relação à idade de consentimento em
atividades sexuais e a idade contemplada na legislação em matéria de pornografia infantil,
respectivamente: Alemanha (14/14); Austrália (16-18/16); Áustria (14/14); Bélgica (16/16);
Dinamarca (15/15); Finlândia (16/15); França (15/15); Grécia (15/18); Islândia (14-16/18);
Irlanda (17/17); Itália (16/18); Luxemburgo (16/18); Holanda (16/18); Portugal (-/18);
Espanha (13/18); Suécia (15/18); Reino Unido (16/16); Estados Unidos (15/18)40. Em termos
de América latina, destaca-se o Brasil (14/18)41.
Esta diversidade de critérios pode fazer surgir casos problemáticos de colaboração
na persecução penal em que alguns países consideram uma determinada conduta como
pornografia infantil e outros, sem embargo a consideram como conduta atípica.
O Código penal espanhol apenas faz referência à menoridade e maioridade em
sua parte geral para efeito de delimitar a aplicação da Lei de responsabilidade penal
aos menores de dezoito anos e, por outro lado, o Código penal aqueles que já tenham
superado a referida idade42. Já a parte especial, considera como válido o consentimento
dos maiores de treze anos para atividades de natureza sexual43.
Vide o extenso rol enunciado por MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 73.
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p 72.
41
Vide o artículo 217-A do Código penal brasileiro e o artigo 240 e seguintes do Estatuto da Criança e do
Adolescente, Lei n. 8.069/90.
42
“Artigo 19. Os menores de dezoito anos não serão responsáveis criminalmente com aplicação deste Código.
Quando um menor de referida idade cometa um fato delitivo poderá ser responsável com aplicação do
disposto na Lei que regula a responsabilidade penal do menor”.
43
“Art. 181.1. Aquele que, sem violência ou intimidação e sem que medeie consentimento, realize atos que
atentem contra a liberdade ou indenidade sexual de outra pessoa, será castigado, como responsável de
abuso sexual, com a pena de prisão de um a três anos ou multa de dezoito a vinte e quatro meses. 2. Para
os efeitos do item anterior, se consideram abusos sexuais não consentidos os que se executem sobre menores
de treze anos, sobre pessoas que estejam privadas de sentido ou de cujo transtorno mental se abuse”.
39
40
172
FAE Centro Universitário
Neste sentido, deve-se ter em conta neste tema que a fixação de uma idade
determinada para considerar como válido ou possível o consentimento do jovem para
atividades de índole sexual, pressupõe considerá-lo como maduro e desenvolvido para realizálas. Neste ponto, ao considerar como válido o consentimento para relações sexuais desde os
treze anos, se constata que o legislador espanhol atuou corretamente porque foi coerente
com o desenvolvimento social atual, em que o despertar sexual ocorre relativamente cedo.
Mas agora parece um tanto contraditório que o mesmo legislador considere como
válido o consentimento para atividades sexuais desde os treze e, de outro lado, que o
desconsidere até os dezoito em relação à realização de pornografia. O erro do legislador
parece flagrante ao dar tratamento diverso em casos de índole sexual como no exemplo
de um casal jovem que desde os treze anos pode decidir livremente manter relações
sexuais sem incidir em nenhum tipo penal, mas não pode gravá-las e divulgá-las por meios
tradicionais ou pela Internet, ainda que queiram. Destaca-se que tem capacidade para o
mais, que são as relações sexuais desde os treze anos e parece, todavia, não tem para o
menos, a divulgação das imagens. Portanto, parece haver dúvidas sobre se o que se busca
realmente tutelar é a liberdade ou indenidade sexual ou algum outro bem jurídico.
Por tudo isso e buscando uma aproximação conceitual mais lógica com o
desenvolvimento social atual, inclusive porque em alguns países os jovens são considerados
maduros e aptos para importantes atividades de exercício de direitos individuais como votar,
dirigir veículos automotores, etc., se entende, mutatis mutandis, o critério de menoridade/
maioridade e da idade com a qual um jovem pode consentir validamente quanto a realizar
atividades sexuais poderia ser unificado em uma idade mais jovem e similar aquela utilizada
para outorgar-lhes a capacidade de exercer tão importantes e relevantes direitos. Conforme
já destacado, a Decisão Marco 2004 68 JAI havia permitido, ainda que como exceção,
que somente se considerasse pornografia infantil aquela realizada com menores de treze
anos. Mas senão aos treze, quando se considera apto para consentir em atividades sexuais
na Espanha, pelo menos aos dezesseis anos, idade admitida como alternativa pelo próprio
Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (artigo 9.3)44.
A partir destes conceitos, faz-se necessária uma breve análise dos antecedentes
legislativos espanhóis referidos aos delitos relativos à pornografia infantil.
MUÑOZ CONDE, Francisco, destaca, “sem embargo, a dificuldade de delimitar o momento a partir do
qual se deve permitir o exercício da sexualidade com outras pessoas e em que idade, e os distintos níveis
em que se produz a iniciação à mesma, obrigam ao legislador a adotar soluções realistas de acordo com o
nível cultural e a sensibilidade social de cada época e a não deixar-se levar por considerações puramente
moralistas, não sempre apoiadas em dados científicos nem compartidas pela maioria dos cidadãos. In:_____.
Derecho penal: parte especial. 17. ed., rev y puesta al día. Valencia: Tirant lo Blanch, 2009. p. 194.
44
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
173
3.2 Análise dos tipos delitivos
a) Origens.
O Código Penal de 1995, em relação aos delitos contra a liberdade sexual, foi
alterado pela Lei orgânica 11/1999, de 30 de abril, porque recebia críticas por não ser
adequado nas tipificações das condutas, nem na cominação das penas e tampouco
representar a vontade da Sociedade nacional e internacional. As mudanças tinham
como objetivo “garantir uma autêntica proteção da integridade e liberdade sexual dos
menores e incapazes”, conforme a Exposição de Motivos, por meio de sancionar os casos
de distribuição de pornografia infantil através de Internet e a reintrodução do delito de
corrupção de menores.
Não muito depois, a Lei orgânica 15/2003, de 25 de novembro-, conforme a
exposição de motivos, buscou melhorar a técnica na descrição das condutas e introduzir
novos tipos como a possessão para o próprio uso do material pornográfico ou os casos da
denominada pornografia infantil virtual. Todavia, reformou o Código penal para aumentar
as condutas típicas, acrescentar novos tipos agravados45, etc.
Resulta que a legislação espanhola atual em tema de pornografia infantil sofre a
influência direta da Convenção das Nações Unidas sobre os Direitos da criança relativos
à participação de crianças nos conflitos armados e a venda de crianças, à prostituição
infantil e a utilização de crianças na pornografia, do Convênio Europeu sobre Delitos
Informáticos – Budapeste, 2001 e da Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu,
ao que se somam as intenções sempre criminalizadoras do legislador pátrio.
Neste sentido, e como se não fosse suficiente, se aprovou uma nova reforma do
Código penal espanhol que, especialmente no tema agora analisado, transpõe a Decisão
Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu, buscando tutelar a indenidade sexual, a formação
e desenvolvimento da personalidade e sexualidade do menor, acrescentando ainda mais
condutas ao artigo 189 do Código Penal, como as de ‘captar’ na letra ‘a’ e ‘oferecer’ na
letra ‘b’, e também aumentando sua pena máxima de prisão (para cinco anos), e a mínima
e máxima dos tipos agravados (respectivamente, 5 a 9 anos)46.
A partir disso, se faz necessária a análise das principais tipificações vigentes no
tema de pornografia infantil, centrando nossa atenção nos delitos criados em reformas
penais recentes que supostamente encontram sua origem na normativa internacional,
FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. La sanción penal de la llamada distribución de pornografía infantil
a través de Internet y otras modalidades afines tras la reforma 15/2003. In: BUENO ARÚS, Francisco et al.
(Dir.). Derecho penal y criminología como fundamento de la política criminal: estudios en homenaje al
profesor Alfonso Serrano Gómez. MADRID: Dykinson, 2006. p. 708.
46
Lei Orgânica 5/2010, de 22 de junho, que modifica o Código penal.
45
174
FAE Centro Universitário
especialmente os delitos de posse (tanto o destinado à distribuição como o destinado ao
autoconsumo) e o de pornografia virtual.
b) A utilização de menores de idade ou incapazes com fins de exibicionismo ou
pornográficos
O artigo 189.1 ‘a’ expressa que se “aquele que utilizar menores de idade ou
incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos, tanto públicos como
privados, ou para elaborar qualquer classe de material pornográfico, qualquer que seja seu
suporte, ou financiar qualquer destas atividades” será castigado com pena de prisão de
um a quatro anos47.
Este preceito foi reformado pela Lei Orgânica 15/2003 para atender as exigências
das normativas internacionais que se encontram no artigo 2º da Decisão Marco 2004
68 JAI do Conselho Europeu, como infrações relacionadas com a exploração sexual de
crianças. Isto foi atendido na medida em que as condutas de “captar, coacionar, lucrar ou
explorar uma criança que se prostitua ou participe em espetáculos pornográficos” expressa
na Decisão Marco foram observadas pelo legislador espanhol, inclusive na recente reforma
do Código penal.
O tipo delitivo de utilização de menores com fins exibicionistas ou pornográficos
começa na modalidade de “utilizar menores de idade ou incapazes com fins ou em
espetáculos exibicionistas ou pornográficos, tanto públicos como privados”. A doutrina
defende a ideia de que esta modalidade já abarcaria as duas seguintes condutas48, isto é,
a de “utilizar menores de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou
pornográficos” para “elaborar qualquer classe de material pornográfico” ou a de financiar
“qualquer destas atividades”, que foram acrescentadas pelo afã criminalizador do legislador.
De outro lado, e pelo que respeita a utilização propriamente dita de menores ou
incapazes em espetáculos exibicionistas ou pornográficos, mesmo quem sustenta que a
contemplação do menor de idade em um espetáculo pornográfico já seria suficiente para
a adequação típica da conduta49, parece haver maior razão em entender que utilizar
pressupõe uma participação mais efetiva e significativa do menor ou incapaz em cenas
inequivocamente exibicionistas ou pornográficas, sobretudo pela existência do tipo penal
do artigo 185 do Código penal50.
A redação original do Código de 1995 foi alterada pela reforma de 1999, ampliando o tipo penal para
acrescentar os termos “tanto públicos como privados, ou para elaborar qualquer classe de material
pornográfico, ou financiar qualquer destas atividades”.
48
ORTS BERENGUER, Enrique et al. Derecho penal: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p. 292.
49
MORALES PRATS, Firmín (Coord.). Comentarios al código penal: parte especial (Artículos 138 a 318). 5.
ed. Cizur Menor, Navarra: Thomson Aranzadi, 2008. v. 2, p. 382.
50
ORTS BERENGUER, Enrique. Op. cit.. p. 292.
47
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
175
Também tipifica alternativamente a conduta daquele que “utilizar menores de idade
ou incapazes” para “elaborar qualquer classe de material pornográfico”. Esta conduta foi
introduzida pela reforma de 1999, e refere-se à utilização de menor de idade ou incapaz
para elaborar qualquer destes materiais, inclusive a pornografia infantil técnica ou a
simulada, conforme parágrafo 7º, do artigo 189, introduzidos pela reforma de 200351.
Em terceiro lugar, se castiga aquele que “financiar qualquer destas atividades”. O
financiamento das condutas anteriores também foi acrescentado na reforma de 1999 e
recebe críticas em razão de que sua criação não pareceu necessária já que estaria incluída
nas hipóteses anteriores, especialmente atendendo aos critérios de concurso de pessoas52.
Neste sentido, parece correto entender que aquele que financia a utilização de menores
de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos ou na
elaboração de material pornográfico aporta uma conduta acessória e dependente de outras
principais que efetivamente fazem o menor de idade atuar no espetáculo ou material
pornográfico, realizando, portanto, a relação de vinculação que caracteriza e diferencia
a autoria e a participação.
Já com relação à reforma aprovada recentemente, o legislador espanhol influenciado
pela Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, amplia ainda mais o âmbito de
ações puníveis ao acrescentar ao citado artigo à conduta daquele que ‘captar’ o menor
de idade ou incapaz para utilizá-lo em espetáculos exibicionistas ou pornográficos ou para
elaborar qualquer classe de material pornográfico. Deve-se ressaltar que, em verdade, o
agenciamento ou captação do menor é uma conduta prévia a utilização em espetáculos
ou material pornográfico e como tal se caracterizaria como tentativa desta conduta, sendo
que a reforma viria a equiparar de forma questionável duas ações que parecem claramente
diferentes desde a perspectiva da afetação ao bem jurídico.
Por último, o legislador também aproveita a reforma para aumentar a pena máxima
de prisão, agora para cinco anos, superando em muito a orientação de pena máxima
expressa na Decisão Marco do Conselho Europeu para os tipos penais não agravados,
“de ao menos entre um e três anos”53; enquanto que, por outro lado, ademais de tipificar
as condutas tradicionais de tráfico de pornografia infantil realizadas por meio impresso,
destaca a duvidosa tipificação expressa da difusão por meios informáticos, ainda que a
mesma já se considerava inserta na redação anterior do comentado preceito.
MORALES PRATS; RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit.. p 382.
MORALES PRATS; RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit. p. 383.
53
Artigo 5º. Sanções e circunstâncias agravantes 1. Sem prejuízo do disposto no parágrafo 4, cada Estado
membro adotará as medidas necessárias para que as infrações contempladas nos artigos 2, 3 e 4 se castiguem
com sanções penais privativas de liberdade de uma duração máxima de ao menos entre um e três anos.
51
52
176
FAE Centro Universitário
c) Tráfico de pornografia infantil (CP, art. 189.1.b):
Uma vez mais o legislador buscou castigar da forma mais ampla possível, sancionando condutas alternativas como a produção, a venda, a distribuição e a exibição de
material pornográfico em cuja elaboração tenham sido utilizados menores de idade ou
incapazes, como também facilitar estas condutas ou possuir o referido material para estes
fins, mesmo quando tiver sua origem no exterior ou desconhecida.
A Lei Orgânica 11/1999 adaptou diversas condutas lesivas54 que poderão ser
realizadas diretamente (produzir, vender, distribuir, exibir) ou indiretamente, quando
intervenha facilitando as mesmas ações, o que significa, a juízo de alguns autores “uma clara
e compreensível preocupação do legislador de evitar a existência de indesejáveis espaços de
impunidade entre os meios de atentar contra o bem jurídico55”. Mas, novamente, preocupa
o fato de que equipara uma conduta acessória, como é a facilitação das demais ações de
tráfico de pornografia infantil, a autoria correspondente.
Além das condutas anteriores, o legislador tipificou penalmente também a conduta
daquele que “possuir para estes fins”56, o que gera problemas na hora de determinar em
cada caso concreto quando a posse seja para tráfico de pornografia infantil (art. 189.1 b)
CP) ou para consumo próprio (art. 189.2) CP). Preocupa especialmente a diferenciação
do elemento subjetivo da posse para tráfico (do parágrafo anterior) e para uso próprio
(atenuado), pois a prova destes elementos resulta muito difícil, “salvo se existam muitas
cópias de um mesmo material”, o que evidentemente levará a um grau de “insegurança
jurídica, considerando as possibilidades de aceso a esta informação que oferece à Rede e
considerando as possibilidades ilimitadas de reprodução ou difusão que se pode alcançar
com uma cópia apenas do material”57. “Que quantidade se considerará que excede o simples
uso e constitui a posse para o tráfico?”58
RAMOS VÁZQUEZ, José Antonio. Realiza uma precisa interpretação semântica do artigo 189.1 b, advertindo
que “se a ideia do legislador expressava a intenção de ampliar os contornos…, o certo é que com a nova
redação do referido preceito existe uma menor extensão típica: a facilitação da produção, venda, distribuição
ou exibição de material pornográfico é uma conduta de contornos más amplos que a mera facilitação de
próprio material pornográfico, sempre que esta última fique bem entendida”. “Del otro lado del espejo:
reflexiones desordenadas acerca del Derecho penal en la sociedad actual”. In: FARALDO CABAÑA, Patrícia
(Dir.): Nuevos retos del derecho penal en la era de la globalización. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p.
108.
55
TAMARIT SUMALLA, Josep María. La protección penal del menor frente al abuso y explotación sexual:
análisis de las reformas penales de 1999 en materia de abusos sexuales, prostitución y pornografía de
menores. Navarra: Aranzadi, 2002. p. 110.
56
Na reforma realizada pela Lei Orgânica 15/2003.
57
MORALES PRATS/RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit. p. 393.
58
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecarraho penal parte especial. Op. cit. p. 231.
54
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
177
Em qualquer caso, e existindo alguma dúvida a respeito, perece inquestionável
que deverá prevalecer a solução mais favorável ao acusado59.
Por outro lado, o meio de representação de material pornográfico infantil se definiu
de forma ampla, admitindo a “difusão gráfica, fotográfica, analógica, digital o de qualquer
outra espécie”60.
Na reforma aprovada pela Lei Orgânica 05/2010, o legislador espanhol influenciado
pelas normativas internacionais busca ampliar o âmbito de ações puníveis ao acrescentar
a conduta daquele que oferece material pornográfico em que tenham sido utilizados
menores de idades ou incapazes, o que supõe uma nova ampliação da intervenção penal
nesta matéria porquanto castiga alguém que, todavia, não difundiu o conteúdo e talvez
nem sequer o possua efetivamente, mas se oferece a distribuí-lo61.
d) A posse de pornografia infantil com fins de autoconsumo
Por outro lado, ao contrário da posse do parágrafo anterior que se destinava ao
tráfico, o artigo 189 também incrimina no parágrafo 2º a mera posse para uso próprio de
material pornográfico de menores ou incapazes, ainda que com pena diminuída62.
Resulta evidente, nesta matéria, a influência exercida sobre o legislador espanhol de
diferentes normas internacionais, como o Anexo II do Protocolo facultativo da Convenção
dos Direitos das Crianças, aprovado pela Assembleia Geral das Nações Unidas, que sugere
a tipificação da posse de pornografia infantil, o Convênio Europeu sobre Cibercrimen ou a
Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, normas que, como vimos, em que pese
RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio, adverte para o perigo de “uma ilegítima inversão do ônus da prova”. Op.
cit. p. 115.
60
MORALES PRATS,, Fermín. Op. cit. p.. 392.
61
O Anexo II, do Protocolo facultativo da Convenção de Direitos da Criança, aprovado pela Assembléia Geral
das Nações Unidas já previa a tipificação penal da conduta de quem ofereça pornografia infantil. Também o
Convênio Europeu sobre Cibercrimes aduz no “artigo 9. Infrações relativas à pornografia infantil. 1. Os Estados
signatários adotarão as medidas legislativas ou de outro tipo que se estimem necessárias para prever como
infração penal, conforme seu direito interno, as seguintes condutas quando estas sejam cometidas dolosamente
e sem autorização: a. (…); b. o oferecimento ou a colocação à disposição de pornografia infantil através de
um sistema informático; (…)”. Por último, a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, no “Artigo 3º
- Infrações relacionadas à pornografia infantil. 1. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para
garantir a punibilidade das seguintes condutas intencionais, se realizem mediante sistemas informáticos ou não,
quando se cometam sem direito: a) (…); c) oferecimento ou ministro de pornografia infantil; (…)”.
62
Artigo 189.2“Aquele que para seu uso próprio possua material pornográfico em cuja elaboração se houver
utilizado menores de idade ou incapazes, será castigado com a pena de três meses a um ano de prisão
ou com multa de seis meses a dois anos”. A tipificação do delito de posse simples ou para uso próprio de
pornografia infantil não é exclusividade da Espanha que, inclusive, foi um dos últimos países europeus a
adotar. No mesmo sentido, tipificando o referido delito Itália, Alemanha, França, Inglaterra, Estados Unidos,
conforme MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 316-317. Também o Brasil, no artigo 241-B
da Lei n. 8.069/90, todavia, modificada pela Lei n. 11.829, 25 de novembro de 2008.
59
178
FAE Centro Universitário
proponham a tipificação da mera posse de material pornográfico, em seguida, outorgavam
ao legislador a possibilidade de excepcioná-las para no verse obrigado a tipificá-las.
Com relação ao conceito de posse, FERNÁNDEZ TERUELO destaca que “a exigência
de posse exclui a tipicidade da mera visualização de pornografia infantil porque, na realidade,
não se sanciona penalmente o consumo, senão a acumulação destes materiais. Portanto, “será
necessário que o sujeito realize algo mais que a mera visualização (normalmente a descarga)
que lhe permita poder visualizar os materiais quando deseje sem voltar a conectar-se à Rede”63.
Sustentar interpretação diversa, ou seja, que a mera visualização na tela do computador já
seria suficiente para a subsunção ao citado delito parece questionável e temerário porque
poderia incidir em casos de duvidosa caracterização, “considerando as possibilidades de
acesso a esta informação que oferece à Rede e considerando as possibilidades ilimitadas de
reprodução ou difusão que se pode alcançar com uma só cópia do material”64.
Há que fazer referência também ao problema referente à prova do dolo do possuidor
deste tipo de materiais. Porque além da difícil prova da finalidade da posse (distribuição ou
autoconsumo), já mencionada no item anterior, salvo em casos verdadeiramente flagrantes,
sempre existirão problemas para demonstrar que o sujeito sabia realmente que o que teria
era um material de pornografia infantil, já que sempre poderá alegar, por exemplo, que
desconhecia a idade das pessoas que tomavam parte em ditos materiais.
e) A produção ou difusão de pornografia virtual
Finalmente o legislador espanhol encerra a regulação da pornografia infantil
tipificando no parágrafo sétimo do artigo 189 a pseudopornografia ou pornografia simulada,
ao estabelecer que “aquele que produzir, vender, distribuir, exibir ou facilitar por qualquer
meio material pornográfico em que não havendo sido utilizado diretamente menores ou
incapazes, se empregue sua voz ou imagem alterada ou modificada, será castigado com
pena de prisão de três meses a um ano ou multa de seis meses a dois anos”.
FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. Op. cit. p. 720. No mesmo sentido vide ORTS BERENGUER, E.
Derecho penal, Op. cit. p. 294-295 y RAMOS VÁSQUEZ, J. A. Op. cit. p. 115. Relacionado com isto,
segue esclarecendo FERNÁNDEZ TERUELO que “pode ocorrer um suposto limite relacionado com o
‘temporary Internet files’, que proporciona acesso rápido à informação visualizada na Rede, pois na mesma
se encontram todas as páginas e imagens que se visualizaram durante a navegação. Deste modo, o usuário
sem haver realizado nenhum ato de descarga ou download pode sem embargo aceder aos materiais ilícitos.
Pode qualificar-se tal situação como posse de material pornográfico? Parece que a resposta deve ser positiva
somente se o sujeito conhece essa circunstância e ademais faz uso do conteúdo da referida tela”.
64
MORALES PRATS, Fermín (coord.). Op. cit. p. 393. Superado o conceito, também há que aclarar o
conteúdo da pornografia infantil para efeito de mera posse, concluindo pela “atipicidade da posse de
pseudopornografia já que a regulação da mesma aparece no parágrafo 7, em que se faz referência às demais
condutas típicas (produzir, vender, distribuir, exibir ou facilitar por qualquer meio) e, portanto, não resta
afetado pelas disposições do art. 189.1 b (ou possuir para estes fins) nem do 189.2 (aquele que para seu
próprio uso possua material pornográfico)”. Conforme FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. Op. cit. p.
721. No mesmo sentido também TAMARIT SUMALLA, Josep María. Op. Cit. p. 112.
63
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
179
Neste caso, a produção ou difusão de material pornográfico virtual65 se caracteriza
justamente pela inexistência da participação direta de menores ou incapazes na atividade
pornográfica. O que sanciona é o uso de sua voz ou imagem alterada ou modificada no
material pornográfico.
A origem do referido dispositivo encontra-se nas normas internacionais analisadas,
porque os protocolos facultativos da Convenção sobre os Direitos da Criança das Nações
Unidas, o Convênio europeu sobre cibercrimes e a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho
Europeu fazem referência à necessidade de que os países membros tipificassem penalmente
a pseudopornografia ou pornografia simulada. Todavia, deve-se destacar o fato de que
tanto o Convênio de Budapeste como a Decisão Marco preverem a possibilidade de que
os países façam reserva expressa desta incriminação, ou seja, lhes dá a opção de que
excepcionem e não tipifiquem o delito de pseudopornografia ou pornografia simulada.
A tipificação é bastante ampla na medida em que o legislador espanhol castiga a
produção, a venda, a distribuição, a exibição ou a facilitação por qualquer meio de material
pornográfico em que não havendo sido utilizados diretamente menores ou incapazes,
se empregue sua voz ou imagem alterada ou modificada. Das condutas tipificadas, tem
especial relevo a conduta de facilitar a difusão de material pornográfico virtual, como
espécie de participação ou atuação acessória da difusão em si, que, nada obstante, se
tornou independente da referida conduta, com status legal de ação principal e autônoma,
castigada com a mesma pena.
Para alguns como MORRILLAS FERNÁNDEZ, deve-se destacar que o preceito tem
razão de ser pelos avanços na área da informática e a possibilidade de situar no Código,
porque afetaria mais à imagem que a indenidade sexual66.
Parece correto advertir em relação a este ponto que somente se encontra
criminalizada a produção ou difusão de pseudopornografia ou pornografia simulada, sendo
que a posse da mesma, em princípio resulta impune, salvo se encontrasse adequação em
alguma concreta modalidade de participação típica das condutas anteriores, quando para
consumo próprio ou se destina a facilitar sua difusão67.
Bem, chegando a este ponto, isto é, uma vez analisados – ainda que superficialmente,
os mais importantes textos internacionais relativos à pornografia infantil e estudada a
influência que os mesmos têm sobre o ordenamento penal espanhol, resta analisar desde
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p.. 231.
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 143-144. Em uma posição semelhante, critica a
imprecisão do tipo penal que não estaria de acordo “com as exigências do princípio da ofencividade,
suscetíveis de propiciar a qualificação como delito de fatos que não lesionam nem põe em perigo bem
jurídico algum”, mas superando-a, conclui que “possam afetar à intimidade ou ao direito à própria imagem
de uns e outros; mas não é o título VIII o lugar adequado para sua repressão”. ORTS BERENGUER, E.
Derecho penal… Op. cit. p. 299.
67
ORTS BERENGUER, E. Derecho penal…. Op. cit. p. 299.
65
66
180
FAE Centro Universitário
o ponto de vista crítico a legitimidade das reformas produzidas ao amparo destes textos;
tarefa para qual necessariamente terá que partir de estudo e da delimitação do verdadeiro
bem jurídico protegido pelos referidos delitos.
4
O BEM JURÍDICO PROTEGIDO NOS DELITOS RELATIVOS À
PORNOGRAFIA INFANTIL
O Direito penal mesmo nos tempos atuais sempre deve reafirmar os ideais do
pensamento jurídico-racionalista da Ilustração, tendo como finalidade e legitimação a
limitação do poder punitivo do Estado frente ao indivíduo68 e a proteção de bens jurídicos,
especialmente baseado nos princípios de intervenção mínima e subsidiariedade69.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Evoluciona desde a Revolução Francesa e o pensamento ilustrado do século
XVIII, afirmando que o Direito penal “somente deve empregar-se contra ataques muito graves a esses valores
e em uma forma controlada e limitada pelo ‘império da lei’, para a seguir, advertir que: “A situação não
mudou tanto como para esquecer-se já deste problema. A excessiva intromissão do poder estatal na esfera
privativa é fato corrente, repetidas vezes denunciado. O Direito penal entrou, ademais, em um círculo vicioso
em que o aumento da criminalidade corre junto com um aumento da dureza na repressão punitiva, que
parece voltar aos tempos de uma política penal autoritária de onde parecia haver saído já definitivamente.
In: ____. Derecho penal : parte general. 7. ed. rev. y puesta al día. Valencia: Tirant lo Blanch, 2007. p.
69. ZAFFARONI, Eugenio Raúl, afirma que “parece muito claro que a principal função que cumprimos é a
de colocar limites ao exercício do poder punitivo. Mais ainda: ou servimos para isso ou não servimos para
nada. Ao colocar limites ao exercício do poder punitivo estamos cumprindo com uma função política vital
que é a de preservar os espaços de liberdade social, os espaços de autonomia dentro de nossas sociedades,
em suma, se trata da função fundamental que é a de garantir o respeito à dignidade humana”. In: _____.
Apuntes sobre el pensamiento penal en el tiempo. Buenos Aires: Hammurabi, 2007. p. 21. Também
ROXIN, Claus, em uma clássica passagem afirma que: “A ‘ideia de fim no Direito penal’, além da que Liszt
havia colocado em seu famoso programa de Marburgo, é a meta da Política criminal; enquanto que o
Direito penal, como ‘magna carta do delinquente’ segundo expressão de Liszt, protege não a comunidade,
senão ao indivíduo que ‘se rebela contra ela’, garantindo-lhe o direito ‘de ser castigado somente segundo
os pressupostos legais e unicamente dentro dos limites legais”. In: _____. Política criminal y sistema de
derecho penal. Traducción e introducción de Francisco Muñoz Conde. 2.. ed., 2. reimpr.. Buenos Aires:
Hammurabi, 2006. p. 32-33.
69
Neste sentido Claus ROXIN, depois de reafirmar a importância dos limites da intervenção penal como uma
função social do Direito penal, expresso nos princípios da intervenção mínima e subsidiariedade, sustenta
que é o “pensamento jurídico-racionalista da Ilustração, base da forma democrática de Estado. En ¿Es la
protección de bienes jurídicos una finalidad del derecho penal? In: HEFENDEHL, Roland. La teoría del
bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático? Madrid:
Marcial Pons, 2007. p. 446-447. No mesmo sentido HASSEMER, W. sustenta que a finalidade e legitimação
do Direito penal é a proteção de bens jurídicos, afirmando que “uma proibição de uma conduta pela
ameaça penal que não puder remitir-se a um bem jurídico seria terror de Estado. Seria nada menos que uma
intromissão na liberdade humana de atuação respeito a qual o Estado ingerente não pode dizer com que
fim a leva a cabo. Dito ‘fim’ é o lugar que tradicionalmente ocupa o conceito de bem jurídico. A intervenção
na liberdade de conduta não teria algo que a legitimara, algo do que pudera extrair seu sentido”. En ¿Puede
haber delitos que no afecten a un bien jurídico penal? In: HEFENDEHL, Roland. La teoría del bien jurídico:
¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático? Madrid: Marcial Pons,
2007.p. 103. Vide também FERRAJOLI, Luigi. Como referência ao modelo garantista clássico. In:_____.
Derecho y razón: teoría del galantismo penal. Madrid: Trotta, 2006. p. 33 e ss.
68
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
181
Esta legitimidade do Direito penal como limite do poder punitivo do Estado de
Direito a partir do bem jurídico, “somente pode servir a uma autêntica teoria democrática
do injusto, na medida em que corresponda a seus fins limitativos e não somente a propósitos
punitivos” e exige como consequência lógica, chegar ao conceito que, segundo TAVARES,
é “entendido como um valor que se incorpora a norma como seu objeto de preferência real
e constituir, portanto, um elemento primário da estrutura do tipo, ao qual se deve referir à
ação típica e todos os demais componentes”70.
Ante esta configuração democrática de bem jurídico, se faz necessário analisar os
bens jurídicos afetos aos delitos relativos à pornografia infantil, sendo que o histórico recente
do Código penal espanhol tem estado marcado por distintas mudanças de nomenclatura
e, por consequência, também quanto ao próprio bem jurídico supostamente tutelado por
ditos delitos. Na reforma de 1989 se substituiu os “delitos contra a honestidade” por “delitos
contra a liberdade sexual” que, posteriormente foi mantido no Código penal de 1995. De
outro lado, a reforma de 1999 (LO 11/1999) introduziu a indenidade sexual, passando
a constar no Título VIII, chamado de “Delitos contra a liberdade ou indenidade sexual”.
Por outro lado, resulta necessário fazer também uma aproximação ao conceito e
respectivos elementos destes dois bens jurídicos já consagrados, mas também de outros
mais afetos aos delitos sexuais para questionar sua existência, elementos, validade e
necessidade, frente a uma postura crítica em que o sujeito é o Direito penal democrático
em um Estado de Direito.
Em primeiro lugar, o próprio legislador espanhol se refere à liberdade sexual, como
bem jurídico tutelado. ORTS BERENGUER sustenta que “a liberdade sexual pode definir-se
em abstrato como faculdade do ser humano de determinar-se autonomamente no âmbito da
sexualidade”, para depois acrescentar que o conteúdo “estará integrado pela possibilidade
de eleger e praticar a opção sexual preferida em cada momento e por utilizar e servir-se
do próprio corpo nesta ordem de coisas, de onde derivam a escolha de companheiro com
seu consentimento, e rechaçar propostas não desejadas e, com mais motivo, a de repelir
eventuais ataques”71, desenvolvendo, portanto, as vertentes positiva e negativa do conceito.
TAVARES, Juarez E. X. bien jurídico y función en derecho penal. Traducción de Monica Cuñarro. Buenos
Aires: Hamurabi, 2004. p. 20-21 e 39.
71
ORTS BERENGUER, Enrique et al. Derecho penal: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p. 230.
Vide também MUÑOZ CONDE, Francisco, ao afirmar que a liberdade sexual é “entendida como aquela
parte da liberdade referida ao exercício da própria sexualidade e, em certo modo, a disposição do próprio
corpo, aparece como um bem jurídico merecedor de uma proteção penal específica, não sendo suficiente
para abarcar toda sua dimensão com a proteção genérica que se concede à liberdade”. MUÑOZ CONDE,
Francisco. Derecho penal : parte especial… Op. cit. p. 192.
70
182
FAE Centro Universitário
Sem embargo, desafia este inicial entendimento na matéria que nos ocupa o
fato de que o artigo 181.2 do Código Penal aprecia o consentimento como válido, para
manter relações sexuais, a partir dos treze anos, desconsiderando em consequência o
delito de abuso sexual, mas não realizando consideração similar em relação aos delitos
de pornografia infantil.
Portanto, não pode ser a liberdade sexual o bem jurídico protegido na pornografia
infantil porque, a maior parte da doutrina e da jurisprudência tem entendido que somente
o consentimento do maior de dezoito anos pode excluir a tipicidade destes delitos.
Como consequência da negação da liberdade sexual como bem jurídico tutelado,
somente resta como opção expressa pelo legislador, a indenidade sexual entendida como
a proteção ao livre desenvolvimento do menor em temas de sexualidade.
Neste sentido, MUÑOZ CONDE se manifesta a favor da indenidade sexual ao
afirmar que “mais que a liberdade do menor ou incapaz, que obviamente não existe nestes
casos, se pretende, no caso do menor, proteger sua liberdade futura, ou melhor dito, a
normal evolução e desenvolvimento de sua personalidade, para que quando seja adulto
decida em liberdade seu comportamento sexual; e no caso do incapaz ou deficiente mental,
evitar que seja utilizado como objeto sexual”72.
Com efeito, ao tratar-se do bem jurídico indenidade sexual, seria mais correto
estabelecer um processo legislativo gradual, ponderando as diferentes idades e capacidades
de desenvolvimento mental. Para isso, o legislador deveria seguir a lógica de dar mais
proteção quanto menos desenvolvimento tivesse, determinando a intangibilidade dos
menores de treze anos ou plenamente incapazes, mas depois mais relativizada, desde
os treze a, por exemplo, os dezesseis ou dezoito anos. Também deveria considerar o
consentimento não somente nas relações sexuais, senão também na divulgação das imagens
das mesmas, pois não se entende porque podem manter relações, mas não gravá-las.
Nestes casos, é questionável e chama a atenção o exemplo do jovem de treze anos
ou mais que poderá exercer validamente sua liberdade sexual, mantendo relações com outro
jovem ou com um adulto, mas mesmo que queira, não pode gravar por meios tradicionais ou
informáticos. Não se entende porque podem manter as relações, mas não gravá-las. Afinal,
questiona-se: em que o fato de gravar-se incide no desenvolvimento do menor de idade?
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal : parte especial… Op. cit. p. 192. MORILLAS FERNÁNDEZ,
David Lorenzo. Também nega a liberdade sexual dos menores ou incapazes como bem jurídico, afirmando
que “o menor ou incapaz carece de liberdade sexual desde a perspectiva jurídica como imposição legal
ainda que não real, pelo que não cabe concluir que seja a liberdade sexual o bem jurídico protegido no
delito de pornografia infantil, pois carece de ela por imperativo legal”. Op. cit. p. 160.
72
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
183
Consequentemente o que se sustenta é a negação ou a impossibilidade absoluta do
exercício da sexualidade em uma tenra idade, mas mudando com o passar dos anos para o
desenvolvimento através do exercício gradual, positivo e simples que certamente “favorece
o desenvolvimento psíquico e uma melhor afetividade nas relações interpessoais futuras73”,
tudo para reafirmar a indenidade sexual como bem jurídico de necessária tutela penal.
A partir do citado bem jurídico, e focando já especialmente nos delitos de posse de
pornografia infantil para uso próprio e pornografia virtual, se questiona se estas condutas
típicas realmente afetam o desenvolvimento do menor? Isto é, se realmente, são condutas
que afetam a sua indenidade sexual.
Em verdade, parece que o referido bem jurídico não se vê afetado em absoluto
nas hipóteses comentadas, porque a posse se produz quando o sujeito já foi gravado e a
pornografia virtual nem sequer grava a menor algum.
Neste sentido, deve-se destacar que no delito de posse de pornografia infantil para
uso próprio (CP artigo 189.2), a conduta é posterior a lesão de bens jurídicos, identificada
e tipificada no artigo 189, letras ‘a’ e ‘b’. E seja qual for o ponto de vista ante o tipo penal
em análise, a realidade é que a conduta de possuir a pornografia infantil para uso pessoal,
apesar de imoral, se encontra distante de qualquer bem jurídico, no tempo, espaço ou na
linha de ação do anterior ‘abuso sexual’74. A conduta “de quem, sem haver participado
da ação gravada, satisfaça seus impulsos sexuais visualizando-os” em absoluto segue
perpetrando ataques a qualquer bem jurídico75.
Alguns autores têm tratado de justificar a tipificação da posse de material
pornográfico, por considerá-lo um delito de perigo abstrato para o bem jurídico da
liberdade ou indenidade sexual dos menores, ao entender que com cada ‘observação’ das
imagens se “perpetua o ataque à liberdade e à dignidade das crianças que foram gravadas
previamente”; e por outro lado, se contribui para a manutenção e expansão de uma nova e
degradante ‘indústria’ que tem como objeto e pressuposto para a comissão de gravíssimos
delitos sexuais contra meninas e meninos”76.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p 194.
ESQUINAS VALVERDE, Patricia. Op. cit. p. 175.
75
RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio. Op. cit. p.. 113.
76
GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. Prólogo. In: _______. Código penal. 15. ed. actual. Madrid: Tecnos, 2009.
Vide também neste sentido CARMONA SALGADO, Concha. Derecho penal español: parte especial. 2.
ed. Madrid: Dykinson, 2005, p. 318. No mesmo sentido, vide GARCÍA VALDÉS, Carlos. Acerca del delito
de pornografía infantil. In: TOLEDO Y U BIEDO, Emilio Octavio de; GURDIEL SIERRA, Manuel; CORTES
BECHIARELLI, Emilio.(Coord.) Estudios penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón. Valencia: Tirant lo
blanch: Valencia, 2004. p. 411-430.
73
74
184
FAE Centro Universitário
Sem embargo, a juízo de outros, a tipificação da posse para uso próprio de pornografia infantil resulta inadequada tanto por motivos criminológicos, como por outros
relativos a garantias e liberdades individuais.
Inicialmente e desde uma perspectiva criminológica se afirma que não deveria
preponderar a penalização da posse de pornografia infantil pelos duvidosos argumentos de
que aquele que observa imagens de pornografia infantil será no futuro o agressor e de que
se estaria punindo o consumo para acabar com o tráfico, porque nem em uma hipótese
e nem em outra, está provada a relação necessária de causa e efeito77. “Em consequência,
proibir a posse de semelhante iconografia não representa uma solução ao problema, pois
a atração física segue e o pedófilo continuará consumindo material pornográfico infantil,
tudo isso sem contar ademais o freio às inibições sexuais que leva a citada tendência e que,
em um percentual bastante elevado de casos, evita a comissão de ilícitos mais graves”78.
Neste sentido, MORILLAS FERNÁNDEZ chega a questionar a própria utilidade prática
do preceito, perguntando-se: através da criação deste tipo penal pode afirmar-se que a taxa
de criminalidade em matéria de elaboração de material pornográfico infantil diminuirá?79
Em razão das crescentes estatísticas na matéria, parece correta a resposta negativa.
Por outro lado e desde outro ponto de vista, agora relativo às garantias e liberdades
individuais, se assinala que não se deveria “proibir determinadas condutas, em princípio
protegidas pelo princípio fundamental da liberdade e autonomia dos cidadãos, somente
pelo fato de que se assemelhem a outras que se resultem ilícitas, simplesmente com objeto
de facilitar a luta contra estas últimas”80.
Ademais destes argumentos, no caso da posse de pornografia infantil prevalece
a ausência de bem jurídico diretamente protegido e, como consequência, se cria uma
tutela penal adiantada e desnecessária que contradiz os princípios de intervenção mínima
e subsidiariedade81.ed,
ESQUINAS VALVERDE, Patricia. . Op. cit. p. 180.
ESQUINAS VALVERDE, Patricia. . Op. cit. p. 180.
78
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 323.
79
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. . Op. cit. p. 323.
80
Sentença da Suprema Corte dos Estados Unidos no caso Ashcroft versus The Free Speech Coalition, de 16
de abril de 2002, citada por: EMPT, Martin. Virtuelle Kinderpornografe als verfassungsrechtlich geschützte
Meinnungsfreiheit.Revista ZUM, 2002, cuadernos 8 y 9, p. 613- 620 (619). Apud ESQUINAS VALVERDE,
Patricia. p. 179.
81
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo, afirma que “os bens jurídicos referidos para o comum das figuras
típicas compreensivas desta modalidade delituosa – liberdade e indenidade sexual, intimidade, dignidade,
livre desenvolvimento da personalidade – carecem da relevância para efeitos da posse simples, no entanto
já foram lesionados em virtude de condutas antecessoras na hipotética cadeia de tráfico de pornografia
infantil, não podendo apreciar-se pelo mero fato de possuí-la. Op. cit. p. 322. Vide também TAMARIT
SUMALLA, Josep María. . Op. cit. p. 110.
77
77
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
185
Sob outro vértice, e com relação ao delito de pornografia simulada ou pseudopornografia, quando, em realidade, não se utiliza diretamente um menor ou incapaz, senão
sua voz ou imagem alterada, sendo justamente por isso, que não se pode falar em lesão
a indenidade do menor, pois não afeta seu desenvolvimento em temas de sexualidade.
É por tudo isso, pelo que poderia entender-se que os delitos relacionados com a
pornografia infantil, no artigo 189, parágrafos 2 e 7, não haveria outros bens protegidos
que não uma suposta moral sexual coletiva. Quiçá uma vez mais tenha razão MUÑOZ
CONDE quando pergunta “não estamos aqui diante de um ‘Direito penal de autor’ que
penaliza a tendência pederasta como tal, ainda que sem traduzir-se em atos que incidam
diretamente no menor ou incapaz?”82.
Para dizer a verdade, há hipóteses, como as já referidas, em que se torna difícil,
senão impossível encontrar uma referência expressa a um bem jurídico, o que levaria a
considerar que nos mesmos se tutela a moral sexual coletiva83.
Sem embargo, e com uma postura crítica, ao comentar o bem jurídico protegido
no Título VIII do Código penal espanhol, MUÑOZ CONDE assinala que “isto não significa
que seja a ‘moral sexual’ o bel bem jurídico protegido nesta matéria. E mais, qualquer
intento de converter a ‘moral sexual’ como tal, sem identificar os concretos bens jurídicos
que podem ser especificamente questionados nos respectivos tipos delitivos, em um bem
jurídico protegido autônomo, implica no perigo de converter o Direito penal nesta matéria
em um instrumento ideológico mais próprio da Inquisição que de um moderno Estado
pluralista e democrático”84.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal : parte especial… . Op. cit. P231. En este sentido, porque
el Convenio adoptara conductas demasiado alejadas de la lesión o puesta en peligro del bien jurídico
protegido, no tardaron críticas ya como resalta MORALES GARCÍA, Óscar, “la constatación del incremento de
la difusión de pornografía infantil en las redes telemáticas fue la excusa para la moralización de las tendencias
sexuales con ocasión del fenómeno Internet extendiendo el concepto pornografía y el de su atributo, infantil,
hasta estadios previos completamente alejados de la libertad o la difusa indemnidad sexual y próximos a
concepciones preñadas de carga moral sobre las tendencias sexuales, alcanzando así la criminalización de
la posesión para el consumo personal o la difusión de pornografía pseudo-infantil. In: MORALES
GARCIA, Oscar. Apuntes de política criminal en el contexto tecnológico; una aproximación a la convención
del Consejo de Europa sobre Cyber-crime”. Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, n.9, p. 24,2002.
83
Neste último caso, inclusive já tinham proteção no Título X, Dos delitos contra a intimidade, o direito à
própria imagem…, do Código penal.
84
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p. 196. Também ROXIN manifestase contra que a mera ilicitude moral justifique uma disposição penal, ao comentar a evolução do Código
penal alemão, afirma “no entanto, não é um bem jurídico, a “moralidade” (Sittlichkeit), não se protege
jurídico-penalmente, de modo que, consequentemente, ficaram isentos de pena comportamentos então
imorais, como a homossexualidade entre adultos, o adultério, a zoofilia e outros ilícitos morais”. ROXIN,
Claus. ¿Es la protección de bienes jurídicos una finalidad del Derecho penal? In: HEFENDEHL, Roland. La
teoría del bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático?
Madrid: Marcial Pons, 2007. p. 444.
82
186
FAE Centro Universitário
Parece que o legislador mudou a defesa dos bens jurídicos próprios para quiçá
assumir a defesa de funções um tanto questionáveis como a proteção da infância e a
diminuição ou extinção do material pornográfico infantil, buscando perseguir o ‘pedófilo’
não por suas condutas, senão pelo que ‘é’. Neste caso, como parece claro, não se confunde
com as clássicas funções de repressão e prevenção que inspiram o Direito penal, e que
tampouco podem substituir-se ao bem jurídico nas tarefas relativas à lei penal85.
Com efeito, esta pseudofunção do Estado em diminuir a pornografia infantil,
travestida no suposto bem jurídico ‘moral sexual coletiva’ é mais do que duvidosa
quando a iniciação sexual na Espanha se situa hoje em torno de 14-15 anos, sem que isso
cause catástrofe alguma e siga tendo sentido proteger uma suposta indenidade sexual,
neste e em outros preceitos, de pessoas de 17 anos ou mais. Entrar nestes motivos de
criminalização exigiria, em uma aproximação político-criminal, indagar porque há tal
obsessão em perseguir comportamentos sexuais de pessoas menores, apelando a uma
suposta proteção de sujeitos que, com caráter general, não necessitam. Nesta linha, parece
que ao final encontraria o ponto de vista político-criminal que se adota não é abstrato,
senão claramente concreto: é o dos adultos e, em particular, o controle dos pais sobre o
corpo de seus filhos…86.
Retornando ao ponto principal, o Estado espanhol deve compatibilizar os tratados,
convênios, decisões marco em que tome parte com os princípios gerais de Direito
penal, próprios de um Estado Democrático de Direito – como a intervenção mínima,
subsidiariedade, legalidade estrita e a proteção de bens jurídico-penais, mediante a expressa
exigência de lesão ou colocação em perigo dos mesmos em cada uma das condutas que
se vá reprimir penalmente.
Ademais de muitas reformas legislativas, deve-se criticar o legislador espanhol que
se mostrou equivocado em sua política criminal, na forma e conteúdo, porque optou por
tipos penais demasiado amplos, equiparando condutas relativas à hipóteses de tentativa a
delitos consumados e de participação à autoria como já destacado; outros desnecessários
Todavia, equivocado, pois, “se tomamos a ordem jurídico-penal sobre o pressuposto de garantia, a incriminação
de uma conduta somente deve ter por objeto jurídico o que possa surgir de um ente real estável – a pessoa
humana – e não de uma função, sendo inválidas as normas que assim o tratem. A distinção entre função e
bem jurídico é, pois, essencial a um Direito penal democrático”. Também equivocada esta opção porque “no
setor do injusto, por isso mesmo, as funções não podem ser encontradas como pressupostos indeclináveis da
incriminação dos objetos de proteção, porque carecem de substância e não se podem submeter a qualquer
exame, ou demonstração empírica, de que hajam sido lesionadas ou postas em perigo”. Conforme TAVARES,
Juarez E. X. . Op. cit. p. 53-65.
86
ROXIN, Claus. Importante a advertência de que “a lei, como tal – e, portanto, também o Código Penal-,
‘não é instrumento de configuração social, senão somente um meio para a elaboração e ordenação da
coexistência das liberdades”. Política… Op. cit. p.42.
85
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
187
porque estão completamente desvinculados ou quando menos muito distantes da tutela
efetiva de bens jurídicos, como sucede com os delitos de mera posse de pornografia infantil
e a produção de pornografia virtual.
Neste sentido, deve-se destacar, uma vez mais, que o regulador europeu no Convênio de Budapeste (artigo 9º, parágrafo 4º) e na Decisão Marco (artigo 3.2) ‘deixou a porta
entreaberta’, pois permitiu aos Estados excluir a sanção penal de determinados casos, especialmente os mais criticados. Portanto, o legislador espanhol não estava obrigado a criar tipos
penais tão questionáveis, senão teria espaço e condições de seguir o caminho contrário, este
sim em conformidade com o Direito penal do Estado Democrático de Direito87.
Com efeito, parece que a história se repete e voltamos ao lugar comum, porque
a necessidade de escolher o bem jurídico como objeto obrigatório de tutela penal, ainda
quando indicado por normativas internacionais88, não transforma o Direito penal em
algo diverso como as duas velocidades sugeridas por SILVA SANCHEZ89. Senão é certo
que deverá seguir como Direito penal respeitoso dos princípios de intervenção mínima,
subsidiariedade, legalidade estrita, sempre com decisões valorativas político-criminais
vinculadas a defesa dos ataques mais graves aos bens jurídicos importantes e determinados90.
Mesmo diante dos objetivos da internacionalização e harmonização, não se admite a
negação do Direito penal mínimo, razoável do Estado Democrático de Direito, com limites
de intervenção nos direitos fundamentais do indivíduo.
Finalmente, a atuação do Direito penal democrático em um Estado de direito
frente à pornografia infantil, impõe de lege lata “uma interpretação restritiva que atualize
a função de carta magna do Direito penal e sua ‘natureza fragmentária’ e que alcance
conceitualmente somente o âmbito de punibilidade que seja indispensável para a proteção
do bem jurídico”91 e de lege ferenda a adoção pelo legislador dos recortes facultados pelo
regulador europeu, especialmente a supressão do delito de posse de pornografia infantil
para uso próprio e do delito de pseudo-pornografia ou pornografia simulada.
RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio. Op.cit. p. 118.
Situação semelhante ocorre com outros ramos do direito como o do meio ambiental.
89
SILVA SÁNCHEZ, Jesús Maria. Obra citada.
90
ROXIN, Claus. Política… Op. cit. p. 49.
91
ROXIN, Claus. Política… Op. cit. p. 73.
87
88
188
FAE Centro Universitário
5CONCLUSÕES
A sociedade atual apresenta rápidas mudanças no comércio e indústria e também
grande desenvolvimento na ciência, meios tecnológicos e de informação, o que relativiza
as fronteiras e a caracteriza como globalizada. Mas grandes avanços vêm acompanhados
de grandes riscos como contaminações do meio ambiente, crises econômicas mundiais,
terrorismo e organizações criminosas transnacionais, o que sugere a necessidade de um
moderno Direito penal. Entre estes novos temas que reclamam a atuação do Direito penal,
destacam os referidos aos cibercrimes e especialmente os delitos de pornografia infantil,
por sua grande incidência e importância dos bens jurídicos ameaçados.
Partindo do reconhecimento dos direitos dos infantes por diversos textos internacionais
e especialmente objetivos de cooperação entre Estados e harmonização das legislações
nacionais para enfrentar a crescente pornografia infantil, foi aprovado o Anexo II do Protocolo
facultativo da Convenção sobre direitos das crianças da Assembleia Geral das Nações Unidas;
também na União Europeia, o Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste,
2001); e a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu que estabeleceram alguns
conceitos básicos quanto ao tema, também os delitos e penas que deveriam ser adotados.
Mas também as referidas normativas trariam algumas opções de reservas para os legisladores
dos Estados membros, especialmente nos temas mais polêmicos.
Depois de algumas reformas legislativas, o Código espanhol adotou, sem muitas
reservas, os delitos sugeridos pelas normativas internacionais, em alguns casos de forma ampla
e utilizando a descrição de condutas alternativas, que inclusive geraram impropriedades
dogmáticas como a equiparação de casos de tentativa aos delitos consumados e participação
aos de autoria. Sem embargo, o problema mais grave nesta matéria continua sendo o que
deriva da tipificação penal de algumas figuras delitivas.
Neste sentido, há que ressaltar que partindo de um Direito penal democrático e
garantista, que pretende limitar o poder punitivo do Estado e proteger bens jurídicos sociais
imprescindíveis, deve-se analisar criticamente os tipos penais relativos à pornografia infantil,
especialmente os mais duvidosos. Foi precisamente esta análise que leva a entender que a
posse de pornografia infantil e a pornografia simulada ou pseudopornografia não tutelam
a liberdade ou indenidade sexual. Em realidade, estas condutas delitivas apresentam uma
afetação mais que duvidosa, para não dizer praticamente inexistente com respeito a estes
bens jurídicos ou com respeito a qualquer outro, o que deveria haver levado o legislador
espanhol a fazer uso da possibilidade de reserva realizada pelo regulador europeu com
respeito a tais delitos, e, por conseguinte, haveria permitido não ter que adotá-los em seu
ordenamento jurídico.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
189
REFERÊNCIAS
ABOSO, Gustavo Eduardo; ZAPATA, María Florencia. Cibercriminalidad y derecho penal:
la información y los sistemas informáticos como nuevo paradigma del Derecho penal; análisis
doctrinario, jurisprudencial y su derecho comparado sobre los denominados delitos informáticos.
Buenos Aires: Editorial B y F, 2006.
ALONSO PÉREZ, Francisco. Los nuevos delitos de exhibicionismo y pornografía infantil. La Ley:
revista jurídica española de doctrina, jurisprudencia y bibliografía. n .6 , p. 1544-1546, 2001
BECK, Ulrich¿Qué es la globalización? Barcelona: Paidós Ibérica, 2007.
______ . La sociedad del riesgo. Barcelona: Paidós Ibérica, 2002.
CORCOY BIDASOLO, Mirentxu. Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-penales
supraindividuales. Valencia: Tirant lo Blanch, 1999.
CRUZ DE PABLO, José Antonio. Derecho penal y nuevas tecnologías: aspectos substantivos.
Madrid: Difusión Jurídica y Temas de Actualidad, Madrid, 2006.
DÍAZ Y GARCÍA CONLLEDO, Miguel. Delitos contra la liberdad sexual: ?libertad sexual o
moral sexual? nuevas tendencias en política criminal. Buenos Aires: Editorial B y F, 2006.
DÍEZ RIPOLLÉS, José Luis. El objeto de protección del nuevo derecho penal sexual: delitos
contra la libertad sexual. Madrid: Consejo General del Poder Judicial, 1999, p.217-259.
________. La racionalidad de las leyes penales. Madrid: Trotta, 2003.
ESER, Albin. Hacia un derecho penal mundial. Granada: Comares, 2009.
ESQUINAS VALVERDE, Patricia. El tipo de mera posesión de pornografía infantil en el código
penal español (art. 189.2): razones para su destipificación. Revista de derecho penal y
criminología, n. p. 171-228, 2006.
FERNÁNDEZ TORUELO, Javier Gustavo. Cibercrimen: los delitos cometidos a través de Internet
- estafas, distribución de pornografía infantil, atentados contra la propriedad intelectual, daños
informáticos, delitos contra la intimidad y otros delitos en la Red. Oviedo: Constitutio Criminalis
Carolina, 2007.
_____ . La sanción penal de la llamada distribución de pornografía infantil a través de Internet y
otras modalidades afines tras la reforma 15/2003. BUENO ARÚS, Francisco et al. (Dir.) Derecho
penal y criminología como fundamento de la política: estudios en homenaje al profesor
Alfonso Serrano Gómez. Madrid: Dykinson, 2006. p. 703-725.
FERRAJOLI, Luigi. Como referencia al modelo garantista clásico. In: ______. Derecho y razón:
teoría del galantismo penal. Madrid: Trotta, Madrid, 2006.
FIGUEIREDO DIAS, Jorge. Temas básicos da doctrina penal. Coimbra: Coimbra Editora, 2001.
GALÁN MUÑOZ, Alfonso. Expansión e intensificación del derecho penal de las nuevas
tecnologías: una análisis critico de las últimas reformas legislativas em materia de criminalidad
informática. Revista Derecho y Processo Penal, n. 15, 2006.
GARCÍA VALDÉS, Carlos. Acerca del delito de pornografía infantil. In: TOLEDO Y UBIETO,
190
FAE Centro Universitário
Emílio Octavio; GURDIEL SIERRA , Manuel; CORTÉS BECHIARELLI, Emilio (Coord.). Estudios
penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004.
GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. Prólogo. In: _______. Código penal. 15. ed. actual. Madrid:
Tecnos, 2009
GOMES, L. F. Globalización y derecho penal. In: DIEZ RIPOLLÉS, José Luis et al. (Ed.). La
ciencia del derecho penal ante el nuevo siglo. Libro homenaje al profesor doctor don José
Cerezo Mir. Madrid: Tecnos, 2002.
GÓMEZ TOMILLO, Manuel. Responsabilidad penal y civil por delitos cometidos a través de
internet: especial consideración del caso de los proveedores de contenidos, servicios, aceso y
enlaces. Navarra: Thomson Aranzadi, 2004.
GONZÁLES RUS, Juan José. Los ilícitos en la red (I): hackers, crackers, cyberpunks, sniffers,
denegación de servicio y otros comportamientos semejantes. In: ROMEO CASABONA, Carlos
María (Coord.) . El cibercrimen: nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas políticocriminales. Granada: Comares, 2006. p. 241 y ss.
GRACIA MARTÍN, Luis. La ciencia del derecho penal ante el nuevo siglo: libro en homenaje al
Profesor Doctor Don José Cerezo Mir. Madrid: Tecnos, 2002. p.359
______. Prolegómenos para la lucha por la modernización y expansión del derecho penal y
para la crítica del discurso de resistencia. Valencia: Tirant lo Blanch, 2003.
GUISADO MORENO, Angela. El consumo de pornografía infantil en internet: el lado oscuro de
la red. Revista de la contratación electrónica, n. 81, p. 3-45, 2007.
HASSEMER, Winfried. Persona, mundo y responsabilidad: bases para una teoría de la
imputación en derecho penal. Valencia: Tirant lo Blanch, 1999.
______. ¿Puede haber delitos que no afecten a un bien jurídico penal? In: La teoría del bien
jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático?
Madrid: Marcial Pons, 2007. p. 103.
LEZERTUA, Manuel. El proyecto de convenio sobre el cybercrimen del Consejo de Europa:
Internet y Derecho penal. Madrid: Consejo General del Poder Judicial , 2002. P.15 ss.
MANES, Vittorio. La incidencia de las ‘Decisiones Marco’ en la interpretación en material
penal: perfiles de derecho substantivo”. Traducción de María Elena Torres Fernández. Revista
Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. Disponível em: <http://criminet.ugr.es/recpc/09/
recpc09.html> . Acesso em 17 maio 2010
MARCOS MARTÍN, Teresa. Pornografia infantil em Internet: los derechos del niño y su protección
internacional. In: RAVETLLAT BALLESTÉ, Isaac; VILLAGRASA ALCAIDE, Carlos (Coord.) . Los
derechos de la infancia y de la adolescencia. Barcelona: Ariel, 2006. p. 314-334
MATA Y MARTÍN, Ricardo M. Delincuencia informática y derecho penal. Madrid: Edisofer , 2001.
MATALLANES RODRÍGUEZ, N. Vías para la tipificación del acceso ilegal a los sistemas
informáticos (I). Revista Penal, n. 22, p. 55-68, 2008.
____Algunas notas sobre las formas de delincuencia informática en el código penal. In: DIEGO
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
191
DÍAZ-SANTOS, Maria. R.; SÁNCHEZ LÓPEZ, V. (Coord.) Hacia un derecho penal sin
fronteras. Madrid: Colex. 2000. p. 129-147.
MENDOZA BUERGO, Blanca. El derecho penal en la sociedad del riesgo. Madrid: Civitas, 2001.
MIR PUIG, Santiago. Constituición, derecho penal y globalización: nuevas tendencias en
política criminal. Buenos Aires; Editorial B de F, 2006.
MORALES GARCIA, Óscar. Apuntes de política criminal en el contexto tecnológico. Una
aproximación a la convención del Consejo de Europa sobre Ciber-crime. Cuadernos de
Derecho Judicial, Madrid, 2002. p. 13-33.
MORALES PRATS, Fermín. El derecho penal ante la pornografía infantil en Internet. In: MORALES
PRATS, Firmin; MORALES GARCÍA, Óscar (Coord.). Contenidos ilícitos y responsabilidad de los
prestadores de servicios de Internet. Cizur Menor, Navarra: Aranzadi, 2002.
____ Los ilícitos en la red (II): pornografía infantil y ciberterrorismo. In: ROMEO CASABONA,
Carlos María (Coord.) . El cibercrimen: nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas políticocriminales. Granada: Comares, 2006. p. 271 ss.
____ . La intervención penal en la red. La represión penal del tráfico de pornografía infantil:
estudio particular .In: ZÚÑIGA RODRÍGUEZ, Laura; MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Cristina; DIEGO
DÍAZ-SANTOS, María Rosario. Derecho penal, sociedad y nuevas tecnologías. Madrid: Colex,
2001. p. 111-133.
MORALES PRATS, Fermín (Coord). Comentarios al código penal: parte especial (Artículos 138 a
318). 5. ed. Cizur Menor, Navarra: Thomson Aranzadi, 2008. v. 2
MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. los delitos de Análisis dogmático y criminológico
de pornografía infantil: especial consideración de las modalidades comisivas relacionadas con
internet. Madrid: Dykinson, 2005.
_____ . Los delitos de pornografía infantil en el derecho comparado. Cuadernos de Política
Criminal, n. 84, p. 31-80, 2004.
MORÓN LERMA, E. Internet y derecho penal: hacking’ y otras conductas ilícitas en la red.
Pamplona: Aranzadi, 2002.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial. 17. ed. rev. y puesta al día.
Valencia: Tirant lo Blanch, 2009.
MUÑOZ CONDE, Francisco ; GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho penal: parte general. 7. ed.
Rev. y puesta al día. Valencia: Tirant lo Blanch, 2007.
NAVARRO DOLMESTCH, Roberto. Reconfiguración’ del sistema de fuentes del Derecho penal
y ‘amenaza de crisis’ del principio de legalidad: la incorporación del derecho internacional
convencional y del fenómeno de la globalización. In: FARALDO CABANA, Patricia (Dir.).Nuevos
retos del derecho penal en la era de la globalización. Valencia; Tirant lo Blanch, 2004. p. 150 e ss.
ORTS BERENGUER, Enrico; ROIG TORRES, M. Delitos informáticos y delitos comunes
cometidos a través de la informática. Valencia: Tirant lo Blanch. 21001. (Colección delitos).
ORTS BERENGUER, Enrico et al. Derecho penal: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004.
PALOMINO MARTÍN, José María. Derecho penal y nuevas tecnologías: hacia un sistema
192
FAE Centro Universitário
informático para la aplicación del derecho penal. Valencia: Tirant lo Blanch, 2006.
PICOTTI, Lorenzo. Internet y Derecho Penal: ¿un empujón únicamente tecnológico a la
armonización internacional? In: ROMEO CASABONA, Carlos María (Coord.). El cibercrimen:
nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas político-criminales. Granada: Comares, 2006.
p. 325 y ss.
RAMOS VÁZQUEZ, José Antonio. Del otro lado del espejo: reflexiones desordenadas acerca del
derecho penal en la sociedad actual. In : FARALDO CABANA, Patricia (Dir.).Nuevos retos del
derecho penal en la era de la globalización. Valencia; Tirant lo Blanch, 2004.
REDONDO HERMIDA, Alvaro Gabriel. El delito de difusión de pornografía infantil por internet.
Diario La Ley, n. 6591, p.1-5, 2006
RODRÍGUEZ GÓMEZ, Carmen. Criminalidad y sistemas informáticos: el sistema penal frente
a los retos de la nueva sociedad. Madrid: Colex, 2003. p. 139-162.
ROJO GARCÍA, Juan Carlos. La realidad de la pornografía infantil en internet. Revista de
Derecho Penal y Criminología, n. 8, p. 211-254, 2002.
ROMEO CASABONA, Carlos María. De los delitos informáticos al cibercrimen. Una
aproximación conceptual y político-criminal. In: ROMEO CASABONA, Carlos María (Coord.).
El cibercrimen: nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas político-criminales. Granada:
Comares, 2006. p.1 ss.
ROSENDE EDUARDO E. Derecho penal e informática: especial referencia a las amenazas
lógico informáticas. Buenos Aires: Fabian J. Di Plácido, 2007.
ROXIN, Claus. Política criminal y sistema de derecho penal. Traducción e introducción de
Francisco Muñoz Conde. 2. ed., 2. reimpr. Buenos Aires: Hammurabi, 2006.
____ ¿Es la protección de bienes jurídicos una finalidad del Derecho penal? In: HEFENDEHL,
Roland. La teoría del bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de
abolorios dogmático? Madrid: Marcial Pons, 2007. p. 444.
SANZ MULAS, Nieves. Pornografía en Internet. Revista Penal, n. 23, p. 181-202, enero 2009.
SATZGER, Helmut. La internacionalización del Derecho penal como reto para el principio de
determinación penal. Revista Penal, n. 21, p. 139-147, enero 2008.
SIEBER, U. Límites del derecho penal. Revista Penal, n. 22, 2008. p. 134-.
SILVA RODRIGUES, Benjamim. Direito penal: parte especial – direito penal informático-digital.
Coimbra: Coimbra Editora, 2009.
SILVA SÁNCHEZ, J. M. La expansión del derecho penal: aspectos de la política criminal en las
sociedades postindustriales. 2. ed. rev. y ampl. Madrid: Civitas, 2001.
TAMARIT SUMALLA, Josep Maria. y La protección penal del menor frente al abuso y
explotación sexual: análisis de las reformas penales de 1999 en materia de abusos sexuales,
prostitución y pornografía de menores. Navarra: Aranzadi, 2002.
TAVARES, Juarez E. X. Bien jurídico y función en derecho penal. Buenos Aires: Hammurabi, 2004.
UBEDA DE LOS COBOS, Julio José. La persecución de la pornografía infantil: problemas
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011.
193
relacionados con su distribuición por internet. La Ley penal: revista de derecho penal, procesal y
penitenciario, n. 37, p. 67-90, 2007.
VOGE, J. La internacionalización del derecho penal. Revista Penal, n. 22, p. 161-167, 2008.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Apuntes sobre el pensamiento penal en el tiempo. Buenos Aires:
Hammurabi, 2007.
194
FAE Centro Universitário
A PRISÃO PREVENTIVA COMO ULTIMA RATIO DAS MEDIDAS
PROCESSUAIS
Andréia Soltoski*
RESUMO
O texto trata em demonstrar que se a prisão preventiva não for decretada apenas nos
casos estritamente necessários e somente após uma observância rigorosa dos requisitos
legais que a requer, a mesma se transforma em instrumento de injustiça e descontrole
social, finalidades antagônicas ao que realmente se objetiva no processo penal, sendo
necessária a previsão de medidas alternativas à sua aplicação para que o encarceramento
cautelar seja decretado somente em situações específicas e de extrema necessidade.
ABSTRACT
*
**
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
195
O processo penal é um instrumento público mediador, imparcial e objetivo, o qual
ultrapassa o fim subjetivo das partes, capaz de ajustar interesses contrapostos, mas que
em última instância devem possuir objetivo comum: a busca da verdade para realização
da justiça1-2.
Em nome da realização da justiça, em busca da verdade, há um aparato jurisdicional
em função do processo, no que muitas vezes o Estado é obrigado a utilizar determinadas
medidas que acarretam prejuízos de diversas ordens na esfera de um cidadão. Dentre
estas medidas se compreende a prisão preventiva, da qual vamos nos ocupar, a qual, em
determinadas circunstâncias, se apresenta imprescindível para o deslinde do processo.
São pacíficas na doutrina e na jurisprudência as considerações acerca dos malefícios
decorrentes da prisão preventiva, do mesmo modo é pacífica a ideia de que a mesma é
necessária ao processo penal.
O processo penal deve ser o mecanismo através do qual se tutela pela liberdade
jurídica de um acusado. Antes mesmo de se apresentar como via adequada de aplicação
de uma pena, deve se apresentar como um instrumento de garantia da liberdade e do
status dignitatis.
O problema capital da nossa época continua a ser conciliar a exigência da sociedade
com a liberdade individual3. Infelizmente, grande parte da sociedade ainda tem em
mente que o único remédio para as atrocidades do mundo do crime é o encarceramento,
consequentemente a prisão preventiva vem sendo utilizada como arma no combate à
criminalidade. É correto que cabe ao Estado a repressão da criminalidade, da forma mais
eficiente possível, contudo, dentro dos limites em que o permita a justiça, sem nenhuma
espécie de favoritismo.
Quando surge um suspeito em determinado processo, este fica à mercê do
julgamento feito pelo Estado, e mais, fica à mercê das provas e dos meios de que a justiça
Nessa esteira, as 3 (três) finalidades básicas do processo penal se resumem em: realizar a justiça, proteger
os direitos fundamentais dos cidadãos perante os Estados e restabelecer a paz jurídica.
2
Os direitos fundamentais pertencem a todos os cidadãos conviventes em comunidade, independentemente
da classe social em que se inserem. Contudo, quando os seus direitos fundamentais são violados de alguma
maneira, tendo como consequência uma infração, por ter-lhe sido vitimado um bem penal juridicamente
protegido, nasce com esse fato o suspeito de um crime, o acusado, que deverá ser submetido ao processo
penal e, com isso, se dá um deslocamento dos direitos fundamentais dos cidadãos, e das vítimas do suposto
crime, que já tiveram seus direitos violados, para os agentes do delito. E, é aqui que se deve buscar o tão
aclamado equilíbrio processual. Cf.: MOURA. José Souto de. A protecção dos direitos fundamentais em
processo penal. In: CONGRESSO DE PROCESSO PENAL, 1., 2004. Lisboa. I congresso de processo penal,
Coordenação de:. Manuel Monteiro Guedes Valente. Coimbra : Almedina, 2005.
3
Cf.: ABREU, José Vasconcelos. Para o enquadramento do instituto da prisão preventiva. Revista da Ordem dos
Advogados, Lisboa, v. 25,p. 135, 4 trim, 1965, citando André Malraux, em discurso pronunciado na Acrópole.
1
196
FAE Centro Universitário
se utiliza para colhê-las, restando-lhe acreditar na imparcialidade do julgador, para que
realmente seja cumprido o objetivo de justiça. Daí a importância do estudo e de um amparo
legal eficiente quando o tema é a prisão cautelar, nomeadamente a prisão preventiva,
antes do trânsito em julgado da sentença criminal condenatória ou absolutória. Referimonos ao exato momento quando os direitos fundamentais saem do plano abstrato, onde
são garantidos a todos de maneira universal, para se efetivar em concreto nos direitos
assegurados a um acusado dentro de um processo penal, sopesando o fato desse acusado
se encontrar preso preventivamente4.
Segundo Jorge de Figueiredo Dias:
O processo penal constitui um dos lugares por excelência em que se há de encontrar
a solução do conflito entre as exigências comunitárias e a liberdade de realização da
personalidade individual. Aquelas podem postular, em verdade, uma «agressão» na
esfera desta; agressão a que não falta a utilização de meios coercitivos (prisão preventiva,
exames, buscas, apreensões) e que mais difícil se torna de justificar e se suportar por se
dirigir, não a criminosos convictos, mas a meros «suspeitos» – tantas vezes inocentes5.
1
OS PREJUÍZOS DA CUSTÓDIA PREVENTIVA
O fato de estar submetido a um processo criminal, aos meandros de uma
investigação, por si só caracteriza um constrangimento6. Estar sujeito a um processo criminal,
inocente ou culpado, é algo insuportável, principalmente se esse processo for enfrentado
“atrás das grades”. Podemos pesar, ainda, o fato de esse sujeito ser inocente e ter de
esperar uma sentença penal que o condene ou absolva. O grande aparelho jurisdicional,
Importante salientar que foi nesse contexto de proteção aos direitos fundamentais que nasceu a Declaração
dos Direitos do Homem e do Cidadão, quando surgiu a primeira reação normativa contra o processo penal
de estrutura inquisitória, vindo a ser reconhecida ao acusado uma posição processual, deixando este de
ser considerado objeto do processo, para sucessivamente fazer parte deste, vindo a poder exercer alguma
influência ativa na formação da convicção do julgador, na tentativa de propiciar a realização da justiça, através
de uma decisão mais equitativa. Tal declaração serviu como influência a Códigos Penais de acepção mais
liberal. Destacou-se, também, no desenvolvimento dos direitos fundamentais dos cidadãos, a Convenção
Européia para a Salvaguarda dos Direitos do Homem e das Liberdades Fundamentais e O Pacto Internacional
dos Direitos Civis e Políticos.
5
Cf.: DIAS, Jorge de Figueiredo. Direito processual penal. Coimbra: Coimbra Editora, 1984. v.1, p. 59.
6
Como assevera Sérgio Marcos de Moraes Pitombo: «O processo penal, de índole condenatória, emerge
sancionatório, pouco importando-lhe o resultado. O imputado sofre o processo. Suporta-lhe e para sempre
os efeitos sociais, ainda que termine absolvido. Os muitas vezes relapsos – até eles - padecem o processo,
o seu ritual e longo andamento: transporte, algemas, espera, interrogatório, audiência de instrução e mais
aparatos da Justiça Penal. A função simbólica do processo de conhecimento, de natureza condenatória,
traz-lhe, também, a marca da infâmia».PITOMBO, Sérgio Marcos de Moraes. Inquérito policial: exercício
do direito de defesa. Boletim IBCCRIM, n. 83, p. 14, out. 1999.
4
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
197
em função do processo, não garante que o acusado, mesmo inocente, sairá incólume
perante uma sentença absolutória.
Restringir a liberdade, direito fundamental amplamente assegurado nas Cartas
Constitucionais, mesmo quando se apresentam todos os indícios e requisitos suficientes para
que lhe seja feito, já é um grande mal, mais ainda, restringir a liberdade sem as cautelas
legais necessárias é inconcebível.
Mesmo considerada por muitos doutrinadores como um mal necessário7, por vezes
se faz imperiosa a decretação da prisão preventiva quando há dificuldade em se encontrar
a «verdade», que surge, em determinadas ocasiões, demonstrando a inocência apenas
posteriormente à sua decretação, quando todos os malefícios do cárcere já foram lançados.
Antes de uma decisão definitiva, a prisão somente pode ocorrer sob o pretexto da
necessidade, uma vez que ao se limitar a liberdade de um cidadão, faz pairar sobre ele a
presunção da prática do crime e gera à sua família custas, prejuízos e sacrifícios, sem falar
no desgosto e infâmia social que inevitavelmente se apresentam sobre eles. A custódia
preventiva apresenta graves problemas como a separação brusca da profissão, do convívio
em sociedade, de modo a produzir sérios danos econômicos, morais e sociais. A prisão
preventiva gera riscos, tais como: a) um grave perigo de contágio criminal ao inocente,
através do convívio com os presos efetivamente condenados; b) a superlotação do sistema
carcerário, devido à escassez de meios necessários para separar adequadamente os presos
preventivos do resto da população reclusa; c) não desempenhar os objetivos propostos e
rejeitar a sua verdadeira função de instrumento do processo; d) quase sempre não cumprir
rigorosamente com os prazos previstos; e e) demonstrar-se tão infamante quanto à própria
pena, muitas vezes, na configuração antecipada desta.
José Miguel Júdice8 afirma com clareza que «muitos podem entrar inocentes nas
prisões, mas delas poucos conseguem sair inocentes; a opinião pública condena sumariamente
quem foi detido e a hipotética absolvição não resolve nada; as vidas dos detidos ficam
destruídas ou afectadas muito gravemente sem nenhuma compensação adequada».
Para aplicação de uma custódia preventiva é necessária, além da indispensável
adequação entre a fundamentação da prisão com o estado de inocência atribuído ao
acusado durante todo o processo, uma série de precauções por meio das quais sejam
minimizadas suas implicações.
Nesse sentido leia-se: TOURINHO FILHO, Fernando da Costa. Processo penal. São Paulo: Javoli, 1977. v.3,
p. 320 e GASPAR, Antonio Henrique. Tribunal Europeu dos Direitos do Homem (direito penal e processo
penal) . Revista Portuguesa de Ciências Criminais, v. 7, n. 4, p. 658, out/dez 1997.
8
JÚDICE, José Miguel. Prisão preventiva: um cancro que envergonha. Revista da Ordem dos Advogados,
Lisboa, v. 64.p. 42, 2004.
7
198
FAE Centro Universitário
2
NECESSÁRIAS PRECAUÇÕES A SEREM OBSERVADAS QUANDO DA
APLICAÇÃO DA PRISÃO PREVENTIVA
Para que uma prisão preventiva seja decretada, privando da liberdade alguém que
ainda não foi devidamente julgado, se faz indispensável a exigência de algumas cautelas
para que as finalidades almejadas com o encarceramento não se percam.
Após a rigorosa observância dos requisitos que a requer, a prisão cautelar deve ser
claramente motivada, apoiada em fatos concretos, que constituam grandes probabilidades
e não meras presunções; as circunstâncias devem revelar a probabilidade de procedência
do juízo formulado, devendo a necessidade da custódia ser demonstrada com segurança,
com a indicação de dados constantes do processo, dos quais se possa deduzir legitimamente
a necessidade da medida, sob pena de se consubstanciar em punição antecipada.
Ao ter em vista a gravidade da medida e a necessidade de sua decretação para
um natural e adequado deslinde da causa, de modo a evitar prisões arbitrárias, todos
os atos que submetem o acusado a uma prisão preventiva, devem estar devidamente
fundamentados. Não se pode conceber que seja a liberdade física de um cidadão cerceada
sem que a autoridade judiciária competente consigne as razões e os motivos decisivos
do seu ato. Não se pode abandonar a liberdade aos arbítrios e a morosidade da justiça;
o acusado não pode restar prejudicado, em qualquer fase do inquérito ou do processo.
Dessa forma, a privação da liberdade não pode ser levianamente consentida, para tanto
se exige a demonstração dos motivos de fato e de direito que ensejaram tal atitude.
Não estando o juiz subjetivamente convencido da autoria do delito e não estando
devidamente preenchidos e fundamentados os pressupostos e requisitos legais para a
autorização da custódia preventiva, não deve a mesma vir a ser decretada.
Não obstante, o despacho que defere a prisão preventiva não pode ser instruído
tão sublimemente como se exige para o caso de uma sentença definitiva, por não constar
no processo elementos suficientes para tanto. Nessa esteira se posiciona Gomes Neto9:
«É claro que nenhum despacho de prisão preventiva, decretando-a ou não, pode ser tão
simples como um mero despacho ordinário dado a relevância do assunto», entretanto,
segue o autor, «Também não pode ser uma sentença, absolutamente afirmativa e completa
em seus elementos, abrangendo todas as questões de fato e de direito contidas no
processo. O prejulgamento é inadmissível e o juiz é obrigado até mesmo a não emitir
opinião ou parecer sobre assunto ainda sujeito a decisão sua». Primeiramente, porque
GOMES NETO, F.A. A Prisão preventiva «obrigatória. Separata de: Jurídica, Rio de Janeiro: Instituto do Açúcar
e do Álcool, p.9, 1973.
9
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
199
equivocadamente estaria emitindo um juízo pessoal de valor, o que não lhe é permitido,
a julgar antecipadamente a causa com base em sua opinião sobre os fatos; e segundo,
porque, mais uma vez equivocado, com base em tal opinião, estaria por aplicar uma pena
antecipada ao acusado.
A fundamentação do despacho, por um lado, permite o controle da atividade
jurisdicional e, por outro, serve para convencer a sua correção e justiça. A exigência de
fundamentação atua também como meio de autocontrole do próprio juiz, pela necessidade
de justificar a ocorrência das condições legais de aplicação da medida10. Assim uma das
finalidades ocultas da fundamentação, ao lado das garantias de defesa do acusado, é de
que o juiz para decretar a custódia preventiva, efetivamente examine os autos e a autorize
dentro dos ditames e limites da lei, pois se trata de uma privação da liberdade de um
cidadão através do encarceramento, com males incontáveis e irreparáveis ao submetido.
Posteriormente, como medida ad cautela, necessária se faz a separação dos presos
já condenados daqueles que se encontram preventivamente presos. Sendo asseguradas
a ambas as espécies de reclusos, a não submissão a qualquer forma de tratamento
desumano ou degradante, sendo-lhes garantidos alimento, segurança e higiene, enquanto
se encontram a disposição do Estado.
Um dos maiores males da política penal é justamente a deficiência do sistema
em separar os presos preventivos dos efetivamente condenados. Daí decorre um dos
maiores problemas do sistema prisional, ou seja, a da superlotação carcerária, com graves
consequências para os submetidos.
O Primeiro Congresso das Nações Unidas sobre a Prevenção do Crime e o
Tratamento dos Delinquentes, realizado em Genebra em 1955, e aprovado pelo Conselho
Econômico e Social das Nações Unidas através das suas resoluções 663 C (XXIV), de 31 de
Julho de 1957 e 2076 (LXII), de 13 de Maio de 1977; Resolução 663 C (XXIV) do Conselho
Econômico e Social trataram das regras mínimas para o tratamento dos reclusos, quando
na época já decidiram pela regular separação entre os presos preventivos daqueles sobre
os quais já pesa uma efetiva sentença de condenação11.
As prisões, cada dia mais, se transformam em depósito de seres humanos, excluídos
da sociedade, autênticas escolas do crime, que não cumprem com seus reais objetivos e
distorcem por completo seus resultados, sendo de extrema importância a efetiva separação
dos presos, para que inocentes não restem injustiçados, e além de todos os males, não
fiquem amedrontados pelo sistema.
SILVA. Germano Marques da. Curso de processo penal II. Lisboa: Verbo, 1993. p. 224.
10
200
FAE Centro Universitário
A separação dos presos não deveria se dar apenas no que toca aos preventivos e
condenados, mas antes, deveria ser consoante a espécie de crime praticado, a gravidade
deste e o grau de periculosidade do acusado. Nesse sentido é a disposição do artigo 313
do Código Procesal Penal de la Nacion Argentina: «Se dispondrá su separación por razones
de sexo, edad, educación, antecedentes y naturaleza del delito que se les atribuye».
No mesmo sentido é a disposição do artigo 521 da Ley de Enjuiciamiento criminal
da Espanha: «Los detenidos estarán, a ser posible, separados los unos de los otros. Si la
separación no fuese posible, el Juez Instructor o Tribunal cuidará de que no se reúnan
personas de diferente sexo ni los co-reos en una misma prisión, y de que los jóvenes y los
no reincidentes se hallen separados de los de edad madura y de los reincidentes. Para esta
separación se tendrá en cuenta el grado de educación del detenido, su edad y la naturaleza
del delito que se le impute».
Entretanto, dita separação, muitas vezes, não passa de mera utopia, pois na prática
a realidade é bem diversa. Os sistemas dificilmente conseguem trabalhar com o grande
número de reclusos que lhe são entregues todos os dias.
Tal situação é incompatível com o princípio da presunção de inocência, o qual
deve ser analisado com prioridade quando o assunto é a prisão preventiva, devendo ser o
ponto de partida das normas que regulam essa matéria. As pessoas ainda não condenadas
pelo crime de que são objeto de acusação não podem possuir o mesmo tratamento das
que já foram efetivamente condenadas. Presumir inocência exige, no mínimo, que as
pessoas acusadas sejam submetidas a um tratamento diferenciado de acordo com a sua
qualidade de pessoas não condenadas. Faz-se, portanto, imprescindível tornar mais efetiva
e indispensável a separação entre presos provisórios dos já definitivamente condenados,
como forma de resguardar o submetido do convívio com estes e de preservar o sistema
no tratamento dispensado aos mesmos de maneira mais adequada. Teoricamente, as
legislações possuem excelentes regulamentações, o problema se encontra na aplicação
das mesmas e em sua eficiência.
Estabelece o Código de Processo Penal brasileiro, artigo 300 «sempre que possível, as pessoas presas
provisoriamente ficarão separadas das que já tiverem definitivamente condenadas». O Código Procesal Penal
de la Nación Argentina prevê em seu artigo 313: «los que fueren sometidos a prisión preventiva serán alojados
en establecimientos diferentes a los de los penados».
11
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
201
Outra medida que já é prevista pelos ordenamentos e que nos parece adequada
é o cômputo da pena cumprida em fase processual daquela que deverá ser cumprida em
caráter definitivo12.
Esse desconto da pena, previsto expressamente pelos ordenamentos jurídicos,
demonstra o reconhecimento pelos prejuízos causados pelo cárcere e a indistinção nesse
caso da prisão definitiva e da prisão processual. Germano Marques da Silva, nesse sentido
discorre: «Assim, o regime de execução da prisão preventiva, muito similar e muitas
vezes até mais grave do que da pena de prisão, deveria limitar-se apenas à realização
da função processual que lhe é inerente, não devendo nunca ser equiparado à pena
de prisão, nem sequer em seus aspectos práticos. Porventura pelo reconhecimento da
impossibilidade prática de se estabelecer um modo de execução adequado, diverso da
pena de prisão, é que a lei desconta o tempo de prisão preventiva na duração da pena de
prisão, reconhecendo de certo modo a sua identidade prática na execução, ainda que a
diversidade dos seus fins»13.
Para René Dotti14: «A detração visa impedir que o Estado abuse de poder-dever
de punir, sujeitando o responsável pelo fato punível a uma fração desnecessária da pena
sempre que houver a perda da liberdade ou a internação em etapas anteriores à sentença
condenatória».
Aproveitar-se o tempo de prisão processual àquele que definitivamente deverá
prestá-la posteriormente, partindo da premissa de que ninguém pode ser punido
duplamente pelo mesmo fato, se apresenta como uma maneira protetiva dos direitos e
garantias assegurados ao acusado.
Nesse sentido temos o Código Penal Brasileiro, artigo 42: «Computam-se, na pena privativa de liberdade e na
medida de segurança, o tempo de prisão provisória, no Brasil ou no estrangeiro (...)». O Código de Direito Penal
Argentino estabelece no artigo24: «La prisión preventiva se computará así: por dos días de prisión preventiva,
uno de reclusión; por un día de prisión preventiva, uno de prisión o dos de inhabilitación o la cantidad de
multa que el tribunal fijase entre pesos treinta y cinco y pesos ciento setenta y cinco». Por sua vez, o Código
Penal Espanhol estabelece no artigo 58: «El tiempo de privación de libertad sufrido provisionalmente será
abonado en su totalidad por el juez o tribunal sentenciador para el cumplimiento de la pena o penas impuestas
en la causa en que dicha privación fue acordada». No mesmo sentido o ordenamento português dispõe no
artigo 80 do Código Penal, quando trata das medidas processuais: «1 - A detenção, a prisão preventiva e a
obrigação de permanência na habitação, sofridas pelo arguido no processo em que vier a ser condenado, são
descontadas por inteiro no cumprimento da pena de prisão que lhe for aplicada. 2 - Se for aplicada pena de
multa, a detenção, a prisão preventiva e a obrigação de permanência na habitação são descontadas à razão
de 1 dia de privação da liberdade por, pelo menos, 1 dia de multa».
13
Cf: SILVA, (10), p. 206.
14
DOTTI, Rene. Curso de direito penal: parte geral. 1. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2002. p. 605.
12
202
FAE Centro Universitário
A prisão preventiva resultará, muitas vezes, em curtas prisões, com todos os
seus consabidos inconvenientes, nomeadamente o perigo de contágio aliado à perda
de sentimento de certo pudor, existente até a primeira prisão, que vinha influindo no
afastamento do crime, sem que o detido ganhe algo, pois, por falta de tempo, não sai
intimidado, tampouco melhorado. Será este mais um aspecto a ponderar por quem tome
a decisão de uma prisão preventiva15.
Se a prática de um delito representa um mal à sociedade, mal maior é a busca
desatinada de um culpado apenas para acalmar os ânimos de uma sociedade que se sente
injustiçada, ferindo direitos fundamentais do homem, consagrados constitucionalmente,
de modo que censuráveis condenações geram ainda mais insegurança para a sociedade
do que o próprio cometimento do crime, pois passam a desacreditar não apenas em seus
conviventes, como também, na sua «justiça».
A luz do princípio da legalidade, no que toca a prisão preventiva, essa só pode ser
aplicada dentro dos casos taxativamente previstos em lei. As regras constitucionais bem
como a lei ordinária têm que ser estritamente cumpridas e quando se tratar da liberdade
do cidadão, têm que ser restritamente interpretadas. Tratando-se a prisão preventiva de um
mal necessário, só deve ter lugar quando, por outros meios, não for possível acautelar os fins
que com ela se almeja. Deve, portanto, cessar logo que seus objetivos estejam efetivados.
3
A NECESSÁRIA APLICAÇÃO DE MEDIDAS ALTERNATIVAS À PRISÃO
PREVENTIVA
É perceptível que a prisão preventiva tem sido demasiadamente utilizada em nome
da segurança social e jurídica. A prisão durante o processo deixou de ser uma medida
extraordinária para se converter em uma medida de uso frequente, contrariando as normas
constitucionais e os princípios que as próprias ciências criminais visam acautelar.
Para que não haja uma banalização maior na utilização da prisão preventiva o
sistema deve dispor alternativas ao aplicador da norma para que em última hipótese,
quando realmente não exista outro meio para se alcançar determinado fim, esta venha a
ser decretada16.
Muitos países já possuem medidas alternativas à prisão preventiva, vindo esta a ser
aplicada somente quando outros meios forem considerados ineficazes.
Cf.: FABIÃO, Fernando. A prisão preventiva. Braga: Livraria Cruz, 1964. p. 14.
Nesse sentido Heleno Cláudio Fragoso: «A prisão representa um trágico equívoco histórico, constituindo a
expressão mais característica do vigente sistema de justiça criminal. Validamente só é possível pleitear que ela
seja reservada exclusivamente para os casos em que não houver, no momento, outra solução.» FRAGOSO,
Heleno Cláudio. Direitos dos presos. Rio de Janeiro: Forense, 1980. p. 15.
15
16
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
203
Nesse sentido o Código de Processo Penal de Buenos Aires dispõe a respeito de
meios de controle eletrônicos, no artigo 159:
Alternativas a la prisión preventiva. Cuando se tratare de imputados mayores de setenta
(70) años, o que padecieren una enfermedad incurable en período terminal, o cuando se
tratare de un mujer en estado de gravidez o con hijos menores de cinco (5) años y siempre
que el peligro de fuga o de entorpecimiento probatorio pudiera razonablemente evitarse
por aplicación de otra medida menos gravosa para el imputado, o de alguna técnica o
sistema electrónico o computarizado que permita controlar no se excedan los límites
impuestos a la libertad locomotiva, el juez de garantías impondrá tales alternativas en
lugar de la prisión, sujeta a las circunstancias del caso, pudiendo establecer las condiciones
que estime necesarias. El imputado según los casos, deberá respetar los límites impuestos,
ya sea referidos a una vivienda, o a una zona o región, como así las condiciones que se
hubieran estimado necesarias, las que se le deberán notificar debidamente, como así
también que su incumplimiento hará cesar la alternativa.
O referido artigo trata de pessoas que de alguma forma se encontram em risco
(maiores de setenta anos, portadores de alguma doença incurável em fase terminal,
mulheres grávidas ou com filhos menores de 5 anos). Também trata de situações mais
delicadas, mas que de outra forma se possa remediar com uma medida menos gravosa
que a prisão cautelar. O juiz possui a faculdade para que dentro das possíveis medidas
possa estabelecer outras condições que entenda necessárias. Contudo, o imputado deve
respeitar os limites que lhe foram impostos sob pena de ver a preventiva decretada.
O mesmo Código, no artigo seguinte, dispõe mais alternativas:
Entre otras alternativas, aún de oficio y con fundamento suficiente, podrá disponerse la
libertad del imputado sujeta a una o varias de las condiciones siguientes, de acuerdo a
las circunstancias del caso: 1. La obligación de someterse al cuidado de una persona o
institución, quién informará periódicamente a la autoridad; 2. La obligación de presentarse
periódicamente ante la autoridad que se designe; 3. La prohibición de salir de un ámbito
territorial determinado, de concurrir a determinados lugares, o de comunicarse con ciertas
personas; 4. La prestación de una caución patrimonial por el propio imputado o por otra
persona; 5. La simple promesa jurada de someterse al procedimiento penal, cuando con
ésta bastara como alternativa o fuere imposible el cumplimiento de otra.
Outro país que claramente dispõe um rol de medidas alternativas à aplicação da prisão
preventiva é Portugal. Trata-se das chamadas medidas de coação que podem ser aplicadas
ao réu infrator, sendo dentre estas, a prisão preventiva, considerada a mais grave17-18.
Conceituam-se as medidas de coação como meios processuais penais limitadores da liberdade pessoal, de
natureza meramente cautelar, aplicáveis aos arguidos sobre os quais recaiam fortes indícios da prática de
um crime. GONÇALVES, Fernando; ALVES, Manuel João. A prisão preventiva e as restantes medidas de
coacção. Coimbra: Almedina, 2004, p. 87.
18
As medidas de coação estão previstas taxativamente no Código de Processo Penal português entre os artigos
191 ao 228.
17
204
FAE Centro Universitário
Listam-se as medidas de coação tendo em consideração o seu grau crescente de
gravidade: Termo de identidade e residência; caução; obrigação de apresentação periódica;
suspensão do exercício de funções, de profissão e de direitos; proibição de permanência,
de ausência e de contatos; obrigação de permanência na habitação e prisão preventiva.
A subsidiariedade da prisão preventiva em Portugal, em vista das demais medidas
de coação, é expressa e encontra amparo no artigo 193, n. 2 do Código de Processo
Penal português.
No Brasil, a prisão preventiva é uma medida cautelar, considerada isoladamente
dentro das possíveis prisões com caráter provisório. Todavia, a legislação brasileira não
apresenta nenhuma medida alternativa à aplicação da prisão preventiva, muito embora
possua institutos muito parecidos com esses que acabamos de citar no sistema argentino
e português, todos são utilizados de maneira distinta, para casos específicos e não como
uma alternativa à aplicação da prisão preventiva.
Dispor medidas alternativas à aplicação da custódia preventiva é visar à
boa administração da justiça, de maneira a impedir que se coloquem percalços ao
desenvolvimento normal do processo e consequente justiça social, mas sem descuidar da
liberdade dos cidadãos.
As Regras Mínimas das Nações Unidas para a Elaboração de Medidas não Privativas
de Liberdade, resolução 45/110 da Assembleia Geral, de 14 de Dezembro de 1990, as
chamadas Regras de Tóquio, propõem que se evite a prisão preventiva, se referindo à
prisão como uma medida extrema, de último recurso, somente utilizada quando outras
medidas substitutivas se demonstrarem ineficazes19.
4
A PRISÃO PREVENTIVA COMO «ULTIMA RATIO» DAS MEDIDAS
PROCESSUAIS
A natureza jurídica conferida a uma medida cautelar, deriva na proporção em que,
acautelar significa prevenir contra a ocorrência de um mal, de um inconveniente, ou até
mesmo de um dano20.
O citado Diploma apresenta as seguintes alternativas: «8.2. As autoridades competentes podem tomar as
seguintes medidas: a) Sanções verbais, como a admoestação, a repreensão e a advertência; b) Manutenção em
liberdade antes da decisão do tribunal; c) Penas privativas de direitos; d) Penas econômicas e pecuniárias, como
a multa e o dia de multa; e) Perda ou apreensão; f) Restituição à vítima ou indenização desta; g) Condenação
suspensa ou suspensão da pena; h) Regime de prova e vigilância judiciária; i) Imposição de prestação de
serviços à comunidade; j) Afetação a um estabelecimento aberto; k) Residência fixa; l) Qualquer outra forma
de tratamento em meio aberto; m) Uma combinação destas medidas.
20
Cf: Dicionário Eletrônico Houaiss de Língua Portuguesa.
19
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
205
Ao atribuir a prisão preventiva essa função cautelar, pretendeu o legislador proteger
o próprio processo penal e a sua efetiva aplicação, contra a sua total frustração, o que
poderia ocorrer facilmente se ele se encontrasse desarmado de quaisquer meios cautelares
– tornando impossível a aplicação da justiça penal21.
A prisão preventiva possui uma natureza estritamente cautelar e meramente
instrumental não podendo ultrapassar os limites dos fins a que se destina sob pena de se
tornar em um «castigo» ao submetido. Trata-se de uma medida subsidiária, não obrigatória
e de caráter excepcional.
Tais características, atribuídas à prisão preventiva, são reconhecidas não só pelas
legislações ordinárias e constitucionais, bem como pelo Pacto Internacional de Direitos
Cívicos e Políticos de 16 de dezembro de 1966, nos seguintes termos do artigo 9, n.3:
«Não deve ser, em regra, obrigatória a detenção de pessoas que aguardam julgamento
(…)», onde encontramos seu caráter facultativo. Na Convenção Europeia dos Direitos do
Homem, e por resoluções e recomendações do Comitê de Ministros do Conselho da Europa,
em conformidade com a resolução (65), que prescreve em sua alínea a) que: «a detenção
nunca deve ser obrigatória» e na alínea c) «a prisão preventiva não deve ser ordenada ou
mantida senão quando for estritamente necessária». Por sua vez, a recomendação (80) 11,
I, de 27 de junho de 1980, estatui que a prisão preventiva deva: «ser considerada como
medida excepcional e nunca deve ser obrigatória nem utilizada com finalidades punitivas».
Considerada uma medida meramente instrumental, a prisão preventiva não possui
uma finalidade em si mesma, antes tem por objetivo assegurar a eficácia da atividade
jurisdicional exercida no processo, com o escopo de acautelar os meios e os fins do processo
satisfativo. Nas palavras de António Pires Robalo, a prisão preventiva é um simples meio
para fins que ultrapassam a própria prisão e a que esta serve de mero instrumento22. Em
outras palavras, a prisão preventiva está à disposição do processo.
Aqui vale lembrar o dito de Calamandrei, citado por Dyrceu Aguiar D. Cintra Jr.23, para
quem a custódia preventiva, como medida cautelar que é, configura-se em um instrumento
a serviço do instrumento: ela serve à eficiência do provimento jurisdicional principal e este,
por sua vez, serve ao direito material e à própria sociedade24.
Cf.: SÁ, Pedro Jorge Teixeira De. Fortes indícios de ilegalidade da prisão preventiva. Scientia Ivridica; revista
de direito comparado portuguesa e brasileira v.48, n.280/282, p. 394, jul/dic.1999.
22
ROBALO, Antonio Domingos Pires. Noções elementares de tramitação do processo penal. Coimbra:
Almedina, 2004. p. 78.
23
CINTRA JÚNIOR, Dyrceu Aguiar Dias. Prisões cautelares - o uso e o abuso. Revista dos Tribunais, v. 83, n.
703, p. 260-271, maio 1994.
24
Contudo, existem autores que afirmam se distanciar a prisão preventiva do seu caráter instrumental. Nesse
sentido, Roberto Delmanto Junior afirma ao comentar a decretação da prisão preventiva para garantir a ordem
pública: «(...) é de se esclarecer, porém, ser indisfarçável nesses termos a prisão preventiva se distancia de seu
caráter instrumental – de tutela do bom andamento do processo e da eficácia de seu resultado – ínsito a toda
e qualquer medida cautelar, servindo de instrumento de justiça sumária, vingança social etc». DELMANTO
JÚNIOR, Roberto. As modalidades de prisão provisória e seu prazo de duração. Rio de Janeiro: Renovar,
1998. p. 156.
21
206
FAE Centro Universitário
Dinamarco25, ao falar da instrumentalidade do processo, especifica que:
em primeiro lugar, e acima de tudo, a regra do equilíbrio que deve estar presente no
espírito de todo o juiz quando chamado a decidir sobre uma demanda cautelar. É preciso
sopesar os males que o demandante poderá razoavelmente sofrer em caso de denegação
da medida, em confronto com os que a concessão desta poderá causar ao demandado (…).
Muito embora a prisão preventiva esteja à disposição do processo, como medida
instrumental que é, não pode em nome da satisfação do mesmo ser arbitrariamente
utilizada, sem a devida observância das requisições legais que o caso requer.
A tutela cautelar parte do pressuposto de um direito incerto. Quando tratamos de
um instituto de natureza cautelar, esse pode incidir sem que o seu beneficiário, ao final do
processo principal, tenha efetivamente o direito alegado, que surge apenas como viável
ou provável, porquanto, todo o cuidado é pouco ao se expedir a medida.
Tendo como corolário o princípio da presunção de inocência em confronto com a
gravidade atribuída à prisão cautelar esta deve ser utilizada apenas como ultima ratio das
medidas processuais. O legislador deve deixar à disposição do aplicador da norma outras
medidas em função do processo que sejam menos gravosas ao acusado.
A prisão preventiva deve ser vista apenas como uma das possíveis medidas
processuais aplicadas a um acusado em casos específicos e de extrema exceção. Em outras
palavras: a prisão preventiva deve ser tão somente um dos instrumentos que o legislador
deixa à disposição do julgador, para que o mesmo, quando considerar indispensável, possa
aplicar dita medida em nome do próprio processo penal, de modo a proteger a sociedade
contra a frustração da aplicação da justiça criminal. Nesse sentido, a prisão preventiva
só deve ser aplicada para fins relativos àquele processo e àquela pessoa em concreto e,
fundamentalmente, deve ter fins de segurança, isto é, a prisão preventiva não deve, ao
contrário do que acontece na prática, funcionar como uma medida punitiva adiantada,
mas deve funcionar, como qualquer outra medida de caráter cautelar, como uma garantia
de segurança, no sentido de que o acusado não se eximirá a estar presente no processo
e não irá perturbar o decurso das investigações26.
No mesmo sentido Fernando Fabião27 afirma que:
Efectivamente, manda a verdade reconhecer que a prisão preventiva é necessária e útil ao
desenrolar do processo e não pode prescrever-se do processo penal, sob pena de perigar
seriamente a segurança social; e, note-se, do seu emprego não sairá muito maltratada a
liberdade dos cidadãos, contanto que não se percam de vista os fins que a legitimam,
só, judiciosamente, devendo lançar-se mão dela, quando um ou outro de tais fins
inequivocamente a impuserem. Proceder de outro modo será não fazer caso da razão de
ser do instituto, incorrendo no perigo de injustificadamente violar a liberdade de cada um.
DINAMARCO, Cândido Rangel. A instrumentalidade do processo. 6. ed. São Paulo: Malheiros, 1998. p. 262.
Cf.: BELEZA, Teresa. Apontamentos de direito processual penal II, p. 125 e 126.
27
Cf: Fabião, (15), p. 09.
25
26
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
207
CONSIDERAÇÕES FINAIS
É evidente o uso excessivo da prisão preventiva. Com o aumento da criminalidade
há uma tendência em se estabelecer novos tipos penais e a agravar sanções. Com o
agravamento das sanções se torna mais complicado se esquivar da prisão cautelar. Esta
seria a “pronta resposta” do Estado para a pressão das exigências sociais. Em contrapartida,
não raro, os magistrados que adotam uma postura mais humanizada em prol dos direitos
fundamentais dos cidadãos são censurados pela opinião pública quando não decretam
uma preventiva e possibilitam ao acusado responder o processo em liberdade.
Para acabar com esse paradigma é necessário conscientizar a população a respeito dos
efeitos danosos da prisão preventiva na adoção de políticas efetivas no combate à criminalidade.
A prisão preventiva se demonstra na realidade não só ineficaz como também repressora.
Uma remodelagem do sistema da prisão preventiva, com medidas alternativas,
estabelecimento e cumprimento de prazos de duração e regras rígidas para sua decretação,
deve fazer parte de uma visão geral das instituições a ponto de torná-la uma medida
socialmente legítima e não ameaçadora.
Note-se que os presos preventivos ficam excluídos das políticas sociais, a maioria
das ações ocorre nas penitenciárias e dificilmente nas cadeias públicas, dessa forma se
facilita ou se deixa de prevenir a marginalização dos presos preventivos.
Prendem-se pessoas legalmente inocentes, que teoricamente por não haver
sentença penal condenatória deveriam ser tratadas como tal, porém, que na prática estão
suportando uma sanção que deveria ser somente para pessoas legalmente declaradas
culpadas pela prática de um ato ilícito penalmente reprovável. Encarceram-se sujeitos
que poderiam responder ao processo em liberdade. Encarceram-se sujeitos durante mais
tempo do que o devido. Encarcera-se sem prevenção às condições dos locais de detenção.
Encarcera-se para demonstrar «serviço» à sociedade.
Cremos, ainda, num direito penal humanitário onde estar sujeito a um processo
criminal não seja algo degradante e com poder discriminatório, mas simplesmente seja
sinônimo de busca pela «verdade» e realização da justiça.
Por mais atroz que pareça o crime não pode a prisão preventiva ser decretada sem
o preenchimento dos pressupostos que a requer, única e exclusivamente para representar
uma falsa ideia de segurança para a sociedade. A prisão preventiva não pode ser utilizada
pelo Estado como arma no combate à criminalidade. Encarcerar para resolver os problemas.
Cuida-se do assunto da prisão preventiva tendo em vista que o mal causado durante
o trâmite do processo não pode ser maior do que o acusado aferiria ao ser término.
208
FAE Centro Universitário
Para aplicação da prisão preventiva devemos ter em mente o conceito de um direito
penal mínimo que permita alternativas à restrição da liberdade, em favor de medidas
menos gravosas ao acusado.
A sociedade esquece brevemente o fato de ter sido o cidadão condenado ou
absolvido, justiçado ou injustiçado, no entanto, guardam para sempre o fato de ter sido o
mesmo submetido a um encarceramento.
Medidas alternativas a prisão preventiva respeitam a presunção de inocência,
previnem a reincidência e a superlotação carcerária. Somente quando tivermos medidas
alternativas à aplicação da prisão preventiva é que poderemos utilizá-la como medida de
ultima ratio no processo penal e veremos a sua finalidade eficazmente cumprida.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
209
REFERÊNCIAS
ABREU, José Vasconcelos. Para o enquadramento do instituto da prisão preventiva. Revista da
Ordem dos Advogados, Lisboa, v. 25,4. trim.1965.
BECHARA, Fábio Ramazzini. Prisão cautelar. São Paulo: Malheiros, 2005.
BELEZA, Teresa Pizarro. Ainda a prisão. Direito e Sociedade, n. 2, dez. 1986.
BITENCOURT, Cézar Roberto. Novas penas alternativas. São Paulo: Saraiva, 2006.
CARRANZA, Elias. Prisión preventiva em América Latina y Europa, Jueces para la democracia,
n. 26, jul.1996.
CINTRA JÚNIOR, Dyrceu Aguiar Dias. Prisões cautelares - o uso e o abuso. Revista dos
Tribunais, v. 83, n. 703, maio. 1994.
DELMANTO JÚNIOR, Roberto. As modalidades de prisão provisória e seu prazo de duração.
Rio de Janeiro: Renovar, 1998.
DIAS, Jorge de Figueiredo. Direito processual penal. Coimbra: Coimbra Editora, 1984.v. 1
DINAMARCO, Cândido Rangel. A instrumentalidade do processo. 6. ed. São Paulo: Malheiros, 1998.
DOTTI, René. Ariel. Curso de direito penal. 1. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2002.
FABIÃO, Fernando. A prisão preventiva. Braga: Livraria Cruz, 1964.
FRAGOSO, Heleno Cláudio. Direitos dos presos. Rio de Janeiro: Forense, 1980.
GOMES NETO, F.A. A Prisão preventiva «obrigatória. Separata de: Jurídica, Rio de Janeiro :
Instituto do Açúcar e do Álcool, p.9, 1973.
GONÇALVES, Fernando; ALVES, Manuel João. A prisão preventiva e as restantes medidas de
coacção. Coimbra: Almedina, 2004.
HOUAISS, Antonio. Dicionário eletrônico Houaiss de língua portuguesa. São Paulo: Objetiva, 2004.
JÚDICE, José Miguel. Prisão preventiva: um cancro que envergonha. Revista da Ordem dos
Advogados, Lisboa, v. 64, 2004.
MOURA. José Souto de. A protecção dos direitos fundamentais em processo penal. In:
CONGRESSO DE PROCESSO PENAL,1.,2004. I Congresso de processo penal. Coordenação
de: Manuel Monteiro Guedes Valente. Coimbra : Almedina, 2005.
PITOMBO, Sérgio Marcos de Moraes. Inquérito policial: exercício do direito de defesa. Boletim
IBCCRIM, n. 83, out. de 1999.
ROBALO, Antonio Domingos Pires. Noções elementares de tramitação do processo penal.
Coimbra: Almedina, 2004.
SÁ, Pedro Jorge Teixeira De. Fortes indícios de ilegalidade da prisão preventiva. Scientia Ivridica:
revista de direito comparado portuguesa e brasileira. v. 48, n. 280/282, jul./dez. 1999.
SANCHEZ BARROS, Maria Inmaculada. La prisión provisional en Espanã. especial referencia
a su procedimiento. In: LIBER discipulorum para Jorge de Figueiredo Dias. Coimbra: Coimbra
Editora, 2003.
SILVA. Germano Marques da. Curso de processo penal II. Lisboa: Verbo, 1993.
TOURINHO FILHO, Fernando da Costa. Processo penal. São Paulo: Javoli, 1977. v. 3.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011.
210
OS PRINCÍPIOS PENAIS CONSTITUCIONAIS E O ESTADO
CONSTITUCIONAL DE DIREITO
Roberta Duboc Pedrinha*
RESUMO
O presente trabalho ressalta a relevância dos Princípios Penais Constitucionais para
garantir a supremacia do Estado Constitucional de Direito na Contemporaneidade. Posto
que o Estado Constitucional se contrapõe ao Estado Policial, sendo portanto, necessário
para detê-lo. Para que, dessa forma, se assegure a efetivação dos Direitos Fundamentais
a todas as pessoas.
Palavras-Chave: Estado Constitucional de Direito, Princípios Penais Constitucionais, e
Direitos Fundamentais.
ABSTRACT
This paper highlights the relevance of the Criminal Constitutional Principles to ensure the
supremacy of the State Constitutional Law in the contemporary time. Since the Constitutional
State is opposed to the Police State, and so, to stop him. For thus it ensures the realization of
fundamental rights to all people.
Keywords: State Constitutional Law, Criminal Constitutional Principles and Fundamental Rights.
* Advogada. Doutoranda em Direito Penal na Universidade de Buenos Aires (UBA). Doutoranda em Sociologia
Criminal no Instituto Universitário de Pesquisa do Estado do Rio de Janeiro (IUPERJ). Mestra em Ciências
Criminais na Universidade Candido Mendes (UCAM). Pós-graduada em Criminologia na Universidade de
Havana (UH). Graduada em Ciências Jurídicas na Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro (UNIRIO).
Professora Concursada de Criminologia do Ministério de Justiça (MJ). Coordenadora da Pós-graduação de
Criminologia, Direito e Processo Penal da UCAM. Membro Permanente da Comissão de Direitos Humanos
e integrante da Comissão de Direito Penal do Instituto dos Advogados Brasileiros (IAB). Ex-integrante da
Banca Examinadora do Exame de Ordem de Direito e Processo Penal da Ordem dos Advogados do Brasil
– Seção Rio de Janeiro (OAB-RJ).
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
211
NOÇÕES INTRODUTÓRIAS
Vivemos tempos difíceis. Assistimos à supremacia dos valores de mercado, do
capital, em detrimento dos valores sociais, humanos. Assistimos ao fortalecimento do
Estado Punitivo em contraponto ao Estado Social. Assistimos à maior expansão do Estado
Policial, desde sua criação, em face do esvaziamento ou restrição do Estado de Direito.
Nessa seara, vale o esclarecimento de Nilo Batista, acerca do Estado Policial, o qual “é
aquele regido pelas decisões do governante. Pretende-se com certo simplismo estabelecer
uma separação cortante entre o Estado de Polícia e o Estado de Direito: entre o modelo
de Estado no qual um grupo, classe social ou segmento dirigente, encarna o saber acerca
do que é bom ou possível, e sua decisão é lei, e outro, no qual o bom ou o possível é
decidido pela maioria, respeitando os direitos das minorias, para o que tanto aquela
quanto estas precisam submeter-se a regras que são mais permanentes do que meras
decisões transitórias. Para o primeiro modelo, submissão à lei é sinônimo de obediência
ao governo; para o segundo, significa acatamento às regras anteriormente estabelecidas.
O primeiro pressupõe que a consciência do bom pertence à classe hegemônica e, por
conseguinte, tende à uma Justiça substancialista. O segundo pressupõe que pertence a
todo o ser humano por igual, e, portanto, tende a uma Justiça procedimental. A tendência
subastancialista do primeiro o faz tender para um direito transpersonalista (a serviço de
algo meta-huamano: divindade, casta, classe, estado, mercado etc.); o procedimentalismo
do segundo, para um direito personalista (para os humanos)”1.
Na Atualidade, acompanhamos ao recrudescimento do Estado Policial, através do
sistema penal, que se sobrepõe aos direitos e garantias fundantes do Estado Constitucional
de Direito, configurando, de tal maneira, flagrante ameaça à sociedade. Por sistema penal,
como preleciona Zaffaroni, entende-se “o controle social punitivo institucionalizado”2, que
abarca várias agências reguladoras, desde a confecção do crime, passa pela persecução,
julgamento, imposição da pena3 e execução penal. Pressupõe a atividade normativa, do
legislador; de perseguição aos desviantes, da polícia, de condenação e fixação da sanção,
dos juízes; e administração da pena, dos juízes e funcionários da execução penal.
Contudo, cabe atentar para o fato de que o sistema penal não pode atuar em
nome do Estado Policial, visto que os direitos fundamentais além de constituírem a base
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alessandro; SLOKAR, Alessandro. Direito penal
brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003. v.1, p. 93- 94
2
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alessandro; SLOKAR, Alessandro. Direito penal
brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003.v. 1
3
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Poder Judiciário: crise, acertos e desacertos. Tradução: Juarez Tavares. São
Paulo: Revista dos Tribunais, 1995. p. 36 e ss.
1
212
FAE Centro Universitário
tríplice processual-constitucional dos direitos do cidadão, através do: contraditório, ampla
defesa e devido processo legal; devem permanecer respeitados por toda a comunidade
jurídica. Isso no entanto, não é o que se percebe nas mais diversas esferas de atuação do
Estado, que se conectam ao sistema penal, no que diz respeito ao Poderes: Executivo,
Legislativo e Judiciário, em âmbito tanto federal, quanto estadual. Nessa esteira, o Estado
Constitucional de Direito vê-se em risco pela expansão do Estado Policial, pois ocorre a
busca da segurança4 em lugar da busca da liberdade, o discurso da segurança pública em
lugar do discurso de direitos humanos, a proteção de poucos, em oposição à proteção de
todos os indivíduos.
1
A IMPORTÂNCIA DO ESTADO CONSTITUCIONAL DE DIREITO NA
CONTEMPORANEIDADE
Nesses tempos difíceis, mais do que nunca, na Contemporaneidade, verifica-se
a importância da consolidação do Estado Constitucional de Direito. O termo Estado
Constitucional de Direito merece atenção especial, uma vez que ele é mais específico que
Estado de Direito, quando não usado em contraponto ao Estado Policial. Primeiramente,
cumpre destacar que não se pode fazer a associação direta da noção de Estado de Direito
com a de Estado Democrático. Sabe-se que pode existir o Estado de Direito sem que se
tenha Democracia e vice-versa. Nesse âmbito, vale recordar os Estados totalitários, que,
embora se caracterizem, formalmente, como Estados de Direito, em termos efetivos,
apregoam o desrespeito aos direitos fundamentais.
Portanto, o paradigma no qual se inscreve o Constitucionalismo contemporâneo
não mais se resume aos ditames do mero Estado de Direito. O holocausto humanitário
cometido sob o manto do regime nazista, é preciso salientar, foi inteiramente amparado
pela legalidade de sua época. O Estado Constitucional de Direito não é apenas um “Estado
de Direito”. As leis que violam a Constituição e a base principiológica são inválidas e não
podem ser aplicadas, pois hoje há um sistema de garantia dos direitos fundamentais.
A construção do Estado Constitucional de Direito adveio, embrionariamente, do
Estado de Direito Clássico (liberal). Nesse sentido, fincava-se a afirmação de que o Direito e a
Lei Geral Abstrata tinham sua origem na Vontade Geral, onde sedimentava-se o instrumental
de garantia que o Estado de Direito Clássico (liberal) dispensava aos indivíduos frente ao
DENNINGER, Erhard. Security, diversity, solidarity instead of freedon, equality, fraternity Constellation.
v.7, n. 4, 2000.
4
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
213
Poder Político. A Lei, nesse aspecto, é a melhor forma de garantia do indivíduo frente ao
Poder. Pois este não poderá atuar à margem da Lei, mas apenas dentro de seus limites.
Na mesma direção, a Lei também é o instrumento mais idôneo para garantir as liberdades
individuais, pois é por meio dela que o povo converte-se na voz que pronuncia o Direito.
Assim, para assegurar a subsunção de todos os Poderes Públicos ao Direito, foi
afirmada a supremacia da Constituição e o caráter plenamente normativo das Constituições,
como forma de reforçar a máxima vinculação de todos os Poderes do Estado e de sua
produção normativa ao Direito. De modo que, a passagem do Estado de Direito (legislativo)
para o Estado Constitucional (democrático assegurador de direitos) pressupõe a ratificação
do caráter normativo das Constituições, que integram um plano de juridicidade superior,
vinculante e indisponível para todos os poderes do Estado5.
Acerca da transição do Estado de Direito Liberal para o Estado Constitucional de
Direito, vale rememorar a distinção, sugerida por Bobbio6. Posto que para o jurista italiano,
o termo Estado de Direito pode significar duas coisas: Governo per leges ou mediante leis
gerais e abstratas, e Governo sub lege ou submetido às leis, acrescentando ainda que, de
qualquer forma, a Lei, no Estado de Direito, deve ser fruto da Vontade Geral, entendida
em sentido amplo.
Notadamente, para o autor, o Governo per leges caracteriza-se: a) pela generalidade
da norma, imperativa para todos os sujeitos face ao Ordenamento; b) pela abstração da Lei,
que deve referir-se a situações nas quais qualquer pessoa possa encontrar-se; c) pela Norma
que deve decorrer da vontade geral, evitando-se governos absolutistas ou autoritários. Logo,
estes três elementos configuram o potencial garantista da Lei enquanto forma jurídica, pois
enquanto Lei geral e abstrata responde às exigências da igualdade e enquanto fruto da
vontade geral atende à exigência de liberdade (entendida como autonomia).
Ainda consoante o autor, o Governo sub lege, por sua vez, corresponde à vinculação
e submissão dos Poderes Públicos ao Direito e, no sentido forte indicado por Ferrajoli7,
significa que todo Poder deve ser limitado pela Lei, a qual determina não apenas suas
formas e procedimentos de ação, normativa ou executiva, mas também o conteúdo do
que ela pode ou não dispor. Tal característica, mesmo em sua conotação mais fraca, ou
de mera legalidade, foi fundamental para a consolidação do Estado de Direito (liberal,
legislativo). Portanto, passa-se a não mais aceitar o Poder que não fosse o disciplinado e
FREIRE, Antônio Manuel Peña. La garantía en el estado constitucional de derecho.. Madrid: Trotta, 1997.
p. 58.
6
BOBBIO, Norberto. A era dos direitos. Tradução: Carlos Nelson Coutinho. Rio de Janeiro: Campus, 1992.
p. 25.
7
FERRAJOLI, Luigi. O direito como sistema de garantias. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 1997. p.
89-91.
5
214
FAE Centro Universitário
limitado por Lei. Uma vez que tanto a “existência” (aspecto formal) como a validade (aspecto
substancial) das normas está condicionada pelo Estado Constitucional de Direito. Este possui
um núcleo imperativo intangível, constituído de valores, regras e princípios ancorados nos
direitos fundamentais (que configuram a chamada realidade “teleológico-axiológica” da
Constituição). Esse núcleo consubstancia-se no que se denomina “Constituição material”,
como consequência de que “o próprio conteúdo de cada uma das normas que compõem
o Ordenamento Jurídico se acha necessariamente afetado pela norma básica”8.
O Estado Constitucional de Direito, como um efetivo governo sub lege, portanto,
assegura a centralidade da pessoa humana e a garantia de seus direitos fundamentais
como vínculos estruturais de toda a dinâmica política que implica o princípio democrático.
Contrapõe-se ao Estado que era conhecido no absolutismo como à “margem da lei” e
ou “acima da lei”; que passará, agora, a ser “dentro da lei” ou “submetido à lei”. Por
conseguinte, não era reconhecida, a priori, nenhuma supremacia do Estado, porque todos os
sujeitos jurídicos, incluindo também o próprio Estado, passaram a ser disciplinados pela Lei.
No paradigma contemporâneo, ou seja, no Estado Constitucional de Direito de
Direito, as categorias do Direito Constitucional, para poderem servir como critério de
ação ou de juízo, para o conjunto de atividades humanas, indispensáveis à existência
da sociedade, devem encontrar uma combinação que já não deriva do fundamento
indiscutível de um centro de ordenação. Para usar uma imagem de Zagrebelsky9, o Direito
Constitucional é um conjunto de materiais de construção, porém o edifício concreto não
é obra do Direito Constitucional enquanto tal, mas sim de uma Política Constitucional,
que versa sobre as possíveis combinações desses materiais. Na visão de Canotilho, o novo
Direito Constitucional remete a um “claro juízo de valor” e, no fundo estamos diante
de uma “Teoria Normativa de Política”10. Isto porque, sem dúvida, o Constitucionalismo
Moderno é uma ordenação sistemática e racional da comunidade política, através de um
documento escrito, no qual, se declaram as liberdades e os direitos; e onde se fixam os
limites do Poder Político11.
O Estado Constitucional de Direito apresenta-se para ser colocado a serviço da
sociedade, já que é produto da vontade da mesma. Por isso, não designa simplesmente
um “Estado de Direito” ou “regulado pela Lei”, mas um modelo de Estado nascido com
as modernas Constituições e com suas características específicas, como:
BOBBIO, Norberto. Estado, governo, sociedade. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1995.
ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho dúctil, ley, derechos y justicia, 1998. p. 12.
10
CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed. Coimbra: 1998. p.
11
CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed. Coimbra:
1998. p. 52.
8
9
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
215
a) no plano formal, preocupação com o Princípio da Legalidade, pelo qual todo o
Poder Público está submetido a leis gerais e abstratas, cujo exercício está sujeito
ao controle de legitimidade por parte de juízes independentes;
b) no plano substancial, preocupação com a funcionalização de todos os poderes
estatais a serviço da garantia dos direitos fundamentais dos cidadãos, incorporados às Constituições sob a forma de proibições de lesar os direitos de liberdade
e obrigações de satisfazer os direitos sociais. Portanto, como ocorre com a teoria
garantista da validade, pode-se afirmar que o Estado Constitucional de Direito
assenta sobre um modelo de legitimidade substancial (ou material)12.
É nesse espectro que se enquadra a Constituição da República Federativa Brasileira
de 1988. Foi em reação ao autoritarismo militar, às violações freque. Vol.: I. ntes a direitos
e garantias fundamentais que se desenvolveram os trabalhos da Assembleia Nacional Constituinte de 1987. Nesse contexto, a dignidade da pessoa humana foi constitucionalmente
acolhida juntamente com um vasto rol de direitos fundamentais.
Entretanto, o Brasil, como país de capitalismo tardio, apresenta um acentuado déficit
de efetivação no que tange aos comandos do Estado Constitucional de Direito. Seja em
âmbito federal ou estadual, assiste-se à inobservância de seus preceitos fundamentais, na
produção normativa orientada pelo discurso penal de emergência, na atuação abusiva e
violadora do aparato policial, nas punitivas sentenças sem lastro constitucional, e diante das
arbitrariedades do sistema penitenciário. Sob a égide do Estado Constitucional de Direito,
até mesmo a produção do Direito tem que se subsumir às regras constitucionais (seja do
ponto de vista formal, seja do ponto de vista substancial). Pois o processo de produção
das normas jurídicas está formal e substancialmente constitucionalizado.
O Direito, agora concebido como “sistema de garantias”, ainda dentro da linha
de pensamento de Ferrajoli13, não só é condicionante (rege a sociedade) senão também
“condicionado”, isso quer dizer, seu conteúdo, sua substância, não pode extrapolar os
limites da Constituição, especialmente os dados pelo seu núcleo material. Nessa ordem,
cabe verificar a disjuntiva enfocada por Zaffaroni14, acerca da “vontade irrestrita da maioria”
ou da “supremacia da Constituição”, que encontra uma pronta resposta dentro do Estado
O modelo jurídico de cunho marcadamente liberal, na maioria das vezes indiferente às pressões das massas
populares e às lutas pelo direito, vem sendo paulatinamente suplantado por um modelo de Estado de
Constitucional Democrático de Direito inclusivo. Assim, localiza-se o texto constitucional, por apresentar
um corpo normativo de valores, possui contornos claramente substancialistas.
13
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares et al. São Paulo:
Revista dos Tribunais, 2002. p. 851-854.
14
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Poder judiciário: crise, acertos e desacertos. Tradução: Juarez Tavares. São
Paulo: Revista dos Tribunais, 1995. p. 36 e ss.
12
216
FAE Centro Universitário
Constitucional de Direito: pois nenhuma maioria, por mais contundente que seja, pode
decidir algumas matérias (as salvaguardadas pelas cláusulas pétreas, por exemplo) ou deixar
de decidir outras (nem tampouco pode ir além do que a Constituição lhe permite). Dessa
forma, cumpre ao legislador, ao intérprete e ao administrador público, a compreensão de
que ocorreu a transição do Estado de Direito tout court para o Estado Constitucional de
Direito. Logo, todas as vezes em que se legisla, interpreta ou executa a lei, especialmente no
âmbito criminal, deve-se observar estritamente a matéria que se acha constitucionalizada.
O Estado Constitucional de Direito constitui um referencial imprescindível a ser
adotado pelo Direito Penal. Posto que se consubstancia em um modelo de garantias
que se opõe ao modelo autoritário de Estado, está assentado nos Princípios e no Direito
Constitucional, e tem como primazia os Direitos Fundamentais dos indivíduos. Para tal,
deve fazer valer sua preponderância hierárquica.
O Estado Constitucional de Direito foi erigido sob um sistema de garantias, que
deverá assegurar o caráter positivo das normas produzidas; jamais no aspecto moral ou
no aspecto do direito natural, especialmente se compreendidos na acepção incriminadora
do Direito Penal. De modo que, o Direito Penal encontra seus limites na supremacia
constitucional. “A perspectiva é, portanto, a de expandir os espaços de luta pela cidadania
também por dentro das potencialidades do próprio Direito, procurando fortalecer o espaço
do Direito Constitucional, sobretudo, sobre o Direito e o Sistema Penal”15. Ou seja, o
Estado Constitucional de Direito restringe a atuação punitiva do Direito Penal e amplia,
em contraposição, os direitos fundamentais.
De acordo com Salo de Carvalho, o Estado Constitucional de Direito ancora-se
“no máximo grau de tutela dos direitos e na fiabilidade do juízo e da legislação, limitando
o poder punitivo e garantindo a(s) pessoa(s) contra qualquer tipo de violência, pública ou
privada”16. O Estado Constitucional de Direito traz em sua verve a secularização, como
reação ao modelo inquisitorial. Este último respaldava-se no modelo autoritário, que
preconizava no âmbito penal a concepção ontológica do desviante e etiológica do delito, o
qual foi reapropriado sob uma pseudofeição humanizadora do Positivismo Criminológico17.
Estes elementos possibilitam a construção de um quadro referencial de valores que
permite a adequada aplicação do Direito Penal, tanto na teoria do delito, quanto na teoria
ANDRADE, Vera Regina Pereira. Sistema penal máximo x cidadania mínima: códigos da violência na era
da globalização. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2003. p. 29.
16
CARVALHO, Amilton Bueno de; CARVALHO, Salo de. Aplicação da pena e garantismo. 2. ed. Rio de
Janeiro: Lumen Juris, 2002. p. 21.
17
CARVALHO, Salo de. Pena e garantias: uma leitura do garantismo de Luigi Ferrajoli no Brasil. Rio de Janeiro:
Lumen Juris, 2001. p. 76.
15
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
217
da pena. Portanto, o Direito Penal a serviço do Estado Constitucional de Direito, verifica:
quanto à elaboração normativa - se sua estrutura é minimalista ou maximalista; quanto
ao juízo - se acusatório ou inquisitivo; quanto à pena - se retributiva ou pedagógica; para
tentar corrigir excessos punitivos, autoritários e irracionais.
Nesse sentido, é imprescindível que a Constituição exerça uma obstaculização
positiva em face do Direito Penal, limitando-o. A Constituição deve sempre funcionar
como um grande filtro, para vetar normas infraconstitucionais obtusas. Nesse campo, o
modelo garantista do Estado Constitucional de Direito de Direito aclama a primazia da
Constituição, dos Princípios e dos Tratados Internacionais. Contudo, sua tarefa de atuação
deve ser ainda mais restritiva e específica, limitando a tutela penal àqueles bens de natureza
fundamental18.
Da mesma forma, o Direito Penal, adstrito ao Estado Constitucional de Direito, deve
seguir esse entendimento. Pois, em sua matriz teórica, o Direito Penal tem capacidade para
efetivar os direitos fundamentais, desde que a serviço do Estado Constitucional de Direito.
Portanto, o Direito Penal deve buscar guarida na essência dos preceitos constitucionais, na
interpretação judicial da lei, em um juízo sobre a própria lei, quando o juiz tem o dever e a
responsabilidade de escolher somente os significados válidos, quer dizer, compatíveis com
as normas constitucionais substantivas e com os direitos fundamentais por ela estabelecidos,
para dar sustentáculo teórico à práxis alternativa penal19.
2
A IMPRESCINDIBILIDADE DOS DIREITOS FUNDAMENTAIS NO
ESTADO CONSTITUCIONAL DE DIREITO
O Estado Constitucional de Direito está assentado em uma base principiológica e
constitucional, que tem como primazia os direitos fundamentais dos indivíduos. Quer dizer, o
Estado Constitucional de Direito20 encontra seus limites na supremacia constitucional. Deverá
ocorrer a própria sujeição do Estado Constitucional de Direito e do próprio Ordenamento
Jurídico às regras formais. Posto que deverá assegurar o caráter positivo das normas produzidas,
RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de. Introducción al estudio de los principios cardinales del derecho penal.
In.: CRIMINALIDADE moderna e reformas penais: estudos em homenagem ao Prof. Luiz Luisi. Org.: André
Copetti. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 68.
19
Nesse sentido, vale conferir o prefácio de Salo de Carvalho, na obra de seu pai. CARVALHO, Amilton Bueno
de. Garantismo penal aplicado. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 17.
20
Segundo Zaffaroni e Nilo Batista deve-se compreender no Estado Constitucional de Direito a idéia do
Direito como processo histórico conflitivo. ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alejandro
e SLOKAR, Alejandro. Direito penal brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003. v.1, p. 42.
18
218
FAE Centro Universitário
uma vez que funciona “como sistema hierarquizado de normas que condiciona a validade
das normas inferiores à coerência com as normas superiores, com os princípios axiológicos
nelas estabelecidos, tem validade seja qual for o ordenamento” 21. Dessa maneira, se
consubstanciará a tutela dos direitos fundamentais.
Acerca dos direitos fundamentais, Ferrajoli propõe uma definição teórica para
eles: “são todos aqueles direitos subjetivos que correspondem universalmente a todos
os seres humanos enquanto dotados do status de pessoas, de cidadãos ou pessoas com
capacidade de fazer alguma coisa. (...) Os direitos fundamentais são direitos indisponíveis,
inalienáveis, invioláveis, intransigíveis e personalíssimos”22. Vale notar que a Constituição
Federal, promulgada em 1988, trouxe em seu bojo uma série de direitos fundamentais.
Nesse sentido, cabe o compromisso na efetivação dos direitos fundamentais. Posto
que não basta ter assento nos preceitos constitucionais, tem que estar na interpretação
judicial da lei, no juízo sobre a própria lei, quando o magistrado tem o dever e a
responsabilidade de escolher somente os significados válidos, quer dizer, compatíveis com
as normas constitucionais substantivas e com os direitos fundamentais por ela estabelecidos,
para dar sustentáculo teórico à práxis alternativa penal23.
Os direitos fundamentais preservam a dignidade da pessoa humana, o pluralismo
e a tolerância. São limite e objeto do Direito Penal frente ao Estado Policial. Possuem uma
função negativa, uma vez que impõem um limite à intervenção do Estado Punitivo. Vale
lembrar que em sua função positiva o Estado intervém, elegendo bens jurídicos a serem
tutelados. Assim, prima-se deslegitimar qualquer modelo de controle social maniqueísta,
que coloca a defesa social acima dos direitos fundamentais. Pois estes se organizam por
mecanismos de tutela do indivíduo, adquirem status de intangibilidade, são indisponíveis,
intransferíveis e inegociáveis. Eis que são vistos sob o prisma estatal, como de caráter
negativo, por serem limitadores da intervenção.
Para que os direitos fundamentais sejam assegurados, particularmente no campo
do Direito Penal, Ferrajoli evoca alguns postulados, sintetiza o modelo teórico em dez
hipóteses limitadoras do poder judicial e do arbítrio legislativo. Estabelece máximas latinas,
ou seja, aforismas amparados nas noções de: pena, delito, lei, necessidade, ofensa, conduta,
culpabilidade, juízo, acusação, prova e defesa. Estes elementos possibilitam uma base
FERRAJOLI, Luigi. A soberania no mundo moderno. Tradução: Carlo Coccioli. São Paulo: Martins Fontes,
2002. p. 53.
22
FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías: la ley del más débil. Tradução: Perfecto Andrés Ibáñez, Andrea
Greppi. Madrid: Trotta, 1999. p. 37 e 47.
23
Nesse sentido, vale conferir o prefácio de Salo de Carvalho, na obra de seu pai. CARVALHO, Amilton Bueno
de. Garantismo penal aplicado. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 17.
21
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
219
principiológica adequada à aplicação de direitos e garantias, conectadas à teoria da norma
penal, teoria do delito e teoria da pena. Portanto, em um verdadeiro Estado Constitucional
de Direito, se deve verificar quanto à elaboração normativa - se sua estrutura é minimalista
ou maximalista; quanto ao juízo - se acusatório ou inquisitivo; quanto à pena - se retributiva
ou pedagógica; para se tentar corrigir excessos punitivos, autoritários e irracionais.
Nessa seara, Ferrajoli24 elabora o que entende serem os dez axiomas que na área
criminal asseguram o Estado Constitucional de Direito, vale conferir: Nulla poena sine
crimine; Nullum crimen sine lege; Nulla poenalis sine necessitate; Nulla necessitas sine
injuria; Nulla injuria sine actione; Nulla actio sine culpa; Nulla culpa sine judicio; Nullum
judicium sine accusatione; Nulla accusatio sine probatione; Nulla probatio sine defensione.
A maioria dos axiomas podem ser depreendidos dos Princípios Penais Constitucionais, que
norteiam o Ordenamento Jurídico Penal Brasileiro.
3
OS PRINCÍPIOS COMO INSTRUMENTOS GARANTIDORES DOS
DIREITOS FUNDAMENTAIS
Caminhando com Figueiredo Dias nota-se o fato de que a ordem dos valores
jurídico-constitucionais constitui o quadro de referência e, simultaneamente, o critério
regulador no âmbito de uma aceitável e necessária atividade punitiva do Estado25. Nesse
sentido, é imprescindível que a Constituição exerça uma obstaculização positiva em face
do Direito Penal, limitando-o. Nessa esteira, consoante um Estado Constitucional de Direito se reforça a primazia da Constituição, dos Princípios e dos Tratados Internacionais.
Contudo, sua tarefa de atuação deve ser ainda mais restritiva e específica, limitando a
tutela penal àqueles bens de natureza fundamental26.
Ainda que se moldure a importância da Lei Magna, no que diz respeito às outras leis,
deve-se verificar que no horizonte garantista a lei perdeu o cunho de dogma, de verdade
absoluta. Ou seja, a lei passou a ser condição de civilidade, imprescindível à contenção do
poder do Estado, abusivo e desmesurado. Como bem assevera Amilton Bueno de Carvalho
a lei deve ser tomada em outra perspectiva, como “absolutamente indispensável, como
condição de humanidade”27. Portanto, é limite à dominação dos fortes.
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz
Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 74 e ss.
25
DIAS, Jorge de Figueiredo. As tendências recentes da política criminal e o novo código penal português de
1982. Revista de Direito Penal e Criminologia, Rio de Janeiro, v. 34, p. 9, 1982.
26
RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de. Introducción al estudio de los principios cardinales del derecho
penal:In.: COPETTI, André (Org.). Criminalidade moderna e reformas penais. Porto Alegre: Livraria do
Advogado, 2001. p. 68. Estudos em homenagem ao Prof. Luiz Luisi.
27
CARVALHO, Salo de; CARVALHO, Amilton Bueno de. Reformas penais em debate. Rio de Janeiro: Lumen
Juris, 2005. p. 14.
24
220
FAE Centro Universitário
Ou seja, a lei é proteção ao débil. A lei é sempre a lei do mais fraco. Destarte,
no Direito Penal o réu ou o condenado representa o débil, e os direitos fundamentais
se afirmam como leis do mais débil contra o mais forte ou a maioria. Nesse sentido
Ferrajoli aduz: “Nenhuma maioria, nem sequer por unanimidade, pode legitimamente
decidir a violação de um direito social”28. Assim, o direito do mais débil, do mais frágil,
deve ser preservado a todo custo. Cumpre destacar que na seara penal, o pólo frágil na
relação jurídico-penal no momento do processo, é o réu; e no momento da execução, é
o condenado.
Contudo, reiteradamente, leis abaixo da Lei Magna, ou seja, leis infraconstitucionais,
devem colocar-se de acordo com a hierarquia, subordinando-se, na medida em que a
Constituição funciona como um filtro. Porém, quando as normas infraconstitucionais violam a
intenção de proteção, que muitas vezes advém da inflação legislativa em matéria punitiva e da
crise da legalidade, faz-se necessária a imperatividade dos princípios. Notadamente, verificase que o Direito por regras está cedendo, paulatinamente lugar, ao Direito por Princípios.
Os princípios traduzem valores centrais, representações jurídicas gerais de cada
sistema jurídico. Consubstanciam-se em mandamentos nucleares e atuam como alicerces
de um sistema, retratam a construção histórica do homem em busca de dignidade. Os
princípios funcionam como pano de fundo que norteia a elaboração e interpretação da norma,
momento sublime do Ordenamento Jurídico, imperativo de Justiça. Os princípios se referem
a propósito, meta, faculdade ou valor. Prescrevem um valor mais genérico e não específico.
Possuem maior abstração, compatibilizam-se e acomodam-se, ou seja, humanizam-se.
Os princípios são informadores da norma. Então, quando há um atrito entre
um princípio e uma norma, o princípio prevalece e nega não só a validade, mas até a
vigência daquela. O princípio tem como ambiência natural a Constituição. Consiste na
base de reserva ético-valorativa, centro irradiador, imantador, que norteia o próprio Poder
Constituinte, trata-se de grande conquista da civilização. Inobstante, existem princípios
que são supralegais, não estão ancorados na Constituição. Lamentavelmente têm aplicação
restrita, especialmente, no que concerne à atuação positivista-legalista dos operadores
jurídicos. O elevado grau de abstração propicia o medo no emprego dos princípios
associados à pseudonoção de insegurança jurídica.
Os princípios elevam as garantias e direitos fundamentais, antes de representarem
prerrogativas dos cidadãos, dirigem-se ao Estado, isto é, estabelecem os parâmetros de
atuação, bem como os seus limites. Dessa forma, todo Estado Democrático de Direito,
cuja ordem está pautada a partir da Constituição Federal, não pode criar e validar normas
infraconstitucionais que não estejam em conformidade com a Lei Maior, e esta deve sempre
estar em conformidade com os princípios.
28
FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías: la ley del más débil. Tradução: Perfecto Andrés Ibáñez, Andrea
Greppi. Madrid: Trotta, 1999. p. 24.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
221
4
RELEVANTES PRINCÍPIOS PENAIS CONSTITUCIONAIS EM DESTAQUE
Como preleciona Ferrajoli29 os Princípios funcionam como critérios pragmáticos
de aceitação, enunciados nas Constituições, leis, ou mesmo implícitos como construções
doutrinárias. Desse modo, resultam importantes princípios a serem adotados no campo
penal e processual. No âmbito processual ecoam os seguintes princípios: presunção de
inocência, licitude da prova, verdade real, contraditório e ampla defesa. Já no âmbito penal
reverberam os seguintes princípios: secularização30, lesividade31 ou intervenção mínima32,
proporcionalidade33,
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz
Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 138.
30
O Princípio da Secularização é lapidar no Estado Constitucional de Direito, no modelo jurídico de garantias,
derivado do Positivismo e do Utilitarismo. Trata-se de um princípio metajurídico, de legitimidade externa
do Direito Penal, desenvolve-se pela adoção do modelo republicano, pedra angular da democracia.
(CARVALHO, Salo de. Pena e garantias: uma leitura do garantismo de Luigi Ferrajoli no Brasil. Rio de
Janeiro: Lumen Juris, 2001. p. 173). Foi levando em conta este princípio que ocorreu a ruptura com o modelo
religioso, ao menos nas grandes questões, uma vez que ainda nos dias de hoje, muitas sejam as ingerências
do modelo judaico-cristão no sistema punitivo, em que se pauta em um Deus punitivo e fortalece a noção
de retribuição no âmbito da função penal (BATISTA, Nilo. Matrizes ibéricas do sistema penal brasileiro.
Rio de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia, Freitas Bastos, 2000. Coleção Pensamento Criminológico,
v.5, . p. 194- 238)
31
O Princípio da Lesividade se encontra relacionada a. evento. Diferencia-se da materialidade no que tange
à ação. Deve-se considerar a afetação sofrida ao bem jurídico. De modo que, quando não houver ofensa,
a lesão for pequena, ou ainda o indivíduo se autolesar, não caberá punição.
32
O Princípio da Intervenção Mínima retrata que a lei penal deve somente estabelecer penas em casos de
estrita e evidente necessidade. Do mesmo modo preconiza que apenas se legitima a criminalização de um
fato, quando este constitui um meio extremamente necessário para a proteção de um determinado bem
jurídico, sendo a aplicação da pena imprescindível. “Portanto, se somente a sanção penal for instrumento
indispensável de proteção jurídica é que a mesma se legitima. Nas legislações constitucionais e penais
contemporâneas o princípio em causa, em geral, não se encontra explicitado” . (LUISI, Luiz. Os princípios
constitucionais penais. 2. ed. Porto Alegre: Antonio Fabris, 2003. p. 39). Embora, cumpra salientar, esteja
imanente em outros postulados explícitos. Desse modo, tal princípio revela o caráter fragmentário do Direito
Penal, ou seja, ultima ratio, para que se inviabilize o aspecto supérfluo da sanção penal.
33
O Princípio da Proporcionalidade ampara-se em critérios objetivistas (como a gravidade do crime e a da pena
correspondente) e subjetivistas (aferidos pelo grau de culpabilidade). Inobstante, quando um bem jurídico
é lesado, deve-se atentar para qual bem jurídico que será retirado do condenado. Pois se no período que
antecedeu a Revolução Francesa, dois crimes de furtos eram punidos com a pena de morte. Hoje, crimes
contra o patrimônio, são punidos com a perda da liberdade. Como bem aduz Ferrajoli, o descomedimento
punitivo é brutal e oriundo de uma ilusão substancialista. Pois a idéia de que a pena deve igualar-se ao crime,
consiste em uma falácia, uma vez que tal assertiva é vazia de comprovação. Além do que se confunde com
a retribuição, através da máxima mágica-religiosa presente nas mais arcaicas codificações do mundo - do
Código de Hamurabi à Lei das XII Tábuas e à Bíblia. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez
Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000.
p. 312). Vale frisar que existem duas modalidades de pena que não se coadunam de maneira alguma ao
Princípio da Proporcionalidade: as penas pecuniárias e a prisão perpétua. Nesses casos a ilusão erigida pelo
Direito acerca da proporcionalidade das penas revela-se ainda mais fantasiosa.
29
222
FAE Centro Universitário
pena mínima necessária34, culpabilidade35, legalidade e dignidade humana. Neste estudo
nos ocuparemos, a título de aprofundamento, para não nos delongarmos muito, em
apenas dois dos Princípios Penais Constitucionais em tela, que ao nosso ver, são de maior
relevância, e se tomados em acepção ampla englobam os demais, sem deixarmos de
enfatizar a importância de todos, porque os que selecionamos incidem transversalmente
nos demais princípios. Tratam-se dos dois últimos supracitados: Legalidade e Dignidade
Humana. Não é sem motivo que, para Palazzo36, entre os valores fundamentais no campo do
Direito Penal, estão os princípios estruturantes do Estado Constitucional, que determinam a
dogmática penal e a política criminal adotadas. Com efeito, sublinha e elenca: a legalidade
e a dignidade humana.
Foi a partir do Iluminismo, e finalmente, com a Declaração dos Direitos do Homem
e do Cidadão, em 1789, que surgiu o Princípio da Legalidade, como apotegma jurídico
do Estado, cuja construção se funda no contrato social. De acordo com o relato do insigne
mestre Paulo César Busato37, o Princípio da Legalidade possui significado e alcance
Atenta-se para o fato de que a pena deve ser a mínima necessária, ultima ratio. Afinal, ela nem mesmo pode
ser quantificável pautada em um grau de certeza de correspondência. Nessa direção, Ferrajoli demonstra que
se a pena é quantificável, o delito não é. Desse modo, desconstrói a dosiometria penal, ingênua crença no
correto cálculo da sanção a ser aplicada. Afinal, como medir o custo da prisão? Portanto, constata: não existe
nenhum equivalente que possa traduzir-se em justo. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez
Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000.
p. 313). A pena coisifica, especialmente se concebida sob um prisma histórico. “A história das penas é, sem
dúvida, mais horrenda e infamante para a humanidade do que a própria história dos delitos: porque mais
cruéis e talvez mais numerosas do que as violências produzidas pelos delitos, têm sido as produzidas pelas
penas e porque enquanto o delito costuma ser uma violência ocasional e às vezes impulsiva e necessária, a
violência imposta por meio da pena é sempre programada, consciente, organizada por muitos contra um”.
(FERRAJLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz
Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 310). Ferrajoli considera-se um crítico contumaz da
pena privativa de liberdade. Tece críticas contundentes à função de prevenção individual positiva. Rechaça o
caráter moralista do discurso ético, a construção das doutrinas pedagógicas, funcionalistas e correicionalistas
de inspiração católica ou positivista, quando o crime figura como doença moral ou patológica e a pena
como remédio ou tratamento. Logo, como preleciona o autor: a prisão é “uma instituição ao mesmo
tempo antiliberal, desigual, atípica, extralegal e extrajudicial, ao menos em parte, lesiva para a dignidade
das pessoas, penosa e inutilmente aflitiva”. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal.
Tradução: Ana Paula Zomer. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p.331).
35
O Princípio da Culpabilidade atua no que diz respeito à responsabilidade penal. Esta última merece uma
maior atenção em decorrência da coculpabilidade, que diminui a reprovação social, pela ampliação dos
casos de inexigilibidade de conduta diversa, aumentando as fórmulas de exculpação ou ainda reduzindo
a culpabilidade35. No que diz respeito à culpabilidade, para efetivar os direitos fundamentais, há que se
estabelecer a distinção entre a culpabilidade do fato e a culpabilidade do autor. Ou seja, em consonância
com o Estado Constitucional de Direito, pode-se apenas reprovar o que o homem fez, como depreende a
primeira forma de culpabilidade. Já a segunda é condizente com o que o homem é. Esta última representa
uma ruptura com os preceitos garantistas por associar a culpabilidade à dita periculosidade, aos valores
éticos e morais do autor. Com efeito, não se pode confundir Moral com Direito. A tutela de pautas éticas
e de normas morais (como drogas, incestos, sodomia) não deve ser objeto do Direito Penal.
36
PALAZZO, Francesco. Valores constitucionais e direito penal. Porto Alegre: Fabris, 1989. p. 22- 26.
37
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 151- 152.
34
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
223
político, assim, pode ser fundamentado politicamente, uma vez que se apoia na divisão
de poderes. Afinal, foi inspirado pelos ideais da Revolução Francesa, quando a Vontade
Geral se sobrepôs à Vontade do Monarca. Nesse diapasão, a Vontade do Geral deve ser
respeitada, expressa pela Assembleia Geral Constituinte, contudo, asseguradora do direito
das minorias, advindo daí a força política criadora do Direito Penal.
No Brasil, o Princípio da Legalidade adveio com as ondas liberais, que informaram
o Código Criminal do Império, de 1830, quando ganhou fulcro. O Estado tornou-se um
instrumento de garantia dos chamados Direitos do Homem, e passou a ter a sua própria
atuação limitada, pelo Ordenamento Jurídico. Nessa órbita, o Princípio da Legalidade
estabelece a necessidade de previsão anterior da conduta a ser incriminada, de modo
que esta não mais se subsume ao mero talante do juiz. Com isso, são restringidas as
arbitrariedades do magistrado e dos clamores sociais.
Conforme aduz Nilo Batista o Princípio da Legalidade deve se preocupar com o
modo como vai formular tipos penais, com os bens jurídicos que merecem ser tutelados,
posto que muitos cuidados têm que ser tomados. Afinal, tipos incriminadores “genéricos
ou vazios”, valendo-se de “cláusulas gerais”, ou de “conceitos indeterminados” ou
“ambíguos”, equivalem teoricamente a nada formular; são, portanto, politicamente mais
perigosos e nefastos. Esta “técnica” utilizada pelo legislador serve somente para justificar
um Ordenamento Jurídico-penal voltado para a repressão e para o controle social. De
modo que, a título de defesa do discurso da lei, da ordem e da sociedade, o legislador
e os operadores do direito, lamentavelmente, preterem os Princípios Constitucionais
norteadores do Estado Constitucional de Direito.
Em contraponto ao que foi explicitado, verifica-se a notoriedade do Princípio
da Legalidade, o qual representa uma razão de garantia ao indivíduo. Nesse sentido,
Hassemer38 assevera limites não só à liberdade individual, mas também limites à intervenção
estatal. Esta função de controle dos limites de atuação do Estado impõe ao legislador o
respeito não só à legalidade formal no processo de produção de leis, como, sobretudo, à
legalidade material referente ao conteúdo das normas.
O Princípio da Legalidade no Direito brasileiro se desdobra em três postulados: da
reserva legal, da determinação taxativa e da irretroatividade. Contudo, Assis Toledo aponta
outras expressões latinas imprescindíveis para a compreensão do mencionado princípio,
sob a égide da função de garantia da lei penal: Nullum crimen, nulla poena sine lege
praevi; Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta, nullum crim; Nulla poena sine lege
stricta; e Nullum crimen, nulla poena sine lege certa. Assim, respectivamente, explicita a
38
224
HASSEMER, Winfried. Fundamentos del derecho penal. Tradução.: Francisco Muñoz Conde, Luis Arroyo
Zapatero. Barcelona: Bosc, 1984, p. 313.
FAE Centro Universitário
proibição da retroatividade para agravar ou fundamentar a punibilidade, proíbe o costume
para agravar a situação do réu, proíbe o uso da analogia in malam partem, e, finalmente,
impede as normas indeterminadas39.
Cabe salientar a opinião de Zenkner40, segundo a qual o Princípio da Legalidade
atravessa uma dupla crise nos dias atuais. Uma primeira crise, que se pode denominar
política, decorre do fato de tal princípio possuir os mesmos contornos estabelecidos há mais
de dois séculos, ao mesmo tempo em que o nosso Estado não é mais compreendido como
Liberal, mas sim como Constitucional e Democrático de Direito. Além disso, deparamonos com outra crise, a de legitimidade da reserva legal: embora os seus desdobramentos
sejam reconhecidos e aceitos pela comunidade jurídica de um modo geral, o certo é que
a função dessa garantia vem se apresentando, salvo algumas exceções, como um simples
fator de (des) legitimação externa do Ordenamento Jurídico, ou seja, como uma mera
recomendação legiferante e judicial que, caso inobservada, não será capaz de gerar a
invalidação do ato que a contraria (deslegitimação interna).
Entretanto, o Princípio da Legalidade, lato sensu, de conteúdo quase que meramente
formal, é capaz de legitimar sistemas de Direito Penal Máximo, vigora em consonância
com os Estados Autoritários, nos quais não há reconhecimento dos direitos individuais
nem limitação às arbitrariedades e ilegalidades praticadas pelo Estado e por seus agentes.
Nesse sentido, alertando para a necessidade de utilização do Princípio da Legalidade
no Estado Constitucional de Direito, Ferrajoli irá repensá-lo e remodelá-lo, a partir do
convencionalismo penal. Portanto, compreende no Princípio da Legalidade um caráter
formal e fático41.
Desse modo, o mestre italiano estabelece uma distinção entre duas categorias
intrínsecas ao Princípio da Legalidade: a da mera legalidade e a da legalidade estrita.
Por mera legalidade entende a imprescindibilidade da norma penal como pressuposto
do crime e consequentemente da pena, compreende a vigência e validade da norma,
independentemente do seu conteúdo, ou seja, a norma é condicionada. A mera legalidade,
como denominou a reserva legal, é, portanto, norma dirigida aos juízes aos quais prescreve
a aplicação das leis, tais como são formuladas42.
Nesse sentido ver: TOLEDO, Francisco de Assis. Princípios básicos de direito penal. 5.. ed. São Paulo:
Saraiva, 1999. p. 22. BATISTA, Nilo. Introdução crítica ao direito penal brasileiro. 4. ed. Rio de Janeiro:
Revan, 2001. p. 78.
40
SCHMIDT, Andrei Zenkner. A crise da legalidade na execução penal. In.: CARVALHO, Salo de (Coord.) Crítica
à execução penal: doutrina, jurisprudência e projetos legislativos. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2002. P.. 48.
41
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Ana Paula Zomer, Fauzi Hassan
Choukr, Juarez Tavares , Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 76.
42
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz
Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 301-305.
39
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
225
Por legalidade estrita condiciona as garantias como condições irretocáveis para a
legalidade da norma. Quer dizer, encontra na conformidade com as garantias a condição
de validade e vigência da norma penal, ou seja, é condicionante. A legalidade estrita
impossibilita a existência de um legislador onipotente, pois a atividade jurisdicional permite
que a metanorma, regra metajurídica de formação da linguagem penal, condicione a
validade das leis penais vigentes à taxatividade dos seus conteúdos, sob os auspícios do
paradigma garantista. Portanto, implica todas as demais garantias, é condição de validade
e legitimidade das leis vigentes.
Diante da dificuldade, apresentada pelo legislador e pelos operadores do direito, de
aplicar o princípio da legalidade estrita, condicionando as normas infraconstitucionais ao
seu conteúdo; é que se assiste, em nosso Ordenamento Jurídico, à recepção de alterações
legislativas penais arbitrárias, excessivas, com conteúdo punitivo incoerente com um Estado
Constitucional de Direito, fato que propicia flagrantes crises de legitimidade, na qual está
inserida não só a reserva legal, mas a Ordem Jurídica como um todo. Nesse diapasão, se
faz imprescindível a apreensão do princípio da legalidade estrita, no condicionamento de
garantias, como a mais relevante de todas: a da dignidade humana.
A dignidade humana é o fundamento máximo, constitucional, em matéria penal,
erigida como princípio estrutural, unidade axiológica penal referencial no delineamento
das diretrizes do Ordenamento Jurídico, como mencionou o saudoso Luiz Luisi43. Por ter
uma acepção mais ampla abriga muitas outras proteções específicas, fornece guarida a
múltiplos bens jurídicos assegurados por diferentes ramos do Direito Penal.
A dignidade humana remonta à Grécia, mas nem sempre foi protegida por Leis
ou Costumes. Contudo, consubstancia-se enquanto pilar da Civilização Ocidental. Cabe
lembrar que Kant ofereceu relevantes contribuições, no século XVIII, acerca da dignidade
humana. Asseverou que o homem é um valor absoluto, fim em si mesmo, porque dotado
de razão. “No reino dos fins, tudo tem um preço ou uma dignidade. Quando uma coisa
tem um preço, pode por-se, em vez dela, qualquer outra coisa como equivalente; mas
quando uma coisa está acima de todo o preço e, portanto não permite equivalente, ela
tem dignidade44”.
A dignidade humana diz respeito à pessoa, começa a formular-se enquanto princípio
no Iluminismo, com o objetivo de mitigação e minimização punitiva, que culminou com
a Declaração dos Direitos do Homem e do Cidadão, em 1789. Assim, o criminoso não
LUISI, Luiz. Os princípios constitucionais penais. Porto Alegre: Fabris, 1991. p. 9.
KANT, Immanuel. Fundamentação da metafísica dos costumes e outros escritos. São Paulo: M. Claret,
2003. p. 77.
43
44
226
FAE Centro Universitário
será tratado como objeto ou como meio, e sim como fim, como pessoa. O valor da pessoa
humana deverá prevalecer sobre qualquer argumento utilitarista. O Princípio da Dignidade
Humana impõe limite à qualidade e à quantidade da pena. Ou seja, jamais a pena poderá
ser perversa ou mesmo perverter o réu. A dignidade humana consiste em se enxergar o
indivíduo especialmente no que tange à pena, que prevê a impossibilidade do réu ser
reduzido à condição de coisa e sacrificado em prol de finalidades alheias45.
No Brasil, começou-se a atentar para a dignidade humana com o Código Criminal
do Império, de 1830. Mas, de modo ainda muito incipiente, mesmo porque, uma elevada
parcela da população não foi contemplada, como os negros. Estes ainda se submetiam à
escravidão, eram tratados como peças para o Direito Civil e tinham uma natureza jurídica
ambígua, uma vez que, para o Direito Penal eram pessoas, capazes de responder por seus
crimes. Desse modo, as mutilações e suplícios eram aplicadas a eles em grande escala.
Apenas mais tarde, com o Código Penal Republicano, em 1890, o tratamento penal dos
suplícios para os negros foi vetado, e junto com ele a pena capital, para todas as pessoas.
Entretanto, foi particularmente após a segunda Guerra Mundial que houve a
conscientização geral da população acerca da relevância da dignidade humana, que
culminou com a Declaração Universal dos Direitos Humanos, em 1948. Nessa ocasião, a
noção de dignidade humana propalou a ideia-força do modo como é tomada ainda hoje.
Foi após o holocausto que a dignidade humana passou a ganhar expressão como princípio,
foi elencada em muitas Constituições, em todo o mundo.
Miguel Reale46 analisa historicamente três concepções de dignidade humana: a individualista, a transpersonalista e a personalista. Quanto à primeira, a individualista, retratada
pelo liberalismo clássico, o pressuposto básico é o indivíduo, que zela por seus próprios interesses. Refere-se aos direitos contra a autoridade estatal, resguarda a autonomia do indivíduo.
Quanto à segunda, a transpersonalista, que advém do marxismo, prima pela realização do
bem coletivo, como maneira de tutelar os interesses individuais, que serão sobrepujados
por valores da comunidade. Já quanto à terceira, a personalista, não se coloca nem na individualista nem na coletivista, pois propugna a conjunção dos valores individuais e coletivos.
Contemporaneamente, a qualificação da dignidade humana vai além do conteúdo
ético e moral, posto que constitui norma juridicamente positiva dotada de status constitucional formal e material, imbricado de eficácia e valor jurídico fundamental. “A dignidade
humana consiste em valor-guia não apenas dos direitos fundamentais, mas de toda a ordem
jurídica (constitucional e infraconstitucional)47”. A dignidade humana consubstancia-se na
condição de valor primordial, princípio normativo que pressupõe o reconhecimento e a
proteção dos direitos fundamentais de todas as dimensões ou gerações. Nessa seara, “sem
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan
Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 319.
46
REALE, Miguel. Filosofia do direito. São Paulo: Saraiva, 2003. p. 277.
47
SARLET, Ingo Wolfgang. Dignidade da pessoa humana e direitos fundamentais na Constituição Federal
de 1988. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 72.
45
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
227
que se reconheçam a pessoa humana, os direitos fundamentais que lhe são inerentes, em
verdade estar-se-á lhe negando a própria dignidade”48.
Ferrajoli49 assevera a relevância da dignidade humana no Estado Constitucional
de Direito. Na Ordem Jurídica Constitucional Brasileira a dignidade humana apresenta-se
como condição precisamente de valor e princípio central, com dimensão objetiva. Desta
maneira, no paradigma do Estado Constitucional de Direito, não basta a mera previsão
legal dos institutos do Direito Penal e Processual Penal. É imperativo que se exerça uma
leitura constitucionalmente adequada, de todos os institutos jurídico-penais, para que se
ajustem nas premissas maiores, às vezes amparadas apenas por princípios. Nesta seara, o
Direito Penal deve assumir um papel fundamental na contenção da voraz hipertrofia do
Estado Policial, para assegurar, em primeiro plano, a dignidade humana.
Para Comparato50, “a dignidade do ser humano é fonte e medida de todos os
valores, está sempre acima da lei, vale dizer, de todo o direito positivo”. Segundo Konrad
Hesse51, a dignidade humana é um escopo constitucional, quer dizer, representa a vontade
da Constituição, com aspecto vinculante e caráter imperativo, em decorrência da força
normativa que tem a Constituição. Cumpre frisar que “a proteção e a promoção da
dignidade do homem embasam e atestam legitimidade a um Estado e a uma comunidade
que tenham na pessoa humana seu fim e fundamento máximos. Assim, a dignidade
seria um critério para a aferição do sentido de uma ordem estabelecida. (...) O princípio
constitucional da defesa e da promoção da dignidade da pessoa humana deve influenciar
o sistema penal para que este opere com respeito aos direitos humanos fundamentais e
se assente precipuamente, no paradigma humanitário52.”
Cumpre destacar que os direitos humanos correspondem à direta expressão da
dignidade humana, sendo obrigação dos Estados assegurá-los. Segundo Flávia Piovesan a
dignidade humana é “ valor a iluminar o universo de direitos. (...) A condição humana é
requisito único e exclusivo para a titularidade de direitos. Isto porque todo o ser humano
tem uma dignidade que lhe é inerente. Sendo incondicionada, não dependendo de
qualquer outro critério, senão, ser humano. O valor da dignidade humana se projeta,
assim, por todo o sistema internacional de proteção”53. Daí, denota-se a importância de
se conceber como princípio a dignidade humana e a legalidade, baluartes da construção
à consolidação do Estado Constitucional de Direito.
SARLET, Ingo Wolfgang. Dignidade da pessoa humana e direitos fundamentais na Constituição Federal
de 1988. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 87.
49
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan
Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002
50
COMPARATO, Fábio Konder. A afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1999. p. 30.
51
HESSE, Konrad. A força normativa da constituição. Porto Alegre: Fabris, 1991. p. 19.
52
TAIAR, Rogerio. A dignidade da pessoa humana e o direito penal: a tutela dos direitos fundamentais. São
Paulo: SRS, 2008. p. 69 e 75.
53
PIOVESAN, Flávia. Direitos humanos: o princípio da dignidade humana e a constituição brasileira de 1988.
Revista dos Tribunais, São Paulo, v. 94, n.. 833, p. 41- 53, mar. 2005.
48
228
FAE Centro Universitário
CONSIDERAÇÕES FINAIS
A consolidação do Estado Constitucional de Direito necessita de um Direito Penal
concebido como ultima ratio, em razão do seu caráter fragmentário e subsidiário. Nas
palavras de Ferrajoli, o Direito Penal só é válido enquanto “instrumento de defesa e de
garantia de todos: da maioria ‘não desviada’, mas também da minoria ‘desviada’, que
portanto se configura como um direito penal mínimo, como técnica de minimização da
violência na sociedade”54. Para que assim sejam tutelados os direitos fundamentais de
todas as categorias de indivíduos, independentemente de terem ou não cometido uma
conduta desviante.
Em um verdadeiro Estado Constitucional de Direito são preservadas as garantias
máximas do ser humano, daí, a necessidade de uma (re) leitura constitucional, e do papel
fundamental da base principiológica, para assegurar que se tenha um Direito Penal contido,
e direitos fundamentais ampliados. Pois, afinal, “a certeza perseguida pelo direito penal
máximo está em que nenhum culpado fique impune, há custa da incerteza de que também
algum inocente possa ser punido. A certeza perseguida pelo direito penal mínimo está,
ao contrário, em que nenhum inocente seja punido à custa da incerteza de que também
algum culpado possa ficar impune.”55 Nessa esteira, ganha dimensão a relevância da
proteção dos direitos fundamentais para a existência do Estado Constitucional de Direito,
e seu particular instrumento de viabilidade: os Princípios Penais Constitucionais, como
filtro aos excessos e arbitrariedades, sejam do legislador, sejam do magistrado, sejam da
sociedade, na construção de um mundo melhor.
54
55
FERRAJOLI, Luigi. A pena em uma sociedade democrática. Trad.: Christiano Fragoso. Revista Discursos
Sediciosos: crime, direito e sociedade. Rio de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia, Freitas Bastos,
v.12, p.32, 2002.
FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz
Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000, p. 84-85.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
229
REFERÊNCIAS
ANDRADE, Vera Regina Pereira. Sistema penal máximo x cidadania mínima: códigos da
violência na era da globalização. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2003.
BATISTA, Nilo. Introdução crítica ao direito penal brasileiro. 4. ed. Rio de Janeiro: Revan, 2001.
_______ . Matrizes ibéricas do sistema penal brasileiro. Rio de Janeiro: Instituto Carioca de
Criminologia, Freitas Bastos, 2000. Coleção Pensamento Criminológico, v. 5
BOBBIO, Norberto. A era dos direitos. Tradução: de Carlos Nelson Coutinho. Rio de Janeiro:
Campus, 1992
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Estado, governo, sociedade. Rio de Janeiro:
Paz e Terra, 1995.
_________. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. Rio
de Janeiro: Lumen Juris, 2003.
CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed.
Coimbra: Almedina, 1998.
CARVALHO, Amilton Bueno de. Garantismo penal aplicado. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003.
CARVALHO, Amilton Bueno de; CARVALHO, Salo de. Aplicação da pena e garantismo. 2. ed.
Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2001.
CARVALHO, Salo de. Pena e garantias: uma leitura do garantismo de Luigi Ferrajoli no Brasil.
Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2001.
CARVALHO, Salo de; CARVALHO, Amilton Bueno de. Reformas penais em debate. Rio de
Janeiro: Lumen Juris, 2005.
COMPARATO, Fábio Konder. A afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva,
1999.
DENNINGER, Erhard. Security, diversity, solidarity instead of freedon, equality, fraternity
.Constellation. v. 7, n. 4. Oxford: Blackwell, 2000.
DIAS, Jorge de Figueiredo. As tendências recentes da política criminal e o novo código penal
português de 1982. Revista de Direito Penal e Criminologia, Rio de Janeiro: Forense, v. 34, 1982.
FERRAJOLI, Luigi. A pena em uma sociedade democrática. Tradução: Christiano Fragoso.
Instituto Carioca de Criminologia. Revista Discursos Sediciosos: crime, direito e sociedade, Rio
de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia: Freitas Bastos, v.12, 2002.
FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías: la ley del más débil. Tradução: Perfecto Andrés Ibáñez
e Andrea Greppi. Madrid: Trotta, 1999.
_______ . O direito como sistema de garantias. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 1997.
_______ . Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan
Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002.
________. A soberania no mundo moderno. Tradução: Carlo Coccioli. São Paulo: Martins
Fontes, 2002.
230
FAE Centro Universitário
FREIRE, Antônio Manuel Peña. La garantía en el estado constitucional de derecho. Madrid:
Trotta, 1997.
HASSEMER, Winfried. Fundamentos del derecho penal. Tradução: Francisco Muñoz Conde e
Luis Arroyo Zapatero. Barcelona: Bosc, 1984.
HESSE, Konrad. A força normativa da constituição. Porto Alegre: Fabris, 1991.
KANT, Immanuel. e outros Fundamentação da metafísica dos costumes e outros escritos. São
Paulo: M. Claret, 2003.
LUISI, Luiz. Os princípios constitucionais penais. 2. ed. Porto Alegre: Antonio Fabris, 2003.
PALAZZO, Francesco. Valores constitucionais e direito penal. Porto Alegre: Fabris, 1989.
PIOVESAN, Flávia. Direitos humanos: o princípio da dignidade humana e a constituição
brasileira de 1988. Revista dos Tribunais, São Paulo, v. 94, n. 833, p. 41-53, mar. 2005.
REALE, Miguel. Filosofia do direito. São Paulo: Saraiva, 2003.
RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de. Introducción al estudio de los principios cardinales del
derecho penal. In.: COPETTI, André (Org.). Criminalidade moderna e reformas penais:
estudos em homenagem ao Prof. Luiz Luisi. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001.
SARLET, Ingo Wolfgang. Dignidade da pessoa humana e direitos fundamentais na
Constituição Federal de 1988. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001.
SCHMIDT, Andrei Zenkner. A crise da legalidade na execução penal. In.: CARVALHO, Salo
de. (Coord.) Crítica à execução penal: doutrina, jurisprudência e projetos legislativos. Rio de
Janeiro: Lumen Juris, 2002.
TAIAR, Rogerio. A dignidade da pessoa humana e o direito penal: a tutela dos direitos
fundamentais. São Paulo: SRS, 2008.
TOLEDO, Francisco de Assis. Princípios básicos de direito penal. 5. ed. São Paulo: Saraiva, 1999.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Poder Judiciário: crise, acertos e desacertos. Tradução: Juarez
Tavares. São Paulo: Revista dos Tribunais, 1995.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alessandro; SLOKAR, Alessandro. Direito
penal brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003. v. 1
ZAGREBELSKY, Gustavo.., El derecho dúctil: , ley, derechos y justicia Madrid: Trotta,1998.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011.
231
O ERRO DE PROIBIÇÃO NOS CRIMES CONTRA O SISTEMA
FINANCEIRO NACIONAL
Luiz Gustavo Mantovani*
RESUMO
Trata-se de artigo que possui por objetivo analisar estrutura e fundamentos do erro de
proibição no direito penal, para realizar, em seguida, um estudo sobre a amplitude de
sua aplicação nos tipos penais da Lei nº. 7.492/86 (Lei de Crimes Contra o Sistema
Financeiro Nacional) e concluir sobre a existência ou não de uma relação estreita entre
a complexidade técnica dos referidos delitos e a impossibilidade de compreensão, pelo
destinatário da norma penal, da antijuridicidade de sua conduta.
Palavras-chave: erro de proibição – crimes de colarinho branco – sistema financeiro
nacional – Lei nº. 7.492/86.
ABSTRACT
This article analyzes the structure and grounds of mistakes to perform, then a study on the extent
of its application in the criminal Law definitions of the Law 7.492/86 (Crimes Against the National
Financial System) and conclude on the existence of a close relationship between the technical
complexity of such crimes and the impossibility of understanding the misbehavior.
Keywords: mistakes - white collar crime - the financial system - Law no. 7.492/86.
*
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
233
1.
A TUTELA PENAL DO SISTEMA FINANCEIRO NACIONAL
A tutela a determinados bens jurídicos escolhidos pela sociedade como essenciais
para o Estado Democrático de Direito sempre foi aceita como objetivo primordial do
direito penal.
Tamanha é a importância dessa tutela, que o princípio da lesividade, um dos
princípios basilares da estrutura penal, proíbe a cominação, a aplicação e a execução de
penas ou medidas de segurança em hipóteses de lesões irrelevantes contra bens jurídicos
protegidos em tipos penais.1 Tal princípio assegura que o processo de criminalização terá
por objeto apenas as lesões consideradas relevantes a determinado bem jurídico escolhido
como alvo da tutela penal.
A Lei nº. 7.492/86, de 16 de junho de 1986, tem por escopo assegurar, na esfera
do direito penal, a proteção ao Sistema Financeiro Nacional (SFN). Deste modo, o bem
jurídico alvo da tutela pelo referido diploma constitui-se no Sistema Financeiro Nacional,
sendo, assim, criminalizadas
aquelas ações ou omissões humanas, praticadas ou não por agente institucionalmente
ligados ao sistema, dirigidas a lesionar ou colocar em perigo o SFN, enquanto estrutura
jurídico-econômica valiosa para o Estado brasileiro, bem como as instituições que dele
participam, e o patrimônio dos indivíduos que nele investem suas poupanças privadas.2
Nas palavras de Tigre Maia,
a proteção penal emprestada ao SFN deve envolver não apenas a garantia da consecução
das metas das políticas públicas –, quer monetárias quer cambiais, que norteiam o
sistema – como a preservação das instituições públicas e privadas que o compõem
– quer propriamente financeiras, quer a elas equiparadas – bem como viabilizar a
licitude e a transparência das relações existentes entre tais instituições, abrangendo este
relacionamento ocorrente entre elas mesmas, o existente entre elas e seus funcionários, o
estabelecido entre elas e o Estado (quer como controlador e regulador de suas atividades,
quer como utilizador de seus serviços em suas atividade de fomento) e, finalmente, o
que ocorre entre tais entes e os usuários de seus serviços (pessoas físicas ou jurídicas),
aplicadores, poupadores, tomadores, segurados, consorciados, etc.3
SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006.
p. 25
2
MAIA, Rodolfo Tigre. Dos crimes contra o sistema financeiro nacional; anotações a lei federal n. 7492/86.
São Paulo: Malheiros, 1996. p. 15
3
MAIA, Rodolfo Tigre. Idem, p. 26-27
1
234
FAE Centro Universitário
Dando contornos ao conceito de Sistema Financeiro Nacional e, consequentemente,
aos limites de sua proteção, pode-se afirmar que este estaria subordinado ao interesse
público, “na medida em que será organizado para promover o desenvolvimento equilibrado
do País e a servir aos interesses da coletividade”.4 E sendo subordinado ao interesse público,
plenamente possível seria a sua tutela no âmbito penal, enquanto um bem jurídico coletivo
ou social.
No âmbito de aplicação da lei penal, o Sistema Financeiro Nacional, em homenagem
ao princípio da reserva legal, deve ser entendido como o
conjunto articulado de instituições financeiras ou entes a ela equiparados, públicos ou
privados, que correspondam ao modelo expressamente definido em lei e estruturados com
o escopo de ‘promover o desenvolvimento equilibrado do País e a servir aos interesses
da coletividade’, instituições em atuação na captação, gestão ou aplicação de recursos
financeiros e valores mobiliários de terceiros – quer entes públicos ou privados – sob a
fiscalização do Estado, bem como as relações jurídicas existentes entre tais instituições,
seus usuários, seus funcionários e o poder público.5
Tal conceito se extrai por complementação lógica do art. 1º da Lei nº. 7.492/86,
que conceitua instituição financeira.
Saindo da esfera da definição do bem jurídico tutelado pelo diploma em análise,
no tocante às condutas incriminadas pela Lei nº. 7.492/86, a lei trouxe um conjunto de
vinte dois ilícitos penais voltados à proteção do Sistema Financeiro Nacional. Tais delitos
encontram-se, em geral, dentre aqueles denominados “crimes de colarinho branco”, que
na acepção de Edwin Sutherland6, correspondem a “crime cometido por uma pessoa
respeitável, e de alta posição (status) social, no exercício de suas ocupações”.7 Em geral, a
expressão refere-se a atos delitivos cometidos por uma pessoa de elevada respeitabilidade
e posição socioeconômicos, cometidos, em geral, sem violência e em situações comerciais,
com considerável ganho financeiro, sendo que o sujeito ativo geralmente se utiliza de
métodos sofisticados e de transações complexas para a sua consumação, circunstância
que dificulta muito sua percepção e investigação.
Este enquadramento atrelado aos crimes contra o sistema financeiro por si só revela
a complexidade relacionada aos tipos penais da Lei nº. 7.492/86 que, por serem crimes
geralmente relacionados ao desenvolvimento de determinada atividade econômica ou
6
7
4
5
MAIA, Rodolfo Tigre. Idem, p. 20
MAIA, Rodolfo Tigre. Op. cit., p. 28
White collar crimes.
SUTHERLAND, Edwin Hardin. White collar crime. New York: Dryden, 1949. p. 3
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
235
financeira, teriam a sua incidência mais comum sobre aquelas pessoas que participam
do mundo corporativo, empresarial ou financeiro, onde o desenvolvimento da atividade
econômica pressupõe o domínio de um maior conhecimento técnico sobre o sistema
financeiro e sobre a atividade legislativa em geral.
2.
A ESTRUTURA DO ERRO DE PROIBIÇÃO
Diferentemente do erro de tipo, que recai sobre os elementos exigidos no tipo
objetivo e, portanto, exclui a tipicidade dolosa da conduta, o erro de proibição não pertence
à esfera da tipicidade do delito, mas se refere a uma questão de culpabilidade do agente.8
De acordo com Cirino dos Santos, a culpabilidade – elemento essencial do conceito
analítico de crime – conceitua-se como
um juízo de reprovação sobre o sujeito (quem é reprovado), que tem por objeto a
realização do tipo de injusto (o que é reprovado) e por fundamento (a) a capacidade geral
de saber o que faz (b) o conhecimento concreto que permite ao sujeito saber realmente
o que faz e (c) a normalidade das circunstâncias do fato que confere ao sujeito o poder
de não fazer o que faz (porque é reprovado).9
Portanto, estruturalmente, a culpabilidade é constituída pelos elementos da
imputabilidade, da exigibilidade de conduta conforme o direito e da potencial consciência
da ilicitude.
O potencial conhecimento da ilicitude trata-se de requisito da culpabilidade pelo
qual o juiz averigua se o sujeito ativo do crime poderia, no caso concreto, compreender
a ilicitude do comportamento do qual é acusado. A diferença entre a imputabilidade e
a potencial consciência da ilicitude é que aquela é in genere, isto é, a imputabilidade
observa se a mente do agente está capaz de compreender em geral o certo e o errado
e então poder se determinar. A potencial consciência da ilicitude é observar se naquele
determinado valor poderia o sujeito ativo diferenciar o certo do errado. É, portanto, uma
análise em concreto.
Nesse sentido, o erro de proibição encontra-se assentado sobre a noção da potencial
consciência da ilicitude, isto é, sobre o conhecimento concreto do valor que permite ao
ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral.
6. ed. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2005. p. 547.
9
SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. p. 274
8
236
FAE Centro Universitário
autor imputável saber, realmente, o que faz. Nas palavras de Zaffaroni, “chama-se erro
de proibição àquele que recai sobre a compreensão da antijuridicidade da conduta”.10
Entretanto, para se chegar ao alcance do erro de proibição deve-se, em primeiro
lugar, definir o objeto da consciência do injusto, isto é, o substrato psíquico mínimo de
conhecimento do injusto necessário para configurar a consciência da ilicitude do fato.
Nesse aspecto, destacam-se três teorias11:
1. Teoria tradicional: situa a ilicitude material como objeto de consciência do injusto,
caracterizada pelo conhecimento da contradição entre o comportamento real e
ordem comunitária, que possibilitaria ao leigo saber que sua conduta infringe o
ordenamento jurídico ou moral, independentemente de conhecer o bem jurídico
lesionado ou a punibilidade do fato12.
2. Teoria moderna: apresenta a punibilidade do fato como objeto de conhecimento
do injusto, ou seja, a consciência do injusto significaria o conhecimento da
punibilidade do comportamento através de uma norma penal positiva e, assim,
consciência de infringir uma prescrição penal, embora não exija um conhecimento
preciso da norma penal infringida13.
3. Teoria de Roxin (dominante): encontra-se em uma posição intermediária,
argumentando que conhecer a danosidade social ou a imoralidade do
comportamento, segundo a teoria tradicional, seria insuficiente, e conhecer a
punibilidade do fato, conforme a teoria moderna, seria desnecessário. Para esta
corrente, o objeto de consciência do injusto seria a chamada antijuridicidade
concreta, como conhecimento da específica lesão ao bem jurídico compreendido
no tipo legal respectivo, ou seja, o conhecimento da proibição concreta do tipo
de injusto.
Desta feita, dependendo da teoria adotada, a distinção feita do objeto do
conhecimento do injusto poderá resultar em uma amplitude maior ou menor do alcance
do erro de proibição.
Importante ainda no estudo sobre o erro de proibição é a análise de suas
classificações. De acordo com Muñoz Conde,
ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral. p.547
Teorias cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. Rio de Janeiro: Freitas Bastos,
2000. p.232-233
12
Esta teoria seria defendida por Jescheck e Weigend, cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do
fato punível. p. 232
13
Teoria defendida por Grundkurs Strafecht Otto, cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato
punível. p. 232
10
11
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
237
o erro de proibição pode se referir à existência da norma proibitiva como tal (erro de
proibição direto) ou à existência, limites ou pressupostos objetivos de uma causa de
justificação que autorize a ação, geralmente proibida, em um caso concreto (erro de
proibição indireto ou erro sobre as causas de justificação.14
No primeiro caso, o autor desconheceria a existência de uma norma penal que
veda a sua conduta; já no segundo o autor sabe que sua conduta é vedada pela norma
penal, mas acredita erroneamente que no caso concreto exista uma causa de justificação
que a permita (art. 20, §1º, do CP).
Quanto à possibilidade de superação do desconhecimento da ilicitude da conduta,
o erro de proibição pode ser vencível (evitável) ou invencível (inevitável), conforme distinção
feita no art. 21 do Código Penal. É invencível ou inevitável quando com a devida diligência
o sujeito não teria podido compreender a antijuridicidade do seu injusto, eliminando a
culpabilidade da conduta. No tocante ao erro de proibição invencível, ele será denominado
erro de compreensão quando a incapacidade de entendimento da ilicitude é decorrente da
impossibilidade de se exigir a sua compreensão ou entendimento, embora haja o conhecimento
de sua antijuridicidade. Portanto, no erro de compreensão caracteriza-se por ser erro que
impede a internalização ou introjeção da norma, por mais que ela seja conhecida.15
Já o erro de proibição vencível ou evitável reduz a reprovação da culpabilidade do
agente “quando o agente atua ou se omite sem consciência da ilicitude do fato, quando
lhe era possível, nas circunstâncias, ter ou atingir essa consciência” (art. 21, p. u., do CP),
podendo reduzir a sua pena de um sexto a um terço (art. 21 do CP).
Sobre a evitabilidade do erro de proibição, importante é a lição de Cirino dos Santos,
segundo o qual a possibilidade de conhecimento do injusto, como critério de evitabilidade,
depende de múltiplas variáveis, como a posição social, a capacidade individual, as
representações de valor do autor, etc. e deve ser medida por critérios normais de reflexão
ou informação, e não por critérios rigorosos, incompatíveis com a vida social. A certeza
ou, até mesmo, a existência de fundamentos razoáveis sobre a permissibilidade do fato
seriam argumentos suficientes para a inevitabilidade do erro de proibição, porque ninguém
pode conhecer a infinidade de proibições da lei penal.16
MUÑOZ CONDE, Francisco; GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho penal: parte general. 3. ed. Valencia:
Tirant lo Blanch, 1998. p. 429
15
ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral, p. 547
16
SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível, p. 238
14
238
FAE Centro Universitário
Finalmente, questão fundamental no tocante ao erro de proibição seria a análise dos
meios de conhecimento do injusto, uma vez que a compreensão da ilicitude da conduta
está estreitamente ligada aos modos de se chegar à essa compreensão.
Nesse aspecto, Cirino dos Santos leciona que o método atual para conhecer o
injusto de tipos penais é o da reflexão e informação, isto é, a evitabilidade ou não do
erro de proibição dependeria do nível de reflexão e informação do autor sobre o injusto
específico do tipo legal, sendo que na grande maioria dos delitos a reflexão do autor no
momento do fato seria suficiente para que este conhecesse a ilicitude concreta do injusto
específico. Entretanto, para alguns delitos mais complexos, o conhecimento do injusto
dependeria de informações especializadas, que devem ser obtidas anteriormente.17
Existiria dúvida para o exame da juridicidade da conduta nas hipóteses de: a)
dúvida sobre a sua juridicidade concreta; b) de consciência de atuação em área regida
por normas especiais; c) de consciência da possibilidade de dano individual ou coletivo.
Ainda, de acordo com Cirino dos Santos,
na hipótese de dúvida sobre a juridicidade, a atitude de não levar a sério a dúvida, ou
de leviana admissão da juridicidade da ação, é suficiente para configurar erro evitável; na
hipótese de atuação em áreas regidas por normas especiais (crimes contra o meio ambiente,
o consumidor, etc.), o erro de profissionais ou de empresários da área é, normalmente,
evitável, mas o erro do cidadão comum seria, normalmente, inevitável; na hipótese de
consciência da possibilidade de dano individual ou coletivo (por exemplo, a consciência
de que determinada ação na esfera negocial poderá prejudicar número indeterminado de
pessoas), qualquer lesão a normas sociais elementares configura erro evitável.18
Deste modo, a evitabilidade ou não do erro de proibição em determinado crime
estaria relacionada, dentre outros fatores, com a complexidade do delito em questão, bem
como pelas circunstâncias pessoais do sujeito ativo envolvido da conduta delitiva, dividindose, assim, o erro como evitável ou inevitável de acordo com natureza do delito e com a
exigência do conhecimento da ilicitude pelo agente em um determinado caso concreto.
SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível, p. 239
SANTOS, Juarez Cirino dos. Idem. p. 240
17
18
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
239
3.
O ERRO DE PROIBIÇÃO E A TUTELA PENAL COMPLEXA DO SISTEMA
FINANCEIRO
Feita essa breve análise da estrutura e fundamentos do erro de proibição e sobre
o delineamento da tutela penal ao sistema financeiro no Brasil, questiona-se agora sobre
a possível existência de uma relação entre a complexidade técnica dos crimes contra o
Sistema Financeiro Nacional e a impossibilidade de compreensão, pelo destinatário da
norma penal, da antijuridicidade de sua conduta.
Conforme supramencionado, os crimes contra o Sistema Financeiro Nacional são
crimes que se situam entre aqueles de maior complexidade cognitiva no direito penal,
uma vez estão voltados à tutela de bem jurídico em geral não internalizado nos valores
mais comuns da sociedade. Além disso, por se tratar de bem jurídico supra-individual,
a dificuldade em se materializar e se demonstrar a importância da sua tutela acentua o
problema da ausência de internalização do valor protegido pela norma penal.
Entretanto, não se pode tomar a referida dificuldade ou complexidade como
pronta justificativa ou “cheque em branco” para a prática dos delitos previstos na Lei
nº. 7.492/86, irrestritamente. Conforme já mencionado, os crimes da citada lei integram
aqueles denominados “crimes de colarinho branco” por se tratarem de atos delitivos
cometidos por pessoas de elevada respeitabilidade e alta posição socioeconômica ou no
exercício de determinadas atividades econômicas. Assim, alguns dos delitos trazidos pela
lei de crimes contra o sistema financeiro pressupõem na sua consumação uma condição
especial do sujeito ativo, isto é, seriam crimes próprios. Nesses casos, parece inadmissível
sustentar o desconhecimento da ilicitude dessas condutas, pois a sua compreensão seria,
em geral, intrínseca ao próprio desenvolvimento da respectiva atividade econômica. São
exemplos desses delitos, aqueles tipificados nos artigos 4º, 5º, 6º, 7º, 8º, 12, 15, 17 e 23
da Lei nº. 7.492/86.
Ademais, outros tipos penais da lei em comento trazem crimes relacionados à ideia
da utilização de fraude, falsidade ou meio fraudulento para a consumação do delito. A
fraude é a utilização de astúcia para causar dano, é o logro, o engodo. Nesses casos, da
mesma forma, difícil se defender a possibilidade de ocorrência de erro de proibição, isto é,
da ausência de capacidade do sujeito ativo de compreender a real e concreta ilicitude do
que faz, uma vez que o agir fraudulento implica necessariamente um conhecimento, ainda
que profano, da antijuridicidade da conduta. Não se utiliza de subterfúgios fraudulentos sem
se conhecer a sua natureza faltosa. São exemplos de delitos da Lei nº. 7.492/86 que tratam
da utilização de fraude aqueles previstos em seus artigos 4º, 9º, 10, 14, 16, 19, 21 etc.
240
FAE Centro Universitário
Todavia, especial destaque deve ser dado às condutas tipificadas nos artigos 3º,
13, 18, 20 e 22 da referida lei.19
As condutas ali tipificadas parecem trazer uma carga de ilicitude meramente latente,
onde seria difícil a identificação pelo destinatário leigo da específica lesão ao bem jurídico
compreendido na sua conduta, de acordo com o entendimento da teoria de Roxin.
Nesse ponto é importante se salientar que embora o conhecimento da lei seja
inescusável, pois é condição de sua validade, não se deve confundir tal figura com o erro
de proibição, pois este é o desconhecimento do valor protegido pela lei, não se tratando
do conhecimento técnico da lei, mas sim a capacidade do sujeito de conhecer o valor por
ela protegido. Na análise do erro de proibição o juiz deve observar se o agente, na sua
condição leiga, tem conhecimento da sua conduta como algo ruim, errado ou inadequado
(máxima cristã ou kantiana: “não faça aos outros aquilo que não quer que façam a ti”). No
caso dos crimes complexos, como é o caso dos citados crimes contra o Sistema Financeiro
Nacional, cuja compreensão da ilicitude não bate com o entendimento comum e envolve
bens supraindividuais, exige-se um maior dever de informação por parte dos cidadãos,
dever este que poderia não ser plenamente exigível do cidadão comum.
Deste modo, em um país com grandes desigualdades como o Brasil, com elevadas
taxas de exclusão do mercado de trabalho e do sistema escolar, não seria difícil se imaginar
situações de completo desconhecimento da lesividade da conduta do agente, nos crimes
referidos ali referidos, face ao bem jurídico tutelado pela Lei nº. 7.492/86.
19
Art. 3º Divulgar informação falsa ou prejudicialmente incompleta sobre instituição financeira:
Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa.
Art. 13. Desviar (Vetado) bem alcançado pela indisponibilidade legal resultante de intervenção, liquidação
extrajudicial ou falência de instituição financeira.
Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa.
Parágrafo único. Na mesma pena incorra o interventor, o liquidante ou o síndico que se apropriar de bem
abrangido pelo caput deste artigo, ou desviá-lo em proveito próprio ou alheio.
Art. 18. Violar sigilo de operação ou de serviço prestado por instituição financeira ou integrante do sistema
de distribuição de títulos mobiliários de que tenha conhecimento, em razão de ofício:
Pena - Reclusão, de 1 (um) a 4 (quatro) anos, e multa.
Art. 20. Aplicar, em finalidade diversa da prevista em lei ou contrato, recursos provenientes de financiamento
concedido por instituição financeira oficial ou por instituição credenciada para repassá-lo:
Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa.
Art. 22. Efetuar operação de câmbio não autorizada, com o fim de promover evasão de divisas do País:
Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa.
Parágrafo único. Incorre na mesma pena quem, a qualquer título, promove, sem autorização legal, a saída de
moeda ou divisa para o exterior, ou nele mantiver depósitos não declarados à repartição federal competente.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
241
Trata-se de verdadeira edificação punitiva exigir do cidadão comum, desprovido
de qualquer conhecimento técnico e específico sobre os meandros do Sistema Financeiro
Nacional, um saber preliminar de que, por exemplo, eventual aplicação de financiamento
concedido por instituição financeira oficial em finalidade diversa da prevista em lei ou
contrato ou, então, divulgar informação falsa ou incompleta sobre instituição financeira
constituem fatos típicos criminalmente puníveis. O mesmo se dá no tocante aos delitos
previstos nos artigos 13, 18 e 22 da lei em comento.
O que parece claro no tocante às condutas típicas analisadas, e que possibilitaria uma
incidência recorrente do instituto do erro de proibição, é a aparente relação entre os ilícitos
penais ali previstos e meras irregularidades de cunho obrigacional e contratual, situação
que dificultaria uma apreensão, por parte do destinatário da norma, da antijuridicidade
penal da sua conduta. Aqui entraria a ideia de direito penal como última ratio do sistema
coercitivo estatal, gerando confusão ou incompreensão nas hipóteses em que o sistema
penal transforma-se em primeira barreira de defesa social, agindo na defesa de interesses
predominantemente obrigacionais.
Ademais, a criminalização em excesso, sobretudo em setores onde tradicionalmente
não há a atuação do direito penal, provoca a inversão do seu princípio da subsidiariedade,
provocando o que Ferrajoli denomina de “elefantíase” do direito penal, refletindo
diretamente, assim, sobre a possibilidade de cognição, pelos destinatários da norma penal,
da ilicitude de eventuais condutas criminalizadas em legislações extravagantes. Tão grave
seria essa situação de hipercriminalização que Ferrajoli propôs a instituição, ao lado do
princípio da reserva legal, de um princípio de “reserva de código” que determinaria que
novos delitos só poderiam ser criados por uma maioria qualificada no parlamento e que
estes delitos deveriam ser integrados diretamente no Código Penal.20
Resta claro, assim, que a possibilidade de aplicação do erro de proibição em
determinados tipos penais da lei de crimes contra o sistema financeiro nacional é nítida,
sendo que a maior ou menor extensão dessa aplicação dependerá da teoria adotada sobre o
meio de se chegar a consciência da ilicitude do fato, conforme mencionadas anteriormente.
Nesse aspecto, a teoria moderna e a teoria de Roxin exigiriam um maior conhecimento
sobre a existência de uma punição legal pela conduta ou sobre a específica lesão ao bem
jurídico compreendido no tipo legal respectivo.
FERRAJOLI, Luigi. Quattro proposte di riforma delle penne. p. 50.
20
242
FAE Centro Universitário
Partindo-se dessas teorias, mais contemporâneas, a questão da incidência do erro
de proibição em alguns crimes contra o sistema financeiro nacional envolvendo pessoas
leigas no pólo ativo da conduta seria resolvida em seu favor na maioria dos casos, restandose apenas analisar sobre a evitabilidade ou inevitabilidade do erro.
Nesse sentido, tendo por base o método da reflexão e da informação sobre o injusto,
mais uma vez valemo-nos da lição de Cirino dos Santos, segundo a qual,
a reflexão do homem comum não oferece o mesmo nível de confiabilidade, por causa
de uma contradição aparentemente insolúvel: por um lado, o leigo é incapaz de resolver
questões jurídicas que não conhece; por outro, a lei penal não pode ser inacessível à
compreensão do homem do povo” e, por isso, em sociedades como a brasileira, onde
a limitação à educação e à instrução é recorrente, “a frequência do erro de proibição e
a imprecisão dos critérios de evitabilidade/inevitabilidade respectiva reclamam atitudes
democráticas na sua avaliação: bitola larga para a inevitabilidade, bitola estreita para a
evitabilidade do erro de proibição.21
Conclui-se, de tudo, pela existência de uma maior possibilidade de aplicação do
instituto de erro de proibição em crimes que envolvem bens jurídicos complexos, pois
envolvem valores menos arraigados no sentimento da população em geral, como é o caso
dos delitos trazidos na Lei nº. 7.492/86.
Entretanto, essa maior extensão deve ser avaliada de acordo com as circunstâncias
trazidas no caso concreto, devendo-se, em primeiro lugar, avaliar as particularidades do
sujeito ativo do delito, afastando-se, desde logo, a incidência do erro de proibição no
que se refere aos agentes envolvidos em atividades relacionadas ao mundo corporativo,
empresarial ou financeiro – uma vez que tais áreas pressupõem o domínio de um maior
conhecimento técnico sobre o sistema financeiro e sobre a atividade legislativa em geral
– e também nos casos que envolvem a prática de crimes com fraudes ou outros meios
fraudulentos. Nas demais situações, a aplicação do erro de proibição pode se revelar mais
corriqueira, restando ao juiz analisar diante do caso concreto sobre a evitabilidade ou
inevitabilidade do erro, sendo certo que em uma sociedade de formação desigual como
é a sociedade brasileira a segunda opção poderá ser sempre a mais adotada.
SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. p. 241
21
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011.
243
REFERÊNCIAS
BITENCOURT, Cezar Roberto. Erro de tipo e erro de proibição: uma análise comparativa. 3.
ed. São Paulo: Saraiva, 2003.
FERRAJOLI, Luigi. Quattro proposte di riforma delle penne. In: CARVALHO, Salo de. As reformas
parciais no processo penal brasileiro: crítica aos projetos de informalização dos procedimentos
e privatização dos conflitos. Revista Ibero-Americana de Ciências Penais, v.3, n.5, p.123-153,
jan./abr. 2002.
MAIA, Rodolfo Tigre. Dos crimes contra o sistema financeiro nacional: anotações à lei federal
n. 7.492/86. São Paulo: Malheiros, 1996.
MUÑOZ CONDE, Francisco; GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho penal: parte general. 3. ed.
Valencia: Tirant lo Blanch, 1998.
SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. Rio de Janeiro: Freitas Bastos,
2000.
SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen
Juris, 2006.
SUTHERLAND, Edwin Hardin. White collar crime. New York: Dryden Press, 1949.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro:
parte geral. 6. ed. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2005.
244
FAE Centro Universitário
A FORMAÇÃO HISTÓRICA DO MINISTÉRIO PÚBLICO
Origens do Ministério Público na França, em Portugal e no Brasil
THE HISTORICAL FORMATION OF THE “MINISTÉRIO PÚBLICO”
Origins of the “Ministério Público” in France, in Portugal and in Brazil
Ana Maria Bourguignon de Lima*
Paulo César Busato**
RESUMO
A pesquisa identifica as raízes do Ministério Público, com fim de verificar sua evolução no Brasil até figurar
como órgão estatal considerado essencial à função jurisdicional do Estado. Constata-se os fundamentos do
direito brasileiro passando pela formação do Estado Antigo, Medieval e Moderno. Traçam-se, com isso,
as marcas deixadas pelo Direito Português e a ascendência deste dos direitos greco-romano, canônico e
germânico. O Parquet surge como instituição na França, com a legalização do cargo de procurador do rei
em 1302. O Ministério Público lusitano, do qual descende o brasileiro, é regulamentado em 1387, com
a criação do Ministério Fiscal. No Brasil, o Ministério Público é instituído pelas Ordenações Portuguesas,
passando pelo período colonial, imperial, pelas constituições republicanas e atingindo sua autonomia
funcional com a Constituição de 1988. Portanto, certifica-se que, em sua história, o Ministério Público
consolida-se diante da edificação de uma esfera pública de direitos, da democracia como forma de Estado
e da garantia dos direitos da cidadania humana. A cada avanço nesses três aspectos, o Ministério Público
potencializa e caracteriza sua funcionalidade.
Palavras-chave: Ministério Público, Formas Históricas de Estado, Democracia, História do Direito.
ABSTRACT
The research identifies the origins of the “Ministério Público” with the finality to verify its evolution in Brazil
until to figurate as a state department considered essential to the judicial function of the State. It verifies
the fundaments of the Brazilian law through the formation of the Ancient, Medieval and Modern States.
It traces, with this, the marcs of the Portuguese law and its ascendance from Greek – Roman, canon and
Germanic law. The “Parquet” appears as institution in France, with the legalization of the king prosecutor’s
post in 1302. The Portuguese “Ministério Público”, from what descends the Brazilian, is regulated in 1387,
with the creation of the “Ministério Fiscal”. In Brazil, the “Ministério Público” is instituted by the Portuguese
Ordinations, passing by the colonial and imperial period, by the republican constitutions and reaching its
function autonomy with the 1988 Constitution. Therefore, it certifies that, in its history, the “Ministério
Público” consolidates in front of a building of a public sphere of rights. In each advance in those three
aspects, the “Ministério Público” becomes effective and characterizes its functionality.
Key Words: “Ministério Público”, Historical Forms of State, Democracy, Law History
*
**
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
245
A história do sistema jurídico brasileiro inicia-se antes da História do Brasil,
quando a Europa fazia a História, pois começa muito antes de 1500.
(Gusmão, 2006)
1INTRODUÇÃO
Este artigo traz as raízes da instituição do Ministério Público na formação dos tipos
históricos de estado europeus, com o fim de verificar quais circunstâncias determinam seu
nascimento e evolução até ser considerado órgão estatal essencial à função jurisdicional
do Estado, defensor legítimo da ordem jurídica, do regime democrático e dos interesses
sociais e individuais indisponíveis (CF/1988, Art. 127).
Pretende-se demonstrar a formação histórica do Ministério Público em
duas dimensões. A primeira retoma a evolução do Ministério Público, passando da
impossibilidade de seu surgimento nos Estados da Grécia e Roma, no Estado Medieval e
seu despontar no Estado Moderno, na França do século XIV. A segunda dimensão refere-se
ao desenvolvimento do Ministério Público brasileiro, de onde surge, como evolui e qual
a sua situação atual, a partir da Constituição Federal de 1988.
Este estudo tem por norte uma questão primordial: qual o papel político-criminal do
Ministério Público Brasileiro, no contexto atual do Estado Social e Democrático de Direito?
Considerando que o estudo do direito não se desvincula de um contexto histórico social,
torna-se imprescindível uma análise do percurso dos estados ocidentais, perscrutando o
momento propício para o nascimento do Ministério Público moderno. A amplitude temporal
da análise justifica-se pelo fato de que o berço das instituições governamentais brasileiras
remonta o processo histórico da colonização portuguesa, uma vez que, Portugal, ao adotar
a tradição romano-germânica do direito, introduziu-a também nos institutos jurídicos do
Brasil. Parte-se do pressuposto, arrimada em Gusmão1 , de “[...] que o direito brasileiro,
através do direito português, sofreu a influência do direito romano, do direito germânico
e do direito canônico”.
GUSMÃO, Paulo Dourado de. Introdução ao estudo do direito. 37. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2006.
p.329.
1
246
FAE Centro Universitário
Assim, a proposta de se compreender a função do Ministério Público no Brasil
contemporâneo impõe o desafio de procurar na história quais fenômenos sociais, políticos
e culturais levam a civilização ocidental declarar o regime democrático como o melhor
dos regimes de estado.
As antigas repúblicas gregas e romanas de vinte e cinco séculos passados, entre as quais se
destaca como tipo clássico o Estado ateniense, foram as primeiras manifestações concretas
de governo democrático. Foram aquelas experiências as sementes da democracia, que
os filósofos antigos e medievais conservaram vivas até que germinassem assinalando o
advento dos tempos modernos2.
Justifica-se a análise histórica das instituições consideradas marcos para o
desenvolvimento da civilização ocidental, traçando as características culturais de cada
momento e os aspectos que influenciaram a teoria política contemporânea, no sentido
de valorar positivamente o renascimento dos estados democráticos. Para tanto, toma-se
a pesquisa como exploratória, movimento que Gil3 conceitua como a construção de uma
visão geral acerca de um fato; utilizando como referências as formas históricas de estado
de Dallari4 : Estado Antigo, Estado Grego, Estado Romano, Estado Medieval e Estado
Moderno. Segundo o jurista, a adoção de métodos científicos possibilita o isolamento de
certos fenômenos sociais, ou, ainda alguns de seus aspectos particulares sem prejuízo da
noção de unidade e continuidade.
Mediante esse isolamento consegue-se excluir grande parte do individual e, relacionandose o particular com o geral, faz-se ressaltar este último. Por esse mesmo critério, podese procurar, de início, o conhecimento dos Estados particulares, descrevendo suas
singularidades, tanto por seus aspectos histórico-políticos, quanto pelos jurídicos.
Mas um Estado particular não é, em qualquer sentido, um fenômeno isolado, mas, de
maneira mais ou menos consciente, influíram sobre ele as relações atuais e pretéritas
dos demais Estados, ou seja, a evolução total das instituições dos Estados. E o problema
de uma teoria geral do Estado consiste, justamente, em buscar os elementos típicos nos
fenômenos do Estado e as relações em que se encontram5.
Desse modo, em cada um dos tipos de estado apresentados ao longo do texto,
procura-se perscrutar quais razões determinam o surgimento do Ministério Público como
“braço do Poder Executivo”6 e o redimensionamento de seus princípios e estrutura orgânica
para servir às instituições democráticas e, por conseguinte, à Justiça de ‘mister público’.
4
5
6
2
3
MALUF, Sahid. Teoria geral do estado. 26. ed. São Paulo: Saraiva: 2003. p.280.
GIL, Antonio Carlos. Métodos e técnicas de pesquisa social. 5. ed. São Paulo: Atlas, 1999. p.43.
DALLARI, Dalmo de Abreu. Elementos da teoria geral do estado. 2. ed. São Paulo: Saraiva, 1998.
Ibid, p.38-40.
Expressão utilizada por MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto. O Ministério Público 500 anos após o
descobrimento. Disponível em: < www.dhnet.org.br.:>. Acesso: set. 2006.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
247
2
A ANCESTRALIDADE INDO-EUROPEIA DA CULTURA GRECOROMANA: ELEMENTOS DO ESTADO ANTIGO
O Estado Antigo Ocidental surge há quatro milênios quando a população indoeuropeia, da qual descendem gregos e romanos, dissemina-se das planícies russas para
diferentes regiões, inclusive a Europa Mediterrânea. Coulanges7 identifica três pontos
comuns nas sociedades gregas e italianas antigas: “[...] a religião doméstica, a família e o
direito de propriedade [...]”, derivados da formação patriarcal das organizações sociais
primitivas. Nelas vigora a crença de divinização dos ascendentes varãos, para a qual o
homem mais velho exerce a função sacerdotal.
A teoria geral do estado qualifica as comunidades “políticas” primitivas como
teocráticas, pois nelas o sacerdote é o pai, o chefe religioso, o juiz soberano e o
representante “político” da família na comunidade. O estado antigo, portanto, confundese com a religião que regra a conduta social e a organização política. A religião doméstica
indo-europeia impõe a proeminência da figura masculina, por considerar que a família, e
consequentemente, o culto, perpetua-se pelo lado masculino, em que o primogênito é o
sucessor direto do pai. Nesse contexto as mulheres têm pouco valor e a divisão de classes
se dá pelo critério sanguíneo, conforme explica Coulanges8:
De primogênito em primogênito, não havia mais que um chefe de família; este presidia
ao sacrifício, dizia a oração, julgava e governava. Só a ele, de início pertencia o título de
pater, porque esta palavra, que designava o poder e não a paternidade, só podia aplicarse ao chefe de família. Seus filhos, seus irmãos e seus servos, todos o chamavam assim.
Eis, portanto, na constituição da família, o primeiro indício de desigualdade. O primogênito
é o privilegiado para o culto, para a sucessão e para o comando. Depois de várias gerações
formam-se naturalmente [...] ramos mais novos que estão, pela religião e pelo costume,
em estado de inferioridade em relação ao ramo mais velho e assim, vivendo sob sua
proteção, devem obediência à sua autoridade.
[...] Novamente uma classe inferior. O cliente está abaixo não somente do chefe supremo
da família, mas ainda dos ramos mais novos. Entre estes e o cliente há uma diferença:
o membro do ramo mais novo, retomando à série de seus antepassados, chega sempre
a uma pater, isto é, a um chefe de família, um de seus ancestrais divinos que a família
invoca em suas orações. E como descendente de um pater, chamam-no, em latim,
patríciu. O filho do cliente, pelo contrário, [...] não alcançará senão algum cliente ou
escravo. (grifos da autora)
COULANGES, Fustel de. A cidade antiga. Texto integral. Tradução de João Melville. São Paulo: Martin Claret,
2005. p.66.
8
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.255.
7
248
FAE Centro Universitário
Abaixo dos clientes estão os plebeus, considerados à parte do povo romano. A
plebe não faz, originariamente, parte do povo que abrange os patrícios e seus clientes9.
Isso porque, para fazer parte da família, o cliente é iniciado nos seus cultos. O plebeu, ao
contrário, faz parte do povo conquistado, o que justifica a ausência de ancestrais comuns
ao povo conquistador. Diakov e Kovalev explicam as diferenças entre os plebeus e o
povo romano:
Os plebeus, não tendo organização de clã, não viviam em regime comunitário, mas sim
sob o regime de economia privada, familiar. As mulheres tinham, nas suas famílias plebeias,
uma posição mais independente, o que foi uma das razões pelas quais os casamentos entre
patrícios e plebeus eram interditos. Os plebeus não conheciam o culto dos antepassados,
a sua divindade principal era Ceres, a deusa da fecundidade [...].
Na Grécia, mais especificamente em Atenas, a mesma relação de inferioridade existe
entre a classe dos eupátridas e as demais, constituídas por escravos e estrangeiros. Segundo
Souza11, os eupátridas ou cidadãos são os proprietários de terras, descendentes de pais
cidadãos. Os metecos constituem a classe estrangeira e por isso não possuem privilégios
políticos, podendo exercer qualquer tipo de atividade social e intelectual. E os escravos
compõem a minoria da população; podendo conseguir alforria e trabalhar como assalariados.
Nota-se a família como núcleo fundador da civilização primitiva ocidental, pois
ela, muito antes da formação das cidades, dita as regras de convivência e organização
sociais provenientes do tempo em que os antepassados dos gregos, dos itálicos e dos
hindus viviam ainda juntos na Ásia central12. A família forma juntamente com o direito, a
economia, a religião, a moral e o estado, um conjunto confuso, não sendo possível analisar
esses elementos separadamente, senão pelo viés da complementaridade entre todos eles.
Pragmaticamente, Dallari admite duas marcas fundamentais do Estado Antigo:
a natureza unitária, por não haver limites territoriais definidos e a religiosidade. Aranha
e Martins13 complementam tal ideia ao afirmar a religiosidade do mundo antigo como
elemento conectivo entre a autoridade e a divindade, levando ao entendimento de
inexistência de ação política propriamente dita, em razão da crença de que agentes divinos
promovem o agir humano.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.259.
DIAKOV, V.; KOVALEV, S., op. cit., p.53.
11
SOUZA, Osvaldo Rodrigues de. História geral. 14. ed. São Paulo: Ática, 1976. p.84.
12
COULANGES, Fustel, op. cit.
13
ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. Filosofando: introdução à filosofia. 2.
ed. rev. atual. São Paulo: Moderna, 1993. p191.
9
10
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
249
2.1 O Estado Grego: instituições da democracia ateniense
A organização social indo-europeia de origem patriarcal, baseada nas regras de
um culto doméstico hereditário, ganha expressão histórica com a formação dos Estados
Grego e Romano, instituídos pela ciência política como marcos referenciais de regimes
democráticos. Embora Grécia e Roma possuam uma origem comum, ambos se destacam
particularmente por terem adotado práticas distintas a partir de um determinado período.
E é a respeito das particularidades de cada um desses Estados que discorre o
estudo a seguir, sendo válido frisar que se dá preferência à análise político-estrutural das
instituições gregas e romanas nas fases de apogeu de suas experiências democráticas. Na
Grécia, esse apogeu corresponde ao período clássico ateniense.
Assim, retomando o estudo histórico preliminar, Souza14 ensina que:
Nos primeiros tempos, a base da sociedade grega eram os clãs patriarcais ou genos,
formados de várias famílias que possuíam antepassado comum. A reunião das genos
formava uma fratria (fraternidade). Um conjunto de fratrias dava origem a uma tribo. Com
o desenvolvimento das tribos surgiu o Demos, isto é, o povo, coletividade de indivíduos
que se regem pelos mesmos costumes e se mantêm unidos por um culto comum. Com
a concentração do povo ao redor da acrópole apareceu a “polis”, simples fortaleza no
início e que se tornou mais tarde, cidade-estado.
A partir da constituição da cidade, torna-se cidadão aquele que faz parte da família,
que encontra em algum ramo de sua ascendência um pater familias. Os outros que não têm
em sua ascendência um eupátrida constituem classe inferior, inicialmente aquém da cidade.
A polis é, pois, o agrupamento de famílias sob a força coesa do culto doméstico hereditário,
do qual deriva a ideia de que a cidade é feita exclusivamente para e pelos cidadãos.
Em razão da arraigada divisão social, a democracia grega, cujo auge remonta o
século V a.C, não abrange senão os cidadãos, homens da classe dos eupátridas. Isso porque
a cidade herda as leis da família. As regras da religião doméstica perpetuadas nos costumes
do povo são introduzidas nas instituições da cidade: “As instituições políticas da cidade
nasceram com a própria cidade e no próprio dia em que esta nasceu; cada membro da
cidade as trazia consigo, vivendo em germe nas crenças e na religião de cada homem”15.
SOUZA, Osvaldo R. de. op. cit., p.79.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.191.
14
15
250
FAE Centro Universitário
Assim, a lei nasce como consequência direta e necessária da crença, “[...] a própria
religião, aplicada às relações entre os homens [...]”, o que significa dizer que as leis têm
caráter divino, e por conta disso são respeitadas. E do mesmo modo que se exige da
família a figura do chefe religioso, a cidade também possui o seu. Nos primeiros tempos, o
sacerdote do culto público é denominado rei e conjuga a esse cargo a função política. Após
o estabelecimento do regime republicano, os magistrados assumem a posição de chefes
políticos e religiosos da cidade. Os gregos os chamam oi entélei - cujo significado literal
corresponde “àqueles que devem realizar o culto” - congregando as funções sacerdotais,
de justiça e de comando16.
Constata-se o quão enraizado às instituições municipais está o espírito religioso.
Mesmo ao longo dos anos, com o resplandecer da democracia ateniense, esse espírito
transparece na organização social grega. Conforme Coulanges17 a democracia grega
mantém as magistraturas, abaixo relacionadas, instituídas desde tempos anteriores a este
regime de governo:
– Arconte: zela pela perpetuidade dos cultos domésticos;
– Rei: realiza os sacrifícios;
– Polemarca: julga os estrangeiros e é o chefe do exército;
– Tesmótetas: em número de seis, presidem os júris;
– Hierópoioi: consultam os oráculos e fazem alguns sacrifícios;
– Parásitoi: acompanham o rei e o arconte nas cerimônias;
– Atlótetas: com mandato de quatro anos preparam a festa de Atenas;
– Prítanes: formam uma associação permanente de cinquenta magistrados com
a função de manutenção e continuação dos ritos sagrados.
Outras magistraturas, criadas no período da democracia ateniense cuidam das
atividades de administração e organização da cidade:
Primeiro, os dez estrategos que se ocupavam da guerra e da política; depois, os dez
astínomos que cuidavam da polícia, os dez agorânomos que vigiavam os mercados da
cidade e do Pireu, os quinze metrônomos que fiscalizavam os pesos e as medidas; os
dez guardas do tesouro; os dez recebedores de impostos e os onze encarregados da
execução das sentenças18.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.191-208.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.353.
18
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.357.
16
17
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
251
Coulanges mostra que os magistrados têm a função de executar as leis e estão
hierarquicamente abaixo do Senado, uma espécie de conselho de estado composto por
cinco prítanes de cada tribo que exercem funções sagradas e deliberam todo o ano sobre
os interesses religiosos ou políticos da cidade. Acima do Senado está a Assembleia do
Povo, a qual cabe rejeitar ou aprovar os projetos de decreto apresentados pelo Senado.
Os prítanes ou os estrategos presidem as assembleias e os oradores debatem
as propostas apresentadas. O dever de fiscalizar as leis cabe a magistrados especiais,
designados de guardas das leis: “Em número de sete, vigiavam a assembleia, sentados em
bancos altos, e pareciam representar a lei, que é superior ao próprio povo. Se percebessem
ofensa alguma à lei, interrompiam o orador no meio do discurso e ordenavam a imediata
dissolução da assembleia”19. Essa função de guardas das leis é semelhante ao exercício da
atividade designada como custos legis pelo Ministério Público, que atua como fiscal da lei
em juízo. Porém, não se pode dizer que os guardas das leis atenienses sejam os legítimos
ancestrais do Ministério Público, uma vez que esses magistrados exerciam apenas uma
das funções que hoje é atribuída aos membros da instituição e, também, porque eram
responsáveis pela observância das leis nas decisões tomadas pela assembleia, e não por
guardar as leis na resolução de conflitos tutelados pelo estado.
Tal estrutura política demonstra um movimento de participação direta dos cidadãos
nas decisões políticas da cidade-estado, alternando-se no exercício das mais diferentes
magistraturas. A democracia permeia todas as relações privilegiadas do estado e também
está presente nos tribunais. Mas antes de falar sobre o sistema de resolução de litígios,
vale lembrar que os cidadãos são os chefes absolutos das famílias. Eles decidem todas
as questões referentes ao seu núcleo familiar, “[...] com direito de vida e de morte sobre
todos os membros da gens”20. Assim, aqueles que estão submetidos à autoridade do pater
famílias recebem a justiça de suas próprias mãos:
De toda a família, só o pai podia apresentar-se perante o tribunal da cidade; a justiça
pública só existia para ele. Assim, o pai fica sempre responsável pelos delitos cometidos
pelos seus. Se a justiça, para o filho e para a mulher, não estava na cidade, é porque se
encontrava em casa. (...)
Esse direito de justiça, exercido na casa pelo chefe da família, era completo e sem apelação.
Podia condenar à morte como o magistrado fazia na cidade; nenhuma autoridade tinha
o direito de modificar suas sentenças21.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.353-357.
DIAKOV, V.; KOVALEV, S., op. cit., p.53.
21
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.101.
19
20
252
FAE Centro Universitário
Entretanto, conforme Mirabete22, se o crime é de caráter público, por atingir
interesses sociais, faz-se a apuração com a participação direta dos cidadãos, primando-se
pela oralidade e publicidade dos debates. Já, o procedimento para crimes que atentam
contra o próprio estado resume-se no seguinte:
[...] após denúncia perante a Assembleia ou Senado, era indicado o acusador, e o Arconte
designava e compunha o tribunal popular para o julgamento. Perante este se manifestava
o acusador, apresentando suas testemunhas, e em seguida a defesa. Os juízes votavam
sem deliberar, e a decisão era tomada por maioria de votos, sendo absolvido o acusado
se houvesse empate23.
Nesse sentido, Sauwen Filho24 afirma a inexistência da figura do acusador público
profissional (função atualmente exercida pelos membros do Ministério Público) entre os
gregos: “A acusação era então desempenhada por notáveis oradores que, movidos pelo
interesse na causa ou pela paixão que o crime desencadeava, nem sempre agiam com
imparcialidade própria do Ministério Público de nossos dias”.
Em razão das circunstâncias culturais acima explicitadas, vale dizer que, embora a
Grécia tenha em Atenas o reconhecido título de “berço da democracia25 ”, o Ministério
Público, instituição inerente a estados de regime democrático na contemporaneidade,
não se forma originariamente desses povos antigos. Muito pelo contrário. A opção pela
democracia direta permite a participação de homens eupátridas, em menor quantidade
na população, em quase todas as instâncias de poder, visto que há tantos órgãos quantos
homens para alternarem-se nas mais diferentes funções.
Aranha e Martins26 mostram claramente os dados dessa divisão social:
[...] Atenas possuía cerca de meio milhão de habitantes, dos quais trezentos mil eram
escravos e cinquenta mil metecos (estrangeiros); excluídas ainda as mulheres e as crianças,
apenas 10% do corpo social tinha o direito de decidir por todos, e era considerado cidadão.
Afora a evidente exclusão da maioria da população na democracia grega, é
constante o entendimento de que cidade existe para seus cidadãos. E do ponto de vista
interno dessa democracia, o estado organiza-se no sentido de manter as relações de poder
existentes entre as classes. Não se vislumbra a possibilidade de inclusão social das classes
MIRABETE, Júlio Fabrini. Processo penal. 17. ed. São Paulo: Atlas, 2005. p.36.
MIRABETE, Júlio Fabrini, op. cit., p.36.
24
SAUWEN FILHO, João Francisco. Ministério Público Brasileiro e o estado democrático de direito. Rio de
Janeiro: Renovar, 1999. p.18-19. No mesmo sentido também VIEIRA, Judivan. J. Ministério Público: o 4º
poder. Porto Alegre: Síntese, 2003.
25
FIGUEIRA, Divalte Garcia. História. 1.ed., 5. impr.. São Paulo: Ática, 2002. p.43.
26
ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. op. cit., p.191.
22
23
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
253
escravas e estrangeiras. Tão nítido é esse sentimento de privilégio de classe, que mesmo
com as mudanças na forma de governo e as reformas empreendidas por Sólon e Clístenes,
o parâmetro para fazer parte da classe cidadã passa a ser a riqueza. Coulanges27 ensina
que, com o advento da República, o critério para se adquirir direitos políticos não é mais
o nascimento, e sim a riqueza: “[...] essa aristocracia das riquezas formou-se em todas as
cidades, não por artifício calculado, mas pela própria natureza do espírito humano que,
saindo de um regime de profunda desigualdade, não concebeu imediatamente uma
completa igualdade”.
O desenvolvimento histórico da sociedade grega leva ao entendimento de que muito
dificilmente as circunstâncias culturais que a envolvem sejam propícias ao nascimento do
Ministério Público como instituição assentada sobre valores amplamente democráticos,
no sentido de abrangência de toda a população sob a proteção do estado. Entre os
povos gregos antigos, não vinga a ideia de defesa/proteção dos direitos sociais para toda
a população, sendo que os que tem acesso aos direitos políticos desse estado, já fazem
parte das suas instituições.
2.2 O Estado Romano: organização institucional da ‘res publica’ romana.
A cidade romana, bem como a cidade grega, nasce da confederação religiosa
das famílias em cúrias, das cúrias em tribos e das tribos na cidade. É interessante notar a
constituição dos povos que habitam a região do Lácio, antes da formação da cidade. Segundo
informa Arruda28 , a ocupação inicial da península itálica se dá pelos etruscos ao norte, ao
sul pelas colônias gregas já em meados do século VIII a.C. e ao centro pelos italiótas, indoeuropeus por descendência e considerados “os verdadeiros ocupantes da Itália”.
Importante é tal constatação, pois a formação da cidade de Roma está envolta na
lenda da “Eneida”, obra do poeta Virgílio na qual conta-se a história da fundação da cidade:
Segundo Virgílio, quando os gregos destruíram Troia, por volta de 1400 a.C, Enéas
conseguiu fugir e, com a proteção da deusa Vênus e o destino traçado por Júpiter, chegou
à Itália, onde teria fundado a cidade de Lavínio. Seu filho Ascânio fundou Alba Longa e
seus descendentes, Rômulo e Remo, fundaram Roma no ano 753 a.C29.
Assim, a constituição de Roma e a sua estruturação relacionam-se intimamente - seja
pela ancestralidade indo-europeia ou pela descendência grega - com a cultura hereditária
COULANGES, Fustel de, op. cit.
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.190.
29
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.190.
27
28
254
FAE Centro Universitário
dos deuses domésticos, e, por conseguinte, com a proeminência do direito privado e o
escalonamento das classes sociais em razão desse culto. Vale notar que embora o Estado
Romano mantenha vinculação com a tradição cultural grega, possui pontos divergentes
que permitem a sublevação de importantes cidades-estados da Grécia e outras regiões.
Conquistas que tornam Roma imperiosa durante certo período da história.
Na Grécia, a origem étnica indo-europeia possibilita a formação de um tipo de
estado peculiar na história da civilização ocidental, principalmente ao analisar a estrutura
orgânica da cidade de Atenas. A presença do culto doméstico a deuses pessoais permite
o estabelecimento de uma sociedade patriarcal e enraizada no critério de inclusão/
exclusão pela descendência. No que tange ao conceito de justiça, o estado grego ateniense
caracteriza-se pela proeminência do direito privado sobre o público, no sentido de que as
famílias constituem uma unidade estatal autônoma, em que o pater familias administra a
justiça. E com relação às lides tuteladas pelo estado, designa-se uma pessoa para realizar
o julgamento e as partes envolvidas acusam e se defendem sem o intermédio de nenhum
órgão estatal especializado. Por isso, não se encontra nas instituições gregas nenhum
órgão similar ao Ministério Público, porque o estado fundamenta-se sobre uma cultura
notavelmente privada.
Vale salientar as características que distinguem o espírito municipal grego do espírito
municipal romano, uma vez que esses fatores de distinção determinam a dominação de
Roma sobre as cidades-estados gregas, e não o contrário. Partindo do pressuposto de que
gregos e romanos possuem uma mesma descendência e costumes bastante similares, por que
apenas uma dentre as mil cidades da Grécia e da Itália é capaz de subjugar todas as demais30?
Para os gregos, explica Coulanges31, a palavra pátria significa a terra dos pais, a terra
que mantém sepultos os ossos de seus ancestrais e é ocupada por suas almas. O espírito
de pertencimento a terra é forte. “Toda cidade tinha grande zelo pela sua autonomia;
dava-se esse nome ao conjunto que compreendia o culto, o direito, o governo e toda a
sua independência religiosa e política”.
Por essa razão, os antigos nunca puderam estabelecer, nem mesmo conceber, qualquer
organização social além da cidade. Nem gregos nem italianos, nem mesmo os próprios
romanos durante muito tempo admitiram a possibilidade de algumas cidades se unirem
e viverem em condições semelhantes sob um mesmo governo.
Nesse ponto os romanos assumem um espírito municipal diferenciado ao longo de
sua trajetória de conquistas, por isso a pertinência de se destacar os traços que identificam
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.384.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.219-225.
30
31
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
255
o caráter expansionista do Estado Romano. Coulanges distingue dois períodos nessa obra
imperialista: o primeiro coincide com o tempo do espírito municipal autônomo, semelhante
ao espírito patriótico grego; o segundo corresponde à superação desse espírito municipal,
convertido no sentimento de cosmopolitismo da cultura romana.
Primeiramente cabe frisar a composição étnica da população romana, pois diferentemente dos gregos, os romanos advêm de uma mistura de vários povos: latinos (de
origem indo-europeia), troianos, gregos, sabinos e etruscos. Tal miscelânea cultural permite
que Roma seja um grande agregado de famílias com as mais diferentes origens e cultos.
A população romana era, pois, uma miscelânea cultural de várias raças, o seu culto,
união de muitos cultos, o seu lar nacional associação de diferentes lares. Roma era quase
a única cidade cuja religião municipal não a isolava das demais. Estava ligada a toda a
Itália, a toda a Grécia. Poucos povos havia que Roma não pudesse admitir em seu lar32.
É fato que os romanos aproveitam tal característica ao cativar pari passu os diversos
cultos das diferentes raças que a compõe. Inicialmente, assim como nas cidades gregas,
vigora o espírito municipal de autonomia, em que cada família cultiva isoladamente seus
cultos e a cidade ainda não se constitui sobre a partilha do culto comum. Porém, aos
poucos, os romanos utilizam estratégias para agregar todos os povos da Itália mediante um
único governo. Uma delas encontra-se na lenda do rapto das mulheres sabinas. Coulanges33
explica que o intuito de Rômulo ao raptá-las é, não conquistar algumas mulheres, “[...] mas
o direito de casamento, isto é, o direito de contrair relações regulares com a população
sabina [...]”. E assim, à medida que Roma conquista povos e territórios, adota também os
cultos das cidades vencidas.
Roma conquistava os deuses dos vencidos, mas não abria mão dos seus. Guardava só
para si os seus protetores, e até trabalhava para aumentar o seu número. Empenhava-se
em ter mais deuses tutelares que qualquer outra cidade.
Como além disso esse culto e deuses eram, na maior parte, tomados aos vencidos,
Roma estava, por seu intermédio, em comunhão religiosa com todos os povos. [...] Com
todas as cidades Roma tinha a sua religião municipal, fonte de seu patriotismo; mas foi
também a única cidade que usou dessa religião para seu engrandecimento. Enquanto
pela religião, as outras cidades estavam isoladas, Roma teve a habilidade ou a sorte de
usá-la para atrair e dominar tudo.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.384-387.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.387-390
32
33
256
FAE Centro Universitário
Enquanto domina o espírito municipal autônomo, o regime de governo é monárquico e o poder real, considerado uma ordem divina34. Coulanges35 realça a formação do
regime monárquico romano ao destacar as diferentes origens dos reis: “Seu primeiro rei
foi um latino; o segundo, conforme a tradição, um sabino; o quinto era, segundo se diz,
filho de grego, e o sexto nasceu etrusco”. E com base em Arruda verifica-se a tripla função
exercida pelos monarcas, o rei é o “[...] chefe supremo, o grande sacerdote e o supremo
juiz [...]”, e assessorado pelo Senado, um conselho dos anciãos constituído pelos chefes
das famílias.
A passagem da monarquia para a república demonstra a forte influência da classe
patrícia sobre as questões de governo. Arruda36 conta que a monarquia entra em declínio
quando os últimos reis etruscos assumem o governo, dentre eles Sérvio Túlio, que restaura
a antiga divisão das tribos urbanas e reparte a população não mais em razão do culto,
mas pelo critério da riqueza. A partir de então, os patrícios sentem-se ameaçados e
acabam por destituir o último rei etrusco chamado Tarquínio, o Soberbo, em razão da sua
aproximação com as baixas camadas sociais. O autor ainda enfatiza que a implantação do
governo republicano pela aristocracia patrícia significa a recuperação do poder perdido
diante da intervenção dos reis etruscos em Roma37, de modo que, inicialmente, as
instituições republicanas são aristocráticas, e no decorrer dos séculos adotam características
democráticas, com a participação da classe plebeia no poder.
Importa saber que elementos identificam o regime republicano romano. Chauí38
demonstra três principais:
1. o governo está submetido a leis escritas impessoais; 2. a res publica (coisa pública)
é o solo público romano, distribuído às famílias patrícias, mas pertence legalmente a
Roma; 3. o governo administra os fundos públicos (recursos econômicos provenientes
de impostos, taxas e tributos) [...].
Complementando os elementos expostos por Chauí, Arruda39 afirma que o
regime republicano resulta da mistura de elementos monárquicos, representados pelas
magistraturas; aristocráticos, ilustrados pelo senado, e democráticos, cuja maior expressão
encontra-se nas assembleias. Na distribuição do poder estatal, o Senado é o principal
órgão. Os senadores têm cargo vitalício e compõem um conselho de anciãos responsável
por “[...] garantir a integridade da tradição e da religião; supervisionar as finanças públicas;
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.192.
COULANGES, Fustel de, op. cit., p.385.
36
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p. 192-193.
37
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p. 197.
38
CHAUÍ, Marilena. Convite à filosofia. 12 ed. São Paulo: Ática, 1999. p.385.
39
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.197-198.
34
35
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
257
conduzir a política externa; administrar as províncias; dar seu parecer sobre a escolha de
um ditador; autorizar ou não a concessão de honras do triunfo aos generais vencedores”.
Os dois cônsules, segundo Chauí40, estão no centro do governo, são eleitos pelo Senado
e pelo Povo romano, pertencem à classe patrícia e se inserem no rol de magistraturas do
poder executivo. Aos cônsules se entregam dois poderes: “[...] o administrativo (gestão de
fundos e serviços públicos) e o imperium, isto é, poder judiciário e militar”.
Arruda41 salienta que todas as magistraturas são coletivas, ou seja, exercidas por
dois ou mais magistrados em cada cargo, destacando as seguintes magistraturas executivas
abaixo, hierarquicamente, dos Cônsules:
Pretor – Ocupava o cargo imediatamente inferior ao do cônsul. Sua função era ministrar
a justiça. O pretor urbano distribuía a justiça nas cidades e o pretor peregrino, no campo
e entre os estrangeiros. Com a ampliação das conquistas, vários pretores foram indicados
para o cargo de governadores de províncias.
Censor – Os censores, antigos cônsules, eram escolhidos a cada cinco anos. Suas funções
eram fazer o recenseamento dos cidadãos com base na sua riqueza; elaborar o Álbum
Senatorial42 ; orientar os grandes trabalhos públicos e vigiar a conduta moral dos cidadãos.
Questor – Era o encarregado da administração do tesouro público, depositado no Templo
de Saturno. Os questores acompanhavam os cônsules nas campanhas militares, prestando
orientação financeira.
Tribuno da Plebe – Esse magistrado surgiu em Roma como resultado das pressões da
plebe em favor de reformas sociais. Os tribunos da plebe eram em número de 10 e
podiam vetar todas as leis contrárias aos interesses da classe plebeia, menos em época
de guerra e quando as leis eram promulgadas por um ditador.
Edil – Os edis eram encarregados da conservação pública. Suas funções incluíam:
policiamento, repartição dos mercados, abastecimento e distribuição de víveres, etc.
Havia também os edis da plebe. (grifos constantes nos originais)
O Povo romano, que no tempo da república já inclui a plebe, tem uma função
importante: integrar as assembleias deliberativas que decidem os rumos do Estado Romano.
O historiador43 explica que a Assembleia Centuriata é a mais importante no período
republicano, pois cabe a ela a votação das leis e eleição dos cônsules, pretores e censores.
Lembrando que as centúrias constituem grupos de soldados organizados conforme a
capacidade de armamento de seus integrantes.
CHAUÍ, Marilena, op. cit., p.385.
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.198-199.
42
O Álbum Senatorial era uma lista elaborada pelos censores com nomes de antigos magistrados, para o
recrutamento de novos membros do Senado.
43
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.199-200.
40
41
258
FAE Centro Universitário
Diante da exposição da estrutura orgânica das instituições republicanas em Roma,
cumpre dizer que em nenhuma delas há vestígios de um “órgão governamental de defesa
da sociedade, guardião da lei e das liberdades democráticas”. Nem mesmo, constatam-se
indícios de um órgão especializado de acusação criminal. Sauwen Filho44 afirma que os
romanos com certeza não conhecem a figura do acusador público, pois em Roma, como
de resto em todas as civilizações antigas, compete não ao estado, mas à vítima ou à sua
família proceder contra o autor do crime.
A figura do acusador público e do defensor da sociedade não aparece na
Antiguidade, pelos próprios componentes culturais, morais e políticos que compõem as
sociedades mais avançadas da época, no caso Atenas e Roma. Contudo, muitos institutos do
direito romano, bem como os princípios delineadores da democracia ateniense simbolizam
um legado cultural e científico à história do mundo ocidental. O Brasil, mesmo sendo
um Estado de formação tardia e regime democrático recente, ao longo de sua trajetória
político-jurídica está ligado à tradição cultural greco-romana.
A própria instituição do Ministério Público representa a evolução da democracia direta
formulada pelos atenienses à democracia representativa dos norte-americanos. Pois nos tempos
antigos, o cidadão, ao participar da vida política da cidade, protege-se contra os arbítrios do
estado exercendo a função de legislador ao deliberar nas assembleias; incumbindo-se das
funções de administração e fiscalização quando é eleito magistrado; defendendo-se nas lides
penais ao atuar como “advogado”, e ainda exercendo a atividade acusatória quando é a
vítima em questão. A vida activa dos cidadãos promove, protege e delibera sobre os interesses
públicos, que – em última análise – são seus interesses particulares também.
A liberdade dos antigos é, por fim, o direito à livre participação na vida da
cidade45. Com a adoção do regime democrático representativo pelos Estados Ocidentais
contemporâneos, o sentido de liberdade também evolui, passa a significar maior dedicação
à vida privada do que à vida pública. E em uma sociedade regida pelo sistema de
representatividade política, torna-se ainda mais imprescindível a existência de um órgão
estatal especializado pela defesa dos interesses públicos em nome de todos os cidadãos.
E essa trajetória histórica sublinha os motivos que levam as democracias
representativas atuais a instituírem órgãos responsáveis pela manutenção da justiça, pelo
zelo às instituições democráticas, pela defesa da ordem jurídica, política e do cidadão
perante a coletividade. E em cada período dessa trajetória verifica-se a inserção de novos
elementos formadores das sociedades políticas atuais.
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.24.
BOBBIO, Norberto. Liberalismo e democracia. Tradução de Marco Aurélio Nogueira. São Paulo: Brasiliense, 2005.
44
45
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
259
Transcorrida a Antiguidade Clássica, surge de uma nova ordem social e econômica,
derivada da fusão cultural entre romanos e germânicos e pela incorporação da religião
cristã, responsável por estabelecer - através da Igreja - um ideal de universalidade que
transparece nas instituições de poder vigentes durante o período medieval. O Estado
Medieval evidenciará o cristianismo e o feudalismo como seus principais elementos,
corroborando para o nascimento de sua antítese, o Estado Moderno, no qual o Ministério
Público encontrará um ambiente propício para nascer.
3
DO ESTADO MEDIEVAL AO ESTADO MODERNO: O NASCIMENTO DO
ESTADO DE DIREITO E A INSTITUIÇÃO DO MINISTÉRIO PÚBLICO
O Império Romano atinge o auge nos dois primeiros séculos da Era Cristã, quando
ocupa um vasto território, desde a Inglaterra (até os confins da Escócia), a Gália, a Ibéria, a
parte meridional da Germânia até a Península Balcânica ao sul do Danúbio; e o Norte da
África e uma parte da Ásia ocidental46. A grande extensão territorial ao passo que significa a
intensificação das relações culturais e econômicas com vários povos, resulta em uma grave
crise militar, religiosa, econômica e política que acaba por fragmentar o Império Romano,
transfigurando o continente europeu em uma nova ordem social, denominada feudalismo.
O feudalismo perpassa todo o período medieval, desde meados do século IV até o
século XVIII, e decorre da confluência das culturas germânicas e romanas. Arruda explica
que uma crise geral ocorrida entre o século III e V é responsável por facilitar a invasão
dos germanos no território do Império, apontando como principal causa a escassez de
escravos, que resulta na redução na produtividade dos latifúndios. Essa escassez relacionase diretamente à diminuição das ofensivas militares, pois o abastecimento de escravos no
Império ocorre através das guerras e conquistas de novos povos; à expansão do cristianismo,
que proíbe a escravidão e difunde a ideia de salvação para os proprietários de escravos
que os libertassem, e - em termos econômicos - a dificuldade de manutenção dos grandes
latifúndios e a consequente divisão das propriedades em unidades menores de produção.
Paralela a essa crise, as invasões bárbaras contribuem para a transmutação da vida
urbana das cidades para o campo. O centro de produção econômica passa a ser a vila - base
dos feudos medievais – em torno da qual se aglomeram homens dependentes de um senhor
que dirige a vida política, militar e econômica da sua propriedade. Os povos germânicos
adotam a economia natural, baseada na troca para consumo imediato, a divisão estamental
de classes e as relações políticas seladas em contratos de reciprocidade e confiança.
GILISSEN, John. Introdução histórica ao direito. 4. ed. Tradução de A. M. Hespanha e L. M. Macaísta
Malheiros. Lisboa: Fundação Calouste Gulbenkian, Serviço de Educação e Bolsas 2003. p.125.
46
260
FAE Centro Universitário
Da fusão entre a cultura romana e germânica surge o feudo, unidade social do
Estado Medieval, caracterizado pela autossuficiência econômica; descentralização do
poder político e divisão social em estamentos: a nobreza, o clero e os servos. Os nobres
correspondem aos patrícios romanos, donos dos latifúndios; o clero, à classe sacerdotal
instituída com a oficialização do cristianismo no Império Romano e os servos, aos antigos
clientes que buscavam proteção na classe patrícia. Ainda existem poucos escravos, apesar
das restrições da Igreja, homens livres chamados vilões, e funcionários dos senhores feudais,
homens de confiança com funções de fiscalização e administração dos feudos47.
Dentre os funcionários reais citados por Sauwen Filho48 como possíveis precursores
do Ministério Público, estão os Saions (oriundos do direito visigodo), os Senescais (surgidos
entre os povos fixados na antiga Gália), os Balios (nascidos nos povos escandinavos) e os
Missi Dominici (funcionários do Reino Franco, maior reino feudal durante a Idade Média).
Os Saions são funcionários fiscais do Reino germânico dos Visigodos, que se instala na
segunda metade do século V na Ibéria até a primeira década do século VIII, quando ocorre
a dominação mulçumana em boa parte dessa península. Os Saions “[...] praticavam atos,
hoje a cargo do Ministério Público, como a defesa dos órfãos e a acusação contra tutores
relapsos ou criminosos”. Todavia, conforme o jurista, boa parte da doutrina não admite a
ancestralidade do Ministério Público nos Saions.
Os Senescais e os Balios, por sua vez, adotam a função de defesa dos senhores
feudais, o que torna impossível serem considerados correlatos aos atuais agentes do Ministério
Público. Porque faltar a eles o desempenho do ofício de interesse público, posto que servem
exclusivamente aos senhores feudais e não ao Estado. E os Missi Dominici, instituídos por uma
capitulare de Carlos Magno (monarca do Reino germânico dos Francos), são uma espécie de
inspetores peregrinos que fiscalizam a atuação dos delegados do soberano, ouvindo queixas
e coibindo abusos, além de possuírem atribuições semelhantes aos atuais curadores de órfãos
e incapazes. Porém, o traço evidente de parcialidade dos funcionários de Carlos Magno
impede a aceitação dos Missi Dominici como ancestrais do Ministério Público49.
Além da invasão dos bárbaros e da crise instalada na fase final do Império Romano,
o advento do cristianismo contribui para o processo de cristalização do sistema feudal. Pois
a Igreja se constitui no principal veículo de unificação dos feudos durante a Idade Média,
derivando daí a ingerência do direito canônico nas questões de estado. Segundo Gilissen50,
ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.281-288. p.353-367.
REZENDE FILHO, Gabriel José Rodrigues, 1962, p.76 apud SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.28.
49
SUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.27-34.
50
GILISSEN, John, op. cit., p.127-139.
47
48
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
261
o direito medieval admite duas principais fontes: o direito romano e o canônico; que
no período de sua vigência, do século V ao século XIV, legitima a instituição de tribunais
eclesiásticos para resolução de litígios, tanto em matéria civil quanto criminal.
Nesta época as jurisdições laicas estão em plena decadência na sequência do
enfraquecimento do poder real pelo feudalismo. A Igreja, na maior parte da Europa
Ocidental, atinge seu apogeu e teve possibilidade de conhecer largo domínio do poder
jurisdicional, mesmo em relação aos leigos.
No que diz respeito às matérias civis e penais, os tribunais eclesiásticos julgam tanto
leigos como clérigos nos casos de infrações contra as regras do direito canônico, como
as práticas da usura e adultério, e também em casos de delitos considerados heresias,
sacrilégios, feitiçaria, etc. Em matéria penal a Igreja tem competência praticamente
exclusiva, enquanto em matéria civil admite competência concorrente, dando-se
preferência ao tribunal invocado em primeiro lugar.
No domínio penal, o processo permaneceu durante muito tempo dependente de queixa
(isto é, acusatório) que se desenrolava mais ou menos como o processo cível. Nos finais
do século XII apareceu o processo oficioso, por inquirição (inquisitio) ordenada pelo
juiz desde que tivesse conhecimento de uma infração (procedimento inquisitorial). Este
processo foi largamente aplicado pelo Santo Ofício na luta contra as heresias; levou
a permissão de ordenar a tortura (quaestio), instituição recebida do direito romano e
aplicada contra os heréticos por bula de Inocêncio IV de 125251.
O processo penal inquisitório caracteriza-se pela existência de apenas uma pessoa
responsável pelas funções de defender, acusar e julgar, o que impede a imparcialidade de
julgamento. O processo é secreto e não admite o contraditório, isto é, não é permitido ao
acusado o direito de contrariar as afirmações que o colocam na situação de réu. Os acusados
são presumidos culpados e por isso busca-se a verdade real, sendo a tortura meio de confissão.
Segundo Gilissen, é “de grande importância” conhecer os seguintes motivos que
justificam o poderio da Igreja Católica na Idade Média como expressão do direito e, por
conseguinte, como locus competente de resolução de conflitos:
a) O caráter ecuménico da Igreja: desde os seus primórdios, o cristianismo colocase como a única religião verdadeira para a universalidade dos homens [...]. Esta
tendência universalista deu ao direito da Igreja um caráter unitário [...].
b) Certos domínios privados foram regidos exclusivamente pelo direito canónico,
durante vários séculos, mesmo para os laicos [...].
GILISSEN, John, op. cit., p.140-141.
51
262
FAE Centro Universitário
c) O direito canónico foi, durante toda a Idade Média, o único direito escrito [...].
d)O direito canónico constituiu objecto de trabalhos doutrinais, muito mais
cedo que o direito laico; constituiu-se assim uma ciência do direito canónico.
O direito canónico, sendo pois um direito escrito e um direito erudito muito
antes do direito laico na Europa Ocidental, exerceu uma profunda influência
na formulação e desenvolvimento deste direito.
Assim, pode-se falar, em certa medida, que a Igreja Católica medieval contribui para
a dogmatização do direito e, no que tange ao processo penal, instaura um novo tipo de
sistema, em que os particulares não são mais responsáveis pela defesa e acusação, pois o
juiz inquisidor tem por especialidade essas funções. Enquanto vigora o sistema inquisitório
não se vislumbra um órgão profissional especializado na atividade acusatória, como o é
o Ministério Público. Até porque a divisão em estamentos e a generalização das ordens
eclesiais impedem a atuação de um órgão de defesa de interesses públicos.
Não obstante o poderio da Igreja, o crescimento populacional, de epidemias
e de inúmeras guerras causa uma crise que assola os domínios feudais. Além disso, o
reflorescimento comercial gera conflitos entre a burguesia em acessão e as proibições de
usura pela Igreja, que tem seus dogmas questionados também pelas vertentes protestantes
e por teóricos renascentistas. Conforme Figueira52, esse contexto aponta à ascensão dos
reis e a consequente unificação em torno do Estado Moderno e Absoluto.
Filipe II, rei da França do início do século XIII, é um dos primeiros monarcas
a adotar medidas de centralização política encarregando funcionários especiais para
recolher impostos em todo reino. Outra medida é tomada por Luís IX, que, organizando
uma reforma judiciária, fortalece os tribunais reais em detrimento dos senhores feudais.
Portanto, o fortalecimento dos monarcas contribui para a contínua decadência dos tribunais
eclesiásticos e ascendência dos tribunais laicos.
Com a transferência das competências da jurisdição eclesiástica para os domínios
do Estado, verifica-se a necessidade de representantes dos reis nas cortes de justiça, a fim
de que os interesses do Estado – considerados do próprio monarca - estejam representados
por pessoas qualificadas.
Findando a Idade Média, com a crescente complexidade do Estado, os soberanos começaram
a instituir tribunais regulares para distribuir a Justiça em seu nome. Para contrabalançar a
progressiva autonomia dos tribunais, que às vezes, contrariavam os interesses da Coroa, os
reis instituíram procuradores para promover a defesa de seus interesses [...]53.
FIGUEIRA, Divalte Garcia. História. 1. ed. 5. impr. São Paulo: Ática, 2002. p.95-99.
MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. São Paulo: Saraiva, 2005. p.36.
52
53
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
263
O rei Felipe IV, da França, é o primeiro a legalizar a figura dos procuradores do rei
com a publicação das Ordenanças de 25 de março de 1302. As Ordenanças instituem
duas classes de procuradores: os advocats du roi, que têm atribuições exclusivamente
cíveis, e os procureurs du roi, que possuem as funções de defesa do fisco e de natureza
criminal54. Conforme Tornaghi55, “o Ministério Público francês nasceu da fusão destas
duas instituições, unidas pela ideia básica de defender os interesses do Soberano que
representava os interesses do próprio Estado”.
Em Portugal, segundo Alexandre de Moraes56, a figura do procurador da Coroa já
existe sob o reinado de Afonso III, a primeira de Portugal e que vai de 1139 a 1383. Em
1387, já na dinastia de Avis, o rei Don Juan I cria ‘El Ministério Fiscal’, que guarda certa
semelhança com o Ministério Público atual.
Em que pese a observação de Tornaghi57 de que o Ministério Público “não surgiu
de repente, num só lugar por força de algum ato legislativo”, mas “formou-se lenta e
progressivamente, em resposta às exigências históricas”, a doutrina majoritária estabelece
a França como berço do Ministério Público:
[...] é fora de dúvida e os autores, de um modo geral [...] são unânimes em apontar a
França como o berço do Ministério Público. [...] é certo que, como instituição, o Ministério
Público surgiu na França, tendo inclusive até data precisa, 25 de março de 1302, quando
Felipe, o Belo, através de sua conhecida ordonnance, reuniu tanto seus procuradores,
encarregados da administração de seus bens pessoais, quanto seus advogados, que lhe
defendiam os interesses privados em Juízo e que, em conjunto eram conhecidos pelo
nome genérico de les gens du roi, numa única instituição.
Com o decorrer do tempo, a instituição deixou de zelar apenas pelos interesses privados do
soberano, passando a exercer funções de interesses do próprio Estado. Vale dizer, passou
a desenvolver um “mister público”, ao invés de apenas exercer um “mister privado”, a
zeladoria dos interesses do monarca; e foi então que a designação Ministério Público
se consagrou [...]58.
Cabe perguntar quais são essas exigências históricas a que se refere Tornaghi,
capazes de propiciar o surgimento do Ministério Público e porque a França se destaca nesse
contexto histórico. Para isso, prescinde-se esclarecer quais os elementos que identificam
o Estado Moderno, pois só então se poderá compreender o contexto histórico que gerou
o Ministério Público e em determinadas condições.
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.01.
Apud MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit.,
56
MORAES, Alexandre de. Direito constitucional. 6. ed. São Paulo: Atlas, 2006. p.451
57
Apud MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit.,
58
(SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 38).
54
55
264
FAE Centro Universitário
Nas palavras de Bobbio59, o Estado Moderno nasce na dissolução da sociedade
medieval de caráter pluralista, onde o direito se origina de diferentes fontes de produção e
se organiza em diversos ordenamentos. Essas fontes são os costumes, o direito germânico,
romano e eclesiástico, incorporados à sociedade com a organização dos feudos. Tal
pluralismo jurídico percorre um duplo processo de unificação com a formação das
monarquias absolutistas que caracterizam o Estado Moderno. Primeiro, a unificação de
todas as fontes de produção jurídica na lei, como expressão da vontade do soberano;
segundo, a unificação de todos os ordenamentos jurídicos superiores e inferiores ao Estado
no ordenamento jurídico estatal, cuja expressão é a vontade do príncipe.
O processo de separação entre a Igreja e o Estado prossege até que, a partir do século
XVI, conforme Gilissen60, o ensino do direito canônico perde interesse para os laicos, inicialmente
na França e depois noutros países, e “Mesmo onde o catolicismo se mantém, o estado laicizase; rejeita a intervenção da Igreja na organização e funcionamento dos seus órgãos políticos e
judiciários”. “É por isso que a competência dos tribunais eclesiásticos é cada vez mais restrita”.
Na França, como se vê, a constituição do Estado nacional absoluto aflora mais cedo
e é nela também que o antiabsolutismo se desenvolve tomando dimensões extraterritoriais
com os princípios da Revolução Francesa em fins do século XVIII.
[...] os franceses consideraram-se investidos de uma missão universal de libertação dos
povos. E efetivamente, o espírito da Revolução Francesa difundiu-se, em pouco tempo,
a partir da Europa, a regiões tão distante quanto o subcontinente indiano, a Ásia Menor
e a América Latina61.
Essa reação ao poder absoluto dos reis guarda relação com a evolução do Ministério
Público, pois é esse o contexto da tese da separação e de especialização dos poderes do Estado
que o Ministério Público se evidencia como órgão que deve se distanciar das influências do
poder executivo, a fim de responder às exigências históricas de limitação do poder estatal.
E conjugado ao princípio de soberania do povo (demos), o desafio em que se coloca é o de
encarnar a função de defesa do interesse público, como interesse geral do povo.
De modo que a separação entre o poder judiciário e o executivo, exige a distinção
das funções de defesa, acusação e julgamento na resolução dos conflitos, agora tutelados
pelo Estado. A introdução de um sistema “acusatório” de processo penal, verificada com a
separação dos poderes estatais, resume a evolução do Ministério Público como órgão, antes
a serviço do rei, representante do interesse público e guardião da lei nos procedimentos
do poder judiciário. Assim,
BOBBIO, Norberto, op. cit., 1997, p.11-13.
GILISSEN, John, op. cit., p.142
61
COMPARATO, Fábio Konder. Afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1998. p.40.
59
60
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
265
O que se sabe sobre a evolução do Ministério Público é que houve um processo paulatino
de formação e separação da atividade acusatória do âmbito do Poder Judiciário. Neste
sentido, os princípios liberais de tripartição dos poderes significaram, na maioria dos países
ocidentais, o abandono do processo inquisitorial promovido pelo Poder Judiciário pela
criação de uma instituição autônoma e especializada, como encarregada de tal tarefa62.
Sauwen Filho63 explica a passagem da monarquia absoluta francesa à fase republicana. Dentre as modificações previstas pela Assembleia Nacional Constituinte de 1789,
está a orientação de retirada da natureza política do Ministério Público, para torná-lo
simples órgão judiciário independente do rei, e, a vitaliciedade dos seus membros, que
continuariam a ser nomeados pelo rei, mas só poderiam ser demitidos por comprovada
corrupção. Outro avanço ocorre em agosto de 1790, quando a Assembleia Nacional divide as funções do Ministério Público em dois órgãos distintos, segundo o autor, é dessa
data que se evidenciam as duas funções de dominus litis e de custos legis da Instiuição,
conservadas até os nossos dias:
[...] um Comissário do Rei, nomeado pelo soberano e a quem cabia a missão exclusiva de
zelar pela aplicação da lei e pela correta execução das decisões judiciais, e o Acusador
Público, eleito pelo povo e que tinha a função de sustentar, diante dos tribunais, a
acusação dos réus.
Tal condição de custos legis caracteriza a evolução do Ministério Público de acordo
com o paradigma da legalidade do Estado de Direito. Este é controverso ao Estado Moderno
na medida em que pretende limitar o exercício do poder estatal, através da separação dos
poderes do Estado, do princípio da soberania popular e do reconhecimento de direitos
individuais em uma Constituição. O Ministério Público se consolida, então, como órgão
promotor e defensor do bem público nos tribunais. Pois tanto como custos legis quanto como
dominus litis, passa a atuar na função de fiscal da lei e na promoção da ação penal pública,
exercendo parcela da soberania estatal, entendida como soberania dos interesses do povo.
Essas ideias iluministas norteadoras do Estado de Direito e os seus reflexos na evolução
do Ministério Público francês alcançam diversos países latinos, dentre eles Portugal e Espanha.
E, através dos quais, o legado cultural e científico de aproximadamente quatro milênios
de desenvolvimento do continente europeu chega ao Brasil e a outros países da América
Latina. O Ministério Público brasileiro irá se formar a partir da matriz lusitana, por meio da
legislação vigente no Brasil colônia.
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.02.
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit.
62
63
266
FAE Centro Universitário
4
ORIGENS DO MINISTÉRIO PÚBLICO PORTUGUÊS E A SUA
EVOLUÇÃO NO BRASIL
O Ministério Público moderno origina-se dos procuradores do rei na França, e o
Ministério Público brasileiro desenvolve-se efetivamente a partir dos procuradores do rei do
Direito lusitano64. Conforme visto, o Ministério Público francês data do início do século XIV
(25 de março de 1302), o de Portugal, do mesmo modo, “segundo aceitação unânime da
doutrina portuguesa”, somente surge como instituição organizada a partir do século XIV65 ,
porém sem data precisa de nascimento. É válido afirmar, arrimada em Sauwen Filho66, que o
Ministério Público português transmite certas características peculiares ao Ministério Público
brasileiro, decorrentes do processo histórico de constituição do Estado nacional português que
merecem ser esboçadas, para se chegar ao conhecimento da formação da Instituição no Brasil.
Prefaciando as Ordenações Filipinas, Almeida67 conta que Portugal desde logo fora
território do Império Romano, de onde Lisboa chega até a obter o privilégio de seus cidadãos
gozarem dos mesmos direitos pertinentes aos de Roma. E assim, como as outras regiões da
Europa, a Ibéria não tarda a ceder às invasões bárbaras a partir do século V d.C. Dentre
os germanos que se fixam na região, os visigodos se organizam política e militarmente até
formar o Estado nacional português. A forma de governo visigótico é o da monarquia eletiva
e o sucessor do rei é escolhido por uma assembleia de prelados e nobres.
Quanto à legislação, Gusmão68 - explica em nota de rodapé - as influências do direito
romano e do direito canônico na Lex Romana Wisigothorum, que resultam mais tarde nas fontes
históricas das compilações legislativas do Estado português, denominadas Ordenações do Reino.
Na Península Ibérica, vigiu o direito romano vulgar, que depois da invasão dos visigodos
foi substituído pela Lex Romana Wisigothorum (§166), compilação do direito romano
e de costumes observados pelos invasores, aplicável exclusivamente aos ibéricos, pois
os germânicos eram regidos por seus costumes. A partir de 654, foi introduzido na
Península Ibérica o Líber Iudiciorum (§166), também denominado Fórum Iudiciorum,
compilação que integrou o direito romano com o direito consuetudinário germânico e
com o direito canônico, compreendendo direito penal, direito civil, direito processual e
direito eclesiástico, que se tornou legislação comum a germanos e ibéricos.
MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. ver., ampl. e atual.à luz da Reforma do
Judiciário (EC n. 45/04). São Paulo: Saraiva, 2005.
65
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.101.
66
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 93 e p.101.
67
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de. Ordenações Filipinas: Ordenações do Reino de Portugal recopiladas
por de’l Rei D. Filipe, o Primeiro. São Paulo: Saraiva, 1957. v. 1, p.6-8.
68
GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.330 (em nota de rodapé)
64
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
267
Após a invasão sarracena, essa compilação vigora até o século XIII. Enquanto isso,
parte da população visigótica refugia-se na região das Astúrias, seria fundado posteriormente
o reino “chamado de Oviedo e, finalmente, sob Afonso I, denominado reino de Leão”, que
mais tarde comporia o Estado português. Segundo, Almeida69, “Tradição quase unanimemente
consagrada, ensina que” os árabes, “em geral, permitiram, durante a dominação, que os
cristãos se regessem por suas leis próprias”.
Com a expulsão dos mouros, o rei Afonso VI reúne os diversos reinos isolados que
compunham a Ibéria (Leão, Castela, Galécia e Lusitânia), casa com a “primogênita de
Henrique da Borgonha, descendente – ao que corre – de Hugo Capeto, tronco 3º dos reis
da França”. E em fim, no ano de 1139, seu filho, Dom Afonso Henriques é aclamado Rei
de Portugal, proclamando-se Afonso I da dinastia de Borgonha, ano que marca o início do
Estado moderno português.
A partir de então, dá-se um movimento de reorganização das instituições estatais de
Portugal. Afonso II institui Cortes Gerais, assembleias deliberativas para aplicação das primeiras
leis gerais no país. Sob o reinado de Afonso III, semelhante ao que ocorre na França, dá-se o
fortalecimento da jurisdição real em detrimento das jurisdições dos feudos. Criam-se, assim,
“[...] magistrados régios, destinados a julgar, nas regiões portuguesas, em que os nobres,
arrogando-se competência que não tinham, laboravam em erros e injustiças”70. De modo
que, em 1289, a figura do Procurador da Coroa passa a existir em Portugal71.
O cargo de Procurador do Rei, como função regular e a prerrogativa de “chamar a
Casa do Rei” as pessoas que tinham questões com o monarca, surgiu somente durante
o reinado de Dom Afonso III, pelo diploma de 14 de janeiro de 1289, sem contudo se
constituir, ainda, em magistratura instituída, o que só ocorreria mais tarde, com a criação
dos tribunais regulares e com a publicação de leis que viriam substituir o primitivo direito
dos forais privativos de cada região [...]72.
Mais tarde a Revolução de Avis (1383-1385) empossa o rei Dom João I da casa real de Avis73.
Desde o tempo de Afonso II até dois séculos depois, Portugal regeu-se praticamente pelos
forais74, pelos direitos romanos e canônicos e pelos usos e costumes. Daí a diversidade de
soluções que a multiplicidade dos forais estabelecia, emergindo de tudo a necessidade de
uma compilação que unificasse a aplicação do direito no Reino. Coube a Dom João I a
tarefa de consagrar seus cuidados a esse problema nacional75.
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.8.
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.9.
71
MORAES, Alexandre de, op. cit., p.451.
72
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.103.
73
FIGUEIRA, Divalte Garcia, op. cit., p. 101.
74
“A título de esclarecimento: “fuero” significa lei. GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.330 (em nota de rodapé)
75
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.10.
69
70
268
FAE Centro Universitário
Conforme Moraes76, em 1387, o Rei Don Juan I, responsável por criar a instituição
do Ministério Público em Portugal, cria ‘El Ministerio Fiscal’, que guarda certa semelhança
com o Ministério Público atual. Quanto à compilação de leis iniciada por Dom João I, no
século XIV, Almeida informa que somente é concluída em 1446, sob o reinado de Afonso
V, justificando a designação recebida: Ordenações Afonsinas. Estas constituem “o mais
antigo código de leis portuguesas”, e aceitam – subsidiariamente – o direito romano, salvo
onde houver pecado, caso em que se deveria preferir o canônico.
O estudo do direito público português revela-nos que as relações entre governantes, antes
das Afonsinas, estavam fundamente contaminadas do direito visigótico. Como neste, era
o rei chefe supremo de todos os poderes do Estado, exercendo-os pessoalmente, ou
por delegados. Sua autoridade, porém, advinha de Deus, conforme doutrina de direito
divino esposada pelos concílios de Toledo e neles proclamada sucessivas vezes. Mas foi
por via de caminhos absolutamente temporais, que revoltas de nobres modificaram aqui
e acolá, é que tal poder se foi alargando. E foi sob esse estado de coisas que se baixaram
as Ordenações Afonsinas, em 1446 ou em 1447, sem embargo de a elas ter preexistido
um registro oficial de leis do Reino77.
A respeito da instituição do Ministério Público nas Ordenações Afonsinas, vale a
transcrição das palavras de Sauwen Filho:
[...] tendo se evidenciado no reino a necessidade se estabelecer uma instituição que
apoiasse os vassalos que reclamassem justiça e ainda que defendessem o interesse geral,
surgiu a figura do Procurador da Justiça, regulada no Título VII do Livro I das Ordenações
Afonsinas, publicadas entre 1446 e 1447, onde constavam os deveres do ofício nestes
termos: “E veja e procure bem todos os feitos da justiça e das Viúvas e dos Órfãos e
Miseráveis Pessoas, que a nossa Corte vierem”78.
As Ordenações Manuelinas sobrevêm, então, em 1521, trazendo poucas emendas às
primeiras Ordenações79, que não chegam a viger no Brasil. Dentre as inovações, é somente
com elas que se estabelecem “as obrigações relativas aos ofícios dos Procuradores de Feitos
do Rei e o Promotor da Justiça da Casa de Suplicação e dos Promotores da Justiça da Casa
Civil, compendiadas que foram nos Títulos XI e XII do Livro I daquele ordenamento”80 .
Tanto Macedo Júnior81 quanto Sauwen Filho82 admitem as influências do direito francês nas
Ordenações Manuelinas, mas é somente este último autor que explica onde se evidenciam
tais influências no tocante ao Ministério Público.
MORAES, Alexandre de, op. cit., p.451.
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.10, 12 e.13.
78
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.103.
79
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.15.
80
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 104.
81
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2.
82
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 105.
76
77
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
269
As Ordenações Manoelinas estabeleciam a existência na Casa da Suplicação de Lisboa de
um Procurador dos Feitos da Coroa e um Procurador dos Feitos da Fazenda. Tal disposição
seguia o modelo clássico do Parquet francês, onde as “gentes do rei”, no alvorecer da
instituição, deixaram de defender apenas os interesses privados do monarca, mas a
essa função somaram a defesa dos interesses do Estado, e onde muito certamente as
Ordenações Manoelinas foram buscar inspiração para normatizar o congênere lusitano.
Macedo Júnior83 explica que no regimento das Ordenações Manuelinas o Promotor
de Justiça possui atribuições de custos legis e de acusação criminal. Atribuições essas
confirmadas pelas Ordenações Filipinas, de 1603, em que os Promotores de Justiça passam
a atuar junto às Casas de Suplicação, com a função de “fiscalização da lei e da Justiça e
no direito de promover a acusação criminal”.
Nesse período, existe apenas a justiça de primeira instância, representada pelas
casas de suplicação. Em 1609, a instituição do Tribunal da Relação da Bahia dá à Colônia
a justiça de segundo grau. Nela figuram juntamente com mais dez desembargadores o
Promotor de Justiça e o Procurador dos Feitos e da Coroa. Em 1751, outra inovação, a
criação do Tribunal da Relação da Cidade do Rio de Janeiro, responsável por julgar os
recursos provindos do Tribunal da Relação da Bahia, separa os cargos de Promotor de Justiça
e de Procurador dos Feitos e da Coroa que passam a ser exercidos por titulares diferentes.
É “o primeiro passo para a separação total das funções de Procuradoria da República
(que defende o Estado e o Fisco) e o Ministério Público, somente tornada definitiva com
a Constituição Federal de 1988”84.
Terminado o período colonial (1500-1822) com a proclamação da independência
do Brasil, e assim também concluída a primeira fase do sistema jurídico brasileiro, inicia-se
a império no Brasil (1822-1889) e a segunda fase do seu sistema jurídico85.
No Império, a primeira Constituição do Brasil (1824) não dispõe sobre a instituição
do Ministério Público, destinando ao Procurador da Coroa e Soberania Nacional a tarefa
de acusar nos juízos de crimes comuns. O artigo 48, incluído no capítulo referente ao
Senado, no Título IV ‘Do Poder Legislativo’, menciona o seguinte: “No Juizo dos crimes,
cuja acusação não pertence à Camara dos Deputados, acusará o Procurador da Coroa e
Soberania Nacional”.
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2.
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.02.
85
GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.329.
83
84
270
FAE Centro Universitário
Macedo Júnior86 salienta que somente com o Código de Processo Penal do Império
de 1832 é dado tratamento sistemático ao Ministério Público: “Tal Código colocava o
Promotor de Justiça como órgão da sociedade, titular da ação penal”. Sauwen Filho87
transcreve os artigos 22 e 23 da Lei nº 261 de 3 de dezembro de 1841, que reforma o
Código de Processo Criminal de 1832, dedicando “todo um capítulo à Instituição, sob a
rubrica Dos Promotores Públicos”:
CAPÍTULO III
Dos Promotores Públicos
Art. 22 – Os Promotores Públicos serão nomeados e demitidos pelo Imperador, ou
pelos Presidentes das províncias, preferindo sempre os Bacharéis formados, que forem
idôneos, e servirão pelo tempo que convier. Na falta ou impedimento serão nomeados
interinamente pelos Juízes de Direito.
Art. 23 – Haverá, pelo menos em cada Comarca um Promotor, que acompanhará o Juiz
de Direito; quando, as circunstâncias exigirem, poderão ser nomeados mais de um. Os
Promotores vencerão o ordenado que lhes for arbitrado, o qual, na Corte, será um conto
e duzentos mil réis por ano, além de três mil e duzentos réis por cada sustentação do
Jury, e dois mil e quatrocentos réis por arrazoados escriptos.
Nota-se pela leitura dos artigos transcritos que o Ministério Público ainda se acha
imbricado nas mãos do imperador ou dos presidentes das províncias, posto que seus
membros são ainda nomeados ou demitidos à discricionariedade dos chefes do Poder
Executivo, ao mesmo tempo em que ficam subordinados ao Poder Judiciário, quando
nomeados interinamente pelos Juízes de Direito. Fato importante é a disposição para que
um Promotor sempre acompanhe um Juiz de Direito, e a determinação de que em todas
as Comarcas do reino haja representantes do Ministério Público.
Assim, sob o império da Lei 252 de 3 de dezembro de 1841, tínhamos no Brasil um
Ministério Público funcionando precariamente e de forma subordinada ao poder Judiciário
de quem fazia as vezes de órgão coadjuvante e seus membros nomeados e demitidos
livremente pelo Imperador ou pelos Presidentes de Províncias e, em casos especiais, pelos
próprios Juízes. Exerciam, sem qualquer independência, na maioria das vezes, simples
funções de auxiliares da Justiça.
Em 1871, um avanço, a Lei do Ventre Livre atribui ao Promotor de Justiça a função
de protetor do fraco e indefeso ao estabelecer que a ele cabe zelar para que os filhos de
mulheres escravas sejam devidamente registrados88. Todavia, vale a constatação de Mazzilli,
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2.
SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 122.
88
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.3.
86
87
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
271
que “No Brasil – Colônia e no Brasil – Império, o Procurador-Geral ainda centralizava o
ofício, não se podendo falar de instituição do Ministério Público nem de independência
ou garantia de promotores públicos, que eram meros agentes do Poder Executivo”89.
Conforme relata Macedo Júnior90, com o advento da República, destaca-se a figura
do então Ministro da Justiça, Campos Salles, que elabora o Decreto n° 848 de 1890 a cerca
da estrutura da Justiça Federal e do Ministério Público, sendo – por essa razão – considerado
patrono do Ministério Público. Segue abaixo a exposição de motivos:
O Ministério Público, instituição necessária em toda a organização democrática e imposta
pelas boas normas da justiça, está representado nas duas esferas da Justiça Federal. Depois
do Procurador Geral da República vêm os Procuradores seccionais, isto é, um em cada
Estado. Compete-lhe em geral velar pela execução das leis, decretos e regulamentos
que devem ser aplicados pela Justiça Federal e promover a ação penal pública onde ela
couber. A sua independência foi devidamente resguardada.
Apesar disso, a Constituição de 1891 não trata do Ministério Público, apenas cita
o Procurador Geral da República dentro da parte destinada ao Poder Judiciário. Consta
no artigo 58, parágrafo 2° do referido diploma: “O Presidente da República designará,
dentre os membros do Supremo Tribunal Federal, o Procurador-Geral da República, cujas
atribuições se definirão em lei”.
A fase republicana do direito brasileiro é marcada pela grande quantidade de
codificações, datam desse período: o Código Civil de 1917, o Código de Processo Civil
de 1939, o Código Penal de 1940, o Código de Processo Penal de 1941 e o novo Código
de Processo Civil de 1973, pelos quais são atribuídas novas funções ao Parquet. Macedo
Júnior91 explica que:
O Código Civil de 1917 deu ao Ministério Público atribuições até hoje vigentes como a
curadoria de fundações (art. 26), legitimidade para propor ação de nulidade de casamento
(art. 208, § único, II), defesa dos interesses dos menores (art.394, caput), legitimidade
para propor ação de interdição (art.447, III) e a de promover a nomeação de curador de
ausente dentre outras. O Código de Processo Civil de 1939 estabeleceu a obrigatoriedade
da intervenção do Ministério Público em diversas situações, especialmente na condição
de “custos legis”. Nesta fase, o Promotor de Justiça passa a atuar como fiscal da lei (“custos
legis”) apresentando seu parecer após a manifestação das partes. A sua intervenção visava
proteger basicamente os valores e interesses sociais então considerados indisponíveis ou
mais importantes.
MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. rev., ampl. e atual. à luz da Reforma do
Judiciário (EC n. 45/04). São Paulo: Saraiva, 2005. p.38.
90
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.3.
91
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.04.Disponível em: < http://www.iedc.org.br/publica/500anos/
ronaldo.htm>
89
272
FAE Centro Universitário
A Constituição de 1934 estabelece a existência de órgão do Ministério Público tanto
na União, como no Distrito Federal, nos Territórios e nos Estados (Art. 95). O Procurador
Geral da República é o chefe do Ministério Público Federal, cargo nomeado pelo Presidente
da República mediante aprovação do Senado Federal (Art. 95, §1º). Os chefes do Ministério
Público do Distrito Federal e dos Territórios são nomeados pelo Presidente da República,
escolhido dentre eleitores alistados acima de 30 anos de idade e com reputação ilibada, os
vencimentos equiparam-se aos dos desembargadores (Art. 95, § 2º). O Ministério Público
nesta Constituição de 1934 está inserido no Capítulo VI ‘Dos Órgãos de Cooperação nas
Atividades Governamentais’, no Título I ‘Da Organização Federal’.
A Constituição de 1937, outorgada com a imposição do Estado Novo do presidente
Getúlio Vargas, é inexpressiva. Faz apenas breves referências no título referente ao Poder
Judiciário, em especial ao Supremo Tribunal Federal. No art. 99 prevê a investidura do chefe
do Ministério Público Federal; no artigo101, parágrafo único, a possibilidade de interposição
de recursos pelo Ministério Público; e, finalmente, no artigo 105 estipula a cláusula do
chamado “quinto constitucional” a ser aplicada somente nos tribunais superiores92.
Assim dispõe o artigo 105 da Constituição de 1937: “Na composição dos Tribunais
superiores, um quinto dos lugares será preenchido por advogados ou membros do Ministério
Público, de notório merecimento e reputação ilibada, organizando o Tribunal de Apelação
uma lista tríplice”. Em contraposição, a Constituição de 1946 estipula título especial ao
Ministério Público, posicionando-o independentemente dos outros Poderes do Estado.
“Importante previsão era a do artigo 127, que proclamava três importantes regras: concurso
público, estabilidade e inamovibilidade”93.
A Constituição de 1967, por sua vez, contribui para a conquista da autonomia e
independência do órgão, através da equiparação com os juízes, pois – nesse momento – o
Ministério Público faz parte do Poder Judiciário. Se a Constituição de 1967 traz importantes
inovações, a Constituição Federal de 1969 suprime relevantes disposições:
A Constituição Federal de 1967 trouxe importantes inovações ao subordinar o Ministério
Público ao Poder Judiciário, criando a regulamentação “séria” do concurso de provas e títulos,
abolidos os “concursos internos” que davam margem a influências políticas. Ao vir a integrar
o Poder Judiciário, o Ministério Público deu importante passo na conquista de autonomia e
independência, através da assemelhação com os magistrados. Tais “conquistas” somente seriam
consagradas constitucionalmente na Constituição Federal de 1988. A Constituição Federal
de 1969 (Ou Emenda Constitucional nº 1 de 17 de outubro de 1969) retirou as mesmas
condições de aposentadoria e vencimentos atribuídos aos juízes (pela supressão do § único do
art. 139) e perda de sua independência, pela subordinação no capítulo do Poder Executivo.94
MORAES, Alexandre de. op. cit., p. 453.
MORAES, Alexandre de. op. cit., p. 453.
94
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p. 5.
92
93
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
273
Portanto, do descobrimento do Brasil até a década de oitenta do século XX, o
Ministério Público Brasileiro revela-se dependente dos arbítrios do Poder Executivo, o que
mudaria somente com a promulgação da Constituição Federal de 1988. A partir dela, o
Ministério Público seria apartado do âmbito dos Poderes Executivo e Judiciário, para figurar
em capítulo próprio do Título IV, destinado à Organização dos Poderes, sob a rubrica
“Das Funções Essenciais à Justiça”. Com a atual Constituição, o Ministério Público ganha
autonomia em relação aos outros poderes e, finalmente, a função de zelar por interesses
realmente públicos, os interesses sociais e individuais indisponíveis.
5
CONSIDERAÇÕES FINAIS
A figura do acusador público e do defensor da sociedade não aparecem na Antiguidade, pelos componentes culturais, morais e políticos que compõem Atenas e Roma.
Contudo, institutos do direito romano, bem como dos princípios da democracia ateniense
simbolizam um legado à história do ocidente. O Brasil, pelo fato de ter sido colônia portuguesa, tem seu sistema jurídico ligado ao desenvolvimento da história do direito e das
insituições greco-romanas e europeias.
Na Antiguidade o espaço para a acusação pública já existia, mas é de responsabilidade
das vítimas ou de suas famílias, ou de oradores não profissionais. O sentido de justiça para os
antigos corresponde à livre participação na vida política da cidade. Porém, esta partcipação
estava restrita aos homens da classe cidadã ou patrícia, considerada superior pelo critério
sanguíneo. Assim, não é possível identificar nos estados de Atenas e Roma, uma ampla
esfera de direitos que abrangia a totalidade das pessoas, independente de gênero ou de
vínculo familiar e, por conseguinte, um órgão especializado de defesa de tais direitos.
Na Idade Média, a Igreja Católica assume o exercício de atividades que são
propriamente do estado. As infrações civis e criminais estão definidas nas leis da Igreja e
são julgadas por clérigos que se baseam nas compilações do direito canônico. Isto porque,
ela pretende um status de universalidade, superior ao direitos humanos, impondo suas
determinações com a finalidade de manter as desigualdades sociais e econômicas até então
existentes. O direito natural da Igreja é um direito natural restrito aos interesses do clero.
Com o processo de concentração dos poderes, dispersos entre os senhores feudais,
reis e a Igreja, o Estado – no sentido de ente executor da soberania nacional – se consolida
personificado na figura do monarca. É nesse momento que o Estado reúne as atividades de
regulação da vida em sociedade, inclusive a gestão dos conflitos exisitentes, arrogando para
si a legitimidade das funções judiciais. Nesse contexto, surge o Ministério Público, através
do exercício dos cargos de procuradores dos reis. Estes são os olhos dos reis nos tribunais,
274
FAE Centro Universitário
responsáveis por cobrar impostos, e exercer a acusação pública. A política criminal do
Estado é realizada por estes procuradores profissionais, nomeados e demitidos a critério dos
reis, para se consituírem na autoridade do monarca que representa, à época, a própria lei.
À medida em que o Estado transforma-se, em razão de mudanças sociais de caráter
econômico, e o poder absoluto do soberano é questionado, uma nova visão das finalidades
e funções do Estado se propõe. Inicia-se uma era de direitos que desafia a instituição dos
procuradores do rei a adaptar-se aos novos tempos e exigências da vida em sociedade.
O Parquet paulatinamente reorganiza seus princípios para atender a essa demanda por
direitos, pretendendo a defesa de interesses públicos, defendidos pela classe burguesa.
No Brasil, voltando apenas para o processo de colonização e consolidação do Estado,
verifica-se o mesmo movimento de nascimento do Ministério Público pela monarquia
portuguesa e desenvolvimento inconstante com a concessão/supressão de direitos ao longo
da história das Constituições. Nota-se que nos períodos autoritários, assim como no Estado
Moderno, o Ministério Público perde liberdade de atuação para funcionar como “braço do
poder executivo”, agindo conforme os interesses dos governantes que, ao restringirem as funções
do Parquet, admitem o potencial de defesa dos interesses sociais contra seus interesses “reais”.
No Estado Contemporâneo, a emancipação do indivíduo através do reconhecimento
das liberdades públicas, dos direitos da cidadania e dos moldes da democracia
representativa, coloca o Ministério Público em uma posição cada vez mais autônoma e
independente dos outros poderes do Estado.
Ao exercer parcela da soberania estatal, o Ministério Público reorganiza seus
princípios e funções para realização dos fins a que o Estado se propõe na Constituição
vigente, como órgão desvinculado que transita entre os demais poderes para a promoção
dos direitos humanos. É um órgão que tem em sua funcionalidade o potencial e o poder
de fiscalizar a atuação da administração pública e do judiciário, no sentido de garantir o
efetivo respeito à dignidade humana.
Vale a ressalva, por fim, de que esta reflexão acerca de uma história do Ministério Público
não pretende esgotar as possibilidades de discussão do tema. Afinal, como defende Veyne95:
O que se pode exprimir igualmente sob esta forma: a História, com maiúscula [...] não
existe: só existe “história de...”. Um acontecimento só tem sentido numa série, o número
de séries é indeterminado, não se dirigem hierarquicamente e como veremos tão pouco
tendem para um geometral de todas as perspectivas. A ideia de História é um limite
inacessível, ou antes, uma ideia transcendental; não se pode escrever esta história, as
historiografias que se crêem totais enganam sem saberem o leitor [...].
VEYNE, Paul, 1983, p.38-39, apud PONTES, Felipe Simão. Nuances de uma análise histórica do jornalismo:
homens e mulheres nas páginas do Diário dos Campos (1910-1923). Trabalho de conclusão do curso de
Comunicação Social-Jornalismo da Universidade Estadual de Ponta Grossa. Ponta Grossa , 2006.
95
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
275
Ou ainda, sob a perspectiva de Ianni96, que percebe a viagem como metáfora da
pesquisa nas ciências sociais, no sentido de que a viagem é trabalhada e retrabalhada
em todas as formas de sociedade, motivada pela curiosidade, inquietação e interrogação
em descobrir “outro” ou o “eu”. A viagem tem o condão de “descortinar horizontes”,
desbravar fronteiras, sendo impossível falar em uma viagem, mas em viagens, haja vista que
cada pesquisador abre rotas únicas, singulares. “Nas ciências sociais, a viagem revela-se
um recurso comparativo excepcional. Permite colocar lado a lado configurações sociais,
econômicas, políticas ou culturais diversas, próximas e distantes, presentes e passadas”.
Como aponta o autor, a viagem sempre está presente no imaginário das ciências sociais
seja sob a forma de realidade ou de metáfora, pois, todo cientista social, quando estuda
ou pesquisa, realiza essa viagem.
Mas os caminhos do mundo não estão traçados. Ainda que haja muitos desenhados nas
cartografias, emaranhados nos atlas, todo viajante busca abrir caminho novo, desvendar
o desconhecido, alcançar a surpresa ou o deslumbramento. A rigor cada viajante abre
seu caminho, não só quando desbrava o desconhecido, mas inclusive quando redesenha
o conhecido. Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
IANNI, Octavio. Enigmas da modernidade-mundo. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2000. p.13-31.
96
276
FAE Centro Universitário
REFERÊNCIAS
ALMEIDA, Fernando H. Mendes de. Ordenações Filipinas: Ordenações do Reino de Portugal
recopiladas por de’l Rei D. Filipe, o Primeiro. São Paulo: Saraiva, 1957. v. 1
ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. Filosofando: introdução à
filosofia. 2. ed. rev. atual. São Paulo: Moderna, 1993.
ARRUDA, José Jobson de A. História antiga e medieval. 11. ed. São Paulo: Ática, 1989.
BOBBIO, Norberto. Direito e estado no pensamento de Emanuel Kant. Tradução de Alfredo
Fait. 4. ed. Brasília: Editora Universidade de Brasília, 1997.
________. Liberalismo e democracia. Tradução de Marco Aurélio Nogueira. São Paulo:
Brasiliense, 2005.
CHAUÍ, Marilena. Convite à filosofia. 12. ed. São Paulo: Ática, 1999.
COMPARATO, Fábio Konder. Afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1998.
COULANGES, Fustel de. A Cidade antiga. Texto integral. Tradução de Jean Melville. São Paulo:
M. Claret, 2005.
DALLARI, Dalmo de Abreu. Elementos da teoria geral do estado. 2. ed. São Paulo: Saraiva, 1998.
DIAKOV, V.; KOVALEV, S. História da antiguidade: Roma. 3. ed. Lisboa: Estampa, 1976.
FIGUEIRA, Divalte Garcia. História. 1. ed. 5. impr. São Paulo: Ática, 2002.
GIL, Antonio Carlos. Métodos e técnicas de pesquisa social. 5. ed. São Paulo: Atlas, 1999.
GILISSEN, John. Introdução histórica ao direito. 4. ed. Tradução de A. M. Hespanha e L. M.
Macaísta Malheiros. Lisboa: Fundação Calouste Gulbenkian. Serviço de Educação e Bolsas, 2003.
GUSMÃO, Paulo Dourado de. Introdução ao estudo do direito. 37. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2006.
IANNI, Octavio. Enigmas da modernidade-mundo. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2000.
MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto. O Ministério Público 500 anos após o descobrimento.
Disponível em:< http://www.dhnet.org.br/6mp/mpublico/mp500.html>. Acesso em 21 abr.2006>.
MALUF, Sahid. Teoria geral do estado. 26. ed. São Paulo: Saraiva, 2003.
MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. rev., ampl. e atual.à luz da
Reforma do Judiciário (EC n. 45/04). São Paulo: Saraiva, 2005.
MIRABETE, Júlio Fabrini. Processo penal. 17. ed. São Paulo: Atlas, 2005.
MORAES, Alexandre de. Direito constitucional. 6. ed. São Paulo: Atlas, 2006.
PONTES, Felipe Simão. Nuances de uma análise histórica do jornalismo: homens e
mulheres nas páginas do Diário dos Campos (1910-1923). Trabalho de conclusão do curso de
Comunicação Social-Jornalismo da Universidade Estadual de Ponta Grossa. Ponta Grossa, 2006.
SAUWEN FILHO, João Francisco. Ministério Público Brasileiro e o estado democrático de
direito. Rio de Janeiro: Renovar, 1999.
SOUZA, Osvaldo Rodrigues de. História geral. 14. ed. São Paulo: Ática, 1976.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011.
277
A IDENTIDADE ENTRE OS FINS DO DIREITO PENAL E DA PENA
RESUMO
Gabriela Xavier Pereira*
O problema de que o presente trabalho trata é verificação da existência ou não da identidade
entre os fins da pena e os fins do Direito penal. Para tanto a análise se inicia com os fins do
Direito penal, oportunidade em que é analisada a diferença entre funções e missões desse ramo
do Direito e, nessa última, examinam-se as proposições de estabilização da norma e proteção
seletiva de bens jurídicos. Posteriormente, examinam-se o que se denomina de funções da pena,
contidas em quatro grandes categorias (teorias retribucionistas, teorias relativas, teorias mistas e
propostas atuais). Ao final, conclui-se pela adequação e também necessidade de identidade entre
os fins do Direito penal e da pena, o que recai, consequentemente, exatamente sob a mesma
proposta, qual seja, o controle social do intolerável através da proteção seletiva de bens jurídicos.
Palavras-chave: fins do Direito penal; fins da pena; bem jurídico.
ABSTRACT
The problem that the present work deals with is verification of the existence or inexistence of
the identity it does not enter the purposes of the penalty and the purposes of the Criminal law.
For in such a way the analysis if it initiates with the purposes of the Criminal law, chance where
the difference between functions and missions of this branch of the Law is analyzed and, in this
last one, the proposals of stabilization of the norm and selective protection of legally protected
interest are examined. Later, they are examined what it is called of functions of the penalty,
contained in four great categories (retribucionistas theories, relative theories, mixing theories and
current proposals). To the end, it is concluded for the adequacy and also identity necessity enters
the puporses of the Criminal law and of the penalty, what it falls again, consequently, accurately
under same the proposal, which it is, the social control of the intolerable one through the selective
protection of legally protected interest.
Keywords: purpose of Criminal Law; purpose of penalties; legally protected interest.
* Advogada. Especializanda em Direito Penal, Processo Penal e Criminologia pelo Instituto Busato de Ensino –
IBE. Pesquisadora do grupo de estudos “Modernas Tendências do Sistema Criminal”, do Centro Universitário
Franciscano – UNIFAE. E-mail: [email protected]
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
279
INTRODUÇÃO
A atualidade da discussão acerca da coincidência ou não quanto aos fins do Direito
penal e os fins da pena é sobremaneira relevante na moderna dogmática jurídico-penal
uma vez que, dependendo da conclusão a que se chegue, é possível confirmar ou negar
a legitimidade do próprio Sistema de imputação.
Além disso, a importância de tal análise refere-se ao fato de que diversos têm sido
os fins atribuídos ao Direito Penal, sendo que as posições de maior destaque no cenário
dogmático atual ou sustentam ser esse fim a proteção de bens jurídicos ou a estabilização
da norma.
Assim, a opção por uma ou outra perspectiva, além de necessária, revela o perfil
mais ou menos garantista do jurista e também a maior ou menor adequação a um Estado
social e democrático de Direito. Desse modo, se o Direito Penal existe e é aplicado ao
caso concreto com vistas à imposição de uma sanção, questiona-se se é razoável que a
aplicação dessa sanção ocorra por motivo diverso que da existência daquele, isto é, é
coerente uma postura teórica que sustenta um fim para justificar a existência do Direito
penal e outro diferente para fundamentar a aplicação da pena?
1
FUNÇÕES E MISSÕES DO DIREITO PENAL
A despeito de parte de a doutrina empregar indistintamente os termos funções e
missões do Direito penal, é preciso reconhecer que não se tratam de palavras sinônimas.
E isso porque, enquanto por função entende-se aquilo que o Direito penal efetivamente
realiza, o que objetivamente se produz, por missão, ao contrário, compreende-se aquilo
a que ele se propõe realizar, “as consequências buscadas e desejadas”.1
Embora a coincidência ou mesmo identidade entre funções e missões não se vislumbre
em termos práticos na atualidade (se é que um dia isso ocorreu), em termos ideais, o adequado
seria que as funções concretamente executadas pelo Direito penal coincidissem, ou ao menos
se aproximassem, o máximo possível, das missões por ele propostas.
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 25.
1
280
FAE Centro Universitário
1.1Funções
As funções que o Direito penal efetivamente tem se prestado a cumprir são em
grande medida, no mínimo, desastrosas2. É que hoje se reconhece com bastante clareza
que os destinatários da norma penal são, em regra, as classes menos favorecidas em termos
econômicos. O que acontece é que essas pessoas, já socialmente excluídas, quando do
ingresso no cárcere, acabam definitivamente segregadas do convívio social.3
A vista disso, não se pode deixar de reconhecer que o “modelo dogmático defendido
por qualquer penalista leva implicada a consequência de sua aplicação e uma alta dose
de conhecimento sobre suas origens e consequências”.4
1.2Missões
Diferentes têm sido as missões atribuídas ao Direito Penal na atualidade. As duas
correntes de maior representatividade têm como exponenciais os alemães Claus Roxin5 e
Günther Jakobs. Esses autores defendem como missão do Direito penal, respectivamente, a
proteção seletiva de bens jurídicos e a estabilização da norma, conforme se passa a expor6.
1.2.1 Proteção seletiva de bens jurídicos7
Para Roxin, cuja proposta é fundada na orientação do sistema jurídico-penal em
pontos de vista valorativos criminais8 e leva o nome de funcionalismo teleológico, o fim
SANTOS, Juarez Cirino. Direito penal: parte geral. 2.ed. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007.
p. 06-07.
3
Nesse sentido, o sociólogo Bauman é bastante preciso ao referir que se trata de um processo de biossegregação
onde se oculta o “desejo poderoso de remover o lixo humano ao mesmo tempo em que é satisfeito o
próprio e pungente desejo de retidão moral” e que, mais do que isso, revela a “passagem do modelo de
um ‘Estado social’ de uma comunidade inclusiva para um Estado ‘excludente’, da ‘justiça criminal’, ‘penal’
ou do ‘controle do crime’”. BAUMAN, Zygmunt. Tempos líquidos. Trad. por Carlos Alberto Medeiros. Rio
de Janeiro: J. Zahar, 2007. p. 46.
4
BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências Criminais, v.15,
n.. 66, p.333, maio/jun.2007.
5
ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002.
6
JAKOBS, Günther; CANCIO MELIÁ, Manuel. Direito penal do inimigo: noções e críticas. 3. ed. Trad. de
André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado Editora., 2008.
7
Embora diversas tenham sido as tentativas que buscaram elaborar um conceito material de bem jurídico,
em relação ao qual se pudesse relacionar de algum modo a atuação do Direito penal, parece certo que
não se poder definir com exatidão em que consiste o bem jurídico. E isso porque todas as pretensões e
tendências de atribuírem um sentido concreto ao bem jurídico naturalmente revelaram-se divergentes e
imprecisas, afinal, enquanto o bem jurídico é inacessível à percepção sensorial, mas verdadeiro valor ideal
da ordem social, o objeto material do delito é que sim é concreto. Assim, parece suficiente definir o bem
jurídico como todo valor da vida humana que é protegido pelo Direito, ou seja, todo valor essencial para
o desenvolvimento do indivíduo em sociedade.
8
ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar,
2002. p. XI.
2
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
281
do Direito penal é a proteção seletiva de bens jurídicos ante a possíveis lesões ou perigos.9
Por conta disso, por sustentar que “submissão ao direito e adequação a fins políticocriminais não podem contradizer-se”10, todo o sistema de imputação deveria considerar tais
valores político-criminais do sistema, isto é, tratar-se-ia de uma espécie de contaminação
valorativa e propositada.
Dito de outra forma, a proteção de bens jurídicos não apenas dirige a tarefa políticocriminal do Direito penal, mas também a própria sistemática da teoria do injusto, pelo
que se pode concluir que a proteção a estes é componente irrenunciável num processo
de ponderação da matéria correspondente à proibição.11
1.2.2 Estabilização da norma
Jakobs, por seu turno, ao propor o que se denomina de funcionalismo sistêmico,
também estrutura sua proposta partindo da ideia de fins e funções que cumprem ao Direito
penal,12 mas procede de modo completamente divergente do apresentado por Roxin, ao
partir do reconhecimento da não fidelidade ao Direito praticada pelo autor do delito13.
É que para Günther Jakobs, a razão principal da elaboração do sistema de
imputação é a reafirmação da vigência da norma. É dizer, pretende-se a confirmação do
reconhecimento normativo na medida em que se aplica a pena ao autor do delito para
demonstrar à sociedade que a embora violada pela conduta do agente, a norma segue
válida e vigente.14
Assim, observa-se a reformulação do conceito tradicional de bem jurídico já que
“o que protege o direito penal são os mecanismos que permitem manter a identidade de
ROXIN, Claus. A proteção dos bens jurídicos como função do direito penal. Trad. de André Luís Callegari
e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2006.
10
ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro/São
Paulo: Renovar, 2002. p. 20.
11
ROXIN, Claus. A proteção dos bens jurídicos como função do direito penal. Trad. de André Luís Callegari
e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado , 2006. p. 61.
12
LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al.
Direito penal e funcionalismo. Tradução de Andre Luis Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado,
2005. p. 11.
13
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 32.
14
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 32.
9
282
FAE Centro Universitário
uma sociedade, é dizer, as expectativas fundamentais para sua constituição”,15 de modo
que o bem jurídico não é uma lesão naturalmente perceptível, mas um conceito normativo,
qual seja, a vigência da norma (entendida como esquema simbólico de orientação).16
Além disso, Jakobs17 chega a afirmar que apresentar o Direito penal como forma de
proteção de bens jurídicos é “bastante forçado”, ao concluir que “a teoria do direito penal
como proteção da vigência da norma demonstra sua validade especialmente na teoria
dos fins da pena: o fato é uma lesão da vigência da norma, a pena é a sua eliminação”.
Isso porque, continua o mesmo autor, “desse ponto de vista, a execução da pena sempre
alcançou o fim da pena”, isto é, a marginalização da negação do Direito.
2
FINS DAS CONSEQUÊNCIAS JURÍDICAS DO DELITO
A evolução histórica das teorias relativas aos fins da pena não ocorreu de modo
estanque e cerrado. Ao contrário, a passagem de uma teoria à outra não encontra um
marco definido, com a identificação de momentos de transição claros entre uma e outra.
O que se vê, na realidade, é a predominância, em determinado local18 e tempo histórico,
de um ou outro pensamento, afinal, a história não se faz em saltos e abruptas rupturas,
mas em progressiva e constante evolução.
LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al.
Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado,
2005. p. 15.
16
LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al.
Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado,
2005. p. 16.
17
JAKOBS, Günther. O que protege o direito penal: os bens jurídicos ou a vigência da norma?. In: CALLEGARI,
André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por Manuel Cancio Meliá. Porto Alegre: Livraria
do Advogado, 2005. p. 50-51.
18
No Brasil e na Argentina, comentam Zaffaroni e Pierangeli, costumam-se combinar o discurso policial, que
é predominantemente moralizante e o discurso penitenciário, que é essencialmente de tratamento. Essa
pretensão de tratamento, contudo, explicam os mesmos autores, especialmente nas chamadas instituições totais
(manicômios, prisões, internatos), na América Latina como um todo, revela-se absurda, afinal é “impossível
proporcionar um verdadeiro ‘tratamento’ a milhares de pessoas privadas de liberdade e onde se privilegia
a segurança mediante organização militarizada”. ZAFFARONI, Eugenio Raúl; PIERANGELI, José Henrique.
Manual de direito penal brasileiro. 5. ed. rev. e atual. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2004. p. 71.
15
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
283
2.1Teorias
Além da dualidade de missões referidas anteriormente (proteção seletiva de bens
jurídicos e estabilização da norma), há ainda maior número de propostas quando se trata
do exame da principal consequência jurídica do delito, a sanção penal.19 Para fins de
melhor compreensão, tais sanções, nesse trabalho estão agrupadas nos quatro grupos a
seguir analisados.20
2.1.1 Retribucionistas, retributivas ou absolutas21
Absolutas22 são todas as teorias que “veem o direito penal como um fim em
si mesmo, independente de razões utilitárias ou preventivas”.23 Conhecidas desde a
antiguidade,24 seu momento histórico mais marcante é identificado com o Estado absolutista,
cujas características mais notórias, explica Bitencourt,25 eram a “identidade entre o soberano
e o Estado” e a afirmação metafísica de que o poder do soberano era concedido a esse
diretamente por Deus. A ideia que se tinha, pois, era que a pena consistia em um “castigo
com o qual se expiava o mal (pecado) cometido”.26
Com o início do mercantilismo – que tem como fundo a teoria do contrato social,27
inicia-se também um processo de decomposição e debilitamento do Estado absoluto.28
AMBOS, Kai. Direito penal: fins da pena, concurso de pessoas, antijuridicidade e outros aspectos. Tradução
de Pablo Rodrigo Alfen da Silva. Porto Alegre: S. A. Fabris, 2006 e SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito
penal: parte geral. 2. ed. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007.
20
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008, p. 84.
21
A esses nomes, Roxin acrescenta, ainda, teoria da justiça ou da expiação. ROXIN, Claus. Derecho penal:
parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas:, 2000. p. 81.
22
A expressão “absoluta”, explica Roxin, deve-se ao fato de o fim da pena ser independente, desvinculado de
seu efeito social (em latim, absolutes significa desvinculado). ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general.
Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas, 2000. p. 82.
23
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008, p. 85.
24
ROXIN, Claus. derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña et al. Madrid: Civitas,
2000. p. 82.
25
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 85.
26
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 85.
27
Pelo contrato social, os homens, para viver em sociedade, renunciam a uma parcela de sua liberdade
(a menor parte possível essencial ao convívio social) em troca de proteção pelo Estado, pelo que todo
e qualquer castigo que exceda os limites dessa sessão, passará a ser injusto e também abusivo. Assim, o
agregado dessas mínimas porções possíveis é que forma o direito de punir. O resto é abuso, e não justiça
é fato, mas não direito. É dizer, todas as penas que ultrapassam a necessidade de conservar esse vínculo
são injustas por sua própria natureza. BECCARIA, Cesare Bonesana, Marches di. Dos delitos e das penas.
Tradução por José Cretella Júnior e Agnes Cretella. 3. ed. rev. São Paulo: Revista dos Tribunais, 200. p. 72.
28
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 86.
19
284
FAE Centro Universitário
A pena passa a ser considerada, então, “a retribuição à perturbação da ordem (jurídica)
adotada pelos homens e consagrada pelas leis”,29 é dizer, a aplicação da pena decorre da
necessidade de restaurar a ordem jurídica interrompida.
Para essas teorias, o fim da pena é, como se observa, a retribuição do mal causado
pelo agente, não tendo, portanto, qualquer outro fim, mas apenas um ideal de justiça
em si mesma, afinal, sua legitimidade decorre apenas do fato de haver sido cometido um
delito.30 Tal pretensão de justificar a finalidade da pena pode ser compreendida sob dois
diferentes enfoques, desde seus dois maiores expoentes, Imannuel Kant e Georg Wilhelm
Friedrich Hegel.31
2.1.1.1 Teoria da retribuição moral de Kant
Segundo a proposta retributiva de Kant32 a pena é um imperativo categórico, uma
exigência ética irrenunciável. Por isso, a sanção penal seria um fim a si mesma, não lhe
correspondendo nada além de tão-somente a realização da justiça.33 Aliás, a pena, para
Kant, não pode jamais ser aplicada como simples forma de procurar outro bem, afinal,
pretender que o “Direito de castigar o delinquente encontre sua base em supostas razões
de utilidade social não seria eticamente permitido”.34
Para esse autor, o sujeito que não cumpre disposições legais, não é digno do direito
de cidadania, constituindo uma obrigação de o soberano castigar aquele que transgrediu a
lei.35 Com tal postura teórica, Kant acabou por converter “a proporcionalidade não em um
postulado da razão, mas em uma exigência absoluta”,36 já que considerou o princípio de
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 86.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 85.
31
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p.
91-92 e BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos
para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181-182.
32
Cuja fundamentação é de ordem ética e vem expressada na obra Metafísica dos costumes. BITENCOURT,
Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87.
33
Busato e Montes destacam a equiparação que o próprio Kant realizou no sentido de tal pretensão constituir a
‘Lei de Talião aplicada aos Tribunais’. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito
penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 180.
34
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87.
35
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87.
36
E justamente por ser absoluta é que a repressão não se poderia afastar sob qualquer pretexto. Para tanto,
Kant ilustra a afirmação com o exemplo de habitantes de uma ilha que resolvem por dissolver a sociedade.
Ainda assim, para o autor, antes que isso acontecesse, seria imperioso que se aplicasse as penas cabíveis aos
que tivessem praticado delitos. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito
penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 180.
29
30
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
285
talião (olho por olho, dente por dente) como o paradigma da verdadeira justiça.37 Negase à pena, desse modo, toda e qualquer função preventiva,38 existindo apenas a função
retributiva em função de que com a prática do delito a lei foi infringida.
2.1.1.2 Teoria da retribuição jurídica de Hegel
Para Hegel, a pena “é uma exigência da razão, que se explica e se justifica a partir
de um processo dialético inerente à ideia e ao conceito mesmo do direito”.39 Assim, o
fundamento da teoria retributiva da pena, para esse autor, consiste no fato de que como a
prática de um delito nega o Direito, a aplicação da pena constitui a negação de tal negativa.
Com isso, a pena não apenas terá como quantum a intensidade da negação realizada
pelo agente, mas também se aplica esse mal como forma de “restabelecer a ordem jurídica
perturbada”.40 A pena visa, portanto, a retribuir ao delinquente pelo fato praticado, de
modo que a gradação da intensidade da negação ao direito determinará também a da nova
negação, que é a pena.41 E isso porque o Direito, segundo esse pensamento, é a manifestação
da vontade racional (vontade geral), em contraponto da manifestação da vontade irracional
(vontade particular),42 ou seja, com a prática do delito, o agente nega o Direito. Logo, com
a aplicação da pena, o Estado nega tal negativa, o equivale a reafirmar o Direito.
2.1.1.3 Considerações gerais sobre as teorias retribucionistas
Embora tanto a retribuição moral de Kant como a retribuição jurídica de Hegel
constituam teorias retribucionistas da pena, estando ambos totalmente de acordo ao não
reconhecer sequer metas preventivas (como intimidação e correção) como fins da pena,43
a diferença entre tais proposições reside no fato de que “enquanto Kant legitima a pena
na sua necessidade ética, Hegel encontra seu fundamento na necessidade jurídica”44, isto
é, se para o primeiro o cometimento de um delito ofende a ordem moral absoluta, para
o segundo a ofensa recai sobre a ordem jurídica.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 86.
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 89.
39
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 86.
40
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181.
41
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 90.
42
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 90.
43
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas:
2000. p. 83.
44
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181.
37
38
286
FAE Centro Universitário
Além disso, Roxin45 identifica nessas teorias o mérito de sua capacidade de impressão
psicológico-social na medida em que “se a pena deve ‘corresponder’ à magnitude da
culpabilidade, está proibido em todo caso dar um castigo mediante uma penalização
drástica em casos de culpabilidade leve”. Criticamente, continua o mesmo autor46
afirmando que a teoria da retribuição não pode ser sustentada cientificamente hoje já que a
finalidade do Direito penal “consiste na proteção subsidiária de bens jurídicos, então, para
o cumprimento dessa obrigação, não está permitido servir-se de uma pena que de forma
expressa prescinda de todos os fins sociais”, afinal, “o Estado, como instituição humana,
não é capaz de realizar a ideia metafísica de justiça e nem está legitimado para isso”.
Não se pode deixar de reconhecer que alguns méritos foram atribuídos a essas
propostas, denominadas de retribucionismo clássico, como afirmam Busato e Montes.47 O
primeiro deles refere-se ao esforço no oferecimento de, considerando o momento histórico
em que tais teorias se desenvolveram, “uma compensação de pena em iguais proporções
ao mal causado”. E o segundo tem relação com o fato de que essa teoria, fundamentada
nas exigências da busca por justiça, constrói as bases de “uma responsabilidade penal
tendo como base o livre-arbítrio e a culpabilidade individual do sujeito, é dizer, o sujeito
responde pelo fato na medida de sua culpabilidade”.
A despeito do reconhecimento desses merecimentos, as críticas direcionadas a
tais teorias são de ainda maior representatividade. É que a Kant, por exemplo, a crítica
refere-se ao fato de que a busca dos Direitos a partir dos deveres morais do indivíduo
revela uma posição favorável ao despotismo ilustrado.48 Além disso, o emprego da pena
como retribuição contraria a proteção seletiva de bens jurídicos.49
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid;~ CivitaS,
2000, p. 84.
46
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid; Civitas,
2000. p. 84.
47
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181-182.
48
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 183.
49
Impende ressaltar que, em termos político-criminais, igualmente na América Latina, essa pretensão
retribucionista deve ser rechaçada na medida em que tal concepção parte do pressuposto de igualdade social
entre os sujeitos, o que, evidentemente, não espelha nossa realidade. E, mais do que isso, tais propostas
“parecem de todo incompatíveis com o perfil dos Estados contemporâneos” que encontram limites e
garantias intransponíveis. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris,
2008. p. 87.
45
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
287
2.1.2Relativas50, prevencionistas ou preventivas
Em oposição às teorias absolutas, as perspectivas denominadas relativas “são
marcadamente teorias finalistas, já que veem a pena não como um fim em si mesmo,
mas como meio a serviço de determinados fins”,51 ou seja, a pena não objetiva retribuir
o fato delitivo cometido, e sim prevenir sua prática,52 fazer com que o autor desista de
futuros delitos.53
A origem dessa posição, explica Roxin,54 remonta às próprias origens do pensamento
penal, tendo Séneca encontrado a formulação clássica ao referir-se a Platão e ao
pensamento de que “nenhum homem sensato castiga porque houve pecado, e sim para
que não se peque...”. Essa proposta, contudo, desenvolveu-se ao tempo da ilustração,
tendo sido reavivada de maneira bastante influente por Franz Von Liszt.
Tais formulações justificam a pena “não sob o imperativo categórico da
justiça absoluta, mas como um meio ou instrumento útil e necessário à prevenção da
criminalidade”55. A sanção penal, assim, é vista não apenas como um mal, mas como um
mal necessário para a manutenção da ordem social.56
As finalidades de prevenção, nessa teoria, partem de dois aspectos, a prevenção
geral e a prevenção especial, adiante analisadas.
2.1.2.1 Prevenção geral negativa
Os fundamentos dogmáticos da concepção que sustenta a pena com forma de
prevenção geral negativa foram propostos principalmente por Feuerbach,57 mediante a
O termo “relativas”, explica Roxin, refere-se ao fim de prevenção de delitos (“relativo” tem origem no latim
referre, que significa referir-se a). ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel
Luzón Peña. Madrid : Civitas, 2000. p. 85.
51
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87.
52
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 92.
53
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas,
2000. p. 85.
54
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid Civitas,
2000. p. 85.
55
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186.
56
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186.
57
Bitencourt refere também como defensores dessa teoria Bentham, Beccaria, Filangieri e Schopenhauer.
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 93.
50
288
FAE Centro Universitário
“teoria da coação psicológica”. Tal proposta objetiva “provocar com a pena uma sensação
de desagrado na psique coletiva que impeça a comissão de delitos”.58
Busca-se, assim, através de intimidação, um efeito dissuasório que atuaria em
dois momentos distintos. Primeiro, antes da prática do delito, com a cominação de uma
pena (dirigida a todas as pessoas) e segundo, após o cometimento do crime, através da
execução exemplarizada da pena (dirigida ao indivíduo e com influência psicológica sobre
os demais).59
Em ambos os momentos o fim do Direito penal é a prevenção negativa de futuros
delitos, afinal, para a teoria prevenção geral negativa, o objetivo da norma é “motivar
seus destinatários a se absterem da prática de novos delitos”.61
60
2.1.2.2 Considerações sobre a teoria da prevenção geral negativa
Como se pode observar, tal postura “tende a suprimir a culpabilidade, com a qual
não se definem os limites de duração das penas”,62 Mais do que isso, refere Paulo Queiroz,63
“tal doutrina tende claramente para um Estado de máxima intervenção, que se valerá da
pena sempre que isso lhe parecer politicamente conveniente”. Além disso, de acordo com
essa teoria, “haverá tanta pena quanto seja necessário ao propósito intimidatório e não
em relação à responsabilidade individual pelo fato realizado”.64
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186.
59
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186-187.
Nesse sentido também Bitencourt esclarece que “na concepção de Feuerbach, a pena é, efetivamente, uma
ameaça da lei aos cidadãos para que se abstenham de cometer delitos”, assim, “assim, a prevenção geral
fundamenta-se em duas ideias básicas: a ideia da intimidação, ou da utilização do medo e a ponderação
da racionalidade do homem”. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed.
São Paulo: Saraiva, 2009. p. 93-94.
60
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88.
61
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87.
62
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 187.
63
Vale a menção, por oportuno, de que Mir Puig, diferentemente, entende que se critica a prevenção geral
porque ela conduz a uma prevenção demasiadamente longínqua, mas não se demonstra, ao contrário,
que a prevenção geral, dentro de certos limites, não constitua uma possível base de justificação da pena.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88.
64
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 187.
58
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
289
Disso desencadeiam-se duas tendências negativas, como apontam Montes e Busato65
: uma relativa ao fato de se recorrer a fatores de intimidação como forma de resposta à
sensação crescente de insegurança da população (açodando o efeito simbólico da pena) e
outra a evidente constatação de que cada nova ocorrência de delito é a prova flagrante e
irrefutável da ineficácia da ameaça da pena, ou seja, como essa teoria não obteve êxito na
demonstração dos efeitos preventivos gerais que proclamou, já que a experiência confirma
a afirmação de que a ocorrência de cada novo delito é prova irrefutável de seu fracasso.66
Além disso, Bitencourt67 anota que as teorias preventivas igualmente não lograram
solucionar o desafio da “impossibilidade de demonstrar quais são os comportamentos
diante dos quais o Estado tem legitimidade para intimidar e, assim sendo, não definem
também o âmbito do punível”.
2.1.2.3 Prevenção especial
A perspectiva da prevenção especial positiva68, por sua vez, pretende “atuar
diretamente sobre o indivíduo com a finalidade de reabilitá-lo”,69 isto é, o fim da pena “é
evitar a reincidência por meio da ressocialização do condenado”.70
A diferença desta proposta em relação à prevenção geral, como o próprio nome
sugere, reside na mudança de destinatário, que passa da coletividade para o apenado.71
Cuida-se, pois, da prevenção da reincidência, isto é, a prevenção especial “não busca a
intimidação do grupo social nem a retribuição do fato praticado, mas dirige-se apenas
àquele indivíduo que já delinquiu, para que não volte a fazê-lo.72
É que como bem destacam Busato e Montes, ao praticar o delito, o autor não conta com a possibilidade de
12 ou 15 anos, por exemplo, mas suas expectativas recaem justamente ao contrário, isto é, na esperança
de não ser descoberto. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 188-189.
66
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 94.
67
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 94.
68
Os fundamentos dessa teoria, destacam Montes e Busato, encontram-se na chamada Escola Correccionalista
Ibérica, que não chegou a lograr grande êxito porque foi minimizada pelo forte predomínio das teses
retribucionistas. Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para
um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 190.
69
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 189.
70
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87.
71
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 92.
72
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 97.
65
290
FAE Centro Universitário
Essa perspectiva, por considerar que o autor do delito é “portador de um desvio
social que demanda uma correção”,73 conclui que a pena seja como castigo seja como
intimidação não teriam sentido.74
Embora diversas tenham sido as correntes de pensamento que partilharam75 desse
entendimento, ou ainda o fazem, tal proposta foi consolidada por Von Liszt, ao afirmar
que o fim da pena ou das medidas de segurança era “prevenir eficazmente a prática de
futuros delitos”.76
Nesse intento, tal autor destacou que as três formas de atuação da prevenção especial
seriam: intimidação, correção e inocuização. Dessa maneira, caberia a correção do autor
corrigível, a intimidação do delinquente ocasional e a inocuização do irressocializável.77
Com a pena, portanto, pretende-se a defesa da sociedade com a segregação e
exclusão social dos sujeitos apenados, isto é, a proteção de bens jurídicos por meio da
incidência da pena sobre a personalidade do delinquente com a finalidade de evitar
futuros delitos.78
2.1.2.3 Considerações sobre a teoria da prevenção especial
Não se desconhece o mérito dessa teoria de evidenciar a importância do tratamento
dirigido ao sujeito em observância aos caracteres deste, mas as críticas a esse pensamento
são também bastante relevantes e pertinentes. A mais contundente delas, segundo Roxin,
refere-se ao fato de que esta teoria permite, em atenção a suas consequências, a retenção
do condenado pelo tempo que for necessário até que esteja ressocializado.79
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 189.
74
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. são paulo: saraiva, 2009. p. 97.
75
Nesse sentido, Paulo Queiroz refere o correcionalismo espanhol (Dorado Montero), o positivismo italiano
(Lombroso, Ferri, Garofalo) e mais recentemente o movimento de defesa social (Fillipe Gramatica, Marc
Ancel). QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 92.
76
QUEIROZ, Paulo. Direito Penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 93.
77
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 191.
78
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 191.
79
ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Civitas: Madrid,
2000. p. 88.
73
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
291
Além disso, como já advertiu Carrara, os propósitos de punir e reeducar são de
todo incompatíveis,80 além disso, essas teorias nada dizem “sobre os limites da atuação
estatal ou sobre os critérios e razões político-criminais que hão de orientar a intervenção
do Estado nesse campo, omitindo-se sobre o conteúdo do poder punitivo”.81 Afinal, a
ressocialização, destacam Montes e Busato, evidencia seu fracasso empírico na medida
em que, por um lado, é incoerente afirmar que nas condições que a prisão apresente hoje
se possa falar em um eficaz tratamento ressocializador e também porque a própria ideia
de ressocialização merece ser reexaminada em situações onde, por exemplo, não haja a
necessidade de readaptação social de seus autores e também quanto à legitimidade do
Estado a que se pretende reconduzir o comportamento do sujeito.82
2.1.3 Mistas, ecléticas ou unificadoras da pena
Além das propostas já examinadas, e em face do evidente fracasso das concepções
unilateralmente concebidas, surgem as chamadas teorias mistas, que intentam mediar
entre ambas através da “reflexão prática de que a pena, na realidade de sua aplicação,
pode desenvolver a totalidade de suas funções em face da pessoa afetada e se mundo
circundante”.83
Busca-se, assim, unir justiça e utilidade, afinal, para os defensores da teoria mista,
“a retribuição, a prevenção geral e a prevenção especial são distintos aspectos de um
mesmo e complexo fenômeno jurídico”.84
Essas teorias, dominantes no cenário doutrinário atual,85 propõem-se a conciliar,
como se observa, as exigências retributivas e preventivas, assentando a importância de
cada uma em determinados momentos. Por não estarem devidamente delimitados, no
entanto, pode-se chegar à aplicação de penas de duração indefinida, sob a alegação de
busca do êxito do tratamento, já que a retribuição seria o limite máximo da prevenção.86
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 192.
81
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 93.
82
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 193.
83
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen .ris, 2008, p. 94.
84
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 98.
85
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 195.
86
Nessas teorias, vale mencionar, perdem vigência a intimidação e a inocuização, restando apenas a finalidade
de ressocialização. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 194-195.
80
292
FAE Centro Universitário
Essas teorias, destaca Bitencourt,87 inicialmente “limitaram-se a justapor os
fins preventivos especiais e gerais da pena, reproduzindo, assim, as insuficiências das
concepções monistas da pena”. Mais tarde, contudo, prossegue o mesmo autor, “essas
teorias centralizam o fim do Direito penal na ideia de prevenção. A retribuição em suas
bases teóricas, seja através da culpabilidade ou da proporcionalidade (ou de ambas ao
mesmo tempo), desempenha um papel apenas limitador (máximo e mínimo) das exigências
da prevenção”.88
2.1.3.1 Considerações gerais sobre as teorias mistas ou ecléticas
A crítica formulada por Roxin acerca dessa pretensão unificadora é bastante
precisa ao afirmar que a “intenção de sanar estes defeitos, justapondo simplesmente três
concepções distintas, tem forçosamente de fracassar, e a razão é que a simples adição não
só destrói a lógica imamente à concepção, como também aumenta o âmbito de aplicação
da pena, que se converte assim em meio de reação apto a qualquer emprego”.89 E não se
pode negar que deixa de assistir razão a esse autor, afinal, dado que as teorias retributivas
e preventivas individualmente não demonstravam a efetivação dos fins práticos a que se
propunham, do mesmo modo, a simples somatória dessas perspectivas não teria tal condão.
Mais do que isso, as pretensões conciliatórias, por objetivarem agradar a todos,
acabaram não o fazendo de modo satisfatório a ninguém. É que por não se tratar de um
ponto concluído de evolução, ao tentar unir prevenção e retribuição, elas fracassam na
pretensão de resolução das antinomias dos fins da pena. Tanto o é que não se pode dizer
possível tentar conciliar “postulados eminentemente opostos como a retribuição, de
evidente caráter prejudicial ao condenado, e a ressocialização, que o beneficia”.90
2.1.4 Propostas atuais
O surgimento de posições então denominadas de unificadoras deve-se ao fracasso
experimentado pelas teorias preventivas e à contraposição às frequentes críticas tecidas
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99.
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99.
89
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99.
90
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema
Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 197.
87
88
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
293
contra as teorias absolutas.91 É dizer, “com a pretensão de eliminar todas essas antinomias
aflora no campo das ciências penais a teoria da prevenção geral positiva”.92
Modernamente, propõem-se, por um lado, a abolição do Direito penal e, por
outro, a orientação funcionalista deste, seja na vertente de corte radical (linha de Jakobs
– prevenção geral positiva fundamentadora) seja na vertente mais moderada (linha de
Roxin – prevenção geral positiva limitadora desde os postulados garantistas).93
As propostas deslegitimadoras (abolicionismo e minimalismo radical), explica
Paulo Queiroz,94 apresentam como ponto em comum “o fato de se insurgirem contra a
existência mesma do Direito penal”, afirmando, em síntese, como explica Paulo Queiroz:
a) a disparidade entre o discurso e a prática; b) o caráter definitorial do delito, que seria
uma realidade construída mediante processos de definição e interação; c) a indoneidade
preventiva ou motivadora da norma, já que em verdade, a norma não se presta a esse fim,
vez em que não atua no processo motivacional de formação da vontade de delinquir, e
sim quando o delito já ocorreu; d) a excepcionalidade da intervenção penal, dado que
ante a existência cifras ocultas; e) a seletividade arbitrária do sistema penal, reprodutor de
desigualdades sociais materiais e f) o caráter criminógeno do sistema penal, que ao invés
de coibir determinadas condutas, acaba por criar clima propício não apenas para que tais
condutas proliferem, mas também para que outras atividades delituosas vicejem.
Acerca das propostas do radical abolicionismo, que evidenciam os efeitos perniciosos
do sistema, contudo, há de se reconhecer o “quanto resulta positiva a assunção do monopólio
do jus puniendi por parte do Estado”, já que assim, ao ser o único legitimado a tal resposta,95
restam neutralizadas, ao menos em tese, a vítima e uma pretensa vingança privada.
A realidade evidencia que pretensão de abolição não prosperou. Ao contrário,
tal proposta, bem destacam Montes e Busato,96 “semeou um mecanismo de solução de
conflitos com características próprias do Direito Civil, como a arbitragem e a reparação do
dano”, só que com tais medidas o Direito penal acaba estendendo sua competência sobre
fatos que eram de sua competência, tendo em vista a ultima ratio, própria da adoção de
um princípio de intervenção mínima.
Quanto às propostas funcionalistas, por sua vez, alguns comentários fazem-se
necessários, conforme se passa a expor.
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 198.
92
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 100.
93
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 199.
94
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 96.
95
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 200.
96
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 200.
91
294
FAE Centro Universitário
2.1.4.1 Prevenção geral positiva fundamentadora
Para a teoria da prevenção geral positiva, a finalidade da norma é fortalecer os
valores ético-sociais veiculados pela norma, estabilizar o sistema social ou semelhante.97
Essa formulação, cujo principal expoente atual é Günther Jakobs, parte da referência
do Direito penal para o sistema social, é dizer, a norma, aqui, constitui-se “uma necessidade
funcional/sistêmica de estabilização de expectativas sociais por meio da aplicação de penas
ante as frustrações que decorrem da violação das normas”.98 Nessa concepção, “a finalidade
da pena é manter a vigência da norma como modelo de contrato social”.99 Afinal, para
Jakobs, os contatos e interações sociais geram as mais diversas expectativas, que devem
ser asseguradas como condição de preservação do sistema social.100
A proposta de Jakobs é, pois, que a pena assuma uma função de integração ao
sistema, a fim de que esse me mantenha estável.101 Nessa perspectiva, como ao Direito
penal corresponde garantir a função orientadora das normas jurídicas,102 o que se lesiona
não são bens jurídicos, mas a própria norma e a consequente confiança institucional que
os indivíduos nele depositam. Dito de outro modo, aquele que pratica um delito expressa
uma concepção diversa do mundo, porque para esse sujeito o ordenamento jurídico não
tem vigência, e sim a sua vontade particular. A aplicação da pena vem, assim, como forma
de manifestação estatal que essa concepção concreta individual não vale e deve imperar
a vontade geral (negação da negação).103
Por essa razão, “enquanto o delito é negativo, na medida em que infringe a norma,
fraudando expectativas, a pena, por sua vez, é positiva na medida em que afirma a vigência
da norma ao negar sua infração”.104
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88.
99
JAKOBS, Günther. O que protege o direito penal: os bens jurídicos ou a vigência da norma?. In: CALLEGARI,
André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por Manuel Cancio Meliá. Porto Alegre: Livraria
do Advogado, 2005. p. 12.
100
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 89.
101
As bases ideológicas desta postura são identificadas na teoria do sistema social de Nicklas Luhmann (que
considera a sociedade como um sistema independente do indivíduo) e também nas idéias preconizadas
por Talcott Parsons acerca do dano social. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução
ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris,
2007. p. 200-201.
102
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 101.
103
LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al.
Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado,
2005. p. 13.
104
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 101.
97
98
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
295
Como se observa, a semelhança entre as teorias de Jakobs e as teorias absolutas é
bastante nítida, tendo ele mesmo admitido tal similitude.105
Além disso, bem refere Queiroz,106 não se pode olvidar que “a teoria sistêmica
conduz a uma concepção preventiva integradora em que o centro de gravidade da norma
jurídica penal passa da subjetividade do indivíduo e o mundo axiológico ao sistema e às
expectativas institucionais”.
As críticas a essa postura referem-se, como não poderia deixar de ser, à desatenção
ao bem jurídico e também aos limites que devem ser impostos à pena.
É que embora alguns autores tenham visto nesta posição “o ressurgimento
de concepções puramente retributivas, porquanto em sua estrutura segue a tradição
metodológica kantiana”, o fato é que embora inicie suas propostas a partir dessas teses,
além de deixar de adotar os limites que a culpabilidade estabelece, chega, inclusive, a
rejeitá-los.107
Desse modo, olvida-se que o Direito penal está condicionado por diferentes limites
e garantias e o fato de prescindir dessas limitações ao ius puniendi conduz não apenas
à legitimação, mas ao desenvolvimento de uma Política Criminal carente de legitimação
democrática, isto é, “um Direito penal simbólico, a pedido do consumidor”,108 que tanto
pode refletir um Estado democrático como ocultar um totalitário.
Em síntese, destaca Bitencourt, 109 “a teoria da prevenção geral positiva
fundamentadora não constitui uma alternativa real que satisfaça as atuais necessidades
da teoria da pena”. Além disso, ela é criticável também em “sua pretensão de impor ao
indivíduo, de forma coativa, determinados padrões éticos”, o que é inconcebível em um
Estado social e democrático de Direito. Não bastasse isso, “é igualmente questionável a
eliminação dos limites do ius puniendi”, seja formal seja materialmente, já que isso conduz
à legitimação e até desenvolvimento de uma Política Criminal carente de legitimidade
democrática – o que não se pode, evidentemente, admitir.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 90.
Mais do que isso, “os fundamentos de sua concepção se encontram estreitamente vinculados com a filosofia
do direito de Hegel e alguns aspectos da teoria dos sistemas”. LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à
obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo.Tradução por
André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 12.
106
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 91.
107
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 202-203.
108
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 203.
109
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 103.
105
296
FAE Centro Universitário
2.1.4.2 Prevenção geral positiva limitadora
O fundamento principal dessa proposta é que “a prevenção geral deve expressar-se
com sentido limitador do poder punitivo do Estado”.110 Assim, a pena, “deve manter-se
dentro dos limites do Direito penal do fato e da proporcionalidade, e somente pode ser
imposta através de um procedimento cercado de todas as garantias jurídico-penais”.111
Na proposta de Roxin, contudo, de corte sensivelmente mais garantista, afirmam
Busato e Montes112, “a finalidade da pena é a prevenção geral positiva, porquanto a pena
busca a restauração da paz pública e a reafirmação das regras de convivência”, não apenas
reconhecendo na pena uma função integradora – que se desenvolve com a prevenção
especial – mas também admitindo a culpabilidade como um limite da pena.
Diante disso, três são os fins e efeitos da pena segundo essa perspectiva: a) o de
aprendizagem, motivado social e pedagogicamente; b) o exercício da confiança no Direito
que tem origem na população pela atividade da justiça penal e c) o efeito de confiança
que surge quando cidadão observa o Direito aplicado.113
3
A IDENTIDADE ENTRE OS FINS DO DIREITO PENAL E DA PENA
A assunção de um ou outro fim para o Direito penal e também para a pena tem
implicações significativamente divergentes, já que partindo de uma ou outra premissa,
bastante diferente pode ser o sistema dogmático a ser construído ou adotado114. Além
disso, a opção por uma ou outra proposta, além de necessária ao jurista, revela também
o perfil mais ou menos garantista desse.
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 103.
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema
penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 204.
113
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema
penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 204.
114
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema
penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 34.
111
112
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
297
3.1 Fins do Direito penal
Atualmente, o desprezo pelo ser humano tem restado evidente em termos jurídicopenais. E isso, além de completamente injustificável, revela-se também incoerente, já que
“a proposição de violação de direitos fundamentais rompe com a ideia de formação do
próprio Estado, que constitui a entrega de uma parcela da liberdade em troca da proteção
mais eficiente” de direito tão fundamentais quanto.115
Nessa esteira de pensamento, é inegável reconhecer que a proteção seletiva dos
bens jurídicos acaba por estabilizar a norma, mas isso, entretanto, é uma consequência,
um efeito secundário e não a razão de ser da existência do Direito penal.
Além disso, a admissão da estabilização da norma como missão do Direito penal
parece inadequada também porque assim agindo, a discussão quanto ao conteúdo da
norma, resta impossível, cabendo tão-somente a análise de sua vigência ou não. Vale dizer,
assim resta aniquilada qualquer pretensão de discussão sobre o conteúdo e adequação
social da norma – o que acaba por obstar até mesmo a evolução jurídica da sociedade.
Não se deve, contudo, “buscar um adiantamento ‘preventivo’ do controle das
convicções internas, nem o sentido de estabelecer um padrão ético”116 através do controle
social penal, mas, ao contrário, o Direito penal deve ser encarado como um sistema de
garantias, não apenas da sociedade em face do indivíduo que delinque, mas também – e
quiçá principalmente – do indivíduo em face do Estado.
A vista disso, outra não pode ser a conclusão senão que a missão que deve cumprir
o Direito penal é o controle social do estritamente intolerável através da proteção seletiva
de bens jurídicos. E isso porque não se pode perder de vista que o homem e não a norma
há de ser o centro de todo o sistema normativo, ou como referiu Protágoras, o homem, e
não a lei, há de ser sempre a medida de todas as coisas.
4.2 Fins da pena
Inúmeros e diversos sempre foram os fins atribuídos à pena. As propostas retribucionistas visam, com a pena, a simples retribuição do mal causado, sem qualquer outra
utilidade ou finalidade, ou seja, a pena devia ser aplicada pela simples prática da infração
penal. As preventivas ou relativas, por sua vez, fundamentam a aplicação da pena na ideia
BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências Criminais, São
Paulo, v. 15, n. 66, p. 349, maio/jun.2007.
116
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 34.
115
298
FAE Centro Universitário
de prevenção da ocorrência de delitos, seja uma prevenção geral (dirigida à sociedade como
um todo), seja uma prevenção especial (dirigida pontualmente ao sujeito que infringiu a
norma). As propostas mistas ou ecléticas, por seu turno, partindo da junção das duas pretensões anteriores, sustentam que a pena, a um só tempo visa a prevenir delitos e retribuir
o mal causado. Finalmente, as aqui consideradas como propostas atuais relacionam-se
com a ideia da prevenção geral positiva, em duas vertentes, fundamentadora e limitadora.
Como se observa, a consideração sobre quais são os fins da pena, identificam
com precisão Busato e Montes,117 esteve sempre desfocado. É que se partiu sempre do
questionamento de “quais são os fins da pena”, mas as interpretações doutrinárias sobre
a indagação não fizeram mais que trasladar a discussão para o campo dos efeitos e/
ou impressões que essa provoca. Por conta disso, faz-se necessário dissipar a confusão
entre aquilo que a pena provoca como efeitos necessários (funções) e o que significa seu
propósito, sua razão de existir (missão).
Todas as ideias mencionadas, quer relacionadas à prevenção ou à retribuição, quer a
ambas simultaneamente, entretanto, não passam de impressões que este controle produz.118
E como o controle social em um Estado social e democrático de Direito se expressa através
da intervenção mínima,119 a referência ao bem jurídico é imprescindível,120 pelo que sua
proteção, sim, é que, com vistas ao controle social do intolerável é constitui fim da pena.
Afinal, o fundamento da pena deve consistir, de fato, em um propósito e não em efeito,
vale dizer, em uma missão e não em uma função.
4.3 A identidade entre os fins do Direito penal e da pena
A vista de todo o exposto, a fim de se saber realmente as razões por que se pune,
é preciso conhecer, primeiro, quem pune, afinal, identificadas as pessoas que punem, é
possível reconhecer a motivação da punição.
O monopólio do ius puniendi pelo Estado é, hoje, inarredável. E o motivo pelo
qual a prática de um delito é apontada pelo Estado como intolerável à boa condução
BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT, Andrei Zencker . (Org.). Novos
rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr. Cezar Roberto Bitencourt.
Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. p. 518.
118
Nesse sentido, ver BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT Andrei Zencker.
(Org.). Novos rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr. Cezar Roberto
Bitencourt. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. p. 511-524.
119
MUÑOZ CONDE, Francisco. Introducción al derecho penal. Barcelona: Bosch, 1975.
120
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 209.
117
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
299
do controle social, explica Busato121, reside justamente no fato de que é o Estado quem
leva a efeito à aplicação da pena com um propósito fundamental e absolutamente claro:
manutenção da sociedade sob controle. Isso porque, tanto a permissão de uma conduta
criminosa, como a punição deste pela vítima (vingança privada) levariam a uma perda
inadmissível do controle por parte do Estado.
A vista disso, a pergunta “por que se pune” parece ser adequada e satisfatoriamente
respondida pela afirmação “para manutenção do controle social, que é a tarefa precípua
do Estado”.122
Diante disso, outra não pode ser a conclusão de que se a forma de controle social
de situações intoleráveis é levada a cabo pelo Direito penal através da proteção seletiva
de bens jurídicos, a única consequência coerente é que também a pena missão da pena
identifique-se com isso. Assim, também a finalidade da pena é manter o controle social.123
Logo, não há que se falar que o fim da pena seja retribuição, prevenção ou mesmo
retribuição e prevenção.
Ao contrário, se o Estado busca controle social também através da pena, um
controle social de cunho penal só se justificativa na medida em que esta intervenção
reflita verdadeiramente o sentido do controle intolerável. E esse só é admitido quando
representa uma intervenção mínima, de ultima ratio, no sentido de proteção seletiva de
bens jurídicos, de modo fragmentário e subsidiário.
Por conta disso, considerando que a referência ao bem jurídico é indispensável
para a legitimidade das consequências jurídicas do delito, cumpre reconhecer que todas as
ideias concernentes à retribuição ou prevenção dizem respeito tão-somente às impressões
que este controle produz,124 não se confundindo, portanto, com os fins da pena. Afinal, em
um Estado pretendidamente social e democrático de Direito, a proteção seletiva de bens
jurídicos através do controle social do estritamente intolerável é que se constitui como o
único e isolado fim que se pode atribuir à pena.
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 207.
122
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 207.
123
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 208.
124
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal:
sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 209.
121
300
fundamentos para um
fundamentos para um
fundamentos para um
fundamentos para um
FAE Centro Universitário
E assim o é porque a pena não ressocializa e sequer convence, ao contrário, apenas
estigmatiza e reflete, na verdade, mais a impotência, o fracasso e a ausência de soluções,
que a convicção e a energia necessárias para abordar os problemas sociais.125
Desse modo, a fim de que o Direito Penal não se converta exclusivamente em
um mecanismo de majoração de desigualdades (já tão flagrantes em nossa sociedade) e
de promoção de arbitrariedades e injustiças, torna-se imprescindível que tal intervenção
seja efetivamente consentâneo com um Direito penal garantista e de mínima intervenção,
sob pena de, inclusive, perder sua legitimidade126 e de constituir-se um Direito penal
incompatível com um Estado social e democrático de Direito.
CONSIDERAÇÕES FINAIS
A vista de todo o exposto, conclui-se, portanto, haja vista o perfil a que se pretende
dar ao Direito penal, ou seja, pretendendo um Direito penal condizente com um Estado
social e democrático de Direito, sustentar que o mais adequado fim que compete a ele
e a mais razoável finalidade da imposição da sanção penal, cuidam-se exatamente do
mesmo, ou seja, tanto a missão do Direito penal é o controle social do intolerável através
da proteção de bens jurídicos, como também esta deve ser a missão da pena.
Afinal, a constatação de identidade de fundamentos para a pena e para o Direito
penal não só resulta em uma postura teórica mais coerente, mas também oferece outras
vantagens, referentes ao fato de que a pena não se aplica pena onde não for necessária127
ainda que presentes os elementos constitutivos do delito e também que, desse modo, resta
afastada, de pronto, qualquer pretensão de aplicação da pena justificada simplesmente
pelo afã de estabilização da norma – o que revela um perfil do fundamento da pena
absolutamente restritivo, garantista e respeitoso para com os Direitos Humanos.
GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio. Sobre el principio de intervención mínima del derecho penal como
límite del Ius Puniendi. In: GONZÁLEZ RUS, Juán José (Coord.). Estudios penales y jurídicos. Homenaje
al Prof. Dr. Enrique Casas Barquero. Córdoba: Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones, 1996.
p. 250-252.
126
MIR PUIG, Santiago. Direito penal: fundamentos e teoria do delito. Tradução por Cláudia Viana Garcia e
José Carlos Nobre Porciúncula Neto. São Paulo Revista dos Tribunais, 2007. p. 85.
127
Aliás, nesse sentido é a orientação de Roxin ao propor a substituição da culpabilidade, como elemento
integrante do conceito analítico de delito, pelo critério responsabilidade, que pressuporia sempre dois
requisitos: a culpabilidade do autor e a necessidade preventivo-geral ou especial depunição. ROXIN, Claus.
Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002. p. XII.
ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar,
2002. p. XII.
125
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
301
REFERÊNCIAS
AMBOS, Kai. Direito penal: fins da pena, concurso de pessoas, antijuridicidade e outros
aspectos. Tradução de Pablo Rodrigo Alfen da Silva. Porto Alegre: S. A. Fabris , 2006.
BAUMAN, Zygmunt. Tempos líquidos. Tradução. por Carlos Alberto Medeiros. Rio de Janeiro:
J. Zahar, 2007.
BECCARIA, Cesare Bonesana, Marches di. Dos delitos e das penas. Tradução por José Cretella
Júnior e Agnes Cretella. 3. ed. rev. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000.
BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva,
2009.
BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT. Andrei Zencker
(Org.). Novos rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr.
Cezar Roberto Bitencourt. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006.
BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências
Criminais, São Paulo, v.15, n. 66, p. 315-371, maio/jun. 2007.
BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos
para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007.
FOUCAULT, Michel. Vigiar e punir: nascimento da prisão. Tradução de Raquel Ramalhete. 35
ed. Petrópolis, RJ: Vozes, 2008.
GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio. Sobre el principio de intervención mínima del derecho
penal como límite del Ius Puniendi. In: GONZÁLEZ RUS, Juán José (Coord.). Estudios penales
y jurídicos. Homenaje al Prof. Dr. Enrique Casas Barquero. Córdoba: Universidad de Córdoba,
Servicio de Publicaciones, 1996
JAKOBS, Günther. O que protege o direito penal: os bens jurídicos ou a vigência da norma?. In:
CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por Manuel Cancio
Meliá. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005.
JAKOBS, Günther; CANCIO MELIÁ, Manuel. Direito penal do inimigo: noções e críticas. 3. ed.
Tradução de André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2008.
LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In:
CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís
Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005.
MESTIERI, João. Manual de direito penal. Rio de Janeiro: Forense, 2002.
MIR PUIG, Santiago. Direito penal: fundamentos e teoria do delito. Tradução por Cláudia Viana
Garcia e José Carlos Nobre Porciúncula Neto. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2007.
MUÑOZ CONDE, Francisco. Introducción al derecho penal. Barcelona: Bosch, 1975.
QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008.
302
FAE Centro Universitário
ROXIN, Claus. A proteção dos bens jurídicos como função do direito penal. Tradução por
André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2006.
ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid :
Civitas, 2000.
ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de
Janeiro: Renovar, 2002.
SANTOS, Juarez Cirino dos. A Criminologia radical. 3. ed. Curitiba:ICPC; Rio de Janeiro:
Lumen Juris, 2008.
SANTOS, Juarez Cirino. Direito penal: parte geral. 2.ed. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen
Juris, 2007.
SCHÜNEMANN, Bernd. O direito penal é a ultima ratio da proteção de bens jurídicos! – Sobre
os limites invioláveis do direito penal em um estado de direito liberal. Tradução por Luís Greco.
Revista Brasileira de Ciências Criminais, São Paulo, v.13, n. 53, p.9-37, 2005.
ZAFFARONI, Eugenio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro. 5.
ed. rev. e atual. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2004.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011.
303
Orientações aos colaboradores da Revista Justiça e Sistema Criminal
Histórico e missão
A Revista Justiça e Sistema Criminal é um espaço para divulgação da produção
científica e acadêmica de temas relativos ao sistema criminal, compreendendo aspectos
relacionados tanto ao Direito e ao Processo Penal quanto à Criminologia, a Política Criminal,
à Sociologia Jurídico-Penal e à Filosofia do Direito penal, que visa principalmente difundir
modernas tendências das áreas referidas, em sentido crítico e evolutivo. Os temas principais
estão vinculados ao desenvolvimento dos trabalhos do Grupo de Estudos Modernas
Tendências do Sistema Criminal que reúne pesquisadores de diversas universidades e
acadêmicos de graduação e pós-graduação da FAE Centro Universitário. Entre nossos
leitores, encontram-se professores, alunos de graduação e pós-graduação, profissionais
da área jurídica e consultores de empresas públicas e privadas.
Objetivo
O objetivo da Revista Justiça e Sistema Criminal é promover a publicação de temas
relacionados ao Direito e ao Processo Penal quanto à Criminologia, à Política Criminal, a
Sociologia Jurídico-Penal e à Filosofia do Direito penal.
Pretende-se contribuir para o desenvolvimento teórico do modelo de controle
social criminal, através da difusão de ideias modernas e críticas que ajudem na construção
de um perfil humanista do sistema criminal.
Assim, será dada prioridade à publicação de artigos que, além de inéditos, nacional
e internacionalmente, tratem de temas contemporâneos relacionados com a matéria
criminal e que tenham perfil preferencialmente crítico.
Orientação editorial
Os trabalhos selecionados pela Revista Justiça e Sistema Criminal serão aqueles que
melhor se adequem às linhas de pesquisa desenvolvidas pelo Grupo de Estudos Modernas
Tendências do Sistema Criminal, acessíveis através da plataforma de grupos de pesquisa
do CNPq.
Os trabalhos podem versar tanto sobre análises teóricas quanto de experiências
da praxis jurídica, resultantes de estudos de casos ou pesquisas direcionadas que
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010.
304
exemplifiquem ou tragam experiências, fundamentadas teoricamente, e que contribuam
com o debate estimulado pelo objetivo da revista.
Enfatiza-se a necessidade de os autores respeitarem as normas estabelecidas nas
Notas para Colaboradores. Os trabalhos serão publicados de acordo com a ordem de
aprovação.
Focos
O principal requisito para publicação na Revista Justiça e Sistema Criminal
consiste em que o artigo represente, de fato, contribuição científica. Tal requisito pode
ser desdobrado nos seguintes tópicos:
– O tema tratado deve ser relevante e pertinente ao contexto e ao momento e,
preferencialmente, pertencer à orientação editorial.
– O referencial teórico-conceitual deve refletir o estado da arte do conhecimento na área.
– O desenvolvimento do artigo deve ser consistente, com princípios de construção
científica do conhecimento.
– A conclusão deve ser clara e concisa e apontar implicações do trabalho para a teoria
e/ou para a prática jurídico-penal. Espera-se, também, que os artigos publicados na
Revista Justiça e Sistema Criminal desafiem o conhecimento e as práticas estabelecidas
com perspectivas provocativas e inovadoras.
Escopo
A Revista Justiça e Sistema Criminal tem interesse na publicação de artigos de
desenvolvimento teórico e prático forense.
Os artigos de desenvolvimento teórico devem ser sustentados por ampla pesquisa
bibliográfica e devem propor novos modelos e interpretações para aspectos
relacionados ao sistema criminal.
Os trabalhos empíricos devem fazer avançar o conhecimento na área, por meio
de pesquisas metodologicamente bem fundamentadas, criteriosamente conduzidas
e adequadamente analisadas.
305
FAE Centro Universitário
Normas de Publicação Para os Autores
– Os trabalhos encaminhados para publicação na Revista “Justiça e Sistema
Criminal” consideram-se licenciados a esta, pelo prazo de duração dos
direitos patrimoniais do autor. Os trabalhos também poderão ser publicados
em outros lugares, em qualquer tipo de mídia, impressa ou eletrônica, mas
a responsabilidade referente aos direitos de autor perante estas em face da
publicação na Revista “Justiça e Sistema Criminal” serão de responsabilidade
exclusiva do autor.
– Os trabalhos devem ser enviados pelo correio eletrônico, para o endereço
[email protected]. Recomendamos a utilização do processador
de texto Microsoft Word 97. Pode-se, no entanto, utilizar qualquer processador
de texto, desde que os arquivos sejam gravados no formato RTF, que é um
formato de leitura comum a todos os processadores de texto.
– Não há um número predeterminado de páginas para os textos. Esse número
deve ser adequado ao assunto tratado. Os parágrafos devem ser alinhados à
esquerda. Não devem ser usados recuos, deslocamentos, nem espaçamentos
antes ou depois. Não se deve utilizar o tabulador <TAB> para determinar os
parágrafos: o próprio <ENTER> já o determina. Como fonte, usar o Arial, corpo
12. Os parágrafos devem ter entrelinha 1,5; as margens superior e inferior 2,0
cm e as laterais 3,0 cm. O tamanho do papel deve ser A4.
– Os trabalhos deverão ser precedidos por uma folha na qual se fará constar
impreterivelmente: título do trabalho, nome do autor (ou autores),
qualificação (situação acadêmica, títulos, instituições às quais pertença e
a principal atividade exercida), endereço completo para correspondência,
telefone, fax e e-mail, e a autorização de publicação do artigo.
– As referências bibliográficas deverão ser de acordo com a NRB 6023/2002
da ABNT. Deverão constar nas referências: SOBRENOME, Nome do autor.
Título da obra em negrito. Tradução. Edição. Local: Editora, data.
– Os trabalhos deverão ser precedidos por um breve Resumo (10 linhas no
máximo) em português e em outra língua estrangeira, e de um Sumário, do
qual deverão constar os itens com até 3 dígitos.
– Deverão ser destacadas as palavras-chave limitadas ao número de 05 (cinco)
também em português e em outra língua estrangeira. (palavras ou expressões
que expressem as ideias centrais do texto), as quais possam facilitar posterior
pesquisa ao trabalho.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010.
306
– Todo destaque que se queira dar ao texto deve ser feito com o uso de itálico.
Jamais deve ser usado o negrito ou a sublinha. Citações de textos de outros
autores deverão ser feitas entre aspas, sem o uso de itálico. A introdução e
bibliografia, no sumário, não deverá ser numerada.
– Não será prestada nenhuma remuneração autoral pela licença de publicação
dos trabalhos. Em contrapartida, o colaborador receberá 02 (dois) exemplares
do periódico em cujo número seu trabalho tenha sido publicado ou do
produto digital quando contido em suporte físico.
– Os trabalhos que não se ativerem a estas normas serão devolvidos a seus autores,
que poderão reenviá-los, desde que efetuadas as modificações necessárias.
– A seleção dos trabalhos para publicação é de competência do Conselho
Editorial da Revista. Todos os trabalhos serão primeiramente lidos pelos
coordenadores das Revistas que os distribuirão, conforme a matéria, para
os conselheiros ou ainda para pesquisadores que não sejam conselheiros da
Revista, mas tenham reconhecida produção científica na área. Eventualmente,
os trabalhos poderão ser devolvidos ao autor com sugestões de caráter
científico que, caso as aceite, poderá adaptá-lo e reencaminhá-lo para nova
análise. Não será informada a identidade dos responsáveis pela análise dos
trabalhos. Os trabalhos recebidos e não publicados não serão devolvidos.
307
FAE Centro Universitário
Permuta
A Revista Justiça Criminal faz permuta com as principais faculdades e universidades
do Brasil, da Espanha, da Argentina e da Nicarágua.
Envio de artigos
Os artigos deverão ser encaminhados para:
FAE Centro Universitário - Grupo de Pesquisas Modernas Tendências do Sistema
Criminal
Rua 24 de Maio, 135
80230-080 Curitiba -PR
Email disponível no site www.sistemacriminal.org
Fone: (41) 2105-4098 - Fax (41) 2105-4195
Agradecemos o seu interesse pela Revista Justiça e Sistema Criminal e esperamos
tê-lo(a) como colaborador(a) frequente.
Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010.
308

Documentos relacionados